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PROMISCUO

PROMISCUO

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PROMISCUO

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PROMISCUO

PROMISCUO
(Diario de un turista sexual)

Filipinas – Tailandia – Camboya - Vietnam

eSteven bang

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PROMISCUO

Fotografía de portada: Esteven Bang

E-mail de contacto: dxnfreno@hotmail.com

http://esteven.bubok.es

http://promiscuo-promiscuo.blogspot.com

Registro General de la Propiedad Intelectual nº 00/2011/614

ISBN: 978-84-9981-089-8

ISBNOC: 978-84-9981-121-5

Depósito Legal: M-46856-2010

Copyright © Esteven Bang, 2011

Impreso en España/Printed in Spain

Impreso por Bubok

www.bubok.es

Quedan prohibidos, dentro de los


límites establecidos en la ley y bajo
los apercibimientos legales previstos,
la reproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o
procedimiento, ya sea electrónico o
mecánico, el tratamiento informático,
la traducción, el alquiler o cualquier
otra forma de cesión de la obra sin la
autorización previa y por escrito del
editor y del titular del copyright.

Los nombres que aparecen en este


libro son ficticios, cualquier parecido
con la realidad es mera coincidencia.

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PROMISCUO

Libro para leer

con una sola mano.

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PROMISCUO

ÍNDICE

LIBRO 1 Filipinas - Tailandia

CAPÍTULO 1 COMIENZA EL SHOW 11

CAPÍTULO 2 HAN 17

CAPÍTULO 3 GIFT 24

CAPÍTULO 4 JOY 29

CAPÍTULO 5 UOB 31

CAPÍTULO 6 CHERRY 42

CAPÍTULO 7 NAT 48

CAPÍTULO 8 BO 54

CAPÍTULO 9 SAWA 60

LIBRO 2 Tailandia

CAPÍTULO 10 JOY 69

CAPÍTULO 11 LEK 78

CAPÍTULO 12 BO 84

CAPÍTULO 13 LEK 94

CAPÍTULO 14 KHAEK 103

CAPÍTULO 15 XE 112

CAPÍTULO 16 NONG 119

CAPÍTULO 17 LEK 129

6
PROMISCUO

LIBRO 3 Camboya - Vietnam

CAPÍTULO 18 PHNOM PENH 137

CAPÍTULO 19 CHENDA 143

CAPÍTULO 20 LOUIS 148

CAPÍTULO 21 LOS GRITOS DEL SILENCIO 152

CAPÍTULO 22 THI Y UOC 160

CAPÍTULO 23 BE 167

CAPÍTULO 24 BE Y AI 175

CAPÍTULO 25 AI 183

CAPÍTULO 26 AI Y HUE 194

CAPÍTULO 27 HUE 215

LIBRO 4 Tailandia – Filipinas

CAPÍTULO 28 LAY 223

CAPÍTULO 29 WINEE 229

CAPÍTULO 30 NENG 234

CAPÍTULO 31 BEE 249

CAPÍTULO 32 TOOM 267

CAPÍTULO 33 PIW 271

CAPÍTULO 34 NONG 278

CAPÍTULO 35 SHU 286

CAPÍTULO 36 BEE 294

CAPÍTULO 37 FINALIZA EL SHOW 298

7
PROMISCUO

8
PROMISCUO

Libro uno

FILIPINAS
TAILANDIA

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PROMISCUO

Cálidas nalgas en ceñidos blue jeans

han sido agarradas de algún modo […]


-Charles Bukowski

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PROMISCUO

-1-
Comienza el show

Emily Delacruz parecía contenta. Estaba orgullosa por tener lo que ella consideraba ‘mucho dinero’
en su recién abierta primera cuenta corriente. Le había adelantado tres meses de ayuda económica
(240 €) por el tiempo que yo había planeado pasar viviendo entre Tailandia, Camboya y Vietnam.
Partía temporalmente de Angeles City, la ciudad prostíbulo o, si se prefiere, el mayor prostíbulo al
aire libre del mundo.

Dejar Filipinas y a Emily no resultaba tarea fácil. Me sentía cómodo en ese entorno y Emily se
portaba muy bien conmigo en la cama, pero yo tenía el cometido de escribir e ilustrar una serie de
artículos de viaje. Al mismo tiempo, pretendía contactar con chicas que ejerciesen como modelos
eventualmente para mí y realizarles fotografías glamourosas, sensuales y provocativas.

En la furgoneta que recogía pasajeros para Manila, coincidí con un pelirrojo tirolés llamado Armin.
Fuimos transferidos a un autobús y partimos de Angeles City. Armin viajaba a Tailandia en el
mismo vuelo de la Thai Airways que yo. Hubo complicidad al instante y acordamos alquilar juntos
un taxi que nos llevase desde el Aeropuerto Internacional Suvarnabhumi de Bangkok hasta Pattaya,
nuestro destino común en Tailandia.

Una vez en Manila, nos subieron a otra furgoneta rumbo al Aeropuerto Internacional Ninoy Aquino.
Mi equipaje, cargado con un estudio portátil de luces y fotografía, llevaba sobrepeso. En cambio,
Armin iba por debajo del peso permitido y me dejó traspasar parte de mi equipo fotográfico a sus
maletas. Al fin me las ingenié y pude facturar sin pagar por exceso de equipaje. Sólo cargué
conmigo la cámara pequeña y mi ordenador portátil como equipaje de mano.

Parecía increíble estar ya en camino. Hacía algunos años que no regresaba a mi adorada Tailandia.
Embriagadores recuerdos de playas tropicales, comida, elefantes, templos y bellas mujeres flotaron
en mi mente.

Aterrizamos en Bangkok unos minutos antes del mediodía y Armin y yo recorrimos los pasillos del
aeropuerto. Un cautivador cartel rezaba: “BIENVENIDOS A LA TIERRA DE LAS SONRISAS”.
Sonreí recordando que la gramática usada en Tailandia es encantadoramente rudimentaria,
careciendo de plurales y de determinantes como el/la, tan abundantes en nuestra lengua.

Entrar al Reino de Tailandia es gratis y facilísimo. Ya en la sala de inmigración del aeropuerto, una
joven y amable oficial cuñó mi pasaporte justo donde yo le pedí que lo hiciera. En algunos países
sellan de cualquier manera y provocan así que muchas de las páginas del pasaporte no alcancen para
más de tres sellos. Hay que aprovechar bien cada hueco libre de este preciado librito abrefronteras.
La dulce oficial de inmigración me estampó en la página once un visado turista de treinta días.

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PROMISCUO

Los oficiales de aduana simplemente sonrieron y nos hicieron un way, el conocido saludo oriental
consistente en unir las palmas de las manos y acercárselas a la cara realizando una sutil genuflexión.
Conocimos a un francés en el stand de taxis y los tres compartimos un viejo Volvo rumbo a Pattaya.

Me senté delante con el chófer, que hablaba algo de inglés. El resto de los ocupantes del vehículo
teníamos un nivel parecido de inglés ‘de garrafón’, el suficiente como para podernos entender.
Jamás trato con anglófonos, lo visto en mis viajes durante años alrededor del mundo me ha hecho
desarrollar una profunda animadversión hacia todo aquello que huela a civilización anglosajona:
hacia su endiosamiento, hacia su chauvinismo, hacia su anglonarcisismo, hacia su arrogancia, hacia
su presuntuosidad –a pesar de que luego sean incapaces de hablar otra lengua que no sea la propia-,
hacia sus impresentables borracheras y hacia su lamentable falta de respeto para con los lugareños.
¡PATÉTICO!

Había convivido durante seis años con una novia tailandesa y aún recordaba su lengua nik noi [un
poco], así que durante el trayecto intercambié algunas impresiones básicas en tailandés con nuestro
chófer. Me defiendo más o menos, aunque aún debo mejorar muchísimo mi dominio de este idioma.

Dos horas después, dejamos al francés en un hotel rodeado de palmeras cocoteras. Pattaya y Phuket
son las ciudades costeras más populares en Tailandia para turistas en busca de días de desenfreno.

Armin y yo nos alojamos en la BJ Guesthouse, recomendación de mi amigo Jules. No era un gran


sitio pero era barato y mi habitación bastante amplia. El lugar contaba con un restaurante que no
estaba mal. Me podría haber hospedado en cualquier otro, dentro de la infinidad de alojamientos
que pueblan Pattaya, pero tenía planeado encontrarme con Jules en la BJ Guesthouse. Este había
viajado a Camboya hacía unos días para renovar el visado de su pasaporte, pero regresaría en breve.

A la noche salí a explorar la ciudad. Cientos de pequeños bares al aire libre se alineaban en las
calles, con miles de bargirls (muchachas que trabajan en las barras para alternar con los clientes)
captando turistas que se sentasen con ellas a tomar copas en su local e irse después juntos al hotel.
Mientras paseaba, las chicas me invitaban a pasar a sus bares. Por fin entré en el Gulliver’s, donde
una preciosidad captó especialmente mi atención. Su joven, esbelto cuerpo y linda cara me atrajeron
como un imán. Igual que otras muchas de las bargirls con las que me había cruzado, esta también
me hizo señas con una sonrisa, invitándome a que me sentara con ella. Crucé el local, me senté con
Bee y ordené una botella de agua. Tras estar conmigo un rato, se fue a dar la bienvenida a alguien.

Otra chica me hizo compañía mientras yo observaba a Bee. Un extranjero flaco y calvo llegó al bar
y se sentó unas cuantas banquetas más allá de la mía. Bee conversó con él y se fueron a comer a un
restaurante justo detrás del Gulliver’s. Supuse que el tipo sería un cliente regular o su novio, así que
la descarté. Una lástima, era la única chica por la que me había sentido realmente atraído esa noche.

A la mañana siguiente me vi gratamente sorprendido cuando me encontré a Jules en el vestíbulo.


Aunque regresaba a Europa en un par de días, se ofreció para enseñarnos a Armin y a mí la ciudad.

Por la noche nos llevó de tournée a conocer algunos de los secretos del sexo en venta en Pattaya.
Cuando pasamos por delante del Gulliver’s, Bee sonrió y me saludo con un way.

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PROMISCUO

Para abrir boca, Jules nos condujo hasta un bar go-gó. Mientras cruzábamos el local débilmente
iluminado, nos extasiamos con la visión de las bailarinas desnudas que actuaban sobre el estrado.
Eran esbeltas, con bonitas tetas y lindos traseros. Sus coñitos, unos con una línea de vello y otros
rasurados por completo, quedaban a la altura de nuestros ojos. Buscamos una buena ubicación y nos
sentamos allí un rato, disfrutando del panorama y de los procaces movimientos de las muchachas.

“Comienza el show”, nos anunció Jules: “Nos vamos”. Los tres caminamos hasta Soi Post Office.

Por fuera del Coyote Bar, una chica sostenía un cartel que simulaba una gigantesca raqueta roja de
paddle. En letras blancas, se podía leer: SHOW TIME. Entramos y una linda camarera nos acomodó
en una mesa al borde del escenario. Jules ocupó un asiento próximo a la pared y Armin se sentó
entre él y yo. Los tres de cara al escenario, donde en ese momento actuaba una seductora bailarina
desnuda por completo. Se erguía sobre una tarima cromada y se movía sinuosamente al ritmo de la
música dance que inundaba el local. Me preguntaba qué ocurriría a continuación. La muchacha
continuó bailando unos minutos, pero pronto abandonó la escena.

Jules nos había dicho que las chicas aquí representaban un show indecente y bastante escatológico.
“Una chica se introduce una botella de cerveza en el culo”, aseguró.

“¿En el culo o en el coño?”, le pregunté.

“En el coño y a veces en el culo, depende de lo inspirada que se encuentre ese día”.

Una bailarina menudita, con pechos erguidos y largos cabellos negros, intercambió su sitio con la
bailarina anterior en la pequeña tarima cromada. Sus nalgas estaban firmemente redondeadas y su
pubis completamente afeitado. Mientras bailaba alrededor del estrado, una flor del tamaño de un
puño emergió de repente de entre los labios de su pequeño coño. Extrajo la flor y apareció otra, y
entonces otra. Cada flor estaba separada de la anterior por un palmo de cordel.

Increíble, como en un truco de magia, ella continuó bailando y extrayendo flores. Permanecía sobre
la tarima, situando un pie o su culo sobre un alto taburete y adoptando posturas contorsionistas para
exhibir su coño a los presentes. No había cesado de extraer flores de su interior y ahora docenas de
ellas adornaban su cuerpo, ya que se había enrollado alrededor del mismo la larga ristra florida.

Me preguntaba cómo olerían las flores. Esperaba que no me las lanzara a la cara pero, como si me
hubiese leído el pensamiento, la muy granuja deslizó las manos sobre las mismas y frotó sus dedos
contra mi nariz. Desde el otro lado de la mesa, Jules me dijo: “Esta es la más cochina”.

“¡Mierda!”, respondí.

Al estar sentados junto al escenario, todo sucedía allí, a escasos palmos de nuestras caras. La botella
verde de cerveza Heineken de Jules, la botella marrón de cerveza Chang de Armin y mi botella de
agua mineral Shinga permanecían sobre la mesa, emulando erectos dildos.

Finalmente, la ristra de flores salió por completo del interior de la bailarina. Esta se inclinó e hizo una
reverencia. La concurrencia prorrumpió en aplausos. La sala, pequeña y viciada de humo, estaba
abarrotada por unos veinte hombres blancos, algunos japoneses y una mujer blanca de pelo corto la
cual, por el furor de su ovación, parecía ser quien más disfrutaba con el show (chica busca chica).

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PROMISCUO

La bailarina entonces se dirigió hacia Jules, se inclinó hacia él y extendió sus brazos hasta la verde
botella de cerveza. Jules fue algo más rápido que ella, cogió la botella con su mano derecha y cubrió
el gollete con su palma izquierda. Ella puso mala cara y le hizo un gesto para que le diera la botella.
Él negó con la cabeza: “¡No!” Jules ya había visto antes el espectáculo y quería tomar su Heineken.

Volviendo su atención hacia Armin y su aún llena botella marrón de largo cuello, tuvo más suerte.
Alargó la mano y cogió la botella, nos dio la espalda, se encorvó e introdujo en su culo el cuello de
la misma, metiéndosela y sacándosela un par de veces. Luego se incorporó y se volvió de nuevo
hacia nosotros. Sonriendo, lamió el gollete de la botella y tomó un trago. Todo sucedió muy rápido
y, aparentemente, sin esfuerzo.

Con un gesto pícaro, le devolvió la botella a Armin. Miré atónito cómo Armin limpiaba el gollete
de la botella con la mano y daba un largo trago a su cerveza. Ella lo agradeció y aplaudió el gesto
cómplice. Armin había aparentado ser el más formalito de los hombres… ¡hasta ahora!

“Quiero beber Heineken”, aseveró seguidamente.

Armin dijo: “OK”, y una camarera hizo aparecer al instante una botella verde frente a nosotros.
Inclinándose hacia adelante, lejos de nuestra mesa, la menuda bailarina mostró su culo y su coño.
Sostenía hecho un canuto entre sus labios vaginales el billete con el que Armin acababa de pagarle
la dichosa cerveza.

Otra chica rubia de pelo hasta los hombros apareció en el escenario. Era más alta, con el abdomen
liso y unas tetas erguidas. Mientras bailaba, apoyó una pierna contra el alto taburete y comenzó a
extraer de su coño un cordel. Era difícil atender a la nueva bailarina, puesto que la anterior bailaba
de espaldas entre ella y nosotros frotándose vigorosamente el clítoris.

A medida que el cordel salía del coño de la nueva chica, primero apareció un collar de perlas. Unos
palmos más allá, un sinfín de agujas de coser comenzaron a emerger de los confines de su vagina.
Algo escabroso. ¿Cómo podía ser que no se le clavaran?

Aún en escena, la primera bailarina hizo gestos a un cliente para que le ofreciera un cigarrillo. Este
le alcanzó un paquete a medias y ella cogió tres cigarros y un mechero.

Tras ella, la chica alta continuaba extrayendo de su interior agujas enhebradas en un hilo. La luz se
reflejaba en ellas mientras pendían en el aire. Ya tendría fuera unos dos o tres metros. ¡Increíble!

La bailarina menuda se insertó un cigarrillo en el coño, un segundo cigarrillo en el culo y un tercero


en la boca. Encendió el mechero y sostuvo la llama cerca del cigarrillo de su culo. Contrayendo una
y otra vez los músculos de su esfínter anal, movía el cigarrillo hacia adentro y hacia afuera con un
bombeo que encendió el pitillo. Acercó el mechero al cigarrillo de su coño, que prendió al instante,
y después encendió el cigarrillo de su boca. El cigarrillo del coño se le apagó: ¿adrede? Ella acercó
el cigarrillo de su boca al pitillo apagado y de nuevo volvió a encenderlo bombeando sus músculos.

La bailarina alta tras ella había finalizado de extraer toda la cinta de agujas. El final de este acto fue
cumplimentado con la misma cantidad entusiasta de aplausos que hubo en el número de las flores.

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PROMISCUO

La primera chica mantenía a un tiempo los tres cigarrillos encendidos tranquilamente. No fumaba
demasiado, pero los cigarrillos se iban consumiendo con normalidad. Bailó en varias posiciones con
el culo en pompa, lo que permitió al público observar su culo y su chocho fumadores tan claramente
y con tanta naturalidad como cualquier persona que se fuma un pitillo mientras charla con otra.

Cuando volví a fijarme en la chica alta, una tercera muchacha se había unido a ella en una danza
lésbica. Encaramada al taburete, cambiaba constantemente de postura facilitando a la lengua de su
partenaire lamerle el clítoris y perderse en su hendidura.

Imperturbable, los músculos del coño de la chica fumadora expulsaron el filtro de aquel cigarrillo.
Con su culo aún echando humo, se unió al baile lésbico de sus compañeras, introduciendo la cabeza
entre las piernas y chupeteando grácilmente el coño de la chica alta. La tercera muchacha abandonó
momentáneamente el trío y regresó al escenario portando consigo un consolador. Era largo, grueso,
de color carne y de marcadas venas. Lo mantuvo apoyado sobre su base en un taburete del estrado.

En un momento en el que la chica alta bailaba sola, la bailarina menuda prestó atención a su verde
Heineken de cuello largo que aún reposaba sobre nuestra mesa. Tras cogerla, se encorvó, se
introdujo una vez más la botella en el culo, se paró un momento y agitó el contenido de la misma
con unos cuantos movimientos veloces. Entonces, con el trasero en pompa y sobre sus altas botas de
baile, orientó la grupa hacia nosotros y deyectó un enorme chorro de cerveza desde su culo hasta la
pechera de la camisa de Armin. Jules se desternillaba, ella se giró unos grados y deyectó un chorro
menor hacia él. Yo estaba atónito. Jules no nos había advertido acerca de la ducha marrón de enema
cervecero. Ni en mis fantasías más salvajes, jamás habría imaginado un espectáculo tan bizarro.

Al otro lado del estrado, la tercera muchacha estaba poniendo un condón al dildo. Buscando la
complicidad y participación del público, intentó que un cliente australiano desenrollara el látex a lo
largo del consolador, pero éste se negó. “Ese es tu trabajo”, le dijo a la chica. Esta desistió, cubrió
por sí misma el dildo con el condón y extrajo de un envase un tubo de gel lubricante K-Y Jelly.

La bailarina fumadora volvió a introducirse la botella verde y a contraer su esfínter hacia adentro y
hacia afuera para volver a llenar de nuevo su culo de cerveza. Decidí alejarme de ella lo más rápido
posible. Dejé atrás mi botella de nam mineral, pues me figuraba que ya estaría contaminada tras tal
‘aguacero’, y me dirigí rápidamente hacia el vestíbulo de salida. Desde allí pude continuar viendo el
show con relativa seguridad. Jules y Armin intentaban cubrir sus rostros con la palma derecha de
sus manos y con los brazos estirados, parecían policías parando el tráfico. La pequeña lunática no
cesaba. Apuntando de nuevo, deyectó otro enorme chorro de cerveza desde el agujero de su culo.
Esta vez el chorro fue a impactar en los pantalones de Armin. El público se partía de la risa.
No era tan divertido si te encontrabas sentado en primera línea de fuego.

Para entonces, la tercera muchacha tenía el erecto dildo preparado para su guapa compañera alta.
Ella sostenía la base del dildo en el taburete mientras la bailarina alta, sosteniéndose en un barrote
de baile (similar a los que se utilizan en los espectáculos de striptease), comenzaba a introducirse el
consolador por completo dentro de su coño. En realidad se trataba de una danza, una coreografía, y
todos sus movimientos iban a la par de la música. Se intuían horas y horas de ensayo. La chica alta
cabalgaba arriba y abajo el largo entero del dildo en aparente éxtasis. Arriba y abajo, arriba y abajo.

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PROMISCUO

Un extranjero osado pagó a Miss Enema una nueva botella de Heineken. Ella se la introdujo en el
culo, se cogió con las manos a otro de los barrotes cromados, sujetó en cuclillas la botella entre sus
pies y comenzó a follarse la maldita cosa al ritmo de la música. Al rato se incorporó con las piernas
erguidas y las manos tocando el suelo, se extrajo la botella y volvió a disparar un chorro de cerveza
contra otro cliente. Repetía el proceso, disparando un poquito aquí y un poquito allá todo el tiempo.

Mientras su pareja sujetaba y orientaba el gran consolador hacia sus adentros, la chica alta continuó
deslizándose arriba y abajo sobre el gran dildo en una enajenación apasionada.

Dudando si se habría secado ya lo suficiente como para regresar a nuestra mesa, opté finalmente por
dirigirme a la caja. Pagué setenta baht por mi bebida, menos de dos euros. No había coste adicional,
eso era todo lo que había que pagar por este estrafalario show. En cierto modo, la representación me
había recordado más a un espectáculo circense (equilibristas, magia, faquires, contorsionismo…)
que a un show erótico.

Mis dos acompañantes también salieron.

Más tarde, sentados en una terraza al aire libre en Walking Street -la calle peatonal de Pattaya- Jules
bromeaba: “¿No te tomaste tu agua mineral?”

Disentí con la cabeza.

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PROMISCUO

-2-
Han

Marzo es un mes caluroso en Bangkok, pero la noche estaba bastante agradable. El calor es una más
de las razones por las cuales la gente en los trópicos disfruta vibrantemente de la vida nocturna.
Bangkok nunca duerme y siempre come. Cenamos al fresco en un restaurante hindú.

“Nos vemos a las diez en el Tiger Bar”.

Jules y Armin se fueron a jugar al billar y yo me introduje en uno de los lugares emblemáticos para
quienes buscan movida de bargirls: Nana Entertainment Plaza. Todos los locales de este edificio de
tres plantas están destinados exclusivamente a proporcionar entretenimiento sexual a quienes pasan
por allí a tomar algo o a buscar compañía. Comenzando por la planta baja, entré y salí de todos los
bares tanteando el ambiente y tomando nota del catálogo de bellezas que cada uno de ellos ofrecía.
Cada bar tenía sus chicas a la puerta y, cogiéndome del brazo, me acompañaban hacia el interior.
Tras inspeccionar el género, les decía: “Quizás regrese más tarde”. Subí en las escaleras mecánicas
hasta la primera planta. Al final de las mismas, una bellísima muchacha me dijo que se venía a casa
conmigo por mil cuatrocientos baht (35 €). Cuatrocientos baht para el bar y mil baht para ella.

Cuando completé mi circuito en la tercera planta de Nana Plaza, había visitado alrededor de treinta
bares repletos de muchachas. La mayoría de los locales eran de topless y en otros bailaban go-gós
desnudas. Hay cientos (¿miles?) de chicas en este centro y todas ellas disponibles por un precio.

Me decanté por las hermosísimas bargirls del G-Point y regresé allí para pasar el rato hasta las diez.
De los altavoces emanaba un rock estrepitoso. Me despreocupé de la música, la pequeña go-gó del
escenario era preciosa. Resultaba deslumbrante con su modelado torso, bien proporcionadas tetas y
delicioso trasero. Calzaba altos tacones y botas de caña alta hasta las rodillas, bailaba en su tarima.

Otra bargirl se me acercó, se sentó a mi derecha y comenzó a acariciar y masajear mi muslo. Tenía
grandes tetas y una agradable sonrisa, pero no era mi tipo. “¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres?”,
indagó. Consiguió provocarme una erección, pues al tiempo que preguntaba frotaba mi entrepierna.

Una camarera se sentó a mi izquierda y, mientras la bargirl anterior me acariciaba la abultada polla
a través del pantalón, la camarera me dio conversación. A ella tampoco le entusiasmaba la música
del bar pero tenía que soportarla, puesto que era la música que le gustaba al propietario del local.

El tiempo vuela cuando te encuentras cómodo, y la conversación con restregón resultaba fabulosa.
Eran casi las diez, así que me dirigí al Tiger Bar. Me senté con Jules y Armin en una barra cercana
al escenario. Jules me señaló con un gesto a la bailarina sentada cerca de mí: “Ahí tienes una
modelo para tus fotos”. Era fina, tenía un cuerpo esbelto, melena larga y una linda cara. Era su turno
para salir a bailar. En otra tarima, unas chicas desnudas tenían el cuerpo pintado y fluorescente con
las luces púrpura en la oscuridad. Los cuerpos estaban decorados ante todo con motivos florales.

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PROMISCUO

El artista, con pinceles y tarros de pintura fosforescente, reunió a las go-gós en el escenario cerca de
donde estábamos sentados. Sus diseños eran realmente elegantes. Una go-gó tocó con sus dedos su
cuerpo recién pintado y me los pasó por la mejilla. Ahora yo también era parte del show, ¡brillaba!

Otra de las bailarinas que estaban bajo el escenario se acercó y comenzó a hablarme con dulzura,
me preguntó que si le pagaba una cola. Se alegró cuando le dije que sí y se estrujó contra mi cuerpo.
La bebida para una chica sólo cuesta sesenta baht (1’5 €).

Pronto comenzaría el show. Nos giramos en nuestras butacas para echar un vistazo a otro escenario
que había al fondo del local. Este estaba equipado con un teléfono de ducha. Dos chicas se subieron
al escenario y comenzaron a jugar con botellas de cerveza. Con esta nueva amiga frotándose contra
mí, era un poco difícil concentrarse en el espectáculo. Mi acompañante sólo vestía una braguita roja
de bikini y unas altas botas de go-gó. Yo disfrutaba acariciando la suave y sedosa piel de su cintura.

Al fondo, una de las chicas se introducía el gollete de una botella de cerveza dentro y fuera del coño
al compás de la música. La otra chica estaba tumbada boca arriba, con el cuello entero de su botella
medio llena ensartado en su interior.

Otras cuatro chicas reemplazaron a las dos anteriores. Se rociaron agua con el teléfono de ducha y
comenzaron a meterse mano por parejas en un baile lésbico. Al ritmo de la música, iban cambiando
de posición para mostrarle a la audiencia el trabajo oral que se estaban dedicando las unas a las
otras. Las dos chicas que estaban siendo lamidas parecieron correrse entre jadeos.

Cuando el show finalizó, nos trasladamos al O Bar. Sentados en la barra que rodeaba el escenario,
chequeamos el ambiente. Una camarera señaló hacia un espejo y me hizo recordar que llevaba la
mejilla pintada. Lo había olvidado, fui al servicio y limpié la pintura de mi cara.

Ahora comenzaba el show en el O Bar. Dos chicas se subieron al escenario con unas botellas de
soda y algunos otros complementos. La primera de ellas cogió una de las botellas de soda, la agitó y
se introdujo el gollete en el coño tumbada boca arriba en el niquelado suelo del escenario. Manipuló
la botella con sus manos y de repente se oyó un ¡POP! similar al que suena cuando se descorcha
una botella de champán. Sacándose el gollete de la botella del interior de su cuerpo, le mostró al
respetable que había abierto la botella con la entrepierna. Repitió la maniobra con la segunda botella
tras agitarla bien para asegurar un sonoro ¡POP! Pensé en lo que sentiría mi polla dentro de un coño
que es capaz de descorchar botellas. Cualquiera puede comprobarlo por unos 2000 baht (50 €).

La segunda muchacha hacía las veces de asistente. Acercó a la primera un tubo plateado del tamaño
de un dedo índice y esta insertó uno de los dos extremos del mismo en el interior de su cavidad.
Al fondo del escenario se alzaba un panel con al menos diez globos inflados. Ella introdujo un
pequeño dardo blanco por el orificio del tubo plateado y… ¡Diana! Esta chica no sólo poseía un
increíble control de su musculatura vaginal, sino que además gozaba de una excelente puntería.
Cuando la muchacha abandonó el escenario tras explotar uno a uno todos los globos, fue despedida
con un aplauso atronador por parte de la boquiabierta parroquia de extranjeros, que son los únicos
clientes que visitan este tipo de garitos. Así el ‘primer mundo’ apoya al tercer mundo… ¡Ay, Dios!

¡Perdónalos, Señor, porque ellos saben lo que hacen!

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PROMISCUO

Seis nuevas chicas, todo látex, subieron a escena enfundadas en cuero negro ceñido y cadenas.
Inmediatamente se distribuyeron por parejas y comenzó un baile de frotamientos y lamidas de teta.

Pronto empezaron a comerse el coño unas a otras. Cuando cada pareja pasaba cerca de nuestros
asientos sobre el estrado giratorio, podíamos apreciar claramente sus lenguas trabajando los clítoris
y desapareciendo entre los labios vaginales de sus respectivas compañeras de baile.

De repente dos de ellas se ajustaron sendos cintos con dos enormes consoladores negros adheridos a
los mismos. Estas chicas comenzaron a follarse a otras dos con sus dildos acoplados. Las dos chicas
restantes se encargaban de acariciar, besar el cuerpo y poner su coño en la boca de las chicas que
estaban siendo penetradas, quienes parecían disfrutar de lo lindo con los movimientos pélvicos a los
que estaban siendo sometidas por sus compañeras ‘con pene’. A medida que el escenario giratorio
pasaba cerca de nuestros asientos, podíamos ver los dildos negros deslizándose en el interior de sus
lubricados coños. Una pareja follaba en la posición del misionero, la otra follaba en la postura del
perrito. Tras una buena sesión de giros, las chicas abandonaron el escenario y el show finalizó.

Pagamos nuestras bebidas, unos tres o cuatro euros cada uno, y salimos a la calle bajo las luces de
neón de este ajetreadísimo edificio de tres plantas, de este templo de perversión llamado Nana Plaza
(Sukhumvit, Soi 4). Hay otros dos enclaves de este tipo no muy lejos: Soi Cowboy y Patpong.

“¿Vamos a Soi Cowboy o a Patpong?”, preguntó Jules.

“A ambos”, respondimos al unísono.

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Paramos un tuk-tuk y pusimos rumbo a Soi Cowboy. Una soi es una calle secundaria que se
extiende entre dos arterias principales. Una manzana al Este de Sukhumvit Road, Soi Cowboi
conecta Asok y Soi 23. A ambos lados de la calle se alinea una veintena de bares de copas y alterne.

Soi Cowboy es una ciudad fantasma durante el día, pero al caer la noche luce atestada de neones.
En cada night-club hay bellas muchachas apostadas a la entrada, llamando la atención de todos los
extranjeros que pasan para que estos entren a sus locales. Algunas de las chicas más glamourosas
son, en realidad, transexuales y travestis vestidos con la mínima ropa y los más altos tacones.

Carritos ambulantes de comida recorren la soi arriba y abajo. Los puestos tienen luz a batería.
Algunos ofrecen una colorida selección de frutas tropicales peladas y troceadas. Otros ofrecen
insectos fritos: grillos, saltamontes, escorpiones, cucarachas, hormigas, larvas y gusanos del bambú.

Jules, Armin y yo paseamos la calle de una punta a otra. Entramos y salimos en unos cuantos bares
tanteando la oferta. Coco’s estaba fantástico, con una veintena de espléndidas bargirls subidas a la
pasarela. Algunas bailaban en topless, otras lo hacían desnudas. El lugar estaba abarrotado, pero una
camarera nos encontró un sitio con una buena panorámica donde sentarnos y observar a las go-gós.

“No puedo creerlo”, le dije a Jules: “Todas las chicas aquí parecen modelos”. Me prometí a mí
mismo volver y encontrar el modo de tener a cada una de estas chicas delante de mi objetivo. Tras
disfrutar de las vistas, cogimos un taxi a Patpong, una soi de Silom Road, en otra parte de la ciudad.

19
PROMISCUO

Hubo un tiempo en el que Patpong era el sinónimo de night-life en Bangkok, la más salvaje vida
nocturna en toda Asia. Hoy en día los extranjeros prefieren frecuentar Nana Plaza y Soi Cowboy,
pero Patpong aún es vibrante. Si Bangkok es un circuito de tres anillos, Patpong es el anillo central.

La solera de Patpong lo ha convertido en una atracción turística más. Una caricatura de sí mismo.
En invierno, temporada alta aquí, la cantidad de turistas extranjeros –tanto hombres como mujeres-
que lo visitan es ingente. Un variopinto mercado nocturno copa el centro de la calle, pero aún existe
una plétora de imponentes bailarinas subidas a los escenarios de los bares de topless que se alinean
a ambos lados de Soi Patpong.

A cada paso, alguien nos mostraba un menú sexual que nos invitaba a subir a los infames ping-pong
show. Dichos menús ofrecen las actuaciones más deplorables: coños disparando bolas de ping-pong,
coño disparando dardos, coño disparando bananas, coños que apagan velas, coño que toca trompeta,
peces vivos en el coño, pájaros vivos en el coño, sapos vivos en el coño, serpientes vivas en el coño.

“¿Qué queréis hacer?”, preguntó Jules.

“Yo no quiero ver ningún show. Sólo quiero tomar una cerveza”, respondió Armin.

Entramos al loco BaBaBoBo, que parecía ser la mejor opción de cuantos bares go-gó habíamos
explorado. Acabábamos de sentarnos cuando una tailandesa esbelta, con el pelo tan largo que le
sobrepasaba las caderas, se sentó a mi lado. “¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Cuánto tiempo en
Tailandia? Voy contigo. Te mimaré bien. Tú mi jefe, yo obedezco. Cómprame una cola. Tengo sed.
Tú pagas al bar cuatrocientos baht. A mí me pagas luego. Tú paga cuatrocientos baht al bar ahora.”

“Sabai sabai [tranquila]. No tengo ninguna prisa”, le indiqué.

“¿Cuánto tiempo en Bangkok?”

“Sólo una noche, mañana regreso a Pattaya”.

Cuando llevaba consumida menos de un cuarto de su cola, Han me dijo: “Me toca bailar de nuevo,
vuelvo en un momento”. Y se subió al escenario.

“¿Qué está haciendo?,” preguntó Jules. “Le pagaste una bebida. Se supone que tiene que cuidar de
ti entonces”.

“Dice que regresa en un momento. Todo está bien. No te preocupes”.

Mientras bailaba, pude apreciar mucho mejor su deliciosamente contorneada anatomía. Era un
auténtico bellezón de piel oscura. Terminó su turno y regresó a mi lado.

“¿Pago al bar cuatrocientos baht?”, le pregunté.

“Sí”, asintió.

“¿Cuánto por ti?”

“Dos mil baht por mí”.

20
PROMISCUO

“¿Dos mil baht?”

“Sí”.

“No voy a pagar dos mil cuatrocientos baht”.

“Paga al bar cuatrocientos baht. A mí me pagas más tarde”.

“¿Está bien mil baht por ti?”

“OK. Vámonos”.

“¿La chupas?”

“Shhhhh”.

Acerqué mi boca a su oído y volví a preguntar: “¿Me la chuparás?”

“Te haré de todo. Te cuidaré bien”.

“¿Me harás disfrutar?”

“Sí, te mimaré”.

Con mi conquista vestida con una súper minifalda y zapatos de plataforma, nos subimos todos a un
taxi para disfrutar juntos de la última copa de la velada. El lugar estaba parcialmente lleno, con unas
cincuenta chicas esperando clientes. Hice una ronda alrededor del local, llevando a Han de la mano.
Estaba feliz de haberla hallado, sólo un par de chicas de este local se le podían comparar en belleza.
Yo quería follar ya. Les dimos las buenas noches a Jules y a Armin.

Han me indicó que tenía hambre, así que paramos en un puesto ambulante. Una vez que se hubo
comido su bol de fideos, nos pusimos en marcha. Cruzamos una pasarela peatonal sobre Sukhumvit
Road y anduvimos unos minutos hasta mi hotel. El recepcionista le requirió a Han su documento de
identidad. A una orden mía, se lo devolvería al salir. Una medida de precaución para evitar robos y
para tranquilidad del hotel. Una vez en mi habitación, ella comenzó a desvestirse enseguida.

“No eres una chica tímida, ¿eh?”

“No, no soy tímida”.

“Aquí tienes una toalla”.

Escuché el agua correr durante largo rato. Las chicas asiáticas son muy limpias.

“Ahora me ducharé yo”.

Al terminar mi ducha, Han yacía boca abajo envuelta en su toalla. Un enorme espejo del largo de la
cama recorría la pared de la habitación, de tal forma que nos permitía contemplarnos en él.

21
PROMISCUO

Han comenzó a chuparme la polla. Me sentía bien, pero su larga cabellera no me permitía
disfrutar en el espejo del trabajo que me estaba realizando. “No puedo ver en el espejo lo
que haces. Muévete un poquito”. El espejo estaba a mi izquierda y Han se apostó a mi
derecha. Ahora podía ver perfectamente cómo su boca húmeda recorría mi polla hacia
arriba y hacia abajo. Cada vez tragaba más profundamente y su saliva comenzó a
resbalar por mis testículos. Al tiempo que la chupaba, me masturbaba con sus manos.
Rodeaba mi glande con su lengua y volvía a introducirse la polla entera en la boca.
Mientras Han me hacía esta felación, yo masajeaba su hendidura y su clítoris. Su coño
empezaba a estar bastante jugoso y realmente apetecible.

“¿Está bien?”, preguntó Han

“No. Esto es demasiado rico como para parar. Chúpamela más”. Ella cambió de posición
para yacer entre mis piernas y se volvió a meter mi polla en la boca. “Mmmmh. Delicioso.
¡Cómo me gusta!” Paró de nuevo, me puse de rodillas y acerqué la polla a su cara. Han
volvió a tragarse mi nabo hasta el fondo deslizándose arriba y abajo con su lengua y con
sus labios. Yo podría haber seguido así durante horas, pero cogí un condón y me lo
enfundé.

Su coño era estrecho y muy agradable. Me gustaba. Con Han tumbada de espaldas en la
cama y sus piernas alrededor de mis caderas, empecé a darle largas y fuertes
acometidas. Con los ojos cerrados, ella gemía un poco. Alterné tres acometidas
superficiales con una profunda, manteniendo el ritmo. Cada vez que la penetraba en
profundidad, ella gemía. Comprobé el condón con mis dedos para saber si Han se estaba
secando, pero me deleité al comprobar que estaba totalmente empapada. Cambié de
postura y me senté en la cama, era fácil elevar su esbelto cuerpo enterito sobre mi polla.

Encima de mí, Han empezó a imprimir ritmo. Con sus piernas rodeando mi cintura y yo
sujetándola por las nalgas, ambos comenzamos a bombear. Adoptamos un ritmo intenso.
En esta posición, ella podía restregar su clítoris contra mi pelvis. Ambos bombeábamos
con energía. Esta cadencia se hizo más fuerte. “Me corro”, exclamó Han entre estertores
y la creí. Me clavaba las uñas en la espalda.

“Vamos a darnos la vuelta”, sugerí al poco. Le pedí que se pusiera en la posición del
perrito. Han se colocó sobre sus manos y sus rodillas. Disfrutaba de la vista de esta
hembra a cuatro patas con mi polla entrando y saliendo en una posición tan estupenda.
La cabalgué asido a las bridas de su larga melena. La cabalgué aferrándome a su cintura
y empalándola hasta lo más hondo. Tocaba fondo labios adentro. Su oscura piel resultaba
sensual en extremo. Han, empapada, recibía mis embates: hacia adentro y hacia afuera.
A ratos mi polla trazaba círculos en su trayectoria hacia el interior.

“¿Por qué no te corres?”, preguntó. Sin contestar, empujé suavemente sus hombros
contra la cama, de tal modo que me pudiera acoplar mejor a sus caderas con la grupa en
pompa. Uní sus rodillas y presione sus nalgas una contra otra para que la fricción y la
presión sobre mi polla fuesen mayores. Bombeando más fuerte y más rápido, sentí que
llegaba el momento de ofrecerle mi descarga.

22
PROMISCUO

“Me voy a correr, baby. Uno, doos, treees”...

Aún entre espasmos, seguí bombeando por un rato, más despacio. Besé su espalda.
Lentamente extraje mi polla morcillona de su coño, le hice un nudo al condón y me dejé
caer rendido a su lado en la cama aferrado a su pecho izquierdo, presionando sutilmente
su pezón entre la junta de mis dedos índice y corazón. Ella aferró con la mano mi polla y
mis testículos hasta hacerlos reposar.

“¡Uauh, qué rico!”

“¿Te he hecho disfrutar?”

“Me has hecho disfrutar muchísimo”.

Nos dirigimos juntos al baño para asearnos y después nos sentamos en la cama a charlar.

“Anoche tuve un cliente de Singapore. Sólo estuve unos veinte minutos con él. Fuimos a su hotel.
Nunca me preguntó: ‘¿cuánto por ti?’ Me pagó tres mil baht. Tenía la polla muy pequeña” –y emuló
con sus dedos el tamaño en cuestión. “Se corrió en un minuto”.

Han había follado bien esta noche y había alcanzado más de un orgasmo. Yo también había follado
bien.

“Quiero ir a verte a Pattaya. Quiero pasar contigo el Songkran, el año nuevo tailandés”.

“¿El festival del agua?”, pregunté.

“Sí, toma mi número de teléfono. Llámame. Yo voy a verte. Haré todo lo que me pidas. Seré tu
hermana pequeña”.

“OK, yo te llamo”.

Hablamos durante un rato, estaba satisfecho de comprobar que Han no tenía prisa en marcharse.
Esta noche no fue sólo negocio. Ella encontró a alguien de su agrado.

Cuando Han se fue a su casa a eso de las cinco y media de la madrugada, marqué el 9 (recepción) y
di el OK para que le devolvieran su documento de identidad. Me tumbé en la cama mirando al techo
de la habitación, conecté el televisor con el volumen al mínimo y me quedé dormido al instante.

Al día siguiente Rok, mi nuevo amigo del taller de reparación de cámaras, me dijo que las preciosas
mujeres que tanto me habían fascinado en Coco’s y que me prometí poner alguna vez delante de mi
objetivo, antes habían sido chicos. ¡Capaz!

No lo creí. Prefiero pensar que puedo apreciar la diferencia, aunque ya no estoy tan seguro. En el
sudeste asiático, la genética realiza un trabajo de orfebrería sublime modelando sus cuerpos a las
personas del tercer sexo: los lady-boys.

23
PROMISCUO

-3-
Gift

Pattaya, en el Golfo de Siam, es un enclave en el que corre el aire fresco y la brisa marina hace que
el clima sea más agradable que en la capital del reino. No es necesario soportar los atascos, la
polución, ni los precios de Bangkok para disfrutar de chicas tailandesas y coñitos-show. Pattaya es
una ciudad turística próspera y vibrante. No son sólo hombres extranjeros (farang) los únicos que se
acercan hasta aquí para disfrutar de la escena, también lo hacen parejas, grupos de turistas chinos y
hembras japonesas buscando sexo con negros nigerianos que se hinchan a follar asiáticas por estos
lares. Las vergas negras ya no son un mito, sino una auténtica realidad para estas mujeres.

Me disponía a subir a un taxi cuando vi a un grupo de cuatro chicas descendiendo por Central Road
hacia la playa. Una de ellas, más alta que las demás, centró mi atención. Caminaba con garbo.
Vestía pantalones color caqui y un ajustado top rojo. Lucía espléndida y llena de vitalidad.

La mayoría de las muchachas en Pattaya tienen ya demasiados kilómetros para mi gusto, pero esta
parecía nuevecita. Crucé desde Central Road hasta Road 2 y alcancé la esquina antes de que lo
hiciera ella. Simulando que miraba un escaparate, esperé a que pasara y caminé tras ella con sigilo.
¡Uf! La seguí hasta el paso de peatones y me aposté a su lado mientras la chica esperaba a que la
luz roja del semáforo peatonal cambiase de color.

“Hola”, saludé.

“Hola”, respondió. Sus ojos quedaban a la altura de los míos, inusual una chica tailandesa tan alta.

“Eres muy guapa”, le dije.

“Muchas gracias”, respondió con una amplia sonrisa.

“¿Cómo te llamas?”

“Gift”.

“Yo me llamo Bang. ¿Qué edad tienes?”

“Veintiuno”.

Me quedé gratamente sorprendido y aliviado. Por su aspecto, temí que fuese menor de dieciocho.
24
PROMISCUO

El semáforo se puso en verde. Cruzamos Road 2 y continuamos bajando Central Road en dirección
a la playa. Caminábamos juntos, casi pegados. Sus amigas aún seguían a nuestro lado, pero yo
parecía haber acaparado toda la atención de Gift.

“¿Adónde vas?”, me preguntó.

“Sólo estoy dando un paseo. ¿Y tú adónde vas?”

“Voy a trabajar”.

“¿Dónde trabajas?”

“Viking Bar, Soi 7”.

Giramos a la izquierda y dimos con Soi 7, donde paramos. Varias decenas de pequeños bares, todos
con sus chicas, se repartían a lo largo del soi entre Road 2 y Beach Road. Mas habiendo regresado
de Bangkok apenas una hora antes, tenía que consultar mi correo y realizar algunas otras gestiones.
Entre ellas, me mudé a un hotel mucho mejor a una sola manzana de la playa. Cerquita del meollo.

“¿Cuál de ellos es el Viking Bar?” Gift señaló hacia el mismo y le dije: “Después pasaré a verte”.
Sonrió y asintió con la cabeza. “Hasta luego”.

A la noche seguí tanteando el terreno. Se dice que Pattaya tiene miles de bares. Es cierto.

Pattaya Beach es muy colorida durante el día. Su blanca arena natural se llena de hamacas y
sombrillas. Los vendedores recorren la playa aquí y allá vendiendo refrescos, cocos frescos para
beber con pajita y todo tipo de comida tailandesa. También hay docenas de personas ofreciendo
gafas de sol, pareos, manicura, pedicura, tatuajes y masajes a la sombra de las palmeras.

El paseo de la playa está provisto de jardines y de bancos donde sentarse plácidamente a descansar.
Todo esto contrastaba con las sórdidas y polvorientas calles de Angeles City que acababa de dejar
atrás en Filipinas. Allí las calles están engalanadas con cables pelados y desperdicios. Aunque, para
ser justos, también he de decir que las calles de Angeles City albergan la mayor concentración de
mujeres hermosas que yo haya visto jamás.

Motos y taxis colectivos (songthaews) recorren Beach Road. El lado opuesto a la playa está lleno de
cervecerías, bares go-gó, comercios, hoteles, restaurantes y tiendas de alquiler de motos (4 €/día).

Por la noche todo cambia. Las luces se reflejan en el mar, se cierran las sombrillas y se pliegan las
hamacas. Chicas buscando extranjeros llenan el paseo sentadas bajo las palmeras y atrayendo a los
transeúntes. “¿Adónde vas, guapo? Me voy contigo, chico sexy”… es la letra de su canto de sirenas.

No sólo hay chicas, también hay muchos travestis y transexuales: lady-boys tailandeses, embutidos
en ropa corta y altos tacones. Hay una tremenda movida gay in Pattaya, ante todo en Soi 3, donde
los numerosos locales de ambiente están presididos por el letrero: “Ciudad de los Muchachos”

25
PROMISCUO

(Boys Town). Aquí, jóvenes y musculados tailandeses de ceñida camiseta también ofrecen el “me
voy contigo” a los turistas. Es común ver a hombres gays europeos caminando de la mano con ellos.

De día y de noche, ¡los tailandeses comen a todas horas en las calles! Es un modo de vida en este
país y eso genera la impresión de una fiesta sin fin 24 horas al día todos los días del año. Los
vendedores llevan comida en los extremos de largas cañas de bambú que portan sobre sus hombros.

Resistiéndome a los encantos de las seductoras jovencitas apostadas en el paseo de la playa, me


dirigí a palpar la escena en Soi 7, donde visité a Gift en el Viking Bar. Un bar más entre muchos.

Gift se alegró al verme, todo sonrisas. Se había cambiado de ropa para trabajar y ahora vestía una
minifalda y unas zapatillas deportivas de plataforma. Sentados cada uno a un lado de la barra –ella
estaba dentro-, tomamos algo y hablamos un rato. Supe que tenía un hijo. Habiéndola imaginado
quizá menor de edad cuando la vi bajando por Central Road, jamás habría pensado que fuese madre.

A pesar de que, de igual modo que nunca voy con menores de edad, generalmente tampoco me voy
con madres pagando, Gift me gustaba. Era alegre y cariñosa. Hasta ahora tampoco había hallado a
otra chica que cautivase tanto mi atención, excepto Bee en Gulliver’s, pero la muchacha no parecía
estar interesada en mí. Bee ya tenía a otro extranjero gastándose todo su dinero en ella.

La bellísima Gift lucía realmente sexy en minifalda. Acordamos seiscientos baht (15 €) por un
‘tiempo corto’ y pagué doscientos baht (5 €) por ella al Viking Bar.

Con Gift ya desnuda en mi habitación, su cuerpo delataba las huellas de una maternidad precoz.
Aún así, y contra mi convicción de no irme con menores ni con madres, seguía pareciéndome guapa
y alegre. Aposté por ella, creo que los dos deseábamos retozar un buen rato juntos y bien revueltos.

Gift no me defraudó. Me hizo una mamada espectacular y, una vez que empezó a
chuparla, no deseé ni por un solo instante que fuese otra la que estuviese allí conmigo.
Acostumbrado a aportar también mi granito de arena con algunos preliminares, Gift
comenzó a follarme con un entusiasmo que me pilló desprevenido. Empapada, se sentó
sobre mí a horcajadas y restregó con fuerza su coño y su clítoris contra mi polla y mi
pelvis, se corrió repetidas veces. Una muchacha multiorgásmica. ¡Brutal!

“¿Quieres que me quede un ‘tiempo largo’ (a pasar la noche)?”, preguntó mirándome y sonriendo.

“Tú misma. Yo quiero que te quedes, pero no te puedo pagar más. Pago igual por un ‘tiempo corto’
que por un ‘tiempo largo’: seiscientos baht”.

Se quedó a dormir y volvimos a follar por la mañana. De nuevo me asombró con su atlética energía.
Me considero un buen amante, pero esta chica me descolocaba por completo. Desde luego que
podía satisfacerla. Tengo una buena polla y puedo permanecer empalmado por largo tiempo sin
correrme. Pero no podía igualarla ni en su energía ni en su tremendo grado de excitación.
Me cabalgó como si yo fuese un toro mecánico con el control de velocidad al máximo.

26
PROMISCUO

Tras haberse quedado conmigo toda la noche, Gift quiso algo más de los seiscientos baht que
habíamos acordado por ‘tiempo corto’. Tras haberme galopado salvajemente y ordeñado dos veces,
se merecía una propina. Le di doscientos baht extra y los aceptó satisfecha. Besitos [chup chup].

De momento no estaba excesivamente emocionado con Pattaya. Gift era un ejemplo sintomático de
lo que presentí que me iba a encontrar en esta ciudad. Cada uno tiene sus manías y -como dije
anteriormente- yo no voy con niñas, ni con madres, ni con mujeres casadas. Con niñas no porque no
practico la pederastia. Con madres no porque se prostituyen sólo por una necesidad perentoria. Con
mujeres casadas no porque lo hacen por obligación para mantener a un marido holgazán que se va a
gastar todo su dinero en alcohol, en juego y en putas. Sólo invito a chicas jóvenes que lo hagan por
voluntad propia, para cubrirse sus gastos y disfrutar del sexo con hombres blancos (a estas jóvenes
tailandesas no les gustan los hombres tailandeses, igual que sucede a otras mujeres con sus hombres
en todo el sudeste asiático: Camboya, Vietnam, Indonesia, Laos, Filipinas…).

Había infinidad de chicas en los bares y todas ellas con algo en común: las bargirls se acuestan con
demasiados clientes. Para mi gusto, cuando una muchacha trabaja en este negocio por algún tiempo,
acaba perdiendo su atractivo.

Algo cabizbajo, me cuestioné si soportaría tantos días en Pattaya. En Filipinas, jóvenes estupendas,
solteras y sin hijos son facilísimas de encontrar en cualquier parte, y no es nada caro contratar sus
servicios. Y lo que es más: Emily es soltera, sin hijos, guapa, saludable y está esperando por mí.
¿Es éste un destino realmente apetecible acerca del cual escribir una guía de viajes? La multitud de
europeos que visitan Pattaya así lo hacen parecer, pero yo no me sentía entusiasmado en absoluto.

Un día bonito y soleado me animó a salir y a sacar algunas fotos para mi artículo sobre Pattaya.
Hice buenas fotos de las palmeras alineadas en la playa, con barcos y sombrillas de fondo. Mientras
me sentí desalentado por las chicas aquí, eran pocas las tomas que había capturado con mi objetivo.

En el complejo de templos budistas de Pattayai, los obreros estaban reparando el tejado de uno de
los edificios. Trabajaban en uno de los extremos del viejo templo subidos a un andamio hecho con
cañas de bambú. Simpáticos y amables como siempre son los tailandeses, los trabajadores me
invitaron a subir al andamio con ellos. Desde el suelo había disparado algunas fotos de los templos
y de los monjes con sus hábitos anaranjados, pero ahora tenía el complejo a vista de pájaro. Genial.

Antes de marcharse, Armin se había estado acostando con una belleza llamada Em. Me comentó
que era excelente en la cama, pero que había dejado de verla. No me indicó por qué. Cuando Armin
hubo regresado a Filipinas, hablé en la playa con Em. Me dio su número de teléfono y me dijo que
la llamara cuando quisiera que viniera a mi habitación.

27
PROMISCUO

La llamé. Quedamos y la bella Em vino temprano aquella tarde. Cuando abrí la puerta, Em se había
escondido. De repente, su precioso y sonriente rostro apareció en la esquina. Era estupendo tener a
una chica tan guapa en mi habitación. Imaginé que mantendría una relación sentimental con ella.

Le alcancé una toalla y una pastilla de jabón y la invité a ducharse. Tras ducharme también yo, me
uní a Em en la cama, donde estaba sentada y con la toalla enrollada. Al desenrollar la misma,
descubrí un cuerpo fantástico operado recientemente de apendicitis. Al verla así, con sus prietas
tetas y su vientre liso, enseguida visioné su pose desnuda para mí, mostrando su pequeña cicatriz.

Hicimos el amor, pero no quiso chuparme la polla. Mientras follábamos, su operación le dolía.
Ella aguantaba estoicamente, pero no me divertía hacerle daño. Era muy guapa y en ese momento
decidí que mantendríamos una relación estrictamente profesional: si aceptaba, trabajaría para mí
como modelo.

La posible relación sentimental, descendió a la categoría de relación sólo semental y de ahí fue
decreciendo por último en mi ánimo hasta la categoría de relación estrictamente profesional.

Paré de follarla sin haberme corrido. Su coño, además, olía un poco fuerte ese día. No sé qué había
sucedido, le sugerí que lo intentaríamos de nuevo cuando se sintiera mejor.

Cuando le planteé la posibilidad de posar desnuda para hacerle fotos, Em fue tajante: “¡Ni loca!”

Jules también se había marchado, había regresado a Bélgica para trabajar, ahorrar dinero y volver
de nuevo a Asia cobrando el paro. Siempre lo hacía así. Me había quedado solo con las chicas.
Tampoco Em me ayudó a superar el bajonazo de mis primeros días en Pattaya.

Estaba teniendo algunas dificultades para encontrar muchachas con las cuales me apeteciera follar.
Había bailarinas go-gó realmente bellas, pero cobraban entre cuarenta y ochenta euros el ‘tiempo
corto’, demasiado caro para mí que aún debía sustentarme durante mi largo periplo de tres meses.
Rememorando Angeles City, en Filipinas aquellos precios eran del todo impensables. Puede que
suene barato para alguien en Europa, pero es caro para el sudeste asiático. Por diez o doce euros
podía follar con las chicas que se alineaban cerca de la playa, el problema es que en realidad no me
sentía demasiado atraído por ellas.

Supe que el sexo en Camboya se vende barato y que hay cientos de miles de chicas hermosas,
muchas de ellas provenientes del vecino Vietnam. Pero las chicas vietnamitas de Camboya no me
iban a poder ayudar demasiado por ahora. Aquí estaba yo, varado en Pattaya, reuniendo datos para
escribir una guía de viajes y con los testículos a punto de reventar de ganas de boom-boom.

28
PROMISCUO

-4-
Joy

Las luces se reflejaban en el agua oscura del mar junto al puerto y una ligera brisa movía las ramas
de los cocoteros. Me crucé con dos preciosos ojos asiáticos junto a una palmera. Cuando pasé, la
chica me dedicó una amplia sonrisa, así que decidí parar y retrocedí hacia donde ella se encontraba.
Le hablé en su lengua: “Sawasdee khrap. Khun sabai dee mai? [Hola. ¿Cómo estás?]”.

“Más o menos”, respondió. “Ni bien ni mal. Si encuentro algún hombre, tengo dinero y soy feliz”.

“¿Buscas un hombre ahora?”

Ella simplemente alzó la mirada. “Me llamo Bang. ¿Y tú cómo te llamas?”

“Me llamo Joy”.

“¿Qué edad tienes, Joy?”

“Diecinueve”.

“¿Segura?”

“Claro, ¿no me crees?”

“No lo sé, pareces más joven”.

Quedé inmediatamente cautivado por su preciosa cara, esbelto talle, bonitas tetas e increíbles ojos.

“Tienes unos ojos preciosos”, le dije. “¿Te vienes conmigo al hotel?”

“Quinientos baht ‘tiempo corto’”, contestó.

“Un extranjero me dijo hoy que las chicas de la playa cobraban trescientos baht”, utilicé una treta.

“Tal vez otra chica, yo no. Quinientos”.

Acercándome a su oído, le susurré: “¿La chupas?”

29
PROMISCUO

“Sí”.

“OK, vamos”. La cogí de la mano y nos alejamos de la playa. Caminamos por Soi Pattayaland 2,
con su despliegue de luces de neón parpadeando sobre nuestras cabezas como si de una pequeña
Las Vegas se tratase. Guapísimas bargirls se apostaban a la puerta de todos los bares go-gó que se
alineaban a ambos lados de la calle. Algunas de ellas vestían largos y muy sensuales vestidos chinos
de seda, eran la excepción. La mayoría de las chicas go-gó aquí son auténticas bombas de relojería
sexual listas para detonar, con sus ajustados bikinis, sus minifaldas y sus altas botas de baile.

La recepcionista del hotel, como es costumbre, le requirió a Joy su documento de identidad. No lo


tenía. Discutieron un poco, pero finalmente la recepcionista dejó pasar a Joy sin carnet. A medida
que subíamos las escaleras, no cesaba de admirar su cuerpo. Es una auténtica muñeca, pensé.

“¿Por qué no tienes carnet?”

“Lo perdí”.

“¿Y por qué no vas a solicitar uno nuevo?”

“No quiero regresar a mi aldea”.

“¿Estás segura de que tienes diecinueve años?”

“Segura. ¿Por qué no me crees?”

“No lo sé. Eso espero”.

Ya en mi habitación, Joy no tardó un momento en desnudarse. “No eres tímida, ¿verdad?” Una vez
desnuda, sus tetas resultaban aún más apetecibles. Bastante grandes para una chica tan menudita.
Mis ojos recorrieron su melena hasta su fantástico culo. Mientras Joy se duchaba, yo me desvestí.
Cuando volví de mi ducha, ella esperaba sentada en la cama con la toalla enrollada.

Joy era increíble. No estoy seguro de si alguna vez he estado con una mujer que mamase
y follase con tal pasión y entrega. Chupó mi polla enterita de arriba hacia abajo tan ágil y
profundamente que un par de veces se atragantó. Cuando follamos, jadeaba de tal
manera que con total seguridad el resto de huéspedes del hotel la escucharon gemir.

Joy dijo que me llamaría cuando quisiera verme de nuevo. Yo lo deseaba realmente. Las cosas
comenzaban a mejorar. Majestuosa, con su cuerpazo tan sexy, su estupendo aspecto y su forma tan
pasional de mamarla y de follar, Joy representaba exactamente lo que tanto había estado echando de
menos hasta hoy en Pattaya.

Había salido cada noche, contemplando a las chicas de los bares al aire libre. La mayoría de ellas no
eran mi tipo. Ocasionalmente, me topaba con algunas muchachas que me gustaban bastante y me
paraba a hablar con ellas. Esto es lo mejor de la escena de bares en Pattaya, se puede flirtear con las
chicas tranquilamente sin la obligación de tener que entrar al local a consumir.

30
PROMISCUO

A la noche siguiente tomé en la playa a otra chica de larga melena, tan larga que le sobrepasaba la
cintura. Se llamaba Ea. No estaba mal, pero no era una modelo. Ea me la chupó, me folló e, incluso,
tuvo varios orgasmos. Pero no tenía punto de comparación con mi pequeña fierecilla Joy.

Joy llamó cuando terminé de follar con Ea. Protestó porque no la había esperado, pero nunca supuse
que quisiera verme dos noches seguidas. Si hubiera sabido que llamaría, habría esperado por ella.
Llamó demasiado tarde hoy. Me dijo que pasaría a verme mañana a las nueve de la noche y me
alegró que quisiera volver a joder conmigo. Joy me fascinaba. Ya no era simplemente un cuerpo en
venta, suponía el antídoto contra todo el malestar que había estado experimentado solito en Pattaya.

-5-
Uob

Hacía una tarde lluviosa en Pattaya. Sacudí la arena húmeda de mis sandalias y me acerqué a una
zona a cubierto justo delante del salón Lucky Body Massage. Una atractiva muchacha comía un bol
de fideos sentada por fuera del mismo. “¡Qué linda eres!”, le dije.

“Muchas gracias”, respondió. Se puso en pie y su largo traje de seda descendió por sus piernas.

Un joven tailandés con camisa blanca y pantalón negro, me preguntó: “¿Desea un masaje, señor?”,
al tiempo que me invitaba a pasar al interior del salón.

“Echaré un vistazo”. Atravesamos la zona de caja y entramos en una habitación con numerosos
sofás. Me hizo un gesto para que tomara asiento cómodamente de cara a una amplia cristalera y él
se sentó a mi lado. Me hallaba ante una de las mundialmente conocidas como ‘peceras’ tailandesas.
Tras el cristal, en una grada de tres filas, ocho bellísimas muchachas se sentaban alineadas. Cada
una de ellas lucía una placa azul circular con un visible número en blanco. Era temprano, poco más
de las cinco de la tarde, así que las chicas aún no se habían incorporado al trabajo en su totalidad.

“Tenemos veinticinco señoritas”, dijo mi anfitrión.

Aunque las chicas están mejor iluminadas, ellas también pueden ver a los clientes apostados por
fuera del cristal. Pueden ver cuál se está fijando en ellas e intercambiar miradas y sonrisas con él,
aspirando a ser seleccionadas. Entrando desde nuestra izquierda, al otro lado del cristal, la chica que
antes comía afuera se unió enseguida al grupo y se sentó mirándome. Había hecho un alto en su
almuerzo para incorporarse a la ‘pecera’. En su placa figuraba el número veintitrés.

“La número dos-tres es preciosa”, le dije al muchacho. “¿Qué edad tiene?”

“Dieciocho”.

“¿Tiene hijos? ¿Está casada?”

“No, no tiene hijos ni está casada.”


31
PROMISCUO

Pregunté la tarifa: “mil quinientos baht” (37 €). Este precio no es ninguna ganga aquí en el sudeste
asiático. Habría desistido de inmediato, de no ser porque la chica que atrajo mi atención era la
muchacha más bella que se me hubiera ofrecido jamás por dinero en sitio alguno.

“¿Todo incluido?”

“Sí. Baño, masaje tailandés, mamar, follar, todo. Una hora y media. ¿Quiere?”

“Realmente es encantadora, pero tengo una cita esta noche. ¿Cómo se llama?”

“Uob”.

“Dile que me gusta muchísimo y que regresaré a por ella, tal vez mañana. ¿A qué hora abren?”

“A las tres, pero las señoritas llegan a las cinco”.

“Nos vemos mañana a las cinco. ¿Tiene siempre el mismo número? ¿Dos-tres?”

“Sí, el mismo cada día”.

Me levanté, le hice una pequeña reverencia a Uob y me dirigí a la salida. “Gracias y hasta pronto”.

Al salir, vi el bol de fideos que Uob había abandonado en una silla por fuera del salón. Dudé de si
hacía lo correcto marchándome. Ella también está interesada en mí o, al menos, en mi dinero. Pero
tengo una cita a las nueve y antes he de hablar con una go-gó para proponerle que pose para mí.

Anoche, cuando Joy me llamó, me preguntó si aún tenía ‘potencia’. Le dije que había estado
follando con una chica y que ya estaba durmiendo, había sido un largo día. Dijo que me llamaría
esta noche a las nueve. Cuando me acosté con Joy dos noches atrás, se había comportado como una
verdadera tigresa, gimiendo y gritando continuamente mientras follábamos. Me temo que el resto de
huéspedes imaginó que estaba asesinando a alguien en mi habitación.

Anduve por Pattaya con la imagen de Uob rondándome en la cabeza y con la idea de follarme a la
pequeña Joy a las nueve.

Entré en Susie Pub, el bar go-gó donde quería hablar con una bailarina que me hiciera de modelo.
Ya me había fijado previamente en ella y conocía su nombre. Había al menos una docena de
bargirls bailando en la plataforma, todas en topless. Estuve echando un vistazo al panorama antes de
preguntar por Porn a la mamasan [la encargada]: “Porn no trabaja hoy, ¿quiere a otra señorita?”…

Dudé si Joy me llamaría a las nueve. Estas chicas a veces no acuden a sus citas cuando dicen que lo
harán. Otras veces aparecen cuando estás en tu habitación con otra… o llaman cuando duermes.

Mientras caminaba a lo largo del paseo de la playa, seguía pensando en Uob. Nunca supuse que me
sentiría tan atraído por ninguna chica que trabajase en un salón de masaje, pero así había sucedido.

Sonó el teléfono: “¿Sí?”

32
PROMISCUO

“¿Cómo estás?”

“Muy bien. ¿Joy?”

“Sí”.

“Gracias por llamar con tanta puntualidad. ¿Vienes?”

“En cinco minutos”.

“Muy bien, te espero en el hotel”.

¿Qué diablos hace un bellezón como Uob trabajando en un salón de masaje? En otra época y lugar,
podría haber sido plácidamente la consorte de algún emperador. Decidí darle mi número de teléfono
y proponerle que viniera a verme fuera de su horario laboral. Me encantaría usarla como modelo.

Tocaron a la puerta. Abrí y allí estaba Joy, sonriente. Entró y al momento le pregunté si le apetecía
hacer el amor. Negó con la cabeza. “OK, ponte cómoda”, le dije.

“¿Puedo encender la tele?”

“Desde luego”. Joy sintonizó un largometraje americano subtitulado en tailandés y lo vimos juntos.

Cuando terminó la película, nos duchamos y nos tumbamos en la cama. Le chupé los
pezones y ella enseguida comenzó a encorvar su espalda contra el colchón y a emitir
gemiditos. No recuerdo haber jodido con una mujer como Joy jamás. Sólo con chuparle
sus preciosas tetas parecía que comenzara a correrse. Chuparme la polla también
parecía hacer que se corriera. Es cierto que yo le acariciaba el chocho mientras me la
mamaba. Todo parecía provocar que Joy se corriera. Con mi tranca ya en su coño, se
comportaba como si tuviese un larguííííísimo e interminable orgasmo. No podría decir
cuándo finalizaba uno y cuándo comenzaba el siguiente. Comencé a percutir
vigorosamente con mi polla en su interior y ella gritó: “¡Sí! ¡Oh, sí! ¡Bang! ¡Bang! ¡Me
corro! ¡Me corro!”

La giré, de modo que ahora yo permanecía sentado y ella se sentó sobre mi regazo
metiéndose toda la verga y aferrándose a mi coxis con sus piernas. Abrazados, comenzó
a gemir y a gritar de nuevo. Tras otro intenso orgasmo, se dejó caer de espaldas. Arrastré
su pequeño cuerpo y coloqué su lindo y prieto culo en la esquina de la cama. Permanecí
en pie, bombeando hasta el fondo de su caverna mientras sujetaba sus piernas en alto
con mis manos. Veía mi polla deslizarse dentro y fuera de los generosos labios de su
guarida. Seguimos follando del mismo modo al otro lado de la cama.

Tenía intención de ponerla a las cuatro patas, pero ella comenzó a gritar: “¡Bang! ¡Bang!
¡Me corro! ¡Me corro! ¡Córrete conmigo! ¡Córrete conmigo!”

¡Uf, imposible! ¡Ya era demasiado tarde para follármela a las cuatro patas! La próxima vez
será. “OK, cariño, me corro contigo… Sí. Sí. ¡Sííí! Me corro, me corro. Ohh Ohhhh
Ohhhhhh Mmmmh.”

33
PROMISCUO

Tras tomar otra ducha, Joy se sentó desnuda frente al espejo y comenzó a peinar su negra, larga y
lacia cabellera. “Tienes un culo maravilloso y una preciosa melena”. Se vistió.

Puse el billete de quinientos baht bajo su teléfono móvil –a modo de pisapapeles- y ella lo recogió.
“¿Me puedes dar veinte baht más?”

“Por supuesto”. Le di para el taxi cincuenta céntimos de euro en dinero tailandés. Se guardó el
billete de quinientos baht en el sujetador y metió los veinte baht en su bolsillo. “¿Cuándo volverás?”

“Yo te llamo”.

“Quizás mañana noche esté ocupado”, le dije pensando en Uob. “¿Vuelves a la noche siguiente?”

“Desde luego, yo te llamo. Contigo tengo algo de dinero asegurado”, me dijo mientras salía.

“¡Vaya, pensé que me amabas locamente!” Nos reímos. Ciao.

El jueves a las cinco y cuarto ya estaba de vuelta en el salón de masaje observando a Uob a través
del cristal. Hoy había más clientes -parecían ser árabes- y el recepcionista no era el mismo. Moví
ficha rápido, antes de que algún otro interesado se me adelantara y seleccionara a Uob antes que yo.

“¿Desea un masaje, señor?”

“Sí, número dos-tres”.

“La número diecinueve es excelente”

“Se lo agradezco. Quiero a la dos-tres”.

Me acompañó hasta la caja, donde me encontré con Uob al instante. Tras dejar tres billetes morados
de quinientos baht sobre el mostrador, Uob y yo subimos las escaleras.

“¿Te llamas Uob?”

“Sí”.

“Mi nombre es Bang”.

“¿De dónde eres?”

“Europeo, ¿tú?”

“Chiang Mai”.

Había oído comentar que las chicas de Chiang Mai eran guapísimas, de piel clara y ojos achinados.
La tez clara de Uob así lo confirmó. Su tierra, en las montañas del norte de Tailandia, tiene un clima
más frío que el de Pattaya. Esto, más su proximidad a China, les confiere una apariencia distinta.

Entramos en un reservado. No era una habitación lujosa pero estaba perfectamente equipada con
una enorme y cómoda bañera, un colchón hinchable y una cama limpia de doble cuerpo y medio.

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PROMISCUO

Un camarero preguntó si tomaríamos algo, ordenamos agua mineral para mí y una cola para Uob.
Trajo nuestras bebidas, cobró ciento veinte baht (3 €) y nos dejó a solas.

“¡Eres bellísima!”

“Gracias”.

Le mostré a Uob mi cámara y le dije: “Quiero sacarte una foto”. Ella dijo en tailandés algo que no
acerté a entender, aunque quise interpretar que me dejaría sacarle la foto más tarde.

Me alcanzó una toalla y enrolló otra alrededor de su cuerpo, desvistiéndose bajo la misma. Me quité
la ropa y enrollé la toalla alrededor de mi cintura. Uob se dirigió a la zona de baño, acercó el
colchón hinchable y empezó a llenar la bañera de agua caliente.

Regresó hacia donde yo me encontraba y comenzó a masajear terapéuticamente mi espalda. Trabajó


los músculos a lo largo de la espina dorsal, desde las caderas hasta la nuca. Primero presionando
suavemente y después con más firmeza.

Con sus pulgares en mis nalgas, me presionó también los cachetes con los puños. Discretamente me
acarició el ojete. Recorrió todo mi cuerpo.

Uob se levantó, se dirigió hacia la bañera, cerró el grifo y me invitó a acercarme. Me deslicé en el
agua caliente y me recosté con la cabeza apoyada sobre un cómodo cojín. Se desenrolló la toalla,
mostrándome su cuerpo por primera vez, y se introdujo en la bañera. Sus bonitos pechos me
deleitaron. Una manchita de vello negro adornaba su pubis. Se sentó frente a mí en la bañera.

“Eres preciosa y tienes unos hermosos pechos”. Uob sonrió y me miró con sus ojos achinados.
Usaba sombra azul en los mismos, igual a la que yo suelo usar con mis modelos. “¿Eres china?”

“No, soy tailandesa”. Uob sujetó mi polla entre sus dos manos y la comenzó a lavar con delicadeza.
Tras frotármela durante largo rato, se levantó y me guió hacia el colchón hinchable invitándome a
tumbarme boca abajo. Dispensó en su mano un gel lubricante templado y viscoso y me untó con él.
Entonces Uob se tumbó sobre mi espalda y empezó a deslizarse arriba y abajo masajeándome con
sus grandes y firmes tetas. Body massage. Fue adquiriendo un ritmo más intenso, deslizándolas en
largos recorridos que iban desde mis nalgas hasta la nuca. Con cada deslizamiento de sus tetas por
mis hombros, podía sentir al un tiempo su pubis frotándose contra mi culo, una y otra vez. ¡Ufff!

Luego cambió y comenzó a moverlas en círculo sobre mis nalgas. Separó mis piernas y me frotó la
zona perianal y testicular con sus maravillosos senos. Yo estaba ya completamente empalmado.

Uob me dio la vuelta, tumbándome ahora sobre mi espalda, y comenzó a deslizarse de nuevo.
Su preciosa cara, con esa lacia melena negra, se acercaba a la mía en cada recorrido. No podía dejar
de pensar lo maravilloso que podría ser tener a una mujer como esta por compañera. Sentía sus tetas
y su pubis restregándose arriba y abajo sobre mi pecho, mi vientre y mi polla. A veces dejaba de
deslizarse y pasaba a friccionar mi miembro metiéndoselo en el canalillo.

35
PROMISCUO

Cuando comencé a pensar menos en masaje y más en iniciar el folleteo, Uob cesó de restregarse, se
levantó, me cogió otra vez de la mano y me introdujo de pie en la bañera. Serenamente, aclaró
nuestros cuerpos con jabón y agua tibia. Salimos de la bañera y nos secamos con sendas toallas.

Entonces nos dirigimos a la cama, donde nos recostamos contra los cojines y ahí la atraje hacia mí.
Besé su cuello y mordisqueé con sutileza el lóbulo de sus orejas. Bajé hasta sus pechos y comencé a
lamerle los pezones.

Ella alcanzó un condón de color rojo, lo sacó del envoltorio y lo acercó a mi vergota. “¿Qué haces?
¿No me la vas a chupar?”

“Sí, pero con condón”.

“Ah, ya”.

Desenrolló el condón a lo largo del tronco de mi polla, no sin cierta dificultad. Los condones en
Asia son demasiado pequeños para mí.

Miré el reloj: llevábamos juntos media hora. Era sorprendente la cantidad de placer que había
experimentado en tan poco tiempo. Era fantástico, aún teníamos una hora entera para follar a gusto.

Introduciéndose entre mis piernas, Uob se metió mi tranca en la boca. Vi cómo el condón
rojo se deslizaba adentro y afuera de sus labios. Me encanta ver mi polla adentrándose en
una boca bonita. Hubiera preferido una mamada sin condón, pero así también estaba
bien. Con esa barrera de látex, ella se aislaba de sus clientes y del peligro de contraer
alguna ETS. Era una chica realmente limpia.

Buscando su chocho, le abrí los labios con mis dedos y me alegré sobremanera al notarla
húmeda. Me había tratado con respeto y me estaba realizando un servicio diligente pero,
al palpar su coño mojado, deduje que también ella se sentía cómoda conmigo. Fabuloso,
así no follo solo.

Uob se tumbó con las piernas abiertas y me dedicó una agradable sonrisa. Me arrodillé
entre las mismas, cogiéndome la polla con la mano derecha y abriendo los labios de su
coño con la izquierda, y coloqué en su puerta la cabeza de mi tranca. Sufrió un momento
de shock cuando la abrí con mi gruesa herramienta, pero pronto la aceptó. La introduje
hasta la mitad y ella lanzó un suspiro. Alcé sus piernas hasta mis hombros e introduje el
resto: “¡Ohhhhhhhhh!”, gimió.

Metía y sacaba mi rabo duro. Adoptamos una cadencia lenta, suave y acompasada. Cada
chica requiere un ritmo diferente, según sea su cuerpo y según sea su ánimo: más
recatado o más resuelto. Con cada estocada, Uob gemía. Saqué mi polla de su interior y
ella exhaló un apasionado: “Ahhhh”.

Apoyé mi espalda contra la cabecera de la cama, me acomodé entre los cojines y la dejé
llevar la iniciativa. Quería hacerla disfrutar. A horcajadas, comenzó a galoparme a su
manera, friccionando circularmente el clítoris contra mi pelvis. Era realmente maravilloso

36
PROMISCUO

fijarme en su bonita cara y en sus tetas mientras me follaba. Chupé y succioné sus
pezones mientras Uob alcanzaba un orgasmo.

Pronto giró sobre el eje de mi polla sin sacarla de su interior y siguió a horcajadas sobre
mí, esta vez de cara a mis pies y dándome la espalda. Me folló vigorosamente en esta
postura durante largo rato.

“Tengo un problema, necesito un condón a mi medida. ¿OK?”

“OK”. Me quité el condón rojo que me estaba aprisionando y me deslicé un 56 mm. Uob
se apoyó contra los cojines y abrió las piernas. Bombeé a un ritmo que le gustaba. Ahora
era un hombre feliz.

Le dije: “me siento mucho mejor”. Mientras me cambiaba el condón, miré el reloj:
quedaban unos quince minutos. La coloqué de pie fuera del lecho, la incliné hacia
adelante y volví a la carga. Uob emitía un “iss, ahh, iss, ahh”. Sin sacarla, la invité a que
se pusiera a las cuatro patas al borde de la cama, la posición del perrito.
Abriéndole las nalgas con mis manos, contemplé el ojete maravilloso que su culo ofrecía y
me excité más aún al ver mi polla entrando y saliendo de su exquisito coño.

Se acababa el tiempo y busqué mi orgasmo, así que la follé con intensidad. Bombeando,
golpeando, presionando sus paredes, más rápido, más fuerte, más rápido, más fuerte.
Ella: “iss, ahh, iss, ahh”.

“Estoy a punto de correrme. Estoy a punto de correrme. Me corro. Me corro. Oh baby.


Ohhhhhhh.” Inclinándome un poco, la alcé presionando sus dos pechos entre mis manos
y le besé el cuello.

“Gracias”, le susurré al oído. La saqué despacito de su interior, anudé el condón y nos


dirigimos a la bañera. Uob frotó mi polla y mis huevos y lavó mi cuerpo. Yo, dispensando
una dosis de gel entre mis manos, la ayudé a enjabonarse los pechos y la espalda, y le
froté con el gel la rajita del chocho dejando que mi dedo corazón se deslizara una vez
más entre la humedad de sus labios.

Nos vestimos. Le mostré la cámara y pregunté: “¿OK?” Ella asintió y posó.

“He pagado mil quinientos baht por ti, ¿cuánto recibes tú?”

“Quinientos baht”.

De mis mil quinientos baht, el salón le daba a ella quinientos: unos 12 €.

Le extendí la tarjeta de visita del hotel donde me alojaba y señalé hacia donde había anotado mi
nombre y el número de mi habitación. “Me encantas. No puedo pagar mil quinientos baht cada día.
Ven a mi hotel”.

“OK”.

“¿Cuándo? ¿Mañana?”

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PROMISCUO

“Sí, mañana”.

“¿A qué hora?”

“Dos”, me dijo, y algo más que no logré entender.

“Si tú dices que a las dos, pues a las dos entonces”. Le di cien baht de propina. Me dio las gracias y
bajamos las escaleras.

Cuando terminé de escribir el episodio de Uob, eran las doce y veinte del mediodía siguiente. Aún
tuve tiempo para desayunar y consultar mi correo electrónico antes de mi cita a las dos con ella.
Vendrá, seguro.

No lo hizo.

lady-boys

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PROMISCUO

meat inspectors (Angeles City)

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PROMISCUO

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PROMISCUO

-6-
Cherry

El sol brillaba implacablemente y me senté en un banco a la sombra de los cocoteros. Un tipo rubio
y alto con pantalón blanco y sandalias se me acercó. Su palidez le delataba: origen escandinavo.

“Hola, ¿sabes dónde puedo comprar unas camisetas de recuerdo?”

“Claro que sí, ¿cómo te llamas?”

“Kimi”

“Encantado de conocerte. Ven, te enseñaré dónde puedes comprar de todo”.

Kimi llevaba solamente dos noches en Pattaya, este era su primer viaje a Tailandia y todavía no se
había estrenado con ninguna chica. Me dijo: “aún no sé dónde hay nada aquí”.

Lo acompañé a un mercadillo de souvenirs made in Thailand y después fuimos a mi habitación.


Le pedí que echara un vistazo en el ordenador portátil al primer borrador de mi guía de viajes de
Pattaya y se mostró enormemente interesado en la información que en ella se ofrecía.

“Confecciono esta guía, escribo relatos eróticos y busco modelos a las que fotografiar”.

“Oh, debe de ser un trabajo fantástico ese de sacar fotos a mujeres guapas”.

“Lo es. Me lo paso de miedo”. Había oscurecido ya. “¿Te vienes a inspeccionar? ¿Quizá un show?”

“Desde luego, me encantaría”.

Caminamos hacia la playa, la escena cambia completamente al caer la noche. Decenas de jóvenes
muchachas se sentaban en los bancos del paseo bajo los cocoteros: “Me voy contigo, guapo”.

“Puedes llevarte a cualquiera de estas chicas a tu habitación por quinientos baht”, le dije a Kimi.

Nos deteníamos repetidamente ante los grupos de chicas y charlábamos con ellas, Kimi no daba
crédito. “Luego te llevaré al mejor de los bares go-gó y a un espectacular coño-show”, le dije.

Bajamos por Walking Street, atravesamos la marabunta de bares y llegamos a la puerta del Voodoo.
“¿A qué hora comienza el show?”, pregunté a los porteros.

“En diez minutos”.

Le indiqué a Kimi que se sentara a mi lado en la barra que circundaba el escenario. Una docena de
bargirls bailaban en topless, panties de rejilla y altas botas de tacón. Cada bargirl lucía un número.

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PROMISCUO

“He inspeccionado el género en todos los bares go-gó de la ciudad, y este es el que tiene a las chicas
más hermosas. El show es un poco soso aquí, pero más tarde te llevaré al Narcissus. Allí es feroz”.

Nos sentamos a contemplar a las bailarinas. Las había bellísimas y con unos cuerpos de vértigo.
Kimi me sorprendió al aseverar: “Las chicas de la playa son tan guapas como estas, ¿no te parece?”

“Kimi, si aquellas chicas fueran tan guapas como estas, entonces estarían aquí y cobrarían más.
No puedes llevarte a una de estas bargirls por quinientos baht. Las chicas de la playa son simpáticas
y a veces hay fortuna, pero es muy difícil encontrar cuerpazos como estos en la playa”.

La música cambió, se tornó dramática, disminuyó la intensidad lumínica y cuatro showgirls


desnudas con botas altas salieron a escena. Se contonearon un rato y, al poco, dos de ellas bajaron la
mano hasta sus coños y sacaron la punta de un cordel. Cada una extrajo cuerda suficiente como para
fijar su extremo en uno de los ocho barrotes verticales de baile que había en el escenario. Una de
ellas fijó su cordel algo más abajo del nivel de su cintura y la otra chica lo fijó a la altura de sus
hombros. Con ambos extremos ya anudados, comenzaron a andar alrededor del escenario al ritmo
de la música. A medida que giraban, más cinta iba saliendo de sus coños. Los cordeles se volvían
fluorescentes bajos las luces moradas. Las chicas dieron vueltas y vueltas enrollando sus cuerdas al
barrote cromado. Cuando hubieron sacado de su interior metros y metros de cordel, las otras dos
chicas habían quedado completamente inmovilizadas atadas al barrote. Un show limpio y colorido.

Bailarinas en topless saltaron a escena. Tras unos minutos, la música dramática volvió a sonar y las
bailarinas abrieron paso a las nuevas showgirls. Cuatro bailarinas con patines tomaron el estrado,
completamente desnudas, excepto por unas coronas de flores alrededor de sus cabezas. Mientras
patinaban sobre del escenario, comenzaron a extraer ristras de flores de sus coños y a enrollarlas
alrededor de su bellos cuerpos, metros de ristra que iban cubriendo sus cuerpos de flores a modo de
guirnaldas. Toda una clase de estilo, diseño y moda oriental.

Una vez que abandonaron el escenario, otras seis showgirls saltaron al mismo interpretando una
coreografía lésbica. Moviéndose al ritmo de la música, se chupetearon las tetas y se lamieron el
chocho unas a otras. Una de ellas se sentó entre dos clientes del bar con su compañera chupándole
el coño allí. Una de las chicas de cada una de las otras dos parejas de showgirls permanecía en pie
apoyada en un barrote cromado, mientras las segundas, agachadas, las masturbaban con la lengua.

Era un show muy tranquilo y aséptico, más relajante que excitante. Finalizada esta coreografía, el
escenario se volvió a llenar de go-gós en topless.

Una de ellas, alta, bella, de piel clara, con ojos achinados y un fabuloso cuerpo, cautivó mi atención.
Me sonrió mientras bailaba. Al terminar, vi que aún me miraba cómplice desde el fondo del local.

“La número veintisiete me está echando el ojo y sonriéndome. Si no fuera porque a las diez y media
comienza el show en el Narcissus, le pagaría una copa”.

“Oh, hazlo. No hay ningún problema. No te preocupes por el show”, me convenció Kimi.

Llamé a una camarera y le dije que quería pagarle una copa a la chica número veintisiete. En ese
momento, ella ya estaba de nuevo en la pista pero al terminar la canción vino y se sentó a mi lado.

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PROMISCUO

“Eres muy guapa”.

“Muchas gracias”, replicó sentada allí con su tanga y sus altas botas de baile.

“¿Qué edad tienes?”

“Veintiuno”

Le expliqué que estaba interesado en contratarla como modelo. Ella no entendió lo que le decía y
respondió: “Sólo ‘tiempo corto’. No dormir”.

¡Ah, conque quieres que vayamos a follar! “¿Cuánto?”

“Mil quinientos baht por mí y quinientos para el bar”, contestó.

“Mil baht por ti, ¿OK?”

“OK”, aceptó con una graciosa sonrisa. Le di los quinientos baht para el bar y fue a cambiarse.

Volvió vestida con un top color verde lima, jeans con una roto en la rodilla y sandalias de suela alta.
Cherry y yo nos cogimos de la mano y los tres salimos del local. Con sus grandes suelas, Cherry
estaba tan alta como Kimi y como yo. Cuando llegamos al final de Walking Street, el escandinavo
se despidió de nosotros y siguió su camino. Buen tipo.

Subimos a un songthaew y nos dirigimos al hotel. La recepcionista anotó algo en el libro de


registro, Cherry lo firmó y le dejó su documento de identidad. A medida que ascendíamos, me
maravillaba observando aquel cuerpo de infarto.

Al hablar lenguas distintas, la conversación no fue una prioridad. Me duché y le alcancé jabón y una
toalla. Cuando Cherry regresó de la ducha, dejó la luz del baño encendida pero apagó la del techo.
La habitación quedó en semipenumbra, aunque podía verla y me divertía hacerlo de esa manera.
Cuando se tumbó en la cama, se desenrolló la toalla y me abrazó. Mientras le besaba el cuello y las
orejas, mis manos se deslizaron por su magnífico cuerpazo.

Inclinándose sobre mí, Cherry lengüeteó mis pezones y besó mi vientre. Baja un poquito
más. Continuó besando mi cuerpo y con sus erguidos pezones rozaba mi polla
completamente enhiesta, excitándome más. Estaba sobre mí, apoyada en sus manos y
en sus rodillas, siempre activa. Siguió besando mi vientre y comenzó a bajar, a bajar,
hasta que se metió la polla en su boca. “Mmmmh”. Deslizó los labios pausadamente hacia
abajo, haciendo desaparecer mi verga en su interior.

Estrujando sus pechos, deslicé los labios hacia su vientre, besándola y chupándola.
Moviéndome más lentamente, besé su pubis y me desplacé hasta los labios inferiores,
lamiendo su hendidura. Desplacé la lengua hasta su clítoris y comencé a chupar. Cuando
me tumbé de espaldas, ella se abrió de piernas sobre mi cara y sostuvo su coño sobre la
misma. Al principio lengüeteé con calma, moviendo la punta de mi lengua alrededor del

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PROMISCUO

clítoris y presionándolo. Ella, alzándose sobre las rodillas y sujetando mi cabeza entre sus
manos, comenzó a restregar su coño contra mi boca.

Mantuve la cabeza firme, lamiéndole la gustosa raja hacia adentro y hacia afuera al ritmo
que sus movimientos marcaban y luego dejando que la punta de mi lengua frotara y
estimulara su clítoris. Lo introduje en mi boca y lo chupeteé al tiempo que lo
estimulaba a base de lengüetazos.

A medida que metía la lengua en su coño, Cherry se dejó caer un poco sentándose sobre
mi cara. Mi nariz le frotaba ahora el clítoris, mi lengua hacía malabarismos en el interior
de su cuerpo y mi barbilla restregaba el ya empapado ojete de su culo. Le sostenía las
nalgas con las manos, así podía controlar algo más sus movimientos para alzarla un poco
y volverla a dejar caer sobre mi boca.

Cherry era irresistible. Generalmente, yo no suelo comerles la raja a las bargirls, pero me
hallaba abrumado por su belleza y su sensualidad. Muchas veces les chupo el clítoris a
mis modelos, pero no les introduzco la lengua. Estaba en estado de trance con Cherry así
sentada, había acabado con toda mi cara entre los labios vaginales de su averno y mi
lengua perdiéndose en sus adentros. Sabía deliciosa, comencé a alternar las mamadas
de clítoris con ensartar mi lengua dentro de su agujero tan profundamente como podía.
Cherry estaba completamente mojada, en esa mezcla de flujos vaginales y saliva que
empapaban también mi boca. Ahí permanecía, sobre mi cara, cabalgándome, disfrutando
y agitando mi polla con su mano.

No quería detener este cunnilingus, pero quería que volviera a chuparme la polla.
Sosteniendo sus nalgas pero sin despegar mi boca, la alcé levemente y Cherry captó el
mensaje. Tal vez ella estuviese pensando en lo mismo que yo. Nos acomodamos sobre
nuestros costados en la postura del sesenta y nueve. De nuevo, su felación era cálida,
con largos recorridos de su lengua lamiendo toda mi polla desde la base. Yo
alternaba, masturbándole el clítoris y penetrándola con la lengua.

Cuando tuvo un orgasmo, se estremeció. Yo seguí a lo mío y continué zampándomela y


acercándola hacia mi pollón. Cherry protestó: “No, no, no”. Paré y preguntó: “¿No quieres
que follemos?”

“Por supuesto que sí”, aseguré. Me incorporé en la cama y cogí un condón de la mesita
de noche. Abrí el envoltorio y lo desenrollé a lo largo de mi tiesa tranca. Cherry yacía boca
abajo sobre su vientre, observándome y sonriendo, con su fabuloso y redondeado culo
ligeramente alzado. Quizás quiere que me la folle por detrás. Cuando volví al asunto,
Cherry se apoyó sobre sus manos y rodillas y se me ofreció en la posición del perrito. He
de reconocer que antes y durante el sesenta y nueve, mis dedos recorrieron su ojete y
cuando finalizamos el acto, mi lengua se depósito en él lubricándolo. No tardé un instante,
le metí la punta y la mantuve, luego comencé a bombear hacia adentro y hacia afuera una
y otra vez. A medida que bombeaba, podía observarla desde mi posición y pensaba: Esta
debe de ser la mujer más hermosa a la que me haya tirado jamás. Tras haber disfrutado
de su increíble culo durante un buen rato, pensé que su clítoris necesitaba algo de

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PROMISCUO

atención, así que lo aprisioné entre los dedos de mi mano derecha. Pegado ahora a su
espalda, mi mano izquierda estrujaba sus tetas pinzando y pellizcando precisa y
apasionadamente los pezones.

“Ponte boca arriba, quiero ver tu preciosa cara mientras te follo”, quería correrme en otra
postura. Seguro que ella no entendió lo que le pedía pero la guié para acostarla de
espaldas. No deseaba sacar mi polla de su interior pero lo hice para cambiarme de
condón. No sería saludable para ella que penetrase su vagina con el mismo condón con
el que había estado metiéndosela por el culo. Ahora su clítoris estaba en contacto con mi
ingle y se lo restregaba contra mí mientras follábamos. Nos movíamos al mismo ritmo.
¡Qué vertiginosa amante!

La coloqué sobre mi regazo y quedamos los dos sentados, cara a cara con sus largas
piernas rodeando mi cintura. Nos movimos al unísono, con vigor. No entraba y salía
demasiado sino que empujaba y friccionaba circularmente sus paredes vaginales.

Mi polla se salió. “Peldón, peldón”, se disculpó mientras volvía a colocarla de nuevo en su


interior. “No pasa nada”, le dije. ¿Es broma? ¿Perdón? Esta estaba siendo sin duda
una de las mejores experiencias sexuales de mi vida. ¿Cuándo comenzaba a correrse y
cuándo terminaba de hacerlo?... Cherry parecía volar en un éxtasis constante.

Cambiamos postura, conmigo ahora acostado sobre mi espalda y Cherry dirigiendo.


Condujo duro, galopando arriba y abajo, circularmente, entrando y saliendo, trabajando su
clítoris contra mí hasta que se corrió de nuevo ¿? en su pasional cabalgada. Cuando se
relajó, la acosté de espaldas, me erguí sobre las rodillas y comencé a bombear su interior
con sus piernas apoyadas en mis hombros.

Arrastré su culo hasta la esquina de la cama y me quedé de pie, ensartándola fuerte y


rápido. Una de sus alzadas piernas sostenida con mis antebrazos justo donde la quería.
Continuó moviéndose, recibiendo cada una de las estocadas con un ligero movimiento de
su culo, sin importarle la fuerza con que la estaba castigando. Ella también me apretaba
hacia su interior con su mano en mis nalgas.

“Bang, córrete”.

“Tú también. Nos corremos juntos”.

Seguí jadeando y advertí que se aproximaba el punto sin retorno. Cherry había estado
excelente. No me invitó a correrme hasta que habíamos follado en todos los rincones de
la cama en media docena de posturas distintas. Habría pasado una hora. Había perdido la
noción del tiempo.

“Estoy a punto de correrme, baby. Estoy a punto de correrme”. Seguí moviéndome


rápidamente, entrando y saliendo. Pensé que Cherry también se iba a correr, pero esa era
la impresión que había tenido la mayor parte del tiempo. No sé si ella está lista, pero yo ya
lo estoy. “Me corro, baby. Me corro. Me corro. Sííííííí. Me estoy corriendo. Mmmmmh.
Ohhhhhh. Baby. Eres maravillosa… ¿Te corriste conmigo?”

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PROMISCUO

“Me corrí cinco minutos”. No estaba seguro de lo que quería decir. “Me corrí diez
minutos”. Tal vez quería decir que se había estado corriendo durante los últimos diez
minutos. Así parecía ser.

Cherry me lavó la polla y los huevos, enjabonando, frotando y enjuagando. Yo aún estaba
gozando del momentazo sexual de mi vida, con los dos todavía desnudos y este
magnífico especimen cuidando de mi cuerpo con esmero.

Sentados en la cama, le mostré fotos de otras modelos y le expliqué que quería que posara para mí.

“¿Con sujetador?”, preguntó.

“Sin sujetador”.

“¿Cuántas fotos?”, preguntó alzando cinco dedos.

“No, no. Muchas más. Dos carretes. Te pagaré cinco mil baht”, le hice entender.

“Seis mil”, propuso.

“OK, seis mil”. Seis mil baht son unos ciento cincuenta euros por una de las mejores modelos que
jamás haya tenido a mi alcance.

“¿Mañana?”, preguntó.

“Vale, ¿a qué hora?”

Escribió 20:30 en el mismo papel en el que había anotado su dirección.

Le gustó la idea. Le había ofrecido una buena suma de dinero para convencerla.

Le ofrecí a Cherry los mil baht que le había prometido por ‘tiempo corto’ y le di otros cien baht de
propina, unos 27 euros en total. Tras guardar el billete morado y el billete rojo en su pequeño bolso
de macramé, Cherry unió las palmas de sus manos en actitud de way y dijo: “muchas gracias”.

Se dirigió a la puerta y me dolió verla machar. Esta había sido una experiencia sexual inigualable.

Retozar con una mujer tan bella es algo desconocido para muchos hombres. La perfección de sus
largas piernas, su vientre liso, su magnífico culo y redondas tetas, su nariz fina, sus labios gruesos.
Parecía fruto de la imaginación o de un laboratorio. Es fácil ver chicas guapas y las chicas hermosas
no son nada extraño, pero una preciosidad de mujer como esta… no es lo más usual.

A la noche siguiente recogí a Cherry a la hora acordada. Se cambió de ropa mientras yo pagaba los
quinientos baht al bar por llevármela. Regresó vestida con una minifalda negra y plateada y tacones.
Irresistible, como siempre. Bajamos por Walking Street cogidos de la mano, yo estaba orgulloso de
tener a mi lado a la más bella bailarina go-gó de Pattaya. Había logrado encontrar a la modelo más

48
PROMISCUO

sensual de esta ciudad abarrotada de mujeres bonitas. Cherry era otro bellezón de Chiang Mai como
Uob, en el salón de masaje. Ya me habían convencido para visitar su tierra en el norte de Tailandia.

Mientras conectaba las luces de mi estudio fotográfico portátil, Cherry se retocó y se recogió el pelo
en dos simpáticas coletas. La hice posar vestida, tras una silla. Con sus largas piernas y sus altos
tacones, la silla pareció minimizarse. Se quitó la ropa y los panties y disparé un carrete de fotos con
ella posando en la silla. Luego pasamos a la cama, donde posó desnuda sobre sus altos tacones.
Estaba espléndida, adoptando cada pose que yo le sugería. Gastamos un segundo carrete.

Cherry me había dicho a qué hora se tenía que ir. Viajaba a Chiang Mai para ver a sus padres y los
autobuses salen de noche para llegar a su destino a primera hora de la mañana. No hubo tiempo
suficiente para conjugar trabajo y sexo. Comúnmente, disfruto follando con mis modelos cuando
hemos finalizado nuestras sesiones de fotos.

Suponía una pequeña decepción. Esta vez, entre sexo o trabajo, había tenido que elegir trabajo. Pero
mirando el lado positivo, estaba satisfecho de haberme metido en el bote a esta espectacular modelo
para realizar el que a la postre sería un reportaje fotográfico impagable.

-7-
Nat

Caminaba por el paseo de la playa para dirigirme a cenar, cuando una chica que no había visto con
anterioridad llamó mi atención. Cené en mi restaurante predilecto y en el camino de vuelta a la
playa iba pensando en esa chica nueva, dudando si todavía continuaría allí. En efecto, allí estaba,
sentada bajo un cocotero con otras dos muchachas y un chico gay con el pelo teñido de rubio.
“Sawasdee khrap”, saludé al grupo. Me dirigí a la chica nueva y delgada e intenté hablar con ella.
Esta me miró dándome a entender que no se había enterado de nada y se volvió hacia el joven gay.

“No habla tu lengua”, dijo el chico por ella. “Acaba de llegar”.

“¿Cuánto tiempo lleva en Pattaya?”

Él le preguntó, la muchacha alzó cuatro largos dedos y dijo en tailandés: “See wan [cuatro días]”.
Acababa de llegar de Khon Kaen.

Le pregunté si ya había follado con algún turista: “¿Mee farang mai [tienes extranjero]?”

Ella negó con la cabeza y el rubiecito dijo: “Nunca ha tenido farang”. Continuaba mirándome con
sus bonitos y rasgados ojos color almendra y sonreía. Yo era su primer cliente.

“No me acuesto por dinero con madres ni con mujeres casadas”, dije.

“No tiene”, dijo el chico tras explicarle mi propensión.

49
PROMISCUO

“¿Qué edad tienes?”, pregunté. El chico le repitió mi pregunta en su idioma.

“Veinte años”.

La cogí de la mano y la invité a incorporarse. Pasé mi brazo por su cintura y pude palpar sus carnes
prietas. Sí, se notaba, se había pasado la vida trabajando en los campos de arroz de la familia. La
mayoría de estas muchachas proceden de aldeas pobres en la región arrocera de Isan, al NE del país.

Mientras admiraba su bonita cara, su mirada se cruzó con la mía y de nuevo volvió a sonreír.
Acerqué mi boca a su oído y le susurré: “Khun smoke mai”, que literalmente se traduce como:
‘¿fumas?’ Se lo pregunté en privado para no ponerla en un aprieto. Ella ni siquiera sabía que smoke
quiere decir ‘chupar’ en el argot. Sus amigos la pusieron sobre antecedentes y le dijeron que yo
quería saber si me la mamaría.

El muchacho dijo: “Ella no sabe cómo, nunca lo ha hecho”.

“No hay problema. Yo te instruyo”, aseveré.

Los demás del grupo me preguntaron: “¿Con condón?”

“OK, el condón sólo para follar. No me gusta que me ‘fumen’ con condón”, les dije. No estaba
claro si me la mamaría sin condón o no, pero a estas alturas yo ya deseaba irme con ella. Era nueva,
era fresca. Imagino que anteriormente habría tenido algún novio tailandés. Parecía completamente
inocente y nunca antes la había visto. La creí: “OK, vámonos a mi hotel”.

“¿Ha rawy [quinientos] mai?”, preguntó para confirmar el precio.

“Sí, ha rawy”.

La volví a coger de la mano y nos alejamos de los demás. Caminamos así de la mano a lo largo de
la playa, sonrientes. Nat se encaminaba hacia su primer acto de prostitución, aunque no parecía
tomárselo como una tragedia. Ni yo. Nos estábamos divirtiendo juntos, ayudándonos mutuamente a
aprender frases cada uno en la lengua respectiva del otro: “Tú hombre sexy”, me dijo.

Cuando nos tumbamos en la cama, aún vestidos, Nat exclamó: “Te amo”, y besó mi boca. Aquí los
besos en la boca no son frecuentes. Por esa misma razón, estas mujeres no son buenas besadoras,
aunque sí están dispuestas a aprender. Nos abrazamos y nos seguimos besando durante largo rato.
Es grato acostarme con una chica a la que le gusto y que el acto no se convierta en un mero
intercambio de carnaza -a pesar de todos los coños asequibles que hay en Pattaya, había echado de
menos el afecto de mi chica filipina-. Palpaba el sugerente y prieto culito de Nat a través de la fina
tela de su falda. Cuando estrujé sus tetas y le froté el chocho, ella exhaló un jadeo de excitación.

Le alcancé una toalla y una pastilla de jabón, era hora de desvestirnos. Le planteé tres posibilidades:
que ella se duchara primero, que yo me duchara primero o que los dos nos ducháramos juntos.
Ella no entendió nada de lo que le proponía, pero acabamos juntos en la ducha. Lo pasamos bien:
Nat lavó mi espalda, me cogió la polla y los huevos entre las manos enjabonadas y me los frotó. Yo
le enjaboné la espalda y masajeé sus hombros. Tras enjabonar ella mi pecho y yo su espalda, deslicé

50
PROMISCUO

mi cuerpo arriba y abajo desde su espalda hasta su culo, proporcionándole algo bastante parecido a
un body massage tailandés, pero sin pechos de mujer. La imagen de Uob volvió a mi memoria.

Cuando terminé de ducharme, Nat se secó. A continuación cogió mi toalla y me secó también a mí.
Su conducta ejemplificaba la cultura tailandesa más ancestral, con la mujer cuidando a su hombre.

Nos tumbamos en la cama, donde al fin hice efectiva mi promesa inicial de enseñarla a
mamar una polla. Tras habernos besado y magreado un rato, Nat estaba totalmente
excitada. Puse su cara cerca de mi miembro y metí en mi boca uno de los largos dedos
de su mano. “Tú fuma”, le indiqué. Mientras chupaba su dedo, lo introduje en mi boca y lo
froté con la lengua una y otra vez.

Ella se metió la cabeza de mi vergota entre los labios y la lamió con su lengua. No estaba
nada mal, Nat imitaba cada uno de mis movimientos. Yo continué chupando su dedo,
metiéndolo y sacándolo de mi boca. Ella hizo lo mismo con mi polla tiesa. No hace falta
mucha ciencia para hacer una buena felación, tan sólo unas mínimas indicaciones y un
sincero deseo de agradar.

Sin cruzar ni una sola palabra entre nosotros, esta chica que nunca había chupado una
polla con anterioridad, me estaba realizando a mí una de las mejores mamadas que
recuerdo.

Tocarle el coño a Nat la hacía retorcerse de placer. Parecía haber captado perfectamente
la idea de cómo mamar una buena verga, así que decidí devolverle el favor. La moví
hasta donde yo pudiera comerle el coño sin que ella dejara de chupar. ¡Le encantó!
Chupé su clítoris mientras se lo frotaba con la lengua. Al momento, comenzó a
restregar su coño contra mi boca con un ritmo vivo que mantuvo hasta que se corrió,
retorciéndose en la cama. No dejó de chupar ni un instante. Cuanta mayor intensidad y
placer sentía con mis juegos de lengua, mayor intensidad le imprimía a la felación que me
realizaba.

“Condón”, me dijo, cogiendo mi polla entre sus largos dedos. Me puse uno tan rápido
como pude y me senté con la espalda apoyada contra los cojines a la cabecera de la
cama. Cuando una chica es nueva y no sé cómo va a defenderse con mi miembro,
prefiero dejar que sea ella la que se lo introduzca. De este modo no la fuerzo. Dejo que se
me ponga encima, coja mi cipote con su mano y coloque la cabeza contra la abertura de
su coño. Buscó por un momento la mejor fórmula y se dejó caer hasta que se introdujo la
rojiza cabeza. Hizo una pausa, tomo aire, sostuve sus nalgas para que la punta de mi
polla no se saliera, sin empujar, pero sin permitir que se escapase. Su vagina se dilataba,
era excitante para ella tener mi gruesa polla en su interior. Comencé a mover poco a poco
mis caderas y ella se deslizó metiéndosela más adentro. Todo iba perfectamente bien, así
que la dejé caer por completo sobre mí y alcé las caderas. “Mmmmmmmmmh”. Se sentía
bien, perfectamente acoplada. Comencé a bombear y ella comenzó a balbucear en
tailandés expresiones que no entendí. Sus frases se alternaban con gemidos de placer.
En realidad no se movía hacia arriba y hacia abajo sino que trazaba círculos con su culo

51
PROMISCUO

sobre el eje de mi polla, restregándose el clítoris contra mi pubis. Se corrió por segunda
vez y pude sentir el interior de su coño presionándome entre espasmos.

Se dejó caer de espaldas contra el colchón y aproveché para tomar las riendas. Alcé sus
piernas con mis manos y comencé a propinarle largas acometidas. Sólo se veía
blanco a través de sus rasgados ojos asiáticos. No paraba de gemir y de balbucear frases
en su idioma. No tengo ni idea de lo que decía, pero era evidente que estaba disfrutando
de la buena follada a la que estaba siendo sometida. También yo. ¡Amo Asia y la
sensualidad de sus mujeres!

Con su espalda contra mi pecho, me senté a los pies de la cama frente al espejo. En esta
posición, ella podía contemplar mi rabo deslizándose dentro y fuera de su coño
mientras la elevaba arriba y abajo con las manos bajos sus nalgas. Ella nos veía en el
espejo, pero no miraba. Nat estaba tan absorta en su excitación que mantenía los ojos
semicerrados. Nuestras caras, la una junto a la otra, se reflejaban en el espejo y yo me
decía a mí mismo que qué buena pareja hacíamos, tan acoplados.

La agarré por las caderas y la puse sobre la cama a las cuatro patas. Mi tranca no se salió
de su coño mientras cambiábamos de una posición a otra. No es difícil hacer esto si tu
pareja es ágil y colabora. Vi mi cipote entrando y saliendo de su coño velludo. Estaba
completamente mojada y mi pinga estaba también empapada de sus flujos. Deslicé mi
brazo por su bajo vientre y le presioné el clítoris con los dedos de mi mano. Ella no paraba
de gemir y balbucear en tailandés mientras movía su culo hacia mí al tiempo que yo
bombeaba sus adentros sin parar.

La ladeé sobre un costado y sus largas piernas pasaron por delante de mi cara, quedó
tumbada de espaldas y abierta de piernas, apoyando su dulce culo en una esquina de la
cama. Quise terminar de pie perforándola con mi taladro percutor. Con sus piernas
apoyadas sobre mis hombros, sólo debía dejarme caer para llegar hasta lo más hondo sin
dejar ni un sólo milímetro de polla al fresco.

Le estuve infligiendo un castigo firme y constante hasta que solté la última gota de toda mi
carga y aún me mantuve en su interior durante unos cuantos minutos más, disfrutando
todavía de la presión espasmódica que los músculos de su joven coño ejercían sobre mi
tranca. Soy tu torito ordeñado.

Nos dirigimos al cuarto de baño. Me quité el condón y lo tiré a la papelera. Amorosamente, me lavó
de nuevo con agua templada y jabón. Se enjabonó el chocho y nos aclaró a ambos. Se quedó a pasar
la noche conmigo.

Dormir con mujeres siamesas y mujeres anamitas es como dormir con un pajarillo en la almohada.
Fue muy agradable pasar la noche con ella, parecía contenta. Me preocupó gustarle demasiado.
No tenía intención de perpetuar nuestra relación ni tampoco tenía intención de romperle el corazón.
Aún quise más de su estrecho chochito aquella noche, pero dormimos placenteramente.

52
PROMISCUO

Me desperté empalmado –como es habitual- y me apeteció atacar de nuevo. Me encanta follar al


amanecer, con las energías repuestas, pero ella no quiso. Le recordé a Nat que la noche anterior
había declarado que me amaba. Le dije lo encariñado que yo también estaba de ella y que no quería
hacerle daño. Supo que partiría para Chiang Mai, Camboya, Vietnam, Filipinas y luego a Europa.
Me dijo que ella estaba igual, encariñada de mí. Quiso que volviéramos a dormir juntos esa noche y,
hablando en tailandés, acordamos que regresara a las cinco y media.

A las cinco y media yo estaba sentado en la silla en la cual Cherry había posado, trabajando con mi
portátil. Sin Nat. Continué trabajando con mi ordenador hasta las ocho. Aún sin Nat. Salí a cenar a
esa hora, pensé que quizás la vería donde la encontré la noche anterior. Nada. Me senté y charlé en
la playa con una lindísima tailandesa de dieciocho añitos. Su ‘novio’, un aussie, había regresado a
Australia, dejándola sola y a la búsqueda de un nuevo farang. Le dije que pensaría en ello y que tal
vez volviese a recogerla tras la cena. “Me encantaría. Me gustas”, dijo; y continué mi camino.

Después de cenar volví a la playa pensando en llevarme a la chica del australiano. Antes de llegar al
lugar, otra joven captó mi atención. Ya había visto con anterioridad a esta muchacha alta y esbelta y
me había resultado atractiva, con sus pómulos marcados y sus exóticos ojos. Me senté y hablé con
ella. Tampoco pudimos comunicarnos demasiado bien. Nos fuimos juntos al hotel.

Tras la pertinente ducha de antes de follar, Hua no quiso chuparme la polla. Empezó a
masturbarme con sus manos mientras yo le chupaba las tetas, mordisqueaba sus
pezones y jugaba con su chocho recién afeitado. Hua era una muchacha de piel oscura y
usaba polvos blanqueadores para la cara. En Asia, por tradición, cuanto más clara sea la
piel de una persona, mayor prestigio social alcanzará. Peor suerte corren las personas de
piel oscura. Las mujeres abusan de los polvos blanqueadores y, a la larga, esto les
provoca graves trastornos cutáneos. Se tumbó de espaldas sobre el colchón con las
piernas abiertas de par en par y comencé a follármela. Hua se aferró a mi trasero y
golpeteaba su coño contra mi pelvis, hincándose mi enhiesto rabo. Empujaba fuerte y
rápido, alzando sus caderas arriba y abajo. Era como una cinta de correr descontrolada,
había perdido los estribos.

La tomé por detrás e, incluso a las cuatro patas, continuaba martillando contra mí fuerte y
duro. Una tipa realmente extraña. Terminé en la esquina de la cama de pie y ella
tumbada de espaldas. Hua tenía los ojos entornados y sólo podía ver el blanco de los
mismos, como pasó con Nat.

Mientras me duchaba, Hua se vistió y se sentó en la cama a esperarme. De pronto, tocaron a la


puerta. Cubriéndome solamente con la toalla de baño, fui a abrir sin saber de quién se trataba.
Probablemente sería la recepcionista. El personal del hotel no suele dejar que las chicas suban a
las habitaciones sin avisar primero.

Abrí un poco la puerta y me quedé muy sorprendido al ver a una preciosa muchacha allí de pie.
Pantalones negros cortos, botas de plataforma, esbeltas piernas. Una blusa azul pálido y una viva
sonrisa. No la reconocí al principio y, de repente, se me hizo la luz: Nat. ¡Oh, mierda!

53
PROMISCUO

Estaba deslumbrante, irreconocible pero deslumbrante. La noche anterior llevaba una falda larga y
unas sandalias, no destacaba especialmente por su aspecto. Pero ahora, además de su vestuario, se
había depilado parcialmente las cejas y se las había pincelado en arco. Por esa razón me costó tanto
reconocerla. No parecía la misma con sus botas altas y sus ceñidísimos shorts negros.

No la invité a pasar y ella notó que estaba bloqueando la puerta con mi rodilla.

“¿Hay una chica contigo?”, preguntó.

Admití que tenía a otra chica en la habitación y salí al pasillo entornando la puerta.

“Dijiste que a las cinco y media y no viniste. Son las once ahora”, le dije en mi escaso tailandés,
excusándome por tener a otra chica en la cama. Había habido un malentendido a causa de nuestro
idioma. Quedamos a las cinco y media, pero lo hicimos en tailandés. Aunque sea difícil de explicar
y difícil de entender, lo que ella había dicho realmente era ‘cinco horas y media después de las seis’.
El tiempo en esta parte del continente asiático se mide de un modo distinto al de Occidente.
De hecho, Nat había acudido ilusionada a nuestra cita media hora antes de lo previsto.

Intenté que Nat bajase las escaleras, donde el personal del hotel debería haberla interceptado antes
de dejarla subir, pero ella no se quería ir. Así que la acompañé hasta el fondo del pasillo y la dejé
sentada en el último escalón del tramo. Regresé a mi habitación e invité a Hua a marcharse tras
darle sus quinientos baht. Cuando Hua y yo salimos de la habitación, Nat esperaba al otro lado de la
puerta. En un fuego cruzado, Nat y Hua intercambiaron palabras en tailandés. Se increparon la una
a la otra, no quiero imaginar en qué términos. La expresión de sus caras lo decía todo.

Nat y yo entramos en la habitación. Me abrazó: “Boom boom lady may? [¿Follaste con esa tía?]”,
me preguntó. No respondí. Nat me tranquilizó, estaba tan cariñosa como lo había estado la noche
anterior. Tras acomodarnos juntos un rato, nos duchamos y regresamos a la cama. Comencé a jugar
con ella, tratando de que olvidara el episodio anterior. Me dijo que si follábamos por la noche y por
la mañana, entonces le debería de pagar mil baht. Quinientos por cada vez. Alguien la había estado
asesorando. Malo.

Unos instantes antes acababa de follarme a Hua, así que estaba servido por el momento. Le dije:
“No te preocupes”, me di la vuelta y me eché a dormir.

A la mañana siguiente hicimos el amor. Nat me chupó la polla y galopamos en diferentes posturas.
Fue fantástico, incluso mejor que la primera vez. Yo tenía sensaciones enfrentadas.

Aún preocupado de que se enamorara de mí demasiado, no quise que se viera envuelta en un dilema
emocional. Por otro lado, me agradaba su compañía. Era cariñosa y me cuidaba con un mimo
exquisito.

Le dije que, por favor, no hablásemos de ‘tiempo corto’ o ‘tiempo largo’ y que no hablásemos de
mil baht o de quinientos baht. Le dije que yo le pasaba a mi novia filipina cuatro mil baht al mes
y que si iba a estar con la misma chica cada día, debía de encontrar una razón poderosa: que fuera la

54
PROMISCUO

más guapa, que fuera la mejor amante o que fuera la que menos dinero me pide. Si no, podía optar
por tomar una chica distinta cada noche. Le hablé en tailandés y Nat pareció comprender.

Tenía planeado salir temprano para Bangkok, pero no lo hice. Después del desayuno y tras haber
quedado con Nat esa noche a las once en punto, salí a hacer cosas. Recogí mi cámara estropeada y
revelé los dos carretes de fotos que le había disparado a Cherry. ¡Uauh, Cherry estaba sensacional!

Terminé sobre las diez, cené y llegué al hotel justo a las once. La recepcionista me dijo que Nat
había estado allí, pero que se había marchado hacía unos diez minutos. Subí a mi habitación y
esperé a que ella regresara. No regresó. Me imaginé que se habría liado con su segundo farang
–luego vendrían más y más y más y más- o que habría vuelto a Khon Kaen.

Quizás fuese mejor así. Me preocupaba que la dependencia de Nat hacia mí creciese. Me había
hecho sentir por un par de días como si realmente tuviera una novia tailandesa, pero tenía claro que
no quería que la relación se eternizase. Ya había estado dándole vueltas a cuál sería la mejor manera
de terminar con lo nuestro sin hacerle daño. Tal vez ella también.

Por estas latitudes, el amor de una mujer hacia su hombre es una cualidad a tener muy en cuenta,
pero yo no le correspondí. Y ella desapareció.

Recuerdo haber bromeado con Cherry acerca de la posibilidad de casarnos y llevármela a vivir
conmigo a Europa, a lo que ella respondió muy seriamente: “A mí me gusta Tailandia, yo soy una
mujer promiscua”. Supongo que el incidente con Hua terminó de convencer a Nat de que yo, al
igual que Cherry, también soy un hombre promiscuo que va libando de flor en flor, que va de amor
en amor.

Fuera de los brazos de un amor

y ya en los brazos de otra.

-8-
Bo

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PROMISCUO

Había conocido en la playa a César, un expatriado español que en su momento decidió dejarlo todo,
vender su casa en España y el resto de sus pertenencias, y venirse a vivir a Asia. Sus conocimientos
informáticos le permitían ganarse la vida mediante las redes de la información y supe que realizaba
negocios a través de internet (casinos) y también vendía T-shirts (camisetas con diseños originales):
exhibía el muestrario y los interesados hacían sus pedidos, todo on-line. Después, él encargaba el
trabajo a algún taller. La mano de obra asiática es baratísima. Aquí vivía como un rey.

Nos fuimos de bares y lo llevé a Voodoo, el bar go-gó donde baila Cherry. Como de costumbre,
había una docena de preciosas bailarinas en topless bailando en el estrado. Le dije a mi modelo que
regresaría a buscarla mañana por la noche. Aunque estaba entusiasmado con las diapositivas que
había revelado de nuestra reciente sesión de fotos, necesitaba cambiar algún dinero y en ese
momento no tenía suficiente para llevarme conmigo a Cherry, la más bella go-gó de todo Pattaya.

Tras disfrutar de las vistas por un rato, pagamos las copas y nos dirigimos a Teddy Bear (osito de
peluche). Tenía localizada allí a una go-gó que también quería que posase para mí. Eché un rápido
vistazo y la divisé. Bailaba asida a uno de los barrotes cromados, era realmente sexy. En un receso,
aproveché y me acerqué a ella: “Sawasdee khrap [hola]. ¿Sabai dee mai [cómo estás]?”

“Sabai dee [bien]”, contestó con una sonrisa.

“Khun suay mak mak [eres muy guapa]. ¿Quieres una bebida?”

“Ao [quiero]”, dijo. La cogí de la mano y la llevé hasta nuestra mesa.

Tras hablarle a Pim de mis proyectos, le pregunté que si aceptaría posar para mi objetivo. Le dije
que había explorado todos los bares go-gó y que ella me parecía la segunda bailarina más hermosa
de Pattaya. Le expliqué que no tenía dinero para llevarla a mi hotel ahora pero que pronto volvería a
por ella. Me indicó que debía pagar seiscientos baht para el bar. Pim pedía para ella mil baht por
‘tiempo corto’ o dos mil baht por ‘tiempo largo’.

Le ofrecí cuatro mil baht si posaba para mí. Pim dijo que no estaba segura, pero que se lo pensaría.

César pagó la ronda y salimos al carnaval de luz que suponía la calle. Mientras caminábamos rumbo
a la playa, le pregunté a César: “¿Qué te parece Pattaya?”

“Es más divertido que Chiang Rai. Esto está abarrotado de mujeres hermosas”.

Alto y bien parecido, César era nuevo en Pattaya pero llevaba diez años disfrutando de una
auténtica vida de playboy en Chiang Mai y Chiang Rai. “Me he tirado a más de mil ochocientas
chicas tailandesas”, me dijo. “Me he estado follando a tres de ellas por día”.

Cruzamos el paseo de la playa chequeando la oferta que se apostaba bajo los cocoteros. Tanteé a
Lek, una bonita muchacha con la que ya había hablado un par de noches antes. Aunque quería
llevármela, ella insistía en pedir setecientos baht. Chicas con una silueta como la de Lek no son lo
más frecuente en la playa. Rechacé pagarle ese dinero, me acogí a no sé qué estúpidos principios.
En realidad le habría pagado incluso novecientos baht, al menos por nuestra primera cita.

56
PROMISCUO

Lek significa ‘pequeña’ en tailandés. Estaba preciosa también esta noche. Debería de llevármela a
mi habitación. Le presenté a César y nos sentamos junto a ella. Tras charlar un rato, Lek me dijo:
“Me gusta tu amigo”.

“César, ¿te gustaría llevártela a casa?”

“Sin duda, es un bombón”.

“Le gustas”. Se mostró orgulloso. “No vas a encontrar otro caramelito como este en la playa”.

Caminamos los tres juntos, cada uno de nosotros dos cogido a sendas manos de Lek. Bajamos por el
paseo de la playa y le di a Lek una tarjeta de visita de mi hotel con mi nombre, número de teléfono
y número de habitación anotados en ella. “Soy fotógrafo. Te pago por posar para mí”.

“¿Cuándo puedo ir a verte?”, preguntó. “¿Mañana?”

“Desde luego, a la hora que quieras. Phom dee jai [yo contento]”. “Toma buena nota de su cuerpo y
pásame el informe. Dime qué tal lo habéis pasado”, le requerí a César. “Esta es una de las razones
por las que siempre viajo solo. A mis amigos y a mí nos suelen gustar las mismas chicas”, bromeé.

César y Lek cruzaron la calle rumbo a su habitación. Seguí recorriendo el paseo, un tanto frustrado
porque César se hubiera llevado a la mujer que me gustaba. No había andado demasiado, cuando
una muchacha menuda de ojos achinados me sonrió e hizo gestos para que me sentase junto a ella.
Hablando en thai, supe que tenía veintiún años y que había llegado de Buriram hacía un mes.

“No voy con mujeres casadas ni con mujeres con hijos”, solté la perorata de siempre.

“No tengo”, respondió entusiasmada por haber superado el test. “Quinientos ‘tiempo corto’”.

“Eres muy guapa. Mi polla ya está dura”. Ella palpó la protuberancia que abultaba mis jeans y
sonrió. Le susurré al oído: “¿Tú fumas?” Ella me miró a los ojos y asintió. La cogí de la mano y nos
fuimos al hotel. Antes de llegar al mismo le pregunté si quería tomar algo frío.

“Cerveza”.

Cogió una botella de Shinga del frigorífico de la tienda. Yo cogí una Chang para mí y seguimos.

Una vez en la habitación, abrimos las cervezas y bebimos. En el procesador de textos escribí BO
(tipo de fuente: Algerian, tamaño: 72) y una breve biografía con sus datos. Guardé la información,
cerré la pestaña y la volví a abrir. Le divirtió ver su nombre y su historia reaparecer.

Grandes avances tecnológicos de la era moderna.

Mientras Bo se duchaba, yo terminé mi cerveza. Regresó y se sentó a un lado de la cama con su


botella. Entonces me incorporé para ir a ducharme también. Parte de su monte de Venus asomaba
por el pliegue de la toalla: “Tienes el coñito velludo. Me gustan los coños velludos”, comenté. Cogí
entre mis dedos parte del vello que asomaba y le di un tironcito cariñoso. Ella me hizo un gesto
como para que me bajase los calzoncillos. También quería ver lo que había bajo los mismos y se lo

57
PROMISCUO

mostré. Tras la ducha, sólo con la luz del baño encendida, me metí en la cama y comenzamos a
abrazarnos.

Ese pequeño pero bien proporcionado cuerpo me hizo enardecer. Con su peso ligero y
sus medidas menudas, la bella Bo era el tipo de mujer asiática ideal para practicar el
‘helicóptero’. Esto consiste en colocar a la chica en tu polla y hacer que gire en círculos
sobre el eje de la misma, un ejercicio de rotación-frotación altamente estimulante. Lo
pusimos todo en práctica, no sólo el ‘helicóptero’.

Cuando lamí y chupé uno de los respingones pezones de Bo, este ese irguió enseguida
poniéndose más y más duro. Cuando le dediqué al otro pezón el mismo trato, también se
puso tieso al instante. Sus pezones permanecieron de este modo durante todo nuestro
coito. Comprobé que observaba mi lengüeteo: chupé con mis labios y lamí con la punta
de la lengua. En estas estábamos cuando dejé caer mi mano y suavemente comencé a
frotar su coño. Ella gimió y comenzó a mover las caderas.

Pronto sentí el flujo que rezumaba entre los labios de su pequeño coño: “Te estás
mojando”, le dije. Sonriendo, Bo lo estrujó contra mi mano. Deslicé mi lengua vientre
abajo y comencé a lamer su botoncito con la punta de la lengua. Ayudándome con los
dedos, empujé hacia atrás la capucha de su clítoris, dejándolo enhiesto y exponiéndolo al
contacto directo con mi lengua. Le encantó y seguí dándole placer durante un buen rato.
Comencé despacio, lamí una y otra vez. Con su perla ahora entre mis labios, succioné y
froté con la lengua a un ritmo mucho más ágil. Bo se estuvo corriendo durante un largo
rato, subiendo y bajando las caderas y restregándose contra mi cara. Tras alcanzar su
orgasmo, seguía caliente como el infierno y preparada para todo. La exhorté: “Ahora fuma
tú”.

Se colocó entre mis piernas y atrapó mi dura polla entre sus carnosos labios. Me recosté
contra la cabecera de la cama. Apartando a un lado su pelo azabache, pude ver su bonita
cara mientras me la chupaba. Separé su mano de mi polla y disfruté de su boca
ensartándose mi saeta una y otra vez. La saliva resbalaba a lo largo del tronco mientras
movía la cabeza arriba y abajo. Quise mirar su cara, asiéndola delicadamente del pelo,
aparté su boca y un hilo de saliva acompañó a la misma desde la punta de mi polla. Me
miró jadeante y volví a dejarla engullir, tragaba tan adentro como podía y le cabía casi por
completo. Cada vez que se deslizaba hacia arriba, le dedicaba a mi glande un trato
especial con la lengua, la cual hacía rotar a su alrededor y cuya punta jugaba a
introducirse en el meato. Este, inflamado de excitación como estaba, le dedicaba a la
lengua de Bo la más pícara y amplia de sus sonrisas. [Fíjate en el que tengas más a mano,
lector/a, el meato uretral parece sonreír].

Considerando su constitución frágil, pensé que sería conveniente que fuese ella misma la
que se introdujese mi polla dentro del coño. Me puse un condón y me recosté contra los
cojines. Bo puso sus rodillas a ambos lados de mis caderas y quedó sobre mí. Con los
dedos de mi mano izquierda retorciéndole un pezón, me cogí la polla con la mano
derecha y froté su cabeza contra el clítoris y la estrecha abertura del agujero de Bo. Ella

58
PROMISCUO

se dejó caer poco a poco, bárbaramente excitada, hasta que se introdujo todo el artefacto.
Su coñito era estrecho, realmente agradable. “Uf, qué rico”, exclamé.

Bo comenzó a cabalgar. Estas mujeres son muy calientes, les encanta retozar y correrse
una y otra vez. Follamos bombeando, afanados, acompasando nuestros movimientos.
Cuando más excitada estaba, me alcé un poco colocando los pies bajo mi culo mientras
dejaba caer con vigor sus firmes nalgas contra mí y le chupaba las tetas. Bo no paraba de
menearse, dando grititos y gimiendo.

Cuando su orgasmo amainó un poco, la tumbé de espaldas en la cama sin que mi polla
tiesa se saliera ni un instante. Me coloqué sobre ella y continué follándomela en la postura
del misionero. Recogí sus piernas hacia atrás y estas cayeron por encima de sus
hombros. Con mis manos aprisionándole las corvas, dejé caer mi peso sobre ellas de tal
forma que sus rodillas tocaban el colchón. No recuerdo haber follado jamás con una mujer
tan flexible: tumbada boca arriba, su raja quedaba plenamente expuesta mientras sus
rodillas reposaban sujetas contra la cama. Era fantástica, con su cuerpecito de muñeca.
Su coño lucía perfecto, con una mayor concentración de vello en su parte superior y casi
sin vello en la parte baja cercana a la preciosa hendidura. Bo estaba hecha para follar. La
empalé vigorosamente en esta postura. Cuanto más intenso la follaba, más alto gemía y
más parecía disfrutar.

Durante largo rato, mi polla estuvo entrando y saliendo de Bo. Más tarde me miró con sus
preciosos ojos achinados –mi debilidad- y sugirió: “¿Nos venimos?” Justo lo que estaba
deseando, oí que estaba satisfecha y me complació que no me hubiese instado a
correrme muy pronto. Me había follado a la perfección y yo la había tomado de todas las
formas que quise durante larguísimo rato.

“OK, nos venimos juntos. Córrete conmigo”, ella asintió dos veces con la cabeza.
Mordiéndose el labio, empezó a ensartarse contra mí, encontrando mi solidaridad hacia
un gran estallido mutuo. Tumbado sobre ella, que aún mantenía las piernas hacia atrás,
esta vez con sus pies sobre mis hombros, me agarré a la parte anterior de sus muslos y
tiré de ella hacia mi polla bombeando más rápido y más intenso. “Uno dos tres ¡ah!, uno
dos tres ¡ahh!... Oh. Me corro, pequeña. Me corro. Córrete conmigo. Oh. Ohh. Ohhh.
Ohhhhhhhhh. Mmmmmmmh. Mmmmmmmh. Ohhhhh”. Dejé de martillar y comencé a
deslizarme en su interior despacito, hacia adentro y hacia afuera, disfrutando de los
espasmos de sus músculos vaginales en mi polla, que permanecía aún dura tras el
orgasmo.

Nos duchamos juntos y Bo lavó primorosamente la herramienta que acababa de infligirle tan terrible
tormento. “Me has estado dando placer durante una hora”, me dijo al tiempo que señalaba las agujas
de su pequeño reloj water resistant. Habíamos estado follando infatigablemente durante una hora. Si
un hombre no sabe follar hasta que sus deseos y los de su pareja se hayan cumplido antes de llegar al
orgasmo, debería de aprender cómo hacerlo. Un hombre puede entrenarse para ser un buen amante y

59
PROMISCUO

uno de los mayores placeres de esta vida es el de dar a una chica todo lo que quiere hasta que haya
tenido suficiente y después… ¡Explosionar juntos!

Vestida con sus ceñidos jeans y sus zapatos de plataforma, Bo me dijo: “Voy a Sugar Cane”.

“¿Qué es Sugar Cane?”

“Disco”.

Le di una tarjeta de visita del hotel con mi nombre y mi número de habitación anotados.

“Vuelve, OK, deseo volver a verte”.

“Esta noche, después de Sugar Cane”.

“A la hora que quieras cariño. Será un inmenso [e intenso] placer. Estaré encantado de recibirte”.

Le di los quinientos baht acordados y Bo me dedicó un way. Me preguntó si le podía dar veinte baht
más para pagar el taxi. Es bueno tener siempre a mano billetes de veinte baht: ‘para pagar el taxi’.

Cuando se marchó, me puse a escribir su relato en el ordenador, pero ya era más de medianoche.
Escribía acerca de nuestro polvazo de fábula cuando me venció el sueño y me fui a la cama.

De repente, el ring ring ring del teléfono me despertó de un profundo sueño: “Diga”.

“Una señorita quiere verle”.

“¿Cómo se llama?”

“Bo”.

“OK, que suba. Gracias”.

Miré el reloj, eran cerca de las cuatro y media. Tocaron. Abrí la puerta y Bo venía con otra chica.
“¿Quieres dos señoritas?”, me preguntó. Su amiga no me resultó atractiva, pero estaba contento de
ver a Bo. Bo traía una bolsa de plástico de la cual extrajo dos cervezas para nosotros y un Spy
(refresco de vino) para su amiga. “Le he dicho a mi amiga que follas muy bien”. Parece ser que Bo
había estado comentando nuestras hazañas sexuales. Se me pasó por la cabeza la posibilidad de una
mamada en ‘estéreo’, pero no tenía ninguna intención de follarme a su amiga ni tenía más dinero
para ofrecerle a ninguna de las dos. Ignorando la pregunta acerca de “dos señoritas”, no contesté.

La amiga de Bo se tendió en el suelo a los pies de la cama con una manta y una almohada. Parecía
que tenía claras intenciones de dormir en mi habitación. Comencé a jugar con Bo, chupándole las
tetas y provocando que sus grandes pezones se irguieran de nuevo. Deslicé los brazos y froté su
clítoris con mis dedos. Me coloqué de rodillas, pasé la mano por detrás de su cabeza y enchufé mi
duro órgano en su boca. Ella lo volvió a chupar y a recorrerlo a todo lo largo con su cálida lengua.

60
PROMISCUO

Follamos como antes, pero no durante tanto tiempo. Cuando estaba tumbada de espaldas, disfruté
alzando sus rodillas contra la cama de nuevo. La MTV nos proveyó de acompañamiento musical
continuo durante nuestro baile amoroso. Cuando una canción daba paso a la siguiente, yo cambiaba
el ritmo de mis embates y lo adaptaba al ritmo del nuevo tema musical. Ella hacía otro tanto de lo
mismo, gimiendo y bombeando su culo arriba y abajo al son de la música. Así permanecimos al
menos media docena de canciones antes de que yo dispersara toda mi carga. Para ese momento,
Bo ya había disfrutado de unos cuantos orgasmos ultralaaaaaaaaargos.

Nos fuimos a la ducha, su amiga parecía dormir profundamente en el suelo.

La amiga se fue temprano a la mañana siguiente y Bo se quedó. Mientras dormía, yo terminé de


escribir su relato en el ordenador portátil.

Cuando detecté indicios de que Bo se empezaba a despertar, jugueteé con esos pezones que tanto
me gustaba ver cómo crecían y comencé a masajearle la raja a través de la sábana. Se puso caliente
de nuevo y yo estaba preparado para tomar otra dosis más de ese veneno que su estrecho coñito
ofrecía a mi polla… o eso pensaba. Súbitamente, una mancha roja apareció en la sábana por la parte
en la que había estado masturbándola. Le acababa de venir el periodo.

Después de ducharse, improvisamos una compresa con papel higiénico. Bo se vistió y se preparó
para marchar. Me dijo que regresaría cuando se le fuera la regla. Me pidió un poco de dinero para el
taxi y le di cincuenta baht, que era el único dinero que me quedaba en la cartera. Luego debía salir a
cambiar algo de dinero.

Bo era una máquina de follar excelente: ya estaba preparada para asaltarme una tercera vez,
mientras sabía que yo sólo tenía los quinientos baht para el primer polvo, para un ‘tiempo corto’.
Había regresado después de la discoteca sabiendo que yo no tenía dinero que ofrecerle e, incluso,
me había comprado una cerveza.

Recordé cuando me dijo: “Le conté a mi amiga que eres un buen follador”.

Bo había vuelto tan sólo por el placer de disfrutar junto a mí de otra inolvidable sesión de sexo.

61
PROMISCUO

-9-
Sawa

De camino al almuerzo, entré a una tienda de teca que había visto con anterioridad cerca del templo
de Pattayai. Así como el oro es el metal más noble, la teca es la reina de las maderas. Un hombre
mayor, mestizo chino-tailandés, estaba sentado tras el mostrador. Hablando en tailandés, el señor
Wei Chang y yo entablamos amistad. Su teca, autóctona del sudeste asiático, provenía de Laos.

La excelente calidad y el bajo precio de sus productos me hizo pensar en Mateo, un amigo cordobés
que importa muebles y materiales de construcción. Le comenté a Wei Chang que me gustaría
exportar su teca tallada y sus suelos de parqué a Europa. Wei Chang me invitó a visitar su fábrica en
Laos e incluso me ofreció hospedaje en su propia casa en Vientiane, la capital de esa república.
Sé que soy fotógrafo y reportero, pero no estaría de más hacer un dinero extra con la exportación.

Había oscurecido ya cuando sonó el teléfono. Me alegró comprobar que era Lek, la muchacha que
había pasado la noche con César y a la cual le había dejado la tarjeta de visita de mi hotel. Dijo que
vendría a mi habitación sobre las nueve o las diez.

El teléfono volvió a sonar a eso de las nueve y media, despertándome de un maravilloso sueño.
Aturdido, contesté y la recepcionista me preguntó: “¿Está usted bien? Tiene señorita, Lek”.

Lek subió. Llevaba vaqueros, un top azul, y calzaba zapatos de plataforma abiertos por los dedos.
Tenía un aspecto inmejorable. Parecía que sus tetas fuesen a reventar de un momento a otro.

Se tendió un rato. Hablamos y jugamos juntos al solitario en mi ordenador. Ganamos la primera


partida, para mi sorpresa y su deleite.

El Año Nuevo en Tailandia y Laos se denomina Songkran y se celebra el 14 de abril. Para los
extranjeros, es también conocido como el Festival del Agua. Esta celebración pone fin a la
temporada seca y da paso a la temporada de lluvias –que regarán las cosechas-. La gente sale a la

62
PROMISCUO

calle armada con cubos y pistolas de agua para empaparse y untarse de polvos unos a otros durante
toda la semana que duran los festejos. En esta fecha comienza la temporada baja para el turismo.

Lek y yo salimos a saciar el apetito. El Songkran había transformado el aspecto de Beach Road.
Se había llenado de puestos ambulantes que vendían de todo, desde comida caliente hasta utensilios
para el hogar. Comida, ropa, souvenirs, antigüedades, juguetes, pistolas de agua para el Songkran,
adivinos que leían la palma de las manos y astrólogos. Para mis intereses, este hecho suponía una
auténtica faena, pues la marabunta de puestos ambulantes había desplazado a las jóvenes que se
sentaban bajo los cocoteros a la espera de turistas extranjeros.

Mientras comíamos, contemplé a Lek. Su belleza perfecta me recordaba a las bellezas clásicas que
había visto en los templos excavados en la roca. Tenía dieciocho años y me dijo que hacía tres
meses aún era virgen y trabajaba de cajera en una de las muchas cervecerías que pueblan Pattaya.
Un inglés, a quien describió como grande y con dinero, quiso pagar por llevársela. Lek me confesó
que ella se había negado, pero la mamasan [encargada] la había ‘animado’ a aceptar, pues ya había
negociado con el cliente una cita en la cual, supuestamente, él sólo la invitaría a comer y a tomar
algo. Cuando llegaron a la habitación, Lek preguntó que dónde estaban la comida y los refrescos.
Para ese momento, el tipo ya había cerrado la puerta por dentro con llave. Historias como esta son
el pan nuestro de cada día en Asia.

Cuando terminamos de comer, Lek me dijo que creía tener fiebre y que no se encontraba nada bien.
Toqué su frente y estaba ardiendo. “Creo que no voy a poder pasar la noche contigo”, me dijo.

“OK, no te preocupes. ¿Me llamarás de nuevo?”

“Sí, yo te llamo”.

Pasamos por el bar donde trabajaba su madre, Lek nos presentó y allí la dejé.

A lo largo de un tramo del paseo de la playa donde no había puestos ambulantes, encontré a un
grupo de chicas a la espera de farang. Ninguna llamó especialmente mi atención, así que seguí
andando. Es difícil encontrar a una chica que sea atractiva si las comparo con la jovencita Lek,
con su cara finamente esculpida y sus tetas turgentes.

Estaba claro que esa noche me iría solo a la cama. De regreso a casa, un pequeño grupo de chicas
captó mi atención. Una de ellas, joven y guapa, estaba sentada de cara al mar. Me acerqué al grupo,
pero ella me ignoró. Las otras fueron demasiado directas, sobándome y de guasa, queriendo que me
las llevara al hotel. La más guapa del grupito que me apabullaba me preguntó: “¿No te gusto?”

“No pago por mujeres casadas ni por mujeres con hijos”.

“Yo tengo, pero mi amiga no tiene”, dijo señalando a la chica sentada de espaldas: “¿Te gusta?”

“Me gusta, pero yo no le gusto a ella”.

“Es que está esperando por un irlandés, le dijo que volvería a buscarla”.

63
PROMISCUO

Miré mi reloj y ya pasaba de la medianoche. La chica que me gustaba se había vuelto hacia mí.
“Khun suay mak mak [eres muy muy guapa]”, le dije. Ella me dio las gracias y sonrió mostrando
unos dientes perfectos. Me fijé en sus tetas sobresalientes y en su estrecha cintura.

Por fortuna para mí, comenzó a chispear. La débil lluvia, junto con la hora tardía, la convencieron
para que dejara de esperar por el irlandés. Le pregunté que si quería venirse conmigo.

“¿Cuánto me pagas?”, preguntó.

“Quinientos”, le respondí mientras la cogía de la mano y comenzábamos a caminar. No di pie ni a la


negociación, pues sabía que quinientos baht eran dinero suficiente.

Cuando echamos a andar, ella preguntó: “¿Tiempo corto?”

“Eso depende de ti. ‘Tiempo corto’, OK. ‘Tiempo largo’, OK. Tú misma”.

Al poco rato, me di cuenta de que había olvidado preguntarle si ‘fumaba’. Miré su preciosa cara,
bonita melena azabache y voluptuoso cuerpo. Quiero follármela, ya se verá si ‘fuma’ o no ‘fuma’.
Llovía con más intensidad y nos apresuramos.

La gente en Tailandia considera un buen augurio que la lluvia se presente durante la celebración del
Songkram.

Ya en la habitación, conectamos la MTV y nos sentamos a los pies de la cama bromeando y


recuperándonos de la carrera. Sawa metió la mano bajo su ceñido top y se quitó el sostén. Yo le dije
sorprendido: “Nom [pechos] igual de grandes con sujetador que sin sujetador”. Aún no se las había
visto, pero a través de la tela de su top podía apreciar que sus tetas seguían siendo grandes y firmes.
Suele ser frecuente en estas muchachas el uso de sujetador con relleno, pero Sawa no era el caso.
Esa apreciación la hizo sonreír, orgullosa. Tras enrollarse una toalla, se desvistió bajo la misma.

Me duché y esperé en la cama a que Sawa acabase también de ducharse. Es el ritual. Vino con la
toalla ajustada sobre sus firmes pechos, que superaban con creces la media asiática, y se sentó a mi
lado en la cama. Nos recostamos entre cojines contra la cabecera de la misma.

Comencé a besar su cuello delicadamente al tiempo que le arrebataba la toalla, dejando


libres sus senos. “¡Uauh! ¡Qué maravilla! ¡Qué tetas tan hermosas!”. Su cara y su cuerpo
eran bellos también. Las amplias y oscuras aureolas de sus pechos parecían dos
monedas de chocolate alrededor de sus protuberantes pezones. Acerqué la boca a la que
tenía más cerca y comencé a succionar como un bebé hambriento. Atenta, ella sostuvo su
pecho en la mano y me lo ofreció a modo de cena caliente.

“Pequeñas”, dijo ella.

“¿Pequeñas?, nada de eso”. Ahora, con una de sus tetas en cada mano, se las acariciaba
y chupaba alternativamente, una primero y luego la otra. Su coño lucía un negro parche
de vello rasurado que ya había crecido un poco, aunque no demasiado todavía. Raspaba
como una barba de días.

64
PROMISCUO

Tras venerar sus pechos durante un buen rato, pensé en la cabeza que aún no había sido
negociada: la de mi polla. Había estado masajeando y masturbando su coño mientras le
chupaba ambas tetas y ella había comenzado a mostrar signos de excitación. Me recliné
apoyado en la almohada y dirigí su cabeza en dirección a mi rígido miembro. Ella ya había
estado acariciándolo con su mano y se lo metió en la boca. ¡Bingo! Aparté su melena para
poder contemplar el acto. Fijándome en el espejo al otro lado de la cama, tenía una vista
perfecta de Sawa introduciéndose mi polla en la boca. No era la mejor mamadora del
mundo, pero lo hizo sin prisas durante largo rato. Mientras chupaba, yo dejé deslizar los
dedos de mi mano por detrás de su trasero hasta alcanzar la hendidura que se ocultaba
entre sus labios y comencé a moverlos pausadamente en su interior. Siempre es
agradable en estas circunstancias recibir una húmeda bienvenida, ella estaba empapada.

¿Hay algo más maravilloso que un coño jugoso? Se lo dije y ella pareció volver a sentirse
orgullosa por mi apreciación.

Quise que el favor fuese recíproco, así que trasladé su cuerpo hacia los pies de la cama.
Con Sawa tumbada de espaldas, me coloqué sobre ella con los codos a la altura de sus
caderas y las rodillas más allá de sus hombros. Hice hacia atrás con mis dedos la
capucha de su clítoris, desnudándolo, y comencé a lamer la perla rosa que de allí
emergía. Introduje su clítoris entre mis labios y lo refregué con la lengua. Mientras lo
devoraba, ella seguía chupándome la polla. La técnica que le faltaba la suplía con
entusiasmo y entrega. No puedo afirmar si se corrió mientras me la merendaba para
cenar. Ella estaba muy caliente y parecía flotar en una nube de placer, gimiendo y
oprimiendo su coño contra mi boca.

Encendimos las luces y pude disfrutar del espectáculo de su cuerpo desnudo. Me


despegué ligeramente de su lado, alcancé un condón y lo desenrollé a lo largo de mi
verga enhiesta apoyándome contra las almohadas a la cabecera de la cama. Quería
estrujar y disfrutar de sus tetas al máximo y tener a tu chica sobre ti mientras follas es la
mejor forma de acceder a las mismas. Sentándoseme encima con sus piernas rodeando
mis caderas, introdujo en su vagina la cabeza de mi instrumento y se dejó caer poco a
poco empalándose el tronco hasta el fondo. Yo tenía una de sus maravillosas tetas en
cada mano, masajeándolas a medida que ella se movía en círculos sobre mí. Echando la
cabeza hacia adelante, pude también chupar sus pechos mientras follábamos, lamiendo
apasionadamente una teta y otra, una y otra vez. Me incorporé de rodillas con los pies
bajo el culo y con Sawa en mi regazo, sostuve sus carnosas nalgas con ambas manos y
la atraje hacia mí, agachando la cabeza para pasar mi lengua alrededor de sus aureolas y
succionarle los pezones. Ella se mantuvo excitada todo el tiempo, siempre activa con un
movimiento calmo y emitiendo gemidos de placer.

Con mi polla en su interior, la tumbé de espaldas sobre el colchón, donde le ofrecí un


deleitante bombeo. Sostuve sus piernas con los brazos y comencé a metérsela de nuevo.
Ella movía el culo hacia arriba y hacia abajo respondiendo a mis embates. Desplacé mi
mano hasta el condón para asegurarme de que aún siguiese húmeda. Me gustó

65
PROMISCUO

comprobar que ella estaba quizás más mojada, jugosa y lubricada que antes. ¡Una
hembra de bandera!

Después de follar durante un buen rato con Sawa debajo, la alcé y me acomodé contra la
almohada, dejándola de nuevo sobe mí. Comencé a jugar son sus tetas mientras ella
deslizaba el coño una y otra vez, introduciéndose dentro todo el grueso y todo el largo que
se le ofrecía. No se movía arriba y abajo, sólo presionaba mi verga hacia su interior con
fuerza, con un ritmo constante, manteniendo su pubis firme contra mi pelvis. Flexioné las
caderas hacia arriba para acentuar sus movimientos, para acentuar su placer. Así
permaneció durante largo rato, tranquila y concentrada en busca del clímax. Pero para mi
sorpresa, sentí que era yo quien se acercaba al punto sin retorno. Debía enfriar mi llama,
no quería correrme aún. Quería disfrutar y hacerla disfrutar durante muchísimo más rato.
No estaba del todo seguro de si ella ya habría alcanzado o no el umbral del orgasmo.

Dejé de moverme y Sawa también lo hizo. Le pedí que rotara sobre el eje de mi polla de
tal modo que quedase ahora de cara a mis pies en la postura romana. Se sentó erguida,
deslizándose mi miembro dentro y fuera en su interior. ¡Qué fantástica sensación! Se
elevaba tanto que sólo la punta de mi polla quedaba dentro de ella, para luego dejarse
caer y prensar su coño contra mi pelvis. Así permaneció, deslizándose una y otra vez
durante un lapso exquisito de tiempo. Yo sujetaba con mis manos su cintura, bastante
estrecha para ser una chica con unas tetas y un culo tan voluptuosos.

Entonces se inclinó hacia adelante sobre sus manos y sus rodillas, con la cabeza cerca
de mis pies, ofreciéndome así unas maravillosas vistas de su primoroso culo y de mi polla
penetrando dentro y fuera de su rico coño. Me aferré a sus caderas, empujando y
atrayendo. “Qué hermoso culo tienes”, le dije entre gemidos. La empujaba tan lejos como
podía sin dejar que mi polla se saliese de su interior y la volvía a atraer hacia mí con tesón
en desplazamientos largos y perseverantes. No debía ni moverme, sólo tenía que
mantener su grupa deslizándose suavemente sobre mi polla con una cadencia regular y
continua. Asombroso.

Disfrutar de la perspectiva que Sawa adrede me ofrendaba, me incitó a follármela a cuatro


patas. Encogiendo la pierna izquierda, enderecé la espalda y elevé su grupa hasta la
posición del perrito. Ella, que había provocado este cambio de postura presentándome tal
panorámica de sus encantos, colaboró.

Empecé a follarla por detrás, bombeando fuerte contra su firme culo, con una mano
presionándole las tetas y con la otra masturbándole el clítoris. Disfrutamos de un
momento excepcional. Su coñito estaba caliente y húmedo, y Sawa sabía cómo
mantenerme empalmado aprisionando mi polla entre los músculos de su vagina. Esta
jovencita de culo firme y rollizo, hermosas tetas y chochito rasposo, era distinta al resto.

La tumbé de nuevo de espaldas y, con sus piernas apoyadas en mis hombros, volví a
penetrarla. Sentí que se acercaba definitivamente el momento de correrme. Así era. No

66
PROMISCUO

habíamos estado en la faena ni siquiera cuarenta minutos, pero don cipotón no aguantaba
más. Ya no había marcha atrás. Nos amamos enérgicamente, moviéndonos al unísono, y
al fin mis testículos derramaron toda su carga de profundidad en los adentros de esta
esplendorosa muchacha.

Estaba un tanto perplejo por mi falta de habilidad para follar indefinidamente reteniendo el
orgasmo y sin sentir la necesidad de correrme con tanta urgencia. Sé que puedo resistir
mucho más, pero Sawa engatusaba mi semen y lo succionaba hasta salir hacia el interior
de su coño. Definitivamente, había algo en ella que la hacía diferente al resto de chicas.
¿Serían sus tetas? No, no era sólo eso. Era su intensidad ralentizada y pasional... Era
todo en ella, ¡qué demonios!

Nos duchamos. Departimos. Se vistió. Le di un billete morado de quinientos baht y Sawa dijo que le
gustaría volver a verme mañana por la noche. Le extendí una tarjeta con mi número de teléfono.

Todavía desconcertado tras haberme corrido tan pronto, le pregunté: “¿Aún te gusto un poco?”

“Chawp [me gustas]”, aseguró. “Esto no ha sido más que un ‘tiempo corto’”, añadió. “Estaremos
juntos más veces, tal vez nos amemos”.

Dicho esto, se marchó.

Golfo de Siam

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PROMISCUO

Make love, not war!


68
PROMISCUO

69
PROMISCUO

Libro dos

TAILANDIA

70
PROMISCUO

Queremos recuperar el culto a la erección, al hedonismo.


Escribir sobre lo biológicamente apetecible
es algo inmanente a todos los tiempos, a todas las geografías.
-Luis García Berlanga

71
PROMISCUO

-10-
Joy

Al despertar el miércoles día doce de abril, lo primero que se me vino a la mente fue la imagen de
Sawa. Hacer el amor anoche con ella había sido una experiencia maravillosa, rayana en lo místico.
Habíamos planeado vernos de nuevo esta noche. Eran las vísperas del Songkran.

El Songkran tiene lugar en Tailandia y Laos anualmente del 13 al 15 de abril, aunque se prolonga a
lo largo de toda la semana. Se trata de la conmemoración del Año Nuevo lunar. Durante esta
celebración, se bañan las imágenes de Buddha y los jóvenes refrescan con agua las manos de
monjes y de ancianos en señal de respeto. Suele acabar en una fiesta de agua y ‘polvos’ en la que
nadie acaba seco. Todo el mundo tiene la posibilidad de desahogarse en este tan singular festival.

Me levanté temprano y salí a comprar mangos y papaya. Desayuné la fruta en mi habitación, lavé a
mano unas cuantas camisetas y las colgué en la terraza. Pensé en llamar a Sawa pero, conociendo
cómo duermen las ‘mujeres de la noche’, supuse que sería mejor llamarla después del mediodía.

Al despedirnos antes de llevarme a mi hotel a Cherry hace un par de noches, le había dicho a Kimi
(mi nuevo camarada escandinavo) que seguramente pasaría a visitarlo hoy a las doce. Camino de su
habitación, transité junto a unos cuantos juerguistas que celebraban el Songkram en Beach Road.
Una muchacha salió de una de las cervecerías con una pasta blanca en sus manos hecha de polvo
húmedo y aprovechó mi pulcritud matutina -ellos estaban de amanecida- para restregarme la pasta
por toda la cara y el pelo. Su amiga me apuntó con una pistola –realmente era una ametralladora-
de agua y me empapó la camiseta y los pantalones: “¡Sabai dee pi mai [Feliz Año Nuevo]!”, gritó.

Cuando toqué a la puerta de Kimi, este aún dormía. Abrió algo atontado y me invitó a que pasara.
“Tengo dos preguntas que hacerte, Kimi: ¿quieres que almorcemos juntos? y ¿quieres que salgamos
por ahí esta noche?” El larguirucho escandinavo contestó que vendría a almorzar conmigo. Mientras
se preparaba, comenzó a toser y tuvo que succionar el inhalador de cortisona que tenía a mano.

Mañana, Año Nuevo tailandés, sería su último día en Asia antes de regresar a la vieja Europa.
Exgranjero de profesión, este era su primer viaje a Oriente. Me confesó algunas intimidades:
supe que ¡Kimi no se había acostado con una sola mujer en cinco años! Es cierto que durante su
estancia de dos semanas aquí en Pattaya se había llevado consigo a una muchacha, pero ese único
intento había resultado fallido. Kimi era un hombre enfermizo e incapaz de alcanzar una erección.

Nos sentamos a almorzar en un restaurante vegetariano y hablamos frente a sendos platos de fideos
de arroz con algas, soja y tofu, y de dos zumos naturales de fruta tropical. Se come de maravilla en
Tailandia, aunque: ¡ojito con el picante! (pet pet). En cuanto terminamos de comer, llamé a Sawa.
Su compañera de habitación me dijo que ya había salido y lamenté no haberla llamado esta mañana
cuando pensé en hacerlo. Lo intenté de nuevo antes de irnos del local, pero ella aún no había vuelto.
Le pedí a su compañera que si Sawa regresaba pronto, hiciese el favor de decirle que me llamase.

72
PROMISCUO

Todos los organismos oficiales permanecerían cerrados jueves y viernes con motivo del Songkran,
y también sábado y domingo, como es habitual. Mi visado de treinta días expiraba mañana jueves.
Si no acudía a la oficina de inmigración hoy mismo antes de que cerrasen, mi visado superaría el
tiempo permitido. Esto puede acarrear problemas. Si es por pocos días, al salir del país hay que
pagar quinientos baht de penalización por cada día de sobreestancia. Si es por más tiempo… ¡malo!
Cuando bajábamos por Soi 8, fuimos retenidos por unas peligrosas muchachas con ‘armas de agua’.
Yo sonreí, pero eché a correr intentando minimizar el impacto del baño que nos iban a propinar.
Llevaba conmigo en la riñonera mi pasaporte, fotos de carnet y algunos chismes en los bolsillos.
Dos de las chicas me dispararon sus ráfagas mientras echaba a correr, atrapándome en medio de un
fuego cruzado. Afortunadamente, mi riñonera era impermeable. ¡Sabai dee pi mai!

Completamente empapado, alcancé la oficina de inmigración. Los oficiales fueron muy amables.
Me dijeron que era un hombre atractivo –las cosas de los tailandeses- y me extendieron un nuevo
visado de diez días. Debía salir del país en once días: ¿me iría a Laos o a Camboya? Quería visitar
ambos países y también Vietnam. Al regresar a Tailandia, me sellarían otro visado de treinta días.

Kimi no se encontraba lo suficientemente bien como para salir de fiesta esa noche. Nos despedimos
y volví al hotel. Ninguna llamada para mí. Salí a comprar provisiones y llamé de nuevo a Sawa.
Nada. Regresé al hotel y, subiendo a la habitación, me tropecé con una bonita y sonriente muchacha
sentada al final de las escaleras. Parecía haber venido a verme, aunque no conseguía reconocerla.
Entonces caí. Era la chica de turgentísimos pezones que había dejado una mancha de sangre en mis
sábanas un par de días atrás y que me había prometido regresar en cuanto se le fuese el periodo.
“¿Cómo coño se llamaba?…¡Bo!” “Sawasdee khrap. Khun sawasdee mai? [Hola. ¿Cómo estás?]”.

Bo me preguntó que si había alguna chica y le dije que no. Ella aún tenía la regla. La invité a pasar.
Estaba realmente guapa. Ya en mi habitación, me preguntó: “¿Te tiraste a alguna chica anoche?”
No contesté. Le cosquilleé las costillas y bromeé diciéndole que no debería hacerme esas preguntas.
“Anoche te vi pasar frente al Seaview con una chica”. Con su mano me señaló el largo de la melena
a mitad de la espalda de Sawa como prueba de que realmente me había visto acompañado por ella.
Aunque sonreía y estaba aparentemente feliz de volver a verme, Bo acercó su puño a mi cara.

¿Realmente me había visto anoche pasar con Sawa o estaba utilizando una estratagema para ver si
yo picaba? ¿Habíamos cruzado Sawa y yo frente al Hotel Seaview? ¿Qué estaba sucediendo aquí?
Tras haber pasado una noche conmigo, Bo estaba mostrando signos de posesividad. Era halagador y
desconcertante a un tiempo. ¿Me había estado la pequeña Bo vigilando mientras tenía la regla?

Tuvimos los usuales problemas de comunicación por hablar idiomas distintos y consideramos mejor
entendernos con el lenguaje de los cuerpos. La masajeé. Descubrí sus pezones y jugué un poco con
ellos. Luego conecté el portátil y, tras unas cuantas partidas al solitario, ganamos nosotros.

Bo debía de ir a casa de su madre. Le volví a alcanzar una tarjeta del hotel con mi nombre y número
de habitación anotados en ella. Quedamos en que la próxima vez sería mejor que llamase antes de
venir a visitarme, aunque le declaré que siempre me hacía feliz verla. Mejor evitar otra escena como
la de hacía unos días con Nat y Hua en la puerta de mi habitación, cuando se increparon a la cara la
una a la otra. Aunque aquel cruce de palabras no había pasado a mayores, una pelea de tigresas era
una posibilidad latente… y Bo parecía celosa. Todas lo son cuando cuidan de su hombre.

73
PROMISCUO

No tengo necesidad de complicar mi tiempo con peleas, corazones partidos ni sentimientos rotos. Ni
pretendo limitarme a una sola chica. ¡Claro que necesito una compañera para el resto de mi vida!,
pero no pretendo encontrarla en Beach Road. Al contrario, todos mis mini-affaires aquí habían
terminado en el momento justo, favoreciendo así el desfile de cerca de veinte chicas fogosas por mi
cama a lo largo del mes que había pasado en Pattaya. Incluso ahora que estaba loco por follarme a
Sawa otra vez esta noche, ya planeaba -y me preocupaba- nuestra inevitable e inminente ruptura.
Sawa había dicho: “Si estamos juntos más veces, tal vez nos amemos”, pero yo sólo deseaba volver
a tener el placer de disfrutar con ella y de jugar con sus prodigiosas tetas unas pocas veces más.

Bo se marchó y me senté a trabajar en el ordenador portátil, escribiendo acerca de Sawa y deseando


hacer de nuevo el amor con ella.

A las nueve salí a pasear por Beach Road. Multitud de vendedores temporales y turistas jaraneros
invadían las aceras con motivo del Songkran. El ambiente era colorido y estaba de bote en bote.
Una de las amigas de Sawa me dijo que no la había visto hoy. Le dije que pasaría después de cenar.

Me subí a un songthaew y puse rumbo a mi restaurante favorito. Tras la cena, paré otro songthaew y
regresé a la playa. Todavía tenía esperanzas de encontrar a Sawa esa noche.

Hablé con varias muchachas pero ninguna me atrajo lo suficiente como para llevármela al hotel. Vi
a algunas chicas preciosas vendiendo y otras comprando en los puestos ambulantes, aunque no creo
que en ese momento ni unas ni otras estuviesen buscando clientes sexuales. Resultaba, no obstante,
difícil distinguir entre las chicas ‘freelance’ y las que simplemente celebraban el Songkran.

Me encontré con otra amiga de Sawa y me detuve a hablar con ella. La muchacha me aclaró:
“El noviete de Sawa regresó hoy de Alemania. Ella quiere estar contigo pero no puede”. Bueno,
esto explica por qué me había sido imposible contactar con ella en todo el día.

Mi cabezote se llevó una gran desilusión pero mi cabeza se dijo: Perfecto, he estado planeando
cómo podría romper con Sawa y he aquí la solución.

Si hay suerte, tal vez a Bo se le vaya la regla mañana. Espero que no esté demasiado sentenciosa.
Yo sólo necesito fotografiar modelos, no necesito que un pequeño y celoso caramelito me diga qué
es lo que puedo y lo que no puedo hacer, aunque aún quiero volvérmela a follar unas cuantas veces
más.

El jueves trece de abril, día de Año Nuevo en Tailandia, llovía. ¡Bien! Los tailandeses consideran
un buen augurio el hecho de que llueva durante la celebración del Songkran, el ‘Festival del agua’.

Me pasé la mañana en la habitación, trabajando en el ordenador. Eran cerca de las doce y media,
hora de comprobar si mi amigo Kimi estaba preparado para otro saludable almuerzo vegetariano.
Estaba convencido de que usar Viagra no sería una respuesta propicia para la impotencia que Kimi
padecía. En su lugar, una paciente y dulce muchacha que le realizara una buena mamada sería el
antídoto idóneo. Es del todo impensable que un hombre visite Pattaya y se vaya de aquí sin follar.

74
PROMISCUO

La lluvia había cesado momentáneamente cuando salí. Seleccionando un itinerario entre estrechos
callejones por la parte trasera de los bares y atravesando un pequeño descampado, conseguí llegar a
la habitación de Kimi sin ser atacado por el fortísimamente armado ejército de agua del Songkran.
Toqué a la puerta dos veces pero no hubo respuesta. ¿Habrá salido? ¿Se habrá muerto? Me figuro
que, de haber salido, los propietarios me lo habrían advertido antes de dejarme subir la escalera.
Preocupado, aporreé la puerta con insistencia, clamando su nombre. Finalmente, oí señales de vida
y Kimi abrió. De nuevo volvió a repetir su ceremonial mañanero de tos e inhalaciones de cortisona.

A Kimi le apetecía que almorzásemos juntos. Beach Road estaba muy cerca, imaginé que podíamos
llegar hasta la esquina y, una vez allí, subirnos a un songthaew sin que nos empapasen. Entre
nosotros y la esquina había una adolescente con una enorme metralleta de agua. Estaba distraída
hablando y pensé que si no la mirábamos podríamos pasar desapercibidos. Avanzamos… ¡Splash!
Me disparó por la espalda empapándome completamente. Corrimos a toda prisa hacia la esquina.

Beach Road había sido tomada por una marabunta húmeda y ni un solo songthaew pasaba por allí,
así que nos apresuramos a cruzar la calle hacia el lado de la playa. En el lado opuesto, la multitud se
atacaba con enormes jeringas, cubos, mangueras, pistolas, metralletas y hasta cañones de PVC.
También eran atacados los pocos vehículos que osaban atravesar aquella jungla líquida. Supuse que
en el lado de la playa estaríamos a salvo de las ráfagas de agua, pero volvieron a empaparnos.
Afortunadamente, un songthaew paró y nos subimos apresuradamente a su abierta cabina trasera.
A medida que descendíamos por la calle, la gente disparaba a nuestra furgoneta, ensopándonos a
nosotros y al resto de pasajeros. El Songkran en Tailandia es algo digno de vivir. Le recordé a Kimi
que se celebraba así la llegada de la temporada de lluvias. ¡Si no llueve, no habrá arroz y sí pobreza!

Ya en el interior del restaurante, pude ver a un tipo que desde el volquete de una camioneta llenaba
un cubo de agua de un enorme bidón y se lo arrojaba en el casco a un motorista. También observé al
conductor de un autobús turístico de dos pisos disparar agua desde su ventana… ¡Feliz Año Nuevo!

Esperaba que la pequeña y celosa Bo volviera hoy. Había decidido pasar el resto de la tarde en mi
aposento, donde ella o Lek o Sawa o… pudieran encontrarme. Kimi me acompañó a la habitación.
Le propuse que viniera conmigo al Narcissus para que viera el coño-show, pero me dijo que hoy
tampoco podría salir de bares puesto que era su última noche en Tailandia y, además, le preocupaba
el humo de los locales cerrados. Así que se sentó y le ofrecí leer “Comienza el show” en mi portátil.

También leyó “Uob”, en el que se incluye una pequeña referencia a Joy. “¿Quieres ver su foto?”

“Desde luego”.

Le enseñé una foto de Joy y otra de la bellísima Uob. No había visto a Joy desde hacía al menos una
semana, demasiado tiempo para mi gusto. Tras haber follado con ella unas cuantas veces, comencé
a pensar que sería mejor dejar de vernos. Ella había seguido llamando y viniendo a mi habitación a
intervalos de dos o tres días. Follábamos magníficamente bien, pero yo quería probar nuevas chicas.

Kimi dejó el portátil y me indicó que se echaría un sueñecito en el sillón, permitiéndome escribir.
Retomé el capítulo que había comenzado a escribir sobre Joy hacía un par de semanas. Describí con
detalle la ardiente noche en que nos conocimos, sus gemidos y sus gritos de placer abandonada a mi
voluntad, a merced de mis apetencias… y de su completa satisfacción.

75
PROMISCUO

La pequeña Joy, con su negra melena hasta la cintura y sus ojos de muñequita china, jugó un papel
realmente importante en mis primeros días en la ciudad. Joven y esbelta, con firmes tetas, ella fue la
primera chica aquí que colmó mis deseos. Me había animado cuando estaba entristecido en Pattaya.

Joy era especial –pensé- con sus interminables orgasmos, sus gemidos constantes y sus alaridos.
Una noche en la que habíamos terminado de hacer el amor, Joy me dijo que deseaba irse a casa.

“¿Por qué quieres irte? ¿Tienes novio tailandés?”

“No tengo”.

“¿Entonces?”

“Tengo chica”.

“¿Te gustan las mujeres y no los hombres?” Le pregunté algo sorprendido.

“Me gustan los hombres. Me gustan las mujeres. Me gustan más las mujeres”.

La pequeña Joy se había mostrado siempre tan excitada chupándomela y follándome que nunca
sospeché acerca de su bisexualidad. Este hecho no supuso un obstáculo para mí. Prefiero una chica
que haga el amor con otra chica, a una que folle y se las mame a otros tíos. Yo no quería que me
amara de todos modos… y practicábamos un sexo ardiente. Desde luego que Joy también se habría
estado tirando a otros farang los días en que no quedábamos, por eso nunca se la veía en la playa las
noches en que no me llamaba para venir a mi habitación y ganarse los quinientos baht de rigor.

Oscureció y Kimi se levantó para irse. Esta era nuestra despedida. Estreché su mano entre las mías,
le di un abrazo y le deseé de corazón que todo le fuese bien y que su salud mejorara.

Sonó el teléfono. Cuando contesté, Kimi ya se había marchado. Joy al aparato, ¡vaya casualidad!

“¿Estás con alguna chica?”, me preguntó.

“No. Tal vez más tarde venga una”.

“No tengo dinero”, dijo Joy. “Voy a verte”.

“¿Que vienes cuándo?”

“Diez minutos”.

Cuando Joy llegó a la habitación, le dije que justo estaba escribiendo acerca de ella cuando llamó.

“¿Jing jing [de veras]?”

“Jing jing. Te lo enseñaré, ¿quieres?”

“Yo no sé leer en tu idioma”.

“Ah, claro. ¿Te lo leo?”. El alfabeto tailandés y el alfabeto latino son totalmente distintos, de ahí los
problemas de entendimiento y de comunicación verbal que suelen surgir a veces con las muchachas.

76
PROMISCUO

Leí en voz alta moviendo el cursor bajo cada palabra e intentando traducir algunas expresiones a su
idioma. Cuando terminé de leer, le pregunté: “¿Te gusta?” Joy asintió de manera entusiasta.

Jugamos al solitario en mi ordenador y, tras unos cuantos intentos, ganó ella. Yo estaba contento y
ella estaba encantada. Una noche lo había intentado durante horas, como una jugadora compulsiva.
Celebrábamos su victoria dando saltos. ¿Quieres jugar otra vez?, preguntó el ordenador: “No”.

“¿Quieres jugar conmigo otra vez?”, le pregunté a Joy invitándola a practicar sexo.

Ella entendió, aunque respondió: “No”. Sabía que acabaríamos follando, pero Joy prefería esperar.
Se vio hasta el final un show televisivo de humor en el cual un hombre quedaba embarazado.

“Ve a ducharte”, me ordenó la pequeña Joy. Eso significa: “Vamos a follar”. Aquí el ritual
es así, ambos deben ducharse antes y después del acto. Cuando regresé de la ducha,
ella estaba sentada con la toalla enrollada alrededor de su cuerpo, preciosa. Era su turno.
Cambié de canal y puse la MTV, que nos proveería de música durante nuestra danza
sexual. Me tumbé contra los cojines y empecé a menearme la polla un rato, conseguí una
potente erección como preludio de lo que estaba por venir.

Joy es una mujer fogosa. Decidí dejar que me la mamara antes de comenzar yo a
chuparle las tetas, frotar su coño o besar el lóbulo de sus orejas. Usualmente se vuelve
loca cuando juego con su raja mientras me la mama, retorciéndose e incluso
atragantándose algunas veces en un delirante frenesí.

Cuando por fin se metió en la cama, jugué con sus pezones un poco pero no quería que
se excitara demasiado. “Chúpamela”, le dije mientras la guiaba en esa dirección. Joy se
acomodó a cuatro patas entre mis piernas y se metió la polla en la boca. Comenzó a
deslizarla arriba y abajo, tragándose el total de la herramienta. Yo había estado follando
hacía ya unas veinte horas y pensar en el polvo de anoche con Sawa me excitó
sobremanera. Aparté a un lado la melena de Joy para poder observar su linda cara
deslizándose arriba y abajo sobre mi cipote. Su boca y mi polla estaban muy húmedas,
podía ver brillar la saliva con la débil luz que proporcionaban el cuarto de baño y el
televisor. Aún no le había tocado el coño y mi estrategia parecía estar surtiendo efecto:
Joy continuaba caliente y se tragaba mi polla una y otra vez sin atragantarse. Era la mejor
mamada que jamás me había hecho.

“Me alegra muchísimo que hayas venido a verme hoy”, le dije con sinceridad, afectado por
la marcha del enfermizo Kimi y por el fiasco de no haberme podido volver a acostar con
Sawa. Esta noche Joy estaba poniendo en práctica una técnica magnífica para realizar la
felación. Solamente había conocido a una chica, una filipina, que la realizara de manera
voluntaria y efectiva. Cada vez que Joy descendía con su boca a lo largo de mi polla,
giraba su cabeza torciéndola hacia un lado y consiguiendo que el bulto de mi polla
enhiesta sobresaliera por sus cachetes, alternando estos una y otra vez: unas cuantas
acometidas con el derecho, otras tantas con el izquierdo y así sucesivamente (sus
movimientos no eran tan regulares y mecánicos como los de la filipina, con Joy todo era
más salvaje y aleatorio). Mientras tanto, no dejaba de chupar, salivar y frotar mi pollón con

77
PROMISCUO

su lengua, dedicando especial atención al brillante y rojizo glande. Las palmas de sus
manos se apontocaban en la cama, pero he comprobado que mamarla sin apoyarse da
aún mucho más placer.

Paró y se tumbó. Me habría encantado que su felación continuara para siempre, pero
realmente ya me la había estado mamando durante un larguísimo rato. No me puedo
quejar en absoluto. Jugué un poco con su coño y con sus tetas, me puse un condón y
comencé a follármela sin más preámbulos.

Como era usual en ella, Joy galopaba, gritaba, gemía, jadeaba y clamaba mi nombre.
Como era también usual, yo me preguntaba si mis vecinos de hotel y las chicas que
follaban con ellos en sus habitaciones estarían escuchándola y lo que pensarían. Estaba
contento de no haber hecho que se corriera esta vez hasta que terminara de chuparme la
polla. Su mamada había sido, definitivamente, la mejor y más duradera de todas cuantas
me había realizado con anterioridad. ¡Qué chiquilla esta!

La penetré de espaldas sobre la cama, de lado, en mi regazo y de nuevo tumbada de


espaldas. Joy gritaba: “¡Bang! ¡Oh! ¡Bang! ¡Córrete! ¡Córrete! ¡Bang!” Sosteniendo sus
corvas con mis brazos, comencé a golpear su interior con un ritmo fuerte y rápido. No
sentía la urgencia de correrme aún, pero no pretendía seguir bombeando por mucho más
tiempo. Con cada empujón hacia adentro, la atraía contra mi pelvis. Sus caderas y su culo
se alzaban para recibir cada acometida. Sin duda, la gran mamada preliminar había sido
el punto álgido y más exquisito de toda esta sesión de sexo. Disparé mi carga de
profundidad y me mantuve dentro de ella de rodillas durante un rato, mientras los
espasmos musculares de su estrecho coñito aún continuaban presionándome la polla. No
dijimos nada, sólo la miré a sus preciosos ojazos orientales. Las asiáticas de ojos
rasgados son mi perdición.

Nos duchamos de nuevo y deposité quinientos baht bajo su teléfono móvil, a modo de pisapapeles.
Darle a las chicas la pasta en mano me causa una sensación de ‘follar por dinero’ que no me place,
aunque esa sea la auténtica realidad. Joy se vistió y el billete morado desapareció al instante.

“¿Tienes dinero para el taxi?” Le di otros veinte baht (0,50 €). “Khawp khun khráp [gracias]”, dijo
haciendo un wai. Estas muchachas siempre le dan las gracias a su cliente tras consumar un servicio.
Mientras salía, me informó: “Cuando quiera verte de nuevo, yo te llamo”.

“OK”.

Había estado deseante durante todo el día, pero ahora ya me encontraba satisfecho. Justo lo que
necesitaba. Como un trozo de pizza acudiendo a una persona hambrienta, Joy había acudido a mí.
Me maravilló tal sincronización: había retomado el capítulo que estaba escribiendo acerca de ella y
en ese momento ella estaba a punto de llamarme por teléfono después de una semana sin hacerlo...
¡Feliz Año Nuevo tailandés!

A la mañana siguiente, viernes, salí a comprar unos mangos para desayunar. Cuando pasé a su lado,
una muchacha menudita blandía arriba y abajo una enorme ametralladora de agua y canturreaba:
“Songkran, Songkran, Songkran”. Volví al hotel con mis mangos antes de que me enchumbara.

78
PROMISCUO

Al salir para ir a almorzar, la batalla de agua había degenerado en una auténtica guerra civil. Si toda
esta soldadesca estuviera disparando balas, nos encontraríamos en este momento ante el peor baño
de sangre de la historia. Conseguí alcanzar Beach Road sin que me mojaran y subí a un songthaew.
Me senté en la parte trasera de esta furgoneta abierta por ambos lados y descendimos lentamente
por el paseo de la playa. Me sentía indefenso avanzando entre esta pléyade de maníacos armados
con armas propias de la guerra de las galaxias submarinas. Un chico tenía, incluso, una manguera
con un aspersor de jardín acoplado a un extremo la misma. Había también muchas camionetas de
bomberos con sus cuadrillas pertrechadas con no memos de cinco mangueras y bidones cargados de
litros y litros de munición en el volquete. Tanto jóvenes como mayores, todo el mundo aquí estaba
armado de agua hasta los dientes pero, sorprendentemente, llegué casi seco al restaurante. ¡Milagro!

Llevaba el dinero y mis documentos protegidos con bolsas de plástico que había pedido en un bar
pero, como fotógrafo, me sentía preocupado cuando osaba sacar del hotel la cámara. Podría haber
capturado instantáneas más impresionantes, aunque con un elevadísimo riesgo de dañar mi equipo.

Tras un delicioso almuerzo de arroz integral, vegetales, tofu y algas, me dirigí a las dependencias de
la Thai Telecom y envié sendos e-mail a dos directores de prensa y a un editor. En el camino de
vuelta al hotel, hice un alto en una agencia de viajes y consulté la oferta de vuelos a Camboya.
Inmigración sólo me había dado diez días más de estancia tras la última renovación de mi visado.

Una vez aclimatado, ahora me preguntaba qué sería de mí lejos de Pattaya. Por otro lado, consideré
la posibilidad de darme una escapadita corta a Chiang Mai. Un zancudo holandés que venía de allí
me dijo que en Chiang Mai se pasaba uno todo el día empapado, siendo el último día del Songkran,
el diecinueve de abril, el peor día de todos. Tal vez lo mejor sería hacerme con una ametralladora de
agua para contraatacar yo también y poder defenderme en medio de este conflicto ‘belicuoso’.

Al regresar al hotel, flirteé un rato con Nam -que casualmente significa ‘agua’ en tailandés-. Cada
día ronroneaba un poco con ella (con la espectacular recepcionista) y la cosa iba a más. Hoy le dije:
“Quiero hacer el amor contigo”.

“Tú tienes muchas chicas”, replicó.

“No me gusta ser un hombre promiscuo. Me encantaría tener a una mujer especial pero no la tengo,
así que solamente me dedico a pasarlo bien”. Hablamos sobre diferentes temas durante un rato.
Una chica que conocía venía bajando las escaleras y se acercó hacia el lobby. En estas, Nam afirmó:
“Ella puede ir contigo a tu habitación si buscas compañía”.

“Sería sólo para hablar, no para boom-boom [follar]. No es mi tipo”.

“Mentiroso”.

“No, no. Es verdad, sería sólo para hablar. ¿Acaso parece ella el tipo de chica que a mí me gusta?”

“¿Cuál es el tipo de chica que a ti te gusta?”

“Mírate al espejo y la verás… ¿A qué hora acabas de trabajar?”

“A las doce”.

79
PROMISCUO

“Te espero”, dirigí mi mirada en dirección a la escalera e hice con la cabeza un gesto de invitación.

“Yo no puedo subir a la parte alta, trabajo en recepción”.

“No hay problema, me cambiaré de hotel”.

“¿Estás seguro de que te cambiarás de hotel?”

“Bueno, alquilaré dos habitaciones: una aquí y otra donde tú desees”.

Ella atendió una llamada telefónica y yo subí las escaleras dándole vueltas a esta conversación.
Nam siempre vestía camisa ajustada, chaqueta, falda corta y zapatos de tacón. ¡Uf, cómo me ponía!

En una ocasión le había visto las bragas blancas dos veces. ¿Me las había enseñado a propósito?
¡Oh, las inescrutables orientales!

No había visto el documento de identidad de Bo en mi taquilla de recepción cuando me acerqué al


contador marmóreo para pedir la llave de mi habitación. Esperaba que el periodo se le hubiese ido
definitivamente y deseaba rellenar su coñito estrecho con mi durísima polla durante toda esta noche.

Tras unas cuantas horas escribiendo y corrigiendo, el teléfono sonó. Era Lek, la chica con cara de
danzarina tradicional thai y voluptuosas tetas que se había ido a follar con César unas noches atrás.
Lek me preguntó con voz delicada: “¿Hoy o mañana? Cuando quieras voy contigo”.

“Ahora mismo”, respondí apremiante. Quedamos en vernos en el paseo en treinta minutos. La otra
noche, mientras cenábamos, Lek me había dicho que tenía fiebre y, tras dejarla con su madre, había
regresado a casa sin ella. Casi digo solo, pero es raro que yo regrese a casa sin pareja. De hecho, esa
había sido la misma noche en que disfruté tantísimo follándome a Sawa con su pasión ralentizada.

Bo no había llamado ni había dado señales de vida hoy. Me escabullí antes de que le diera por hacer
acto de presencia: había perdido su turno. ¡Ahora ya sólo deseaba follarme a Lek sin más dilación!

songthaew

80
PROMISCUO

Songkran (Año Nuevo)

-11-
Lek

Esquivando como podía las arrojadizas armas de agua, zigzagueé una y otra vez a lo largo de Soi 2.
El Songkran (la gran celebración del Año Nuevo tailandés y laosiano) estaba en su máximo apogeo.
Cuando llegué al centro comercial Royal Garden, cogí las escaleras mecánicas hasta la sexta planta.
Supuestamente, Lek me esperaba allí para ir a ver juntos una película en el cine del complejo, pero
no estaba. Tras deambular por los alrededores durante unos minutos, pensé que quizá prefería que la
esperase afuera. Bajé otra vez las escaleras y salí al exterior, pero tampoco estaba allí. Volví a subir.

En la segunda planta, me quedé admirado por una belleza alta que bajaba las escaleras mecánicas
desde la tercera planta. Llevaba camiseta marrón, sandalias de plataforma y una amplísima sonrisa.
Al principio no caí en la cuenta: ¡era Lek! Llevaba puestos unos pantalones cortos bajo su holgada
camiseta, pero no se le veían. Vestida informal por el Songkran, parecía fuera de lugar en un centro
comercial, como si estuviera más bien a punto de meterse en la cama. Sus tetas y sus largas piernas
lucían espléndidas. Tenía el pelo recogido en una extensa coleta que bajaba por su espalda. Su cara
bronceada me recordaba a las bellezas clásicas que había visto en los templos excavados en la roca.
(¿Te suena del LIBRO 1?)

Nos reunimos en la planta baja y, tras saludarnos con un wai, le pregunté: “¿Quieres comer?”

“No”.

“¿Qué quieres hacer?”

“Lo que tú digas”.

“¿Quieres que vayamos al hotel?”

“OK, vamos ‘tiempo corto’, ‘tiempo largo’ no”.

“¡Hale, pues vámonos!”.

81
PROMISCUO

Su camiseta estaba mojada, me la mostró y me dijo: “No me gusta”, refiriéndose al Songkran.

“A mí tampoco me gusta pero soy un tipo afortunado por estar en Pattaya y contigo. ¿Sabe tu madre
lo que has venido a hacer?”

“Mi madre piensa que he ido a ‘jugar agua’ por el Songkran”.

Nos subimos a un songthaew que nos llevó hasta mi soi, allí un hombre armado nos disparó una
ráfaga de agua mientras recorríamos el corto tramo que lleva desde la esquina hasta el hotel.
Nam, la sexy recepcionista, pidió el documento de identidad a Lek y la anotó en el libro de visitas.
Mientras caminamos hacia las escaleras, me quedé admirando de nuevo las bonitas piernas de Nam.

Una vez en la habitación, conecté la MTV y le alcancé a Lek una toalla y una pastilla de jabón.
Al salir de la ducha, me dijo: “Ahora tú”. Cuando regresé del baño, Lek estaba viendo una película
tailandesa, envuelta en su toalla y bajo las sábanas. Me senté junto a ella y le expliqué: “No me
gusta ver películas y hacer el amor. ¿Quieres ver la película o ponemos de nuevo la MTV musical?”

“No, apágala”. Me levanté y apagué el televisor, entonces ella señaló a la luz del techo. Yo prefería
dejar la luz encendida, pero quería que ella se sintiese cómoda. Me acerqué a los dos interruptores
y, sin querer, apagué la luz del baño. “No”, protestó. Volví a encender la luz del baño y apagué la
del techo. Lek quería que apagase todas las luces.

“¡No! Si tengo conmigo a una hermosura de mujer, me gusta verla”. Entorné a medias la puerta del
baño, pero la habitación se quedó demasiado oscura. Abrí lo suficiente como para poder ver a esta
encantadora muchacha tumbada en mi cama. “Luz romántica, ¿ok?” Aceptó y me senté a su lado.

Comencé a besar y a acariciar con mi aliento su cuello y sus hombros, luego posé el brazo sobre sus
grandes tetas aún ocultas bajo la toalla. Instintivamente, ella frenó mi mano. Tras un instante, volvió
a liberarla dejando caer la suya. Empecé a quitarle la toalla lentamente, pero cuando casi se la había
desenrollando, ella alzó la sábana y se cubrió hasta el cuello: “Me da vergüenza”, dijo.

Recordé que hacía tres meses esta chica aún era virgen y que vivía con su madre. Metí la cabeza
bajo las sábanas y besé su pezón izquierdo. Le cogí las dos estupendas tetas con las manos y las
masajeé delicadamente. La piel que cubría sus pezones estaba tan prieta que era incapaz de asirlos.
A base de chupar y succionar, al fin pude meterme uno de ellos en la boca. Se lo lamí un poco y
después le lamí el otro. Ahora podía disfrutar de las tetas que tantísimo me habían fascinado cuando
Lek estaba vestida, las mismas que parecían estar a punto de explotar de un momento a otro.

Deslicé mi mano bajo su terso vientre hasta el delicado parche de vello de su pubis. “Qué poquito”,
le dije y ella afirmó con un susurro: “Sí”. Muchas mujeres adultas en Asia son casi lampiñas. Pensé:
Lek es una chica alta y con grandes tetas, pero es muy jovencita. Dice que tiene dieciocho años y,
de hecho, la dejaron pasar al hotel cuando entregó su documento de identidad, con lo cual su
mayoría de edad es incuestionable. Pero aún conserva consigo un aura de inocencia.

Fui incapaz de resistir más, la besé a lo largo del recorrido mientras me desplazaba por
sus caderas y por su vientre y lamí el interior de sus muslos, lamí la parte alta de su coñito
deslizando mi lengua sobre la piel sedosa de la acanaladura cercana a su encapuchada

82
PROMISCUO

perla. Tras lamer arriba y abajo unas cuantas veces, desvié la lengua hasta su clítoris,
reconociéndolo. Permitió que le separara un poco las piernas y entonces deslicé mi
lengua a la búsqueda del néctar de su rechoncho chochito. Tras explorar con calma el
interior de sus labios, me centré en su botón, lamiéndolo arriba y abajo.

Alzando un poco la testuz, miré su precioso rostro mientras la lamía. Su cabeza estaba
algo alejada, no se había movido ni había emitido sonido alguno. Deseaba saber qué
estaría pensando y le pregunté: “¿Estás bien?”

“Sí”, respondió con un hilito de voz. De un modo u otro, convergían su calor, su humedad
y su placer en esta única sílaba asertiva. Le lamí el chochito durante un rato más y
entonces desplacé mi brazo bajo su cintura con la intención de acomodarla en una nueva
postura. Todo iba transcurriendo serenamente, sin prisa… sin pausa.

Sujetándola por las nalgas, la desplacé hacia los pies de la cama y la tumbé sobre el
costado izquierdo. Ahora mi tranca estaba lo suficientemente cerca de su cara como para
que Lek se decidiera a inclinase sobre la misma y comenzara a chupar. Cogí su mano y la
deposité sobre mi polla, ella la apretó y la meneó un poquito.

Girándome para situar su coñito de nuevo a mi alcance, introduje su escaso vello en mi


boca. Empecé a apartar por entre mis dedos la capucha de piel y apliqué la lengua
directamente sobre su ahora ya completamente expuesto clítoris. Tras lamerlo durante un
rato, lo succioné entre mis labios y comencé a proporcionarle una faena de monitor
profesional. Chupaba y succionaba hacia adentro y hacia afuera, con un ritmo constante,
circundándolo y estimulándolo con la lengua todo el tiempo.

Lek me la acariciaba ingenuamente. Yo deseaba que me la empezara a mamar ya y


acerqué aún más mi herramienta a su boca. Ella ladeó la cara, así que alcé el lado oculto
de la misma invitándola gentilmente a que volviera a girarla de nuevo hacia mí. “Hazme a
mí lo que yo te hago a ti”, sugerí.

“Yo no fumo [chupo]”, me informó. Muy bien. Estaba disfrutando merendándome este
chochito joven y fresco, así que volví a mi cena. De su coño fluía una esencia singular,
jamás había olido un efluvio igual. A Lek le olía diferente: le olía a especias, le olía a
exquisita comida tailandesa y, cuando introduje mi lengua entre los labios de su coño, Lek
también sabía singular: ¡sabía deliciosa!

Succioné el labio izquierdo de su chocho entre mis labios. Aunque eran largos, sus labios
vaginales parecían finos y delicados como las alas de una mariposa. Succioné en mi boca
su otro labio, grande y fino. Debido a lo rollizo de su joven coñito, sólo los bordes
exteriores de sus labios eran visibles mientras su flor permanecía cerrada.

Deseando sinceramente que disfrutara, le ofrecí a Lek la mejor versión de mí mismo en la


cama. Ella sólo yacía allí, con su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. No parecía
rígida ni fría, pero no mostraba signos externos de excitación. ¿Se estaría controlando
para no hacer latentes sus sensaciones? Tenía que estar caliente, su coño estaba

83
PROMISCUO

húmedo y lubricado. Probablemente esto no era más que otro reflejo de su timidez.
Seguro que estaría hirviendo por dentro pero lo disimulaba.

Introduje un dedo entre sus labios y lo unté con los fluidos que emanaban desde dentro
de su ser. Cuando decidí penetrar la cavidad con el dedo, me quedé sorprendido:
¡Increíble, apenas podía introducir mi dedo en su interior! Estaba mojada pero su coñito
era extraordinariamente estrecho. Me las arreglé para metérselo sin molestarla y lo moví
con suavidad una vez dentro. Ahora deseaba penetrar su estrecho agujerito con mi polla
esta vez. Alcancé un condón, se lo mostré y le pregunté: “¿Quieres que lo usemos ya?”

“Como tú quieras”, respondió Lek. Desenrollé rápidamente el condón a lo largo de mi


verga y me situé entre sus piernas, pensando que tendría dificultades para colarme en su
interior. Metí el glande y un par de centímetros más sin problema. Ella estaba húmeda y
bien lubricada pero con sus piernas extendidas era complicado poder avanzar más
adentro. Algunas muchachas inexpertas no dejan que les alcen las piernas al follar y eso
es un hándicap, pero Lek no opuso resistencia. Elevé sus piernas, desplazándolas hacia
atrás con las rodillas paralelas al colchón. Me hizo recordar a la pequeña Bo, cuyas
rodillas había empotrado contra las sábanas. Presionando las largas y delgadas piernas
de Lek, logré que sus rodillas casi tocasen la cama mientras ella misma se las sujetaba
bajo los brazos.

El camino hacia su averno quedaba ahora expedito y este se me exhibía totalmente


expuesto en un ángulo perfecto. Comencé por fin a bombear dentro y fuera de su
apretado chochito con embates largos y rítmicos. Sentía el calor de ese coño maravilloso.
Mientras la follaba, magreaba sus grandes y prietas tetas con ambas manos al tiempo que
mi polla entraba y salía de su hendidura. Se dejaba hacer, no emitía sonido alguno ni
tampoco se movía. Lek estaba allí, conforme, condescendiente, con una especie de
plácida aceptación de lo que estaba haciendo con ella. ¿Con ella? ¿Estaba allí?

La volví sobre el costado derecho y sostuve su pierna izquierda en el aire. Su pierna


derecha, aún estirada sobre la cama, quedaba entre mis piernas. De rodillas entre su
coño y su culo, la mantenía en una posición en la que ella no yacía sobre su espalda pero
tampoco estaba totalmente de costado. Esta es una postura excelente para admirar el
cuerpo de una chica y ver la polla de uno penetrar dentro y fuera del mismo. Acariciaba la
larga, fina y fibrosa pierna izquierda alzada con la corva sobre mi pecho y su pie por
encima de mi cabeza. Besaba la sedosa piel de su pantorrilla, sin dejar en ningún
momento de bombear con mi pollón dentro y fuera del estrecho y casi lampiña brevita.

Deseaba obtener algún tipo de respuesta por su parte. Desplazando un poquito más sus
caderas, le presioné la pierna contra las tetas y me incliné de tal forma que pudiera
besarle el cuello. Besé el lóbulo de su oreja. Lek no resistiría por más tiempo las
atenciones que le estaba dedicando, así que usé un viejo truco que una mujer madura
había puesto en práctica conmigo cuando yo aún era un crío. Sin cesar de deslizar la
polla dentro y fuera de su coño, introduje la punta de mi lengua en el interior de su oreja,
chupándola y susurrándole jadeos al oído. Ella permanecía inmóvil y sin emitir ni un
sonido. El único signo de excitación sexual que mostraba era la viscosa humedad que
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PROMISCUO

fluía de su estrecho coñito y que lubricaba mi polla, resbalando hasta mis huevos. Lo
conseguiré, balbuceé. Seguí lamiendo el lóbulo y el interior de su oreja. Esta técnica hace
a una persona sentir cómo el placer accede a su interior a través del oído. Si nunca lo
has probado, experiméntalo con alguien: provoca un cosquilleo interno, una estimulante
sensación. ¿Cómo respondería ella, con silencio?

Mientras lamía y jadeaba en su oreja, sostenía su pecho derecho y su hombro izquierdo


en mis manos. Continuaba bombeando, pero no deslizándome dentro y fuera sino
presionando fuertemente su coñito contra mi pelvis. Finalmente, noté que las caderas de
Lek comenzaban a moverse. Era un movimiento ligero pero constante y acompasado con
mi propio movimiento dentro de su jardín. Era casi imperceptible, pero yo comenzaba a
percibir una sutil respuesta. Su cálido coño me estaba friccionando ahora con tal presión
que parecía que me la estuviera mamando. ¡Sí!, Lek comenzaba a ordeñarme y esto me
excitó sobremanera, tanto que mi propia excitación me cogió por sorpresa. Sentí que me
iba a correr. Diossss. ¡No, ahora no! No ahora que ella por fin se presta a participar.

Abandoné su oreja, saqué la mitad de la polla del interior de su cueva y me quedé quieto.
Intentaba postergar el momento de correrme, prolongando así este espléndido momento
de placer. Pensé si sería mejor sacarla por completo y respirar unos segundos. La clave
para el control está en saber reconocer el grado de excitación de justo antes de correrse,
aquel que desemboca en el orgasmo. Una vez que uno ha superado el punto de no
retorno, ya no hay nada que hacer por retenerlo. Yo lo había superado, ya era demasiado
tarde. ¡Ya es demasiado tarde! Cuando esto sucede así, no lo denomino correrse sino
‘derramarse’: se abre el grifo que regula el paso desde el depósito y todo el líquido se sale
por la boca de la cañería. No suelo tener ningún problema para follar durante tanto el
tiempo como mi pareja desee, pero este tímido bombón acostado en mi cama había
podido conmigo.

No había vuelta atrás, así que de nuevo introduje todo el largo de mi herramienta dentro
de su estrecho y húmedo agujero y comencé a bombear de nuevo, aunque más
lentamente. “Buf, cielo, no aguanto. Me corro. Me corro. Uno, dooss, treeesss
¡Aaaaaah!... Ooooooooh Oooooooh Mmmmh”.

Me había tirado a Lek durante una media hora, pero me hubiera gustado follar con ella el
doble de tiempo y así llevarla hasta alcanzar el final, como ella había conseguido
conmigo. No lo logré, creo. Había perdido el autocontrol justo en el momento en el que
ella comenzaba a dar señales de vida.

Algunos farang pensarían que Lek no es buena folladora, que es un mueble en la cama.
Yo no lo considero así, simplemente pienso que es una chica joven, tímida y sin
experiencia. Probablemente estuviese algo asustada, aunque parecía confiar en mí.
Disfrutar de su fresco, limpio y voluptuoso cuerpo fue una experiencia inigualable. Su
tímida inocencia supuso un estímulo más y un desafío. Su aceptación pasiva me indujo a
correrme dos veces más rápido que Joy gritando y retorciéndose. Deseaba volver a
retozar de nuevo con Lek y quería conseguir que participara y gimiera de placer. Ya había
conseguido de ella esta vez que moviera ligeramente su coñito mientras le hacía el amor.
85
PROMISCUO

Después de ducharnos y vestirnos, le extendí un billete morado de quinientos baht y le di otros


veinte baht para que cogiera una moto-taxi. Comenzaba a sentir una gran ternura por ella y quería
evitarle la molestia de tener que pedirme dinero suelto para pagar el taxi, tampoco sé si se habría
atrevido. En ningún momento hablamos de dinero, simplemente me había llamado para decirme
‘cuando quieras voy contigo’ y habíamos hecho el amor. Así de sencillo, sin más circunloquios.

“Eres maravillosa, cariño. ¿Quieres que nos volvamos a ver?”

“Sí, yo te llamo cuando quiera verte”.

“OK, tú me llamas”.

Lek y yo dejamos atrás el hotel y bajamos por la calle sin pavimentar, zigzagueando para evitar los
charcos. Una vez en la esquina, ella se subió a una moto-taxi y yo caminé hasta la playa. Cuando
estaba llegando a la misma, una motocicleta me adelantó y tocó levemente la pita. Era Lek en su
taxi, sentada de lado detrás del sillín, sus largas piernas colgando, sonriendo y dedicándome un wai.

Crucé la calle hacia el lado de la playa para evitar el agua en el lado opuesto, el de los bares, y
anduve por allí viendo a los vendedores ambulantes, fijándome en las chicas y pensando en Lek.
Repentinamente, una reflexión fortuita acudió a mi mente. Cuando le mostré el condón y le
pregunté si quería que lo usáramos ya, Lek había respondido: “Como tú quieras”.

Me asaltó una duda, ahora no sabía si ella quiso decir que era decisión mía el seguir adelante y
comenzar a follar o si había querido decir que dependía de mí si quería que usáramos condón o no.
Esta idea no se me pasó por la cabeza en el acto durante el preludio amoroso. No me había follado a
ninguna muchacha sin condón desde que, en Filipinas, me despedí de Emily hacía ya casi un mes.
Por supuesto que es más placentero practicar sexo sin condón, es por eso por lo que mantengo allí a
una chica que me espera y que es lo más parecido para mí a tener una pareja formal (y saludable).

Apuesto a que follar el estrecho y cálido coñito de Lek sin condón debe de ser un
auténtico sueño.

Recuerdo que en su momento me consternó enormemente conocer que el VIH (HIV, en inglés) se
encontraba en los fluidos vaginales de las mujeres portadoras del virus del SIDA (AIDS, en inglés).

Por lo que a la práctica del cunnilingus se refiere, había adoptado una política selectiva de control:
solamente lo realizaría si la chica en cuestión era muy guapa, joven, fresca, limpia y sana.

Una buena banda de pop-rock con saxo soprano y chica vocalista tocaba en el escenario de la playa.
Había algunas sillas vacías y tomé asiento para disfrutar de la música un rato. Me gustaba el estilo,
siempre agradezco a las bandas de rock que introduzcan algún instrumento que rompa con la
formación básica: bajo, batería, guitarra, teclado y voz. Tocaban temas propios y también versiones.
Me recordaba al grupo Morphine, al que tantas veces había pinchado en mi local: el Pub Mezcalito.

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PROMISCUO

Después de la cena, conseguí regresar al hotel sin que me empaparan demasiado. El motivo era que
los songthaews habían desplegado en los laterales de sus abiertas cabinas traseras los cortinajes de
plástico transparente que usan solamente en la época de lluvias... ¡y también durante el Songkran!

Un wai:

-12-
Bo

Sábado quince de abril, continúa lloviendo y paso la mayor parte del día intentando resolver un
problema con mi ordenador personal. Con el portátil envuelto en bolsas de plástico para protegerlo
de la guerra de agua, visito unos cuantos establecimientos de ordenadores y finalmente doy con

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PROMISCUO

una pequeña tienda propiedad de Sergei, un profesional de la informática de origen ucraniano.


En Pattaya se puede encontrar a gente de cualquier parte del mundo. Sergei resolverá mi problema.

Restaban tan sólo ocho días para que mi visado expirase y había decidido reservar un vuelo para
Camboya. Llevaba días informándome sobre ofertas y ya conocía a la voluptuosa agente de viajes.
Le dije: “Khun suay mak mak [tú guapa mucho mucho]”.

Mostró una brillante sonrisa y dijo: “Gracias”. Su cara y su cuerpazo eran encantadores, pero su
inteligencia y su estatus de ‘chica bien’ le conferían un atractivo aún mayor.

Tras cenar y consultar el correo, me dirigí a casa. La batalla campal de agua se había apaciguado de
manera considerable. Lo noté principalmente porque no me habían ametrallado, aunque aún había
muchísimas personas empapándose unas a otras. De camino a casa, un joven alemán de cuello largo
y cabeza afeitada sí que fue literalmente bañado de arriba abajo. Le arrojaron dos cubos grandes de
agua, aunque sólo algunas gotas me salpicaron a mí, que iba sentado en la fila opuesta de asientos
de nuestro songthaew. Lo aguantó con estoicismo, al parecer llevaba años viviendo aquí, según dijo.

Cuando alcancé mi hotel, comprobé que nadie me había llamado. Esperaba la reaparición de Bo y
estaba algo contrariado por el hecho de que no hubiese dado señales de vida desde hacía días. Ella,
igual que Lek, vivía con su madre y no tenía teléfono. Deseaba realmente que Bo apareciera hoy.

Momentos como este con la lluvia, el ordenador estropeado y sin chica, me hacían sentir nostalgia y
echar de menos a mi esbelta filipina, con su vientre liso y su coñito velludo. Tenía por costumbre
hacerme una mamada (para que me fuese satisfecho) cada vez que me disponía a salir a la calle: se
arrodillaba ante mí, abría la cremallera, deslizaba hacia abajo el pantalón y comenzaba a chupar.
Algo también fascinante para practicar con ella es el ‘aquí te pillo, aquí te mato’: jamás le oí un no.
Cuando estoy empalmado, sólo necesito acercarme y bajarle los shorts. No sé por qué razón Emily
siempre está lubricada, aún así, a mí me gusta untarme la herramienta con aceite Johnson’s baby.
Puedo follar sin condón cualquiera de sus tres agujeros, siempre me recibe ‘con las piernas abiertas’
y, con preludio o sin él, los dos disfrutamos a mansalvas. Para algo es mi chica y yo su semental.

Comenzó a parecerme un capricho estúpido la idea de follarme a Lek sin condón, su chochito era lo
suficientemente acogedor como para disfrutarlo de igual modo también con preservativo. En sus
e-mails, mi filipina siempre me recordaba el uso del mismo. ¡Qué primor! Ella me pide que folle
con condón con otras chicas para que nosotros podamos follar sin él cuando regrese a Angeles City.

Pensar en Emily me ponía caliente. Para complicar más las cosas, comencé a oír los gemidos de una
jadeante tailandesa que estaba siendo follada en alguna habitación contigua. Podía escuchar sus
alaridos de placer a través de mi ventana, podía sentirla nítidamente gritar: “Oh, oh, aah, aah, aah,
oh, oh sí. Oh, oh, aah, aah, aah, oh, oh sí…”, una y otra vez. Por momentos todo quedaba en
silencio, pero entonces comenzaba a jadear de nuevo declamando exactamente la misma frase.
Deseé tener a una chica como ella en la habitación. Parecía disfrutar intensamente y el extranjero
que se la trabajaba le estaba aplicando un severo correctivo. Se trata de un gran follador, deduje.

Follar es aquí el deporte nacional –o mejor, internacional-. Los principales quehaceres en Pattaya
son las actividades acuáticas y el sexo. Por algo será que esta localidad carente de interés cultural y

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PROMISCUO

casi de buen gusto, pues casi todo parece diseñado y prefabricado como un lugar playero al estilo
occidental con apenas elementos locales, monopoliza un tercio de los turistas que visitan Tailandia.

Eran las once menos cuarto y todo hacía presagiar que Bo no aparecería. Deseando que ella o Lek
jodieran conmigo de nuevo esta noche, tomé la decisión de bajar a la calle para traerme a una chica.
Herman, un conocido holandés en Filipinas, me había traducido una vez una pegatina fijada en la
parte trasera de su Jeep, que en su idioma rezaba: “No te irás ni una sola noche a casa sin fornicar”.

Salí y me dirigía al paseo de la playa cuando una muchacha rechoncha corrió tras de mí y me cogió
del brazo: “Bo bebe cerveza en Seaview”. Me condujo hasta el hotel por delante del cual acababa de
cruzar, el mismo hotel frente al cual Bo me había visto unas noches antes pasando con Sawa.

Bo salió rápido de la ducha, sus pezones erguidos, su coño velludo. Me recordaba


bastante a Emily. Me pidió: “Ve a ducharte”. Cuando esto te lo dice una mujer asiática,
significa: ‘es hora de follar’. Regresó a la ducha conmigo y comenzó a lavar mi polla y mis
huevos con sus manos enjabonadas. Bo me informó: “Yo no fumo”.

“¡Pero si me la mamaste fantásticamente la última vez! Me encanta que me la chupen.


¿Bromeas?”.

“Es broma”, confesó con sonrisa traviesa.

Nos acomodamos en la cama, lamí sus pezones y jugué con el vello de su pubis. Cuando
le dije a Bo que me atraía el vello púbico largo, ella preguntó: “¿Quieres que me lo afeite?”

“De ningún modo, me encanta así de largo”. Friccioné su clítoris entre mis dedos pulgar e
índice, masajeándoselo una y otra vez. “Tú fuma”, me coloqué de rodillas y acerqué mi
polla a su cara. Ella abrió la boca y tragó profundamente, chupándola de arriba abajo.
“Despacio, por favor”, le dije y separé su mano de mi tronco (las mamadas sin manos
provocan mucho más placer). Le aparté la melena dejando su rostro al descubierto y pude
contemplarla en el gran espejo de la habitación. Ella movía la cabeza mientras engullía
mi recio cipote. No había pasado mucho tiempo, cuando me indicó que le dolía la
mandíbula. Señaló a la caja de preservativos dispuesta en la mesita de noche y sugirió
que me calzara uno ya. Mi espalda quedó recostada contra la cabecera de la cama:
“Fuma más. Me gusta mucho”. Inclinó la cabeza y continuó chupando. Cuando volvió a
señalarse la mandíbula, cogí un condón y me lo puse. ¿Era mi polla demasiado
gruesa para su boca? Emily, mi filipina, puede mamármela interminablemente sin
rechistar jamás. Goza y se recrea en ello.

El coño de Bo estaba húmedo, la coloqué sobre mí y metimos mi empalmado aparato en


su interior. Conmigo tumbado de espaldas en la cama y ella sentada a horcajadas sobre
mi pelvis, comenzó a adquirir ritmo. Follaba con gran energía, cabalgando arriba y abajo,
presionándose contra mí en cada galope. Follamos largo rato en esta postura hasta que
ella indicó que cambiásemos de posición.

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PROMISCUO

La dejé caer de espaldas y secundé su movimiento, quedando ella ahora tumbada boca
arriba y yo entre sus piernas. Sin olvidar que esta era la chica cuya flexibilidad permitía
que sus rodillas se empotrasen contra el colchón, las alcé hasta la sábana y sus piernas
quedaron sujetas por sus brazos.

Comencé a percutir y ella, en señal de aprobación, asintió dos veces con la cabeza.
Cuanto más vigorosamente aporreaba, más la hacía disfrutar y más alto gemía. Los
alaridos de Bo eran muy parecidos a los de la chica a la que había estado escuchando
hacía un rato a través de mi ventana, aunque no tan altos. Tal y como había hecho con
Lek la pasada noche, elevé una de las piernas de Bo y su culo quedó semiladeado. Se la
metí duro. “¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!... ¡Oh, córrete!”, pidió con voz entrecortada. Ella alcanzó el
orgasmo y yo lo forcé. Este no había sido el mejor polvo de mi vida.

Nos volvimos a duchar y Bo se vistió. Me dijo que quería salir a tomar algo con su amiga y que más
tarde regresaría para dormir conmigo. También quería que su amiga durmiese de nuevo en el suelo.
Le di, esta vez en mano, los quinientos baht de rigor y le dije que ya no tenía más dinero para ella.
“Si vuelves, está bien; si no vuelves, está bien. Tú misma. No tengo más dinero. ¿Me entiendes?”
Respondió que había comprendido perfectamente y que regresaría de todos modos.

Bueno, Bo era una buena pareja de cama, pero la complicidad y la química se habían esfumado. Se
repetía el mismo patrón. Seguramente no volvería a querer saber más de ella después de esta noche.
Había estado pensando hacérmelo otra vez con Cherry, la chica go-go del Voodoo, y también quería
disparar unas cuantas fotos a Porn, la go-go del Suzie Pub, antes de darme la escapadita a Camboya.

Estoy empezando a pensar que sólo debería de montármelo con este tipo de chicas una sola vez.
Si me mantengo libando de flor en flor, será mucho más fácil conservar intacta la ilusión de que he
encontrado a una de ellas realmente especial, limpia y relativamente inocente: Lek.

Me gusta Lek, aunque probablemente me desentienda de ella antes de irme. Así lo espero. No me
gustaría nada andarme preocupando por lo que estará haciendo y lo que no mientras yo estoy en
Camboya. Pero… qué dulce es esa niña. ¡Ojalá me llame mañana!

Tal y como me había asegurado, Bo regresó a eso de las tres de la madrugada, aunque
sin su amiga. Se duchó y se metió en la cama. Comenzó a chuparme la polla, aunque
no tanto rato como a mí me gustaría que lo hiciera. Me puse un condón y empecé a
follármela. Esta vez Bo no tenía prisa, yo tampoco. Como ya había descargado en su
interior unas pocas horas antes la munición que acumulaba en mis testículos, sabía que
ahora sería fácil follármela durante largo rato sin correrme.

Follamos en multitud de posturas, incluso lo hicimos de pie con una de sus piernas
alzadas a la altura de mi cintura. Probamos nuevos lugares y nuevos ángulos. Bo era
bastante menudita, con lo cual yo podía colocarla a mi antojo según mis apetencias,
aunque ella también aportaba sus ideas.

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PROMISCUO

Bo me había pedido que apagara la luz cuando comenzamos, pero ahora quería que la
volviese a encender. “Quiero que me veas”, indicó. Follamos a los pies de la cama. Bo
estaba tumbada boca arriba con sus piernas sobre mis hombros. En el espejo, contemplé
mi polla entrando y saliendo de su estrecho y velludo coñito. Después, conmigo sentado
en el filo de la cama, se sentó sobre mí dándome la espalda y de cara al espejo. Esta es
una posición excelente para que una chica pueda observar lo traviesa que está siendo. Se
comenzó a mover arriba y abajo con mi tieso mango en su interior. Mi polla y su pequeño
coño quedaban expuestos, agradablemente reflejados en el espejo.

La incliné hacia adelante, de tal modo que ahora sus pies quedaban apoyados en el
suelo, sus manos apoyadas en el escritorio y su trasero en pompa. Flexionando un poco
las piernas para que mi pinga quedase a su nivel, comencé a bombear desde atrás. Con
su culito apuntando hacia mí, pensé si le gustaría que le infligiera un leve castigo. Azoté
su nalga izquierda, no muy fuerte, tan sólo jugando. Azoté su nalga derecha: “¿Te gusta,
chica mala?” Ella no protestó, por tanto continué dándole cachetadas a un ritmo
aproximado de un azote cada cuatro embates. Le volví a preguntar de nuevo: “¿Te gusta,
cariño?” Pude observar su sonrisa en el espejo, así que entendí que no le disgustaba
demasiado. Aún así, ella negó con la cabeza y dejé de dar azotes a sus ya bastante
enrojecidos cachetes.

Para mejorar nuestra postura, la separé un poco del escritorio y bajé sus manos hasta el
taburete. Esta posición dejaba su coño en un ángulo perfecto, arremetí contra su interior y
a ella le encantó. Esta muchachita menuda es tremendamente flexible y se presta a
cualquier tipo de juego, la aparté un paso más lejos y la incliné completamente hasta que
apoyase sus manos contra el suelo. En todo momento permaneció con mi polla en su
interior durante estas maniobras. Agarrándome con fuerza a sus carnosas nalgas,
martilleé sin miramientos dentro de su hendidura con mi sólida herramienta. Con esta
pequeña mujer en una postura tan vulnerable, creo que le follé el coño tan fuertemente
como jamás recuerdo haberlo hecho con otra mujer desde su retaguardia. Bo colgaba de
mis manos, contoneándose y gimiendo alocadamente. Era una gran folladora, una
folladora realmente increíble.

La moví un poco y la tumbé en la cama sobre su espalda, con el culo en el filo del
colchón. Permanecí de pie y la follé con más calma, complaciéndola ahora con estocadas
largas y duras. Recuperé un poquito el tempo y Bo comenzó a proferir: “Oh… qué bien
follas… me encanta… Oh… sí… tú follas bien mucho mucho… me gusta… sí…”, repetía
el mismo soniquete una y otra vez. La folle al ritmo de su sonsonete, ¿o ella lo emitía al
ritmo de mis embates? Era sensacional. Elevé sus piernas incrustando sus rodillas contra
la sábana y sujetándolas bajo sus brazos, aprisioné sus corvas con mis manos y la
empalé con el coño sobreexpuesto a mi albedrío en esta posición. Con las piernas hacia
atrás, tenía su lindo culo alzado y yo tenía unas vistas espléndidas de mi polla
deslizándose dentro y fuera de su gruta. Era algo estupendo escucharla entonar su canto
mientras no cesaba de propinarle estocadas: “Oh… tú follas bien mucho mucho… me
encanta… Ohhh... sííí…”.

91
PROMISCUO

Unas cuantas veces, mientras poníamos en práctica nuestro particular Kama Sutra de
posturas, Bo sacudió sus caderas tan bruscamente que mi polla se le salió
violentamente del coño. Cada vez que esto sucedía, ella se disculpaba al instante:
“Peldón, peldón”, pero no había nada de qué disculparse. Simplemente la volvíamos a
meter dentro de su cálido agujero y comenzaba de nuevo la cabalgada.

Más tarde cambiamos, follamos largo rato a las cuatro patas y, sin sacar mi polla de su
interior, le presioné un poco el coxis para que dejara reposar su liso vientre contra el
colchón. Ahí perdí un poco el ángulo de su grupa. Para recuperarlo, coloqué una
almohada bajo sus caderas y se las elevé.

Me palpé la polla con los dedos y comprobé que necesitaba algo de gel lubricante. Bo
estaba mojada cuando comenzamos a follar, pero la fricción y esta maratón de entradas y
salidas de su agujero invitaban a usar un poco de lubricante cada cierto tiempo. Cada vez
que me untaba la polla con el gel, este parecía interactuar con los flujos de Bo y volvía a
atraerlos lubricándola de nuevo.

Con su precioso y menudo cuerpo a mi disposición, penetré firmemente el ojete de su


culo con mi dedo pulgar y también lo lubriqué. Comencé a mover circularmente el pulgar
en su cálido interior. Bo se había prestado a todo tipo de juegos y posturas. Ahora,
mientras mi mazo martilleaba la profundidad de su coño, me preguntaba si también
estaría dispuesta a que me la follase por el culo.

Dudé si lo aceptaría, dudé si se dejaba hacer los tres huecos cuando follaba con los
turistas, dudé si Bo sería una three-holer girl, como se les dice a estas chicas en Filipinas.
Mientras martilleaba, acercaba la punta de mi polla a la puerta de su sima como una
declaración de intenciones y ella no rechistaba. Seguía bombeando su coño una y otra
vez al tiempo que mi pulgar penetraba en su ojete, que parecía relajado. Bo se mostró
receptiva a la atención que le estaba dedicando a su trasero. Saqué la polla de las
profundidades de su raja, la dirigí hacia ese otro hueco, la centré, empujé dos veces y mi
tranca se perdió en la oscuridad de la caverna. Apenas podía creer lo sencillo que había
resultado: era un ojete estrecho, pero ahí dentro cabía todo lo que yo le ofrecía. Ahí yacía,
hundido.

Tras galopar por un tiempo, Bo me indicó que parase, quejándose: “Jep [duele]”. No
saqué mi loncha -tras follarle el ojete no era adecuado volver a metérsela de nuevo en el
coño-, así que seguí. Además, no se me ocurría ni una sola postura que no hubiésemos
puesto en práctica a lo largo de toda esta ceremonia de sexo, por lo que deduje que haría
bien corriéndome ya. Con su vientre recostado sobre la almohada y su culo en pompa,
seguí bombeando hasta que expulsé toda mi carga.

“¿Qué hora puede ser?”, le pregunté a Bo. Miré mi reloj y eran las cuatro y media. Habíamos estado
follando sin parar durante más de una hora.

92
PROMISCUO

Se desveló al amanecer, la abracé y la cubrí con la sábana caída. Desorientada, comenzó a decir
algo en tailandés que me hizo pensar que Bo no sabía dónde estaba. Supongo que es algo frecuente
en estas chicas que pasan casi cada noche en una habitación distinta y con distinta compañía.
También a mí me pasa algo parecido: a veces, al despertar, no sé en qué país me encuentro.

“Oh… tú follas bien mucho mucho… me encanta… Oh… sí…”, la imité bromeando. Ella musitó
algo acerca de darle otros quinientos baht y tuve que recordarle que le había dicho que ya no tenía
más dinero para ella y que, el hecho de haber regresado o no, dependía exclusivamente de sí misma.

“Dame para el taxi”.

“Tranquila, no hay problema”. Bo volvió a dormirse.

El tiempo pasaba velozmente, sólo quedaban cuatro días más para que finalizasen las celebraciones
del Songkran y tan sólo una semana para volar rumbo a Camboya.

Recuerdo algo que Herman, el colega holandés de Filipinas, había predicho para mí hacía tiempo.
No era mi primer viaje a Asia, pero sí que era mi primer año viviendo aquí: “Asia te cambia”, dijo.

Le contesté que yo aún aspiraba a tener una mujer especial que fuese mi compañera de existencia.
Herman me contó lo siguiente: “Al principio, cuando me trasladé a vivir de Holanda a Tailandia,
pensaba como tú y otro expatriado me dijo: ‘Asia cambia a un hombre’. Estaba en lo cierto”.
Herman tiene consigo a una preciosa filipina viviendo en su casa en Angeles City y, por otro lado,
tiene a una chica tailandesa en la casa que mantiene en Pattaya. Aún así, él continúa follando chicas
a diestro y siniestro: “… como un hombre soltero”, apuntó.

¿Habré sufrido yo una metamorfosis similar? ¿Sigo siendo aún un buen tipo -como creo que soy-
permitiéndome un poco de diversión mientras encuentro a la compañera ideal, o simplemente me he
convertido en un auténtico picaflor?

Con Bo durmiendo a mi lado, escribí acerca del polvo de la pasada noche… ¡Maldita sea!, me estoy
empalmando sólo de pensarlo. Espero que Bo quiera follar un rato cuando se despierte. La última
vez que durmió conmigo parecía dispuesta para practicar sexo matutino, pero le vino la regla.

Bo se despertó de nuevo y pidió nam [agua]. Le acerqué un vaso de agua fresca del minibar y
después otro más. La acaricié y le friccioné el cuello, esto me hizo recordar la última noche que
habíamos pasado juntos cuando, tras nuestra segunda sesión de sexo, ella me había pedido que por
favor la masajeara un poco y yo la había masajeado de los pies a la cabeza antes de irnos a dormir.

Esta mañana, Bo parecía más reticente a mi jugueteo con sus pezones y con su coño, aunque yo aún
era optimista: “No te irás ni una sola noche sin fornicar”. ¿Por qué no empezar desde temprano?

Afuera estaba cayendo un auténtico palo de agua, la luz del sol matutino había durado muy poco.
Bo volvió a dormirse. Me encantaría echarle un polvazo mañanero, pero bueno, está bien así.
No debe ser difícil de entender mi conformismo, sabiendo que paso los días rodeado de coños aquí.

Desde bastante antes de que comenzaran las celebraciones del Songkran, llovía a ratos cada día.
Cuanto más pensaba en ello, más me daba cuenta de que el Año Nuevo tailandés estaba destinado a

93
PROMISCUO

festejar la llegada de la época de lluvias y el momento para volver a plantar de nuevo el arroz.
En Asia, el arroz es vida y prosperidad. Si la cosecha es mala, llegan las hambrunas y la pobreza.
Sería interesante destacar que lo que se celebra durante estas guerras de agua es que lo resecos y
calurosos días del invierno ya han pasado y que, por fin, llega el lluvioso y próspero verano. Así es.

Antiguamente había depósitos llenos de agua de lluvia para empaparse unos a otros en el Songkran.
Así lo había visto y puesto en práctica mientras viví en una casa soportada sobre postes de madera
próxima a un arrozal. El suministro de agua se guardaba en unas grandes vasijas de cerámica que,
mediante canalones, recogían el agua que caía del techo. Cuando celebrábamos el Año Nuevo, sólo
debíamos llenar de agua algunos cacharros y lanzárnoslos educadamente unos a otros. Nada de
metralletas ni sofisticados artilugios de guerra acuática, nada de guerra de las galaxias submarinas.
Allí, en provincia, las mujeres usaban sarongs y existía un gran ritual de genuflexiones. Las mujeres
se agachaban al cruzar frente a mí asegurándose de que sus cabezas quedaban por debajo del nivel
de la mía. No podía mover un dedo, las mujeres lo hacían todo excepto mis necesidades fisiológicas
y afeitarme. Aunque seguramente me habrían afeitado también si me hubiera apetecido pedírselo.
Las mujeres tailandesas cuidan de sus hombres tanto dentro como fuera de la cama.

Mucha gente opina que Pattaya no es Tailandia. Esta es una cuestión compleja, puede ser lo mejor
de Tailandia dependiendo de lo que uno busque. Simplemente, es un lugar distinto en contraste con
el resto del país, un lugar compartido durante muchos años (data de la guerra de Vietnam, cuando
las tropas americanas impulsaron este antiguo enclave pesquero como un lugar de recreo) por chicas
que buscan dinero y hombres que buscan sexo fácil. Pattaya existe exclusivamente para el visitante.

Cesó de nuevo la lluvia. Afortunadamente, nunca llueve durante demasiado rato seguido y siempre
parece parar de llover cuando yo me dispongo a salir. O quizá inconscientemente espero a que pare.

La camarera de piso tocó para acondicionar mi habitación. Bo dormía, yo estaba muerto de hambre:
“¡Bo! ¡Bo! ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres follar? La camarera quiere limpiar la habitación y yo
necesito cambiar las toallas. ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres follar?” Esta ráfaga verbal la despertó y
comprendió que no la iba a dejar dormir por más tiempo. Eran cerca de las dos menos veinte del
mediodía. Si la señora no limpiaba la habitación ya, hoy no podría cambiar las sábanas y las toallas.

Bo era preciosa también al despertar, sonrió. Le cogí las tetas entre mis manos y comencé a lamer
sus fenomenales pezones. Se los chupé resueltamente y se empinaron tanto como no recordaba
haberlos visto erguirse con anterioridad. Pegué mi empalmada polla en su cara y dije: “Fuma”.

“Quinientos baht”, respondió. “Quinientos, ‘tiempo corto’. ¿OK?” ¡Qué jovenzuela tan profesional!

“Ya te lo dije, no tengo. Soy un trabajador y sólo tengo quinientos baht diarios para pagarme una
chica cada noche. Te dije: ‘si vienes, bien; si no vienes, también; tú misma. No tengo más dinero’”.

Aún sonriendo, repitió: “Quinientos baht, ‘tiempo corto’. ¿OK?”

“¿Estás Bromeando?”, le pregunté acariciándole el coño.

“No bromeo. Quinientos”.

94
PROMISCUO

“Olvídalo”, le dije dándole una pequeña nalgada. Me levanté, cogí mi toalla y le alcancé otra a ella.
Y de nuevo: “…venga, porfa Bo”, casi le supliqué intentándolo por última vez.

Mientras Bo estaba en el baño, deslicé un billete azul de cincuenta baht y otro verde de veinte en el
bolsillo de sus vaqueros. Ambos billetes sobresalían del bolsillo, de tal forma que ella los vería al
vestirse. Los veinte baht eran para el taxi y los cincuenta eran de propina. De quinientos baht (13 €)
en adelante es la tarifa standard por ‘tiempo corto’ en Pattaya si la chica es joven y guapa, más la
comisión del local en el caso de que se trate de una bargirl. Sabiendo perfectamente que yo no le iba
a pagar por ‘tiempo largo’, ella había regresado de madrugada, me había follado como una loca por
segunda vez esa noche y había dormido conmigo. Además, le había gustado mi forma de galoparla.

Me duché con la puerta del baño entreabierta, quería ver el momento en que ella encontrara los
setenta baht. Bo sonrió asombrada. Le había prometido los veinte baht para el taxi, pero los
cincuenta baht (1’3 €) eran una propina sorpresa.

Se vistió y se preparó para marchar. Antes de salir, Bo me dijo: “Me has dado dinero para el taxi”.
Yo sonreí, le di un pellizco en la mejilla y asentí. Ambos lo habíamos intentado: ella cobrar más y
yo follar más sin pagar. No puedo culparla de nada y ella a mí tampoco. Así que estábamos en paz.

Bo lucía espléndida con sus ajustados vaqueros negros, top negro y sandalias blancas de plataforma.
Le saqué una instantánea antes de que se fuera. ¿Sería nuestra última despedida? Probablemente sí.

Salí a comer, esquivando los pequeños charcos que encontraba a mi paso. Después del almuerzo,
revisé mi correo y luego me dirigí a la oficina real del estado para preguntar acerca del registro de la
propiedad para extranjeros. Me atendieron dos hombres, los cuales me informaron de que yo podía
comprar un piso a mi nombre o contratar una inmobiliaria tailandesa propietaria de terrenos y casas.

Investigando localizaciones para sacar nuevas fotografías, entré en el Royal Plaza Hotel y les dije
que quería ver una habitación. Es un buen hotel, pero las habitaciones no eran nada del otro mundo.
Me recorrí las seis plantas del recinto comercial Royal Garden por si me llevaba alguna sorpresa,
pero no. No estaba Lek, a ella le gusta ir allí. Sería fantástico tenerla conmigo de nuevo esta noche.

En la playa, un grupo de hip-hop actuaba en directo. Sonaba bien. Tenían ciertas reminiscencias
tipo Manu Chao o Balkan Beat Box (con sus dos excelentes saxofonistas). El saxofonista calvo,
junto con el flaco y descamisado cantante, aportan un toque de carisma a la banda.

Cuando regresé al hotel, Nam me comunicó que no había tenido visitas y que nadie me había
telefoneado. Subí a la habitación deseando que Lek me llamara y que Joy no lo hiciera. Esa es la
verdad: no quería que Joy me llamara, aunque de hacerlo... tampoco estoy seguro de si me resistiría.
Ninguna de las dos llamó. Sobre las ocho, antes de dirigirme más tarde a su bar para solicitarle una
nueva sesión de fotos, recogí la revista que Cherry se había dejado la pasada vez en mi habitación.

Cruzando el lobby, me di cuenta de que el documento de identidad de Bo se había quedado en mi


taquilla. Afuera chispeaba, pero no tanto como para abrir mi pequeño paraguas plegable.

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PROMISCUO

Recordé mientras vivía en Nong Khai, donde gran parte del año parecía llover cada noche. Allí, mi
pasatiempo favorito era pasear a orillas del Río Mekong, salir a pescar y cuidar de mi jardín. Aquí,
en este jardín de las delicias terrenal, parecía llover cada mañana. Perfecto para una ciudad festiva,
donde la gente duerme durante el día para recuperar las energías perdidas por ahí la noche anterior.

Cuando crucé ante el Seaview, vi a Bo y me acerqué para comunicarle que se había dejado olvidado
su documento de identidad en la recepción del hotel. Ella me dijo que no era el suyo, sacando la
cartera y mostrándomelo. ¿De quién era entonces?

Bo me miró expectante a los ojos, como si yo estuviera haciendo apaños para llevármela conmigo
de nuevo esa noche, pero no era esa mi intención. Así que me despedí y continué con mi agenda.

Pasé ante los peligros de la empapada Beach Road en un songthaew con el lateral descubierto y
observé que la celebración del Songkran continuaba a ambos lados de la calle. Estábamos ya cerca
de Walking Street cuando un chorro de agua proveniente de una manguera de jardín entró por uno
de los lados del taxi, mojándome la camiseta. No había sido demasiado, justo lo suficiente como
para recordarme que la fiesta aún proseguía… ¡y que yo formaba parte de la misma!

En el escenario del Voodoo, una docena de chicas go-go en topless giraban asidas a los barrotes
cromados. Cherry, la bailarina go-go más bella de Pattaya, parecía muy feliz de volverme a ver.
Le hice un gesto indicándole que si quería tomar algo y ella asintió desde el estrado. Sólo llevaba
puesto un ceñido sujetador, tanguita negro y altas botas de tacón. Así vestida (¿desnuda?), esta
maravillosa criatura se me acercó cuando terminó su turno y se sentó a mi lado en el sofá tapizado.
Como de costumbre, la increíble perfección de su cuerpo me volvió a dejar completamente atónito.

Nuestra única barrera era la idiomática. Le devolví su revista e intenté poner en práctica con ella mi
escaso tailandés. Estaba un poco mojado y eso la entusiasmó, me dijo que a ella el Año Nuevo la
hacía feliz y que se había tomado cinco días de vacaciones sólo para celebrar el Songkran. Le
pregunté si finalmente había ido a Chiang Mai a visitar a sus padres hacía un par de semanas, tal y
como me indicó que haría. Me respondió que sí, que había ido pero que sus padres no se habían
mostrado demasiado efusivos y que, por tanto, ella se había quedado sólo tres días allí. Sus padres
suponían a lo que se dedicaba su hija y esto no les agradaba en absoluto. Sin embargo, intuyo que el
Voodoo es feliz de contar entre sus filas con la go-go más guapa de Pattaya y que, por consiguiente,
le permiten de buen grado trabajar o cogerse vacaciones siempre que a ella le venga en gana.

Le pregunté: “¿Khun ao [quieres] foto?” De este modo sabía que Cherry entendería lo que le
planteaba. Esta es la fórmula para comprenderse entre dos personas que hablan lenguas distintas,
mezclar un poquito de cada una. Cherry interpretó correctamente mis intenciones y le gustó la idea.
¡Muy bien! Acordamos una cita para vernos el martes a las tres de la tarde. Pero, ¿y esta noche qué?

Con sus cariñosos ojos miró a los míos y me preguntó: “¿Pagas al bar?” Cherry quería follarme.
Estuve tentado de hacerlo, pero no podía costearme a la chica más bella de la ciudad. Le dije que no
era en eso en lo que estaba pensando, ¡qué excusa tan estúpida, por favor! Era su turno de volver al
escenario. Unas cuantas chicas lo abandonaron al tiempo que Cherry y otras go-go volvían a subirse
al mismo. Mientras bailaba, Cherry se quitó el sujetador y lo plegó detrás de su tanga. Estaba

96
PROMISCUO

espléndida, como siempre. Sus tetas, sus largas piernas y su increíble culo lucían perfectos.
Observando sus movimientos al son de la música, estuve aún más tentado de llevármela, pero era
cierto que no tenía suficiente dinero. De todos modos, tenía otros planes para esa noche.

Cuando terminó su turno, volvió de nuevo a mi lado y confirmamos nuestra cita para el martes.
Cherry dijo que me llamaría de todos modos antes de acudir a la misma.

Ya en Beach Road, el paseo de la playa, eché un vistazo a la cara de las muchachas por si divisaba a
Lek. Seguí adelante y me dirigí al Suzie Pub, donde flirteé antes de entrar con una chica realmente
atractiva de las que se apostaban a la puerta captando clientes. Porn estaba bailando en el escenario,
ella era la razón por la cual yo estaba allí y otra de las razones por las cuales no me había llevado a
Cherry al hotel conmigo. Cuando Porn bajo del estrado, gesticulé para que se sentara a mi lado y
ordené una bebida para ella.

Le dolía la cabeza. “Chan mai sabai [no me encuentro bien]”, me dijo. Masajeé las membranas
entre sus dedos pulgares e índices para aliviarle el dolor de cabeza. También masajeé su cuello y sus
hombros. No estoy seguro de si conseguía hacerla sentir mejor, pero era un placer para mí posar mis
manos sobre esta tan joven y sexy bailarina. Conocía muy bien el panorama y Porn era una de las
más bellas go-gos de Pattaya, ya se lo había dicho antes y ya le había propuesto que posara para mí.

Porn me dijo que esa noche no me haría de modelo. Le mostré mi desencanto y elogié sus bellos
ojos y su dentadura perfecta. Le extendí la tarjeta del hotel con mi nombre y el número de mi
habitación, y le dije que me llamara si cambiaba de parecer.

De vuelta a la playa, busqué por allí algún coñito de quinientos baht que llevarme a la habitación.
No habiendo encontrando ninguno de mi gusto, regresé al hotel pensando en Lek y en Cherry.
Evité pasar por el Seaview, donde probablemente me habría llevado a Bo de nuevo esta noche.

De vuelta a casa, caminé por Soi 7 -una calle repleta de bargirls- pero tampoco allí encontré a
ninguna que me cautivase del todo. La luna llena que lucía esa noche en Pattaya me hizo recordar la
noche con Han en Bangkok: me había dicho que quería pasar conmigo el Songkran. A lo mejor la
llamaba y le ofrecía habitación gratis y quinientos baht diarios durante un par de días. Han era una
excelente folladora, pero me frenaba la idea de no poder entonces disparar unos carretes de fotos a
Cherry o de no poder volver a acostarme con la tímida Lek.

No había habido ni llamadas ni visitas, regresaba solo a casa. No estaba ya con muchas ganas de
folleteo, aunque no me hubiera importado nada que Lek estuviese en mi habitación.

“No te irás una sola noche sin fornicar”: ni un día sin follar. Resulta que mi segunda maratón sexual
con Bo la noche pasada había tenido lugar en realidad a primeras horas de la mañana del día de hoy.
Así que, con este reconfortante pensamiento, me metí en la cama y me acurruqué placenteramente.

¡Sawasdee khráp [buenas noches]!

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PROMISCUO

-13-
Lek

El lunes después del almuerzo, de entre todas las celebrantes del Songkran, me llevé al hotel a una
estudiante uniformada con camisa blanca y falda negra ajustada llamada Asa. Le pagué un McMenú
y me senté a su lado en la arena de la playa mientras se lo comía. Había llegado de Chonburi hacía
aproximadamente una hora y tan sólo portaba consigo la ropa que llevaba puesta. Antes de que nos
fuésemos a mi habitación, le compré un sujetador y unas braguitas para que tuviera al menos una
muda de ropa interior. No era tan voluptuosa como Cherry o Lek, pero la chica me folló con ganas.

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PROMISCUO

Martes, sólo cinco días más y partiré para Camboya. Y mañana, diecinueve de abril, es el último día
del Songkran. Cherry dijo que llamaría para confirmar nuestra cita de hoy a las tres de la tarde y
Lek también había dicho que me llamaría hoy. Se presentaba una jornada tremendamente ajetreada.

Con mi portátil envuelto en bolsas plásticas, me dirigí a la tienda de Sergei, el técnico ucraniano.
Bajando por Soi 2 fui alcanzado por una ráfaga de agua, suerte que llevaba el ordenador protegido.

Ya en la tienda de Sergei, su esposa me dijo en inglés: “Sergei no está, regresa en fly-day”.

“Five day?”, pregunté alzando los cinco dedos de mi mano izquierda.

“Fly-day”, repitió la señora tailandesa negando con la cabeza.

“Oh, Friday”. Sergei regresaba el viernes.

En el mercado de productos Made in Thailand, compré unas sábanas de flores y un par de fundas de
seda para las almohadas. Estaba preparando un nuevo fondo para la sesión fotográfica con Cherry.
Para ello, también localicé una habitación agradablemente amueblada en el Rambutri Village Inn.
Los formidables muebles de madera eran todos de teca: mesa, sillas, escritorio y cabezal de la cama.
Esa habitación climatizada supondría el decorado perfecto para fotografiar a Cherry y costaba tan
sólo quinientos baht, menos de 13 €.

Tras sacar de su envoltorio el portátil y la nueva ropa de cama, bajé al lobby del hotel y le indiqué
lo siguiente a Nam, la sexy recepcionista: “Salgo a comer. Si llama Cherry, dile que regresaré antes
de las tres y que nos vemos aquí. Si llama Lek, dile que regresaré después de las tres. No le digas
nada a Lek acerca de Cherry. ¿Te acuerdas de Cherry?”

“¿Cómo me voy a acordar? Traes a muchísimas chicas”.

“¿Insinúas que soy un picaflor?”

“No, tú no eres un picaflor: ¡Tú eres un picajardines botánicos al completo!”

Los últimos dos días, las chicas del Salón de Masaje VIP próximo al hotel habían estado jugando
con cachivaches de agua a la entrada del local. Me acerqué sigilosamente por la acera intentando
pasar inadvertido y que no me atacaran con sus armas. Noté que murmuraban algo entre ellas y a la
voz de “… farang [extranjero]”, apuntaron. Estaba empezando a cansarme de tomármelo con tanta
calma, nunca compré una ametralladora de agua pero esta vez, cuando empezaron a disparar contra
mí, me agaché sobre el bidón con el cual recargaban sus armas y llené la concavidad de mis manos.
Cuando empecé a rociarles agua, dos de ellas salieron huyendo pero las otras dos permanecieron y
contraatacaron. Yo seguía llenando de agua mis manos y lanzándola sobre ellas, que se defendían
abriendo ‘fuego’ contra mí. Fue divertido, nadie se volvió loco ni salió dañado. Estaba empapado,
pero me sentía bien. Me alejé corriendo, me sentía tan feliz como ellas. Pasé un buen rato. Mañana,
último día del Songkran, es el día más intenso de todos. Debo prepararme para una remojadísima
batalla del Armagedón, así que saldré a la calle tan sólo con chanclas y un pantalón de surfero.

Cuando subí al songthaew en Beach Road, me sorprendieron cuatro ojos azules que me sonreían.
Pertenecían a una preciosa chica rubia y a su guapísima madre también rubia.

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PROMISCUO

“¿Son ustedes alemanas?”, pregunté.

“No, no somos alemanas. Somos rusas”, respondió la joven en un español con acento caribeño.

“Tu pronunciación denota que has aprendido a hablar español en Sudamérica”.

“Así es, aprendí en Cuba. Muchos cubanos vinieron de intercambio a Rusia y viceversa”.

La chica hizo de intérprete para su madre. Hablamos de los estrechos lazos existentes entre países
comunistas e hicimos balance de los pocos que quedaban ya en el mundo: Cuba, Corea del Norte,
China, Vietnam y Laos. Me bajé en Soi 2 y ellas continuaron su trayecto en dirección a la playa de
Hat Jomtien. Encantadoras mujeres.

Wei Chang, el señor chino-tailandés comerciante de teca, no estaba en su tienda, había salido a
comer. Unos niños me lanzaron algunos chorros de agua a la cara con sus pistolas, eso me refrescó.
Comí y cogí otro songthaew. Hoy debía moverme bastante, así que no tuve tiempo para consultar
mi correo. Quería estar en mi hotel a las tres para recibir a Cherry, aunque no sería de extrañar que
ella -la prima donna- no llamase ni apareciese. Yo, de todas formas, quería estar allí a la hora fijada.

Pasaron las tres, sin noticias de Cherry. En realidad, me habría resultado más sorprendente que
hubiese aparecido a que no lo hiciera. Cuando me senté a trabajar en mi portátil, sonó el teléfono:
“Hola, soy Lek”. Eran las cuatro de la tarde. “¿A qué hora quieres que pase a verte?”

Yo pretendía visitar a Cherry a las ocho y media, y Lek quería salir a celebrar el Songkran con su
hermana menor. “¿Qué te parece a las nueve y media? ¿Es muy tarde para ti?”

Ella preguntó: “¿A las seis está bien?”

“Ah, piensas recoger temprano a tu hermana y veo que no tienes dinero”.

“No tengo”. Lek quería acostarse conmigo y luego, con el dinero ganado, ir a buscar a su hermana.

“¿Qué tal a las cinco?” Me apetecía poder pasar al menos algunas horas con ella, deseaba disfrutar
de su belleza, aunque también pretendía ver a Cherry esa noche.

“OK, a las cinco”.

Prometía ser una sesión visualmente muy interesante. A las cinco hay luz y, cuando acabásemos,
todavía quedaría alguna, así podría contemplar bastante mejor el coñito de la vergonzosa Lek.
Habíamos estado casi a oscuras durante nuestro primer encuentro.

A veces parece como si hubiera un despachador que coordinase las idas y venidas de estas chicas.
Hay infinidad de ellas, pero raramente se cruzan en su camino, y eso que yo nunca suelo estar sin
compañía por mucho tiempo. Cherry me dejó colgado pero, en su lugar, Lek está en camino.
Es magnífico. Cherry es básicamente negocio y Lek es… No lo sé. Realmente espero que este
affaire termine antes de irme a Camboya, aunque he de reconocer que Lek me gusta. Probablemente
yo también le guste y es por ello por lo que prefiero que esto termine. ¿O en realidad no lo deseo?

A las cinco y media sonó de nuevo el teléfono de mi habitación: “Bang, tienes chica”

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PROMISCUO

“OK, dile que suba”. Al instante tocaron a la puerta. La recepcionista debió de haberla dejado subir
antes de llamar para comunicarme que tenía visita. El turno de Nam había terminado a las cuatro,
¿sabía el siguiente relevo que yo estaba esperando a Lek? Obviamente, sí. ¡Qué profesionalidad!

El escaso conocimiento que teníamos de nuestras respectivas lenguas no nos ayudaba a mantener
conversaciones profundas. Le dije que había escrito una historia sobre ella y volví a mi ordenador.
Abrí el capítulo “Lek” y le leí en voz alta, moviendo el cursor bajo las letras. No sé si entendía algo,
así que le pregunté si quería que continuara leyendo. Ella dijo que sí, parecía sentirse agasajada.
Leí un poco más pero paré justo antes de que comenzara la parte de la historia en la cual se
describía nuestra comida de coño y posterior follada. No quería estropear su buen estado de ánimo.

Le alcancé una toalla y una pastilla de jabón y se duchó. Después de ducharme yo, me encontré a
Lek tumbada en la cama y cubierta con la sábana hasta el cuello. Estaba además enrollada en su
toalla, con la misma firmemente sujeta sobre sus grandes tetas. Me deslicé en la cama y me arrimé
cariñosamente a ella, rozándole el cuello con mis labios, respirando su olor limpio y fresco.

Supuse que ambos queríamos ir al grano, puesto que los dos teníamos intención de salir
esta noche. Cuando la despojé de la toalla, sus tetas quedaron libres. Me ilusionaron
tanto como la primera vez que hicimos el amor. Incapaz de pinzar sus pezones entre mis
dedos, me metí uno de ellos en la boca. Masajear sus firmes tetas y lamer sus aureolas
era una auténtica delicia sensorial.

Recordé cuánto había disfrutado merendándome a Lek la última vez. De rodillas a su


lado, dirigí mi cabeza hacia abajo y fui lamiendo todo el recorrido desde sus pechos,
pasando por su liso vientre, hasta llegar al tan ansiado templo de Venus: su conejito.

¡Rico, rico, rico!

Puse su mano en mi polla y Lek jugó un rato con ella, pero cuando le propuse que fumara,
ella me dijo: “Yo no puedo fumar”. Le sugerí que usásemos un condón con sabor a fresa
a ver si así se animaba, pero ella repitió: “No puedo”. No lo sé, tal vez sea por una
cuestión religiosa. Los budistas de la vieja escuela son muy particulares acerca de lo que
deben hacer y lo que no con sus cabezas.

Me centré en mi pitanza y deslicé la lengua por todo ese chochito, explorando cada
pliegue, cada grieta, cada rincón. Succioné su clítoris dentro de mi boca y le realicé una
esmerada puesta a punto, chupándoselo hacia adentro y hacia afuera y frotándoselo con
la lengua al mismo tiempo.

Su mano sobre mi tranca me mantenía bien empalmado. Esta vez no quería correrme
hasta que me sintiera listo y plenamente satisfecho, no como la última vez, en la que me
‘derramé’ sin control. Para frenar su trabajo manual y, de paso, conseguir un
ángulo distinto de su coñito, me coloqué entre sus piernas acostado sobre mi estómago.
Sus piernas habían estado cómodamente extendidas durante este tiempo y ahora
estaban abiertas para mí. Ofreciéndole lo mejor de mi repertorio oral, lamí su hendedura y
chupé su clítoris, realizando sonidos de ¡slurp! de vez en cuando con mi lengüeteo.
Mientras me la merendaba, jugaba también con sus maravillosas tetas alzando los brazos

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PROMISCUO

hasta alcanzarlas. Si Lek se corrió, no dio señales de ello, aunque tampoco daba señales
de estar pasándolo mal, sino todo lo contrario: a su modo contenido, parecía disfrutar con
mi faena. A veces, sus piernas y su rajita se alzaban un poco. La devoré durante largo
rato, degustándola, saboreándola. Descansé mi cabeza sobre su muslo un momento,
lamiéndole el clítoris desde tan relajada posición.

Lek no hizo ninguna indicación insinuando que el preludio se podría estar extendiendo
demasiado, pero finalmente yo mismo decidí que era el momento de empezar a follar. Ella
ya estaba muy mojada y la idea de meter mi polla en su lubricado y estrecho chochito me
tentaba sobremanera. Alcancé un condón, lo desenrollé y me introduje en su cuerpo
con ella tumbada de espaldas sobre la cama. Volví a temer que se resistiría a que le
alzara las piernas, pero no lo hizo y pronto me vi con todo mi trallo en su interior. Cuando
penetré entre los largos muslos de Lek, sus rodillas tocaron la cama por encima de sus
hombros.

Con las piernas apuntando más allá de su cabeza, le comencé a propinar embates largos
y firmes. Yo había apartado su toalla, pero Lek aún se aferraba a ella buscando
algo de intimidad en ese refugio. Tenía la cara girada hacia un lado de nuevo.

Recordando lo excitante que había resultado la última vez, la giré parcialmente hacia su
derecha, mantuve su pierna derecha entre las mías y sostuve su pierna izquierda elevada
en el aire. “Oh nena, eres un encanto”. Tras disfrutarla así durante un rato y
manteniéndome de rodillas, me incliné hacia adelante de modo que pudiera besar su
cuello y sus orejas. Con su oreja izquierda en mi boca, comencé a jadear, musitar, besar y
lamer con la lengua en su interior del mismo modo que había conseguido excitarla en
nuestro primer encuentro amoroso. De nuevo respondió moviendo un poco su culo y su
coñito. Definitivamente, Lek parecía un poco más entregada y receptiva esta noche.
Notando esa actitud relajada, me tomé la libertad de volverla y colocarla a las cuatro
patas. No rechistó. Se apoyó sobre sus manos y rodillas, conmigo detrás empujando y
atrayendo su trasero. Con una mano en su clítoris y la otra sosteniendo sus hermosas
tetas, la empujaba y atraía hacia mí, bombeando con insistencia desde su linda
retaguardia. Esto era lo que yo había estado esperando: jugar con Lek en una variada
amalgama de posturas, follando y sin correrme hasta hallarnos ambos plenamente
satisfechos.

Atrayéndola conmigo hacia detrás, me dejé caer sobre mi culo, quedando Lek sentada
sobre mí. No había emitido sonido alguno, pero podía notar cómo se mostraba interesada
por el modo en que la movía y la iba iniciando en posturas. Lek estaba aprendiendo y hoy
recibía una clase magistral. Dirigí sus piernas y sus pies con las manos y, dándome la
espalda, la coloqué en la posición romana, apoyada sobre sus manos y sus rodillas y con
los pies paralelos a mis costados. Ya había oscurecido bastante, pero en esta posición
podía observar mi tranca deslizándose en el crepúsculo de la habitación dentro y fuera de
su rechoncho y casi lampiño chochito. Mis hombros estaban a los pies de la cama con mi
cabeza colgando en el borde del colchón. Personalmente prefiero practicar la posición
romana con la espalda apoyada en la cabecera de la cama y recostado entre cojines o

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PROMISCUO

almohadas, pero así tampoco estaba mal. Con mis manos sujetando sus preciosas
nalgas, la alcé y su coñito se deslizó hasta la mismísima punta de mi polla. Entonces la
dejé caer de nuevo hasta que volvió otra vez a tragarse todo el largo (y el grueso) que
esta le ofrecía. Continué así, alzándola y dejándola caer. Al poco, cada vez que la alzaba
hasta dejar dentro de ella la puntita nada más de mi cipote, era ella quien se dejaba caer
a sí misma en el recorrido de vuelta. Habíamos comenzado a avanzar bastante en este
curso intensivo de sexo: ya no estaba simplemente siendo follada a mi antojo y aceptando
sin rechistar todo lo que yo le hacía: ¡ahora Lek también estaba follando! Sencillamente
maravilloso. Lek jamás había permanecido desnuda ante mí, tímida como es ella, y esta
era la primera vez que podía admirar su culo encantador que, como el resto de su cuerpo,
se mostraba firme como los flancos de una yegua de carreras. Allí permanecía yo, asido y
azuzándole.

No me apetecía pasar demasiado tiempo en una misma posición, quería manejarla por
una amplia gama de posturas. Tampoco tenía prisa por correrme, quería hacerlo cuando
fuera el momento y ya estuviésemos completamente saciados. La empujé levemente
hacia adelante y, sin extraerla de su interior, sorteé nuestro enredo de piernas. Lek quedó
tumbada con su vientre contra el colchón, dándome la espalda con las caderas
ligeramente levantadas. Palpé con mi mano el condón y me satisfizo comprobar que
continuaba lubricado. Lek era una joven delicia, una joven delicia oriental. No pude evitar
pensar lo magnífico que debería de ser follar su chochito sin condón, su flujo y su carne
deslizándose directamente sobre la piel de mi polla. Da igual, también la estaba sintiendo
así perfectamente, con su coñito friccionando mi polla tan prieto como un puño cerrado.
“Mmmmmm, baby”.

Así de rodillas, tumbé a Lek de espaldas en la cama. Con sus largas piernas colgando de
mis brazos, comencé a darle más duro, con embates largos y firmes. Luego, sin sacarla ni
un momento, me puse en cuclillas con las rodillas elevadas sobre sus muslos. Mis talones
y tobillos colocados bajo el culo de Lek alzaban sus caderas, manteniendo su hendidura
en un ángulo perfecto mientras me movía arriba y abajo con cadencia circular. De rodillas
otra vez, continué batiendo mi polla en su interior.

Atraje a Lek por las corvas y dirigí su lindo culo hasta la esquina de la cama. ¡Lek no es
un fideo! No es gorda, pero tampoco es excesivamente ligera. Esas piernas largas y
musculadas, esas grandes tetas y ese hermoso culo -todo sumado- arrojaban como
resultado un tremendo cuerpo de mujer (paradójicamente, lek significa ‘pequeña’ en
tailandés). Me sorprendió su peso mientras la conducía hasta el lugar en el que podría
permanecer de pie ante ella. Con los pies apoyados en el parqué, comencé a aporrear su
interior. Lek aún no había articulado palabra, pero ya no parecía contrariada. En este
punto, yo hablaba suficiente por los dos: “Oh, Lek, qué ricura. Cómo me gustas. Tienes un
coñito lindo y estrecho. Un coñito húmedo”, le decía. “Jim lek [coñito estrecho]. Jim lek.
Jim lek”, repetía presionando su muñeca con mi puño para mostrarle lo que su coño hacía
sentir a mi polla.

103
PROMISCUO

“…Jim lek. Jim lek. Jim lek”. Podía moverme perfectamente así de pie, y cada uno de
nosotros le estaba proporcionando al otro un feroz bombeo. Atrapado en la estrechez de
su húmedo agujero, continué hincando mi saeta como un poseso: “Oh, cariño. Oh, cariño.
Me gusta. Me gusta mucho”.

Con su oreja de nuevo en mi boca, susurré, jadeé, mordisqueé y lamí en su interior con la
lengua. Sucedía que estaba zampándome esa oreja exactamente igual que antes le había
comido el chocho.

Esta vez me follé a Lek durante tanto tiempo como quise hacerlo. Finalmente, ella me
preguntó: “Bang, ¿cuándo te corres?”

“Ahora cielo. Me corro ahora. Me corro ahora”. De todos modos, yo ya venía pensando en
ello y cuestionándome cuánto folleteo querría Lek o cuánto toleraría. Sólo me costó unos
cuantos embates más en su estrecho y joven coñito hasta lograr que mi corrida estallase.
Me quedé sorprendido por todo el tiempo que mi polla estuvo -entre jadeos y espasmos-
descargando semen. No queriendo separarme de su dulce coño, me mantuve dentro por
un rato mientras recuperábamos el aliento.

Me duché yo primero y me fascinó el hecho de que mi erección persistía por completo, lo suficiente
como para comenzar a follar de nuevo sin problema. Lek había hecho su efecto en mí: la ancestral
creencia china de que ˂˂introducir el “tronco de jade” de uno en la “puerta de jade” de una mujer
joven tiene un efecto rejuvenecedor para el hombre˃˃ había funcionado a la perfección en mi caso.

Cuando mia Lek salió del baño, todavía mostraba signos de timidez. Vestida con un top de rayas
naranjas y blancas y short de algodón, sus largas y bronceadas piernas lucían fantásticas al calzarse
las sandalias de plataforma. “Khun suay mak mak [eres muy guapa]”, le dije mientras depositaba en
su bolsillo un billete morado de quinientos baht y otro verde de veinte. Dijo “gracias” y me dedicó
un way. Ninguno de los dos había hablado de dinero, ambos compartíamos este juego en común:
a Lek le gustaba yo y quería follarme. Por mi parte, yo compartía un poco de dinero con Lek porque
me gustaba y ella no lo tenía. El pacto también era bueno para mí porque me mantenía joven y feliz.

¡Es fantástico! Me he estado follando por 13€ a la chica más guapa que haya encontrado jamás en la
playa y la go-go más bella de esta ciudad de miles de bares me hace de modelo y también me folla.
¿No es magnífica la vida?

Me sentí cansado cuando bajé las escaleras, pero el alborozo de la noche pronto me revitalizó.
Caminando bajo la luna llena, me paré a reflexionar en algo acerca de lo cual ya había estado
pensando: tal vez sea mejor ver a las mejores chicas más de una vez. No estoy enamorado, pero
hacer el amor con Lek es una experiencia maravillosa.

Amo a las mujeres, pero cuantas más veo y más las veo, me convenzo de que ninguna es para mí.
Pensando en este fenómeno con anterioridad, había considerado ya un infortunio que las segundas
citas siempre pinchasen mis burbujas de romanticismo, pero la segunda cita con Lek había dado al
traste con esta teoría. Probablemente fuese mejor así: puedo continuar follándome a las mejores

104
PROMISCUO

chicas durante un tiempo indeterminado y cuando el entusiasmo por cualquiera de ellas se haya
marchitado, ya no habrá vehemencia sexual, ni sentimiento de pérdida, ni malestar emocional.
“ASIA CAMBIA A UN HOMBRE.”

Recorrí la calle sin que me mojaran, generalmente la guerra de agua no persiste demasiado una vez
oscurece, y ya eran las ocho de la tarde. Un extranjero borracho apostado por fuera del Seaview me
hizo desconfiar: vestido con unos empapados pantalones cortos y una gorra de béisbol con la visera
hacia atrás, sostenía entre sus manos la mayor metralleta de agua que había visto hasta el momento.
Era una variedad más de la guerra de las galaxias, pero algo más grande que el resto. Parecía letal.
No lo miré cuando pasé… y él no apretó el gatillo.

Ya en Beach Road, me senté en una de las húmedas filas de asientos en la trasera de un songthaew.
Craso error. No nos habíamos alejado unos metros cuando los pistoleros del lado de bares del paseo
comenzaron a disparar. Estaban armados con enormes artilugios y un auténtico torrente de agua
atravesó el abierto lateral del taxi. La chica que iba sentada a mi lado en el mismo quedó totalmente
empapada. Un poco más adelante, otro grupo de guerrilleros volvió a abrir ‘fuego’ contra nosotros.
Parecían chinos, ¡y locos!, con grandes armas de agua de la guerra de las galaxias subacuáticas.
Sintiéndome como un patito metálico en la caseta de tiro de la feria, me bajé del songthaew
sacudiendo los brazos chorreantes y mi remojada cabeza. Le pagué al chófer cinco baht y caminé
cerca de los puestos ambulantes, por el lado de la playa del paseo.

Los contendientes del agua parecían respetar a los vendedores ambulantes y su mercancía. No había
guerra en esa parte, el problema era que el paso de peatón estaba colapsado de gente que avanzaba a
un paso terriblemente lento. Progresando con menuditos pasos de bebé, pensé en las calles de Asia.
Por lo general, siempre me muevo con agilidad entre el resto de los peatones, adelantándolos. Ando
bastante y ando rápido, pero esa noche era imposible hacerlo. Era un tanto frustrante, quería llegar
al Voodoo a las ocho y media y se me estaba haciendo tarde. Estaba enchumbado de pies a cabeza.

Observé a los extasiados maníacos al otro lado de la calle mientras avanzaba con lentitud a lo largo
de la playa. Bailando sin cesar al elevado volumen de la música y riendo con hilaridad, abrían fuego
unos contra otros y disparaban a todos los songthaews, coches y motos que osaban circular por allí.
No estarían más empapados si se hubieran arrojado al océano. La mojada superficie de Beach Road
aparentaba como si acabara de descargar una tormenta, aunque hoy no había llovido en todo el día.
Los celebrantes del Songkran cargaban amperios para mañana, último día y clímax de esta húmeda
locura.

Una chica realmente guapa estaba trabajando en un puesto ambulante de comida y nos observamos
el uno al otro. Era una seductora tailandesa de piel oscura, ya me había fijado en ella anteriormente.
Cuando pasé, volví de nuevo la vista y ella aún seguía mirando y sonriéndome. Era una auténtica
hermosura, me tocó el corazón. Más tarde regresaré para hablar con ella.

Al llegar a Walking Street, me sorprendió mucho encontrar húmeda su superficie adoquinada. Era
la primera vez que veía la guerra de agua llegar hasta aquí. Bandas armadas patrullaban las calles.
¿Qué podía hacer ahora? Quería ver a Cherry, así que avancé con decisión. Crucé ante una chica
bien pertrechada y esta me disparó por la espalda. Su arma mojaba tanto como si me hubiera
arrojado un cubo de agua y, para colmo, la munición que esa muchacha utilizaba era agua helada.

105
PROMISCUO

Continué avanzando a través del peligro, mis vaqueros chorreaban. Mañana sólo chancletas y
pantalón de surfero. No me esperaba que esta noche la batalla también llegase a Walking Street.
Mientras me iba acercando, me consolaba pensar que este suicidio acuático bien merecía la pena,
sabiendo que me encaminaba a lisonjear y cortejar a la bailarina más guapa de todo Pattaya.

Escudriñé y no vi a Cherry en el Voodoo. Una camarera me reconoció y me informó voluntariosa:


“Cherry no aquí. Ella vacaciones”. Cherry es demasiado atractiva, ella puede permitirse no trabajar.

“Volveré mañana”.

El sonriente portero de la acera de enfrente, que siempre se comportaba como si fuésemos colegas,
me invitó a entrar en el Brown Sugar. Le dije: “echaré una ojeada”. La mayoría de las chicas no
servían como modelos para fotografiar, pero una bailarina de piel oscura ofrecía un buen potencial.
Tal vez regrese y hable con ella en otro momento.

No podría estar más calado, pero no era cuestión de atravesar otra vez el castigo de Walking Street.
Caminando en sentido contrario, descendí por un callejón que esperaba que me llevase hasta Soi 2.
Unas porteras me invitaron a entrar en un go-go bar que, cosa rara, jamás había visto anteriormente:
“OK, echaré una visual”. ¡No me pude creer las mujeres que ofrecían sus servicios en ese local!
Todas bailando en bikini, eran mujeres ya mayores y al borde de la marginalidad. Sentí pena y salí.
En mi camino hacia la salida, me di cuenta de que eran travestis. Por fuera, una joven ‘señorita’ con
los hombros al descubierto se bajó el top mostrándome un buen par de tetas. ¡Fantástica silicona!

Continué descendiendo por el callejón y fui atraído hacia otro bar. Un cartel decía algo acerca de un
show especial ininterrumpido en la parte alta. Pintaba indecente y obsceno. Las personas a la puerta
me animaron a que pasara a echar un vistazo. Huyendo de la guerra de agua, me estaba encontrando
entre estrechas callejuelas con los locales más sórdidos de esta ciudad, ¡qué me esperaría esta vez!
Seguí a la muchacha de la puerta, que me guió hacia el altillo de este pequeño club. Las chicas no
eran muy guapas, pero insistieron en que por favor me quedara. No tenían clientes para quien bailar.
Cuando les indiqué que estaba calado hasta los huesos, ellas sugirieron que me quitara la ropa y me
uniera a ellas en el estrado. Sujetándome a una barandilla, bajé hasta una pequeña tarima de go-go
y abrí y cerré mis rodillas bailando al ritmo de la música. También yo formaba parte de esta fiesta.
Volví a abandonar la tarima y, a pesar de sus lamentos y requerimientos para que me quedase allí,
les dediqué un afectuoso wai y salí del local tras haberme divertido un poco haciendo el ‘guiri’.

Seguí a una muchacha guapa y empapada a través del callejón. Se detuvo en un bar donde había un
gran barreño y armas para disparar agua. Cuando pasé, me proporcionó una buena ráfaga de líquido.
Alejándome, pude contemplarla bailando con su ceñida camiseta mojada, lucía pasmosamente sexy.

Al torcer hacia la izquierda para incorporarme a Soi 2, me encontré a una chica apuntándome
directamente con una pequeña pistola acuática. Levanté las manos sobre la cabeza y me rendí con
fingida desesperación, pero ella hizo un giño: su pistola estaba vacía. Mi aspecto debía parecer
como el de alguien recién salido de la piscina a la que sus amigos bromeando le acaban de empujar.
Sin intercambiar palabra, nos comenzamos a reír divirtiéndonos con este encuentro tan tonto.

En Pattayatai, me arrimé al lado de la calle donde estaban los puestos del mercado. Supuse que los
combatientes confinarían su guerra a la otra acera de la calle, la del templo. La estrategia funcionó.

106
PROMISCUO

Mis vaqueros empapados estaban fríos pero lo húmedo de la camiseta me hacía sentir bien con el
cálido aire nocturno del trópico que soplaba en ese instante.

Tras reponer energías degustando una maravillosa comida vegetariana en mi restaurante, compré
una tarjeta de internet y chequeé mi correo. Emily, mi chica filipina, me echaba de menos. La jefa
de mi oficina en Madrid decía que compraría mis historias de Camboya y Laos. ¡Bien, bien, bien!
Tenía pasaje para viajar a Camboya dentro de cinco días y el señor Wei Chang, el tratante de teca,
me había invitado a alojarme en su casa en Laos cuando viajara a ese país. Me fastidió ver un correo
que pretendía venderme una diplomatura universitaria falsa. Borré el e-mail sin tan siquiera abrirlo.
¡Malditos bastardos! ¡Yo obtuve mi licenciatura universitaria al estilo tradicional, sin trampas!

Caminar por el lado de la calle donde estaban los puestos del mercado me mantuvo a salvo hasta
alcanzar Soi 2, donde esperé para subirme a algún songthaew que tuviera los laterales cerrados con
la cubierta plástica: ya era suficiente ensopadera por hoy. Me subí a uno así protegido y emprendí el
camino de vuelta al hotel, pero las cortinas laterales tampoco facilitaban excesiva protección. Había
un tumulto cercano. La calle semejaba como si hubiese cesado de llover hacía un instante y los
‘amperizados’ celebrantes estaban en pleno delirio. Por dos veces, asaltaron en plena calle la abierta
parte trasera del songthaew y abrieron ‘fuego’ a bocajarro contra mí. Acertaron de pleno y volvía a
estar tan empapado como lo había estado antes de cenar.

Nam -la sexy recepcionista de mi hotel cuyo nombre en tailandés significa literalmente ‘agua’-, tras
el mostrador, no pudo evitar desternillarse de risa al verme aparecer tan ensopado como estaba.

Me alegró llegar a casa, quitarme toda esa ropa mojada y meterme en la bañera. La ducha me sentó
fantásticamente bien y permanecí durante largo rato con mi cuerpo desnudo bajo el chorro caliente.
Pensaba en Lek y en su cálido flujo vaginal. En tailandés se le denomina nam jim [agua de chocho].

¡Sawasdee khráp!

107
PROMISCUO

-14-
Khaek

Miércoles por la mañana, muerto de hambre, me puse los pantalones surferos y la misma camiseta
de ayer ya seca. Vestido para la guerra acuática, salí a comprar algo de fruta. Desde la entrada de mi
hotel observé Soi 2. Sabía que hoy sería el clímax de las celebraciones del Songkran, pero lo que
allí vi superaba con creces todo lo imaginable: ¡un camión con un enorme tanque de 20000 litros
del líquido elemento en el volquete circulaba lentamente calle abajo! El depósito iba circundado por
guerrilleros armados hasta los dientes con terroríficas ‘armas de agua’.

Un potente sistema de sonido vomitaba rock tailandés a lo bestia. A medida que me acercaba a la
esquina, pude ver multitud de jóvenes bailando en mitad de la vía (Soi 2 es normalmente una calle
la cual gran cantidad de gente atareada transita a paso acelerado). Los bulliciosos bailarines estaban
empapados de pies a cabeza y sus caras y ropa totalmente embadurnadas con pasta de polvo blanco.
Iban armados con todo tipo de ametralladoras, pistolas, mangueras y recipientes. Eran solamente las
diez de la mañana, ¡y esto no era la playa sino la calle! ¿Se había vuelto el mundo loco?

La mayoría de las tiendas permanecían cerradas, con sus persianas metálicas fuertemente fijadas.
La señora que siempre vendía fruta en la acera no se había atrevido a montar su chiringuito hoy.
Decidí subir a un songthaew hasta el mercado central.

Crucé la calle y me refugié frente al parachoques delantero de uno de los altos autobuses que llevan
a los grupos de turistas chinos a recorrer la ciudad. Cuando el camión con su comitiva de guerreros
cruzó, me coloqué detrás del enorme autobús hasta que la costa estuviera bastante más despejada.
Un songthaew se aproximaba, así que decidí subirme a él y poner mis huesos rumbo al mercado.
Un grupo de guerrilleros estaba disparando agua a la trasera del taxi y restregando masa de polvo
blanco a sus pasajeros. Cuando el songthaew llegó a mi altura, no pude creer lo que me encontré:
siendo transporte generalmente de víctimas de las escaramuzas líquidas, la parte de atrás de este se
había transformado en un vehículo blindado lleno de combatientes blandiendo metralletas de agua.

108
PROMISCUO

Era presa fácil. Me tenían a tiro, pero al parecer se les había agotado la munición. Un muchacho
chino sonrió y me saludó con un way cuando se alejaron en el interior del songthaew.

Una pequeña furgoneta pick-up con su familia a bordo pasó con dos grandes tinajas de cerámica de
las que la gente del campo usa para recoger el agua de lluvia. Me podría haber ocultado otra vez tras
el autobús, pero permanecí inmóvil y me preparé para recibir mi medicina. Una mujer me arrojó un
recipiente de agua y su hija disparó una metralleta.

Les di la espalda: seguro que la metralleta me echaba de menos y en el fondo el cubo de agua me
proporcionó una agradable rociada… Y un carajo. No estoy dispuesto a aguantar más esta mierda.

Al otro lado de la calle, compré dos botellas de leche de soja y me dirigí de nuevo a mi habitación.
Decidí esperar hasta la hora del almuerzo y volver a enfrentarme a la guerra líquida algo más tarde.

Milagrosamente, regresé hasta mi soi sin volver a ser atacado por nadie. Volví a entrever a los
jóvenes bailando en la calle. Una de las muchachas era muy linda. Me encantaría follármela, pensé.

Al pie de la escalera de entrada al hotel, una chica con falda larga y una melena que le caía hasta las
caderas pasó: “¿Pai nai [dónde vas]?”, me preguntó. Su cara me sonaba familiar. ¿Había hecho el
amor con ella anteriormente? Tenía una pequeña cicatriz sobre la ceja. La chica estaba muy bien y
la idea de invitarla a subir a mi planta surcó mi mente cuando le respondí: “Voy para adentro”.

Mientras subía los escalones hacia el vestíbulo, fui agasajado con la hermosa visión de una chica de
piernas largas y negra falda corta de trabajo sentada en un taburete. ¡Uauh! Sus piernas lucían
sensacionales y su pelo largo enmarcaba una preciosa cara. Nunca antes la había visto. ¿Estaría
solicitando trabajo en el hotel? La guapa recepcionista me dio la llave. Le dije: “Señorita, es una
locura salir hoy a la calle”. Esta recepcionista se había negado a decirme su nombre, indicándome
que la llamase simplemente “Señorita” y yo así la designaba. La mujer tailandesa siempre ha sido
conocida como “la flor de Oriente”. El Reino de Tailandia es sin duda un jardín de flores hermosas.

¿Con quién voy a hacer el amor hoy? Tal vez recoja a la oscurita bailarina topless del Brown Sugar
después de hablar con Cherry. Pero, si voy a derrochar y pagar el precio de una go-go otra vez más,
¿no sería mejor hacérmelo con Cherry? Asa, la jovencita estudiante de Chonburi, probablemente
llamara necesitada de dinero, pero follar con ella una vez había sido suficiente para mí.

Durante el último par de horas había oído un eco de voces locas aullando a través de mi ventana.
Me encontraba a media manzana de la acción y a cuatro pisos de altura, pero era lo suficientemente
intenso como para asustarme. Debe de haber un caos total en Beach Road, el Paseo Marítimo.
El estruendo continuaba sin cesar, subiendo y bajando de tono al ritmo de la locura de un modo que
yo solamente podía imaginar desde la reconfortante seguridad de mi habitación. La algarabía venía
acompañada por sonido de tambores, que me hacían recordar antiguas producciones de Hollywood
en las que tribus africanas bailaban y tocaban sus tambores mientras se preparaban para guerrear.

Si pudiera, pasaría de enfrentarme de nuevo a esta locura y de que me empolvasen una vez más,
pero tengo que almorzar e ir a ver al Sr. Wei Chang, el comerciante de madera de teca. Esta noche
quiero hablar con Cherry y encontrar algún coño. Tal vez la belleza de piel oscura del Brown Sugar.

109
PROMISCUO

Me volví a poner los pantalones surferos y otra camiseta ligera, esperando que afuera hiciese sol.
En consonancia con el espíritu de celebración de la llegada de la temporada de lluvias, el día estaba
nublado y amenazaba lluvia. Bueno, al menos hace calor.

Me dirigí a la biblioteca para devolver mi libro atrasado, celosamente envuelto en bolsas de plástico.
Un alocado desfile bajaba por Soi 2, con una camioneta tras otra llenas de combatientes del agua.
Todos iban empapados, con sus caras embadurnadas de polvo blanco. Pronto lo estaría yo también.
Por momentos me reía a carcajadas, me divertía. Estaba tan empapado cuando alcancé la biblioteca
que, antes de entrar, permanecí de pie en la puerta sacudiéndome el pelo y escurriendo mi camiseta.

“El préstamo de mi libro está vencido, lo siento”.

“Mai pen rai [no se preocupe]”, me dijo la bibliotecaria con una agradable sonrisa.

Sin coste de demora. Qué bien. Un gran charco se había acumulado debajo de mí y también le había
chorreado el escritorio. Dándole las gracias a la señora, volví a salir al exterior. A pesar de que
Beach Road estaba a sólo una manzana y Soi 6 permanecía relativamente en calma, yo volvía a
estar de nuevo completamente enchumbado antes de llegar a su altura.

Exactamente este era el escenario que había estado imaginando encontrar allí. En el lado del Paseo
en el cual se apostaban los vendedores ambulantes, no había demasiada gente disparándose agua.
Sin embargo, sí que había muchos de ellos restregándose polvo húmedo unos a otros en la cara.
También en la mía... La superficie de la calle estaba tan húmeda que parecía que acabase de arreciar
una fuerte tormenta. Las camionetas japonesas cargadas de combatientes eran prácticamente los
únicos vehículos, aunque las calles estaban bloqueadas por hordas de ellas. Las camionetas tenían
los amortiguadores traseros hundidos bajo sus cargas de al menos una docena de guerrilleros con
sus respectivos suministros de agua depositados en bidones, cántaros y enormes neveras de hielo.
Una de las camionetas era en realidad un pequeño camión cuba. Algunas de ellas iban atiborradas
de chicas guapas, tanto que me hicieron imaginar que eran las carrozas de algún desfile de modelos.

El lado de bares de Beach Road se hallaba rebosante de empapados juerguistas bailando con la
música a todo volumen. Mientras avanzaba por la playa, los ritmos cambiaban y se mezclaban al
pasar de un equipo de sonido a otro que le hacía competencia de vatios. Me detuve a escuchar un
tema que había venido oyendo últimamente por toda la ciudad, versaba acerca de la promiscuidad
de algunos. Centré particularmente mi atención en una jovencita que bailaba al ritmo de esta
melodía oriental, con sus grandes tetas rebotando arriba y abajo, y me eché a reír pensando que este
era sin duda el mayor concurso de camisetas mojadas al aire libre del mundo.

El panorama era el mismo en todas las arterias principales. Era increíble. Había cientos de camiones
y camionetas, todos llenos de hídricos combatientes. Por la apariencia y la piel morena de algunos
equipos de bomberos y granjeros, se notaba que muchos de ellos habían llegado del campo. Estoy
seguro de que la gente viene de todos los alrededores para unirse a la desenfrenada fiesta de Pattaya.
Beach Road, Central, Soi 2, Soi 3 y Pattayatai estaban abarrotados por la concurrencia de camiones.

110
PROMISCUO

Todos los bordillos y aceras de las calles estaban a reventar de remojados celebrantes armados con
mangueras, pistolas, cubos, tinajas y otros recipientes. Todo menos el fregadero de la cocina.

Las camionetas a duras penas podían moverse. Se quedaban bloqueadas y sus ocupantes luchaban
contra la gente que había en tierra. La acción más indómita tenía lugar en los intercambios de agua
entre las personas de los camiones y aquellas que permanecían a pie de calle. Los contendientes se
lanzaban cubos llenos de agua unos a otros. Las armas de tamaño medio albergan aproximadamente
un litro de agua en sus depósitos y las grandes pueden disparar unos cuatro litros o más. La música
a toda caña, yo una sopa y mi cara enteramente embadurnada de masa de polvo blanco. De vez en
cuando me entraba un ataque de risa descontrolada. La gente seguía vertiendo agua sobre mí y
embadurnando mi cara mientras caminaba. Lo único que me molestaba endiabladamente era el agua
helada. Algunos de los combatientes más maliciosos cargaban sus artilugios con hielo derretido.
¡Aaaaaaj!

Pasó un autobús lleno de turistas chinos. Allá arriba, estos permanecían sanos y salvos, protegidos
con sus gafas de sol y refrigerados por el aire acondicionado del vehículo. Con sus testas a unos
quince metros del suelo, el Songkran suponía para ellos tan sólo otra atracción turística más. Era
chocante, con todo el mundo vuelto loco y totalmente empapado, ellos sonreían y saludaban: secos.
¿Experimentaban de verdad el Songkran o paseaban? Me enorgulleció viajar solo y estar a remojo.

La tienda de teca del señor Wei Chang se encontraba cerrada. ¿Estaría combatiendo o escondido?
Me pregunté dónde estaría Cherry. Traté de imaginarme a esa hermosa criatura en la calle, cubierta
de polvo y arrojando agua, pero no pude. La imagen era disonante con su glamour. Estaba extasiado
por su formidable belleza. Podía recorrerme la ciudad entera, ver miles de personas y no encontrar a
una sola que ni siquiera se le asemejara.

Vista a través de la fachada de cristal del restaurante, la celebración del Songkran parecía una
escena de alguna película salvaje. Degusté un almuerzo de fideos de arroz con tofu y vegetales y me
di un respiro de la guerra de agua que estaba aconteciendo ahí fuera. Me sentía tan cómodo que odié
la idea de tener que salir de nuevo al exterior. Me rompía el alma el hecho de no poder plasmar en
fotos esta fiesta, pero no me atreví a introducir mi equipo profesional Nikon dentro de tal enjambre.
El agua es enemiga de los equipos de fotografía. El próximo año –prometo regresar el próximo año-
traeré una cámara submarina.

Todos los ordenadores de la oficina de Thai Telecom estaban ocupados. Sin e-mail por el momento.
En el estacionamiento, me fijé en una joven y guapa parejita tailandesa. El chico ayudaba a la
muchacha a colgarse en la espalda un tanque con forma de elefante para después montar en su
motocicleta. Ella le roció un poco de agua en la cara con la pistola conectada a la mochila-tanque.
Se rieron, la chica se acopló a la parte trasera de la moto y ambos salieron pitando hacia la batalla.

En el camino de regreso a la playa, la actividad era frenética a mi alrededor. Era increíble ver tanta
gente participando, era asombroso que el mismo nivel de intensidad recorriera toda la ciudad. Hasta
los policías estaban mojados y embadurnados de polvo mientras dirigían el tráfico. Volví a sonreír.

111
PROMISCUO

En el camino de regreso, bajando por Beach Road, volví a ver a la seductora tailandesa de piel
oscura trabajando en su puesto ambulante de comida. Ambas, ella y una señora que probablemente
sería su madre, me miraron y sonrieron.

Otra mujer estaba ejecutando un juego de manos sobre una mesa plegable cerca del muelle. Usaba
la tapa dorada de un frasco, un puñado de cuentas negras y un pedazo de cartón en la parte frontal
de su mesa con casillas numeradas del uno al cuatro. Cada vez que deslizaba circularmente la tapa
atrapando cuentas con la misma, los jugadores que observaban debían determinar cuántas cuentas
habían quedado atrapadas bajo la tapa. Quinientos baht era la apuesta mínima. Los tailandeses aman
el juego y las apuestas. Yo estaba sorprendido de la velocidad con la que los billetes de quinientos
baht cambiaban de manos. Algunos de los jugadores apostaban tres o cuatro billetes de una vez.
Detrás de la mujer, y un poco hacia un lado, yo podía ver lo que hacía y por lo general acertar el
número de cuentas que había bajo la tapa. Era astuta… y ganaba un montonazo de dinero rápido.

Atraído por unos trinos, me volví para ver a una anciana con jaulas menudas llenas de pequeños
pajaritos. Sabía que quería que le pagara por liberar a uno de ellos para atraer la buena suerte.

Con el transcurso de los viajes, he tenido ocasión de constatar que esta es una práctica común
alrededor del mundo. La he observado en países tan distantes como Tailandia y Senegal. Hay quien
afirma que, una vez liberados, los pajarillos vuelven a la jaula. Esto no lo he podido comprobar.
“¿Tao rai [cuánto], sip baht [diez baht]?”, indagué. La anciana me mostró un billete rojo de cien.
Por fuera de un templo, yo ya había liberado antes uno por diez baht y no me gusta que me engañen.
Le dije que me dejara en paz, pero ella insistió mostrándome ahora un billete verde de veinte baht.
Supongo que no la puedo culpar por intentarlo, pero yo ya no quería tener nada que ver con ella y le
di la espalda.

Polvo, agua, agua, polvo. A medida que me acercaba a la playa era una y otra vez embadurnado con
polvo y rociado con agua por el dulce pueblo tailandés.

De vuelta a la habitación, proseguí el festival del agua a mi manera: una ducha caliente vertida sin
más sobre las baldosas del suelo del baño (las bañeras y los pies de ducha son cosas de Occidente).
Antes de terminar, restregué el polvo blanco de mi ropa. El vapor lo envolvía todo tras afeitarme,
enjabonarme y ducharme. De rodillas rodeado de vapor mientras lavaba mi short y mi camiseta con
jabón de baño, me imaginaba haciendo el amor con Lek o con Cherry en el suelo mojado y me
preguntaba si encontraría una chica adecuada esta noche para poner en práctica tal idea. Sería el
colofón perfecto para decir adiós al Songkran. No obstante, es más cómodo follar en la cama.

Las guerras del agua habían terminado a las ocho, cuando salí a ver a Cherry. Algunos extranjeros
borrachos y groseros y sus putas no cumplían con el preceptivo cese como es costumbre local aquí,
aunque no abrieron fuego contra mí. Algunos vendedores estaban aún desmontando. Es un fiestón
tremendo, pero estaré entusiasmado de volver a ver a las chicas en Beach Road mostrando de nuevo
su género. Es Pattaya. Calles y paseos seguían llenos de charcos, aunque no había llovido. Imágenes
de la paródica guerra civil que se libraba aquí hasta hace apenas unas horas cruzaron por mi mente.

112
PROMISCUO

Cherry no se había incorporado al trabajo. “Ella vacaciones”. Qué arrogancia, acudir al trabajo sólo
cuando te apetece. Debe de ser algo fantástico eso de ser tan bella. Cherry podría ser la esposa o la
amante de cualquier billonario.

En el Brown Sugar, la bailarina de piel oscura ya no parecía tan apetecible, sentada y con sujetador.
Tampoco parecía interesada en mí. Chequeé mi e-mail después de cenar. Mi hermano había enviado
una foto (“Muerte por Viagra”) en la que un ataúd abierto mostraba la cabeza de un pene colgando.

Luego cogí un songthaew a Central, caminé el largo de la playa sur deseando encontrarme a Lek,
pero no me crucé con ninguna chica a la que me apeteciese llevarme a la cama. Al final de la playa
di un paseo hasta la punta del muelle, algo que no había hecho últimamente. Por la noche, los
pescadores se sientan en las barandillas con sus sedales hundiéndose en el agua oscura. Cerca del
final del muelle vi a una nenita preciosa pero, cuando me acerqué a hablar con ella, se escabulló.
Me sentía cansado y decidí que debería de irme solo a casa y dormir. Había sido un larguísimo día.

Mientras andaba de vuelta a la calle al término del muelle, me saludó un joven sentado junto a una
muchacha muy normalita vestida con vaqueros y camiseta de asillas verde con letras amarillas.
“Sawasdee khráp. ¿Buscas chica sexy?” Me preguntó, indicando a la chica que se sentaba a su lado.

“Estoy bien, gracias”.

“¿Quieres una chica sexy?”

“No sé.”

“¿Quieres un chico?”

“No, no busco chico. Lo siento”, le dije negando con la cabeza mientras me sentaba cerca de la piba.

“¿Quieres tiempo corto?”, me preguntó ella. “Casi no hablo tu lengua”.

“Mai roo [no sé]”, contesté en tailandés. “¿Khun ah yoo thao-rai [qué edad tienes]?”

“Yee-sip-et [veintiuno]”.

“¿Khun mee luuk mai [tienes hijos]?”

“Mai mee [no tengo]”. La abracé por la cintura. Sus tetas parecían redondas y no era fea de cara.

“Chan lek [soy menudita]”, me dijo. La invité a que se levantase para apreciar mejor su figura.

“¿Khun smoke mai [la chupas]?”

“Smoke mak mai [la chupo muy bien]”

“¿Thao-rai [cuánto]?”

“Ha rawy [quinientos]”.

“OK. Pais hawng [vámonos]”.

113
PROMISCUO

Hicimos un alto para comprar algo frío en el 7-eleven (cadena de tiendas 24 horas que adoro, en
ellas se puede encontrar de todo): leche de soja y agua para mí y un refresco de vino Spy para ella.

Mientras Khaek se duchaba, ultimé en el PC portátil mi artículo acerca de Pattaya. Aunque la chica
no mostraba signos de impaciencia, yo cancelé el trabajo en cuanto volvió y se sentó junto a mí.

Accedió a que le sacara una foto for free. Me quedé gratamente sorprendido al ver las bonitas tetas
de Khaek, con la camiseta alzada hasta el pecho. Su cintura lucía delgada. Podría posar de modelo
para mí, aunque estaba un gran paso por debajo de Lek y de Cherry. Me duché y volví a la cama.

Pellizcándole levemente el pezón le dije que ‘fumara’.

“Smoke condom”, replicó.

“¡Ahhh! Smoke condom mai dee [no me gusta]”, protesté y dirigí su cabeza hacia mi polla.

Se colocó entre mis piernas e hizo desaparecer mi juguete. Me sentí bien. Tragó
profundamente, introduciéndose al menos tres cuartos de mi cipote en la boca, y comenzó
a trabajar arriba y abajo. Su saliva humedeció mi tronco, mamaba ruidosamente,
sorbiendo hasta que dejaba que mi cabeza casi se saliera fuera de sus fauces para volver
a tragársela de nuevo. Deslizaba los labios por mi eje una y otra vez. Tenía la mano
alrededor de mi pene en su base y me masturbaba mientras chupaba.

Eso no me gustaba por dos razones: no quería que hiciese que me corriera rápido y
prefiero que me la coman sin manos, da más placer. Cogí sus manos y las puse en mis
muslos. Ella lamió diligente.

Paró y se frotó la mandíbula. “Eh, khun phoot smoke mak [dijiste que la chupabas muy
bien]”.

Volvió a meterse el garrote en la boca y comenzó a succionar y a deslizarse de nuevo. Me


hacía gozar. No estaba excesivamente entusiasmado con la idea de follármela pero me
estaba realizando una excelente felación. Como si leyera mi mente, Khaek dijo: “Smoke.
No boom [no folleteo]”. Traté de hacerla comprender que, si este iba a ser el caso,
debería dejar que me corriese en su boca. Sin entenderme, preguntó: “¿Smoke, no boom-
boom?”

No respondí. Quería mantener intactas todas las opciones, aunque no quería que dejase
de chupar. En este punto, creo que los dos éramos conscientes de que me la iba a
mamar hasta el orgasmo. Si era capaz de tragar durante un buen rato sin que le diesen
calambres en las mandíbulas, por mí OK. Quería correrme en su boca. Me enloquece que
me coman hasta el final. De todas formas, eyacular en su cara tampoco estará mal, si le
da por arrepentirse en el último instante. No terminamos de aclararnos sobre este punto,
pero me la seguía chupando maravillosamente bien.

Desde la cama, moví a Khaek hacia el escritorio con espejo. La senté de lado al mismo en
el taburete y yo permanecí de pie. Así pude ver su cara y mi polla en el espejo, desde el
cual la observaba. Pensé en Emily Delacruz y las innumerables veces en que me la había

114
PROMISCUO

mamado en esta misma posición. Esta joven tailandesa me estaba haciendo la mejor y
más larga felación que había recibido desde que me despedí de Emily en Filipinas hace
más de un mes. Que me mamen la polla a pelo y hasta culminar es probablemente mi
pasatiempo favorito, y no lo consigo muchas veces aquí, aunque sí que lo consigo en
Filipinas cada vez que me apetece. Allí hay salones de felatrices.

Khaek continuaba haciéndolo muy bien. Su boca era cálida y jugosísima, y tragaba
profundamente, succionando con ganas. Alterné entre sentarme en el escritorio y estar de
pie ante ella, pero siempre manteniéndome de perfil al espejo para poder ver mi tranca
perderse dentro y fuera de su rostro.

De vez en cuando se sacaba el cipote para dar descanso a sus mandíbulas y me lo


meneaba arriba y abajo, cerrando el puño apretado sobre el mismo. Esto no me hacía
sentir como si me fuese a correr, así que la dejaba hacer. Cada vez que se volvía a
introducir mi pene en la boca, retirábamos de nuevo sus manos. Yo estaba encantado
de que ladease la cabeza mientras se deslizaba en tirabuzón hacia arriba y hacia debajo
de mi barra. Sus ruidos al chupar y sorber se añadían a mi placer.

Esta era sin duda una de las mejores pajas francesas que me habían realizado jamás. Se
me ocurrió pensar que su saliva brillando y humedeciendo mi eje, con sus sonidos de
slurp slurp, suponían un final apropiado para el festival del agua, el Songkran. No
estábamos en la ducha, pero esta porción minúscula de humedad –frente a la apoteosis
de la guerra de agua de hoy- era justo lo que deseaba.

Mientras lamía, yo jugaba con sus redondas tetas. Trencé con mis dedos el recio vello de
su coño. Cuando los sumergí en su raja, descubrí que no estaba mojada. No importa, su
boca succionadora sí que estaba suficientemente húmeda. En realidad no tenía intención
de follármela.

Sostuve mi pene erecto contra mi vientre y acerqué los testículos a su cara. Este encanto
de criatura comenzó inmediatamente a lamerlos. Se metió una de mis bolas entre los
labios y la chupó.

La degustó dentro de su boca. De hacerlo con brusquedad me habría hecho daño, pero
se portó bien. Cogió la otra bola y le dio el mismo exquisito tratamiento. Con ella lamiendo
al unísono las dos bolas y succionando mi escroto con sus labios, le conté el recuerdo
que rondaba por mi mente: el mejor beso negro con felación y tremenda lamida por toda
la zona del perineo incluida me lo realizó una preciosa jovencita negra en una de mis
primeras visitas a Dakar (Senegal, África). “Un amigo extranjero me ha dicho que las
chicas thai también lamen el culo”, le dije en tailandés haciendo un pequeño círculo con
mi dedo y lamiendo con mi lengua en su interior para simular un beso negro. Ella no
entendió bien y me miró mientras yo repetía las mismas palabras y gestos. Esta vez sí
captó la idea pero negó con la cabeza. “OK. Mai pen rai [no importa]”, le dije e inserte
la polla de nuevo en su boca. No se puede culpar a un hombre por intentarlo.

115
PROMISCUO

Tragó enérgicamente durante un largo rato. Cuando dejaba deslizarse fuera de su boca el
cabezote de mi tranca, este estaba hinchado, rojizo y reluciente como un Chupa-Chups tal
vez de... ¿sandía?

¿Cuánto tiempo había estado mamándomela? ¿Media hora? ¿Una hora? Era justo el tipo
de deseo que tenía programado. Había sido un rato largo, suficientemente laaargo.
Suficientemente lujurioso.

Pensando que sería un hecho muy desafortunado si su actitud servil se tornara


repentinamente en otra más desagradable antes de que yo disparase mi carga, decidí que
sería mejor irme corriendo. Puse el automático en modo ‘correrse ya’. Sintiendo que se
aproximaba el momento del orgasmo, Khaek comenzó a bombear con mayor intensidad.
Chupaba profundamente y luego deshacía el recorrido otra vez hasta el glande, brillante y
rojizo, lamiendo con energía. Cada vez que tragaba, yo flexionaba los músculos a modo
de movimientos pélvicos, haciendo entrar mi polla hinchada en su boca. Esto incrementó
más mi placer y parecía excitarla también a ella. Empecé a mover el culo, apretando cada
vez que se la introducía y acompasando así su movimiento.

Quería que siguiera chupando hasta que la última gota de mi lechita se desparramase en
su interior. No habíamos llegado definitivamente a este acuerdo, pero esperaba que
ella no me defraudara. Khaek lo había hecho muy bien hasta ahora. Pasé mi brazo
derecho por detrás de su cuello y sujeté su hombro derecho con la mano. Su cabeza
quedó atrapada en la curva de mi brazo. No quería ser malo, pero mi brazo alrededor de
su cabeza la haría entender lo que yo deseaba y alentarla (¿obligarla?) para que no me
dejase colgado en el último instante.

Mi polla se convulsionó un par de veces en los primeros estertores secos de mi orgasmo.


Supe que ella lo había sentido. Cuando mi carga estalló en su boca, ella cesó el
deslizamiento arriba y abajo, pero no retiró los labios. Con mi brazo detrás de su cabeza
sujetándola suavemente hacia mí, ella mantuvo el glande y algunos centímetros más
entre sus mandíbulas. Siguió ‘fumando’ y moviendo un poco el aparato mientras mi
semen bombeaba, deseé que se mantuviera así hasta que mi pinga hubiese expulsado
hasta la última gota. Así lo hizo, lo ordeñó todo con su dulce boquita oriental.

A pesar de que en ningún momento se sacó la polla ni dejó de chupar, un chorro de


semen se escapó de sus labios. El grueso hilacho de esperma colgaba esplendoroso
desde su fina boca hasta sus tetas. A la rica pachanga. Al rico dulce de leche. A la
rica crema pastelera. Era visualmente perfecto.

No creo que se lo tragara. Entró al cuarto de baño donde probablemente lo escupió. ¿Y


qué más da?

Antes de irse, le extendí un billete morado de quinientos baht (13€). Khaek me dio educadamente
las gracias dedicándome un respetuoso wai.

116
PROMISCUO

Cuando salía, le di las gracias yo también a ella… y se las daba en serio, satisfecho.

-15-
Xe

117
PROMISCUO

Jueves, como si estuviese escrito, el primer día después del Songkran brillaba un sol radiante. Tenía
mi vuelo a Camboya programado para el domingo y debía finiquitar algunos asuntillos en Pattaya.

Tras un desayuno con fruta y una mañana de procesado de textos y edición de diapositivas, fui a las
oficinas de MRW. El propietario alemán se encargó de enviar cuarenta estampas seleccionadas a mi
oficina en Madrid. Estas diapositivas ilustrarían mi guía de viajes de Pattaya.

El señor Wei Chang no estaba en la tienda de teca. Si no lo localizo pronto, lo llamaré.

Durante el tardío almuerzo, le dije a Pim, la dueña del restaurante, que podía fotografiar su comida
hoy; que si no, ya no tendría tiempo de hacerlo antes de partir para Camboya. Ella dijo que perfecto,
así que me dirigí al hotel a buscar mi maleta. Viajo con un equipo de iluminación portátil, así puedo
inmortalizar a chicas como Cherry cuando me topo con ellas. ¿Chicas como Cherry? ¿Me engaño?
¿Hay en el mundo más mujeres así? César dice que en Chiang Mai las chicas se parecen a ella. Yo
no lo creo pero, ¿y si fuese verdad? Sería como viajar a otro planeta, habitado por niñas de ensueño.
Me detuve en la sección ‘segunda mano’ del concesionario Vespa y pregunté por las motos clásicas
y sus complementos de elegante diseño: la customización de motos provoca pasión por estos lares.
Aunque los vehículos importados son caros, los precios de las motos y los coches ensamblados en
Tailandia no están nada mal. Este es un país clemente con sus impuestos y, por supuesto, el coste de
la mano de obra también es bajo aquí.

El operador logístico MRW me había costado poco más o menos la mitad que FedEx en Filipinas.
Parece que los precios de todo son inferiores en Tailandia que en Filipinas, excepto los coños,
aunque los coños aquí son mejores. También la comida y casi todo lo demás es mejor aquí.

La moto que me gustaba estaba en la calle expuesta sobre un caballete metálico a un par de palmos
de altura. Antes de irme, decidí probar lo cómodo que ha de sentirse uno en su sillín amortiguado.
¡Fue acercarme e intentar presionar el sillín, cuando el soporte galvanizado de la preciosa Vespa se
desestabilizó, desplomándose la moto al suelo! Me las arregle para saltar y hacerme a un lado.
A pesar de que me había golpeado el tobillo un poco, yo estaba bien. La moto era otra historia.

El accidente ocasionó un enorme revuelo. Varios empleados salieron del concesionario y del taller.
Los tailandeses son gente encantadora. Nadie se enojó. Yo estaba cariacontecido. Me dijeron que
iba a tener que pagar los desperfectos: se había roto el espejo retrovisor, la maneta del freno, el
puño del gas y el faro. La encargada tomó nota y consultó el precio de cada pieza. No me cobrarían
las piezas al precio de venta al público sino al mismo que ellos pagan a sus propios distribuidores
-me participaron- y no pagaría nada por la instalación de las mismas. Acordamos un precio de dos
mil baht, unos 50 €, y seguí mi camino. Si esto hubiese sucedido en Europa, el cliente podría haber
demandado al comercio (la moto no tendría por qué haberse caído). Pero yo asumí toda la culpa.

El señor Wei Chang aún no había regresado, así que cogí un songthaew de vuelta al hotel, donde un
botones me ayudó a cargar la maleta con el equipo de fotografía hasta el vestíbulo. Otro songthaew
me llevó de vuelta al restaurante.

Pim inauguraba un segundo negocio, un fast-food de comida vegetariana, y quería colocar por fuera
un cartel luminoso con el menú y con fotos de su comida. Para ello había preparado seis magníficos
platos decorados con verduras, cortadas de tal modo que invitaban a comer por la vista.

118
PROMISCUO

A las ocho terminé con la sesión fotográfica, regresé a mi habitación para dejar de nuevo el equipo.
Vine con el hermano de Pim y su novio japonés en el Honda último modelo de este.

La guapa recepcionista del hotel me dijo que una chica tailandesa me había llamado a las siete.
“¿Cómo se llamaba?” Me dijo que la muchacha había colgado cuando le indicó que yo no estaba.
Habría sido Lek.

Los chicos del Honda me llevaron hasta Walking Street. Mientras circulábamos a la altura de la
playa, yo inspeccionaba a las chicas, fijándome ante todo por si veía a Lek. Quería estar en Voodoo
sobre las ocho y media, la misma hora a la que Cherry me había invitado a llevármela la noche que
realizamos nuestra magnífica sesión de fotos. Supuse que esa sería una buena hora para dar con ella.

A la entrada de Walking Street –la Calle Peatonal- salí del asiento delantero izquierdo del coche.
Los automóviles se conducen por la izquierda en Tailandia y los conductores se sientan en el lado
derecho al estilo británico. Me despedí en tailandés y en japonés: “Sawasdee khráp”, dije con mis
manos en actitud de rezo, y dije “Sayonara”, haciendo una reverencia desde la cintura.

A eso de las ocho y veinticinco me dirigí al Brown Sugar. La bailarina de piel oscura estaba muy
guapa, pero seguía sin mostrar ningún interés en mí. Me habría encantado pagarle una bebida y
llegar a conocerla, pero no sabía de dónde iba a sacar el momento. Mi tiempo se estaba acabando.

En el Voodoo, una camarera me dijo: “Cherry vacaciones”. Después de esta, solamente tendría dos
noches más para poder pasarlas con ella. Quiero follármela otra vez. Probablemente se estaría
recuperando tras las celebraciones del Songkran. Tenía el presentimiento de que Cherry regresaría
al bar mañana por la noche. A menos que tenga más dinero del que yo creo que tiene, ella querrá
vender su noche para ganar algo... Y yo se la voy a pagar.

Caminé hacia el lado norte de la playa examinando las caras de las chicas buscando a Lek. El globo
brillante de la luna llena me hizo recordar la noche que pasé con Han en Bangkok hacía un mes.

Cerca del muelle me crucé con una muchachita nueva y delgada. Aunque andábamos en direcciones
opuestas, paramos, dimos la vuelta y a un tiempo nos preguntamos mutuamente: “¿A dónde vas?”
Ambos reímos. Nit era preciosa, vestía vaqueros y una larga camiseta. Pasé la mano por su vientre
plano y luego froté su espalda: “¡No llevas sostén!”, dije sorprendido.

“No me gusta llevarlo”, apuntó. Tal vez me estoy asilvestrando demasiado, cogí una de sus tetas y
se la apreté ahí mismo, en las sombras. Sus senos parecían ser pequeños, pero después de palpar que
no llevaba puesto sujetador, pensé que estos se merecían una inspección más cercana y entretenida.

Nit dijo que quería venirse conmigo, pero le expliqué que andaba buscando a la chica que me había
llamado y que tal vez volviera a por ella después de que hubiera comprobado en mi hotel de nuevo.

Ya sin vendedores ambulantes en la calle, las chiquillas estaban de vuelta en todo su esplendor.
Una brigada nocturna de limpieza y recogida terminó de demoler las estructuras de lo que fueron
puestos de venta ambulante. Me gusta mucho más así, aunque el Songkran había sido memorable.
Algunas de las chicas prorrumpían: “¿Adónde vas, chico sexy?” Y también: “Me voy contigo”.

119
PROMISCUO

Khaek, la muchacha que me había chupado los huevos la noche antes, estaba sentada en el malecón.
Me detuve y bromeamos. Mirándome a la cara con sus preciosos ojos asiáticos –¡mi debilidad!-,
preguntó: “¿Voy contigo esta noche?” Me sentí tentado. Su mamada había sido extraordinaria.

Dos chicas y un extranjero estaban sentados de cara al mar, de espaldas a la calle y al Paseo. ¡Joy!
Joy había desempeñado un papel muy importante durante mis primeros días en Pattaya, pero me
cansé de ella y me alegró que no hubiese vuelto a llamar en este tiempo. ¿O sí lo había hecho? Tal
vez fuese ella quien llamó a las siete. Me gusta Joy, pero no quiero volver a follar con ella de nuevo
ni volver a darle mi dinero nunca más. Se la veía muy linda, con su pelo largo y su camiseta roja.
¡Un tipo afortunado!

Algo más adelante pasé ante una bella muchacha que llevaba puesto un top negro, short negro y
zapatillas de deporte de plataforma negras. Cuando me detuve y miré hacia atrás, ella avanzó hacia
mí sonriendo: “Me voy contigo”. La pequeña Na casi me convence, con su larga melena negra.
Tanto ella como Nit me habían asegurado que ‘fumaban’. Le expliqué a Na que quería comprobar si
la chica que había llamado estaría en mi hotel. Todavía persistía en mi mente la idea de prolongar el
mini-affaire que mantenía con Lek hasta mi marcha el domingo. Le dije a Na que quizás volviese a
por ella más tarde.

Ya en el hotel, no había habido más llamadas. Me quedé unos minutos en el vestíbulo. Nam estaba
demoledora con un estilo casual. Era la primera vez que veía a la sexy recepcionista sin su uniforme
de trabajo. Llevaba pantalones cortos de color blanco y una ceñida camiseta. Sus piernas lucían
estupendas y sus senos parecían firmes. Nunca me había percatado de que sus pechos fuesen así de
grandes, siempre embutidos en su elegante chaqueta abotonada. Eran las nueve, pensé que bien
podría esperar por si alguien llamaba preguntando por mí. Nadie lo hizo.

Volví a la playa, la amiga regordeta de Bo se me insinuó. No era mi tipo y me había cansado de Bo.
Me había cruzado con Nit en el muelle, así que caminaría paseo abajo. Si no veía a Lek, me llevaría
a Nit, la delgada jovencita de dieciocho años de edad que no usaba sostén. Al pasar junto a Na, esta
se alzó suplicando: “Me voy contigo”. Con una sonrisa y un saludo continué en busca de Lek y Nit.

Joy ya no estaba en la playa. Parece que el extranjero había sido afortunado, muy afortunado.

Cuando llegué a la altura del muelle, Nit ya había desaparecido y no había visto a Lek. Espero que
Lek se haya quedado en casa esperando por mí, aunque sé que esto acabará pronto. Me marcho a
otro destino.

Recordando el ‘francés’ de la noche anterior, puse rumbo hacia el muelle de nuevo. Un bomboncito
de ojos achinados estaba sentado en la barandilla cerca de la calle. Parecía el tipo de chica que, sin
más miramientos, me ignoraría. Demasiado joven. Demasiado bonita. Quien no arriesga no gana.
Mi irrupción fue recibida con sonrisas y palabras amistosas, aunque ella, como la mayoría de estas
chicas, no hablaba mi lengua. Decidido, me senté a su lado: tan distante antes, tan cercana ahora.

Dieciocho años de edad. Xe me miró con sus increíbles ojazos, un sueño de muñequita china hecho
realidad. Aunque menuda y con una cintura estrecha, las tetas se remarcaban puntiagudas en su top.

120
PROMISCUO

Extrañado por no haberla visto nunca antes, le pregunté cuánto tiempo hacía que estaba en Pattaya.
Me respondió que había venido desde Bangkok hacía tres horas.

Cuando le indiqué que si se quería venir a mi habitación, Xe me contestó que sólo iría para ‘fumar’
pero que no podía boomsing [follar] porque tenía el periodo.

Le pregunté durante cuánto tiempo me la chuparía y ella alzó dos dedos. “¡Dos horas!”, exclamé
incrédulo. Entonces, ella bajo un dedo: “¿Una hora?” Ella asintió con la cabeza, sonriendo. “¿Me
dejarás culminar?”, le inquirí. Ella volvió a asentir.

“¿Thao-rai [cuánto]?”

“Ha rawy [quinientos]”.

“OK”, acepté.

Cogidos de la mano, caminamos hacia Road 2 y subimos a un songthaew. Mientras pasábamos por
Pattayatai, me dijo que tenía chica. Si no había entendido mal, Xe era lesbiana o bisexual. No estaba
muy seguro. Cuando el lenguaje es un inconveniente, suele haber malentendidos colosales.

“¿Te gustan las mujeres?”

“¡No me gustan las mujeres!”

“¿Te gustan los hombres?”

“Sí, me gustan los hombres”.

Aparentemente, esa enigmática chica era tan solo su amiga y no su amante. Mientras avanzábamos
hacia casa en el songthaew, le expliqué que era fotógrafo de mujeres majestuosas. Xe me señaló que
ella -y probablemente también sus amigas en Bangkok- estarían interesadas en posar para mí.
El hecho de que Xe fuese lo suficientemente guapa como para colocarse frente a mi objetivo era
una de las razones por las que me la llevaba al hotel, a pesar de su menstruación.

Ya en el vestíbulo del hotel, Xe fue incapaz de encontrar su documento de identidad aunque,


sacudiendo la cabeza en señal de desaprobación, la preciosa recepcionista la dejó firmar. Se le había
quedado el carnet en Bangkok. Mientras subíamos la escalera, le agarré su pequeño y prieto culo.

Al llegar a mi cuarto, conecté el ordenador portátil y escribí “Xee”. Así era como ella misma había
pronunciado su nombre. Xe corrigió mi ortografía e introduje en el PC algunas líneas con sus datos
personales. A ella esto le extrañó y se desentendió, aunque sin dejar de sonreír todo el tiempo.

Xe encendió el televisor y, a petición mía, pusimos la MTV musical. “¿Te duchas?”,


preguntó y yo asentí. Antes de ir a la ducha, le desabroché el sujetador y levanté su top
blanco de punto. Sus tetas quedaron libres. Eran hermosas, redondas y simétricas, con
pequeños pezones rosados. Elevó el top sobre su cabeza, se lo quitó y se sentó vestida
sólo con el pantalón negro. Chupé sus pezones y estos respondieron a la atención
empinándose al instante. Cuando me erguí para ir a la ducha, permanecí un rato
admirando su largo pelo, sus preciosos ojos y sus encantadoras tetas. ¡Vaya muñequita!

121
PROMISCUO

Al salir de la ducha, permanecía sentada en la cabecera de la cama exactamente como


antes: sin nada excepto su pantalón negro. Deslicé mi brazo alrededor de su cintura, me
senté a su lado y besé su hombro. Le mostré mi reloj: eran las diez menos diez.
Reclamaba mi hora completa de felación.

‘Fuma’, le dije. Inclinó la cabeza para comenzar la tarea. Arrodillada junto a mi cadera
derecha, deslizó la boca arriba y abajo de mi polla. Sosteniendo su largo pelo negro a un
lado, pude apreciar reflejada en el espejo su boca tragando mi barra. ¡Qué espectáculo!
Tan bonita y con esos ojazos…

Xe no usaba una técnica excesivamente refinada. No succionaba demasiado y movía la


cabeza con innecesaria rapidez. Esto y la presión de su mano sobe mi eje se pudieron
corregir. Aparté su mano y, sujetando su cabeza, conseguí que la moviera más
lentamente. Succioné su dedo para mostrarle lo que pretendía que me hiciese y ella
comenzó a mamar con más ahínco. Eso estaba mejor. Lo que le faltaba en técnica, Xe lo
suplía con constancia. Ella seguía chupando, moviendo la boca arriba y abajo de mi pinga
con un movimiento firme y deslizante. Cuando se tomaba un respiro, masturbaba mi
tranca con la mano. Esto no me hacía sentir como que me fuese a correr, así que la
dejaba hacer.

Queriendo verla aún más cerca del espejo, desplacé a Xe hasta la banqueta enfrente del
escritorio. Al mismo tiempo, me senté en este y me puse delante de ella. No volví a
mirar el reloj pero parecía que Xe continuaría hasta el final. Chuparía mi polla durante la
hora completa que había prometido.

Alejando el pelo de su cara para que no se le metiera en la boca y para presenciar mejor
la mamada, me maravillé de su finura. ¿Cómo sería el de su conejito? “¿Mee moy
mai [tienes vello púbico]?”

“Mai mee [no tengo]”. Xe alzó la vista, me sonrió y volvió a meterse el juguete en la boca.

Xe chupaba y chupaba sin muestra alguna de dolor en las mandíbulas. Apreté el culo y
bombeé dentro y fuera de su boca. Estuve a punto de derramarme pero, por suerte, no
fue así. Su boca era demasiado suave, no succionaba con la suficiente intensidad. Emily
Delacruz, mi chica filipina, la mama de vicio. He de reconocer que la quiero y la extraño
un poco, a pesar de las niñas de Pattaya.

Empecé a sentir lástima por Xe y tuve dudas sobre si sería capaz de logar que me
corriera. Recordé una vez que había metido una silla de plástico en la ducha y me había
tirado a Emily, a pesar de su regla. Xe estaba buenísima. Le hice una
sugerencia, revelándole la idea que rondaba por mi mente: “¿Estás manchando?
¿Quieres boomsing en la ducha?” Ella asintió, y yo tuve sensación de deja vu.

Se quitó los pantalones. Con su ropa interior color vino aún puesta, me volví a quedar
perplejo por lo bella que era Xe. Sus piernas y su culo acorde con el resto de su cuerpo:
“¡Qué hermosa eres!” Una compresa abultaba la parte frontal de sus braguitas. Cuando se
la quitó, vi una mancha carmesí en la misma. Sí, estaba menstruando. A menudo,

122
PROMISCUO

la menstruación se convierte en una excusa cortés de una chica que por una razón u otra
no quiere follar.

Es costumbre por estos lares que si las toallas o las sábanas de la habitación aparecen
manchadas de sangre, el cliente deberá abonar al hotel un extra de cuatrocientos baht por
tal contingencia.

Cuando el agua caliente comenzó a caer sobre el piso alicatado del cuarto de baño, clavé
la mirada en el chochito regordete, de labios gruesos y casi lampiño de Xe. Ella era muy
blanca para ser una mujer del Sudeste Asiático. Era blanca como Uob y como Cherry, que
provenían de Chiang Mai.

Xe se lavó el coño mientras yo desenvolví un condón. Me puse un poco de lubricante en


el tronco, desenrollé el látex a lo largo del mismo y puse otro poco de lubricante en el
condón. Aceité un poco más mi mano, unté su coño y me quedé quieto. ¿Cómo me la voy
a follar en este pequeño espacio?

Bajé la tapa del inodoro, me senté y coloqué a Xe sobre mí. Con uno de sus pies a cada
lado de la taza del baño, ella se puso en cuclillas sobre mi pene, frente a mí. No fue fácil
entrar en su huequito. Me alegró que ella estuviese encima, así yo no tendría que ser
demasiado bruto y ella cumpliría bien con su deber. Nos las arreglamos para conseguir
introducir el cabezote y ella comenzó a ensartarse mi mástil. Su interior era
estrecho y muy apretado. Follamos sentados en el inodoro durante un rato, aunque no era
una posición muy buena para nosotros.

Con la pequeña Xe clavada en la polla, me puse de pie con sus piernas alrededor de mi
cintura. Me sorprendí al ver grandes manchas de sangre por toda la taza. En
esta posición, alcancé la manguera que Asia pone al lado de sus inodoros y saneé el
sangriento estropicio por el suelo y por el desagüe.

Esta postura de pie no era cómoda para ninguno de los dos, así que descendí hasta
depositarla en las baldosas del duro suelo con el agua caliente cayendo sobre mi dorso.
Xe yacía de espaldas con su larga melena desplegada por la superficie empapada
mientras yo bombeaba mi polla dentro y fuera de su estrecho agujero. Mis rodillas en el
piso estaban bien, aunque me dolía la parte superior de los pies, ya que los frotaba
con fuerza contra la textura de las losas. Agarrándola de las manos, con sus piernas
apoyadas en mis antebrazos, comencé a invadirla con insistencia. Me dolían los pies,
pero quería correrme ya. Al poco rato, de mi polla brotaba entre espasmos una gran
descarga seminal.

Un día más tarde había hecho realidad mi fantasía de poner colofón al Songkran
revolcándome en la ducha con una preciosa muchacha. Estaba bien, pero las camas son
mucho más cómodas para follar.

Después de vestirnos, le extendí a Xe un billete de quinientos baht y una tarjeta del hotel. Preguntó
por la tarifa del taxi y le solté otros veinte baht. Acordamos ponernos de nuevo en contacto mañana:

123
PROMISCUO

no quiero perder a esta pequeña muñeca. Xe salió y yo me senté en la cama a trabajar con el PC en
la edición de mi guía de viajes de Pattaya.

Medio adormilado, me forcé a salir para consultar el correo-e. Quería saber si mi editor aprobaba la
extensión de mi artículo, aunque ya lo había recortado unas cuatrocientas palabras como solicitaba.

A mitad del camino vi a Sawa sentada bajo una palmera. Esta es la chica de pelo largo que yo había
tenido tantas ganas de follarme por segunda noche consecutiva la semana pasada. Pronuncié mal su
nombre, llamándola “Nat”. ¡Oops! Lo siento. Hablamos de la noche que habíamos pasado juntos y
de que su ‘cielito’ alemán había interrumpido nuestra pequeña aventura. Este ya estaba de regreso
en Alemania y Sawa, a pesar de estar menstruando, quería verme mañana. Le expliqué que tendría
trabajo a partir de las ocho y media y le di mi tarjeta. Ella confirmó que me llamaría a las cinco.

Mi editor en Madrid me había enviado un correo-e. En él me manifestaba literalmente lo siguiente:


“Extensión OK. Dos mil setecientas cincuenta palabras está perfecto. Lo cuadraré sin problemas…
Eres el tipo más afortunado del mundo y yo el tipo más salido de la oficina tras leer tus crónicas”.
Sonreí y le respondí con un mensaje afectuoso.

Estaba cansado. De vuelta a mi habitación, me duché por tercera vez esta tarde-noche y me acosté.

¡Sawasdee khráp!

124
PROMISCUO

-16-
Nong

El viernes me levanté temprano acordándome de Emily Delacruz. Todo comenzó anoche cuando
comparé la felación de Xe con las largas, fabulosas y sentidas mamadas de Emily. Increíblemente, a
pesar de las hordas de putas que hay en este lugar, todavía sentía nostalgia por ella y por Filipinas.

No todo es mejor aquí en Pattaya. Me planteé la siguiente cuestión retórica: “¿No sería fabuloso si
Ángeles City pudiese ser transportado por arte de magia a la playa?” Voilá, aquí está, y tiene aceras,
aire fresco y muy buena comida: es Pattaya. Sin embargo, Filipinas es un paraíso loco. En Filipinas,
las chicas van más orientadas a mantener una relación estable. Una unión de por vida con una linda
chica filipina es una opción real y tener una novia joven por poco dinero no es ningún problema.
Novias hermosas, la promesa de un amor verdadero y el encanto de siete mil islas tropicales hacen
de Filipinas un lugar casi irresistible y tremendamente adictivo, a pesar de sus defectos.

¿A dónde voy ahora?... Camboya. Los campos de la muerte. Soy asalariado, escritor y fotógrafo. He
diseñado un estilo de vida donde me pagan por visitar los confines de la tierra y saborear sus flores.
Con el vuelo a Camboya programado para el domingo, sólo me restan dos días más por aquí. Mejor
será que me ponga manos a la obra. Tengo muchas cosas que hacer y numerosas chicas que follar.

Un hombre puede encontrar novia o esposa en Tailandia, aunque puedo asegurar que Beach Road
-el Paseo Marítimo- y los bares go-go de Pattaya no son el lugar indicado para ir a su encuentro.
Yo soy un romántico incurable. Es cierto que aquí estoy disfrutando del mejor sex-sport de mi vida,
aun así sigo soñando con encontrar el amor verdadero: “Hasta que la muerte nos separe”. Tal vez
Vietnam, con sus novias vírgenes, haga algún día realidad este sueño. Tengo la intención de seguir
hasta Saigón una vez haya terminado de escribir algunas historias en Phnom Penh (Camboya).

Acababa de terminar una serie de veinte flexiones cuando sonó el teléfono. Hablé con una chica sin
saber de quién se trataba. Les gusta este juego, les encanta averiguar si las confundirás con otra.

125
PROMISCUO

Finalmente pregunté: “¿Eres Joy?” Era ella, y era también la misma chica que había llamado anoche
a las siete después de haberme ignorado durante una semana o más.

“No tengo dinero. Tengo hambre”.

“No quiero follar. Estoy trabajando. Te doy un poco de dinero para que comas algo si quieres”.

“¿Cuánto me das?”

“¿Cuánto necesitas para comer?”

“Cien baht” (2’5 €).

“OK. ¿Cuándo vienes?”

“En diez o veinte minutos”.

Joy apareció y empezó a comerse mis plátanos. Yo llevaba puesta una toalla alrededor de la cintura.
Ella iba con vaqueros y camiseta, era infernalmente linda.

“Tienes hambre, ¿eh? ¿Sabes lo que es un bollo de perrito caliente?”, le pregunté.

“Sí”.

“Antes tenía novia. La primera vez que Lia vio una polla, esta estaba en un bollo de perrito caliente.
Iba camino de la escuela cuando un conductor le pidió que se acercara a su coche, Lia se asomó y el
tipo tenía la pinga metida en el bollo, mostrándosela a modo de exquisito bocado. Mientras viví con
ella, me ‘fumaba’ todo el tiempo, constantemente. Cada vez que iba a salir, me la chupaba un poco
para hacerme feliz antes de marchar. Eso me hizo cavilar que la primera vez que una chica viese un
pene, siempre debería de estar dentro de un bollo de perrito caliente”. La chica de la que hablaba me
confesó que tenía una obsesión oral. ¡Y yo tan feliz de haberla ayudado a disfrutar de tal fijación!

Jocosamente, alcancé una de las cáscaras de plátano y coloqué mi ‘banana’ desnuda en su interior.
Tengo un cremoso plátano para ti. Joy sonrió pero, cuando fui en serio arrimando la polla a su cara,
su estado de ánimo cambió y se enojó un poco. “Es broma -le dije-, pero no olvides que las señoras
que limpian las habitaciones del hotel trabajan de sol a sol por cien baht al día.”.

Frunció el ceño: “Tú sabes que a mí me gustan las mujeres, puedo ‘fumármelas’ durante dos horas”.

“No te preocupes, que yo te doy los cien baht”. Le alcancé el billete de color rojo. Me gusta Joy y
no me importa en absoluto ayudarla si es para comer. De todos modos, tenía que irme ya.

Hablamos de algunas cosas y Joy me dijo: “Creo que ya no te gusto”.

“Me gustas mucho”, reconocí. Era preciosa. Le expliqué que había otras nuevas chicas con las que
estaba involucrado. Le acaricié las tetas, le agarré las nalgas, la levanté en el aire y pensé que tal vez
debería de follármela. Ella jamás se habría negado, mamada incluida, si le ofreciera quinientos baht.

126
PROMISCUO

No. Supuestamente Sawa llamará a las cinco. También estoy esperando la llamada de Lek y quiero
ir a recoger a Cherry esta misma noche. Necesito ahorrar semen. Quizás debería de empezar a poner
en práctica la antigua técnica taoísta de follar sin correrse. Probablemente esa fuese una buena idea.

Cuando Joy se marchó, salí a revelar el carrete de fotos para Pim. De camino al almuerzo, paré en
un zapatero de la acera para que arreglara mi sandalia. Pim sonrió alegremente al ver las fotografías
profesionales de su comida. Yo también estaba satisfecho con el resultado final del trabajo.

Hoy el señor Wei Chang había ido a jugar al golf. Su empleado me dijo que el jefe regresaría a Laos
en un día o dos. Si se iba el domingo, yo podía posponer mi viaje a Camboya e irme con él a Laos.
Tenía que ir a algún lado, no quedaba otra: la extensión de mi visado estaba a punto de expirar.

Me había olvidado de la llamada de Sawa y no regresé al hotel hasta las cinco y media. No obstante,
ya había pensado de forma deliberada el no estar allí, prolongando así el juego que estas muchachas
suelen practicar. ¿Existe acaso una forma más sencilla de decirle que no deseaba que nos viésemos?
La recepcionista del hotel me informó de que Sawa había llamado a las cinco en punto. Sin retraso.

Sawa es una muchacha agradable. Sin embargo, ya es mucho menos atractiva para mí sabiendo que
acababa de pasar una semana con su ‘cielito’ alemán. Yo sé que estas chicas no son vírgenes pero,
después de que he empezado con una, pierdo interés en ella cuando me entero de que se ha estado
follando a otro tío. Se acabó el romance. Me pregunto qué estará haciendo Lek.

Hice algunas cosas en mi habitación, pensando que Sawa podría volver a llamar a las seis, la hora a
la que habíamos quedado en vernos. No lo hizo, y se acercaba la hora de ir a reunirme con Cherry.
¿Sería cierta mi corazonada de que volvería al trabajo esta noche? Me pregunto que qué vamos a
hacer más, si sacar fotografías o follar antes de que me vaya de Pattaya.

A las ocho en punto me dirigí a Voodoo para ver si Cherry se había incorporado ya al trabajo. Había
muchísimas chicas apostadas a lo largo de Beach Road. Intuyo que ellas están tan contentas como
yo de que las cosas hayan vuelto a la normalidad tras el Songkran. Mientras bajaba hacia el puerto,
algunas de ellas susurraban: “Me voy contigo”, pero no vi a ninguna que me atrajera realmente.

La mamasan [encargada] me dijo que Cherry no estaba allí. Me indicó que había estado ausente las
dos últimas noches y que podría llegar en breve. Le dije que volvería a intentarlo un poco más tarde.

Ya en Walking Street –la Calle Peatonal-, maté el tiempo hasta volver a Voodoo. Hay allí una
tienda llena de reproducciones de obras maestras pintadas a mano. He visto a los artistas copiando
las obras de libros de arte ilustrados y su trabajo es fidedigno. Los artistas no estaban pintando esa
noche, pero me deslicé al interior para rodearme de belleza clásica. El primer cuadro que estaba a la
vista era “La ronda nocturna”, un elegante Rembrandt con su penumbra a la que llega un haz de luz.

Más allá del Rembrandt, había un cuadro de un pescador con su hija en un pequeño velero escorado
navegando con una fuerte brisa racheada. Lo recordaba de mi última visita. Probablemente sea una
pieza famosa, pero yo sólo la conozco de verla en esta galería. Me fascina. Vendí mi velero cuando

127
PROMISCUO

dejé Canarias hace años y lo echo de menos. Llevo el mar en la sangre y adoro la sensación de
llevar la caña en una mano y la vela principal en la otra, igual que el pescador del cuadro.

Una pareja -un farang [occidental] y una tailandesa- entró en la tienda. Contemplaron las pinturas,
pero no compraron nada. A medida que se iban alejando, oí lo que el hombre le contaba a la mujer:
“Primero construiremos la casa, después instalamos el sistema de alarma, más tarde compramos los
muebles, luego compramos el coche”. Grandes planes. Ella no era joven ni guapa, pero él tampoco.
Las dependientas y yo bromeamos acerca de lo que el hombre había dicho. “Una mujer con suerte”,
apostillé y ellas sonrieron.

Cuando salí por la puerta, me llevé un pequeño shock. Por una extraña coincidencia, dos parejas
pasaban por delante de la galería en ese momento. Eran dos farang y dos guapísimas tailandesas.
¡Cherry! Mi alta modelo, la bailarina más guapa de Pattaya, iba de la mano con un hombre sencillo
de pelo cano. A pesar de que el fulano estaba fuera de forma y era más bajo que Cherry, ella parecía
feliz. Debía de estarle dando dinero a espuertas, se veía que el tipo no era ningún semental. Seguro.
Con el tiempo aprendí que a las chicas más espectaculares no suelen gustarles los machos guapos y
buenorros. Esto me lo confesó un bellezón en Sukhumvit, soi 4, Bangkok. Es demasiado fácil para
ellas llevarse al catre a un tío bueno. Paradójicamente, suelen atraerles más los hombres normales y
regordetes. No pregunté por qué: quizás porque les dan menos guerra, o porque son más generosos.

Pero en ese momento, no pude creer lo que veían mis ojos. Con su nuevo corte de pelo y esa ropa
tan poco familiar para mí, no estaba del todo seguro de que fuera Cherry. Estoy más acostumbrado
a verla desnuda. Pasaron delante de mí y sólo podía verla de espaldas. Si me reconoció, no dio
muestras de ello. Los seguí para intentar verificar su identidad, pero me dio vergüenza y di media
vuelta. Comencé a dirigir mis pasos hacia su bar go-go para asegurarme de que ella no estaba allí.
¡Pero, espera un minuto! Puedo verla mucho mejor aquí en Walking Street y saber a ciencia cierta si
se trata de Cherry o no. Hice un nuevo cambio de sentido y traté de localizarlos, pero ya habían
desaparecido y no los pude volver a localizar.

Ojalá que Cherry no me estuviera observando, husmeando detrás de ella como si fuese una perra en
celo. Me gusta analizar las cosas con sensatez, independientemente de lo que mis modelos hagan.
Que quieran trabajar para mí o no, eso tan sólo depende de ellas.

Recuerdo que cada vez que iba a ver a Cherry, ella me pedía ‘pagar al bar’ para venirse conmigo.
Me sentí muy triste. No me gustaba nada la idea de ese vejestorio tirándose a mi modelo, del mismo
modo que a ellas les fastidia que sus buenos clientes se vayan con otras y a veces se mosqueen.
Cherry estaba preciosa y yo deseaba que realizásemos juntos otra sesión más de fotos.

Tal vez no vuelva a poder follar más con este primor... Me pregunto si le chupará los pezones al
viejo querindongo y si restregará los suyos contra la polla de este, como hizo conmigo.

Ahora ya sé dónde ha estado y por qué no necesitaba mi dinero ni el dinero del go-go bar. Yo soy
un trabajador, no un turista ricachón. Esos tipos vienen a Asia para pasar unas breves vacaciones y
dilapidan todo su dinero, malacostumbrando a las muchachas. Yo siempre me informo de cuáles
son las tarifas actuales y me gusta dar al dinero su justo valor en cada sitio.

128
PROMISCUO

Lamenté reconocerlo pero por su físico, a pesar de ese nuevo corte de flequillo, sabía que se trataba
de Cherry. Aún así, volví al Voodoo y confirmé que no había venido a trabajar. Parece sorprendente
cómo hace alarde de su absentismo laboral, paseando por Walking Street y plenamente visible
desde la puerta del Voodoo. Me llamó la atención una vez más su arrogancia. Cariño, esto es todo
por el momento. No puedes esperar que esto dure para siempre. OK, esto es todo por ahora, nena.
Tal vez cuando regrese de Camboya, ¿no? Supongo que todo dependerá de si soy o no el hombre
que más derrocha en ti del momento.

Curiosamente, justo detrás de Cherry y sus tres acompañantes iba Em caminando con un extranjero
joven y guapo. La única vez que traté de follarme a Em, ella tenía dolores menstruales o algo así y
yo había dejado de trajinármela sin haber alcanzado el orgasmo. Em tenía un gran cuerpo pero me
había respondido “¡Ni loca¡” cuando le planteé la posibilidad de que posara desnuda para mí.
También se había negado a chuparme la polla. A pesar de que tengo su número de teléfono y alguna
vez consideré la posibilidad de volverla a llamar, nunca lo hice.

Caminando, caminando, caminando. Llegué a Pattayatai y fui al hotel del señor Wei Chang. Aún no
había llegado. Pasé por delante del restaurante de Pim, pero aún no tenía hambre y me dirigí a las
oficinas de la Thai Telecom. Tenía dos nuevos correos-e, uno era de mi editor que me indicaba que
un archivo adjunto sería suficiente para enviarle mi historia de Pattaya y me deseaba suerte en el
inminente viaje a Camboya.

El otro e-mail era de Emily Delacruz, decía que me echaba de menos. Se disculpaba por ser una
novia imperfecta y se comprometía a hacerlo mejor. Sus palabras sonaban muy cariñosas y me
decía que estaba deseando que regresara pronto a Filipinas. Emily planeaba realizar una visita a
Negros Occidental, su provincia natal. En mi correo de respuesta le preguntaba que si pudiera tener
una pequeña casita en algún lugar, qué lugar sería ese. Le sugerí que mirara en Negros por alguna
parcela cerca del mar y me dijera su precio. Le dije que tal vez me trasladara a vivir allí con ella.

Emily está invirtiendo su juventud en mí. A menudo me dice: “No me preocupa mi futuro”, pero yo
sí me preocupo por ella. A veces pienso que Emily y yo estuvimos juntos en una vida anterior, a
ella le sucede exactamente lo mismo. Ya que no me he casado con Emily, quizás construirle una
casita en su isla natal lo compensaría todo un poco y me traería buen karma.

En mi correo-e también le decía: “Me gustaría que estuvieras conmigo esta noche”. Me gustaría que
me hiciera una de sus tremendas mamadas y me follaría su lindo coñito peludo ahora mismo.

También envié un e-mail a Mateo, el importador cordobés de muebles y materiales de construcción.


Le hablé acerca de los parqués de madera de teca y de las puertas talladas del señor Wei Chang.

Terminé y me encaminé hacia el muelle para ver quién estaba disponible, pero no había nadie que me
atrajera. Me dirigí hacia la parte norte por el Paseo Marítimo y no había avanzado mucho cuando vi a
la ‘novia’ del aussie [australiano]. No podía recordar su nombre, pero me detuve a charlar con ella.
Casi inmediatamente, otra chica se acercó hasta mí. Señalando hacia un grupo de muchachas que
había bajo un cocotero a poca distancia, me dijo: “Sawa está ahí”.

Le dije adiós a la novia del australiano y me acerqué a Sawa. Estaba guapa, llevaba unos vaqueros
ajustados enrollados a media pierna y zapatos de suela alta. Se quejó de que yo no estuviera en el

129
PROMISCUO

hotel cuando llamó a las cinco. Le expliqué que había estado trabajando y que había vuelto sobre las
cinco y media. Le dije que había esperado por ella y que estaba allí a las seis, la hora de nuestra cita.

Nos sentamos apartados de sus amigas y hablamos. Sawa tenía catarro. Cuando le pregunté si estaba
enferma, me explicó que tenía fiebre y dolor de garganta. Le besé la frente, aunque su piel no estaba
caliente sino más bien fría por la evaporación de la transpiración. Preguntó si quería ‘tiempo corto’ y
yo le repliqué que cómo de corto, bromeando con ella. “Una hora, igual que la otra vez”, respondió.

Le pregunté por qué tan poco: “¿Es para volver de nuevo a la playa a buscar más farang?”, consulté.
Ella sonrió y asintió con la cabeza. “¿Cuántos farang te gusta tener al día?”, interpelé.

“Tres, cuatro”.

“Bromeas”.

“No bromeo”.

“¿En serio? ¿Tres o cuatro tíos cada día?”

“A veces no tengo ninguno, otras veces tengo uno o dos”.

“¿Te gusta tener cuatro o cinco?”

Ella indicó que sin problema. Si me había quedado fuera de juego tras su semana con el alemán antes
del inicio de su periodo, ahora estaba horrorizado con la noticia de cómo aceptaba el ‘tráfico pesado’.
Sawa sólo ha estado aquí unos meses, pero es hermosa y muchos chicos desearían follársela. En este
punto, yo había dejado de ser ya uno de ellos. Usando su enfermedad como excusa, pedí disculpas y
le dije que me iba. En realidad tenía miedo de que me pudiese contagiar lo que quiera que tuviese.
Ella se lo tomó bastante bien y me informó de que iría al Sugar Cane con sus amigas. Me las ofreció.
Una de ellas estaba muy buena, pero Sawa me dijo que tenía dos hijos. Como es usual en mí en estos
casos, rechacé la oferta y le manifesté a Sawa que salía para Camboya en dos días. Aquí, como con
Cherry, se cerraba otro capítulo de este drama junto al mar que es Pattaya.

Con el Songkran ya finalizado, las muchachas se alineaban a lo largo de la playa como las máquinas
tragaperras en un casino. Detrás de ellas, se podían otear reflejadas en la bahía las brillantes luces del
restaurante flotante. No había avanzado mucho cuando vi a Joy que se acercaba en dirección opuesta.
Nos detuvimos y charlamos, apoyándome en el poste de una farola. Joy me dijo: “Si no tengo farang,
te llamo en una hora”.

“De ningún modo”, declaré. Miré mi reloj y vi que eran las once. Marchamos y yo seguí rumbo norte.

Un poco más adelante me encontré con Parichart: la máquina de follar. Jeans ajustados, tacones altos,
grandes tetas y un ‘fóllame’ en su aura. La saludé, “Hola, guapa” y ella se mostró enfadada conmigo.
Me la había tirado hacía unas semanas. A ella le incomodó la forma en que yo siempre le hablaba
como si fuese una vieja amiga y que no me la hubiese querido llevar a casa otra vez. Parichart quería
que continuara mi camino, así que no quise interferir en su negocio y seguí a lo mío.

130
PROMISCUO

Me había follado a Parichart sin haber escrito acerca de ella. Había habido otras también. He tratado
de plasmar a aquellas que han sido más interesantes para mí, aunque todas las chicas que pasaron por
mi cama jugaron su rol en el colorido caleidoscopio de chochos que pude disfrutar en Pattaya.

Algo más allá, una bonita muchacha de pelo largo me invitó a sentarme con ella. Era Ea, la chica con
una pequeña cicatriz en la ceja que había pasado recientemente por mi hotel y que me era vagamente
familiar. Sospeché que me la había tirado anteriormente y ella me lo confirmó. Era realmente guapa y
prometía darme guerra: quería que me la llevase a casa. Ea iba vestida con vaqueros, en lugar de la
falda larga que llevaba puesta la última vez que la vi en las escaleras del hotel. Intenté recordar qué
tal se había portado en la cama. ¿Lo hizo bien? Le pregunté si me la había chupado la otra vez y ella
respondió que sí, sonriendo. ¿Tiene un cuerpo bonito? No me acordaba, lo juro. Le dije algo acerca
de las chicas a las que me había follado hasta ahora y que esta noche andaba buscando algo nuevo.
Le comenté que tal vez volviera más tarde. Ella se lo tomó a mal, la sutilezas de mis comentarios se
habían malinterpretado en su traducción. Igual que pasó con Parichart, Ea se enfadó por mi rechazo,
dándome a entender que no quería que volviese más tarde. Apuesto a que rauda tendría mi polla en
la boca si me diese por regresar a por ella y le ofreciese quinientos baht.

¿Es una extraña coincidencia que haya visto no sólo a Cherry sino a Em, Sawa, Joy, Parichart y Ea en
mi paseo por la playa? ¿O es sólo producto de que me he estado follando a miríadas de putas de una
calle en la que hay una enorme presencia de ellas y romantizando este comportamiento por el hecho
de que son muchachas jóvenes, guapas y de ojos rasgados? Estaba cansado y me sentí desilusionado.
Es obvio que va siendo hora de dejar Pattaya.

Estaba de vuelta casi en la esquina donde me desviaría hacia mi hotel a solas en mi penúltima noche
en Pattaya, cuando me fijé en la presencia de dos jóvenes sentadas bajo una palmera. La que estaba
de cara a mí llevaba pantalón corto con top de rayas rojiblancas a juego y zapatos de plataforma.
Era guapa, con el pelo hasta los hombros, bonita sonrisa y encantadores ojos achinados. La otra chica
llevaba puesta una camiseta larga, como si fuese un vestido muy corto, y sandalias de plataforma. Sus
piernas lucían largas y fuertes. Cuando se volvió hacia mí y antes de elevar la vista hasta su cara, me
quedé admirado por el modo en que sus grandes tetas se le remarcaban sobresalientes en la camiseta.

“¡Lek! ¿Cómo estás?”

“Tengo men [menstruación]”, me comunicó. “No tengo dinero”. Le di un billete de cincuenta baht.

“¿Por qué me das cincuenta baht?”, me preguntó ella con una mirada de asombro en su rostro.

Posando la mano sobre su firme cadera, le dije: “Porque me gustas y no tienes dinero”.

La amiga de Lek era muy atractiva. Me habría gustado llevármela a casa, pero desde que se perpetuó
en mí la idea de tener algún tipo de relación con la joven Lek, no lo quise sugerir. ¡Lek sí lo sugirió!
La gente en Oriente es de lo más pragmática con respecto a las necesidades de un hombre. Como yo
tengo el periodo, ¿por qué no te vas follando mientras tanto a mi amiga? ¡Pues claro! ¿Por qué no?

Los tres caminamos juntos por la playa. La amiga de Lek, Nong (que se pronuncia noon) no hablaba
mi lengua, pero con lo poquito que hablaba Lek y mi poquito de tailandés nos fuimos entendiendo.
Con Lek actuando como celestina, Nong y yo acordamos un ‘tiempo corto’. Pensé en lo poco que son

131
PROMISCUO

cincuenta baht, tan sólo una buena comida. Le di a Lek otro billete de cincuenta baht. Había realizado
un excelente servicio para mí poniéndome a su amiga en bandeja.

Torcimos en Beach Road y nos dirigimos hacia el hotel. Justo habíamos entrado en el pequeño soi
que da al mismo cuando nos cruzamos con una pareja que venía de frente. ¡Era Bo! Estaba fantástica,
Bo me había realizado una de las mejores folladas que jamás encontré durante mi estancia en Pattaya.
¡Y allá que se iba ella con otro fulano! No tenía derecho a sentirme mal, así funcionan las cosas aquí.

¡No me lo estoy inventando! Sé que suena a recurso literario fácil y fantasioso, pero juro que es cierto
que me encontré a todas estas chicas esa noche. La semejanza con un hombre a punto de ahogarse
que ve desfilar ante sí imágenes de su vida pasó por mi mente: Cherry, Em, Sawa, Joy, Parichart, Ea,
Lek y ahora Bo, justo antes de mi marcha a Camboya. No recuerdo haberme cruzado nunca antes con
dos de ellas en una misma noche. Fue muy extraño.

Mientras caminábamos, Lek me repitió una vez más que no le gustaba Pattaya y que si dispusiera de
‘gran dinero’ regresaría a su ciudad natal. Yo le pregunté que cuánto dinero era ‘gran dinero’, pero
ella pareció no tener una idea demasiado clara al respecto. A medida que avanzábamos, sujetaba con
mis manos las estupendas caderas de las dos jovencitas y sus bien esculpidas cinturas. Vamos, chicas.

Paramos en un 7-eleven para comprar algunas bebidas frías: leche de soja para mí y soda para ellas.
En el acogedor vestíbulo del hotel (en el cual una hora y largo más tarde sacaría algunas fotos a Lek
y otras también a su amiga Nong), Lek le entregó a la recepcionista su documento de identidad y se
sentó allí a esperar por nosotros cuando Nong y yo nos dirigimos a liarnos a mi habitación.

Subiendo las escaleras, no dejé de admirar a Nong. Qué cuerpecito tan joven y dulce. Lek me había
dicho que Nong tenía dieciocho añitos. Ya en la habitación, confirmó este término, aunque no tuviese
carnet de identidad. Le pregunté a Nong la edad de Lek: “sip-paet [dieciocho]”, respondió.

Me duché primero. Nong salió de la ducha con una sonrisa brillante, resplandeciente de
entusiasmo. Nos acurrucamos, le besé la mejilla y ella volvió un poco la cabeza para
darme un beso en los labios con la comisura de su boca. Chupé sus pechos y ella volvió de
nuevo la cabeza para darme primero otro beso en la esquina de la boca y a continuación
darme un beso real. Nos chupamos mutuamente los labios y comenzamos a entrelazar
nuestras lenguas. Este tipo de beso, tan habitual en Europa, es inconcebible en Asia y me
pareció sorprendentemente erótico. Pocos muerdos tan ricos recuerdo. El besuqueo y el
manoseo estaban poniendo a Nong cachonda. ¡Y a mí también!

Mi boca fue descendiendo por su cuerpo: lamí sus tetas, recorrí su vientre, me perdí entre
sus muslos y me hospedé en su clítoris. Nong respondió apasionadamente, moviendo las
caderas. No deslizaba la lengua en el interior de su raja, simplemente le lamía el botón.
Cuando me alcé de rodillas y acerqué la polla a su cara, ella se la llevó inmediatamente a la
boca. A diferencia de Xe la noche pasada, Nong chupaba con complacencia. La succión le
ahuecaba las mejillas. Tragaba profundamente, mientras mi polla se deslizaba dentro y
fuera entre sus labios. Recurriendo a mi escaso tailandés, le hice saber lo mucho que me
gustaba. Le dije que era muy bonita y que debería de hacerse novia de alguien.

132
PROMISCUO

Con Nong desnuda, pude comprobar que era lo suficientemente atractiva como para posar
de modelo. Admiré sus medianos pero firmes y hermosos senos. Nong era sobradamente
seductora como para ser la novia de un extranjero, que es su máximo anhelo y aspiración:
alguien que las retire y las cuide. Tras arrastrar su culo hasta los pies de la
cama, me acosté a su lado para practicar un sesenta y nueve. Comencé a chupetearle el
clítoris de nuevo y ella volvió a meterse en la boca mi gruesa herramienta. Era genial,
los dos estábamos calientes como el mismísimo infierno y ella tragaba en profundidad.
Se comportaba como una buena novia. Me encantó la forma en que me la mamaba con
fruición. Caté el sabor del néctar que brotaba de los labios de su coño. Todavía no le
estaba introduciendo la lengua, pero ella estaba realmente mojada y pude saborear su nam
jim mientras le lamía y chupaba el clítoris.

Cuando me levanté para alcanzar un condón, Nong estaba tan empapada que se podía ver
el brillante flujo colgar por sus muslos. Era agradable, claro y exquisitamente viscoso. Ella
estaba tumbada boca arriba y yo me coloqué entre sus piernas. Metí el juguete, al menos
una parte del mismo. Levantando sus piernas y flexionándolas hacia atrás, nos las
arreglamos para que el resto pudiera entrar también. Me di cuenta de que mi aparato era
demasiado grande para ella, era complicado introducírselo entero. Me moví dentro y fuera
de su cavidad con delicadeza, pero firmemente y con un ritmo constante. Ella se excitó
más. Con la idea de invitar a Nong a regir, la rodeé con mis brazos y la senté sobre mi
regazo. Fue sentarse erguida sobre mí con la polla en su interior y comenzar a retorcerse
de placer.

Después de haber estado follando así durante un rato, me di la vuelta para que mi espalda
quedase apoyada contra las almohadas en la cabecera de la cama. Nong continuaba
encima y capitaneaba. Lo hacía fantásticamente bien. Se movía arriba y abajo, ida
y vuelta, frotando su coño contra mi piel.

Al intentar girarla para situarla en la posición romana (sentada sobre mí y dándome la


espalda), dijo: “No”. Esta fue la única palabra que conseguí oírle en mi idioma. Desconozco
por qué se resistió.

Da igual, lo acepté sin más y continué con la fogosa faena. La invité a tumbarse sobre su
espalda en el colchón, coloqué sus piernas sobre mis antebrazos y comencé a bombear
con un ritmo constante.

Arrastré su culo hasta la esquina de la cama. De pie, me la follé despacio, sacando mi polla
casi por completo y volviendo a insertarla de nuevo en su grutita. ¡Qué estrecho y húmedo
estaba su interior! Me sentía en la gloria. Puse sus dos piernas encima de mi hombro
izquierdo y la vista de su precioso culo me invitó a tomarla por detrás. Ella no opuso
resistencia cuando le di la vuelta, aunque mi polla se salió: no problem. Nong se
puso a cuatro patas sobre sus manos y rodillas con el culo en pompa y esperó a que yo
volviera a caer sobre ella. Empujando sus nuca, la invité a que se agachase un poco más
hasta apoyarse con los codos para que su culo y su coño quedasen más expuestos, más a
tiro. No satisfecho aún, le pedí que se inclinase aún más apoyando tan sólo los hombros

133
PROMISCUO

contra el colchón. Sí, ahora ese coño sí apuntaba hacia mí en una posición perfecta para
volverla a embestir... Y ataqué.

“Quiero ver tu preciosa cara mientras te follo”, le dije volviéndola sobre su espalda con el
culo en el mismo borde de la cama. De pie ante ella y dándole bomba, me apeteció irme
corriendo ya. La moví otra vez, de modo que volvimos a quedar los dos sobre la
cama conmigo de rodillas entre sus piernas.

Nong estaba teniendo algunas dificultades para tomar toda mi longitud en su interior, así
que empecé a penetrarla con movimientos más cortos, no metiéndosela hasta el fondo.
Aún así, su coño era tan estrechito que me hacía sentir fabuloso en cada acometida. Ella
también disfrutaba más de este modo. Le hice señas para indicarle que no tardaría en
entregarle la espesa crema de su postre y comencé a ensartarla más y más rápido. A un
tiempo, frotaba mi pulgar contra su clítoris, adelante y hacia atrás. Lo presioné resuelta y
enérgicamente, del mismo modo que había visto a Riza hacerlo en Filipinas. Recuerdo su
bonita cara y los labios de su coño como si hubiese sido ayer mismo. Seguí frotándole el
clítoris y bombeando con movimientos cortos hasta que ambos alcanzamos el orgasmo.
¡Mmmmmh!

Todo el tiempo que habíamos estado afanados, Nong se mostró alegre, cariñosa, sonriente
y me besó. Sentimos como si estuviésemos haciendo el amor y no follando, y yo cobré
verdadero afecto por ella. En tailandés, le dije a Nong: “Me gustas mucho. Tú no
entiendes mi idioma. Yo no entiendo el tuyo. No importa. Tú feliz. Yo muy feliz”.
Ella volvió a sonreír y movió la cabeza en señal de avenencia.

Nos duchamos de nuevo, aunque juntos esta vez. Nong y yo nos habíamos notado muy cercanos y
cómodos el uno con el otro. Esta familiaridad me hizo sentirme como si tuviera una novia tailandesa.

Le señalé a Nong que quería volver a verla otra vez mañana noche, la última para mí antes de partir,
y ella estuvo de acuerdo. Le deslicé un billete púrpura de quinientos baht y Nong me dio las gracias.
“Khawp khun khráp [muchas gracias]”, dijo dedicándome un way.

En la planta baja, Lek me llevó a un lado. “¿Puedes prestarme dos mil baht? Me quedaré contigo y
seré tu hermana pequeña, haré todo lo que te apetezca y me pidas. Luego regresaré a Chantaburi”.

“Me voy a Camboya. Puede que te los preste si regreso de allí pronto”.

Lek prometió volver a traer a su amiga Nong mañana a las diez de la noche de nuevo a mi habitación.
Le aseguré que esperaría, sin ninguna otra ‘señorita’ en la cama.

De vuelta a mi cuarto, el sueño no se hizo esperar. Sawasdee khráp...

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PROMISCUO

135
PROMISCUO

-17-
Lek

Me desperté sobre las siete de la mañana y me pareció que todo estaba más oscuro que de costumbre.
Me asomé a la ventana y vi amenazantes nubes oscuras cubriendo el firmamento. Comenzó a llover.
No podré lavar mi ropa hoy, eso significa que viajaré a Camboya con vaqueros sucios. ¡Oh, mierda!
Me acordé de la ropa que había tendido en la azotea el día antes, me puse los vaqueros y las sandalias
y subí rápidamente los tres pisos hasta la terraza. Llegué justo a tiempo: soplaba una fuerte brisa que
zarandeaba la ropa y una camisa había volado ya fuera de la liña, aunque no estaba mojada ni sucia.

Estoy realizando una gira de tres meses con un fondo de ropero realmente espartano: unos vaqueros,
un pantalón surfero caqui, suministro de camisetas y calzoncillos para una semana, y unas sandalias.
Había resuelto viajar sin zapatos ni calcetines y celebro tal decisión. Con este clima húmedo y con la
costumbre oriental de descalzarse antes de entrar a una casa, a una tienda o a la habitación del hotel,
puedo ir con sandalias a todos lados. Los zapatos y los calcetines habrían sobrado en mi bagaje.

¿Ligero de equipaje? De ningún modo. Yo, que hace años tuve el orgullo y el honor de dar la vuelta
al mundo sólo con un bolso de mano, voy cargado como una matrona victoriana en un crucero por el
mar. Llevo una maleta abultada a reventar con el equipo fotográfico, el equipaje de mano, el portátil,
el estuche de la cámara y un chaleco de reportero gráfico que es como un segundo equipaje de mano.

El estuche de aluminio de la cámara y el portátil caben en la maleta del equipo fotográfico cuando no
vuelo. La maleta del equipo es una Pelican 1650. Esta maleta, con su sistema divisor acolchado, es
importante aquí en el camino. Es estanco, a prueba de polvo y hermético. La humedad, el polvo y la
lluvia te pueden joder un equipo fotográfico. Unas bolsas de gel de sílice secan el aire en su interior.

La maleta grande contiene el estudio de iluminación portátil que usé para fotografiar a Cherry y los
suculentos platos de Pim. Es un patadón en las posaderas viajar con este monstruo pasado de peso,
pero sesiones como la de Cherry no serían posibles sin él. No hay manera de conseguir fotos
glamourosas profesionales sólo con un flash montado en la cámara. A menos que las fotografías se
realicen en el exterior, se requiere de una gran cantidad de equipamiento.

Para este proyecto de tres meses, estoy empleando tres cuerpos de cámara Nikon, dos FM y una FE.
He traído un objetivo normal de 50mm, un gran angular de 35mm, mi teleobjetivo corto de 85mm y
un teleobjetivo de 200mm para fotos a larga distancia. También traigo dos pequeñas cámaras Nikon
compactas para robar instantáneas en la oscuridad sórdida y a veces temeraria de los clubs. Una de
ellas es fácil de llevar en la riñonera cuando salgo a deambular por las noches.

Hoy toca embalar. Mi vuelo a Phnom Penh sale mañana al mediodía y el taxi me recogerá temprano.

Llovía a mares, pero la lluvia parecía ir y venir. Su intensidad crecía y disminuía. Estaba hambriento.
La siguiente vez que la lluvia amainó, me apresuré a salir para comprar mangos. Tenía pensado llevar
mi portátil a la tienda de Sergei, pero la lluvia era bastante desalentadora. Habría sido una osadía.

136
PROMISCUO

Al pasar frente a Soi Skaew, me sorprendió verlo inundado. Había pensado en alquilar una habitación
allí para la próxima sesión de fotos con Cherry, pero ahora me doy cuenta de que este soi debía de ser
imposible en el pico de la época de lluvias. Esta estaba comenzando y el soi ya parecía impracticable.

La señora de los mangos me ofreció una pieza de fruta que yo no había comido nunca antes. No me
quedé con el nombre tailandés de la misma, pero sabía muy bien. Gracias por compartirla conmigo.

Tengo que ver hoy al Sr. Wei Chang. Si viaja a Laos mañana, podría irme con él. He de decidirlo ya:
si finalmente me voy a Camboya, tengo que comprar el pasaje esta tarde.

Llovía más fuerte. ¿Estoy seguro de querer seguir adelante con esta odisea, con la evidencia de lo que
parece ser el comienzo de la torrencial temporada de monzones? Mi desencanto anoche con Pattaya
hasta que tuve a Nong en el bote y el cariñoso correo-e de Emily lograron que cruzase por mi mente
la idea de regresar a Filipinas. Las lluvias no llegarían a Angeles City en un par de semanas todavía y
es muy fácil para mí estar allí, incluso en época de tormentas.

Vamos amigo, anímate. Al mal tiempo buena cara (y todo eso)…

Camboya no me sonaba excesivamente atractiva, pero los hombres hablan de ella como de otro edén
sexual. Tengo que ir y comprobarlo por mí mismo. Además, necesito escribir otra historia mía de allí.

Embalar. Llevar el portátil a la tienda de informática. Ver al señor Wei Chang. Comprar el billete. Ir
a la Thai Telecom. Hacer el amor con Nong. Creo que he dejado demasiadas cosas para última hora.

Tengo que recordarme a mí mismo la emoción y la fortuna de poder viajar a un nuevo país exótico.
Voy a ser la envidia de los muchachos cuando regrese a España tras haberles enviado correos-e desde
Camboya. Muchos de los colegas hablan de ese jardín de Venus, pero pocos de ellos han estado allí.

Pim se sentó a hablar conmigo mientras almorzaba. No me dejó pagar: “La comida es gratis para ti”.
Estaba pagando por mi detalle de haberle sacado fotografías profesionales a sus platos para el menú.

Envié al editor la versión definitiva de mi historia de Pattaya en el archivo adjunto de un correo-e.


Había estado puliendo el artículo hasta el día antes de mi partida. Le pedí que hiciera un buen trabajo
con el diseño gráfico de las fotos.

Encontré al señor Wei Chang de pie por fuera del Hotel Presidencial. Su hermano, Paisal, tradujo
igual que hizo cuando hablamos en la tienda de madera de teca. El señor Wei Chang salía para Laos
esta noche en autobús. Hablamos de las posibilidades y de los problemas asociados a la fabricación
de parqués de teca para la exportación y reafirmamos la idea de que ambos seguíamos interesados en
hacer negocios juntos. Seguía en pie la invitación que me había hecho para visitar su casa en Laos.

El señor Wei Chang estaría de vuelta en Tailandia el día uno o dos de mayo, regresaría a Laos el día
ocho o el nueve y reabriría su fábrica el día diez. Dijo que después del doce de mayo sería un buen
momento para ir a visitarle en Laos. Sonaba bien, mi oficina en Madrid ya había aprobado también
una historia de Laos.

En la agencia de viajes, pagué mi billete y charlé con la hermosa agente. Era dulce y afable. Tal vez
la invite a salir cuando regrese de Camboya. Me pregunto si una chica ‘no de pago’ follaría conmigo.

137
PROMISCUO

Me pasé el resto de la tarde embalando el equipaje. Aunque viva en hoteles, embalar es siempre un
suplicio. No sé por qué, pero me lleva horas. Lo odio.

Estuve fantaseando con la posibilidad de montar un menage a trois con Lek y con Nong. Lek tenía la
regla pero necesitaba dinero: las circunstancias perfectas para que mamara una polla por primera vez.

Después de la cena, me compré algunos mangos para el desayuno y revisé de nuevo mi correo-e.
Tenía otro mensaje de Emily Delacruz. Se mostraba tremendamente cariñosa, me echaba de menos y
seguía planeando un viaje a su provincia natal.

A las diez, Lek y Nong no habían llegado. Pasada un poco esa hora, el teléfono sonó: era Lek. Me
dijo que Nong estaba enferma y que no vendría. También yo he tenido un extraño dolor de garganta
durante todo el día, como si alguien me hubiese golpeado en un lado del cuello. He estado tratando
de no pensar en la historia que me contó Herman acerca de un soldado con gonorrea en la garganta.
Probablemente Nong me había contagiado su enfermedad al besarla anoche.

Lek me preguntó que si la iba a ayudar con los dos mil baht que necesitaba. Al no darle una respuesta
directa, se ofreció a venir al hotel, como yo esperaba que hiciera.

Cuando llegó a mi habitación, nos sentamos en la cama a hablar. Discutimos la posibilidad de que
Lek estuviese esperándome aquí cuando yo regresara de Camboya. No albergaba muchas esperanzas,
pero dos mil baht eran menos de cincuenta euros y Lek me había hecho feliz prestándome su cuerpo.

“Nong tiene novio tailandés”, me dijo Lek. “Él no es bueno”. Yo le había preguntado a Nong que si
tenía novio y ella me había respondido que no. Incluso pensé que Nong era demasiado dulce y linda
como para no tener uno. Lek me manifestó que su madre le había advertido de que nunca se casara
con un hombre tailandés y que se mantuviese alejada de ellos. “No sé por qué mi madre piensa así”.

“No quiero decir nada malo de los hombres tailandeses”, comenté. “Yo sólo sé lo que me las chicas
tailandesas cuentan. Ellas dicen que los hombres thai siempre beben whisky de arroz, apuestan
mucho (póker, peleas de gallos, peleas de peces, muay thai…) y gastan el resto de dinero yéndose
con otras”. Todos tienen como mínimo una mia mai [mujer] y una mia noi [amante]. Así es Asia,
muy oriental.

Lek levantó sus puños: “Los hombres tailandeses boxing [pegan] a sus mujeres”.

Negué con la cabeza: “Boxing no es bueno. ¿Le gusto yo a tu madre?”, pregunté.

“Mi madre dice que tú OK”, respondió ella. “Todos son iguales. No me gustan los hombres”.

“¿Te gustan las mujeres?”, pegunté esta vez.

Sonriendo, me tiró la toalla a la cara: “No me gustan las mujeres”.

“He viajado mucho. No todos los hombres son iguales. Hay hombres malos y hay hombres buenos.
En Tailandia pasa exactamente lo mismo: los hay buenos y los hay malos”.

Lek pretendía ir a Chantaburi durante dos o tres días y quería comprar ropa escolar para regalársela a
su hermano y a su hermanita. Las mayores intentan que los pequeños aspiren a algo más digno.

138
PROMISCUO

Me dijo que ya no volvería a acostarse con extranjeros cuando regresara y que no le gustaba nada
este oficio.

Cuando le pregunté que cuántos farang había tenido, Lek me dijo que no sabía. Presionándola un
poco, ella estimó que unos once en los tres meses y medio desde que, siendo aún virgen, la violase el
inglés. No está tan mal en comparación con Sawa, que puede hacerse esta cantidad de guiris en unos
días (o en una semana mala). Lek me dijo que su madre le proveía cama y una o dos comidas al día.
Aseguró que me esperaría.

“Tú misma”, alegué. “Si tú te vas con farang, ya no sentiré lo mismo. Si no lo haces, yo contento”.
Le extendí cuatro billetes púrpura de quinientos baht cada uno.

El tema queda así: ahora tengo chica en Pattaya pero no cuento con ella. No estoy enamorado de Lek
y no quiero engañarla haciendo que deposite en mí sus esperanzas. Prefiero tomármelo como si me
acabasen de estafar, tampoco me voy a morir por cuarenta y pico euros. Me alegro de que ella haya
conseguido la cantidad más bien baja que necesitaba, aunque sin duda es demasiado poco como para
mantenerla alejada de los extranjeros cuando le apriete la necesidad.

¿Cuánto puedo tardar en escribir la historia de Camboya? ¡No! También quiero visitar Vietnam.

“¿Qué quieres que haga?” Se refería a cuando estuviera conmigo tras mi vuelta de Camboya.

“Quiero que no te tapes con la toalla. Quiero que dejes la luz encendida. Quiero que me la fumes”.

Pasaré a buscarla, por supuesto, cuando regrese a Pattaya.

Golfo de Siam

Thai Airways

139
PROMISCUO

HAPPY VALLEY INN HOTEL

PATTAYA, THAILAND

Guest: Esteven Bang

Country: Spain

Passport: BC685895

Nights: 23

Occupation: condom tester

140
PROMISCUO

141
PROMISCUO

Libro tres

CAMBOYA
VIETNAM

142
PROMISCUO

¡Continúa acostado, oh cuerpo mío,

según tu voluptuosa misión!

Saborea el goce cotidiano y las pasiones sin mañana.

No tengas ni un placer desconocido

en las cuentas del día de tu muerte.


-Pierre Louÿs, Las canciones de Bilitis

143
PROMISCUO

-18-
Phnom Penh

Físicamente no visitaremos Vietnam en el LIBRO 3, serán las mujeres vietnamitas las que nos
visiten físicamente a nosotros a lo largo de nuestra estancia en el Reino Khmer. Nos instalaremos en
Phnom Penh (Camboya) y conoceremos Vietnam a través de sus mujeres, que son numerosas aquí.

Mi última noche en Pattaya me mantuve despierto hasta las cuatro de la mañana terminando de
empaquetar el equipaje y escribiendo. Cuando sonó el despertador, todavía persistía el extraño dolor
de garganta aunque, al parecer, estaba algo mejor. Pensaba ir en taxi. Finalmente, un minibús me
recogió a las nueve menos cuarto y dio unas vueltas por Pattaya para acoplar a otros pasajeros.

El primer tipo al que recogimos era un belga de barba rojiza. Me sentí asombrado por su elección, la
pareja que se despedía de él no era joven y –bajo mi punto de vista- tampoco era atractiva. Pienso
que estas son dos razones fundamentales para venir a Asia: disfrutar con mujeres jóvenes y guapas.
Me quedo algo perplejo cuando veo a los farang [extranjeros] jóvenes yéndose con tías veteranas.
¡Asia es diferente! Yo siempre busco a las señoritas más sexis y voluptuosas de la ciudad. Muchos
blancos se sienten acojo... intimidados por la juventud y belleza de estas muchachas, puesto que son
incapaces de acostarse con vampiresas así en sus países de origen, donde muchos de ellos son unos
auténticos memos que aquí se convierten en héroes por un día: “Hello sexy man! I go with you!
Tal vez se sientan más cómodos con churris mayores o quizá lo único que quieren es ahorrar dinero.

David acababa de terminar un periplo de doce años en Arabia Saudí trabajando en los motores
diesel de las centrales eléctricas. No es ese un lugar indicado donde buscar coñitos frescos y prietos.
“Tengo algunos conocimientos de mecánica, aunque soy un simple aficionado”, comenté. “Es algo
inevitable si te gustan las monturas clásicas”. David se echó a reír y le aclaré: “mi coche es un viejo
Seat Inca del 97 y todavía tengo en España una Vespa del 85”.

David solía trabajar con Land Rovers y Range Rovers. Los Land Rover, vehículos únicos, están
construidos para durar toda la vida. David los adoraba como si de un británico más se tratase.

El siguiente pasajero al que recogimos era un apuesto francés llamado Ian. Se sentó en la tercera fila
de asientos y, dado que yo iba sentado delante con el conductor, casi no nos pudimos comunicar.

En Hat Jomtien, nuestra furgoneta entró en una comunidad vallada, cerca de la playa. Estaba llena
de dúplex con tejas rojas. Árboles longevos daban sombra a las bonitas casas. En una colgaba un
cartel de SE VENDE, qué tentación. Este conjunto de viviendas, donde recogimos a un señor indio,
podría parecer cualquier barrio elegante de Miami. Casas así deben de costar una fortuna allí.

David y yo continuamos conversando. Su intención era desfoguetarse durante diez días en Camboya
antes de volver a Bélgica. Asia se echa considerablemente de menos cuando uno regresa a Europa.
¡EXTREMO ORIENTE CAMBIA A UN HOMBRE!

144
PROMISCUO

“Trabajo como escritor y fotógrafo”, le comenté.

“¿Qué tipo de fotos sueles hacer?”

“Mujeres asiáticas desnudas”.

David sonrió: “No parece un mal trabajo”.

“Al llegar a una ciudad nueva, busco a la chica-mala más bella del lugar. Entonces la seduzco.
Le he realizado un reportaje fotográfico a la go-go más hermosa de Pattaya”.

Cuando acarreé las maletas hasta el mostrador de facturación, crucé los dedos. Sabía que llevaba
sobrepeso, pero la voluptuosa Dee –mi agente de viajes- me había dicho que no sería un problema.
Los vuelos hacia y desde Europa permiten facturar dos bultos de treinta kilos cada uno, los vuelos
dentro de Asia sólo permiten facturar un bulto de veinte kilogramos. El estuche de mi equipo, con
su sistema divisor de compartimentos acolchados pesaba casi nueve kilos… ¡vacío! Además de mi
maleta roller, llevaba el PC portátil y un pequeño estuche con otra cámara. Esto hacía un total de
tres piezas como equipaje de mano. La alta y bella azafata de Thai Airways me indicó que debía
facturar la maleta. Me resistí, diciéndole que en esa maleta también llevaba un equipo de fotografía.
Era cierto, pero también era cierto que intentaba no pagar por piezas adicionales y exceso de peso.

Destrabé mi carnet de prensa y lo alargué hasta la atractiva azafata de tierra. El carnet de prensa y la
indumentaria de periodista me otorgan generalmente una consideración especial. Llevaba puesto un
pantalón caqui, una camiseta canela y mi chaleco de reportero gráfico. Por fortuna, ella cedió y me
dejó pasar así. Mi bulto facturado pesaba veintiocho kilos -ocho kilos de sobrepeso- y mi equipaje
de mano, que se supone que no debería superar los cinco kilos, pesaba trece. Pero Dee estaba en lo
cierto, finalmente la azafata no me quiso cobrar por exceso de equipaje. ¿Cara guapa vs. caradura?

Habíamos llegado temprano y encontré a David e Ian desayunando en el restaurante del aeropuerto.
Me senté con ellos. Phnom Penh, la capital de Camboya, fue el tema principal de nuestra tertulia.

“¿En qué lugar del mundo puedes desayunar, que te afeiten, que te pelen y que te la mamen, todo
por diez euros?, preguntó David. Él nunca había estado allí, pero un conocido se lo había contado.

“Tal vez en Filipinas”, le respondí. “No sé cuánto cuesta un afeitado y un corte de pelo, pero una
mamada en un salón de felaciones cuesta siete euros en Angeles City”.

“La marihuana es legal en Camboya”, refirió David. “La puedes encontrar gratis en todos los pubs”,
añadió. “O si lo prefieres, puedes comprar por un euro veinte porros ya liados”.

David continuó con el relato: “Mi amigo tiene una foto suya sentado en una motocicleta y fumando
una pipa de yerba, con un policía en la foto también. No hay problema. Incluso si te pillan haciendo
algo ilegal, le das veinte euros al poli y ya está. Veinte euros pueden arreglar casi cualquier cosa”.
Me dijo que su colega le había facilitado la tarjeta de un fotógrafo en Phnom Penh llamado Charles.
Me mostró la tarjeta y copié el nombre y el número de teléfono de Charles. Su amigo se lo había
recomendado como un buen tipo, pero a mí me interesaba más como fotógrafo. Les dije a David e
Ian que echasen un ojo a mis cosas mientras yo iba a pagar los 500 baht de tasa aeroportuaria que se
deben abonar antes de salir de Tailandia. Allí oí comentar que en breve se eliminará este impuesto.

145
PROMISCUO

Por fuera del restaurante, me paró la alta y guapa azafata de tierra de la Thai Airways que me había
permitido facturar con exceso de equipaje. Me sugirió que la próxima vez consultara al gerente de
la compañía en el aeropuerto antes de facturar para la preaprobación de equipaje extra y sobrepeso.
Nos quedamos juntos conversando un rato. Me recordaba a Dee, mi encantadora agente de viajes.
Bua, la azafata, era otra adorable chica tailandesa que me pareció soberanamente atractiva.

“Hablas muy bien mi lengua”, le dije.

“Soy licenciada universitaria”, explicó Bua.

“Yo también”, añadí.

“¿Cuándo regresas a Pattaya?”, preguntó.

“No lo sé, aunque probablemente no hasta dentro de unas cuantas semanas. Tengo planeado viajar a
Saigón cuando termine con mi encargo en Phnom Penh”.

“Yo regreso a Ko Samui la próxima semana. Estoy aquí temporalmente, pero trabajo en Ko Samui”.

“He estado en Ko Samui. Es una isla preciosa. Supongo que si te quiero volver a ver, tendré que ir a
Ko Samui. Eres muy guapa”.

“¿Cuándo regresas a Pattaya?”, preguntó por segunda vez. La chica parecía estar interesada en mí.

Pensé en que intercambiásemos direcciones y números de teléfono, pero ella ya se habría ido a mi
vuelta: mejor no sugerir nada. Bua es sólo una más entre millones de chicas guapas en Asia, aunque
tiene un estatus más interesante que la mayoría. OK, sawasdee khráp.

Me senté junto a Ian en la sala de embarque y continuamos nuestra charla. Salía de viaje porque su
visado expiraba. Muchos tíos, al igual que Ian y yo, tienen que salir de Tailandia periódicamente
para actualizar su sello de inmigración. Mi vuelo directo no era la norma: mucha gente coge un bus
hasta la frontera, la cruzan, sellan el pasaporte al otro lado y regresan a Tailandia en el mismo día.
Ian trabajaba como técnico experto en refinerías de petróleo, dijo que ese trabajo lo retenía en Asia
y que tenía su base en Pattaya. Contó que le pagaban bien y, como es lógico, parecía entusiasmado.

Vi a una veintena de militares de raza blanca caminar por la pista de aterrizaje y por el edificio
mientras esperábamos. “Parecen soldados estadounidenses”, le dije a Ian.

“Probablemente sean los Cobra Gold”, apuntó. “Estados Unidos está realizando maniobras conjuntas
con los militares tailandeses”.

Desde aquí invito al lector/a a que se informe sobre el nacimiento de Pattaya: durante la guerra de
Vietnam, un humilde pueblo tailandés de pescadores es convertido en un gran prostíbulo por los
propios yanquis para solaz de las tropas estadounidenses que combatían contra el vecino Vietnam.
“¡Lo que no arreglen estos americanos! Son unos auténticos profesionales sometiendo pueblos”...

La pequeña sala de embarque estaba casi vacía. Cuando accedimos a nuestra aeronave, lo mismo.
Había alrededor de setenta plazas en el turbohélice, pero sólo éramos siete pasajeros.

146
PROMISCUO

Ya en el aire, bordeamos la costa del Golfo de Siam, poniendo rumbo sureste. Mientras volábamos
enfilando hacia Camboya, pensé en Lek. Cuando le pregunté que cuánto le gustaba, me respondió:
“Aún no lo sé. Tal vez estemos juntos dos meses. Entonces lo sabré”. Lek deseaba realmente ser mi
chica y seguro que sería una buena novia, pero me iba demasiado lejos como para que ella esperase.

Posteriormente, el avión giró hacia el norte y durante un tiempo sobrevolamos la jungla: un lugar
estratégicamente apropiado para las guerras del sudeste asiático. Camboya, sin ir más lejos, ha sido
desgarrada por la guerra desde que tengo uso de razón. No pienso hablar de Pol Pot, en mi libro no
caben los genocidas (vid. Pol Pot y los Jemeres Rojos). El último Khmer Rojo aceptó la amnistía y
colgó el uniforme de guerra camboyano en 1999. Camboya intenta reponerse, anhela unirse a la
comunidad de naciones y prosperar.

El escenario bajo nosotros se transformó en campos de arroz de aspecto seco, las lluvias todavía no
habían llegado aquí, pero al momento nos encontrábamos volando sobre húmedos arrozales. Me
preguntaba cuál era la diferencia: la topografía era la misma y la distancia era mínima. Incluso aquí,
el parche verde de los arrozales resultaba insignificante. Estaba comenzando el ciclo de crecimiento
y el arroz no se había desarrollado aún hasta alcanzar su característico color verde eléctrico.

De pronto, los suaves sembrados de arroz se convirtieron en ciudad: sobrevolábamos Phnom Penh.
La mayor parte de los techos ahí abajo eran de color rojo teja. Aterrizamos en una pista de concreto
portentosa que me hizo pensar quién la construiría y con qué finalidad. Mientras rodábamos por ella
busqué aviones militares pero no los había. Imágenes de The killing fields desfilaron por mi mente:
veía la escena de los extranjeros huyendo del país cuando los Jemeres Rojos tomaron Phnom Penh.

Dentro de la terminal, nos alineamos en la ventanilla de visados a rellenar los impresos de entrada.
Se supone que a los agentes hay que entregarles una foto tamaño carnet. Con reservas, aceptaron
una de las fotocopias en color que siempre porto conmigo, pero David no llevaba foto alguna.
Los funcionarios le hicieron pagar veinticinco euros en lugar de los veinte que había pagado yo. No
le sacaron ninguna foto, los cinco euros extra eran multa suficiente por haberse saltado las normas.

Pagamos con baht tailandeses y los uniformados agentes de inmigración nos devolvieron en dólares.
Había diez funcionarios para siete pasajeros. Los agentes estaban sentados en línea y los pasaportes
iban pasando de una mano a otra. Es común en Asia la saturación de personal tras cada mostrador:
donde en España hay uno, en el sudeste asiático hay diez. Este país fue comunista hasta hace poco.
Por lo que observo, debe de ser así como estos estados reducen las listas de parados.

En el tercer mostrador, otros oficiales de inmigración estamparon la fecha de entrada en la visa que
había sido estampada en el primero de todos. Por lo tanto, la segunda estación era superflua.

147
PROMISCUO

David tenía habitación reservada y un taxi le estaba esperando afuera. Ian y yo nos subimos con él.
Mientras nos dirigíamos a la ciudad, mis dos nuevos amigos y yo reanudamos la conversación.

La ciudad se veía bastante normal, aunque pobre y sucia. Guarida para pedófilos, Ian nos contó:
“Un tipo que conozco estuvo en Sihanoukville -un resort hotelero al sur del país- y una niña de siete
años de edad se le acercó en la playa para preguntarle si quería que le hiciese una mamada, y que no
tendría que pagarle si no quedaba satisfecho [¿yum-yum? you no like, you no pay]”. ¡¡Dios santo!!

Colonias de expatriados americanos de la guerra del Vietnam y sus sucesores se han perpetuado en
estas tierras y campan a sus anchas con la paga de veteranos de guerra. Su práctica favorita continúa
siendo la caza, captura e intercambio de ‘cromos’ de niñas con las que hacen y deshacen a placer,
tras comprárselas miserablemente por cuatro baratijas a familias muy pobres de granjeros aldeanos.

Cuanto más nos adentrábamos en la ciudad, más nos impresionaba su aspecto: antigua arquitectura
francesa heredada de la era colonial se intercalaba con sórdidos edificios enmohecidos. En las calles
laterales, podíamos ver montones de basura que desprendían mal olor y ensuciaban la ciudad. Había
algunas avenidas amplias y bulevares, pero lo que predominaba eran las callejuelas sin pavimentar
y llenas de baches. Ian comentó: “Debe de haber ratas aquí”. Eso es apostar sobre seguro.

En el hotel de Arnie, el Kelliyan [“elegante”] nos dijeron que las dos únicas habitaciones que había
disponibles eran habitaciones con ventilador y baño compartido. Yo prefiero las habitaciones con
ventilador, son más baratas y no me gusta mucho el aire acondicionado. Me seca demasiado la boca
y la garganta mientras duermo. Eso sí, siempre exijo baño privado. De todos modos, eché un vistazo
a las habitaciones. En la segunda de ellas, me tumbé en la cama: me sentía débil y muy cansado.
A pesar del baño colectivo, tuve la tentación de hospedarme allí. Al principio pensé que estaba
cansado por la falta de sueño, pero no era normal tanto. Pensando en mi garganta, me pregunté si la
fatiga sería la fase siguiente de una enfermedad. Me sentía cada vez más debilitado e indispuesto.

148
PROMISCUO

En el bar restaurante de la planta baja no había nadie comiendo. Sí había unos cuantos extranjeros
bebiendo, aunque fuese mediodía. Un guiri grandote se levantó y estrelló una banqueta de mimbre
contra el suelo. Me asusté un poco. Cuando vi que la sangre bajaba por su pantorrilla, creí entender.
Al parecer, ya había dado quejas anteriormente de la peligrosidad de las banquetas. Nadie pestañeó.
Un joven muchacho retiró la banqueta ‘asesina’ y la reemplazó por otra. Mientras tanto, una guapa
camboyana jugaba apacible al billar, con su cuerpo sensualmente inclinado sobre la mesa y el culito
en pompa. Cuando le comenté a Ian lo buena que estaba, este señaló: “Lo mejor está por llegar”.
Efluvios de marihuana encendida inundaban la atmósfera.

El amigo de Ian le había recomendado un hotel justo al lado de este. Nos acercamos y echamos un
vistazo a las habitaciones con aire acondicionado. Por quince dólares, las habitaciones eran un poco
caras para el sudeste asiático, pero yo necesitaba dormir. Le di a la recepcionista seis de los billetes
viejos de diez euros que los bancos de Pattaya habían rehusado cambiarme y ella retiró el dinero en
un destello, como supuse que sucedería. La recepcionista hizo la conversión a dólares americanos.
Resultaba extraño, aunque Camboya tiene su propia moneda, el riel [“brillante”], tanto en el hotel
como en el aeropuerto utilizaron dólares estadounidenses como si fuese la moneda nacional.

Me eché en la cama y me dormí al instante con el aire acondicionado encendido. Eran tan sólo las
cuatro de la tarde. Me desperté de noche, congelado. Estaba temblando y un enorme escalofrío
recorrió mis huesos. ¡Joder! Corrí hacia el cuarto de baño, abrí el agua caliente y me quedé bajo la
misma durante un largo rato. El teléfono de la ducha no era fijo sino de flexible, así que pude mojar
todo mi cuerpo mientras descansaba sentado en el inodoro. Aún me sentía débil. Cuando mi cuerpo
entró en calor, apagué el aire acondicionado y volví a la cama, esta vez bajo la manta.

Cuando de vez en cuando me despertaba, escuchaba el murmullo ascendente de la gente en la calle.


Oía bebés llorar. En mi mente, vi la ropa tendida colgando en los balcones de los edificios vecinos.
Más tarde me desperté en silencio, no podía encontrar mi reloj en la oscuridad, pero por el sonido
de las cosas afuera, debían de ser las primeras horas de la mañana. Había padecido una noche de
sueño muy irregular, tosiendo y dando vueltas en la cama, encontrando las almohadas demasiado
gruesas y tratando de hallar la combinación idónea entre mantas y aire acondicionado. Tenía fiebre.

Lek me había comunicado que Nong estaba con fiebre y dolor de garganta. Me había contagiado.
No suelo besar a las chicas, aunque hice una excepción con Nong. Ahora he aprendido otra lección.
Herman me contó una vez en Filipinas la tétrica historia de un soldado con gonorrea en la garganta.

Tal vez yo también debería de prescindir de lamerle el coño a las pibas y dejar que sean ellas solas
las que me den placer a mí.

149
PROMISCUO

-19-
Chenda

Desperté con la luz de la mañana. El cuello y la espalda me dolían de tal modo que girarme suponía
un martirio. La enfermedad y el colchón demasiado blando habían destartalado mis articulaciones.
Pensé que tal vez no me vendría nada mal contratar los servicios de las masajistas del quinto piso.
Busqué el reloj y eran las siete de la mañana. Sin contar los despertares, había estado durmiendo al
menos quince horas. Atípico. Por lo general, suelo dormir siete u ocho.

Notándome algo mejor tras tal maratón de sueño, sentí ganas de comer fruta. No había cenado nada
anoche, sólo agua. Cambié cinco dólares por riel en recepción. Con una tarifa de cambio de cuatro
mil riel camboyanos por cada US dólar, me dieron un fajo de billetes que podría asfixiar un caballo.
Soriya [“amable”], la preciosa gerente que trabajaba en la oficina del hotel, tuvo la amabilidad de
poner su mano en mi frente y me dijo que estaba ardiendo. Soriya y Kolab [“rosa”], la chica de
recepción, me informaron del precio tanto de los mangos como de los moto-taxis. Me gusta conocer
de antemano el precio justo que he de pagar por las fruslerías. En los mercados del sudeste asiático,
los precios no están señalados y me molesta mucho que me pretendan cobrar de más.

Un hombre chino de pelo corto y vestido con elegante ropa de calle –una especie de pijama de seda
verde-, cruzó el vestíbulo hacia el ascensor. “Aquí hay gato encerrado”, pensé para mis adentros.

Caminando hacia el mercado, pasé algunas lavanderías con mujeres lavando ropa a mano en la acera.
Tengo que traerles mis vaqueros. Recorrí varias manzanas, pero no encontré mercado alguno.

Un viejo desdentado en un ciclo-taxi me conminó a subir a su vehículo. No podíamos entendernos.


Mostrándole los dedos de mi mano, cogiendo uno, pelándolo y comiéndomelo, le hice entender que
quería ir al mercado. Mi pantomima de un mango fue un fracaso, pero los plátanos estarían ricos.
Él sonrió satisfecho por haberme entendido y asintió con la cabeza. Cuando le enseñé un billete de
quinientos riel -una tarifa de trece céntimos de euro- estuvo conforme. Su bicicleta era un triciclo
con un asiento para pasajeros entre las dos ruedas delanteras. El chófer pedaleaba a mi espalda. El
condenado cacharro era realmente cómodo: llevaba un techo de lona sobre la cabeza, reposabrazos
y un amplio piso de madera para que reposaran los pies. Parecía un poco como una silla de ruedas.
En mi estado febril, no era una analogía excesivamente desproporcionada. ¿Adónde nos dirigíamos?

150
PROMISCUO

A medida que recorríamos las calles de Phnom Penh, me llamó la atención una vez más el contraste
entre los fastuosos edificios gubernamentales y las sórdidas casuchas de la población. Ingresamos
en un gran bulevar lleno de mansiones coloniales francesas. Una amplia mediana verde con árboles
altos separaba los carriles de tráfico en ambas direcciones. Tiene que haber vías como esta en París.

Al llegar a un cruce, había por lo menos siete hombres uniformados dirigiendo el tráfico. Dos de
ellos usaban uniforme militar verde y los otros usaban dos tipos diferentes de uniformes de policía.
¿Cuántos khmer hacen falta para cambiar una bombilla?

Cuando a golpe de pedal arribamos al Mercado Central, el enorme monstruo art-decó emergió ante
nosotros. El lugar era un panal de actividad. El taxista me llevó hasta el área de los puestos de fruta.
Le pedí que esperara, compré mangos y plátanos, y regresé a mi asiento entre las ruedas de la bici.

De vuelta al hotel, Soriya me dijo que había pagado muy buenos precios por todo, incluido el taxi.
Ella y Kolab me explicaron que estos eran los mismos precios que pagaban los camboyanos. A una
pregunta mía, respondieron que conocían un buen restaurante vegetariano y seguro que habría otros.
Estaba empezando a gustarme Camboya. Camino de la habitación, compartí ascensor con un khmer
bien vestido con teléfono móvil al cinto. Habló conmigo y se presentó como Gor. En la sexta planta,
seguimos conversando un momento en el pasillo. Gor [“ilustre”] me dijo que era consejero del Rey.

“El gobierno es comunista, ¿verdad?”

“Ya no.”

“¿Hay democracia con elecciones libres?”

Gor expuso: “No puedo hablar de este tipo de cuestiones aquí”, e hizo un gesto indicativo de que
había oídos invisibles escuchando. Escribió su nombre y su número de teléfono en una esquina del
periódico, la arrancó y me la dio. “Llámeme. Hablaremos en otra parte. Cualquier cosa que necesite,
yo le puedo ayudar. Cualquier problema que tenga, yo le puedo ayudar. Llámeme”.

“Estoy muy contento de conocer a un hombre tan relevante como usted”, alegué. “Le llamaré”.

Sin saber ni cómo sucedió, terminé en mi habitación con tres de las chicas del servicio de masajes.
Eran bonitas, aunque no tenían los portentosos cuerpos que yo busco. De todos modos, sólo era una
visita de cortesía para presentarse por si requería de sus servicios ‘especializados’. Abrí el equipaje
para extraer la Swiss Army Champion. Está prohibido volar con navajas en la cabina del avión, pero
ahora me hacía falta para pelar los mangos. Todavía con el bolso abierto, les hice un tour por los
diferentes complementos de mi navaja suiza. No hablábamos el mismo idioma, pero este artilugio
nos brindó un momento en común mientras yo les mostraba todo: desde su bolígrafo hasta su lupa.
Prendada, la más guapa de las chicas me dijo: “I love you”.

Salieron pero, tras comerme tres mangos y un plátano, les llevé el resto de la fruta a su habitación.
Esta estaba una planta bajo la mía. Noté que tenían ganas de frotarme con sus gráciles cuerpecitos.
Aparte de estas tres, había más muchachas allí. Todavía me dolían muchísimo el cuello y la espalda.
Podría hacer uso de su oferta de masaje cuatro dólares-una hora. Según Kolab, la recepcionista, sus
masajes podían ser firmes y terapéuticos o suaves y placenteros. Yo ordenaría según mis apetencias.

151
PROMISCUO

Cuando me bajé del ascensor en el quinto piso, lo primero que vi fue a una preciosa muchacha con
el número veintiuno en una placa roja. Me miró a los ojos, me tocó el brazo y preguntó: “¿Relax?”
Le dije: “No lo sé”, y caminé por el pasillo hacia el salón de masajes. Había un grupo de muchachas
con placas rojas numeradas sentadas en fila tras un cristal. Las chicas del pasillo, incluida la número
veintiuno, se alinearon en la pecera esperando a ser seleccionadas. Me acerqué al cristal para mirar.
No eran despampanantes, pero sólo buscaba un masaje terapéutico. Ninguna de ellas parecía mejor
que la número veintiuno, así que le mostré dos dedos y luego uno a la encargada del mostrador.
No vi útiles de masaje. Al parecer, sólo prestaban servicios de habitación a los huéspedes del hotel.
La número veintiuno y yo subimos en el ascensor.

Chenda [“inteligente”] me masajeó de los pies a la cabeza con tal fuerza que sentí que estaba siendo
vapuleado por una luchadora de pressing catch. Me hizo cosas que yo jamás había experimentado.
Le hizo algunos ajustes quiroprácticos a mi espalda y a mis cervicales. Hizo crujir los veinte dedos
de mi cuerpo. Hizo crujir incluso mis tobillos. Chenda no sólo usaba sus manos, sino también las
rodillas y los pies. Se arrodilló entre mis piernas, me cogió de los tobillos con las manos y comenzó
a bombeármelas hacia las nalgas alternativamente, como si de un ejercicio de bicicleta se tratase.
Luego se irguió sobre mis muslos y los masajeó ejerciendo presión con las plantas de ambos pies.

Agarrando puñados de mi cabello, tiró de ellos con fuerza. Sentí gran bienestar cuando los liberó.
Tenía la esperanza de que esta terapia aliviase el dolor de cabeza que acompañaba a mi fiebre.

Un gesto lateral que Chenda realizó con su cuello me hizo notar que estaba fatigada. Había estado
trabajando duro durante un largo rato. Le froté la nuca y friccioné los músculos de sus hombros.

“Masajeas muy bien”, dijo.

“Yo masajeo normal. Tú masajeas muy bien”, repliqué.

“No”, respondió rauda. Cada vez que le dirigía un cumplido que ella pudiese entender, decía: “No”.
Una muchacha humilde.

Hay algunas técnicas que quería que me realizase y que ella hasta ahora no había puesto en práctica.
La tumbé boca abajo y le hice una demostración. Presioné con mis pulgares el hueso por encima de
su trasero y luego sus nalgas. La presión de estos puntos de digitopuntura libera la tensión muscular.
Masajeé la parte baja de su espalda, zona esta en la que yo tenía molestias. Chenda disfrutó con las
instrucciones prácticas y personalizadas de masaje. Cuando me devolvió el favor, lo hizo de vicio.

También masajeé sus dos pies, esperando que ella hiciese lo propio con los míos. Había hecho crujir
mis dedos, aunque no había aplicado un masaje de reflexología como el que yo le estaba brindando.
Nos sentamos ambos cara a cara sobre la esterilla y, de la misma manera que yo masajeaba sus pies,
ella comenzó a masajear recíprocamente los míos. Era como follar en una nueva postura. Le dije
que su masaje me hacía sentir casi tan bien como hacer el amor. Aunque en mi achacosa condición,
tal vez me estuviese haciendo sentir incluso hasta mejor que practicar sexo.

Cinco minutos antes de nuestra hora, hice un pequeño círculo con mis dedos índice y pulgar e
introduje otro dedo dentro y fuera del círculo. Le estaba preguntando si follaría conmigo, aunque no
tenía intención de hacerlo ahora. Ella dijo: “OK”. Quise saber cuánto costaba: “Veinte dólares”.

152
PROMISCUO

La hice entender que no estaba dispuesto a pagar semejante cantidad de dinero. No en Phnom Penh.
Con la mímica de ‘dormir’ y la de ‘tocar a la puerta’, le sugerí que podía pasarse por mi habitación
cuando terminase su jornada laboral.

Llamaron desde el salón de masajes para informarle a Chenda que la hora había finalizado. Fue
colgar y llamaron de recepción para preguntarme si aún me apetecía ir al restaurante vegetariano.
Me vestí tan rápido como pude.

En la planta baja, un motorista estaba esperando para llevarme. Me senté detrás del conductor en su
motocicleta de 100cc. Conducía rápido y pronto me encontré de pie en un restaurante con un menú
repleto de carne. La chica de la barra me invitó a pedir un plato de verduras. Esto no era en absoluto
lo que yo buscaba. Además, los precios eran caros y el establecimiento ni siquiera parecía limpio.

Llamé al hotel desde el teléfono del restaurante. Irritado con el motorista, le dije que me devolviera
de nuevo a mi alojamiento. En el trayecto de vuelta, experimenté su alocada forma de conducir.
Es la técnica usual empleada en esta ciudad. Explicándolo en términos de tráfico, vendría a ser así:
al incorporarte a la izquierda en una intersección, si la circulación es demasiado densa para avanzar,
no importa: incorpórate de todos modos. Conduce sobre la acera y por entre los coches que vienen
de frente hasta que el tráfico se despeje. Si ves hueco, cruza diagonalmente la vía y pásate a la otra.

No hablo de hechos aislados. Esta actitud es normal aquí. Del mismo modo que mi chófer giró a la
izquierda en una arteria principal congestionada de tráfico y cortó a través de la gasolinera de la
esquina, así lo hicieron otros muchos motoristas. Ya en la calle, se incorporó rápidamente a la vía.
Una hilera con varias decenas de motos iba delante de nosotros, todas en sentido contrario. Estaba
boquiabierto, el tráfico en dirección opuesta era denso y nos desplazábamos en contra buscando un
claro para cruzar hacia al carril paralelo y rodar por el lado de la calle que nos correspondía. No
había un colapso total, pero sí lentitud, por lo que la moto se abría paso entre los coches y las otras
motos que venían de frente. Conté quince motos en nuestro grupo evolucionando por en medio de la
vía a través del tráfico que discurría en contra. Cuando cruzamos, había más adelante otro grupo de
seis motos haciendo lo propio. Avisté muchas más delante de estas, todas zigzagueando en sentido
contrario. Estaba seguro de que lo mismo estaba sucediendo detrás de nosotros y por toda la ciudad.

El motorista me había llevado a un sitio de su conveniencia, infiero que a cambio de una comisión.
Rithisak (“fuerte”), el celador nocturno del hotel, estaba de servicio. Arrancó su moto y me llevó él
mismo a otro restaurante. Tuvimos dificultades para encontrar el lugar, pero fue un paseo agradable.
Nos topamos con un atolladero de peatones en una calle. Eran jóvenes estudiantes saliendo de clase.
Algunas de ellas realmente guapas. Me miraban a hurtadillas pero, cuando les devolvía la mirada,
alejaban tímidamente la vista. Se volvían otra vez para mirar, riéndose por si eran pilladas de nuevo.
Esto sucedió repetidamente con varias parejas y tríos de bellezas. El gentío avanzaba lentamente.
Poco a poco, conseguimos llegar a un restaurante en un templo taoísta escondido entre las escuelas.

Me senté a la mesa con tres estudiantes, dos chicas y un chico. Comimos fideos vegetarianos fritos.
Una de las muchachas era linda y tremendamente exótica. La comida no era tan buena como la del
restaurante tailandés de Pim, pero estaba preparada en una cocina vegetariana y resultaba agradable
estar rodeado de estudiantes. Mejor olvidar el susto que me había llevado en el restaurante anterior.
Sin duda, ahora sí había encontrado un lugar apropiado donde comer decentemente. ¡Buen apetito!

153
PROMISCUO

Asia-chicas-moto

154
PROMISCUO

-20-
Louis

David e Ian me dijeron que habían quedado a las nueve con un tipo que les iba a traer marihuana.
Les confesé: “Hace mucho tiempo que dejé de consumir pero, qué carajo, aquí es legal. Fumemos”.
Luego conocería que eso no era cierto, aunque todo el mundo se comportaba como si lo fuese.

“Tal vez me ayude a recuperarme”, le sugerí a Ian.

“Te sentirás diferente, seguro”, replicó.

Hice un par de cosas y regresé a las nueve al Kelliyan. Cuando volví, vi en la barra una bolsa negra
de plástico en manos de David. “¿Es esa la yerba?”, le pregunté. Él asintió con un brillo en sus ojos.
“Ian me dijo que compartiríais un poco conmigo”.

“Por supuesto, líate uno”. David me pasó la bolsa, un paquete de papelillo y una cajetilla de Camel.
Quería que me liase un canuto de maría mezclada con tabaco.

“El mío sin tabaco, David”. Mientras preparaba la yerba, troceándola y eliminando los tallos, aclaré:
“Es sin semilla. ¿Sabes cómo lo hacen?”

“No. ¿Cómo?”

Se lo expliqué mientras iba liando el bobmarley: “Los granjeros eliminan de la plantación las matas
macho. Sin machos, no hay polinización. Si no hay polinización, no hay semillas. De todos modos,
las plantas macho no colocan”. David ya notaba los efectos: la sin semilla es especial, coloca más.
“¿Se puede fumar aquí en el bar?”

“Sin problema. Ben, el propietario, estaba hace un momento fumándose un canuto y pasándolo”.

“Yo no voy a rular el mío. Aún estoy enfermo y no quiero contagiar al personal”. Le hice un gesto
para que me alcanzara el mechero y encendí el porro. Sorprendentemente, a pesar ser legítima maría
camboyana, no sabía muy fuerte ni me metió el subidón que esperaba.

Sí alteró un poco mi conciencia y cuando fumo me pongo algo charlatán. Por lo tanto, se presentaba
una noche de hablar… y escuchar.

Ya había conocido a Ben ayer cuando llegamos. Parecía un tipo agradable. Abre su bar veinticuatro
horas al día. Es el único garito con este horario en Phnom Penh.

Ben estaba ocupado detrás de la barra y, aunque andaba atareado llevando la caja, me las arreglaba
para hablar con él durante las pausas. Me dijo que había estado en Angkor Wat (Templo de Angkor)
y que era imponente. Tiene una extensión de doscientos cincuenta kilómetros cuadrados. Aluciné.
Ben había viajado hasta allí a gusto remontando el río Mekong desde Phnom Penh hasta Siem Reap
en un fast-ferry, un viaje de cinco horas.

155
PROMISCUO

Angkor Wat tiene una antigüedad de ochocientos años, es la perla y el orgullo de Camboya.

Volviéndome a David, le pregunté: “Ian y tú fuisteis al Dolphin anoche, ¿no?” Él confirmó que sí.
“¿Qué tal las pibas allí?”

“No estaban mal. Guapas, cinturas estrechas, buenas piernas, grandes tetas”.

“Y esas bellezas follan bien, ¿verdad?”

David sonrió y asintió con la cabeza. Es que no se les puede dejar una noche solos…

Me levanté parar admirar la magnífica mesa de billar antigua de Ben, un extranjero se me acercó:
“Bonita, ¿eh?”, pregunté. “Así es”. Entablamos conversación, menos mal que la yerba estaba floja.
Don me enseñó la potente Honda 250cc off-road que tenía alquilada en Camboya. Viajaba por el
país en la moto, observando la deforestación en esta nación subdesarrollada. Llevaba años viniendo
-durante bastantes meses cada vez- y su amor por Camboya era obvio.

“En ocho o diez años todo habrá cambiado. Ya no habrá tigres ni elefantes salvajes en la selva”, afirmó.

Me senté en el bar junto a Stanley, un señor de pelo blanco y ojos sonrientes. Trabajaba enseñando
inglés a los funcionarios del gobierno camboyano. Me relató sus días en la marina mercante, justo
antes de establecerse en Sudáfrica. Su mirada adquirió un matiz de ensoñación al recordar aquellos
tiempos, allá por los años cincuenta: “Hong Kong, Bangkok, Singapur y Penang eran maravillosos.
Regresé con posterioridad a esos lugares, en vano. Ya no eran los mismos. Aquí, en Phnom Penh,
todo es como era en aquel entonces. La Asia de antes”.

Yo había leído libros sobre la antigua Asia. Los recuerdos de Stanley al respecto eran pura poesía.

Stanley me habló de las aspiraciones actuales de los camboyanos. Me dijo seriamente y con los ojos
brillando en un fuego azul: “Se merecen tener éxito”.

“¿Juegas al billar, Stanley?”

“Sí, claro”.

“Voy a intentar jugar una partida”, le dije y me acerqué a escribir mi nombre en la pequeña pizarra.
Una bonita khmer y un corpulento extranjero estaban jugando. Con la cabeza rapada y las argollas,
el sujeto se parecía a Míster Proper.

Stanley, el canoso profesor, se disculpó y salió con la muchacha más bonita del local. No es de
extrañar que le encante Phnom Penh. La Asia de antes.

El fulano de la cabeza rapada ganó su partida y me tocó jugar contra él. Empezó a hablar conmigo
mientras reuníamos las bolas en el rectángulo. Louis me contó que llevaba diez años en Camboya y
veintiuno en Asia. Hay mucho que aprender de alguien que ha estado tanto tiempo aquí.

“Algunos tipos están aquí dos días y se creen que ya lo saben todo. No se les puede decir nada”,
profirió con aspereza.

156
PROMISCUO

Este es mi segundo día aquí, pero no creo que sepa mucho aún. He estado en cama con fiebre casi
todo el tiempo.

“No me refería a ti”. Louis hablaba alto y parecía algo rudo, pero se le adivinaba un corazón de oro.
Se adelantó en la partida. Yo no soy un mal jugador, pero sí algo inconsistente cuando llevo tiempo
sin practicar. Aunque tengo algunos días buenos.

El tipo me inspiró confianza, así que le hablé de mis fotografías de desnudos. También le dije que
quería encontrar una habitación mejor o más barata. O ambas cosas. Él se ofreció a enseñarme un
par de sitios después.

Louis ganó nuestro juego a ocho bolas, pero fue una buena partida. Tan sólo una de mis bolas quedó
en la mesa. No me importa perder, pero es embarazoso si te quedan muchas bolas sobre el tapete.

A pesar de que pasaba de la medianoche, fuimos a un hotel para ver alguna habitación. El celador le
dio a Louis la llave y le brindó un descuento. La pieza era bastante agradable, aunque algo pequeña.
Por quince dólares, tenía el mismo precio que la otra habitación en el hotel chino donde me alojaba.
La estancia era tranquila y tenía privacidad, pero no me sedujo lo suficiente como para mudarme.

Nos dirigimos hasta el lugar donde se alojaba Louis y nos encontramos al recepcionista adormilado.
Le dijo que no podría mostrarme una habitación hasta mañana, por lo que Louis me llevó arriba a su
cuarto. Había un dispositivo de seguridad sobre el pomo cromado de la puerta.

La habitación de Louis tenía dos puertas y, por dentro, ambas puertas tenían semejantes métodos de
seguridad. Me explicó que si un ladrón burlaba el dispositivo exterior y se introducía en la estancia
cerrando la puerta al entrar, este quedaría atrapado en la habitación. Muy interesante. Me di cuenta
de que estaba atrapado en una habitación desconocida con alguien a quien no conocía, un tío con la
cabeza rapada y pendientes. Recé para que de repente Louis no resultara ser un psicópata.

Estaba cansado, pero Louis era muy interesante, demasiado interesante para irme. De todos modos,
estaba encerrado allí. Dijo que me iba a facilitar algunas lecciones de seguridad. Yo tengo mi propio
sistema para las puertas de los hoteles, pero Louis había ido mucho más lejos que yo en esto.

Me ofreció toda suerte de consejos: “Asume que todas las chicas son transexuales –peligrosas aquí-
hasta que puedas determinar lo contrario”. Supongo que quería decir travestis, pero evité corregirlo.
En el trasfondo del sistema de seguridad de Louis subyacía la idea de que debes tener la habitación
cerrada hasta que estés seguro de que todo está en orden antes de dejar que una piba se largue.

“Una mujer puede ser tan peligrosa como un hombre”, le oí. “No te engañes y no lo olvides”.

“Si alguna vez tienes una discusión con una chica, haz que se vaya inmediatamente”, me instruyó.
“Una vez en Filipinas, una muchacha enfadada le prendió fuego a mi mochila mientras yo dormía la
mona profundamente. El fuego se apagó y ella no lo pudo volver a encender. Yo no vi la mochila
quemada hasta que ella se hubo marchado. Si el fuego hubiese ido a más y la cama hubiese ardido,
¿crees que me habría despertado parar decirme lo que estaba sucediendo? No, me habría dejado allí
y habría muerto calcinado o por inhalación de humo sin haber podido ni siquiera reaccionar”.

157
PROMISCUO

Louis me mostró dos latas de Pepsi vacías y me preguntó que qué diferencia observaba entre ellas.
Yo no apreciaba diferencia alguna. Finalmente, señaló que la argolla de apertura de una de ellas
estaba girada noventa grados. “Cuando te drogan, compran la misma bebida que tú, vierten el
somnífero y te dan el cambiazo. Mirando la pestaña, sé si mi lata sigue siendo la original”. A Louis
lo drogaron y le robaron aquí, en Phnom Penh. Se despertó hecho mierda y tanto la chica como sus
pertenencias personales habían desaparecido. Insistió en la vital importancia de mantener a las tías
alejadas de mis cosas mientras duerma. Una piba puede buscar una llave y encontrarla, a él le pasó.

Louis no era un asesino en serie, sino un tipo muy amigable. Me enseñó una marioneta de mano que
era como un calcetín con cara de mono y me contó los mágicos shows que había realizado para los
niños huérfanos en Camboya y en Vietnam. Era un encanto de hombre y, tras veintiún años en Asia,
tenía mucho que compartir.

Todavía encerrados, a ratos le recordaba que estaba enfermo y muy cansado. Aunque él prosiguió
narrando sucesos y su discurso seguía siendo tan interesante y valioso que yo le permitía continuar.

De vuelta al Kelliyan, me dejé caer en una silla junto a Ian. Eran más de las dos de la madrugada.
A esa hora, como ya me habían advertido que sucedía, el bar estaba lleno de chicas. Una de pelo
lacio largo me resultó atractiva. De vez en cuando me miraba, pero estaba sentada en un sofá entre
otras dos y no conseguía ver bien su cuerpo.

Ian me contó una fascinante historia sobre una tribu de beduinos en cuyas jaimas se habían alojado
él y su novia durante unos días en un oasis. Estos nómadas eran comerciantes que viajaban cada año
por el Sáhara transportando su mercancía. El jefe beduino había invitado a Ian a recorrer con ellos
la ruta de las caravanas. Era una migración de meses e Ian no pudo acompañarlos en ese momento.
El beduino le explicó que ellos se asentaban en el mismo oasis todos los años en la misma época y
que la invitación estaría siempre abierta. Ian me dijo que algún día haría la ruta con ellos.

Llegó su turno y la muchacha de pelo largo en la que antes me había fijado se acercó a la mesa de
billar para jugar una partida. Era un yogurín, pero las chicas que se sentaban cerca de mí me habían
estado diciendo que tenía cara de cansado y que debería de irme a dormir. Sabía que era verdad,
así que caminé hasta la puerta contigua al Kelliyan para dirigirme a la cama.

Ayer, mi primer día en Camboya, me fui a dormir a las cuatro de la tarde. Esta noche me iba a las
cuatro de nuevo, pero esta vez eran las cuatro de la mañana. Debo de sacudirme ya esta enfermedad
y recuperar el horario de sueño y mis hábitos alimenticios cotidianos.

perritos calientes

158
PROMISCUO

-21-
LOS GRITOS DEL SILENCIO
(el turismo que duele)

En el capítulo 18 indicaba que en este libro no tenían cabida los genocidas. Sí la tienen, en cambio,
los millones de víctimas inocentes que fueron detenidas, torturadas y asesinadas en masa bajo la
consigna de la mal llamada búsqueda del enemigo interno a manos de Pol Pot y los Jemeres Rojos.

Era martes, el día amaneció lluvioso pero decidimos seguir adelante con nuestro plan de visitar los
campos de la muerte (The killing fields). El taxi –un moderno vehículo japonés- nos recogió con
algo de retraso a la una y media. A esa hora, la lluvia había amainado y se había despejado el cielo.

David y yo nos sentamos detrás e Ian se sentó delante con el veterano conductor. A nuestro chófer,
desgraciadamente, le había tocado vivir el genocidio perpetrado por los Khmer Rouge. Nos dijo que
había habido alrededor de tres millones de víctimas en el holocausto de la Revolución Cultural
Camboyana. “Nunca sabremos el número exacto”, reconoció. Mientras conducía hacia los campos
de exterminio, el chófer nos relató las atrocidades que había presenciado con sus propios ojos.

Una noche, los Jemeres Rojos llegaron a casa de su familia. Dijeron que venían a buscar a su padre
(maestro) y a su hermano (colegial) para recolocarlos temporalmente en otras labores y que se les
enseñaría durante diez días a trabajar en los arrozales (los Jemeres Rojos esclavizaron y obligaron a
la población a trabajar en labores agrícolas). Todos los intelectuales, lisiados, mujeres encintas…
estaban siendo ejecutados y la familia del conductor desestimó la historia de un nuevo trabajo. Su
padre y su hermano fueron apaleados y asesinados esa misma noche a medio kilómetro de la casa.

159
PROMISCUO

Fue difícil sobrevivir a aquella masacre. La gente estaba famélica y enferma. Los bien alimentados
Jemeres Rojos mataban a cualquiera que estuviese débil para trabajar en el campo. Eran obligados a
trabajar de cinco de la madrugada a once de la noche, con dos medias horas para almuerzo y cena:
sin desayuno, sin días de descanso, con miedo y con la gente de Pol Pot asesinando a la población.

Cualquiera que fuese sospechoso de antirrevolucionario era ejecutado inmisericordemente. Nuestro


conductor vio a un muchacho acusado de robo comparecer ante el líder local de los Jemeres Rojos:
ordenó que la gente presenciara cómo realizaba un tajo al cuerpo del joven, le extraía el hígado y lo
sostenía en alto ante la multitud. Los ojos del chico permanecían abiertos, aún se hallaba con vida.

El conductor dijo que había soñado con esta horrible escena cada noche durante más de un año.
Todavía tiene la misma pesadilla recurrente hoy día, más de treinta años después.

Durante el último tramo de nuestra ruta de quince kilómetros, nos desplazamos por una carretera en
mal estado y embarrada. El coche estacionó en un aparcamiento de tierra, justo delante de una cerca
vallada con alambre de espino. Cuando salimos del coche, una marabunta de sucios niños mendigos
se arremolinó a nuestro alrededor pidiendo: “Money, money, money”. Sus voces eran tan dulces y
melódicas que parecía que cantasen. Creí oír que una pequeña le decía “yum-yum” a Ian.

Dentro de la puerta había un hombre sentado en una mesa con un libro de registro: “Dos dólares”.
Nos seguíamos moviendo con dólares, incluso aquí en los campos de la muerte. Bien es cierto que
no son estos los únicos campos de exterminio en Camboya, pero este es el destino final al que eran
transportados los residentes de Phnom Penh para ser ejecutados. El conductor nos había dicho que
los Jemeres Rojos odiaban y perseguían a la gente de ciudad. Sólo querían población campesina.

Cuando firmamos en el libro de registro y pagamos los dos dólares, le pregunte estupefacto a Ian:
“¿Te dijo yum-yum esa pequeña cría mendiga?”

“Sí, así es”.

“Yum-yum significa mamada, ¿no?” Preguntó David.

“Sí”, respondimos Ian y yo al unísono. La pequeña no parecía tener ni diez años, ocho como mucho.
Condenado país. Este es un sitio duro, no es lugar para pusilánimes.

Mientras avanzábamos hacia el recinto histórico, pudimos contemplar una estructura alta y estrecha
que se elevaba hacia el cielo. Era bonita, con una arquitectura semejante a la de los templos khmer.
Al acercarnos a este monumento, sus paredes de cristal nos revelaron una muestra de más de ocho
mil cráneos apilados en su interior.

Nos detuvimos ante un cartel de bienvenida y leímos más acerca de la historia que nuestro chófer
había compartido con nosotros. El texto enunciaba las diez reglas que los detenidos debían acatar:
deberás responder inmediatamente a mis preguntas sin pararte a pensar; no hagas nada, quédate
quieto y espera mis órdenes, si no hay órdenes, permanece en silencio; cuando te pida que hagas
algo, hazlo de inmediato sin protestar; no debes gritar mientras se te den latigazos o se te apliquen
descargas eléctricas; si no sigues las reglas, recibirás más descargas con el cable eléctrico…

160
PROMISCUO

Una historia de Camboya no quedaría completa sin una foto de los cráneos. Descubrí que uno de los
portones de cristal del gigantesco monumento no estaba bien cerrado, lo empujé un poco y me
introduje en su interior entre las miles de calaveras con el fin de poder fotografiarlas más de cerca.
Estar ahí dentro era algo tremendamente sobrecogedor. Disparé mi cámara desde diversos ángulos,
esperando que al menos una de esas imágenes tuviera el impacto que yo como fotógrafo buscaba.

Saqué las fotos del monumento usando el filtro polarizador, con la esperanza de que este matara los
reflejos de luz sobre el cristal y los cráneos se revelaran claramente en mi carrete. Después de tomar
un total de doce instantáneas, estaba convencido de que alguna de ellas habría quedado bien.

Mientras me dirigía a la salida, vi que David venía a buscarme. La carnicería que había tenido lugar
aquí era inimaginable. No pudimos dejar de hacer una analogía con el holocausto nazi. La película
‘Los gritos del silencio’ (The killing fields) refleja en imágenes esta trágica historia de Camboya.

Los Jemeres Rojos pretendían reducir a la población a mera mano de obra agrícola y ejecutaban a
cualquiera que no encajase en su ideario: profesionales, técnicos, médicos, maestros, estudiantes…
Incluso mucha gente fue masacrada por el mero hecho de usar gafas. Es totalmente aberrante y
nauseabunda la cantidad de víctimas que fueron asesinadas. Se estima que entre uno coma siete y
tres millones de personas -de un total de siete millones de habitantes- fueron cruelmente masacradas
a manos de sus propios compatriotas: un ejército revolucionario de verdugos analfabetos.

161
PROMISCUO

Anduve un poco por entre las viejas fosas comunes y afuera me detuve ante un grueso árbol contra
el cual los ‘demonios carniceros’ estrellaban la cabeza de los bebés en presencia o no de sus mamás.

De vuelta a la ciudad, nuestra siguiente parada fue el Museo del Genocidio de Toul Sleng. También
aquí pagamos dos dólares y firmamos el libro de registro. Este había sido una vez un gran instituto
de enseñanza secundaria. En sus tiempos, los tres edificios y el campus entre cocoteros con sus
estudiantes seguro que conformaban una estupenda postal. Actualmente, los edificios permanecen
en pie sin pintar, como otro sombrío monumento a las atrocidades cometidas por los Jemeres Rojos.
Los ‘demonios’ convirtieron esta institución destinada a la enseñanza y al aprendizaje en un centro
de retención y tortura. Se calcula que un centenar de presos fueron asesinados aquí cada día (1975-
1979), otros eran trasladados desde este lugar a los campos de la muerte tras ser atrozmente vejados.

Visitamos las cámaras de tortura. No eran otras que las pequeñas aulas de la planta baja, cada una
equipada con una cama metálica y grilletes para las piernas. En cada dependencia colgaba un póster
en blanco y negro de una víctima -muertos o moribundos tras el martirio- esposada a cada una de
las camas que se hallaban delante de nosotros. Algo espantoso. Casi podía oler los charcos de
sangre en el mismo suelo que veía en las fotos. Miré hacia abajo. No había ninguna mancha en el
suelo, pero me sentía conmocionado. Podía sentir el terror, podía sentir los gritos reverberando aún
entre los muros de hormigón. Estas espeluznantes salas casi vacías estaban haciendo aún un peor
efecto en mí que los miles de cráneos apilados que habíamos visto en la parada anterior.

162
PROMISCUO

Recorrimos todo el edificio, aunque en los pisos superiores la mayoría de puertas estaban cerradas.
Se trataba de aulas reconvertidas en celdas de detención masiva.

En una de las tres edificaciones, las aulas de la planta baja habían sido a su vez subdivididas en
pequeñísimas celdas con ladrillos anaranjados. Padezco claustrofobia: imposible sobrevivir en una
estancia tan minúscula. Me sentí mal. ¿Sería la fiebre o sería que me estaba venciendo la aprensión?
Subimos al piso de arriba, donde las diminutas jaulas eran de madera. En ambas plantas, pasamos
por dos hileras de celdas y entramos en pocas. Podía imaginar el olor a heces y a orina. Podía notar
el horror clavado en mis entrañas. Ian, que iba delante de nosotros, juzgó: “Vista una, vistas todas”.
Le tomamos la palabra y nos dirigimos a bajar las escaleras.

En el último edificio había instrumentos de tortura, montones de fotos y pinturas de los dispositivos
de tormento en acción. En uno de los cuadros, el artista había pintado a una víctima a la cual le
arrancaban los pezones con unas tenazas, mientras un segundo verdugo le aplicaba descargas. Otras
pinturas representaban diferentes métodos de agonía con agua o cómo, en una suerte de tiro al plato,
practicaban puntería catapultando bebés y disparándoles mientras los pequeños iban por el aire.

Los presos eran aporreados hasta morir para ahorrar preciosa munición. En este terrible recinto cada
ejecución se realizaba a mano con los más brutales, rudimentarios y depravados métodos de tortura.

Había cientos de retratos de asustados rostros de prisioneros con el número de su celda colgado. Las
fotos se les hacían al llegar y la mayoría de ellos eran asesinados justo después de la instantánea.
También había muchos retratos de sus torturadores, los Jemeres Rojos se mostraban sonrientes.
Ninguno de sus prisioneros lo estaba.

163
PROMISCUO

En la última dependencia había una colección de calaveras. Cubriendo la mayor parte de la pared,
los cráneos habían sido dispuestos de tal modo que formaban un muy macabro mapa de Camboya.

Caminando junto a David, unos pasos por detrás de Ian, confesé: “Siento como que estoy a punto de
desmayarme o de vomitar. Tengo náuseas. Este lugar es horrible. Se me han revuelto las entrañas”.
Me preguntaba qué parte de tal malestar era debido a la fiebre y a haber comido poco y mal en los
últimos días. Me sentía débil, cansado y hastiado del mundo. Esta visita no era plato de buen gusto.

“Yo también”, empatizó David. “Son las vibraciones. Las vibraciones nos están afectando”.

Emprendimos la marcha para alejarnos de una experiencia que jamás olvidaré. Casi preferiría no
haber venido a este lugar. ¿Cómo se me ocurrió pensar que andaría entre montañas de cráneos y que
visitaría cámaras de tortura sin sentirme totalmente aterrado? Camboya es un país escalofriante.
No es ningún remanso turístico, como el que acabábamos de dejar en Pattaya.

Con bajo presupuesto y escasa tecnología, los paisanos habían cuajado una presentación poderosa.
Esta había conseguido hacerme sentir enfermo y hacer tambalear mis rodillas… y mi existencia.

En el coche, Ian añadió: “Los espartanos mataban a todos sus enemigos, incluidos mujeres y niños”.
Ian estaba leyendo actualmente una novela histórica sobre las guerras espartanas.

Sacudí mi adolorida cabeza. Mirando a través de la ventanilla mientras circulábamos por la ciudad,
traté de apartar la guerra de mi mente, pero todo lo que veía ya no tenía el mismo aspecto que ayer.

Nuestro conductor señaló: “Ninguno de los Jemeres Rojos ha ido a juicio. Ninguno. Las Naciones
Unidas quieren que estos comparezcan ante un tribunal internacional, pero eso ya jamás sucederá”.
Pol [“suave”] Pot, el líder de los Khmer Rouge, falleció en 1998 sin ser juzgado por sus crímenes
contra el pueblo, en uno de los más aciagos episodios de la historia reciente de la humanidad.

Poco después de las diez, apagué el ordenador y me dispuse a asearme. No me había afeitado desde
Pattaya, hacía cuatro días. Raspaba. Me di una ducha y me enjaboné, disfrutando del agua caliente.
Aún me sentía como un guiñapo. Mirándome al espejo, pensé: Muero, cada día nos acerca un paso
más a la muerte. Y también: “Aprovecha el instante mientras dure”. Medité qué debía hacer:
¿Debería establecerme con Emily Delacruz en Negros? Necesito de sus cuidados y ella de los míos.

164
PROMISCUO

Me sentía frágil y vulnerable como un gatito. La fiebre me había dejado tan hecho añicos que ayer,
mientras Chenda me masajeaba, mi virilidad ni siquiera despertó.

Los campos de la muerte y el museo del genocidio -lugares de interés histórico- me habían sumido
en el abatimiento anímico. La visita me había hecho tomar conciencia de mi propia mortalidad.

165
PROMISCUO

Un respetuoso silencio por los gritos:

166
PROMISCUO

-22-
Thi y Uoc

Duchado y afeitado, vestido con pantalones vaqueros y una camiseta pálida, regresé al Kelliyan.
Louis estaba jugando un torneo de ocho bolas, había ganado ya a varios competidores. Entre bola y
bola, conversábamos. Le comenté la visita y los horrores de la prisión. Louis me dijo que habían
robado hoy en la habitación de un inglés en el Kelliyan mientras nosotros visitábamos el museo.
Se habían llevado treinta mil baht tailandeses (750 €). Después hizo un gesto con la cabeza en señal
de reproche por la estupidez del turista y me recordó las lecciones de seguridad que me había dado
la noche anterior. Ofreció venderme uno de sus dispositivos, imposibles de encontrar en Camboya.
Dijo que iría al Absenta conmigo si perdía la siguiente partida. La ganó.

Louis, tras haber comenzado a jugar de nuevo, dijo que era demasiado tarde para ir yo a ese lugar.
Me dio a entender que era peligroso moverse hasta allí a esa hora. Era la una de la madrugada.

Monté en un moto-taxi a la puerta y rodamos hasta el Absenta, un club altamente recomendable.


Había oído que este era un sitio excelente donde contactar con guapas chicas vietnamitas. Mientras
avanzábamos, me encogí todo lo que pude -otro consejo de Louis- para que mi alta testa extranjera
no sobresaliese por encima de la del conductor. Ojalá no me hubiese puesto una camiseta de color
casi blanco, la camisa negra de seda es mejor para pasar desapercibido por la noche. Phnom Penh
no es una ciudad segura. Los ladrones armados suelen parar los moto-taxis emparedándolos tipo
sándwich entre dos de sus motos. Tenía la esperanza de que ninguno de estos delincuentes me viera
cruzando de noche y a toda ostia la ciudad en la parte trasera de nuestra pequeña Honda.

El Absenta se veía pequeño y moderno. Al menos una docena de moto-taxis esperaban por fuera.
Había un tipo corpulento sentado en una mesa junto a la puerta. No sabía si había que pagar entrada
o si se trataba del ‘gorila’, así que me paré ante su mesa. Haciendo con los dedos el gesto de andar,
le pregunté: “¿Puedo?” Él asintió con la cabeza y entré.

Dos guapas muchachas estaban sentadas cerca de la entrada. Una de ellas me saludó moviendo los
dedos índice y corazón, una seña similar a la que yo le había realizado al segurita de la entrada pero,
en este caso, con los dedos apuntando hacia arriba. Al principio pensé que se trataba de una piba
con la que había hablado antes en el Kelliyan, pero no. Las dos chicas vietnamitas de pelo largo me
invitaron a sentarme a su mesa. La más alta de ellas preguntó que qué estaba buscando, diciendo:
“¿Pai duay [qué se te ofrece]?”, al estilo tailandés.

Yo también respondí en thai e indiqué: “Busco una chica guapa, sin hijos y que no esté casada.”

Hice patente que me gustaba la más joven de ellas dos. La alta dijo: “Ninguna tiene ni está casada”.
Uoc [“deseo”], veinte años, me habló en tailandés. Thi [“poema”], veintidós, me habló en inglés.
Ambas eran guapas y tenían una figura estupenda, pero les expliqué que yo nunca había estado en el
Absenta y que quería dar un paseo por su interior para ver al resto de chicas que había en el local.
Meat inspection.
167
PROMISCUO

Le dije a Uoc que me gustaba y que tal vez podría volver a buscarla. Un rápido garbeo por el club
me hizo presentir que no encontraría a ninguna que estuviese mucho mejor que ella. Aunque había
una veintena de muchachas en la sala, volví en menos de dos minutos. Ya había decidido con quién
follaría esta noche.

Thi y Uoc permanecían allí charlando. Les dije que quería llevarme a Uoc a mi hotel. Thi preguntó:
“¿Quieres dos chicas? Uoc es mi hermana. Ella es nueva aquí.”

“¿Hermanas de verdad?”, pregunté.

“Hermanas de verdad, mira nuestras caras.” Lo hice y parecía ser cierto. “¿Te apetecen dos chicas?”

“OK.”

Thi -la que me hablaba en inglés- y yo tratamos el precio para ‘tiempo corto’ y para toda la noche.
Thi pretendía que yo pagase mucho más caro que los precios reales. Le dije que un amigo me había
informado de que llevarme a una chica para ‘tiempo corto’ me costaría entre cinco y diez dólares.
Acordamos un precio final de diez dólares por cada chica más otros cinco para Thi: “para el taxi”.
Yo acababa de pagar menos de cuarenta céntimos por mi propia carrera de moto-taxi, sabía que era
excesivo pagar cinco dólares. Pero esa fantasía sexual me podía: veinticinco dólares (19 €) por dos
preciosas hermanas vietnamitas y, además, Thi había dado su palabra: “Nosotras nos encargaremos
de cuidarte. Te haremos feliz.” Todo sonaba demasiado bien como para quejarme por el precio.

Fui al grano: “¿Nos vamos ya al hotel?”

“Sí”, dijo.

“Tú haces yum-yum”, le pregunté.

“Sí, yo te doy un buen yum-yum.”

“¿Dos chicas yum-yum?”

“No hay problema. Nosotras te haremos todo lo que desees. ¿Has estado con dos chicas antes?”

“Sí, me encanta follar con dos chicas a la vez.”

Ya afuera, los motoristas se arremolinaron. Todos querían ser el que nos llevase a casa. Uno mintió:
“Yo te traje aquí antes.” Pululaban a nuestro alrededor. Otro de ellos me agarró del brazo. Dando un
tirón, aparté sus manos de mi brazo y le dediqué una mirada severa. No soporto que me toquen así.
Pensé que sería mejor dejar que fuesen las chicas quienes eligiesen taxista. Se subieron a una moto.
No sabía si el conductor me dejaría ir con ellas, pero lo hizo. Nos sentamos en línea: el taxista, Uoc,
Thi y yo. Con mi polla rozándose contra el pequeño culo de Thi y mis manos abrazadas a la cintura
de Uoc, recorrimos las calles de esta peligrosa ciudad. Cuatro personas en una motito de 100cc.
Imágenes así son habituales en Asia. Es más, viajando por Camboya, se ve a la gente con su pesada
carga y con sus motocicletas amarradas desplazándose sentados sobre el techo de las furgonetas que
circulan a toda velocidad por las maltrechas carreteras de este pobre y caótico país. Asia is different!

168
PROMISCUO

Mientras avanzábamos, Thi y Uoc hablaban entre sí en vietnamita. Su voz sonaba feliz, como una
mezcla de sonrisas y cantos. El sonido melódico de su lengua era agradable a mis oídos y la alegría
que transmitían resultaba contagiosa.

Nos apeamos a la entrada del Kelliyan y no pude resistirme a mostrar mi buena pesca a los amigos.
Las invité a pasar al interior, donde estuvimos muy pocos minutos. Lo justo para realizar el paseíllo.

Ya en el vestíbulo de mi hotel, justo en la puerta contigua al Kelliyan, el recepcionista nocturno me


hizo una pregunta retórica: “¿Dos chicas?”

“Sí, ya me voy sintiendo algo mejor”.

Cuando llegamos a mi habitación, las hermanas se fueron a la ducha. Compartieron toalla. Mientras
Thi y Uoc se duchaban, escondí mi dinero en un bolso con candados de combinación numérica y lo
fijé a la silla con un cable de acero de los que se usan para asegurar bicicletas al mobiliario urbano.
Recordé que Louis había sido drogado y le habían robado aquí en Phnom Penh. Tenía tres botellas
de agua selladas, por lo que sabía que podía beber sin peligro.

A mitad de su baño, me percaté de que las chicas no tenían jabón. Jabón en mano, llamé: toc-toc.
Cuando abrieron la puerta, fui gratificado con una visión de ensueño. Las dos chicas estaban de pie,
mojadas y desnudas bajo la ducha. El pelo negro de la cabeza y el de sus oscuros objetos del deseo
contrastaba con la palidez de su piel. Con ese pelo largo, sus estrechas cinturas y sus hermosas tetas,
Thi y Uoc parecían dos auténticas beldades anamitas.

Volví y fijé el sistema de seguridad un poco mejor. Deseaba poder confiar en ellas, pero Louis me
había recomendado ser precavido a la hora de traer chicas a la habitación.

Tengo desde hace muchos años una fantasía acerca de un par de adolescentes vietnamitas gemelas:
fantaseo con encontrarlas vírgenes y traérmelas a vivir conmigo. Las dos hermanas de esta noche se
acercan bastante a esa fantasía, demasiado para haber pagado tan sólo diecinueve euros por ambas.

Cuando terminé de ducharme, me encontré a las chicas en la cama. Habían doblado la


manta sobre la silla, despejando el cuadrilátero sobre el que transcurriría la excitante
sesión que tenían preparada para satisfacerme. Thi apoyó su espalda contra la cabecera
de la cama, gimiendo, abierta de piernas y con las dos manos en su coño. Perecía
haberse introducido un dedo, mientras se frotaba el clítoris con la otra mano. “Estoy
caliente”, dijo mirándome a los ojos.

“Muy bien”, afirmé. Habían dejado un espacio para mí entre ambas. Me metí en la cama,
dispuesto a echarme hacia atrás contra la cabecera para disfrutar de la mamada en
estéreo. Thi me animó a ello y dispuso las almohadas de manera que una quedase detrás
de mi espalda y la otra bajo mi culo. Yo coloqué las dos almohadas detrás de mi espalda,
que aún me dolía. “¿OK?”, le pregunté a Thi. Ella dijo que estaba bien, pero
probablemente fue un error por mi parte. Estaban a punto de hacerme cosas que nunca
antes había experimentado y estas jóvenes hetairas sabían lo que estaban haciendo.

169
PROMISCUO

Thi y Uoc eran mis primeras mujeres vietnamitas. El sonido de sus voces, mientras
hablaban entre sí en su propia lengua, era música exótica para mis oídos. Thi y yo
hablábamos en inglés, mientras que con Uoc intentaba comunicarme en tailandés.

Thi dio instrucciones en vietnamita a su hermana menor. Sin perder el tiempo, ambas
comenzaron a lamer y a chupar mis pezones. Esto me recordó a Cherry en Pattaya.
Mientras revoloteaban libando mis pezones como mariposas, acariciaban mi cuerpo con
sus manos. Thi me masajeó la polla con sus largos y elegantes dedos. Pronto bajó la
cabeza y me tomó en su boca. Mamaba de maravilla. Mientras Thi chupaba, yo jugaba
con Uoc. Lamí sus tetas y le besé los hombros y el cuello. Ya se acabaron para mí los
besos en la boca. Uoc continuó chupando y lamiendo mis pezones. Realmente, me gusta
un estilo más lento en la mamada que Thi me estaba realizando y la prefiero sin manos,
aunque el ritmo sostenido y su resistencia eran pasmosos. Su boca estaba húmeda. Eso
me encanta.

Si alguna vez has follado con una chica que te la mame con una toalla en la mano o con
pedazos de papel higiénico, ya sabrás cómo una mujer con la boca húmeda escupe
periódicamente el exceso de saliva y de fluido viril. Había colocado un rollo de papel
higiénico a la vista en la mesita de noche, pero haciendo caso omiso del mismo y de la
toalla que había en la cama, Thi se inclinó y escupió en el suelo. Me quedé algo
sorprendido por este acto tan vulgar. Los chinos son conocidos por escupir en la calle.
Viajando por China los he visto escupir dentro del microbús. ¡Pero escupir en el suelo!

Después, dirigiendo a Uoc hacia mi polla, recordé lo que Thi había prometido: dos chicas
yum-yum no hay problema. Thi le indicó a Uoc que me la mamara y, al instante, Uoc se la
comió mientras Thi volvió a lamerme los pezones. Uoc también realizó una buena faena.

Las imágenes de las cámaras de tortura en el museo del genocidio se iban


desvaneciendo. Me sentía mejor. No había disfrutado de un coñito desde Pattaya y, frente
a tal sesión de placer, pensar en los horrores de la prisión habría sido una estrategia
deliberada para retrasar mi orgasmo. Cuando era un joven semental en periodo de
formación, había usado trucos macabros como pensar en víctimas de accidentes de
tráfico y otras imágenes desagradables, con el fin de evitar la eyaculación precoz.

Uoc se inclinó hacia su lado de la cama y escupió en el suelo. ¿Es esto común entre los
vietnamitas? ¿Qué tipo de casa o de prostíbulo las ha hecho pensar que escupir en el
suelo es normal y aceptable?

A base de gestos, les hice entender que ambas lamieran los laterales de mi polla al
mismo tiempo. Al instante, ya lo estaban haciendo.

“¿Tienes condón?”, preguntó Thi.

Contestando “Sí”, saqué uno del cajón de la mesita de noche. Thi lo desenrolló a lo largo
de mi pene y le dio instrucciones a su hermana pequeña. Uoc pasó una pierna por encima
de mí y adquirió una postura que yo nunca antes había visto. Se colocó de cara a mí
sosteniéndose sobre su rodilla izquierda, pero en una posición en cuclillas con el pie de su

170
PROMISCUO

pierna derecha plano sobre la cama. Esta variante de chica encima era sutil y exquisita.
Jamás la olvidaré y la añadiré a mi repertorio. Thi se arrodilló detrás de Uoc. Con las
manos bajo el culo de su hermana, Thi agarró mi polla y la insertó en el agujero de Uoc.
¡Qué viaje! Uoc estaba totalmente mojada y cremosa, y era estrechita. Impulsándose con
el pie derecho, empezó a subir y bajar sobre mi eje. Era sorprendente y delicioso observar
que las manos de la hermana mayor en la esbelta cintura de Uoc ayudaban a empujar de
ella hacia arriba y hacia abajo. Con su vientre liso apoyado en la espalda de su hermana
pequeña, Thi me miró a los ojos sonriendo. Esta era una experiencia nueva para mí. He
estado con dos chicas muchas veces, pero por lo general algo ineptas en estas lides.
Como mucho, ponían buena voluntad.

Pero estas dos hermanas anamitas cooperaban y entre ambas conseguían que la más
joven trabajara sobre mi barra con un ritmo rápido, firme y constante. Para colmo, gemía
tan excitada como yo.

Sobresaliente. Thi y Uoc me hicieron recordar algunos antiguos grabados chinos en los
que una joven ayuda a otra a satisfacer al señor de la casa. Phnom Penh es la Asia de
antes, tal y como había sugerido el viejo Stanley.

Uoc paró de moverse arriba y abajo, y la hermana mayor se apartó. Tomando las riendas,
dejé caer a Uoc sobre su espalda con las piernas sobre mis hombros. Este fue
probablemente otro craso error. Habría sido más inteligente dejar que fuesen ellas las que
guiasen todo el proceso hasta el final. Las dos jóvenes me estaban agasajando con un
repertorio de depuradas técnicas de larguísima tradición. Los hombres orientales más
opulentos han disfrutado de similar tratamiento a lo largo de los siglos.

Tal vez sólo pretendía presumir un poco. Me había mostrado atlético durante mi maratón
en Pattaya y quería guiar a estas dos chicas a mi estilo, salvaje. Hice a Uoc tumbarse
parcialmente sobre sus caderas con una pierna alzada y la otra entre mis piernas. En esta
posición, la misma que tanto había disfrutado con Lek, follé duro y con ritmo. Uoc
respondió a mis embates y alcanzó el orgasmo.

Entonces le di la vuelta a e hice que se colocara a cuatro patas sobre sus rodillas y sus
manos, luego la hice apoyarse sobre sus codos y terminé apoyándola tan sólo con sus
hombros contra la cama. Mientras me la follaba así, sentí que mi polla se aflojaba. A
menos que la tengas realmente dura y que ella tenga el coño muy prieto, no hay suficiente
fricción con un condón. Uoc era sobradamente prieta. Si no la tengo demasiado tiesa,
presiono la base de mi polla como si de una anilla oriental se tratase, manteniéndome así
mientras continúo follando, hasta que vuelva a estar bien recia otra vez. Mirando hacia
abajo, comprobé que la hermana menor tenía una de sus manos entre las piernas,
masturbando con ella mi polla mientras se movía dentro y fuera de su coño.

Uoc iba un paso por delante de mí, jamás había conocido a chicas como estas antes. He
escuchado a los tíos en Phnom Penh, incluso a los camboyanos, decir que las mujeres
vietnamitas son las más placenteras en el sexo. Me pregunto que dónde aprenderán
todas esas técnicas.

171
PROMISCUO

Mi pene no terminaba de volver a ponerse a tono, así que le sugerí a Thi lo siguiente: “Ok,
yo me lavo, tú yum-yum y follo contigo.”

“¿Tienes más condones?”

“Sí, desde luego.”

Las hermanas me aplicaron de nuevo el tratamiento de mamada en estéreo. Cuando


sugerí que la menor lamiera mis testículos mientras la mayor me chupaba la polla, esto
ocurrió en un santiamén. Me sentía como el fausto dichoso propietario de la lámpara de
Aladino: mis deseos eran órdenes para ellas… Ambas escupieron en el suelo
otra vez.

Cuando clavé mi polla en Thi, ella estaba tumbada sobre su espalda con la cabeza en la
almohada y las piernas separadas esperando por mi vara. La polla todavía no estaba tan
dura como me hubiese gustado y el tiempo invertido en colocarme el nuevo condón
tampoco había ayudado en absoluto. Thi me hizo recordar la ancestral tradición asiática
de la mujer satisfaciendo al hombre.

Sin quejarse por mi pene semierecto, Thi lo atrapó entre sus manos y se lo introdujo en su
interior. Sin condón habría conseguido una erección perfecta en el acto. Mi polla se
endureció un poco, ya que apreté la base de la misma como si usase una anilla
estranguladora de pene. Ahora la menor se erguía sobre sus rodillas detrás de mí.
Mientras bombeaba a Thi, Uoc empujaba mi culo hacia los adentros de su hermana.
Fenomenal. Al mismo tiempo -probablemente siguiendo las instrucciones de Thi- que
seguía diciéndole cosas a Uoc en vietnamita, la hermana pequeña comenzó a acariciar mi
ano con sus elegantes dedos: yo me follaba a Thi y Uoc me acariciaba el ojete y
empujaba mi trasero hacia el interior de la otra. No invadía mi esfínter, sólo acariciaba el
exterior de mi agujero suavemente, constantemente, deliciosamente.

A pesar del placer, no me estaba empalmando más… tal vez iba a menos. ¡Maldita
enfermedad! Este estaba siendo tal vez el mejor menage a trois que jamás había
experimentado. Y una mierda, estaba siendo el mejor sin duda. Las muchachas estaban
de fábula, pero yo no. Era deprimente pensar que estaba desperdiciando una oportunidad
tan maravillosa.

Los hombres somos seres susceptibles y tremendamente vulnerables: pensé que podría
follármelas salvajemente e impresionarlas con mi maestría y, sin embargo, aquí estaba:
jodido, débil y fláccido.

Hicimos una parada obligada. Con nosotros tres sentados desnudos sobre la cama, Thi
preguntó: “¿Por qué tu cosa no está excitada? Uoc dice que se siente triste”.

Le hablé sobre mi enfermedad por segunda vez. Le expliqué que había estado tres días
con fiebre. Esta vez sí entendió. “Quiero correrme. Quiero follaros. Quiero hacer que
disfrutéis”, le dije a Thi.

172
PROMISCUO

A pesar de mi preocupación acerca de la seguridad, las invité a pasar la noche. Sin duda,
a la luz de la mañana me harían empalmar firmemente y harían brotar mi semen a
borbotones. Les prometí que les daría veinte dólares a cada una, en vez de los diez
acordados por ‘tiempo corto’. Recibirían un total de cuarenta dólares, pues me ahorraba
los cinco dólares ‘para el taxi’. Thi aceptó por las dos.

También les expliqué que soy fotógrafo y que quería que posaran como modelos para mí.

“¿Qué nos das a cambio?”

“Os daré dinero”, afirmé.

“Vosotras yum-yum mí un poco más y follamos.” Thi estuvo conforme. Retiré el condón,
me lavé y al momento ambas estaban chupándome la polla y lamiendo mis pezones de
nuevo. Una sensación fantástica. Esta vez logré que Thi me la mamara más despacio y
sin usar las manos. A ratos también deslizó su boca arriba y abajo rápida y
vigorosamente. Me empalmé más o menos, pero no era la erección reventona que yo
requería para follarme a la hermana mayor. Comenté otra vez: “Quiero correrme”.
Le había dicho que el condón no me estaba ayudando a conseguir la erección deseada.
Thi sugirió que me la follase sin condón, pero que no finalizara en su interior. Seguro que
Thi estaba en lo cierto. Si me la hubiera follado sin condón, probablemente habría logrado
una potente erección y habría conseguido correrme, pero me negué. No quería practicar
ese ‘deporte’ de tan alto riesgo, aunque era un ofrecimiento realmente sugerente y que le
agradecí. No quedaba duda de que estas chicas estaban dispuestas a complacerme en
todo lo que les pidiese, deseara y necesitase. Benditas mujeres anamitas.

Thi escupió en el suelo y se dirigió a la ducha. Mientras tanto, jugué con Uoc, chupándole las tetas
y haciéndola que me chupase la polla otra vez. Cuando Thi regresó de la ducha, comenzó a vestirse
y me dijo que se iban. Querían ir a ver a un amigo que estaba antes en el Kelliyan. No me gustó.
Había paseado orgulloso como un pavo real en el Kelliyan luciendo a mis dos caramelitos y ahora
ellas querían volver allí… probablemente para buscar más clientes. Tal vez Thi necesitara realmente
una polla dura, yo no había conseguido satisfacerla haciéndola alcanzar el orgasmo que reclamaba.
Esperaba que Thi y Uoc no dijesen nada a las otras chicas y a los extranjeros en el Kelliyan sobre el
tío calzonazos con el que se habían ido a follar esta noche.

Thi me garantizó que regresaría a las cinco o seis de la mañana. Descorazonado, le dije que volviese
cuando quisiera. Ella replicó enfáticamente que volvería, pero mi entusiasmo se había desvanecido.
“Creo que quieres buscar otro cliente”, aseveré.

“Sí”, asintió. Esto no era grato. No quería tirármela después de que ella hubiese estado con otro tío.

Pero mis ganas de follármelas de nuevo y alcanzar el orgasmo junto a ellas seguían intactas. Las dos
se habían comportado de maravilla. Era culpa mía que esta sesión no hubiese sido lo que prometía.
Me consolé a mí mismo pensando que, a pesar de que mi actuación no había sido estelar, al menos
desde mi punto de vista, el encuentro no había resultado tan fallido. Me la habían mamado a una y a
dos bandas. Aunque mal, había follado con las dos y había conseguido que Uoc se corriese. Y lo
que es más, habían logrado apartar de mi mente los aciagos horrores de las cámaras de tortura.

173
PROMISCUO

No quise que Thi volviera ese día, pero estaba muy interesado en que posara como modelo para mí.
Antes de irse, les pagué los veinticinco dólares acordados por ‘tiempo corto’ y le extendí a Thi una
tarjeta del hotel con mi nombre y mi número de habitación anotados en ella.

Hice bien en dormir solo. Tuve todo el resto de la jornada para recuperarme con un sueño reparador.

-23-
Be

Parece que el miércoles me sentía algo mejor, aunque las fiebres tienen sus flujos y sus reflujos.
Pero el jueves me volví a despertar hecho una piltrafa. En el espejo, los ganglios a los lados de mi
cuello se reflejaban inflamados. No era necesario fijarse demasiado para notarlos. Esta enfermedad
estaba empezando a asustarme, me sentí débil otra vez. Hoy era mi quinto día con dolor de cabeza y
el sexto con dolor de garganta.

Arrastré mi culo hasta el Khmer Net, un cibercafé a poca distancia de mi hotel, y envié un e-mail.
Le pregunté a mi editor si había recibido el borrador final de ‘Pattaya’ y las diapositivas para ilustrarlo.

Con la ayuda de una guapa empleada del café, adjunté “Comienza el show” a un correo-e y le envié
la historia a Ediciones El Acto. Pensando que les pudiese interesar, les comuniqué que tenía otras
muchas historias cargadas de sexo y lamidas.

174
PROMISCUO

Caminando de vuelta al hotel parecía como si estuviese vivo a medias. No estoy acostumbrado a
enfermar. Cuando casualmente pillo algún virus, por lo general no dura demasiado: como sólo fruta
y mi cuerpo sana solo. Pero no esta vez. Para mí, recurrir al médico es admitir una derrota y supone
la incapacidad para hacer frente a los desafíos que la vida nos plantea. Desesperado por la infección,
he de recurrir a los antibióticos y al asesoramiento de un profesional. Me rindo.

Las amables recepcionistas del hotel me recomendaron el Calmette Hospital, que tiene médicos
franceses, y allá fui.

Las paredes estaban cubiertas de blancos y limpios azulejos. Me atendió un médico camboyano que
hablaba algo de inglés, pero lo único que podía hacer por mí era realizarme la prueba de la malaria.
No es posible que lo mío sea malaria. Ni miró mi garganta, dijo que no tenían otorrinolaringólogos
en ese centro y me sugirió que acudiese al Ang Dueng Hospital.

Aún así, el doctor palpó mi frente y mi cuello. Dijo que la temperatura era normal. Un enfermero
trajo un termómetro y me lo puso en la axila. No tenía fiebre. El médico escribió el nombre y la
dirección del Ang Dueng Hospital y me dijo que no tenía que pagar nada por su (inútil) consulta.

Un moto-taxi me llevó hasta el siguiente hospital. El lugar parecía viejo, muy viejo. Las puertas, sin
picaporte, estaban sucias. Las paredes estaban descascarilladas y pedían una buena mano de pintura.
Una mujer me dijo que había un doctor que me atendería si esperaba. Me senté en un duro banco de
madera, espeluznado por las condiciones de este lugar. La estructura de hormigón nunca había sido
bonita, pero una limpieza y una capa de pintura le habrían otorgado otro aspecto. Estaba acojonado.
A la mierda. Yo me largo de aquí.

De vuelta a mi hotel, me dirigí al Kelliyan. Pensé que lo mejor era pedirle consejo a los expatriados.
El tipo grandote que mi primer día en la ciudad había lanzado la banqueta al suelo, me recomendó
un doctor europeo con una clínica especializada en enfermedades tropicales y asistencia al viajero.

Jay, un antiguo oficial de infantería en Vietnam estaba sentado junto a él, esta era la primera vez
que regresaba a Asia en treinta años. Subió a su habitación y regresó con un termómetro desechable.
Lo abrió y me lo metió en la boca. Mientras yo lo sostenía bajo la lengua, él se quedó detrás de mí y
palpó las glándulas de mi cuello. Su termómetro también indicó que la temperatura era normal,
aunque yo estaba seguro de que a ratos tenía golpes de fiebre.

El primero, Mark, pensó que tenía una infección de gonorrea en la garganta. Mencionó también
otras cuantas horripilantes posibilidades. Llamó con su móvil a la consulta del doctor recomendado,
pero nadie respondió. Me dirigí allí, pero la clínica estaba cerrada. ¿Es que nadie iba a atenderme?

Regresé, me planté frente al espejo del baño, dejé caer el agua caliente por mi cuello y lo masajeé.
He usado los masajes para curar infecciones con anterioridad. Tratando de servirme de autoayuda,
friccioné con la intención de expulsar de mis ganglios los fluidos que la infección producía.

175
PROMISCUO

El viernes me desperté sintiéndome mucho mejor. ¿Me habría sido de ayuda el automasaje? Mis
glándulas parecían menos inflamadas. I will survive, de Gloria Gaynor, repiqueteaba en mi cabeza.

Tras desayunarme un mango, bajé al Khmer Net. Tenía dos nuevos correos: uno de mi editor en
Madrid y otro de Ediciones El Acto. Mi editor es un talentoso productor literario y un buen amigo.
Casado y residente en Madrid, disfruta indirectamente de mis escapadas de mujeriego. Me llama el
‘hombre más afortunado del mundo’. Siempre le digo que el afortunado es él, que tiene una esposa.

Una chica de pelo largo a la que no había visto con anterioridad me pareció atractiva. Cuando me
trajo una taza de té, me quedé embelesado admirando su esbelta figura. Trabajaba en el cibercafé.

El e-mail de Carlos (Ediciones El Acto) decía que “Comienza el show” estaba muy bien, pero que
prefería algo con más sexo explícito. Pasé el resto de la tarde en mi habitación. Tras realizar algunas
correcciones a “Bo” y “Sawa”, copié estos dos capítulos en un pendrive y volví al cibercafé. Pocas
horas después de recibir su solicitud, le reenvié a Carlos otros dos relatos adjuntos en un correo-e.

La cena en el restaurante del templo me deparó a un nuevo amigo, un joven y apuesto camboyano
llamado Munny [“listo”]. Como todos los estudiantes que asisten a clases de inglés, estaba ansioso por
hablar con un extranjero. Le indiqué que el inglés no es mi lengua y que me defiendo lo justito en ella.

Me había sentido mejor durante todo el día, así que me dirigí al Dolphin Bar con la idea de llevarme
a casa a alguna piba. Caminé por las calles nocturnas de Phnom Penh, algo un tanto osado, pero no
estaba muy lejos y tampoco era demasiado tarde. En una pequeña callejuela, pasé junto a una fila de
masaje-karaokes todos alineados. Su interior se veía rosado con el reflejo de los fluorescentes rojos.

En los grandes bulevares, mi camino se veía alumbrado por el resplandor de las farolas adornadas al
estilo colonial francés. Estas avenidas estaban llenas de magníficas mansiones antiguas. Otras calles
eran oscuras y amenazantes, atestadas de agujeros en el pavimento y llenas de montones de basura.

Cuando me acercaba al Dolphin, pude ver a la gente sentada en la estrecha terraza que se extiende a
lo largo de la segunda planta. Había un enjambre de moto-taxis por fuera de la entrada.

Al principio de la escalera había unos expositores acristalados con camisetas del Dolphin a la venta.
Había una advertencia pegada al cristal: “Cuidado con los carteristas y con las mujeres perdidas.”
Lo de las mujeres podría haber parecido una especie de chanza, pero realmente sonaba a consejo.
El débilmente iluminado bar tenía muchas jóvenes y guapas chicas asiáticas en su interior sentadas
o de pie, en las mesas, jugando al billar y pululando por el local. Otras cuantas estaban fuera en la
terraza, junto con unos pocos extranjeros.

Una chica sentada en la primera mesa que pasé, me paró y me habló en inglés. Era atractiva, aunque
no era la chica más guapa del lugar. Me libré de ella y caminé alrededor de la gran barra circular
ubicada en el centro de la sala. Cuando finalicé el tour alrededor de la barra, dos atractivas chicas se
me acercaron. Una era alta y guapa, la otra era pequeña y linda. Con gestos, les pregunté que si les
apetecía tomar algo y los tres nos sentamos en una mesa vacía. Cuando brindamos con mi vaso de

176
PROMISCUO

agua y sus dos coca-colas, dije: “Chok dee” -que en tailandés significa ‘buena suerte’- sin saber si
entenderían esta expresión tailandesa... Vietnamitas, ninguna hablaba tailandés, inglés ni español.

Otra chica muy atractiva, Lan [“orquídea”], se sentó junto a nosotros. Con esta sí me pude entender
lo suficientemente bien como para poder obtener más información acerca de las dos primeras. Kin
[“dorada”], la chica alta, llevaba dos semanas trabajando en el Dolphin. La pequeña Be [“muñeca”]
llevaba una semana y nunca había tenido un cliente antes. Pregunté por la mamasan [encargada] y
Lan me dijo que ella ejercía como tal mientras la Mamma estaba fuera. Si quería a Kin, costaría
diez dólares por ‘tiempo corto’ o veinte si era para pasar toda la noche. Be, al ser nueva, costaba
quince dólares por ‘tiempo corto’ o treinta por la noche completa.

Cuando tomé la decisión, Lan había desaparecido. Volví a preguntar por la mamasan y vino otra
chica distinta. Pidió que pagara cincuenta dólares al decirle que quería llevarme a Be. No le discutí,
pero inmediatamente pregunté de nuevo por Lan. Cuando Lan reapareció, puse tres billetes de cinco
dólares en su mano. Esto quería decir que me llevaba a Be. Lan aceptó el dinero amablemente y me
dio las gracias. Be y yo nos dirigimos a mi hotel en el asiento trasero de un moto-taxi.

Siempre hay unos cuantos motoristas esperando por fuera de mi hotel, donde Be y yo nos apeamos
de nuestra moto. Mientras caminábamos hacia la entrada del mismo, los taxistas aplaudieron. No sé
exactamente por qué empezaron a aplaudir, pero me satisfizo su aprobación. Supongo que sería por
la juventud y la belleza de Be. Al parecer, Be es el tipo de mujer que ellos desean para sí mismos.

Oirás repetidamente en Asia que cuanto mejor inglés hable una bargirl, mayor será el número de
extranjeros que se ha follado. En estos ambientes, eso suele ser así. Puedo asegurar que Be no sabía
ni una sola palabra de inglés. Le enseñé las palabras tú y yo. Señaló a su pecho con el pulgar y dijo:
“Yo”. Apuntando hacia mí, dijo: “Tú”. A intervalos, ella lo repetía una y otra vez, señalándonos.
Había aprovechado favorablemente esta primera sesión intensiva de lenguas extranjeras.

A veces trastocaba los vocablos y yo le decía “¡Nooo!” moviendo la cabeza de lado a lado. También
le enseñé las palabras sí y no. Acompañábamos estos términos afirmando o negando con la cabeza
para enfatizar más cada uno de ellos. El proceso de enseñanza-aprendizaje también abarcó dormir,
uniendo las manos en actitud de oración, apoyando a un lado nuestras cabezas y cerrando los ojos.
Ella me enseñó tú papá y yo bebé. Le expliqué que papá y bebé son expresiones internacionales.

Le alcancé a Be una toalla y una pequeña pastilla de jabón y tomó una ducha… ultralarguíííííísima.
Se supone que había pagado para una hora y me preocupó que estuviese perdiendo nuestro tiempo.
Cuando finalmente salió, me di una ducha ultrarrapidíííííísima y me metí en la cama con ella.

Todas las luces estaban encendidas, pero Be no se quejó. Su melena castaña le caía
hasta la cintura. Sin embargo, no tenía vello en el pubis.

Después de una hora en mi habitación, yo aún no me había corrido. Habíamos estado


follando, pero la enfermedad me seguía dando problemas. Recordé que tampoco me
había corrido con Thi y Uoc. Be era bonita y de coño prieto, pero el condón parecía
aislarme de las sensaciones que anhelaba.

177
PROMISCUO

Regresamos al Dolphin y le di a Lan otros quince dólares para poder pasar con Be toda la
noche.

Hicimos de nuevo el amor, esta vez sin preservativo, y me corrí en el vientre de Be. Era la
primera vez que alcanzaba el orgasmo desde dos noches antes de irme de Tailandia y me
sentó bien. Enfermo como había estado, esto era reconfortante, aunque generó sensación
de culpabilidad en mí. Había traicionado a Emily Delacruz tirándome a Be sin condón.

El sábado por la tarde, en lo que ya era el paseo cotidiano a Khmer Net para chequear mi correo-e,
entablé conversación con la muchacha que tanto me había gustado durante mi visita de ayer.
Nhung [“terciopelo”] me dijo que su madre regentaba el local. Cuando comentó que tenía seis años
de estudios y aprendizaje de informática, le señalé que necesitaba ayuda para organizar los archivos
en mi ordenador portátil. Acordamos una cita para que me echase una mano la tarde del domingo.

Ya por la noche, debía de tener aspecto enfermizo a la hora de la cena. Munny se ofreció a llevarme
en la trasera de su moto al médico camboyano al que él mismo acude cuando se encuentra enfermo.
El lugar era una pequeña farmacia y el mismo boticario del mostrador era el médico.

Munny actuó como intérprete cuando yo intenté explicar mi dolencia. Él, el médico y su acurrucado
amigo tradujeron. El amigo del doctor también hablaba un poquito de inglés. Yo quería que el
médico considerara factible la posibilidad de que fuese gonorrea lo que emponzoñaba mi garganta.
Para transmitir este concepto, hice gestos de dolor al orinar y ellos captaron la idea.

Cada antibiótico mata alguna variedad de bacterias. Yo quería uno que incluyese la gonorrea en su
lista negra, por si acaso.

El doctor preparó unas pequeñas bolsas plásticas transparentes cerradas con elásticos de goma.
Cada una de ellas contenía seis píldoras y cápsulas de diferentes colores. Cada bolsa era una dosis,
que debía ser tomada dos veces al día. Me dieron las bolsas de pastillas y Munny tradujo lo que me
preguntaba el doctor: “¿Por qué no usas preservativo?”, inquirió.

Me llevé las manos a la cabeza: “No, no me entienden. ¡No es aquí!”, exclamé señalando a mi pene
y negando con la cabeza. “Es aquí”, les expliqué señalando de nuevo a mi inflamada garganta.

Los tres camboyanos se volvieron a acurrucar. El doctor cogió otra vez las bolsitas de pastillas e
intercambió una cápsula de cada bolsa por otra de diferente color. Estaba modificando su primera
prescripción de antibióticos para tratar el pene por otra para tratar la garganta. Esta escena habría
sido divertida, si no fuera por mi desesperante estado de salud. No me reí. Sin duda, agradecía la
ayuda y tenía la esperanza de que mi infección respondiera a la medicación prescrita y remitiese.

Cada bolsa contenía: una cápsula de 500mg de ampicilina, dos tabletas de Novo-Prednisona, una
cápsula de Migralgine, una cápsula de Tylenol y una pastilla de 500mg de vitamina C. El núcleo de
este cóctel era la ampicilina, ella mataría la infección… o no. Las pequeñas bolsas transparentes
coloreadas que obraban en mi poder eran una potente y mágica pócima al estilo camboyano.

Munny me llevó de vuelta al hotel en su motocicleta. Ya en mi habitación, me tomé obedientemente


las seis pastillas de mi primera dosis.

178
PROMISCUO

Se me pasó por la cabeza ir de nuevo al Dophin, pero no lo hice. Pensé en Kin y Be. Estaba malo y
me sentía muy cansado. Hasta bien entrada la noche, todavía consideraba la idea de ir al Dolphin.
¿Estaría alguien follándose a Kin? ¿Estaría alguien follándose a la pequeña Be? Aunque así fuese,
eso no mermaba el interés que tenía en ellas. Me pregunté a cuántos clientes se habría cepillado Kin
en sus primeras dos semanas trabajando en el Dolphin.

El domingo por la mañana me dio la impresión de que la vida me ofrecía una nueva oportunidad.
La hinchazón había desaparecido, el dolor y la fiebre también parecían haberse disipado al fin.
¡Hurra!

Acudí a mi encuentro con Nhung y organizamos los archivos de mi ordenador portátil. Los nichos
de cada ordenador estaban separados por biombos de mimbre, así que trabajamos con relativa
intimidad, sorbiendo té y hablando en la acogedora atmósfera de su cibercafé.

Mientras organizábamos los archivos, intenté evitar que leyera nada. Nhung estaba justo a mi lado y
probablemente vio algunas cosas sobre folleteo en los textos, pero no mostro ninguna reacción.

Nhung organizó los archivos con un criterio exquisito. Además, instaló un programa antivirus
vietnamita con el que eliminó algunos troyanos que ya habían atacado mi portátil.

Nuestra sesión, que comenzó en el ordenador más cercano al mostrador, había terminado en la
oficina privada de la parte trasera del cibercafé. La primorosa Nhung hizo que nuestro encuentro
pareciese una cita. ¿Y no lo era? Su femenina dulzura hacía que resultara una delicia estar a su lado.

Me sentía un poco mal por no haberla dejado leer, así que cuando terminamos nuestra gestión de
documentos, le ofrecí a Nhung que leyera un poco. A ella le apetecía, así que abrí el capítulo
titulado “Los gritos del silencio.” No hay sexo en él. Bueno, excepto la parte donde la pequeña niña
mendiga canturrea “yum-yum” y David confirma que eso significa ‘mamada’. Nhung no entendió.

“¿Qué quiere decir mamada?”, preguntó inocentemente.

“Es algo sexual. ¿De verdad quieres que te lo explique?”

“Sí.”

Se lo expliqué. No observé una reacción especial en Nhung, pero confirmó que había entendido.
No pude evitar pensar que me encantaría enseñarla a hacerme yum-yum.

Nhung es el tipo de chica que puede estar dispuesta a una relación seria, incluso a casarse, aunque
es poco probable que sea yo quien la pueda complacer en uno u otro sentido. Fantaseé con la idea
de tenerla en mi habitación, pero no me pareció apropiado seducirla si no iba con intenciones serias.
¿Qué pensaría ella de todo esto? Me contentaba con mantener nuestra amable relación profesional
y Nhung probablemente pensase de igual modo. Esperaré impaciente el momento de verla cada día
cuando vaya a revisar mi correo-e.

179
PROMISCUO

Leyendo “Los gritos del silencio”, Nhung pareció consternada. Cuando leyó sobre el asesinato del
padre y del hermano del taxista y luego el hígado del chico cortado y elevado ante la multitud, sus
ojos se nublaron y se humedecieron de lágrimas, aunque ninguna de ellas corrió por sus mejillas.

En ese capítulo, Nhung leía la historia reciente de su país. ¿Dónde estará su padre? Phnom Penh
parece bastante normal, pero soy muy consciente del dolor interno y de que en todos los hogares hay
familiares desaparecidos.

Cuando terminó de leerlo, me dijo que le gustaba mi relato. Pensé que debía de ser bueno para que la
conmoviese de esa manera, pero me culpé por haberla hecho sentir tan triste.

Domingo noche, por fuera del Dolphin, el motorista que nos había llevado el pasado viernes a Be y
a mí al hotel se me acercó juicioso, con ganas de llevarme a casa de nuevo esta noche. Me preguntó
si me acordaba de su cara. En realidad no, pero sí reconocí su sinceridad: mencionó el Kelliyan y
los mil quinientos riel que le había pagado por la carrera. Los taxistas se parecen mucho, hasta que
llegas a reconocerlos. Tomé buena nota de su gorra deportiva, bordada con un escudo del Liverpool.
Asentí con la cabeza, pero le dije: “Mil riel esta noche, ¿de acuerdo?” Aceptó con una sonrisa.

Cuando Be me vio entrar, su cara se iluminó con una enorme sonrisa. Recorrió la sala y me abrazó.
Inmediatamente sugirió: “¿Tú, yo, dormir, sí?” Aún recordaba la lección de lengua extranjera.

Le dije: “Quizás”, sin responderle realmente. Seguro que no conocía el significado de ese adverbio,
aunque cuando le pregunté a Lan por Kin, pequeñas alarmas se encendieron en la cabeza de Be.
Su actitud alegre se volvió turbia. Pareció preocupada.

Lan me dijo: “Kin está mala. No está hoy. Tenemos seis chicas nuevas recién llegadas anoche”.
Señaló a dos muchachas cercanas de apariencia vulgar y corriente e indicó: “Ellas son nuevas.”

Negué con la cabeza: “No me gustan. Quiero ver a las otras.” Sin necesidad de levantar ni un dedo
o de moverme un solo milímetro, no habría pasado más de un minuto cuando Lan dispuso a todas
las chicas nuevas de pie ante mí, extendidas como si fuesen las lamas de un abanico. Asia es así.

Las chicas no eran nada especial, excepto un bellezón delgado que se apoyó en la barandilla de la
terraza a mi lado izquierdo. “Sólo me gusta una, la que está a mi lado.” Lan no entendió. “Una”,
repetí señalando a la chica. A primera vista, intuí haber hallado a mi primera modelo en Camboya.

Be se sentó en un taburete a mi derecha, tomándose la cola que había pagado para ella. Todo esto le
gustaba menos aún que mi anterior mención a Kin. Lan me presentó a la alta y bien proporcionada
chica nueva como Ai [“amada”]. Quería verla desnuda. Quería ver su cara a plena luz. Ai no dijo ni
una sola palabra, pero parecía tranquila y desenvuelta. Lan supuso que quería llevarme a Ai al hotel,
pero me llevaba la delantera. Yo aún quería observar mejor a esta belleza oriental, hablar con ella,
palpar sus caderas y su vientre, y escuchar su voz. Estaba verdaderamente interesado en esta chica.

Lan llamó a la mamasan, que en realidad era su madre, y hablaron unos instantes por teléfono.
Guardando el móvil, me indicó: “Ai no puede ir esta noche. Aún es pronto. Mañana noche, ¿OK?”

180
PROMISCUO

“No estoy seguro.”

“¿Por qué no estás seguro?”

Me encogí de hombros y le dije: “Quiero llevármela hoy. Me vuelve loco esa chica.”

“Lo siento mucho, Ai no puede ir contigo esta noche, Mamma dice que no. No te enfades.”

“Tranquila, no estoy enfadado. Regresaré mañana noche temprano y lo trataré con tu madre.”

“Mamma dice que tienes que pagar treinta dólares esta vez. La chica es nueva.” Supuse que me la
dejarían en veinte la próxima noche y, si la chica era lo que aparentaba, seguiría apostando por ella
más a largo plazo. Tal vez cada noche. Ai era lo suficientemente guapa como para ejercer de novia.

“Aún me gustaría invitarla a una cola.”

“No, ya se va a casa.” ¿Estará su himen reservado esta noche para algún cliente especial del club?

Lan y Ai caminaron desde la terraza hasta la zona central del bar. Me volví hacia Be y le pregunté:
“¿Tú, yo, dormir, sí?”

“¡Sí!” Regresó en un suspiro. Lan me aseguró que Be no había estado follando la pasada noche
mientras yo dormía. Ambos nos tocamos felizmente las manos y los muslos. Fui hasta donde estaba
Lan y le di veinte dólares (la primera noche con Be había pagado treinta dólares por ella).

El taxista con la gorra del Liverpool estaba esperando abajo y nos llevó de nuevo a mi habitación.

“Love you. Love you”, decía Be mientras se dirigía a la cama.

Como había sucedido nuestra primera noche, Be se mostró incapaz de realizar una buena
mamada. Tenía suficiente predisposición, pero un acto reflejo la hacía sentir náuseas
cada vez que se tragaba mi polla más allá del glande. Le entraban ganas de vomitar. La
instruí para que me la mamara sin tener que meterse la pieza en la boca, así que se
entretuvo jugando con la parte inferior de mi pene, lamiendo, chupando y mordisqueando
mi tronco desde las bolas hasta el glande.

A veces su postura era terrible. La enseñé a estirar los hombros hacia atrás, irguiendo sus
pechos hacia afuera. Esta misma pose la suelo utilizar con mis modelos. Cuando aprendió
a mantenerse así, Be lucía explosiva. Era tremendamente sexy.

Follamos en una silla con ella de espaldas sobre mi regazo saltando arriba y abajo con la
polla en su apretado chochito. Era igual que una gimnasta olímpica china. Su culo y sus
musculosos muslos causaban la impresión de querer saltar en el aire y dar una triple
voltereta de un momento a otro.

181
PROMISCUO

Be bromeaba al follar: “Yo bebé… Tú papá… ha-ha-ha… Papá boom bebé… ha-ha-ha…
ha-ha-ha.”

El modo en que Be pronunciaba papá, me hacía recordar al acento francés. Camboya y Vietnam
fueron protectorados franceses (Indochina) durante casi cien años. Probablemente esa forma de
pronunciar la palabra papá sea de uso común entre su propia gente, los habitantes de Conchinchina.

Su ha-ha-ha sonaba como las cuatro notas de una escala china. Las voces de las vietnamitas suenan
a música. Las voces de las mujeres khmer también suenan a música. A veces, igual que sucedió con
los niños mendigos por fuera de los campos de la muerte, parece que sus voces cantasen al hablar

“Yo bebé… Tú papá… ha-ha-ha… Papá boom bebé… ha-ha-ha… ha-ha-ha… Papá boom bebé.”

-24-
Be y Ai

182
PROMISCUO

El lunes por la noche en el Dolphin, Ai estaba bien y Be parecía triste. Le pregunté a Ly [“jade”],
la mamasan, si Ai se sentiría más cómoda si nos llevásemos con nosotros a Be. Ella lo habló con las
chicas y me dijo que a ambas les gustaba la idea. Repentinamente, Be estaba otra vez contenta.
Me las llevé a casa. Ahora que le había enseñado a Be a decir sí, no, tú, yo, dormir y que también
sabía decir OK, ella podría hacer de intérprete ente Ai y yo.

Ver a la pequeña Be en el rol de hermana mayor era un tanto extraño. Jugó este papel sin
embargo. Cuando comencé a bromear con su papá-boom-bebé, ella meneó la cabeza.
Hoy no quería oírlo y nunca más lo pronunció. Be se había vuelto de repente más adulta,
ahora que tenía rival.

Ambas me la chuparon y me las follé a las dos antes de ir a dormir. Como había sucedido
con Thi y Uoc, se seguía cumpliendo mi fantasía sexual de hacer el amor con dos
chicas vietnamitas a la vez.

Por la mañana, repetimos de nuevo. Ambas chicas me chuparon la polla y follé con las
dos.

Al ser inexpertas, eran aún un poco torpes e ineptas. En el lado positivo, las dos eran colaboradoras,
jóvenes, limpias, prietas, estrechas y guapas. Lo que es más, estaban felices y yo también. Estar con
dos muchachas a un tiempo, les ofrece la posibilidad de tener a alguien con quien hablar. A pesar de
su falta de técnica, su frescura ayudaba a saciar mis deseos más que las experimentadas Thi y Uoc.

Be y Ai se fueron a casa al mediodía. Me senté junto al ordenador ante la ventana, encendí un porro
de marihuana y contemplé el entorno mientras fumaba.

Una enorme ventana con marco de caoba cubre la pared frente a la puerta de mi habitación. Cuatro
paneles deslizantes de cristal están protegidos por bonitas verjas de seguridad de color blanco. La
luz a esta hora se filtraba por las cortinas naranja-oscuro, bañando la estancia con una luz cálida.

No me di cuenta en ese momento, pero las ventanas estaban abiertas mientras tosía y daba vueltas
mi primera noche de fiebre aquí, escuchando las voces del vecindario khmer y a los bebés llorar.
Con los vidrios cerrados, ya no volví a oír jamás el ruido de la calle.

Por fuera de mi ventana se extiende Phnom Penh. Algunos edificios son tan altos como mi nido en
el sexto piso. ¡Qué vistas! Palmeras cocoteras y techos de teja naranja salpican el paisaje urbano.
Puedo ver un templo budista ornamentado con los mismos tejados exóticos que los de Tailandia. La
alta aguja de un monumento rasga el cielo, matizando el horizonte como un signo de exclamación.
También tiene elementos ornamentales exóticos. He visto varios monumentos llamativos en esta
desconcertante y curiosa ciudad.

Junto a la ventana hay una pequeña mesa de madera con una pieza de vidrio circular, su diámetro es
el adecuado para que dos personas tomen el té o para ubicar el ordenador portátil. Junto a la mesa,
que yo mismo cogí de otra habitación, hay dos sillones de mimbre que también me llevé del lobby.

183
PROMISCUO

Las sillas son delicadas, con cojines de flores en tonos bronce, café y jengibre. La nueva decoración
que luce mi habitación hace que ahora esté impregnada de un halo más íntimo y romántico.

Las bonitas baldosas que cubren el suelo están decoradas con un intrincado patrón lleno de detalles.
Cada grupo de cuatro losetas crea un patrón mayor en tonos pastel, logrando un efecto parecido al
de los mosaicos de las mezquitas musulmanas.

Paneles con revestimientos de madera cubren las paredes, desde el piso hasta la altura de mi cintura.
La cama de doble cuerpo, el armario, la consola, la mesa y las sillas están hechas de preciosa caoba.
La televisión y el aire acondicionado pueden ser activados desde la cama con el mando a distancia.
Esta habitación es acogedora para follar y bastante cómoda para pasar el rato con mis chicas.

A veces parezco un poco lento, ante todo así afectado por la enfermedad, la medicación y la yerba.
Lo que en un principio supuse que sería un hotel vulgar, era en realidad un auténtico burdel chino.
El salón de masaje del quinto piso es la quintaesencia del mismo. Tardé días en percatarme de que,
por lo general, yo era el único huésped que pasaba toda la noche en el hotel. La mayoría de clientes
se lleva a alguna chica del salón de masajes –o trae a otra de afuera- y alquilan la habitación por un
par de horas. La mayor parte de habitaciones tienen más de un cliente por noche. No me importa.
Me gusta mi habitación y también el personal del hotel. A ellos también les gusto yo.

Por la tarde y con la ayuda de Nhung, envié una versión editada de “Sawa” a Carlos (Ed. El Acto).
Por fin tenía respuesta de Mateo -el amigo andaluz que importa materiales de construcción- en
relación a los parqués de teca del señor Wei Chang. Su correo-e estaba cargado de preguntas a la
mayoría de las cuales yo no supe responder, pero fue agradable saber de él.

Ayudé con su inglés a Sony, un amable estudiante chino-camboyano. Como la señora que llevaba la
cocina en el restaurante del templo sólo hablaba chino, Sony me echaba un cable con la comanda.
Sony comía aquí a menudo y nos ayudaba a entendernos mutuamente. La cocina es vegetariana,
como a mí me gusta, y mi cariño por este pequeño restaurante iba en aumento. Detesto ir a degustar
comida vegetariana en restaurantes que cocinan y sirvan mayoritariamente platos cárnicos.

La comunicación era limitada para mí en Tailandia, aunque por suerte hablaba un poco su lengua.
Ahora paso las noches con chicas vietnamitas que hablan un idioma que desconozco por completo,
aunque estoy dispuesto a aprenderlo. Siento que mi vida entra en otra fase. Empiezo a pensar que
Phnom Penh (Camboya) es el próximo lugar para mí en Asia tras vivir en Angeles City (Filipinas).

La noche del martes, Be, Ai y yo esperábamos en el Dolphin a Ly, su mamasan. ¡Un arma de fuego
sonó abajo en la calle! Los disparos dejaron desierta la terraza exterior y todo el mundo entró en la
sala para ponerse a cubierto.

Protegí a Be y a Ai y corrimos hasta la mesa de al lado a refugiarnos, lejos de la ventana y detrás de


un muro de concreto. Las cosas se calmaron casi inmediatamente, aunque la terraza quedó vacía. La

184
PROMISCUO

pronta evacuación de la terraza y la rápida vuelta a la normalidad decía mucho acerca de la


mentalidad de la gente en esta nación devastada por la guerra.

Habiéndose presentado la mamasan, fue su hija Lan quien me planteó algunos acuerdos y mejoras.
Hice varias sugerencias y ella tradujo, alentando a las chicas a que hiciesen todo lo que yo disponía.
Así pues, las chicas no se despedirían antes del mediodía, a menos que yo les indicase lo contrario.
No harían servicios de ‘tiempo corto’ por la tarde para otros clientes, puesto que yo pagaba para
disfrutar ‘tiempo largo’, es decir, podrían estar disponibles para mí por la mañana y por la noche.
Según Ly, convenía que pasasen conmigo el día entero, pero me gusta tener las sobremesas para mí.
Me dijo que la informase mañana noche acerca de la progresión que fuese observando en ellas.

Su mamasan y yo estábamos educando a Be y Ai en el noble arte de satisfacer a un varón en la cama.


Ly y su hija, Lan, entrenaban a las muchachas. Escucharon mis ideas y sugerencias, lo que ayudaría a
las chicas a perfeccionar su pericia sexual. No era broma, mi nueva amiga mamasan me solicitaba
que enseñase a sus nuevas muchachas a chupar y a follar. Misión increíble... O sólo creíble en Asia.

Ya en mi habitación, las dos jovencitas visualizaron vídeos porno mientras yo trabajaba en el portátil.
Confiaba en que aprendiesen algunas cosas, por ejemplo: cómo realizar una felación en condiciones.
Be y Ai son dulces y cariñosas, aunque no saben demasiado.

Esta era la segunda noche que Ai y yo teníamos a Be con nosotros. Ai se ajustaba y se


comportaba de manera más acorde con mis gustos y deseos. Me la mamaron y follamos,
conmigo zampándome a Be y haciéndole el amor al mismo tiempo a Ai. A sugerencia de Ai,
acabé mi sesión con Be.

Me desperté hecho un sándwich entre Be y Ai. Habíamos dormido plácida y confortablemente.


Las chicas se habían ido adaptando a mi cercanía. Durante la noche, habían descubierto diversas
maneras de acurrucarse contra mí.

Le pedí a Be que pelase y trocease unos mangos. Ya la había visto hacerlo con anterioridad y sabía
que lo haría muy bien.

Después del desayuno de mangos y plátanos, regresamos a la cama. Ambas chicas me


chuparon la polla y decidieron que era el turno de que Ai recibiese mi descarga final.
Nuestra conversación giró en torno a quién haría yum-yum a quién y quién recibiría boom-
boom.

“Bang yum Be; boom Ai”, propuso Ai.

“OK”, estuve de acuerdo, más que feliz de cumplir.

Conmigo acostado boca arriba, Ai se sentó sobre mi polla mientras que Be se sentó sobre
mi cara. Mientras me la comía, Be me miró a los ojos con cara de frenesí, estrujando su

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PROMISCUO

coño contra mi boca. Al mismo tiempo, Ai me follaba con una intensidad que yo no había
sentido anteriormente en ella.

Me folló durante un largo rato, frotándose a un lado y a otro con un ritmo latente. Me corrí,
agarrando con fuerza el culo de Ai y chupando el coñito lampiño de Be.

No era un mal modo de empezar el día… o de finalizar la mañana. Comienzo a notar una mayor
elasticidad en las chicas. Cada nueva sesión de sexo es mejor que la anterior.

En la habitación, ellas viven en toalla o desnudas, vistiéndose sólo cuando salen. La vida es dulce.
Es fantástico que sean tan poco exigentes. Puedo escribir, comer, dormir, lo que sea. Y sé que ellas
estarán ahí dispuestas cuando desee hacerles el amor. Soy incapaz de entender sus conversaciones,
pero el sonido melódico de su voz proporciona un acompañamiento musical a la escena.

¿Dije antes que Be y Ai no saben demasiado? Alguien llamó a la puerta. Instantes antes, me había
despedido de Be y Ai tras cerrarles la puerta del ascensor. Las chicas estaban de vuelta. Con gestos,
me hicieron saber que estaban teniendo problemas con el ascensor. Salí y les mostré cómo se pulsa el
botón para ir a la planta baja. Señalando a mi mejilla con el dedo índice, les dije: “Un besito para
Bang.” Ellas simplemente se rieron. “OK, Bang os besará a vosotras.” Deposité un beso en la mejilla
de Be y otro beso en el cuello de Ai, cerré la puerta del ascensor y ellas consiguieron al fin bajar.
Al parecer, antes estuvieron esperando en el ascensor hasta que la puerta se abrió y se encontraron
con que aún estaban en la sexta planta. Ahora ya sabían cómo bajar hasta el vestíbulo en ascensor.

Esto que puede sonar a chiste, es frecuente en todos los países en vías de desarrollo. En Phnom Penh
sólo hay unas escaleras mecánicas, se encuentran en el único centro comercial (Psar Thmei) del país.
Silogismo lógico: sólo hay unas escaleras mecánicas en toda Camboya.

El miércoles por la noche, Ai y yo jugamos una partida al solitario en mi portátil y ganamos, lo cual
siempre es agradable. Dejé que el programa continuara hasta la celebración de la victoria e hice un
pequeño show aplaudiendo y dándole algunas palmaditas a Ai en la espalda.

Ai muestra mejor aptitud mental para el juego que Be. Be es bastante ágil moviendo y cliqueando el
ratón, pero no entiende las reglas. Incluso a veces, Ai realiza algunas jugadas que me sorprenden.

Duchados y en la cama, después de que ambas me hubiesen chupado la polla durante un


rato, ellas sugirieron: “Bang yum Be; boom Ai.” De nuevo, me tumbé boca arriba con Ai en
mi polla y Be en mi cara. Así estuvimos durante un larguísimo rato. De repente, Ai se
levantó diciendo: “Boom Be.” Se fue al servicio… y se quedó allí. Follé
un rato con Be, ambos llamábamos a Ai de vez en cuando.

“Boom Ai”, le propuse a Be, pero no sucedió. Ai volvió a la habitación, pero no participó.
Como acto de protesta, decidí no correrme y paré de follarme a Be. Me quité el condón
sabor fresa y me puse en pie. Las chicas se miraban entre sí y me miraban a mí.
Supongo que pensarían que estaba enfadado, pero no lo estaba. Me di una ducha y luego
apagué las luces.

186
PROMISCUO

Si voy a rehacer mi vida en Camboya, necesitaré aprender algo de vietnamita y algo de camboyano.
La vida es extraña. He sido un nómada durante largo tiempo, como los beduinos de la historia de Ian.
¿Quién hubiera imaginado todo esto? Supongo que yo mismo, y ahora es una realidad palpable.

Stanley estaba en lo cierto acerca de la vida aquí en la Asia de antes. Siento como si me hubiera
transportado en el tiempo, volví a recordar las sensaciones que muchos libros y películas me habían
causado y que habían contagiado de Extremo Oriente mi alma mucho tiempo atrás. Sabía que estaba
en el sitio anhelado y que todo aquello que tanto idealicé era ahora una auténtica realidad.

Creo que siempre me vi como un hombre con traje de lino blanco arrugado, con sombrero Panamá,
abanicos aireándome y atractivas mujeres chinas con aberturas a los lados de sus vestidos.

Las modas cambian. No he vuelto a ver ningún vestido así desde los bares go-gó de Pattaya, pero el
viejo sentimiento de El mundo de Suzie Wong (1960) sigue bien vivo y latente aquí en Phnom Penh.
Es como visitar el hogar de ese sueño que ha estado hibernando en mi corazón. Tenía mucho miedo
de habérmelo perdido, de haber llegado demasiado tarde. ¡Oh, la vieja Asia… la Asia de antes!

Recuerdo que Stanley dijo que había vuelto para reencontrarse con aquellos lugares que había amado
en los años cincuenta y se encontró con que ya no existían. Hong Kong y Singapur siguen estando
ahí, por supuesto, pero han cambiado. Cuanto más me imbuyo en el ritmo circadiano de Phnom Penh,
mejor comprendo la mirada soñadora en los ojos de Stanley cuando habla de estas cosas.

Todos los días caminaba por las arterias de esta vieja ciudad colonial francesa. La vida en la calle es
colorida, con puestos ambulantes en las aceras. Una curiosidad aquí es el hielo. Cuando un vendedor
ambulante de hielo tiene un cliente, corta un trozo helado del extremo del bloque, marca un surco con
la sierra en derredor de la pieza a vender y sujeta una guita al surco, dejando definida un asa.
El cliente se va con el hielo colgando como si llevase un bolso de cristal colgando de su mano.

No es frecuente ver pan en Asia, pero las baguettes –pan francés- son algo común aquí. Calles, como
la Rue 63, son nombradas al estilo francés. Los rickshaws de pedales están por todas partes y la gente
los adora. Tailandia es exótica, pero las vistas y sonidos de Phnom Penh están un paso por delante.

La vida, como es normal en mí, ha adquirido una rutina. Soy un animal de costumbres. Por las tardes
escribo y visito Khmer Net. Mientras estoy afuera, compro fruta para desayunar los tres.

Sign, quien se ha convertido en mi conductor habitual, me lleva al restaurante del templo taoísta cada
tarde a las seis. He recuperado mi ritmo de sueño y de alimentación. Esta noche me comí dos platos:
uno de tallarines camboyanos y otro de verduras al curry. La comida es deliciosa, atiborrada de
ingredientes que me encantan y que, además, mi cuerpo necesita. Me recuerda a la comida que mi
novia tailandesa solía cocinar –o comprar- para mí cuando vivíamos juntos hace años en Bangkok.

Estoy recuperando las fuerzas. Si no fuera por el hecho de que he empezado a fumar todos los días un
poco de yerba, probablemente ya me sentiría normal. Cuando las chicas se van al mediodía, me fumo
medio canutito mientras trabajo con mi ordenador en la pequeña mesa cerca de la ventana. Después

187
PROMISCUO

de cenar, regreso a casa, fumo y vuelvo a escribir otra vez, antes de salir a recoger a las chicas.
Me siento como si hubiera entrado en un mundo de sueños, sueños de la vieja Asia.

Jueves noche, Ly y Lan no estaban en el Dolphin. Una mamasan provisional preguntó si quería a las
dos mismas chicas otra vez. Esto azuzó la idea de llevarme a otra segunda chica, en lugar de Be.
Se alejó y regresó con una muchacha que no me pareció atractiva. Era una de las seis chicas nuevas
que me habían mostrado la noche que conocí a Ai. No, gracias. “Las dos mismas chicas, por favor.”

Me pregunto qué voy a hacer el día que me ofrezcan a una chica nueva que sí me guste. Hay obvias
razones para seguir llamando a Be: es divertida y supongo que ayuda a mantener a Ai feliz y relajada.

Por segunda noche consecutiva, las chicas se volvieron locas con el teléfono. Jugar con el teléfono
fue lo primero que hicieron cuando vinieron a mi habitación. Daba la impresión de que Be tuviese a
otro interlocutor en la línea, pero que yo sepa, no había ningún vietnamita-parlante en el hotel y no se
pueden realizar llamadas al exterior desde las habitaciones. Durante el frenesí telefónico de la pasada
noche, me había puesto el receptor al oído para escuchar qué era eso tan divertido. Lo único que se
oía era un beep electrónico similar al de usuario ocupado. ¿Nunca habían usado un teléfono antes?
Tal vez no. Be y Ai son las mismas dos chicas que se perdieron en el ascensor. Esta noche sí había
una voz al otro lado de la línea. Temiendo que pudiesen estar gastando bromas y molestando a otros
huéspedes o que esto provocara que desde recepción me cargaran una factura telefónica,
me decidí a poner fin a esta fiesta. Con el teléfono no se juega.

“Bang yum Be; boom Ai”, sugirieron las dos chicas. Be se sentó en mi cara y Ai se ensartó
mi polla. Ai dejó suficiente espacio entre nosotros como para poder mover mi culo arriba y
abajo un poco más. Los tres follamos a buen ritmo durante bastante tiempo. Cuando
disparé mi carga en Ai, estaba soplando y resoplando. El peso del culo de Be en mi pecho
limitaba la inhalación de aire, y habíamos estado follando duro. Tenía que empujar a Be
con cada inspiración, tratando de llenar mis pulmones. Desplacé a Be. Ai, todavía sentada
sobre mi polla, me dijo: “Boom Be.” Me reí y le expliqué con lenguaje gestual que me había
corrido ya.

Más tarde tuve un pequeño problema para que las chicas apagaran las luces y el televisor. Era como
tener dos hermanas menores en casa. La disciplina es un problema. Me enrabieté e insté a Be a que
apagase la luz. Sospechando que había llevado las cosas hasta el límite, Be se levantó y la apagó
obedientemente. Buenas noches.

El viernes por la mañana Ai ayudó a Be a pelar y trocear nuestros mangos. Ai puso el canal porno en
la televisión mientras tomábamos el desayuno. Cuando volvimos a meternos en la cama, señalé lo
bien que la mamaba la chica de la película. A lo mejor esto me serviría como ayuda para instruirlas.
Sus propias mamadas eran un poco mejores esta mañana. Be la chupó primero, luego lo hizo Ai.
Ambas consiguieron tragar un poco más profundo. Progresaban adecuadamente.

188
PROMISCUO

Como suele suceder con las muchachas anamitas, me tumbé boca arriba. Coloqué a Be en
mi polla de cara a mí, en cuclillas apoyada con un solo pie y una rodilla sobre el colchón.
Todo transcurrió así, tenía a Ai de rodillas con sus pechos en la espalda de Be y las manos
en la cintura de esta. Les enseñé que Ai podía usar sus manos para ayudar a Be a
moverse arriba y abajo. Al principio se movían con demasiada rapidez y los embates eran
excesivamente cortos. Hice un círculo con los dedos índice y pulgar de mi mano, y les
realicé una demostración. Largo y lento, arriba y abajo. Sus acometidas eran todavía un
poco más cortas y rápidas de lo que yo desearía, pero iban captando la idea.

Mientras me follaba a Be, acariciaba las tetas de Ai. Finalmente acabamos con Ai tumbada
boca arriba y con la espalda de Be descansando en su estómago. Me arrodillé, bombeando
mi polla dentro y fuera de Be. Me podía inclinar y chuparle las tetas a Ai, también a Be. Las
rodillas de Ai bajo el culo de Be alzaron el mismo de tal forma que obtuve un ángulo
perfecto de su coño. Follé con gran intensidad el chochito apretado de Be y me corrí,
mirando profundamente a los preciosos ojos de Ai.

Barajaba la idea de quedarme sólo con Ai. Parecía más madura y más atractiva que Be como novia
permanente. Lan me dijo que ambas tenían dieciocho años, pero yo me sentiría más cómodo saliendo
con Ai a un bar o a un restaurante que con Be. A veces pienso que sería mejor estar a solas con Ai,
aunque tal vez no sería tan divertido. Si funciona, no lo estropees.

Be es joven e inocente. Me fastidiaría verla ofrecida a una sucesión interminable de clientes, aunque
soy consciente de que estoy prolongando lo inevitable y reconozco que tiene un toque de vanidad e
hipocresía sugerir que ella está de alguna manera mejor y más segura conmigo. Aunque sé que es así.

Disfruto con Be. La vida es agradable de este modo, mejor no alterar la fórmula. Todo parece mejor
cada día. Los tres estamos contentos con las cosas tal y como están. Mejor no tocar nada.

En el restaurante del templo, Sony y yo continuamos practicando mutuamente nuestro inglés hablado.
Hoy había un amigo sentado con él. Munny apareció cuando ya me despedía. Sign, mi motorista,
esperaba por mí. Le agradecí a Munny sinceramente que me hubiese llevado a su médico, me estaba
ayudando a recuperar la salud. Fui bastante efusivo y Munny solamente dijo: “No tiene importancia.”

Lan sí estaba hoy en el Dolphin. Me informó: “Be no irá contigo esta noche. Tiene un cliente.”

“OK, me llevaré a Ai.”

“Puedes llevarte a dos chicas. Esa chica es nueva”, indicó señalando a otra muchacha.

“No, no me gusta. Avísame cuando lleguen otras distintas. Ya me enseñaste el domingo a estas seis
chicas nuevas y te dije que me gustaba Ai. Estoy muy contento con ella.” Lan y Ai intentaron que me
llevase a la misma muchacha a la que ya había rechazado la noche pasada.

189
PROMISCUO

“Ofréceme alguna modelo a la que pueda fotografiar y me la llevaré.” Señalé a una muchacha a la
cual ya había estado considerando como digna candidata para posar ante el objetivo de mi cámara.
Lan habló con ella y me indicó que la chica aceptaba la proposición.

Le contesté: “No estoy seguro.” Lan se quedó desconcertada. “Primero necesito verla sin ropa. No te
preocupes. Soy buen cliente. Vengo cada noche. No clientes para Ai, ¿OK? Resérvala sólo para mí.”

“OK.”

“¿Seguro? No quiero que Ai se vaya con ningún otro cliente.”

“Seguro.”

Es cierto que no quería seguir manteniendo a Be conmigo, pero tampoco quería que desapareciese la
magia. Be era demasiado divertida como para resistirse y no quería ser yo quien la retirase del grupo,
pero la decisión no había sido mía. Ly y Lan habían encontrado probablemente otro cliente dispuesto
a pagar mejor que yo. Involuntariamente, hoy me veo gastando en chicas la mitad de dinero que ayer.
Eso está muy bien.

Antes de subir a la habitación, le pregunté a Ai si le gustaría que fuésemos al Kelliyan a tomar algo.
Usé lenguaje gestual, pero ella lo entendió. Ai negó con la cabeza y arrastró mi cintura dulcemente
hacia la entrada de nuestro hotel.

190
PROMISCUO

-25-
Ai

Nuestra primera noche juntos a solas, Ai parecía más de lo mismo. Después de la ducha, vio la
televisión mientras yo trabajaba con mi portátil cerca de la ventana. Fue grato ver que mantenía la
misma costumbre de ducharse y quedarse envuelta sólo con la toalla. Era una escena acogedora y
me sentí optimista, aunque las charlas melódicas entre Ai y Be habían desaparecido.

Cuando terminé de escribir, invité a Ai a jugar al solitario en el ordenador. No quiso venir hasta la
mesa, pero cuando acerqué el portátil a la cama, se mostró entusiasmada. Jugó al solitario mientras
yo me duchaba.

Para comenzar a follar, sugerí: “Bang yum Ai; Ai yum Bang”, pero se negó al sesenta y
nueve que le proponía. “Ai yum Bang”, le ofrecí. Estuvo de acuerdo con esto último, sus
mamadas seguían mejorando. Primero lamió y chupó la base de mi pene del mismo modo
que le había enseñado a Be con sus náuseas reflejas. Entonces, le pedí que se metiera la
cabeza de mi polla en la boca y la succionara arriba y abajo durante un ratito. Demasiado
poco tiempo y no excesivamente profundo. También me gusta más lento. Les diré a Lan y
a Ly que Ai aún necesita algo más de entrenamiento. Ai parece renunciar a la mínima y
se niega a experimentar cosas nuevas en la cama.

Al terminar su mini mamada, le pedí que se posara sobre mí pero se negó a ser ella quien
cabalgase. Insistió en seguir acostada boca arriba y se quejó por tener las piernas en alto.
OK, no pasa nada. Ai es joven y guapa, su chochito es aún estrecho… y yo no paro de
follármela mañana y noche. Lo que sí me parece preocupante es su queja de que le
duele el interior allá donde la punta de mi eje golpea sus entrañas. Algunas chicas pueden
aceptar mi miembro, otras no. La mayoría de las chicas asiáticas no suelen tener excesiva
profundidad. Espero que Ai pueda adaptarse a mi anatomía.

191
PROMISCUO

Al contrario que Be, con su cuerpecito de gimnasta, Ai es esbelta, alta y delgada. Es como un sueño
hecho realidad. Cierra los ojos e imagina una linda mujer vietnamita de dieciocho años en tu cama.
Sus gruesos labios, elevados pómulos, melena negra y rasgados ojos son pura poesía hecha carne.
A veces señalo a su cara y luego a una flor de la colcha, elevando el pulgar le digo: “Eres una flor.”

Me gustaría hablar un poco su lengua. He de conseguir un diccionario de vietnamita o un libro de


expresiones básicas, pero soy feliz tan sólo con verle la cara y hacer el amor con ella. Desde luego
que nos comunicamos. Al vivir en Asia durante años, me he hecho experto en lenguaje de señas y
otros rudimentos de comunicación no verbal. Intenté conseguir que me enseñase algunas palabras
vietnamitas, como yo y tú, pero no entendió lo que le pedía. Da igual. Compraré un diccionario.

Ya por la mañana, desplegué mangos, tazas y un cuchillo mientras Ai estaba en el servicio. Cuando
salí de mi turno en el baño, ella ya había pelado y troceado los mangos. El desayuno estaba listo.

Tengo la esperanza de que Ai florezca como una compañera afectuosa. Desconozco cuánto tiempo
permaneceré en Phnom Penh y no sé cuánto va a durar esta historia con Ai, pero no tengo ninguna
urgencia por que se acabe. Si ella es feliz y continúa aprendiendo a hacer el amor, probablemente se
mantenga conmigo durante toda mi estadía en Phnom Penh. Veinte dólares al día no supone un
gasto exorbitante por cumplir un sueño. Supongo que corro un riesgo real de enamorarme de Ai,
aunque eso será difícil. Quizás también sea bueno para Ai no sentir un apego excesivo por mí.

Terminamos el desayuno y volvimos a meternos en la cama, una costumbre que


habíamos adquirido con Be. Nuestra sesión mañanera fue una copia calcada de la noche
anterior, excepto que esta vez yo me corrí. Anoche, preocupado por su dolor, había
dejado de follar y nos habíamos ido a dormir. Esta mañana ella señaló a la misma zona
de su vientre, pero le hice saber que necesitaba correrme. Lo aceptó, pero sin posturitas
ni florituras.

Tras asearnos, Ai se vistió y quiso irse. Le dije: “No” y la hice que se quedara hasta el mediodía.
No quería sentar precedente dejándola marcharse temprano. Si permitía que se marchase hoy a las
once, ¿a qué hora querría irse mañana? Es preferible mantener firmes algunos códigos establecidos.
De vez en cuando ella miraba mi reloj, se quería marchar. Finalmente, sentencié: “No, a las doce.”
Ai comprendió el mensaje y no volvió a insistir.

Comimos la tierna carne de un coco joven. Es grato ver a las chicas comer plátanos, mangos y maíz.
Son productos naturales que forman parte de su dieta cotidiana.

Indudablemente, estas chicas provienen de familias pobres. Es más que probable que en sus hogares
no haya suficiente comida para todos. Estos productos básicos, en abundancia, pueden convertirse
en un lujo para ellas. Los padres de las chicas vietnamitas que trabajan en Camboya deben dinero y
sus hijas son ‘contratadas’ para que subsanen dichas deudas familiares. Alguna vez he oído hablar
de ochocientos dólares. ¿Será una deuda de ochocientos dólares lo que ha traído a Ai hasta mí?
Me pregunto cuánto costará liberarla de esa deuda. Me pregunto cuánto costará tenerla sólo para mí.

192
PROMISCUO

Ly, mi nueva amiga mamasan, me contó que un chino rico amigo suyo desvirga a sus chicas nuevas
-como sucedió días atrás con Be y Ai- y que le paga cuatrocientos dólares por cada desfloración.
Había estado rumiando la idea de pedirle a Ly que buscase una virgen para mí. Tal vez Ly podría
encontrar una chica maravillosa y yo podría financiar la deuda de sus padres, pagarle su porcentaje
a Ly y darle a la chica un hogar. Estoy empezando a tener más claro cada día que Phnom Penh será
mi nueva residencia. He de regresar pronto a Filipinas y a Europa, pero quiero vivir en esta ciudad.
De momento, me quedaré por aquí todo el tiempo que pueda y sacaré el máximo provecho de ello.

Disfrutaba de la compañía de Ai mientras realizaba unas pruebas con mi equipo de iluminación.


Abrimos el estuche del equipo y le mostré la bisutería y el maquillaje para las modelos. Le gustaron
un collar y un par de aretes. Me quedé con el collar para mi trabajo, pero le regalé los aretes de oro.
Dudo que fuese oro real, los había adquirido en un exposaldo para mis sesiones de fotos. También
le gustó el maquillaje. Naturalmente y como buena asiática, de todos los tonos de polvos que llevo
para las modelos, ella prefirió el más claro. Las mujeres asiáticas siempre lo emplean. El polvo que
Ai usa cuando la recojo por las noches es demasiado blanco. Su piel es de un bonito color bronce.
A mí me resulta más sugerente y seductor cuando el maquillaje facial de las chicas coincide con el
color de la piel de su cuello y de sus hombros.

Antes de que se marchara, senté a Ai en mi regazo y le di un abrazo. Ella no llegó tan lejos como
para devolvérmelo, pero estuvo conforme en que los dos dormiríamos juntos de nuevo esta noche.

Hoy era mi primer día sin fumar marihuana. Cuando Jay se fue para Angkor Wat, me había dejado
uno o dos porros de yerba, pero no tenía papel de liar. Comenzaba a sentirme en forma otra vez.
Aunque prefiero los diccionarios, estaba feliz de haber encontrado un libro de frases vietnamitas en
la librería. Los libros de frases están hechos para los turistas, mientras que los diccionarios bilingües
son más adecuados para los amantes.

Sábado por la noche, un nuevo par de estudiantes se sentaron conmigo durante la cena. Estaban
ansiosos por hablar con un europeo. Por lo que había venido observando durante todos estos días,
sus profesores les enseñan la gramática estupendamente, pero los alumnos no practican en absoluto
la pronunciación ni la conversación, que es lo prioritario. Exactamente lo mismo sucede en España.

Los estudiantes de esta noche tenían peor nivel que Sony. El inglés del más insistente de ellos en
acaparar mi atención era incomprensible. Vesana, el más tranquilo de los dos, hablaba algo mejor.
Se ofreció a llevarme a casa en su motocicleta, pero rechacé la oferta. Mi conductor, Sign, estaba
contratado para que me recogiera después de cenar. Entonces, y como compensación por mi ayuda,
Vesana se ofreció voluntariamente a darme una vuelta por Phnom Penh cuando me apeteciera.
Concertamos una cita para mañana y me anotó su número de teléfono.

Con el restaurante del templo cerrado los domingos, me preocupaba dónde iba a comer mañana.
Vesana tradujo mi incertidumbre a Jing Ling, la afable cocinera. Sorprendentemente, ella se ofreció
a cocinar para mí mañana por la noche, a pesar de que el restaurante permaneciese cerrado ese día.

193
PROMISCUO

Hay personas encantadoras. Para la mayoría de la gente en Pattaya, yo no era sino un turista más.
Aquí, aislado de la parafernalia turística, la historia es diferente.

Más tarde, pregunté por Lan en el Dolphin. Ai serpenteó furtivamente detrás de mí y me echó los
brazos alrededor de la cintura. Lan no estaba y hablé de nuevo con Gow, la mamasam interina de la
otra noche. Ella quería que me llevase a casa a dos chicas otra vez: quizás se piensen que tengo dos
pollas. Me había llevado a Be y a Ai durante cuatro noches y es mejor para el negocio cuando pago
por dos chicas, como es obvio. Gow y Ai me recomendaron que me llevase a otra chica sin encanto,
aparte de a Ai: “Ella chica nueva. Ella chica buena. Ella hacerte feliz. Tú pagar treinta dólares.”

“No, no me gusta. Me llevo sólo a Ai.”

Le mostré a Ai el pequeño libro de frases vietnamitas que le había prometido que quería comprar.
Ella pareció halagada al comprobar que había cumplido con mi promesa.

“Tú llevar Be”, me sugirió la mamasan provisional. Be había aparecido a mi lado. También decliné
llevármela. Yeu, la chica a la que estaba interesado en fotografiar, se restregó contra mí.

“Be se fue con un cliente anoche. No me gustó. Pacté con Ly que Be y Ai seguirían conmigo si no
se iban a follar con otros clientes”.

“Ella no tener. Ella sentir mal. Ella quedar en casa.”

“Lan dijo que tenía un cliente.”

“No sé.”

“No importa, déjalo.”

Le pregunté a Be si se había divertido y si estaba bien. Ella me dio a entender que ahora estaba bien,
pero que anoche había llorado después de que se la hubiesen follado entre dos tíos en un hotel.
Parecía desconcertada y dolida al saber que yo no quería llevármela nunca más, pero alguien había
roto el pacto. Yo me había llevado a Ai por su belleza, no porque buscase otra chica para hacer trío.
A Be me la había llevado en las profundidades del bajo estado anímico que provoca la enfermedad
y ella me había animado. Sólo eso. Pero ahora me siento mejor con ella fuera de mi relación con Ai.

Ai seguía abrazando a su amiga, a la cual quería que me llevase a toda costa, pero le extendí veinte
dólares a la mamasan sustituta y me marché sólo con Ai.

Sign estaba esperando abajo y nos llevó de vuelta al hotel. Hice de nuevo gestos de beber y jugar al
billar en el Kelliyan, pero Ai quería ir directa a la habitación.

Jugamos al solitario en mi portátil… ¡y ganamos tres veces! Ella lo había hecho casi sin mi ayuda.
Ai se sintió halagada al ver que había comprado el libro de frases, pero no quiso usarlo esta noche.
Nos fuimos a dormir sin hacer el amor.

194
PROMISCUO

El domingo por la mañana Ai peló y troceó los mangos y los comimos con plátanos. Me
realizó una mamada corta y recibió su follada tumbada boca arriba. Me estaba
empezando a sentir un poco harto de tan lenta progresión. Tenía intención de comentarlo
con Lan anoche, pero ella no estaba. Ai es preciosa y su coñito es prieto, aún me siento
satisfecho de estar con ella. Con su pequeño coño presionando mi polla tan fuerte como
un puño lubricado, me corrí en su interior.

Esta mañana, Ai y yo practicamos un poco con el libro de frases vietnamitas. Yo leía las frases y Ai
corregía mi pronunciación.

Ai ganó una cuarta partida al solitario antes de irse a las doce. Parece que ya entendía las reglas del
juego, y su aptitud y velocidad de aprendizaje denotaban un alto nivel de inteligencia. Eso me hizo
pensar en un estilo de vida diferente para ella. Uno con formación informática integral, en lugar de
jugar al solitario en mi portátil. Ai no ha tenido las oportunidades que la gente en gran parte del
mundo da por sentadas. Me imagino que, sin sus derechos torcidos, ella podría haberse convertido,
por ejemplo, en una educada asistente de dirección. No tengo ni idea de cuántos años de educación
habrá tenido, pero seguramente no muchos. ¡Qué mal! Ai es muy inteligente. Anoche se lo dije
cuando ganó las tres partidas. Señalé a su sien y alcé el pulgar. Ella sonrió y le enorgulleció vencer.

Vesana me dio un tour por Phnom Penh en su motocicleta. Vi partes de la ciudad que no había visto
antes, con grandes bulevares, parques, monumentos, estatuas e incluso fuentes. Phnom Penh es una
bonita y curiosa ciudad de contrastes. Una legión de farolas adornadas al estilo colonial francés
ejercían de centinelas sobre todo lo que se movía a sus pies.

Sign me llevó al templo taoísta, donde yo era un participante periférico de su devoción nocturna.
Había muchas reverencias y cantos, pero no se prolongaron demasiado. Nunca vi a ningún otro
extranjero merodeando cerca del lugar. Esta noche no estaban ni siquiera los comensales habituales.
Jing Ling me alimentó, como prometió que haría, a pesar de que el restaurante hoy estaba cerrado.
Esta noche ni siquiera aceptó mi dinero.

Después de la cena, Rithisak –el celador nocturno- hiló conversación conmigo. Me dijo que quería
mejorar su inglés. Nuestra charla me ayudó a cuadrar algunas fechas en la cronología de la guerra
que había tenido lugar en la historia reciente de Camboya.

Me dijo que los franceses habían gobernado Camboya durante un siglo. Los americanos estuvieron
aquí cinco años, 1970-1975. Cuando los estadounidenses fueron expulsados, los Khmer Rouge
tomaron Phnom Penh y comenzaron sus correrías asesinas. En 1978 el ejército vietnamita entró en
Camboya y desalojaron a los Jemeres Rojos de la capital. Los cuatro años en que los Khmer Rouge
sometieron Phnom Penh, 1975-1979, fueron los peores.

195
PROMISCUO

Una sangrienta guerra civil tuvo lugar entre el gobierno camboyano respaldado por los vietnamitas
contra los jemeres rojos. La guerra a veces logra extrañas alianzas. Los vietnamitas fueron aliados
de los soviéticos. Esto, de hecho, hizo de Vietnam un enemigo para América. Los Estados Unidos,
junto con China y otros países, apoyaron a los Jemeres Rojos porque estos dificultaban la expansión
del poder vietnamita en la región. Los Jemeres Rojos tuvieron incluso voz en las Naciones Unidas.
Se trataba de una farsa. Los Jemeres Rojos, en su sádica campaña, habían perpetrado un holocausto,
sacrificando a millones de civiles inocentes. Legitimar su reinado de terror estuvo mal, mírese como
se mire. El ejército vietnamita fue expulsado de Camboya en 1987, pero las refriegas continuaron
en la jungla entre el gobierno camboyano -respaldado por los vietnamitas- y los Jemeres Rojos.
Pol Pot, el líder de los genocidas, murió en 1998, pero no fue hasta 1999 cuando el último de los
Khmer Rouge abandonó la confrontación armada y se unió al ejército camboyano.

Me alegró encontrar a Lan en el Dolphin. Como suele suceder, ella ejercía de mamasan en ausencia
de su madre. Hablamos sobre fotografía y estuvimos conformes en vernos de nuevo el lunes noche.
Yeu rondaba cerca, fotogénica. Como de costumbre, trataron de que me llevase a más de una chica.

Lan, la encantadora hija de la mamasan, me dijo: “Quiero chuparte. Quiero follarte.” Me pilló por
sorpresa y me lo tomé en broma, pero confieso que desde que la conocí, siempre me he estado
preguntando qué tal sería una sesión de yum-yum y boom-boom con ella. Mi cama espera enajenada.

Le pedí que hiciese de intérprete para mí y le dijera a Ai: “Estoy feliz de tenerla conmigo. Me gusta
porque es joven y muy guapa.” Entonces le conté a Lan lo de: no posturas, mamadas de un minuto y
el uso de una toalla para dormir. No soy un chivato, pero habíamos pactado que Ai no iría con otros
clientes a cambio de que yo me encargara de su instrucción sexual y mantuviera a Ly informada.

Lan le habló y me contestó como si no hubiese nada que ella pudiera hacer con este terco bellezón.

“¿Estás enfadado conmigo?”, preguntó Lan.

“No, no me enfado fácilmente.”

“A ti te gustan las chicas jóvenes e inexpertas.”

“Me gusta que ella mejore día a día. Repíteselo. Tu madre dice que si algo no me gusta, vosotras me
ayudáis”.

“Ya se lo he dicho.”

Veintiocho años, Gow –que solía ejercer como mamasan en ausencia de Ly y Lan- trató de
convencerme de que me la llevase a ella al hotel. “Yo yum-yum muy bien. Yo te doy buen masaje.”

Be estaba sentada con un blanco. Con su barba canosa y su físico rechoncho, parecía muy viejo para
ella. “Papá boom bebé”. Me dedicó un par de miradas. Echo en falta su personalidad burbujeante,
pero me siento más cómodo sin ella.

Lan necesitó usar la oratoria para hacer frente a algún tipo de crisis con varias de sus muchachas.
Cuando hubo una pausa en este motín, le deslicé veinte dólares y me marché con Ai.
196
PROMISCUO

Había sido muy optimista pensando que cuanto más hiciese el amor con Ai, más se enriquecería su
repertorio sexual. Ahora que estoy poniendo todo mi empeño, ella tendría que adquirir las destrezas.
Pronto me hará sentir lo suficientemente bien. Aún albergo la idea de tener una novia temporal,
pero me gustaría ver más cooperación y progreso por su parte en este asunto.

Escribí mientras Ai veía la televisión del país vecino, Laos. Me dijo que podía entender laosiano.
La había oído hablar khmer con Sign, mi taxista, durante el camino a casa. ¿Son estas tres lenguas
tan similares o es Ai trilingüe? Tumbada en mi cama, parecía un arreglo floral. La vita e bella!

No puedo creer que haya estado en Phnom Penh dos semanas. He pasado la mayor parte del tiempo
en mi habitación, excepto para las pequeñas excursiones a Internet, comprar, cenar y buscar coño.
Ahora que ya he encontrado la fórmula para cubrir todas mis necesidades básicas, recurro a la rutina
para llenar estos espacios. El tiempo juega sus cartas conmigo. Por un lado, después de haber visto
tan poco, parece imposible que ya haya consumido la mitad de mi visado de un mes. Por otro lado,
mientras estuve enfermo parecía que cada día se prolongara una semana.

Con mi renovado hábito de fumar marihuana, todo parece un sueño… una nebulosa.

La pasada noche, Ai y yo nos habíamos ido a dormir sin follar. Después del desayuno, hicimos el
amor a la luz de la mañana. Ai es hermosa y su coño es exquisitamente estrecho.

Abandoné todos mis planes vespertinos y me quedé en la cama viendo CNN. Racionalicé mi pereza
achacándosela a que quizás aún necesitase descanso para mi total recuperación tras la enfermedad.
Llovió un rato por la tarde. Anoche había caído un poco de rocío en mi camino al restaurante del
templo y me preguntaba cómo se movería la ciudad durante la época de lluvias. Los moto-taxis son
el único medio viable de transporte, pero con la lluvia debe ser un caos. Hoy es aún ocho de mayo.
Confío en que las lluvias de junio no se anticipen. Tengo planeado pasar bastante tiempo más en
Camboya, ahora y en el futuro, pero no pienso hacerlo durante la época de aguaceros.

¡Qué diferente parece todo con la lluvia! Las polvorientas calles de ayer se veían hoy convertidas en
un repertorio de charcos de barro, inundadas y difíciles de transitar. En la cena, Vesana me dijo que
esto era un anticipo de la temporada de lluvias. Yo esperaba que se tratase tan solo de una tormenta.
Es el húmedo monzón el que me llevará este verano de vuelta a Europa desde Filipinas. Ya he
vivido en el sudeste asiático durante la época lluviosa y no me importa mucho la lluvia en sí. Lo que
detesto al andar es chapotear en el agua sucia de las calles inundadas. Si sigo realizando mi anual
peregrinación a Europa, la temporada de lluvias es el momento óptimo para ello.

Lunes noche, aunque había ido al Dolphin con un modelo de contrato para mostrárselo, Lan no
estaba allí. Lin, otra de las chicas a las que tengo ganas de follarme, se acercó y se frotó contra mí.
Con mi pierna derecha entre las suyas, le acaricié el coño con la rodilla a través de la fina tela de sus
ceñidos pantalones blancos. Tras darle veinte dólares a la mamasan interina, me marché con Ai.

197
PROMISCUO

Ai comenzaba a parecerse a una novia. Vio la televisión mientras yo trabajaba con mi portátil. Más
tarde, jugamos al solitario con el ordenador en la cama. Gané dos veces seguidas. Curiosamente, el
juego de cartas electrónico era un territorio común donde los dos nos encontramos intelectualmente.
Aunque no compartíamos el idioma, podíamos interactuar y entendernos entre nosotros mediante el
juego. Disfrutábamos ayudándonos el uno al otro a vencer a la máquina.

Por tercera noche consecutiva, nos fuimos a dormir sin practicar sexo. Me temí que había
sentado un precedente terrible, aunque no me preocupó. Me sentía cansado. En Filipinas,
sólo me follaba a Emily una vez al día, aunque ella me proporcionaba largas mamadas
por la mañana y por la noche. Me la mamaba tanto como yo deseaba y cuando yo
deseara. Tragaba profundo y chupaba con ganas. La echo de menos y también echo de
menos follar sin condón como hago con ella, mi novia filipina.

Martes por la mañana, tras comer fruta y limpiar, volvimos a la cama. Ai me sorprendió
sugiriendo: “Bang yum Ai.” No me había zampado a Ai desde que Be dejo de dormir
con nosotros.

“Bang yum Ai; Ai yum Bang”, repliqué, tirando de ella hacia los pies de la cama.

Dispuestos en la posición del sesenta y nueve, lamí y chupé su clítoris. Ai se excitó,


retorciéndose, pero no chupó durante mucho tiempo.

Follamos y Ai estaba muy húmeda. Húmeda y estrecha. Alzó las piernas y aguantó
bombeo durante un dulce y largo rato. En cierto momento, la sujeté y me dejé caer hacia
atrás con ella en mi regazo. Me siguió. Estar sobre mí era otra cosa que Ai no
había vuelto a hacer desde Be. Con Ai arrodillada a horcajadas sobre mi pelvis, bombeé
en su interior pensando en correrme. Como ya había sucedido en anteriores ocasiones, Ai
se quejó de molestias en sus entrañas. Tal vez estoy demasiado dotado. Emily tiene el
mismo problema, aunque acepta mi juguete de todos modos. Emily es menudita, pero Ai
es alta para ser oriental. Ya sea por su inexperiencia o por su propia anatomía, yo toco
fondo. Le anuncié que quería correrme y que me vendría enseguida, pero me pidió que
parase y así lo hice.

Mi vello púbico estaba empapado con su flujo. “Yum Ai” había sido una idea estupenda.
Una pena que ella no me gratificara con una buena mamada. Ai se ha vuelto más
cariñosa, pero aún le falta mucho para ascender a la Secretaría Mayor de Felaciones
(pongamos como hipotético ejemplo).

Antes de que Ai se fuera, le pregunté si quería volver a dormir conmigo esta noche. Respondió con
una sonrisa y una elevación de cejas. Intenté hacerla comprender que me gusta que me la chupen
durante largo rato. Consideré amenazarla con no ir, aunque realmente no estaba dispuesto a hacerlo.
Ai es bella y fresca, es maravilloso tenerla cerca. Si amenazo con dejarla plantada, podría perderla
y no estoy dispuesto a dejarla escapar.

198
PROMISCUO

Me estoy volviendo formal. Soy tildado a menudo de promiscuo y a veces me comporto como tal,
pero también soy un romántico incurable. Todavía sueño con vivir feliz cerca de una belleza con la
que tenga buena complicidad, deseo instalarme con una sola chica si alguna me cautiva de veras.
Me gusta Ai. Si hablase su lengua y pudiera conocerla mejor, probablemente no querría quedarme a
vivir con ella para siempre, pero he de reconocer que me encanta estar con ella en este momento.

Un tumulto estalló a la noche por fuera del restaurante. Se apelotonó una multitud tan densa en la
acera, que no pude ver lo que sucedía. Uno de los cocineros imitó gestos pugilísticos para indicarme
que había habido una pelea. Cuando la gente se apartó, vi a una chica sentada en una banqueta
sujetándose la cabeza con las manos. Estaba cerca y pude ver que la sangre salpicaba su blusa.

Mientras curioseaba, la chica se desmayó y estuvo a punto de caerse del taburete. La gente la sujetó.
Sus ojos se pusieron en blanco. Había otra mancha de sangre en el suelo. Era espantoso. Uno de los
muchachos chinos del restaurante la agarró por las axilas y trató de levantarla. Estaba totalmente
fláccida y él era incapaz de alzarla solo. Alarmado, di un salto y le cogí las piernas por detrás de las
rodillas. Entre los dos la conseguimos levantar y la introdujimos en el restaurante. Mi intención era
que la llevásemos a través del restaurante hasta el templo, donde podríamos tumbarla y reanimarla.
El cocinero indicó que la volviésemos a dejar en la acera, donde otro chico la sujetó por las piernas
y yo me aparté. Se la llevaron a la calle, donde fue de nuevo ocultada por la multitud.

El muchacho chino que la había intentado ayudar regresó y pedaleando con las manos me comunicó
que se la habían llevado al hospital en un ciclo. Pregunté a unos estudiantes si eran dos chicas las
que se habían peleado y me dijeron no, que un policía la había golpeado con una banqueta metálica.

Más tarde, cuando le relaté el incidente a Vesana, me dijo: “Hay muchos matones en Phnom Penh.”

Mientras hablaba con July, uno de los amigos de Sony, me quedé extasiado con una alta y esbelta
chica khmer. Se movía con elegancia, sexy. Pensé aproximarme a ella, pero desapareció calle abajo
dentro de un aula. Tenía la esperanza de volver a toparme con tan hermosa e inquietante muchacha.

Me alegró encontrar en el Dolphin a Lan, la bella hija de la mamasan. “La última vez me dijiste que
querías chuparme y follarme. ¿Por qué me dijiste eso? ¿Bromeabas o es que realmente te gusto?”

“No creo que me gustes. Yo ya tengo novio.”

“Ah, conque estabas bromeando. Pues yo no bromeo: me gustas.”

Le mostré a Lan el modelo de contrato, indicando que requería de la firma de un testigo y le sugerí
que fuese ella la testigo. Lan dijo que no había entendido y que no creía que pudiese fotografiar a
las chicas del club. Le recordé que Ly me había dado su OK y le dije a Lan que discrepaba con ella.
Argumentó que las chicas eran de su madre y me invitó a que fuera a su casa para discutirlo con Ly.
Acepté estar allí mañana sobre las siete y agradecí la invitación.

199
PROMISCUO

Le deslicé veinte dólares y le pedí a Lan que charlase un poco con Ai acerca de su escaso yum-yum.
Ai no pareció muy feliz con el comentario, pero Lan le trasladó que yo no quería cambiar de chica.
Con suerte, la pequeña charla de Lan se traduciría en hechos. También le planteé la posibilidad de
una tarifa semanal para mí y la de llevar a Ai a visitar Angkor Wat remontando el Río Mekong.
Lan contestó que podría llevar a Ai conmigo a Siem Reap para visitar los viejos templos de piedra.
Acordamos hablar con su madre sobre todos estos asuntos mañana por la tarde-noche en su casa.
Disfruto de un estatus especial con este equipo de madre e hija.

Nos fuimos de nuevo a la cama sin hacer el amor, pero tuvimos una buena sesión tras el
desayuno. A Ai le gusta repetir lo que ya hemos practicado con anterioridad. Igual que
ayer, realizamos un sesenta y nueve. Esta vez, invirtió más tiempo chupándomela. Tuvo
mi polla en la boca durante casi todo el tiempo que yo estuve lamiéndole el coño. Al
ponerme de rodillas y acercar mi eje a su boca, ella mamó más. Al parecer, la pequeña
arenga de Lan había surtido efecto. Ai me la chupó mejor y por más tiempo que nunca
antes. Sus mamadas todavía no eran la panacea, pero iba mejorando.

Antes de correrme, Ai me pidió que parara. Esta vez no dejé que se saliera con la suya.
Su coño era suave, cálido y prieto; así que fue fácil correrme pronto, en cuanto advertí
que ella quería acabar.

Follé con Ai y pensaba en Emily. La imaginé a cuatro patas, con su culo y su coño
apuntando hacia el futuro y yo sobre ella deslizando mi enhiesta polla dentro y fuera con
una leve flexión de rodillas. Sufro y echo enormemente de menos a mi novia mientras me
follo a este nuevo amor.

Notaba a Ai más suelta. Quizá sea esto, no la charla de Lan, lo que ha mejorado su forma
de mamar. O tal vez ambas cosas hayan ayudado. Si Ai continúa progresando
favorablemente, seguiré con ella. Todavía estoy prendado de su preciosa cara y de su
esbelto cuerpo.

Antes de irse, Ai confirmó que quería que volviésemos a dormir juntos. Parece que, temporalmente,
tenía novia por veinte dólares al día. No quiero ni pensar en sus tejemanejes con otros clientes
cuando yo me vaya, pero es cierto que Ai está aprendiendo definitivamente a follar y a mamar bien.
Adoro la docencia… y el sexo es mi asignatura favorita.

Hoy regresó Jay de Angkor Wat con seis carretes de fotos. Quería enseñarles a su familia y amigos
que había estado haciendo en Camboya algo más, aparte de follar. El templo Angkor es majestuoso.

Se me había ido la señal del canal porno durante un par de días, pero hoy la recepcionista la había
restaurado. Los vídeos me hicieron sentir caliente y me quise hartar de follar esta noche y mañana.
Ojalá hagan sentir a Ai igual de caliente. A ella y a Be solía gustarles ver estos vídeos juntas.

David me había facilitado el número telefónico de Charles, un fotógrafo residente en Phnom Penh.
Lo llamé y quedamos en vernos en el Kelliyan esta noche a las nueve. Con mi cita a la siete con Ly
y Lan, más la habitual cita con Ai, esta prometía ser una tarde harto ajetreada.

200
PROMISCUO

Durante la tarde, las nubes se fueron poniendo cada vez más y más oscuras. A la vuelta de Khmer
Net, comenzó a chispear y cuando ya hube llegado a mi habitación, arreció la lluvia. A las cinco y
media, cuando quise ir a comer, llovía a mares. A las seis menos cuarto, casi había dejado de llover
y Sign me llevó al restaurante. Yo llevaba los pantalones enrollados hasta las rodillas y la moto de
Sign dejaba una estela a medida que se abría paso entre las fangosas aguas de las calles inundadas.

Una vez que terminé de comer, continuamos surcando el agua de las calles y nos las arreglamos
para encontrar la casa de Ly. Mientras atendía numerosas llamadas a su teléfono móvil, la mamasan
me dijo que no me permitía fotografiar a sus chicas. Ello suponía una decepción y un contratiempo.
Cuando le dije que necesitaba modelos para mi trabajo, Ly contestó que hablaría con sus amigos y
que tal tal vez podría ayudarme a encontrar otras chicas, pero no a las suyas. ¿Algo que esconder?

No persuadí a Ai para que me acompañase al Kelliyan, donde había quedado con Charles. La dejé
en la habitación y le dije que regresaría en una hora. Charles llegó casi una hora tarde. Mientras
esperaba por él, gané por un estrecho margen una partida de billar a Stanley y también a dos chicas.

Mientras hablábamos, Charles se lió un canuto y lo compartimos. Estaba fuerte. Seguimos hablando
y se lió otro canuto. No había fumado durante unos cuantos días, así que me agarré un buen lotazo.
Charles me propuso presentarme a un amigo que fotografía desnudos. Me dijo que el tipo conocería
probablemente a algunas chicas que quisieran posar para mí. Charles remarcó que las muchachas
Khmer son tímidas, y estuvimos de acuerdo en que las chicas vietnamitas parecían la mejor opción.

Eran las once cuando regresé con Ai, tras decirle que volvería a las diez. Le pedí disculpas por la
demora, pero ella se lo tomó con naturalidad. Me dio la impresión de que había estado viendo
vídeos porno mientras yo estaba fuera. Ai se había resistido a tener sexo en las últimas noches, pero
esta noche se mostró receptiva. Disfrutamos otra vez de un sesenta y nueve. Me sorprendió cuando
dijo: “No boom”, pero no me importó. Lo habíamos pasado bien saboreándonos el uno al otro.

Cuando sugerí: “Dormir, yum, boom”, Ai aceptó. Follaríamos por la mañana. Aún me sigo
sintiendo algo débil, así que no me vendrá mal preservar mi semen hasta mañana por la
mañana al despertar. En tal estado de fragilidad, correrme una vez al día es
más que suficiente.

El jueves por la mañana, Ai no quería que le comiese el coño. Le chupé las tetas, ella me
chupó la polla y follamos. Su estrecho coñito era maravilloso. Le permití marcharse a las
doce menos cuarto. Los oscuros nubarrones hacían presagiar que llovería de un
momento a otro. “¿Chung toi dormir?” ¿Nos acostamos? Le pregunté bromeando. Ella
sonrió y asintió con la cabeza siguiéndome el juego.

Puta lluvia. Necesito salir a hacer algunas fotos para ilustrar mi historia de Phnom Penh. Espero que
escampe pronto. La luz no es buena y tampoco puedo llevar mis cámaras por la ciudad con la lluvia.

201
PROMISCUO

Por la tarde, Jay y yo fuimos al Foreign Correspondents Club a ver una exposición fotográfica a
cargo de Al Rockoff, el fotógrafo interpretado por Jon Malkovich en “Los gritos del silencio”.
Sus fotos eran impactantes. Los Jemeres Rojos le habían permitido a Rockoff sacarlas. Me quedé
estupefacto al comprobar que muchos de los soldados Khmer Rouge eran niños armados. Estos
niños habían sido los peones de los endemoniados líderes Khmer Rouge durante la orquestación del
atroz genocidio acontecido en Kampuchea. O sea, que estos niños son hoy los hombres de ahí fuera.

Jay y yo nos fumamos otro porro en la terraza del FCC y vimos los barcos en el río bajo nosotros. A
lo largo de la orilla, enormes banderas de una docena de países ondeaban colgadas de altos mástiles,
aportando una nota de color al panorama.

Jay se quedó en el FCC para engullirse una cena de diez dólares y yo me fui al templo a degustar mi
comida vegetariana por cincuenta y cinco céntimos de dólar. Estaba deliciosa, como siempre.

Sony casi me vuelve loco intentando aprender la pronunciación correcta de dos palabras: “dispute”
y “argument”, una y otra vez. Intenté convencerle para que cambiara de palabras, pero Sony volvía
a estas dos como si fuesen para él en ese momento las dos palabras más importantes del mundo:
[dis’pju:t dis’pju:t dis’pju:t dis’pju:t dis’pju:t] [‘a:gjumәnt ‘a:gjumәnt ‘a:gjumәnt ‘a:gjumәnt]

-26-
Ai y Hue

El jueves noche en el Dolphin, Lan coqueteó conmigo de nuevo. La acaricié como de costumbre y
me dijo que su novio inglés ya era cosa del pasado. Lan hace prácticas en una oficina y va a nadar
cada noche después del trabajo. Le dije que podía tomar su baño nocturno en mi cama. No me dio
una respuesta clara, pero me dijo que yo le gustaba. Estoy seguro de que seguiremos coqueteando,
de lo que no estoy tan convencido es de que pueda llevarme a la cama a la bella hija de la mamasan.

202
PROMISCUO

Una linda muchacha que nunca antes había visto me llamó la atención. Esto es sólo un eufemismo:
una de las mujeres más bellas que jamás haya conocido acababa de aparecer en mi vida. Sus rasgos
clásicos eran como una mezcla entre las geishas de Kyoto y las concubinas del emperador. Lan me
presentó a Hue [“inteligencia”] como una nueva chica recién llegada anoche de Vietnam. Lan y Hue
parecían no ser conscientes de su excepcional belleza. Fingiendo indiferencia, le pregunté a Lan que
qué le parecería a Ai llevarnos a la chica nueva con nosotros. Yo estaba ansioso… Para mi alivio y
placer, Ai se mostró entusiasta con la proposición. A Hue también pareció gustarle la idea.

Yeu había vuelto y hable con ella, pero esta vez no la encontré tan atractiva como creía recordarla.
Estaba feliz de tener a Ai y a Hue. Dejé a mi amigo Jay en el Dolphin con otra de las chicas nuevas
aferrada a su brazo y Lan gestionando el acuerdo para que se fueran los dos juntos a ‘dormir’.

Sentados detrás de nuestro motorista, Ai, Hue y yo nos dirigimos al hotel por las calles de Phnom
Penh. Mientras rodábamos bajo el resplandor de las vetustas farolas dejando atrás las mansiones
coloniales, me reí de mí mismo y negué con la cabeza fascinado e incrédulo por tener tan buena
suerte. Si esto es un sueño, no quiero despertar jamás.

Ya en mi habitación, las chicas se comieron un plátano y luego tomaron una ducha juntas.
Cuando salieron de la misma, yo tenía conectado el canal porno y ellas se mostraron muy
interesadas en dos tíos follándose a una chica. La chica le realizaba a uno de ellos una
buena mamada y le dije a Hue que Ai sabía hacer lo mismo. Ai estuvo de acuerdo en que
la chica del vídeo la mamaba muy bien. Su actitud positiva me animó a pensar que Ai iba
a hacer un buen papel como hermana mayor.

Conmigo recostado contra la cabecera de la cama, las chicas me chuparon la polla.


Primero lo hizo Ai para mostrarle sus conocimientos a Hue. Daba la impresión de que Ai
quería enseñarle a Hue lo que era capaz de hacer ‘sin manos’. La chupó mejor de lo
habitual, lo cual me hizo sentir satisfecho. Quería que Ai fuese un buen ejemplo. Cuando
le tocó el turno a Hue, me hizo gemir rápidamente. Mamó duro largo rato. Me rozó varias
veces con sus dientes, pero hasta eso me hizo sentir excitado.

Ai es preciosa, una modelo preciosa, y su coño es estrecho y agradable, pero su


comportamiento deja bastante que desear. Mientras que Ai es una muchacha obstinada,
Hue se mostró realmente sumisa.

Hue aceptaba muestras de afecto, como abrazos y besos en el cuello y en los hombros.
Su voluntad para mamarla durante largo rato también contrastaba con las breves
mamadas de Ai.

Hue es incluso más guapa que Ai. Su fina nariz y su dentadura perfecta pulían un rostro
ovalado, con pómulos altos y cautivadores ojos oblicuos de gatita que se inclinan hacia
arriba en sus vértices. Hue es tan esbelta como Ai y tiene unas tetas grandes y bonitas.
Las tetas de Ai no son grandes, pero son preciosas y bien proporcionadas para su
complexión. Ambas chicas tienen una atractiva tez bruñida. Hue es más clara de piel que
Ai.

203
PROMISCUO

Hue se quitó la toalla cuando se unió a nuestro juego, algo que Ai aún no había hecho.
Sentí un gran cariño por Hue y quise comerle el coño. “Bang yum Hue; Hue yum Bang”,
propuse. Nos colocamos en posición de sesenta y nueve y comenzamos a devorarnos
mutuamente. El chochito de Hue sabía tan delicioso que era casi imposible de creer y se
puso húmeda en un momento. Qué tesoro.

Igual que hacía con Be, Ai manipuló la sesión para que Hue realizara la mayor parte del
trabajo. Esta noche no me importó, quería disfrutar de mi nueva chica. Ai quiso
que me follase a Hue y que Hue reposase su espalda contra la de ella. Seguí sus
indicaciones, aunque en realidad no me gustó la idea y Ai lo sabía. La cara de Hue reveló
dolor y tensión cuando tratamos de introducir mi polla en su extremadamente estrecho
chochito. Con un suave masaje, traté de relajar sus piernas y su vientre, pero ella lo
estaba pasando mal. Ai se sentó detrás de Hue, abrazándola y alzándole las piernas
hacia atrás, pero sólo conseguimos introducir la mitad de mi herramienta.

Hablando sólo en español, le dije a Ai –aunque no lo entendiera- que ella no lo sabía todo
acerca de hacer el amor, que yo sabía más que ella y que sería mejor que Hue estuviera
sentada sobre mí, no tumbada como ella había propuesto. Cuando una chica de agujero
estrecho tiene problemas con el tamaño de mi polla, me gusta empezar con ella encima.
La chica sabe que debe de introducírsela entera, por lo que yo sólo tengo que tumbarme
boca arriba y dejar que sea ella misma la que se deslice mi polla hasta que la tenga toda
dentro, haciéndolo a su propio ritmo.

Conmigo tumbado sobre mi espalda, Hue se colocó a horcajadas sobre sus rodillas. La
ayude a introducir la cabeza de mi polla en su pequeño y húmedo chochito y me volví a
tumbar hacia atrás. Dio resultado. Poco a poco, deslizó mi dura polla dentro de su cuerpo
hasta que tuvo todo el juguete en su interior.

Me recordó a mis primeras chicas vietnamitas, las dos hermanas. Hue se sustentaba en
su rodilla izquierda mientras se impulsaba apoyando el pie derecho contra el colchón,
mientras que Ai estaba arrodillada detrás de Hue. Restregando sus tetas contra la
espalda de Hue y sus manos en la cintura de esta, Ai la ayudaba a deslizarse arriba y
abajo. Un poco más despacio y con deslizamientos más largos sobre mi eje habría estado
aun mejor.

“Bang boom Hue; yum Ai”, dije y Ai se desplazó desde detrás de Hue hasta sentarse
sobre mi cara. Atrapé su clítoris en mi boca y lo chupé y lamí con insistencia. Al mismo
tiempo, Hue frotaba su coño contra mi pelvis una y otra vez. Era tan sólo un pequeño
aunque constante y firme movimiento que ella mantuvo mientras yo le comía el coño a Ai.
Había una correspondencia entre las respuestas del coño de Ai en mi boca y el coño de
Hue en mi polla. Mi pasión las interconectaba.

Hue se adhería con fuerza a la base de mi polla y era difícil para mí propinarle el estoque
largo que me habría llevado hasta el orgasmo. No se deslizaba hacia adentro y hacia

204
PROMISCUO

afuera. A veces alzaba mi culo de la cama e intentaba moverme yo mismo dentro y fuera
de su coño, pero Hue estaba soldada a mí.

Finalmente la tumbé boca arriba. Con Ai acariciándola y ayudándola a acomodarse, le


propiné a Hue largas embestidas. Estuvimos así durante un rato y me emocioné con la
estrechez de su coño y la visión de estos dos bellezones dándome placer. Hue parecía un
poco abrumada por el tamaño de mi polla y entre las dos acordaron: “No boom.”

Yo les dije: “Bang boom Ai; yum Hue.” Me quité el condón y me lavé, entonces las
muchachas se dirigieron al baño y se lavaron también.

Cuando regresaron a la cama, Ai repitió: “No boom.”

Le expliqué en términos muy claros lo que pensaba al respecto. Le dije que había pagado
cincuenta dólares por dos chicas y que quería correrme. Aunque no entendió mis
palabras, sí captó el mensaje.

“No boom”, repitió. Mostré cara de disgusto y Ai dijo: “OK, boom.”

Me la follé tumbada boca arriba, como de costumbre. Hue yacía en diagonal sobre el
pecho de Ai. Pude chuparle el chocho a Hue y bombear mi polla dentro del prieto
coño de Ai al mismo tiempo. Estuvimos así durante unos cuantos minutos pero, en el
proceso de cambio de postura, golpeé sin querer con el codo el ojo de Hue. Ella se llevó
las manos a la cara y me asusté. Ai me dijo que Hue estaba bien, pero ella continuó
tocándose la cara y se alejó de la escena erótica. Me quedé preocupado y esperaba que
no hubiera un moratón ni que el dolor persistiese. Mientras Hue miraba, me deslicé dentro
y fuera del estrecho coño de Ai. Follamos durante un buen rato, pero antes de correrme,
Ai me dijo de nuevo: “No boom” e intentó apartarme. Al principio me resistí,
pensando en correrme, pero Ai hablaba en serio y la respeté. No me dolería reservar el
semen hasta mañana.

Las viejas enseñanzas taoístas chinas sugieren que un hombre no debe correrse cada vez que folla.
Ellos recomiendan que un hombre debe disfrutar del sexo en abundancia, pero preservar su ching,
conservando así su potencia.

A la mañana siguiente, desayunamos mangos, plátanos y coco. Era muy agradable tener
a Hue con nosotros. Yo me sentía agasajado por la serenata melódica del idioma
vietnamita hablado por un par de bellas muchachas otra vez. Las pibas volvieron a la
cama y conectaron el canal porno. Vimos un vídeo americano con al menos cinco chicas y
dos o tres tíos. Dos de las chicas eran negras. Vimos una mamada realmente
espectacular en este vídeo y yo les hice un gesto a Ai y a Hue invitándolas a practicar
conmigo. Ellas observaron con interés y ambas comenzaron a chuparme la polla mientras
seguíamos disfrutando del vídeo. Ninguna de las dos hizo un gran trabajo, pero Ai
continuaba mejorando y Hue parecía tener una aptitud natural para la felación.

205
PROMISCUO

Las chicas del vídeo se masturbaron unas a otras con consoladores. Esto me dio una idea
y saqué mi dildo vibrador. Zumbé primero el pubis de Ai y luego el de Hue, reaccionaron
con escepticismo.

A sugerencia de Ai, posicionamos el culo de ambas chicas a los pies de la cama.


Arrodillado en el suelo detrás de ellas, me las zampé, lamiendo y chupando el coño de
una de ellas durante un tiempo y luego alternando una y otra vez de una a otra. Mientras
le comía el coñito a Hue, friccioné el dildo contra el clítoris de Ai. A ella le gustó y no
intentó apartarlo. Cuando pasé a comerle el coño a Ai, puse el vibrador en el clítoris de
Hue. Ai animó a Hue a que me dejara hacerlo, daba mucho placer.

Me senté contra la cabecera de la cama, indicando que quería que me la mamasen más.
Lo hicieron, pero Ai decidió que era hora de follar y que ella sería la primera en hacerlo.
Señalando hacia los dos condones de la mesita de noche, propuse: “Bang boom Ai. Bang
boom Hue.”

“OK”, aceptó Ai por las dos.

Cuando comencé a follármela, tumbada sobre su espalda como de costumbre, le propuse


a Ai: “Boom Ai; yum Hue.” Tumbamos a Hue junto a Ai, de tal modo que yo podía
chupar su delicioso coñito mientras me follaba a Ai. El coño de Ai sabía sensacional,
como siempre. Alcé su pierna para dejar libre el campo de visión de Hue, así ella podría
ver mi polla entrando y saliendo del estrecho coño de Ai mientras le iba comiendo el
chocho a ella.

Tras una larguísima sesión, Ai pidió: “Boom Hue.”

Miré a Hue y estaba preparada. “OK.”

Me lavé la polla y Hue me la chupó un poco antes de que me la follara. Otra vez, fue difícil
meter mi estaca dentro de Hue. La expresión de su rostro reflejaba dolor. Estaba rígida,
con los músculos de su culo, muslos y vientre tensos. Sólo había introducido la mitad en
su interior. Con gestos, le indiqué que si quería ponerse sobre mí de nuevo. Así es como
lo habíamos logrado la noche pasada, pero ella prefirió seguir tumbada sobre su espalda.
Alzándole las piernas, me las arreglé para poder metérsela hasta adentro. Hue es
extremadamente estrecha, pero estaba mojada y la cosa pareció ir bien cuando
conseguimos introducir todo el grueso y el largo de mi miembro en su interior.

Ai comenzó a vestirse. Le dije: “No”, e hice gestos para que volviera a la cama. No quería.
Joder. Me concentré en el coñito de Hue, deslizándome dentro y fuera con
estocadas largas y precisas. Después de correrme, mantuve mi polla en su interior y ella
esperó. No sé si se dio cuenta de que ya me había corrido, pero aún disfruté de su
estrecho coñito mientras me recuperaba del orgasmo. Hue manejó muy bien mi polla.
Ella es un magnífico complemento para nuestro nido de amor.

206
PROMISCUO

Mientras Hue se duchaba, le pregunté a Ai: “¿Chung toi dormir? ¿Ai, Hue, Bang dormir?” Ella
aceptó mi broma con una sonrisa. Cuando Hue se hubo duchado y ambas chicas estaban ya vestidas,
le hice a Hue la misma pregunta. Ella también sonrió y asintió con la cabeza. Asia is different.

Soy un hombre dichoso, disfruto de los mejores menage a trois de mi vida, aunque los
condones impiden que la felicidad sea completa. En el escenario de mis sueños, saco la
polla del coño de una chica y la meto en el de otra sin lavarme ni cambiarme el condón,
intercambiándolas una y otra vez a mi antojo. En el sueño le doy unas cuantas
acometidas a una chica, luego me paso a la siguiente y le dedico otras cuantas. Ai y Hue
son demasiado limpias como para intentar hacer eso con ellas.

Ellas piden que follemos con condón y, además, aún tengo sentimiento de culpa por
haberme tirado sin condón a Be. He traicionado a mi filipina. Todo lo que Emily me pidió
para mi viaje a Tailandia y Camboya fue que usase condón cuando me follara a una
chica. Emily es una novia increíble.

Ai y Hue son muy guapas y yo soy feliz. Esta es la magia de Camboya. Las chicas vietnamitas son
bellas y complacientes. Debe de haber otras razones para visitar Vietnam, pero tengo entendido que
Camboya es el mejor lugar para follar con chicas vietnamitas. No tengo necesidad de ir a Vietnam
por ahora. Aunque esté realmente cerca de Saigón, probablemente regresaré de nuevo a Tailandia.
He estado a punto de viajar a Vietnam durante años, pero estoy disfrutando demasiado de Phnom
Penh como para marcharme. ¿Cómo me voy a ir de aquí? ¿Cómo voy a renunciar a la felicidad que
estoy experimentando con Ai y Hue? Otra vez, como sucedió con Be, soy reacio a abandonarlas al
servicio de los clientes de su mamasan. La relación que tenemos entre los tres es algo maravilloso.
Un aura de belleza e inocencia rodea nuestra vida sexual.

Ly y Lan, la mamasan de las chicas y su hija, tienen una perspectiva diferente. Ellas me ven como
un buen cliente y como un profesor que entrena a sus chicas nuevas en el arte de mamar y de follar.

El jueves al mediodía Jay me llevó al mercado ruso. Vimos algunas bonitas antigüedades Khmer a
buen precio. En una de las tiendas de antigüedades conocí a una guapa dependienta llamada Kunth
[“aroma”]. También vi infinidad de prendas de vestir chinas a bajo precio. Aunque el mercado está
cubierto con chapas de metal ondulado, una lluvia torrencial inundó gran parte de la superficie.
Si esta no es la temporada de lluvias, es una imitación endiabladamente buena de la misma.

Más tarde, cuando Sign me llevó en su moto a comprar fruta y cocos, circulamos con los pies en
alto y los pantalones remangados. Navegamos como un barco por las inundadas calles de la ciudad.

Pregunté por Lan en el Dolphin, pero no se encontraba allí. No vi a Ai y Hue. Fuera, en la terraza,
hablé con una bella camboyana a la que le había echado el ojo la noche anterior. Lan me había
dicho que esa no era una de las chicas de su madre. Esta noche, la chica me confirmó que es khmer.

207
PROMISCUO

Lan y el resto de las muchachas son todas vietnamitas. Justo en ese momento, Ai y Hue salieron a la
terraza. Al verme acompañado, Ai pareció molesta. Al parecer, se había puesto un poco celosa.
Pagué veinte dólares por cada una de mis dos chicas a una mamasan interina y nos marchamos.

Sign esperaba abajo y nos llevó de vuelta a casa. Éramos cuatro de nuevo en la moto. Ver motos
sobrecargadas es algo normal en Camboya y en Tailandia. Mientras circulábamos, con el culito de
Hue contra mi entrepierna y mi nariz en su oloroso pelo recién lavado, pensé en mi buena fortuna.
Me costaba creerlo. Ai y Hue son preciosas y dulces. Sé que pago, pero Ly y Lan me proporcionan
las mejores chicas que me puedan ofrecer. Me habían mostrado a todas sus chicas nuevas y me
habían permitido elegir a las que más me gustaban. Estas dos eran maravillosas, sin lugar a dudas.
A veces los sueños se hacen realidad.

Una vez en la habitación, les di a cada una de las chicas un elástico del pelo que había comprado en
el mercado ruso. Había comprado un envase de una docena de estos para mis modelos fotográficas.
Ai lo deslizó por su dedo anular, simulando que le había comprado un imaginario anillo de boda.
Con gestos, le pregunté si quería que nos casáramos o sólo estaba bromeando. Ai sonrió y agachó la
cabeza, seguro que entendió lo que le decía. Quizás le atraiga realmente la idea de ser mi esposa.
¿Quién sabe? Ella es lo suficientemente guapa, pero dudo que nuestra relación se convierta en algo
más que lo que es ahora, sea lo que sea. Esto me hace sentir como si tuviéramos algo más que una
relación meramente comercial. Soy su primer amante (exceptuando al amigo chino de Ly que paga
cuatrocientos dólares por desvirgar a sus nuevas chicas) y disfruto enseñándola a hacer el amor.
Hue es un complemento interesante en la relación, le pone picante a nuestra química. Las cosas son
con ella más apasionadas. Me alegro de que esté con nosotros y Ai parece pensar lo mismo que yo.

Esta noche introdujimos una novedad, hicimos un intento serio por comunicarnos acerca de hechos
que no fuesen sólo el sexo, la comida y el dinero. Ai me sorprendió usando mi libro de frases
vietnamitas a la inversa. Estaba escrito para hablantes de español. En la sección de familia, señaló a
unas frases concretas. Me preguntó si estaba casado y si tenía hijos. Respondí francamente: “No”,
en ambos casos. Del mismo modo, me preguntó que si tenía hermanos y hermanas, y le respondí
que tenía un hermano. Me preguntó mi edad. Cuando yo les formulé a ellas la misma pregunta,
ambas mostraron dieciocho dedos. Aunque Ly me había informado de que los dieciséis es una edad
adecuada para las autoridades locales, yo jamás me voy con chicas menores de dieciocho años y
este juego de preguntas y respuestas me reafirmaba en la certeza de que Ai y Hue no eran menores.

Cuando hicimos el amor, las chicas se turnaban para chuparme la polla. Parecía haberse
instalado una sana rivalidad entre ellas, no por robar mi afecto sino por demostrar ser
competentes en aquello que hacían. Están comenzando a chupármela como las chicas de
los vídeos porno. Pretendo que las mamadas sean más hondas y duraderas, pero esta
noche ellas la mamaban más profundo que antes y durante mucho más rato. Ai propuso
que ambas chicas pusieran sus culos a los pies de la cama de nuevo y yo me arrodillara
en el suelo para chupar sus coñitos. Querían que yo boom primero a Hue.

A ratos, Ai desapareció en el baño y, por momentos, Hue se sentó a los pies de la cama
mientras me estaba cepillando a Ai. Las hice que se comprometieran a realizar un mejor

208
PROMISCUO

TRÍO por la mañana. Les dije que quería que permaneciésemos los tres juntos y activos
todo el tiempo mientras follamos.

Algo de la actitud obstinada de Ai se le había pegado a Hue. Por otra parte, Ai había
guiado muy bien los pasos de Hue, haciendo de ella una participante activa en todo lo que
se proponía, incluidas las felaciones, los cunnilingus y el folleteo. Me había enfadado con
ella por el mal ejemplo que a veces daba, pero Ai había sido clave en que esto fuese tan
bueno como es… y es realmente bueno. Tengo que darle las gracias por ello. Siento
como si Ai y yo fuésemos una sólida pareja con una nueva compañera de juegos. Creo
que ella disfruta de Hue tanto como yo, aunque de distinto modo.

El sábado por la mañana, tras el desayuno de fruta, retozamos. Llamé a recepción pidiendo un vídeo
especialmente obsceno que había visto el viernes al mediodía y traje mi dildo vibrador a la cama.

Les comí el coñito a ambas y las estimulé con el vibrador. Ai y Hue me la chuparon
bastante bien otra vez. Nuestro trío funciona mejor a medida que las chicas van ganando
más confianza en mí, aunque aún se resisten a las posturas. Esto debe de cambiar.

Me follé primero a Ai, boca arriba sobre la cama. Tenía a Hue arrodillada detrás, con sus
tetas contra mi espalda y empujándome el culo. Como era habitual, Ai estaba húmeda y
prieta. Cuando decidió que ya era suficiente para ella, me lavé, me puse otro condón y me
empecé a follar a Hue. También Hue estaba húmeda y era quizás más estrecha que Ai.
Penetrar a Hue aún costaba un poco pero, una vez acoplada, se manejaba con soltura.
Cuando llevábamos un rato, Hue dijo: “No boom.”

Les expliqué que quería correrme y pregunté: “¿Boom Ai?” Ai, que estaba arrodillada
detrás de mí restregando sus tetas contra mi espalda tal como les había explicado que
hicieran mientras libraban, le solicitó a Hue que me dejase terminar. Les prometí que
me correría pronto. Bombeé mi polla dentro y fuera unos cuantos minutos más y expulsé
mi carga de profundidad en el interior de Hue.

Les di a las chicas su propina habitual de dos dólares para cada una. Ai nunca estaba contenta con
esta cantidad, pero yo le recordaba que ya había pagado veinte dólares por cada una de ellas y que
su mamasan me había dicho que no necesitaba pagarles ningún extra a las chicas. Estaba pagando
un total de cuarenta y cuatro dólares, y Ai estuvo de acuerdo en que eso es un montón de dinero.
Sinceramente creo que Ai agradece su propina diaria. La animé a que gastara un dólar y ahorrara
otro de los dos que le daba cada día. Aparte de esto, también les daba veinticinco céntimos para el
moto-taxi.

Yéndose conmigo cada noche, Ai y Hue debían de ser las chicas más continuamente empleadas del
club. Puede ser que esté gastando más dinero en coños que ningún otro tío en Phnom Penh, donde
puedes agenciarte un ‘tiempo corto’ por tres o cuatro dólares en cualquiera de los miles de burdeles.
A mí no me gustan las chicas con demasiados kilómetros. Nunca me gustaron los burdeles –disfruto

209
PROMISCUO

más en mi habitación de hotel- y estoy gozando inmensamente de la frescura de mis dos caramelos.
Su forma de actuar parece corroborar la afirmación de Ly y Lan de que estas chicas no han tenido
ningún cliente antes que a mí. Estoy empezando a sentir una manera peculiar de amor por ellas. Ni
siquiera entiendo su lengua, pero no hay nada que me satisfaga tanto como sentirlas a mi alrededor.

Anoche bromeamos con la idea de llevármelas a ambas a Europa. Me informaron de que la madre
de Hue le debe a Ly trescientos dólares y la madre de Ai le debe quinientos. Parecen unas cifras
ridículas como para abocar a estas chicas a la prostitución. Como primer cliente y maestro, sé que lo
nuestro es algo especial, algo diferente a la sucesión de clientes por ‘tiempo corto’ y ‘tiempo largo’
para el que Ai y Hue están predestinadas en cuanto yo desaparezca. La noche en que yo deje de ir a
recogerlas será la misma noche en la que Ly se las entregará a cualquiera que tenga veinte dólares.
Esto me molesta. Entre las dos, sus madres sólo deben un total de ochocientos dólares (unos 600€).
Si pudiera rescatarlas por ochocientos dólares, consideraría la idea de alquilar una casa aquí en
Phnom Penh para cuidarlas y mantenerlas a las dos. Les hablé sobre dicha idea de compartir una
casa los tres juntos, pero ellas no parecieron entender lo que les planteaba.

Ai me preguntó que cuándo tomaría mi vuelo de vuelta. Cuando le comuniqué que probablemente
me iría en doce días, ella pareció turbada. Me pregunto si Ai y Hue vislumbran su devenir -cuando
yo me haya ido- tan poco atractivo para ellas como yo lo presupongo.

Me pregunto si ellas también creen que lo que tenemos es algo especial y maravilloso y que me
proporciona un poco de alivio, al retrasar su futuro como prostitutas. Me veo como una primera fase
de ese futuro inminente, aunque preferiría que fuera de otro modo. Era la situación económica de
sus familias lo que las había puesto a mi disposición, pero yo les había cogido auténtico cariño.
Siempre les pregunto si quieren venirse conmigo cuando acudo al Dolphin. Ellas siempre aceptan y,
junto a su asentimiento, siempre me dedican una sonrisa. También les pregunto siempre si son
felices conmigo aquí, y ellas dicen que sí. Yo les digo con sinceridad que ambas me hacen sentir
muy feliz. La reciprocidad entre nosotros tres es patente.

¿Pagaría yo los ochocientos dólares adeudados si pudiera hacerlo? Imagino que Ly querría obtener
un beneficio considerable por dejar marchar a tal par de bellezas, no creo que las dejara marchar por
la cifra que ellas me habían revelado. Ai me confesó que quería vivir en Vietnam, no en Camboya.
Supongo que debo disfrutar de ellas ahora y considerar este como un escenario que se podría repetir
en un futuro, aunque albergo mis dudas. Ai y Hue son especiales. Si me amaran, yo las protegería.

“¿Chung toi dormir?”, pregunté. Ambas chicas sonrieron y asintieron con sus bonitas cabezas.

Me desperté con flojera de vientre esta mañana. Jay había estado aquejado de diarrea y Ben me dijo
que otro par de extranjeros conocidos andaban con el mismo problema. Tal vez fuese preocupación
o follar y correrme demasiado, no lo sé. Pero lo cierto es que volvía a sentirme débil otra vez.

Me acosté al mediodía. Cuando desperté, comí mi avena y mi coco tan tarde que no luego no tenía
ya ganas de cenar. Tras revisar mi correo-e en Khmer Net y comprar provisiones, sentí náuseas y
me quedé en la habitación hasta las ocho, la hora de recoger a las chicas.

210
PROMISCUO

Esta noche no me sentía con ganas de follar. Estaba cansado y preocupado por si hubiera contraído
una nueva enfermedad. Por lo general, yo nunca enfermo. Mi enfermedad en Phnom Penh ha sido
un palo. Quería recoger a Ai y Hue. No me habría importado tomarme una noche libre y, de paso,
ahorrar un poco de dinero (algo que me preocupa), pero no quiero dejarlas ir. Si no las recojo yo,
algún otro extranjero lo hará con total seguridad. Son preciosas.

Enganchado a nuestro trío como estaba, fui al Dolphin y le di mi dinero a la mamasan provisional.
Por enésima vez consecutiva, volvimos a montar cuatro personas en la moto de Sign.

Nos lo tomamos con calma y vimos la televisión. Me quedé dormido sin darme cuenta. Desperté de
una profunda siesta y me encontré con que las dos chicas estaban en el baño dándose una ducha.
Zapeando con el mando, me topé con Rocky. Tras tanta tele camboyana, vietnamita, tailandesa y
laosiana, me apeteció ver un rato cómo Silvestre Hasta Los Talones entrenaba para el gran combate.
Aunque Ai nunca suele acceder, esta vez fueron conformes en ver la peli y los tres lo pasamos bien.

Al acabar la película y después de mi ducha, Hue parecía traspuesta y Ai sugirió que durmiéramos
todos. Estuve de acuerdo, pero le aclaré que, a cambio, quería un menage a trois de primera calidad
mañana por la mañana.

El domingo por la mañana tuve dos deposiciones líquidas. Espero no haber contraído disentería.
No había bebido agua corriente sino embotellada, tampoco había tomado bebidas con hielo, aunque
es verdad que había estado comiendo vegetales crudos y lavándome los dientes con agua del grifo.
Espero que se me pase pronto.

Ayer no llovió, pero hoy amaneció diluviando. Era la primera vez que veía llover en Phnom Penh
por la mañana. Excepto ayer, había llovido todos los días sólo por la tarde.

Tras nuestro usual desayuno de fruta, hicimos el amor. Jugué con los pezones de las dos
chicas al mismo tiempo y parecieron disfrutar con ello. Ai aferró mi polla y le dije que
quería yum-yum. Ella no se movió de su posición reclinada, pero abrió la boca a modo
de invitación. Arrodillado, apoyé mis manos en la cabecera de la cama y metí mi polla en
su boca. Mamó excelentemente, recorriendo con su mano la dermis de mi eje. Cuando Ai
indicó que era suficiente, me aparté y me arrodillé ante Hue, quien me otorgó el mismo
tratamiento oral.

Les devolví el favor, chupándoles el clítoris a ambas. Lamía un poco a una y luego me
pasaba a la otra, alternándolas. Entonces me senté entre ellas. Apoyé la espalda contra la
cabecera de la cama y les dije que quería más yum-yum. Ai agachó la cabeza y arriba y
abajo y chupó, manteniendo mi glande en su boca y acariciándome con la mano. Una vez
que Ai estaba a punto para un descanso, Hue le tomó el relevo, succionando duro y
haciéndome gemir de placer.

Cuando Hue terminó de chupar, pregunté cuál de las dos sería boom primero. Ai indicó que
ella, dije: “Boom Ai, yum Hue.”

211
PROMISCUO

“OK”, respondió Ai, aunque insistió en yacer boca arriba. Quería ser yo quien se tumbase
boca arriba, con Ai en la polla y Hue en mi cara. Ai era testaruda y finalmente cedí a
follármela tumbada sobre su espalda. Su coño es exquisito de cualquier modo que lo coja.
Traté, aún así, de alzarla y sentarla sobre mí, pero ella se hizo de rogar. Al fin accedió y
me tumbé de espaldas con ella encima. Ai apoyó una almohada en mi pecho y recostó a
Hue sobre la misma con su chochito de cara a mí. Era la primera vez que lo hacíamos de
este modo desde Be, la primera vez con Hue. Mientras lamía su delicioso coño, ella
desvió la vista hacia abajo, mirándome con sus rasgados ojazos orientales.

Mientras tanto, Ai era un ángel en mi polla. Dirigiéndola con las manos, la puse en
cuclillas y la moví hacia arriba y hacia abajo sobre mi eje. Era la primera vez que Ai y yo
follábamos así. Anoche y esta mañana le había hecho señas de que deseaba que se
arrodillara con las piernas abiertas sobre mí, después en cuclillas y más tarde a cuatro
patas. Hoy, para gran sorpresa y deleite, lo hizo todo. Después de haberme follado de
rodillas y en cuclillas a horcajadas sobre mí, se giró de cara a mis pies dándome la
espalda y –¡Oh, maravilla!- lo hizo sin dejar que la polla se saliera de su interior. A
todas estas, yo continuaba lamiendo el dulce chochito de Hue.

Volvió a darse la vuelta hacia mí y otra vez lo hizo sin permitir que mi polla se saliera de su
interior. Estaba sorprendente esta mañana. Durante toda la follada y anteriormente en su
danza alrededor de la estancia, se vio que estaba floreciendo una criatura mucho más
sexual.

Aparentemente, estaba disfrutando de mí y de mi polla. Encima y dándome la cara, Ai se


echó hacia atrás apoyándose en sus manos, una variación que me encanta. La sujeté por
los muslos y tiré de ella hacia adelante y hacia atrás, consiguiendo unas largas estocadas
dentro y fuera una y otra vez.

Gemí con nuestra follada. Esta posición, con Ai sentada sobre mi polla y Hue sentada en
mi cara, era fantástica. Había estado con dos chicas muchísimas veces, pero
hasta Be, Ai y Hue, yo nunca les practicaba el cunnilingus. Estas son tan frescas y
limpias, que realizárselo es un auténtico placer. Tras un muy largo folleteo, Ai dijo: “No
boom.” Era más que suficiente para ella.

“OK, boom Hue”, respondí. Intenté que Hue se sentase encima, pero insistió en que me la
follase tumbada boca arriba. Como de costumbre, estaba tensa al principio y le dolió un
poco insertarla en su interior. Afortunadamente, como es también habitual, ella pareció
sentirse perfectamente cómoda una vez que mi pene se hallaba entero en su interior. Alcé
sus piernas con mis brazos y le dediqué un insistente y firme traqueteo. Ai estaba de
rodillas detrás de mí, empujando mi culo. Hue es muy estrecha: es fenomenal. Tras
ensartarla durante unos cuantos minutos más, me corrí. Me mantuve dentro durante otro
buen rato, disfrutando de la placentera sensación de su coño presionando mi polla aún
morcillona en su interior.

212
PROMISCUO

Cuando alabé a Ai por haberme follado tan bien y haber probado nuevas posturas, nos
chocamos las manos. También Hue y yo ‘chocamos esos cinco’. Al preguntar a las chicas:
“¿Chung toi dormir?”, ellas sonrieron, asintiendo con la cabeza de manera entusiasta.

Tal vez debería de economizar, llevándome sólo a una de ellas o incluso pagando el ‘tiempo corto’
a cinco dólares, pero estoy enganchado. Cuando las miro, no sabría a cuál de ellas podría renunciar.
Me pregunto cómo sería volver a estar a solas con Ai, ahora que su progreso es favorable, pero miro
a Hue y también a ella la quiero. Bien, ellas están felices y yo también lo estoy. Es solamente dinero
y esta se ha convertido, sin lugar a dudas, en una de las mejores experiencias sexuales de mi vida.
Es el escenario que había vivido en mis sueños antes de recalar en Phnom Penh.

¿Volveré a ser dichoso de nuevo en Filipinas? La conocemos como la “tierra de los sueños”, donde
puedes hacer cualquier cosa que quieras mientras te quede dinero; pero allí nunca me sentí tan bien.

No hay chicas vietnamitas en Filipinas. Aunque allí he disfrutado de mamadas maravillosas con dos
tías al mismo tiempo, nunca antes había tenido chicas como estas. Su mirada y la inocente frescura
que comparten conmigo son adorables. Estoy disfrutando colosalmente de mi rol como tutor sexual.

Tras un par de evacuaciones líquidas más, me notaba débil y preocupado. Sintiéndome tan mal y
con el restaurante cerrado los domingos de todos modos, me quedé sin cenar por segunda noche.

Recogí de nuevo a Ai y a Hue. Lan estaba en el Dolphin y hablamos durante algunos minutos.
Acababa de regresar de unas vacaciones en Sihanoukville, en el Golfo de Siam. Le pregunté si Ai
regresaría a Vietnam y Lan me respondió que Ai quedaría libre cuando saldara la deuda que tenía
contraída con su mamasan. Cuando le consulté que a cuánto ascendía esa deuda, Lan me respondió
que eso tenía que preguntárselo a Ly, su madre.

Vimos la televisión en mi habitación. Les dije a las chicas que no me sentía bien: “No boom, ¿OK?”

El lunes por la mañana amaneció con lluvia y otra deposición líquida. Después del desayuno, ambas
chicas me mamaron la polla. Me follé a Ai y después a Hue. Me hacía falta empezar a economizar,
pero todavía no sabría elegir de cuál de las dos chicas podría prescindir.

Necesitaba más fotografías para ilustrar mi historia de Phnom Penh, pero hoy la luz no era buena.
Aunque había dejado de llover, el cielo seguía nublado y tenía miedo de que se mojara el equipo.
Además, mi nivel de energía era mínimo. Queda solamente una semana para que expire mi visado,
probablemente me marcharé. Necesito tomar pronto las instantáneas que necesito para el trabajo.

Cuando salí al mediodía a comprar fruta, hice un alto en el ‘salón de masajes’ que Jay me había
recomendado. Había alrededor de veinte chicas con shorts y tops blancos y con un número en rojo.
Permanecían sentadas alrededor de la sala en pequeñas banquetas de plástico. Eran muchachas
vietnamitas, muchas de ellas preciosas. Todas me invitaban a ‘tiempo corto’. La chica más guapa

213
PROMISCUO

trató de venderme su producto: “Buen masaje, buen yum-yum, buen boom-boom. Una hora, cinco
dólares. Dormir, catorce dólares.”

“Pensé que el ‘tiempo corto’ costaba tres dólares aquí.”

“OK, cuatro dólares.”

Mientras hablábamos, ellas me masajeaban las manos y los brazos. Eran encantadoras. Una chica se
me ofreció por tres dólares. Otra me arrastró literalmente hasta la puerta de atrás: “Volveré” les dije.
“Volveré no es bueno”, corearon. Me querían ahora, pero me las arreglé para escapar.

Supuso una lección aleccionadora comprobar que podía, en realidad, follar con atractivas y jóvenes
vietnamitas por tres dólares. Bien es cierto que no había allí muchachas tan bellas como Ai y Hue.
Y, lo que es más importante, no me gustan los prostíbulos. Las chicas en esos lugares atienden a
demasiados clientes. Ai y Hue, al contrario, no han tenido jamás cliente alguno. Solamente a mí.

En el templo taoísta, me comí dos raciones de tallarines camboyanos y unos vegetales al curry.
Había recuperado el apetito y, excepto una esta mañana, hoy no había habido más visitas al baño.
Ojalá que esa haya sido la última. Ben me habló de dos tipos de disentería: la amébica y la bacilar;
de que hay remedios caseros naturales para su tratamiento: pimienta negra, limón, arroz, albahaca;
de que en las guerras, en ocasiones es la causante de más muertes que las que causa la guerra en sí...
Espero poder reponerme sin medicación. He pasado toda mi estancia en Camboya o enfermo o
recuperándome, aunque al partir ya había contraído la enfermedad en Tailandia. Aún no estoy bien.
Si no estuvieran Ai y Hue conmigo, ni por asomo habría salido a buscar chicas hoy.

Se intenta salir adelante con la ley del mínimo esfuerzo, esta noche Ai propuso: “No boom, dormir.”
Contrarresté con: “No boom, sí yum.” De todos modos, eso era justo lo que yo había planeado para
esta velada. Las chicas aceptaron. Disfrutamos del sexo oral, vimos la televisión y jugamos con el
libro de frases vietnamitas. Sirviéndome de este, les comuniqué algo acerca de lo cual había estado
pensando toda la tarde.

Como introducción a una conferencia acerca del arte de mamarla, informé a Ai y a Hue de mi visita
al salón de masajes, donde otras chicas vietnamitas habían ofrecido darme buen yum, buen boom y
buen masaje por solamente cuatro dólares. Aunque admití que ellas dos eran mucho más guapas que
cualquiera de las chicas del burdel, les recordé que cuarenta dólares diarios es mucho dinero y les
indiqué que debían cuidar especialmente bien de mí.

Les probé que mamarla es un arte y que se puede hacer bien o hacerlo de pena. Ellas,
dije, lo hacían así así, no demasiado bien. Podían aprender a hacerlo bien y yo podía
enseñarlas. Para ello, debían realizar mamadas más duraderas. Ningún cliente, novio o
marido será feliz con mamadas tan cortas. Mamarla bien y durante largo rato, consigue
que un hombre sea feliz (la básica de los hombres). Ello haría a Bang feliz (Bang es
hombre, luego es básico). Tenían que engullir más profundamente y debían absorber

214
PROMISCUO

más. Así, les mostré succionándoles a ambas el pulgar de una de sus manos. También
les enseñé que debían frotar la polla con la lengua mientras mamaban.

Ai y Hue observaron y escucharon atentamente. Cuando volvieron a meterse mi polla en


sus bocas, me realizaron la mejor de sus felaciones hasta el momento. Tragaron
más profundo y durante más tiempo. Las insté a que lo hiciesen sin manos, que me
resulta más sexy. Cuando fue su turno, Ai me hizo gemir con su bombeó succionador.
Cada una de las chicas se relevó dos veces. Soy un glotón cuando se trata de que me la
mamen. Si es por mí, habría preferido que se turnasen otras diez veces, pero me habían
hecho disfrutar y lo habían hecho mejor y durante más tiempo que nunca antes. “OK,
dormir”, les dije.

Durmieron desnudas. Ai había insistido en dormir con la toalla enrollada, a pesar de mis protestas.
Tras despojarse de la toalla, Ai le dijo a Hue que hiciese lo mismo. Vamos progresando. Dudo que
hayan advertido que empiezo a estar cansado de pagar cuarenta dólares por sus servicios cada noche
y que barajo la idea de deshacerme de una de ellas o, incluso, de ambas. Si lo sospecharan, seguro
que protestarían menos y pondrían más empeño por satisfacerme en todo lo que pido sin rechistar.

Jay se quedó asombrado cuando me oyó decir que había estado pensando en comprar un terreno y
construir una casa para Emily cerca del Océano Pacífico en Negros Occidental, su provincia natal.
Habíamos estado juntos durante cinco años y me había entregado su juventud. En Filipinas se
considera que una mujer es vieja una vez que ha superado los veinticinco años, allí la mitad de la
población es menor de veintiuno. Es colosal la cantidad de jóvenes hermosas que hay, ese es uno de
los grandes encantos del país. Emily es comprensiva y yo puedo practicar sexo ocasional con otras
chicas. A pesar de su naturaleza celosa, no es raro para las mujeres filipinas tolerar este tipo de
comportamiento y admitir que sus hombres inviertan parte de su tiempo en tales menesteres.

Ese es otro aspecto seductor de Filipinas, aunque sea probablemente la causa de la metamorfosis de
estos antiguos hombres monógamos en hombres promiscuos. Yo pienso que podría serle fiel a una
mujer si la amo lo suficiente y si ella así lo requiere, creo que incluso preferiría que así fuese.
Aunque ya no estoy seguro. Como Herman me dijo hace años. “ASIA CAMBIA A UN HOMBRE.”

Tras el desayuno, los tres hicimos el amor. Ai y Hue hicieron un par de turnos cada una chupando
mi polla. Ai realizó un mejor trabajo, me hizo gemir mamándomela como si me amara y deseara
hacerme feliz. Lo único malo, para variar, es que fue demasiado breve. Ai quiso ser follada en
primer lugar, pero no lo recibió con comodidad. Sospecho que pronto le vendrá la menstruación.

Su vientre y sus pechos se notan inflamados y se quejaba de dolor en las entrañas mientras me la
follaba. Ella decía que no era por eso, pero me habría sorprendido haberme equivocado al respecto.
Tuve una intensa y agradable sesión con Hue y me corrí. Ambas quisieron que me las follara
tumbadas boca arriba sobre la cama, nada de posturitas hoy por la mañana.

Antes de que Ai y Hue se fueran al mediodía, les volví a insistir en que estoy gastando demasiado
dinero y que deberían ofrecerme un trato sexual especial. Les di su propina diaria de dos dólares a
cada una y les recordé que en Phnom Penh puedo conseguir yum-yum, boom-boom y buen masaje al
precio de tan sólo esos cuatro dólares que les estaba dando como propina.

215
PROMISCUO

Desgraciadamente, la diarrea sigue igual o aún peor. Los antibióticos han dañado mi flora intestinal.
Parece ser que ahora tengo un pasajero dentro de mi cuerpo. Este problema de salud no mejora.
¿No mejora? ¡No me joda! Por lo general, mi cuerpo suele sanar solo. Mis problemas de salud en
Phnom Penh son una nueva y angustiosa experiencia. No recuerdo haber tenido nunca antes diarrea
durante más de unas cuantas horas y no sé qué puedo hacer para calmar mi vientre.

Sigo considerando la posibilidad de eliminar a una o, incluso, a las dos muchachas. En realidad, yo
no necesito a dos chicas cada noche, aunque disfrute con ellas. El sonido de su idioma es música
para mis oídos y ellas parecen felices de que los tres estemos juntos. Si compartiésemos una casa y
yo no tuviera que pagar cuarenta dólares cada noche, podríamos seguir así para siempre. En las
circunstancias actuales, con mi visado expirando dentro de seis días, es sólo una cuestión de tiempo:
¿Qué noche dejaré de dormir con ellas? Ai y Hue no me han autorizado a fotografiarlas todavía.
Si no me lo permiten, probablemente tendré que pasar el tiempo con otras chicas que sí lo hagan.

Por la tarde saqué unas cuantas fotos en las calles. Necesito terminar el artículo de Phnom Penh y
ya no me queda mucho tiempo para hacerlo.

Mientras estaba fuera sacando fotos y comprando víveres, paré en casa de Ly y hablé con Lan. Le
expliqué que su madre me había dicho que podía sacarles fotos a las chicas si no estaban desnudas,
pero Ai no me había permitido sacarle ninguna foto. Le pedí a Lan que les dijese a Ai y a Hue que
la mamasan estaba de acuerdo, y quedamos en vernos a las ocho u ocho y media en el Dolphin.

Antes de la cena, le pregunté a Rithisak –el celador nocturno- qué podía hacer con la diarrea. Me
contestó que él había tenido el mismo problema la noche pasada. Un farmacéutico le había recetado
un medicamento y después de dos tomas se le había ido. Me dijo que me ayudaría a conseguir esa
medicina, pero tenía que ir yo. Le dije: “Mañana”, deseando haberme recuperado ya para entonces.

A las nueve menos cuarto, una mamasan provisional me comunicó que Lan no vendría al Dolphin.
Había planeado desafiar a Ai acerca de las fotos, pero lo dejé estar y me las llevé a casa conmigo.

De vuelta al hotel, traté de hacerle comprender que estaba enfadado por su actitud acerca de este
asunto. Soy fotógrafo, de ahí nace el dinero que le pago cada noche. Aunque probablemente no me
entendiese, le dije que iba a tener que empezar a llevarme a otras chicas que sí me lo permitieran.
Para mi sorpresa, ella aceptó que la retratara. Instalé dos parasoles blancos de fotografía para crear
un ambiente envolvente y disparé unas cuantas fotos de ellas junto a la ventana. Iban maquilladas
con los polvos blancos que tan poco me gustan, aunque las fotos salieron bien.

De nuevo sugerí que sólo mantuviésemos sexo oral antes de dormir. Realizaron cuatro
rondas cada una y lo hicieron decentemente para ser chicas con tan poca experiencia. El
arte de mamar bien no se aprende en unos pocos días. Lan ya le habría dicho que yo
quería una “chica nueva.” Ai me hizo gemir otra vez y pude ver su saliva brillando a lo
largo de mi polla. Las mamadas con boca húmeda son mucho mejores y, además, ella
estaba engulléndola tan adentro y succionando tan duro como nunca antes. Si pudiera

216
PROMISCUO

mantenerse así aunque tan sólo fuese media hora, sería el nirvana; pero cada vez que
empezaba a ponerme como loco, se empeñaba en parar y que Hue la relevase. Esto
suponía esperar a que Hue secase mi polla con la toalla y se acoplase el chupete en la
boca. Hue no tragó lo suficientemente profundo ni tampoco chupó con suficiente fuerza.
Bueno, de todas formas aún me sentía bien y era un enorme placer tener a estas dos
muñequitas jugando con mi pene. Sin embargo, en términos de técnica y resistencia, sus
mamadas no habían estado a la altura de algunas de las que he podido disfrutar en
Filipinas con dos chicas a la vez. Está más que claro, el atractivo de estas dos chicas
vietnamitas radica en su belleza y en su inocencia.

El miércoles por la mañana mi vientre seguía flojo. Después del desayuno tocaron a la puerta. Era
Soriya, la amable señorita que trabajaba en la oficina del hotel. Había hablado por teléfono antes
con Rithisak a propósito del medicamento y ahora Soriya me lo traía a la puerta. Me ofreció cuatro
píldoras y dos cápsulas, indicándome que tomara la mitad ahora y el resto dentro de cuatro horas.
Espero que hagan efecto. Estoy cansado de no encontrarme bien.

La habitual follada matutina careció de inspiración. Ai se sentía mal y yo seguía pensando


que su menstruación era inminente. Ella no tenía ganas de follar y propuso: “Ai yum Bang.
Boom Hue.” Hue no quiso chupar y prosiguieron la sesión con Ai chupando y Hue
follando. Mientras bombeaba en el instante antes de alcanzar el orgasmo, Ai empujó
fuerte mi culo, martillando a la delicada Hue. Hue gimió teatralmente, yo gemí de verdad.

Quería sacarles unas fotos por la mañana sin el polvo blanco aún en la cara, pero ya era mediodía y
se fueron sin darme tiempo a ello.

La sesión de esta mañana fue probablemente la más dócil y mansa hasta la fecha. Es grato tener a
jóvenes asiáticas chupándome y follándome, pero me cuesta muy caro para estar en Phnom Penh y
aún esperaba muchísimo más de ellas. Demandaba que lo que les faltaba en técnica y experiencia,
lo compensasen con cooperación y esfuerzo.

A veces se muestran muy perezosas y su actitud arrogante no coincide con mis preocupaciones
pecuniarias: ¿de dónde sacaré el dinero para financiar mi regreso a Tailandia y mi visita a Laos?
Estoy pensando si la sesión de esta mañana debería de ser la última con ellas, aunque Ai prometió
ofrecerme mejor sexo la próxima vez. Ai comenzará a menstruar en cualquier momento y esta será
la señal para permitir que nuestra relación, sea cual sea, se desangre.

Tenía pensado salir hoy a sacar más fotos, pero a eso de las doce y media llovía. Ayer en Khmer
Net, Nhung me dijo que aún no era temporada de lluvias y me informó que esta comienza en julio.
Tal como me la describió, sonaba terrible. La temporada de lluvias en el sudeste asiático es para
aquellos que viven aquí y para aquellos que tienen que estar aquí. No es buena época para visitas.
La climatología me la está jugando y veo limitados mis intentos por salir a fotografiar para concluir
mi artículo de Phnom Penh. “¿Concluirlo? ¡Pero si casi no he sacado fotos!” Aparte de las fotos que
necesito, no veo otra razón para posponer mi partida más allá de la expiración de mi visado. Esto es,
me quedan cinco días.

217
PROMISCUO

Soriya, la mujer que me trajo la medicina, me dijo que ella también tenía diarrea. Pero, ¿qué diablos
está pasando aquí? Phnom Penh no parece disfrutar de unas condiciones higiénicas muy saludables.
De camino a la cena, mi chófer y yo pasamos por delante de las escuelas cercanas al templo taoísta.
Mientras admiraba los estupendos culos de algunas de las universitarias, me preguntaba cuántas de
ellas padecerían diarrea. La medicación había controlado la mía, de momento. Veré cómo me siento
mañana. Si las amebas han muerto, la sintomatología desaparecerá.

Ai y Hue chuparon mi polla de nuevo el miércoles por la noche. Ai está realizando unas
felaciones bastante competentes, pero les dedica demasiado poco tiempo. Ai sabía que
yo no estaba satisfecho. Cuando me quejé, me dijo que fuera feliz. Les aclaré que no
estaba feliz por su pereza para mamar. Les dije que si estaban conmigo no era para ver la
televisión y comer plátanos. Comprendieron y, con Ai a la cabeza, ambas dedicaron más
tiempo a chupar. Sonreí y los tres fuimos felices de nuevo.

La mañana del jueves, mientras ellas dormían, salí a sacar algunas de las fotos que tenía en mente.
Río abajo fotografié el Museo Nacional, el Palacio Real, un parque con una fuente y muchas otras
coloridas escenas de la calle. Utilizaré algunas de estas imágenes, pero necesito más fotos de chicas.

Después del desayuno, las chicas me la chuparon. Me follé a Ai. Nuestros cuerpos van de
la mano. Cuando Ai tuvo suficiente, retiré el condón y me lavé la polla. Al regresar a la
cama, le pedí a Hue que me la mamara antes de follar. “No yum”, me dijo. Ai había
enseñado a Hue a ser rebelde y las chicas parecían pensar que sabían más que yo de
estos asuntos. Pues no. Mi erección había perdido fuelle. Con la polla en un condón,
habría necesitado bastante folleteo para poder llegar al orgasmo. ¿Es que Hue no quiere
darse cuenta de que me corro mucho más rápido si primero me la chupan?

“No boom”, me dijo. Había estado follándomela durante un buen rato y ella había tenido
suficiente. Pero yo no, aún no me había corrido.

“Joder. Si creéis que os las sabéis todas, no es verdad. No yum, ahora no boom.”
Seguimos follando pero, entre el condón y nuestro desacuerdo, yo no estaba más erecto
ni más próximo a correrme.

“No boom.”

“OK.” Saqué mi polla y les dije a las chicas lo que pensaba: “¿No yum? ¿No boom?... ¡No
Bang!” Les expliqué que mi dinero se estaba agotando y Ai captó la idea de que
iba a dejar de recogerlas.

“¿Bang, Ai, Hue, dormir?, propuso Ai.

“¿Dormir? Yo estoy aquí. Vosotras estáis aquí. ¿Qué vais a hacer?” Me senté allí a
esperar.

218
PROMISCUO

“OK, boom”, dijo Ai.

“¿Boom Ai?”, le pergunté.

“Boom Hue”, respondió Ai.

“¿Ai yum? ¿Hue yum?”

“OK”, aceptó Ai.

Me volví para mirar a Hue y ella también me dijo: “OK.”

Ai me la mamó estupendamente. No tardó mucho en hacerme gemir de placer y ponerme


tan duro como una roca. Ai se había vuelto muy hábil para mamar y eso me seguía
atando a ella.

Mientras me follaba a Hue, Ai sostenía mi culo con sus manos. Hue es estrecha y
agradable. Mantuve un bombeo constante y me corrí en su interior. Les mostré a las
chicas mi semen en la punta del condón y los tres sonreímos. Ya había pasado todo. Ya
estábamos contentos otra vez.

Por la tarde, mientras estaba sacando algunas fotos, decidí que me llevaría sólo a Ai esta noche.
Si no le gustaba la idea de irse sola conmigo, la dejaría a ella también. Durante la cena, ensayé lo
que les diría a las chicas –o a una mamasan que tradujera- para hacerles saber por qué no me
llevaba a Hue. Entonces, a las ocho en punto, me dirigí al Dolphin y Hue me pareció irresistible:
pagué por las dos. Parecían expectantes. Ellas querían venir y Ai dijo algo así como “number one.”

Al infierno con la economía, disfruto con mis dos chicas. Lo califiqué anteriormente como el mejor
menage a trois de mi vida y lo mantengo. Es difícil ponerle fin. Mi marcha el lunes es inminente...
Suena muy racional, pero sé que sólo estoy pensando con la más pequeña de mis dos cabezas.

Sign nos llevó al hotel en su moto. Como habían hecho las tres noches anteriores, se turnaron para
mamarme la polla antes de irnos a dormir.

El viernes por la mañana, mientras las chicas dormían, volví a salir otra vez. Aunque llevaba la
cámara, no hice fotografías. Lo había arreglado con Sign para que me recogiera a la una en punto.

Este prometía ser un gran día de fotos.

En la oficina de Thai Airways, una atenta azafata tailandesa contactó con el gerente del aeropuerto.
El gerente autorizó ocho kilogramos adicionales de equipaje a facturar y tres bultos como equipaje
de mano: mi maleta, el estuche con la cámara pequeña y el ordenador portátil. Habían aceptado que
llevara conmigo todo esto sin cargo alguno por exceso de equipaje.

Ya sí empieza a parecer que me voy el lunes. Tiendo a permanecer en los lugares donde disfruto,
pero el vencimiento de mi visado y la reserva de avión marcaban los plazos para mi despedida.

219
PROMISCUO

Podría solicitar una extensión del visado, pero no creo que lo haga. Aún quiero visitar Laos y mi
billete de vuelta a Filipinas vence en veintitrés días.

Cuando regresé al hotel, Ai, Hue y yo disfrutamos de un desayuno de fruta y buen sexo.
Mientras las chicas estaban chupando mi polla, yo jugaba con las tetas y el coño de Ai.
Estaba muy mojada y su agujerito era estrecho, incluso para mi dedo. Me follé primero a
Hue y me recibió un largo rato. Después me follé a Ai. Sentía auténtica devoción por Ai. A
pesar de las circunstancias que nos rodeaban, aún percibía que había algo especial entre
nosotros. No tarde mucho en correrme con ella.

Las chicas se fueron a las doce. Organicé mi material de trabajo y me encontré a la una con Sign.
Condujimos a la vera del río. Desde la azotea del Foreign Correspondents Club, fotografié las
banderas ondeando próximas al río y un barco camboyano.

Desde allí rodamos hasta Toel Kork, una zona de burdeles en Boeng Kak Lake, a las afueras de
Phnom Penh. Había oído que Toel Tork había sido cerrado por la policía, pero sus portezuelas aún
seguían abiertas. Callejeamos por entre una serie de construcciones de madera alineadas a ambos
lados de una sucia calleja. Muchas de estas chozas son prostíbulos. El lugar estaba sucio y hacía
calor bajo los rayos de sol del mediodía. Las chicas estaban de pie ante las puertas, haciendo gestos
para que me acercase y acepté sus invitaciones. Logré entender que me ofrecían un masaje, una
mamada y un polvo por cinco dólares el pack. Todas pedían cinco, pero cuando les decía que
pensaba que eran tres dólares (poco más de dos euros), la mayoría de ellas aceptaba mi oferta.

Las chicas rechazaban que les sacara fotos. Cuando levantaba la cámara, ellas se cubrían la cara y
se escondían dentro de los chamizos. Cada vez que los soldados montados en moto bajaban por la
calle, las chicas cerraban rápidamente y de golpe sus puertas. Al parecer todavía había algunas
medidas de represión en marcha. Me las ingenié para sacar unas pocas fotos desde la distancia con
mi teleobjetivo de 200mm. Le pedí a una preciosa vietnamita que me dejase sacarle una foto, pero
ella se negó. En realidad, fue un hombre joven quien dijo: “No.” Ella estaba dispuesta a follarme
por cinco dólares, así que le ofrecí uno por sacarle una foto. Ahora sí aceptaron. Le dije cómo posar
a la puerta de su choza-burdel y la fotografié con mi teleobjetivo corto de 85mm, mi favorito para la
fotografía de glamour.

En Toel Kork había chicas vietnamitas y camboyanas, mitad y mitad. La mayoría no eran atractivas y
otras daban literalmente miedo. Además, llevaban la cara maquillada con polvo blanco. ¡Ni hablar!

Resultaba ilustrativo conocer lo que se podía conseguir por tres dólares, pero jamás vendría a follar
a este lugar. Sign condujo hasta el otro extremo de la calle y volví a pie, sacando fotos donde podía.

220
PROMISCUO

Cuando terminé en Toel Kork, nos dirigimos a K-11 (denominado así por estar en el kilómetro 11).
Esperaba encontrarme con otra larga hilera de chozas mugrientas, pero K-11 es muy diferente a
Toel Kork, y más tranquilo. En K-11, la calle principal tampoco está pavimentada, pero es una calle
menos transitada. Sobre una docena de burdeles de dos pisos se alzan en el centro del poblado.

Aquí las chicas se sientan abiertamente por fuera de sus puertas y en las alcobas que dan a la calle.
No se escondían. Las chicas se afanaban por invitarme a entrar en sus aposentos. Había oído que
quinientas muchachas se prostituían en estos burdeles, aunque me pareció una enorme exageración.

Vi a Louis, mi ‘agente de seguridad’. Acababa de regresar de pasar diez días en Vietnam y estaba
enseñándole el lugar a un joven paisano rubio. “No vayas a entrar a ese sitio que hay detrás de ti”,
me advirtió. Recuerdo que había manifestado que algunos de estos prostíbulos eran peligrosos.

Me sorprendió gratamente encontrarme con Nevin en la terraza exterior de una cafetería. Sabía que
Nevin estaba por aquí desde hacía unas semanas, pero no esperaba encontrármelo hoy. Nevin es un
afrocaribeño de Miami que Herman me había presentado en Filipinas hacía ya unos cuatro años.

“Eso fue hace cinco años”, me dijo Nevin.

“¿Has ido a Angeles City últimamente?”

“No, he oído hablar mal de ese lugar.”

“Como por ejemplo…”

“Me han dicho que la comisión que piden los bares ahora es de mil pesos por llevarse a una chica.”

“Es cierto, entre ochocientos y mil pesos”, le confirmé.

“Aquí puedo llevarme a cinco chicas por ese dinero.”

“Mil pesos filipinos equivalen a veinte euros, pero esos veinte euros son por ficharla toda la noche.
En K-11 ellas también piden veinte dólares por dormir, aunque lo puedes conseguir por quince”.

“Aquí están los coños más baratos del mundo”, afirmó. Probablemente Nevin esté en lo cierto, al
menos en el sudeste asiático. Regresará a Miami para conducir su taxi durante unos meses y luego
saldrá disparado de vuelta a Camboya: “Tan pronto como empiece a sentirme salido de nuevo...”
Mientras hablábamos, saqué un par de fotos robadas de chicas sentadas y de pie por fuera de sus
burdeles. “Ten cuidado. Deja de sacar fotografías o estos tipos se librarán de ti”, me advirtió Nevin.

Louis y su acompañante habían desaparecido. Paseé con Nevin y un conocido suyo llamado Stuart.
Frente a uno de los prostíbulos, una chica me apresó con el dedo y trató de arrastrarme al interior.
Incluso si estuviese buscando chica, no la habría elegido a ella. Esta no me gustó, pero me interesó
lo jóvenes, guapas y esbeltas chicas vietnamitas que había asequibles aquí por sólo cinco dólares.

Algunas eran lo suficientemente jóvenes y guapas como para ejercer de modelos o ser novias.
Nevin me sorprendió entrando a uno de estos sitios por ‘tiempo corto’ con una chica que no me
pareció guapa. Al parecer, ya se había acostado con ella anteriormente y supongo que debe de tener
otras cualidades que no saltan a la vista.

221
PROMISCUO

Stuart y yo seguimos andando juntos, y me llevó a través de un sucio mercado a otra calle con tres o
cuatro prostíbulos más. Las chicas allí no parecían estar tan bien. Regresamos a través del mercado
a la calle principal y me aposté en una esquina. Monté el teleobjetivo de 200mm y robé algunas
fotos más de mujeres, de niños sucios –a menudo desnudos- jugando en el barro y hasta de perros y
pollos rebuscando comida entre la basura. Cuando un coche nuevo aparece por la llena de detritus y
deteriorada calle, suena un timbre y las chicas asoman a la misma desde el interior de los burdeles.
El reclamo por el que tantos coches de locales y foráneos recalan aquí es la corta edad de las chicas.
Stuart me enseñó una foto suya en un periódico. El artículo lo criticaba por sus denuncias. Aquí la
gente piensa que Stuart está escribiendo un libro sobre ellos y eso no les gusta. Él dice que la gente
se inventa historias para embellecer la realidad de lo que realmente sucede en este mezquino lugar.
Tendría problemas si lo viesen acompañado por un fotógrafo armado de teleobjetivo, pensarían que
me ha contratado para ayudarle en su proyecto. Como es comprensible, no quería que le viesen
conmigo mientras yo estaba trabajando, así que nos separamos.

Yo me fui calle arriba, pasado el café donde habíamos estado sentados hablando antes, y saqué unas
pocas fotos más. Esta vez me pillaron y eso causó un enorme revuelo. Las chicas corrieron hacia
adentro de las viejas casas de madera. Un tipo cerró las verjas de seguridad y echó el candado y otro
chico se abalanzó sobre mí exhortando: “¡No!” y empujándome para que lo dejara y me alejase.
Conozco lugares del mundo donde se habrían librado de mí o me habrían linchado. En el mejor de
los casos, me habrían propinado –como mínimo- una buena paliza por llevar a cabo allí mi trabajo.
En las calles todo lo visible era sórdido, pero: ¿qué no se esconderá tras las puertas de estos antros?

“OK”, respondí. Sin mirar hacia atrás, me alejé a toda prisa, esperando fervientemente que el primer
puñetazo que preveía no llegase. Estaban molestos y enfadados. Me apresuré para llegar hasta Sign,
que estaba sentado en la moto comiendo. “¡Vámonos!” Era hora de marcharse. Seguí sin mirar atrás
pero quería que nos fuésemos ya. Sign sonrió y continuó comiendo. “¡Vámonos!” Gesticulé pelea y
él entendió que debíamos salir de allí inmediatamente. Esperaba una huida rápida, pero no fue así.
Afortunadamente, nadie me seguía y escapamos sin tener ninguna otra confrontación. ¡Buen susto!

Aliviado porque nadie nos hubiese herido ni a mí ni a mi equipo de fotografía, disparé unas cuantas
fotos más desde la trasera de la moto de Sign mientras salíamos del poblado. Alejándonos del lugar
y aún con la adrenalina exaltada, sentí alegría por haber podido escapar con el botín fotográfico que
necesitaba para mi artículo de la revista y sentí desolación por el amargo sabor de la cruda realidad.

222
PROMISCUO

Tenía sensaciones enfrentadas acerca de todo esto. Disfruto de mi trabajo como fotógrafo y escritor,
pero me preocupa equivocarme. Si la gente no desea que les saque fotos ni que escriba sus historias,
tal vez no debería de hacerlo. No soy el primero que escribe acerca de Phnom Penh ni de K-11 y no
creo que mi relato llegue a hacer nada para poder cambiar este infecto lugar.

Me pregunto por qué tanta paranoia, como dijo Stuart. Probablemente sepan algo que nosotros no.
Las autoridades podrían cerrar el lugar esta misma noche si quisieran. Stuart me dijo que un par de
años antes, este sitio no era así. La atención internacional podría haber estado haciendo presión para
limpiar la imagen de Phnom Penh. No es probable que la prostitución fuera a desaparecer, pero se
podrían realizar esfuerzos simbólicos de limpieza para contentar a las partes interesadas. La gente
del poblado es vietnamita y vulnerable. K-11 no es el foco más significativo de la escena putañera
en Phnom Penh, pero dependiendo de los gustos de uno, aquí pueden encontrarse chicas jóvenes.
Camboya es un imán para pedófilos internacionales. Aquí viene a parar lo mejorcito de cada casa.
En mi artículo, sólo mencionaré que K-11 es un ilícito lugar más donde acudir. Uno de los muchos.

Así es la historia en Phnom Penh. Me cuesta contarla, pero es mi labor. Amo esta ciudad y no deseo
escribir nada que dañe su maltrecha reputación. No pretendo que mis relatos cambien Phnom Penh.
Tampoco deseo alimentar la publicidad sucia y mucho menos que aumente el número de visitantes.

En Pattaya el turismo es industrial y es muy poco probable que cambie. Nadie dará una mierda por
mi artículo de Pattaya, y este tampoco va a modificar nada. Phnom Penh está en proceso de cambio,
su renacer es inminente. Apoyo el deseo del pueblo camboyano de compartir su prosperidad con la
comunidad mundial. Lo único que espero es que su exótico encanto no se vea demasiado alterado.
¿Cuál es el precio del progreso?

La carretera para salir de K-11 estaba flanqueada por rústicas, aunque atractivas casas de madera:
sus tejados construidos con tejas de color naranja. Como suele ser el caso, mi pensamiento me lleva
a establecerme, tal vez a invertir en bienes inmuebles y construir una vivienda. Adoro Phnom Penh.
¿Cuánto tiempo más podré seguir puteando en el mercado de carne de Asia, escribiendo acerca de
ello y sacando fotos de orientales desnudas? Lo que falta es la mujer que me ancle. Siempre he
pensado que quiero una pareja para toda la vida, pero nunca cumplo el compromiso. Recuerdo el
diseño de una camiseta que vi una vez en Filipinas. Representaba un esqueleto cubierto de telarañas
sentado con una cerveza en un bar, el enunciado decía: “Vivo esperando por la mujer perfecta.”

¿Por qué no encuentro a nadie lo suficientemente bueno para mí? Probablemente la palabra clave
sea: asentarse. Si realmente se busca pareja, hay que asentarse. No existen ni la mujer ni el hombre
perfectos a los que esperar. Uno simplemente se establece con alguien lo suficientemente cómplice.
¿Realmente no existe ninguna mujer lo suficientemente apta para mí o lo que en realidad sucede es
que soy excesivamente aficionado a la libertad y ando de aquí para allá saltando de amor en amor?

Al menos, estar soltero no es -ni mucho menos- sinónimo de estar solo… Al menos, no en Asia.

Esta noche Ai y Hue estaban somnolientas, pero quise que me mamaran la polla antes de dormir.
¿Tendría a un par de preciosas muchachas vietnamitas de dieciocho años en mi cama esta noche si
estuviera casado? Tal vez sí. Es harto probable que, si me estableciese con Emily Delacruz, siguiera
comportándome del modo que lo hago.

223
PROMISCUO

Ai y Hue no quisieron chuparme la polla, querían dormir. Lo dejé pasar, pero no estaba satisfecho.
De nuevo consideré que lo más razonable sería prescindir ya de su compañía.

224
PROMISCUO

-27-
Hue

El sábado, las chicas me despertaron temprano. Muy temprano. A las seis de la mañana abrieron las
cortinas y se sentaron en las sillas de mimbre cerca de la ventana. A la luz de la mañana, pude
comprobar que Ai estaba totalmente vestida. ¿Qué pasa? Le hice gestos para preguntarle que por
qué se había vestido. También por señas, me hizo entender que le había venido la regla. Ella había
dicho que aún no le vendría, pero se equivocó. En la sábana de la cama había una gran mancha roja,
estilo bandera japonesa. Conozco a las mujeres. Con los pechos y la barriga hinchados, mi única
sorpresa era que no le hubiese venido incluso antes. “¿Me voy a casa?”, preguntó Ai.

“OK.” Le di unos cuantos miles de riel para que se los gastase y le dije cuánto había disfrutado de
su compañía. Ella no entendió mis palabras pero, aún así, fue afectuosa. Me abrazó y se marchó.

Hue se quedó, sólo llevaba la toalla puesta. Me pregunté cómo se comportaría a solas. En su día, se
me pasó por la cabeza prescindir de Ai y quedarme sólo con Hue. Intentamos dormir, pero no pude.

Llevé mi ropa a la lavandería. Al volver, Hue estaba viendo la televisión. Peló y troceó una papaya
y desayunamos.

Cuando regresamos a la cama, Hue no se mostró cariñosa. Vimos unos dibujos animados
asiáticos y yo dormité. Finalmente, Hue se sometió a lo inevitable y jugó con mi polla.
Cuando me empalmé, ella chupó y lo hizo bastante bien, aunque enseguida quería parar
mientras yo pedía que continuase. La chupó un poco más. “Hue yum Bang, Bang yum
Hue”, le dije proponiéndole un sesenta y nueve.

“No.” Me puso un condón y la insté a que cabalgase. “No”, dijo otra vez y se tumbo boca
arriba. Habíamos estado follando unos diez minutos cuando Hue anunció: “No boom.”
Quería que parara. Repliqué que deseaba correrme e intenté seguir un poco, pero la
actitud de Hue había doblegado mi erección. Como inexperta que era, no había hecho
uso de la mejor técnica para conseguir que un hombre se corra pronto. Ahora ninguno de
los dos deseaba seguir adelante.

Hue se aseó, se vistió y –obviamente- se quiso ir. Eran tan sólo las diez y media, pero yo tampoco
tenía en mente volver a intentarlo con ella antes del mediodía.

Es altamente improbable que vuelva a traerla conmigo esta noche. Con Ai menstruando y Hue sin
excesivo éxito como amante en solitario, parecía llegado el momento de comenzar a economizar.
Tengo intención de sugerirle a Lan que me devuelva lo que pagué por las dos chicas anoche.

A pesar del hecho de que no estuviera conforme con el rendimiento de Hue, le di la habitual propina
y dejé que se marchara antes de la hora fijada. Parecía contenta y lucía una amplia sonrisa al irse.

225
PROMISCUO

Llovió a cántaros durante todo el día, empañando así mis planes de salir a sacar fotos por la ciudad.
Durante los intervalos de lluvia, envié algunos correos-e y visité a Lan en su casa. Lan no atendió a
mi petición de reintegrarme los cuarenta dólares, ni siquiera los veinte que había pagado por Ai
(con la cual no había tenido contacto sexual). Dijo que el dinero era de su madre y en el libro de
cuentas figuraba que Ai había salido la noche anterior. Ly aún estaba de ‘vacaciones’ en Vietnam,
supongo que reclutando nuevo género para su club. “¿Estás enfadado conmigo?”, preguntó Lan.

“No. Ya te he dicho que yo no me enfado fácilmente. Olvídalo, ¿OK? Sólo son cuarenta dólares.”

Ai estaba allí y le di un abrazo. Había sido como una novia durante el tiempo que habíamos pasado
juntos. También le dije adiós a Hue. Le comuniqué a Lan que no volvería al Dolphin esta noche.

“¿Cuándo volverás a Camboya?”, preguntó Lan.

“No lo sé. Quizás el próximo año por esta misma fecha.”

Me las arreglé para poder tomar unas cuantas fotos en las calles. En dos visitas al Hong Kong Hotel,
el recepcionista me dijo que Nevin aún estaba durmiendo.

Nhung se había prestado a ayudarme a las siete con la gestión de archivos. Tras la cena regresé al
Khmer Net y Nhung trabajó de nuevo en mi ordenador. Una chica altruista y una ayuda impagable.

Me quedé dormido mientras veía una película en la televisión y me desperté pasada la medianoche.
Era muy tarde para ir a ninguna parte, así que me quedé en la cama y vi más televisión. No salí.

Domingo por la mañana, mi último día antes de despedirme de Camboya, mi habitación estaba
inusualmente tranquila. Me sentí un poco solo sin Ai y Hue, aunque no estaba caliente. Tenerlas
conmigo había sido una experiencia deliciosa. Echaba de menos el tono melódico de su lengua.

Tras comer un poco de fruta, saqué algunas fotos más en las calles. En la lavandería no pudieron
devolverme la ropa. No tenían secadoras ni lavadoras para realizar el trabajo: la ropa se lava a mano
y se tiende al sol. La lluvia de ayer había demorado las cosas. La encargada de la lavandería me dijo
por segundo día consecutivo: “A las siete.”

Después de recoger mi ropa a las siete y media, hice un alto en el Kelliyan y hablé con un conocido
que trabaja como guardaespaldas del primer ministro de Camboya, Hun Sen. Hablamos acerca de
nuestra salud y del negocio de la seguridad privada. Le hablé de otro amigo, un austríaco, que
realizaba ese mismo trabajo para la familia real saudí.

También hablamos de los actuales acontecimientos en Filipinas. Durante semanas, la CNN había
estado informando de la situación de los rehenes y de explosiones en Mindanao. Ahora las bombas
se habían trasladado también a varios centros comerciales de Manila. Ya habían atentado en cuatro
ocasiones durante la última semana, un turbio devenir de los acontecimientos.

226
PROMISCUO

Tengo previsto volar a Manila en tres semanas y hay una pequeña guerra en ciernes. Aparte de los
rebeldes musulmanes combatiendo contra el ejército filipino en Mindanao, los terroristas están
golpeando Manila como nunca antes había visto. He de cancelar mis planes de viajar a Mindanao,
así que probablemente vaya a Leyte y a Negros. Suelo visitar Mindanao al menos una vez al año,
pero ahora es un momento peligroso para viajar en Filipinas. Desgraciadamente, tampoco parece
buen momento para estar en Angeles City o en Manila, aunque correré el riesgo allí en Luzón.

Mi amigo guardaespaldas me dio un par de papelillos de fumar y nos despedimos.

De vuelta a mi habitación, me lié un canuto con la última yerba que Jay me había regalado. Estaba
potente. Me fumé medio porro y me forcé a salir. Habría sido demasiado fácil quedarse y ver la tele.

Me puse la camisa negra de seda para camuflarme en la noche, preparé parte del equipo fotográfico
y me reuní con Sign a las ocho en la puerta del hotel. Usar sólo la luz disponible por la noche
requiere exposiciones muy lentas y mover la cámara puede arruinar las fotos. Traje el trípode y el
cable disparador. Es una cuestión de lógica: si la exposición ha de ser lo suficientemente lenta como
para tener que usar un trípode, también habrá que usar el disparador remoto para sacar las fotos sin
que se mueva la cámara. Con este kit sería capaz de conseguir algunas buenas instantáneas.

Fuimos de club en club, acechando en las sombras y fotografiando la puerta principal de los salones
de masaje con mi teleobjetivo de 200mm. Le había indicado a Sign que aparcase a los laterales de
los clubes, a cierta distancia. Me escondía detrás de Sign y de su moto con mi cámara, trípode y
objetivo. Cuando había capturado las fotos que quería, salíamos a toda velocidad. Tras sacar fotos a
unos cuantos clubs de masaje karaoke, nos dirigimos a sacar fotos al Dolphin y al Absenta.

Sacar de incógnito fotos del Dolphin desde la distancia resultaba extraño. Había entrado allí cada
noche. En el largo recorrido hasta el Absenta, comencé a tener mejores sensaciones con respecto a
mis fotos. Esta noche, la última para mí en Phnom Penh, marcaba la diferencia. Ahora tenía la vida
nocturna plasmada en los carretes de fotos. A medida que nos desplazábamos, comencé a sentirme
un poco caliente. Rumié si hacer el amor con Hue y consideré la idea de regresar al Dolphin.

El Absenta estaba abarrotado de chicas, habría unas cien. Muchas de ellas se acercaron a mí, pero
no me fui con ninguna de ellas. Busqué a Thi y a Uoc, las hermanas vietnamitas a las que me había
llevado una vez en este sitio, pero no las vi por allí. Le pregunté al barman si estaba permitido sacar
fotos en el interior y me respondió: “No.” Afuera de nuevo, les saqué algunas fotos a los carteles de
neón y a la gente en el estacionamiento.

“Dolphin”, le indiqué a Sign, y este me llevó de vuelta. Se quedó por fuera esperándome. Encontré
a Lan jugando una partida al billar. Hue también estaba allí. Me senté en un sofá y vinieron las dos.
Lan me informó que Hue no había estado con ningún cliente anoche.

“¿Chung toi dormir?”, le pregunté a Hue.

“OK”, aceptó.

“¿Yum-yum number one? ¿Boom-boom number one?”

227
PROMISCUO

“Number one”, prometió.

Le dije “Adiós” a Lan y le di un beso en la mejilla.

De vuelta a mi habitación, fumé un poco más e hice el equipaje. Hue se duchó, vio la televisión y
parecía adormilada. “No te duermas”, le decía de vez en cuando. Cuando por fin me duché y me
metí en la cama, eran las once y media.

Intenté que Hue me la chupara y me follara, pero no quiso. Me dijo reiteradamente: “No.”

Seguí insistiendo, “¿Sí?” Esto no nos llevó a ninguna parte, Hue parecía contrariada. Así las cosas,
le dije tiernamente: “No boom, dormir, OK. No problema.” Acaricié su hombro con ternura y me
sentí mejor. No sé qué pasará por su mente, pero el “No” era muy fácil de entender. Le habría
argumentando que no no era una opción válida, pero no quería molestarla más. Sólo le pregunté:
“¿Dormir, yum-yum, boom-boom?”

“OK”, aceptó dulcemente.

Tuve problemas para dormir. Estaba colocado por la yerba y pensando en que mañana tomaba el
vuelo de vuelta a Tailandia

La mañana del lunes me levanté temprano para empaquetar. Aún había un carrete inacabado en mi
cámara compacta, así que salí a sacar unas cuantas fotos más. Lo primero que vi al salir del hotel
fue a un monje budista con su túnica naranja y una sombrilla dorada. Como por arte de magia, hace
tiempo que quería sacarle una foto a un monje con su sombrilla y esta era mi última oportunidad.
Se la hice. En Rue 63 fotografié los puestos donde compraba la fruta, una muestra de baguettes y
los rickshaws de pedales. Usé todas excepto la última foto del carrete.

Cuando regresé a mi habitación, Hue estaba viendo la tele. Peló y troceó nuestra papaya mientras yo
terminaba de empaquetar. Después de que hubimos comido la fruta, nos metimos en la cama.
Cuando me acerqué a Hue, dijo: “No” de nuevo, pero esta vez lo decía sonriendo.

Hue se tomó su tiempo chupándome la polla. Fue la mejor mamada que jamás me había
realizado. Intenté follármela con ella sentada sobre mí, pero insistió en mantenerse
tumbada boca arriba. Alcé sus piernas desplazándolas hacia atrás y le otorgué una
excelente sesión. Estaba muy mojada. No se quejó de dolor y me la follé con estocadas
largas y firmes, sintiendo la presión de su estrecho coño. Follamos unos quince minutos y
entonces, para no poner a prueba su resistencia ni su paciencia, me corrí. Podría haber
aguantado mucho más, pero no quería arriesgarme a que su ánimo se agriara. De todos
modos, aún no había terminado de empaquetar mi equipaje.

Eran sólo las diez y media y Hue ya se quería ir. Le dije que me quedaba una sola foto en la cámara
y quería sacársela a ella antes de que se levantara de la cama y se vistiera. Por supuesto, se opuso.

228
PROMISCUO

Le dije que le daría una propina y que dejaría que se fuese a casa temprano, pero aún así se negó.
Finalmente, quejándose de que tenía hambre, se dio por vencida y accedió a que la retratara. Bravo.
Uno, doos, treees… se cubrió púdicamente los pechos con sus manos, volvió la cara y ¡flop! disparé.
Aquí terminaba mi cuarto carrete fotográfico. A la postre había realizado un total de ciento cuarenta y
ocho instantáneas de Phnom Penh.

Hue me dio un abrazo y se marchó. Yo terminé de empaquetar.

Poco después de las doce, la furgoneta del hotel me trasladó hasta el aeropuerto. Dejar Phnom Penh
enturbiaba mis emociones. Pensé en Ai y su periodo. No era fácil romper mi relación con Ai y Hue.
Dormir con estas dos chicas noche tras noche había supuesto una experiencia fuera de lo habitual.
Había estado viviendo una ensoñación.

El aeropuerto estaba muerto. Unos cuantos pasajeros se dirigían a Saigón, pero no demasiada gente
va y viene de Phnom Penh. Había solamente otros tres pasajeros en mi vuelo de regreso a Tailandia.
El aparato avanzó por la pista y despegó. Camboya quedaba bajo mis pies… y yo ya no estaba allí.

229
PROMISCUO

Golfo del Mekong

230
PROMISCUO

Libro cuatro

TAILANDIA
FILIPINAS

231
PROMISCUO

Dormir con una mujer anamita

es como dormir

con un pajarillo en la almohada.

232
PROMISCUO

-Graham Greene

-28-
Lay

Aunque Tailandia es un destino exótico, me sentí como de vuelta a “el mundo real.” No estaba feliz
de regresar a Pattaya. Incluso acaricié la idea de volverme a Camboya, pero tengo cosas que hacer
aquí y también otros lugares a los que ir.

La sociedad limpia y ordenada de Pattaya parecía aburrida comparada con la caótica Phnom Penh y,
después de Ai y Hue, las chicas de Pattaya me resultaban poco atractivas.

La tienda de teca del señor Wei Chang estaba cerrada y su hijo Ti no respondió al teléfono el día de
mi regreso. Disfruté cenando en mi restaurante favorito pero, mientras comía, recordaba con cariño
el templo taoísta donde solía cenar en Camboya.

Todavía puedo sentir Phnom Penh atrayéndome como un imán. La ciudad de Phnom Penh es única
y quiero regresar a ella algún día. También quiero conocer Vietnam. Ahora que ya he probado a las
chicas vietnamitas, la idea de encontrar a una novia anamita virgen parece más atractiva y realista.
Una parte de mí aún piensa en sentar la cabeza, pero quiero estar con una mujer realmente buena,
un tesoro. He oído que las chicas vietnamitas vírgenes están ansiosas por casarse con occidentales.

Camboya, Laos y Vietnam son tres de los países más pobres del mundo. La pobreza de un país es
inversamente proporcional a las oportunidades que visitantes ricos y extranjeros encuentran en él.

Mi primera noche de vuelta en Pattaya, realicé la ruta de costumbre para ir a cenar. Cuando alcancé
la playa, vi a la amiga de Bo y me detuve a hablar con ella. No me di cuenta al principio, pero Bo
estaba sentada allí cerca. Recordé lo buena folladora que es.

Me cogió por la mano y dijo: “Vamos al hotel.” Lo pasé bien con Bo al principio, pero luego dejó
de interesarme. Tras haber estado enfermo y haber pasado un mes con mis jóvenes y frescas chicas

233
PROMISCUO

de Phnom Penh, Bo me interesaba ahora incluso menos. Tras explicarle que acababa de regresar de
Camboya y que echaba de menos a mis dos chicas, le dije que no quería follar y seguí Paseo abajo.

Sentí lo mismo con todas las chicas de la playa… y eran muchas. Habían pasado tan sólo unas
cuantas horas desde que hice el amor con Hue por última vez.

Paré en el bar donde trabajaba la madre de Lek, quería darle una tarjeta de visita del hotel con mi
nuevo número de habitación. Lek me había pedido que me pusiera en contacto con ella a través de
su madre cuando regresara a Pattaya. No vi a nadie que se pareciese a la madre de Lek y la mujer
con la que hablé tampoco conocía a Lek. Yo ya no sentía ningún entusiasmo por ella, pero en su
momento sí, había sido agradable. Pensé que debería de obtener al menos el coñito de alguna de sus
amigas en compensación por el dinero que le había dado antes de mi partida para Camboya.

Después de cenar, regresé a casa solo y me acosté. Me sentía vacío y un poco deprimido lejos del
lugar donde había sido tan feliz hasta hacía unas pocas horas.

Mi segundo día de vuelta en Pattaya, la tienda de madera del señor Wei Chang continuaba cerrada.
Cuando hice mi habitual recorrido a lo largo del Paseo Marítimo, vi a Joy viniendo hacia mí. Me
dio un abrazo, feliz de volverme a ver. Me gusta Joy y yo también estaba contento de verla, pero no
tenía ganas de irme al hotel con ella. Hablamos sobre Camboya y mis chicas vietnamitas. Me dijo
que no tenía dinero. Aunque no estaba interesado en el ‘tiempo corto’ que me propuso, le di veinte
baht. Suficiente para comprarse una ración de phàt thai [fideos de arroz fritos] en cualquier puesto
ambulante. Comentó que le gustaría venir alguna vez a mi habitación para jugar a las cartas en mi
ordenador. Le dije que muy bien y le deslicé una tarjeta con mi nuevo número de habitación.

En el Voodoo, la mamasan de Cherry me dijo que esta aún no había llegado. Ni siquiera le había
dicho que estaba buscando a Cherry, pero ella se acordaba de mí. Aunque no pensé acerca de ello
en ese momento, vi a una chica nueva. Su pelo, teñido de rubio oscuro, y su preciosa figura me
llamaron la atención. A diferencia de la mayoría de go-gós, ella llevaba sujetador mientras bailaba.

De vuelta a la playa, me encontré sorpresivamente con Nong sentada bajo una palmera. La noche
antes de partir para Phnom Penh, Lek me había dicho que Nong estaba enferma con fiebre y dolor
de garganta. Yo también había estado muy malo de la garganta tras follar y besarme con Nong.
Estaba convencido de que ella me había contagiado la enfermedad que tanto padecí en Phnom Penh.

Aquí estaba la culpable, buscando extranjero. Habíamos disfrutado una buena sesión de sexo juntos,
pero ahora sentía lo mismo por ella que por el resto de chicas de Pattaya. Demasiados ‘kilómetros’.
Ya no estaba interesado en volver a follar con Nong.

Cuando le dije que había ido a buscar a la madre de Lek, Nong me dijo que Lek había regresado a
Chanthaburi hacía un mes y que no había vuelto. Buenas noticias. Lek me había asegurado que no
le gustaba Pattaya ni la profesión que allí ejercía. Quería volver a casa.

Al parecer, mis dos mil baht habían sido suficiente dinero como para ayudarla a poderse ir. Esto me
hizo sentir aliviado y me levantó el ánimo.

234
PROMISCUO

No conseguiría ya el coño de Lek ni el de ninguna de sus amiguitas, pero tampoco tendría que lidiar
con problemas de pareja. Lek se había ido de Pattaya al mismo tiempo que yo me fui.

Regresé solo a casa por segunda noche consecutiva, poco entusiasmado con Pattaya y sus chicas.
Preparé un bolso de un día para viajar temprano a Bangkok. Quería revelar mis fotos de Phnom
Penh y, además, la reparación que el padre de Rok hizo a mi cámara no había quedado bien.

En Bangkok, Rok me dijo que su padre no podía calibrar el medidor de luz de mi cámara. Me envió
al servicio autorizado de Nikon. Tras dejar la cámara allí, me dirigí a Thai Airways y a Egypt Air.
En las oficinas de la Thai inicié los trámites para obtener un billete gratuito a Madrid con las millas
acumuladas como viajero frecuente. En las de Egypt, confirmé mi salida para Manila el catorce de
junio y solicité permiso para portar exceso de equipaje, tanto de mano como facturado.

Esperé ansioso en el laboratorio a que revelaran los cuatro carretes de diapositivas de Camboya, las
necesitaba para ilustrar mi Guía de Viajes de Phnom Penh. No había querido correr el riesgo de que
me estropeasen los carretes en algún laboratorio fotográfico de Camboya, pero estuve un poco
intranquilo hasta que no vi los resultados. Afortunadamente, las instantáneas quedaron fantásticas.

Antes de irme de Bangkok, me fijé en algunas chicas que parecían tan bellas como Ai y Hue pero,
por desgracia, no estaban disponibles para mí. No de una forma rápida y casual. Estas eran buenas
chicas que iban de vuelta a casa tras la escuela y el trabajo. Hay auténticas bellezas en Bangkok.

Por la noche, una vez en Pattaya, regresé al Voodoo. La chica nueva me impresionó más aún hoy.
Parecía tan guapa o más que Cherry, la chica a la que he estado llamando hasta ahora la go-gó más
bella de Pattaya. La mamasan me indicó que Cherry seguía fuera por tercera noche consecutiva.
“Ella sólo viene a trabajar cuando le apetece”, le comenté. Cuando salí, vi a unos cuantos soldados
americanos observando a las bailarinas. Fui a cenar pensando en la chica nueva, la número siete.
Sería una excelente modelo, al menos esa impresión me dio. Después de cenar y consultar mi mail,
pensé en regresar al VooDoo, pero era un poco tarde y no estaba de humor como para conquistarla.
Conseguir que la número siete posara ante mi cámara requería delicadeza y saber hacer.

235
PROMISCUO

Sawa estaba en el puerto y me dedicó una dulce sonrisa. Fue una sorpresa agradable, aunque no
quería irme con ella. Mi interés por Sawa se desvaneció cuando supe lo buscavidas que es. Pensaba
que era más inocente. Hablamos sobre Camboya y le confesé que echaba de menos a mis dos chicas
vietnamitas. Sawa percibió que no estaba interesado en ‘tiempo corto’ con ella y ni me lo planteó.

De camino a casa a lo largo del Paseo no vi a ninguna que me hiciese sentir algo distinto. Si hubiera
tenido la selección de universitarias y oficinistas que vi en Bangkok, me habría entusiasmado. Pero
aquí, lo único que hacía era echar de menos a Ai y Hue. Dormí solo por tercera noche consecutiva.

El jueves, cuarto día de vuelta en Pattaya, llamé de nuevo a Ti. Me comentó que su padre le había
informado de la dificultad de exportar madera a Europa a través de su Wood Shop. El mensaje que
me transmitió, me hizo desistir definitivamente de la idea de hacer negocios juntos. Esto me invitó a
considerar la posibilidad de precipitar mi partida y regresar a Filipinas lo antes posible.

Esta noche me encontré a Lay fumando en la terraza de una cervecería. Había hecho el amor con
ella una noche cuando era nuevo en la ciudad, aunque no había escrito acerca de ello. Recuerdo que
provenía de la provincia arrocera de Isán y sus piernas y culo eran tan firmes como los de un atleta.

Le hablé de mi mes en Camboya y de mi pérdida de interés por las chicas de Pattaya.

“¿Por qué?”, preguntó.

“¿De verdad quieres que te lo diga? A lo mejor no te gusta.”

“Sí, dímelo.”

“Las chicas aquí van con demasiados clientes. Eso no me gusta.”

Quedó claro que Lay no se desanimaba con facilidad. Parecía genuinamente cariñosa y me hizo
sentir como si yo en realidad le gustara. Me dijo que tenía muy poco dinero. Ningún extranjero hoy.

“¿Tú fumas [mamas] bien? ¿Y mucho?”

“Sí.”

“¿Buen boom-boom? ¿Me harás feliz?”

“Te haré feliz.”

236
PROMISCUO

“Te pago lo mismo que la última vez, quinientos baht.”

“Seiscientos y el taxi, ¿OK?”

“OK, vámonos.” Nos cogimos de la mano y caminamos por Road 2, donde subimos a un songthaew
que nos llevó hasta mi hotel.

Cuando Lay se desvistió, me quedé gratamente sorprendido por la belleza de su cuerpo.


Pensé que era sobradamente guapa como para hacerme de modelo. Cuando la piropeé,
ella premió el elogio. Después de nuestras respectivas duchas, hicimos el amor. Lay se
iba excitando más a medida que le chupaba las tetas, acariciaba su coño y le besaba los
hombros y el cuello.

Mientras me chupaba la polla, conmigo de rodillas sobre su cara y ella tumbada boca
arriba, seguí frotándole el coño. Me la mamó bien, succionando mientras bombeaba y
tragándose todo el glande. Dos veces me preguntó si era suficiente y dos veces le
respondí que continuara. Como es usual, habría preferido una mamada más profunda y
prolongada, pero estuvo bien. A la tercera vez que preguntó, dejé que parara.

Comenzamos a follar con Lay tumbada boca arriba, ella parecía muy caliente y excitada:
“Cariño”, me llamaba. Tras unos cuanto minutos percutiendo conmigo encima,
atrapé una de sus piernas entre las mías y rodamos, dándole la vuelta y dejándola en
posición de cabalgar. Quería ver lo que hacía. En su ardor, pensé que tal vez me llevaría
al orgasmo. Movía su culo hacia detrás y hacia adelante, restregando su coño contra mí.
Agarrando su musculado culo, la aferré con energía, aumentando así la fuerza con la que
estaba frotando su clítoris contra mi pubis. Ella se excitó más y más, dejándose ir. Como
me cabalgó más duro y más rápido mientras se corría, sentí que también yo me venía. No
quería finalizar hasta que ella hubiera tenido suficiente y me las arreglé para retrasar la
urgencia. Después de correrse, se relajó y la volví a tumbar boca arriba sobre el colchón.
“Llegué”, me dijo.

Con sus piernas sujetas por mis antebrazos, le propiné estocadas largas. Lay me estaba
haciendo sentir maravillosamente bien. Era tremendamente atractiva y su coño delicioso.
Yo seguía entrando y saliendo de él. Sentí que mi momento se acercaba de nuevo, pero
esta vez no intenté demorarlo. Me corrí. Permanecí en su interior durante unos minutos
más, con su cálido coño friccionándome. Una hembra estupenda. Traer a Lay a casa
había sido una excelente idea.

“Llegué”, repitió. “Hacía mucho tiempo que no llegaba.” Quería decir que no había
alcanzado un orgasmo desde hacía mucho tiempo y hoy daba muestras de hallarse
satisfecha y agradecida por ello.

Cuando le hablé de posar como modelo para mí, Lay aceptó y concertamos una cita para mañana
noche a las nueve en el Paseo. Le comuniqué que tenía que ir a Bangkok y que la vería a la vuelta.

237
PROMISCUO

Viernes en Bangkok, retiré mi cámara en el servicio Nikon. Thai Airways me dio el billete gratuito
de viajero habitual a Madrid para el dos de julio. Necesitaba este billete antes de marchar a Manila.
Un pasajero debe tener un billete de vuelta o un visado de Filipinas para poder viajar a Manila.

En Egypt Air le mostré a la chica mi carnet de prensa, esperando que esto aumentase la posibilidad
de que me aceptaran el exceso de equipaje. Consultó la disponibilidad de asientos y me indicó que
había asientos libres en todos sus vuelos anteriores al catorce de junio, cuando yo tenía la reserva.
Con todo ya solucionado aquí, consideré la posibilidad de adelantar mi billete de ida a Manila.

Antes de irme, visité Banglampoo, el área de mochileros en Bangkok. Mucho blanquito. No echo de
menos en absoluto a las mujeres blancas. Ya he tenido mi ración de ellas... y prefiero a las asiáticas.

A las nueve estaba de vuelta en el Paseo de Pattaya, pero no vi a Lay. Esto sí que fue una sorpresa.
Había pensado que me apetecería pasar el resto de noches junto a ella hasta marcharme a Filipinas.
Mi primera vez con Lay, tampoco había sido capaz de encontrarla por segunda noche. Mujer fugaz.

Antes de la cena, consulté mi correo-e. Me puse eufórico al conocer que mi editor en Madrid usaría
“Comienza el show” en el nuevo número de la revista que estaba próxima a salir. Esto significaba
que también había vendido “Splash” (un artículo de Filipinas), “Pattaya”, “Comienza el show” y
“Phnom Penh” mientras estaba en el camino, (on the road!) Aún no he finalizado “Phnom Penh”,
pero tengo las fotografías y ya está vendido a mi oficina central.

Después de cenar regresé al Paseo, aún tenía la esperanza de encontrar a Lay. No estaba allí, pero vi
a Nat. Nat era la chica tímida que nunca había tenido un cliente cuando la conocí. Me había dicho:
“Te amo” y había dormido dos noches seguidas en mi habitación antes de desaparecer. Casi no la
reconocí. Caminábamos en sentidos opuestos. La llamé por su nombre y me miró, aunque no se
detuvo. Señaló a un policía uniformado y siguió andando. En el mes y medio que había pasado
desde que la viera por última vez, Nat había realizado la transición de recién llegada a profesional.
Iba muy emperifollada y luciendo palmito con coleta, minifalda cortísima, blusa blanca y bolso.
No la seguí. No me interesaba.

238
PROMISCUO

Cuando renuncié a encontrar a Lay, me dirigí de nuevo hacia mi hotel desde el Paseo Marítimo.
Sabía que durante el trayecto vería a un montonazo de muchachas que querrían venirse conmigo,
pero no creía que encontrara ninguna a la que realmente me apeteciera llevarme a casa. El día había
sido largo y caluroso en Bangkok. Estaba cansado y seguía sin sentir excesivo entusiasmo por las
chicas que trabajaban en Pattaya. Pensé en acercarme al VooDoo, pero era tarde. Eso podía esperar.

-29-
Winee

Si tú me hubieras preguntado a cuál de todas las chicas que he tenido en Pattaya sería la opción
menos probable de que me llevase a casa otra vez, probablemente te habría respondido: “Parichart.”
No es fácil recordar sus nombres, pero este pensé que era el suyo. No es que follara mal. Si mal no
recuerdo, follaba bien. Fue unas semanas antes de que dejase Tailandia para marchar a Camboya.
La primera vez que la vi, Parichart iba andando por el Paseo Marítimo, muy sexy con sus vaqueros
ajustados y zapatos altos. La llevé a mi habitación y nos divertimos. Se marchó en cuanto terminé.
Las noches siguientes, observé su trabajo en la playa. Se iba con varios clientes cada noche si podía.

Winee, su nombre real, no es la clase de chica que uno se llevaría a casa como esposa. Tampoco es
el tipo de chica que yo querría para mí mismo. Aquella primera vez, yo no sabía lo que hacía.
Winee es la antítesis de la inocencia que había hallado en Ai y Hue. Winee es una auténtica experta.

No habiendo visto a Lay, caminé a lo largo de la playa pensando que regresaría solo a casa. El ver a
Winee no me invitó a pensar diferente. Llevaba top negro, falda violeta ajustada, tacones altos, y se
mostró feliz de verme. Otras noches había parecido irritada porque no había vuelto a llevármela.
Una noche se había enfadado realmente. Por lo general no me detengo ante ella. Ninguno de los dos
queremos que yo interfiera en su negocio.

“Parichart: la máquina de follar”, dije a modo de saludo. No recuerdo si alguna vez había dicho esto
antes en su cara, pero así es como la llamaba para mis adentros. Supuse que ella no entendería que
qué carajo le estaba diciendo y si lo entendiera, le importaría una mierda de todos modos.

239
PROMISCUO

Esta noche, Winee me sedujo con una interesante proposición: “Buena ‘fumada’, buen
boomsing y buena follada de culo”, me ofreció.

“¿Buena follada de culo?”, pedí que aclarara.

“Sí, buena follada de culo”, repitió.

“Parichart: la máquina de follar”, exclamé por segunda vez. “No sabía que eras three-
holer.”

“Sí. Buena ‘fumada’, buen boomsing y buena follada de culo.”

“¿Tú fumas largo rato? Me gusta que me ‘fumen’.”

“Sí, ‘fumo’ muy bien.”

Viendo los vídeos porno en Phnom Penh, me había excitado mirando a las tías tomadas
por el culo. Aunque he metido mi polla en el culo de bastantes chicas, no ha habido
muchas que recibieran bien mi broca como para dispensarles un taladrado perfecto.

La perversidad de Winee ejercía sobre mí una extraña atracción.

“Vamos”, le dije sin pensármelo más. La cogí de la mano y comenzamos a alejarnos.


Mientras lo hacíamos, nos cruzamos con una de las amigas de Sawa y me miró. Seguro
que después las chicas comentarían que me había llevado a Winee. Esto parecía fuera de
lugar y se quedarían perplejas. Ellas saben qué tipo de chicas me gustan, pero…
sodomía. ¿Entenderían esta perversa atracción?

Antes de ir al hotel invité a Winee a una bebida fría. Me sorprendió eligiendo leche de
soja, también es mi bebida tailandesa favorita. Nos tomamos una cada uno y bromeé
diciendo que la Vita Milk me pondría la polla más dura.

Después de la protocolaria ducha, Winee se sentó en la cama. Vi su pubis asomando por


la toalla y acerqué mi mano, dándole un leve tirón. “Tienes el coño velludo. Me gustan los
coños así”, le dije.

Ella sonrió: “¿Te gusta?”

“Sí, me gusta.”

Tomé mi ducha y me senté con ella en la cama. Con su apetitosa cintura y sus grandes
tetas, Winee parecía caliente. Llevé mis dedos de nuevo hasta su vello púbico y me
arrodillé junto a ella. Puse la polla en su cara y ella comenzó a chupar. Últimamente no
me la habían mamado con la intensidad y duración que deseo, pero Winee maniobró en
mi aparato con precisión. Fue sorprendente. Le dedicó una tremenda energía,
empapando mi polla con su saliva y deslizando su mano arriba y abajo por mi tronco
mojado mientras chupaba.

240
PROMISCUO

Froté su clítoris, pero ella cogió mi mano y la bajó para que me introdujera y la follara con
el dedo. No estaba húmeda, pero hice lo que me solicitaba y trabajé su interior con
mi dedo. Sentía su coño cálido y estrecho, ella me la chupó con más entusiasmo si cabe.
La mamaba como si ello la hiciera sentir bien y ponerla más caliente. Era extraño. Tal vez
mi dedo en su coño la estuviese excitando. El modo en que balanceaba la cabeza y
mamaba era remarcable. Parecía estar inmersa en un frenesí apasionado. Cuando
comencé a frotarle el clítoris con otro dedo, ella también lo dirigió hacia abajo. Inserté un
segundo dedo en su coño, junto con el primero, e introduje la punta de un tercer dedo en
el agujero de su culo.

Lamió mis testículos. Lamió mis piernas. Lamió mis nalgas, pero no lamió mi ojete. Me
coloqué de rodillas con mi culo en su cara, esperando que lo lamiera, pero no lo hizo.
Quizás si se lo hubiera pedido, tal vez lo habría hecho. Después de haber seguido
mamando conmigo de rodillas, dejó que me sentase contra el cabezal de la cama y
descendió entre mis piernas. De vez en cuando, yo le retiraba la mano de mi polla. Chupó
y meneó enérgicamente, temí correrme. ¡De ningún modo! Aún quiero follarme su coño y
su culo. Unos minutos después, me alcé de rodillas y me posicioné de modo que pudiera
verla en el espejo mientras mamaba. Me volví a sentar contra la cabecera de la cama y
Winee siguió chupando. Colocó un cojín bajo su cabeza. Así podría estar más cómoda y
mantener su cuello relajado y mamar a gusto, deslizando mi polla dentro y fuera de su
boca.

Mientras viajo, rara vez hallo felación suficiente como para satisfacerme. Mi filipina sí que
lo hace excelentemente bien, con Emily Delacruz obtengo tanto como deseo. Esta noche,
la mamada de Winee estaba siendo portentosa. Pensé pedirle que parase.

Aún tenía que gozar ese coño y ese culo, y no quería correrme hasta haber disfrutado
bien de ellos. Winee mamaba como si fuese lo principal, no hacía gestos de aflojar o parar
y yo era incapaz de decirle que parase; sólo la invitaba a que separase la mano de mi eje,
así no me haría correrme ya. Ella se balanceaba y chupaba con tal energía que yo estaba
sorprendido. Todavía tenía mi dedo en su coño y la punta de otro en el ojete del culo. Aún
parecía como si mamármela la excitase. Winee era caliente como una antorcha, su actitud
era el paradigma de la original y auténtica ninfómana.

Finalmente, preguntó: “¿No quieres boom-boom?”

“Quiero.”

“¿Tienes condón?”

“Tengo”, respondí y alcancé uno.

“¿Tienes gel?”

“Tengo este”, le dije mostrándole un bote de Astroglide.

241
PROMISCUO

Winee lubricó su vagina y su ojete. No se había olvidado de que me había prometido su


culo y se introdujo un dedo un poquito para lubricar el interior del mismo. Se acostó boca
arriba y alzó las piernas. Tenía un coño muy bonito. Puse mi polla en su hueco y le sujeté
las piernas con mis brazos. Cuando comenzamos a follar, ella realizó sonidos de
conformidad, así que comencé a traquetear. Cuanto más duro golpeaba su interior, más
parecía agradecerlo. Loca gemía: “Oh sí, oh sí, oh sí…” al ritmo de mis embates. Parecía
estar disfrutando sobremanera y odiaría decepcionarla, pero temí que pudiese provocar
mi eyaculación yo mismo. Así que seguí follándomela, aunque más despacio,
propinándole largas y lentas acometidas. Estaba bien, pero ella se calmó un poco.

“¿Quieres follarme por el culo?”, preguntó.

“Sí, quiero.”

Pidió que pusiera más lubricante en mi polla y ella escupió en sus dedos, untando su ojete
de saliva. Permaneció tumbada boca arriba, sólo alzó las caderas hacia atrás para elevar
un poco más su culo y dirigió la punta de mi polla hacia el mismo. Empujé, pero se
escapó. Ella me dirigió de nuevo hacia su ojete. Empujé y se volvió a escapar. Sostuvo mi
polla contra el ojo de su culo una vez más. Esta vez, cuando empujé, entró.

Con unos pocos centímetros ya introducidos, hice una pausa. Ella parecía sentirse
cómoda, así que empujé un poco más. Sin problema. Comencé a percutir, enculándola
más profundamente. Ella lo recibía igual que si estuviese follándole el coño. No parecía
sentir dolor o, si lo sentía, le gustaba. Se la metí hasta el fondo en mi bombeo y entré y
salí de ella exactamente igual que si me estuviese follando un coño. Pocas veces me
había follado tan bien un ojete y difícilmente podía distinguirlo de un chocho. Incluso pude
ver su coñito por encima de mi polla en su culo… y se veía muy bonito.

La saqué casi por completo y volví a introducirla hasta la mismísima base, pude sentir su
vello en mi pubis y su coño en mi ingle. ¡Qué fantástica sensación! Siempre había dicho
que no me gustaba demasiado el sexo anal, pero este no estaba mal. No estaba nada
mal. Me la follé duro. Igual que con su coño, cuanto más duro me la follaba, ella más
disfrutaba. Comenzó a gemir: “Oh sí, oh sí…” otra vez y la ensarté con ímpetu. Era como
follarme un coño, pero no era un coño. Volví a mirar hacia abajo y vi mi polla entrando y
saliendo de su culo, su lindo coño vacío: “Oh sí, oh sí, oh sí…”

Mientras me follaba su ojete, ella se masturbaba el coño con los dedos y se acariciaba
rítmicamente el clítoris. Winee era una rueda de fuego esta noche. No tenía prisa alguna
en marcharse a ninguna parte y parecía estar disfrutando cada minuto de nuestra cita.
Winee gozaba con el buen sexo y apreciaba una polla bien dura. Parecía dispuesta a
dejar que le jodiera el ojete para siempre. Creo que yo podría haber continuado
indefinidamente, pero ya había tenido suficiente. Todo era un tanto extraño. Me gusta
experimentar una amplia variedad de sensaciones y esta estaba siendo realmente una
buenísima sesión de sexo anal, pero yo sentía como si ya no fuese algo novedoso. Temía
que si seguía demorando deliberadamente mi orgasmo, ella perdería interés y cambiaría

242
PROMISCUO

su estado de ánimo. No quería que esto fuese a terminar sin haberme corrido, así que
pensé que lo mejor sería concentrarme y martillar vigorosamente hasta explosionar.

Miré de nuevo hacia abajo y vi mi polla deslizándose dentro y fuera de su ojete. Winee
jugaba con su clítoris. ¡Qué escena! Seguí bombeando y mi barra se puso aún más dura.
A medida que mi polla entraba y salía, comencé a sentir que iba a explotar. Lo hice y
disparé toda mi carga en su rico culo.

Vaya experiencia. Tras un alto para disfrutar la sensación de su estrecho culo


presionando mi gruesa polla un rato más, la retiré. No había sangre. No había caca. En
ningún momento vi u olí a caca. Todo limpieza. Uno pensaría que ella se había aplicado
un enema antes de comenzar nuestra sesión.

Todo fue extraño, pero muy bueno. El sexo anal aún no es mi predilecto, pero fue muy
excitante. Estoy tentado de repetir de nuevo y coger su culo en diferentes
posturas, aunque dudo que lo haga. Winee había acomodado mi polla en su
retaguardia sin problema. Este era un claro ejemplo de las muchas habilidades de las
mujeres más experimentadas, aunque yo prefiero seguir instruyendo a chicas jóvenes e
inocentes como Ai y Hue. Mujeres expertas versus jovencitas inocentes.

Winee indicó que fuera a limpiarme yo primero. Cuando ella salió de la ducha, comenzó a llover.
Había visto relampaguear sobre el mar antes y ahora estaba lloviendo torrencialmente. Se tomó su
tiempo para irse y hablamos. Entre otras cosas, le pregunté su edad. “Veintitrés. Demasiados”, dijo.
Winee considera que se está haciendo vieja.

Con la lluvia cayendo en el exterior, se apostó frente al espejo del recibidor con sus cosméticos.
Primero se frotó un poco de crema en la cara. Luego se aplicó un poco de maquillaje. Después se
dio unas palmaditas de polvo blanco (sempiterno en la mujer asiática): su cara parecía más pálida
ahora que antes, pero no abusó. Por último, perfiló en arco sus cejas parcialmente afeitadas.

Le pregunté a Winee si estaría dispuesta a hacerse fotos sin ropa. Esto no parecía ser un problema
para ella. Cuando terminó de vestirse, volví a preguntarle si posaría desnuda para fotografiarla.

“OK”, respondió y comenzó a quitarse el top negro y la falda violeta de nuevo. “No, no. Ahora no.”
Dejó de quitarse la ropa. Winee se reía de todo.

243
PROMISCUO

Le ofrecí los quinientos baht que habíamos acordado más otros veinte baht extra para un moto-taxi.
No parecía satisfecha y movió la cabeza: “Cien más.”

“Si tú no estás contenta, yo no estoy contento”, le dije mientras sacaba otros cien baht.

“Ahora sí estoy contenta”, dijo cuando se los di. Yo iba recortando gastos, pero eran sólo 2’5 euros.
Es decir, que en vez de pagarle doce euros con cincuenta céntimos, le había pagado quince euros.
Ella había estado increíble. Sin contemplaciones, me la había chupado como una loca durante largo
rato y me había ofrecido sus tres agujeros como yo pocas veces antes los había disfrutado.

Se había ganado a pulso la propina.

¡Khwap khun kha! ¡Sawasdee khráp!, me dio las gracias con un wai y se despidió con otro wai.

-30-
Neng

Sábado, día y noche hubo miríadas de soldados americanos (los inventores de este gran prostíbulo)
en las calles y en los bares. Tres buques de guerra estadounidenses estaban anclados en la bahía.
Muchos de los militares parecía que acabaran de caerse de un camión de berzas. Los soldados

244
PROMISCUO

afroamericanos tenían look rapero. La US Navy y la policía militar marina, echándoles un ojo a sus
muchachos, eran los únicos uniformados. Supuse que los Cobra Gold se unirían a las maniobras.
Me pregunto qué pensarán de Pattaya los soldados. Este debe de ser el sueño de cualquier marine
hecho realidad: una ciudad-burdel asiática para que los yanquis se solacen tras jugar a tanta guerra.

A las nueve estaba en el Paseo Marítimo. Busqué a Lay, pero no la vi. En el VooDoo, la chica rubia
nueva estaba bailando y tenía un aspecto inmejorable. Cruzamos nuestras miradas y me dedicó una
amplia sonrisa. Era la primera vez que mostraba notar mi presencia. Las camareras me invitaron a
sentarme, pero me quedé de pie cerca de caja esperando por la mamasan. Me dijeron que había ido
al baño. No había señales de Cherry, pero quería confirmarlo con la mamasan. Cuando me harté de
esperar, tomé asiento y le pregunté a una camarera por la número veintisiete: Cherry. “No trabaja”,
respondió. No era difícil de creer. Cherry sólo viene cuando le apetece, habrá conseguido protector.

“Quiero comprarle una bebida a la número siete.” La camarera estaba demasiado ocupada sirviendo
bebidas y no me trajo a la siete. Era preferible sentarla conmigo antes de que algún otro cliente la
solicitara, así que requerí por ella a una segunda camarera. Pronto, esta magnífica criatura estaba
sentada a mi lado con su sujetador, su tanga y sus altas botas. Se veía igual de guapa de cerca, era
agradable acariciar su sedosa piel y charlar con ella. Hablaba mi lengua un poquito y eso facilitaba
las cosas. Felicitó mi tailandés y, usando un poco de cada lengua, nos entendimos realmente bien.
Me senté con el brazo alrededor de Ef, su cintura –hasta la cual caía una rubia melena- en el interior
de mi brazo y sus caderas aferradas con mi mano.

“Eres muy guapa”, le dije.

“No guapa”, respondió.

“Las mujeres guapas son parte de mi trabajo. Tú sabes que eres guapa. ¿Te gusto un poco?”

“Gustas”, dijo. Para responder afirmativamente a una cuestión, los thai repiten el verbo o el adjetivo.

“Si regreso y quiero que vengas conmigo, ¿vendrás?”

Sonriendo, me miró a los ojos y asintió con la cabeza.

“Esta noche no, ¿entiendes?”

“Entiendo.”

Hay 543 años más de diferencia entre el calendario budista y el calendario gregoriano. Por ejemplo,
el año 2012 en Europa es el año 2555 en Tailandia y Laos. Cuando le pregunté a Ef qué año era en
el calendario tailandés, ella no entendió. Para ayudarla a comprender, le dije que era dos mil doce
en el calendario farang. Entendió mal. Cuando oyó el número dos mil, pensó que hablaba de dinero
y comenzó a hablar de ‘tiempo corto’: dijo que había que pagar quinientos al bar, cosa que yo ya
sabía, y que ella pedía mil quinientos por ‘tiempo corto’. Le dije que pensaba que pagar a las chicas
mil baht era suficiente. Señaló hacia el techo y me dijo que mil era el precio por ‘tiempo corto’ en el
bar. Me indicó que arriba tenían habitaciones para ‘tiempo corto’. Esto era algo que yo desconocía.

245
PROMISCUO

Me sorprendí al ver a Cherry bailando en el escenario. ¡La camarera me había dicho que no estaba!
Si hubiera sabido que Cherry había venido hoy a trabajar, no le habría comprado una bebida a Ef.
Cherry miró más allá de mí, como si yo no existiera, aunque estoy seguro de que me había visto.
Las bargirls son graciosas: ellas se van con diferentes tíos constantemente, pero luego se molestan
cuando un cliente cambia de chica. Incluso la saludé con la mano cuando miró en nuestra dirección,
pero me ignoró. Estaba estupenda. Como las bailarinas cambiaban de barrote go-gó cromado con
cada canción, pude apreciarla desde diferentes ángulos. Me maravillaron su culo y sus piernas.
Cherry es increíble. De veras. Es un milagro de la genética. Sólo hay una como ella entre un millón.

Ef me contó que era de Chiang Mai. Provenía del mismo lugar que Cherry y que Uob, la masajista.
Parece que las chicas que considero las más hermosas en Pattaya provienen todas de Chiang Mai.
César me había dicho que las chicas en Chiang Mai son muy parecidas a Cherry. Tengo que ir allí.

Le dije a Ef que soy fotógrafo y que pago porque las chicas posen para mí. Ella no entendió bien.
Cuando vi que Cherry abandonaba la escena, imité que la enfocaba y presionaba el disparador de
una cámara imaginaria. Ef comprendió, pero no se mostró interesada. Con Cherry de nuevo a tiro y
habiendo constatado que a Ef no le seducía mi propuesta, ya no me interesó; gentilmente, ella siguió
tomando su refresco conmigo. Algunas chicas beben a toda prisa y se alejan de ti si no les pagas
inmediatamente otra bebida. Me gusta Ef y me encantaría follármela, pero ella no quiere ejercer de
modelo y yo he estado buscando a Cherry desde que regresé de Camboya. Ciao ciao, bambina.

Ef se despidió y se marchó. Llamé a una camarera, le indiqué que quería pagarle una bebida a la
número veintisiete, Cherry. La camarera volvió y me dijo: “Número veintisiete no quiere beber.”
Cherry estaba molesta conmigo.

Me acerqué y me detuve a su lado. Le pedí que se sentara conmigo a tomar algo. Ella negó con la
cabeza y prorrumpió: “Tú tienes chica.” Le expliqué que una camarera me había dicho que ella no
estaba trabajando. Le dije que llevaba días buscándola y que había venido al bar sólo para verla.
“Prefiero quedarme aquí”, dijo tercamente.

Todavía de pie, le pregunté: “¿Quieres posar para mí?”

“NO.” Entonces dijo en tailandés algo que no logré entender.

“¿Vuelvo otro día?”, le pregunté.

“NO.” Se puso en pie, hizo un sonido peculiar y se apartó de mí. Era un gesto de irritación, el fin de
nuestra conversación. Así que regresé a mi mesa, pagué la cuenta y salí del bar.

Tras consultar mi correo-e y cenar, eché un vistazo en un karaoke thai un par de puertas más allá de
mi restaurante. Había una preciosa muchacha en falda corta sentada por fuera. Tenía unas piernas
preciosas. No hablaba una palabra en otro idioma que no fuera thai. En tailandés y con la ayuda de
mi pequeño diccionario, nos las arreglamos para comunicarnos. Neng estaba dispuesta a venirse a
follar conmigo, ‘tiempo corto’. La comisión para el bar era de doscientos baht y Neng quería que le
pagara ochocientos, lo cual sumaba cuatro euros para el bar y veinte euros para ella. Eso era
demasiado por una chica que no era go-gó, pero sentía una gran atracción por esta chica. Me dijo

246
PROMISCUO

que quería doscientos baht más por fumarla, pero rechacé el monto y ella accedió a su precio
original. Acordamos los ochocientos baht, pero me seguía pareciendo caro. Pagué doscientos al bar.

Hablamos mientras nos dirigíamos a mi hotel en un songthaew. Dieciocho años, Neng me dijo que
nunca antes había ido con un extranjero. ¡Capaz! Sólo llevaba dos semanas trabajando en el bar.
Situado a más de un kilómetro de la playa, no era un lugar de paso para turistas.

Recorrimos el último tramo hasta el hotel cogidos de la mano. A pesar de los zapatos de plataforma,
Neng era realmente alta para ser asiática. Sus exóticos ojos de gatita, de esos oblicuos que se
inclinan hacia arriba en sus esquinas, pudieron conmigo.

A mi regreso de Camboya, me habían dado una habitación en la cuarta planta. El vestíbulo está una
planta sobre el suelo, aunque ellos no lo contaban. Así que realmente estoy a seis pisos de altura.
Eso son muchas escaleras. Mientras ascendíamos por ellas, admiraba el culo de Neng bajo el fino
material de su falda. Cuando se lo acaricié, ella no protestó, así que disfruté sujetándole las nalgas
mientras subía las escaleras.

Neng reclamó sus ochocientos baht antes de que comenzáramos a follar. Yo me negué, diciéndole:
“Llevo mucho tiempo viviendo en Asia. Las cosas aquí no se hacen así. Primero boom y hacerme
feliz, pagar al final” Puso cara de circunstancias, parecía no comprender. Puse una pastilla de jabón
y una toalla en su regazo y señalé al baño. Obedientemente, se levantó para ir a ducharse.

Cuando salió, con la toalla cubriéndole malamente las nalgas, sus piernas se veían aun más esbeltas.
Las jóvenes asiáticas son, generalmente, incluso más bellas sin ropa.

Tras tomar mi ducha, me metí con ella en la cama. Neng señaló hacia la luz para que la
apagara, pero me negué, explicándole que cuando estoy con una chica guapa, me gusta
verla. Exprimí sus firmes tetas a través del paño. Ella me miró con sus ojos de gata y
sonrió mientras le desenrollaba la toalla, dejando libres sus pechos. Sus oscuros pezones
se irguieron cuando los lamí y ella pareció disfrutar la atención. Neng era todo ojos y
sonrisa. Al apartar la toalla de su coño, me gustó ver un pequeño parche de largo vello
negro. “Tienes el coñito velludo”, dije acariciándolo. “Es precioso.”

Cuando acerqué la polla a sus labios, Neng intentó decirme que no mamaba por
ochocientos, pero le recordé que habíamos llegado a un acuerdo y no aceptaba un no por
respuesta. Se metió la punta de mi polla en la boca, no la cabeza entera. Jamás me
habían hecho una mamada tan superficial, pero me gustó. Aparté su mano de mi tronco y
con la mitad de la polla en su boca, mamó duro. Creo que me estaba frotando con la
lengua. ¡Qué bien sentaba, realmente intenso! Mientras Neng succionaba, yo masturbaba
su coño, introduciendo mis dedos y frotándole el clítoris. Se empezaba a humedecer, su
coñito era estrecho. Unos minutos después, se sacó la polla de la boca.

Intentó parar, pero le dije que quería más y volvió a introducirla. Quería comerle su bonito
coño, pero tenía miedo tras haber estado enfermo en Phnom Penh probablemente por
ese mismo motivo. No quería volver a Emily en Filipinas con una infección de garganta.
Imaginé lo agradable que habría sido practicar un sesenta y nueve con Neng, pero no lo
hicimos.

247
PROMISCUO

La siguiente vez que pidió parar de chupar, me puse un condón. Me senté e intenté
sentarla sobre mi polla, pero ella quería tumbarse boca arriba. Manteniendo los labios de
su coño abiertos, puse la cabeza de mi polla cerca de su estrecha entrada y empujé.
Avancé más y sus ojos se ensancharon. Con cada embate, la introducía un poco más
profundo.

Neng tenía sus piernas sujetas por mis brazos y estaba tomando bien. Estaba excitada,
eso me gusta. Una mirada salvaje resaltaba en su rostro. Sus ojos estaban abiertos,
pero congelados. Parecía que hubiese sido hipnotizada. Esto me hizo enloquecer y
martillé su interior con un ritmo insistente. Neng se retorcía debajo de mí. ¡He conseguido
a una buena folladora esta noche!

Con un brazo detrás de su nuca, le besé los hombros y mordisqueé su cuello. No le hice
chupones. Muchas chicas se vuelven locas cuando les besan los hombros y el cuello.
Mordisqueé sus orejas. Mientras la besaba, bombeaba dentro y fuera con acometidas
cortas. Ella se movía al mismo son.

Cuando pasé mis brazos por debajo de su espalda y me eché hacia atrás, Neng quedó en
mi regazo. Sabía que estaba enardecida y deseé que se quedara sobre mí y alcanzara el
orgasmo. Comenzó a cabalgar. Agarré sus nalgas con fuerza, presionándola contra mí.
Yo no la movía, ella lo hacía sola. Yo sólo acompasaba sus propios movimientos. Se
frotaba rápido y con fuerza. Sin sentir vergüenza, Neng buscó su orgasmo y lo alcanzó.
Cuando estuvo satisfecha, se dejó caer boca arriba y yo me di la vuelta con ella.
Seguíamos conectados.

De nuevo sobre ella, le propiné largas y firmes estocadas. Luego, varias series de tres
golpes poco profundos y uno profundo. Cada vez que la metía hasta el fondo tras los tres
topetazos superficiales, ella gemía de placer. “Khun suay mak mak [eres preciosa]”, le
decía de vez en cuando. Mirarla era gozar. Aún mantenía sus rasgados ojos abiertos de
par en par y el acto poseía un aura de irrealidad.

Es grato ver a la pareja en tal estado de trance, eso hace que un tío se sienta un auténtico
semental. De rodillas, sentado sobre mis talones y con Neng en horizontal, agarré su
cintura y presioné una y otra vez contra mi polla. Yo mantenía su culo alzado sobre mis
muslos, tenía su espalda arqueada. Le gustó y gimió de placer cada vez que empujaba mi
polla hacia su interior. La follé duramente, ensartándola con embates rítmicos. Con sus
piernas en alto, disfruté la magnífica panorámica de mi polla entrando y saliendo de su
precioso coño.

Tenía un bonito culo y me apeteció follarla a las cuatro patas. Pasé su pierna izquierda
por delante de mi cara y luego la giré sobre su derecha. Ella entendió lo que pretendía y
cooperó dulcemente, manteniendo mi polla dentro mientras se colocaba de rodillas.

Al principio estaba apoyada sobre los codos. Esta no era exactamente la posición que yo
buscaba, pero me la follé por detrás, bombeando contra sus nalgas. Con uno de sus

248
PROMISCUO

cachetes en cada mano, me maravillé con la exquisita forma de su culo. No había un pero
en él. Hasta su ojete era especial.

Al poco, bajó sus hombros hasta el colchón. Así es como la quería. Su espalda delineaba
una curva cóncava (no me gusta follar por detrás a mujeres cuya espalda haga curva
convexa) y su culo y su coño apuntaban hacia el techo. Empujé desde el exterior de sus
rodillas y ella estrechó las piernas, colocando su culo un poco más empinado incluso. Me
alcé en cuclillas, con un pie a cada lado de sus rodillas. Con una mano agarrando su
hombro y la otra empujando hacia el colchón la parte alta de su espalda, me moví arriba y
abajo con largas acometidas verticales. En los estoques de salida, me deslizaba por
completo dejando nada más que una puntita de mi polla apuntando a su interior. En los de
entrada, me hundía completamente en ella.

Justo así es como me gusta. Esta es una de mis posturas favoritas, una variante del estilo
del perrito. El follar de tal modo con Neng me hizo pensar en Emily, con la que suelo
finalizar de esta misma forma. Algunas chicas no pueden tomar por detrás, todo depende
de su anatomía y su constitución interna.

Ella seguía excitada y parecía gustarle lo que hacíamos. Neng me había ofrecido una
buena follada y pensé que podría acabar corriéndome también en esta posición con ella.
Mi pene estaba hinchado de sangre y tan duro como el acero. El estrecho y lindo coñito
de Neng me hacía sentir de maravilla. Podía observar su culo y su coño en el
espejo, con mi polla deslizándose hacia dentro y hacia fuera. “Phom dee jai mak mak
[estoy muy feliz]”, le dije.

La vida es bella. Todo depende de con quién estés follando. Con Neng, me sentía el rey
del mundo.

Mi polla parecía a punto de reventar. Gimiendo en el clímax, disparé toda mi carga en su


interior... Caímos de lado y me mantuve dentro durante uno o dos minutos más. Aún tenía
la polla hinchada.

Neng era estupenda. Codiciaba más de su apetitoso coñito. Los tíos suelen hablar sobre
la variedad, pero cuando hallo un coño realmente apetecible, quiero más y más de él.

Le hice un nudo al condón y me lavé. Mientras Neng tomaba otra ducha, metí en su
pequeño bolso los ochocientos baht, más otros veinte para el taxi.

Llegado el momento, no es necesario preguntar por el dinero. Yo lo suelo dejar junto a las cosas de
las chicas, pisado bajo su teléfono móvil o asomando del bolsillo, de modo que lo vean al vestirse.
En Europa, las prostitutas siguen una política de “cobrar antes de follar”. En el sudeste asiático no,
una chica recibe su dinero después de haber cuidado bien de ti. Es lo adecuado y, además, parece
animarla a realizar un mejor trabajo. Por supuesto que requiere un voto de confianza por su parte.

“¿Mañana?”, le pregunté en tailandés.

249
PROMISCUO

“No sé”, respondió.

Bueno, ya veremos. Iré a buscarla. He disfrutado cada minuto de nuestra sesión.

Bajamos las escaleras y la acompañé hasta la esquina. Neng se subió a la trasera de un moto-taxi y
yo compré una leche de soja fría.

Después de todo, no está tan mal haber regresado a Pattaya. Esta noche, con una chica como Neng,
no he echado de menos Phnom Penh ni a mis lindas vietnamitas. ¿Con cuántos clientes habrán ido?
Las chicas tailandesas pueden ser realmente excitantes.

El domingo por la noche fui a la playa a las nueve y caminé hasta el puerto. Muchas chicas sentadas
bajo los cocoteros me sonrieron y la mayoría de ellas se ofrecieron: “Voy contigo.” Los chicos gay
se me acercaban con las mismas intenciones. Una chica se detuvo delante de mí y me cerró el paso.
Esta resuelta muchacha de bonitos ojos achinados había estado intentado engancharme cada noche.
“Vi que te llevaste a una chica la otra noche”, me acusó, señalando hacia el punto de la playa donde
había recogido a Winee.

Le expliqué: “No era una chica. Era Parichart: la máquina de follar.” Pareció confusa. “Me hizo una
oferta que no pude rechazar.” No preguntó detalles. “¿Ahora te enteras de mi amor por las mujeres,
eh?” Me preguntaba qué tal follaría pero, por mi trabajo, sólo voy con chicas que hagan modelaje.
Y este no era el caso. Me dejó ir y continué Paseo Marítimo abajo.

No había ni rastro de Lay y supongo que eso me alegró. No me habría importado hablar con ella,
pero desconozco qué le habría dicho. Aún estoy interesado en fotografiarla, pero ahora es con Neng
con quien quiero hacer el amor.

Dejé el Paseo y me dirigí al pequeño karaoke donde trabaja Neng. No estaba sentada por fuera, así
que entré. Neng estaba ocupada detrás de la barra llenando de hielo unos vasos y abriendo botellas.
Nos saludamos y llevó una bandeja de bebidas a una mesa donde había una pareja de chicos thai,
los únicos clientes del local. Mientras observaba a Neng, otra chica cantó a medias con el micro,
acompañada por la máquina de karaoke. En Asia son tremendamente aficionados al karaoke.

No caí al principio, pero al parecer anoche había follado con una camarera. En los bares del sudeste
asiático no es extraño encontrar camareras, igual que las bailarinas, disponibles para practicar sexo.
Pensaba que el trabajo de Neng era lo que en Filipinas se conoce como una “animadora”, pero no.

Esta noche Neng llevaba puesta una falda más larga y una blusa blanca con faldón largo. No lucía
tan sexy con esta ropa, pero seguía siendo guapa. Tras servir las bebidas, se sentó conmigo.

“¿Quieres ir a mi habitación?”, le pregunté.

“¿Cuánto?”

“Di tú.”

“Ochocientos”. Por supuesto que todo esto lo estábamos hablando en tailandés básico.

250
PROMISCUO

“No, anoche pagué demasiado. Quinientos.”

“OK”, aceptó con una sonrisa. Fue fácil. Anoche le había dicho que quinientos era el precio justo.

“¡OK! Estoy feliz. Voy a comer, ¿quieres comer?” Negó con la cabeza. “Luego vuelvo.” Comí en el
restaurante vegetariano dos puertas más allá, feliz de saber que otra vez se vendría a casa conmigo.

Cuando volví, estaba sentada por fuera. Pagué al bar doscientos baht por ella y nos fuimos. Había
un revuelo en la intersección y Neng quería saber qué ocurría. Un joven tailandés salió corriendo de
la esquina tan rápido como podía. Otro muchacho, con una tabla en la mano, corría detrás de él.

Dos policías corrían detrás de ellos, dejando el coche patrulla abandonado entre el tráfico con sus
luces rojas intermitentemente encendidas en lo alto. Los agentes regresaron sin ningún detenido y
nosotros subimos a un songhtaew.

Cómodos en mi habitación, con el diccionario en la mano, Neng y yo hablamos. “¿Eres camarera?”

“Sí, soy camarera”, confirmó.

“Yo soy fotógrafo y escritor.” Le enseñé las diapositivas para mi artículo de Phnom Penh.

Mientras veía las diapositivas, exclamó: “Camboya es igual que Tailandia.”

“No es igual.” Ciertamente hay similitudes culturales, pero son mundos distintos. Las calaveras de
los campos de la muerte la conmovieron. “¿Tienes novio tailandés? ¿Boom-boom hombre?”

“No. Boom sólo una persona, tú.”

“Bien, me gustan las chicas que follan sólo conmigo.” Seguíamos hablando en thai, por supuesto.

Enseñé a Neng a decir yo, tú y te quiero. Sonaba agradable escuchar cómo lo decía. Nos besamos.

Me gusta mucho Neng. Estoy realmente contento de tenerla y más ahora que le pago quinientos.

Ella es mi estrujón del momento. Mini-affaires como este son uno de los atractivos de Asia. Las
chicas necesitan dinero para sus gastos y están dispuestas a irse con uno. Yo estoy pagando 17’5 €
por el privilegio de follarme a esta mujer joven y hermosa. En Europa, una cena y una película son
más caras y no te garantizan sexo. Aquí, las complicaciones y la inversión emocional son mínimas.

Tengo dinero y Neng no. Me place compartirlo con ella, así ella es feliz y comparte conmigo su
bonito cuerpo. ¿Disminuye el dinero el placer de hacer el amor con jóvenes y guapas mujeres
orientales? No lo creo. Todos necesitamos dinero, las novias también. Neng es mi novia temporal.
Las mujeres como Winee son otra historia.

Después de tomar nuestras respectivas duchas y haber vuelto a la cama, aparté la toalla
de Neng y lamí sus oscuros pezones. Esto la volvió loca de nuevo y me miró con sus
preciosos ojos de gata. Ya que ella estaba viendo lo que hacía, le dediqué toda la
atención rotando la punta de mi lengua sobre sus enhiestos pezones.

251
PROMISCUO

Debido a la rechonchez del primoroso coñito de Neng, su clítoris y labios vaginales no


quedaban visibles hasta que los abrí. Todo lo que podía ver era una ranura regordeta con
un parche de vello sobre ella. Otra pequeña línea de vello bajaba por los lados de su
chocho, cerca del parche mayor.

Antes de ducharnos, besé su boca y después la besé de nuevo. Cuando introduje mi


lengua dentro, ella me frenó. Alzando el labio superior, me mostró una pequeña llaga en
el interior del mismo, aunque no lo pude ver muy bien. “Jep [duele]”, dijo.

Cuando me puse de rodillas y acerque la polla a su cara, ella señaló a su labio dolorido y
no quiso chupar. Neng me había estado masturbando con la mano y yo ya estaba más
que armado para amar.

Me calcé un condón y me introduje en su interior. Ella prefirió yacer boca arriba, pero yo
estaba esperanzado con la idea de volver a practicar posturitas hoy de nuevo. Su
atrevimiento para follar anoche en diferentes posiciones fue una de las razones por las
que me atrajo tanto. Bang es básico.

No me defraudó. Desde el principio, Neng se mostró pasional. Comenzó a respirar


agitadamente, hinchando su pecho casi sin aliento. Sus ojazos adquirieron ese esmalte
febril. ¡Qué criatura salvaje! Mientras me la follaba, besé su cuello. Tenía mi brazo detrás
de sus hombros, tirando de ella hacia mi pelvis. Neng rotaba su coño en círculos: caliente
como Pattaya, picante como la comida thai.

“Phom rak khun [te quiero]”, le susurré al oído. Antes le había dicho que me iba en
dieciséis días. Ambos sabíamos que ese sería el fin, pero hicimos que estábamos
enamorados por un rato. Asia.

Cuando me giré para sentarme, Neng rodó conmigo y quedó sentada en mi regazo. De
inmediato, comenzó a estamparse una y otra vez sobre mi polla. Lo hizo tan
frenéticamente que esta se salió. La volvimos a introducir y Neng siguió su molienda. La
sostuve fuertemente por el culo, tratando de mantenerme dentro mientras ella galopaba.
Realizamos sutiles variaciones mientras follábamos, trasladando nuestros pies a
diferentes lugares y cambiando de ángulos.

Cuando acaricié con mi mano sus brazos, su espalda y su culo, noté que tenía la piel de
gallina. ¡Qué extraño, debía haber más de dieciocho grados en la habitación! Era
a causa de su excitación. Como había hecho la noche anterior, Neng folló duro sobre mí
hasta que alcanzó un buen orgasmo.

Dejé que se relajara tumbándose sobre su espalda y seguí follándomela. Su estrecho


coñito estaba lubricado y me hacía sentir muy bien. Cada sacudida era exquisita. Mirar a
sus salvajes ojos de gata era un deleite. Sus piernas estaban levantadas hacia arriba.
Aunque son más largas que las de Bo, las presioné hacia atrás hasta que tocaron el
colchón. También lo había hecho con Ai. Yo no logro hacerlo con mis propias piernas, ya
lo he intentado. Por lo que veo, las jóvenes asiáticas sí pueden. No lo había notado hasta
ahora. Con sus piernas extendidas y sus rodillas clavadas contra la sábana, la flor de su

252
PROMISCUO

coño lucía con todo su esplendor. Sus labios y su clítoris ya no quedaban a cubierto, todo
afloraba así. Mientras me la follaba, jugué con su coño, tensando su piel hacia los lados y
frotándole el clítoris con el dedo pulgar al tiempo que bombeaba mi polla dentro y fuera de
su cofre. Sus ojos seguían vidriosos como los de una danzarina poseída durante un ritual
vudú.

Nos movimos por toda la cama. Con su culo cerca del filo, apoyé un pie en el suelo y la
asaeteé.

Le di la vuelta y me apoyé entre las almohadas contra la cabecera, sentándola de nuevo


sobre mí. Neng se irguió vertical sobre mi polla mirándome a los ojos. Alcé el índice y lo
moví en círculos. Ella entornó sus exóticos ojos, perpleja. Volví a trazar círculos con mi
dedo y, guiando sus piernas, conseguí que se diera la vuelta de cara a mis pies hasta
quedar en la posición romana. Había estado esperando para follármela con esta
perspectiva. Neng se inclinó hacia adelante sobre sus manos y sus rodillas, con la cabeza
cerca de mis pies. Su culo y su coño me parecieron tan bonitos como el Taj Majal o una
puesta de sol en las Bahamas. Sujetando sus nalgas, la empujaba hacia arriba hasta
dejar sólo la mismísima punta de mi polla en su interior. Luego, ella se dejaba caer sola
sobre mí. Seguí alzándola, viendo mi polla entrar y salir de su precioso coño y ella siguió
dejándose percutir. Cada vez que la elevaba, la piel de su vulva más cercana al ojete
quedaba tan adherida y acoplada a mi polla, que se extendía hacia el exterior
acompañando mis embates.

Asido a sus tetas, me elevé hacia adelante contra su espalda y coloqué mis pies debajo
de nosotros. Nos desplazamos hacia los pies de la cama y ambos quedamos en
cuclillas situados frente al espejo. Cuando comenzó a moverse, pudimos contemplar en el
mismo su delicioso coño deslizándose arriba y abajo sobre mi eje. Estar los dos en
cuclillas era otra sutil variante de una postura familiar.

Adoro la voluntad de Neng para experimentar conmigo. Es muy ágil y fuerte, y le gusta
cooperar. Cualquier cosa es posible. Hoy hemos hallado, por segunda anoche, variantes
para viejas posturas.

A lo largo de todo este proceso, excepto un par de veces que ella estaba cabalgando
como una loca sobre mí, nos las habíamos arreglado para mantener mi polla en su
interior. Rotamos de postura en postura y nos dimos la vuelta para follar a las cuatro
patas. Terminó de pie en el suelo con los codos sobre la cama. Maravilloso. Esto no
estaba planeado, pero me encantó. En realidad, tenía un pie en el suelo y el otro en la
cama, que yo se lo bajé al suelo. La próxima vez tengo que tomarla con un pie abajo y el
otro arriba, seguro que será increíble. Sus piernas y su culo son fuertes y admirables. Con
Neng de pie e inclinada por la cintura, me puse detrás de ella sujeto a sus nalgas,
hundiéndome dentro y fuera. Deslicé mi mano izquierda y le froté el clítoris, asiéndome a
sus tetas con la derecha. Usando su coño y su pecho como asideros, me perdí
desbocado en su interior.

253
PROMISCUO

Recordando el modo en cómo habíamos terminado la noche pasada, la coloqué a cuatro


patas a los pies de la cama. Me subí yo también a esta, con un pie a cada uno de sus
flancos. Sobre sus manos y rodillas, Neng agachó los hombros de nuevo hasta la cama.
Esto dejó su culo y su coño apuntando hacia mí. Fabuloso. Me extasié con tal horizonte.
Asido a su melena y la otra mano en su cintura, el contacto extragenital era mínimo.
Realicé flexiones acentuadas de rodillas para moverme sobre ella. La ausencia de
contacto entre nuestras piernas, vientres y pelvis, centró las sensaciones únicamente en
nuestros sexos. Me deslizaba hasta casi salirme fuera -con sólo la punta de la punta
apuntando- y volvía a ensamblarme en su interior. Una y otra vez. Mi polla estaba
requintada. Su prieto y húmedo coñito me aprisionaba. “Oh cariño, te dedico esta
recompensa.” Moviéndome arriba y abajo, gemí: “Ohhh. Khun suay mak mak. Khun suay
mak mak [me gustas mucho]. Oh cielo, me corro. Me corro. Oh. Oh. Oh. Oh. Me corro. Me
corro. Ohhhhhh.”

Neng es el complemento sexual perfecto. Follar con ella es algo maravilloso, incluso sin
mamarla. Ella es suficientemente guapa como para ponerme duro como el acero sin
necesidad de chupar y su sexo es tremendo. Puedo ponerla en cualquier posición que me
apetezca. Sin problema. Es flexible, briosa y participativa. Parece que juntos estamos
descubriendo nuevas variantes que yo nunca había experimentado, aunque no estoy muy
seguro. He deslizado mi polla dentro y fuera de innumerables coños demasiadas veces.
Mi amigo Rubén y yo bromeamos sobre billetes de avión gratis por millas acumuladas
para folladores frecuentes, multiplicando los embates acometidos por millas. Ejemplo: si
durante una follada se dispensan mil embates, esto equivaldría a sumar mil millas aéreas.
¿No?

Esta noche dejé un billete morado de quinientos y otro verde de veinte bajo el bolsito de Neng.
Este es un precio más razonable. He de ahorrar y cuidar de mi presupuesto hasta que me marche.

“¿Mañana?”, pregunté.

“No sé”, volvió a responder, pero esta vez con una gran sonrisa.

“Yo tampoco sé”, bromeé. Sonreí y le dije que pasaría a buscarla.

Bajé con ella las escaleras, como había hecho la noche anterior. Me gusta estar cerca de Neng y ver
su cuerpo en movimiento. Se subió a un moto-taxi, sentada de lado, y se alejo en la madrugada.

A la noche siguiente, regresé al bar karaoke de Neng. Aceptó venirse conmigo y me preguntó si iba
al restaurante. Le dije que sí y le propuse si quería que cenáramos juntos, pero declinó la invitación.
Cuando volví, Neng estaba sentada por fuera, pero esta vez me llevo adentro, diciendo que quería
cantarme una canción. Cantó y lo hizo bien. Desafinó un pelín, pero su voz sonaba dulce.

“¿Tienes canciones en mi idioma?”

254
PROMISCUO

“Sí”, respondió. Trajo un bolígrafo y unos trozos de papel y me dijo que anotara los títulos en ellos.
Tenían cientos de temas seleccionables, pero yo elegí sólo uno. Nos sentamos durante otras cuantas
canciones tailandesas más y entonces llegó mi petición. La interpreté y, cuando la canción terminó,
la poca gente del bar me dispensó una profusa ovación.

Mientras íbamos por la calle para coger un songthaew, una de las chicas del restaurante vegetariano
estaba en la puerta mirando. ¿Quién era? Sospecho que alguien espiaba mis correrías sexuales.

Ya en la habitación y con la ayuda de mi pequeño diccionario, le dije a Neng que había trabajado
como músico y cantante. Le indiqué que tocaba la guitarra eléctrica, el bajo, el banjo y la batería.

Después de la ducha, me uní a Neng en la cama. Disfrutaba teniéndola cerca. Nuestra conversación
era mínima, pero ella se reía mucho. Muchas chicas asiáticas hacen lo primero que se les viene a la
cabeza sin preocuparse demasiado por nada. La idiosincrasia oriental no es la de Europa, por suerte.

Nos abrazamos y Neng se acercó apoyando su cabeza en mi hombro. Amo estar acostado con una
mujer de este modo y dormir así, acurrucados. Neng llevaba pendientes de plástico en las orejas y
una pulsera de hilo en la muñeca. No había un gramo de oro en su cuerpo. Le dije que si fuera mi
novia, llevaría oro en las orejas, en las muñecas y en el cuello. El oro es un símbolo en esta cultura.

Deslicé mis manos bajo la toalla y acaricié su culo y su coño. Neng no deseó que se lo
lamiese. Cuando le pedí que me mamara la polla, ella volvió a señalar a la llaga en su
labio superior.

Me masturbó mientras le chupaba los pezones y acariciaba su coño. Se puso húmeda y


yo alternaba entre meter el dedo en su interior y frotarle el clítoris. Esta era mi tercera
noche seguida con Neng. A pesar del espíritu experimental de nuestros acoplamientos,
estábamos desarrollando una suerte de rutina. Primero me la follaba tumbada boca arriba,
luego ella galopaba sobre mí hasta correrse y concluíamos follando conmigo encima otra
vez. Alcé sus piernas contra la cama como hice anoche. Me vuelve loco hacer el amor
con esta chica.

En un momento determinado, ella pensó que yo ya había acabado y se separó de mí,


comenzando a levantarse: “No”, le dije, y se puso cuatro patas. Neng sabe que me gusta
correrme cuando le estoy dando por detrás y se me ofreció de ese modo. Me arrodillé a
su grupa y me perdí en su bello coño, follándomela así durante un largo rato y disfrutando
de las más hermosas vistas imaginables.

Cuando prensé su cintura con mis manos, me quedé sorprendido de que mis dedos casi
se tocaban. Sólo uno o dos centímetros los separaban. Cuando aprieto alrededor la
cintura de Emily, mis dedos casi se juntan, pero porque ella es más menuda. A pesar de
su culo voluptuoso y sus fuertes piernas, la cintura de Neng es realmente estrecha.

Igual que había hecho en las dos noches anteriores, coloqué mis pies por fuera de sus
rodillas, me acuclillé y comencé a introducir mi polla con acometidas verticales.

255
PROMISCUO

Acomodé las manos sobre mis muslos y me moví sin que hubiera entre nosotros otro
contacto que nuestros sexos. Neng no sólo tenía sus hombros, sino también su pecho
apontocado sobre la cama. Mantenía sus rodillas pegadas, con el culo y el coño
apuntando al techo. No me explico cómo se las apaña para curvar la espalda de tal forma.
Es una auténtica contorsionista. Por tercera noche consecutiva –trabajos verticales-, me
corrí flexionando las rodillas sobre el delicioso culo de Neng.

Tras asearnos, hablamos un rato más. Aunque temí que la respuesta de Neng me dañase y echase a
perder mis sentimientos por ella, osé preguntarle cuántos clientes había tenido antes de mi aparición
en escena y respondió: “Uno.” ¿Sólo yo? Cuando se lo pregunté de otro modo, para aclararlo mejor,
me dijo que nunca había tenido un cliente antes que a mí. Esto hizo que me gustase incluso más,
aunque supongo que habrá tenido novio, no era virgen cuando follamos la primera vez.

Estoy muy enamorado de Neng, me da todo lo que necesito. Barajo la idea de convertirla en mi novia,
aunque no creo que esto suceda. Me gusta, como también me gusta Ai, pero supongo que tanto en un
caso como en el otro, se trata simplemente de affaires temporales.

Antes de que se marchara, le pregunté sobre mañana. “OK”, me dijo con una sonrisa. Bajamos hasta
la esquina. Yo me tomé una leche de soja y Neng se montó lateralmente en la trasera de una moto.

De vuelta a la habitación, en pelotas de nuevo, advertí que mi polla estaba hinchada y amoratada.
La piel no parecía irritada y el meato uretral estaba normal. Era el músculo o el sistema vascular.
Había estado demasiado vigoroso y nuestro atlético folleteo había exigido excesivos metesacas.
Esto me recordó al dolor que producen algunos ejercicios de gimnasia: “Sin dolor no hay ganancia”.
Tal vez mi polla se ponga más grande y más fuerte.

El martes después de almorzar, fui a las oficinas de la Thai Telecom y revisé algunos correos-e.
Cuando volví a pasar frente al restaurante, Som estaba por fuera con su motocicleta. Som va a rezar
al templo taoísta y trabaja en el restaurante algunas noches. Es vegetariana y le gusta pasar allí el
rato cuando tiene un descanso en su trabajo habitual. Es guapa. He jugado con la idea de seducirla,
pero siempre usa una ropa espantosamente holgada que me impide valorar sus proporciones.

“¿Tuviste chica anoche?”, me preguntó mirándome a los ojos.

“¿Eras tú la que estaba en la puerta observándome?”

“Sí. Tenías chica. Tú feliz.”

“Sí, feliz. Soy vegetariano pero no soy un monje.” Se supone que los monjes no tocan a las mujeres.

Som se estaba preparando para ir a algún lado, de vuelta al trabajo, supongo; y actuó con rapidez.
Sacó una tarjeta de visita del bolso y me la alcanzó. Era una tarjeta de la empresa donde trabajaba,
con su nombre y un número de teléfono escrito en ella. Sosteniendo su tarjeta en alto, le pregunté:
“¿Me la das para que la vea o me la das para que me la quede?”

“Es para ti.”

256
PROMISCUO

¿Qué pretendía que hiciera, llamarla? Algunas chicas son así. Cuando aparece otra en escena, una
mujer puede, repentinamente, volverse beligerante en la conquista del tío que le gusta. Ella siempre
había sido afectuosa conmigo, pero nunca sospeché que su interés por mí fuera sino platónico.
Ahora, parece que Som está montando toda esta película para atraer mi atención sexual. ¿Qué hago?
Pim, la dueña del restaurante, es mi amiga y vengo aquí dos veces al día. Este es el clásico caso de
Bang no queriendo tontear con una chica que le gusta pero a la que cree que no debe acercarse. Me
recuerda a Nhung, en el Khmer Net de Phnom Penh. Tampoco había intentado conquistar a mi
encantadora agente de viajes, aunque quizás debería de haberlo hecho. Para colmo, Som también es
vegetariana, cumple un requisito indispensable de compatibilidad conmigo como pareja de por vida.

Esto es algo demasiado embarazoso para el señor Promiscuo. A menos que esté verdaderamente
loco por una chica, no quiero complicaciones. De momento, estoy muy contento follándome a Neng
y fingiendo por unos días sentir amor. Es suficiente.

El martes por la noche, encontré a Cherry sentada al fondo de su bar go-gó. Le pregunté si quería
tomar algo y sentarse conmigo, pero no aceptó la invitación.

“¿Estás enfadada conmigo?”, le pregunté.

“No.” Permanecí en pie junto a ella y a las otras bailarinas, a las que les gustaba pasar el rato en la
gran cabina de la parte trasera de la sala durante sus descansos. “Tiempo corto”, sugirió Cherry.

“Tiempo corto mañana”, le dije. “Durante el día.”

“No me gusta durante el día. Esta noche.” Cherry, la increíblemente hermosa criatura, este prodigio
de la genética, la bailarina más guapa de todo Pattaya, quería follarme ahora.

“Esta noche no puedo. Mañana.” Todo esto en thai, por supuesto.

“NO. Esta noche. No me gusta durante el día.” Se podría pensar que es un maldito vampiro. Desistí
y le dije adiós a ella y de paso a Ef, la bella bailarina rubia que también estaba sentada en la cabina.

En el bar karaoke de Neng, me dijeron que esta regresaría en cinco minutos. Les dije que OK, que
volvería después de cenar.

Pim, la dueña del restaurante, comió conmigo. Cuando le pregunté qué había en su plato, insistió en
que probara una rodaja de su pato vegetal. Tenía una textura agradable, pero no me convenció tanto
el aderezo que acompañaba el plato.

Cuando regresé al bar de Neng, me dijeron que se había ido a casa con dolor de cabeza. Me quedé
decepcionado y preguntándome por qué no me había esperado para decírmelo ella personalmente.

Está bien, al menos ahorraré algún dinero. Aún no sé cómo voy a hacer para estirar mi presupuesto
hasta que me vaya. Me acordé de una cara nueva que había visto en el Paseo cuando venía a cenar.
Aún sigo disfrutando de mis paseos nocturnos por la playa y flirteando con las chicas.

257
PROMISCUO

Pim y su hermana estaban pasando por delante del karaoke cuando yo salí. Pim pareció contrariada.
Creo que ella y los demás en el restaurante estarán empezando a preguntarse sobre mi repentina
afición por cantar en el karaoke. Le di a Pim una palmadita en el brazo, le dije “Buenas noches” y
crucé la calle para subir a un songthaew.

Andando por el Paseo Marítimo de vuelta a mi hotel, no había avanzado mucho cuando me
encontré a Nong -no a Neng- y a otra chica caminando en mi dirección. Nos paramos y hablamos.
Aunque pensaba que Nong me había contagiado su enfermedad antes de irme a Phnom Penh, estuve
tentado de llevármela a casa. Su amiga me dijo que a Nong le dolía la barriga de comer demasiado.
“Eso no es bueno para boomsing”, le dije señalando a su barriga. Su indigestión chafó mi tentación
y seguí mi camino a lo largo del Paseo Marítimo.

Un poco más lejos, me encontré a Winee, allí de pie con sus vaqueros ajustados y sus altos tacones.
“Parichart: la máquina de follar”, le dije a modo de saludo.

Esta noche sí me corrigió: “Yo soy Winee. Mi nombre no es Parichart.” Qué loca ciudad Pattaya.
Me había follado a esta chica dos veces, metiendo mi polla en todos sus agujeros menos en la nariz
y en las orejas, y aún no conocía su nombre. Winee me contó que ahora tenía un trabajo en Rayong
como masajista terapéutica. Tuve la tentación de que me masajeara, pero decidí no hacerlo.

Seguí avanzando y una chica de pelo largo empezó a caminar a mi lado. Era una muchacha que me
había llevado a casa una vez. Llevaba puesto un sarong largo y su melena le caía hasta las caderas.
No podía recordar el nombre de Ae, pero ella me lo recordó. No tenía dinero y quería venirse al
hotel. No la animé, pero cuando me pidió diez baht se los di cortésmente. Eso no era suficiente para
comprar un bol de fideos en la calle. Cuando estas chicas dicen que no tienen dinero, no bromean.
Diez baht. Después de dárselos, se despdió y seguí andando solo. La playa estaba llena de chicas,
pero malamente había suficientes extranjeros como para darles un mínimo de negocio.

Casi en mi soi, me encontré a Bo y a su amiga comiendo en cuclillas en el malecón. Me invitaron a


comer con ellas, pero seguí mi camino. Esperaba encontrar a la chica nueva que había visto antes.

Cuando llegué a mi desvío, divisé a otras chicas sentadas más adelante bajo las palmeras. Curioso y
nada acostumbrado a regresar solo a casa, caminé hasta allí. Pasé por delante de muchas chicas,
pero cuando una muy guapa a la que no conocía me invitó a sentarme a su lado, lo hice. Ao hablaba
mi lengua y disertamos durante un buen rato. Hablamos de la diferencia entre intelecto y emoción, a
los que ella llamaba “cabeza y corazón.” Dijo: “La cabeza es para pensar y el corazón para sufrir.”
Si alguna vez escuchas canciones de amor thai traducidas, te sorprenderá la manera en que tratan el
amor y el dolor.

Señaló que a ella la gobernaba su corazón, a lo que argumenté que yo prefería gobernar mi cabeza.
Igual que Ae antes, Ao y su hermana –sentada a su lado- tampoco tenían dinero. Me pidieron que
les diera veinte baht (0’5 €) y se los di. Ao es guapa, pero tiene veinticinco años y lleva ya mucho
tiempo en este oficio. Me despedí y continué rumbo a mi hotel.

258
PROMISCUO

La chica que me había presentado a Sawa estaba sentada en un banco. Como de costumbre, me paré
a hablar con ella. Sentados, bromeamos durante un rato. Le dije que salía en mi libro. Es inteligente:
esta noche me sugirió que titulara cada capítulo después de estar con cada chica y escribiera acerca
de ello. Sabe bien que soy promiscuo. “Eso es exactamente lo que he venido haciendo hasta ahora”,
le dije. “Escribí un capítulo sobre Sawa.” Cuando le propuse que titulara mi libro, no supo hacerlo.

Tampoco tenía dinero y se lamentó por la falta de extranjeros: “Regresan a casa tras las vacaciones.
Vuelven a sus trabajos.” ¿Qué hacen estas chicas en verano, morirse de hambre? El verano es época
de lluvias por estos lares, o sea, es la época baja para el turismo. También a ella le di veinte baht.

“Sak está allí. Voy a hablar con ella”, se ofreció generosa. Sak es el apodo de Sawa, y lo que quería
decir era que iba a hablar con Sawa para que se viniese conmigo.

“No, no. Yo mismo iré a hablar con ella.”

Sawa estaba con otras tres muchachas. Un paisano en bicicleta con una nevera portátil les estaba
dispensando en unos pequeños vasos lo que yo supuse que era Mekong Whiskey (whisky de arroz).
Sawa me dijo que la noche pasada le habían robado el bolso en Marine Disco, dejándola sin dinero
y sin carnet de identidad. También tenía algo de oro en él. Vaya contratiempo, se la veía fastidiada.
Su amiga Da era muy guapa y coqueteé con ella, aunque no me la pensara llevar al hotel.

Las chicas decidieron que ya habían bebido suficiente y anunciaron que se iban al Sugar Cane.
Antes, al pasar frente al Sugar Cane (disco), la banda que tocaba casi me hizo bailar, pero no fui con
ellas. Caminamos juntos casi hasta mi soi. Las chicas bromearon conmigo proponiendo que me las
llevase a casa a las cuatro. Cuando les pregunté qué haría yo con cuatro chicas, Da sugirió riéndose:
una en cada mano, una en la polla y otra en el culo. Cuando pregunté qué harían ellas con mi culo,
Da se limitó a sonreír y no quiso desvelarme lo que se le había pasado por la cabeza. Sawa comentó
que ella y Da habían participado en tríos algunas veces juntas. Esa idea sí que me resultó tentadora.

Como le había dicho un momento antes a Ao, me encantan las mujeres. Disfruto con su compañía,
haga o no haga el amor con ellas. Mi paseo por la playa había sido muy entretenido y solamente me
había costado cincuenta baht en dádivas. Aunque ya no esté interesado en follar con las regulares de
la playa, me gustan y yo les gusto. Había comenzado a entender su estilo de vida. No las envidio,
especialmente a aquellas que ya han dejado de ser jóvenes y atractivas. Todas se sientan a esperar,
anhelando que alguien quiera llevárselas y pagarles por un ‘tiempo corto’. Es muy descorazonador.
¿Cómo hacen para ganarse la vida durante la temporada de lluvias? Los turistas se habían ido ya.
Ahora no hacía falta regatear, podría llevarme a una chica por menos de trescientos baht si quisiera.

Sawa dijo que me vería mañana por la noche. Imaginé que quería decir que se vendría conmigo a
casa y sonreí. Sabía demasiado de ella como para estar interesado en volver a follármela nunca más.

Volví solo a la cama.

259
PROMISCUO

260
PROMISCUO

-31-
Bee

El miércoles, los tres buques de guerra americanos zarparon de la Bahía de Pattaya con sus marines.
Esto dejó la ciudad casi carente por completo de extranjeros. Quedaban los expatriados residentes y
unos cuantos turistas. Escasa ganancia para las chicas.

Dos bancos se negaron a cambiarme travelers checks: demasiado viejos. En el segundo banco me
enseñaron los nuevos y eran completamente distintos. Los cajeros me derivaron al Bangkok Bank
en Naklua, el agente local de American Express, indicándome que allí tal vez estarían dispuestos a
cambiármelos. Ya era tarde para dirigirme a Naklua.

Hoy me levanté con dolor de garganta y estornudé un par de veces esta mañana. Ayer, Neng se fue
a casa con dolor de cabeza y yo la había besado en los labios la noche antes. ¿Habré enfermado otra
vez? Pensé que ya habría aprendido la lección. Tomé vitamina C y exprimí un par de limas en el
vaso de agua durante el almuerzo con la esperanza de que la cosa no fuese a peor.

Después de almorzar, envié unos cuantos correos-e a mis editores en Madrid, en uno adjuntaba el
capítulo 2, “Han”. Esperaba que fuese publicado como parte de nuestra serie de viajes.

Compré una papaya y medio kilo de rambután. El precio del rambután había bajado diez baht el kilo
(0’25 €). Anoche vi una camioneta llena de esas bolas rojas peludas. Al parecer, hay una abundante
cosecha de rambután, fruta que –por su aspecto- parecería provenir del espacio exterior.

De vez en cuando caían algunas gotas de un cielo que había estado oscuro durante todo el día,
aunque no lo suficiente como para tener que sacar de mi riñonera el pequeño paraguas plegable.

El incidente con Som y la posibilidad de salir con una buena chica, me había hecho pensar en Dee,
la preciosa agente de viajes. Pasé por delante de su agencia y me asomé a la ventana, pero no la vi.
Esto me libró del compromiso de intentar avanzar en mi relación con ella. Tal vez ese intento no
fuese bienvenido por su parte. Siempre había sido amable conmigo y había reconocido mis halagos.

Cuando salía de la lavandería, unas puertas más allá de mi hotel, crucé la mirada con una chica por
la cual me había muy interesado a lo largo de mis primeras jornadas en Pattaya. Durante un par de
días, ella había sido la única chica de la ciudad que me interesó, pero tenía a otro fulano y desistí.

“¿Pai nai [adónde vas]?”, preguntó. Este es un saludo típico en Tailandia cuando le gustas a una
chica y desea que la lleves contigo. Es igual al “Me voy contigo, chico sexi”, aunque menos directo.
Parecía feliz de volverme a ver y, como hoy parecía receptiva, bromeé con ella acerca de irnos a mi
habitación. No iba en serio. No pretendía que celebrara el ofrecimiento, tampoco yo estaba del todo
interesado. Para mi sorpresa, ella aceptó la proposición. Acordamos un precio de quinientos baht.

261
PROMISCUO

Pensaba que era la misma chica por la que me había sentido atraído meses atrás, pero me informó
de que esa habría sido su hermana mayor. “Hermana mía tiene misma cara mía”, dijo. Era extraño,
pero convincente. ¡Qué diablos! Si no puedo tener a la otra hermana, ¿por qué no llevarme a esta?

Eran sólo las cuatro de la tarde. Siempre he pensado que las sesiones vespertinas son particularmente
eróticas. A esa hora te metes en la cama solamente por una razón, sexo. Por supuesto que siempre por
‘tiempo corto’. Parecía contenta de haber dado conmigo y me hizo sentir cómodo con ella.

Mientras caminábamos hacia el hotel, le hablé de mi viaje a Camboya y prometí enseñarle las fotos.
Me sorprendió diciéndome que ella también había estado allí. Una vez había tenido novio camboyano.

En mi habitación, continuó tratándome con dulzura. Nos tomamos nuestro tiempo, haciendo amistad.
Le gustaron las diapositivas de Camboya. Le dije que soy fotógrafo profesional y escritor. Cuando le
mostré mi ordenador portátil, me dijo que nunca antes había tocado uno. Le expliqué cómo escribía
historias, las grababa en un disco periférico y las enviaba a Madrid. Cuando le comenté cuántos baht
me pagaban por cada historia, le pareció una exageración. Por desgracia, alegué, estoy gastando más
de lo que gano mientras escribo las historias, aunque espero hacer dinero con el libro que preparo.
Abrí mi historia de Bangkok y le mostré mi nombre. Le pregunté el suyo y dijo: Bee. Este era otro
caso de llevarme a una chica sin antes haberle preguntado siquiera cómo se llamaba. La loca Pattaya.

Me llevé una sorpresa cuando Bee propuso que la acompañara a Buriram, su ciudad natal en Isán.
Dijo que ella cuidaría de mí. ¡Uauh, iba rápido! Ni siquiera habíamos hecho el amor aún.

Nos solazamos, hablando y acariciándonos. Levanté el dobladillo de su vestido y estiré el elástico de


sus bragas, echando un vistazo a su espeso matorral negro. Cuando le indiqué que me gustaba, no se
lo creía. Las chicas piensan que a los tíos no nos gustan los coños peludos, a menudo se los afeitan.
Bee se lo había depilado con anterioridad, lo había hecho cuando comenzó a trabajar en el Gulliver’s,
pero ya le había vuelto a crecer.

“Espero que ‘fumes’. Si no ‘fumas’, no me gusta.” Traduzco parte de nuestra conversación en thai.

“Yo no ‘fumo’. Nunca lo he hecho”, me dijo. “¿Por qué a los farang les gusta tanto la chica ‘fumar’?
En el bar, cuando digo a los farang yo no ‘fumo’, estos siguen de largo.”

Le expliqué que, a diferencia del coño, una boca puede succionar, una lengua puede lamer y frotar y
que estas sensaciones vuelven loco a cualquier hombre. Obvié explicarle el efecto psicológico que
supone el ver tu pene atrapado en una cara bonita. “Tú me ‘fumas’ un poquito. Yo te enseño.”

Bee dijo rotundamente: “No”, pero bromeé con ella diciéndole que lo iba a probar un poco porque yo
le gustaba mucho.

Se duchó ella primero. Mientras tomaba mi ducha pensé en Bee, meses antes de nuestra primera cita,
esperando a follármela. ¿O en realidad era su hermana? Curiosa la manera en que suceden las cosas.
Me pareció oírla cantar. Cuando regresé a la habitación, Bee me dijo que le gustaba cantar. Le conté
que yo había trabajado como músico y cantante. Cuando le enumeré los instrumentos que toco, esto
espoleó su memoria. Es la misma chica de la que me había quedado prendado un par de meses antes,
no su hermana.

262
PROMISCUO

Fue un momento conmovedor. La chica que tanto me había gustado estaba ahora en mi cama vestida
sólo con una toalla. Me pareció dulce e inocente, comparada con el resto de chicas que pululaban por
la ciudad. Pensé que tendría dieciocho años. Tiene veintitrés, pero en aquel momento era nueva aquí.
Había trabajado en una fábrica de camisetas en Bangkok durante tres años antes de venir a Pattaya.
Hoy me confesó que preferiría seguir trabajando en la fábrica. No le gusta ser una bargirl.

Tras haber trabajado como bargirl en Pattaya durante más de dos meses, sé que Bee no es inocente;
y, con veintitrés, tampoco es demasiado joven (las chicas de veinticinco en adelante son viejas aquí).
Me atrae por su encantadora personalidad y porque parezco gustarle. También me atraen sus duras
piernas y sus prietas nalgas. Su carácter cálido me hizo pensar que podía ser una buena novia.

Estoy a punto de marcharme de Tailandia, es desconcertante… y también está Neng. Había planeado
volver a por ella esta noche, pero es por la tarde y aquí estoy, gastando mi dinero y mi semen en Bee.

Acorde a mis gustos –por placer y por trabajo- de irme sólo con modelos potenciales, Bee era alta
para ser asiática. Su melena, cortada a la altura de los hombros, enmarcaba una cara preciosa.
Desprendí parcialmente la toalla y besé los oscuros pezones de sus bonitos senos. Ella me miraba y
los succioné con los labios para lamerlos con mi lengua. El despojar sus caderas de la toalla, reveló
un vientre liso, una piel perfecta y un compacto parche de largo y negro vello púbico. No necesitaba
afeitarse para usar bikini en el escenario del bar donde trabajaba.

Todavía succionando sus tetas, introduje mis dedos en su hendedura. Comprobé que
estaba mojada, le humedecí el clítoris con su flujo y se lo estimulé. Ella, obviamente,
se estaba empezando a excitar. Besé su cuello, sus hombros y sus orejas.

Bee había estado masajeando mi polla. Mientras continuaba jugando con su coño, me puse
de rodillas y le acerqué mi dura polla a la cara. “Fúmame un poquito.”

Me miró a los ojos, recordándome en silencio que ya me había aclarado que ella no
‘fumaba’.

“Sólo un poquito”, repetí. Me chupé un dedo, sugiriéndole que empezara a lamer mi polla, y
lo hizo. Cuando señalé a esa sensible zona inferior, justo debajo del glande, ella se
concentró lamiendo ahí. Fantástico. La animé con gemidos de agradecimiento, pero
quería que se metiera la cabeza en la boca y la succionara. Me moví de modo que mi polla
apuntó directamente y la miré suplicante a los ojos. Se obligó, tragándose la cabeza y unos
centímetros más. Recordó lo que le había dicho acerca de chupar y frotar con la lengua, y
sus mejillas se hundieron con la succión. Tras darme un poco de guerra, se la sacó y se
limpió la boca. Actuó como si algo con un sabor desagradable hubiera salido de mi cipote,
pero eso era poco probable con una mamada tan corta. Cuando una chica me la chupa el
tiempo suficiente, algún flujo me sale de la polla, pero ella malamente había empezado
aún. “Un poco más”, le dije, y volvió a metérsela en la boca. Lo hizo bien. Me gustaría que
me la mamara durante una hora, pero sólo me dedicó un par de minutos. En fin, algo es
algo.

263
PROMISCUO

Yo continué jugando con su coño, frotándole el clítoris y untando con sus jugos los
alrededores de su abertura. Estaba preparada. Me puse un condón tailandés rojo, había
usado el último de los míos con las chicas vietnamitas en Camboya.

Arrodillado entre sus piernas, coloqué mis pulgares uno a cada lado de su coño y lo
mantuve abierto, revelando un interior color rosa. Puse la punta de mi polla contra su
pequeño y húmedo agujero y di un breve empujón. Sus ojos se entornaron, pero lo tomó.
Trabajé su interior, dándole un poquito más con cada embate. Pronto estuvo toda dentro.
Su estrecho agujero me apretó con fuerza. Magnífico.

Bee era caliente. Recordando a Oi, mi multiorgásmica exnovia tailandesa, pasé mi brazo
por detrás de su cuello y hombros y la atraje hacia mí. Ella se ciñó contra mi pelvis,
realizando sonidos breves. Ahora que estaba excitada de verdad, con mi polla en su
interior, puse mi lengua en el lóbulo de su oreja y lo chupé. Sabía que esto la enloquecería
y ella se retorció debajo de mí. Una vez hubo tenido el primer orgasmo, me incorporé
en posición vertical, arrodillado entre sus piernas. Bee me estaba propinando uno de los
más enérgicos momentazos que recuerdo. Incluso tumbada boca arriba, tenía su culo
alzado por encima del colchón. Follamos así durante unos cuantos minutos, mis manos en
sus caderas la empujaban contra mi polla. Podía ver casi todo mi glande en cada
deslizamiento de salida. Bee también trabajó, usando sus piernas y los músculos de su
culo.

Cuando pasé mis manos bajo su espalda, Bee entendió lo que pretendía. Tiré de ella hacia
arriba y se quedó sentada sobre mi regazo con los pies apoyados en la cama, de forma
que podía rebotar arriba y abajo. Procedió tan vigorosamente que permanecí simplemente
tumbado, disfrutando de lo que ella hacía. Sintiéndome un poco culpable por ello, oprimí mi
pie contra el colchón y comencé a bombear su interior acompañando sus movimientos. Nos
estampamos el uno contra el otro a un ritmo rápido.

Cambiando de postura, quedamos colocados con nuestras manos sobre la cama detrás de
nosotros. Nuestros culos y espaldas no tocaban la cama, sólo lo hacían muestras manos y
pies. Sus piernas estaban sobre las mías. Si esta posición tiene algún nombre, este debe
de ser el cangrejo o la araña. En tal postura, empujábamos el uno dentro del otro y luego
nos alejábamos hasta dejar sólo la punta. Nos movimos sin parar sirviéndonos de los
brazos y las piernas. Fue divertido. Un coño es agradable incluso si la chica se tumba
pasivamente, como Lek, pero Bee era tremendamente atlética.

Con mi polla dentro de su cálido agujero, la atraje hasta que pude apoyarme contra la
cabecera de la cama. Bee aún tenía los pies aplanados contra el colchón. Este es el tipo de
follada que hizo famosas a las chicas orientales durante las guerras norteamericanas en
Asia. En cuclillas, se deslizó mi polla dentro y fuera. Bee era caliente y nada perezosa.
Movía bien su culo arriba y abajo. Alcé mis caderas para acompasar sus largos embates,
pero en realidad era ella la que estaba haciendo todo el trabajo. Bee continuaba saltando

264
PROMISCUO

arriba y abajo. Sentada sobre mí en esta postura, su melena hasta los hombros se
balanceaba con cada movimiento y cubría su preciosa cara la mayor parte del tiempo.

Cuando aflojó, supuse que se había corrido de nuevo e hice que se girara. Al principio no
entendió, pero la coloqué sentada de cara a mis pies. Permaneció erguida, en cuclillas, y
comenzó a galopar de nuevo. Bombeé su interior un rato, pero esto no era en realidad lo
que yo tenía en mente. No pude reprimir disfrutarla así durante unos cuantos minutos, pero
entonces la moví hacia adelante sobre sus manos y rodillas. Ahora sí había logrado
obtener una maravillosa vista panorámica de su linda grupa y de mi polla entrando y
saliendo de su maravilloso coño. Cada vez que la despegaba hacia delante, ella retrocedía
hacia atrás enterrándose mi polla una y otra vez. Mmmmmmh.

Casi en esta posición, levanté mi culo de la cama. Estaba otra vez en la postura del
cangrejo, pero esta vez Bee aún seguía de espaldas a mí. Cabalgó mi polla de nuevo en
cuclillas, su torso recto.

Estábamos casi a los pies de la cama, cerca del espejo, en esa posición en la que me
gusta que una chica contemple lo que está haciendo. Quedamos ambos de cara al espejo,
contemplándonos en él.

Luego, sentado en la cama y Bee sobre sus manos y rodillas, follamos en estilo romano
convencional. Tras disfrutar así, me arrodillé detrás de ella. Sin sacar la polla de sus
adentros, la coloqué a cuatro patas. Me la follé así durante unos cuantos minutos y
entonces presioné sus hombros contra la cama con las rodillas unidas. Su culo y su coño
apuntaban hacia el cielo. Sobre mis pies, sujetándome a sus hombros con las manos, la
follé con acometidas verticales. Me fascina correrme en esta posición, pero Bee estaba tan
entusiasmada que yo no sabía si ya habría tenido suficiente o aún deseaba más.

“¿Quieres que termine o quieres boomsing?”, le pregunté. Ella no comprendió. “¿Quieres


que acabe o quieres más boomsing?” Esta vez sí entendió lo que le intentaba decir.

“Acaba. Yo cansada.”

Todavía nos reflejábamos en el espejo, pero dudé que pudiera ver con su cabeza y sus
hombros sobre el colchón. Vaya visión: desde los hombros, la silueta de Bee hacía un
barrido hacia arriba hasta su estrecha cintura y sus caderas. Los dos hemisferios de su
culo eran la parte más alta que se reflejaba de ella en el espejo. Pude verme sobre Bee con
la polla moviéndose tiesa arriba y abajo y flexionando las rodillas. La clara simetría
de su cuerpo lucía fantástica. Parecía la escultura de una estatua erótica.

“¿Acabas?”

“Acabo enseguida, en uno o dos minutos.”

Mientras me movía arriba y abajo, sentía su coño tan agradable y apretado, tan húmedo y
caliente que no tardé en alcanzar el clímax: “Me corro, baby. Me corro. Oh, baby. Baby.
Baby. Mmmmmmmmh.”

265
PROMISCUO

Cuando caímos de lado, tiré de las caderas de Bee, presionando su culo contra mí para
mantener la polla dentro un poco más. Todavía me sentía bien en su interior y no quería
que este placer acabase.

“¿Llegaste?”, le pregunté. Asintió con la cabeza, sonriendo. “¿Cuántas veces?”, mostró


diez dedos. No pensé que fuera cierto, pero realmente parecía más que satisfecha y
yo estaba feliz por ello.

“¿Voy yo primero?”, sugerí apuntando al viscoso condón y poniendo rumbo al cuarto de


baño. Después de asearme, me quedé de pie en la puerta del excusado.

Bee señaló a mi polla y comentó: “Tu hermano no duerme.”

Pretendió tocar mi polla con un puño, yo toqué en la puerta del baño con el mío, riéndome
con ella acerca de la dureza de mi polla. Algunos tíos, como el escandinavo Kimi, tienen
problemas para que se les levante. A veces bromeo con que yo tengo dificultades para que
se me baje. Aquí en Asia eso no es problema, las chicas me cuidan bien. Bee señaló
que habíamos hecho buen boomsing juntos.

“¿Recuerdas que te pregunté si quería que terminara o si preferías más boomsing?


Entonces acabé.” Sí se acordaba. “A eso se le denomina control”, le aclaré.

“No entiendo.”

“Me corro o no me corro, acabo cuando quiero. ¿Entiendes?”

“Entiendo”, respondió sonriente. Una chica que folla como Bee sabe apreciar mi habilidad
para follar durante todo el tiempo que haga falta y luego correrme cuando ella ya esté lista
para que yo acabe.

Con Bee vestida de nuevo y yo con los pantalones caqui, nos sentamos en la cama con el diccionario
y hablamos. Ella aún no tenía prisa. Bee me confesó que había tenido cuatro farang antes que a mí.
Dos de ellos, alemanes, la contrataron cada uno durante un par de semanas. Me preguntó si cuatro
clientes eran muchos. Le respondí: “No demasiados”, y recordé cuando Sawa me dijo que ella se
hacía cuatro o cinco tíos cada noche cuando podía. También estaba el novio camboyano y tal vez
otros. Le dije que cuatro clientes no eran muchos, pero no creo que pueda AMAR a una mujer con su
pasado. Con una punzada de culpa y dolor, pensé en Neng, quien nunca había tenido un cliente antes
que a mí y pensé en irla a buscar más tarde.

Me di cuenta de que Bee se parecía mucho a mi exnovia, Oi. Se lo dije, pero no le dije que eso fuese
malo. Bee es mucho más alta que Oi, pero su cara es bastante similar. Aunque la amé, Oi mentía y
me hizo tanto daño con su forma de actuar cuando yo no estaba en Bangkok que adelgacé trece kilos.

No me había fijado, pero Bee trabaja ahora en la cervecería al aire libre de la esquina. Si vive bajando
la calle y trabaja en el bar, puede ver mis idas y venidas. Mundo pequeño. Ciudad pequeña.

“¿Quieres vuelva tu habitación mañana?”, preguntó.

“Sí, quiero”, no me pude resistir.”


266
PROMISCUO

“¿Pagas doscientos baht al bar?”

“Tú misma”, le dije sin entusiasmo. Dividido entre Neng y Bee, me sentí confuso y melancólico.

Cuando le di los quinientos baht que habíamos acordado, ella pidió mil. Le expliqué mi apretada
situación económica y ella no volvió a preguntar. Bee me dijo que ella, como muchas de las chicas,
necesita dinero que mandar a casa de su madre. Parece que casi todas las chicas en Pattaya envían
dinero a casa para mantener a sus familias.

Cualquiera que fuese la causa de mi dolor de garganta, me dejó alicaído. Me sentía cansado. Antes de
que se fuera, Bee me conminó a que durmiera. Dijo que me sentiría mejor por la mañana. Le dije:
“OK”, pero yo todavía planeaba ir a buscar a Neng. Si trabaja esta noche, Neng estará esperándome.
Debilitado como estaba, temía no estar a la altura.

Bee me dio un beso fugaz en los labios y se marchó. Comenzó a llover. Duro. Esta era la excusa que
necesitaba para quedarme. Me comí el medio kilo de rambután para cenar y me metí en la cama
temprano. Me gusta comer fruta cuando estoy enfermo, en vez de comida normal. La lluvia amainó
lo suficiente como para salir, pero estaba cansado.

Antes de dormirme pensé en Bee y Neng, sopesando qué hacer. No tengo suficiente dinero como
para estar con las dos. Además, Bee puede verme entrar y salir del pequeño soi donde vivimos.
Si Neng aún quiere follarme cada noche, parece que voy a tener que tomar una decisión.

El jueves por la mañana luché contra la indecisión de si follar con Bee o con Neng. Es agradable
hablar con Bee y folla muy bien. Con Neng no puedo comunicarme verbalmente, pero es también
una muy buena folladora. No tan buena como Bee, pero me encanta su cara, su cuerpo, su juventud y
su relativa inocencia. La relación con Neng me había llegado a entusiasmar, pero se ha descarrilado a
causa del encuentro casual con Bee. Ten cuidado con lo que dices. Ten cuidado con lo que deseas.

A las empleadas del Bangkok Bank en Naklua les hizo gracia la edad de mis travelers checks. Ni yo
mismo recordaba cuántos años hacía que los tenía. Los había escondido en la cartera de mi pasaporte,
casi olvidándome de ellos durante mucho tiempo.

Siempre he amado viajar. A algunas personas les asombra que viaje solo por el mundo. ¡JA! Yo no
estoy solo. Justo en estos momentos me debato entre dos chicas y en Phnom Penh dormí con dos
chicas casi cada noche.

Las jóvenes empleadas del banco encontraron graciosos mis travelers checks pero, tras llamar a algún
lado y leer al teléfono el número de serie de los mismos, me los reintegraron. Con los sesenta dólares
(en baht) en mano, me di cuenta de lo poco que era y lo poco que me ayudaría a mejorar mi situación.
A setecientos baht el día (polvo + hotel), no era suficiente para pasar cinco noches con Neng o Bee.
Ahora que es época baja, mi habitación sólo cuesta doscientos baht por noche, cuatro euros y medio.

267
PROMISCUO

Después de almorzar y consultar mi correo-e, fui al karaoke de Neng y hablé con la chica que estaba
detrás de la barra. En thai, le pregunté si Neng había venido a trabajar anoche. Sí, Neng había venido.
Le pregunté si se había ido con algún cliente. No, no lo había hecho. Le dije que volvería más tarde.

Compré una papaya y un kilo de rambután y puse rumbo a mi habitación. Casi en casa, vi a Bee en su
bar sentada: el bar de la esquina. Cuando me miró, la saludé. Me acerqué y hablé con ella. Estaba
muy maquillada y no me gustó su aspecto. Me pregunto para qué se habrá puesto tanto potingue en la
cara, su piel es maravillosa. Parecía una buscavidas. Me vino otra vez a la memoria mi exnovia, Oi.
No quise quedarme en el bar, no quise tomar nada y aún pensaba ir a buscar a Neng. Dándole una
palmadita en la rodilla, le dije que me iba a mi habitación. Bee ha supuesto una excelente follada,
pero creo que ya he tenido suficiente.

Había estado preguntándome qué le diría a Bee. ¿Debería hablarle de Neng? Si vengo esta noche con
Neng, Bee probablemente nos verá. Debería decirle algo, aunque no sé el qué. Si Neng no está en el
trabajo o no quiere venir conmigo, entonces querré irme con Bee. Mierda. No tenía ganas de entrar al
bar a hablar con Bee. Tendría que haberle dicho algo cuando estuve antes allí, algo que le hiciese
saber que no me la iba a llevar esta noche. Ahora me sentía cohibido por las otras bargirls cercanas e
incómodo con la situación actual de tener dos chicas.

Me agobié un poco con todo esto, pero las chicas son más pragmáticas. Yo soy una fuente de
ingresos temporal para Bee. Ella está contenta porque estoy en buena forma física, soy un tipo
agradable y un buen amante; pero esencialmente, soy una fuente de ingresos. Puedo llevármela o no.
Lo idealizo todo y hago una montaña de un grano de arena. Soy un romántico incurable.

He estado pensando fotografiar a Bee. Tiene carnet de identidad y pasaporte. Es necesario que una
chica esté en posesión de su carnet de identidad para proponerle que me haga de modelo, no quiero
encontrarme con la sorpresa de que después de haberle sacado las fotos resulte que la chica es menor.
Las menores no son mi palo. No se lo había comentado aún, pero es lo suficientemente guapa como
para realizarle un trabajo fotográfico profesional. Quizás pueda usar a Bee como modelo y a Neng
como novia temporal. No sé qué dirá Bee de esto. Probablemente se enfade conmigo por lo de Neng.

Cuando volvía a las nueve, me detuve en la esquina en la cervecería al aire abierto de Bee. Con el
pecho contra su espalda y mis manos en la banqueta a cada lado de su culo, le hablé en voz baja,
privadamente. “Tengo un pequeño problema que resolver. Tal vez te vea después. No estoy seguro.
Si no vuelvo, quiero hablar contigo mañana. ¿Necesito tu número de habitación para verte en ella?”

Sonriendo, me dijo: “No recuerdo mi número de habitación. Recuerdo el tuyo. Voy a verte mañana.”

“OK. ¿A qué hora?”

268
PROMISCUO

“No sé.”

“OK, ahora me voy.”

No le dije nada más y ella había dejado que me saliera con la mía. Bee seguramente imaginó que mi
‘pequeño gran problema’ era una chica, pero ella me había confrontado con el supuesto problema.
Evitar conflictos es una parte importante del estilo de vida tailandés.

Bajando por el Paseo Marítimo, sonreía como un idiota, aliviado tras mi pequeña charla con Bee y
eufórico por ir de camino a recoger a Neng. Fue interesante ver lo contagiosa que era mi estúpida
expresión. Una tras otra, las chicas de la playa me sonreían. Vaya éxito, lo intentaré más a menudo.

Vi a Nat sentada en un banco y me senté a su lado. Nat es la chica que nunca había tenido un cliente
antes que a mí, que había dicho que me amaba, que había dormido conmigo dos noches seguidas y
que luego había desaparecido. “Fui al hotel”, me explicó acerca de aquella tarde que habría sido
nuestra tercera noche consecutiva durmiendo juntos. “En recepción me dijeron que habías ido a
Bangkok y no habías vuelto.” Le expliqué que había vuelto a la misma hora a la que habíamos
quedado y que ella ya se había marchado del hotel.

Nat había aprendido a hablar un poquito mi idioma. Aunque nuestra conversación fue una mezcla de
nuestras dos lenguas, su amigo gay nos ayudó a traducir. Le recordé a Nat que la otra noche la había
visto y llamado, pero ella señaló al policía y continuó caminando. Cuando la dejé allí, Nat pareció
perpleja y contrariada porque fuese tan cariñoso con ella y, sin embargo, no me la llevase conmigo.

Neng estaba sentada en una silla de plástico por fuera de su bar karaoke. Me senté con ella. Nuestra
conversación fue exclusivamente en thai. Cuando le pregunté cómo estaba, me respondió que bien.
“Anoche yo no estaba bien”, señalé a mi garganta. “Llovía. Me quedé en casa, dormí. La noche antes
te fuiste. ¿Dolor?”, señalé ahora a mi cabeza. Ella asintió. “¿Tuviste cliente anoche?”, pregunté.

“No”, respondió sacudiendo su bonita testa.

“¿Tú contenta yo aquí esta noche?” Lo estaba. “¿Quieres ir al hotel?” Le pregunté, esperando un sí.

Ella negó con la cabeza.

“¿NO? ¿Por qué?”

“No sé.”

“¿Segura?”

“Segura”, dijo levantándose y entrando al club. La seguí hasta adentro. Neng pasó detrás de la barra y
se sirvió un vaso de agua. Le hice un gesto para que viniera adonde yo me hallaba y lo hizo.

“¿Segura?”, pregunté por segunda vez.

“Segura”, y se fue con la chica que estaba en la máquina de karaoke.

269
PROMISCUO

Me desplacé hasta donde se encontraba de pie sosteniendo un micrófono y le pregunté: “¿Bromeas?”

“No bromeo.”

“OK. Adiós.” Me di la vuelta y me dirigí a la salida, pero todavía no podía creer lo que estaba
ocurriendo. Antes de llegar a la puerta, me giré y volví a mirar, esperando verla sonreír y hacerme
gestos para que regresara. No fue así.

Las cosas pueden cambiar en un momento. Uno podría pensar que Neng se había enterado de mi
caliente follada con Bee. Las mujeres tienen un sexto sentido para este tipo de asuntos. Es como si
pudieran oler los flujos de la otra chica en un hombre. Habíamos sido felices juntos, pero al parecer
el hechizo se había roto. Por la parte que me toca, Neng parecía algo menos bonita y sexi esta noche.
La buena noticia es que la dicotomía había desaparecido. Neng me gustaba mucho más de lo que creí.
Había pensado reemplazar su bisutería de plástico e hilo por oro. Mi corazón se había fusionado con
el suyo. Tal vez vuelva mañana noche y compruebe cómo se siente pero, por alguna extraña razón, la
magia parece haberse desvanecido.

Sigo sin desear a Bee esta noche. No me siento con ganas. Siento pesadumbre por la desintegración
del amor que sentía por Neng. Antes, en mi trayecto hasta aquí por el Paseo, reía como un tonto.
Ahora estaba triste. Bien es cierto que encontré a Neng menos atractiva esta noche, pero sentía
desasosiego por lo que probablemente era el final de nuestro pequeño affaire. Parecía muy feliz a mi
lado y a mí me había hecho feliz de verdad. Neng era una amante apasionada. La echo de menos.

Cuando volví a pasar por la playa, esperaba no volver a cruzarme con Nat, pero ella aún estaba allí.
Me senté con ella de nuevo, Nat estaba preciosa. El que siguiera allí sentada evidenciaba la falta de
extranjeros. Había muchas chicas en la playa, pero pocos farang para llevárselas. Aunque elogié lo
guapa que estaba Nat, también le expliqué que lo que nosotros tuvimos ya se había acabado.

Nat me dijo que, después de la noche que yo había regresado de Bangkok para encontrarme con que
ella se acababa de marchar de mi hotel, ella me había visto por la playa llevándome chicas. Cuando le
dije que yo nunca la vi a ella, confesó que me había estado siguiendo, observando cómo hablaba con
las chicas y me las llevaba a casa. Uuuuu, un fantasma me sigue en la sombra.

Le dije a Nat que si permanecía allí sentado, los farang no se pararían a hablar con ella. No había
ningún farang a la vista, pero ella comprendió. Me despedí de nuevo y seguí mi camino paseo arriba.

Estaba empezando a sentirme mejor. Era agradable estar en la playa. Una fuerte brisa marina soplaba
en la bahía. Aunque no quiera follarme a la mayoría de las chicas de Beach Road, disfruto de tener
tanta camaradería con ellas.

Cuando pasé cerca de Bo y su amiga regordeta, Bo parecía tener un extranjero. Estaba linda y recordé
qué bonito culo tenía. Un poco más allá, la amiga de Bo me alcanzó y hablé un poco con ella. Parecía
querer follarme esta noche. No, gracias.

270
PROMISCUO

Caminé algo más allá de mi soi por si me encontraba a la amiga de Sawa. Tampoco quería irme con
ella, pero no lograba recordar su nombre y lo necesitaba para mi libro. La encontré sentada bajo una
palmera. Me senté con ella, hablamos y bromeamos. Como siempre, disfruté de su compañía: Toy.

Le hablé de Bee y Neng, aunque no mencioné sus nombres. Con respecto a Neng, predijo: “Tiene
novio tailandés.” A lo mejor está en lo cierto.

“Quiero ver tu libro”, dijo Toy.

“El libro está dentro de mi ordenador y no quiero traer el ordenador a la playa”, le expliqué. Toy
tiene habitación en el mismo lugar que Bee, a unas cuantas puertas de mi hotel. “Puedes venir a mi
habitación a leer el libro”, le ofrecí. Le di una tarjeta con mi número de habitación anotado en ella.

“Mañana”, se ofreció voluntaria.

Con mi mano en su estrecha cintura, le dije: “Tal vez debería llevar a casa a chicas con hijos, como tú.”
Le volví a dar veinte baht.

Abandoné el Paseo Marítimo solo. Una chica que se me había ofrecido antes estaba con su amiga en
el otro lado de la calle. Hizo otro intento serio de venirse a casa conmigo y su amiga sugirió que me
las llevase a las dos. Me dejaron continuar y caminé hasta Road 2.

No vi a Bee en el bar de la esquina. ¿Habrá pagado un farang al bar y se la habrá llevado consigo?
Qué pensamiento tan desagradable. Ahora que parece que las cosas se habían venido abajo con Neng,
Bee estaba destinada a ser mi próxima novia temporal. O, contemplándolo desde otra perspectiva,
yo estaba destinado a ser su próximo cliente de larga duración. Si supiera que estaba ahora follándose
a otro, yo no volvería a hacerlo de nuevo con ella. Sé que ellas se han ido con otros tíos antes, pero
una vez que empezamos a follar juntos, no quiero compartirlas. Me da escalofríos pensarlo. Comencé
a recorrer el corto tramo que faltaba hasta mi hotel pero, dándome cuenta de lo importante que esto
era para mí, volví para echar otro vistazo. ¿Alguien se ha llevado Bee o no?

Al acercarme otra vez a la esquina, vi a Bee y a otra chica andando hacia el 7-eleven más cercano.
Actuaba como si se estuviera escondiendo y no quisiera verme, aunque seguramente bromeaba.
Debía de haber estado escondida cuando pasé antes. Tal vez intentaba ponerme celoso o simplemente
castigarme por no habérmela llevado esta noche. Cuando finalizó su pequeña charada, me saludó con
una gran sonrisa. Parece que todavía le gusto. A lo mejor volvemos a follar mañana. No es problema,
hay mucho coño en esta ciudad. Puedes coger tanto como quieras, pero aún siento nostalgia de Neng.

Como le había dicho a las chicas de la playa que haría, regresé a casa solo. Parecía que las pequeñas
molestias que me aquejaban habían desaparecido. Me sentía mucho mejor que ayer. Tras comerme
un kilo entero de rambután para cenar, me fui a dormir.

No me sorprendería que Bee y Toy se presentaran el viernes. Si no supiera cómo pueden ser estas
chicas, no habría programado la cita con Toy para la misma tarde en que Bee se había autoinvitado.
Por supuesto, yo estaría allí. No hay problema. Pasé la mañana escribiendo. Cuando salí a almorzar,
dejé el recado en recepción de que le dijeran a cualquier visita que regresaría a las tres en punto.

271
PROMISCUO

Bajando por el Paseo Marítimo vi a Asa, la estudiante a la que me había llevado durante el Songkran.
No recordaba su nombre. La muchacha había venido a Pattaya sin nada más que lo que llevaba
puesto y yo le había pagado un McMenu y le había comprado una muda de ropa interior antes de
llevarla a mi habitación. Me senté y hablé unos minutos con ella, pero no quise follármela de nuevo.

Chequeando mi correo-e supe que otra bomba había explotado en Filipinas, esta vez en Savers Malls,
en Angeles City. No era del todo cierto, había sido sólo una amenaza. He estado muchas veces en ese
centro comercial. Por razones de seguridad, voy a tener que dejar de salir solo en Filipinas. He estado
en dos de los centros comerciales de Manila donde se han sucedido las explosiones. Ha sido una
buena idea pasar en Tailandia y Camboya estos tiempos revueltos. Había habido paz en Filipinas
durante la presidencia de Fidel Ramos, pero ahora se estaba yendo todo al carajo.

Cuando regresé a mi hotel unos minutos después de las tres, no había tenido visita. Pasé el resto de la
tarde editando mi guía de viajes de Phnom Penh y realicé auténticos progresos con ella.

Oscureció y salí a comprar. Bee no estaba en el bar de la esquina. ¿Estará con otro tío? ¿Me importa?
No demasiado. Si hemos terminado, no hay problema. Lo que no quiero es compartirla, simplemente.

A la vuelta del mercado, Bee aún no estaba en el bar. Dejé la compra en la habitación y volví a salir.
No era demasiado optimista con respecto a la actitud de Neng, pero pensaba ir de nuevo a buscarla.

Cuando llegué a la playa, en lugar de poner rumbo sur hacia el bar de Neng, puse rumbo norte.
Aunque me queda fuera de paso, es un buen lugar para ver chicas. Me sorprendió encontrarme a Bee
apostada bajo una palmera en el borde de cemento de un jardín. Estaba sentada con un viejo popular,
así que saludé con la cabeza y seguí andando. Bee me saludó e indicó con la mano que me acercase.

Me pidió que me sentara a su lado y así lo hice. El otro hombre se levantó y se marchó enseguida.
Al parecer, sus atenciones no fueron bienvenidas por parte de Bee. Me participó que el tipo le había
ofrecido dinero sólo por hablar con él allí en la playa.

Bee me informó que su men, menstruación, había venido a visitarla ayer. Preferiría que me lo hubiese
comunicado anoche, cuando yo tenía el dilema acerca de a quién llevarme a casa. Me dijo que no
había venido ayer a mi habitación por esa causa.

“¿Piensas que no quiero verte si tienes men?” Ella me miró y alzó las cejas, esperando mi respuesta.
“Sí quiero”, le aseguré.

“Voy a verte mañana”, prometió.

Cuando le pregunté sobre el paradero de su pasaporte y de su carnet de identidad, Bee me aclaró que
tenía el pasaporte en la habitación y abrió el bolsillo delantero de su falda de peto para indicarme
dónde llevaba el carnet de identidad. Parecía que me invitase a introducir la mano en él y así lo hice,
pero en vez de buscar el carnet, agarré su teta izquierda y le pellizqué el pezón a través de la tela. No
protestó, así que jugué un momento con ella. Habiendo confirmado que su carnet de identidad estaba
accesible, lancé la gran pregunta: “¿Te casarás conmigo?” No, estoy bromeando. No le pregunté eso.
Le pregunté si posaría desnuda para mi cámara. Le dije que era suficientemente guapa como para
hacerme de modelo. Siempre empiezo diciendo lo mismo, provocándoles así un mayor entusiasmo.

272
PROMISCUO

Me dijo que posaría con bragas y con sujetador. “OK. Entonces tú me pagas el trabajo”, bromeé.
Aceptó posar desnuda para mí y acordamos un precio de cuatro mil baht. Esto son cien euros. No es
nada barato, pero ella es todo un bellezón. Enfermo como había estado y preocupado por Ai y Hue,
no había podido fotografiar ni a una sola modelo durante mi mes en Phnom Penh.

Bee no tenía dinero. Le pregunté que qué había hecho con los quinientos baht que yo le había dado.
Su respuesta revelaba mucho sobre el estilo de vida de estas chicas: “Le di cien a mi hermana, cien a
mi amiga, compré comida y una coca-cola. Ya no tengo.” No sé si les había prestado el dinero a su
hermana y a su amiga, si les habría pagado alguna deuda o si les había regalado el dinero. Estas
muchachas se ayudan unas a otras a salir adelante cada día. Si una chica tiene un cliente y otra no,
comparten. Es una curiosa microeconomía de préstamos y joyas empeñadas. Para ellas, tener joyas de
oro es lo mismo que para nosotros tener dinero en el banco. No es tan probable que las joyas luzcan
en su cuerpo como que estén una casa de empeños. Viven al día y no parecen pensar en el mañana.

Bee tenía hambre, así que le di cincuenta baht. Su amiga fue a comprar som-tam [ensalada de papaya
verde] a una de las vendedoras que andan por la playa con la comida colgando de las puntas de largos
bambúes. Las mujeres se acuclillan en la playa con sus cocinas móviles, preparando comidas picantes
que las chicas adoran. Pueden pasar semanas y meses comiendo sólo som-tam y khom-niao [arroz].
Me ofrecieron compartir sus raciones conmigo, pero decliné la invitación. No parecía mucha comida,
aunque las chicas estaban contentas. Hoy se alimentarían, mañana no se sabe.

Antes de irme, Bee confirmó que vendría a mi habitación mañana antes de la una. Me dio las gracias
educadamente por la ensalada de papaya y el arroz glutinoso, y le dije: “Mai pen rai [de nada].”

Paseé playa abajo esquivando propuestas de “Voy contigo” de las chicas y los gays. Cerca del final
del Paseo me encontré de nuevo con Nong y su amiga. Nong me informó de que Lek había regresado
a Pattaya con un novio alemán. Este era el pago por mi rescate a damiselas en apuros. Pensaba que
mis dos mil baht la habían ayudado a huir de un estilo de vida que ella detestaba. Vale, muy bien.
Cuando acaricié el prieto culo de Nong a través de la fina tela de su falda, advertí que Nat me estaba
mirando. Esta era la misma Nat que un par de meses antes había dicho que me amaba, la misma que
me había perseguido por la playa vigilando desde la sombra mis correrías promiscuas. Nong es muy
guapa y su culo es fantástico, estuve tentado de llevármela a casa, pero me dirigía a ver a Neng.

Subí a un songthaew hasta el bar karaoke de Neng. Cuando me acerqué a la puerta, vi a Neng allí.
Supongo que me vio, aunque se hizo la loca. Se apostó detrás de la barra. Esta noche ni siquiera me
habló, ni sonrió, ni me miró. Parecía enfadada, aunque hasta donde sé, yo no era culpable de nada
excepto de que me gustase. “OK, adiós”, dije y me largué. Esta vez no me giré antes de alcanzar la
puerta. Estaba seguro de que ella no estaba sonriendo y haciéndome gestos para que volviera.

Se acabó. No era optimista, pero creí que ir a verla era lo más galante que podía hacer y que eso me
podría haber ayudado a conseguir un poco más de su sublime coño. Pensé que tenía que intentarlo.
Le había confesado lo mucho que me gustaba. Cielos, dije que la amaba. Una chica puede tener el
ánimo torcido durante un día o dos, pero ahora estoy convencido de que Neng no quiere verme más.

273
PROMISCUO

Volví a la playa andando. Soy conocido por mis largos paseos. Me encanta. Es un buen ejercicio y
me lleva adonde yo quiero ir. En un vehículo, sólo te subes a él y vas de un lado para otro. Paseando,
te conviertes en parte del paisaje a lo largo del camino. Es una forma fantástica de conocer chicas. He
conseguido muchos coños simplemente caminando y haciendo amistad con chicas en la calle. Anda
con garbo, sonríe y ten buena conversación. Las chicas responden (me refiero a Pattaya).

A una manzana del Beach Road –el Paseo Marítimo- alcancé a Winee. Ella iba de camino a la playa
con sus habituales vaqueros ceñidos y sus altos tacones, estaba muy sexi. Eran las once de la noche.
¿Estaba Winee llegando a la playa o regresaba a ella para buscar otro cliente tras un ‘tiempo corto’?
A esta hora, conociendo a Winee, sospecho que lo segundo. Caminé detrás de ella un momento,
observando su culo contraerse una y otra vez, recordando que me había follado ese ojete. Cuando
llegó a la playa, caminé junto a ella y hablamos un poco mientras paseábamos. Le pregunté si aún
estaba dispuesta a posar para mí y me respondió que había cambiado de idea. Le dije que si me veían
a su lado, los farang no se se pararían a hablar con ella. Winee sonrió. Aceleré el paso y desaparecí.

Nong aún estaba en la playa, hablaba con un extranjero. Seguí mi camino, pero su regordeta amiga de
preciosos ojos me invitó a sentarme a su lado. No puedo dejar de sentir cierta atracción por ella.
“¿De dónde has sacado esos ojos”?”

“De mi padre”, respondió.

“¿Chino?”

Asintió: “Mamá thai, papá chino.”

“Tienes los ojos más bonitos de toda la playa.”

Sonrió, radiante con mi cumplido. Le di una palmada en el muslo y me fui. Cuando pasé cerca de Bo
y su amiga, solamente salude sin detenerme. Sonrieron y me saludaron. Ambas habían dormido en mi
habitación. Bo en mi cama y su amiga en el suelo. También había metido mi polla en el ojete de Bo.

Como se había convertido en un hábito, pasé de largo mi soi hasta las muchachas sentadas más allá.
Aquí el Paseo se ensancha y las luces son más tenues, sin bares ni tiendas en el lado opuesto de la
calle. Bancos circulares rodean los troncos de las palmeras, como mesas en un night club al aire libre.
Aunque muy pocos farang pasean por esta zona, está llena de chicas. Es un entorno maravilloso y yo
considero que este es su club, algo así como su particular asociación de vecinas. Se sientan a comer,
beben, hablan y claman a cada extranjero que pasa.

Bee ya no estaba allí, pero me senté con Sawa, Da y sus dos amigas. Otra vez estaban bebiendo
whiskey. “La vida para vosotras en una fiesta continua, ¿no?”, le pregunté a Da. Ella no comprendió
al principio. “Todo el tiempo fiesta. Comer, beber, charlar, cantar karaoke, follar. Cada día es fiesta”,
expliqué y ella asintió con una amplia sonrisa. Me identifico con su estilo de vida despreocupado.
What do yo do all day? Eat, shit, fuck, sleep. Detesto los trabajos regulares.

Sawa me preguntó muy seria: “¿Por qué no me llevas?” Me has visto cuatro veces, pero no me llevas.
Siempre te llevas chicas que no has tenido antes.” Ella sola había respondido a la pregunta por mí.

“La vez que te llevé, me gustabas mucho. Te llamé cinco veces al día siguiente.”

274
PROMISCUO

“Cambié de habitación.”

“Cambiaste de hombre. Tu ‘cielito’ alemán estaba de vacaciones aquí.”

“Sólo siete días. Él ahora no está aquí.”

“Cambiaste de hombre. Mai chawp [no me gusta].” No quería ofenderla. Me gusta Sawa y disfruto
pasando el rato con ella y con sus amigas. No le hablé del horror que sentí cuando me dijo que le
gustaba hacerse cuatro o cinco tíos en una sola noche si podía. No me la habría llevado la primera
vez de haber sabido lo buscavidas que es, aunque ahora no puedo decir que lamente haberlo hecho.

Sawa también me conoce. Observando mis movimientos cotidianos, ella sabe cuál es mi estilo. No sé
si ella me comprende, pero ve lo que hago. Dos chicas jóvenes en la siguiente palmera me atrajeron.
Una de las dos parecía estar muy bien, pero no me acerqué hasta ellas para no causar resentimientos.

La amiga de Sawa, Toy, llegó a la playa. Hizo un alto y la saludó, pero luego se movió unas ‘mesas’
más allá y se sentó con otra chica. Finalmente, Sawa me dijo que yo hablaba demasiado y me largué.
No hemos de olvidar que estas chicas se sientan a la espera de clientes y estando yo allí con ellas es
imposible que estos se paren. ¿O quizás estaba cansada de mi conversación mezclando mi idioma con
el thai? ¿O tal vez estaba celosa por las atenciones que había mostrado hacia Da? Vaya usted a saber.

Me senté con Toy. Después de explicarme por qué no había acudido hoy a mi habitación para leer mi
libro, preguntó: “¿Por qué no vas con Sawa? Ella me ha dicho que le gustas mucho. Es buena chica.”

“Eso es algo acerca de lo que he estado escribiendo en mi libro. ¿De verdad quieres saberlo?”

“Sí, dime.”

Le expliqué lo que le había dicho a Sawa: “No me gusta ‘mujer cambia de hombre’. Mi sentimiento
cambia. No hay problema si yo no soy el primer hombre. Pero no me gusta ‘mi chica cambie de tío’.”

Toy comprendió y me dijo: “A mí no me gusta cambiar de hombre. Me gusta estar mucho tiempo.”

Yo continué: “Cuando me llevo a una chica, busco alguna que me guste. Si es cariñosa, desarrollo
sentimientos hacia ella.” Me toqué el corazón. Alzó las cejas, como si esto fuera algo que ella jamás
hubiese pensado antes de mí. Asentí con la cabeza: “Yo tengo sentimientos.”

Al contarle lo que había sucedido con Neng, Toy dijo: “Ella tiene novio tailandés”, como ya me
había dicho la pasada noche. Yo aún no había mencionado el nombre de Neng, ni Toy la conocía.
Sólo estaba especulando, pero le dije que quizás tuviese razón. Le dije que Neng había hablado con
un chico de su edad que trabaja en el karaoke al otro lado de la calle. Toy dijo: “Su novio.” No creo,
pero de nuevo le dije que tal vez estuviese en lo cierto. Yo estaba con Neng entonces, subimos a un
songthaew. Como le comenté a Toy, otro joven que ella conocía se había subido al songthaew con
nosotros. Ambos chicos sabían que ella estaba conmigo y me había parecido que ellos le decían algo
acerca de irse con un tipo mayor que ella, un farang. Tal vez la presión del grupo la había hecho
sentir muy embarazoso el hecho de irse conmigo. Yo sabía que le gustaba, pero algo había sucedido.
De todos modos, pienso que he perdido a Neng a causa de Bee: una mera cuestión de karma.

275
PROMISCUO

Hablamos sobre muchas cosas. Bueno… mayormente acerca de chicos y chicas… y sexo. Toy me
dijo que ella nunca se corre cuando mantiene boomsing. Le dije que eso no sucedía si un chico puede
follar mucho rato y le comenté que yo a veces follo durante una hora antes de correrme. Ella se
sorprendió. Me indicó que a ella no le gusta follar durante largo rato porque le hace daño. “¿Aquí?”,
le pregunté, poniendo mi mano en su barriga. Ella asintió.

Cuando le conté que un estudio médico revela que la media de hombres se corre en dos minutos, Toy
exclamó: “¡Qué bueno!” Qué triste, Toy trabaja con su coño, pero no le gusta follar: le duele.

Sawa y las otras chicas pasaron. Sawa y Toy hablaron entre ellas. No entendí la mayor parte de la
conversación, pero sí capté “Yee-sip [veinte baht]” y supe que estaban bromeando acerca de que
hablo demasiado. Ironizamos diciendo que Bang le pagaría a Toy veinte baht para hablar con ella.
Sería mofa, pero sí quedaba claro que las chicas estaban de nuevo sin dinero. Cuando el carrito del
vendedor de fruta paró al otro lado de la calle, le di a Toy veinte baht. Compró un kilo de mangostán
y yo un kilo de rambután. Hasta hoy, nunca entendí por qué la gente habla maravillas del mangostán.
Toy seleccionó cuidadosamente su fruta y la compartió generosamente conmigo. Peló la mitad de
cada cáscara y me los ofreció uno a uno. Estaban exquisitos, un delicado sabor dulce se esparcía en
mi boca. Me enseñó a elegir los más blandos y me mostró cómo los que ella había seleccionado se
hundían cuando los presionaba con la yema del dedo.

rambután mangostán

La fiesta continúa. Pasar el rato con las chicas en la playa es casi más divertido que hacer el amor con
ellas y esta noche sólo me había costado setenta baht en dádivas. Siempre bromeo diciéndoles que yo
también estoy trabajando y ellas parecen haberme aceptado como parte del panorama. Finalmente,
Toy también me indicó que hablo demasiado y, en plan broma, cerró mi boca. Dijo que pronto
vendría a mi habitación para leer mi libro y, a continuación, me mandó a casa a dormir. Buena idea.

El sábado me levanté temprano, muy temprano, teniendo en cuenta lo tarde que me había ido a
dormir. Pasear a las siete no era inusual para mí, pero había estado departiendo con las chicas en la
playa hasta cerca de la una. No había dormido lo suficiente.

Pasé la mañana viendo en TV el show de entrega de los Grammy Latinos. Soy español y a veces
necesito refrescar la memoria de mi lengua cuando llevo mucho tiempo lejos de casa sin hablar con
paisanos hispanohablantes. Luego me cuesta semanas volver a retomar el idioma con normalidad.

Cuando el espectáculo finalizó, miré el reloj y me di cuenta de que ya era algo más de la una. Por
enésima vez, Bee no había aparecido. Casi en ese momento, sonó la puerta. Enrollándome una toalla
alrededor de la cintura, fui hacia ella para decirle a la camarera de piso que me daba una ducha y la

276
PROMISCUO

dejaba que entrara a limpiar la habitación, nuestra rutina diaria. Cuando abrí la puerta, me quedé
gratamente sorprendido al ver a Bee allí de pie con shorts marrones y camiseta blanca, el cabello
recogido y guapísima. Se le veía un poco de polvo blanco en el cuello de su camiseta. Los tailandeses
adoran untarse de polvos Shower to Shower después del baño, les refresca del calor húmedo.

Nos tumbamos en la cama hablando y acurrucados. Le enseñé mi guía de Pattaya y le dije que la
había vendido por catorce mil baht. “Dieciséis”, me corrigió. Me disculpé por haberme equivocado el
otro día cuando le dije dieciséis mil, algo de lo que me había dado cuenta después de que se fuera.
Es increíble que ella recordara ese detalle.

Las muchachas tailandesas tienen buena memoria para el dinero. En Angeles City, Fillipinas, se dice:
“Se trata de tu dinero. Cuánto estás dispuesto a gastar y con qué rapidez quieres gastarlo.” Le mostré
a Bee el capítulo de mi libro que habla acerca de ella y le hizo mucha gracia. No se lo podía creer.

Como seguía tan cariñosa, le pregunté: “¿Quieres ser mi novia siete días, doce días?”

“Un año”, respondió.

Añadí: “Quiero a una chica no boomsing a otro. No quiero a una chica boomsing dos hombres al día.”

“Entiendo.”

“No quiero chica boomsing Bang domingo, boomsing otro hombre lunes, boomsing Bang martes.
Quiero una chica boomsing sólo a mí.”

De pronto, saltó con: “¿Quieres casarte conmigo?”

No supe que responder. Me reí. “¿Hablas en serio?”

“Estoy bromeando”, me dijo desviándose del tema. Me quedé dudando de si hablaba en serio o no.
Me sentí bien con Bee de nuevo en mi cama. Sus piernas lucían preciosas con los shorts que llevaba.
Largas, prietas, fuertes y sin cicatrices. Me dijo que la menstruación se le iría mañana y que quería
hacer el amor conmigo entonces.

“¿Por qué te pareces tanto a Oi, la exnovia tailandesa a la que tanto amé y que me hizo tanto daño?”
Me das miedo. Ella es más baja que tú, pero tenéis la misma cara.

Mientras hablábamos, Bee iba viendo las diapositivas que había estado editando para mi historia de
Camboya. Las había visto todas el otro día, cuarenta diapositivas. Comenzó por las de Ai y Hue.

Estas chicas son todas bastante parecidas. Había fotos de montones de calaveras, un monje, un barco,
todo tipo de cosas e, incluso, un montón de chicas, pero ella sólo tenía ojos para mis dos compañeras
de juego vietnamitas. Bee me preguntó sus edades: “Dieciocho.” Aunque Bee tiene veintitrés,
aparenta ser más joven. Al parecer, las muchachas cuyas personalidades me gustan más suelen rondar
los veintidós años, aunque prefiero los cuerpos y el menor recorrido sexual de las chicas más jóvenes.

Hoy Bee tenía dinero. Me dijo que un hombre mayor había venido anoche, después de que yo me
fuese, y le había dado dinero sólo por hablar con ella. ¡Capaz! Bee intentó pagar la comisión al bar
de su hermana y llevarla al cine. Típico. No saben cómo van a comer mañana, pero están listas para

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PROMISCUO

dilapidar su dinero pagándose la comisión del bar y yéndose al cine. Había planeado llevarla al cine
esta tarde. Las invité a las dos, pero tenían planes y estos no me incluían. Acordamos vernos en la
playa a las nueve e ir juntos a cenar.

Esta vez sí, la camarera de piso tocó a la puerta. Le dije que me duchaba y salía ya. Bee se marchó,
diciéndome que quería dormir. Me duché, la señora entró y yo salí.

Parecía que se presentaba un día intempestivo, aunque sólo llovió ligeramente. No tuve problemas
por dejarme el paraguas en casa, pero caminé bajo los aleros de los tejados y también me subí a algún
songthaew para no mojarme.

Me dormí y desperté sobre las nueve y veinte. ¡Mierda! Quería encontrarme con Bee a las nueve.
Me vestí rápidamente y bajé a la playa a toda prisa. No llovía, pero los bancos bajo las palmeras
estaban mojados y casi no había chicas. Unas pocas estaban sentadas en hamacas de playa abajo en la
arena. Me dirigí al área que he bautizado como ‘el club de las chicas’ y las dos filas de asientos
circulares alrededor del tronco de las palmeras estaban vacías.

Cuando casi había llegado al final de esta zona, me llevé una gran sorpresa al encontrar a Bee sentada
bajo un cocotero. Bee había encontrado un sitio seco. Eran algo más de las nueve y media, me había
retrasado, aunque ella sólo llevaba diez minutos allí. Bee ya había comido, pero me dijo que quería
venir conmigo. Tenía planeado ir a Disco Duck más tarde con su amiga.

A Bee le apetecía andar, así que dimos un paseo a lo largo de la playa. No habíamos avanzado mucho
cuando una chica gritó desde la playa: “Uauh, uauh, Bang. Uauh.” Debían de ser Toy y compañía
bromeando conmigo por mi nueva conquista. “Uauh, uauh, Bang.” Saludé y continuamos.

Cuando comí y Bee se tomó su zumo de mango, el asunto de la fotografía desnuda salió a colación.
“No buena idea”, dijo. Comentó que ahora quería cinco mil baht por fotografiarse y ‘tiempo corto’,
en vez de los cuatro mil quinientos que habíamos acordado.

Después de la cena, subimos a un songthaew. Mientras rodábamos subidos en él, le aclaré el punto:
“No he tenido chica en tres días. Te quiero mañana.” Bee me dijo que no estaba segura.

Al llegar a nuestro soi, Bee se dirigió a buscar a su amiga a la playa y yo regresé a mi hotel. Eran sólo
las once, me metí en la cama temprano.

El domingo me desperté con una lluvia ligera, un día apropiado para escribir. Cuando salí a almorzar,
charlé con Toy y con algunas chicas más en la playa. Toy me presentó a una amiga. “No tiene hijos,
no está casada, es nueva aquí.” Le dije a la chica que tenía una melena preciosa. Parecía agradable,
pero no me la llevé. Era mediodía y tenía intención de pasar la tarde follando con Bee. Es fantástico
que Toy recuerde el tipo de mujer que me gusta y digno de elogio que me las presente.

A la vuelta del almuerzo, me detuve en una costurera para que reparara mi paraguas. La señora me
cobró el equivalente a un cuarto de euro. Un zapatero había pegado la suela de mi sandalia un par de

278
PROMISCUO

días atrás. Me había cargado cuarenta baht, un euro. No les pregunté previamente a ninguno de ellos
cuánto me cobrarían, confiaba en su buena naturaleza y en la asequible economía tailandesa.

Bee no vino a mi habitación. Ya por la tarde fui yo a la suya, pero allí no había nadie. Aunque aún
me sentía profesionalmente interesado en ella, estaba empezando a perder interés a nivel sentimental.
Al parecer, esta impresión era mutua: Bee había dicho que se le iría la regla hoy, yo había esperado
por ella y me había ido a dormir tres días sin coño. Estaba empezando a sentirme ‘necesitado’. Urge.

Vale, al menos ahorro algo. He de aguantar hasta mi marcha a Filipinas sin usar la tarjeta de crédito.

Cuando salí a cenar, Bee no estaba en la cervecería de la esquina y tampoco la vi en la playa.

-32-
Toom

Bee no estaba en el ‘club de las chicas’, como había dado yo a llamar a esta amplia área del Paseo.
Las otras muchachas tampoco. Caminé rumbo al puerto y ya me dirigía de regreso, cuando una guapa
muchacha a la que nunca había visto, me dedicó una amplia sonrisa y se me ofreció: “Voy contigo.”
Negué con la cabeza y continué andando. Seguía pensando en Bee.

Volví al ‘club de las chicas’, la amiga de Toy estaba allí. Me sonrió, estaba espectacularmente bella,
pero había un extranjero sentado con ella. Continué mi camino buscando a Bee y deseando que ese
extranjero se marchase. Había estado pensando en la amiga de Toy: me quedé con ganas de llevarla
conmigo este mediodía cuando Toy me la presentó. Al llegar al final del Paseo, me senté con una
muchacha que me llamó. Ofreció venirse por doscientos baht (5 €), pero no era suficientemente

279
PROMISCUO

guapa para mi gusto. Cuando regresé adonde estaba la amiga de Toy, esta seguía allí, pero se alejó
con el extranjero que antes hablaba con ella. Me quedé decepcionado. Con el vientre liso asomando
por debajo de su corto top y su bonito culo ceñido en el interior de unos vaqueros negros, estaba
tremendamente sexi. Este mediodía, como ella estaba sentada en el malecón, no pude apreciar su
exquisito cuerpo. De haberla visto bien, probablemente me la habría llevado a casa entonces.

Cerca del ‘club de las chicas’, me apoderé de un banco circular bajo un cocotero. ¿Por qué no? Así es
como lo hacen ellas. Una mujer madurita se acercó y me preguntó si podía sentarse conmigo. Le dije
que sí y charlamos un poco, lo típico. Mientras hablábamos, tres esbeltas jovencitas se sentaron cerca
bajo una palmera. Le comuniqué a mi compañera de asiento que no íbamos a ir a ningún lado juntos
y me acerqué a hablar con las recién llegadas.

Eran muchachas camboyanas, inmigrantes ilegales. La más guapa de las tres llevaba un vestido a
cuadros naranjas y blancos. Una de ellas, Nih, hablaba un poco de inglés e hizo de traductora. Me
dijo que Toom, su hermana de veinte años, llevaba una semana en Pattaya y no había tenido clientes.
Aunque no tenía hijos, Toom había estado casada dos años. Se había separado de su marido hacía dos
meses. Nih me dijo: “El hombre camboyano tienen el corazón negro.” Esta es una expresión que yo
solamente he oído asociada a Camboya. Da miedo.

Toy me llamó desde una palmera cercana. Saludó y yo le devolví el saludo. Creo que quería que me
uniera a ella, pero me quedé con las khmer. Quería llevarme a Toom antes de que otro lo hiciera.

Nih me confesó que a los tailandeses no les gustan los camboyanos. Yo sabía que a los camboyanos
no les gustan los vietnamitas. Nih dijo que las chicas thai eran “mentirosas… no buenas” y me contó
que una chica tailandesa con la que había hecho amistad le había robado. Mis encuentros sexuales
con las muchachas de Pattaya han sido bastante plácidos, pero tras mi desastrosa experiencia con Oi,
mi exnovia tailandesa, no le discutí a Nih su parecer.

Me preguntó si tenía mujer e hijos. Le dije que nunca había estado casado, aunque me gustaría hacerlo.

Me preguntó que por qué nunca me había casado. Le respondí que las chicas que me habían amado,
ya no estaban conmigo y que aún estaba buscando a la mujer adecuada para mí.

Toom aceptó venirse conmigo y, aunque especificó que ella no ‘fumaba’, acordamos quinientos baht.
Su hermana me señaló que Toom sabía hablar un poco de thai, pero no oí ninguna evidencia de esto.

Toom y yo caminamos cogidos de la mano hasta mi hotel. Cuando estábamos a los pies de la escalera
de entrada a este modesto edificio, Toom era todo ojos. Parecía como si nunca antes hubiera estado
en un hotel. Toom no tenía carnet de identidad y no sabía hablar ni escribir thai: no cumplía con las
normas del hotel. Se supone que las chicas deben dejar su carnet en recepción. Si no lo tienen, deben
registrarse. Yo esperaba que la amable empleada que trabaja por las noches fuese condescendiente.

Bee se había ofrecido voluntariamente a ir a su casa a buscar su carnet de identidad, pero yo le había
dicho a la recepcionista que no había problema y ella la había dejado ‘colarse’. Bee, Neng y Joy
habían firmado en el libro de registro. No podía decirle que Toom era una inmigrante ilegal, tan sólo

280
PROMISCUO

le dije a la chica de turno: “No puede. No hay problema, ¿OK? Mai pen rai [no te preocupes].”
Seguimos avanzando y la recepcionista nos dejó continuar. La retención provisional en recepción de
los carnets y las firmas en el registro de entrada se hacen para seguridad de los clientes. He estado
aquí durante un largo periodo de tiempo y supongo que ya se figuran que puedo cuidar de mí mismo.

Es irónico que, después de haber pasado un mes en Camboya, Toom fuese mi primera chica khmer.
Sólo me había acostado con cinco chicas en Phnom Penh y todas ellas eran vietnamitas. Cuando
llegamos a mi habitación, Toom se dirigió a la ventana y miró hacia afuera. Estábamos a seis pisos de
altura y ella se comportaba como si nunca hubiera estado tan alto en su vida. Como había sucedido
con mis chicas vietnamitas, resultaba interesante estar con alguien con quien no podía hablar.

Le enseñé a Toom mis diapositivas de Camboya y le demostré mi habilidad para contar hasta diez en
su lengua, khmer. Esto ayudó a que se sintiera cómoda, aunque las fotos de cráneos la petrificaron.
Nos era imposible conversar, así que deposité una toalla y una pastilla de jabón en su regazo. Ella
captó el mensaje y fue a ducharse.

Cuando hubo terminado, se sentó conmigo a los pies de la cama y le acaricié las tetas a través de la
toalla. Parecían hermosas. El vestido había ocultado su figura, aunque su hermana me aseguró que no
estaba gorda. Su cintura y caderas aparentaban ser firmes cuando las palpé camino de mi estancia.

Después de la ducha, me senté con ella a los pies de la cama. Cuando aflojé la parte alta de su toalla,
me sorprendió la forma de papaya de sus tetas. Muy grandes y largas para alzarse, aunque firmes, sus
pechos colgaban como frutas grandes y maduras. Dijo algo en khmer. No entendí una palabra, pero
supuse que me estaba preguntando si tenía un condón. Le enseñé uno -levantando las cejas- y Toom
asintió. Apoyé su espalda contra la cabecera de la cama, la acaricié y besé su cuello y sus hombros.
Mientras lamía sus grandes y oscuros pezones, aparté la toalla de sus caderas, dejándola desnuda.

Con su vientre perfectamente liso y los muslos y el culo firmes como los de una atleta, Toom reveló
tener un cuerpo potente. No había visto un cuerpo tan notable como el suyo hacía ya tiempo. Al
contrario que las vietnamitas, las muchachas khmer son de piel oscura. Toom no era una excepción.

Por petición mía, Toom se desató el pelo y lo dejó caer por todo su cuerpo. Mientras yo
jugaba con su coño, continué chupando y exprimiendo sus tetas. Le besé el cuello, los
hombros y las orejas, y me aventuré hasta la hendedura buscando su flujo. Lo encontré y
dejé mi dedo deslizarse en su interior. Ella estaba excitada y cada vez más húmeda,
mientras yo extraía el jugo de su coño y le untaba el clítoris con él. De forma alterna, la
masturbaba con el dedo y le friccionaba vigorosamente el clítoris. Toom había estado
frotándome la polla. En la playa me había dicho que ella no quería ‘fumar’, pero yo me
arrodillé de todos modos, sugiriéndole que me la mamara. Ella agitó enfáticamente la
cabeza, por lo que abandoné la idea. Con o sin mamada, estaba duro como el acero y listo
para follar.

Apoyándome contra las almohadas, me puse un condón y le propuse sentarse sobre mi


polla. Ella agitó de nuevo la cabeza, así que me puse yo encima e introduje la cabeza de mi
polla en su estrecho y húmedo agujero. Su cara se desfiguró con lo que parecía ser dolor,
pero yo seguí manos a la obra, empujando poco a poco. Sucedía que ella no había sido

281
PROMISCUO

follada hacía bastante tiempo y que mi polla es probablemente mucho más grande que la
de su exmarido. Mientras me la follaba, ella seguía poniendo caras. Tenía los brazos
estirados en línea recta y sujetos tenazmente a los filos de la cama, como si estuviese
aferrada a las alas de un avión en pleno vuelo. Con un bombeo paciente, le propiné largas
estocadas. No sabría decir si las contorsiones de su cara eran expresiones de placer, de
dolor o de ambas cosas a la vez. Deslicé mi brazo por detrás de su cuello y la atraje hacia
mí, sentándola sobre mi polla. Acopló su coño mientras le besaba el cuello y las orejas.
Comencé a sentir que me iba a correr. ¡No! Inclinándome hacia atrás, le di estoques lentos
y poco profundos. Era maravilloso tener coño después de tres días sin uno, pero la
privación a veces hace más difícil poder tener el control sobre uno mismo. Casi sentí que
me derramaba pero, afortunadamente, mis técnicas funcionaron. Tras suprimir la urgencia
de correrme, estaba preparado para una larga sesión de sexo.

Aunque Toom no quiso comenzar encima, se acomodó sobre mí cuando me di la vuelta


hacia atrás. En cuclillas con los pies planos, se sentó en mi polla. Adoro cuando
ellas hacen eso. Es una parte característica del sexo en el sudeste asiático. Arrodillado
debajo de ella, me moví a buen ritmo y follamos duro. Sujeté sus firmes nalgas y empujé
una y otra vez, ensartando su coño contra mí. Con ella encima, chupé sus grandes tetas
mientras follábamos. Cuando ella aflojó un poco, nos dimos la vuelta y apoyé mi espalda
contra la cabecera de la cama. Ella se quedó en cuclillas con las plantas de los pies
apoyadas sobre el colchón y comenzó a deslizarse mi polla dentro y fuera, dentro y fuera.
Estuvo bien… muy bien. Toom permaneció sobre sus pies durante largo rato y yo disfruté
durante cada segundo de su estrecho agujero presionando mi polla arriba y abajo mientras
le chupaba las tetas. Continuaba poniendo caras. Sus expresiones eran similares a las del
principio, pero ahora yo ya estaba seguro de que significaban éxtasis. “¡Qué bien me
duele!”

Nos giramos tumbando a Toom boca arriba. Ella estiró los brazos y se volvió a apoderar de
los filos de la cama. Me introduje en su interior con acometidas largas, sujetándome a sus
grandes tetas como agarradero y pensando que me correría muy pronto. A veces estrujaba
sus pezones entre mis dedos.

Quise cogerla por detrás y empujé sus piernas hacia la derecha. La invité a colocarse a
cuatro patas. Ella entendió lo que le pedía, pero no quiso hacerlo. Me la folle tumbada
de lado, donde igualmente me la follé por detrás. Después de hacerlo así durante un rato,
la volví a tumbar boca arriba y le dediqué otra serie larga y continua de bombeos.

Al parecer, Toom pensó que ya me había corrido e intentó zafarse. La aprisioné contra mí y
continué.

Me dijo algo que no entendí, aunque reconocí nam –el término tailandés para agua- y me
pareció que ella quería ir al baño. Se volvió a separar de mí y esta vez mi polla se salió del
interior de su coño. Tras tres días sin follar, necesitaba correrme. Si hubiese dejado que se
levantara, podría haberse vestido y marcharse. Conseguí que se volviera a tumbar otra vez
boca arriba y metí la polla dentro. Oh, sí. Con lenguaje de signos, intenté transmitirle la idea
de que quería correrme. No sé si entendió, pero ella aceptó bien la seria follada que
282
PROMISCUO

comencé a propinarle. Con sus musculosas piernas sobre mis brazos, bombeé su interior
con un ritmo rápido. Uf, qué rico. Su pequeño y estrecho coño me apretaba y sentí que mi
orgasmo se acercaba. Me dejé ir y detoné toda mi munición en su interior.

Saciado, sostuve su cuerpo contra el mío. Esta vez no hizo amago de levantarse y nos
quedamos así durante un minuto o dos, disfrutando del final de nuestra cópula. Su prieto
coño todavía friccionaba mi polla hinchada. El periodo de Bee y el sinsentido de lo acaecido
con Neng habían hecho que ahorrase algo de dinero: seguro que a este le gustó que lo
invirtiese en la silla de montar, de nuevo.

Me duché y Toom se vistió. Cuando la vi de pie, con el sujetador y las bragas blancas contrastando
con su piel oscura, me volví a quedar impresionado con su cuerpo, verdaderamente excepcional. Con
gestos, le dije que debería de ducharse después de follar. Creo que me entendió, pero no se desvistió.
Si va a trabajar con el coño, debería de lavarse después de cada polvo, como hacen las demás chicas.

Creo que logré transmitirle la idea de que quería volver a verla mañana y ella aceptó. Le di un billete
morado de quinientos baht y una tarjeta del hotel con mi nombre y mi número de habitación escritos.
Con el dedo meñique en la boca y el pulgar en la oreja, le hice señal de que me llamara, aunque fuese
su hermana quien hablase. Al salir, confirmamos que los dos deseábamos volver a vernos mañana,
pero yo sabía que eso no era cosa segura. Bueno, al menos hemos tenido este encuentro.

-33-

283
PROMISCUO

Piw

El lunes trajo malas noticias de Filipinas, una bomba había explotado en el aeropuerto internacional
de Manila. La locutora informó que era la quinta bomba en un mes, aunque yo sabía que habían sido
más en las últimas cinco o seis semanas. El noticiario lo atribuyó a los disturbios acaecidos con la
insurgencia musulmana en Mindanao. Esto es obvio pero, por otro lado, también habría que atribuirlo
a la inepta presidencia de Joseph Estrada. Mi resentimiento hacia él aumenta. Es incapaz de mantener
el orden y su estilo torpe e irresponsable invita al caos y a la corrupción. Fidel Ramos, el presidente
anterior, había alcanzado acuerdos formales con los separatistas musulmanes. Las partes habían
negociado el desarrollo económico de Mindanao. Este había funcionado y el país había vivido en paz.

Con la presidencia de Estrada, aparte de la guerra armada con los separatistas musulmanes, el Nuevo
Ejército Comunista del Pueblo también había comenzado a disparar de nuevo. Estrada accedió al
cargo con talante de macho bravucón, pero su gobierno no posee fuerza militar suficiente como para
controlar su propio territorio. La fanfarronería, en mi opinión, rara vez es una estrategia apropiada.
La popularidad anterior de Estrada, ahora por los suelos, estaba basada en su exitosa carrera como
estrella del cine de acción. Las películas filipinas de acción son las películas más tediosas del planeta,
así que la suya es una cualificación realmente dudosa como para ejercer el liderazgo de una nación.

El filósofo y político francés, Joseph D’Maistre (1753-1821), pronunció la siguiente aseveración:


“Toute nation a la governmente que’elle merite.” Esta gema filosófica, en español viene a decir:
“Cada nación tiene el gobierno que se merece.” Visto así, la República de Filipinas está destinada a
revolcarse en la pobreza, la corrupción y la violencia.

La locutora también indicó que los rebeldes musulmanes en Filipinas habían puesto en libertad a un
grupo de doce periodistas secuestrados, después de que se hubiera pagado un rescate de veinticinco
mil dólares por su liberación. Los reporteros habían estado cubriendo el caso de veintiún europeos
que aún siguen retenidos como rehenes tras más de un prolongado mes de secuestro.

A lo mejor debería volar directamente desde Bangkok a Europa. Los terroristas suicidas han atacado
otro espacio en el cual he estado muchas veces: el aeropuerto donde tengo previsto aterrizar dentro de
nueve días. Tailandia parece ser el lugar adecuado en este momento. Camboya también parece más
segura que Filipinas. A pesar de sus ladrones, Camboya es pacífica hoy día y me encanta. La paz es
benigna, la guerra es… el infierno. En realidad, no es práctico para mí cancelar el vuelo a Filipinas.
Es mal momento para ser occidental blanco en ese país, pero voy a arriesgarme. Ojalá que salga bien.

Bee no vino a mi habitación y tampoco estaba en la cervecería de la esquina. Bueno, al menos no me


verá cuando pase por delante del bar si traigo otra chica a mi habitación esta noche. Me dirigí a la
playa con la esperanza de encontrarme con la nueva amiga de Toy, pero había muy pocas chicas allí
este mediodía y la nueva amiga de Toy no era una de ellas.

Regresé a la playa otra vez por la noche. Toy estaba en el ‘club de las chicas’ con otra de sus amigas.
Bromeamos un rato y hubo más contacto físico que de costumbre. A veces se sentaba en mi regazo,

284
PROMISCUO

yo apoyaba mi mano en sus muslos y la acariciaba. Toy planeó la idea de que me llevase a su amiga
Piw por ‘tiempo corto’. Ya la había visto antes y Toy me la había presentado como una chica nueva
sin hijos. Esta noche también añadió que su amiga tenía veinte años y que no tenía marido ni novio.
Piw era todo sonrisa. La idea me sedujo, pero andaba buscando a Toom y a Bee.

Seguí hablando con Toy. Finalmente, Piw se fue de la mano con un extranjero. Como sucedió anoche
con la otra amiga de Toy cuando se fue con otro farang, sentí que me estaba perdiendo algo bueno.
Cuando le dije a Toy que debería de haberme llevado a Piw, ella señaló que estaría de vuelta en una
hora -tiempo corto- y que luego me la podría llevar conmigo. Toy aún no comprende mi sensibilidad.
Al comentarle que eso no me atraía, ella recordó que yo tengo sentimientos acerca de estos asuntos y
recapacitó: “Ah, ya. No te gusta que una chica cambie de hombre.”

En este caso, yo lo diría de otra manera: “No me gusta mojar segundos charcos.”

Hablando del carrito de la fruta, Toy dijo que llegaría más tarde. Cuando lo sugirió, le di cincuenta
baht para que comprara mangostán y durian, la fruta más apestosa del mundo (advertencia: es dañino
comerla si luego vas a tomar cerveza). Le dije que volvería más tarde y puse rumbo hacia el puerto.

durian

Mientras recorría el Paseo, intercambié sonrisas con las chicas. Muchas ofrecieron: “Voy contigo”, y
me paré a hablar con otras tantas de ellas. Una persuasiva muchacha se me ofreció por cuatrocientos.

A la vuelta del puerto, me encontré a Winee buscando cliente. Casi me engancha de nuevo, ofreciendo
mamarla bien y dejarme terminar en su boca. “¿Tragas?” Pregunté haciendo la pantomima de ingerir.
Ella asintió con la cabeza. “Buena follada de culo”, añadió. “Parichart: la máquina de follar”, exclamé.

“Tú apelas a mis más bajos instintos”, afirmé. Ella no entendió lo que le quería decir, pero Winee no
pone en duda aquellos comentarios que no entiende. Le importa todo un carajo. Ella sólo se centra en
el negocio en sí. Hice un estrecho círculo con dos de mis dedos e introduje la punta de mi lengua en él:
“¿Chupas el culo? La última vez me chupaste el culo, pero no me lamiste el ojete. ¿Lo harías?”

“Sí”, contestó, pero no estaba seguro de que lo hubiese entendido ni de que realmente lo fuera a hacer.
Nadie me había chupado jamás el ojete. Winee hace su trabajo como las chicas de las películas porno,
parece hacer cualquier cosa. Si es cierto que me dará una buena lamida de ojete, tal vez me la lleve a
casa por tercera vez, pero no esta noche. Hoy tienen prioridad Toom, Bee o alguna nueva. Cuando le
propuse una sesión de fotos, respondió: “Me gusta ‘tiempo corto’, no me gusta ‘tiempo largo’.”

285
PROMISCUO

Un poco más allá, me detuve y hablé con un joven travesti vestido con vaqueros. Lo primero que le
dije fue: “Me gustan las mujeres.” Quería dejarlo claro desde el principio. “Te vi antes. Sólo quería
decirte que eres muy guapa.” Era la verdad, al pan pan y al vino vino.

Agradeció el cumplido. “Me voy contigo.”

“No, no. Ya te lo dije, me gustan las mujeres.”

“Prueba. Te cuidaré bien.”

“No, no”, dije negando con la cabeza. “Adiós.”

Seguí avanzando y me encontré con las amigas de Toom sentadas en el malecón. Tras intercambiar
saludos, le pregunté a Nih: “¿Dónde está Toom? ¿Tiene un cliente?”

“No, mi amiga en casa. No está bien.” Cuando se refirió a Toom como su amiga, le recordé que ayer
me había dicho que eran hermanas. Me dijo que Toom la llamaba hermana porque están muy unidas.

“Toom dice tú no bueno.” Me quedé pasmado. Pensé que le gustaba. “Cuando volvió de ti, ella mal.
Toom dice tu polla demasiado grande y tú follar demasiado tiempo.” Me explicó que Toom no estaba
en la playa esta noche porque yo le había hecho daño interno, y se llevó la mano a la barriga para
indicarme exactamente dónde le dolía. Nih también me señaló que yo era el único tío con el que Toom
había follado aparte de su marido. “Camboyanos tienen polla pequeña”, dijo señalando el dedo gordo
que asomaba de su sandalia para ilustrar el asunto. Con las manos, le mostré el tamaño de mi polla.
Luego, rodeando su estrecha muñeca con mis dedos, le dije que mi polla era del grosor de su muñeca.
“Demasiado grande. Tú follar mucho”, juzgó Nih.

Le dije que me gustaba Toom y que pensaba que a ella también le gustaba yo. Le prometí que no había
sido brusco, que solamente había hecho lo que haría cualquier hombre enamorado. “Dile a Toom que
siento haberle hecho daño. Si ella quiere venir conmigo otra vez, yo también quiero ir con ella.”

Cuando regresé al ‘club de las chicas’, Toy aún seguía allí y Piw ya había vuelto de su ‘tiempo corto’.
El carrito de la fruta no. Toy me dijo que Piw había vuelto al momentito de yo irme. Me dijo que la
novia del fulano se había presentado en el hotel al mismo tiempo que Piw, obligándola a marcharse.

“¿Cuánto tiempo te llevó pensar tal argumento?”, le pregunté a Toy.

“Veinte minutos”, respondió sin entender mi sarcasmo. Quiso decir que Piw había estado fuera sólo
veinte minutos. Lo siento, no es bueno llamar a nadie mentiroso. Este podría ser el típico caso de una
oriental contando una mentira al pensar que lo que dice es algo que a la otra persona le gustaría oír,
vale que en esta ocasión se trataba de sacarme algo de dinero. Considero que mentir en los negocios es
algo muy poco ético. Piw había vuelto demasiado rápido, así que quizá me estaban diciendo la verdad.

Piw se acurrucó contra mí, muy cariñosa. Toy me había dicho que yo le gustaba mucho a Piw y que
ella deseaba venirse conmigo. Cuando se lo pregunté a Piw, ella asintió entusiasmada con la cabeza.
Le pregunté a Toy: “¿Recuerdas que anoche me fui con una chica? Vi a su amiga esta noche. Me dijo
que ayer, cuando la chica volvió a la playa, sentía molestias. Dice que yo no soy bueno, que mi polla
es muy grande y que follo demasiado.”

286
PROMISCUO

Toy tradujo y Piw exclamó: “¡Me gusta!”, riéndose y acurrucándose aún más. No pude evitar reírme y
le di a Piw un abrazo. Estaba especialmente risueña esta noche. Nunca la había visto tan animada.

En thai, le pregunté a Piw: “¿Tienes vello púbico?”

Le resultó gracioso: “No tengo”, mintió.

“Sí tienes”, le dije. Me di cuenta por sus cejas pobladas.

Empezaba a hacerse tarde y el carrito de la fruta aún no había aparecido. “Te compro fruta mañana por
la noche”, le dije a Toy; y Piw y yo pusimos rumbo a mi hotel. Mientras íbamos cogidos de la mano,
la volví a examinar: alta, rasgados ojos orientales, melena por debajo de los hombros, bonitas tetas,
vientre liso y un culo muy sexi que lucía fantástico ceñido en sus vaqueros.

Piw vio las diapositivas de Camboya y luego se dio una ducha. Cuando regresó envuelta en la toalla,
me quedé prendado de sus largas y fuertes piernas.

No hizo amago de apagar las luces, como otras. Terminé de ducharme y me miró a los ojos,
sonriendo. Estaba brillante y tan cariñosa como un perrito. Lamí la blanca piel de sus pechos
y ella me miraba, así que extendí los labios hacia afuera y froté con mi lengua sus rosados y
erguidos pezones.

Cuando la despojé de la toalla, me complació ver su espeso y negro monte de Venus, con el
parche extendiéndose por encima y a los lados de su coño. “Tienes el chocho peludo.” Piw
sonrió. El vello púbico de las chicas asiáticas no es rizado sino liso. Ah, y su coño no es
horizontal sino vertical como el resto, desmintamos la leyenda. Pasé los dedos por entre el
exuberante manojo de pelo, acariciándole el coño como si fuese un gatito. Me gustó la
sensación en los dedos y a ella le gustó la sensación en el pubis. Froté su encapuchado
clítoris con los dedos mientras la acariciaba.

Piw se sentó a mi lado asiéndome la polla, mirándome a los ojos y sonriendo. Quería que
me comiera el Chupa-Chups de la peor manera. Alcé las cejas un par de veces y le hice un
gesto en dirección a él. Pensé que como yo le gustaba mucho, Piw me dedicaría una
mamada portentosa, pero no se dio por aludida. Alcé las cejas y le repetí el gesto. “No me
gusta fumar”, me informó. Ooooooooooh.

Puse cara de tristeza y le recalqué: “Me gusta mucho que me fumen.” Piw comenzó a lamer.
Realicé sonidos apreciables para jalearla, gimiendo mientras ella besaba la sensitiva zona
debajo del glande. Se metió la cabeza en la boca y chupó un poco, no demasiado. No lo
estaba haciendo con ganas y paró, aunque la animé para que la volviera a engullir. Chupó
un poco más, pero cuando se volvió a parar, alcancé un condón y lo desenrollé a lo largo de
mi polla.

Aún recostado contra las almohadas, le sugerí a Piw que se pusiese encima: quiso hacerlo
boca arriba. Alzó sus piernas y yo aparté el vello púbico de su raja, abriéndole los labios.
“Jim khun suay mak [tienes un coño muy bonito]”, le dije y metí en él la cabeza de mi polla.

287
PROMISCUO

Después de recolocarle el culo y las piernas, con sus corvas sobre mis brazos, me sobró
tiempo para introducirle todo el juguete. Seguía mirándome a los ojos y sonriente.
Estábamos a gusto. Follé sobre ella durante unos minutos, variando sutilmente nuestras
posturas, abrazándola y besándole el cuello y el lóbulo de las orejas.

Piw estaba disfrutando, como es obvio, pero no parecía moverse con prisa por alcanzar el
orgasmo. Me giré, quedando sentado y colocándola sobre mi regazo. Ahora su sonrisa se
tornó en una mirada seria. Se movió arriba y abajo una y otra vez, con movimientos
tremendamente cortos. No desplazaba mi polla dentro y fuera de su interior, sólo se frotaba
contra mí. Era fenomenal la velocidad a la que se movía. No tardó mucho en correrse. Ahora
era yo quien tomaba la iniciativa, con las plantas de mis pies sobre la cama y bombeando
arriba y abajo. Tras pasar un rato así, paré y me apretujé contra ella. Piw volvió a repetir los
mismos movimientos cortos y rápidos… y se corrió por segunda vez. Mientras aún
estábamos en esta posición, se frotó contra mí un poco más… ¡y se volvió a correr por
tercera vez! No recuerdo a una chica como esta. No es de extrañar que a Piw le guste un
hombre que se la pueda follar durante largo rato, como había exclamado cuando estábamos
con Toy. Le encanta correrse.

La coloqué en la posición que yo deseaba desde el principio, con ella sentada sobre mi polla
mientras yo reposaba contra las almohadas a la cabecera de la cama. Se deslizó dentro y
fuera con mi barra casi escapándosele en cada movimiento de subida y luego se la tragaba
enterita en cada embate de bajada. Volvió a sonreír, lo estábamos pasando fantásticamente
bien. A ella le chifla follar y a mí también.

¡Lo hizo otra vez! Pegó su coño a mi pelvis y frotó una y otra vez su clítoris, tan rápido que
temblaba. Chupé sus tetas mientras se corría por cuarta vez consecutiva. ¡Mamma mia!

Después de unos cuantos minutos entrando y saliendo de su interior, la giré hacia mis pies.
Ella fue perfectamente aquiescente. A pesar de su ardor y de su agresiva agitación durante
el orgasmo, Piw era la quintaesencia de la mujer oriental, sumisa y entregada a mi voluntad.
De cara a mis pies, se sostuvo con los brazos rectos contra la cama. Le sujeté las nalgas
mientras movía arriba y abajo mi polla en su postura semierguida. No tenía del todo la visión
que yo deseaba, pero así también era excitante. La movía todo el trayecto a lo largo arriba y
abajo en largos deslizamientos. Tras unos cuantos minutos, la animé a que se apoyase
sobre sus codos para poder ver mejor su culo mientras mi polla entraba y salía. La piel de su
coño se adhería a mi eje y salía pegada a él cada vez que la impulsaba hacia afuera.

Se irguió, dándome a horcajadas la espalda. Yo me apontoqué sobre las manos, parecía un


cangrejo. Los dos contemplamos en el espejo mi polla entrando y saliendo de su velludo
coño. Acto seguido, volvimos a yacer en la posición romana durante un buen rato.

Encogí las piernas y me coloqué de rodillas detrás de ella. Piw estaba de cara al espejo
descansando sobre sus manos y rodillas, estilo perrita. Sujeté sus caderas y la follé con
intensidad. Ahora mi perrita juguetona estaba cogiendo por detrás. Contemplábamos la
escena en el espejo. Presioné sus antebrazos y la agaché sobre los codos, ella aceptó. Hice

288
PROMISCUO

que juntara las rodillas y yo me acuclillé con una pierna a cada lado de su grupa. Mi polla no
se salió ni un instante de su afelpado coño.

Las chicas están constituidas de forma distinta unas de otras, con sus hendiduras más altas
o más bajas. Los chinos denominaban a una chica con la ranura más arriba hacia su vientre
“amante de invierno.” A una chica con la grieta más cercana a su culo, ellos la denominaban
“amante de verano.”

Como amante de invierno que era, el agujero del coño de Piw no apuntaba tan alto como me
suele gustar. Aún así, quedaba suficientemente elevado y bombeé arriba y abajo con
estoques casi verticales. Seguimos saboreando la escena en el espejo y ambos nos
dibujábamos en él con sonrisas iluminadas. Fue soberbio, yo gemía como enloquecido
para hacerle saber lo bien que me hacía sentir.

Me gusta finalizar en esta posición y Piw no había emitido queja alguna. Al contrario, parecía
disfrutar cada minuto, cada embate de esta frenética sesión. Le pregunté si quería que yo
terminara o si deseaba más boomsing. Ella no respondió, aunque se lo pregunté dos veces.
Continuaba entregándose sumisa y dejaba a mi libre elección el acabar ya o no. Llegar a
esta posición había sido parte de una progresión natural para llegar al clímax, pero ahora
que ya estaba en ella, no quería correrme. Aún quería follar un rato más. La tumbé
boca arriba con el culo al filo de la cama, donde podía permanecer de pie y follarla.
Mirándome a los ojos y sonriendo, Piw acomodó ambas manos detrás de su cabeza y se
dejó hacer, disfrutando mientras yo percutía los adentros de su cálido y húmedo hábitat.

La alcé y me la follé de pie sin ningún apoyo excepto mis piernas, con las suyas rodeándome
la cintura. Deliró con esto.

Nos guié hasta la mesa y acerqué la banqueta a los pies de la cama. Nos dejamos caer
sobre el taburete, mi culo en el cojín y los hombros sobre la cama. Piw aún tenía la polla en
su coño y se sentó sobre mí. Cuando le indiqué que pusiera los pies a ambos lados de la
banqueta, ella se dio cuenta de que podía cabalgarme como a un caballo, con sus pies en el
suelo igual que los pies de un jinete en los estribos. Había seguido mostrando su amplia
sonrisa, pero ahora se puso seria y comenzó ese movimiento corto y rápido que la había
hecho correrse antes. Sacudió el culo con intensidad y pronto volvió a alcanzarlo. ¡Por quinta
vez!

Yo sentí también que me corría, así que nos desplacé hasta la cama y situé su culo al borde
del colchón donde pude permanecer en pie con sus piernas sobre mis antebrazos y
bombear vivamente. Sujeté sus brazos y comencé a precipitarla hacia mí mientras yo
embestía contra ella. No sabía si correrme o seguir follando más. A estas alturas, no me
sentía del todo excitado. Había hecho con ella todo lo que me había apetecido durante este
largo rato. En ese sentido me sentía satisfecho, pero quería dar otra vuelta de tuerca.
Continué bombardeando y Piw me absorbía, un magnífico ejercicio para finalizar. Sentí que
mi polla se hinchaba un poco más y pude notar que mi momento se aproximaba. No cesé de
bombear y atraerla hacia mí hasta que disparé en sus adentros toda mi espesa carga de

289
PROMISCUO

profundidad. Piw comenzó a zafarse, pero aún la sostuve cerca, disfrutando un último minuto
o dos de su rico coño velludo presionando mi polla todavía hinchada.

Acabamos juntos en la ducha. Piw sostuvo el cabezal de la misma, enjuagándome y frotándome la


espalda. Yo la ayudé a enjuagarse el jabón del cuello. Las mujeres tailandesas pueden ser maravillosas.
Ellas sí cuidan realmente de sus hombres. Piw me elogió: “Tú boomsing muy bien. Muy bien.”

Mientras nos vestíamos, me dijo: “Tú tienes potencia. El farang de antes no tenía potencia.”

“¿Su polla no dura?” Pregunté en thai, imitando una picha floja con mi dedo corazón.

“Sí, no dura.”

Ahora sabía por qué Piw había regresado tan pronto a la playa. El tipo no había sido capaz de empalmar.

“¿Cuántos clientes tienes en un día?”

“Dos”, respondió cándidamente.

Detesto esta mierda. Estas muchachas pueden ser muy dulces y parecer tan normales, pero realmente
se ganan la vida con su coño.

Le di quinientos baht y continuamos halagándonos el uno al otro. Habíamos pasado un maravilloso y


muy feliz rato juntos, un ‘tiempo corto’. Nos dijimos adiós desde la puerta y Piw volvió a la playa.

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PROMISCUO

-34-
Nong

Camino del almuerzo, pasé por la playa inspeccionando a las chicas que paraban allí durante el día.
La chica de pelo largo con una pequeña cicatriz sobre la ceja, Ae, se acercó a mí en sentido opuesto
y se detuvo a mi altura. Hablamos brevemente y me escabullí. Temía que quisiera pedirme dinero,
aunque sólo me había pedido diez baht la última vez. Cuando se alejó, observé que su joven amiga
era inédita para mí y muy guapa. Di la vuelta y pensé ir tras ellas, tenía la esperanza de que mirasen
hacia atrás. No lo hicieron y no las seguí, aunque seguí pensando en esta chica nueva. Ae tampoco
está mal. Me la llevé a casa una vez y no puedo recordar nada malo de ella, simplemente le falta

291
PROMISCUO

glamour. Mientras almorzaba, pensé en llevarme a la nueva desconocida o insinuar un trío con Ae.
Esperaba que todavía estuviesen en la playa.

No las encontré, pero en el camino de vuelta por la playa, otra chica se detuvo ante mí. Me cortó el
paso entre dos cocoteros. Llevaba una falda cruzada, una camiseta blanca sin mangas y sandalias
altas; el pelo recogido y gafas oscuras. No la reconocí. No estaba mal, aunque no me emocionaba
que me cortara el paso. Supuse que era alguna chica que no me conocía haciendo un poco de show.

Al llegar hasta ella, me di cuenta de que era Nong, la chica que pensaba que me había contagiado la
enfermedad antes de mi viaje a Camboya. La había visto unas cuantas veces desde mi retorno y aún
me atraía, aunque no había querido llevármela a casa. Hoy estaba muy jovial. Hablamos un poco y
nos abrazamos. Asa -la estudiante a la que me había llevado durante el Songkran- pasó, girando la
cabeza para mirarnos. Deslicé la mano sobre la firme carne de su culo y mi polla se puso dura tan
sólo de acariciarla y apretarme contra ella. Se lo dije y Nong miró hacia la entrepierna de mis jeans.
Flexioné el músculo de mi polla y esta empujó hacia afuera la tela vaquera. Nong me prometió una
buena ‘fumada’ y acordamos quinientos baht.

Caminamos a lo largo del Paseo cogidos de la mano. No presté atención mientras andábamos y
rebasamos mi soi. Sólo reparé en lo lejos que estábamos cuando llegamos al ‘club de las chicas’.
Toy me llamó por mi nombre pero, al girarme, ella ya se alejó velozmente de nosotros. Vestía top y
pantalón negros. No sé por qué actuó de ese modo. Su voz, al pronunciar mi nombre, sonó alterada.
Nong pensó que Toy era alguien a quien yo estaba ligado y no se creyó la historia de que éramos
simples amigos. Andamos hasta mi soi más el bloque y medio hasta mi hotel cogidos de la mano.

Me agradó comprobar que Nong no tenía prisa. Cuando le enseñé mis diapositivas de Camboya, se
puso celosa de Ai y Hue. Nong me dijo que, al igual que Nat, me había estado siguiendo y me había
visto llevarme chicas en la playa. Parecía más interesada en mí de lo que yo pensaba. Nos relajamos
en la cama durante un rato, charlando (en thai). Finalmente, le alcancé una toalla y una pastilla de
jabón. Se duchó ella primero, ladies first! Era agradable tener a Nong de nuevo en mi habitación.

Nong tenía tos. Recordé haber pensado que ella me había transmitido algún virus la vez anterior y
evité sus besos, explicándole que no quería que me contagiase la tos. Me encontraba bastante mejor,
aunque mi garganta aún seguía algo irritada.

Besé sus pequeñas aunque bien proporcionadas tetas y admiré su monte de Venus. Me
fijé en sus pezones, erguidos de excitación. No recordaba el colmado vello púbico de
Nong, como Piw anoche, pero me alegró descubrirlo. Recordé que Nong tenía
dieciocho años antes de mi viaje a Camboya.

“Quiero que me fumes muy bien”, le dije hablando en su lengua.

“No fumo”, replicó.

La miré a los ojos y le refresqué la memoria: “Dijiste que fumabas bien. Me gusta que me
fumen.” Ella sonrió y me di cuenta de que estaba bromeando conmigo. Nong y yo
realizamos más o menos la misma rutina que había puesto en práctica anoche con Piw,
aunque había algunas diferencias. Por un lado, cuando Nong se metió mi polla en la

292
PROMISCUO

boca, chupó con fruición. Sus mejillas se hundían. Es el tipo de succión que hace que una
mamada siente increíble o no. Una mamada sola sin succión no es suficiente. Nong metió
media polla en su húmeda boca y la mamó sin manos. Emitía sonidos de slurp slurp.
A veces doy instrucciones a las chicas para que hagan esos sonidos deliberadamente. Me
pone. Nong se recreó en la felación.

Hizo un alto y jugué con su coño. Cuando metí un dedo en su agujero, este estaba
jugoso. Bárbaro. Extraje el fluido de su coño y unté su clítoris con él, sumergiendo tanto
mi dedo que podía palpar el cuello uterino y extrayéndolo después hasta su clítoris para
extender el jugo. Lo hice con un ritmo uniforme, trabajando dentro y fuera: desde sus
adentros hasta el botón rosa. Su flujo era la otra gran novedad con respecto alo
aacontecido anoche: Piw no tenía mucho, pero Nong estaba secretando auténtico néctar.
Mhhhhhhhhh, qué cosas tan ricas me haces ahí debajo.

No lamí el coño de Nong. No me había comido ninguno desde Ai y Hue, y no me apetecía


nada volver a Emily Delacruz con una infección de garganta. No, thanks!

De rodillas, puse la polla en su boca y mamó más. Parece ser que yo le gustaba de
verdad a Nong. Se tomó su tiempo, preludiando conmigo antes de que
hiciéramos el amor. Su potente felación y su abundante flujo vaginal me ayudaron a
convencerme de que le embriagaba que estuviésemos juntos.

Cuando estimé que había recibido toda la succión que tenía preparada para mí, me puse
un condón. Nong se tumbó boca arriba con las piernas abiertas y me sumergí con
entusiasmo en su pequeña y húmeda guarida. Su ceñido agujero era maravilloso. Esa es
una de las cosas buenas de estas jóvenes petite asiáticas. Puedes sentir la estrechez de
sus pequeños coños presionando mientras te las follas.

La transición entre cabeza entrando y cabeza saliendo, tanto moviéndose dentro y fuera de
un coño prieto como siendo succionada por una adorable boca, provocan que me vuelva
completamente loco. Si una chica me la mama bien de verdad, como Nong, la sangre
hincha la cabeza de mi polla como un balón, propiciando un borde duro en ese filo donde el
glande converge con el tronco del pene. Cuando ese borde entra y sale del ceñido aro del
joven coño de Nong, siento un excitante hormigueo.

Puse mi brazo detrás de su cuello y la acerqué. Le besé el cuello, los hombros y las
orejas. Se movió moliendo su coño contra mí. Atrayéndola con el brazo, quedó en
posición vertical y reanudé las estocadas largas. Seguía maravillado con su estrechez. Su
coño estaba tan húmedo que emitía sonidos de gluglú similares al slurp slurp de la
mamada que me había dispensado previamente.

Cuando la situé en mi regazo, lo aceptó con entusiasmo y comenzó un duro y ágil


rectificado sobre mi polla. Nong era apasionada. Atónito, permanecí de rodillas afianzado a
sus nalgas mientras ella iba y venía frenéticamente. Nong no estaba bromeando, estaba

293
PROMISCUO

satisfaciéndose a sí misma y buscando su orgasmo. Cuando no pudo más, se dejó caer


adheriéndose a mí como una toalla húmeda y caliente.

Me desplacé un poco para poderme acomodar contra las almohadas. Nong me cabalgó
de nuevo, pero de forma más pausada. A petición mía, se levanto sobre sus pies, en ese
estilo tan asiático de acuclillarse, y se deslizó sobre mi eje. Hice un anillo con mis
dedos pulgar y corazón, y lo encajé lentamente dentro y fuera del dedo corazón de mi otra
mano, insinuándole cómo quería que se deslizara todo el recorrido hacia arriba y luego
todo el recorrido hacia abajo. Hizo lo que le pedí y fue extraordinario, su estrecho agujero
me friccionaba a lo largo todo el tiempo.

Realizando un movimiento circular con el dedo, le pedí que se girara. Nong no sabía qué
le pedía, así que levanté sus pies, uno después del otro, y la volví de cara a mis pies. Mi
polla no se salió de su pequeño y jugoso agujero. Ahora la tenía en posición romana y
podía ver mi polla deslizándose dentro y fuera de su caverna. Sujetándole el culo, la metí
y saqué una y otra vez.

Unos cuantos minutos después, me alcé detrás de ella y nos colocamos a las cuatro
patas. Plantado sobre mis pies, presioné sus hombros y su pecho hacia la cama. Seguía
dentro de ella y uní sus dos rodillas de forma que su coño apuntase hacia lo alto. Le
propiné largos embates verticales, arriba y abajo en cuclillas. Nuestro único contacto físico
era aquel que nuestros sexos y mis manos –una en su espalda y otra en su hombro-
proporcionaban. La sensación de mi polla entrando y saliendo de su estrecho y húmedo
coño sobrepasaba la exquisitez. Agarré su melena y tiré de su cabeza hacia atrás,
propiciando que Nong mirara al espejo y contemplara lo que estábamos haciendo. Ella
miró y yo continué moviéndome, tirando de su cabello a modo de riendas mientras la
montaba.

Era estupendo, pero no quería correrme todavía. Adoro finalizar en esta posición, pero
aún quería más coño. Nos dimos la vuelta y la atraje hasta la esquina de la cama. Mi polla
se salió de su coño, pero ella estaba perfectamente situada y volví a introducirla sin ayuda
de las manos. Con su culo en la esquina del colchón, permanecí de pie y me la follé
duramente. Tenía las rodillas flexionadas hacia sus hombros. Le presioné la cara
posterior de los muslos, asiéndome a ellos y atrayéndola hacia mí una y otra vez para que
recibiera mis acometidas. Percutí su interior intensamente con entradas largas y rápidas,
con un ritmo firme. Ahora sí estaba listo para correrme y que esta follada extrajera todo de
mí como una bomba extrayendo agua de un pozo profundo. “Mmh. Mmh. Mmh.” Nong era
una fantástica amante. Se tomó mi folleteo maníaco como la cosa más natural del mundo.
Puede que lo sea: el instinto básico de aparearse. Gimiendo para hacerle saber que
estaba a punto de llegar y para comunicarle lo bien que me estaba haciendo sentir,
descargué mi semen en su interior. Mantuve a Nong pegada a mí durante un rato más,
disfrutando de tal sensación de placidez.

Nos duchamos juntos y la tradicional costumbre tailandesa de la mujer sirviendo al hombre se hizo
patente: Nong me duchó. Yo me enjaboné solo, pero ella me siguió por todo el cuerpo, frotándolo

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PROMISCUO

con sus manos y enjuagándome el jabón. Las mujeres tailandesas pueden ser muy atentas cuando
les gustas. Algunas actúan como si ese fuese su rol en la vida, su modo de mostrar aprecio y amor.

Nong aún no tenía prisa por ir a ningún lado. Nos deleitamos un rato juntos, tumbados bajo el gran
ventilador del techo, conmigo desnudo y Nong envuelta en una toalla. La toalla estaba suelta y caída,
así que pude masajear su pequeñas pero firmes tetas y pasar mis dedos por entre su vello púbico.

Hablamos y Nong me hizo algunas preguntas. Aclarado que no tenía esposa ni hijos, me insinuó que
quería ser mi madame. Así es como algunas muchachas tailandesas denominan a una esposa.
También manifestó que ‘ella quería tener mi bebé’. Acurrucándose contra mí, Nong actuó sin duda
como una mujer enamorada. “¿Quieres bebé?”, me preguntó.

“Sí”, respondí a todas sus ideas. Yo no estaba seguro de si quería tener un bebé con ella, pero había
magia en el ambiente y no quise chafar su entusiasmo. Ella estaba ensimismada y yo dejé que siguiera.

Nong me dijo que quería que la acompañase a su ciudad natal y conociera a su padre, un oficial del
ejército, y a su madre. Cuando acepté, ella chocó sus cinco conmigo. Al parecer, habíamos hecho un
pacto para ir a Khon Khaen. Me gustó la idea de ir a su provincia, pero mi plan es irme en unos días y
no creo que tenga tiempo para ello. La idea de mezclar en esto a sus padres me dio un poco de yuyu.
No voy a ir allí, no ahora al menos. Le pregunté si quería dormir en mi habitación esta noche: “Sí.”

El panorama que se presenta es el de disfrutar de Nong durante unos días y luego irme sin ataduras,
aunque ella es adorable. Es la mejor. Me pregunté cómo había podido ignorarla durante las últimas
dos semanas. Aún desconfiaba de ella, guardaba la sensación de que Nong me había hecho enfermar,
aunque tampoco es seguro que eso sea cierto. Por otro lado, yo tenía asumido que ella había sorteado
un mes de clientes mientras yo estaba en Camboya. Quiero chicas frescas.

Nong es la mejor. Le dije que era la ‘número uno’, pensando en las chicas de la playa. Sabía que era
especial desde la primera vez que hicimos el amor. Es muy cariñosa, su cuerpo es majestuoso y su
estilo de follar es muy apasionado. Ahora quiere ser mi chica. He visto ya evaporarse muchos de
estos miniromances. Espero salir de esta sin que espere que le envíe dinero desde el extranjero,
aunque Nong parece pensar diferente. Actúa como si realmente quisiera ser mi madame.

Como sucedía con Neng, no hay ni una sola pieza de oro en su cuerpo. Nadie ama a estas chicas.
Las prostitutas más exitosas se compran su propio oro o encuentran tíos ingenuos que se lo compren,
pero Neng y Nong son jóvenes y nuevas en este juego. Nong lleva un fino collar de plata, pendientes
de alpaca, un anillo de plástico y un brazalete con cuentas también de bisutería. A ella, obviamente,
le gustan las joyas, pero todo lo que posee carece de valor.

Nong me hace especular con los razonables precios de los alquileres y de la venta de vivienda aquí.
Hace que me pregunte lo que sería mantenerla en una casa en Pattaya. ¿Dónde demonios voy a vivir?
No vivo en España hace años y Filipinas parece muy peligrosa ahora. Incluso antes de las bombas
tenía cada vez más dudas acerca de una vida feliz para siempre entre los filipinos.

Mantengo la fantasía de una casa agradable cerca de la playa, con una mujer maravillosa y árboles
frutales. ¿Dónde haré mi sueño realidad y con quién? Creo que el ingrediente que falta es una mujer.
Con la mujer adecuada, mi instinto de anidamiento entraría en acción y elegiría el lugar idóneo.

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PROMISCUO

Me tienta regresar a Phnom Penh, pero no estoy seguro de si Camboya es una opción práctica.
Camboya tiene playas al sur, en el Golfo de Siam. La blanca arena y las aguas turquesa del Golfo son
finas. He visto espléndidas playas en Tailandia y Filipinas. También sé que las hay en Vietnam. Soy
un vagabundo. Hay un gran agujero en mi corazón, siento nostalgia de un hogar y una pareja de por
vida, pero sigo con mi vida nómada y con mi interminable lista de jóvenes y atractivas amantes.

¿Podría ser Nong la mujer a la que he estado buscando? Ella así parece pensarlo, pero yo lo dudo.

Al oscurecer, salimos al mercado y a la farmacia. En el camino, pasamos por delante del bar de Bee.
Esta noche ella estaba allí, entreteniendo a un anciano cliente extranjero. Compramos medicina,
vitamina C y fruta. A la vuelta, el extranjero ya se había ido y Bee estaba tomando una cerveza.

Quiero ayudar a Nong a reponerse. Tiene tos y fiebre. Mientras que Winee desató mis instintos más
básicos, Nong evocó mis instintos de protección. Hay una parte de mi ser que es muy tierna cuando
estoy enamorado. Ahora no estoy enamorado, pero siento afecto por Nong.

La inclinación doméstica de Nong era evidente. Peló fruta para mí. Me comí una manzana y ella
limpio las manchas de mi boca.

Una esposa thai tradicional puede ser una maravilla. Lo comprobé cuando viví con Oi durante unos
años. Oi me dijo que las mujeres tailandesas eran las segundas mejores esposas del mundo, después
de las japonesas. Hace demasiado frío en Japón y, ¿quién puede permitirse una mujer japonesa?
Además, parece que estas sólo quieren chicos de su misma edad. Yo no estoy convencido de que las
tailandesas sean tan excelentes esposas. Oi era una mentirosa, algo que detesto. Es doloroso que tu
compañera mienta, aunque la mentira sea pequeña. ¿Miente por tanto también acerca de las cosas
importantes, como por ejemplo la fidelidad? No quiero volver a tener jamás una esposa o vivir con
una amante que se esté follando a otros tíos. Perdí trece kilos por ella, sufro sólo de pensarlo.

La domesticidad de Nong hizo que mi habitación pareciera un hogar. Cayó una intensa lluvia y ella
la observó a través de la ventana. Me abrazó mientras yo trabajaba con el portátil y se fue a dormir
temprano. La única luz presente era la del monitor.

La mañana del miércoles fue más de lo mismo, ella durmió hasta tarde y yo trabajé desde temprano.
Nong todavía reclamó mantener contacto corporal, rodeándome con el brazo. Mientras trabajaba,
pude oler su sexo. Aunque no era un olor desagradable, el olor de su coño mientras estaba tumbada
a mi lado era un tanto desconcertante.

Acariciaba sus firmes pechos cuando me daba la gana. Me deleitaba con la familiaridad que mostraba
ante su propio desnudo, Asia es recatada. Cuando le pasé los dedos por la entrepierna, palpé su fluido
vaginal seco pegado al interior de los muslos. Curioso, eché un vistazo desde detrás de su lindo culo.
La costra blanca de flujo seco en sus muslos parecía bastante normal, pero por su abertura secretaba
una sustancia viscosa de color amarillo pálido.

296
PROMISCUO

Eso no era algo normal y me hizo sospechar que Nong podría tener una infección. ¿Sería gonorrea?
¿Cogí gonorrea en la garganta la otra vez por haberle lamido el coño? ¿Todavía la padece, un mes
y medio después?

No había encontrado la causa de mi infección. Tomé antibióticos en Camboya y mejoré bastante.


Pienso que una mujer puede sufrir el proceso sin padecer el dolor al orinar que hace imposible para
un hombre ignorar que tiene la enfermedad. De acuerdo que el hombre también tiene secreciones.
Una vez fui tratado de una infección de uretra sin especificar y la secreción era amarillo verdosa.

A pesar de mi preocupación por contraer la enfermedad de Nong, me sentí protegido. Respondiendo


a mis preguntas, me dijo que no tenía médico. Aquí no existe la seguridad social (nunca la he visto
en ningún país fuera de España) y estas chicas están sobreexpuestas a contraer cualquier ETS.
Quien no tiene dinero, no puede ir al médico. Cuando le ofrecí llevarla a una clínica, su repuesta fue
evasiva. Quería dormir. Más tarde, ella no quería salir todavía. Cuando la camarera de piso tocó a
las dos, sólo le pedí que vaciara la papelera y nos facilitó toallas limpias.

Salí a cambiar dinero, comer, comprar y consultar el correo-e. Prometí traer fideos para Nong y ella
se quedó durmiendo en mi habitación. Después de cambiar cien euros por thai baht, anduve por el
Paseo esperando encontrarme a Ae y a su preciosa amiga.

Tenía un correo de mi editor. Me alegró leer que había actualizado “Comienza el show”, pasándolo
de columna a reportaje. Eso quería decir que me pagarían casi el doble de dinero por él y envié por
e-mail una factura por el importe de la nueva cantidad.

Cuando regresé a mi habitación, Nong estaba en bragas con el sujetador en las manos, preparándose
para irse. Yo había estado fuera más de una hora y media. Se puso el sujetador, se sentó y hablamos
mientras se comía los fideos.

Nong quería ir a saludar a sus amigas e ir a su habitación. Indicó que quería volver después a dormir
de nuevo a mi lado. Persistía llamándome ‘cariño’.

Le dije que cualquier cosa que quisiera hacer estaba bien para mí, aunque le señalé que no quería
que hiciera ‘tiempo corto’ con otro tío y luego venir a verme. Aclaré que si se iba con otro hombre,
habíamos terminado. Dijo que no quería otro hombre y yo también añadí que no quería otra chica.
Seguíamos jugando a los enamorados. Quedamos en vernos en mi habitación a las nueve o nueve y
cuarto. Le di los quinientos que le había prometido por ‘tiempo corto’ y se marchó. Yo me quedé
trabajando en la habitación.

Salí al oscurecer. Esta noche estaría libre para hablar con Bee en el bar de la esquina, pero ella
estaba ausente de nuevo. En la playa, me desvié hacia el ‘club de las chicas’ y hablé brevemente
con Toy. Toy se había convertido en mi amiga y confidente, le conté la paga doble por “Comienza
el show” y ella me habló del show en el Coyote Bar y de la chica deyectando cerveza con el culo.

297
PROMISCUO

En el VooDoo no había ni rastro de Cherry y Ef estaba sentada comiéndose un mangostán. Cuando


le pregunté si Cherry estaba allí, a Ef se la llevaron los demonios. Me ignoró. Cortésmente, le dije:
“Adiós” y me largué. Mis días en Pattaya están contados.

De vuelta al ‘club de las chicas’, le dije a Toy que lo había pasado bien con Piw y le pregunté qué le
había contado ella acerca de nuestro ‘tiempo corto’ juntos.

“Ella dijo tú boomsing bien.”

“¿Te contó que follamos una hora?”

“Ella no dijo. Dijo tú boomsing bien.”

“Lo pasamos maravillosamente.” Le pedí a Toy que pusiera su mano en mi frente y me advirtió que
esta estaba caliente.

Cuando le manifesté a Toy que la chica con la que me había visto estaba enferma, ella me preguntó:
“¿Por qué fuiste con ella?”

“No sabía que estaba enferma cuando me la llevé. Al darme cuenta de que estaba enferma, sentí
pena. Le compré fruta, medicina y vitaminas.” Toy me miró con una recelosa expresión de sorpresa.
“Me gusta. Quiero ayudarla.” A sugerencia de Toy, me dirigí a la farmacia al otro lado de la calle y
compré medicamentos para mí y para Nong. Como es usual en Tailandia, Camboya y Filipinas, el
mancebo del mostrador ejercía como doctor para sus clientes. Puedes hasta comprar medicamentos
de receta sin tenerla. Sólo me prescribió Paracetamol y dijo que bebiéramos mucha agua.

Con la puerta entreabierta, me quedé dormido viendo una estúpida película en la tele. Nong vino a
las nueve y veinte. “¿’Cariño’ duerme?”, me preguntó. Estaba contento de verla. Rara vez considero
estas citas un hecho seguro. Se desvistió y se dio una ducha.

Me duche yo también y me metí con ella en la cama con ganas de follar. Nos
acurrucamos y mi polla se puso dura, pero Nong tosía. Puse mi polla cerca de su cara,
aunque no tan cerca como para que resultara desagradable. Estaba a su disposición si
quería chupar. Esta noche su tos era aún más severa e incontrolable. Mi polla se aflojó y
abandoné la idea de que me la mamara.

Tomamos Paracetamol y le dije que bebiera mucha agua. Cuando se levantó dándome la
espalda, admiré sus largas piernas, su estrecha cintura y su hermoso culo.

Nos volvimos a acurrucar y Nong siguió tosiendo. Me alarmé y pensé salir a comprar un antitusivo,
pero no lo hice. Ya me había duchado y me sentía algo cansado. Pelé y le di de comer rambután.
Nos fuimos a dormir temprano sin hacer el amor.

298
PROMISCUO

El jueves por la mañana me desperté yo primero. Estábamos abrazados. Pasé los dedos por su
espeso vello púbico y me entraron ganas de follar de nuevo. Su tos había disminuido, sólo mostraba
achaques ocasionales, aunque su temperatura parecía estar más alta que anoche.

Cuando se despertó por completo, hablé seriamente con ella e intenté examinar su coño. Quería ver
si había tenido más secreciones amarillas. Nong se negó a dejarme mirar, incluso se duchó antes de
que yo pudiera explorarla. Ayer vi su secreción amarillenta antes de la ducha matinal. Le reiteré el
ofrecimiento de llevarla a una clínica, pero Nong no respondió. Ofrecí comprarle alguna medicina
potente. Si ella se negaba a ser examinada por un médico, pensé que podría comprarle amoxicilina,
un antibiótico que mata la gonorrea y otros tipos de bacterias. Le expliqué que tendría que tomar la
medicación durante cuatro o cinco días, esto podría aliviar su tos y sus secreciones.

Mientras le hablaba del tema, Nong se vistió y dejó de sonreír. “No, no, no”, me espetó. Se habían
esfumado las sonrisas brillantes y los abrazos. Abruptamente, Nong era ahora una persona distinta.
Esto no es nada nuevo, lo comparé con las máscaras trágica y cómica: estas chicas cambian en un
momento de felices y encantadoras a frías y distantes. Nong se había ido. Aún estaba en mi cuarto,
pero había desaparecido de mi vida. Me dijo que se marchaba a su habitación a dormir y le pregunté
si volvería luego a la mía. Ella respondió: “No sé.” Con las mujeres asiáticas, eso significa no.

Completamente vestida, Nong se sentó unos minutos en mi escritorio como si estuviese esperando
por algo. Supuse que pretendía que le diera dinero, pero no habíamos tenido sexo y no se lo ofrecí.
Le había ofrecido llevarla a una clínica y le había comprado medicinas. Si aún me llamara ‘cariño’
y me hubiera dicho que volvería, le habría dado cien o doscientos baht para pasar el día. Dadas las
circunstancias, ella no preguntó nada y yo no ofrecí nada. Le di una tarjeta del hotel, la invité a que
volviera o llamara cuando quisiera y se largó.

Una sensación de alivio me sobrevino. Este era otro ejemplo de chica tailandesa sintiendo quererme
más de lo que yo la quería a ella y mi preocupación sobre cómo librarme de su presencia. ¿Pudiera
ser que haya presentido mi conclusión interna de que no era lo suficientemente ‘especial’ como para
ser mi chica y que yo jamás amaría a una mujer con su historial de visitas a habitaciones de hotel?
¿Era todo simplemente una actuación por parte de las chicas para sacarme el dinero? Había pensado
que me gustaría disfrutar de Nong hasta que me fuese de Tailandia, aunque me tenía preocupado la
idea de cómo deshacerme luego de ella. Estaba la complicación de su enfermedad y mi miedo a que
me contagiase, quizás por segunda vez. Es cierto que aún no estoy seguro de que Nong no vuelva,
pero parecía seguir el mismo patrón de otras chicas tailandesas que habían profesado amor por mí y
posteriormente se habían esfumado.

Al parecer, vuelvo a estar libre para negociar con Bee y Cherry, disfrutar de mi amistad con Toy y
cazar jóvenes muchachas nuevas en la playa.

299
PROMISCUO

-35-
Shu

Mientras caminaba el jueves al mediodía bajando por el Paseo Marítimo para consultar mi correo-e
y tomar un almuerzo tardío, iba pensando en Nong. La sensación de que Nong había desaparecido
súbitamente de mi vida no era una sensación de tristeza sino más bien de libertad reconquistada.

Volvía a haber buenas noticias en la bandeja de entrada. Carlos (Ed. El Acto) había escrito para
comunicarme que mi historia había gustado. Perfecto, había vendido otro relato. Los muchachos de
Ediciones El Acto habían aceptado mi propuesta de publicar “Han” en nuestra serie de artículos de
viaje bajo el subtítulo de “Una noche en Bangkok.”

Había un reto asociado a esta buena noticia. Como necesitaba fotografías para ilustrar mi historia,
tendría que volver sobre mis pasos a través de la vida nocturna de Bangkok en Nana, Soi Cowboy y
Patpong. Suena divertido, pero para mí significa trabajo y yo prefiero estar en Pattaya. Es más, me
estoy quedando sin tiempo y tengo la presión añadida de una fecha límite para acabarlo. Me quedan
sólo cinco días para marcharme y mi horario debe además adaptarse a la imprevisibilidad de Bee,
Cherry, Nong y la mía misma: soy propenso a caer en la lujuria en brazos de alguna chica atractiva.

Mientras almorzaba, observaba el tráfico a través de la cristalera del restaurante. La mayor parte de
los vehículos particulares en Pattaya son pequeñas motocicletas. Cada vez que el semáforo se ponía
en rojo, un enjambre de motos formaban en el cruce. Era la hora de salir del cole y algunas de ellas
llevaban hasta cinco pasajeros. Esto me trajo a la memoria a Ai y Hue y recordé con cariño nuestros
paseos nocturnos por Phnom Penh, los tres y el conductor sentados en el asiento de un moto-taxi.

He superado mi apego por Ai. Mi padre me dijo una vez: “La única cura para los problemas con una
mujer es una nueva mujer.” Una nueva mujer hace que las preocupaciones anteriores desaparezcan.
Es cierto que yo ahora mismo no tengo una nueva chica, pero mi sucesión de amantes en Pattaya
había ido difuminando mi cariño por Ai.

Tras el almuerzo, pasé por delante del grupo de bares al aire libre en la entrada de Walking Street.
A esta hora del día todo estaba muerto, aunque vi a una jovencita entrando al complejo para realizar

300
PROMISCUO

alguna diligencia. Se veía algo torpe sobre sus largas piernas, pero me llamaron la atención su altura
y sus ojos achinados. Me sentí atraído por ella, pero rechacé la idea y seguí mi camino por el Paseo.

Bee no estaba anoche en el bar de la esquina. Quería comprobar si trabajaba hoy noche y salí a las
cinco para recoger mi colgante ya reparado. En un ataque de celos, Emily Delacruz me había roto la
cadena. Cuando me acerqué a la esquina, divisé a Bee con otra chica -que debía de ser su hermana-
saliendo de la hospedería donde se alojaba. Bee llevaba un vestido, una mochila e iba maquillada.
Cuando me vio, se paró a saludarme. Marchaba unos días para Buriram, su ciudad natal.

Saqué a colación el tema de las fotos y ella me dijo que quería hacerlo “ahora.” Fuimos a mi
habitación, donde le di las indicaciones sobre nuestra sesión de fotográfica. Cuando le mostré el
modelo de contrato, le expliqué que necesitábamos un testigo en su firma del acuerdo. Bee me dijo
que el último bus a Buriram salía a las ocho y media, era evidente que no teníamos tiempo para la
sesión. Bee prometió que acortaría la visita a sus padres y que regresaría en dos o tres días. Ella no
estaba ahora de humor para un ‘tiempo corto’, pero le di ciento setenta baht, el precio del billete de
regreso a Pattaya. Convinimos en que realizaríamos la sesión y haríamos el amor cuando viniera.

Volví a salir de nuevo para recoger mi cadena reparada. Caminé por la playa. Aún no había nadie en
‘el club de las chicas’. Bajé por Soi 7, una calle llena de cervecerías pero, como de costumbre, no vi
a ninguna lolita que me gustara. Advertí que una de las omnipresentes motocicletas de 100cc tenía
un pequeño asiento instalado entre el manillar y el sillín. Al parecer, este es un accesorio disponible
en Tailandia que permite a los niños pequeños sentarse en él. Me acordé de las motos transportando
a cinco pasajeros que había visto a través de la cristalera del restaurante durante el almuerzo.

Cuando recogí la cadena, encontré a Toy y su banda en ‘el club de las chicas’. Le conté a Toy que
había vendido otra historia y que eso significaba que debía regresar a Bangkok para poderla ilustrar.
Piw y yo fuimos al 7-eleven. Compré un Kit Kat para ella y otro para Toy.

A eso de las ocho y media, bajé por el Paseo rumbo al VooDoo. Cuando pasé por las cervecerías a
la entrada de Walking Street, observé que las chicas parecían más jóvenes, frescas y guapas que de
costumbre. Antes de mi viaje a Camboya, había determinado que estos locales eran inútiles para mí.
Traté de localizar a Cherry, pero una camarera del Voodoo me dijo que no estaba allí.

Al pasar otra vez por las cervecerías de Walking Street, una preciosa muchacha de ojos achinados
me sonrió alegremente y me hizo señas para que fuera hasta la barra detrás de la cual se encontraba.
Me sentía cansado y pensé que sería mejor seguir camino al hotel, pero no pude resistir acercarme.
Señaló al taburete vació que había enfrente y me senté. Antes de ordenar una bebida, verifiqué que
ese bellezón no estuviera casada ni tuviera hijos. Me sirvió un agua mineral embotellada y se quedó
de pie frente a mí. De pronto, me percaté de que era la misma muchacha chino-tailandesa de largas
piernas que había visto entrar al bar este mediodía.

Bajo el techado de este complejo hay una docena de pequeños bares al aire libre. Todos ellos tienen
sus propias chicas hacinadas dentro de los mostradores que definen cada bar. Las chicas se apuestan

301
PROMISCUO

y esperan bajo el resplandor rojo de los tubos fluorescentes, persuadiendo a los hombres que pasan.
Mientras Shu y yo hablábamos, una pareja de boxeadores muay thai se sacudía en un ring bajo ese
mismo techado. Las chicas buscan farang y los chicos se parten la cara cada noche por una propina.

Shu salió con un juego de dados y apoyó la caja de madera entre nosotros sobre la barra. Yo no
conocía el juego, aunque todo lo que tenía que hacer era tirar los dados. Tras unas cuantas partidas,
me aprendí las reglas y lo pasé bien jugando con ella.

“Si gano, ¿pagas una bebida?”, preguntó.

“Ok. Si gano, ¿vienes conmigo al hotel?” Bromeé. No respondió, pero me dedicó una gran sonrisa.

Shu parecía tan alta que le pregunté si estaba subida sobre algún peldaño para ver mejor lo que
sucedía fuera de la barra. No había nada allí sino el mismo suelo de concreto que se extendía hasta
debajo de mi banqueta. Moví la cabeza asombrado.

Shu ganó y le pagué una copa. Se pidió un whisky con cola y me dejó dar un sorbo para que pudiera
comprobar que lo que tomaba no era agua tiznada, como suele suceder en los locales de este pelaje.

La mamasan, notando mi interés, se sentó a mi lado y tratamos los particulares para llevarme a casa
a Shu. Me esclareció que debía pagarle al bar doscientos baht. “Pago a la chica ha rawy, ¿OK?”,
le pregunté alzando cinco dedos. Ella sonrió, asintiendo con la cabeza y me dijo que Shu quería
venirse conmigo. Shu estuvo de acuerdo en que nos fuéramos a mi habitación, así que le pagué a la
mamasan las bebidas y los doscientos baht de comisión. Shu salió de detrás de la barra y vino junto
a mí. Caminamos el trecho a Road 2 cogidos de la mano y subimos a un songthaew hasta mi casa.

Cuando crucé con Shu la esquina que llevaba al hotel, seguía fascinado por su altura, sus ojos y su
personalidad. Ella también parecía feliz de estar conmigo. Le enseñé las diapos de Camboya y mi
ordenador portátil, aclarándole que era reportero gráfico. Me gustó advertir que Shu no tenía prisa.
De todas formas, la mamasan había dicho que disponíamos de una hora o dos por ‘tiempo corto’,
así que le alcancé una toalla y una pastilla de jabón para agilizar las cosas.

Shu se duchó primero y volvió a la estancia con sus largas piernas asomando bajo la toalla. Después
de ducharme yo, me uní a ella, que yacía sentada a los pies de la cama con la toalla enrollada sobre
el pecho. Les advertí a los viajeros, en mi artículo de Phnom Penh, no besar a las chicas en la boca,
pero Shu prácticamente me extrajo la lengua fuera de la cavidad bucal. Sentí incluso su saliva pasar
a mi boca mientras le chupaba la lengua. Sé que no debería de hacerlo, pero me gusta besar y me
gustaba Shu. Pasé mis dedos por entre su vello púbico. Hay un eslogan promocional de este país en
los anuncios y en las vallas publicitarias: “Amazing Thailand [increíble Tailandia].” A cada rato,
mientras andábamos y ahora en mi habitación, pronuncié esta frase, maravillado por el hecho de
tener de repente a mi lado a esta dieciochoañera de largas piernas.

Cuando Shu chupó tan fuerte mi lengua, fue porque su propia excitación –hay quien lo
denomina fuego uterino- la estaba pudiendo. Le lamí las tetas y acaricié su coño. Besé
sus hombros, su cuello y sus orejas. Incluso me permitió meterle la lengua en el oído y
esto la estremeció por completo. La pasión inundó de fluidos su coño y me encantó meter
mi dedo dentro y fuera de su interior. Con ella tumbada boca arriba y yo de rodillas a la

302
PROMISCUO

altura de sus hombros, le puse la polla en la boca y le pedí que ‘fumara’. Shu giró la cara,
mostrando su rechazo. “OK. No hay problema”, le dije queriendo portarme bien. Quería
hacerla feliz. Por otra parte, respeto la reticencia de las chicas a chuparle la polla a un
extraño en su primera cita.

Alcancé un condón y enfundé con él mi mástil. Shu me tenía duro como el acero aun sin
habérmela mamado. Con las piernas entreabiertas, aparté sus labios vaginales, introduje
la polla en su interior y comencé a bombear. Al dejarme caer sobre ella, con un brazo
detrás de su nuca y mi lengua lamiéndole la oreja, Shu resolló. Volvió a la vida.

Cuando la atraje para que se sentase en mi regazo, Shu comenzó inmediatamente a


mover el culo. Sus movimientos eran fuertes y rápidos. Obviamente, estaba
disfrutando y perseguía su orgasmo.

Estaba tan mojada que podía escuchar su coño chasquear mientras follábamos. Cuando
creí que se había corrido, nos desplacé para acomodarme entre las almohadas a la
cabecera de la cama. En esta posición, con ella aún sobre mí, Shu comenzó de nuevo su
enérgica follada, cabalgándome como a un toro loco. Lo hizo durante un rato y paró.
No estaba seguro de si había tenido un orgasmo y luego otro o si es que estaba frenando
antes de correrse. Cada vez que dejaba de moverse, agarraba su culo y la alzaba y atraía
contra mí con el mismo ritmo que ella había estado aplicando. Entonces, volvía a unirse al
ajetreo, moviéndose frenéticamente antes de volver a descansar un poco. Después de
que esto sucediese unas cuantas veces y que ella pareció haber arrancado toda la pasión
inicial fuera de su ser, hice que se acuclillara sobre mí y la animé a que se introdujera mi
grueso artefacto.

Cuando le indiqué que se diera la vuelta y se pusiera de cara a mis pies, Shu no pareció
tener idea de lo que le pedía, pero cooperó y la coloqué en la posición romana. En una
variación interesante, Shu se agarró a mis tobillos y deslizó su coño a lo largo, arriba y
abajo de mi polla. Me vi entrar y salir de su coñito peludo y le separé las nalgas con las
manos, contemplando también su ojete mientras la ayudaba a moverse sobre mí. Así
estuvimos durante largo rato y disfruté de la exquisita fricción que su coño me ofrecía.
Shu es una chica alta, pero su agujero es deliciosamente estrecho.

Doblé las rodillas y me arrodillé detrás de su grupa. Me la follé a las cuatro patas. Era
fogosa y participativa. Presioné sus hombros y su pecho contra el colchón, junté sus
rodillas y me acuclillé sobre ella, mi polla hinchada no se salió de su apretado interior.
Aunque tenía las rodillas pegadas, el coño de Shu no apuntaba hacia arriba como me
gusta. No importa. Estaba bien así y la empalé por detrás. Yo estaba muy excitado y
podía sentir gran presión sanguínea agolpándose en mi polla. Pude otear mi orgasmo en
el horizonte y continué deslizándome a merced de sus fluidos vaginales, disfrutando la
sensación de introducir mi polla dentro y fuera de esta preciosidad de muchacha. En el
espejo, pude ver a Shu moviéndose también, dando a su culo un pequeño empuje y un
giro cuando yo terminaba cada estocada en sus entrañas. Esta vista me subyugó. Shu no
sólo aceptaba lo que yo le estaba haciendo, sino que además ella también me lo hacía a
mí. Cada vez que progresaba dentro de ella, ella me devolvía un pequeño empuje y giro,
303
PROMISCUO

que conseguía excitarme más y más. Mi corrida se precipitó en sus adentros, al igual que
mi corazón. La sujeté firmemente y la atraje contra mi regazo. Shu no hizo amago alguno
de zafarse. Con su espalda contra mi pecho y mis brazos a su alrededor, nos quedamos
sentados mirándonos al espejo. Pensé que mi orgasmo ya había finalizado, pero mi polla
palpitó una vez más y pude sentir otro chorro de esperma apresurarse en su interior. Nos
quedamos largo rato así, sentados, me parecía adorable nuestra imagen reflejada en el
espejo. “Amazing Thailand.”

Nos bañamos, pero no nos vestimos y se unió a mí en la cama cubierta sólo con la toalla. Temí que
quisiera irse. Deseaba que se quedara. Shu me había tocado el corazón. Mi pequeño diccionario thai
nos ayudó a hablar en su idioma de todo lo que nos apeteció. Shu parecía dispuesta a pasar la noche.
Me enseño una foto de su hermana mayor con su marido americano y una bebé. No pude evitar
pensar que, con lo fuerte que está, Shu podía traer al mundo hermosos hijos. Me dijo que le gustaba
la jardinería. Hace un mes, Shu estaba cultivando arroz con sus padres. Había notado la misma
musculatura en otras chicas provenientes de la región arrocera de Isan, aunque no eran tan altas
como Shu. Me dijo que sabía nadar y su cara se iluminó al contarme que le gustaban los barcos.
A mí me gustan los barcos, especialmente los veleros. Aunque ahora no tenga ninguno, sí que lo he
tenido y sueño con compartir algún día una casa y un velero con una pareja de por vida.

El promiscuo reacio. He tenido unas treinta chicas desde que partí de Angeles City hace tres meses,
pero tengo muchos deseos de establecerme con una sola. Todavía quiero que se cumpla mi sueño de
tener esposa y hogar. Pareciese que mi fantasía de vivir con dos jóvenes vietnamitas e instruirlas a
sentarse sobre mi cara y mi polla es más viable que la mundana idea de tener hogar y esposa.

Shu me dijo que dormiría en su habitación esta noche, pero quería dormir conmigo mañana noche.
Le dije que tendría que ir mañana a Bangkok, que si lo hiciera, pasaría a buscarla pasado mañana.
Me aseguró que no se iría con ningún otro cliente y la creí.

De repente, comenzó a llover. Era sobre la una y media de la madrugada y me imaginé que ahora
Shu sí que se quedaría a pasar la noche conmigo. Aún así, ella se vistió y encontró el dinero que yo
había dejado enganchado a su bolso con su pinza del pelo. Sostuvo el dinero en la mano y me miró
interrogante. Me encogí de hombros, haciendo como que no sabía de dónde había salido tal dinero.
Me gusta darle a las chicas veinte baht extra para el moto-taxi, pero no tenía billetes de veinte, así
que le di su billete morado de quinientos baht y uno azul de cincuenta baht de propina.

Shu salió, a pesar de la lluvia, confirmando nuestros planes para mañana o pasado. Cuando se enfiló
a bajar las escaleras, le dije muy bajito: “Buenas noches, cariño.”

“Buenas noches, cariño”, repitió con una sonrisa mientras se alejaba. Eran las dos de la madrugada.
Shu había pasado cinco horas conmigo.

El viernes amaneció muy nublado y decidí no ir a Bangkok. La CNN predijo lluvias en la región.

Al mediodía hice un alto en el bar de Shu para comunicarle que finalmente no había ido a Bangkok.
Le dije que pasaría a recogerla a las nueve, dándome así tiempo para hablar con Cherry.

304
PROMISCUO

Tras despedirme de Shu, recorrí el Paseo Marítimo rumbo a mi hotel y buscando una blusa para
Emily Delacruz. Al pasar por delante del Centro Comercial Royal Garden, vi una cara conocida en
la terraza. Paré y me di la vuelta. Era Nong. Iba vestida de negro, el pelo recogido y maquillada.
La saludé y ella me sonrió. Estaba muy cariñosa, pero no había venido la pasada noche y ahora yo
tenía a Shu. Creo que Nong estaba esperando que le propusiera algo, pero me había dejado escapar
ayer y yo ya no quería volver con ella. Tras charlar unos minutos, me fui.

Aunque el hermano de Pim –la dueña del restaurante- dijo que se pronosticaba una semana de
lluvia, este mediodía no llovió. Tal vez debería de haber ido a Bangkok para terminar el trabajo.

Ten cuidado con tus deseos. Publicar “Han” como un artículo de viaje ilustrado había sido idea mía.
Ahora no me apetece ir a Bangkok a sacar las fotos. Creo que iré mañana. Con suerte, me divertiré.

A las ocho y media pasé por el bar de Shu de camino a ver a Cherry. Shu me saludó y yo le devolví
el saludo. Esperaba que no me viera pasar, pero lo hizo. Aún pretendía ir a recogerla a las nueve.
La mamasan del VooDoo me dijo que Cherry había venido hoy a trabajar. La busqué durante varios
minutos, pero me despedí sin haberla localizado.

Shu y yo salimos del bar sin que me detuviera a tomar una copa. Esta noche lucía una camiseta azul
con un audaz diseño tropical de flores blancas. Me decepcionó oír que Shu tenía dolor de cabeza.
Mientras nos desplazábamos en un songthaew, masajeé los puntos de acupresión en las membranas
situadas entre los dedos pulgar e índice de sus manos.

Le facilité un comprimido de Paracetamol cuando llegamos a mi habitación. Los músculos de sus


hombros parecían tensos y le dispensé un masaje de pies a cabeza. Deseando que se sintiese mejor,
masajeé firmemente, dedicándole lo mejor de mi repertorio. Cuando terminé, me dijo que la cabeza
ya sólo le dolía un poquito.

Invitándola silenciosamente a ducharse, le alcancé a Shu una toalla. Al salir de la ducha, se metió en
la cama, se cubrió con las sábanas hasta el cuello y pareció querer dormir. Después de ducharme yo,
me metí a su lado en la cama. No estaba seguro de si ella realmente quería dormir o no. Sintiendo
una gran ternura por ella, le comuniqué a Shu que lo que ella deseara hacer estaría bien para mí.

Le di un par de besos light en los labios y al momento estaba succionándome de nuevo la


lengua. Me volvía loco su pasión. Nong y yo nos habíamos besado, pero no lo había
hecho más desde mi vuelta de Camboya. Presentí que haríamos el amor, con lo que pasé
a chuparle las tetas y posé mis dedos en su coño. Shu parecía excitada. Cuando
deslicé los dedos en su brecha, estaba empapada.

Esta noche le volví a pedir otra vez que ‘fumara’, pero se negó de nuevo. Me puse un
condón y me la follé situándome encima. Sus largas piernas estaban vueltas hacia atrás
hasta tocar sus hombros. Caliente y mojada como estaba, me la follé duro, atento a
cualquier señal que indicase que me estaba excediendo. A ella, sin embargo, parecía
gustarle, aunque tenía cerrados sus preciosos ojos achinados y no hablaba. Pensé que
me corría, pero ralenticé mis embates, superando la urgencia.

305
PROMISCUO

Hice una pausa. Shu me miró y pasé sus brazos alrededor de mi cuello. Larga como era,
necesitaba su ayuda para sentarla sobre mi regazo. Shu comenzó a cabalgarme
moviendo el culo de adelante para atrás. Follamos unos minutos con ambos en posición
vertical y entonces me tumbé boca arriba. Shu continuó montándome, apretándose y
frotando su húmedo coño contra mí una y otra vez. Igual que sucedió cuando estaba yo
encima, sentí que me iba a correr; pero me sobrepuse al apremio, empujando la descarga
seminal de nuevo hacia mis adentros. Creo que Shu se corrió mientras me galopaba.
Cuando paró de moverse, nos desplazamos hasta que quedé apoyado en la cabecera de
la cama y ella reanudó su rodeo salvaje. Sostuve sus nalgas y Shu empujó mientras me
follaba.

Nos movimos alrededor de la cama, probando diferentes ángulos y posiciones, y


terminamos en una postura que nos iba bien. Me arrodillé sentándome sobre mis talones.
Shu estaba en la posición del cangrejo, con las manos apoyadas en el colchón detrás de
ella y sosteniendo el culo en el aire. Sus largas y fuertes piernas sorteaban mis
caderas, con sus pies apoyados en la cama detrás de mí. Empujando y dirigiendo con sus
piernas y brazos, Shu podía mecer el culo sin cesar. A placer. Con mis manos
en sus caderas, yo la acercaba y alejaba.

¡Qué regalo para la vista! Mi alta chica recostada sobre sus brazos, con la barriga tersa y
sus firmes tetas colgando hacia atrás cada vez que arqueaba la espalda.

Sus ojos cerrados eran exóticas ranuras talladas, sin embargo los míos permanecían bien
abiertos, disfrutando con la contemplación de su cuerpo y viendo mi polla entrar y salir de
su exquisito coño. Follamos así durante bastante rato.

Liberando sus caderas, también yo me eché hacia atrás, alzándome sobre mis pies y mis
manos. Ahora nos encontrábamos los dos en la posición del cangrejo, con nuestros culos
por encima de la cama. Con la polla y el coño uno frente al otro, empujamos y retrajimos,
deslizando mi eje dentro y fuera. Era tremendamente exótico,
extremadamente erótico.

Me volví a arrodillar, asiendo sus caderas. Ella continuó en la postura del cangrejo.
Follamos duro y rápido. Estaba disfrutando de Shu intensamente, pero vi que se llevaba la
mano a la barriga y que la mantenía ahí. Oh-oh. Ya he visto esto muchas veces antes.
Pensé que esta gran muchacha podría resistirme, pero parecía que empezaban a dolerle
las entrañas. Le pregunté y confirmó que estaba empezando a sentir algunas molestias,
así que aflojé un poco. En ese momento, perdí el entusiasmo. No me gusta hacerles
daño a las chicas. Mi polla comenzó a perder solidez. Continué follándomela, pero me
enfrenté a un dilema. Quería correrme. ¿Sigo bombeando duro y rápido hasta eyacular, a
pesar de su dolor? La tumbé boca arriba y me la follé sin fogosidad, observando cómo se
sujetaba la barriga. Advertir que le dolía me hizo presagiar que no me iba a correr, por
mucho que bombeara.

Tal vez un cambio de posición ayudaría. Follar a las cuatro patas es una buena forma de
hacer que me corra y esperaba que así fuese más cómodo para ella. Shu era

306
PROMISCUO

tremendamente voluntariosa. Se colocó a cuatro patas para mí. En el proceso de cambiar


de postura, mi polla se salió. Al volverla a meter, percibí que Shu estaba seca y yo estaba
solamente semierecto. Con condón y con su dolor, era dudoso que volviera a conseguir
una erección potente de nuevo. Poniendo un poco de saliva en mi polla, se la metí por
detrás. Los ángulos eran erróneos. Intentamos diferentes variantes pero, en su mayor
parte, no conseguimos una postura en la que nos sintiéramos bien acoplados. El golpe
mortal para mi orgasmo evanescente llegó cuando ella volvió a llevarse la mano al vientre.
Le dolía.

Dejé de follar. Hacerle daño a una chica no es mi ideal de diversión. Le dije que estaba
bien y le expliqué que yo puedo acabar o no acabar según me plazca. Le dije que podría
haberme corrido a lo largo de nuestra sesión, pero que me deleito follándola
incansablemente para poner fin entonces. Con ella dolorida, le comenté, yo no era feliz.
Aunque me había retirado de su coño, la pobre seguía con su barriga: aún le dolía el
interior. Se me mezclaron emociones de culpa y frustración sexual.

Incluso Emily experimenta dolor en nuestras relaciones sexuales. Ello condiciona el


tiempo que puedo pasar follándomela y la fuerza que he de emplear. Ella me la mama sin
parar y continuamos, aunque odio hacerle daño. Es pequeñita. Shu es grande, no me
esperaba que esto sucediera con ella. Este puede ser el único inconveniente de los coños
asiáticos, aunque he conocido a mujeres occidentales que tienen el mismo problema.
Algunas chicas pueden recibirlo, otras no. Algunas chicas asiáticas son auténticas
guerrilleras y aparentarán que no les duele, sirviendo a su hombre. Otras parecen no
sentir molestia de tipo alguno, sino placer.

Conozco a una filipina virgen que dice que le gusto y que quiere casarse conmigo. Me atrae la idea
de tener a una mujer que nunca haya tenido a otro hombre, pero aceptar un compromiso de por vida
sin establecer primero la complicidad sexual es una propuesta arriesgada. Aunque acaricie la idea
de una esposa virgen, mi miedo a posibles incompatibilidades supone otro obstáculo para casarme.

Shu me indicó que le apetecía dormir pero, al contrario de lo que había señalado la noche anterior,
quería dormir en su propia habitación. OK, no hay problema. Cualquier cosa que ellas quieran hacer
está bien para mí. De todos modos, no parecía tener prisa por marcharse. Igual que sucedió anoche,
nos sentamos y hablamos durante largo rato, usando mi pequeño diccionario bilingüe.

Cuando le pregunté por ella misma, Shu me enseñó de nuevo la foto de su hermana mayor con el
marido americano y su niña pequeñita. “Es muy guapa”, le dije, señalando a la pequeña. “¿Crees
que tú y yo podemos hacer un bonito bebé juntos?” Sonriendo, me respondió que sí: “Creo que
tendríamos hijos sanos y fuertes.” Aunque no estaba de verdad enamorado, no podía evitar que Shu
me fascinase. Algo en ella dragaba sentimientos cálidos y tiernos de alguna parte en mi interior.
“Me gusta estar cerca de ti”, le revelé. “A veces pienso que no puedo amar. Tú me haces sentir.”
Imágenes nuestras viviendo juntos en Europa pasaron por mi mente.

Shu no habló nada acerca de amarme o querer compartir una vida juntos. Apunté a su pecho y dije:
“Pienso que tienes un buen corazón, ¿no es así?” Ella sonrió dulcemente y asintió con la cabeza.
De haber tenido más tiempo, comiscaba la idea de alejarla del bar y hacer de ella una chica nueva.

307
PROMISCUO

En cierto sentido parecía un disparate, pero Shu extraía afectividades desde lo más hondo de mi ser.
Probablemente sea una suerte que sólo tengamos un par de noches más para estar juntos y yo soy
afortunado de que ella sea una buena chica. De ser otra, habría mentido y conspirado para sacarme
el dinero. El hecho de que albergue sentimientos hacia ella es, en cierto modo, algo tranquilizador.
Tal vez pueda amar y sólo sea cuestión de encontrar a una persona que me haga sentir algo especial.
Quizá haya por ahí alguien adecuado para mí.

Le di a Shu dos naranjas que había comprado para ella y se tomó dos comprimidos de Paracetamol.
Quedamos en que si finalmente iba a Bangkok mañana, entonces la vería el domingo por la noche.
Nos dimos un beso en las mejillas y ambos dijimos: “Buenas noches, cariño.”

En una conversación, Pim me dijo que es mejor vivir solo, sin responsabilidades ni compromisos.
Me comentó que había terminado con su marido tailandés cuando sus dos hijas eran niñas todavía.
“No me lo digas”, intervine: “Demasiado alcohol, demasiadas apuestas y demasiadas mujeres.”

“¿Cómo lo sabes?”, replicó verdaderamente sorprendida.

He oído todo eso antes. Los hombres asiáticos se caracterizan por este tipo de comportamiento.

-36-
Bee

El sábado al mediodía estaba preparando el equipaje para un viaje de dos días a Bangkok cuando fui
interrumpido por alguien que tocaba a la puerta. Me enrollé una toalla a la cintura y me dirigí hasta
ella pensando: “¿Pero qué pasa con la camarera de piso? Si ya le dije que me iba a la una.”
Bee me sorprendió una vez más, guapísima en un vestido frambuesa. Entró y se sentó en la cama,
alegando que quería “hacer foto.” Ella había -como prometió que haría- acortado su viaje a Buriram
y regresado en sólo dos días.

308
PROMISCUO

“Te veo las bragas”, le dije. Estábamos sentados en la cama. Shu y yo habíamos follado
durante largo rato la noche anterior, pero no me había corrido y Bee me ponía caliente.
Mientras hablamos, le acaricié el coño a través de su ropa interior. “Necesito coño”, le
dije. Mis tocamientos también la estaban haciendo sentir excitada. Cuando comencé a
bajarle las bragas, me dejó salirme con la mía. De hecho, alzó el culo para facilitarme la
tarea. Sin retraer la capucha que lo cubre, froté su clítoris. Ella no dijo nada ni intentó
hacerme parar, pero de vez en cuando su cuerpo se contraía, haciendo a sus caderas dar
un respingo hacia arriba. Comenzaba a excitarse y continué. “Quítate la ropa”, exhorté,
subiendo el dobladillo de su vestido hasta la cadera. Se lo sacó sobre la cabeza y se
quedó allí sentada conmigo frotándole el clítoris. “El sujetador también”, dije y se lo quitó
en un plis plas.

No hubo mención al dinero, ambos sabíamos que le daría algo. Aunque ya habíamos
acordado que el sexo formaría parte de nuestra sesión de modelaje, esto era una
provocación en toda regla.

Le lamí los pezones y reclamé su atención sobre el hecho de que estos estaban bien
erguidos, sobresalientes en sus pechos.

“Ve a ducharte”, le pedí.

“Me acabo de duchar en mi habitación antes de venir”, apuntó señalando hacia afuera.

“Entonces voy yo”, le dije y me dirigí al baño.

Después de ducharme, me volví a sentar con ella, chupando sus erectos pezones y
pellizcándole el clítoris entre los dedos como antes. Bee era un volcán en erupción. Creo
que pensó en mí durante estos dos días en Buriram y regresó con ganas de jaleo. Metí mi
dedo entre los labios de su coño y noté que estaba empapada. Moviendo mi dedo arriba y
abajo en su resbaladiza raja, paraba de rato en rato para frotarle el clítoris y untarlo con
sus propios fluidos. Ella quería que siguiera insistiendo, así que froté más y más. Bee se
retorcía, respirando con dificultad.

Me quedé sorprendido y encantado cuando vi un hilo de cristalino líquido vaginal


descendiendo desde el coño hasta su culo. Su excitación incrementó la mía. Bee recorría
delicadamente con los dedos la cabeza de mi polla, en el filo donde esta se encuentra con
el tronco. Me miró a los ojos con una expresión que parecía querer felicitarme por lo
vigorosamente empalmado que me hallaba.

Me arrodillé, ofreciéndole mi polla para que la mamara. “No fumo”, dijo

“Vamos, un poquito. Ya me ‘fumaste’ antes. Tú ‘fumas’ bien. Me gusta mucho que me


‘fumen’. Chúpame la polla.”

Bee se metió el cipote en la boca y lo volvió a sacar. Pretendía convencerme de que


sabía mal, pero se lo volvió a introducir y lo chupó. Cuando me la mamó la primera vez,
nunca antes lo había hecho y la enseñé a chupar y lamer mientras movía la cabeza. Bee

309
PROMISCUO

no se había olvidado y mamó muy bien. Mientras lo hacía, yo le frotaba el clítoris y le


pellizcaba los pezones. Estábamos muy excitados. Bee tosía alguna vez, pero cada que
sacaba mi cabeza de su boca, la animaba para que mamara más.

Tras probar su resistencia mamadora, me enfundé un condón y me sumergí en ella con


entusiasmo. La alegría con la que dio la bienvenida a la longitud de mi polla fue
estimulante. Desde el principio, me atrajo hacia ella, retorciéndose debajo de mí, gimiendo
y jadeando. ¡Todo esto al mediodía!

Desde encima de ella, con los brazos rectos, empujé dentro con largas acometidas
durante un rato. Luego me tumbé sobre ella con mi brazo rodeándole la nuca,
lamiéndole el lóbulo de la oreja. Le propiné estoques muy cortos y me mantuve contra ella
mientras que, rodeándome con las piernas, me impedía la salida de su coño. Lamí el
interior de su oreja y también alrededor, volviéndola loca. Se retorcía frenéticamente
debajo de mí, fuera de sí desencajada de placer.

Cuando se estabilizó, la senté sobre mi regazo y allí comenzó a mover las caderas
enérgicamente mientras me cabalgaba en lo que parecía ser un segundo orgasmo. Volvió
a relajarse y la atraje conmigo hacia la cabecera de la cama, donde pude acomodarme
entre las almohadas. Aún sentada sobre mí, volvió a correrse. Asombroso. Bee estaba
enardecida y no se guardó nada. Sin vergüenza me galopó con un movimiento de ida y
vuelta que la llevó hasta donde quería, por tercera vez.

Elevándola conmigo, me erguí sobre mis manos y pies en la posición del cangrejo.
Coloqué a Bee en esta posición también, uno de cara al otro, con nuestros vientres
mirando hacia el techo. Sobre nuestros pies y manos. Con nuestros culos despegados de
la cama, empujamos el uno contra el otro. Yo tenía las dos plantas de los pies pegadas.
Ella seguía mojada y caliente como un cohete. Disfruté observando mi polla entrar y salir.
Bee me tenía aún tan empalmado como yo puedo llegar a estar. Pareció correrse otra vez
en esta postura.

Cuando se relajó, la tumbé boca arriba. Coloqué sus piernas abiertas sobre mis brazos y
comencé a percutir dentro de ella. Bee comenzó también la molienda, gimiendo y
jadeando ante mis embates. Cuanto más duro me la follaba, más parecía ella disfrutar.
Aún seguía lubricando maravillosamente. Bee podía tomarme en su interior sin dificultad,
aunque su agujero fuese agradablemente estrecho. “Jim lek [coño
pequeño]”, le dije agarrando y apretándole la muñeca para demostrarle lo que me hacía
sentir. “Jim lek. Jim lek. Jim lek…” Dije una y otra vez mientras bombeaba, disfrutando de
la sensación de su pequeño agujero presionándome como si de una toma de tensión
arterial se tratase.

Finalmente, se sosegó y dijo: “Estoy cansada.”

“¿Llegaste ya?”, le pregunté. Bee asintió. “¿Cuántas veces?” Extendió cinco dedos.
“¿Cinco?” Ella volvió a asentir. “¿Los has contado? Neung, sawng, sam, see, ha [uno,
dos, tres, cuatro, cinco]?” Sonriendo, movió la cabeza arriba y abajo.

310
PROMISCUO

“¿Quieres que acabe?”, le pregunté.

Bee asintió de nuevo.

“Ok, yo termino y tú vete a por el número seis.” Poniéndola a cuatro patas, me la follé por
detrás sin salirme ni un instante de su cálido y resbaladizo agujero. Presioné sus hombros
contra el colchón, junté sus rodillas y me instalé encima de ella, propinándole estocadas
verticales haciendo sentadillas sobre su precioso culo. Estábamos de cara al espejo y me
regocijé viendo mi polla entrar y salir del escultural cuerpo de mi modelo mientras se
avecinaba mi orgasmo. Bee pareció volver a excitarse y nos movimos al compás conmigo.
No sé si ella alcanzó el sexto orgasmo consecutivo, pero ahora yo no estaba preocupado
en si había logrado satisfacerla o no. Cuando me corrí, Bee se dejó caer sobre la cama y
yo caí tras ella, manteniendo mi tranca en su interior. Esta latió una vez más y le regalé un
último chorro de semen.

Vaya evento de mediodía. ¿Cómo regresa uno al trabajo tras una sesión como esta? Estábamos los
dos un poco aturdidos, pero nos aseamos y nos sentamos a hablar como si nada hubiese ocurrido.

Las uñas de sus pies y de sus manos eran de dos colores distintos. Le di cien baht y le dije que fuera
a hacerse las uñas. Quedamos para vernos en mi habitación en una hora. En el almuerzo, recogí las
sábanas y las fundas de almohada floreadas que le había dejado a Pim cuando me fui a Camboya.

Cuando Bee regresó a la habitación, se quedó sorprendida de ver lo que le había preparado. Había
arrastrado la cama hasta la esquina, la había cubierto con una sábana azul y blanca de flores y había
colocado en ella un par de decorativos cojines de seda azul. Un macetero con una gran planta,
tomado del vestíbulo, figuraba al lado del ropero. Mis focos estaban casi listos. Mientras ella
observaba, abrí tres sombrillas blancas y las coloqué donde estaban las luces. Al deshacerse en
elogios sobre el conjunto, le indiqué que cuando tengo a una modelo bonita me gusta ofrecerle un
bonito fondo también. Mientras terminaba de configurar la ambientación, Bee se sentó frente al
espejo con mi estuche de maquillaje y se preparó para la sesión.

Comenzamos en la silla. Le había dicho que se quitara el vestido y le había facilitado una camisa
negra de seda. La hice posar con la seda negra cayendo de sus hombros.

Bee cooperaba, pero mis luces no tanto. Repetidamente, no quisieron encenderse cuando pulsé el
disparador. Parecían funcionar cuando las probé pero después, cuando la cámara apuntaba a Bee, no
se encendían. “A la cámara no le gusto”, bromeó Bee. Le dije que la cámara la adoraba. Perdí
bastante tiempo intentando solucionar el problema. Frustrado y disculpándome por hacer a Bee
perder su tiempo, monté un flash en la cámara para dar algo más de luz al estudio. Esto funcionó y
al fin la sesión pudo comenzar.

“¡Tienes men!”, le dije. Así es como llaman las chicas tailandesas a la menstruación. Vi sangre en
su coño. Le alcancé el papel higiénico y Bee salió corriendo hacia el baño. Esto ya me había
sucedido antes y quería que sólo fuera a limpiarse de vez en cuando, si el flujo no era demasiado

311
PROMISCUO

abundante, y poder continuar con el rodaje. Así fue. Cuando la fotografié en una buena variedad de
posturas en la silla, nos trasladamos a la cama y encendí las luces alrededor.

Era un placer trabajar con Bee. Aunque había mostrado ciertas reservas, parecía disfrutar ahora que
ya estábamos en acción. Mis modelos casi siempre disfrutan. Debe hacerlas sentirse guapas, como
estrellas de la moda, tener este tipo de atención profesional. El hecho de que las esté fotografiando
es una evidencia de su belleza y me gusta pensar que les resulta grato trabajar conmigo. Siempre les
digo lo estupendas que están y bromeo con ellas, provocando sonrisas reales para mi obturador.

Acabamos la sesión en la cama. Le había disparado una buena cantidad de fotos y sabía que había
sido una buena sesión. Normalmente, cuando termino de fotografiar a una modelo, nos duchamos y
hacemos el amor. Nosotros habíamos follado como locos hoy antes de la filmación y todavía me
sentía satisfecho. Por otra parte, Bee tenía la regla.

Se había hecho tarde. Acordamos posponer el pago final y hacer la fotocopia de su carnet hasta
mañana al mediodía.

Esa noche llovió ligeramente. Lo suficiente como para abortar mi viaje a Bangkok.

Shu no estaba en su bar. La mamasan me dijo que estaba cuidando de su hermana pequeña.

Solo en casa, me regalé un sueño profundo.

Domingo, acababa de terminar de escribir acerca de mi intercambio sexual con Bee cuando eché un
vistazo al reloj. Pasaban ya dos minutos del mediodía. En ese justo instante, tocaron a la puerta.
Era Bee. Bromeé diciéndole que había llegado dos minutos tarde.

Bee esperó por mí en su habitación mientras yo fui a fotocopiar su carnet de identidad.

Cuando volví a la casa de huéspedes de Bee, le pagué. “Chok dee [buena suerte]”, dije y besé su
mejilla. Ambos sabíamos que este era mi último día en Pattaya. Nos dijimos adiós, pero estábamos
felices. Había experimentado una de las mejores sesiones de sexo de mi vida con esta jovencísima y
hermosa mujer, pero no estábamos enamorados y no nos dolió despedirnos.

312
PROMISCUO

-37-
Finaliza el show

El domingo al mediodía, después de que Bee y yo nos despidiésemos, me encaminé hacia la playa.
Allí encontré a Toy, sentada en un lugar con sombra en ‘el club de las chicas’, y nos alegramos de
vernos. Le comuniqué que este era mi último día en Pattaya y le di las gracias por hacer mi estancia
más agradable y cordial de lo que habría sido sin ella. Sentí una oleada de emoción cuando nos
deseamos buena suerte el uno al otro y le di un beso en la mejilla. Me sentí mustio y sombrío.

En el almuerzo, Pim se iba, así que también nos dijimos chok dee el uno al otro. Este es el estilo
asiático. Los orientales ponen gran énfasis en la suerte. El hermano de Pim me sirvió la comida y
ambos intercambiamos los mismos buenos deseos cuando salí del restaurante.

En un correo-e reciente, Emily Delacruz me había dicho: “No olvides mi pasalubong.” A las
filipinas les gusta que les lleves un regalo cuando has estado de viaje. El domingo por la tarde,
busqué en el mercado de productos Made in Thailand, pero no encontré nada que me gustara.

Aparecí por el bar de Shu a eso de las nueve. Le pregunté si quería dormir conmigo y ella aceptó
pasar la noche juntos, la última para mí en Pattaya. Me alegró que asintiera y encontrarla sonriente.
No la había visto anoche y ella era mi ‘achuchón’ del momento. Me dijo que se encontraba bien y
que no había vuelto a sentir más molestias en su vientre a raíz de nuestra follada.

Cuando salimos del bar, le ofrecí llevarla al cine o a bailar, pero no quiso ir. Cuando le pregunté si
quería que fuésemos a mi habitación, ella respondió que sí. Shu señaló que tampoco tenía hambre,
así que subimos a un songthaew y pusimos rumbo al hotel.

313
PROMISCUO

Como había dicho que dormiríamos juntos, me tomé mi tiempo con ella. Sentía afecto por Shu y
quería ser gentil. Con mi cabeza descansando en su vientre, nos acurrucamos mientras veíamos una
película mierdosa en la tele. Quería fingir que era mi chica una noche más.

Esta noche Shu parecía un poco gorda para mi gusto. Cuando nos chupamos la lengua el uno al
otro, su boca sabía ligeramente desagradable. En nuestras primeras dos noches, su gran y fuerte
cuerpo me había parecido estupendo y cuando intercambiamos saliva, su boca me pareció dulce y
fresca. Da igual, esta es mi última noche en Pattaya y no hay otra persona con quien prefiera estar
que con ella. Este volvía a ser otro ejemplo de mi incapacidad para mantener la ilusión de un amor
temporal con una chica de Pattaya. No importa. No nos enfrentábamos al matrimonio sino a una
última noche juntos. Con la estúpida película a medias, Shu cogió una toalla y se duchó.

Una vez duchados, nos tumbamos a los pies de la cama para ver el final de la película.
Lamí sus pezones, jugué con su coño y Shu comenzó a mojarse. Algunas mujeres
jóvenes son maravillosas para esto: su coño se inundó. Aún estábamos viendo la película
y ella había asegurado que pasaría la noche conmigo, así que me lo tomé con calma y
jugué tiernamente con su cuerpo.

Podría haber irrumpido al instante en su húmedo coño, pero estábamos interpretando una
escena doméstica, como si fuésemos una pareja casada viendo la tele. Imaginé que
teníamos toda la noche. Después de un ajetreado día, estaba cansado y me quedé
traspuesto.

Cuando desperté, Shu aún estaba viendo esa ridícula película y seguíamos abrazados el
uno al otro. Mi siesta había durado unos minutos. No sé si ella se dio cuenta de que
me había quedado dormido. Comencé a jugar con su coño de nuevo y ella seguía tan
mojada como antes.

La película por fin terminó, dejándonos en una posición extraña. Mi cabeza descansaba
en su cadera y su cabeza estaba cerca de mi polla. Shu había declinado mamármela
nuestras dos primeras noches juntos, pero “la esperanza es eterna…” Mientras besaba su
vientre y lamía su ombligo, me extrañó que Shu empujara mi cabeza. Nunca la había
lamido. No había comido un coño desde Ai y Hue en Phnom Penh. Al principio no
estaba seguro de si ella estaba guiando mi cabeza hacia su coño, así que la moví hacia el
mismo, lamiendo su bajo vientre. Entonces, para ponerla a prueba, volví a dirigirme a su
ombligo. Ella dirigió mi cabeza hacia su coño otra vez. Ahora, habiendo dejado
patente que deseaba un cunnilingus, bajé y le chupé el botón rosa. Había estado
deslizando mi dedo una y otra vez desde su raja hasta el clítoris y pude probar su jugo.
Comerle el coño es una táctica efectiva para animar a una chica reacia a mamarle a uno
la polla. Hice una pausa en la libación y puse mi polla en su cara. No había duda de mi
intención. Shu giró la cabeza, igual que había hecho las dos primeras noches.

Cuando volvió la cabeza, le comenté que ella quería que le lamiera el coño y, sin
embargo, no quería mamarme a mí la polla. No dije nada más al respecto, simplemente lo
acepté y comencé a besar su vientre otra vez. Ahora Shu actuó como si fuera enormente

314
PROMISCUO

cosquillosa y se apartó de mí. Cada vez que intentaba jugar con ella, obtenía la misma
reacción molesta.

De repente se levantó, cogió la toalla y su ropa, y se dirigió al baño. “Shu, vuelve.” Cerró la puerta.
Toqué en ella, pero no respondió. Podía escuchar el agua de la ducha correr, lavándose el coño.
Cuando salió, Shu estaba vestida.

“No quiero que te vayas”, le dije. En la puerta, le pedí de nuevo que se quedara, pero se marchó.
Al enfilar sus pasos hacia el hall, le dije muy bajito: “chok dee.” Shu se giró y me deseó lo mismo.
Entonces se fue.

Solo en mi habitación, reflexioné sobre lo que acababa de suceder. Shu quería que me la comiera,
pero ella no había querido mamármela. Había quedado claro que ella estaba totalmente en contra de
chuparme la polla y yo la había puesto en una situación incómoda. Había simulado ser cosquillosa,
pero en realidad todo era debido al asunto de la felación. Shu había atraído mi cabeza hacia su coño,
pero fue reacia a devolverme recíprocamente el favor y mi insistencia le había molestado. Esta, en
mi última noche aquí, era otra evidencia de una chica thai y yo siendo incapaces de mantener un
mini-affaire durante más de dos o tres noches consecutivas antes de que todo se fuese al traste.

El lunes por la mañana, me encargué de mis últimas diligencias en Pattaya, ultimando los
preparativos finales antes de partir. Envié mis diapositivas de Phnom Penh a Madrid, consulté mi
correo-e, hice un almuerzo temprano y regresé al hotel.

Ya con mi equipaje abajo en el vestíbulo, caminé hasta la esquina y contraté un songthaew para un
viaje especial hasta la estación de autobuses. Cuando el songthaew se alejaba de mi hotel, vi a Toy
cruzando la calle. Llamé su atención y nos despedimos mientras yo pasaba montado en el taxi.
Verla otra vez en este último momento fue una extraña coincidencia. Ella, más que nadie, había
sido mi confidente en Pattaya. No lo había compartido todo con ella, pero sin duda había sido una
buena amiga.

Después de registrarme en un hotel en el área de Nana, pasé la tarde haciendo mandados en


Bangkok. Cuando oscureció, cargado con el equipo de fotografía, salí a sacar instantáneas para
ilustrar “Han”, mi relato de Bangkok.

Primero me dirigí a Soi Cowboy, donde saqué unas cuantas fotos del Coco’s y la vida nocturna por
fuera de los locales. Las chicas del Coco’s me dijeron que todas las bailarinas go-gó allí eran ladies.
Casi parecieron indignadas cuando lo pregunté, pero no se enfadaron y convinimos en que en
Coco’s estaban las féminas más bellas de Soi Cowboy. Cuando entré, algunas de las muchachas
bailaban totalmente desnudas. Estaban espléndidas. La próxima vez que venga a Bangkok, tal vez
consiga que algunas de ellas posen para mí.

Tomé el Sky Train hasta Patpong. Esta vía férrea elevada es un adelanto genial. No hay tráfico ahí
arriba. Saqué unas cuantas fotos de los carteles de neón de Patpong y luego entré al bar go-gó donde

315
PROMISCUO

me había llevado a Han, la chica de la historia que estaba ilustrando. Me dijeron que ella no estaba
y volví a salir para continuar sacando fotografías.

Mientras me hallaba cuadrando una instantánea, Han apareció y vino hacia mí. “¡Han! Justo acabo
de preguntar por ti en el BaBaBoBo. Lamento no haberte llamado durante el Songkran. Tenía otra
chica y estaba a punto de irme para Camboya.” Han era todo sonrisas. Parece que no había mal rollo
por no haberla llamado. “Deja que te saque una foto.”

“Paga los cuatrocientos al bar, por favor. Hoy no me apetece tener que bailar.”

“Estoy trabajando. Deja que te saque una foto.”

“Paga al bar”, insistió Han y se alejó.

En realidad no quería acostarme con ella y todavía necesitaba fotografiar Nana Entertainment Plaza.
Tras otras cuantas tomas en Patpong, volví a subir al Sky Train rumbo a Nana.

Las chicas de Nana Plaza fueron amables y cooperaron. Escondí discretamente mis objetivos y el
trípode y saqué cándidas fotos de la gente en el lugar. Cuando se terminó el carrete fotográfico de
mi cámara réflex, guardé el equipo y seguí andando por allí con una pequeña cámara compacta.
Algunas chicas me pedían que les sacara una foto y posaban sonrientes en posturas descaradas.
Cuando terminé mi segundo carrete, eché un último vistazo en un after-hours del lugar, pero no
hubo nada que me interesara. Después de una larga noche sacando fotografías, me dirigí al hotel y
dormí solo.

Era dormir lo que necesitaba y no un coño.

Al día siguiente, martes, revelé los carretes para mis ilustraciones de Bangkok. Las diapositivas
resultaron buenas, lo cual supuso un gran alivio para mí. Estaba previsto que saliera para Manila a
las tres de la mañana. Hice una última visita a Rok, mi amigo del taller de reparación de cámaras.
Como de costumbre, su padre, su hermana y su sobrino estaban también allí. Nos dijimos adiós y,
cómo no, nos deseamos unos a otros buena suerte: “Chok dee.”

Esta noche, la última para mí en Bangkok, cargué la cámara compacta y salí a sacar más fotos. No
estaba con ganas de pasar otra noche portando el trípode, el flash y los objetivos, más teniendo ya
conmigo las fotos que necesitaba para el trabajo. La excusa era dar un paseo y buscar un regalo para
Emily. A ella le encantan las blusas bonitas y la moda thai es pura dinamita, pero encontrar algo
que me gustara y que fuese lo suficientemente pequeño como para Emily resultó una tarea difícil.

Mientras estaba comprando una camiseta para mí en un puesto de la acera, me clavé una horrible
astilla en el dedo gordo del pie. Me retiré al hotel, limpié el dedo pulgar con alcohol e intenté sacar
la astilla con una aguja de coser y las pinzas de mi navaja suiza. Hurgar la herida fue doloroso como
el diablo y me hizo sangrar. La maldita astilla era un pequeño trozo de madera que se había clavado
hasta el fondo de mi pulgar. Conseguí llegar hasta ella con la aguja, pero era incapaz de extraerla.
Apreté los dientes y finalmente logré arrancarla. Apliqué un ungüento antibiótico y vendé el dedo.
Después de tres meses sin usar otra cosa que sandalias en Tailandia y Camboya, era una extraña
casualidad que hubiese tenido este percance la ultimísima noche de viaje.

316
PROMISCUO

De vuelta en Sukhumvit Road, por fin encontré una bonita blusa para Emily. En Soi Cowboy no
había nada a lo que mereciera la pena fotografiar. Creo que mi trabajo estaba finiquitado desde la
noche pasada. A veces me gusta simular ser un simple turista, un turista común no despierta
excesiva atención. Sorprendentemente, las chicas habían sido más receptivas a la cámara grande, los
objetivos, el flash y el trípode. Supongo que eso les parecería un evento más llamativo e interesante.

Al no encontrar chicas de mi gusto, caminé de regreso al hotel. De todos modos, no tenía tiempo
para follar. Cuando terminé de empaquetar, bajé el equipaje al vestíbulo y llamé un taxi. Es un largo
paseo hasta el aeropuerto, pero a esa hora el tráfico era fluido. Cuando el taxista supo que yo era
reportero gráfico, pensó que viajaba a Filipinas para fotografiar la guerra civil que allí se libraba.

Decir adiós a Tailandia no era tarea fácil, igual que tampoco lo fue despedirme de Camboya. Con el
billete de avión emitido y las maletas preparadas, el impulso me arrastraba. Seguía el plan trazado.

Cuando las ruedas de un avión abandonan la pista de despegue, sabes que la suerte ya está echada.
Cada vez que dejo España, siento una enorme sensación de alivio. No hay nada que pueda hacer por
las cosas que han quedado inconclusas. Estoy libre y viajo al encuentro de lo nuevo. Dejar un lugar
como Tailandia o Camboya es otra historia. Hasta el último instante, barajo la idea de posponer mi
vuelo. A veces lo pospongo durante meses. Me enamoro de los exóticos lugares que visito. Cada día
me depara nuevos descubrimientos que hacen que un lugar sea mejor y mejor.

Dormí escasamente dos horas en el avión. Al aterrizar en el Aeropuerto Internacional Ninoy Aquino
de Manila, pasé por Inmigración y Aduanas a eso de las siete de la mañana. “¿Qué lleva ahí?”,
preguntó el oficial, señalando al enorme estuche de mi equipo fotográfico.

“Cosas personales, nada para vender” respondí, y me dejó continuar sin abrirme el equipaje.

Los taxistas a la puerta del aeropuerto pretendían cobrarme un importe mayor del que yo estaba
dispuesto a pagar, así que arrastré mis maletas hasta la calle, donde paré un taxi hasta la terminal de
autobuses. El conductor hablaba tagalog y también conocía bastantes términos en español: no
hemos de olvidar que éste fue un territorio de ultramar español desde 1565 hasta 1899. En Filipinas
aún se conserva un dialecto llamado ‘español chabacano’. Aún se conservan residuos del mismo.

Con el estuche del equipo fotográfico y mi equipaje de mano a buen recaudo abajo en la bodega del
autobús, subí a él con mi ordenador portátil y la cámara rumbo a Angeles City. Un uniformado pasó
un detector de metales (¿o de bombas?) por mi cuerpo.

A través del parabrisas del autobús, pude ver a las regordetas vendedoras sonreír mientras
trabajaban en sus puestos de bocadillos y de chucherías. Sonaba buena música en el estéreo del
autobús. Estaba contento de estar en Filipinas de nuevo. Vi a un joven local entrar en la terminal y
caminar por el andén luciendo una amplia sonrisa, aparentemente ajeno a la reciente ola de

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PROMISCUO

atentados. Me pregunté por qué evidenciaba estar tan feliz. Parece que acabara de hacer el amor
con una dulce filipina. Cuando salimos de la terminal, el conductor puso una película en el vídeo y
me acomodé para verla.

Una vez en Angeles City, al regresar de que la ciudad me diese la bienvenida tras tan larga y
ajetreada ausencia, caí en un reparador y profundo sueño de dieciséis horas.

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PROMISCUO

¡DEJAD QUE LAS ASIÁTICAS


SE ACERQUEN A MÍ!
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PROMISCUO

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PROMISCUO

En esta misma colección:

1001 fotos, El álbum de Promiscuo

Y:

GOGÓ (Confesiones de una prostituta asiática)

http://esteven.bubok.es
http://promiscuo-promiscuo.blogspot.com

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