Atalfo

Esto tiene que cambiar, gey, va cambiar, carajo, pensaba Atalfo ah no ms sentado con los
tacos que su mujer le haba preparado bien cogidos con sus manos. La mirada puesta en la
pistola que apoyada sobre la mesa miraba inquietante hacia la ventana. El sol impona la
justicia tan memorable de esas pelculas del oeste que Atalfo tanto vea y de las que
recordaba solo los nombres de bandidos: Billy, Sundance, Butch, Calvera Chale, va a cambiar.
Con cada interjeccin, Atalfo continuaba aumentando mentalmente la lista de nombres, en
una ensoacin que desde que entr en aquella comisara segua repitindose da tras da.
Senta gran placer en sentir el olor a sudor de la sala, con aquel calor que pareca hacer
enloquecer a la mosca de turno que siempre vena a estorbarlo en el momento de su comida.

Atalfo se senta cmodo con el estereotipo de sus dientes negros, su barba que pareca
cortada en el tiempo exacto de crecimiento, su pelo grasiento bajo el sombrero de charro
hecho con piel de liebre obtenido gracias a un buen trabajo, noms verlo as le envergu la
fusca para mandar su msica de ese biscolo hijoputa a otra parte, chvere, noms le arrim la
chinga, me encanij ese pinche. Atalfo se senta un hombre de bien, un hombre por el bien
que saba cundo y cmo deba actuar, como si fuera un bandido, esos que recitaba en silencio
mientras apretaba bien sus tacos antes de hincarle los dientes con un gesto seco.

Coma y recordaba la gloria de aquel da, el gran Atalfo, a quienes todos respetaban y
algunos, quizs muchos, admiraban. La admiracin que despertaba Atalfo no la generaba sus
poses estereotipadas, tampoco su insistente gusto por las pieles fueran del animal que fueran,
sino que la generaba la repeticin de una misma reaccin ante su presencia: una mirada al
suelo junto a un simultneo movimiento del mentn y de los hombros hacia arriba en los
hombres y la parlisis total en las mujeres. Atalfo senta un ertico placer siempre que vea
aquella reaccin. Su mujer, que tambin reaccionaba as, daba buena cuenta de ello. Es posible
incluso que pensara que era lo nico bueno de ser su mujer. Pero qu mujer no pensaba lo
mismo en aquel pueblo.

Todos excepto aquel chamuco, quin se crea, que se vaya a la chingada. Y repeta: Butch,
Sundance, Billy cmo le excitaba todo este ritual. No podemos acusarle por sus bajas
pasiones, es ms que probable que no conociera sino este placer, no exista ms alternativa en
su vida que esta excitacin ertica, entre la