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UNIDAD 2.

NATURALEZA, DEFINICIÓN Y ALCANCES JURÍDICOS

DE LOS TÍTULOS DE CRÉDITO.

2.1. Naturaleza jurídica de los títulos de crédito.

Son documentos privados, de naturaleza ejecutiva: son documentos ejecutivos porque son suficientes para
comprobar a favor de su titular legítimo, la existencia de los derechos contenidos dentro del texto del mismo
documento. Por esto, los títulos de crédito constituyen una prueba preconstituida de la acción que se ejercita
en juicio, es decir, se reconoce a priori la existencia de la deuda consignada en el documento, de ahí que según
la naturaleza especial del juicio ejecutivo mercantil, la acción cambiaria contra el signatario del título de
crédito es ejecutiva por el importe de ésta y por el de los intereses y gastos accesorios, sin necesidad de que el
demandado reconozca previamente su firma.

La excepción a esta regla serían los títulos de crédito emitidos por el Gobierno Federal, tales como
certificados de tesorería o petrobonos, ya que éstos no tienen naturaleza ejecutiva que permita despachar
ejecución sin prueba previa, en virtud de que el patrimonio nacional es inembargable, aunque debido a esto
dentro de la doctrina hay opiniones encontradas sobre si estos documentos son en realidad o no títulos de
crédito.

2.2. Concepción doctrinal de los títulos de crédito.

Podríamos atrevernos a decir que la primera definición de los títulos de crédito la hizo el padre del Derecho
Mercantil, el italiano César Vivante, quien afirmó que título de crédito es un documento necesario para
ejercitar el derecho literal y autónomo expresado en el mismo. Se dice que el derecho expresado en el título es
literal, porque su existencia se regula al tenor del documento; y se dice, por último que el título es el
documento necesario para ejercitar el derecho, porque, en tanto el título existe, el acreedor debe exhibirlo para
ejercitar cualquier derecho, tanto el principal como el accesorio, de los que en él se contienen, no pudiendo
realizarse ninguna modificación en los efectos del título sin hacerla constar en el mismo.

Vittorio Salandra dice simplemente que es el medio para el ejercicio y la circulación de un derecho.

Los títulos de crédito son los documentos necesarios para ejercitar el derecho literal y autónomo que en ellos
se consigna y que están destinados a circular. O en otro concepto, los títulos de crédito son documentos
privados

que representan la creencia, fe, o confianza que una persona tiene en otra para que haga o pague algo.

Ahora bien, en cuanto a la denominación de los títulos de crédito, encontramos opiniones muy diversas y
encontradas dentro de la doctrina:

Rodríguez y Rodríguez opta por la denominación de títulos valores, argumentando que el título de crédito es
un término de contenido más restringido que éste, pues no todos los títulos valores involucran un crédito.

Mantilla Molina igualmente prefiere la concepción de título valor, pues dice, éste envuelve en su contenido
todos los derechos que contemplan los títulos valores reconocidos por el derecho Mexicano.

Felipe de J. Tena considera asimismo impropio el uso del concepto título de crédito, también en virtud de que
no todos los documentos comprendidos dentro de tal denominación involucran derechos de crédito, sino
derechos de muy diversa índole, como son los de recuperación inmobiliaria o los corporativos.

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Rafael de Pina, dice simplemente que título de crédito y título valor son sinónimos.

Cervantes Ahumada afirma que la denominación de título de crédito es más acorde con nuestra latinidad en
virtud de que así los refiere tradicionalmente nuestra ley, a pesar de que el concepto título valor sea utilizado
por la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos. Este autor nos expone en particular, que el tecnicismo títulos
de crédito se originó en la doctrina italiana, por César Vivante, y que el Código Civil italiano lo recogió,
pasando de ahí a la doctrina francesa, española, y por ende a la mexicana; empero ha sido criticada por
diversos autores, que en general han propuesto sustituirlo que el término títulos valores, traducido del
lenguaje técnico alemán, y adoptado por la citada Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos. Pero afirma que
podría alegarse que tampoco dicho tecnicismo [títulos valores] es exacto en cuanto a su significación
meramente gramatical, porque hay muchos títulos que indudablemente tienen o representan un valor y no
están comprendidos dentro de la categoría de los títulos de crédito; así como hay muchos títulos de crédito que
en realidad no puede decirse que incorporen un valor.

Y en este mismo sentido, Dávalos Mejía concluye que el término título valor es poco adecuado, por no estar
definido en nuestra legislación, siendo por ello vago en términos jurisdiccionales y consecuentemente
susceptible de provocar confusión en intérpretes que no tienen la obligación de conocer las opiniones
doctrinales. Esta opinión es también apoyada por Astudillo Ursúa, quien dice que es mejor el término de
títulos de crédito, porque no existe peligro de su empleo, puesto que su alcance jurídico es claro y corresponde
además al uso común en la doctrina y en la práctica.

2.2.1. Los títulos de crédito como cosas mercantiles.

Los títulos de crédito son bienes que son materia de relaciones jurídico mercantiles, es decir, son cosas
mercantiles por su naturaleza y por disposición expresa de la ley (Art. 1 LGTOC), por lo que su mercantilidad
no se altera porque sean comerciantes o no quienes los suscriban o los posean; amén de que como cosas
mercantiles son aptas para ser objeto de todos los negocios jurídicos que recaen ordinariamente sobre los
bienes in comercium o dentro del comercio.

O en otras palabras, son una masa que circula con leyes propias sobre el inmenso cúmulo de cosas, muebles e
inmuebles, que forman la riqueza social.

Si la ley menciona que son cosas mercantiles, es claro que quiso sujetarlas a un régimen jurídico especial: el
de la legislación mercantil y que las sustrajo a la clasificación del Derecho Civil de bienes muebles, pero ni el
Código de Comercio ni las leyes especiales, contienen el significado de la expresión cosas mercantiles.

Hay cosas que adquieren su naturaleza mercantil o civil dependiendo de los actos de los que provienen o de la
calidad de las personas que realizan esos actos, pero en el caso de los títulos de crédito, éstos son mercantiles
por esencia, independientemente de la naturaleza de los actos que recaigan sobre ellos y de la calidad de
comerciante o no de las personas que realizan esos actos, y más aún, debido a su naturaleza mercantil, las
operaciones que en ellos se consignen adquieren el carácter de actos de comercio.

A este respecto, nos dice Astudillo Ursúa, parafraseando a Benito, que son cosas mercantiles por naturaleza,
las que al consumirse satisfacen las necesidades de la industria comercial, y que cosas mercantiles por
accidente son todas aquellas que adquieren carácter mercantil en manos del que con elles especula, y lo
pierden para aquél que las utiliza directamente o las enajena sin idea de especulación.

Desde el legislador de 1932 se estableció que los títulos de crédito son cosas de comercio, resultando por ello
incuestionable la mercantilidad de los títulos de crédito. Así, concluye el maestro Pallares, no son mercantiles
por su naturaleza, sino porque el derecho les da ese carácter.

2.2.2. Títulos de crédito como documentos constitutivos−dispositivos.

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Los títulos de crédito no son meros documentos probatorios (documentos que sirven para acreditar la
existencia de un derecho, pero que dicha comprobación puede realizarse por medios distintos, y la existencia
del título no es presupuesto para la existencia y ejercicio del derecho), sino que son verdaderos documentos
constitutivos−dispositivos, porque, según Astudillo Ursúa, no sólo crean un derecho y las consiguientes
relaciones jurídicas, sino que son necesarios para ejercitar el derecho por ellos creado.

Es decir, tienen este carácter, porque no sólo sirven como elemento probatorio de un acto o de una relación
jurídica, sino que son la fuente misma de un estado o situación de Derecho, que genera relaciones jurídicas y
son además, necesarios para ejercitar cualquier derecho dimanado de ellos.

Son documentos dispositivos en cuanto su redacción es esencial para la existencia del derecho, pero tienen un
carácter especial en cuanto el derecho vincula su suerte a la del documento, puede decirse que el documento
es necesario para el nacimiento, para el ejercicio y para la transmisión del derecho.

Además, contienen manifestaciones de voluntad no contractuales, hechas por el signatario en favor de futuros
tenedores legítimos del documento, con la peculiaridad de tener un alcance obligatorio.

De lo anterior podemos concluir que estos documentos crean un derecho, que son necesarios para ejercitar el
derecho que por medio de ellos fue creado, y que no es posible demostrar la relación cambiaria incorporada en
el título sino por medio de la exhibición del mismo.

2.2.3. La obligación patrimonial incorporada a los títulos de crédito.

El título de crédito es un trozo de papel, al que se incorpora una obligación de carácter económico, o dicho de
otra manera, representa un valor de orden patrimonial. Es claro que la intención fue darle cuerpo al adeudo,
materializarlo, para evitar los inconveniente de la invisibilidad de los créditos y la dificultad para su
comprobación al intentar el cobro.

Los títulos de crédito no consignan obligaciones de hacer o no hacer, sino siempre obligaciones de dar, de
entregar una cantidad determinada de dinero o un bien específico.

Las obligaciones cambiarias surgen desde el momento de la creación del documento, debido a su naturaleza
constitutivo−dispositiva, y vinculan a los que las hacen aunque el título se ponga en circulación sin la
voluntad del suscriptor.

Si vemos esto desde el lado contrario, los títulos de crédito contienen no sólo una obligación, sino un derecho
patrimonial, es decir: expresan una relación jurídica entre el patrimonio del acreedor y el del deudor; tienen un
carácter preponderantemente económico y por tanto, son determinables en dinero; las personas, tanto del
acreedor como del deudor, son sustituibles; y en consecuencia, son transmisibles. El derecho patrimonial
consignado en un título de crédito es tan flexible y versátil que su perfeccionamiento y contenido se inicia y
agota en el título.

2.2.4. El carácter formal de los títulos de crédito.

Un documento surtirá efectos de título de crédito si reúne en su texto las menciones que la ley obliga para
cada tipo.

La omisión de las menciones y los requisitos de ley significa que el documento no producirá efectos de título
de crédito, sino será simplemente un documento cuyo verdadero valor y alcance jurídicos deberán ser
probados en juicio, y carecerá así de su cualidad más significativa: la ejecutividad.

Por eso la formalidad es realmente un elemento de existencia de los títulos de crédito, que de no presentarse

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convierten en inexistentes tanto al título como al adeudo.

La formalidad significa que los documentos y los actos relativos a los títulos de crédito solamente producirán
efectos legales, cuando contengan las menciones y llenen los requisitos que la propia ley señala, más dichos
requisitos pueden ser satisfechos por quien en su oportunidad debió llenarlos hasta antes de la presentación del
título para su aceptación o para su pago.

La omisión de alguno de los requisitos da lugar a la oposición de excepciones (art. 8 LGTOC).

2.2.5. La nueva tendencia de desmaterializar a los títulos de crédito.

La tendencia de desmaterializar los títulos de crédito, consiste en incorporar los medios digitales y
electrónicos, como herramientas para la creación y circulación de títulos de crédito que podríamos calificar de
sui generis, pues, como más adelante veremos, una característica esencial de éstos es la incorporación, es
decir, el darles cuerpo para hacer visible la deuda, y con estos nuevos títulos virtuales se deja la existencia
material del documento en una dimensión distinta a la física comúnmente conocida por todos nosotros, sin
que por ello se pierda la incorporación en el sentido de que el derecho va incorporado al documento. Así,
desmaterializar un título es prescindir del papel y sustituirlo por un documento electrónico y virtual.

En nuestro país no son muchos los avances, ni doctrinarios ni legales, que a este respecto se han dado. En
términos generales, la legislación actual no reconocía el uso de los medios electrónicos de manera universal y,
en caso de un litigio, el Juez o Tribunal tenían que allegarse de medios de prueba indirectos para determinar
que una operación realizada por medios electrónicos era no válida. Sin embargo, tenemos que esto está
íntimamente relacionado con el comercio electrónico, en cuyo tópico sí ha habido debate y polémica, llegando
incluso a incluirse este tema en iniciativas del Congreso.

En el comercio electrónico puede presentarse el mismo proceso que en el comercio tradicional; la diferencia
estriba en los mecanismos y medios por los que se accede al bien o servicio. La cantidad de transacciones que
se desarrollan atrás del proceso final de compra−venta son más numerosos que las simples de compra−venta
final. La tecnología de la información ha acumulado las reglas básicas de la competencia en el mercado. En
México, el uso y desarrollo de la tecnología informática ha tenido, en estos últimos años, un crecimiento
verdaderamente explosivo, que ha orillado a su regulación.

Recientemente, en la H. Cámara de Diputados se realizaron reformas a los códigos Civil y de Comercio; así
como a los ordenamientos jurídicos de Protección al Consumidor, que permitirán realizar diferentes
actividades en materia de comercio electrónico. Y se presentó también una iniciativa; con la aprobación de
esta nueva ley, requerirá que la copia de documentos relacionadas con las transacciones en línea, se guarden
cuando menos durante 10 años y que la información que el consumidor entrega en forma electrónica se
mantenga como confidencial.

David Cuen, codirector de Investigación de Tecnología de Información para la firma de asesoría Mund en
México, afirmó en alguna ocasión que en nuestra cultura es muy importante el trato cara a cara y es bien
difícil para las empresas negociar en línea, por lo que este tipo de comercio en nuestro país no ha logrado
florecer; pero podemos decir que quizá sea sólo cuestión de tiempo y de darle mayor difusión, para que en un
futuro, los títulos de crédito dematerializados o virtuales sean tan comúnmente usados y dignos de confianza
como los cajeros electrónicos.

En materia de comercio electrónico, los mayores esfuerzos para su regulación se han hecho en el extranjero y
por consiguiente en el ámbito internacional, lógicamente con mayor asiduidad en las grandes potencias como
Estados Unidos de Norteamérica.

En Perú, por ejemplo, recientemente entró en vigor la nueva Ley de Títulos Valores, que incorpora

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mecanismos de transacción comercial muy modernos y novedosos, como los títulos valores desmaterializados,
con el fin de dar un mayor dinamismo a las operaciones de crédito. Este ordenamiento extranjero prevé que
los valores desmaterializados, para tener la misma naturaleza y efectos que los títulos de crédito, requieren su
anotación por cuenta y registrarse en una institución de compensación y liquidación de valores.

2.2.5.1. El valor de las marcas, contraseñas y sellos de las computadoras.

Las computadoras son indispensables cuando manejamos títulos de crédito virtuales, ya que son el medio
mismo por el cual se crean y circulan éstos nuevos documentos. Como herramientas necesarias para estas
novedosas transacciones, las computadoras presentan medios distintos para dar seguridad, validez o
legitimación a estos negocios, y en esta medida tendrán valor las marcas contraseñas y sellos de las mismas;
pero además en nuestro caso nos interesará que esos medios de dar seguridad sean eficaces, y que se
encuentren regulados por la ley.

La autenticación y la seguridad son fundamentales para asegurar al público que sus transacciones en el
comercio electrónico se hacen en un ambiente libre de ataques ilegales o infracciones. Las tecnologías
eficaces de codificación (como la criptografía) impulsadas por el mercado son indispensables, así como el
mínimo de estructuras jurídicas para certificar la autenticidad de las firmas digitales. Además, se debe
establecer una estructura legal para castigar a los que comenten faltas de honradez, ya que en comparación
con otras infraestructuras críticas, la Internet parece ser un criadero virtual de atacantes. Estos ataques pueden
ser empleados para revelar información secreta, como contraseñas o secretos comerciales, y con la agravante
de que son fáciles de llevar a cabo, difíciles de rastrear y de poco riesgo para el atacante.

Volviendo al ejemplo de las grandes potencias, tenemos que en Estados Unidos de Norteamérica, las
empresas colaboran para desarrollar códigos de conducta para su regulación independiente y sellos de garantía
que se conceden a vendedores en la red que cumplen con normas independientes pero verificables de
comercio electrónico. Estos sellos abarcan todos los aspectos de sus operaciones, desde su situación comercial
hasta su política de seguridad y protección de la privacidad del consumidor, su política de servicio y apoyo al
consumidor, la integridad de su información y la información sobre garantías.

2.2.5.2. El empleo de medios mecánicos, electrónicos.

Otra novedad de la Nueva Ley de Títulos Valores de Perú, es que además de la firma autógrafa pueden usarse
medios gráficos, mecánicos o electrónicos de seguridad para su emisión, aceptación, garantía o transferencia.

La seguridad en las transacciones electrónicas constituye un tema crucial para la masificación del uso de las
tecnologías de la información, y si los avances tecnológicos se emplean correctamente, pueden ser muy útiles.

2.2.5.3. Cámaras de compensación y el INDEVAL.

Se entiende por cámara de compensación, al fideicomiso que tenga por fin compensar y liquidar Contratos de
Futuros y Contratos de Opciones, así como actuar como contraparte en cada operación que se celebre en la
Bolsa.

Las instituciones de banca múltiple que deseen actuar como fiduciarias en los fideicomisos que tengan por fin
operar como Cámara de Compensación, deberán presentar la correspondiente solicitud de autorización por
escrito a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la cual a su vez, otorgará o denegará la respectiva
autorización de manera discrecional, oyendo previamente la opinión de la Comisión Nacional Bancaria y de
Valores y del Banco de México.

Las cámaras de compensación que hayan recibido dicha autorización, tendrán las obligaciones siguientes:

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• Establecer los mecanismos necesarios para efectuar la compensación y liquidación de las operaciones;
• Actuar como contraparte ante instituciones de crédito, casas de bolsa o Clientes por las operaciones
que por cuenta de tales personas les lleven los Socios Liquidadores;
• Exigir, recibir y custodiar las Aportaciones Iniciales Mínimas, las Liquidaciones Diarias y las
Liquidaciones Extraordinarias que les entreguen los Socios Liquidadores;
• Administrar y custodiar el Fondo de Compensación y el Fondo de Aportaciones;
• Elaborar y someter a la aprobación de las Autoridades los requerimientos estatutarios y demás
requisitos que tendrán que cumplir los Socios Liquidadores;
• Pactar la posibilidad de intercambio de información con otras Cámaras de Compensación;
• Contar con mecanismos que les permitan dar seguimiento a la situación patrimonial de los Socios
Liquidadores en términos de las reglas decimoprimera y decimosegunda, según corresponda;
• Establecer programas permanentes de auditoría a los Socios Liquidadores;
• Establecer los controles internos necesarios para que los funcionarios y empleados encargados de su
administración y operación, no puedan encargarse de la administración y operación de ningún Socio
Liquidador;
• Instrumentar, vigilar y sancionar las medidas que deberán adoptarse para procurar la integridad
financiera de la Cámara de Compensación, como lo son, entre otras, la determinación de las
Aportaciones, la mutualización de riesgos entre los Socios Liquidadores, así como las demás medidas
complementarias de corrección;
• Pactar en los contratos de fideicomiso a los que se refiere el inciso a) de la regla decimoséptima, que
la propia Cámara de Compensación podrá intervenir administrativamente, cuando se presenten las
circunstancias previstas en su reglamento interno a los Socios Liquidadores, con el objeto de aplicar
las medidas correctivas necesarias para la sana operación de la Cámara de Compensación y de la
Bolsa;
• Definir las medidas que deberán adoptarse en caso de incumplimiento o quebranto de algún Socio
Liquidador, diseñando una red de seguridad;
• Definir coordinadamente con la Bolsa, un límite por Cliente para cada tipo de Contrato de Futuro y
Contrato de Opción celebrados por un Socio Liquidador, a partir del cual no podrán incrementar el
número de Contratos Abiertos o, en su caso, a partir del cual deberán dar un especial seguimiento a
las actividades en la Bolsa del Socio Liquidador y de sus Clientes que se encuentren en tal supuesto.
No obstante lo anterior, la Bolsa, durante el día, y previa consulta que efectúe con la Cámara de
Compensación, podrá reducir el citado límite de acuerdo con el volumen que se hubiere operado en el
mercado ese día;
• Fijar coordinadamente con la Bolsa, un número máximo total de Contratos Abiertos, para aquellos
Contratos de Futuros y Contratos de Opciones, cuyo Activo Subyacente justifique tal medida, en
función de la existencia del Activo Subyacente de que se trate en el mercado, y de la fecha de
vencimiento de tales Contratos;
• Crear al menos un comité de administración de riesgos y un comité de auditoría de acuerdo con las
normas prudenciales que, en su caso, establezca la Comisión Nacional Bancaria y de Valores;
• Proporcionar a las Autoridades con la frecuencia y de la manera que se les solicite, la información
sobre su actividad y la de los Socios Liquidadores;
• Someterse a la supervisión y vigilancia de la Bolsa;
• Publicar sus estados financieros y presentar a las Autoridades el resultado de una auditoría externa
realizada por alguna de las firmas que aprueben dichas Autoridades, efectuada por lo menos una vez
al año, y
• Informar al público trimestralmente sobre su situación financiera, sus fuentes de financiamiento y los
mecanismos de protección que utilizarán en sus operaciones.

Por otra parte, tenemos que el INDEVAL (Instituto para el Depósito de Valores), es la única empresa en
México autorizada para operar como depósito de valores en los términos establecidos en la Ley del Mercado
de Valores (art. 55). Esto mediante la prestación de los servicios de custodia, administración y transferencia
de valores; así como la compensación y liquidación de operaciones en un ambiente de inmovilidad física.

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Las autoridades gubernamentales aseguran la supervisión y vigilancia del Depósito Central de Valores por
medio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, a
quienes el INDEVAL debe proporcionar toda la información y documentos necesarios para ello. Asimismo, el
Banco Central (Banco de México) participa como autoridad reguladora.

Esta regulación se fundamenta legalmente a través de la Ley del Mercado de Valores, la Ley General de
Sociedades Mercantiles, la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, la Ley de Sociedades de
Inversión, el Código de Comercio, las reglamentaciones secundarias (circulares emitidas por la Comisión
Nacional Bancaria y de Valores−CNBV y por el Banco de México−Banxico) y la reglamentación interna de el
INDEVAL (Reglamento Interior y Manual Operativo).

De acuerdo a la Ley del Mercado de Valores (art. 56, fracc III), podrán ser socios de la Institución:

• Las Casas de Bolsa,


• El Banco de México,
• Las instituciones de crédito,
• Las compañías de seguros y fianzas,
• Los especialistas bursátiles y
• Las bolsas de valores.

Desde su origen, la Ley del Mercado de Valores estableció en SU artículo 57, en términos generales, los
servicios que podrán prestar los depósitos de valores tales como:

• El depósito de valores, títulos y documentos a ellos asimilables.− el depósito y custodia consiste en la


guarda física de los valores y/o su registro electrónico en la institución autorizada para este fin
(INDEVAL), la cual asume la responsabilidad por los valores en depósito.
• La administración de los valores que se les entreguen en depósito.− comprende: Ejercicios de
derechos en efectivo: dividendos en efectivo, pago de intereses y amortizaciones; Ejercicios de
derechos en especie: capitalizaciones, canjes, conversiones y splits; y, Ejercicios de derechos mixtos:
suscripciones.
• La transferencia (sobre operaciones que se realicen respecto de los valores materia de depósito).− el
servicio de transferencia es el cambio de propiedad de valores. En el INDEVAL, el cambio de
propiedad se hace por el procedimiento de giro o transferencia de cuenta a cuenta "book entry",
mediante asientos en los registros que el INDEVAL lleva por cuenta de los depositantes.
• Compensación (sobre operaciones que se realicen respecto de los valores materia de depósito).− es un
mecanismo a través del cual se determinan los importes y volúmenes netos a intercambiar en dinero y
valores entre las contrapartes de una operación.
• Liquidación (sobre operaciones que se realicen respecto de los valores materia de depósito).− es el
proceso a través del cual las contrapartes cumplen con las obligaciones derivadas de una operación, es
decir, un mecanismo para que los valores sean traspasados a la(s) cuenta(s) de valores de un nuevo
propietario, y así mismo, el efectivo sea acreditado a la(s) cuenta(s) de la contraparte correspondiente.
• La administración de garantías.

Así, tenemos que el INDEVAL tiene como objetivo general: Proporcionar la máxima seguridad al mercado de
valores, observando los estándares internacionales de control de riesgos, en los aspectos relacionados con la
guarda, administración y transferencia de valores, en un ambiente de inmovilidad física, así como la
compensación y liquidación de las operaciones relacionadas tanto en el mercado accionario como en el
mercado de instrumentos de deuda, buscando el mayor beneficio para los depositantes y optimizando la
rentabilidad de la inversión de sus accionistas.

2.2.5.4. El dinero virtual (ciberdinero).

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¿Qué es el dinero digital? Se trata de una nueva alternativa ideada en favor del consumidor para poder hacer
compras online (en línea, en internet) sin necesidad de declarar los datos de las tarjetas de crédito.

En la actualidad, lo más conocido si uno quiere comprar un libro, un CD o una PC por Internet es enviar los
datos de la tarjeta de crédito y, luego, confiar en que el producto estará en nuestras manos en el tiempo
prometido.

La desconfianza que existe en el mercado es real y concreta ya que no faltan quienes han resultado
perjudicadas al operar en sitios no seguros. Es por eso que varias empresas, desde hace tiempo, vienen
buscando maneras alternativas para realizar las operaciones minimizando riesgos. De allí surgió el término de
dinero digital o electrónico, que en realidad se trata de un dispositivo electrónico que almacena valores y
registra cuáles son los fondos disponibles por cada usuario.

En Estados Unidos, por ejemplo, existe un sitio denominado Internet Cash, una empresa que provee a
diversos comercios tarjetas prepagadas (con montos que van desde 10 hasta 100 dólares). El cajero que vende
la tarjeta debe pasarla por un sistema magnético para activarla. Así, le da al futuro ciber comprador un número
de identidad personal o PIN.

Existen otros sistemas de seguridad. Uno de ellos consiste en suscribirse al servicio Passport de Microsoft e
indicar por única vez cuáles son los números de la tarjeta, datos que luego son guardados bajo siete llaves en
un servidor de la compañía. De este modo, cada vez que el usuario efectúa una compra, sencillamente debe
hacer un click en el botón de la billetera.

Pagos virtuales.

Exceptuando el dinero al contado, Internet utiliza los mismos sistemas de pago que los demás canales de
compra : tarjetas de pago, de crédito, pago a contra entrega, por correo certificado o incluso la domiciliación
de pagos.

Los sistemas de pago empleados en Internet pueden englobarse en cuatro categorías:

• Cajeros Electrónicos: Se trata de sistemas en los cuales los clientes abren unas cuentas con todos sus
datos en unas entidades de Internet. Estas entidades les proporcionan algún código alfanumérico
asociado a su identidad que les permita comprar en los vendedores asociados a las entidades.
• Dinero Electrónico (Anónimo e Identificado): El concepto de dinero electrónico es amplio, y difícil
de definir en un medio tan extenso como el de los medios de pago electrónicos (EPS). A todos los
efectos se definirá el dinero electrónico como aquel dinero creado, cambiado y gastado de forma
electrónica. Este dinero tiene un equivalente directo en el mundo real: la moneda. El dinero
electrónico se usará para pequeños pagos (a lo sumo unos pocos miles de pesetas). El dinero
electrónico puede clasificarse en dos tipos:

• Dinero on−line: Exige interactuar con el banco (vía módem o red) para llevar a cabo una transacción
con una tercera parte.
• Dinero offline: Se dispone del dinero en el propio ordenador, y puede gastarse cuando se desee, sin
necesidad de contactar para ello con un banco. Estos sistemas de dinero electrónico permiten al
cliente depositar dinero en una cuenta y luego usar ese dinero para comprar cosas en Internet.

Pero también existen:

• Cheques Electrónicos: Los métodos para transferir cheques electrónicos a través de Internet no están
tan desarrollados como otras formas de transferencia de fondos. Los cheques electrónicos podrían
consistir algo tan simple como enviar un e−mail a un vendedor autorizándole a sacar dinero de la

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cuenta, con certificados y firmas digitales asociados. Un sistema de cheques puede ser considerado
como un compromiso entre un sistema de tarjetas de crédito y uno de micropagos o dinero electrónico
(anónimo).
• Tarjetas de Crédito: Los sistemas de tarjetas de crédito en Internet funcionarán de forma muy similar
a como lo hacen hoy en día. El cliente podrá usar si lo desea su tarjeta de crédito actual para comprar
productos en una tienda virtual. La principal novedad consiste en el desarrollo del estándar de
encriptación SET (Secure Electronic Transaction) por parte de las más importantes compañías de
tarjetas de crédito.

2.3. Concepción legal de los títulos de crédito.

La concepción legal de los títulos de crédito se encuentra en el artículo 5 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, que reza: son títulos de crédito los documentos necesarios para ejercitar el derecho
literal que en ellos se consigna; este concepto omitió la palabra autónoma que contenía la definición de César
Vivante y la del Código Civil italiano del que proviene, pero esta característica si bien no está expresa en la
ley, sí se puede sobreentender de la misma, en virtud de que al ser una deuda estrictamente literal, debe ser
por lo mismo autónoma e independiente de todo aquello que no esté contenido en su propia literalidad.

2.4. Características esenciales de los títulos de crédito.

Las características que los títulos de crédito presentan, como parte de su naturaleza, son: incorporación;
legitimación; literalidad; autonomía; y circulación.

2.4.1. Incorporación.

Este es un concepto introducido por el francés Savigny. Es la incorporación del derecho al papel en que
consta, la inseparabilidad de la obligación y del instrumento en que se consignó.

También se puede definir la incorporación en los títulos de crédito como la calificación de derecho que la ley
le da a un elemento físico, otorgándole un rango jurídico superior a lo que sería un simple pedazo de papel,
convirtiéndolo en ese momento, por ficción jurídica, en un derecho patrimonial de cobro. Esto es, el derecho
está incorporado, está unido sustancialmente al título y vive en función de él, siendo todo esto a la vez una
manifestación de la literalidad.

La incorporación del derecho al documento supone que la adquisición del crédito tiene lugar con la
adquisición del título en que consta, y que la pérdida del mismo se produce cuando se transmite el citado
título que lo expresa, además de que la pérdida del título se traduce en la imposibilidad de ejercitar el derecho
de cobro en él consignado.

Para ejercitar el derecho se necesita estar en posesión del título de crédito y exhibirlo; cuando es pagado debe
restituirse; la transmisión del título implica la transmisión del derecho.

El derecho forma parte del cuerpo del papel, si llegamos a perder el papel, perderemos igualmente el derecho,
ya que ambos forman un mismo todo.

Generalmente, los derechos tienen existencia independientemente del documento que sirve para
comprobarlos, y pueden ejercitarse sin necesidad estricta del documento; pero tratándose de los títulos de
crédito el documento es lo principal y el derecho lo accesorio; el derecho ni existe ni puede ejercitarse, si no
es en función del documento. El título de crédito es un documento que lleva incorporado un derecho, en tal
forma, que el derecho va íntimamente unido al título y su ejercicio está condicionado por la exhibición del
documento, quien posee el título legalmente, posee el derecho incorporado en él.

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2.4.2. Legitimación.

La legitimación es la certeza jurídica de que quien ejerce el derecho de cobro es verdaderamente el facultado
para ello.

Cervantes Ahumada refiere que la legitimación es una consecuencia de la incorporación. Una de las
funciones del título de crédito, según Astudillo Ursúa, es la de servir de medio exclusivo de legitimación para
el ejercicio del derecho en él consignado; por lo que de acuerdo a la legitimación activa, el acreedor está
autorizado para ejercitar el derecho representado en el título, y acorde a la legitimación pasiva, el deudor que
paga a quien resulte legitimado, paga válidamente y por tanto queda liberado.

Para que el tenedor de un título de crédito pueda ejercitar el derecho se requiere, además de la posesión del
título, que lo detente legalmente, si aparen llenados los requisitos para la legal transmisión del título, el
tenedor puede ejercitar el derecho.

La posesión del título es condición mínima para el ejercicio del derecho, pero no es siempre condición
suficiente (aunque solamente quien tiene la posesión puede ejercitar el derecho, y quien no tiene la posesión
no puede legitimarse de otra manera, a pesar de ser propietario). En principio, quien puede ejercitar el derecho
de cobro es el propietario del título, más en los casos de los títulos al portador, la legitimación la tiene el que
tenga en su mano el título de crédito (tenedor, poseedor), siendo la única excepción la adquisición de mala fe.

Cuando el título ha sido transmitido mediante endoso, el tenedor del mismo al momento de exigir el pago,
sólo podrá legitimarse mediante su identificación personal y la comprobación de una serie no interrumpida de
endosos, sin que el deudor cambiario tenga la facultad para exigir que el acreedor verifique la autenticidad de
los endosos anteriores, por lo que esto se encuentra íntimamente relacionado con la autonomía.

Si se transmitió por un medio legal distinto al endoso, el que lo haya recibido puede acudir al Juez en
jurisdicción voluntaria y pedirle que certifique dicha transmisión, para que esa certificación haga así las veces
de endoso.

2.4.3. Literalidad.

La literalidad es la característica propia de los títulos−valores perfectos, o sea aquéllos en los que se verifica
por completo la incorporación del derecho al título. Esto significa que para determinar la naturaleza, vigencia
y modalidad del derecho documentado, es decisivo el elemento objetivo de la escritura contenido en el título.

Podríamos afirmar que es la fijación de la amplitud de ese derecho. Es el elemento que establece los límites de
exigencia a los que puede aspirar el titular o beneficiario del documento, no puede exigirle a su deudor nada
que no esté previsto en el propio texto. (Ni más ni menos).

El derecho que se consigna es literal: el deudor se obliga en los términos del documento, las palabras escritas
en él fijan el alcance, contenido y modalidades de la obligación. Las palabras escritas en el papel son la
medida del derecho. El derecho se medirá en su extensión y demás circunstancias por la letra del documento.

La medida de la deuda y todas sus modalidades, deben hacerse constar en el título mismo, de tal modo que el
acreedor sólo ha de ajustarse al tenor del texto del mismo para hacer efectivo su derecho.

Gómez Gordoa dice a este respecto que un título de crédito es independiente y autónomo respecto del negocio
que le dio origen y lo que vale y obliga es únicamente lo que está inserto en el mismo.

Aunque, afirma Cervantes Ahumada, que esta literalidad funciona en el título de crédito solamente con el
alcance de una presunción, en el sentido de que la ley presume que la existencia del derecho se condiciona y

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mide por el texto que consta en el documento mismo; pero la literalidad puede estar contradicha o nulificada
por elementos extraños al título mismo o por la ley, como sería el caso de la acción de una sociedad anónima
que se encuentra condicionada por la escritura constitutiva de la sociedad, o una letra de cambio con la
inserción de una cláusula que establece el vencimiento en abonos, el cual está prohibido por la ley y por ello
se le tendrá a dicha cláusula por no puesta y el documento vencerá a la vista.

Hay títulos valores que por su naturaleza rechazan cualquier modificación y no están destinados a recibir
declaraciones complementarias del texto inicial. Esto sucede con las acciones, las obligaciones y los títulos
bancarios en general. En este sentido, la ley es tan rígida que requiere la emisión de un nuevo documento
cuando haya de modificarse cualquiera de las declaraciones de su texto. Otros títulos, por el contrario,
requieren declaraciones complementarias, como el cheque, la letra de cambio y el pagaré, por ejemplo, en los
que la aceptación y sus declaraciones complementarias, la certificación, el aval y la intervención, suponen
nuevas declaraciones de voluntad que adicionan el texto primitivo.

En los títulos de crédito nominativos o al a orden, es común la adición de declaraciones de endoso.

2.4.4. Autonomía.

Hay varios sentidos en los que puede considerarse la autonomía de los títulos de crédito.

Históricamente la autonomía cambiaria tiene como antecedente el principio de inoponibilidad de excepciones


(art. 8 LGTOC), y se puede definir a esa autonomía como el desprecio del Derecho por la causa de
expedición de un título de crédito. El objeto y causa de expedición de un documento es irrelevante respecto de
la deuda y obligación de pago en él consignadas, por lo que una deuda existe sólo por estar debidamente
consignada en el documento. El derecho de cobro es autónomo.

El derecho consignado en el título también es autónomo en cuanto que cada uno de los tenedores del
documento tiene un derecho propio independiente del de los tenedores.

Cervantes Ahumada dice que no es propio decir que el título de crédito sea autónomo, ni que sea autónomo el
derecho incorporado en el título; lo que debe decirse que es autónomo es el derecho que cada titular sucesivo
va adquiriendo sobre el título y sobre los derechos en él incorporados.

Astudillo Ursúa dice que más bien se debe considerar que el título de crédito se convierte en autónomo sólo
después de su entrada en circulación, lo cual se hace para proteger a los adquirentes sucesivos de buena fe.

Pallares dice que la autonomía etimológicamente significa que los títulos de crédito están sujetos a su propia
ley, es decir que como cosas mercantiles se rigen por la legislación mercantil y sólo supletoriamente por la
civil.

Y finalmente, en otro sentido, podríamos interpretar la autonomía de los títulos de crédito en el sentido de que
la acción que de ellos deriva es independiente y autónoma de cualesquiera otras acciones, es decir, la
procedencia de la acción ejecutiva del título no está condicionada a la procedencia de ninguna otra acción o
prestación.

2.4.5. Circulación.*

La circulación de los bienes es el fenómeno más importante de la vida económica. Los títulos de crédito están
destinados a circular. La ley considera que no son títulos de crédito los documentos que no están destinados a
circular, más excepcionalmente se pueden poner trabas a esta circulación, mediante la inserción en su texto
de la frase no negociable o no a la orden.

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Así, tenemos que la circulación o carácter ambulatorio de los títulos de crédito es una característica esencial
de éstos. Dice Mantilla Molina, que están dotados de una aptitud especial para pasar de un patrimonio a otro,
sin las dilaciones y trabas que lleva siempre consigo la transmisión de los créditos comunes.

Esta característica de circulación, tiende a facilitar el ejercicio del derecho, creando una legitimación por el
hecho de la posesión del documento, cuando se trata de títulos a la orden y al portador, que por su facilidad de
transmisión están destinados al tráfico, y para responder a esta misión, el ordenamiento jurídico se ha visto en
la necesidad de configurar estos títulos como cosas mercantiles muebles.

El medio más comúnmente utilizado para la transmisión de los títulos de crédito, y por ende para su
circulación, es el endoso, siendo ésta una figura creada por Einert, y que se estudiará en unidades posteriores
de este curso.

2.5. Criterios de distinción de los títulos de crédito.

A continuación enumeraremos los criterios de distinción de los títulos de crédito, sin entrar al estudio de
fondo del contenido de cada clasificación, porque ello se estudiará en unidades posteriores de este curso.

Los títulos de crédito se clasifican:

• Por su contenido.

• Títulos que dan derecho a una suma de dinero.


• Títulos que dan derecho a cosas muebles.

• Por el objeto del derecho incorporado.

• Jurídico personales.
• Jurídico reales.
• Jurídico obligacionales.

• Por la persona del emitente.

• Títulos de deuda pública, o títulos públicos.


• Títulos de deuda privada, o títulos privados.

• Por la forma o manera de emisión.

• Títulos que se emiten en forma singular, o títulos aislados.


• Títulos que se emiten en serie o en masa, o títulos seriales.

• Por la forma de circulación, o por la forma de designar al titular.

• Títulos al portador (o en blanco).


• Títulos nominativos o directos.
• Títulos a la orden.

• Por su sustantividad.

• Principales.
• Accesorios.

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• Por su forma de regulación en la ley.

• Nominados.
• Innominados.

2.6. Los títulos de crédito en blanco.

Nuestra legislación mercantil, en su artículo 69, confunde los títulos de crédito al portador con los títulos de
crédito en blanco, al establecer que son títulos al portador lo que no están expedidos a favor de persona
determinada, contengan o no la cláusula al portador.

Así, podríamos decir que son los títulos que expide el girador sin determinación de la persona beneficiada, ya
sea que se inscriba la expresión al portador o en su lugar se deje en blanco. Estos documentos circulan en
virtud de la traditio, es decir, por su simple entrega física.

Y únicamente como nota al margen, tenemos que a este respecto nos dice Eduardo Pallares ,que un título
expedido en blanco no está del todo expedido, sino en vías de serlo, y por ello no son títulos completos sino
títulos en camino de perfeccionarse.

2.7. Títulos impropios.

De acuerdo a la ley, son títulos de crédito:

• Letra de cambio (Arts. 76/169 LGTOC).


• Pagaré (Arts. 170/174 LGTOC).
• Cheque (Arts. 175/196 LGTOC).
• Obligaciones (Arts. 208/228 LGTOC).
• Certificados de participación (Arts. 228 LGTOC).
• Certificados de vivienda (Arts. 228 bis LGTOC).
• Certificados de depósito (Arts. 229/251 LGTOC), y su accesorio bono de prenda (Arts. 229/251
LGTOC).
• Acciones representativas de capital social (Arts. 111/141 LGSM), y su accesorio cupón (Art. 127
LGSM).
• Bonos de fundador de sociedad anónima (Arts. 105/110 LGSM).
• Certificados de depósito bancario (Arts. 10, f. I y 107 bis LGICOA).
• Bonos de ahorro (Art. 18 LGICOA).
• Bonos financieros (Arts. 26, f. XVI, 19 y 31 LGICOA).
• Bonos hipotecarios (Arts. 34, 35 y 123 LGICOA).
• Cédulas hipotecarias (Arts. 34, 37, 38 y 123 LGICOA).
• Bonos emitidos por bancas múltiples (Arts. 46 bis, 1, f. III, y 46 bis, 2, f. IV, LGICOA).
• Bonos agrícolas de caja (Art. 67 LCA).
• Bonos hipotecarios rurales (Art. 68 LCA).
• Cédulas hipotecarias rurales (Art. 69 LCA).
• Conocimiento de embarque (Arts. 168/170 LNCM).
• Cédulas hipotecarias navales (Arts. 119, 121/126 LNCM).

Todos los anteriormente enumerados son títulos de crédito por ley, y por disposición de la misma y por su
naturaleza están destinados a circular. En este orden de ideas, tenemos que los títulos de crédito impropios
serán aquéllos que no estén destinados a circular y sirven para identificar a quien tiene derecho a exigir la
prestación que en ellos se consigna, tales como boletos, contraseñas, fichas u otros documentos, tal y como lo
dispone el artículo 6 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.

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Algunos autores consideran que dentro de esta categoría de títulos impropios también cabrían: el billete de
lotería, el billete de ferrocarril, la póliza de seguros, los boletos para el teatro, las fichas de guardarropa, las
planillas de tranvía, etc. que sirven para legitimar al que tiene derecho a una prestación, pero que no son aptos
para transferir ningún derecho autónomo y literal, ni poseen la característica de incorporación, misma razón
por la cual algunos otros autores afirman que ni siquiera son títulos de crédito, por carecer de las
características esenciales de éstos.

CONCLUSIONES.

En conclusión, tenemos que los títulos de crédito son documentos privados, de naturaleza ejecutiva, porque
permiten el juicio ejecutivo mercantil por el importe del adeudo e intereses, por ser una prueba preconstituida.

Como definición, podemos decir que los títulos de crédito son: los documentos necesarios para ejercitar el
derecho literal y autónomo que en ellos se consigna y que están destinados a circular.

Respecto de su denominación, encontramos que los autores Joaquín Garrigues, Mantilla Molina, Felipe de J.
Tena y Joaquín Rodríguez y Rodríguez, objetan la terminología de los títulos de crédito y proponen sustituirla
por la de títulos valores; pero otros autores como Dávalos Mejía, Cervantes Ahumada y Astudillo Ursúa,
consideran que el concepto títulos de crédito es más apropiado, por ser el tradicional y por ser el consignado
en nuestra ley, siguiendo a la doctrina italiana, francesa y española. Mientras que quizá con un espíritu
conciliador y simplista, Rafael de pina nos dice que título de crédito y título valor son sinónimos.

Los títulos de crédito son cosas mercantiles por disposición expresa del artículo 1 de la LGTOC, y como tales
ejercen una función económica de enorme importancia, y razón por la cual no es aplicable la legislación civil.

Son documentos constitutivo−dispositivos porque, haciendo referencia al diritto cartolare, crean un derecho
literal, no una promesa ni una expectativa, y además porque son necesarios para el ejercicio del derecho en él
consignados.

La obligación patrimonial incorporada a los títulos de crédito es una obligación de dar (dinero o bienes), es
una obligación cambiaria, y que desde el otro punto de vista constituye un derecho patrimonial de cobro.

El carácter formal de los mismos consiste en que sólo producirán efectos cuando reúnan los requisitos de ley.

Dentro de la nueva tendencia de desmaterializar los títulos de crédito, tenemos que hay una proclividad por
prescindir del papel y sustituirlo por un documento electrónico y virtual, que agilice las transacciones, pero
que por otro lado presenta peligros propios del uso de la computadora.

En virtud de lo anterior, el valor de las marcas, contraseñas y sellos de las computadoras será indispensable
para dar seguridad al comercio electrónico, mediante tecnologías eficaces de codificación, identificación y
firmas digitales.

Para esto, además de medios gráficos, pueden emplearse medios mecánicos o electrónicos de seguridad para
la emisión, aceptación, garantía o transferencia de los títulos.

Las cámaras de compensación son fideicomisos que tienen por fin compensar y liquidar contratos futuros y
contratos de opciones, así como actuar como contraparte en cada operación que se celebre en la Bolsa. Estas
cámaras deben obtener autorización de la SHCP, y ésta de la CNBV y del BM.

El INDEVAL es la única empresa en México autorizada para operar como depósito de valores, mediante la
prestación de los servicios de custodia, administración y transferencia de valores; así como la compensación y
liquidación de operaciones en un ambiente de inmovilidad física; bajo la supervisión y vigilancia del Depósito

14
Central de Valores, por medio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y de la Comisión Nacional
Bancaria y de Valores

El dinero virtual, digital o electrónico, o ciberdinero, es un medio más para hacer pagos por internet, con
modalidades propias del medio por el cual se efectúa, y expuesto a peligros de seguridad debido a la
violabilidad de la red.

La concepción legal de los títulos de crédito la tenemos en el artículo 5 de la LGTOC: son títulos de crédito
los documentos necesarios para ejercitar el derecho literal que en ellos se consigna.

Dentro de las características esenciales de los títulos de crédito, tenemos: la incorporación, que consiste en
que por una ficción jurídica el documento representa el derecho que se consigna en su texto, un derecho
adherido a la cosa. Esta característica de los títulos de crédito surgió por la incorporalidad de las deudas, y su
imposibilidad de comprobarlas por sí mismas; la legitimación, la cual no se adquiere mediante carta poder o
poder notarial, sino por la mera posesión y presentación del título de crédito, por lo que la legitimación se
adquiere por el documento mismo. Así, el poseedor del título tiene derecho a ejercitar los derechos contenidos
en él por la mera posesión; la literalidad, consistente en que el derecho adquirido tiene la extensión que del
título resulta; la autonomía, que se puede considerar desde muy diversos puntos de vista, pero que podemos
resumir como la independencia de la existencia del título de crédito respecto del negocio que le dio origen, así
como la independencia del derecho de cobro de cada tenedor; y, la circulación, que es la esencia de los títulos
de crédito, porque además de ser consecuencia natural de su función de transporte de valores, créditos,
deudas, garantías, pagos, etc., éstos circulan por disposición expresa de la ley.

Dentro de los criterios de clasificación de los títulos de crédito se encuentran: por su contenido; por el objeto
del derecho incorporado; por la persona del emitente; por la forma o manera de emisión; por la forma de
circulación o por la forma de designar al titular; por su sustantividad; y, por su forma de regulación en la ley.

Respecto de los títulos de crédito en blanco, podemos decir que nuestra ley los confunde o homologa a los
títulos al portador, siendo éstos aquéllos que se giran sin determinar a la persona beneficiada.

Y por último, diremos que por su naturaleza y por disposición expresa de la ley, los títulos de crédito están
destinados a circular, tan es así que si no circulan son impropios. Los autores en general coinciden en que los
títulos impropios no son verdaderos títulos de crédito, aunque tengan cierta apariencia de tales.

BIBLIOGRAFÍA.

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pp. 10−41 y 223−236.
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México, 2002, pp. 7−13 y 42−44.
• DÁVALOS Mejía, L. Carlos, Títulos y contratos de crédito, quiebras, Editorial Harla, México, 1984,
pp. 49−65.
• GARRIGUES, Joaquín, Derecho Mercantil, Porrúa, México, 1987, pp. 717−733.
• GELLA, A. Vicente, Los títulos de crédito en la doctrina y en el derecho positivo, 2ª edición,
Editorial Nacional, S.A., México, D.F., 1948, pp. 22−61 y 130−136.
• GÓMEZ Gordoa, José, Títulos de crédito, 6ª edición, Porrúa, México, 1999, pp. 3−82.
• PUENTE y Flores, Arturo & Octavio Calvo Marroquín, Derecho Mercantil, 39ª edición, Editorial
Banca y Comercio, S.A. de C.V., México, 1991, pp. 146−147 y 158−165.
• RODRÍGUEZ y Rodríguez, Joaquín, Curso de Derecho Mercantil, Tomo I, 2ª edición, Porrúa,
México, 1952, pp. 269−275.
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15
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• www.google.com, (buscador).
• Notimex
• www.indeval.com.mx
• http://old.clarin.com.ar/suplementos/informatica/2000/05/31/t−00201d.htm
• http://www.ciudad.com.ar/ar/portales/cotidiano/nota/0,3104,3786,00.asp
• www.marketingycomercio.com/numero1/seguridad.htm
• http://pyme.net.uy/documentos/sistemas_pago.htm
• http://nti.uji.es/docs/nti/net/dinero_electronico.html
• www.terra.es/personal/trv00001/cibereco.htm

*Notas al pie:

Cfr. = confrontar, cotejar, ver.

Apud. = apoyado en, con referencia en.

Ibidem, idem = lo mismo, el mismo.

Ob. Cit. = el inmediato anterior, obra anteriormente citada.

VIVANTE, César; Apud. ASTUDILLO Ursúa, Pedro, Los títulos de crédito, Parte general, 4ª edición,
Porrúa, México, 1997, p. 10.

Apud. Ob. Cit., p. 11.

PUENTE y Flores, Arturo & Octavio Calvo Marroquín, Derecho Mercantil, 39ª edición, Editorial Banca y
Comercio, S.A. de C.V., México, 1991, p. 160.

GÓMEZ Gordoa, José, Títulos de crédito, 6ª edición, Porrúa, México, 1999, p. 3.

CERVANTES Ahumada, Raúl, Títulos y operaciones de crédito, 15ª edición, 2ª reimpresión, Porrúa, México,
2002, p. 9.

Cfr. DÁVALOS Mejía, L. Carlos, Títulos y contratos de crédito, quiebras, Editorial Harla, México, 1984, p.
50.

VIVANTE, César, Tratado de Derecho Comercial, Tomo II, p. 135; Apud. CERVANTES Ahumada, Ob.
Cit., p. 7.

ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 13.

Ibidem, p. 14.

Apud. Idem, p. 15.

Idem, p. 19.

ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 231.

RODRÍGUEZ y Rodríguez, Joaquín, Curso de Derecho Mercantil, Tomo I, 2ª edición, Porrúa, México, 1952,

16
p. 269.

Cfr. ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 19.

DÁVALOS Mejía, Ob. Cit., p. 60.

ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 20.

DÁVALOS Mejía, Ob. Cit., p. 51.

GELLA, A. Vicente, Los títulos de crédito en la doctrina y en el derecho positivo, 2ª edición, Editorial
Nacional, S.A., México, D.F., 1948, p. 51

DÁVALOS Mejía, Ob. Cit., p. 59.

Cfr. GELLA, A. Vicente, Ob. Cit., p. 52.

CERVANTES Ahumada, Ob. Cit., p. 10.

Cfr. ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 11.

GARRIGUES, Joaquín, Derecho Mercantil, Porrúa, México, 1987, p. 729.

DÁVALOS Mejía, Ob. Cit., p. 60.

Cfr. GELLA, A. Vicente, Ob. Cit., p. 25.

GÓMEZ Gordoa, Ob. Cit., p. 51.

CERVANTES Ahumada, Ob. Cit., p. 11.

RODRÍGUEZ y Rodríguez, Ob. Cit., p. 273.

CERVANTES Ahumada, Ob. Cit., p. 12.

Cfr. ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 30.

WINIZKY, Ignacio; Apud. ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 35.

Apud, ASTUDILLO Ursúa, Ob. Cit., p. 37.

Cfr. & Apud. DÁVALOS Mejía, Ob. Cit., p. 53.

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