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CAPITULO smexogconouin Pensar como un economista de escasez. Muchas personas, cuando oyen esta definicién por primera vez, reaccionan afirmando que esta disciplina es de escasa importancia para la mayorfa de los ciudadanos de los pafses desarrollados para quienes, después de todo, Ia escasez material es en buena me- dida una cosa del pasado. ‘Sin embargo, esta reaccién se debe a que se adopta una visi6n muy limitada de la escasez. Incluso cuando los recursos materiales son abundantes, es seguro que otros recursos importan- tes no lo son. Arist6teles Onassis tenia varios miles de millones de délares cuando murié. Posefa més dinero del que posiblemente podfa gastar y lo utilizaba para adquirir cosas como travesaiios de marfil de ballena finamente trabajados para los taburetes del bar de su yate. Y, sin embargo, tenfa un problema de escasez mucho mayor, en un importante sentido, que los que podamos te- ner alguna vez la mayoria de nosotros. Onassis fue victima de una miastenia grave, una enfer- medad neuroldgica degenerativa y progresiva. Para él, la escasez. que contaba no era el dinero sino el tiempo, la energfa y la capacidad fisica necesaria para realizar las actividades ordinarias. El tiempo es un recurso escaso para todo el mundo, no s6lo para los enfermos terminales. Por ejemplo, cuando vamos a ver una pelicula y hemos de elegir, no es el precio de las entradas cel que nos impone limitaciones a la mayoria de nosotros, sino el tiempo. Si no disponemos més que de unas cuantas noches libres al mes, ira ver una pelicula significa no poder ir a ver otra 0 no poder cenar con los amigos. El tiempo y el dinero no son los tnicos recursos escasos importantes. Pensemos en la deci- sién econémica que tenemos que tomar cuando un amigo nos invita a desayunar a un bufet. Se trata de comer todo lo que se quiera y hemos de elegir lo que vamos a tomar. Incluso aunque no fuéramos ricos, el dinero no serfa lo importante, pues se puede comer gratis todo lo que se quie- a. El tiempo tampoco es un obstéculo, ya que tenemos toda la tarde y preferimos pasarla en compaiifa de nuestro amigo que en cualquier otra parte. En este caso, el recurso escaso impor- tante es la capacidad de nuestro est6mago. Hay un montén de comidas favoritas ante nosotros y hemos de decidir qué vamos a comer y en qué cantidad. Comer otra «tostada» significa nece- sariamente tener menos sitio para tomar mds huevos revueltos. Aunque en este caso el dinero no cambie de manos, no por eso es menos econémiica nuestra decisién. En soda decision hay en mayor o menor medida un problema de escasez. Algunas veces la cescasez de recursos monetarios es la més importante, pero no Io es en muchas de las decisiones I ‘A MICROECONOMIA es €] estudio de la manera en que eligen los individuos en condiciones 2 CAPITULO I: PENSAR COMO UN ECONOMISTA més acuciantes. Hacer frente a uno u otro tipo de escasez. constituye la esencia de la condicién humana, De hecho, si no fuera por este problema, la vida perderfa en gran parte su intensidad. ara una persona que viviera indefinidamente y que tuviera unos recursos ilimitados nunca ten- dria importancia casi ninguna decisién. En este capitulo examinamos algunos de los principios bésicos de la teoria microeconémi ca y vemos eémo podria aplicarlos un economista a toda una variedad de decisiones en las que hay un problema de escasez. En capitulos posteriores presentamos el desarrollo mas formal de la teorfa. De momento, nuestro tinico objetivo es entender intuitivamente lo que significa «pensar como un economista». Y la mejor manera de hacerlo es analizar una serie de problemas que nos son familiares por la experiencia real. Enjouue de las decisiones basado en el andlisis coste-beneficio Evyempio 1d ‘Muchas de las decisiones que estudian los economistas pueden formularse de la siguiente manera: {Debo hacer la actividad En el caso de la persona que esté considerando la posibilidad de ir al cine, «;... hacer la ac- tividad x2» podria ser, por ejemplo, «z... ver Casablanca esta noche?». En el caso de la perso- nna que va a desayunar a un bufet, podria ser «;... comer otra tostada?». Los economistas res- ponden a esas preguntas comparando los costes y beneficios de la actividad en cuestién. La regla que utilizan es cautivadoramente simple, pues si C(x) representa el coste de hacer x y BX) los beneficios, tenemos que: Si BQ) > CQ), debe hacerse x; en caso contrario, no. Para aplicar esta regla, es necesario definir y medir de alguna manera los costes y los be- neficios. Los valores monetarios constituyen un titil comin denominador para este fin, incluso cuando la actividad no tiene relacién alguna con el dinero. Definimos B(x) como la cantidad monetaria maxima que estarfamos dispuestos a pagar por hacer x. A menudo se trata de una magnitud hipotética, incluso aunque en realidad no cambie el dinero de manos. C(x), por otra parte, es el valor de todos los recursos a los que debemos renunciar para hacer x. En este caso, tampoco tiene que entrafiar una transferencia explicita de dinero. En la mayorfa de las decisiones, no es facil expresar algunos de los beneficios o de los cos- tes en términos monetarios. Para ver qué se hace en esos casos, examinemos la sencilla decisi6n siguiente. Debemos bajar el volumen del tocadiscos? Nos hemos sentado en una cémoda silla y estamos escuchando un disco cuando nos da- mos cuenta de que las dos canciones siguientes rio nos gustan. Si tuviéramos un repro- ductor de discos compactos, lo programarfamos para que se las saltara, pero como no lo tenemos, debemos decidir si nos levantamos y bajamios la mtisica 0 nos estamos quietos y esperamos a que acabe. El beneficio de bajar el volumen es no tener qué aguantar las canciones que no nos gustan. El coste es la molestia de tener qué levantarmios de la silla, Si estamos muy c6- modos y la mtisica s6lo es algo molesta, probablemente no nos moveremos. Pero si no Ile- ‘vamos mucho tiempo sentados 0 si la musica es realmente molesta, es més probable que nos levantemos, MICROECONOMIA Y CONDUCTA 5 Precio de reserva de la actividad x Precio al que a una persona le daria igual hacer x que no hacerlo, Incluso cuando se trata de sencillas decisiones como ésta, es posible expresar los cos- tes y Jos beneficios relevantes en términos monetarios. Consideremos, en primer lugar, el coste de levantarse de la silla. Si una persona nos ofreciera 1 centavo por levantamos de una cémoda silla y si no hubiera ninguna otra razén para hacerlo, ;aceptariamos la oferta? Si somos como Ia mayoria de las personas, no la aceptatiamos. Pero si tios ofrecieran 1.0008, nos levantarfamos al instante. Nuestro precio de reserva, es decir, la cantidad mf- rnima por la que nos levantarfamos de la silla se encuentra entre 1 centavo y 1.0008. ara ver dénde se encuentra esa cantidad minima, imaginemos que realizamos una su- basta mental con nosotros mismos en la que vamos subiendo poco a poco la oferta co- menzando por I centavo hasta que flegamos a un punto en el que apenas merece la pena levantarse. El lugar en el que se encuentre ese punto dependerd, evidentemente, de las cir- cunstancias. $i somos ricos, tender a encontrarse en un lugait més alto que si somos po- bres, ya que en ese caso una cantidad dada de dinero parece menos importante; si nos en- contramos con fuerzas, se hallaré en. un lugar mas bajo que si estamos cansados; y asf sucesivamente. Supongamos, para facilitar el andlisis, que nuestro precio de reserva por le- vantamos de la silla es de 1$, Podemos realizar una subasta mental parecida para averiguar Ja cantidad maxima que estarfamos dispuestos « pagar a una persona para que bajara la intisica, Este precio de reserva mide los beneficios de bajar la musica. Supongamos que son 75 centavos. & Segiin nuestra regla formal de decisiGn, tenemos que x = «bajar el tocadiscos» y que B(x) = 0,758 -< C(x) = 18, lo que significa que debemos quedarnos sentados. Escuchar las dos canciones siguientes sera desagradable, pero menos que levantarse. Si fuera al con- trario, tendrfamos que levantamos y bajar la miisica. Si B(e) y CG) fueran iguales, nos da- 1a igual cualquiera de las dos posibilidades Una nota sobre el papel de la teoria econémica Tal vez parezca algo extrafia, por no decir absurda, la idea de que todo el mundo puede calcu- lar, en realidad, los costes y los beneficios de bajar el tocadiscos. Los economistas han sido ob- Jeto de duras criticas por postular supuestos poco realistas sobre el comportamiento de los it dividuos, y los profanos en seguida se preguntan de qué sirve imaginar a una persona tratando de averiguar cusnto estaria dispuesta a pagar por no tener que levantarse de la silla, Esta critica tiene dos respuestas. En primer lugar, los economistas no suponen en modo al- guno que los individuos realizan explicitamente calculos de este tipo. Se trata, mas bien, de que muchos economistas sostienen que podemos hacer titiles predicciones si suponemos que’ actiian como si los realizaran, Esta idea ha sido expresada vivamente por el Premio Nobel Milton Friedman, quien la explica analizando las técnicas que utilizan los buenos jugadores de billat. Sostiene que los golpes que eligen y la manera especifica en que intentan realizarlos pueden, predecirse extraordinariamente bien suponiendo que los jugadores tienen muy en cuenta todas las leyes relevantes de la fisica newtoniana. Naturalmente, muy pocos buenos jugadores han es- tudiado fisica y casi ninguno es capaz de recitarnos leyes como «el éngulo de incidencia es igual al Angulo de reflexién». Tampoco es probable que conozcan las definiciones de las «co- lisiones elasticas» y del «momento angular». Friedman sostiene que, aun asi, nunca habrian lle- gado a ser buenos jugadores si no hubieran jugado siguiendo los dictados de las leyes de la fi- sica, Nuestra teoria del jugador de billar parte del supuesto, poco realista, de que los jugadores conocen las leyes de la fisica. Friedman nos insta a juzgar esta teorfa no por lo preciso que sea Su supuesto esencial, sino por lo bien que predice el comportamiento. Y en este sentido, sus re- sultados son realmente satisfactorios. CAPITULO 1: PENSAR COMO UN ECONOMISTA més acuciantes. Hacer frente a uno u otro tipo de escasez constituye la esencia de la condicién humana. De hecho, si no fuera por este problema, la vida perderfa en gran parte su intensidad, Para una persona que viviera indefinidamente y que tuviera unos recursos ilimitados nunca ten- drfa importancia casi ninguna decisién. En este capitulo examinamos algunos de los principios basicos de la teorfa microeconémi- ca y vemos c6mo podria aplicarlos un economista a toda una variedad de decisiones en las que hay un problema de escasez. En capitulos posteriores presentamos el desarrollo més formal de la teorfa, De momento, nuestro tinico objetivo es entender intuitivamente lo que significa «pensar como un economista». Y la mejor manera de hacerlo es analizar una serie de problemas ‘que nos son familiares por la experiencia real. Enfoque de las decisiones basado en el andlisis coste-beneficio EyempPto 1.1 Muchas de las decisiones que estudian los economistas pueden formularse de la siguiente manera: {Debo hacer la actividad x? En el caso de la persona que esté considerando la posibilidad de ir al cine, «¢... hacer la ac- tividad x?» podria ser, por ejemplo, «... ver Casablanca esta noche?». En el caso de la perso- na que va a desayunar a un bufet, podria ser «z... comer otra tostada?>». Los economistas res- ponden a esas preguntas comparando los costes y beneficios de la actividad en cuestién. La regla que utilizan es cautivadoramente simple, pues si C(x) representa el coste de hacer x y B(x) os beneficios, tenemos que: Si B() > CQ), debe hacerse 2; en caso contrario, no. Para aplicar esta regla, es necesario definir y medir de alguna manera los costes y los be-~ neficios. Los valores monetarios constituyen un itil comtin denominador para este fin, incluso cuando la actividad no tiene relacién alguna con el dinero, Definimos B(x) como la cantidad monetaria méxima que estarfamos dispuestos a pagar por hacer x. A menudo se trata de una magnitud hipotética, incluso aunque en realidad no cambie el dinero de manos. C(x), por otra Parte, es el valor de todos los recursos a los que debemos renunciar para hacer x. En este caso, tampoco tiene que entrafiar una transferencia explicita de dinero. En la mayoria de las decisiones, no es facil expresar algunos de los beneficios o de los co: tes en términos monetarios. Para ver qué se hace en esos casos, examinemos la sencilla decisién siguiente. {Debemos bajar el volumen del tocadiscos? Nos hemos sentado en una cémoda silla y estamos escuchando un disco cuando nos da- ‘mos cuenta de que las dos canciones siguientes no nos gustan. Si tuviéramos un repro- ductor de discos compactos, lo programarfamos para que se las saltara, pero como no lo tenemos, debemos decidir si nos levantamos y bajamos la miisica o nos estamos quietos y esperamos a que acabe. El beneficio de bajar ¢l volumen es no tenet que aguantar las canciones que no nos gustan, Fl coste es la molestia de tener que levantamos de la silla. Si estamos muy ¢6- modos y la miisica s6lo es algo molesta, probablemente no nos moveremos. Pero si ito Tle vamos mucho tiempo sentados o si la mtisica es realmente molesta, es més probable que nos levantemos. 6 CAPITULO 1: PENSAR COMO UN ECONOMISTA Todos nosotros, al igual que los jugadores de billar, también debemos adquirir la capacidad necesaria para abordar las distintas situaciones. Muchos economistas, entre los que se en- cuentra Friedman, creen que podrfamos comprender mejor nuestro comportamiento si supu- siéramos que actuamos siguiendo las reglas de decisién racional. Piensa que tanteando aca- bamos asimilando estas regias, lo mismo que los jugadores de billar asimilan las leyes de la fisica. La segunda respuesta a la acusacién de que los economistas postulan supuestos poco rea- listas es admitir que la conducta real suele diferir de las predicciones de los modelos econ micos. Asi, como seffala el economista Richard Thaler, solemos comportarnos como novatos mis que como expertos jugadores de billar, sin saber qué golpes vamos a dar ni cémo debemos picar la bola correctamente para que quede en buena posiciGn para el siguiente golpe. Veremos abundantes datos que confirman esta idea Pero incluso cuando los modelos econémicos fracasan desde el punto de vista descriptivo, suelen ofrecer orientaciones muy ttiles para tomar mejores decisiones. Es decir, aun cuando no siempre predigan cémo nos comportamos en la realidad, a menudo pueden aportarnos titiles ideas para conseguir nuestros objetivos de una manera més eficiente. Si los jugadores novatos de billar no han interiorizado atin las leyes pertinentes de la fisica, pueden consultarlas para me- jorar. Los modelos econémicos suelen desempeffar un papel parecido en las decisiones ordi- narias de los consumidores y de las empresas. De hecho, este papel es por sf solo un motivo apremiante para aprender economt: Algunas trampas habituales en la toma de decisiones Algunos economistas se quedan desconcertados si un profano les dice que una gran parte de lo que hacen se reduce a aplicar el principio segén el cual debemos realizar una actividad si y s6lo si sus beneficios son superiores a sus costes. No parece que eso sea suficiente para man- tener atareada todo el dfa a una persona que tiene el titulo de doctor! Sin embargo, la cuestién es mas complicada de lo que parece a primera vista. Las personas que estudian economfa en seguida descubren que medir los costes y Ios beneficios es una tarea complicada. De hecho, tiene més de arte que de ciencia. Algunos costes parece que estén deliberadamente ocultos a Ja vista. Otros parecen importantes, pero cuando se examinan més de cerca, se observa que no o son. La economia nos ensefia a identificar los costes y los beneficios que son realmente impor- tantes. Los principios que utilizamos son sencillos y de sentido comin, pero son principios que muchas personas desconocen en la vida diaria. Un importante objetivo de este libro es ensefiar al lector a tomar mejores decisiones y una de las mejores maneras de hacerlo es examinar los ti- pos de decisiones que muchas personas toman incorrectamente. ‘TRAMPA I, NO TENER EN CUENTA LOS COSTES IMPLICITOS, Existe una trampa en las actividades cuyos costes no son todos explicitos. Si hacer la actividad x significa no poder hacer la y, el valor que tiene para nosotros hacer la y es el coste de opor- tunidad de hacer la x. Muchas personas toman malas decisiones porque tienden a no tener en cuenta el valor de esas oportunidades perdidas. Fsta idea sugiere que casi siempre es iitil con- vertir las preguntas del tipo «jdebo hacer x» por otras del tipo «jdebo hacer x 0 y?». En el s gundo caso, y es simplemente la alternativa ax que tiene un valor més elevado, Bastard un sen- cillo ejemplo para remachar el clavo. MICROECONOMIA Y¥ CONDUCTA 7 Evxempio 1.2 ¢Debemos ir a esquiar hoy o trabajar como ayudantes de investigacién? Hay unas pistas de esqut cerca de la universidad, donde solemos ir a esquiar. Sabemos por experiencia que ir a esquiar tiene para nosotros un valor de 608. Los costes de un dia as- cienden a 40$ (esta cantidad comprende el billete del autobis, el billete del telesquf y el equipo). Pero esos no son los tinicos costes de ir a esquiar. También hay que tener en cuen- ta el valor de Ja altemativa mas atractiva a la que renunciamos por ir a esquiar. Suponga- ‘mos que si no vamos a esquiar, trabajaremos en nuestro nuevo puesto de ayudantes de in- vestigacion con uno de nuestros profesores. Nos paga 45$ al dia y nos gusta lo suficiente como para estar dispuestos a hacerlo gratuitamente, Por lo tanto, la pregunta que hemos de hacemos es la siguiente: «,debemos ir a esquiar o debemos quedarnos y trabajar como ayudantes de investigacin?» En este caso, el coste de esquiar no es solamente el coste explicito (408), sino también el coste de oportunidad de los ingresos que perdemos (45$). Por lo tanto, los costes tota- les ascienden a 858, cantidad superior a los beneficios de 60. Dado que C(x) > BG), de- bemos quedamos y trabajar con nuestro profesor. Sin embargo, una persona que no tuviera en cuenta el coste de oportunidad de los ingresos perdidos, tomaria la decisién incorrecta de ir a esquiar, Obsérvese el papel que desempefian en el Ejemplo 1.2 nuestras ideas sobre el trabajo. El he- cho de que éste nos guste lo suficiente para que estemos dispuestos a hacerlo gratuitamente no ¢s sino otra forma de decir que no tiene costes psiquicos. Eso es importante, ya que significa que sino lo hiciéramos, no estariamos escapando de algo desagradable. Naturaimente, no todos los trabajos entran dentro de esta categoria. Supongamos, por el contrario, que el trabajo con- sistiera en limpiar platos en el comedor por el mismo dinero, 458 al dia, y que fuera tan des- gradable que no estuviéramos dispuestos a hacerlo por menos de 308 al dia, Si el encargado del Comedor nos permitiera tomamos un dia libre cuando quisiéramos, revisarfamos nuestra deci- sién sobre la posibilidad de ir a esquiar. SJEMPLO 1.3 ;Debemos ir a esquiar hoy o limpiar platos (igual que el Ejemplo 1.2, salvo la alternativa)? Existen dos maneras equivalentes de examiinar esta decisién: Una es decir qué uno de los. betieficios de ir a esquiar es no tener que limpiar platos. Dado que nunca estariamos dis- Puestos a hacer ese trabajo por menos de 308 al dia, para nosotros evitar esa tarea tiene ese valor. Por lo tanto, ir a esquiar tiene el beneficio indiecto de no limpiar platos. Si lo su- mamios al beneficio directo de 60$ de ir a esquiar, tenemos que B(x) = 908. Desde este punto de vista, C(x) tiene el mismo valor que antes, a saber, los 40S que cuesta esquiar més los 45$ del coste de oportunidad de los ingresos perdidos, es decir, 855. Por lo tanto, ahora B(x) > CQ), lo que significa que debemos imos a esquiar. Otra forma de llegar al mismo resultado consistiria en sopesar los aspectos desagra- dables del trabajo’de limpiar platos y el sueldo. Segtin este enfoque, restarfamos los 30S diarids que valen para nosotros estos aspectos de los ingresos de 45$ que percibiriamos si lo hiciéramos y dirfamos que el coste de oportunidad de no trabajar en el comedor es de 15$ diarios solamente. En ese caso, C(x) = 40S + 15$ = 55$ < B(x) = 608, y la conclusién és, de nuevo, que debemos imos a esquiar. Da lo mismo la manera en que valoremos los aspectos desagradables de limpiar platos, Es extraordinariamente importarite, sin embargo, que lo hagamos solamente de una de las dos formas. {No los contabilicemos dos veces! Ejempio 1.4 CAPITULO 1: PENSAR COMO UN ECONOMISTA El Ejemplo 1.3 muestra claramente que existe una relaci6n reciproca entre los costes y los beneficios. No incurrir en un coste es lo mismo que obtener un beneficio, Por la misma razén, no obtener un beneficio es Io mismo que incurrir en un coste. Con todo lo evidente que parece, a menudo se pasa por alto, Consideremos, por ejemplo, el caso de un estudiante extranjero de doctorado que ha recibido hace poco el titulo y que esté a punto de volver a casa. La legislacién de su pais permite a las personas que regresan del ex- iranjero Hlevarse un automévil nuevo sin tener que pagar el arancel normal de 50 por 100. EL suegro del estudiante le pide que le eve un Chevrolet nuevo de 10,0008 y le envfa un talén por esa cantidad, lo que pone en aprietos al estudiante. Tenfa pensado comprar un Chevrolet con el fin de venderlo en su pafs. Dado que, como hemos sefialado, normalmente hay que pagar por Jos automéviles nuevos un impuesto de un 50 por 100 sobre las importaciones, un automévil de ese tipo se venderfa en un concesionario de su pafs por 15.000S. El estudiante estima que él po- dria venderlo fécilmente por 14,0008, lo que le reportarfa un beneficio de 4,008. Por lo tanto, el coste de oportunidad de Hevar el automévil a su suegro por 10.0008 serfa de 4.0008. No ob- tener este elevado beneficio serfa un elevado coste. Al final, es la decisiGn que toma, ya que para é1 tiene més valor Hevarse bien con su familia, Incluso desde un punto de vista estrictamente econémico, la mejor decisi6n no siempre es la que nos reporta mds dinero, {Qué debemos hacer primero? :Trabajar o ir a la universidad? "Los costes dé ir a la universidad no son meramente los gastos de matricula, alojamiento, comida, libros, material, ete. También comprenden el coste de oportunidad de los ingresos ‘que perdemos mientras estamos éstudiando. La cantidad que ganamos aumenta conforme ‘es mdyor nuestra experiencia. Cuanto mayor es ésta, mAs elévados son los ingresos a los © que débemos renunciar para ir a 1a universidad. Por lo tanto, cuando menor es este coste de oportunidad es al terminar los estudios secundarios. Por Jo que se refiere a los beneficios, una de las grandes ganancias de los estudios uni- ‘Yersitarios es que permiten percibir untos ingresos mucho mayores. Cuanto arites vayamos ala universidad, durante mas tiempo podremos obtener este beneficio. Otro beneficio lo constituyen los aspectos agradables de ir a la universidad comparados con los de trabajar, En general, los tipos de empleo que tiene la gente tienden a ser menos desagradables (0 imds agradables) cuanto mayor sea el nivel de estudios y la experiencia que tenga. Por lo tanto, asistiendo a la universidad se evita tener que realizar los trabajos menos agradables. Por consiguierite, para la mayorfa de las personas tiene sentido ir primero a la universidad y después trabajar. Ciertamente tiene més sentido ir a 10s 20 atios que a los 50. Unia excepcién frecuente a esta regla general 1a constiluyen las personas que son de- ‘masiado inmaduras cuando terminan los estudios secundarios para recoger los beneficios de los estudios universitarios. En sti caso, a menudo es mas sensato trabajar un afio 6 dos antes de ir a la universidad. El ejemplo de la universidad constituye una ilustracién perfecta del argumento de Friedman sobre Ia manera en que debe evaluarse una teorfa. Nadie pretende decir que las personas que es- {Gn a punto de terminar los estudios secundarios eligen el momento de ir a la universidad ha- ciendo complicados célculos sobre los costes de oportunidad. La mayorfa de los estudiantes van, por el contrario, a la universidad en cuanto terminan los estudios secundarios, simplemente porque es lo que hace la mayorfa de sus compafieros. Es lo que hay que hacer. Pero eso no tiene en cuenta las causas por las cuales la mayoria de los compafieros optan por ira la universidad. Algunas costumbres, como la de ir a la universidad nada més terminar Jos estudios secundarios, no surgen de la nada. Toda una multitud de sociedades diferentes han MICROECONOMIA ¥ CONDUCTA 9 EsempLo 1.5 tenido siglos para realizar experimentos con esta cuesti6n. Si hubiera una manera significati- vamente mejor de ordenar los perfodos de aprendizaje y de trabajo, ya lo habria descubierto al- guna hace tiempo, La costumbre actual probablemente ha sobrevivido porque es eficiente. Es posible que no calculemos explicitamente el coste de oportunidad de los ingresos perdidos, pero solemos comportamos como si lo hiciéramos'. ‘Como quedard patente en el siguiente ejemplo, el hecho de no tener en cuenta los costes de ‘oportunidad suele llevamos a juzgar errSneamente lo que exige de ciertas transacciones la justicia. cEs justo cobrar intereses cuando se presta dinero a un amigo 0 a un familiar? Supongamos que un amigo nos presta 10,0008 y que lo que més le preocupa de la deci sin de cobrar 0 no intereses es saber si es «justo» hacerlo. Podrfa depositar el dinero en el banco, donde obtendria, por ejemplo, un tipo de interés de un 5 por 100, es decir, 5008 al afio. Si nos cobra 500S de intereses por cada afto que dure el préstamo, recuperaré me- Tamente el coste de oportunidad del dinero. Si no nos cobra intereses, es lo, mismo que si nos hiciera un regalo de 5008 al afio. Ahora bien, podria muy bien querer tegalamnos todos Jos afios esa cantidad 0, de hecho, una aun mayor. Pero nadie diria-que es injusto que no ‘nos haga todos ‘os afios un gran regalo de dinero en eféctivo. Y-tampoco tiene mas se do decir que es injusto que recupers el coste de oportunidad de prestamos el dinero, Sin embargo, en nuestra sociedad muchas personas tienen la impresién de que prestar di- nero con intereses es de alguna manera una préctica fea. Una muestra de ello es la siguiente car- ta que aparecié en la columna de Ann Landers*. Querida Ann Landers: ‘Tengo cuatro hijos que han tenido éxito en su matrimonio y en su carrera. Siempre he intentado tratarlos de una manera ecudnime en cuestiones como los gastos de matricula y los préstamos para ‘comprar una casa, Mi politica ha sido cobrarles un bajo tipo de interés por los préstamos para no favorecer a ninguno de ellos. Recientemente, mi hija mayor me pidi6 un préstamo a dos afios para ayudarle a comprar una casa ms grande. Tanto ella como su marido tienen un buen trabajo, pero no querian tenet que re currir a activos no Iiquidos... Le envié como siempre un cheque acompafiado de una nota para que la firmara y me la devolviera. La nota era un acuerdo para pagar intereses. Inclui también un plan de devolucién del préstamo, Para mi sorpresa, cobré el cheque y me devolvis la nota con la referencia «los intereses tachada, Después ha estado pagsindome mensualmente el principal solamente, Hace poco fui de visita a su casa y discutimos Ia cuestin, pero no fuimos capaces de resol- verla... {No es razonable mi politica? {Cémo resolveria usted este problema? Carl (Akron) La respuesta de Landers comienza diciendo: Querido Carl; Para empezar, yo nunca cobraria a un hijo mio intereses por un préstamo, Sin embargo, como se trata de su dinero, usted tiene todo el derecho del mundo a hacer lo que le parezca.. * Eso no significa que todas las costumbres fomenten necesariamente la eficiencia, Por ejemplo, las circunstancias pueden cambiar de tal forma que una costumbre que antes fomentaba la eficiencia ya no la fomnente. Esa costumbre po dria cambiar con el tiempo. Sin embargo, muchos habitos y costumbres tardan en cambiar una vez que estan firmemente araigados, "Ithaca Journal, 7 de julio de 1992, pig. 9B. EJEMPLO 1.6 FIGURA 1.1 El dinero puede utilizarse para crear un activo productivo, como los arbotes, que aumentan de valor con el paso del tiempo. Prestar a una persona dinero es renuncia a la ‘oportunidad de recoger la ganancia

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