You are on page 1of 211
Agnes Heller SOCIOLOGIA ‘DELIA Agnes Heller SOCIOLOGIA DE LA VIDA COTIDIANA Pretacio de Gyérgy Lukacs ediciones peninsula ® La edicién original hungara fue publicada en 1970 por Akadémiai Kings de Bue apest con el titulo A mindennapi élet. © Agnes Traducci On autorizada por la autosa a partir de las versiones ale- mana e italiana por Jost-FRANCISCO. YVARs y ENRIC PEREZ NADAL. No se permite la reproduccién total 0 parcial de este libro, ni su inclusién en un si tema informatico, ni la transmision en cualquier forma o por cualquier medio, ya sei electrénico, mecdnico, por fotocopia, por registro 0 por otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares de copyright y de la casa editora, Cubierta de Jordi Fornas. Primera edicién: diciembre de 1977. Segunda edicién: noviembre de 1987. Propiedad de esta edicion fincluyendo la traduccion y el disefio de la cubierta): Edicions 62 s/a., Provenca 278, 08008 Barcelona. Impreso en Graficas Hurope s/a., Recared 2, 08005 Barcelona Deposito legal: B. 36.828-1987. ISBN: 84-297-1360-3. rrr Prélogo a la edicidn castellana El libro que se presenta ahora a los lectores espafioles fue realizado hace diez afios. Durante este tiempo he seguido pen- sando y trabajando sobre algunas cuestiones contenidas en él —sobre todo, en lo concerniente a la tcoria de los sentimientos y de las necesidades, Sin embargo, en estos nuevos trabajos no se contienc nada que centradiga el contenido de la presente Sociologia de la vida cotidiana; a !o sumo se completa su discur- so extendi¢ndolo en otras direcciones. Por ello, no vi ninguna yaz5n para modificar cl texto original. Fueron nuiltiples los impulsos que en su momento me lle- varon a elegir precisamente lo cotidiano como tema filosdfico. Entre los impulses positivos quisicra citar en primer lugar las dos obras estéticas de Gyiirgy Lukdes. Tanto su obra tem- prana —la Estética de Heidelberg— como ta posterior —La pecu- liaridad de lo estético— se vinculan al persamiento cotidiano; éste representa para Lukacs la fuente primitiva del pensamiento —es decir, del comportamiento— estético y cientifico. Ambos brotan del pensamiento cotidiano para diferenciarse y regresar luego, en el proceso de la recepcidn, al lugar de donde salicron. Un impulso intelectual igualmente positive fue para mi la cate. goria husserliana de Lebenswelt y el escepticismo con que ct padre de la fencrrenologia consideré el despegue del lenguaje de la cioncia moderna con respecto a la «actitud natural». Entre los impulsos negativos no puedo menos de citar igual mente dos: Heidegger v Hegel. No podia ser de otro modo la teoria de la vida cotidiana debia formutarse mediante una discusién directa e indirecta con cllos, si bicn partiendo respec- tivamente de una motivacidén distinta. Hegel se convirtié en la figura decisiva, porque cn él la vida cotidiana queda por princi- pio fuera de la filosofia. En consecuencia, el objeto de la filo- sofia es la alicnacién y ct posterior retorno del espiritu univer- sal a la historia universal. Pero en este retorno, el hombre particu- lar y su vida no cuentan absolutamente para nada. El hombre particular sdlo cuenta, unicamente puede ser tema filoséfico en Hegel en la medida en que es portador del espiritu universal y, cen ello, una personalida! histérico-universal. A lo sumo, la vida de los hombres adquiere significaciin en Ia medida en que reatizan contra su voluntad el espiritu universal: «El derecho del espiritu universal esta sobre todos los derechos particulares.» Por ello escribia Kier!egaard que la libertad individual no podia 5 S77 FHV OSC CECE CEE EEE ECCO KO OOOO —>_———E—E—E—Or TT Ww . Ser objeto de la filosoffa de Ia historia. Se trataba por tanto de claborar una concepcién tedrica en la cual fa vida det «toda» y la racional, plena de sentido, de cada hombre individual fuesen simulldneamente v, a ste ver, pensables cuando menos. En el caso de Heidegger el planteamiento de Ja polémica fue distinto. En Ser y Tiempo colocé, mas que ningtn otro, la vida cotidiana y su analisis en el centro de la filosoffa. Pero Heidegger describe la vida cotidiana como una vida enajenada Por principio: en efecto, el punto nodal de su teoria es precisa- mente el estar arrojados a esta vida alienada, Sdlo habria una salida para el individuo y sdlo en un sentido negativo: a saber, Ja eleccién del ser para la muerte como ser auténtico, Esto significaba por tanto que debfa elaborarse una concepcién que, como teoria de la vida cotidiana, no negase su afinidad con la enajenacion y, sin embargo, afirmase al mismo tiempo que junto a la estructura intranscendible de la vida cotidiana y a pesar de clla una vida cotidiana no alienada es también al menos con- cebible. Esta tarea y esta problematica estaba, naturalmente, amplia- mente entrelazada con una determinacién de Ja idea del socia- lismo. Yo sentfa como insuficiente la formulacién de la idea del socialismo con ayuda de términos puramente estructurales, bien fueran politicos 0 econdémicos, y atin hoy la entiendo asf. Por detras de semejantes interpretaciones creo descubrir siempre el fantasma de la filosoffa hegeliana de !a historia; con ello se pierde la promesa de una forma de vida digna del hombre. La visi6n de Karl Marx —ciertamente utépica— entrafia la supre- si6n de Ja enajenacién, la apropiacién de la riqueza social —de la totalidad de fa cultura— por parte de cada individuo particu. lar. En el espiritu de tal utopia el socialismo constituye una cualidad vital; su idea conductora es el sentido de la vida de los individuos, vy la transformacién revolucionaria de la estructura social es unicamente su instrumento. Una interpretacién det socialismo de esta indole era el valor predominante en mi libro sobre la vida cotidiana: la concrecién de este valor dominante constituye el hilo conductor de todo el discurso. Por ello, citaré aqui sélo algunos de los momentos de este discurso: la perso- nalidad individual, rica en matices, que configura por si misma su modo de vida, las comunidades libremente elegidas por los individuos, la pluralidad de las formas de vida, la convivencia democratica mediante la supresién de la jerarquia de relacio- nes de subordinacién y suverioridad —de la divisién social del trabajo. . "Bajo el signo de Ia misma idea de valor pueden también construirse, en efecto, teorfas completamente distintas, y ele- girse, desde el punto de vista metodolégico, diversas soluciones. Desde el punto de vista tedrico, por cl contrario, el libro pue- de disponerse alrededor de dos focos: la estructura de la persona- lidad y Ja estructura de las objetivaciones. La teoria de la personalidad que en él se expone polemiza con Ja tradicién Hamada «esencialistas, segan la cual el hombre consta propiamente de dos horabres: uno sustancial y otro feno- ménico. Desde este punto de vista es indiferente cémo se con- ciba la «sustancialidad», bien como caético mundo de instintos, como raz6n pura o como «ntcleo humano» no corrompido por Ja sociedad. La antropologia del presente libro descansa sobre cl supuesto de que la esencia humana no es el punto de partida ni el «nticleo» al que se superponen las influencias sociales, sino que constituye un resultado; sobre el supuesto de que el indi- viduo se encuentra desde su nacimicnto en una relacién activa con el mundo en el que nacié y de que su personalidad se forma a través de esta relacién. El individuo no puede ser nunca idéntico a Ja especie humana, pero ped: mantener una relacién consciente con ella —en este casc la »ersonalidad no es par- ticular, sino individual. La personalidad individual es el prota- gonista de este libro. Quise mostrar que cada hombre puede ser una individualidad, que puede haber también en la vida Personalidades individuales, que también la vida cotidiana puede configurarse individualmente. EI segundo foco teérico def libro es ef «escenario» de este protagonista: el mundo de las objetivaciones. La idea funda- mental de la teoria de la objetivacién es que las objetivaciones representan distintos niveles, El primer «nivel» lo constituyen el lenguaje, el sistema de hdbitos y el uso de objetos: a este nivel Jo llamo la esfera de la objetivacién que es en sf. Sin la apropiacién activa de este «nivel» no hay vida cotidiana en absoluto, pues sin ella no existe tampoco socialidad. No debe sin embargo entenderse con ello que sdlo esta esfera tiene imnortancia para la vida cotidiana. Cuanto menos enajenada es Ja vida cotidiana, en mayor grado se relaciona el hombre, dentro también de lo cotidiano, con otros niveles —superiores— de las objetivaciones. Tal superposicion de Jas relaciones con los niveles de objetivacién cotidianos y no cotidianos se considera deteni- damente desde sus distintos aspectos. Quiz4 estaria de mas mal- gastar mas palabras diciendo que el primer foco de la teoria se dirige contra Ja concepcién hegeliana y el segundo contra la heideggeriana. En cuanto al método, el libro es considerablemente analitico. La primera parte considera la vida cotidiana en una perspectiva funcional y la segunda en una perspcectiva estructural. El lector notard tal vez cierta simetria especular: lo que en la primera parte se presenta como relacién funcional del pensamiento co- tidiano y no cotidiano aparece en la segunda parte como discu- sién de la estructura del saber cotidiano y de los elementos no cotidianos de esta estructura. En ambas partes domina sin em- 7 bargo el aspecto analitico del método. El andlisis detallado de los problemas teGricus, fue necesario desde varios puntos de vis- ta. En primer lugar, porque estos problemas parciales desempe- flan separadamente in importante papel en las diversas disci- plinas cientificas —cn la sociologia, en la teoria del lenguaje, etcétera—, y, en consecuencia, no podian dejar de perfilarse. En segundo lugar —y este es quiz’s cl punto de vista mas impor- tante— el lector debia reconocer en los problemas abstractos su propia vida y los hachos corrientes de la misma, experimentades y vividos cien veces. La frecuente redundancia de los cjemplos sirve al mismo fin. Para comprender el libro no es necesario contar con ningdn saber especializado. Fue escrito para todos los hombres que pueden y quieren pensar, que no temen plantear siempre de nuevo las preguntas infantiles: ¢Por qué esto es asi? ¢Podria ser de otra forma? AGNES HELLER Budapest, abril, 1977 Prefacio* Los estudios sobre aquello que constituye la eseucia de la vida cotidiana no han tenido una larga prehistoria, Henri Lefebvre ha redactado un trabajo monogralico sobre este conjunto de cues- tiones; yo mismo he tratado sobre ello en lo que se refiere a diversos aspectos relatives a la genesis de la posicion estética. Agnes Heller arranca de estos trabajos preparatorios, remitién- dose ampliamente a ambos, pero segun un método implicita- mente critico. Sin embargo, la carencia de una vasta «literatura» no sig- nifica en absoluto que tal conjunto de problemas sea meramente periférico o de importancia secundaria. Sino mas bien todo lo contrario, Cuando intentamos comprender o hacer comprensible efectivamente en cl sentido del método marxiano la totalidad dinamica del desarrollo social, nos encontramos con él cada vez que el razonamiento Nega realmente al nudo de la cuestion. Mas todavia, desde un punto de vista negativo ha quedado de- mostrado desde hace tiempo que en el hombre. ‘considerado Particularmente, Ja religacion inmediata con los momentos de desarrollo de la economia o del ser y devenir social completa- mente desarrollados puede clarificar solamente conexiones abs- tractas y, en su abstraccion, extraias a la vida. El decisive estado de condicionamiento en que se encuentra la totalidad de las expresiones vitales, de los modos de vida, etcétera, del hombre no puede ser descrito de un modo realista con una combinacién inmediata entre principios causales puramente objetivos y el mundo de sus efectos concretos. Las ciencias sociales de nues- tros dias, en cambio, desprecian a menudo esta zona interme- dia concreta, Aquella en la que se encuentra el nexo real, con derandola como un mundo de mera empiria que, en cuanto tal, no es digno de un andlisis cientifico en profundidad destinado a examinar las constitucior 2s internas. Pero cuando se reflexiona con !a mirada puesta en Ia realidad, resulta, por el contrario. que solamente a través de la mediacién de una esfera tal pueden ser comprendidas cientificamente las interrelaciones e interacciones entre el mundo econdmico-social y la vida humana. Los hombres —en su particuiaridad— se adaptan a las formas sociales que sus fuerzas productivas hacen + Este prefacio tue redactado por Lukacs poco antes de su muerte, acaecida en junio de 1971 ¢ ¢ ¢ ¢ = Racer cada vez concretamente. En Ja medida en que tales adap- \ taciones se realizan, como de costumbre, inmediatamente en ac- tos particulares, esto se verifica precisamente en actos particula- ¥ Tres de hombres particulares, en el interior de grupos concretos de un proceso social conjunto concretamente determinado. No . Sdlo los impulsos que provocan los actos particulares son origi- nados cada vez por el ser-as{ concreto de cada conjunto econémi- co-social, sino también el campo de accién real de las decisiones . entre alternativas realizables cn tales actos esta cada vez deter- minado —como campo de accién concreto— del ser-asi de socia- . lidades concretas. Por consiguiente, ya que los hombres que trabajan, que consumen los productos del trabajo, en una pala- . bra, la mayorfa de los hombres que forman parte inmediata- mente de la sociedad que asi funciona sobre base econémica, por consiguiente, éstos, en la mayoria de sus modos particulares C de reaccionar a las pretensiones de la propia sociatidad, reac- cionan en cuanto hombres particulares de manera particular; cl ser de cada sociedad surge de la totalidad de tales acciones y reacciones, Marx, en Ja crftica a Feuerbach, ha definido su esencia soste- niendo que la genericidad que se realiza en la sociedad ya no es una genericidad muda, como en el dmbito ontoldégico de la vida que se reproduce de un modo meramente bioldgico. La historia de la sociedad muestra que este ir mas alla de Ia gene- XR ricidad muda, bioldgica, se objetiva por ultimo en las formas ideolégicas mds elevadas: en la ciencia, filosofia, arte, ética, et- x cétera. Esto significa que los hombres que forman parte de ella cfean productos con la ayuda de los cuales estan en condiciones de realizar su genericidad a un nivel cada vez mas alto (cada vez menos inmediatamente particular). Este importante proceso de desarrollo del género humano seria incomprensible si intent4semos establecer una relacién in- mediata entre la base que acttia objetivamente y sus maximos : resultados. No podria surgir simplemente ta apariencia del actuar de una «legalidad» mecanica, cuyo grado de abstraccién no po- dria jamas hacer realmente comprensibles en su auténtico y pre- ciso ser-as{ la génesis concreta, la esencia interna de los produc- tos concretos que de este modo alcanzan el ser, los tipos de comportamiento concretamente csenciales. Precisamente su inmediatez objctiva, que surge del modo de reaccionar y de actuar de los hombres particulares, da lugar en la vida cotidiana a una zona de mediacién, apta para superar este aparente abismo del pensamiento. Y esto de hecho es posi- ble en cuanto los contrastes aparcentemente irreconciliables en que suelen presentarse las actividades humanas cuando se da de ellas una interpretacién puramente gnoscoldgica, son en ma- yor medida consecuencias conceptuales, derivadas de una tenta- tiva de captarlas de un modo cientifico-filoséfico con la meto- ff fF ia t eee @ @ eer 10 ao dologia de una posicién gnoseoldgica, que modos de manifes- tarse de Ia realidad social misma. Y precisamente esta confu- sién ontoldgica constituye un momento hist6ricamente necesario en el proceso genético del autoconocimiento de la genericidad humana, que ya no es muda. Piénsese, por ejemplo, en la ética de Kant. Cuando, en un acto ciertamente iinportante para la historia humana, se situa un comportamiento puramente ético en la praxis (como directriz de una posicién auténticamente hu- mana hacia la realidad social), se presupone que el individuo participe se eleva separdndose de la propia particularidad. Por consiguiente, en esta zona del ser el comportamiento particular y el Ctico aparecen como opuestos incompatibles. Aunque tal constatacién pueda parecer imporfante a primera vista, si fuese aplicada a la totalidad del ser social, como verdad. universalmente valida, no provocaria mas que confusion. En efec- to, la neta separacién que acabamos de esbozar nu hace mas que poner de relicve Ja contrariedad necesaria de determinados actus de la praxis cuando son considerados en referencia a su pura forma, Pero, al mismo tiempo, la naturaleza del ser social hace que cada actitud, netamente scparada, hacia la praxis, no solamente pueda (sino mas bien deba) coexistir en una misma persona, sino que a menudo se transforme ininterrumpidamente Ja una en la otra en el proceso social en su conjunto. Hasta el aislamiento extremo del comportamiento puramente ¢tico kan- tiano presupone —ontolégicamente— una multitud de sujetos puramente particulares que se apropian de esta posicién hacia la vida asumiéndola como directriz de su praxis —en principio par- tiendo naturalmente de la propia particularidad—, la cual se convierte en inevitablemente problematica a un nivel superior de genericidad. Y cuando se afirma, justamente, que estas dos posiciones son incompatibles, nos refcrimos solamente a este su homogéneo realizarse en la pura eticidac, El camino humano hacia tales realizaciones (asi como el desviarse de él) mucstra una vez mds que también estas determinaciones son en su totalidad partes integrantcs reales de la praxis humana, es decir, que en el desarrollo social siempre existen vias que pueden con- ducir de la particularidad a las formas mis altas de genericidad (y viceversa). Por consiguiente, la esencia y las funciones histérico-sociales de la vida cotidiana no suscitarian interés si ésta fuese conside- rada una esfera homogénea. Pero precisamente por esto, precisa: mente como consccuencia de su inmediato fundamentarse en los modos espontineo-particulares de reaccionar por parte de los hombres a las tareas de vida que la existencia social les plan- tea (so pena la ruina), la vida cotidiana posee una universalidad extensiva. La sociedad sdlo puede ser comprendida en su totali- dad, en su dindmica evolutiva, cuando se esta en condiciones de entender la vida cotidiana en su heterogencidad universal. La i vida cotidiana constituye la mediacién objetivo-ontoldgica entre 1a simple reproduccién espontanea de la existencia fisica y las formas miis altas de la genericidad ahora ya consciente, preci- samente porque en ella de forma ininterrumpida las constelacio- hes mas heterogéneas hacen que los dos polos humanos de las tendencias apropiadas de la realidad social, la Particularidad y la genericidad, acttien en su interrelacién inmediatamente dindmica. Por consiguiente, un estudio apropiado de esta esfera de la vida puede también echar luz sobre la dindmica intema del desarrollo de la gencricidad del hombre, precisamente en cuanto contribuye a hacer comprensibles aquellos procesos heterogéncos que, en la realidad social misma, dan vida realmente a Jas reali- zaciones de la geneticidad. EI presupuesto imylicitamente necesario de tales enfoques es, por consiguiente, la superaciun de Ja homogeneizacién puramen. te gnoseoldgica —y en esta unilateralidad extraia a la reatidad— del proceso social en tendencias incliminablemente hetcrogéneas; ésta es una vfa cquivocada para conocer el proceso real conjunto. Sin embargo, no deben ser ignoradas las diferencias, mejor dicho las oposiciones fundantes, auténticas y por consiguiente ontolégicas. Sdlo que el conocimicnto critico de su naturaleza no debe llevarse hasta negar su coexistencia real. Del hecho de que la genericidad supera la posicién ética del hombre, supcra su particularidad, no debe sacarse la consecuencia de que tales conflictos no pucdan, o mas bien no deban ser combatidos en la realidad misma. No comprenderiamos nunca correctamente los procesos reales si no estudiasemos el significado de las interrela- ciones —basadas cn la particularidad inmediata— de tales ten- dencias, precisamente en la vida cotidiana, cn cl teatro rea) de su_resolucién. Asi la vida cotidiana, la forma inmediata de la genericidad dol hombre, aparece coo fa base de todas las reacciones cs- pontaneas de los hombres a su ambiente social, la cual a me- nudo parece actuar de una forma castica. Pero precisamente por esto esta contenida en clla la totalidad de los modos de reaccién, naturalmente no como manifestaciones puras, sino mas bien cadtico-heterogéncas, Por consiguicnte quien quiera com- prender la real génesis histdrico-social de estas reacciones, esta obligado, tanto desde el punto de vista del contenido como del método, a investigar con precisién esta zona del ser. Esta investigacién, en cuanto al modo de exposicion, puede recorrer dos caminos que aparecen como diversos, y cuya justifi- cacién metodoldgica depende de los objetivos concretos de la investigacién. Si se quiere Nevar a nivel conceptual la génesis social de determinadas formas coneretas en que sc express Ta genericidad, es natural que se elija un método genérico, itumé jnando asi con claridad el camino que recorre los diversos modos de reaccionar desde el momento en que afloran espontancamente 2 hasta que adquieren una figura completa. En mi Estérica en la que he intentado mostrar de que modo la pusicion estética tiene su base ontologica en el terreno de la espontaneidad de la vida cotidiana, pero como sin embargo, para poder realizar su nueva fisonomia historivo-social, debe ser (cunsciente o incons- cientemente) sometida —por un camino que naturalmente tam- bien esta sccialmente determinado— a transformaciones cualita- tivas fundamentales ya sea de contenido o ya sew formales—, yo he escogido este camino, Poner de relieve con fuerza: semejantes tendencias evolutivas significa precisamente intentar demostrar de qué modo esta importante forma de la genericidad humana puede surgir, necesariamente, solo sobre este terreno y como de tal modo este terreno, precisamente en el proceso de su radical devenir-otvo, revela sus rasgos mas propios y mas especificos. No se puede negar que con tal metodologia aunque puedan des- tacar plasticamente determinados rasgos esenciales de la vida cotidiana, sin embargo, no se esta en condiciones de exponer la totalidad de su ser especilico. Probabieimente a causa de su conucimiento critico de esta situacién, Agnes Heller toma un camino muy distinto. Aunque tambien para ella las conexiones practicas ¢ historico-ontologicas de Ia vida cotidiana con las posiciones de valor autenticas de la genericidad (etica, filosofia arte y, natural y principalmente, pra- xis social y politica) constituyen un problema centrai en sus ine vestigaciones, su exposicion esta siempre orientada hacia las formas particulares de objetividad y de actividad de Ja vida cotidiana como totalidad especifica. La idea de genesis, que parece asi Hevada a segundo plano, reaparece, por el concrariv, enri- quecida: en etecto, trente a todos los tenomenys importantes de la vida cotidiana se remite constantemente a aquellos procesos que, por una parte, producen tales reacciones cotidianas (inclui- da naturalmente tambien su indole interior, segun ta cual pueden. quedar al nivel de Ja particularidad o bien —eventualmente tam- bién sin eliminarla— pueden implicar categorias de upo mas ele- vado) y, por otra parte, pueden manifestarse a priori solamente sobre la base de tales situaciones. Se hace comprensible asi la extrema y paradojica heteroge- neidad de la vida cotidiana: su base ontologica es.a constituida por la espontancidad inherente a la naturaleca particularista de las actividades humanas que necesariamente acompahan a las reacciones primarias de los hombres a su humanizacion y que se expresan en ella. Pero el desarrollo muestra como, incluso cn los complejos suscitados por las reacciones particulares mas primitivas, esta cada vez mas presente como tendencia objetiva, ¥ opera necesariamente, algo mas elevado de lo que se podria deducir de esta pura inmediatez, Y precisamente esta escala —que llega de la «pura» particularidad inmediata hasta las po- siciones mas generales y elevadas, para dejar tras sus espaldas, 13 am Vette te ee ee EET EE OS ~ en la expresién de la genericidad humana, todo mutismo y reali- de la orgs amente como scr para-si— define la esfera ontologica ‘ida cotidiana. Justamente en esta evidente heterogeneidad de sus componentes, en su heterogeneidad inmediata, en su «ili- Tiltscién», ct que parece contradecir directamente nuestras Sobre la sesfera de vida», precisamenté aqui se expresa la auténtica constitucién ontolégica de la vida cotidiana. Sdlo de este modo ésta puede convertirse en el factor ontoldgico general, fundamentador, de mediacién entre «esferas de vida» diversas, delimitables. El modo «genético» de considerar la vida cotidiana, que hemos esbozado anteriormente, puede conducir en st a los misinos resultados, aun teniendo en cuenta las diferen- cias resultantes de las diversas posiciones metodoldgicas. Dado que Agnes Heller explicita este principio mas coheren- temente que cualquier predecesor suyo, ella es la primera en ofrecernos Ja vida cotidiana, que ha Hegado a ser tan importante como factor de mediacién, en su verdadera figura, universal. Es decisivo a los fines de este resultado el hecho de que la Heller mantiene firmemente con gran coherencia la prioridad del ser, sin permitirse concesiones de ningun tipo. En efecto, cualquier otro modo de ver (fundamentalmente el gnoscolégico) se encuen- tra obligado a considerar cada esfera especifica del ser sobre la base de una homogeneidad interna. Kant, por ejemplo, a causa de este postulado se ve obligado a contraponer la actividad ética a la vida cotidiana y a excluir todo paso de una a la otra. En el plano ontolégico, por el contrario, resulta —como aparece claramente en el discurso de Agnes Heller— que el contraste, la heterogeneidad constituye realmente una de las determinacio- nes importantes del ser mismo, pero, precisamente en y a causa de la heterogeneidad de sus componentes, éste se halla en con- diciones de producir efectos inesperados reales y concretos. Ela- borando con claridad estos caracteres paraddjicos del ser y del devenir de la vida cotidiana, Agnes Heller consigue darnos un cuadro conjunto en el cual tenemos con nitidez frente a noso- tros, no solamente las funciones de Ja vida cotidiana, sino la misma vida covidiana en cl concreto ser-asi de su génesis, de sus limites, de su actuar auténtico. Este complejo de problemas extremadatnente importante de la vida social es de este modo expuesto por 4gnes Heller con mayor claridad, globalidad, con mayor disponibilidad para desarrollos ulteriores, de lo que ha- bilan hecho Jos escasos autores que hasta ahora se han ocupado de tan importante tema. Esta es la raz6n por la que su escrito representa uno de los estudios mas importantes de todo el cam- po de investigacién sobre la génesis y el devenir del ser social concreto. Gyércy LukAcs Budapest, enero de 197] 4 Thr saht das Ubliche, das immerfort Vorkommende. Wir bitten Euch aber: Was nicht fremd ist, findet befremdlicht Was gewohnlich ist, findet unerklarlich! Was da iiblich ist, das soll euch erstaunen Was die Regel ist, das erkennt als Missbrauch Und wo ihr den Missbrauch erkannt habt Da schafit Abhilfe! B. BRECHT (Habéis asistido a lo cotidiano, a lo que sucede ca Pero os declaramos: {di Aquello que no es raro, encontradlo extraio. Lo que es habitual, halladio inexplicable, Que lo comin os asombre. Que la regla os parezca un abuso. Y alli donde deis con el abuso ponedle remedio.) Primera parte PARTICULARIDAD, INDIVIDUALIDAD, SOCIALIDAD Y GENEROSIDAD Die Welt ist nicht aus Brei und Mus geschaffen, Deswegen haltet euch nicht wie Schlerdffen; Harte Bissen gibt es zu kaven, Wir miisson erwiirgen oder sie verdaven. GoetHe (El mundo no esté hecho de mermelada y papilla, no os comportéis, pues, como haragenes; duros bocados hay que masticer, debemos engullirlos 0 nos ahogamnos.) anes MH. 2 1. Sobre el concepto abstracto de «vida cotidiana» _ Para reproducir la sociedad es necesario que los hombres par- ticulares se reproduzcan a si mismos como hombres particulares. La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproduccién de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproduccidn social. Ninguna sociedad puede existir sin que el hombre particular se reproduzca, asi como nadie puede existir sin reproducirse sim plemente. Por consiguiente, en toda sociedad hay una vida co! diana y todo hombre, sea cual sea su lugar ocupado en la division social del trabajo, tiene una vida cotidiana. Sin embargo, esto no quiere decir de ningun modo que el contenido y la estructura de la vida cotidiana sean idénticos en toda sociedad y para toda per- sona. La reproduccién del particular es reproduccion del hombre concreto, es decir, el hombre que en una determinada sociedad ocupa un lugar determinado en la division social del trabajo. Para la reproduccién de un esclavo le son necesarias actividades distintas de las necesarias a un ciudadano de la polis, a un pastor © a un obrero de la metropoli. En la vida cotidiana de cada hombre son poquisimas las actividades que tiene en comun con los otros hombres, y ademas éstas sdlo son idénticas en un plano muy abstracto. Todos nece- sitan dormir, pero ninguno duerme en las mismas circunstancias y por un mismo periodo de tiempo; todos tienen necesidad de alimentarse, pero no en la misma cantidad y del mismo modo. Cada uno —considerando el hombre particular en la media de la sociedad— debe ademas reproducir la especie, es decir, traer hijos al mundo. Los hombres, por consiguiente, tienen en comun entre ellos actividades que —haciendo abstraccion de su conte- nido concreto— son comunes a las de ios animales. Y se trata de las actividades que sirven para conservar el hombre en cuanto ente natural. De estos ejemplos se desprende va con claridad de qué n:odo la conservacién del particular, incluso la mds elemental —natu- ral—, es en lo concreto un hecho social. Eu efecto, hasta en las sociedades mas primitivas la conservaciin del particular requiere un gran numero de actividades muy diversas. ¢Por qué? Hemos empezado afirmando que los particulares sélo pueden reproducir la sociedad si se reproducen en cuanto particulares. Sin embargo, la reproduccién de la sociedad no tiene lugar auto- maticamente a través de la autorreproduccién del particular 19 a ee ’ ’ Sostenemos, en consecuencia, que la vida cotidiana es la re Produccién del hombre particular. Pero, caué significa que el - particular «se reproduce»? Todo hombre al nacer se encuentra en un mundo ya exis , tente, independientemente de él. Este mundo se le presenta ya ~ sconstituido» y aqui él debe conservarse y dar prueba de capa- cidad vital. El particular nace en condiciones sociales concre. oa tas, en sistemas concretos de expectativas, dentro de institucio. ~ Nes concretas. Ante todo debe aprender a eusar» las cosas, apro- Piarse de los sistemas de usos y de las sistemas de expectativas, esto es, debe conservarse exactamente en el modo necesario y posible en una época determinada en el ambito de un estrato la reproduccién del hombre particular. forma también parte de ella y en mu: chos aspectos precisamente to que no sucede todos los dias: por ejemplo, un nacimiento o una muerte. En determinadas sociedades el Erlebnis. € incluso Ja organizacién ceremonial de éste, forman parte ampliamente de la rep-oduc- cién del particular: piénsese, durante el medioevo, en la participacion :n ta misa solemne de los domingos. Que un Erlebnis sea. cotidiano 0 no, no depenae del hecho en sf y ni siquiera de la circunstancia de que se verifique 0 no todos los dias, sino del contenido, de lo que se moviliza, Thomas Matin, como es sabido, escribla cada dia algunas paginas, pero esto no significa que se tratase de una «actividad cotidianas. En este caso el Erlebmis como veremos— esta garantizado por la genericidad y no por la excepcionalidad de tales acci nes. La definicién de la vida cotidiana proporcionada por {a Filosofia vitalista, si bien mo nos presenta una categoria aceptable. contiene, sin embargo, un momento importante. El Erlebnis —incluso cuando en la estructura de la ac- tividad social acompafta a una accion perfectamente cotidiana o un hecho de la vida cotidiana~ tiene una determinada afinidad con lo no cotidiano. El Erleb- nis se imprime en la memoria de un modo mas profundo que lo que no es vivido interiormente, Las experiencias interiores que se verifican en ta vida co- tidiana provocan en el hombre una disponibilidad psicolégica a las reacciones del mismo tipo en las actividades no cotidianas, incluso a ta catarsis. Henri Lefdbvre, por el contrario, usa un criterio objetivo: la vida cotidiana seria la mediadora entre la naturalidad y la socialidad det hombre, entre la na- turaleza y la sociedad. Pero esta concepcién, aun conteniendo elementos dig- nos de reflexidn. no nos ofrece una solucién ‘satisfactoria, Es cierto. como he- mos visto, que la reproduccién del particular como ente ratural socializado se desarrolla en Ja esfera de la vida cotidiana, y es ésta nor consguiente, la que nos dice cémo, en qué medida y con qu¢ contenidos se ha socializado el par- ticular como ente natural. Toda actividad directamente relacionada con la na- turatidad del particular (dormir, comer, reproducirse) es una actividad coti- diana. Sin embargo, tal definicién no es aceptable: por una parte, no todas Jas mediaciones entre la naturaleza y la sociedad son cotidianas, por otra, la vida cotidiana no se agota en este papel de mediacion, sino que contiene tam. bién, vy en mimero cada vez creciente, actividades relacionadas solamente con la sociedad. En cuanto a Ia primera objecion, basta remitir al trabajo como actividad genérica del hombre. Mas adelante veremos como el twabajo, si bien bajo determinado aspecto es parte integrante de la vida cotidiana, por otro Jado no lo es en su aspecto de actividad que proporciona las bases materiales del desarrollo social, es decir, como actividad inmediatamente genérica. En to feferente a Li segunda objecién quisiéramos recordar simplemente 1a asimils- Gon de las costumbres, del _modo de moverse en una integracion social de. terminada, pero podemos remitirnos también a lax murmuraciones oa la me: ditacion, es decir, a categorias que no tlenen una relacidn mds estrecha con el elemento natural del particular que las actividades no cotidianas {por ejemplo, las artisticas). 2 (eRe (como sucede, por el cuntrariv, en las especies atunates, que mialee parte omaticamente cou la reproducciva de tos ant a . © solo pucue reproaucirse en la medida cu que desarroua una functén en la suciedud: 1a auto- reproducctdit es, por coustgutente, un momento ue la reproune- cion de la suctedad. Por lo tanty, la vida cotidiana ae los hom bres nus proporciona, af nivel de los mdividuos particuiures y en lerminos muy generales, una imagen de la reproduccion de Ja sociedad respectiva, de Jos estratos de esta sociedad, Nos Proporciona, por una parte, una imagen de la soctalizacien de Be aturalez y, Per otra, ef grado y el modo de su AMmaniza- 2. Examinando jos contenidos que la vida cotidiana de cada particular tiene en comun con la de los otros hombres, lega- mos en ultimo andlisis a lo no humano. El resultado sera di- verso si, por el contrario, examinamos la vida cotidiana no desde el punto de vista de los rasgos comunes, sino desde el de la relatwwa continuidad. En este caso constatamos que, en et pro- ceso de socializacion y de adecuacion al género (y como tendre- mos ocasién de comprobar los dos fenomenus no son mecani- camente paralelos), en la vida cotidiana se determinan nuevas categorias, las cuales posteriormente o se conservan, o al menos se despliegan por algun tiempo, y por lo tanto se desarrollan, o bien retroceden. Es decir, la vida cotidiana tambien tiene una historia. Y esto es cierto no sdélo en el sentido de que las revo- luciones sociales cambian radicalmente la vida cotidiana, por jo cual bajo este aspecto ésta es un espejo de Ja historia, sino también en cuanto los cambios que se han determinado en el modo de produccién a menudo (y tal vez casi siempre) se ex- presan en ella antes de que se cumpla la revolucién social a nivel macroscépico, por lo cual bajo este otro aspecto aquélla es un fermento sccreto de la historia. Marx escribe en los Grier drisse que en el siglo xvull la relacién del particular con su pro- pia capa era ya casual, como lo sera después la relacién del particular con su propia clase. Esto significa que en la vida coti- diana Ja estructura interna de las capas habia cambiado ya para el particular antes de que este hecho fuese explicitado y codi- ficado por la revolucion, por el Estado y por la ordenacién jue ridica.' 1. Sobre la base de Io que hemos ufirmado hasta ahora, se podrian dis- cutir ya otros dos conceptos de la vida cotidiana El primero es caracteris- tico de la filosofia vitalista —y en parte del existencialismo—, el segundo ha sido expuesto por Henri Lefébvre en su interesante estudio dedicado al ana- lisis sociolégico de la vida cotidiana (Critique de la vie quoridienne, vol. I, Paris, Grasset, 1974; vol. 11, Paris, L’Arche, 1961). ‘Segin el primer concepto, la vida cotidiana seria sensu stricto «lo que su- cede cotidianamentes, es decir, seria sinénimo de gris, convencional. A fe se contrapone lo que no sucede todos los dias, el hecho dominical, ¢l Erlebnis © experiencia vivida interiormente Pero si la vida cotidiana ¢s considerada como 20 CUEENELE EEN EE ELE GREER OEEOCUEEEEEE 4a esc y social dado. Por consiguiente, la reproduccién del hombre par- ticular es siempre reproduccién de tin hombre histérico, de un particular en un mundo concreto. Para reproducirse en su singularidad un indio de América debla obligatoriamente aprender a reconocer las huellas: en caso contrario le esperaba la muerte. Por el contrario, el hombre mo- demo corre el riesgo de sufrir accidentes incluso mortales si no aprende a atravesar la carretera. Un conde puede reproducirse como particular sin haber aprendido a vestirse por si mismo; un campesino, si quiere sobrevivir, debe necesariamente apren- der a hacerlo. Sin embargo, por diferentes que puedan ser las cosas concretas y los sistemas concretos de usos, en lineas generales se puede decir que es necesario saber «usar» —en mayor © menor medida— las cosas e instituciones del mundo en el que se nace. «En mayor o menor medida»: esta precisién no es irrele- vante. No todos aprenden a usar las cosas e instituciones, a orientarse en el marco de los sistemas de usos en igual medida. Sin embargo, cada uno debe adauirir una capacidad media, debe tener un mtinimo de capacidad practica en las cosas mas im- portantes, sin lo cual es imposible vivir. Hay que afiadir que tal adquisicién tiene lugar «naturalmente», Y aunque no es facil, aunque presente diversos erados de dificultad para las diversas personas, todo hombre normal es capaz de cumolir, y en ‘efecto cumple, tal operacién. Pero volveremos después sobre el con- cepto de normalidad. La apropiacién de las cosas, de los sistemas de usos y de instituciones no se Heva a cabo de una vez por todas, ni con- cluye cuando el particular Mega a ser adulto; 0 mejor, cuanto més desarrollada vy compleja es la sociedad tanto menos esta concluida. En épocas estéticas v en las comunidades naturales (vor eiemnlo, en una comunidad de siervos de la gleba de la Alta Edad Media), una vez alcanzada Ja edad adulta, se estaba ya en po- sesién del «minimo» de la vida cotidiana. Lo que seguia, era sdlo una acumulacion de exneriencias de vida, en el camno del tra- baio 0 de Ja comunicacién, pero va no era puesta en duda la canacidad de revroducirse por parte de Ios particutares. Ndtese, sin embargo, que, incluso en tales sociedades, la adquisicién perdia cualouier valor cuando el particular era sacado de su ambiente natural. Por ejemplo, el que era reclutado en el ejér- cito debfa aprender muchas cosas nuevas para llegar a ser un buen soldado y renroducirse como particular. Cuanto mAs dinamica es la sociedad, cuanto mas casual es la relacién del narticular con el ambiente en aue se encuentra ai nacer (especialmente desnués de la Iegada del canitalismo) tanto mAs esté oblieada el hombre a noner continvamente a prueba su caracidad vital. y esto para toda la vida, tanto menos puede darse por acabada la apropiacién del mundo con la mayor 22 Seer eee edad. El particular, cuando cambia de ambiente, de puesto de trabajo, o incluso de capa social, se enfrenta continuamente a tareas nuevas, debe aprender nuevos sistemas de usos, adecuar- Se a nuevas costumbres. Atin mas: vive al mismo tiempo entre exigencias diametralmente opuestas, por lo que debe elaborar modelos de comportamiento paralelos y alternativos. Resumien- do, debe ser capaz de luchar durante toda la vida, dia tras dia, contra la dureza del mundo. _ No obstante, la sociedad mas dinamica, la sociedad «pura», si bien obliga al hombre a una lucha continua contra la dureza det mundo, le ofrece, al mismo tiempo, varias alternativas. Quien vive en una comunidad restringida, todavia seminatural, 0 se apropia de su vida cotidiana, que se le da acabada desde su nacimiento, 0 esta destinado a morir. Sus posibilidades de mo- vimiento son extremadamente limitadas. Pero desde que ha surgido la «sociedad pura», el emundo acabado» en el que el hombre se encuentra al nacer no es idgntico al mundo con el que se encuentra en contacto directo. Después de haberse apro- piado de los usos de este mundo mas inmediato (después de haber alcanzado la edad adulta), tiene varias ocasiones para escoger por si mismo su ambiente directo (los amigos, el tipo y el puesto de trabajo, la familia, etcétera), en resumen, puede escoger un «pequefio» mundo suyo relativamente nuevo (aunque dentro de limites precisos mds 0 menos amplios). Prescindiendo del momento y del modo en que el hombre se apropia de las diversas capacidades (manipuladoras y orienta- doras), éstas son posteriormente ejercitadas siempre y con con- tinuidad. Lo que, obviamente, no quiere decir «cada dia». Las mujeres de determinadas épocas y capas deben aprender cos- tura, ya que de otro modo no pueden desarrollar su funcién de muieres de una determinada capa en una determinada época. La costura forma parte de su ficura de mujeres adultas, de su auto- reproduccién, y en este sentido tiene un cardcter de continuidad; pero naturalmente ellas no cosen vestidos cada dia. Entre las capacidades ejercitadas con continuidad, algunas son cotidianas en el estricto sentido del término (comer, vestirse, ir al tra- bajo, etcétera), otras, por el contrario, son caracteristicas de una fase determinada (o de ciertas fases) de la vida del par- ticular (por ejemplo, siguiendo con la mujer: el cuidado de los hiios). . En el ambito de una determinada fase de la vida el conjunto (el sistema, la estructura) de las actividades cotidianas esta caracterizado, por el contrario, por la continuidad absoluta, es decir, tiene Iusar precisamente «cada dia». Este constituve el fundamento respectivo del modo de vida de los varticulares. La « delimitaci4n «en el Ambito de una determinada fase de la vida» es aqui extremadamente importante, incluso cuando se exami- nan las «comunidades naturales». En estas tiltimas, en efecto, 23 el sistema de los conjunios se modifica necesariamente con las diferentes edades de lus personas (la edad contribuye a deter- minar el tipo de funcién del particular en la divisién del tra- bajo de la comunidad, de la tribu o incluso de la familia), En las sociedades «puras» y especialmente al nivel actual de la Produccién, el puesto asumido en la divisién del trabajo —ya «casual» respecto al nacimiento— puede ser cambiado incluso en el dmbito de una de las fases «naturales» de la vida (juventud madurez, etcétera), y en consecuencia puede también verificarse una reestructuracién mas o menos relevante del conjunto coti- diano. Ademés las catastrofes han creado siempre la posibilidad de un cambio radical en Ja vida cotidiana (por ejemplo, una mujer que se convierte en viuda). A partir del Renacimiento estos cambios radicales, creciendo numéricamente, preparan las revoluciones sociales, que a su vez sacuden y cambian Jos fun- damentos del modo de vida de todos los particulares. Sin em- bargo, las revoluciones sociales forman el modo de vida en un sentido que va mas alld de la esfera de la vida cotidiana; Ja modificacién de ésta representa en aquéllas sélo un momento, aunque no irrelevante. Por consiguiente, como hemos dicho, el conjunto de las acti- vidades cotidianas en el Ambito de una determinada fase de la vida estA caracterizado por una continuidad absoluta. Pero tam- bién aquf es necesario hacer una precisién, aunque en verdad no muy importante: sélo la tendencia fundamental, general, es continua de un modo absoluto. Puede suceder que se caiga en- fermo durante unas semanas 0 unos meses, o bien estar algunas semanas de vacaciones. Durante estos periodos la vida cotidiana se configura de un modo relativamente diverso; después de la curacién o del retorno de 14s vacaciones todo queda igual que antes: la tendencia general no ha cambiado. En la vida cotidiana el hombre se objetiva en numerosas for- mas. El hombre, formando su mundo (su ambiente inmediato), se forma también a sf mismo. El término «formar» parece aqui a primera vista exagerado; en efecto, hasta ahora hemos subra- yado siempre que la peculiaridad de las actividades cotidianas “ya que el particular madura para un mundo «acabado»— es Ja interiorizacién casi adaptativa de este mundo. En el término amadurar», hay que ponerlo de relieve, incluimos también el sentido de «educar». En la vida cotidiana se expresa no sola- mente el modo por el cual yo he aprendido de mi padre ciertas reglas de vida fundamentales, sino también cl modo en el que yo las transmito a mi hijo. Yo sov representante de aquel «mun- do» en el ate otros nacen. En mi educar (en el modo en que vo presento el mundo «acabado») repercutivin también mis expe- riencias personales, cuando comunico mi mundo, expreso tam- bién estas experiencias, cuando «transmito» mi mundo, contem- pordneamente me objetivo también a mi mismo en cuanto 24 he apropiado ya de este mundo. Es evidente que esto no es sola- mente vAlido Para la educacién, sino siempre y en toda situacion de la transmision de experiencias especificas (de trabajo), cuan- do. se dan consejos e incluso se dan ejemplos conscientemente. En Mmi relacion con Ja vida cotidiana dada, en mis afectos y re flexiones respecto a estas relaciones, en la evertual «descompo- sicién» de las actividades cotidianas, nos enfrentamos, y esto subrayado, con procesos de cbjetivacién. (No nos referimos aqut a las objetivaciones en sentido estricto objetuales, como un ves- tido cosido, un fuego encendido o una sopa cocida. Hablaremos de éstas cuando estudiemos Jas relaciones entre el trabajo y Ja vida cotidiana.) : Cuando decimos que el particular se objetiva en la vida coti- diana, debemos, una vez mas, hacer una precision: el particular forma su mundo como su ambiente inmediato. La vida cotidiana se desarrolla y se refiere siempre al ambiente inmediato. El Ambito cotidiano de un rey no es el reino sino la corte. Todas las objetivaciones que no se refieren al particular o a su am- biente inmediato, trascienden lo cotidiano. Todo esto no significa que el radio de accién de las obje- tivaciones de la vida cotidiana se quede en el particular y en su ambiente inmediato. Seguidamente veremos como éste alcanza hasta las objetivaciones mds elevadas. Sin embargo, en tal caso hallamos «solamente» una repercusién, una resonancia, no una relacién directa, hallamos el fendmeno causado por una niedra lanzada al agua, no el movimiento ondulatorio provocado por una borrasca. Obviamente la metdfora se ajusta hasta clerto punto. Todas las capacidades fundamentales, los afectos y los modos de com portamiento fundamentales con fos cuales trasciendo mi am- biente v que yo remito al mundo «entero» alcanzable por mi v que vo objetivo en este mundo, en realidad yo me los he apro- piado en el curso de la vida cotidiana: ¢1 coraje (cuando de nifio he aprendido a entrar en una habitacién oscura), el autocontrol (cuando he comenzado a no poner en mi plato tos mejores bo- cados), el compromiso hacia las tareas a desarrollar y la aleeria del éxito, la consciencia de la existencia de una comunidad (por ciemplo una familia), el apeso, la sratitud. etcétera, solamente por citar algunos ciemplos de Jas esferas mas diversas. Por lo tanto, no se trata tan sélo de que la accién ciercida en mi am- hiente contimia renercutiendo de modo imperceptible e invis ble, sino también de que yo mismo, sin las canacidades de que me he apropiado en este ambiente, sin mis objetivaciones am- bientales, seria incapaz de obietivar en formas mas elevadas mis canacidades humanas. [.a vida cotidiana hace de mediadora hacia lo no cotidiano v es la escuela preparatoria de ello Estos cjemplos deberian haber mostrado ya que en la vida cotidiana la actividad con la que «formamos cl mundo» v aque- 25 o fee e = Ma con la que «nos formamos a nosotros mismos» coinciden. La fisonomia especifica del particular, la estructura fundamen. tal de su personalidad Megan a ser a través de la apropiacion de la respectiva socialidad concreta, a través de la participacion activa de ésta. Cuando decimos que esta estructura fundamen- tal surge en la vida cotidiana, no queremos afirmar que en su nacimiento formen parte tinicamente capacidades cotidianas. Ca- pacidades espirituales extraordinarias pueden intervenir no sola- mente en !a actividad directamente genérica (por ejemplo, en la actividad cientifica), sino también en el desarrollo de la perso- nalidad en el curso de la vida cotidiana (cuando se trata de valorar el contenido de la actividad cotidiana, de frenar los ma- los sentimientos, etcétera). Una funcién similar puede ser desa- rrollada por una fantasia rica, el talento, etcétera. Sin embargo, hay que repetir que aqui hablamos solamente de la estructura fundamental de la personalidad; 1a cualidad concreta de la per- sonalidad no se desarrolla tan sélo en la vida cotidiana. A me- nudo la estructura fundamental no se desarrolla mas alla de lo cotidiano —frecuentemente los hombres no ejercen ninguna ac- tividad que vaya mas alla de la vida cotidiana—, en otros casos, por el contrario, ésta aleanza un completo florecimiento preci- samente en las objetivaciones genéricas superiores. En el curso de Ia historia humana —como veremos mas ade- lante— sdlo en casos excepcionales ha sido posible a la media de los hombres una actividad genérica inmediata y, al mismo tiempo, consciente. En cuanto a la media de los hombres, por consiguiente, puede decirse con tranquilidad que la unidad de la personalidad se realiza en la vida cotidiana. (Aquellos para los cuales la actividad genérica consciente representa en cada momento el contenido esencial de la vida, realizan Ia unidad de la personalidad también en la vida cotidiana.) Para la mavoria de Jos hombres !a vida cotidiana es «la» vida. Este es cl _banco de pruebas para ver si el hombre, segun las palabras de Goethe, es e} hueso o la piel I. Descomposicién de los conceptos de «hombre particular» y «mundo» Hemos dicho que en la vida cotidiana el particular se repro- duce a sf mismo y a su mundo (el «pequefio mundo») directa- mente y el conjunto de la sociedad (el «gran mundo») de modo indirecto. Pero hemos utilizado estos conceptos de un modo to davfa muy abstracto, muy indeferenciado. Hemos aclarado ya que los conceptos de «hombre particulary y de «mundo» son histéricos, pero sin precisar las categorias especfficas de esta his- toricidad. Y esto es precisamente lo que intentaremos hacer ‘ahora. En su abstraccién tales conceptos pueden ser aplicados sin mas a las sociedades tribales indiferenciadas que preceden a la civilizacién: ? es decir, para aquellas sociedades en las que el «ambiente inmediato» (el «nequefio mundo») y el «mundo» como representante de la socialidad, como representante de la maxi- ma inteeracién social, coincidia; en las que —y esto se despren- de de lo afirmado hasta ahora— la relacién entre el particular v el ambiente v entre el narticular y la integracién social era una nica y misma relacién. Todo el transcurso de Ja vida de los particulares estaba determinado por costumbres reeuladas v por un sistema compacto de representaciones colectivas entre las que no habia nosibilidad de escoger. Su existencia de hom- bres particulares no estaba caracterizada por una relacién espe- cffica con estas replas de costumbre. sino por alain «signo par- ticular», aue podfa ser de naturaleza fisica (las piernas torcidas, las manos grandes) o bien una capacidad (escasa o notable des- treza. vista aguda o d¢bil, poca o mucha fuerza). Lévi-Strauss nos ha provorcionado un andlisis muy interesante del modo en oue tal relacién indiferenciada entre el mundo y los hombres particulares se manifiesta en la imposicién de los nombres” En Jas tribus totémicas cada uno tiene dos nombres. El primero i ‘a el lugar preciso de quien lo leva en la estructura de su 2. Esta es solamente una de las posibles interpretaciones de las _socieda- des precivilizadas. En general es arriescado sacar conclusiones definitivas sobre Ta base de la vida cotidiana de los «primitivose actuales. Los andlisis del «nar- ticulars perteneciente a pueblos primitivos recientes estan basados en fuentes muy contradictorias, Pero lo que nos interesa es poner de relieve tan sélo que el particular de las sociedades primitivas todavia no est escindido en parti- cularidad © individualidad, como sustancinmente nos confirman los autores ine rtantes (Malinowski, Mead, Lévi-Strauss). | poretClande LeviSteavss, El vensamiento salvaie, México, 1964, Fondo de Cultura Econémica, 27 {riba el segundo se refiere a sus caracterfsticas individuales ca- uales. ©: ema muestra Ia ausencia de cualquier socialidad diferenciada asi como de la personalidad. El puesto en el sis- | tema de parentesco de sangre y las caracterfsticas naturales —aue, sin embargo, responden a un objetivo social agotan al hombre en su totalidad y determinan su vida. La primera fase decisiva en el «alejamiento de las barreras naturales», en Ia cual las integraciones surgidas sobre la base del parentesco de sangre deian de ser las interraciones mas clevadas de Ia sociedad, se identifica pra amente con el na- cimiento de las sociedades de clase, de la divisién social del trabajo, de la propiedad privada (diversos aspectos de un unico y mismo desarrollo); en otras palabras, con el inicio de la alie- nacién de la esencia humana. En el curso de este proceso de atienacién va diferencidndose paulatinamente la relacién entre el particular y su mundo en la vida cotidiana. Ahora, en con- secuencia, estudiando Ta estructura de la vida cotidiana y, en el interior de ésta, la relacién entre el hombre particular y su mun- do, deberemos distineuir cada vez aquellos momentos los cuales, aunque surgiendo en el proceso de alienacién, forman también parte del proceso de desarrollo de Ia esencia humana y tienen por consiguiente un valor duradero, de aquellos otros momentos que hasta ahora han caracterizado de hecho la media de ta vida cotidiana, pero Ios cuales no deben ser transferidos necesaria- mente a un futuro aue vrevé Ia suneracién de la alienacién. Con la anaricién de la divisién social det trabajo, el «encon- trarse al nacer» en un ambiente social concreto, es decir, el primado de la anroniacién de este ambiente en la vida cotidiana. se convierte en un fenémeno de alienacién La divisién social del trabajo, en el sentido marxista de la categorfa, comprende no sélo la que se verifica entre las clases. los estratos, Jas canas sociales, sino’ también todos aauellos tinos de divisién del tra- baio que. estrechamente ligados a Ja precedente. Ja expresan v se manifiestan como divisién social del trabaio entre la ciudad v el camno, entre el trabajo fisico v el trabajo intelectual. En las comunidades aue vreceden a las saciedades de clase (en las tri- bus. en los clanes) cada particular estA en relacién con el con- junto dado, con la totalidad de 1a interracién social mas ele- vada, el particular, por consieuiente, se anronia cl maximo des: rrollo humano incorporado en ta inteeracién dada, Desnués de la aparicién de Ta divisién social del trabaio, e) desarrollo gené- / rico del hombre en el interior de una inteeracién dada esta to- davia encarnado nor el conjunto de la unidad social, sin em- barpo, ef particular ya no ptiede estar en relacién con toda fla 4. No hay que confundir la divisién social del trabajo, que Marx a menu- do Hama «naturals, con Ia «divisién del trabajo social» (Marx), cuvo ejemplo mis claro cs la divisién del trabajo en cl interior de una hacienda. 28 integracion; en su ambiente inmediato, en su vida cotidiana, et 5 particular no se apropia este maximo —es decir, el nivel de de~ ~ sarroio ue la esencta Humana en aquel imomenio dado—, sino jel mivel de su propio estrato, capa, clase, las habilidades, nor inas, capacidades relativas a las tunciones que, en el seno de la division social del abajo, pertenecen a su estrate, capa, clase, etcetera. La relacion con la integracion social como ‘otalidad —Ccrilerio determinante para que jas capacidades personales se |etoven al nivel de la genericidad— se convierte en una capacidad especitica de los representantes de algunas actividades intelec- ~ tuales, individuos que pertenecen a la clase © estrato dominante © que provienen de sus filas. Al mismo uempo se convierte en «privilegion de los estratos que trabajan en ja produccion de la base material de la sociedad: el trabajo como actividad basilar, generica, del hombre, como intercambio organico entre la so ciedad y la naturaleza. (Un bello analisis de la superioridad de este lipo de genericidad se encuentra en el capitulo «Seforio y servidumbre» de la Fenomenologia del Espiritu de Hegel.) En is historia son raros los periodos en que estos dos momentos —el desarrollo generico y el individual— se aproximan. La es- tructura de Atcnas en los siglos viv a. J. y Ja de Florencia en los siglos xtL-xiv d, C. estan entre estas grandes excepciones. (No es éste el lugar para detenerse a discutir de qué modo tal estado de excepcion se expresa a traves del florecimiento de la filosofia y del arte.)* Por consiguiente, después de la aparicion de la division social del trabajo los particulares, una vez que han nacido en su «mun- do», se apropian tan sdlo de algunos aspectos de las capacidades | gencricas que se han desarroliado en aquella epoca dada. Otros aspectos de la genericidad le son extrariados, estan frente a ellos como un mundo extrano, como un mundo de costumbres, nor- { mas, aspiraciones, formas y modos de vida diversos, que se contrapone a su mundo (a sus normas, costumbres, formas de vida, aspiraciones) como algo absolutamente extrafo y a me nudo incluso /ostil. La concisa expresion del Mamifiesto del par- tido comunista, segun ta cual la historia de la sociedad es la historia de las luchas de clases, resume tambien este proceso. Apropiarse de las habilidades del ambiente dado, madurar para el mundo dado, significa, por lo tanto, no solamente inte- riorizar y desarrollar las capacidades humanas, sino tambiéo y al mismo tiempo —teniendo en cuenta la sociedad en su conjunto— apropiarse de la alienacion. En consecuencia, luchar contra la «dureza del mundo» significa no solamente que el hombre debe aprender a manipular las cosas, debe apropiarse 5. Cf. Agnes HEUER, Ag aristotelési etika és az antik ethos (La ética de Aristoteles y el ethos antiguo), Budapest, Akadémisi Kiado, 1966, y tembién ‘Agnes Heiter, A reneszdnsz ember (El hombre del Renacimiento), Budapest, Akadémiai Kiad6, 1967. 29 Lo LeOT las costumbres y las instituciones, para poder usarlas, para Poder moverse en su propio ambiente y para poder mover «+ este ambiente, sino también que él va aprendiendo a conser- varse a si mismo y a su ambiente mmediato frente a otros am- bientes, frente a otros hombres y estratos. La exigencia de afirmarse frente a los otros no se deja sentir unicamente en la relacién reciproca entre las clases fundamen- tales. El particular se contrapone tambitn a «otros», que per tenecen a un mundo © mundos similares al suyo, durante el Proceso de reproduccién de si mismo y de su propio ambiente. La vida cotidiana de los hombres esta completamente impreg- nada de la lucha por s{ mismos que es al mismo tiempo una lucha contra otros. El comerciante en su actividad cotidiana no solo debe tener en cucnta a los compradores, sino también a los otros negociantes; el obrero falto de consciencia no lu cha solamente contra los capitalistas, también esta en compe- tencia con otros obreros. Por consiguiente, en la historia de las \ sociedades de clase la vida cotidiana es —en mayor o menor || | \ medida— también una lucha: lucha por la simple supervivencia,{! JP por un puesto mejor en el interior de la integracién dada, por un pueste en el seno del conjunto de la sociedad, cada uno se- gun sus necesidades y sus posibilidades. Y veremos mas ade- lante como la vida, en cuanto apropiacién de la alicnacién, forma (y deforma) al hombre particular. Hemos dicho que, con la aparicién de la divisién social del trabajo (de las sociedades de clase, de la propiedad privada, - de la alienacion), «mundo» y «hombre particular» se diferen- cian. Ahora estudiaremos mas de cerca este proceso y en pri- mer lugar desde el lado del «mundo». Of RE OE Cee Owe DESCOMPOSICION DE LA CATEGORIA «MUNDO» Evidentemente, no intentamos aqui descomponer la categoria «mundo» en todos sus aspectos. En lo relativo a nucstro tema, nos interesa clarificar de qué modo esta categoria se manifiesta en su relacién con el hombre particular y cn la relacién de éste con el mundo. Por consiguiente, debemos distinguir la comuni- dad, la clase (estrato), la sociedad y la genericidad. Por lo que respecta a la media de los hombres particulares en la historia de las sociedades de clase, estas categorias, con- sideradas des¢e el punto de vista de la vida cotidiana, se encucn- tran en una especie de jerarquia. Hasta el capitalismo, en el AEA EG -0..6..@ OOH x is tia. 6. Sobre este tema véase Io que dice F, ENcets en el Origen de ta familia, la propiedad privada y vl Estado, reliriéndose a la disolucion de Ia sociedad gentilic 30 Negativo), no queremos afirmar en absoluto que s hayan tenido un papel en la historia iguatmente importante que los individuos con un contenido de valor moralmente posi- tivo (o Telativamente Positivo). Ante todo, los individuos «pura- tambien ene, = ia Plano moral son muy raros; en general Tambien en este caso la motivacién cs compleja (por ejemplo, yo e _4 Principio para mi, lo cual se acompafa para mi con la tealizacion de una tarea especifica claramente genéri- ca). El individuo con un contenido de valor puramente nega- tivo es ya un caso excepcional por el hecho de que una indivi- dualidad tal esta cargada de una doble tension. ‘Viene una rela- cion tensa con el mundo, de cuyas exigencias, normas y con- venciones se desentiende, prescindiendo del hecho de que ten- gan o no valor; por otra parte tiene una relacién tensa consigo misma, dedicada como esta a «purificarse» continua y atenta- mente de toda «debilidad» (comprendidas las motivaciones mo- rales). La individualidad con un contenido de valor moralmente Positivo también puede hallarse en contlicto con el mundo (co- mo sucede en la mayoria de los casos), pero siempre por amor al mundo, a los valores del género humano; puede hallarse en conflicto consigo misma, pero por medio de sus objetivaciones cargadas de valor restablece cada vez este orden perturbado. Basta comparar los ultimos minutos de Ricardo III antes de su muerte —en los que ha perdido su yo, ha abandonado su in- dividualidad— con la muerte de Otelo, a través de Ja cual éste, por el contrario, la reencuentra y la reconstituye. El hecho de que el individuo con un contenido de valor negativo muy a menudo no se reafirnte como individuo en los momentos de prueba, ha Nevado a mantener que en este caso no se tiene ninguna indivi- dualidad. En Ja famosa escena del fundidor de botones de Peer Gynt, Ibsen quiere hacernos comprender precisamente esto. Si el contenido de la vida es la «victoria sobre el mundo» —o por- que lo consideramos totalmente malo, o simplemente porque que- remos llevar a cabo determinada motivacion particular que en- mascaramos de motivacién genérica— y nosotros somos victi- mas de él, en la mayoria de los casos esto nos lleva efectiva- mente al derrumbe. (El individuo con un contenido de valor moralmente positivo no se derrumba en las situaciones limite, porque no tiene ninguna intencién de «vencer al mundo».) En tales casos la individualidad puede efectivamente disolverse, pe- ro esto no significa que no haya existido nunca. Ademds tal derrumbe no se verifica siempre: Don Juan quita cualquier im- portancia al mundo, lo considera un juguete suyo, en funcion de una motivacién que es en realidad una motivacion generica —despreciada y reprimida en su mundo— y que él ha elevado a principio, El orden moral de ese mundo que él considera sin 62

You might also like