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Encuentro Académico

Panel "Capacitación, Superación Profesional y Posgrados"

"La baja inscripción en los Programas de Superación Profesional


y Posgrados"

M. en I. Aldo Alfaro González


Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Querétaro
Centro Universitario, Querétaro, Qro.

Correo-e: aldoalfaro@aol.com

Miércoles 14 de julio de 2010


La baja inscripción en los programas de superación profesional y
posgrado

El problema de la baja inscripción en los programas de posgrado se puede analizar


desde diversos puntos de vista:

a) El aspecto económico. El estudiante, al estar cursando una carrera, tiene como


prioridad incorporarse al entorno laboral para empezar a percibir un salario. Esto
provoca que cuando el alumno tiene acceso a dos opciones simultáneas de
titulación, como las que ofrece la UAQ, que son el Diplomado en Vías Terrestres y la
Maestría en Ingeniería de Vías Terrestres, se podría pensar que el Diplomado
serviría como una motivación para seguir con la Maestría.

Sin embargo, esto no sucede, ya que por experiencia se ha visto que el alumno, en
cuanto termina el Diplomado, se aleja de manera definitiva de la institución. Es
cuando comienza a trabajar y se le empiezan a exigir mayores y más profundos
conocimientos, que valora la necesidad de tener la especialización y la práctica
necesarias que le permitan enfrentar con éxito la solución de problemas y la toma de
decisiones en el ámbito laboral de la Ingeniería.

b) Un segundo rubro es la deserción escolar. Ésta, ligada a las condiciones


socioeconómicas de núcleos poblacionales con bajos ingresos, y al índice
reprobatorio. La deserción y repetición de asignaturas o años escolares, constituyen
fenómenos reiterativos a lo largo del periodo de enseñanza, principalmente durante
los primeros años de la instrucción básica, a nivel nacional, continuándose estas
prácticas hasta los niveles medio, licenciatura y posgrados, (Ejemplo: en Querétaro
la maestría se inició con 26 alumnos, de los cuales desertaron 16; en León
empezamos con 36 alumnos y sólo continúan 15).

c) Motivación y metodología en la enseñanza. Estos aspectos se han agravado en


los últimos 20 años, y poco se ha hecho para tratar de cambiar la forma de pensar de
los estudiantes, a través de la motivación. Respecto a la impartición de
conocimientos, poco también se ha avanzado en los métodos de enseñanza y
esencialmente en conducir al alumno del hacer al ser.

Esto nos lleva a la reflexión de que como docentes debemos empezar nosotros por
adquirir una superación integral constante y una capacitación permanente que
podamos posteriormente transmitir a nuestros estudiantes, y que sirvan como
ejemplo y motivación para ellos, para que esto les permita ser competitivos en el
entorno laboral actual, Recordemos que el discurso convence, pero el ejemplo
arrasa.

c) Índices de competitividad y formación profesional de los docentes. En diciembre


del 2001 los resultados de la evaluación que se llevó a cabo a través del Programa
Internacional para el seguimiento de los Alumnos, ubican a México, entre 31 países,
en penúltimo lugar en Ciencia, Matemáticas y Comprensión de Lectura de acuerdo

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con PISA (Programa Internacional para el Seguimiento de los Conocimientos de los
Alumnos). Estos índices son altamente preocupantes y dignos nuevamente de una
reflexión profunda para poder realizar las acciones pertinentes.
De acuerdo a los análisis realizados por la Secretaría de Educación en relación con
este problema, en estudios que se han hecho desde los años 60’s, se ha llegado a la
conclusión de que el problema debe ser atacado desde el nivel básico de enseñanza
(primaria y secundaria). Y aun cuando han habido cambios como la modificación de
planes de estudio; la propuesta de programas extranjeros (que han tenido fuertes
repercusiones en los países de origen, pero no aquí), aún falta mucho por hacer.
En este sentido, es importante que se ha exigido una mayor profesionalización de los
maestros, que permita una mayor seguridad en salir bien evaluados por los alumnos,
pero, lo más importante es que se genere la conciencia de formar alumnos, no sólo
de capacitarlos. Y formar alumnos quiere decir hacerlo integralmente,
proporcionándoles las herramientas que le permitan adquirir las aptitudes necesarias,
pero sin descuidar el aspecto de las actitudes que también deben desarrollar: ética
profesional, iniciativa, creatividad, liderazgo, innovación.
Esto nos permitirá primero, recuperar el lugar que tenía nuestro país hasta hace
algunos años, y avanzar hacia el futuro. Recordemos que hasta mediados de los
90’s, la venta de conocimientos, asesorías, proyectos, obras, etc. que les hacíamos a
los países de Centro y sud América, era muy importante. Puedo compartir que en
forma personal me tocó vender Ingeniería en dos países de América Central. Se
reconocía que el nivel académico y de conocimientos era muy superior a los
estándares que ellos tenían. Sin embargo, en 15 años la situación ha cambiado en
forma radical. Este es otro tema de reflexión.

En los últimos años, agregó, el país perdió su posición en la clasificación


internacional de competitividad, porque “no hay una apuesta a invertir en ciencia y
tecnología”; y en lo sucesivo puede seguir descendiendo, porque aún en regiones
que son afectadas por la violencia, la pobreza y la marginación, como Chihuahua,
Sonora, Oaxaca, Guerrero, Campeche y Nayarit, no existen centros de investigación
que impulsen su desarrollo.

Respecto a los porcentajes arrojados por la OCDE (Organización para la


Cooperación y el Desarrollo Económico) respecto a la educación, éstos se ubican en
niveles muy bajos en matemáticas y ciencias, respecto a otros países miembros.
Además, sólo el 20% de personas jóvenes y adultas ha considerado cursar
preparatoria o bachillerato, que es la proporción más baja en los países
pertenecientes a la OCDE.

Respecto al nivel Universitario, las estadísticas de México son del 12%, que puede
compararse favorablemente con el promedio de la OCDE de 14 %. Aquí cabe hacer
mención que los 20 países iniciales miembros de la OCDE son naciones del primer
mundo, es decir países ricos. En nuestro caso, de los 31 países actuales, no
superamos, por ejemplo a países como Chile.

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En consecuencia en México se tiene la doble tarea de aumentar los rangos de
participación escolar y mejorar los niveles de desempeño para poder ubicarse en los
niveles de otros países de la OCDE. Para disminuir la diferencia en cuanto a la
cantidad y calidad de los conocimientos, debe de aumentarse los porcentajes o
valores absolutos de la participación del estado en investigación y en materia
educativa en todas las universidades públicas del país.

Existen ejemplos de sobra en las Universidades de los países de primer mundo,


donde los avances tecnológicos se dan precisamente ahí, ya que la mayoría de los
investigadores de alto nivel, equipos de medición, programas y equipos informáticos
son desarrollados en sus campus.

Sin embargo, en México la aportación a la investigación científica es del orden del


0.4 % del PIB (Esta cifra corresponde a la cuarta parte de los intereses por deuda
pública que paga México). En cambio, por ejemplo Suecia le destina el 3.8 de su PIB.
Esto da como resultado que mientras México registra dos patentes al año por millón
de habitantes, Finlandia, por ejemplo, registra 271 patentes.

Por su tamaño, la de México es la decimotercera economía del mundo, pero en


cuanto al gasto en investigación y desarrollo (I+D) es el país más rezagado entre las
naciones que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), de acuerdo con un reporte de este organismo. Y es último
lugar en personal ocupado en áreas de ciencia y tecnología.

México invierte en un año el equivalente a 0.4 por ciento de su producto interno bruto
(PIB) en investigación y desarrollo, porcentaje que lo ubica en el último sitio entre las
naciones que pertenecen a ese organismo. El país también ocupa el último puesto
en cuanto a personal ocupado que se desempeña en las áreas científicas y
tecnológicas y en registro de patentes, de acuerdo con el organismo.

“El desarrollo de innovaciones en las regiones es crucial para mejorar en general la


competitividad de las regiones y lograr el crecimiento de las naciones en el largo
plazo”, apunta el reporte de la OCDE, que define la investigación y el desarrollo
como: “el trabajo creativo realizado de manera sistemática con el fin de incrementar
el acervo de conocimiento del hombre, la cultura y la sociedad, y la utilización de ese
acervo de conocimiento para desarrollar nuevas aplicaciones”.

América Latina destina 2.2 por ciento de la inversión mundial para investigación; de
acuerdo al Dr. José Narro Robles rector de la UNAM, que informa que aunque se ha
mejorado algunos indicadores sociales, continúa como la región más desigual del
planeta. El Rector refiriere que de la inversión mundial en investigación el 37 por
ciento corresponde a Estados Unidos y Canadá, seguidos de Europa con el 32 por
ciento y Asia con el 26.5 por ciento.

De los recursos latinoamericanos dedicados a investigación, México concentra


apenas el 18 por ciento. Estamos muy por debajo de los promedios mundiales que
como porcentaje del Producto Interno Bruto se destinan en esta materia.

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Para que México supere algunas de sus problemáticas, incluyendo el tema de las
epidemias y la problemática de los desastres naturales que afectan cada año a los
estados del sur y sureste de México, se requiere que las autoridades reconozcan el
papel que tiene la tecnología para poder lograr la verdadera independencia y el
desarrollo autónomo del país, así como retener a sus buenos investigadores.

Mientras no se fomente la investigación mucha de la tecnología seguirá dependiendo


de otros países y tendremos un problema estructural que nos impedirá lograr un
verdadero desarrollo autónomo. Es por ello que las universidades, las autoridades
educativas, deben de cultivar en las nuevas generaciones, como decíamos en un
principio, el gusto por la ciencia y la investigación para fomentar que haya más y
mejores investigadores en el país.
Con las noticias que vemos en los diarios, en la televisión, radio, etc., nuestro primer
impulso al analizar a la sociedad y al gobierno es la crítica. Criticar de una manera
pasiva y negativa, es lo más fácil y menos útil del proceso. Lo que somos
actualmente como nación es el resultado de muchos años de experiencias y fracasos
a los que hemos respondido de la mejor manera que hemos podido, de acuerdo a las
circunstancias del momento, llevemos las universidades al campo a que los alumnos
aprendan a resolver problemas y necesidades de la vida real, dejemos de repetir una
y otra vez los problemas de los libros que en la mayoría de los casos son situaciones
utópicas, hagamos una revolución científica y tecnológica, nuestros hijos y nietos nos
lo agradecerán.
Nuestro potencial económico, social y cultural esta dado en nuestras herencias,
indígena y española, enmarcados por la forma de cuerno de la abundancia, nuestra
ubicación geográfica nos hace estar lejos de Dios y tan cerca de la primera potencia
mundial. El uso potencial del suelo le da oportunidades que pocos países tienen a
nivel mundial en biodiversidad, México trasciende en cultura y más dependencia. Es
momento de adquirir conciencia de nuestra singularidad, de reflexionar y hacer lo
que sea necesario para vivir de manera digna y tener la disponibilidad para cultivar la
ciencia y la tecnología.

A 50 años de la creación de la Academia Mexicana de Ciencias, su presidenta,


Rosaura Ruiz Gutiérrez, dijo que además de ser una comunidad “pequeña” de tan
sólo 15 mil científicos, éstos “no son convocados” por las diferentes instancias de
gobierno para construir de manera informada, alternativas para enfrentar los temas
prioritarios del país.

En los últimos años, agregó, el país perdió su posición en la clasificación


internacional de competitividad, porque “no hay una apuesta a invertir en ciencia y
tecnología”; y en lo sucesivo puede seguir descendiendo, porque aún en regiones
que son afectadas por la violencia, la pobreza y la marginación, como Chihuahua,
Sonora, Oaxaca, Guerrero, Campeche y Nayarit, no existen centros de investigación
que impulsen su desarrollo.

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La experiencia nos ha enseñado, y es ahora cuando debemos de cambiar
empezando por nosotros mismos, profesionalizarnos más, capacitarnos cada día,
inventando nuevas maneras de transmitir los conocimientos. Llevemos las
universidades al campo de la práctica, a que los alumnos aprendan a resolver
problemas y necesidades de la vida real. Dejemos de repetir una y otra vez los
problemas de los libros, que en la mayoría de los casos son situaciones utópicas,
hagamos una revolución científica y tecnológica, nuestros hijos y nietos nos lo
agradecerán.

En suma, la información adecuada, la educación continua, la búsqueda del


crecimiento integral de los estudiantes y la innovación pueden ser las vías para
estimular el cambio y elevar la calidad del posgrado en México, para permitir la
competitividad necesaria en el actual entorno de globalización en el que estamos
inmersos.

Todo lo que se ha mencionado puede parecer repetitivo. Y sí, desafortunadamente,


no aprendemos de nuestras experiencias. Podemos ver que los índices de
resultados de nuestro país en educación, cultura, capacitación y todo lo que tiene
que ver con la superación personal y la formación integral, están ubicados ahora por
debajo de las de países para quienes anteriormente representábamos ejemplo a
seguir y meta a alcanzar.

Y también aunque suene trillado, es tiempo de preguntarnos qué tipo de


generaciones estamos formando, tanto las instituciones educativas como los medios
de comunicación y el entorno tecnológico. La tecnología, como herramienta, es
extraordinaria e indispensable. Sin embargo hay que concientizarnos de que debe de
ser eso, una herramienta de apoyo, no un sustituto de la lectura, la reflexión, la
capacidad de crítica y el desarrollo de la creatividad.

La búsqueda de lo rápido, lo fácil, lo más cómodo y lo superficial; la pérdida de la


identidad nacional; el desconocimiento de nuestra historia, para valorar de dónde
venimos y hacia donde queremos ir; la falta de orgullo de pertenencia y la
individualidad; el acendrado materialismo y la superficialidad, es a lo que tenemos
que hacer frente al educar a nuestros jóvenes. Finalmente ello serán los futuros
gobernantes, empresarios, líderes y, lo más importante, los formadores de las
familias que nos siguen.

Ante esto preguntémonos si es tiempo de seguir en la pasividad o si realmente ya es


tiempo de emprender un cambio profundo en beneficio de toda la sociedad y de
nuestro país.

Les invito a que juntos, trabajemos en beneficio de nuestros estudiantes, nuestras


instituciones y nuestro país. La complejidad de nuestros tiempos lo requiere.

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