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SIMBOLISMO ECLESIAL
EN APOCALIPSIS 12
SIMBOLISMO ECLESIAL
SIMBOLISMO ECLESIAL 3
INTRODUCCIÓN
Sin lugar a dudas, el libro de la Biblia que más se ha comentado en el curso de los siglos
es el libro de la Revelación de Juan, el Apocalipsis. No puede esto sorprendernos,
teniendo en cuenta el carácter misterioso de este libro y la gran variedad de
interpretaciones a que parece prestarse.
1
E. CORSINI, Apocalisse prima e dopo (Turin, S.E.I., 1980); trad. Francesa: L’Apocalypse maintenant
(París, Seuil, 1984)
SIMBOLISMO ECLESIAL 5
La línea eclesiológica que ve en la mujer el pueblo de Dios del A.T. y N.T., es sostenida por
muchos Padres y autores eclesiásticos como Metodio, Hipólito de Roma, Ticonio,
Jerónimo, Agustín, Gregorio Magno, Beda. Los más antiguos comentadores han
identificado a la mujer con la Iglesia2.
2
A. VALENTINI, il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre di Dio, en MARIANUM
LIX (1997) 31.
SIMBOLISMO ECLESIAL 7
Hipólito, obispo de Roma (+ 235), fue el primero que abordó este tema en el capítulo 61 de
su tratado sobre Cristo y el Anticristo. Interpreta a la mujer como una figura de la Iglesia
que posee la palabra de Dios cuyo brillo supera al sol. La luna significa la gloria del cielo
con la cual la Iglesia está adornada. La corona de doce estrellas simboliza a los doce
apóstoles. Los dolores de parto son los sufrimientos de la Iglesia al anunciar el evangelio. El
niño es Jesús, el Cristo, que nace en la Iglesia. Las alas de águila dadas a la mujer significan
la fe en Jesucristo. Metodio, obispo martir de Tiro en Fenicia (+ 312), trató este tema en su
libro Symposiym. La mujer era el signo de la Iglesia; el niño, del cristiano bautizado; la
luna, del bautismo. Según Metodio, el Apocalipsis habla del presente y del futuro, no del
pasado, por lo tanto no habla de Jesús. Epifanio (413) se refiere a Ap. 12, 4 en su disputa
contra la secta de los antidicomarianitas –adversos de María -: dice que este texto pudo
cumplirse en María, pero no está seguro de que esta interpretación sea correcta. Con todo,
Epifanio fue probablemente el primer autor que identificó la mujer con María3.
El capítulo 12 del Apocalipsis ha sido de los más estudiados4, los exegetas están de acuerdo
al considerarlo como particularmente importante5. Para algunos sería como retomar los
mismos temas de la primera parte del libro pero desarrollados en una perspectiva diferente,
sobre todo en lo que se refiere al destino de la Iglesia.
Pringet reconoce una continuidad entre los capítulos 11 y 126. El gran signo es parte de un
universo simbólico, de una estructura articulada, en un amplio contexto representado de la
entera Apocalipsis joanina. Ap. 12 es un texto de capital importancia: “ha sido considerado,
como clave de todo el libro7” y piedra y modelo en sus diversas interpretaciones8. Para P. de
Martín Viviés, el Apocalipsis 12 es uno de los capítulos más complejos de todo el libro9.
3
GARCIA PAREDES JOSE, Mariología, BAC, Madrid 1995, 166-167.
4
U VANNI, Lectura del Apocalipsis hermenéutica, exégesis, teología, Verbo Divino, Navarra 2005, 253.
5
G. BIGUZZI, La donna, il drago e il messia in Ap. 12 en Theotokos, VIII (2000), 17.
6
P. PRIGENT, L’Apocalisse di Giovanni, Roma 1985, 348
7
P. PRIGENT, Apocalypse 12. Historie de l’eségèse, Tübigen 1959, 1
8
A. VALENTINI, il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre di Dio, en MARIANUM
LIX (1997) 34.
9
P. DE MARTIN DE VIVIES, Apocalypses et cosmologie du salut, Paris 2002, 125-126.
SIMBOLISMO ECLESIAL 8
Es necesario ver los contactos que puede haber entre la mujer de Ap 12 y algunos textos del
cuarto evangelio. En el cuarto evangelio lo encontramos en tres contextos: en las bodas de
Caná (2,4); al pie de la cruz (19,26) y en semejanza de la mujer parturiente (16,21).
En los primeros dos textos el término se refiere a la madre de Jesús, y es extraño que venga
llamado con el nombre de “mujer”, como es extraño que la mujer de Ap 12 – que simboliza
ante todo a la Iglesia – sea presentada como madre de Jesús: es la comunidad que nace de
Cristo en el misterio pascual, y no viceversa. Hay una especie de enigma sea para el
apelativo mujer aplicado a la madre de Jesús que al de madre del Mesias atribuido a la
Iglesia.
Según A. Feuillet11 confrontando Ap 12 con Jn 19,25-27, podemos afirmar que los textos
presentan al menos tres importantes elementos comunes:
- Tanto María como la Iglesia son presentados como mujeres. El hecho que el término,
referido a la madre de Jesús, esté también en Caná – al inicio y al final del evangelio –
indica una insistencia particular de lo que no se puede desvalorizar el significado.
- Maria y la Iglesia son madres no solo de Cristo, sino también de otros hijos, de una
descendencia compuesta respectivamente por el discípulo que Él amaba, (Jn 19,26) y de
aquellos que cumplen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. (Ap.
12,17)
- En los dos casos la maternidad de la mujer e en referencia a la hora de Jesús, cuando
según Jn 12,31 el príncipe de este mundo será enviado fuera, y según Ap 12,8 no hay lugar
para el en el cielo.
10
P. PRINGET, o.c.737.
11
A. FEUILLET, le Messie et sa mère d’après le chapitre XII de l’Apocalypse, in Revue Biblique LXVI (1959) 55.
SIMBOLISMO ECLESIAL 9
Situemos, ante todo, el capítulo 12 en el conjunto del libro del Apocalipsis. La división
que presentamos está tomada del comentario de L. Cerfaux y J. Cambier12.
Los tres primeros capítulos, con la grandiosa manifestación del Hijo del hombre al
vidente de Patmos y las siete cartas a las iglesias de Asia Menor, forman una especie de
parte introductoria, que está separada del resto del libro.
La primera gran parte, que sigue a la introducción, abarca los capítulos 4-11.
Apoyándose en visiones proféticas, describe la evolución de la historia del mundo y la
confrontación de los primeros “testigos” con el “mundo”. Comienza con una visión
grandiosa de la corte y de la liturgia celeste (5-6). El libro sellado, en el que está
consignado el plan divino de la salvación, es entregado al Cordero, que está de pie
delante del trono. El Cordero abre los sellos uno a uno. En una serie de cuadros
apocalípticos se describen los azotes que se abatirán sobre la tierra. Los elegidos, sin
embargo, son liberados y celebran en torno al trono de Dios la victoria del Cordero. Las
plegarias de los santos han apresurado la venida del “Gran Día” y suenan las trompetas.
Grandes calamidades y las tres “plagas” evocan las catástrofes del fin de los tiempos.
¡Pero no se ha pronunciado aún la última palabra!
Una segunda parte, que contiene los capítulos 12 al 22,5, está consagrada al destino de
la Iglesia: persecuciones en el curso de los tiempos comprendidos entre su nacimiento y
los acontecimientos escatológicos, y victoria final en la Jerusalén celeste. La Iglesia
perseguida se describe magníficamente con el símbolo de la lucha entre la Mujer y el
Dragón. Al fin aparece el Cordero, acompañado de los suyos. Cristo sale victorioso del
combate y el juicio final puede comenzar: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Y vi
12
L. CERFAUX Y J. CAMBIER, L'Apoca1ypse de Saint Jean lue aux Chrétiens (Lectio Divina, 17) (París
1955). Véase también T. VETRALI, La donna dell'Apocalisse, en La Madre del Signore (Parola, Spirito
e Vita 6) (Bolonia 1982) 152-170.
SIMBOLISMO ECLESIAL 10
la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios... El trono
de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos le servirán... No habrá ya
noche..., porque el Señor Dios nos alumbrará, y reinará por los siglos de los siglos”
(21,1-2; 22,3-5).
3. Estructura de la narración
13
VALENTINI A., il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre di Dio, en
MARIANUM LIX (1997) p. 46.
SIMBOLISMO ECLESIAL 11
Primero aparecen en el cielo dos signos en relación y contraste entre ellos: la mujer y el
dragón (vv.1-6); La mujer aparece como un grande signo en el cielo. Es una criatura celeste
revestida del esplendor de Dios, sobre el tiempo y sobre la historia y con la cabeza coronada
de doce estrellas. Es figura celeste, pero símbolo del pueblo de la antigua alianza.
Después improvisamente se narra una guerra en el cielo entre Miguel y el dragón (vv. 7-9),
Seguido de un canto de victoria que interrumpe la narración comentándola e interpretándola
(vv. 10-12);
Finalmente se narra la lucha del dragón contra la mujer sobre la tierra (vv. 13-18).
La mujer está en alto (en el cielo), pero huye al dragón refugiándose en el desierto (en
tierra). El niño es llevado en alto, hacia el trono de Dios: parece que se ha dado a luz en la
tierra. En el cielo se desata una guerra entre Miguel y el dragón, que es arrojado en tierra.
En el cielo se eleva un canto que termina dirigiéndose a un ustedes que es sobre la tierra. La
historia continúa después sobre la tierra entre el dragón, la mujer y sus descendientes14.
14
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 402.
15
E. LUPIERI, L’Apocalisse di Giovanni, Milano 1999, 191-192.
SIMBOLISMO ECLESIAL 12
4. Simbolismo
«Un gran signo apareció en el cielo16» (v.1): signo en Apocalipsis indica un mensaje de
descifrar. Este signo es definido grande. Aparece en el cielo, esto expresa su trascendencia.
No pertenece al mundo terreno sino al mundo de Dios. Su mensaje es decisivo.
«Una mujer vestida de sol» el signo portador es la mujer, sol, luna y estrellas son
ornamentos de la mujer. Jerusalén es invitada a revestirse de la gloria de Dios (Is 52,1),
«con ropa de salvación» (Is 61,10); pero no de sol. La mujer vestida de sol es una imagen
nueva, es una figura celeste revestida del esplendor de Dios, más allá del tiempo y de la
historia17.
16
Las citas bíblicas están tomadas de la Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée De Brouwer 1998.
17
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000), 3.
18
PRIMASIUS, Comm. in Apoc. III: “... luna sub pedibus ejus, id est Ecclesia Christo induta, propter ejus
dilectionem mutabilia cuncta calcantem” (PL 68,873 D); Gods tempel zijn wij (citado en p.156, nt.54)
187.
SIMBOLISMO ECLESIAL 13
Mujer, que hallamos explícitamente indicada en Ap 12, no hace más que expresar un
aspecto distinto del mismo simbolismo fundamental
Sol, luna y estrellas: el complejo de estos tres símbolos hace referencia al sueño de José (Gn
37,9); las estrellas son un rasgo que sugiere la trascendencia (Is 14,13). Colocadas en la
cabeza como corona indican realeza. La mujer es gloriosa y reina porque es vista al lado de
Dios que la ilumina y la rende gloriosa. Las estrellas son doce: ¿las doce tribus de Israel? o
¿los doce apóstoles de la Iglesia? No se contraponen, sino están en continuidad, el pueblo
del A.T. y del N.T. forma un solo pueblo de Dios19.
«Está en cinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (v.2): la
mujer es gloriosa y reina, en la trascendencia de Dios, pero ahora es descrita en el
sufrimiento de un parto difícil. Hay un pasaje brusco del cielo a la tierra. El signo celeste se
hace historia. Los dolores del parto son enfatizados: el grito, el sufrimiento, la angustia. La
imagen de la mujer que da a luz está arraigada en el judaísmo. En diversos pasajes del A.T.
la comunidad mesiánica se representa como una mujer en angustias (Cf. Is 26,17) y el
nacimiento de Israel como la de un niño (Is 66, 7-9).
Esta “Mujer” es, en primer lugar, un símbolo de Israel, del Pueblo de Dios, del que ha
nacido el Mesías. En un lenguaje puramente lógico, hallamos expresada la misma idea
en Jn 4,22, donde Jesús, hablando de sí mismo, dice a la Samaritana: “La salvación
viene de los judíos”. Jesús, en cuanto hombre, tiene una ascendencia judía, es hijo del
pueblo judío, de la Mujer-Sión. Pero, en el Nuevo Testamento, la Mujer-Sión viene a
ser la Iglesia. En su obra La Mère de Jésus dans le Nouveau Testament, J. McHugh
dedica dos capítulos al Apocalipsis. Escribe: “La mujer vestida de sol (...) es el símbolo
arquetípico de la Iglesia indestructible, de la Iglesia eterna”20. Es una afirmación a todas
luces acertada. La Mujer de Ap 12 es la “Mujer-Sión”, que representa ahora a la Iglesia:
ella ha de soportar sufrimientos y persecuciones; pero no se deja abatir y alcanza
finalmente la victoria como Esposa del Cordero.
19
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 404; cf. A. VALENTINI, El gran signo en
Theotokos, VIII (2000), 3.
20
J. McHUGH, La Mère de Jésus dans le Nouveau Testament (Paris, Cerf, 1977) 467.
SIMBOLISMO ECLESIAL 14
La mujer es antes que nada Israel que genera el Mesías. Pero también es la Iglesia en
persecución y protegida. Es también María, madre del Mesías y madre de la Iglesia21. Son
signos en el cielo, lo que significa que tal acontecimiento ya está decidido y que los hechos
narrados tienen su confirmación en los planes de Dios22.
La grandeza del dragón significa que es peligroso y temible23. Los animales son signos de
fuerzas que superan las posibilidades humanas, pero que están bajo el control de Dios24.
«Con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas» (v.3) también el
dragón pretende una realeza (las diademas) pero invertida respecto a la de Dios. Arroja las
estrellas sobre la tierra, con el tentativo de destruir la creación regresando al caos. Los diez
cuernos significan potencia, o también el límite25.
Los dos signos no se pueden observar como figuras estáticas. El dragón está delante de la
mujer, en espera, listo para devorar al niño que la mujer está por dar a luz. Este es el punto
que mayormente caracteriza el dragón se coloca al centro de la narración. El adversario del
dragón es sobre todo el niño26.
21
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 405
22
CONTRERAS MOLINA, la mujer vestida de sol (Ap 12), en Aparicio ed., Maria del Evangelio PCI, Madrid 1993,
368.
23
G. BIGUZZI, La donna, il drago e il messia in Ap. 12 en Theotokos, VIII (2000), 37.
24
Cf. U. VANNI, L’Apocalisse. Ermeneutica, Esegesi, telogía, Bologna 1988, 39
25
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 405
26
B. MAGGIONI, La Donna, il drago, il Messia en G. GHIBERTI Op. Cit. 406
SIMBOLISMO ECLESIAL 15
27
T. VETRALI, La donna dell'Apocalisse, in Parola, Spiritu e Vita, 165.
SIMBOLISMO ECLESIAL 16
Sin embargo, esta explicación no es enteramente satisfactoria, porque nos sitúa ante una
extraña paradoja: si la mujer que da a luz es la Mujer Sión, el pueblo mesiánico, y si su
hijo es Cristo, el Mesías, ¿no resulta extraño proponer así una interpretación colectiva
para la madre y una interpretación individual para su hijo? No olvidemos que en los
textos proféticos sobre la Mujer Sión que da a luz, su hijo no designa al Mesías, sino al
pueblo mesiánico. Es una dificultad que A. Feuillet no ha percibido, al parecer. Una
dificultad análoga a la que planteábamos a propósito del simbolismo de la Esposa en las
bodas de Caná; también en la cruz se dan unidos los dos aspectos, el colectivo y el
individual: la “Mujer” a la que Jesús se dirige es, a la vez, su madre (María) y la Mujer
Sión (la Iglesia), a la que aquélla simboliza; del mismo modo, el discípulo es, a la vez, “
el discípulo que Jesús amaba” y todos los discípulos a los que él representa. En Ap 12,5,
el hijo que la Mujer da a luz es, ciertamente, el Jesús histórico resucitado y glorificado.
Pero es preciso decir, con E.-P. Allo, que en toda esta descripción “hay ciertos rasgos
que convienen a la vez al Cristo personal y al Cristo místico, mientras que otros
conciernen tan sólo al Cristo personal, y otros únicamente al Cristo místico”28. Así, el
ser arrebatado al trono de Dios conviene sólo al Cristo personal. Pero, “teniendo en
cuenta la amplitud de todas estas imágenes, no hay por qué excluir a los fieles, que,
según las Cartas a las Iglesias, participan del poder de su jefe. Por lo demás, así lo deja
entender la continuación de nuestro texto: el tiempo en que será vencido el Diablo por el
poder de Dios no será únicamente el tiempo de “la autoridad de su Cristo” (12,10), sino
también el de la victoria de los hermanos: “Ellos le han vencido con la sangre del
Cordero y por la palabra de su testimonio” (12,11). En 12,17, los fieles son llamados “el
resto de su descendencia”: son todos los hermanos de Jesús, “los que guardan los
preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Todos éstos son también los hijos de
la Mujer. El nacimiento del hijo varón, por tanto, no es solamente el nacimiento de
Cristo, sino también el de sus miembros, a los que la Iglesia ha dado a luz, como bien
dice Primasius: “Cristo, se nos ha dicho, nace en cada uno de sus miembros... Aunque
este nacimiento haya tenido lugar, ante todo, para la cabeza, que es Cristo, le conviene
28
E.-B. ALLO, L’Apoca1ypse (1983), 193.
SIMBOLISMO ECLESIAL 17
también al cuerpo. Así se explican estas palabras del Apóstol: "Nos resucitó y nos sentó
en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2,6)
29
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000), 3.
30
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000), 3: “el gran signo es un símbolo complejo: es figura celeste
y terrestre al mismo tiempo, gloriosa y perseguida. Es imagen de una comunidad victoriosa que goza de la protección
de Dios prácticamente inatacable de parte del enemigo vencido, no obstante sus rabiosos ataques contra el resto de la
descendencia de la mujer”.
SIMBOLISMO ECLESIAL 18
Habiendo fallado en su intento de atacar a la mujer el dragón fue a hacer la guerra contra los
que observan los mandamientos de dios y poseen el testimonio de Jesús (v.17)
la huida de la “Mujer” al desierto. De esta huida trata ya el versículo 6, pero se halla
más ampliamente descrita en los versículos 13 y 17. A este propósito no conviene
olvidar que el tema del desierto ocupa un significativo lugar en la Biblia y que -según el
contexto en que se presente- puede expresar significaciones o matices diversos.
Pensamos, en primer lugar, en el libro del Éxodo, donde se nos habla de la permanencia
del pueblo de Israel en el desierto por espacio de cuarenta años y de los acontecimientos
que allí tuvieron lugar. En el desierto se cerró la Alianza entre Yahweh y su pueblo, al
pie del monte Sinaí. Fue aquél un tiempo de infidelidad y de prueba, pero fue también el
tiempo en que Dios condujo a su pueblo, yendo delante de él en la columna de fuego.
El desierto fue, pues, el lugar en que Israel buscó refugio y donde fue especialmente
protegido y conducido por Dios. Este aspecto de salvaguarda y protección se halla
particularmente subrayado en la mayoría de los relatos de acontecimientos que tienen
lugar en el desierto. Recordemos, por ejemplo, el hermoso pasaje de la vida del profeta
Elías (I Re 19,4-16): huyendo de sus perseguidores, el profeta se adentra solo en el
desierto, hasta el monte Horeb -la montaña en la que también Moisés habló con Dios y
recibe allí su misión en una intensa experiencia de Dios. El desierto es, pues, un lugar
de protección y defensa contra los peligros y los enemigos, pero también un lugar
privilegiado de encuentro con Dios.
entregado a las naciones, que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses.
Mandaré a mis dos testigos para que profeticen, durante mil doscientos sesenta días,
vestidos de saco”. Este lapso de tiempo simbólico indica, pues, el largo período del
testimonio de la Iglesia en el curso de su existencia escatológica sobre la tierra; durante
este período, la Iglesia, testigo privilegiado de Dios, se verá sometida a prueba, pero
será también protegida por el Señor: “La mujer-pueblo de Dios escapa al acoso de los
poderes del mal y vive en el desierto, confiada únicamente en la providencia de su
Señor” (TOB).
SIMBOLISMO ECLESIAL 20
CONCLUSIÓN
La Iglesia tiene una dimensión femenina, un rostro mariano, en su relación esponsal con
Dios: “Toda la Iglesia es mariana”32. En el ámbito simbólico profundo, la Iglesia es
Mujer ante Dios. La Tradición lo ha comprendido de una manera espontánea: en la
iconografía cristiana se representa siempre a la Iglesia como una Mujer; pero esta Mujer
que se hace símbolo de la Iglesia es la persona concreta de María. Pensamos que la
visión del Apocalipsis puede también ayudarnos a integrar estos dos aspectos -el
aspecto eclesial y el aspecto mariano- en nuestra vida personal. Si procuramos
considerar a la Iglesia a la luz de María, la veremos menos como una organización
compleja, con un rostro demasiado humano y masculino, y más como una persona
viviente, como una mujer, como una madre en nuestra vida de fe de discípulos de
Cristo. Este es un remedio eficaz contra una tendencia bastante extendida entre los
cristianos, tendencia que H. Urs von Balthasar ha llamado “el complejo antirromano”.
Debemos superar una visión demasiado humana y sociológica de la Iglesia y elevar la
mirada hacia el misterio de la “Mujer” que es, indisolublemente, María y la Iglesia, y
que es nuestra Madre.
31
A. VALENTINI, El gran signo en Theotokos, VIII (2000) 7-8.
32
C. JOURNET, L’Église du Verbe Incarné, II 428.
33
JUAN PABLO II, Audiencia General, 29 mayo 1996.
SIMBOLISMO ECLESIAL 21
BIBLIOGRAFÍA
CERFAUX L. y CAMBIER J., L'Apoca1ypse de Saint Jean lue aux Chrétiens (Lectio
Divina, 17) (París 1955).
CONTRERAS MOLINA, la mujer vestida de sol (Ap 12), en APARICIO ed., Maria del
Evangelio PCI, Madrid 1993.
McHUGH J., La Mère de Jésus dans le Nouveau Testament (Paris, Cerf, 1977) 467.
MUÑOZ LEÓN D., La estructura del Apocalipsis de Juan. Una aproximación a la luz de
la composición del 4° de Esdras y del 2° de Baruc” Est. Bibl 43(1985).
ORIOL J., ALEGRE X., Escritos joánicos y cartas católicas, Verbo Divino, Navarra,
1995.
VALENTINI A., il grande segno di Apocalisse 12. Una Chiesa ad immagine della Madre
di Dio, en MARIANUM LIX (1997)
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VANNI U., Introduzione generale all’Apocalisse, dispensa per gli studenti dell’ISR,
Roma, 2001;
VANNI U., Lectura del Apocalipsis hermenéutica, exégesis, teología, Verbo Divino,
Navarra 2005
VETRALI T., La donna dell'Apocalisse, en La Madre del Signore (Parola, Spirito e Viun
6) (Bolonia 1982).
SIMBOLISMO ECLESIAL 23
ÍNDICE
Introducción …………………………………………………………….…….. 3
1. El gran signo de Apocalipsis 12……………………………………………… 6
1.1. Primeras interpretaciones cristianas de la mujer vestida con el sol…….. 6
1.2. Relación con el cuarto evangelio……………………………………….. 8
2. El contexto de Apocalipsis 12………………………………………………... 9
3.Estructura de la narración …………………………………………………….. 10
4. Simbolismo…………………………………………………………………… 12
4.1. La mujer vestida de sol (vv.1-2)…………………………………. 12
4.2. El dragón (vv. 3-4)………………………………………………. 14
4.3. El hijo varón……………………………………………………………. 15
4.4. Se entabló una batalla en el cielo (vv 7-9) …………………………….. 17
4.5. Ahora ya ha llegado la salvación (vv. 10-12)………………………….. 17
4.6. Las dos alas de la grande Águila (vv. 13-18)…………………………… 17
Conclusión..…………………………………………………………………….. 20
Bibliografía…………………………………………………………………….. 21
Índice…………………………………………………………………………... 23