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Para don Daniel Cosio Villegas, el señor Juárez tenía los ingredientes que hacen al gran
político: fuego en las entrañas, que hace innecesario el reposo; pasión y mesura, que le
permitían ser flexible y conciliador; conocedor de la naturaleza humana, que le
permitieron entender que en política son pocas las batallas y muchas las escaramuzas,
pero que deben ganarse todas éstas para vencer en alguna de aquéllas.
La historia nos relata que cuando Benito Juárez se presentó en el campamento del
general federalista Juan Alvarez, sólo dijo que llegaba a servir a la causa de la
República. Omitió decir que era abogado y que había sido gobernador de Oaxaca:
únicamente puso énfasis en decir que sabía leer y escribir.
El alfabeto fue su credencial. Saber leer y escribir era una de sus armas. Era el ariete
que tenía en sus manos para derrumbar muros y vencer al despotismo.
Dice Henestrosa que era un pastor de palabras, las ponía en fila, en orden, una tras otra,
sin que ninguna se saliera del carril y de las reglas. Eso, y no otra cosa, dijo el clásico
mexicano que es la literatura. Pocas palabras las de Benito Juárez, pero ésas, las
necesarias, aquellas sin las cuales es imposible decir la verdad. Las palabras de Juárez
son escuetas, tienen la consistencia del basalto y del granito.
Las nuevas generaciones seguramente nos pedirán cuenta de nuestras obras, de nuestras
luchas y de nuestros desmayos. También nos preguntarán qué hemos hecho con el
legado de Juárez. Si aquilatamos su imperturbable actitud moral, tan consonante con su
fisonomía granítica. Es preciso que no olvidemos que fue el gran defensor de nuestra
Constitución de 1857, de las leyes -diría Justo Sierra- en una época en que la República
luchó para vivir y agonizó vencida. La vida de Benito Juárez sigue siendo una suprema
lección de moral cívica.
Fueron -el pueblo y Juárez- una sola voluntad, la de vencer a cuanta adversidad interna
y externa se opusiera a su destino. La grandeza de Juárez es la grandeza del gran pueblo
de México. Gracias a Juárez privilegiamos hoy a la Constitución Política que nos rige,
que norma y encauza el destino de la nación.