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Una bruja en casa
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Z 1 El camidn de mudanzas y las
4 espinacas
Es el momento més horrible del dia. Marfa
aprieta su cara pélida contra la ventana dela
cocina, para ver como cae la lluvia sobre la
calle y sobre los nifios con los que ella no pue-
de jugar.
Mamé esté trabajando; Martin, su hermano
pequetio, esté en la guarderfa, y Magnus, el
mayor, ni idea de dénde puede andar.
Papa intenta trocear un bacalao congelado
para la comida, Se ha olvidado de desconge-
larlo a tiempo y ahora no hay manera. Al fue-
go hay un cazo con espinacas, que desprende
una nube de vapor blanco.
Malu, Malin y Mfa montan en sus bicicletas,
‘pero no necesifan pedalear: Llevan abiertos los
grandes paraguas de sus padres y el viento los
hace avanzar como si fuesen en veleros. Rien
alegres y eso le hace dafio a Marfa, que no
puede salir.
-+ .»» La nifia aplasta mAs la nariz contra el cris-
tal. Se va a empajiar. Espera que mamé piense
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uelep as enb eIpo pu “UNTeyy opis ey endte una camisa blanca, pantalones de terciopelo
azul y pajarita. En Ja frente eva puestas unas
gafas de motorista. Maria no ha visto nunca
un nifio como ése.
_—i¥o no quiero vivir aquil —erita a.
Ahora sale-del coche una_sefiora vestida de
verde,
—No digas tonterfas, Bebbe. Aqui hay mu-
chos nifios con los que podrés jugar. :
Hace un gesto sefalando a Malu, Micke,
Klas, Erik y Katarina, que estén parados ante
el coche. Miran con los ojos como platos a
aquella sefiora. Lo mismo que hace Maria des-
de su observatorio de la ventana. Es la mujer
vestido verde reltice, sus pendientes relucen.
Tncluso su pelo rojo reluce como un Fao de
sol a través de la niebla.
Sonrie fascinadora a los nifios y entra en la
casa.
Y alli se queda aquel nifio llamado Bebe.
Los otros chicos se acercan a él.
—ildiota! —le dicen.
Tuego se van y se suben al remolque due
esta aparcado en la curva. Bebbe se queda bajo
Ia Lluvia. Se baja las gafas de motorista y mira
al cielo: Maria, que hace siglos que n° tiene
con quien jugar, desea con todas sus fuerzas
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que la vea allf en la ventana y sonrie Jo mejor
que sabe.
2Qué podria hacer para conocer a aquel ex-
trafio nifio? Ella, que nunca sale. Por lo menos
cuando lueve asi. Y cuando no lIlueve, tam-
poco se puede acercar a nadie. Por ‘si los con-
tagia_y también ellos acaban por tener que
acostarse con cuatro almohadas bajo la cabe-
za, tosiendo ‘hasta casi reventar.
Lleva asi cerca de dos semanas. Durante el
dia, cuando esté levantada, la tos se oculta en
lo més profundo de su pecho; pero, cuando
duerme, se pone en marcha hasta que vienen
_papé y mamé, sw hermano mayor da patadas
en la pared y le chilla que se calle, y el peque-
fo se despierta y se pone a Ilorar, él angelito.
Sin embargo, ahora tiene que salir a la calle.
Echa una tltima mirada a Bebbe a través de
la ventana y se va tranguila y silenclosumente
al recibidor. Hasta que abre la puerta de la ca-
lle, papa no se da cuenta.
‘Maria, vuelve aquil —grita él.
Pero ella ya est4 junto a la verja.
Bebbe sigue alli con la cabeza echada hacia
atr4s, mirando los espesos mubarrones que re-
corren el cielo.
—Hola —dice Marfa.
Hola —responde Bebbe. -~ :
La mira un tanto displicente, como si no
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——Bueno, un coche de carreras —le. dice
papé en.un nuevo intento.
_ —Un coche de bomberos —replica el peque-
fio volviendo la cara.
—Un coche de bomberos, entonces —dice
pap4, ahora un poco més serio.
"Un camién de la basura —dice Martin sin
pensérselo dos veces.
Conoce un montén de tipos de coches.
Por fin come un poco, aunque inmediata-
mente echa fuera aquel amasijo verde de es-
pinacas, que lentamente se le escurre por la
barbilla hasta caer en el mantel.
—iAg! —dice, poniendo cara de asco.
—Agui es imposible comer —protesta Mag-
nus—, con tanto guarro en la mesa.
—Ti puedes darnos clase de cémo se come
—dice mama.
—Desde luego —responde Magnus colman-
do el tenedor; luego, se dirige a su hermano
pequefio—: Aqui viene un camién de mudan-
zas. (Brumbrum!
Para su sorpresa, el pequefio se cierra en
banda.
—Muy bien. Asi se hace —comenta mamé,
y en ese instante el mayor infla los carrillos y
resopla también.
—iMagnus! —grita papd de mal humor.
Mamé toma al pequeiio en el regazo. Ni se
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preocupa de que le esté pringando de verde la ~
cara y el vestido.
—Lo siento —dice Magnus, después de be-
ber a toda prisa un vaso de agua y enjuagarse
bien la boca antes de tragar—. Pero chabéis
probado esto? —y sefiala el cazo de las espi-
nacas.
Papé est4 a punto de decir que la comida no
tiene nada de malo, cuando ve el salero. .
—2Cémo ha ido a parar eso ahi? —pregun-
ta, al tiempo que.mira a Maria. Pero ella no se
da por enterada. Se limita a observar a mam4
y al nifio, que vuelve a estar alegre y se acu-
truca y rie en el regazo de su madre.
Maria se levanta, va al fregadero y empapa
un pafio de cocina. Quiere limpiar las babas
verdes de su hermano para que la ropa de
mamé no se ensucie més. Si lo hace bien, qui-
24 mamé la mire y sonria y le diga que le va
a comprar unos zapatos como los que tiene
Jenny.
Pero nada més tocar al pequetio, éste em-
pieza a berrear y mama la coge del brazo.
—iEstéte quietal ¢Qué estas haciendo?