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Principios basicos del proceso terapéutico | transferencia y de su situacién dinamica y econémica en cada mom preciso de su relacién con el paciente.» «Si debiéramos establecer \ definicién de la contratransferencia, escogeriamos la siguiente: la cor t* ) transferencia es el componente de todas las vivencias, y engloba todas (eee ee eee Tal vez lo dicho hasta el momento, con afan didactico y sintetizador. podria hacernos olvidar que lo que se repite en la transferencia no es w= self infantil, un objeto arcaico o unas necesidades, sino que lo que verd=~ deramente se repite es una relacin que en su momento fue reprimida y que se presenta, de nuevo, distorsionada por las defensas. Es esta relacién la que es comunicada al analista en su totalidad global, y por ello éste puede sentir en si mismo las tensiones y conflictos entre el objeto y el self, haciéndose capaz de aprehender los matices y vicisitudes de esta interaccidn. El material de la transferencia no queda limitado, por tanto, al sujeto o al objeto, sino que es, primaria y fundamentalmente, la rela- cién especifica entre ambos (Moeller, M.L., 1977). Aquello con lo que debe contratransferencialmente identificarse el analista no es, meramen- te, ni el objeto infantil ni el self regresivo, sinio la relacin conflictiva entre los dos. El verdadero objeto del anilisis es el estudio de la relacion total entre dos personas que funcionan en dos distintos niveles: self re-, gresivo - objeto infantil; analizado - analista,) Unas palabras todavia respecto a la utilizacion de la contratransferen- cia. Su empleo es con frecuencia, especialmente por lo que se refiere a la P. p-, mal comprendido, como si de lo que se tratara fuera de comunicar al paciente los sentimientos, fantasias, etc., que él provoca en el terapeu- ta, Este es un error técnico muy grave y de nefastas consecuencias para el tratamiento. El terapeuta debe utilizar sus sentimientos contratransfe- renciales para captar mejor aquello que el paciente le esta comunicando, © aquello que esta intentando introducir en su interior. Pero al paciente ‘To Gnico que-te importa es la explicacién acerca de su funcionamiento mental, sin que necesite, para nada, enterarse de lo que le estd ocurriendo al terapeuta. Las informaciones en este sentido sirven sélo para gratificar el narcisismo de este iiltimo, cargan al paciente con una responsabilidad abrumadora y, al tiempo, hacen saltar en aficos la imprescindiblemente neutral y tersa relacién terapeuta - paciente. Ademés fomentan en este ultimo, segiin su particular patologia, todo linaje de ansiedades paranoi- des, sentimientos de omnipotencia, temores de represalia, gratificaciones ~ narcisistas, idealizaciones de la relacidn, etc. 3.7. Las resistencias 3.7.1. Desarrollo del concepto de resistencias El concepto de resistencias se refiere a todas aquellas fuerzas que en el interior det paciente se oponen al proceso terapéutico, es decir, al descu- 126 Las resistencias iento de su inconsciente. Por tanto, las resistencias operan no sélo contra los intentos del terapeuta de dar a conocer al paciente aquello q ello. que ‘Sui ocurriendo en su mente, sino también contra los propios derosie: Pacienté, quien ha acudido voluntariamente al tratamiento y aspira a “obtener un beneficio del mismo, para lo cual se esfuerza’ en asociar;~ recordar, comprender lo que se le explica, ajustarse a la metodologia externa de trabajo necesario para el proceso, etc. En las resistencias, por tanto, observamos cémo unas tendencias del paciente luchan contra otras, La resistencia puede expresarse a través de cualquier procedimien- 0: sentimientos, impulsos, inhibiciones, formas de comportamiento, imeapacidad de comprension, erotizacién, etc. En todo tratamiento de ‘enentacion psicoanalitica, terapeuta y paciente luchan, en sus distintos papeles, contra las resistencias que se oponen al esclarecimiento de la siuacién mental del ultimo, de manera que podemos decir que este tipo de terapéurica consiste, precisamente, en el esfuerzo por demoler las Sarreras que se oponen a que el sujeto del tratamiento quede liberado de gus ansiedades, de sus inhibiciones, de sus sintomas. En una palabra, que lisponga de la totalidad de sus capacidades psiquicas, ocupadas hasta el momento en Ta aspera batalla contra Tos peligros que siente le amenavan Hie su propio inary Yate empeto empeno por vencer la resistencia es, precisamente, aquello que caracteriza la terapéutica psicoanaliticamente soncebida y la distingue de las otras formas de psicoterapia. En estas siimas no hay ningin intento de esclarecer y disolver las resistencias. ‘Unas veces son, simplemente, rodeadas y dejadas de lado, procurando ®onalecer aquellos aspectos del yo del paciente capaces de ajustar el comportamiento a la gratificacién de las propias necesidades. En algunos Sos de psicoterapia las defensas son expresamente vigorizadas, a fin de gee aquellas perturbaciones emocionales, aquellos conflictos inconscien- ®=s que amenazan el equilibrio mental del paciente y cuyos derivados aicanzan a la conciencia en forma de sintomas y molestias de cualquier sedole, queden mas enérgicamente sometidos a la represion y, por tanto, ‘Ssminuya la amenaza que ejercen desde el interior. En otras formas de ‘Satamiento, en fin, se ensefa al paciente a convivir con sus sintomas —y ‘228 sus resistencias, por tanto, dada la estrecha relacin entre unos y ‘ee2s—,, a adaptarlos a las necesidades externas e internas y, en suma, a sscar de ellos el mejor partido posible. Por otra parte, de esta caracteristi- @ de la terapéutica psicoanaliticamente orientada deriva, también, su Sesgo. El intento —no suficientemente acompanado por un empleo ade- seedo de la transferencia y la contratransferencia, asi como por una sapacidad de insight por parte del terapeuta— de eliminar resistencias == hasta aquel momento ejercian, mal que bien, su funcién de dique sestenedor de la tensién psiquica, puede generar estados de ansiedad y Pamico agudos o, en ocasiones, verdaderos derrumbes psicéticos. Incluso ‘seando es conducido por manos expertas, el tratamiento psicoanalitico peede producir agudizaciones temporales de la ansiedad, intensificacion ‘nica de los sintomas y, en casos de pacientes psicéticos o prepsicoticos, 127 Principios basicos del proceso terapéutico dar lugar a reactivacién del delirio y aparicién de cuadros confusionales (Rosenfeld, H.A., 1950). La contrapartida de este riesgo es que sélo afrontandolo y venciendo las resistencias ser posible liberar al paciente de los fantasmas internos que le atenazan y ofrecerle la oportunidad de lograr un verdadero cambio en su estructura mental. Freud lleg6 al concepto clinico de resistencias al darse cuenta de las dificultades que se oponian a sus esfuerzos para que el paciente recordara aquellas ideas o vivencias traumaticas que suponia estaban en el origen de su neurosis. En un principio, utilizaba la hipnosis —antes del descubri- miento de su método psicoanalitico— y observ cémo muchos de sus pacientes «resistian» a ser hipnotizados, pero también que, incluso aque- llos que llegaban a sumirse en el estado hipnético, no lograban recordar aquellas vivencias patogenas que estaban en la causa de su mal (Freud, S., 1895). Desde un principio consideré que estas fuerzas que se oponian a los intentos del médico y el paciente eran las mismas que mantenian los -e ncia, y que la tarea del recuerdos dolorosos disociados fuera de la con “Terapeuta consistia, precisamente, en vencer estas Tuerzas, Se dio cuenta de que Ta hipnosis, Ta sugestién y Ta abreaccién no servian para su” empeno por demoler las resistencias, y que ni siquiera la aplicacién cons- ciente del paciente eta suficiente para ello. Tampoco el solo interés inte- lectual del enfermo por conocer bastaba para vencerlas. Le fue menester idear otros medios, tales como decirle al paciente que contara todo lo que se le ocurriera, aun cuando le pareciera inconveniente, sin importancia, molesto o desagradable, con la esperanza de que, de esta forma, aparecie- ra, sino directamente la idea buscada, un eslabén intermedio que, por su misma intrascendencia, tal vez, hubiera podido evadir las fuerzas opues- tas y, de esta manera, llegar al micleo de lo disociado. Esta idea fue la base del método de las asociaciones libres que mas tarde se complets con el analisis de las resistencias y de la transferencia, Podemos decir, por tanto, que gracias a su lucha por vencer las resistencias, advino Freud, Paulatinamente, al descubrimiento del método psicoanalitico, __En La interpretacion de los swenios (1900), Freud se refiere amplia- mente al concepto de resistencia, haciéndola equivalente a la censura que actiia en los suefios. En el estudio del Fragmento del andlisis de an caso de histeria (1905),.expuso las relaciones entre transferencia y resistencia, y describié cémo esta tiltima podia expresarse a través dela transferencia, En Sobre la dindmica de la transferencia (1912), estudié el fenomeno de la regresion del tratamiento, como factor fundamental en el surgimiento tencias. Consideré, al mismo tiempo, que las asociaciones libres que produce el paciente en el transcurso de la sesion son una solucién de compromiso entre los contenidos mentales reprimi- dos que luchan por expresarse y aparecer en la conciencia, y las fuerzas “de la resistencia que se oponen a ello.,En Recordar, repetir y reelaborar \ (1914), sefalé por vez primera la existencia de la compulsion de repeti- cién, que lleva al paciente a repetir en lugar de recordar. Esta compulsion ( se halla en el origen de la transferencia —y de aqui la inextricable unién / 128 ee Las resistencias paciente es, precisamente, repetir en lugar de recordar, como ya hemos visto en el anterior capitulo. En Inhibicion, sintoma y angustia (1926) Freud clasificé las resistencias segun su fuente, describiendo cinco tipos diferentes a los que me referiré mas adelante. En este breve bosquejo histérico que acabo de exponer es casi obliga do hacer referencia al libro de Ana Freud El yo y los mecanismos de defensa (1936). En este libro la autora estudia los diversos mecanismos de defensa y los vincula con las resistencias que aparecen en el curso del anilisis, poniendo de relieve cémo las resistencias no sélo se oponen al descubrimiento del inconsciente, sino que al mismo tiempo son, como ya habia adelantado Freud, fuentes importantes de informacié inconsciente y del funcionamiento del yo. entre resistencia y transferencia— ya que en esta ultima lo que hace el n_acerca del 3.7.2. Rasgos del cardcter y resistencias Es mi opinién que aquella conjuncién de fuerzas que, en el curso del tratamiento, aparecen como resistencias se despliega en Tasgos del cardc ‘ter en Ia vida cotidiana delpaciente, =—SOCOSC=~CS~S* _ Esta relacién entre rasgos del caracter y resistencias fue en primer lugar estudiada por W. Reich (1933). Los rasgos del caracter como pautas habituales del comportamiento son en el neurético, segtin este autor, el resultado de una lucha entre las pulsiones que tienden a descargarse y las fuerzas represoras que se oponen a esta descarga, constituyéndose como una «armadura» caracterolégica que protege al sujeto de las presiones interias que no pueden ser aceptadas y reconocidas para su gratificacion externa, En el andlisis de estos pacientes, tales rasgos caracterolégicos se presentan como resistencias en forma de actitudes tenazmente inamovi- bles. En realidad, considero que en todos los individuos, sea cual sea su grado de salud o de patologia mental, los rasgos de cardcter constituyen respuestas a la doble estimulacién de las necesidades internas y del mun= do ircundante, como resultado de las funciones de organizacion, inte- racién y adaptaci6n Mevadas a cabo por el yo (Coderch, J., 1973). Es decir, lo que da lugar a la respuesta caracterologica individual es la mane- ra com organiza las relaciones entre las pulsiones instintivas, la realidad externa y aquella parte de esta realidad que, una vez introyecta- da, constituye los objetos internos, Ahora bien, existen rasgos que pode- mos llamar de tipo sublimado, en los que la labor organizadora e integra- dora del yo ha logrado la supeditacion de los impulsos destructivos a los eroticos o de vida, de manera que las pautas de comportamiento —inter- no y externo— en que se manifiestan dichos rasgos representan la mane- ra de obtener una satisfaccién de las necesidades relacionales y eréticas sin que éstas sean perturbadas por la ansiedad, al tiempo que la agresivi- dad permanece al servicio del control, manejo y precisas modificaciones de la realidad externa. En el curso del anilisis, este tipo de rasgos subli- 129 Principios basicos del proceso terapéutico mados del caracter forma parte de los recursos psicolégicos de que dis- pone el paciente para su colaboracién con el terapeuta y para la realiza- cién del trabajo que le corresponde. Pero existen otro tipo de rasgos de caracter que son el resultado de un compromiso entre las pulsiones senti das peligrosas y su regresion por una contrapulsién, motivo por el que se denominan rasgos defensivos o reactivos del cardcter. Estos son 10s Fasgos que, en el curso del tratamiento, se presentan como resisten- cias, puesto que la misi6n para la que han sido establecidos es, precisa~ | mente, mantener ocultas aquellas pulsiones y las fantasias que les acom- ) paiian, productoras de ansiedad. Estos rasgos, por tanto, son utilizados con toda su dureza para oponerse a la toma de conciencia del material inconsciente reprimido. 3.7.3. Las resistencias y las defensas Lo dicho hasta ahora nos permite ya comprender que las resistencias son una defensa contra el dolor, Aquello que se halla reprimido en el inconsciente —y utilizo en este momento el término reprimido en un | sentido amplio y general, para indicar todo aquello que, através de uno u > otro mecanismo de defensa, tiene vedado el acceso a la conciencia— lo | esta en virtud de ser conflictivo y causa de ansiedad. Todo intento de | desvelar este material y acercarlo a la conciencia es sentido como suscep- tible de provocar un sufrimiento intolerable, ante lo cual el yo pone en sis Uinta awed Gttaet paca ane labs eiecscapeozens cn de que se vale el yo para lograr sus propésitos y anular no s6lo los esfuerzos del terapeuta, sino también de Ja parte colaboradora y sana del paciente Sonstituyen las resistencias. Por esto he dicho antes que las resistencias piedett naditeanarie a través de miltiples apariencias, aun cuando su propésito es siempre el mismo: obstaculizar el descubrimiento de lo que {esta oculto en el inconsciente. En realidad, resistencias es el término que ‘damos a las defensas cuando éstas se levantan contra el intento de hacer consciente lo inconsciente en el curso del proceso terapéutico. Por tanto, el término resistencias hace referencia a todas las operaciones defensivas del aparato psiquico puestas en juego en la situacién analitica (Greenson, R., 1967). Las defensas son, por su partesllos procesos intrapsiquicos con. que el yo intenta protegerse del peligro del dolor mental, y a su manifes- \tacior durante el tratamiento la denominamos resistencias. Yo creo que. aun cuando cualquier fendmeno psiquico puede ser utilizado como resis- tencia al descubrimiento del inconsciente en el curso del tratamiento, en la base de esta operacin defensiva, que tiene como finalidad evitar el dolor mental del contacto con lo que se halla disociado de la conciencia, se encuentra siempre, de alguna manera, la actividad organizadora del yo. Como veremos mas adelante, las resistencias pueden ser clasificadas a partir de sus diversas fuentes de origen, pero esto no implica que, como corresponde a toda actividad defensiva, no interyenga siempre el yo dan- 130 Las resistencias do forma, modulando y dirigiendo la oposicién contra la ampliacién del conocimiento inconsciente. Por tanto, hemos de tener en Cuenta que el concepto de resistencias es un concepto de trabajo. Aun cuando pode- mos observarlo claramente en Ia terapéutica psicoanalitica, no es algo inexistente fuera de ella, sino un fendmeno que se desarrolla mas notoria- ; mente en el momento en que él trabajo terapéutico aproxima el material doloroso a Ta conciencia. Todos los mecanismos defensivos: represion, disociacién, identificacion proyectiva, negacién, racionalizacion, aisla~ miento, control, etc. pueden ser utilizados al servicio de las resistencias. Como es natural, en cada paciente las resistencias utilizaran, predomi- nantemente, las mismas formas y mecanismos defensivos empleados has- ta el momento en la vida cotidiana. De aqui la importancia, a que antes me he referido, de los rasgos caracterolégicos, defensivos 0 reactivos, como punto de apoyo y verdadero bastion y fortaleza de las resistencias del paciente. Por mas que, como principio general, las resistencias son un proceso inconsciente en su mayor parte, aspectos secundarios de ellas pueden hacerse plenamente conscientes. tra cosa és que el paciente sea capaz de darse cuenta de que aquellos sentimientos, actitudes, dificultades de toda suerte, incluso muchas de ellas con apariencia de circunstancias pura- mente externas, que obstaculizan la marcha del tratamiento, no son sino formas de expresién de la resistencia a la revelacidn de lo oculto en su interior. Si el proceso analitico va desplegandose de manera adecuada y la relacin de trabajo —a la cual me referiré mas adelante— se afianza, el paciente podra percibir las resistencias como expresién de una actitud de oposicién a aquella parte de su personalidad que desea colaborar con el terapeuta en la investigacién del propio inconsciente. En este punto po demos observar un claro desdoblamiento entre un yo observador y razo- nador, que inspecciona los procesos psiquicos como si de un tercer suje- to se tratara y que intenta integrar y sintetizar el fruto de esta contempla- cin, y otra parte del self porfiadamente empefiada en estorbarlo. De acuerdo con el estado de la relacién de trabajo o relacién de colaboracion con el terapeuta, nos encontraremos con el predominio de una u otra de s distintas partes de la personalidad. Es decir, no aparecerian las resistencias si no existiera una parte del self que tiende a la cooperacién con el terapeuta, que se halla dispuesta a soportar el dolor que supone el acercamiento al material conflictivo y que aspira al crecimiento y la evo- lucién. Por tanto, el concepto de resistencia conlleya la nocién de un material psiquico penoso que se intenta evitar, una parte del self que es capaz de soportar el dolor que comporta la aceptacion de este material, y otra parte del’ elf quetienteaevitartal pels y suftimionto, tal peligro y sufrimiento, _” Como-ya he dicho antes, las resistencias son predominantemente \inconscientes, dirigidas y mediatizadas por una actividad también in- \consciente del yo, pero, asi y todo, es posible distinguir resistencias més profundas, automaticas, mas insondablemente inconscientes, de otras resistencias mas cercanas a la conciencia,\Por regla general, pode- 131 Principios basicos del proceso terapéutico mos decir que cuanto més primitivos son los mecanismos de defensa utilizados por las resistencias, tanto mas primitivo, violento y peligroso es el conflicto psiquico que tratan de mantener disociado de la concien- cia. Las resistencias que funcionan con mecanismos defensivos de apari- cién més tardia y mas vinculados al proceso secundario son, a su vez, mis facilmente percibidas por el yo observador del paciente, siendo el material que encubren mis susceptible de ser reconocido+ Para terminar esta somera recapitulacién de las relaciones entre de- fensa y resistencia, recordemos que en el tratamiento psicoanalitico o psicoterapéutico hallamos siempre un mismo motivo para la resistencia y la defensa, es decir, evitar el dolor que produciria la irrupcién en la conciencia de un conflicto. La ansiedad desencadenada por el peligro que supone la aproximacién del material amenazador obliga al yo a reforzar las defensas que, en la situaci6n terapéutica, se muestran como resisten- cias. Podemos, pues, decir que el motivo inmediato de las resistencias, lo } que desencadena su aparicion, es Ia relacion éutica que tiende a. facilitar el acceso a Ia conciencia del material sentido como peligroso y | productor de ansiedad. "La causa alejada y basica es la pulsion agresiva que produce la pérdida del objeto, su destruccion, la transformacion del objeto en violento y agresivo, la represalia por parte de éste, etc. 3.7.4. La transferencia como resistencia En la medida en que la transferencia es una resistencia —repetir en lugar de recordar— regresién y resistencias sé hallan, también, en estre- cha vinculacién, ya que la transferencia es una regresion. Como ya he dicho en otro momento, la metodologia psicoanalitica favorece la regre- sidn, La utilizacion del divan, de manera que analista y analizado no se hallan cara a cara, la permisividad total en cuanto a la comunicacién verbal del paciente, la atmésfera favorecedora de las libres asociaciones, las interpretaciones dirigidas al inconsciente, etc., estimulan la regresi6n, aun cuando parcial, del yo, de las pulsiones y de las relaciones objetales. “Gracias a ello, las ansiedades, temores, odios, amor, deseo, etc., infantiles que permanecian, en mayor o menor grado, encubiertos por los aspectos, por lo menos en cierto grado, mas adultos y razonables de la personali- dad experimentan una reactivacién y se muestran con toda la fuerza incoercible de las pulsiones y los conflictos tempranos. Gracias a esta regresi6n se establece, més alla de la relacién real que existe entre analista y analizado, la relacién transferencial que reproduce las relaciones del bebé, que continda existiendo en el interior del paciente, con sus prime- ros objetos. Por ello, en el tratamiento psicoanalitico, y a fin de proceder a un estudio lo mas completo posible de la transferencia, es de todo punto necesaria la regresi6 En realidad, debe establecerse, en cada caso, tun nivel 6ptimo de regresién, aun cuando las opiniones son divergentes en esta cuestion. Algunos se muestran cautelosos en cuanto a los peligros 132 | Las resistencias que pueden acarrear un exceso de regresién. Otros, por el contrario, se muestran partidarios de estimular una regresién lo mas completa posible (Winnicot, D., 1956). Por mi parte, creo que el nivel de regresién alcan- zado ha de ser tal que no impida el libre funcionamiento de un yo capaz de colaborar con el terapeuta, observar, comunicar y comprender las explicaciones que reciba. De lo contrario, la transferencia establecida no es utilizable y al no poder ser entendida por el paciente transcurre como un fuego fatuo, apto sdlo para interpretaciones académicas e intelectuali- zadas de las que el paciente se halla ausente. En algunos sujetos, especial- ~ mente predispuestos, una regresin excesiva puede producir la aparicién de cuadros psicéticoss Por otra parte, la transferencia cumple la doble misién de las resisten: cias. Ya he mencionado, anteriormente, que las resistencias no son tinica- mente obstaculizaciones al trabajo analitico, sino también valiosos ma- nantiales de informacion para el mismo. El paciente se resiste a percibir sus conflictos inconscientes, es decir, a tomar conciencia de sus perturba- das, empobrecedoras y amenazadoras relaciones objetales internas, y, en lugar de ello, las reproduce en la persona del analista. Pero, a la vez, esta repeticin permite, a través de su andlisis, reproducir y comprender, no , tedricamente, en ausencia, a través de un recuerdo, sino vividamente, en una experiencia del aqui y ahora, todo el drama infantil que ha conduci- doa la detencién del desarrollo psiquico y ala formacién de los sintomas que oprimen la personalidad del enfermo, llegando al mismo corazén del conflicto, En la transferencia la regresi6n halla su maxima expresi6n, y en ello radica su insustituible valor para el tratamiento psicoanalitico.+ 3.7.5. Clasificacion y fuentes de las resistencias La clasificacion descriptiva de las resistencias posee un interés practi- co como sefial de aviso y punto de referencia de la existencia de las mismas. Pero nos dice muy poco acerca de su naturaleza, origen, fuerzas que en ellas intervienen y ansiedades que intentan mantener ocultas, Mas adelante me ocuparé de las formas externas que, mas frecuentemente, adoptan las resistencias, De mayor interés en cuanto a la comprensién intrinseca de las resis- “tencias es el estudio de las fuentes de las mismas. En 1926, Freud distin- guid entre cinco tipos y fuentes de resistencia. a) Resistencia de represin Para comprender este tipo de resistencia es adecuado recordar que el término represion tiene dos significados en el lenguaje psicoanalitico, En ‘el sentido estricto, es un mecanismo de defensa det yo por el cual deter- minados contenidos psiquicos —las pulsiones y Jas fantasias que las 133 ov f2 Principios basicos del proceso terapéutico acompanan y a través de las cuales se manifiestan— quedan rechazadas fuera de la conciencia. El mantenimiento en el inconsciente de aquello “que se encuentra prohibido evita Ja satisfaccién de la pulsion y, por tanto, el riesgo por ella provocado. Si el yo lleva a cabo Ia represin es a ‘causa de que siente que la satisfaccion de determinada pulsién provocaria més sufrimiento que su frustracin. Ahora bien, el término represién se utiliza, también, en un sentido genérico como sinénimo de «defensa> y €5 un proceso ineludible para la formacién de los sintomas. Este uso genérico del término represién es debido a que ésta se consi~ dera como el prototipo de todos los mecanismos de defensa y su estado final, puesto-que la meta Utima de todos ello 6 que aquello que es. ido como un peligro permanezca, de una u otra manera, fuera de la “conciencia, 0 presente en ella, en todo caso, de forma irreconocible. Por otra parte, ya he subrayado que las resistencias utilizan, para sus propo- sitos, toda clase de mecanismos de defensa. En la resistencia de represién encontramos las tres fases distintas de la tepresiOn, que fueron descritas por Freud (1915, 1916-1917). La primera “de ellas és la fase de «represi6n primaria», en la que los derivados psiqui- cos de las pulsiones son retenidos fuera de la conciencia. El material inconsciente a que da lugar esta represin primaria sirve de nticleo de condensacién alrededor del cual se estratificaran otros materiales desti- nados, asimismo, a ser reprimidos. La fase segunda corresponde a la «represién propiamente dicha», en la cual istitceanterceiiey expulsan de la conciencia determinados contenidos psiquicos que habian logrado penetrar en ella. Este tipo de represion precisa un nivel de maduracién Psiquica mas elevado. La tercera fase corresponde al «retorno de lo repri- mido». En ella, la represin se efecta no mediante el rechazo fuera de la conciencia de algo que se ha introducido indeseablemente, sino a través de efectuar en este algo una distorsi6n o disfraz que le permite su perma nencia sin ser reconocido, como ocurre en los sueios, los sintomas y los actos fallidos (Paolino, T., 1981). No debe olvidarse que aquellos contenidos psiquicos que sufren la acci6n de la represién no son, propiamente, las pulsiones, sino sus deri- vados psiquicos, y son ellos quienes ocupan el inconsciente, no las pul- sions en sip los representantes palquian’ qustseaiba ieee oR represiOn sufren esta suerte ya sea a causa de que representan directa- mente la pulsin que es el verdadero objeto de la represion, o a causa de que, fortuitamente, han quedado asociados con ella. 5) Resistencia de transferencia Ya he hablado de ella. Por sus finalidades y efectos es similar a la resistencia de represiOn, pero se distingue de ésta por ser especifica de la terapéutica psicoanalitica. Ya he dicho que la transferencia es un producto istencia, 134 Las resistencias dado que ella es una repeticién, en la figura del analista, de las vivencias que el paciente no puede recordar. Las falsas conexiones entre el pasado y el presente distorsionan y ocultan las vinculaciones reales y dificultan su comprensién, actuando, por tanto, como resistencias. Ademés, la transferencia también da lugar a que el paciente esté mas interesado en obtener una gratificacién de sus necesidades y demandas infantiles me- diante su relacién con el analista que en investigar su inconsciente y recordar. De aqui la regla de abstinencia propuesta por Freud: el tera~ peuta debe evitar cuidadosamente satislacer tales demandas, De lo con- trario, el paciente se contentari con ellas y abandonard, poF completo, el trabajo de investigaci6n, utilizando la relacién terapéutica tan sélo para el cumplimiento de sus anhelos infantile mia: ©) Ganancia secundaria La ganancia secundaria es, asimismo, una resistencia del yo, pero su diferencia con las dos anteriores estriba en que surge como resultado de bx Ta asimilacion de los sintomas por La ganancia 0 beneficio ° Se inns eee La funci6n del yo es la ficacién, la sintesis y Ta conciliacion entre la realidad externa, las pul- en particular, én reintegrar a su organizacion la parte regresiva de si mismo, A partir de estos esfuerzos se desarrolla una especie de simbiosis na biosis entre el sintoma y el yo, gracias a la cual el yo encuentra cierta satisfac- sion en el hecho de ser capaz de restaurar de nuevo el equilibrio an \ x el or- co ¢ integrar, de alguna forma, las distintas energias psiquicas di ganismo, A esta ganancia secundaria, vinculada a la satisfaccién narcisista que obtiene el yo del ejercicio de su funcién de sintesis, debemos afadir siertos beneficios externos que el paciente puede haber obtenido de sus sintomas, tales como disminucidn de su responsabilidad, alivio del senti- miento de culpa, mayor tolerancia por parte de quienes podrian juzgarle, dominio de los otros, etc., todo To cual puede ser utilizado, asimismo, como resistencia frente a la modificacién de sus trastornos. 4) Resistencia del superyé Esta clase de resistencia surge del sentimiento de culpa y la conse- cuente necesidad de autopunicién, y se manifiesta como una oposicion a Sualquiér tipo de éxito, incluyendo el resultado feliz del tratamiento. ‘Freud (1923) la juzg6 como la mis dificil de vencer. Se muestra como un parad6jico empeoramiento del paciente en cualquier momento en el que, como resultado del trabajo analitico —una explicacién que parece acerta- da, una observacién feliz, la asociacién de un dato revelador, una inter- 135 Principios bésicos del proceso terapéutico pretacién que el propio paciente siente, en un principio, como verdadera y fundamental—, cabria esperar un avance importante y la suavizacion de sintomas e inhibiciones. Esta respuesta invertida es la que se denomi- na reaccin terapéutica negativa, En la parte dedicada a la técnica me ocuparé de nuevo de este tipo de respuesta. e) Resistencia del ello Freud llegé a descubrirla al darse cuenta de que, a pesar de que el trabajo analitico lograra vencer las resistencias del yo y del superyé, el - paciente continuaba sin adquirir el conocimiento de aquello que habia sido 'rechazado fuera de la conciencia. Por ello, formulé la idea de una resistencia del inconsciente (Freud, S., 1926). La resistencia del ello esta sostenida por tendencia general de las pulsionés a cualquier cambio en su forma de expresién, La resistencia del ello da lugar a la compulsion de repeticion, la cual puede ser considerada como originada por cin del inconsciente por los derivados pulsionales reprimidos, La existencia ‘de esta resistencia obliga a una ardua elaboracién para el avance del Proceso analitico., Este proceso de elaboracién requiere el aprendizaje de nuevas formas de funcionamiento, asi como el desarrollo de la habilidad para inhibir viejas y arraigadas pautas de comportamiento. Todo terapeuta sabe que dificilmente basta con una interpretacién, por correcta que sea, para vencer una resistencia, traer nuevos conocimientos o cambiar una pers- pectiva mental. Las experiencias transferenciales deben ser vividas una y otra vez, y una y otra vez reinterpretadas en el curso del analisis para que las modificaciones perseguidas tengan lugar. Esto es debido, segin Freud, a la especial «viscosidad 0 adhesividad» delelbido, la oval aif Galta eT abandono, tanto de antiguos objetivos y formas de descarga, como de pautas de comportamiento, ened ~~ Esta elasificacion de las resistencias realizada por Freud mantiene, en nuestros dias, toda su originalidad y frescor. Sin embargo, con el paso del tiempo la sensibilidad analitica frente a las resistencias se ha agudizado més y mas, de la misma manera que la lucha por superarlas se ha conver- tido en el tema central del tratamiento psicoanalitico. A causa de ello, han aparecido nuevas perspectivas para la diferenciacién de las resisten~ cias. Asi, E. Glover (1955) distingue entre resistencias

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