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CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

OPINIÓN CONSULTIVA OC-3/83


DEL 8 DE SETIEMBRE DE 1983

RESTRICCIONES A LA PENA DE MUERTE


(ARTS. 4.2 Y 4.4 CONVENCIÓN AMERICANA
SOBRE DERECHOS HUMANOS)

SOLICITADA POR LA
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Estuvieron presentes:

Pedro Nikken, Presidente


Thomas Buergenthal, Vicepresidente
Huntley Eugene Munroe, Juez
Máximo Cisneros, Juez
Carlos Roberto Reina, Juez
Rodolfo E. Piza E., Juez
Rafael Nieto Navia, Juez
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OPINIÓN CONSULTIVA

Estuvieron, además, presentes:

Charles Moyer, Secretario, y


Manuel Ventura, Secretario Adjunto

LA CORTE,

integrada en la forma antes mencionada,

emite la siguiente opinión consultiva:

1. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ( en adelante " la


Comisión " ), mediante mensaje por telex del 15 de abril de 1983, comunicó su
decisión de someter a la Corte Interamericana de Derechos Humanos ( en adelante "
la Corte " ) una opinión consultiva sobre la interpretación de la parte final del
segundo párrafo del artículo 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
( en adelante " la Convención " ). El texto de la solicitud fue remitido por nota
recibida en la Secretaría el 25 de abril de 1983.

2. Mediante notas de fechas 27 de abril y 12 de mayo de 1983, en cumplimiento


de lo dispuesto por el artículo 52 del Reglamento de la Corte ( en adelante " el
Reglamento " ), la Secretaría solicitó observaciones escritas sobre las distintas
materias implicadas en el presente procedimiento consultivo a todos los Estados
Miembros de la Organización de los Estados Americanos ( en adelante " la OEA " ),
así como, a través del Secretario General de ésta, a todos los órganos a que se
refiere el Capítulo X de la Carta de la OEA que tuvieren interés en el asunto.

3. El Presidente de la Corte fijó el 1 de julio de 1983 como fecha límite para


recibir observaciones escritas u otros documentos relevantes.

4. Las comunicaciones de la Secretaría fueron respondidas por los siguientes


Estados: Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador y Guatemala. Se recibieron
también respuestas de los siguientes órganos de la OEA: el Consejo Permanente, la
Secretaría General y el Comité Jurídico Interamericano. La mayoría de dichas
respuestas contienen observaciones concretas sobre la materia de la consulta. Aun
cuando las observaciones recibidas de los gobiernos de Costa Rica, Ecuador y El
Salvador fueron consignadas en la Secretaría con posterioridad al vencimiento del
plazo que, para tal efecto, había fijado el Presidente, la Corte en pleno resolvió
considerarlas e incorporarlas al expediente, habida cuenta del papel que están
llamadas a cumplir dichas observaciones en los procedimientos consultivos.
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5. Asimismo, las siguientes organizaciones ofrecieron sus puntos de vista sobre


la consulta como amici curiae: the International Human Rights Law Group & the
Washington Office on Latin America; the Lawyers Committee for International
Human Rights & the Americas Watch Committee; y the Institute for Human Rights of
the International Legal Studies Program at the University of Denver College of Law &
the Urban Morgan Institute for Human Rights of the University of Cincinnati College
of Law.

6. Se fijó una audiencia pública para el martes 26 de julio de 1983, con el fin de
que la Corte, reunida en su Tercer Período Extraordinario de Sesiones, escuchara las
opiniones de los Estados Miembros y de los órganos de la OEA sobre la solicitud y la
objeción a la competencia formulada por el Gobierno de Guatemala.

7. En la audiencia pública fueron hechas a la Corte manifestaciones orales por


los siguientes representantes:

Por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos:

Don Luis Demetrio Tinoco Castro, Delegado y Primer Vicepresidente,

Don Marco Gerardo Monroy Cabra, Delegado y ex Presidente,

Por el Gobierno de Guatemala:

Don Edgar Sarceño Morgan, Agente y Viceministro de Relaciones Exteriores,

Don Mario Marroquín Nájera, Consejero y Director General de la Cancillería,

Por el Gobierno de Costa Rica:

Don Carlos José Gutiérrez, Agente y Ministro de Justicia,

Don Manuel Freer Jiménez, Consejero y Procurador de la República.

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

8. En comunicaciones de 15 y 25 de abril de 1983 la Comisión solicitó a la Corte,


con base en el artículo 64.1 de la Convención, una opinión consultiva sobre la
interpretación del artículo 4 de la misma en los siguientes términos:

1. ¿Puede un Gobierno aplicar la pena de muerte a delitos para los


cuales no estuviese contemplada dicha pena en su legislación interna,
al momento de entrar en vigor para ese Estado la Convención
Americana sobre Derechos Humanos?
4

2. ¿Puede un Gobierno, sobre la base de una reserva hecha al


momento de la ratificación al artículo 4, inciso 4 de la Convención,
legislar con posterioridad a la entrada en vigor de la Convención
imponiendo la pena de muerte a delitos que no tenían esa sanción
cuando se efectuó la ratificación?"

9. El artículo 4 de la Convención establece lo siguiente:

1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este


derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del
momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente.

2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo


podrá imponerse por los delitos más graves, en cumplimiento de
sentencia ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con
una ley que establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión
del delito. Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no
se la aplique actualmente.

3. No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han


abolido.

4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos


políticos ni comunes conexos con los políticos.

5. No se impondrá la pena de muerte a personas que, en el


momento de la comisión del delito, tuvieren menos de dieciocho años
de edad o más de setenta, ni se le aplicará a las mujeres en estado de
gravidez.

6. Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la


amnistía, el indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser
concedidos en todos los casos. No se puede aplicar la pena de muerte
mientras la solicitud esté pendiente de decisión ante autoridad
competente."

10. En su exposición sobre las consideraciones que originan la consulta, la


Comisión refirió a la Corte la existencia de ciertas divergencias que ha tenido con el
Gobierno de Guatemala con ocasión de la interpretación de la parte final del segundo
párrafo del artículo 4 de la Convención, así como sobre los efectos y alcances de la
reserva formulada por Guatemala al cuarto párrafo del mismo artículo, la cual
textualmente dice:

El Gobierno de la República de Guatemala, ratifica la Convención


Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en San José de Costa
Rica, el 22 de noviembre de 1969, haciendo reserva sobre el artículo
4, inciso 4, de la misma, ya que la Constitución de la República de
Guatemala, en su artículo 54, solamente excluye de la aplicación de la
pena de muerte, a los delitos políticos, pero no a los delitos comunes
conexos con los políticos.
5

El problema jurídico concreto que se ha planteado a la Comisión es si una reserva


concebida en los términos citados, puede ser invocada por un Estado Parte para
imponer la pena de muerte a delitos que no la tenían prevista para la fecha de la
ratificación y, en particular, si se puede alegar, como lo venía haciendo el Gobierno
de Guatemala ante la misma Comisión, para fundamentar la aplicación de la pena
capital a delitos comunes conexos con los políticos que no la acarreaban
anteriormente. En la audiencia pública uno de los delegados de la Comisión expresó
que la situación planteada a propósito de la reserva de Guatemala, había sido
referida a la Corte como ejemplo para poner de relieve el problema jurídico
subyacente.

11. Mediante comunicación por telex dirigida al Presidente de la Corte por el


Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, recibida el 19 de abril de 1983, el
Gobierno de Guatemala pidió a la Corte que se abstuviera de emitir la opinión
solicitada por la Comisión. A continuación se consignan los argumentos que
fundamentaron el alegato del Gobierno de Guatemala:

El Gobierno de Guatemala solicita atentamente a la Honorable Corte


Interamericana de Derechos Humanos que se abstenga de emitir la
opinión consultiva solicitada por la Comisión, ya que si bien el artículo
64 de la Convención faculta a la Comisión, en términos generales, a
consultar a la Corte acerca de la interpretación de la Convención, el
hecho es que el numeral 3 del artículo 62 de la propia Convención
claramente establece que:

la Corte tiene competencia para conocer de cualquier caso relativo a la


interpretación y aplicación de las disposiciones de esta Convención que
le sea sometido, siempre que los Estados Partes en el caso hayan
reconocido o reconozcan dicha competencia, ora por declaración
especial, como se indica en los incisos anteriores, ora por convención
especial.

Como Guatemala, ni al momento del depósito de su instrumento de


ratificación de la Convención, ni en ningún momento posterior, ha
declarado que reconoce como obligatoria de pleno derecho y sin
convención especial la competencia de la Corte sobre todos los casos
relativos a la interpretación de la Convención, de conformidad con el
artículo 62 numeral 1, es evidente que la Corte debe abstenerse de
emitir la opinión consultiva requerida por la Comisión, por carecer de
competencia para el efecto.

12. Después de recibir la comunicación citada, el Presidente de la Corte, previa


consulta con la Comisión Permanente de la misma, de conformidad con el
Reglamento, dispuso que tanto la solicitud de la Comisión como los argumentos del
Gobierno de Guatemala en lo que respecta a la competencia de la Corte fueran
transmitidos a todos los Estados Miembros y órganos de la OEA, invitándolos a
presentar a la Corte sus opiniones sobre los puntos planteados.

13. Mediante comunicación de fecha 18 de mayo de 1983 el Gobierno de


Guatemala objetó la legalidad de este último trámite pues, desde su punto de vista,
la Comisión Permanente debió decidir que la solicitud de opinión consultiva resultaba
inadmisible o, cuando menos, debió separar el procedimiento relativo a las
6

objeciones a la competencia formuladas por Guatemala del conocimiento de la


materia de fondo, y resolver sobre el primero como una cuestión preliminar.

14. El Presidente de la Corte respondió a la mencionada comunicación informando


al Gobierno de Guatemala que ni él mismo ni la Comisión Permanente están
facultados para desestimar solicitudes de opinión consultiva y que solamente la Corte
en pleno goza de competencia para fallar sobre los puntos expuestos por Guatemala.
Asimismo, el Presidente advirtió que la decisión en cuanto a la forma en que se
debería abordar la solicitud de Guatemala está también sujeta a revisión por la Corte
en pleno.

II

ASPECTOS PROCESALES

15. El trámite de la solicitud de opinión consultiva da lugar a distintos problemas


procesales que deben resolverse desde el principio. En vista de la objeción del
Gobierno de Guatemala en el sentido de que la Comisión Permanente no acogió sus
puntos de vista sobre estos aspectos, la Corte pasa a considerar la función de la
Comisión Permanente.

16. El artículo 6 del Reglamento dispone que " la Comisión Permanente está
integrada por el Presidente, el Vicepresidente y un Juez nombrado por el Presidente.
La Comisión Permanente ayuda y asesora al Presidente en el ejercicio de sus
funciones". Esta disposición señala que la Comisión Permanente es un órgano
consultivo y, como tal, no está facultada para fallar sobre la competencia de la Corte,
ni en general sobre la admisibilidad de los casos contenciosos o de las solicitudes de
opinión consultiva que sean presentados ante la Corte por los Estados u órganos a
que se refieren los artículos 62 y 64 de la Convención.

17. Por otro lado, el artículo 44.1 del Reglamento establece que " las sentencias,
las opiniones consultivas y las resoluciones interlocutorias que pongan término al
proceso o procedimiento quedan reservadas a la decisión de la Corte ". Tales
decisiones deben ser tomadas por la Corte en pleno, es decir, por la Corte
debidamente convocada y reunida de conformidad con el quórum establecido en el
artículo 56 de la Convención que dispone que "el quórum para las deliberaciones de
la Corte es de cinco jueces ". En consecuencia, la Comisión Permanente carecía de
competencia para considerar el pedido de Guatemala en el sentido de desestimar la
solicitud de opinión consultiva presentada por la Comisión.

18. La Corte concluye que tanto el Presidente como la Comisión Permanente


actuaron dentro de los límites de su competencia al transmitir las objeciones de
Guatemala a los Estados Miembros y a los órganos de la OEA con derecho a
participar en procesos consultivos ante la Corte, pues su actuación se conformó con
los lineamientos generales definidos por la Corte para el trámite de opiniones
consultivas y con los artículos 6.1 y 44.2 del Reglamento.

19. No obstante, esta conclusión no basta para desestimar el argumento de


Guatemala en el sentido de que sus objeciones a la competencia no deben ser
7

tratadas junto con el fondo de la solicitud de la Comisión. A este respecto la Corte


estima conveniente recordar lo que señala el artículo 25.2 de su Estatuto, aprobado
por la Asamblea General de la OEA, el cual reza como sigue:

Las normas procesales podrán delegar en el Presidente o en


comisiones de la propia Corte, determinadas partes de la tramitación
procesal, con excepción de las sentencias definitivas y de las opiniones
consultivas. Los autos o resoluciones que no sean de mero trámite,
dictadas por el Presidente o las comisiones de la Corte, serán siempre
recurribles ante la Corte en pleno."

Esta disposición permite impugnar cualesquiera decisiones del Presidente o, si fuera


el caso, de la Comisión Permanente " que no sean de mero trámite ".
Independientemente de su aplicabilidad o no al presente procedimiento, la Corte
pasa a examinar la cuestión motu propio, por ser un punto sobre el cual no se ha
pronunciado anteriormente y cabe la posibilidad de que surja en el futuro.

20. El punto de si una objeción al ejercicio de la competencia de la Corte debe


acumularse con el fondo o considerarse separadamente como una cuestión
preliminar podría presentarse dentro del contexto de casos contenciosos o de
opiniones consultivas.

21. En materia contenciosa el ejercicio de la competencia de la Corte depende


normalmente de una cuestión previa y fundamental, como es el consentimiento de
los Estados para someterse a su jurisdicción. Si ese consentimiento ha sido
otorgado, los Estados que participan en el proceso toman técnicamente el carácter
de partes en el mismo y se comprometen a cumplir con la decisión de la Corte (
artículo 68.1 de la Convención ). En cambio, mientras no exista tal consentimiento,
la jurisdicción de la Corte no podrá ejercerse, de modo que carece de sentido
examinar los asuntos de fondo que determinan la controversia sin antes haber
establecido si las partes involucradas han aceptado o no su jurisdicción.

22. Ninguna de estas consideraciones está presente en los procedimientos


consultivos. No hay partes pues no hay demandados ni actores; ningún Estado es
requerido a defenderse contra cargos formales, ya que el procedimiento no los
contempla, ninguna sanción judicial está prevista ni puede ser decretada. A lo único
que el procedimiento está destinado es a facilitar a los Estados Miembros y a los
órganos de la OEA la obtención de una interpretación judicial sobre una disposición
de la Convención o de otros tratados concernientes a la protección de los derechos
humanos en los Estados americanos.

23. Como se demuestra en esta misma opinión ( ver párrafo no. 31 y siguientes,
infra ), no hay nada en la Convención que sirva para fundamentar la extensión de los
requisitos para el ejercicio de la jurisdicción contenciosa de la Corte al ejercicio de su
función consultiva. Es muy claro, más bien, que el ejercicio de la competencia
consultiva de la Corte está sometido a sus propios prerrequisitos, que se refieren a la
identidad y a la legitimación reconocidas a los entes con derecho a solicitar una
opinión, es decir, a los Estados Miembros y los órganos de la OEA, éstos últimos, "
en lo que les compete ". De ahí que las razones que justifican que la Corte resuelva
en un procedimiento separado y preliminar las objeciones a su competencia en
materia contenciosa no están presentes, en general, cuando se le ha solicitado emitir
una opinión consultiva.
8

24. La Corte reconoce, desde luego, que el interés de un Estado puede ser
afectado de una manera o de otra por una interpretación dada en una opinión
consultiva. Por ejemplo, una opinión consultiva puede debilitar o fortalecer la
posición legal de un Estado en una controversia actual o futura. No obstante, los
intereses legítimos de un Estado en el resultado de una opinión consultiva están
adecuadamente protegidos por la oportunidad que se le da en el Reglamento de
participar plenamente en estos procedimientos y de hacerle saber a la Corte sus
puntos de vista sobre las normas legales que van a ser interpretadas así como
cualquier objeción de pudiere tener (artículo 52 del Reglamento).

25. Por otra parte, el retraso que resultaría de la consideración preliminar de las
objeciones a la competencia en el ámbito consultivo perjudicaría seriamente el
propósito y la utilidad del poder que el artículo 64 confiere a la Corte para emitlr
opiniones consultivas. En efecto, cuando una opinión es requerida por un órgano de
la OEA, debe entenderse, en general, que la respuesta de la Corte está destinada a
asistir y orientar al solicitante en el cumplimiento de la misión que tiene
encomendada dentro del sistema interamericano. Ahora bien, como ha observado un
eminente jurista latinoamericano, "una solicitud de opinión consultiva normalmente
implica la postergación de una decisión sobre el fondo por parte del órgano
solicitante, hasta tanto no se reciba la respuesta" (Eduardo Jiménez de Aréchaga,
"The Amendments to the Rules of Procedure of the International Court of Justice", en
Am. J. Int'l L. vol. 67, 1973, pág. 9). La necesidad de evitar demoras ha impulsado,
por ejemplo, la adopción de una enmienda al Reglamento de la Corte Internacional
de Justicia, destinada a permitir a ese tribunal acelerar la consideración de
solicitudes de opinión consultiva ( cf. artículo 103 del Reglamento de la C.I.J. ). Otra
enmienda al mismo Reglamento, en vigor desde 1972, exige que en casos
contenciosos la Corte de La Haya considere las excepciones de incompetencia antes
de abordar el fondo. Esta enmienda no ha sido aplicada a opiniones consultivas (
artículo 79 del Reglamento de la C.I.J., cf. Western Sahara, Advisory Opinion, I.C.J.
Reports 1975, pág. 12 ).

26. De esta manera, la rapidez con que se responda una consulta está
estrechamente vinculada con el papel que tiene esta función de la Corte dentro del
sistema de la Convención. Para los Estados Miembros y para los órganos de la OEA
podría carecer de sentido requerir una opinión consultiva y postergar, entre tanto, la
decisión del asunto en espera de una respuesta de la Corte demorada
innecesariamente, en particular en situaciones como la presente, en la cual la
consulta se refiere al artículo 4 de la Convención, que concierne al derecho a la vida.

27. En el presente procedimiento la Corte se encuentra ante una solicitud de


opinión consultiva presentada por un órgano de la OEA, identificado como tal en el
Capítulo X de la Carta, cuya competencia para tratar los asuntos referidos en su
petición no admite duda razonable y que ha sido planteada formalmente como una
cuestión estrictamente jurídica relacionada con la interpretación de la Convención.
No se le pide a la Corte que resuelva ningún hecho cuya existencia esté en disputa.
La objeción de Guatemala a la competencia de la Corte tampoco da lugar a
cuestiones de hecho; gira exclusivamente en torno a la interpretación de la
Convención. La única consecuencia de la decisión de acumular las objeciones a la
competencia con el fondo es que los Estados u órganos interesados deben presentar
sus argumentos legales sobre ambos asuntos al mismo tiempo. Guatemala tuvo la
oportunidad y fue invitada a referirse a ambas materias pero, tanto en sus
observaciones escritas como en la audiencia pública, lo hizo únicamente respecto de
las cuestiones vinculadas con la competencia. En tal sentido, como no se está en
9

presencia de un caso contencioso sino de una opinión consultiva, la posición de


Guatemala no es diferente de aquella de cualquier otro Estado Miembro de la OEA
que, habiendo sido invitado, no haya aprovechado la oportunidad de referirse al
fondo de la solicitud de la Comisión.

28. Obviamente, estas conclusiones se desprenden de la premisa de que se está


frente a una opinión consultiva, de modo que podría dudarse sobre su aplicabilidad si
en realidad se estuviera recurriendo a este procedimiento para plantear un caso
contencioso encubierto o, en general, en circunstancias que desnaturalicen la función
consultiva de la Corte. Pero aun en esta hipótesis, la apreciación de tales
circunstancias no podría hacerse, en principio, sin un examen del fondo de las
cuestiones planteadas, lo que conduce nuevamente al estudio conjunto de toda la
materia implicada en la solicitud. En consecuencia, aunque es cierto que en una
situación semejante la Corte podría encontrarse frente a la decisión de abstenerse de
responder la consulta requerida, ello no afecta ni invalida las conclusiones anteriores
en lo que se refiere al procedimiento.

29. La Corte encuentra, en consecuencia, que no hay bases válidas para modificar
la decisión de acumular la consideración de la objeción a la competencia junto con el
fondo de la petición.

III

OBJECIONES A LA COMPETENCIA

30. La Corte pasa ahora a examinar las objeciones a su competencia formuladas


por el Gobierno de Guatemala. Considera dicho Gobierno que, si bien es cierto que el
artículo 64.1 de la Convención y el artículo 19.d del Estatuto de la Comisión facultan
a esta última para requerir de la Corte una opinión consultiva sobre la interpretación
de cualquier artículo de la Convención, también lo es que, si en dicha opinión se
involucra directamente a un Estado determinado, como ocurriría en el presente caso
con Guatemala, la Corte no podría pronunciarse si dicho Estado no ha aceptado su
competencia de conformidad con el artículo 62.1 de la Convención. En consecuencia,
según la posición del Gobierno de Guatemala, por la forma en que la Comisión ha
planteado la consulta, vinculándola con una controversia existente entre ese
Gobierno y la propia Comisión, sobre el significado de algunas disposiciones del
artículo 4 de la Convención, la Corte debe declinar su competencia.

31. La Convención hace clara distinción entre dos tipos de procedimiento: los
casos contenciosos y las opiniones consultivas. Aquellos se rigen por las
disposiciones de los artículos 61, 62 y 63 de la Convención; éstas por el artículo 64.
Esta distinción se refleja igualmente en la disposición del artículo 2 del Estatuto de la
Corte, que reza:

Artículo 2. Competencia y Funciones

La Corte ejerce función jurisdiccional y consultiva:


10

1. Su función jurisdiccional se rige por las disposiciones de los


artículos 61, 62 y 63 de la Convención.

2. Su función consultiva se rige por las disposiciones del artículo


64 de la Convención.

32. En un procedimiento contencioso, la Corte debe no sólo interpretar las


normas aplicables, establecer la veracidad de los hechos denunciados y decidir si los
mismos pueden ser considerados como una violación de la Convención imputable a
un Estado Parte, sino también, si fuera del caso, disponer " que se garantice al
lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados " ( artículo 63.1 de la
Convención ), en el entendido de que los Estados Partes en este proceso están
sujetos a cumplir obligatoriamente el fallo de la Corte ( artículo 68.1 de la
Convención ). En cambio, en materia consultiva, la Corte no está llamada a resolver
cuestiones de hecho para verificar su existencia sino a emitir su opinión sobre la
interpretación de una norma jurídica. La Corte, en este ámbito, cumple una función
asesora, de tal modo que sus opiniones " no tienen el mismo efecto vinculante que
se reconoce para sus sentencias en materia contenciosa ". ( Corte I.D.H., " Otros
tratados " objeto de la función consultiva de la Corte ( art. 64 Convención Americana
sobre Derechos Humanos ), Opinión Consultiva OC-1/82 del 24 de setiembre de
1982. Serie A No. 1, párr. no. 51; cf. Interpretation of Peace Treaties, Advisory
Opinion, I.C.J. Reports 1950, pág. 65 ).

33. Las disposiciones aplicables a los casos contenciosos difieren en forma muy
significativa de las provisiones del artículo 64 que regula las opiniones consultivas. Es
así como, por ejemplo, el artículo 61.2 habla de " caso " y señala que " para que la
Corte pueda conocer de cualquier caso, es necesario que sean agotados los
procedimientos previstos en los artículos 48 a 50 " ( destacado nuestro ). Estos
procedimientos corresponden exclusivamente a " toda petición o comunicación en la
que se alegue la violación de cualquiera de los derechos que consagra esta
Convención " ( artículo 48.1 ). La expresión " caso " se utiliza en su sentido técnico,
para describir un caso contencioso tal como lo define la Convención, es decir, una
controversia que se inicia como consecuencia de una denuncia según la cual un
Estado Parte ha violado los derechos humanos garantizados por la Convención, sea
que dicha denuncia provenga de un particular (artículo 44 ) o de un Estado Parte (
artículo 45 ).

34. El mismo uso técnico de la palabra " caso " volvemos a encontrarlo a
propósito de la iniciativa procesal ante la Corte, que contrasta con las provisiones
contenidas en la Convención respecto de la misma materia en el ámbito consultivo.
En efecto, el artículo 61.1 dispone que " sólo los Estados Partes y la Comisión tienen
derecho a someter un caso a la decisión de la Corte ". En cambio no sólo los "
Estados Partes y la Comisión " sino también todos los " Estados Miembros de la
Organización " y los " órganos enumerados en el Capítulo X de la Carta de la
Organización de los Estados Americanos " pueden solicitar opiniones consultivas a la
Corte ( artículo 64.1 de la Convención ). Por otro lado, un nuevo contraste se
evidencia en relación con la materia a ser considerada por la Corte, pues mientras el
artículo 62.1 se refiere a " los casos relativos a la interpretación o aplicación de esta
Convención ", el artículo 64 dispone que las opiniones consultivas podrán versar
sobre la interpretación no sólo de la Convención, sino de " otros tratados
concernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados americanos ".
Resulta, pues, evidente que se trata de materias distintas, por lo que no existe razón
11

alguna para hacer extensivos los requisitos contenidos en los artículos 61, 62 y 63 a
la función consultiva regulada por el artículo 64.

35. El artículo 62.3 de la Convención -la disposición que según Guatemala debería
aplicarse en esta hipótesis- establece lo siguiente:

La Corte tiene competencia para conocer de cualquier caso relativo a


la interpretación y aplicación de las disposiciones de esta Convención
que le sea sometido, siempre que los Estados Partes en el caso hayan
reconocido o reconozcan dicha competencia, ora por declaración
especial, como se indica en los incisos anteriores, ora por convención
especial (destacado nuestro ).

Resulta imposible leer esta disposición sin llegar a la conclusión de que, al igual que
en el artículo 61, se está utilizando la palabra " caso " en su sentido técnico.

36. Ya ha sido dicho por la Corte que pueden presentarse situaciones en las que
se abstenga de responder una solicitud de opinión consultiva. En Otros tratados
(supra 32 ), la Corte reconoció que el recurrir a la vía de la opinión consultiva podría,
en determinadas circunstancias, interferir el debido funcionamiento del sistema de
protección previsto por la Convención o bien afectar negativamente los intereses de
la víctima de violaciones de derechos humanos. La Corte abordó este problema de la
siguiente manera:

La función consultiva de la Corte no puede desvincularse de los


propósitos de la Convención. Dicha función tiene por finalidad
coadyuvar al cumplimiento de las obligaciones internacionales de los
Estados americanos en lo que concierne a la protección de los
derechos humanos, así como al cumplimiento de las funciones que en
este ámbito tienen atribuidas los distintos órganos de la OEA. Es obvio
que toda solicitud de opinión consultiva que se aparte de ese fin
debilitaría el sistema de la Convención y desnaturalizaría la
competencia consultiva de la Corte ( Ibid., párr. no. 25 )."

37. La presente solicitud de la Comisión no está dentro de la categoría de


solicitudes de opinión consultiva que se deba rechazar, de acuerdo con lo anterior,
porque no aparece nada que interfiera con el debido funcionamiento del sistema o
afecte negativamente los intereses de víctima alguna. Solamente se ha solicitado a la
Corte que interprete una disposición de la Convención, para así ayudar a la Comisión
en sus funciones como órgano de la OEA, " de promover la observancia y la defensa
de los derechos humanos y de servir como órgano consultivo de la Organización en
esta materia " ( artículo 112 de la Carta de la OEA).

38. En el ejercicio de sus atribuciones la Comisión debe aplicar la Convención u


otros tratados sobre derechos humanos. Para desempeñar esta función a cabalidad
puede encontrar necesario o conveniente consultar a la Corte acerca del significado
de ciertas disposiciones, sin que la circunstancia de que en un momento dado exista
una diferencia de interpretación entre un Estado y la Comisión, sea óbice para que
ésta pueda acudir a la función consultiva de la Corte. En efecto, si se le impidiera a
la Comisión solicitar una opinión consultiva simplemente porque uno o más
gobiernos se encuentren involucrados en una disputa con la Comisión sobre la
interpretación de una disposición, muy rara vez podría ésta valerse de la
competencia consultiva de la Corte. Esto no se limitaría sólo a la Comisión; también
12

la Asamblea General de la OEA, para dar un ejemplo, podría encontrarse en una


situación similar si fuera a solicitar una opinión consultiva a la Corte mientras tuviera
en consideración algún proyecto de resolución que instara a un Estado Miembro a
cumplir con sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.

39. El derecho a solicitar opiniones consultivas según el artículo 64 fue otorgado a


los órganos de la OEA " en lo que les compete ". Esto implica que ese derecho
también fue otorgado con el fin de ayudar a resolver aspectos legales en disputa
dentro del contexto de las actividades de un órgano, sea éste la Asamblea, la
Comisión o cualquiera de los demás a que se refiere el Capítulo X de la Carta de la
OEA. Resulta claro, por lo tanto, que el mero hecho de que exista una controversia
entre la Comisión y el Gobierno de Guatemala acerca del significado del artículo 4 de
la Convención, no es suficiente fundamento para que la Corte se abstenga de ejercer
su competencia consultiva en el presente procedimiento.

40. Esta conclusión de la Corte coincide ampliamente con la jurisprudencia de la


Corte Internacional de Justicia la cual ha rechazado reiteradamente toda petición de
abstenerse de ejercer su competencia consultiva en situaciones en donde se alegue
que, por existir una controversia sobre el punto, lo que se está pidiendo a la Corte es
que falle sobre un caso contencioso encubierto. ( Ver Interpretation of Peace
Treaties, supra 32; Reservations to the Convention on Genocide, Advisory Opinion,
I.C.J. Reports 1951, pág. 15; Legal Consequences for States of the Continued
Presence of South Africa in Namibia ( South West Africa ) notwithstanding Security
Council Resolution 276 ( 1970 ), Advisory Opinion, I.C.J. Reports 1971, pág. 16;
Western Sahara, supra 25 ). Al proceder de esta manera, la Corte de La Haya ha
reconocido que la opinión consultiva podría eventualmente llegar a afectar los
intereses de Estados que no han accedido a su competencia contenciosa y que no
están dispuestos a litigar sobre el asunto. La cuestión decisiva siempre ha sido si el
órgano solicitante tiene un interés legítimo en obtener la opinión con el fin de
orientar sus acciones futuras ( Western Sahara, supra 25, pág. 27).

41. La Comisión, por ser la encargada de recomendar medidas destinadas a la


observancia y a la defensa de los derechos humanos ( artículo 112 de la Carta de la
OEA; artículo 41 de la Convención; artículos 1 y 18 del Estatuto de la Comisión ),
tiene un legítimo interés institucional en la interpretación del artículo 4 de la
Convención. El simple hecho de que este artículo haya podido ser invocado ante la
Comisión en peticiones y comunicaciones de las mencionadas en los artículos 44 y 45
de la Convención no afecta esta conclusión. Dada la naturaleza de su función
consultiva, la opinión de la Corte en cuanto a la interpretación del artículo 4 no
puede considerarse una sentencia sobre tales peticiones y comunicaciones.

42. En su opinión sobre El efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia de


la Convención Americana sobre Derechos Humanos ( arts. 74 y 75 ), ( Corte I.D.H.,
Opinión consultiva OC-2/82 del 24 de setiembre de 1982. Serie A No. 2 ), esta Corte
examinó detenidamente los requisitos exigibles a órganos de la OEA que solicitan
opiniones consultivas de acuerdo con el artículo 64. La Corte explicó que el artículo
64, al limitar el derecho de los órganos de la OEA a consultas " en lo que les
compete ", quiso restringir las solicitudes " a asuntos en los que tales órganos
tengan un legítimo interés institucional " (Ibid., párr. no. 14 ). Después de examinar
el artículo 112 y el Capítulo X de la Carta de la OEA, así como las disposiciones
pertinentes del Estatuto de la Comisión y la Convención misma, la Corte concluyó
que la Comisión tiene pleno y legítimo interés en materias que atañen a la promoción
y observancia de los derechos humanos en el sistema interamericano, vale decir, en
13

realidad, " un derecho absoluto a pedir opiniones consultivas dentro del marco del
artículo 64.1 de la Convención " ( Ibid., párr. no. 16 ). En ese orden de ideas la
presente solicitud representa una cuestión en que la Comisión posee un legítimo
interés institucional.

43. La función consultiva que confiere a la Corte el artículo 64 de la Convención


es única en el derecho internacional contemporáneo. Como la Corte ya lo ha
expresado en anterior oportunidad, ni la Corte Internacional de Justicia ni la Corte
Europea de Derechos Humanos han sido investidas con la amplia función consultiva
que la Convención ha otorgado a la Corte Interamericana ( Otros tratados, supra 32,
párrs. nos. 15 y 16 ). Cabe aquí, simplemente, poner énfasis en el hecho de que la
Convención, al permitir a los Estados Miembros y a los órganos de la OEA solicitar
opiniones consultivas, crea un sistema paralelo al del artículo 62 y ofrece un método
judicial alterno de carácter consultivo, destinado a ayudar a los Estados y órganos a
cumplir y a aplicar tratados en materia de derechos humanos, sin someterlos al
formalismo y al sistema de sanciones que caracteriza el proceso contencioso. Sería,
por lo tanto, contradictorio con el objeto y fin de la Convención y con las
disposiciones pertinentes de ésta, adoptar una interpretación que sometería el
artículo 64 a los requisitos exigidos por el artículo 62 en cuanto a competencia,
restándole así la utilidad que se le quiso dar, por el solo hecho de que pueda existir
una controversia sobre la disposición implicada en la consulta.

44. El artículo 49.2.b. del Reglamento exige que toda solicitud de opinión
consultiva presentada por un órgano de la OEA " debe indicar las disposiciones que
deben ser interpretadas, cómo la consulta se refiere a su esfera de competencia, las
consideraciones que originan la consulta y el nombre y dirección de sus delegados ".
El requisito de una descripción de " las consideraciones que originan la consulta "
está destinado a facilitar a la Corte la comprensión de los hechos pertinentes y del
contexto legal que motivan la consulta, los cuales son frecuentemente indispensables
para poder responder adecuadamente. Los tribunales llamados a emitir opiniones
consultivas exigen este requisito por razones que la Corte Internacional de Justicia
ha descrito como sigue:

una regla de derecho internacional, convencional o consuetudinario no


se aplica en el vacío; se aplica en relación con hechos y dentro del
marco de un conjunto más amplio de normas jurídicas, del cual ella no
es más que una parte. En consecuencia, para que una pregunta
formulada en los términos hipotéticos de la solicitud pueda recibir una
respuesta pertinente y útil, la Corte debe, ante todo, determinar su
significado y su alcance en la situación de hecho y de derecho donde
conviene examinarla. De otro modo se correría el riesgo de que la
respuesta de la Corte a la pregunta formulada fuera incompleta y, por
ende, ineficaz; o hasta inducir a error sobre las reglas jurídicas
pertinentes que verdaderamente rigen la materia consultada por la
organización solicitante. La Corte comenzará, pues, por enunciar los
elementos de hecho y de derecho pertinentes que, según ella, forman
el contexto en el cual deben determinarse el sentido y el alcance de la
primera pregunta formulada. ( Interpretation of the Agreement of 25
March 1951 between WHO and Egypt, Advisory Opinion, I.C.J. Reports
1980, pág. 76).

Por ello la circunstancia de que la Comisión haya sometido a la Corte como "
consideraciones que originan la consulta ", un conjunto de antecedentes que reflejan
14

las diferencias de interpretación sobre ciertos aspectos del artículo 4 de la


Convención, en ningún momento indica que ésta no haya actuado de conformidad
con
el Reglamento o que haya incurrido en abuso del poder que le ha sido conferido
como órgano facultado para pedir tales opiniones. Las mismas conclusiones se
aplican a propósito de la interpretación de una reserva, y hasta con mayor razón
habida cuenta de la dificultad en dar una respuesta absoluta a una pregunta sobre
una reserva formulada de manera abstracta.

45. En nada influye, pues, sobre las anteriores conclusiones la circunstancia de


que la controversia jurídica existente verse sobre el alcance de una reserva
formulada por un Estado Parte. En efecto, el artículo 75 de la Convención remite en
materia de reservas a la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados ( en
adelante la " Convención de Viena " ), según el cual se define la reserva como " una
declaración unilateral, cualquiera que sea su enunciado o denominación, hecha por
un Estado al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a él, con
objeto de excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado
en su aplicación a ese Estado " ( artículo 2.d ). Según la misma Convención de Viena
el efecto de la reserva es modificar, con respecto al Estado que la formula, las
disposiciones del tratado a que se refiere la reserva en la medida determinada por la
misma ( artículo 21.1.a ). Aun cuando a un tratado como la Convención no son
plenamente aplicables las disposiciones relativas a la reciprocidad en materia de
reservas, puede concluirse que éstas se integran al tratado mismo, de tal manera
que no es posible interpretarlo cabalmente, respecto del Estado reservante, sin
interpretar la reserva misma. De este modo, la Corte juzga que la facultad que le
atribuye el artículo 64 de la Convención, en el sentido de emitir opiniones consultivas
sobre la interpretación de la Convención o de otros tratados concernientes a la
protección de los derechos humanos en los Estados americanos, incluye igualmente
la competencia para emitir dichos dictámenes respecto de las reservas que puedan
haberse formulado a esos instrumentos.

46. Luego de abordar y resolver todos los puntos preliminares pertinentes, la


Corte pasa ahora a examinar las preguntas que le han sido planteadas por la
Comisión.

IV

SENTIDO E INTERPRETACIÓN DE LOS TEXTOS

47. Las preguntas formuladas por la Comisión plantean a su vez varias


interrogantes más generales que es preciso resolver. En primer lugar, a los fines de
la interpretación del artículo 4.2 de la Convención, es necesario establecer dentro de
qué contexto se prevé la posibilidad de aplicar la pena de muerte, lo que equivale a
abordar la interpretación del artículo 4 en su conjunto. En segundo lugar, deben
definirse los criterios generales que orienten la interpretación de una reserva que,
aún estando autorizada por la Convención, conduzca de alguna manera a restringir o
debilitar el sistema de protección consagrado en ella. Por último, es preciso resolver
la hipótesis sometida a la Corte.
15

48. La forma como está planteada la consulta hace necesario precisar el sentido y
alcance de las disposiciones del artículo 4 de la Convención, en especial de sus
párrafos 2 y 4, y las posibles conexiones que guardan éstos entre sí, de las cuales
dependerá la posibilidad de relacionar el efecto de la reserva al uno con el texto del
otro. Para hacerlo la Corte utilizará los criterios de interpretación consagrados en la
Convención de Viena, que pueden considerarse reglas de derecho internacional
general sobre el tema.

49. Según aquellas reglas, los tratados deben interpretarse " de buena fe
conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el
contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin " ( artículo 31.1 de la
Convención de Viena ). Los medios complementarios de interpretación, en especial
los trabajos preparatorios del tratado, son utilizables para confirmar el sentido
resultante de aquella interpretación o cuando ésta deje ambiguo u oscuro el sentido
o conduzca a un resultado manifiestamente absurdo o irrazonable ( Ibid., artículo 32
).

50. Este método de interpretación se acoge al principio de la primacía del texto,


es decir, a aplicar criterios objetivos de interpretación. Además, en materia de
tratados relativos a la protección de los derechos humanos, resulta todavía más
marcada la idoneidad de los criterios objetivos de interpretación, vinculados a los
textos mismos, frente a los subjetivos, relativos a la sola intención de las partes, ya
que tales tratados, como lo dijo esta Corte, " no son tratados multilaterales del tipo
tradicional, concluidos en función de un intercambio recíproco de derechos, para el
beneficio mutuo de los Estados contratantes ", sino que " su objeto y fin son la
protección de los derechos fundamentales de los seres humanos,
independientemente de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente
a los otros Estados contratantes " ( El efecto de las reservas, supra 42, párr. no. 29
).

51. El análisis del régimen de la pena de muerte, permitida dentro de ciertos


límites por el artículo 4, plantea problemas relativos a la medida en que es posible
restringir el goce y el ejercicio de los derechos y libertades garantizados por la
Convención, así como el alcance y sentido de la aplicación de tales restricciones. En
tal virtud, resultan pertinentes en esta materia los criterios que se desprenden de los
artículos 29 y 30 de la misma, que dicen:

Artículo 29. Normas de Interpretación

Ninguna disposición de la presente Convención puede ser


interpretada en el sentido de:

a. permitir a alguno de los Estados Partes, grupo o persona,


suprimir el goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en
la Convención o limitarlos en mayor medida que la prevista en ella;

b. limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que


pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los
Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno
de dichos Estados;
16

c. excluir otros derechos y garantías que son inherentes al ser


humano o que se derivan de la forma democrática representativa de
gobierno, y

d. excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración


Americana de Derechos y Deberes del Hombre y otros actos
internacionales de la misma naturaleza.

Artículo 30. Alcance de las Restricciones

Las restricciones permitidas, de acuerdo con esta Convención,


al goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidas en la
misma, no pueden ser aplicadas sino conforme a leyes que se dictaren
por razones de interés general y con el propósito para el cual han sido
establecidas."

52. El objeto del artículo 4 de la Convención es la protección al derecho a la vida.


Pero dicho artículo, después de definir de modo general ese propósito en su primer
párrafo, dedica los cinco siguientes al tratamiento de la aplicabilidad de la pena de
muerte. En verdad el texto revela una inequívoca tendencia limitativa del ámbito de
dicha pena, sea en su imposición, sea en su aplicación.

53. El asunto está dominado por un principio sustancial expresado por el primer
párrafo, según el cual " toda persona tiene derecho a que se respete su vida " y por
un principio procesal según el cual " nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente ". De ahí que, en los países que no han abolido la pena de muerte,
ésta no pueda imponerse sino en cumplimiento de sentencia ejecutoriada dictada por
un tribunal competente y de conformidad con una ley que establezca tal pena,
dictada con anterioridad a la comisión del delito ( supra, párr. no. 9 ). La
circunstancia de que estas garantías se agreguen a lo previsto por los artículos 8 y 9
indican el claro propósito de la Convención de extremar las condiciones en que sería
compatible con ella la imposición de la pena de muerte en los países que no la han
abolido.

54. Un nuevo grupo de limitaciones aparece a propósito del género de delitos que
podrían acarrear dicha pena. Por una parte, se dispone que la pena de muerte no
podrá imponerse sino para los delitos más graves ( artículo 4.2 ) y por la otra, se
excluye de modo absoluto su aplicación por delitos políticos o por delitos comunes
conexos con los políticos ( artículo 4.4 ). La circunstancia de que la Convención
reduzca el ámbito posible de aplicación de la pena de muerte a los delitos comunes
más graves y no conexos, es reveladora del propósito de considerar dicha pena
aplicable sólo en condiciones verdaderamente excepcionales. Por último, en relación
con la persona del convicto, la Convención excluye la imposición de la pena de
muerte a quienes, en el momento de la comisión del delito, tuvieren menos de
dieciocho años o más de setenta y prohíbe su aplicación a mujeres en estado de
gravidez ( artículo 4.5 ).

55. Quedan así definidos tres grupos de limitaciones para la pena de muerte en
los países que no han resuelto su abolición. En primer lugar, la imposición o
aplicación de dicha pena está sujeta al cumplimiento de reglas procesales cuyo
respeto debe vigilarse y exigirse de modo estricto. En segundo lugar, su ámbito de
aplicación debe reducirse al de los más graves delitos comunes y no conexos con
delitos políticos. Por último, es preciso atender a ciertas consideraciones propias de
17

la persona del reo, las cuales pueden excluir la imposición o aplicación de la pena
capital.

56. Es, sin embargo, en otro sentido como aparece más marcada y decisiva la
tendencia limitativa de la aplicación de la pena de muerte, subyacente en el artículo
4 de la Convención. En efecto, según el artículo 4.2 in fine, " tampoco se extenderá
su aplicación a delitos a los cuales no se la aplique actualmente " y, según el artículo
4.3, " no se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido". No se
trata ya de rodear de condiciones rigurosas la excepcional imposición o aplicación de
la pena de muerte, sino de ponerle un límite definitivo, a través de un proceso
progresivo e irreversible destinado a cumplirse tanto en los países que no han
resuelto aún abolirla, como en aquellos que sí han tomado esa determinación. En el
primer caso, si bien la Convención no llega a la supresión de la pena de muerte, sí
prohibe que se extienda su uso y que se imponga respecto a delitos para los cuales
no estaba prevista anteriormente. Se impide así cualquier expansión en la lista de
crímenes castigados con esa pena. En el segundo caso, prohibe de modo absoluto el
restablecimiento de la pena capital para todo tipo de delito, de tal manera que la
decisión de un Estado Parte en la Convención, cualquiera sea el tiempo en que la
haya adoptado, en el sentido de abolir la pena de muerte se convierte, ipso jure, en
una resolución definitiva e irrevocable.

57. En esta materia la Convención expresa una clara nota de progresividad,


consistente en que, sin llegar a decidir la abolición de la pena de muerte, adopta las
disposiciones requeridas para limitar definitivamente su aplicación y su ámbito, de
modo que éste se vaya reduciendo hasta su supresión final.

58. Los trabajos preparatorios de la Convención confirman el sentido resultante


de la interpretación textual del artículo 4. En efecto, la propuesta de varias
delegaciones para que se proscribiera la pena de muerte de modo absoluto, aunque
no alcanzó la mayoría reglamentaria de votos afirmativos, no tuvo un solo voto en
contra. ( Ver en general, Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos
Humanos, San José, Costa Rica, 7-22 de noviembre de 1969, Actas y Documentos,
OEA/Ser. K/XVI/1.2, Washington, D.C. 1973 ( en adelante " Actas y Documentos " )
repr. 1978, esp. págs. 161, 295-296 y 440-441 ). La actitud general y la tendencia
ampliamente mayoritaria de la Conferencia fueron recogidas en la siguiente
declaración presentada ante la Sesión Plenaria de Clausura por catorce de las
diecinueve delegaciones participantes ( Costa Rica, Uruguay, Colombia, Ecuador, El
Salvador, Panamá, Honduras, República Dominicana, Guatemala, México, Venezuela,
Nicaragua, Argentina y Paraguay ):

Las Delegaciones abajo firmantes, participantes de la Conferencia


Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, recogiendo el
sentimiento ampliamente mayoritario expresado en el curso de los
debates sobre la prohibición de la pena de muerte, concorde con las
más puras tradiciones humanistas de nuestros pueblos, declaramos
solemnemente nuestra firme aspiración de ver desde ahora erradicada
del ámbito americano la aplicación de la pena de muerte y nuestro
indeclinable propósito de realizar todos los esfuerzos posibles para
que, a corto plazo, pueda suscribirse un Protocolo adicional a la
Convención Americana de Derechos Humanos -Pacto de San José,
Costa Rica- que consagre la definitiva abolición de la pena de muerte y
coloque una vez más a América en la vanguardia de la defensa de los
18

derechos fundamentales del hombre ( Actas y Documentos, supra,


pág. 467 ).

Coincide con tales expresiones lo señalado por el Relator de la Comisión I, en el


sentido de que " la Comisión dejó constancia, en este artículo, de su firme tendencia
a la supresión de la pena ( de muerte ) " ( Actas y Documentos, supra, pág. 296 ).

59. De modo que, al interpretar la parte final del artículo 4.2 " de buena fe
conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el
contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin " ( artículo 31.1 de la
Convención de Viena ), no es posible albergar duda alguna respecto de la prohibición
absoluta contenida en esa disposición, según la cual ninguno de los Estados Partes
puede disponer la aplicación de la pena de muerte respecto de delitos para los cuales
no estuviese contemplada previamente por su legislación interna. Ninguna
disposición de la Convención autoriza para dar un sentido distinto al de por sí claro
texto del artículo 4.2, in fine. El único camino para llegar a una conclusión diferente
sería una reserva formulada oportunamente que excluyera en alguna medida la
aplicación de la mencionada disposición respecto del Estado reservante, siempre que
dicha reserva fuera compatible con el objeto y fin de la
Convención.

LAS RESERVAS A LA CONVENCIÓN AMERICANA


SOBRE DERECHOS HUMANOS

60. Según el artículo 75, la Convención puede ser objeto de reservas de


conformidad con las disposiciones de la Convención de Viena. Ya ha definido esta
Corte que lo dispuesto por el artículo 75

sólo tiene sentido si se entiende como una autorización expresa


destinada a permitir a los Estados cualesquiera reservas que
consideren apropiadas, siempre y cuando éstas no sean incompatibles
con el objeto y fin del tratado. Como tales, se puede decir que ellas se
rigen por el artículo 20.1 de la Convención de Viena y,
consecuentemente, no están sujetas a la aceptación de ningún otro
Estado Parte ( El efecto de las reservas, supra 42, párr. no.35 )."

61. En consecuencia, la primera cuestión que se plantea al interpretar una


reserva determinada es si ella es compatible con el objeto y fin del tratado. El
artículo 27 permite a los Estados Partes la suspensión de las obligaciones contraídas
en virtud de la Convención en caso de guerra, de peligro público o de otra
emergencia que amenace la independencia o seguridad del Estado afectado y
siempre que tal decisión no implique la suspensión o derogación de ciertos derechos
básicos o esenciales, entre los cuales está el derecho a la vida garantizado por el
artículo 4. En esa perspectiva, toda reserva destinada a permitir al Estado la
suspensión de uno de esos derechos fundamentales, cuya derogación está en toda
hipótesis prohibida, debe ser considerada como incompatible con el objeto y fin de la
Convención y, en consecuencia, no autorizada por ésta. Otra sería la situación, en
cambio, si la reserva persiguiera simplemente restringir algunos aspectos de un
19

derecho no derogable sin privar al derecho en conjunto de su propósito básico. Como


el género de reserva referido en las preguntas planteadas por la Comisión no
aparece dirigido a negar el derecho a la vida como tal, la Corte concluye que, en este
aspecto, debe considerarse en principio no incompatible con el objeto y fin de la
Convención.

62. Las reservas tienen el efecto de excluir o modificar las disposiciones del
tratado y quedan integradas a él en cuanto a las relaciones entre el Estado que las
formuló y aquellos respecto de los cuales son efectivas. Por ello, dejando
nuevamente de lado la cuestión del valor recíproco de las reservas, que no es
plenamente aplicable en el ámbito de los derechos humanos, es preciso concluir que
la interpretación cabal del tratado implica la de las reservas, la que debe someterse
tanto a las reglas propias del derecho internacional general como a aquellas
específicas que se encuentran en la misma Convención.

63. En ese orden de ideas la reserva debe interpretarse de conformidad con lo


que textualmente expresa, de acuerdo con el sentido corriente que deba atribuirse a
los términos en que haya sido formulada y dentro del contexto general del tratado,
del cual la misma reserva forma parte, a menos que la interpretación deje ambiguo u
oscuro el sentido o conduzca a un resultado manifiestamente absurdo o irrazonable.
Lo contrario conduciría a considerar, finalmente, que el Estado es el único árbitro del
cumplimiento de sus obligaciones internacionales en todas las materias vinculadas
con la reserva e, incluso, en todas aquellas que el Estado posteriormente considerara
vinculadas con ésta, por obra de una declaración de intención sobrevenida.

64. Sin embargo, la Convención de Viena excluye claramente la última


posibilidad, pues dispone que el único momento posible para formular una reserva es
el de la manifestación del consentimiento, es decir, el de la firma, ratificación,
aceptación, aprobación o adhesión ( artículo 19 de la Convención de Viena ). De
manera que, sin excluir la posibilidad de recurrir en ciertas circunstancias especiales
a medios complementarios, la interpretación de las reservas debe hacerse con
arreglo a la primacía del texto. Cualquier otro enfoque de este asunto impediría a los
otros Estados contratantes conocer con certeza el contenido de la reserva.

65. La interpretación de las reservas debe tener en cuenta el objeto y fin del
tratado que, en el caso de la Convención, es " la protección de los derechos
fundamentales de los seres humanos, independientemente de su nacionalidad, tanto
frente a su propio Estado como frente a los otros Estados contratantes " ( El efecto
de las reservas, supra 42, Párr. no. 29 ). De hecho el propósito perseguido por la
Convención constituye un verdadero límite al efecto de las reservas que se le
formulen. Si la condición para la admisibilidad de reservas a la Convención es que las
mismas sean compatibles con el objeto y fin del tratado, es preciso concluir que
dichas reservas deben interpretarse en el sentido que mejor se adecúe a dicho
objeto y fin.

66. Por último, como consecuencia de la integración de la reserva al conjunto del


tratado, la Corte considera que para interpretarla debe acudirse igualmente a las
reglas del artículo 29 de la Convención. De ahí que, en el mismo sentido que orienta
las consideraciones anteriores, deba concluirse que, en aplicación del párrafo a ) de
dicho artículo, una reserva no puede ser interpretada de tal modo que conduzca a
limitar el goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en la Convención
en mayor medida que la prevista en la reserva misma.
20

VI

LA INTERPRETACIÓN DE UNA RESERVA AL


ARTÍCULO 4.4

67. Con base en las anteriores consideraciones, y en vista de que la primera


pregunta formulada por la Comisión encuentra respuesta directa en el texto mismo
del artículo 4.2 de la Convención, la Corte pasa a examinar la segunda de las
cuestiones que le ha sido sometida: " 2. ¿Puede un Gobierno, sobre la base de una
reserva hecha al momento de la ratificación al artículo 4, inciso 4 de la Convención,
legislar con posterioridad a la entrada en vigor de la Convención imponiendo la pena
de muerte a delitos que no tenían esa sanción cuando se efectuó la ratificación? " En
otros términos: ¿puede un Estado que ha reservado el artículo 4.4 de la Convención,
el cual prohibe aplicar la pena de muerte a los delitos comunes conexos con los
políticos, considerar que esa reserva se extiende al artículo 4.2 e invocarla para
imponer esa pena a delitos a los que no se aplicaba anteriormente, a pesar de la
prohibición contenida en esta última norma? Las dificultades que podrían surgir al
intentar responder esa pregunta en abstracto quedan superadas desde el momento
en que la Comisión trajo a colación la reserva específica formulada por Guatemala,
en función de la cual se hará el análisis siguiente y que será objeto de algunas
consideraciones particulares.

68. Al relacionar el artículo 4.4 con el artículo 4.2, la Corte encuentra que el
significado de ambas disposiciones en su contexto es perfectamente claro y
diferente, en el sentido de que, mientras el artículo 4.2 establece un límite definitivo
a la pena de muerte para toda clase de delitos hacia el futuro, el artículo 4.4 la
proscribe para los delitos políticos y comunes conexos con ellos, lo que obviamente
se refiere a aquellos que estuvieran sancionados con la pena capital con anterioridad,
ya que para el futuro habría bastado con la prohibición del artículo 4.2. Se trata,
pues, de dos normas de propósitos claramente diferentes: mientras el artículo 4.4
persigue suprimir la pena de muerte para ciertos delitos, el artículo 4.2 busca
prohibir la extensión de su uso en el futuro. Es decir, sobre la prohibición contenida
en el artículo 4.2 de extender la aplicación de la pena capital, el artículo 4.4 vino a
agregar una prohibición más: la de aplicarla a los delitos políticos y comunes
conexos, aun cuando ya tuvieran prevista dicha pena con anterioridad.

69. ¿Qué implica, entonces, una reserva al artículo 4.4 de la Convención en los
términos de la presente consulta? Para contestar esta pregunta, debe ante todo
recordarse que el Estado que la formula no reserva más de lo expresado
textualmente en la misma. Como la reserva no puede ir más allá de exceptuar al
Estado reservante de la prohibición de aplicar la pena de muerte a delitos políticos o
conexos con ellos, debe entenderse que para él la parte no reservada del artículo
permanece aplicable y en todo vigor.

70. Además, si se analiza la totalidad del artículo 4, cuyo párrafo 2 establece la


prohibición absoluta de extender en el futuro la aplicación de la pena de muerte, se
debe concluir que si un Estado reserva el párrafo 4 sin reservar al mismo tiempo el
2, lo único que reserva es la posibilidad de mantener la pena de muerte para delitos
políticos o conexos con ellos que ya la tuvieran establecida con anterioridad. De
21

manera que, al no haber hecho reserva sobre el párrafo 2, debe entenderse que se
mantiene plenamente para él la prohibición de aplicar la pena de muerte a nuevos
delitos, sean políticos o comunes conexos con los políticos, sean comunes sin
ninguna conexidad. A la inversa, si la reserva fuera al párrafo 2 pero no al 4,
solamente podría significar la posibilidad de que ese Estado sancione con la pena de
muerte nuevos delitos en el futuro, pero siempre que se trate de delitos comunes no
conexos, porque respecto de los políticos y de los conexos con ellos regiría la
prohibición no reservada del párrafo 4.

71. Tampoco puede darse a una reserva del artículo 4.4 un sentido extensivo
hacia el artículo 4.2 con base en el argumento de que la reserva respecto de la
proscripción de la pena de muerte para delitos políticos o conexos con ellos,
carecería de sentido si no pudiera aplicarse a nuevos delitos no sancionados antes
con esa pena. En efecto, una reserva de esta clase tiene aplicación y sentido en sí
misma en cuanto evita que constituya violación a la Convención para el Estado
reservante el mantenimiento de la pena de muerte para los delitos políticos y
conexos ya sancionados con ella al entrar en vigencia la misma. Además, habiendo la
Corte establecido que ambas disposiciones regulan supuestos diferentes (ver supra,
párr. no. 68 ), no hay ninguna razón lógica ni jurídica para presumir que un Estado
que, al ratificar la Convención, reservó sólo una de ellas en realidad pretendía
reservar las dos.

72. Las anteriores conclusiones son aplicables, en general, a la reserva hecha por
Guatemala al ratificar la Convención. Esta reserva se fundamenta únicamente en el
hecho de que " la Constitución de la República de Guatemala, en su artículo 54,
solamente excluye de la aplicación de la pena de muerte, a los delitos políticos, pero
no a los delitos comunes conexos con los políticos ". Con esto simplemente se señala
una realidad del derecho interno. No puede deducirse de la reserva que la
Constitución de Guatemala imponga la pena de muerte a delitos comunes conexos,
sino únicamente que no la prohíbe. Pero nada hubiera impedido a Guatemala
comprometerse a más en el orden internacional.

73. Como la reserva modifica o excluye los efectos jurídicos de la disposición


reservada, para comprobar cómo opera esa modificación nada mejor que leer dicha
disposición tal como queda luego de la reserva. La parte sustancial de ésta "
solamente excluye de la aplicación de la pena de muerte, a los delitos políticos, pero
no a los delitos comunes conexos con los políticos ". Es claro y no ambiguo ni oscuro,
ni conduce a un resultado absurdo o irrazonable de acuerdo con el sentido corriente
de las palabras, entender el artículo por obra de la reserva de la siguiente manera: "
4.4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ",
excluyendo así los delitos comunes conexos con los políticos objeto de la reserva. De
dicha reserva no puede desprenderse ninguna otra modificación a la Convención ni
que el Estado pretendía ampliar la pena de muerte a nuevos delitos o reservar
también el artículo 4.2.

74. De este modo, si se interpreta la reserva de Guatemala de conformidad con el


sentido corriente de sus términos, dentro del contexto general de la Convención y
teniendo en cuenta el objeto y fin de ésta, se llega a la conclusión de que, al
formularla, lo que hizo Guatemala fue indicar que no estaba dispuesta a
comprometerse a más, en esta materia específica, de lo que ya lo consigna su
ordenamiento constitucional. Entiende la Corte que Guatemala, al formular su
reserva, lo hizo sin manifestar un rechazo absoluto a la norma reservada. Aunque tal
22

circunstancia no la convierte en una reserva de categoría especial, por lo menos


fortalece la tesis de que debe interpretarse restrictivamente.

75. Esta opinión de la Corte se refiere, por supuesto, no sólo a la reserva de


Guatemala sino a toda reserva de naturaleza análoga.

76. Por tanto

LA CORTE,

1. Por unanimidad,

rechaza la solicitud del Gobierno de Guatemala para que se abstenga de


rendir la opinión consultiva solicitada por la Comisión.

2. Por unanimidad,

decide que es competente para rendir esta opinión consultiva, y

3. en cuanto a la preguntas contenidas en la consulta formulada por la Comisión


sobre la interpretación de los artículos 4.2 y 4.4 de la Convención,

ES DE OPINIÓN

a) En respuesta a la pregunta

1. ¿Puede un Gobierno aplicar la pena de muerte a delitos para los cuales no


estuviese contemplada dicha pena en su legislación interna, al momento de
entrar en vigor para ese Estado la Convención Americana sobre Derechos
Humanos?

por unanimidad

que la Convención prohíbe absolutamente la extensión de la pena de muerte


y que, en consecuencia, no puede el Gobierno de un Estado Parte aplicar la
pena de muerte a delitos para los cuales no estaba contemplada
anteriormente en su legislación interna, y

b) en respuesta a la pregunta

2. ¿Puede un Gobierno, sobre la base de una reserva hecha al momento de la


ratificación al artículo 4, inciso 4 de la Convención, legislar con posterioridad a
la entrada en vigor de la Convención imponiendo la pena de muerte a delitos
que no tenían esa sanción cuando se efectuó la ratificación?

por unanimidad

que una reserva limitada por su propio texto al artículo 4.4 de la Convención,
no permite al Gobierno de un Estado Parte legislar con posterioridad para
extender la aplicación de la pena de muerte respecto de delitos para los
cuales no estaba contemplada anteriormente.
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Redactada en español e inglés, haciendo fe el texto en español, en la sede de la


Corte en San José, Costa Rica, el día 8 de setiembre de 1983.

PEDRO NIKKEN
PRESIDENTE

THOMAS BURGENTHAL HUNTLEY EUGENE MUNROE

MAXIMO CISNEROS. CARLOS ROBERTO REINA

RODOLFO E. PIZA E. RAFAEL NIETO NAVIA

CHARLES MOYER
SECRETARIO
OPINIÓN SEPARADA DEL JUEZ CARLOS ROBERTO REINA

Mi voto afirmativo a las conclusiones de esta opinión consultiva, representa mi


acuerdo con los compañeros jueces sobre los asuntos de fondo en ella
expresados.

Sin embargo, y en vista de las graves circunstancias que originaron la consulta,


teniendo en consideración la claridad que debe rodear a esta clase de resoluciones
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para que sus consecuencias sean
cada vez más ejemplarizantes y motiven a los pueblos en su fe por la defensa
internacional de los derechos esenciales del hombre, he creído que el párrafo b ) que
responde la pregunta 2, debió haberse redactado en la forma siguiente:

"Que una reserva limitada por su propio texto al artículo 4.4 de la


Convención, no permite al Gobierno de un Estado Parte, como lo
pretendía el de Guatemala, legislar con posterioridad para extender la
aplicación de la pena de muerte respecto de delitos para los cuales no
estaba contemplada anteriormente."

CARLOS ROBERTO REINA

CHARLES MOYER
Secretario
OPINIÓN SEPARADA DEL JUEZ
RODOLFO E. PIZA ESCALANTE

Yo comparto los argumentos expuestos por mis compañeros jueces, y acompaño con
mi voto las conclusiones contenidas en la presente Opinión Consultiva, porque no
contradicen las mías propias.

Sin embargo, reformulo mis conclusiones, porque considero que el sentido de la


consulta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y las circunstancias
que la motivaron, exigen de esta Corte una respuesta más completa y directa sobre
los problemas implicados en la consulta, accesible además a las muchas personas
interesadas en definir una grave situación relativa a la vigencia de los derechos
humanos en las naciones americanas.

En consecuencia, mi voto debe entenderse en los siguientes términos:

POR TANTO:

A) En relación con la objeción planteada por el Gobierno de Guatemala a la


competencia de la Corte para conocer de la consulta de la Comisión,

RESUELVO:

Que la Corte tiene competencia para emitir la presente opinión consultiva,


tanto si se refiere en general a la interpretación de los textos de la
Convención consultados y a los efectos hipotéticos de una reserva al artículo
4.4, cuanto si se refiere en concreto a la interpretación de la reserva
formulada por el Gobierno de Guatemala y a los alcances de la obligaciones
asumidas por este Estado, en virtud de esa reserva, como Parte de la
Convención.

B) En cuanto al fondo: en interpretación de los artículos 4.2 y 4.4 de la


Convención Americana sobre Derechos Humanos, de los alcances posibles de una
reserva al segundo en relación con el primero, y de la reserva concreta formulada
por el Gobierno de Guatemala al ratificar la Convención,

OPINO:

Primero:

Que el artículo 4.2 de la Convención proscribe de modo absoluto la aplicación


de la pena de muerte a toda clase de delitos para los que no estuviere
previamente prevista por la legislación del Estado en cuestión.

Segundo:
2

Que el artículo 4.4 de la Convención, proscribe la aplicación de la pena de


muerte a los delitos políticos y a los comunes conexos con los políticos, aun si
ya la tuvieren prevista con anterioridad.

Tercero:

Que una reserva al artículo 4.4 de la Convención, sólo tiene el efecto de


excluir para el Estado reservante la prohibición de aplicar la pena de muerte a
delitos políticos o conexos con los políticos para los que la tuviere
previamente prevista por su legislación, pero no la prohibición establecida en
el artículo 4.2, de extender en el futuro dicha pena a nuevos delitos, de
cualquier naturaleza que sean.

Cuarto:

Que la reserva del Gobierno de Guatemala al ratificar la Convención,


solamente exceptuó de las obligaciones asumidas por ese país la prohibición
de aplicar la pena de muerte a delitos comunes conexos con los políticos para
los cuales ya tuviera prevista esa pena con anterioridad, y no puede ese
Gobierno invocar tal reserva para extender su aplicación a nuevos delitos, de
cualquier naturaleza que sean.

R.E. PIZA E.

CHARLES MOYER
Secretario

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