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CUERPO Y HERIDA

El choque: hecho. Las puertas del carro, un ancho carro blanco,


estaban medio abiertas, dentro, Ismael husmeaba por la rendija, su
mirada estaba impaciente, salt de pronto, baj del auto.

- Buenas! Dgame hubo algn inconveniente?

- Nada que no se arregle, mir, ando apurada. Tome mi tarjeta,


llmeme. Adis.

El sol agonizaba, el rubio de sus alas se esparcan casi tibias por el


velo del cerro, las alargadas imgenes turquesas eran las que
abarcaban entonces el plano principal del cielo, ese color artesanal y
mstico. Ismael, aunque aturdido, decidi dejarlo todo como estaba y
fue a sentarse en la banqueta, su pantaln color crema se manchara,
pero eso, ahora, era lo de menos.

Dentro del maletero, del ancho carro blanco, Ismael esconda con
recelo un manual de chistes y unas monedas de cinco pesos. En el
manual, casi por la pgina veintisis, dobladas, se envejecan unas
hojas pertenecientes a la antologa de Amado Nervo, revisada por
Alfonso Reyes.

Un sudor helado recorra la frente del pobre, ah sentado, sin nimo,


valiente, al ruborizarse sus mejillas dejaba salir un aspaviento
inesperado. Intentaba recordar la cara de la seora que acaba de
chocar su carro, choque que suscit antes de terminar de estacionarse
frente al palacio municipal de Jurez.

Una seora gruesa, con nariz aguilea, le recordaba a un personaje


salido de la aristocracia mexicana.

Nada lo puede distraer ahora de ese estado casi de convulsin,


raqutico ante las miradas de algunos paseantes de una plaza
misteriosa, seca, con una pantalla inmvil en su centro que parece
hundirlo todo en abandono inmediato.

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