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CONCIENCIA AFECTIVA
CONCIENCIA AFECTIVA
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INTRODUCCIÓN
Por eso, «para ayudar a la razón, que busca la comprensión del misterio,
están también los signos contenidos en la Revelación»3 que por una parte dan fuerza
a la razón para investigar el misterio, pero también va más allá para descubrir el
significado que porta.
1
Educar en sentido etimológico quiere decir: «sacar», traer al nivel de la conciencia lo que la persona es,
para que se realice al máximo de su potencialidad.
2
C.A. BERNARD, Teología affettiva, Edizioni Pauline, Milano 1985.
3
JUAN PABLO II, Enc. Fides et Ratio (14/IX/1998), Roma 1998, 23.
4
4
A. VALERIANO, Nicán Mopohua, Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., México, D.F., 10.
LA CONCIENCIA AFECTIVA 5
Es necesario, afirma Bernard, tener una cierta experiencia para que los
movimientos afectivos puedan integrarse a la conciencia. La conciencia afectiva
depende de la historia personal11 y no podemos hacer menos del aspecto psicológico.
Las determinaciones y decisiones afectivas nos atribuyen una actitud moral. Cuando la
conciencia percibe un movimiento afectivo exige que la conciencia moral tome posición
en su confronto, siendo responsable de sus afectos. Si el movimiento afectivo apela a la
conciencia moral, está ligada a la conciencia de sí.
5
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 140. (La traducción del texto italiano presentado en este
trabajo es personal)
6
Cf. Ibid., 22.
7
Ibid., 34; sentimientos vitales como el cansancio, ligereza, sensaciones fuertes o débiles de la vida,
calma y tensión, angustia, sentimiento de salud y enfermedad.
8
Ibid., 37; reconocer las causas de su alegría y tristeza, de su miedo y de su esperanza.
9
Ibid., 43; unión parental, amistad, amor heterosexual.
10
Ibid., 56; deseo de conocer, sentido de la belleza, aspiración a la plenitud, simpatía cósmica, esperanza,
deseo de salvación.
11
Ibid., 127 - 128.
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12
Ibid., 26.
13
A.A. V.V., «personalità» in Dizionario di Psicología, Edizioni Paoline, Torino 1986, 844. Organización
dinámica del individuo de los sistemas psicofísicos que determinan la individual adaptación al ambiente
(G.W. Allport). Singularidad o propiedad distintiva de un ser.
14
Ibid., 132.
15
Ibid., 132.
16
Término anglosajón para referirse a las técnicas del comportamiento.
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La teoría Behaviorista afirma que hay tres comportamientos de base que poseen
los propios estímulos elementales: para el miedo el ruido y la falta de apoyo; para la ira,
el impedimento a moverse; para el amor las caricias19.
17
NUTTIN, Teoria della motivazione umana, ed. Armando, Roma 1996, 76.
18
Cf. Idib., 83.
19
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 133.
20
A.A. V.V., «Psicoanálisis», in Dizionario di Psicología op. cit., 902; según la definición de su
fundador, Seguismundo Freud, es una disciplina científica que consiste en un método de indaguen con la
finalidad de hacer comprensible el significado inconsciente de las palabras, acciones e imágenes.
21
Ibid «Transferenza», 1217; Fenómeno general de la percepción o interpretación de situaciones actuales
a la luz de situaciones pasadas.
22
Ibid., «sublimazione», 1155; mecanismo de defensa interior con el cual son sustituidas y desarrolladas
formas primitivas y socialmente menos aceptables de la satisfacción de motivos con formas socialmente
más aceptables.
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23
G. SOVERNIGO, Religione e persona, Edizione dehoniane, Bologna 1990, 203; la afectividad es un
factor central de la personalidad en relación con la religión, ya que influye de modo determinante en la
estructura y funcionamiento, sea de la religión que de la persona.
24
Ibid., 336, 337.
25
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 194.
26
G. SOVERNIGO, Religione, op. cit., 1990, 204.
27
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 195.
LA CONCIENCIA AFECTIVA 9
Para darnos una idea del modo de acción de la palabra acogida en la fe,
podremos paragonarla a una motivación de orden moral y personal. Por motivación
entendemos no solo el principio de la determinación voluntaria, sino la misma razón de
obrar en cuanto comporta una resonancia afectiva, gracias al hecho que las vías de
comportamiento concretas entre el sujeto y los objetos del mundo no son programadas
de modo hereditario, cada individuo debe construir su propio sistema de motivaciones y
comportamiento personalizado en función de experiencias y posiciones respecto a los
fines personales en un contexto social30.
28
Ibid., 166; hay una afinidad profunda entre el «ruah» y el «davar», es el mismo Dios que inspira y
habla.
29
Ibid., 138; la palabra recibida en la fe obra por medio del Espíritu. Su función es antes que nada
iluminar. Pero su luz no se refiere sólo al sentido de Dios y a la inteligencia de su plan de salvación, sino
a la conducta concreta del hombre espiritual.
30
NUTTIN, Teoria della motivazione, op. cit., 87.
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31
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 140-141.
32
A.R. DAMASIO, L’errore di Cartesio. Emozione, ragione e cervello umano, Adelpphi, Milano 1995,
336.
33
Ibid., 18.
34
R. LUCAS LUCAS, El hombre espíritu encarnado, Sígueme, Salamanca 1999, 207.
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35
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 144.
36
L.M. RULLA, Antropología della vocazione cristiana. Basi interdisciplinari, I, Edizioni Piemme,
Casale Monferrato 1985, 112.
37
Ibid., 113.
38
Ibid., 118.
39
Ibid., 118 – 121; necesidades, valores, actitudes y el inconsciente con cuatro funciones: la unitaria,
defensiva, expresión de los valores, conocimiento.
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sobre este punto podemos encontrar elementos dialécticos40. Sin embargo, podemos
bien afirmar que, en el ejercicio de los valores, entra la práctica de la libertad de la
persona y de su responsabilidad por la autotrascendencia Teocéntrica41.
40
Ibid., valores autotrascendentes- naturales, oposición entre atracción por el Infinito y por el finito,
oposición entre el Yo ideal y el Yo actual, contradicción entre el conciente y el inconsciente, entre el bien
real y el bien aparente.
41
Ibid., 124.
42
G. SOVERNIGO, Religione, op. cit., 221.
43
A.A. V.V., “percezione” op. cit., 832; es una función psicológica que permite al organismo de recibir y
elaborar las informaciones por medio de los órganos de sentido.
44
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 146.
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El hombre es un ser que simboliza, que vive y toma decisiones comunes en base
del símbolo y de las asociaciones simbólicas45. Un caso particular de la resonancia
afectiva de las imágenes es constituido del símbolo.
45
Ibid., 144.
46
Ibid., 184, 153-154; en relación a la autotrascendencia podemos individuar dos tipos de símbolos
polares, implica el sujeto – objeto; y como elaboración, la reacción que el sujeto establece entre los
símbolos polares o sea, el modo como el sujeto percibe el objeto y como el objeto influye en el sujeto.
Otra subdivisión de símbolos sería en tres tipos que son: 1) primarios, son subjetivos, no en relación con
la realidad externa, excluyen una relación de comunión con el otro. 2) culturales, la realidad adquiere un
significado autónomo del sujeto, sin embargo manteniendo una relación con el sujeto, se puede establecer
una condición de comunión con el otro. 3) Culturales – religiosos, en ellos hay una elaboración que es
específica, la relación intencional es establecido con una realidad que es Dios mismo y sus valores
trascendentes, implícitamente se supone la acción de la gracia.
LA CONCIENCIA AFECTIVA 14
Los símbolos personales se cargan de resonancia afectiva. Las figuras del padre,
de la madre, del amigo, del esposo, del hijo, envían a las reacciones humanas más
profundas.
La imagen perfecta del Padre, asumió una naturaleza humana en la que Dios se
revela. Cristo como símbolo es la única vía que nos permite acceder al plan divino. La
principal realidad sensible es la humanidad de Cristo.
Los sentidos representativos del oído, de la vista, están al origen del placer
estético pero en sí todavía no son afectivos.
relación directa con la vida47, no son susceptibles de situarse a una distancia de libertad:
son extraños a la gratuidad contemplativa.
4. AFECTIVIDAD Y SER
47
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 58.
48
Ibid., 59.
49
Ibid., 155.
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fundamento subjetivo. Por una evidencia afectiva me percibo como ser. La conciencia
afectiva me enseña que independientemente de todas mis relaciones pensables con la
exterioridad, tengo con el ser una relación más fundamental, aquella que me ataca a mi
mismo con una particular voluntad, y que me hace temer el nada de la muerte.
50
L.M. RULLA, Antropología della vocazione op. cit., 93; “Es la tendencia sentida hacia cualquier cosa
valorada como buena y lejos de cualquier cosa valorada como mala”.
51
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 155.
52
Ibid., 93.
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mundo creado; muestra que la conciencia del hombre, condicionada del cuerpo en el
propio ejercicio, lo trasciende y es capaz de subsistencia53.
53
Ibid., 157.
54
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 216.
55
Ibid., 215.
56
Ibid., 158.
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privilegiado. Tal concentración opera con el poner entre paréntesis las leyes objetivas
que gobiernan el mundo»57.
Pero se necesita discernir bien que todo este proceso se apoya sobre una
reivindicación ontológica de fondo: trascender la existencia caduca marcada de la
muerte.
57
Cf. Ibid.
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CONCLUSIÓN
58
C.A. BERNARD, Teología affettiva, op. cit., 165.
59
Ibid., 166.
60
Ibid., 166.
61
Ibid., 165.
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BIBLIOGRAFÍA
VALERIANO, A. Nicán Mopohua, Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., México, D.F.
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ÍNDICE
Introducción …………………………………………………………………. 3
4. Afectividad y ser……………………………………………………. 15
Conclusión ….…………………………………………………………… 19
Bibliografía ……………………………………………………………. 20
Índice …………………………………………………………………… 21