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II.

LUZ ETERNA- Actualidad

Lunes, 23 de agosto de 2010 - josemari20 46 0 visualizaciones

¿Dónde vamos? ¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Dónde tenemos nuestro ser? ¿Dónde somos uno? ¿No es en Dios? ¿No es en aquel ser que llega a
nosotros de tal manera que nos une en un solo compromiso, que nos ha creado desde la creación de los tiempos y nos ha venido enseñando
tantas y tantas cosas y que aún no sabemos cuántas más nos deparará? Hoy ya existimos. Hoy ya tenemos nuestro ser y perduraremos según
nuestra sed. Una sed de esperanza que es saciada con el compromiso hecho por Dios a la Humanidad. ¡Porque, realmente, de tantos planetas
que existen en nuestra Galaxia, en el Universo entero aún, de tantos Sistemas Solares y que Dios, precisamente, haya escogido la Tierra para
hacer el más sublime acto de redención, para hacer la más enternecedora de las epopeyas! Rescata a la Humanidad de las garras del infierno,
destruyendo el mal por donde hay. Por eso perdura en nosotros la esperanza, por eso perdura en nosotros la fe y perdura esa confianza que nos
une.

Es verdad que Dios está dentro de nosotros y que por Él nos movemos y tenemos nuestro ser. Pero también es verdad, y tan claro como el agua,
que sin esa Luz que nos ilumina y nos compromete a seguir un camino para entrar en comunión con Dios, ahora sabéis el contenido de tan
enorme epopeya. Normalmente la Humanidad ha venido evolucionando a través de los tiempos y es hoy cuando encuentra tal nivel de evolución,
que es Dios el que nos da su Amor, que es Dios quien existe para hacernos ver esa Luz Eterna que brilla y brillará siempre. Porque es cuando
entonces le encontramos sentido a nuestra vida. Encontramos la inmensidad del océano y buscamos en el fondo del mismo la piedra más
preciosa: la sabiduría. Es sabiduría que es mayor que en tiempos de Salomón, porque ya lo dijo Dios: "Buscad primero el Reino de Dios y todas las
cosas os serán dadas por añadidura. ¿De qué nos vale decir: ¿Qué vestido nos pondremos? Cuando aún los lirios del campo en toda su
magnificencia ni aún el propio Salomón en toda su gloria y en toda su sabiduría se vistió como uno de ellos. El Padre sabe de qué tenemos
necesidad".

Nosotros, vosotros, todos -tú y yo- nos vestimos en la sabiduría de Dios. Es Él quien nos hace pensar, somos sus mensajeros. Nos comprometemos
a andar, a anidar en nosotros la esperanza de que la misión de Dios sobre la Tierra se cumpla. Y para ello hemos de pensar por empezar en
nosotros mismos. Si cada uno de nosotros aporta su granito de arena -somos granitos de arena en un arenal- para que esta noble causa de Dios se
cumpla, entonces y sólo entonces, se hará su voluntad y no la nuestra. No hemos de pensar por nosotros mismos, es Dios quien piensa por
nosotros; tampoco hemos de hablar por nosotros mismos, es Dios quien habla por nosotros; ni hemos de escuchar por nosotros mismos, sino que
es Dios quien oye por nosotros y ve por nosotros. Porque "nuestros oídos han sido abiertos" y "nuestros ojos" ahora ven y tienen entendimiento,
ven y comprenden la verdadera misión sobre este planeta: aquí estamos de paso, fluimos pero estamos de paso. Y tenemos una misión aquí y
tenemos una misión allí. Aquí en la Tierra y allí en el cielo. Porque es una eternidad. Mal estaría pensar que nuestra misión acaba cuando acaba
la vida, cuando la vida solamente es un escalón de la magna escalera que nos conduce paso a paso a Dios. Y la muerte es otro donde nos
anuncian el próximo, diferente al anterior.

¿Pero qué es la muerte? A mi modo de ver y entender las cosas, sólo es un paso: ¡Dadlo! ¡Afrontad los hechos tal y cual son! ¡Vivid aún después
de muertos! Porque nacemos para morir y nacemos para vivir. ¿Comprendéis ahora cómo la cizaña y lo que corroe no harán mella jamás en
nosotros? ¿Comprendéis ahora la zarza ardiente? Mejor, así me lo podréis explicar.

Ahora bien, veamos un principio básico de nuestra existencia. ¿Qué somos? ¿Materia? No, somos espíritu. Por ende no nos hemos de quedar en los
atributos de Dios. Yo sé que Dios es Infinitamente Bueno, Sabio, Justo y Todopoderoso, pero ante todo Dios ES. Dios es Espíritu y se nos
manifiesta en su Gloria. Ahora nos podemos levantar, ahora podemos resplandecer, ahora ya se alza nuestra luz, porque la Gloria de Dios
alborea para ti. Porque venimos de la eternidad y vamos a la eternidad. ¿Entendéis ahora el fruto de la inocencia? Es amargo. ¿Entendéis ahora
por qué Dios nos ha puesto aquí en la Tierra? ¿Vemos ahora en realidad cuál es nuestra finalidad, nuestro compromiso, nuestra visión de futuro?
Hoy las cosas son. Y pasarán el mundo, el demonio y la carne, pero la vida jamás. La palabra de Dios perdurará en todos y cada uno de nosotros,
porque es manifiesta la alegría en nuestros corazones que están al unísono comulgando con Dios. Somos templo de Dios. Más claro lo dijo Jesús:
"Destruid este templo y en tres días lo edificaré". Hablaba de su propio cuerpo, nos explica el Apóstol. Hablaba del cuerpo místico de Cristo.
Porque, al fin y al cabo, esta materia no nos sirve más que como cárcel humana. Nos encaminamos a esa liberación que nos es facilitada por la
muerte. ¿Puedes verdaderamente aceptar la realidad que hoy se nos manifiesta? Pero no las realidades, porque la realidad no son realidades,
como las realidades tampoco son realidad. Una realidad en la que podemos caminar juntos, en la que podemos transitar libremente,
esperanzados en el más allá. Porque nuestro destino no está aquí en la Tierra, sino en el más allá. Y no es necesario pasar una y otra vez por ese
más allá para darnos cuenta de ello. Ni es tampoco necesario pensar que si hoy estamos vivos, mañana no lo estaremos; porque hemos de saber
morir. Más ese morir es entregarnos, desprendernos de nosotros mismos, de decir y manifestar ampliamente: no nos pertenecemos,
pertenecemos a Dios.

Podemos reflexionar sobre este mensaje, sobre lo verdadero y genuino. Es lo único que nos es dado sobre la faz de la Tierra. En primer caso,
comprender que estamos aquí de paso. Después, valorar el hecho de que no nos pertenecemos, de que no hacemos nuestra propia voluntad, sino
que es la voluntad de Dios la que se hace en nosotros. Si Él quiere que me case, me casaré; no sé cómo, dónde ni con quién. Pero si es Su
Voluntad, se hará. Cuántas veces nos ocurren cosas -digo bien: nos ocurren cosas; no digo: hacemos cosas, que es muy diferente- que nunca
habían pasado por nuestra imaginación. Y sin embargo los tiempos que estamos viviendo son de claridad; de un claridad tan enorme que se
agiganta en su sabiduría. Yo del cielo soy fugitivo. Y así cada uno de nosotros. Y el volver a ese cielo, del cual somos fugitivos, es la vuelta del
hijo pródigo. ¿Entendéis ahora lo que significa vivir?

Ahora bien, además de vivir, nos movemos y tenemos nuestro ser. Pero somos solamente miembros del Cuerpo Místico de Cristo. No somos ni el
Cuerpo Místico, ni somos Cristo. Pero ese Cuerpo Místico no es más que un atributo. Y no nos hemos de quedar en los atributos, sino dirigirnos
directamente a Su Espíritu para comulgar con Él. Por Él, precisamente, transitamos por verdes praderas y nos remontamos a las cumbres
perpetuas de nieve. Vamos a ver: ya que nos movemos, hemos de tener nuestro ser. Nuestro ser solamente es Dios. Un ser "nuestro", ni tuyo ni
mío: nuestro. Vamos a aclarar un poco más este punto -para mí y para vosotros, para todos-: Si tenemos nuestro ser y nuestro ser es Dios, es un
ser nuestro. Y es a través del ser que Dios se manifiesta y hace Su Obra. ¿Veis cuán magnánima es Su Voluntad? ¿Veis cómo se acrecienta
paulatinamente y podemos andar impulsados por Su Divina Benevolencia? ¡Es increíble el que hoy por hoy estemos comprendiendo esto! ¡Es
fantástico el que transitemos unidos en un bien común! ¡El que no podamos decir: "Esto es mío, esto es tuyo, esto es vuestro"! ¡Que todo sea
compartir! ¿Y qué es lo que compartimos? Dios. Compartimos a Dios. Pero apenas somos parte de la existencia de Dios. Pero no como materia ni
como persona, sino como espíritu. Porque solamente en espíritu podemos ser uno. Y podemos realmente fundirnos en una sola idea, en un solo
pensamiento, en una sola colaboración; porque somos realmente una familia: la Comunidad Humana es una familia. Pero no una familia tuya,
mía o el demás allá. Es una familia con prospección universal en la que cada partícula tiene su ser. Cada cosas es y existe de por sí. Todas las
cosas que existen, entienden.

Así que el paso ya ha sido dado. Ya hemos dado nuestro primer paso. Y es realmente la Humanidad quien ha dado su primer paso. Realmente la
Humanidad es un bebé que apenas comienza a caminar. Esa Humanidad se prepara para afrontar hechos de gran sabiduría. Y cada uno de
nosotros podrá experimentar en carne propia, su propia existencia -la existencia de la Humanidad-. Y cada uno de nosotros podrá experimentar
la sabiduría de Dios. Y cada uno de nosotros podrá conocer que Dios ES. No nos debemos quedar en sus atributos, recalco. Sino antes, al
contrario, hacer su misión. Única y exclusivamente hacer sumisión. Entregarnos a Él. Es Él el que realmente sabe qué hacer con nosotros. Nos
podríamos preguntar ahora: Ah, bien; si Dios lo hace todo, qué bueno, ¿no? Contestaría que somos ignorantes en busca de la sabiduría y que esa
sabiduría nos viene por vía divina. Si esa sabiduría no nos viniese por vía divina, ¿creéis de verdad que pudiésemos andar, que pudiésemos ver,
que pudiésemos escuchar, que pudiésemos sentir? Precisamente porque nos viene por vía divina es que podemos andar, ver, escuchar y podemos
sentir. Y eso, en cada pensamiento; y eso, en cada día; porque es un esfuerzo que hacemos cada día. Si bien es Dios quien hace la mayor parte
de la Obra, nos utiliza a nosotros. Y ahí está el "quid" de la cuestión "sine qua non" sería imposible.

Pongamos un ejemplo -es un ejemplo, nada de parábola ni nada por el estilo-. El ejemplo que antes decíamos de la Humanidad que se
desprendió una vez del Paraíso y ahora va camino, precisamente, a ese paraíso. Pues bien, necesitamos un guía. Un guía que sea sabio. Un guía
que no sea ni tú ni yo ni nadie de nosotros. Porque sería como un ciego que conduce a otro ciego: los dos se irían de tropiezos. Y si no están más
o menos experimentados por una persona vidente -de los que capacitan a los ciegos en la escuela o pueden ser también invidente pero con
experiencia en el mundo ignoto de luz-, no podrían codearse con la calle ni cruzar semáforos... como ya lo hacen. Entonces, ¿a quién tenemos
que buscar? ¿A alguien que nos diga: "Oye, yo soy dios" o "yo soy el cristo"? No, por esos son simplemente intermediarios: es como el asunto de
los Apóstoles, que no hicieron más que la Voluntad Divina. Ahora bien, vamos adentrarnos más en el tema que nos conlleva: necesitamos un guía
¿cierto? ¿No podemos escoger a Dios como nuestro guía personal? Y no es necesario que vayamos de casa en casa y de puerta en puerta,
manifestándolo en todas partes. Sino que, simplemente, acogemos a Dios en nuestro corazón por los caminos que Dios nos traza, tengamos
siempre la voluntad de saber que comulgamos con la idea divina, con el Plan Divino de Salvación y que comulgamos con Él; y que apartarnos de
Su Camino sería errar. Errar, entonces, sería el camino de perdición. Hemos de saber distinguir los dos caminos: el camino que conduce paso a
paso a la realización, que conduce paso a paso a Dios; y el camino de perdición. El camino de perdición, a mi entender, me parece que es el que
lleva a preguntarnos cosas que no tienen nada que ver ni tienen algún sentido en nuestra vida. O, en otro sentido, que nos conlleva a creer cosas
que ni siquiera comprendemos.

Realmente la Humanidad es así: en pañales. Y no podemos exigirle a un bebé que camine al lado de nosotros. Si este bebé contase con una
madre protectora que le quiera siempre, que le mime, llegará el día en el que el bebé de antaño podrá dar sus primeros pasos, como nosotros
los hemos dado. Entonces será la Humanidad en sí la que dará sus primeros pasos. Porque las cosas no es que sean hechas solamente para
nosotros o por nosotros, no. En el Plan Divino de Salvación se incluye a la Humanidad. Prácticamente ¿la Humanidad qué es si la Tierra en sí es
un granito de arena en el arenal del Universo? Somos granitos de arena en un arenal. Por eso yo afirmo que el Universo es mi casa: sencillamente
es el Hogar que tenemos todos. Y afirmo que el tiempo y el espacio me rinden culto y respetan mi paso, porque pasarán generaciones y hasta
civilizaciones enteras, pero la Vida jamás porque Jesús dijo: "Yo Soy el camino, La verdad y la Vida". Si él es el Camino, sigámosle: ¿Qué hizo
Jesús? Se comunicó directamente con el Padre, se comunicó directamente con Dios. Ha quedado esclarecido que lo que somos es espíritu. Y es
así como es manifiesta la Obra de Dios. La finalidad de Dios es nuestra salvación. Por Él somos salvos mediante el Camino de Salvación que anida
en nosotros.

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