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El populismo y la emancipacién mental en la literatura mexicana del siglo xrx Kari H6iz Universitat Trier Conceptos tedricos de la conciencia americana Cuando en las primeras décadas del siglo xix los paises de Hispanoameérica lograron la independencia politica, el principal objetivo de los escritores fue crear una literatura propia, que expresara los sentimientos y las necesidades de una conciencia americana. El propésito de conseguir una independencia in- telectual y literaria, paralela a la politica, gufa a los autores latinoamericanos y caracteriza su compromiso patridtico. Son conocidas las grandes personalidades que propagan la idea de una cultura original: el chileno José Victorino Lastarria, el ve- nezolano Andrés Bello, los argentinos Juan Maria Gutiérrez, Esteban Echeverria y Domingo Faustino Sarmiento.1 En Mé- xico se discute el fundamento nacional de la literatura en las diferentes academias y sociedades literarias, sobre todo en la Academia de Letran y el Liceo Hidalgo. Guillermo Prieto, en sus Memorias de mis tiempos, resume los esfuerzos que se hi- cieron en la Academia de Letran para “mexicanizar la litera tura, emancipaéndola de toda otra y dandole cardcter peculiar” (Prieto 96). Ciertamente el deseo de originalidad nace de la corriente romantica que favorecié las tentativas de descubrir lo individual y de desarrollar las peculiaridades distintivas de los pueblos. La idea roméntica de libertad coincide —como 1 Zea 1949; cf. Martinez 1955. 374 KARL HOLZ sostiene Echeverria— “con la revolucién espiritual que abria a cada grupo nacional o regional el camino de su expresién pro- pia, de la completa revelacién de su alma” (Henriquez Ureiia 121). Pero resultaria inexacto limitar el movimiento de la auto- nomia cultural al pensar romantico de emancipacién nacional. Los neoclasicos también reconocen la necesidad de prevenir con- tra una imitacién servil de los modelos europeos y pregonan —como Andrés Bello— la independencia de pensamiento. En México los mas destacados poetas clasicistas cuentan entre los pensadores de la autonomia cultural. A pesar de su adhesion a las normas de la tradicién en lo que concierne a la correccién del estilo, al cultivo de los géneros clasicos y a la sobrevivencia del mundo ideal del mito, su poesia erudita y académica no carece de un pensamiento civico y politico. La sola biografia de unos representantes del neoclasicismo muestra la estrecha y aparentemente paradéjica conexién entre el tradicionalismo li- terario y una conciencia politica americanista. Quintana Roo, presidente de la Academia de Letran y partidario de la co- rriente neoclasica, se distingue a la vez por sus actividades de periodista en las revistas insurgentes El Semanario Patridtico Americano y El Ilustrador Americano. El purista Francisco Ortega, elegido diputado al primer Congreso Nacional en 1822, defiende con vehemencia las ideas republicanas contra las ambi- ciones absolutistas de Iturbide. El humanista Francisco Manuel Sanchez de Tagle, mayoral de la Arcadia de México, participa como miembro de la Junta Suprema Provisional Gubernativa en la redaccién del Acta de Independencia del 28 de septiembre de 1821. No sorprende, pues, que la tradicién patristica den- tro del tradicionalismo neoclésico se mantenga hasta los afios 60 y 70 del siglo x1x en la obra del critico y poeta Francisco Pimentel. Con sus rivales romdnticos concuerda en que la lite- ratura se define por su misién educativa. El escritor tiene que propagar una conciencia americana describiendo en su obra “la pelleza del pais mexicano y lo interesante de la historia patria” (1885 702-703). Se trata, como dice, de vencer el atraso literario que la perspectiva eurocentrista impuso a la historia literaria en México. El estudio de los grandes modelos de la literatura POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 375 no debe poner trabas a una asimilacion creadora de conceptos y temas. Tras la perfeccién formal y estilistica, los clasicistas descubren el espfritu de nacionalidad y contribuyen también a lo que para Ignacio Altamirano constituye la doctrina naciona- lista de la literatura. Con Altamirano, el concepto de la literatura nacional recibe sus mas amplios y coherentes fundamentos. En sus Revistas literarias de México, sus Crénicas y sus ensayos De la poesia lirica y de la poesia épica, asi como en la Carta a una poetisa, analiza las modalidades y condiciones de la expresién en la lite- ratura. Para él, la literatura es esencialmente “vehiculo de pro- paganda” y sirve al “progreso intelectual y moral de los pueblos modernos” (1949 1: 26-27). Una vez mas, la idea muy divul- gada de que la literatura es la expresién moral del pensamiento de la sociedad esta en la base de la autodefinicién tedrica.? Pero Altamirano no se contenta con axiomas generales sobre la lite- ratura nacional. Sus reflexiones profundizan el aspecto nacional de la literatura hasta sus implicaciones lingiiisticas, estéticas, sociales y politicas. Por eso la cuestién de la autonomia del castellano en América se plantea en un contexto de actualidad palpitante. Lo que antes habfa provocado una polémica en- tre Sarmiento y Bello y se habia reducido a un conflicto entre la soberania lingiiistica del pueblo y el prestigio de la cultura espafiola en materia de idioma, resurge con toda vehemencia en el debate entre Pimentel y Altamirano. Pimentel defiende el ideal purista, proclamando que “el autor mexicano ha de escribir en castellano puro, aunque siéndole permitido introdu- cir algunos neologismos convenientes” (1892 841). Altamirano, por el contrario, reacciona contra la actitud clasicista y conser- vadora de los preceptistas lingiifsticos. Si en México ha habido un Hidalgo, “el cual en lo politico hizo independientes a los mexicanos”, Altamirano piensa ahora en otro “Hidalgo” con respecto al lenguaje. No puede degenerar la lengua nacional en un dialecto barbaro como lo teme Pimentel en su vision casti- cista. En la medida en que el idioma se enriquece con nuevas locuciones, que son expresién de la nueva sociedad, se realiza, 2 Altamirano 1959 697; Cf. Lafragua 8. 376 KARL HOLZ segtin Altamirano, una ley histérica de la libertad en el campo del idioma y de la politica: Los pueblos americanos tuvieron su lengua, después tuvieron sus li- bertades y sus instituciones politicas, luego tuvieron su literatura. Asumieron su derecho en materia de nacionalidad y pudieron asu- mirlo en materia de idioma (1949 3: 87-88). Lo bello y lo verdadero en el idioma ya no se presentan como un mero problema lingiiistico. Altamirano hace suya la argu- mentacioén roméntica segin la cual el arte refleja en todos sus aspectos la voluntad —como dice Stendhal en su tratado so- bre Racine et Shakespeare— “de presentar a los pueblos las obras literarias que, en el estado actual de sus costumbres y de sus creencias, pueden darles el mayor placer posible” (Stendhal 23). Las categorias de lo histérico y de lo pasajero sustituyen al concepto de la verdad extratemporal. Con la valoracién de la relatividad histérica, Altamirano da el fundamento para ar- gumentar a favor de una dignidad estética de lo mexicano. No basta que la literatura, si quiere cumplir con su alta mision educativa, recurra a un nuevo lenguaje y a temas mexicanos, como el paisaje, las costumbres o las guerras de independencia. En los asuntos mexicanos debe manifestarse una independencia intelectual que sea capaz de derogar una jerarquia tradicional de ideas dominantes, como, por ejemplo, la autoridad de las normas literarias europeas. Al lado de la libertad lingiiistica se coloca la autonomia literaria: Los hermosos caballeros del Tasso y del Ariosto no son ni pueden ser modelos eternos en la poesia heroica. Bellisimos parecen en la Jerusalem y en el Orlando; pero es porque son copias de la realidad, porque alli estan en su lugar, porque personifican una época con sus costumbres, sus trajes, sus hdbitos y sus aspiraciones. Pero seria una insensatez creer que, fuera de los tipos de estos dos iiltimos poemas, no hay tipo poético posible (1959 661). En el programa anticlasicista que Altamirano formula se pone también de manifiesto su esteticismo patristico e histdrico: Con las hazaiias de Morelos, el Aquiles de la Independencia mexicana, basta para un poema que harfa palidecer las grandezas un poco fa- bulosas de los Eddas, las glorias del valor portugués cantadas en las POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 377 Lusiadas y las proezas de la barbarie conquistadora enaltecidas en Ja Araucana (1959 647). El elogio estético de los temas nacionales que se anuncia en esta cita es, como en la discusién lingiifstica, parte de una es- trategia defensiva. Aunque las aspiraciones emancipatorias y populares favorecen en México y en toda Latinoamérica una literatura nacional, la pisqueda de una originalidad profunda se hace dificil. Repetidas veces, Altamirano, como también Covarrubias o Vigil, hace un balance de la literatura en su pais y constata influencias contrarias al espfritu nacional (1959 620). Con atin mayor insistencia que Pimentel, estos autores se escan- dalizan ante las supervivencias antimexicanas. Las razones del retraso espiritual son multiples. Se alega la situacidn indecisa de las luchas politicas en México o el desinterés y la ignorancia por parte del Estado y los lectores. Pero lo que mas impide la expresién individual en México es la orientacién de la literatura hacia los grandes modelos europeos. Una imitacién servil hace olvidar a los escritores que la literatura es el portavoz de la sociedad actual. Vigil cita al respecto el ejemplo de la come- dia. El género que “expresa mas directamente la vida comun y ordinaria” de la sociedad sigue en México un camino que “permanece apegado a tiempos y situaciones relacionados con la sociedad espaiiola” (Vigil 1876 1-2). Vigil esta de acuerdo con todos los pensadores de la americanidad en que el llamado sentimiento de inferioridad es, sobre todo, el que impulsé al exagerado estudio de las literaturas extranjeras. La timidez de los mexicanos que no se atreven a explorar lo suyo se debe, en ultimo término, a una herencia colonial. A mediados del siglo, el chileno José Victorino Lastarria sefala los obstaculos que el despotismo del pasado pone ante los latinoamericanos: “Estaba terminada, la revolucién de independencia politica, y principiaba la guerra contra el poderoso espiritu que el sistema colonial inspiré en nuestra sociedad” (Zea 59). El espiritu colonial engendra el complejo contra el cual los reformadores, desde José Joaquin Fernandez de Lizardi y José Maria Luis Mora hasta, en el siglo xx, Samuel Ramos, José Vas- concelos y Agustin Yaiiez, dirigen sus “revoluciones mentales” (Mora 134). Una consecuencia directa de su rebelién contra el 378 KARL HOLZ espiritu retrégrado se hace efectiva en el campo de los valores estéticos. Si la literatura halla su legitimacién en un contexto nacional, su dignidad estética aparece dependiente de su mision patridtica. El mismo preceptista Pimentel, que funda con su eclecticismo una teoria de la perfeccién estética, no puede me- nos que postular el compromiso de los autores con el ya ci- tado canon tematico del pais mexicano. El arte debe abarcar, argumenta, “no sdlo las leyes necesarias de’ lo bello, sino el caracter de la civilizacién en que nace” (Pimentel 1885 719). Los otros escritores citados no disimulan su actitud radical con respecto al mérito literario. La descripcién de lo mexicano es para ellos de mayor importancia que la obediencia a las reglas prescritas por una tradicién literaria. El impulso de libertad del romanticismo se reviste de un nacionalismo estético que su- bordina la perfectibilidad literaria al mandato patriético. Por eso Altamirano recomienda a sus colegas: “Sé hombre antes de ser escritor” (1959 666). Con su divisa anticipa una recomen- dacién que un poco més tarde adoptara el escritor y general liberal Riva Palacio proclamando que es necesario “ensefiar al pueblo, aunque se ahorque el arte” (Diaz de Ovando 62). “El pobre libro” del que habla Diaz Covarrubias en el prefacio a sus Impresiones y sentimientos indica la misma indiferencia ante lo puramente estético. El autor sabe que con su misién educativa corre el riesgo “de parecer trivial muchas veces” (2: 9). Con semejantes afirmaciones, los escritores confirman su modestia estética. Su renuncia, sin embargo, no debe apoyar la opinién de que la ausencia de valores estéticos tebaja el mérito de la literatura nacional y popular. Al contrario, con la liberacién 0, mejor dicho, la emancipacién de las leyes estéticas, el escritor articula su independencia de la cultura establecida por Europa. Con la valoracién de la literatura autéctona el arte mexicano halla su dignidad estética y cumple a la vez su programa eman- cipador, dando a los mexicanos un sentimiento de su propio valor. Si los defensores de la emancipacién proclaman una estrecha conexién entre lo nacional y lo estético, la dimensién social no desempejia un papel menos importante en sus reflexiones. De los axiomas romAnticos se heredé la creencia en el progreso in- POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 379 telectual de las sociedades modernas y sobre todo en el poder civilizador y cultural que emana de la clase social del pucblo. Altamirano dice con toda franqueza que escribe para la ins- truccién de las masas (1949 1: 35) y que su propésito es “dar a las masas el conocimiento de su verdadero valor en los futuros conflictos de su patria” (1949 3: 217). Con su visién idealista y utépica, repite ideas de los socialistas franceses —cita a autores como Lamennais, Eugene Sue, Victor Hugo—; por otro lado, se hace portavoz de los programas de reforma que se discutie- ron a mediados del siglo x1x en el campo de la politica liberal. Asi Altamirano concuerda con su partidario liberal Francisco Zarco en que el pueblo mantiene la paz y el orden en la sociedad moderna, Segiin la doctrina oficial del partido liberal, el mérito social del pueblo se ha vuelto incontestable y debe facilitar a sus representantes el determinarse como sujetos politicos. “El pueblo es [...] la fuerza, la inteligencia y el trabajo. El pueblo es el alma y la vida de las sociedades” (Zarco 1984 105). Para la realizacién de este programa social los politicos y los escritores liberales promulgan una serie de leyes contra los an- tiguos privilegios aristocraticos y eclesidsticos. Sobre todo, las leyes de desamortizacién, la confiscacién de los bienes eclesidsti- cos y la revocacién de los derechos jurfdicos del clero iniciaron una politica que buscaba la reconciliacién de las oposiciones so- ciales y que —como lo seiiala Altamirano en su novela corta La Navidad— llevé al sistema republicano (1959 243). Progreso, libertad e igualdad eran ya las consignas de los diversos discur- sos civicos que trataban de destruir la alianza influyente entre aristocracia, clero y ejército, en favor de una estimacién politica del pueblo.* Altamirano integra también este credo politico a su doctrina nacional de la literatura. El escritor se hace “tra- ductor de los dolores del pueblo” (1959 688) y contribuye por medio de su instruccion literaria a la “mejora de la humanidad” y con ésta, a la “nivelacién de las clases” (1949 1: 30). En los escritos teéricos y literarios de Altamirano se hace explicito su concepto de la soberania del pueblo. Con su com- °Cf., por ejemplo, el Discurso civico (1857) de Juan Diaz Covarrubias (1: 329-341). 380 KARL HOLZ promiso social y politico, Altamirano no sdlo da los argumentos para la libertad progresista en materia lingiiistica y estética, sino que, en general, estimula el cultivo de géneros literarios que se nutren de la tematica del costumbrismo y el populismo. Altamirano deja una huella profunda en los otros escritores de su tiempo, sobre todo en la Asociacién Literaria del Liceo Hidalgo. José Maria Vigil lee en esta asociacién, el 6 de mayo de 1872, una conferencia sobre la literatura nacional. Se refiere a las reflexiones de Altamirano y termina con el postulado de que la literatura debe ser nacional y original. Su caracteristica nacional radica —como subraya en otro ensayo, cuatro afios mas tarde— en dar una expresién al ser particular de un pue- blo. La originalidad de la literatura es mas dificil de alcanzar. Aqui la particularidad del pueblo implica también su soberania politica, de manera que los elementos populares se adaptan a un espiritu pragmatico de la emancipacién (Vigil 1876 1- 2). La teorfa nacional de la literatura se da a conocer en su dimension revolucionaria y se revela —al menos en el campo politico liberal— como instrumento de la lucha politica en el México del siglo pasado. La temdatica popular Los conceptos literarios de la emancipacién mental se llenan en el curso del siglo xix de diferentes contenidos. Desde la btisqueda espiritual de lo autéctono y la valoracién estética de lo nacional hasta las ideas pragmaticas de una reforma social y politica, el tema de la emancipacién afirma su vitalidad, va- riando segiin la posicién ideoldgica o politica del autor. ;Cémo se realiza la funcién emancipadora que asume la literatura en este contexto? Con esta pregunta se plantea el problema de la prdctica literaria dentro de las diferentes corrientes de la eman- cipacién mental. Una condicién indispensable para la misién educativa es que la literatura se exprese de manera populista. Los escritores deben tener en cuenta —arguye Altamirano— “que escriben para un pueblo que comienza a ilustrarse” (1949 1: 68). La gran funcién que tiene la literatura de preparar el progreso POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 381 humanitario y civilizador de la sociedad moderna no puede ha- cer olvidar que los lectores a quienes se dirige constituyen to- davia una “pesada mole de la ignorancia popular”. Asi se queja Altamirano (1949 1: 620) al analizar las dificultades de la vida literaria en México y al repetir los diagndsticos deprimentes de otros escritores como Francisco Zarco, Diaz Covarrubias o Ignacio Ramirez. Hacer una literatura para el pueblo significa renunciar a una diccién erudita y verter el mensaje literario en formas comprensibles de comunicacién. Un populismo de este tipo ya se habia impuesto dentro del movimiento de la literatura neoclasica. No es una casualidad que las citas eruditas y las reminiscencias mitoldgicas y clasicas sufran en algunas de las poesias neocldsicas una metamorfosis significativa. En el Diario de Mérico se publican entre 1806 y 1815, es decir, durante los ajios de la sublevacién contra Espaiia, odas anacre6nticas que se distancian ideoldgicamente del género antiguo. Sobre todo, las lamadas “Odas al pulque” marcan un cambio de perspectiva que podemos relacionar directamente con la conciencia americana y a la vez popularizante: Si el vino se ha acabado, dame pulque, mancebo; Perdona, sacra Juno, si a comparar me atrevo el jugo del maguey al néctar de tu pecho. La razén me ha faltado, yo mismo no me entiendo. iTal me han puesto los dones del gran padre Lieo! (Antologia del Centenario 1: Ae El elemento local y popular entra en competencia con la an- tigtiedad clasica y europea. Los atributos mexicanos denotan una aparente inferioridad frente a los calificativos europeos, pero la mirada correcta del poeta americano sabe revelar el prejuicio. Toca a la poesia diddctica de la fabula defender la dignidad de lo mexicano, como ya lo exigia la teorfa de la eman- cipacién mental. El poeta Mendizabal, que firma sus fabu- las segtin el uso clasicista con un nombre latinizado, Ludovico 382 KARL HOLZ Latomonte, compone un poema didactico con el titulo “El asno, el caballo y el mulo”. El asno y el caballo se jactan de sus cuali- dades: la belleza, la modestia, la valentia y el caracter pacifico. No creen que el mulo tenga sus méritos. Pero el mulo desengatia a sus congéneres con una réplica prudente y aguda. La mora- leja descubre el simbolismo del debate de los animales, creando al final un efecto inesperado y poniendo en ridfculo la vanidosa arrogancia de los calumniadores: Con la agudeza del Macho los otros no salen reos? Pues, perdonad, Europeos, la fébula os despacho: cuanto querais, sin empacho, del criollo decid ufanos; decid de los mexicanos vicios, maldades y horrores, pero ellos son, mis Sefiores, hechuras de vuestras manos. (Antologia del Centenario 1: cxlii). La inferioridad bioldgica o social se ve sustituida por un con- cepto objetivo del ser americano. La literatura costumbrista reforzara satiricamente la oposicién entre lo europeo y lo ame- ricano. Con la introduccién de motivos costumbristas la litera- tura puede cumplir con su tarea de dar una expresién nacional y original a la sociedad. José Maria Vigil postulé en su ensayo “Algunas consideraciones sobre la literatura mexicana” que los elementos populares deben acompaiiar al escritor mexicano en su anhelo de definirse y afirmarse. Para demostrar su confianza en el rango estético de la realidad de su pueblo, el autor cos- tumbrista se sirve de una literatura que busca, sobre todo, el condicionamiento prosaico y hasta trivial de la vida cotidiana. La experiencia desilusionada del costumbrista no puede dar ca- bida al mundo ideal de la poesia pastoril. Por eso, los escritores costumbristas Acuiia, Alzate o Urbina componen satiras en las cuales denuncian la falsa pretensién de los pastores protagonis- tas. Al igual que ellos, José T. de Cuéllar critica a sus prede- cesores clasicistas —como Antonio Dominguez y Ortiz—, que todavia mantienen un bucolismo vergonzante con los consabi- POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 383 dos atributos: los imponderables cupidos que persiguen a las zagalas y los pastores suspirando en sus chozas. En su poema “Idilio”, Cuéllar se burla de los rasgos estereotipados, reve- lando su falsedad y colocando a la vez a los amantes en un am- biente natural, es decir, popular. La amada no se llama Clorina —como lo quiere la tradicién y como lo afirma un tal Moya que le dedica una poesia pastoril—, sino Petra o Sinforosa. La vega en que pretende vivir el autor enamorado es en realidad un ho- tel barato, y del rebajio que el poeta quiere mostrar a su zagala no existe ni “una costilla de cabra”.* El poema se lee como una parodia literaria que acaba con la sublimacién puramente fic- ticia y mentirosa del bucolismo. Lo mismo sucede en la poesia amatoria. Cuéllar compone satiras contra los sensibleros que esperan morir y que para probarlo ponen “diez jay de mi!” * La lucha contra una poesia anacrénica que no tiene nada en comin con la experiencia de los mexicanos del siglo XIXx se di- tige, como era de suponer, contra el tradicionalismo neoclasico. Pero el debate literario esta siempre lleno de implicaciones so- ciales y morales, que, segtin los pensadores americanos, no son compatibles con el academicismo cultural. Esto lo sostiene el literato, filésofo y politico liberal Ignacio Ramirez en un poema que lleva el titulo irénico “Mis estudios clasicos”. El poeta des- cribe su entusiasmo por la erudicidn clasicista y trae a cuento a Virgilio. En sus estudios quiere inspirarse en las fuentes elegan- tes y sutiles de la Antigiiedad, pero de pronto ciertos obstaculos insuperables frenan su fervor poético: [...] cuando con fervor cojo a Virgilio, sin descansar estudio hasta una Ilana, pero luego una mosca grande, negra, zumba por mis orejas, 0 bien veo el humo del cigarro dando giros, espirales y répidos en medio de los rayos del sol que entran al cuarto. (Ramirez 1: 285) ‘Publicado en El Renacimiento 2 (1869) 43 (Batis 191). 8 «Inspiracién!” (Batis 191). 384 KARL HOLZ Otra vez, el mundo trivial y prosaico impide el desarrollo de la poesia sutil. Ya que las circunstancias se revelan hostiles a la gran poesia, la disposicién mental frustra completamente la ambicion literaria. La erudicién del poeta no basta para leer a su autor modelo —necesita todo un dia para “traducir un distico” de la Eneida—, y ademas reconoce que el mundo mitdlogico perdié su atraccién para su zagala moderna: Has de saber que la adorada mia sabe muy bien untarse una pomada, partirse el fleco, darse colorete, bailar la polka y disertar de modas. Reza un rosario y el Susurro canta; pero de Apolo, Venus e Hipocrene, maldito lo que sabe. (Ramirez 1: 285) Al costumbrista satirico le importa denunciar el saber muerto de los académicos. Seguin la divisa “No aqui fue Troya, sino San Jacinto”, Ramirez aboga por una actitud flexible que permita al autor reivindicar en su retrato de la sociedad las expectativas histéricas y locales. Si el autor se propone pintar la peculiaridad que distingue a cada pueblo, su realismo satirico se funda en una estética del relativismo histérico y geografico. Por eso, al final el poeta renuncia a su gran obra: iPor qué con torpe afan en los archivos buscar marchitas rosas? E] buen gusto muda segtin los tiempos y naciones. (Ramirez 1: 285) La perspectiva satirica, es verdad, no genera un afan ciego por todo lo que tiene que ver con el pueblo. Si el concepto de lo popular Va acompaiiado de reflexiones acerca de una litera- tura autéctona y si les sirve a ciertos autores para explorar el espiritu de su pais, la descripcién social y moral del pueblo no carece de reservas ideoldgicas. El populismo no cierra los ojos ante las inconveniencias que se forman en la vida comtin y no tarda en criticar los fallos de una extraviada identificacién con lo trivial y popular. En tanto que el pueblo y el gusto por lo popular se oponen a la idea del progreso de la humanidad, la POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 385 descripcién costumbrista —sobre todo la de indole liberal— se vuelve un instrumento de critica social. Francisco Zarco com- prende en este sentido su misién como escritor de folletines. De manera muy realista describe el “siglo positivo y material” y lamenta que los valores de devocién, patriotismo, liberalismo, erudicién o magnanimidad se hayan pervertido en una sociedad sin identidad (1984 20-21). El vulgo —tal es la palabra que Zarco prefiere para calificar a este conjunto sin juicio propio— vive sin que una conciencia politica, moral o estética lo capa- cite para actuar con base en una responsabilidad personal. El letargo moral de su ptiblico condena al autor a tomar en sus escritos una actitud muy particular. Como director del diario El Siglo Diez y Nueve, Zarco llama la atencién de sus lectores sobre las nuevas modalidades del periodismo: Desde hoy abandonamos todas las cuestiones politicas y adminis- trativas, y no las tocaremos ni en abstracto [...]. Nuestro diario se limitard a dar artfculos de literatura y variedades, a insertar con la mayor brevedad todos los documentos oficiales [...] sin emitir opinién alguna, ni permitirnos ninguna clase de comentarios (Wheat 42). En efecto, los autores del periddico y el mismo Zarco recu- tren a una modalidad literaria que parece caracterizarse por su indiferencia estética y politica. Los géneros favorecidos son los “refranes”, “caracteres”, “estampas”, “cuadros”, es decir, aquella prosa breve que hizo su entrada en el periodismo y que permitié a Zarco dedicarse a su papel de “periodista frfvolo e insustancial” (1980 202). El “arte” que el vulgo acepta no es mas que un articulo de consumo al cual la forma folletinesca le ha impuesto sus leyes mercantiles: Nuestro siglo no es artistico. Su positivismo ha llegado a destruir el buen gusto. El pintor tiene que convertirse en dibujante, lo mismo que el literato tiene que volverse folletinista. ;Quién compra un cua- dro? jQuién lee voliimenes? [...] Para que el ptiblico acepte voltime- nes, es menester darselos poco a poco, robarle diez o quince minutos al dia para que luego se sorprenda de los que ha lefdo (1980 102). Puede extraiiarnos el rigor de la critica que en los escritos de Zarco sufre la tendencia al folletin, cuando otros autores la 386 KARL HOLZ valoran positivamente. Ya Sarmiento subraya con toda claridad la afinidad entre el folletinismo y “una filosofia de la época aplicada a la vida” (171). En México, Altamirano elogiara la imprenta y los inventos técnicos que acompafian los progresos civilizadores y que influyen en la instruccién de las masas: Bajo este punto de vista, la novela del siglo XIX debe colocarse al lado del periodismo, del teatro, del adelanto fabril e industrial, de los caminos de hierro, del telégrafo y del vapor. Ella contribuye con todos estos inventos del genio a la mejora de la humanidad y a la nivelacién de las clases por la educacién de las costumbres (1949 1: 29-30). El valor positivo de la imprenta y sus productos para las masas esta determinado por el ya mencionado concepto idea- lista de pueblo. En la medida en que el pueblo se define como una instancia social que se integra en el programa educativo, la prensa literaria y folletinesca ocupa una posicién fundamental en el proceso de la democratizacién. El folletinismo se libera de los vinculos que le impone el estiipido afaén del vulgo por divertirse. Por el contrario, se encuadra en los esfuerzos de vulgarizar las ideas necesarias para la autodefinicién del pue- blo. En este sentido, dicho sea de paso, el folletin adopta la misma funcién que otro género de gran divulgacién, la novela: La novela es el libro de las masas [...]. Quizds la novela esté llamada a abrir el camino a las clases pobres para que lleguen a la altura de este circulo privilegiado y se confundan con él. Quizds la novela no es mas que la iniciacién del pueblo en los misterios de la civilizacién moderna (1949 1: 39). El populismo como modelo narrativo y literario de la educacién nacional Ahora queda patente que Altamirano cultiva las formas po- pulistas del folletin y de la novela para realizar su programa civilizador. Lo popular en sus textos literarios no sdlo con- cierne a una tematica actual, sino que tiende también a facili- tar su comprensién para los lectores a los que se dirige. Como POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 387 Cuéllar, que publica sus cuadros costumbristas bajo el signifi- cativo titulo de Articulos ligeros sobre asuntos trascendentales (1882), Altamirano busca la expresién sencilla para facilitar una recepcién popular de sus textos. Sus novelas estan Ilenas de co- mentarios en que el autor sefiala al lector que la historia puede leerse sin conocimientos previos. “No importa gran cosa para entender esta humilde leyenda” anuncia el narrador al princi- piar su novela Clemencia (1971 2), y cumplira su promesa con diferentes medios explicativos: la estandarizacién clasificadora (“Era de esos hombres que”, 9), la participacién del lector en los juicios u opiniones (“esto es de suponerse”, 9), el reclamo de la conformidad del lector (“entienden ustedes”, 30), la conclusién demostrativa (“esto explica la amabilidad”, “se comprende al ver esto”, “el por qué”, 20, 25). El narrador orienta la re- cepcién de su novela construyendo una base de confianza con un lector a quien conduce, paso a paso, hacia la comprensién de los complicados nexos de la historia nacional. La voluntad diddctica del narrador predomina hasta en la estructuracién de la accién. Asi, la historia de amor en Clemencia sigue un plan casi mecanico y pedante, que el narrador justifica con la intencién de ser comprendido por el pueblo. Me he detenido en la descripcién del cardcter del primero de mis per- sonajes, porque tengo en ello mi idea: deseo que ustedes le conozcan perfectamente y comprendan de antemano la razén de varios sucesos que tengo que narrar (11). La intencién didactica que se hace tematica en la obra de Altamirano y que estructura su prosa literaria en el plano for- mal y estilfstico es también de importancia primordial en la obra de Francisco Zarco. Altamirano tiene razén cuando pone de relieve “el estilo sencillo, claro y al alcance de todos” de su compatriota liberal (1949 1: 90). Como lo demuestra el critico, Zarco finge concebir sus articulos costumbristas segin los de- seos pervertidos del vulgo; lo que realmente hace es recurrir a una estrategia de simulacién irénica. El literato busca la inti- midad con el vulgo, pero sélo para mostrarle sus defectos y para curarlo después de sus malas costumbres. La identificacién con el vulgo es simulada y al final cede el paso a un distanciamiento 388 KARL HOLZ moral 0 espiritual de su comportamiento egoista. El proceder narrativo de Zarco consiste en establecer un contacto con un lector con el cual no se siente afin. Zarco quiere preparar a sus lectores para la concepcién idealista que él, también, tiene del pueblo. Pero a diferencia de Altamirano, que después de las guerras civiles y después de la intervencion francesa ve lucir “el sol de la civilizacién”, Zarco, a mediados del siglo y bajo la im- presién de la politica conservadora y hostil hacia la formacién cultural, es mds pesimista. Cree realizar su ideal reformador sélo con ayuda de una actitud satirica, que ademas opera con los recursos estilfsticos de la ironfa. Gracias a la ironia, el autor parece reafirmar al vulgo en su apatia, mientras que en reali- dad quiere censurarlo por sus defectos morales y politicos. A través de la ironfa, el narrador une su experiencia real del vulgo © del populacho con su visién utépica del pueblo. La historia del titere Melitén y de su esposa infiel muestra lo que acaba- mos de decir. Segin el refrén “La ocasién hace al ladrén”, que le da titulo al cuento, Pepita puede creerse disculpada de sus escapadas amatorias con diferentes amantes. No es ella la que tiene la responsabilidad de su deslealtad conyugal, sino las cir- cunstancias. La ironfa del narrador ridiculiza la ausencia de moral que se mantiene en el proverbio como un cliché y que el destino del esttipido y viejo Melitén parece confirmar. Las con- clusiones del narrador al final de la narracién van encaminadas a aquel lector que, como Pepita, rehuse hacerse responsable de sus actos. Por muy insistentes que sean sus afirmaciones sobre la inocencia de Pepita, el hablar irénico del narrador impide al lector sentirse moralmente disculpado: Ya ve usted, lector, que el adagio es cierto. La mayor parte de las gentes que faltan, no faltan ellas, sino que les sobra ocasién. Pero todas son tan buenas como Pepita, y a quien es menester culpar es a la ocasién, porque no lo olvide usted, lector: La ocasién hace al ladrén (1980 91). La distancia irdnica da a los textos literarios de Zarco su tono caracteristico. Como ultima variedad en la practica literaria del populismo, tenemos que hacer aqui mencién del sentimen- talismo. El sentimentalismo es conocido, sobre todo, como una POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 389 variante especifica del subjetivismo romantico,® pero también tiene su importancia en el pensar populista. Salta a la vista que el mismo Altamirano aclara sus novelas con conceptos que hacen referencia constante al sentimiento. En su novela corta La navidad en las montarias se nos ofrece mediante los cantos populares y villancicos pastoriles un cuadro a cuyo sentimenta- lismo nadie puede sustraerse, ni siquiera el guerrero liberal que, lleno de emocién, admira el mundo idilico que se le presenta. Asimismo, los episodios militares de la intervencién francesa que estructuran el curso de la accién en Clemencia no impi- den al narrador prometer a su lector una “historia de senti- miento”, una “historia intima” (8). Pero Altamirano previene a sus lectores contra la suposicién de que se trata sdlo de un romanticismo llorén, al estilo de Werther o de Paul et Virginie. “El tono sentimental y melancélico” (1959 688) que admira el autor también en Ja obra de Florencio M. del Castillo, es evi- dente cuando estan en juego los intereses del pueblo y cuando se trata de ilustrar las mejoras que sobrevienen con las reformas liberales. La melancolia social de Altamirano y de sus correli- gionarios liberales estan al servicio de una reconciliacién entre autor y pueblo emancipado. Asi lo quiere Diaz Covarrubias, el cual, como Altamirano, es pensador eminente de la libertad y emancipacién de México. Publica su obra Impresiones y senti- mientos con la esperanza de conseguir una comunicacion intima con sus lectores: “No pretendo alcanzar con mi pobre libro un nombre literario y me tendré por muy feliz si estas paginas de mi corazén son del agrado del publico y encuentran un eco en otro corazén” (1959 9). Conclusién: la literatura como espejo del pueblo que busca su expresion En sus ultimas manifestaciones el populismo, cierto es, se ha alejado de las primeras tentativas de la autodefinicién ameri- cana. Se anuncié de manera discreta en la poesia neoclasica, ®No es casualidad que se sittie a la novela sentimental dentro de la corriente romantica (Carilla). 390 KARL HOLZ que todavia crefa deber legitimar o defender su cambio de pers- pectiva. Los atributos de lo popular se unieron con la decla- racién politica del ser americano y determinaron, como postu- lado mas bien abstracto, la busca literaria de lo autéctono. Los costumbristas introdujeron el argumento realista. La presencia de lo popular no se deja suprimir y obliga al autor a acomo- darse a la nueva situacién. El choque entre el lirismo idilico 0 el academicismo erudito con la vida prosaica, se resuelve en una actitud parédica. Al mismo tiempo, empero, la irrupcién de lo comin en el mundo poético o ideal da lugar a una profunda discusién del populismo. Considerando las tareas de la deseada emancipacién espiritual y politica del pueblo, el autor se ve obli- gado a relacionar su diagndéstico costumbrista y realista con su propésito ideolégico. El autor logra su doble funcién como pin- tor y gufa de la sociedad sirviéndose de la utopia o de la ironia para superar los condicionamientos existentes. Sus escritos se vuelven idealistas, en el sentido de que detras de la palabra hay otra significacién que anticipa o presupone un orden que la re- alidad histérica hasta ahora no ha alcanzado. Esto lo recuerda Zarco en su autorretrato: El payaso es el bufén del populacho [...]. El escritor satirico, el escritor de costumbres, es el payaso en la literatura [...]. Cuando hay la detestable facultad de percibir el ridiculo en cuanto rodea al escritor, sus lectores lo creen un hombre de muy buen humor y no saben que cada burla que lanza su pluma le destroza el coraz6n (1980 155). Los cuidados del payaso y las esperanzas del escritor sen- timental abren al populismo sendas literarias que difieren, se distancian de su objeto o se identifican con él, pero que siguen los mismos impulsos, que son la creacién de una literatura na- cional y la formacion de la autonomia del pueblo. Octavio.Paz lo puntualizé cuando redujo toda la literatura del siglo pasado ala formula “la historia de México es la de un pueblo que busca una forma que lo exprese” (121). POPULISMO Y EMANCIPACION EN EL SIGLO XIX 391 BIBLIOGRAFIA CITADA ALTAMIRANO, IGNacio M. La literatura nacional. Revistas, ensayos, biografias y prélogos. Ed. J. L. Martinez. 3 vols. México: FCE, 1949. ———. Obras literarias completas. México: Oasis, 1959. a Clemencia. Coleccién de Escritores Mexicanos. México: Porrua, 1971. Antologia del Centenario. 2 vols. México: UNAM, 1985. Batis, HuBERTO. Indices de “El Renacimiento”. Semanario li- terario Mericano (1869). México: Centro de Estudios Literarios, UNAM, 1963. 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