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PONTIFICIA UNIVERSIDAD GREGORIANA

INSTITUTO DE CIENCIAS RELIGIOSAS

SIMBOLISMO ECLESIAL
EN APOCALIPSIS 12

URIBE SOLÍS María de los Ángeles


SIMBOLISMO ECLESIAL 2

SIMBOLISMO ECLESIAL
SIMBOLISMO ECLESIAL 3

INTRODUCCIÓN

El objetivo principal de este trabajo es una reflexión sobre el simbolismo eclesial de la


mujer en Ap. 12, sin embargo no se puede prescindir de la comprensión del libro para
entender no sólo el contenido de la perícopa, sino todo el contenido del Apocalipsis de
Juan, es preciso primero conocer el contenido del libro, su estructura y el contexto y su
lenguaje simbólico.

Sin lugar a dudas, el libro de la Biblia que más se ha comentado en el curso de los siglos
es el libro de la Revelación de Juan, el Apocalipsis. No puede esto sorprendernos,
teniendo en cuenta el carácter misterioso de este libro y la gran variedad de
interpretaciones a que parece prestarse.

La mayor dificultad que presenta la interpretación del Apocalipsis proviene


principalmente del lenguaje simbólico que el autor emplea. Recordemos que las dos
palabras “lenguaje” y “símbolo” indican, en la lingüística moderna, las dos formas
fundamentales de aproximarnos a la realidad de las cosas. Los símbolos han de
explicarse necesariamente por medio de palabras, lo cual no siempre es fácil, pero son
mucho más sugestivos que el lenguaje lógico. Como decía con razón P. Ricoeur: “El
lenguaje no captura más que la espuma de la vida”. Mediante el lenguaje conceptual no
alcanzamos más que la superficie de las cosas, y no su misterio. El símbolo llega más
lejos y a mayor profundidad; por esta razón es más evocador, pero es también más
impreciso. De este modo, ofrece posibilidades de interpretación frecuentemente
dispares. Pero de aquí procede también la fuerza de seducción que sobre nosotros
ejercen los grandes símbolos bíblicos.
SIMBOLISMO ECLESIAL 4

El libro del Apocalipsis de Juan es casi íntegramente un tejido de símbolos. No resulta


fácil interpretarlo. El patrólogo E. Corsini1 propuso para la interpretación del
Apocalipsis una nueva orientación, que ha suscitado gran interés. En el curso de su
trabajo de traducción del comentario de Orígenes al evangelio de Juan, le sorprendió el
hecho de que Orígenes remitiera regularmente al Apocalipsis para interpretar el cuarto
evangelio, como si se tratara de algo completamente normal. Nosotros haríamos
espontáneamente lo contrario: utilizaríamos más bien el cuarto evangelio para explicar
el libro misterioso del Apocalipsis. Orígenes, en cambio, cita con frecuencia textos de la
Revelación para interpretar el misterio de Cristo, tal como se revela en el evangelio de
Juan.

Así se puso de manifiesto que, en su lectura del Apocalipsis, Orígenes lo concentraba


todo en el misterio pascual y no en el tema de la escatología, del gran combate del fin de
los tiempos entre las fuerzas del mal y el Hijo del hombre, y de la victoria final en la
Jerusalén celeste, como pensaba Corsini antes de emprender su traducción, y como
creían y siguen creyendo la mayoría de los exegetas.

En su calidad de patrólogo, Corsini reflexionó sobre esa extraña forma de proceder de


Orígenes y quiso estudiarla desde un punto de vista histórico. De este modo llegó a
comprobar que la aparición de la interpretación escatológica del Apocalipsis y,
correlativamente, la desaparición de la interpretación pascual se remontan a Eusebio de
Cesarea. Por esta razón, quiso escribir él mismo un comentario al Apocalipsis en la
línea de Orígenes. Corsini presenta el libro de la Revelación, según sus propias palabras,
como “una lectura del Antiguo Testamento a la luz del acontecimiento pascual”; así se
explica, añade, “no sólo su carácter litúrgico”, sino también “las invocaciones a la
venida de Jesús incluidas al final (...): estas invocaciones se refieren al grito que resonó
a lo largo de toda la historia de Israel” (p.306-307). Esta nueva interpretación ha
suscitado diferentes reacciones: algunos se han declarado francamente favorables; otros
se han mostrado interesados, pero mantienen sus reservas y plantean algunas cuestiones

1
E. CORSINI, Apocalisse prima e dopo (Turin, S.E.I., 1980); trad. Francesa: L’Apocalypse maintenant
(París, Seuil, 1984)
SIMBOLISMO ECLESIAL 5

críticas. En nuestra opinión, el estudio de Corsini aporta un justo correctivo a la


interpretación habitual, centrada en exceso en una visión exclusivamente escatológica.
Pero nos parece bastante problemático que, de pronto, deba explicarse todo el
Apocalipsis a partir del misterio pascual. Creemos, con todo, que la idea fundamental
del comentario de Corsini ofrece una sana visión de este libro bíblico, de tan difícil
interpretación.
SIMBOLISMO ECLESIAL 6

1. El gran signo de Apocalipsis 12

1.1. Primeras interpretaciones cristianas de la mujer vestida con el sol


En la Tradición encontramos dos interpretaciones fundamentales de esta figura
misteriosa de la Mujer. Se quiere ver en ella, bien un símbolo de la Iglesia, el nuevo
pueblo de Dios, bien un símbolo de María, la Madre de Jesús. Algunos autores
sostienen que no es más que un símbolo de la Iglesia; según otros, representa
únicamente a María. .

Sin embargo, la exégesis patrística, e incluso medieval, era principalmente


eclesiológica. La mayoría de los autores antiguos vio en la Mujer del Apocalipsis, ante
todo, un símbolo de la Iglesia que, a pesar de numerosas y graves persecuciones, ha de
alcanzar la victoria final sobre el mundo y las fuerzas del mal. En la Edad Media,
algunos autores monásticos y, sobre todo, en “toda una tradición litúrgica e
iconográfica” (TOB), se desplaza el acento hacia una interpretación mariana del
símbolo de la Mujer, sin excluir totalmente, la interpretación eclesiológica. Se da, pues,
un movimiento pendular entre las dos interpretaciones. Lo que para nosotros resulta
importante es comprobar que en estos dos grandes períodos de la tradición cristiana -la
época patrística y la tradición medieval- se encuentran los dos acentos. Hay aquí una
advertencia para nuestro tiempo: ninguno de los dos aspectos puede excluirse
enteramente en la interpretación de este símbolo misterioso.

La línea eclesiológica que ve en la mujer el pueblo de Dios del A.T. y N.T., es sostenida por
muchos Padres y autores eclesiásticos como Metodio, Hipólito de Roma, Ticonio,
Jerónimo, Agustín, Gregorio Magno, Beda. Los más antiguos comentadores han
identificado a la mujer con la Iglesia2.

2
A. VALENTINI, il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre di Dio, en MARIANUM
LIX (1997) 31.
SIMBOLISMO ECLESIAL 7

Hipólito, obispo de Roma (+ 235), fue el primero que abordó este tema en el capítulo 61 de
su tratado sobre Cristo y el Anticristo. Interpreta a la mujer como una figura de la Iglesia
que posee la palabra de Dios cuyo brillo supera al sol. La luna significa la gloria del cielo
con la cual la Iglesia está adornada. La corona de doce estrellas simboliza a los doce
apóstoles. Los dolores de parto son los sufrimientos de la Iglesia al anunciar el evangelio. El
niño es Jesús, el Cristo, que nace en la Iglesia. Las alas de águila dadas a la mujer significan
la fe en Jesucristo. Metodio, obispo martir de Tiro en Fenicia (+ 312), trató este tema en su
libro Symposiym. La mujer era el signo de la Iglesia; el niño, del cristiano bautizado; la
luna, del bautismo. Según Metodio, el Apocalipsis habla del presente y del futuro, no del
pasado, por lo tanto no habla de Jesús. Epifanio (413) se refiere a Ap. 12, 4 en su disputa
contra la secta de los antidicomarianitas –adversos de María -: dice que este texto pudo
cumplirse en María, pero no está seguro de que esta interpretación sea correcta. Con todo,
Epifanio fue probablemente el primer autor que identificó la mujer con María3.

El capítulo 12 del Apocalipsis ha sido de los más estudiados4, los exegetas están de acuerdo
al considerarlo como particularmente importante5. Para algunos sería como retomar los
mismos temas de la primera parte del libro pero desarrollados en una perspectiva diferente,
sobre todo en lo que se refiere al destino de la Iglesia.

Pringet reconoce una continuidad entre los capítulos 11 y 126. El gran signo es parte de un
universo simbólico, de una estructura articulada, en un amplio contexto representado de la
entera Apocalipsis joanina. Ap. 12 es un texto de capital importancia: “ha sido considerado,
como clave de todo el libro7” y piedra y modelo en sus diversas interpretaciones8. Para P. de
Martín Viviés, el Apocalipsis 12 es uno de los capítulos más complejos de todo el libro9.

3
GARCIA PAREDES JOSE, Mariología, BAC, Madrid 1995, 166-167.
4
U VANNI, Lectura del Apocalipsis hermenéutica, exégesis, teología, Verbo Divino, Navarra 2005, 253.
5
G. BIGUZZI, La donna, il drago e il messia in Ap. 12 en Theotokos, VIII (2000), 17.
6
P. PRIGENT, L’Apocalisse di Giovanni, Roma 1985, 348
7
P. PRIGENT, Apocalypse 12. Historie de l’eségèse, Tübigen 1959, 1
8
A. VALENTINI, il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre di Dio, en MARIANUM
LIX (1997) 34.
9
P. DE MARTIN DE VIVIES, Apocalypses et cosmologie du salut, Paris 2002, 125-126.
SIMBOLISMO ECLESIAL 8

1.2. Relación con el cuarto evangelio


En la interpretación de Ap 12 no se puede prescindir de la literatura Joánica; cada
interpretación debe tener en cuenta de este dato fundamental, porque este libro, está
caracterizado de un género literario diferente del cuarto evangelio, pero debe ser leido como
un escrito joanico10.

Es necesario ver los contactos que puede haber entre la mujer de Ap 12 y algunos textos del
cuarto evangelio. En el cuarto evangelio lo encontramos en tres contextos: en las bodas de
Caná (2,4); al pie de la cruz (19,26) y en semejanza de la mujer parturiente (16,21).
En los primeros dos textos el término se refiere a la madre de Jesús, y es extraño que venga
llamado con el nombre de “mujer”, como es extraño que la mujer de Ap 12 – que simboliza
ante todo a la Iglesia – sea presentada como madre de Jesús: es la comunidad que nace de
Cristo en el misterio pascual, y no viceversa. Hay una especie de enigma sea para el
apelativo mujer aplicado a la madre de Jesús que al de madre del Mesias atribuido a la
Iglesia.

Según A. Feuillet11 confrontando Ap 12 con Jn 19,25-27, podemos afirmar que los textos
presentan al menos tres importantes elementos comunes:
- Tanto María como la Iglesia son presentados como mujeres. El hecho que el término,
referido a la madre de Jesús, esté también en Caná – al inicio y al final del evangelio –
indica una insistencia particular de lo que no se puede desvalorizar el significado.
- Maria y la Iglesia son madres no solo de Cristo, sino también de otros hijos, de una
descendencia compuesta respectivamente por el discípulo que Él amaba, (Jn 19,26) y de
aquellos que cumplen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. (Ap.
12,17)
- En los dos casos la maternidad de la mujer e en referencia a la hora de Jesús, cuando
según Jn 12,31 el príncipe de este mundo será enviado fuera, y según Ap 12,8 no hay lugar
para el en el cielo.

10
P. PRINGET, o.c.737.
11
A. FEUILLET, le Messie et sa mère d’après le chapitre XII de l’Apocalypse, in Revue Biblique LXVI (1959) 55.
SIMBOLISMO ECLESIAL 9

2.- El contexto de Apocalipsis 12

Situemos, ante todo, el capítulo 12 en el conjunto del libro del Apocalipsis. La división
que presentamos está tomada del comentario de L. Cerfaux y J. Cambier12.

Los tres primeros capítulos, con la grandiosa manifestación del Hijo del hombre al
vidente de Patmos y las siete cartas a las iglesias de Asia Menor, forman una especie de
parte introductoria, que está separada del resto del libro.

La primera gran parte, que sigue a la introducción, abarca los capítulos 4-11.
Apoyándose en visiones proféticas, describe la evolución de la historia del mundo y la
confrontación de los primeros “testigos” con el “mundo”. Comienza con una visión
grandiosa de la corte y de la liturgia celeste (5-6). El libro sellado, en el que está
consignado el plan divino de la salvación, es entregado al Cordero, que está de pie
delante del trono. El Cordero abre los sellos uno a uno. En una serie de cuadros
apocalípticos se describen los azotes que se abatirán sobre la tierra. Los elegidos, sin
embargo, son liberados y celebran en torno al trono de Dios la victoria del Cordero. Las
plegarias de los santos han apresurado la venida del “Gran Día” y suenan las trompetas.
Grandes calamidades y las tres “plagas” evocan las catástrofes del fin de los tiempos.
¡Pero no se ha pronunciado aún la última palabra!

Una segunda parte, que contiene los capítulos 12 al 22,5, está consagrada al destino de
la Iglesia: persecuciones en el curso de los tiempos comprendidos entre su nacimiento y
los acontecimientos escatológicos, y victoria final en la Jerusalén celeste. La Iglesia
perseguida se describe magníficamente con el símbolo de la lucha entre la Mujer y el
Dragón. Al fin aparece el Cordero, acompañado de los suyos. Cristo sale victorioso del
combate y el juicio final puede comenzar: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Y vi

12
L. CERFAUX Y J. CAMBIER, L'Apoca1ypse de Saint Jean lue aux Chrétiens (Lectio Divina, 17) (París
1955). Véase también T. VETRALI, La donna dell'Apocalisse, en La Madre del Signore (Parola, Spirito
e Vita 6) (Bolonia 1982) 152-170.
SIMBOLISMO ECLESIAL 10

la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios... El trono
de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos le servirán... No habrá ya
noche..., porque el Señor Dios nos alumbrará, y reinará por los siglos de los siglos”
(21,1-2; 22,3-5).

El epílogo (22,16-21) es un diálogo entre Cristo y su Esposa, la Iglesia. En él se expresa


el deseo ardiente de la Esposa, que aguarda la venida del Esposo: “He aquí que vengo
presto... Amén. Ven, Señor Jesús”.
El conjunto del libro puede esquematizarse de la siguiente manera:

PARTE INTRODUCTORIA (c.1-3)


La visión del Hijo del hombre y las cartas a las siete iglesias del Asia Menor.

PRIMERA PARTE (c.4-11)


Visiones proféticas sobre el futuro del mundo: El libro sellado (4-5). Los siete sellos
(6-8,1). Las siete trompetas (8,2-11).

SEGUNDA PARTE (c.12-22,5)


Futuro de la Iglesia: persecuciones y victoria final. Historia de la Iglesia perseguida
(12-14,5). Los acontecimientos escatológicos (14,6-20). La nueva Jerusalén (21-22,5).

EPÍLOGO (c.22, 16-21)


“He aquí que vengo pronto... Amén, ven Señor Jesús”.

3. Estructura de la narración

El capítulo 12 se encuentra, al principio de la segunda sección, que describe el destino


de la Iglesia, y más concretamente las persecuciones que deberá soportar. En este
capítulo podemos distinguir tres partes13:

13
VALENTINI A., il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre di Dio, en
MARIANUM LIX (1997) p. 46.
SIMBOLISMO ECLESIAL 11

v. 1- 6; Descripción de la Mujer ante el Dragón que la asedia.


v. 7- 12; Victoria de Miguel y de sus ángeles sobre el Dragón, que es precipitado en la
tierra.
v. 13-17; Huida de la Mujer al desierto por un cierto período que le está reservado.

Primero aparecen en el cielo dos signos en relación y contraste entre ellos: la mujer y el
dragón (vv.1-6); La mujer aparece como un grande signo en el cielo. Es una criatura celeste
revestida del esplendor de Dios, sobre el tiempo y sobre la historia y con la cabeza coronada
de doce estrellas. Es figura celeste, pero símbolo del pueblo de la antigua alianza.

Después improvisamente se narra una guerra en el cielo entre Miguel y el dragón (vv. 7-9),
Seguido de un canto de victoria que interrumpe la narración comentándola e interpretándola
(vv. 10-12);
Finalmente se narra la lucha del dragón contra la mujer sobre la tierra (vv. 13-18).
La mujer está en alto (en el cielo), pero huye al dragón refugiándose en el desierto (en
tierra). El niño es llevado en alto, hacia el trono de Dios: parece que se ha dado a luz en la
tierra. En el cielo se desata una guerra entre Miguel y el dragón, que es arrojado en tierra.
En el cielo se eleva un canto que termina dirigiéndose a un ustedes que es sobre la tierra. La
historia continúa después sobre la tierra entre el dragón, la mujer y sus descendientes14.

Además de la historia, que se desarrolla en alto y en bajo, nos muestra un continuo


tambalearse entre pasado, presente y futuro… el tiempo es como aplanado y los eventos de
la historia de la salvación se desarrollan, sin que el orden de la visión indique el orden de la
realización de eventos humanos que son consecuencia paralela de los celestes15.

14
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 402.
15
E. LUPIERI, L’Apocalisse di Giovanni, Milano 1999, 191-192.
SIMBOLISMO ECLESIAL 12

4. Simbolismo

4.1.La mujer vestida de sol (vv.1-2)


Los personajes de la narración son numerosos: la mujer, el niño, el dragón, Miguel. Pero los
principales son dos: la mujer (12,1.4.6.13.14.15.16.17) y el dragón (12,3.4.7.9.13.16.17).
Sólo estos dos son llamados signos.

«Un gran signo apareció en el cielo16» (v.1): signo en Apocalipsis indica un mensaje de
descifrar. Este signo es definido grande. Aparece en el cielo, esto expresa su trascendencia.
No pertenece al mundo terreno sino al mundo de Dios. Su mensaje es decisivo.

«Una mujer vestida de sol» el signo portador es la mujer, sol, luna y estrellas son
ornamentos de la mujer. Jerusalén es invitada a revestirse de la gloria de Dios (Is 52,1),
«con ropa de salvación» (Is 61,10); pero no de sol. La mujer vestida de sol es una imagen
nueva, es una figura celeste revestida del esplendor de Dios, más allá del tiempo y de la
historia17.

En Ap 12, la luz de la Mujer (trátese de la Iglesia o de María) es una luz recibida, un


esplendor que le viene de Dios y de Cristo. La Mujer brilla con una luz que no procede
de ella. Dicho de otro modo: la luz, el esplendor de la Iglesia -y de María- es gracia
pura. Porque en la Biblia y en la liturgia, la imagen del sol se aplica a Dios y a Cristo. El
es sol “¡ustitiae”, el sol de justicia. “Dios es luz” (1 Jn 1,5). Él es la fuente de toda luz
(cf. 1 Jn 1,7). Esta luz divina resplandece en todo, pero es la Mujer Sión la que mejor la
refleja. La Mujer vestida de sol, dice Primasius, “es la Iglesia revestida de Cristo”18 .
Por esta razón, también es pulchra ut luna, “hermosa como la luna” (Cant 6,10).
Aunque sea una imagen diferente de la que nos presenta la luna debajo de los pies de la

16
Las citas bíblicas están tomadas de la Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée De Brouwer 1998.
17
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000), 3.
18
PRIMASIUS, Comm. in Apoc. III: “... luna sub pedibus ejus, id est Ecclesia Christo induta, propter ejus
dilectionem mutabilia cuncta calcantem” (PL 68,873 D); Gods tempel zijn wij (citado en p.156, nt.54)
187.
SIMBOLISMO ECLESIAL 13

Mujer, que hallamos explícitamente indicada en Ap 12, no hace más que expresar un
aspecto distinto del mismo simbolismo fundamental

Sol, luna y estrellas: el complejo de estos tres símbolos hace referencia al sueño de José (Gn
37,9); las estrellas son un rasgo que sugiere la trascendencia (Is 14,13). Colocadas en la
cabeza como corona indican realeza. La mujer es gloriosa y reina porque es vista al lado de
Dios que la ilumina y la rende gloriosa. Las estrellas son doce: ¿las doce tribus de Israel? o
¿los doce apóstoles de la Iglesia? No se contraponen, sino están en continuidad, el pueblo
del A.T. y del N.T. forma un solo pueblo de Dios19.

«Está en cinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (v.2): la
mujer es gloriosa y reina, en la trascendencia de Dios, pero ahora es descrita en el
sufrimiento de un parto difícil. Hay un pasaje brusco del cielo a la tierra. El signo celeste se
hace historia. Los dolores del parto son enfatizados: el grito, el sufrimiento, la angustia. La
imagen de la mujer que da a luz está arraigada en el judaísmo. En diversos pasajes del A.T.
la comunidad mesiánica se representa como una mujer en angustias (Cf. Is 26,17) y el
nacimiento de Israel como la de un niño (Is 66, 7-9).

Esta “Mujer” es, en primer lugar, un símbolo de Israel, del Pueblo de Dios, del que ha
nacido el Mesías. En un lenguaje puramente lógico, hallamos expresada la misma idea
en Jn 4,22, donde Jesús, hablando de sí mismo, dice a la Samaritana: “La salvación
viene de los judíos”. Jesús, en cuanto hombre, tiene una ascendencia judía, es hijo del
pueblo judío, de la Mujer-Sión. Pero, en el Nuevo Testamento, la Mujer-Sión viene a
ser la Iglesia. En su obra La Mère de Jésus dans le Nouveau Testament, J. McHugh
dedica dos capítulos al Apocalipsis. Escribe: “La mujer vestida de sol (...) es el símbolo
arquetípico de la Iglesia indestructible, de la Iglesia eterna”20. Es una afirmación a todas
luces acertada. La Mujer de Ap 12 es la “Mujer-Sión”, que representa ahora a la Iglesia:
ella ha de soportar sufrimientos y persecuciones; pero no se deja abatir y alcanza
finalmente la victoria como Esposa del Cordero.
19
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 404; cf. A. VALENTINI, El gran signo en
Theotokos, VIII (2000), 3.
20
J. McHUGH, La Mère de Jésus dans le Nouveau Testament (Paris, Cerf, 1977) 467.
SIMBOLISMO ECLESIAL 14

La mujer es antes que nada Israel que genera el Mesías. Pero también es la Iglesia en
persecución y protegida. Es también María, madre del Mesías y madre de la Iglesia21. Son
signos en el cielo, lo que significa que tal acontecimiento ya está decidido y que los hechos
narrados tienen su confirmación en los planes de Dios22.

4.2.El dragón (vv. 3-4)


«Y apareció otro signo en el cielo, un gran dragón rojo» este signo no es grande. La
potencia del mal es siempre limitada. Su aparición es en el cielo, se trata de una figura que
todavía actúa en la historia. Se coloca en el cielo para decir que se trata de la raíz del mal en
su multiplicidad de formas históricas intenta detener el diseño de Dios sobre la tierra. El
color del dragón es rojo fuego, como el caballero de Ap. 6,4, símbolo de la guerra y de la
violencia.

La grandeza del dragón significa que es peligroso y temible23. Los animales son signos de
fuerzas que superan las posibilidades humanas, pero que están bajo el control de Dios24.

«Con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas» (v.3) también el
dragón pretende una realeza (las diademas) pero invertida respecto a la de Dios. Arroja las
estrellas sobre la tierra, con el tentativo de destruir la creación regresando al caos. Los diez
cuernos significan potencia, o también el límite25.

Los dos signos no se pueden observar como figuras estáticas. El dragón está delante de la
mujer, en espera, listo para devorar al niño que la mujer está por dar a luz. Este es el punto
que mayormente caracteriza el dragón se coloca al centro de la narración. El adversario del
dragón es sobre todo el niño26.

21
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 405
22
CONTRERAS MOLINA, la mujer vestida de sol (Ap 12), en Aparicio ed., Maria del Evangelio PCI, Madrid 1993,
368.
23
G. BIGUZZI, La donna, il drago e il messia in Ap. 12 en Theotokos, VIII (2000), 37.
24
Cf. U. VANNI, L’Apocalisse. Ermeneutica, Esegesi, telogía, Bologna 1988, 39
25
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 405
26
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 406
SIMBOLISMO ECLESIAL 15

4.3. El hijo varón


Pero ¿quién es el varón que la Mujer da a luz? (12,5). Con la mayoría de los
comentaristas, debemos admitir, que designa al Mesías, Jesús, como pone de manifiesto,
en la frase que sigue inmediatamente, la cita de un versículo de Sal 2, que describe el
drama mesiánico: “Es Él el que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro”
(Sal 2,9 LXX). Pero este nacimiento mesiánico no es el que relatan los evangelios de la
infancia, sino el que tiene lugar en la mañana de Pascua. En el Nuevo Testamento, en
efecto, la Resurrección se describe en no pocos lugares como un nuevo nacimiento.
Encontramos un ejemplo -posiblemente el más claro- en los Hechos de los Apóstoles.
En Antioquía de Pisidia, Pablo declara: “Nosotros os anunciamos el cumplimiento de la
promesa hecha a nuestros padres, que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a
Jesús, según está escrito en el salmo segundo: “Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy”
(Hech 13,32-33). El versículo 7 del salmo 2 que aquí se cita, “Tú eres mi hijo, yo te
engendré hoy”, es aplicado también en otros lugares, en el Nuevo Testamento y en los
escritos apostólicos, a la Resurrección de Jesús. No pasemos por alto que la descripción
del varón en nuestro versículo de Ap 12,5 se toma precisamente del mismo salmo
mesiánico (a saber: Sal 2,9). La Resurrección es, pues, el momento en que Jesús es
despertado a una nueva vida. Es el momento del “nacimiento” del Cristo glorificado, el
comienzo de su vida gloriosa. Se comprende entonces que la elevación del hijo “hacia
Dios y su trono” (Ap 12,5) describe la glorificación celeste de Cristo en la Ascensión.
Teniendo en cuenta estos datos, es claro que el alumbramiento de un varón por la Mujer
de Ap 12 ha de relacionarse esencialmente con la Resurrección de Jesús y con su
victoria definitiva sobre las fuerzas del mal. Y es así como se ha interpretado el texto las
más de las veces. T. Vetrali, por ejemplo, escribe en un artículo reciente: “El autor del
Apocalipsis nos describe a la Madre Sión, de la que nace el Mesías en los
acontecimientos pascuales; el Mesías que, de este modo, obtiene el dominio sobre todas
las naciones y sobre toda la historia”27.

27
T. VETRALI, La donna dell'Apocalisse, in Parola, Spiritu e Vita, 165.
SIMBOLISMO ECLESIAL 16

Sin embargo, esta explicación no es enteramente satisfactoria, porque nos sitúa ante una
extraña paradoja: si la mujer que da a luz es la Mujer Sión, el pueblo mesiánico, y si su
hijo es Cristo, el Mesías, ¿no resulta extraño proponer así una interpretación colectiva
para la madre y una interpretación individual para su hijo? No olvidemos que en los
textos proféticos sobre la Mujer Sión que da a luz, su hijo no designa al Mesías, sino al
pueblo mesiánico. Es una dificultad que A. Feuillet no ha percibido, al parecer. Una
dificultad análoga a la que planteábamos a propósito del simbolismo de la Esposa en las
bodas de Caná; también en la cruz se dan unidos los dos aspectos, el colectivo y el
individual: la “Mujer” a la que Jesús se dirige es, a la vez, su madre (María) y la Mujer
Sión (la Iglesia), a la que aquélla simboliza; del mismo modo, el discípulo es, a la vez, “
el discípulo que Jesús amaba” y todos los discípulos a los que él representa. En Ap 12,5,
el hijo que la Mujer da a luz es, ciertamente, el Jesús histórico resucitado y glorificado.
Pero es preciso decir, con E.-P. Allo, que en toda esta descripción “hay ciertos rasgos
que convienen a la vez al Cristo personal y al Cristo místico, mientras que otros
conciernen tan sólo al Cristo personal, y otros únicamente al Cristo místico”28. Así, el
ser arrebatado al trono de Dios conviene sólo al Cristo personal. Pero, “teniendo en
cuenta la amplitud de todas estas imágenes, no hay por qué excluir a los fieles, que,
según las Cartas a las Iglesias, participan del poder de su jefe. Por lo demás, así lo deja
entender la continuación de nuestro texto: el tiempo en que será vencido el Diablo por el
poder de Dios no será únicamente el tiempo de “la autoridad de su Cristo” (12,10), sino
también el de la victoria de los hermanos: “Ellos le han vencido con la sangre del
Cordero y por la palabra de su testimonio” (12,11). En 12,17, los fieles son llamados “el
resto de su descendencia”: son todos los hermanos de Jesús, “los que guardan los
preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Todos éstos son también los hijos de
la Mujer. El nacimiento del hijo varón, por tanto, no es solamente el nacimiento de
Cristo, sino también el de sus miembros, a los que la Iglesia ha dado a luz, como bien
dice Primasius: “Cristo, se nos ha dicho, nace en cada uno de sus miembros... Aunque
este nacimiento haya tenido lugar, ante todo, para la cabeza, que es Cristo, le conviene

28
E.-B. ALLO, L’Apoca1ypse (1983), 193.
SIMBOLISMO ECLESIAL 17

también al cuerpo. Así se explican estas palabras del Apóstol: "Nos resucitó y nos sentó
en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2,6)

4.4. Se entabló una batalla en el cielo (vv 7-9)


También esta escena se desarrolla en el cielo, narra un hecho que pasó y que en la tierra
todavía se desarrolla. Pero en esta segunda escena la victoria sobre el dragón es completa y
definitiva.
En el v. 9 el dragón es desenmascarado: no es sólo metáfora de las potencias mundanas que
combaten el pueblo de Dios, sino la serpiente antigua llamada “el diablo y satanás, aquel
que seduce toda la tierra29”

4.5. Ahora ya ha llegado la salvación (vv. 10-12)


La breve descripción de la batalla en el cielo es seguida de un himno que relee
cristológicamente, reconduciéndola a la historia, la batalla ha sido en alto. El triunfo de
Miguel ha sido posible mediante la sangre del cordero. La batalla de Miguel es figura de la
de Cristo.

4.6. Las dos alas de la grande Águila (vv. 13-18)


El dragón arrojado a la tierra persiguió a la mujer, que huyó al desierto30, el lugar donde
Israel ha experimentado la tentación, y también la fidelidad y la protección de Dios. En el
imaginario bíblico el desierto se presta a evocar una historia-tipo. La victoria del bien es
segura pero el camino para alcanzarla es el desierto.
La imagen de las dos alas de la gran águila dice la fuerza de la protección de Dios.
Por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo: tres años y medio, la mitad de siete
años. Siete es la plenitud, la mitad es la parcialidad. El tiempo de la prueba y de la tentación
es limitado.

29
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000), 3.
30
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000), 3: “el gran signo es un símbolo complejo: es figura celeste
y terrestre al mismo tiempo, gloriosa y perseguida. Es imagen de una comunidad victoriosa que goza de la protección
de Dios prácticamente inatacable de parte del enemigo vencido, no obstante sus rabiosos ataques contra el resto de la
descendencia de la mujer”.
SIMBOLISMO ECLESIAL 18

Habiendo fallado en su intento de atacar a la mujer el dragón fue a hacer la guerra contra los
que observan los mandamientos de dios y poseen el testimonio de Jesús (v.17)
la huida de la “Mujer” al desierto. De esta huida trata ya el versículo 6, pero se halla
más ampliamente descrita en los versículos 13 y 17. A este propósito no conviene
olvidar que el tema del desierto ocupa un significativo lugar en la Biblia y que -según el
contexto en que se presente- puede expresar significaciones o matices diversos.
Pensamos, en primer lugar, en el libro del Éxodo, donde se nos habla de la permanencia
del pueblo de Israel en el desierto por espacio de cuarenta años y de los acontecimientos
que allí tuvieron lugar. En el desierto se cerró la Alianza entre Yahweh y su pueblo, al
pie del monte Sinaí. Fue aquél un tiempo de infidelidad y de prueba, pero fue también el
tiempo en que Dios condujo a su pueblo, yendo delante de él en la columna de fuego.

El desierto fue, pues, el lugar en que Israel buscó refugio y donde fue especialmente
protegido y conducido por Dios. Este aspecto de salvaguarda y protección se halla
particularmente subrayado en la mayoría de los relatos de acontecimientos que tienen
lugar en el desierto. Recordemos, por ejemplo, el hermoso pasaje de la vida del profeta
Elías (I Re 19,4-16): huyendo de sus perseguidores, el profeta se adentra solo en el
desierto, hasta el monte Horeb -la montaña en la que también Moisés habló con Dios y
recibe allí su misión en una intensa experiencia de Dios. El desierto es, pues, un lugar
de protección y defensa contra los peligros y los enemigos, pero también un lugar
privilegiado de encuentro con Dios.

Rodeada de pruebas y de persecuciones, la Mujer de Ap 12, la Iglesia, huye también al


desierto, para permanecer allí durante mil doscientos sesenta días, o, como indica otra
composición del mismo espacio: un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo.
Siendo así que cada tiempo equivale a un año, quiere esto decir tres años y medio, que
corresponde a mil doscientos sesenta días. Esta manera de componer el tiempo procede
del libro de Daniel (7,25; 12,7) y se encuentra también en Ap 11,1-3 para la profecía de
los dos testigos, pero de acuerdo con otro sistema de cálculo: “Me fue dada una caña
semejante a una vara, diciendo: Levántate y mide el templo de Dios y el altar de los que
adoran en él. El atrio exterior del templo déjalo fuera y no lo midas, porque ha sido
SIMBOLISMO ECLESIAL 19

entregado a las naciones, que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses.
Mandaré a mis dos testigos para que profeticen, durante mil doscientos sesenta días,
vestidos de saco”. Este lapso de tiempo simbólico indica, pues, el largo período del
testimonio de la Iglesia en el curso de su existencia escatológica sobre la tierra; durante
este período, la Iglesia, testigo privilegiado de Dios, se verá sometida a prueba, pero
será también protegida por el Señor: “La mujer-pueblo de Dios escapa al acoso de los
poderes del mal y vive en el desierto, confiada únicamente en la providencia de su
Señor” (TOB).
SIMBOLISMO ECLESIAL 20

CONCLUSIÓN

La tendencia más difundida por los estudios recientes es de armonizar la interpretación


eclesiológica con la mariológica. Ninguno de los dos aspectos puede ser excluido en la
interpretación de este símbolo misterioso. La Iglesia sin María le faltaría un punto de
referencia concreto y de una dimensión cualificante; María sin la iglesia sería una figura
inexplicable en el contexto del Apocalipsis31

La Iglesia tiene una dimensión femenina, un rostro mariano, en su relación esponsal con
Dios: “Toda la Iglesia es mariana”32. En el ámbito simbólico profundo, la Iglesia es
Mujer ante Dios. La Tradición lo ha comprendido de una manera espontánea: en la
iconografía cristiana se representa siempre a la Iglesia como una Mujer; pero esta Mujer
que se hace símbolo de la Iglesia es la persona concreta de María. Pensamos que la
visión del Apocalipsis puede también ayudarnos a integrar estos dos aspectos -el
aspecto eclesial y el aspecto mariano- en nuestra vida personal. Si procuramos
considerar a la Iglesia a la luz de María, la veremos menos como una organización
compleja, con un rostro demasiado humano y masculino, y más como una persona
viviente, como una mujer, como una madre en nuestra vida de fe de discípulos de
Cristo. Este es un remedio eficaz contra una tendencia bastante extendida entre los
cristianos, tendencia que H. Urs von Balthasar ha llamado “el complejo antirromano”.
Debemos superar una visión demasiado humana y sociológica de la Iglesia y elevar la
mirada hacia el misterio de la “Mujer” que es, indisolublemente, María y la Iglesia, y
que es nuestra Madre.

El Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la


personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que
se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular33.

31
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000) 7-8.
32
C. JOURNET, L’Église du Verbe Incarné, II 428.
33
JUAN PABLO II, Audiencia General, 29 mayo 1996.
SIMBOLISMO ECLESIAL 21

BIBLIOGRAFÍA

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VETRALI T., La donna dell'Apocalisse, en La Madre del Signore (Parola, Spirito e Viun
6) (Bolonia 1982).
SIMBOLISMO ECLESIAL 23

ÍNDICE

Introducción …………………………………………………………….…….. 3
1. El gran signo de Apocalipsis 12……………………………………………… 6
1.1. Primeras interpretaciones cristianas de la mujer vestida con el sol…….. 6
1.2. Relación con el cuarto evangelio……………………………………….. 8
2. El contexto de Apocalipsis 12………………………………………………... 9
3.Estructura de la narración …………………………………………………….. 10
4. Simbolismo…………………………………………………………………… 12
4.1. La mujer vestida de sol (vv.1-2)…………………………………. 12
4.2. El dragón (vv. 3-4)………………………………………………. 14
4.3. El hijo varón……………………………………………………………. 15
4.4. Se entabló una batalla en el cielo (vv 7-9) …………………………….. 17
4.5. Ahora ya ha llegado la salvación (vv. 10-12)………………………….. 17
4.6. Las dos alas de la grande Águila (vv. 13-18)…………………………… 17

Conclusión..…………………………………………………………………….. 20

Bibliografía…………………………………………………………………….. 21

Índice…………………………………………………………………………... 23

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