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1. Introducción
Los derrames y fugas de hidrocarburos constituyen los mayores contaminantes de las aguas
subterráneas. En particular, los hidrocarburos líquidos en fase no acuosa (NAPL) presentan
una baja solubilidad en agua, se infiltran en el subsuelo y pueden alcanzar el agua subterránea
(Zhou y Blunt, 1997). Gran parte de la contaminación ocurre por fugas, derrames y
disposición de NAPL en las aguas subterráneas (Rodríguez, 2003). Estos compuestos
orgánicos representan el mayor riesgo por sus efectos en el ambiente y en la salud humana
(EPA, 2007). En Chile la contaminación por NAPL, en su conjunto, ha sido objeto de escasa
investigación.
Los NAPLs puede clasificarse en aquellos cuya densidad es mayor a la del agua (DNAPLs) y
aquellos más ligeros que el agua (LNAPLs). En la figura 1 se puede apreciar cómo se ubican
de acuerdo a su densidad. Entre los LNAPLs están los hidrocarburos derivados del petróleo
como la gasolina, el diesel, compuestos como benceno, tolueno, etilbenceno y xileno.
Fig. 1 Hidrocarburos que existen como una fase inmiscible y separada cuando entran en
contacto con el agua o el aire.
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Los LNAPL flotan sobre el nivel freático del acuífero formando capas de espesores que van de
los milímetros a los metros (a dicha fracción se le denomina fase libre). Las fases volátiles
ocupan parte de la zona vadosa y pueden incorporarse al flujo subterráneo. La fase libre
circula en la parte superior del acuífero a una velocidad por lo general menor a la del flujo del
agua subterránea. Las fases solubles de los LNAPLs formarán una pluma en la parte superior
de la zona saturada, circulando a una velocidad mayor que la fase libre.
El problema se agrava debido a que las aguas subterráneas son una de las principales fuentes
de suministro para uso doméstico y para el riego en muchas partes del mundo. De toda el agua
dulce disponible, la proporción de agua subterránea alcanza al 0,6% del total de agua del
planeta (Bolluta, 2003). Constituye a nivel mundial una gran proporción del agua utilizada y
representa aproximadamente el 20% en México, el 50% en Estados Unidos, cerca del 30% en
Canadá y aproximadamente el 70% en Europa (Mazari, 2007). En España alrededor de la
tercera parte del agua que se usa en las ciudades y la industria y la cuarta parte de la que se usa
en agricultura son aguas subterráneas (Martínez, 1998). Existen zonas en el mundo donde la
única fuente la constituyen los acuíferos locales (Rodríguez, 2003). En muchos lugares, como
en el norte de Chile, en que las precipitaciones son escasas e irregulares, son un recurso vital
y una gran fuente de riqueza.
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Gasolina
La gasolina consiste de una mezcla de hidrocarburos de bajo peso molecular (entre C4 a C10)
y aditivos químicos (API, 2004). Los hidrocarburos de la gasolina representan el 70% o más,
entre los que están los n-alcanos (butano, pentano, etc.) y los isoalcanos (isoctano,
isoparafinas), que son los dominantes; le siguen los cicloalcanos (ciclobutano, ciclopentano,
ciclohexano, cicloheptano, ciclooctano, ciclononano y ciclodecano) y los compuestos
aromáticos. Entre los compuestos aromáticos están el benceno, tolueno, etilbenceno, y xilenos
(conocidos como BTEX). Los BTEX abarcan el 20% en peso de la gasolina, con una mayor
proporción de tolueno. Los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs) no están presentes o
lo están en muy pequeñas cantidades en la gasolina, debido a su alto peso molecular y elevado
punto de ebullición; la excepción la constituye el naftaleno, que puede estar presente en un
0,5% en peso. Entre los aditivos están los éteres oxigenados: éter metil-terbutílico (MTBE),
éter etil-terbutílico (ETBE), éter metil-teramílico (TAME), éter di-isopropil (DIPE), y
alcoholes (ej. etanol, alcohol ter-butílico ó butanol, metanol).
Diesel
Son destilados que se componen de compuestos de hidrocarburos entre C10 a C20 y tienen una
mayor concentración de cicloalcanos y PAHs. En el Reino Unido, la legislación establece una
concentración de PAHs bajo el 3% (García y Martínez, 2005). Las concentraciones de BTEX
son bajas (entre 1 a 3%). Es por ello que son productos más densos, de menor volatilidad y
menos solubles, y por ende menos móviles que la gasolina Las viscosidades de estos
hidrocarburos son entre 4 a 5 veces mayores que la gasolina (API, 2004).
El proceso de transporte y movilidad de los NAPLs está gobernado por una variedad de
parámetros. Entre ellos se pueden considerar las propiedades del propio LNAPL (densidad,
viscosidad, solubilidad, presión de vapor, volatilidad y tensión interfacial), las características
del suelo en el que se propagan (fuerza o presión capilar, distribución del tamaño de poros y
contenido inicial en humedad, estructura geológica de los estratos, y velocidad del agua
subterránea), y las funciones dependientes de la saturación (saturación residual y
permeabilidad relativa). También se agregan aquellas vías preferentes de migración, como
fracturas o canales de disolución, de gran importancia en el movimiento de LNAPLs en el
subsuelo.
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El camino que siguen los LNAPLs que son derramados e introducidos en un medio no
saturado y fracturado depende de las características del suelo o roca, tales como la densidad,
orientación, y distribución de las aberturas (figura 4).
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Por otra parte, el impacto de la contaminación producida por los LNAPLs está directamente
relacionado con la composición del compuesto. Así, los compuestos BTEX (benceno, tolueno,
etilbenceno y xilenos), los cuales tienen concentraciones de vapor en fase pura mayores a 107
µg/m3, en moles conforman aproximadamente el 40%, mientras que en el diesel estos mismos
compuestos no superan el 3% (API, 2004). Quiere decir entonces que el potencial riesgo por
volatilidad es significativamente mayor para la gasolina comparado con el diesel.
El más usado de los éteres es el MTBE, que reemplazó al plomo en la gasolina a comienzos de
los 90 (Arambarri et al., 2004). Hasta hace poco, el MTBE llegó a representar el 85% de todos
los éteres oxigenados en EE.UU. (unos 15 billones de litros al año), mientras que el etanol
cerca del 7% (Shih et al., 2004). Los éteres se pueden introducir accidentalmente a los
ambientes sub-superficiales durante la refinación, la distribución, y el almacenaje de
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4. Disposiciones legales
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Los tanques de acero deben estar catódicamente protegidos con una capa de material con
propiedades dieléctricas, impermeable a la humedad y resistente al daño mecánico, siguiendo
los códigos y los estándares de la Steel Tank Institute, a menos que la investigación del sitio
donde se enterrarán demuestre que el tanque no será sometido al ataque corrosivo. Entre estos
materiales están las pinturas epóxicas, las capas asfálticas y las capas de poliamida. En el sitio
de emplazamiento del UST debe colocarse un film plástico de alta resistencia (Figura 6).
De manera similar, los Estados miembros de la Unión Europea, aplicando el concepto del que
contamina paga, y tomando como experiencia lo sucedido en EE.UU., impulsó nuevas
regulaciones que hacen más estrictos el transporte, manejo, y expendio de gasolina, diesel y
keroseno en las estaciones de servicio. Al igual que EE.UU., la Unión Europea permite el uso
de USTs de poliéster reforzado con fibra de vidrio, aunque los Estados miembros prefieren los
estanques de acero de paredes dobles, con anticorrosivo, especialmente Alemania. Si bien los
estudios ambientales no muestran una contaminación extensa del agua subterránea por MTBE,
los Estados miembros están ejecutando programas de monitoreo de calidad de aguas
subterráneas, junto con aplicar planes de manejo integrado de cuencas, los que deberán estar
listo a finales del 2010. Esto logrará identificar las fuentes de contaminación del agua
subterránea y facilitará el uso de instrumentos técnicos y económicos por los Estados
miembros con respecto al manejo de combustibles en el futuro.
A nivel latinoamericano, Brasil es el que más restricciones tiene en esta materia, y aunque no
existe una legislación específica, es posible encontrar normativas en el ámbito federal, estatal
y municipal, que cautelan las aguas subterráneas, con claras reglas para el que contamina, que
incluyen la reclusión hasta 5 años. La restricción sobre ubicación de estaciones de servicios a
no menos de 150 m de lugares públicos está expresamente regulada, y sitúa en 30.000 litros la
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capacidad máxima de los USTs, medidas que sin duda apuntan a reducir el impacto de la
contaminación de suelo y acuíferos por derrames o fugas de combustibles.
En Chile la normativa relacionada con los sitios contaminados es débil todavía, por lo que no
se conoce ni la cantidad ni la ubicación de los sitios potencialmente contaminados con
LNAPLs, y tampoco los riesgos a la salud y al ambiente. La reglamentación indica que los
USTs deben estar construidos con materiales compatibles con el combustible almacenado,
como es el caso del acero soldado, pero no se menciona en la reglamentación el uso de doble
pared, ni la alternativa de usar USTs de poliéster reforzado con fibra de vidrio. La legislación
chilena tampoco contempla métodos modernos para la detección de filtraciones desde los
USTs, dejando el control a un mero chequeo manual contable basado en la venta diaria de
combustible. Chile debiera normar para que todas las estaciones de servicio que posean
estanques de pared simple, cuenten con pozos de monitoreo para la gasolina. Tampoco Chile
tiene regulaciones específicas para COVs en las estaciones de servicio, y sólo se contemplan
sistemas de recuperación de vapores para el llenado de USTs y de los vehículos, tecnologías
que en general son utilizadas por los grandes distribuidores de combustibles en el país.
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