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HISTORIA DE ESPAÑA TEMAS 2º BACHILLERATO CURSO 2017-18

BLOQUE 5. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833):


LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO

5.1 EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA: RELACIONES ENTRE


ESPAÑA Y FRANCIA; LA GUERRA DE INDEPENDENCIA; EL PRIMER
INTENTO DE REVOLUCIÓN LIBERAL, LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA
CONSTITUCIÓN DE 1812

5.1.1 LA CRISIS DE 1808. LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y LOS


COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL

Los primeros años del reinado de Carlos IV


El reinado de Carlos IV se inició con la convocatoria de las Cortes Generales
(1789) para abolir la Ley Sálica. Pero la Pragmática derogatoria de la ley no se publicó,
lo que complicaría el problema sucesorio después de la muerte de Fernando VII.
- La Revolución Francesa tuvo una influencia capital sobre la política española.
El pánico al contagio ideológico llevó a Floridablanca a prohibir la entrada de libros y
la salida de estudiantes y a establecer la censura de noticias. El conde de Aranda, que
sucedió a Floridablanca, era consciente de los inconvenientes de una guerra contra
Francia, lo cual suponía ceder a las motivaciones ideológicas y dinásticas y sacrificar las
alianzas políticas establecidas. La guerra suponía también enormes gastos para una
Hacienda arruinada. La postura de neutralidad de Aranda fue manipulada por sus
enemigos, en especial la reina y Godoy, que consiguieron derrocarle en 1792.
Los nuevos gobernantes españoles optaron por la alianza con Gran Bretaña
cuando durante la Revolución Francesa se guillotinó a Luis XVI. Por la Paz de Basilea
(1795), que puso fin a este conflicto, España perdía su parte de la isla de Santo
Domingo, que pasaba a Francia.
- El retorno a la alianza estratégica con Francia, aunque era la vuelta a la mutua
defensa contra Gran Bretaña, suponía la subordinación a la política de Napoleón. Los
Tratados de San Ildefonso (1796 y 1800) involucraron a España en el primer gran
plan napoleónico: la invasión de Gran Bretaña.
En una primera fase se produjo la derrota de España ante Gran Bretaña frente al
cabo de San Vicente (1797) y la pérdida de la isla de Trinidad; después tuvo lugar la
«guerra de las naranjas» (1801) contra Portugal, aliada de los británicos; y en 1805, la
armada franco-española cayó derrotada ante los ingleses en Trafalgar.
Los antecedentes de la guerra
El Tratado de Fontainebleau (1807) implicó a España en un segundo plan
napoleónico: el bloqueo comercial de Gran Bretaña. Para obligar a Portugal a cerrar sus
puertos a los británicos, se determinó su invasión por tropas franco-españolas. En opo-
sición a esta política fue creciendo un grupo cortesano que, en torno al Príncipe de
Asturias, Fernando, buscaba la caída de Godoy.
Godoy, alarmado ante las evidentes intenciones invasoras de Napoleón, decidió
enviar a Sevilla a la familia real para embarcarla hacia América. La inquietud producida
en el pueblo fue aprovechada por la nobleza para actuar contra Godoy, instigando el
Motín de Aranjuez (marzo de 1808), que terminó con su caída y con la abdicación de
Carlos IV. Poco después, en Bayona, los reyes y el príncipe abdicaban ante Napoleón
(5 de mayo de 1808), en España se producía el levantamiento del 2 de mayo y se
iniciaba la guerra.
La Guerra de Independencia. Los acontecimientos militares
Los sucesos del 2 de mayo en Madrid provocaron una sublevación general
contra los franceses. La primera etapa de la guerra se caracterizó por el éxito de la
resistencia española, que obtuvo en Bailén (julio 1808) una importante victoria. Una
segunda etapa, de claro dominio francés, se inició cuando, en noviembre de 1808,
Napoleón, llegó a España. En diciembre entraba en Madrid mientras sus generales
lograban el control de Aragón, tras la toma de Zaragoza; de Galicia, después de derrotar
al general británico Moore, y de Cataluña, aunque no consiguieron dominar Andalucía,
pues Sevilla no caería hasta 1810, ni Valencia.
Una tercera etapa se produjo a raíz de dos acontecimientos: la decidida
participación de los británicos en la guerra y la partida de Napoleón, solicitado por el
empeoramiento de la situación bélica francesa en el resto de Europa. Desde Portugal, el
general británico Wellington realizó ofensivas continuadas: Talavera, La Albuera,
Ciudad Rodrigo, ejemplos del aumento de la presión hispano-británica. Arapiles, Vitoria
y San Marcial fueron los golpes finales a un ejército francés ya en retirada.
La Guerra de Independencia constituyó un ejemplo de guerra nacional de
liberación frente al invasor extranjero y tuvo una gran trascendencia: en lo militar dio
lugar a nuevas formas de lucha (la guerrilla) y de resistencia (los sitios a las ciudades);
en lo político sirvió de marco al desarrollo de la primera parte del proceso
revolucionario español contra el Antiguo Régimen.
Los acontecimientos políticos
En mayo de 1808 existían en España dos poderes: por una parte, la Junta de
Gobierno dejada por Fernando VII y, por otra parte, el nuevo orden político
napoleónico basado en la Constitución de Bayona y en la nueva dinastía, representada
por el hermano de Napoleón, José I Bonaparte.
Sin embargo, ante la falta de respaldo efectivo, se produjo un vacío de poder que
la iniciativa popular tendió a llenar espontáneamente con la creación de un nuevo tipo
de autoridad, derivada de la voluntad del pueblo y del fin supremo de la defensa y
gobierno del país. Nacían así las Juntas, expresión peculiar de la soberanía nacional. En
junio de 1808 eran ya numerosas y estaban coordinadas por trece Juntas Supremas; en
septiembre se creó la Junta Central. El poder se trasladaba así de las instituciones
tradicionales a las nuevas. Pero el acceso de miembros calificados del Antiguo Régimen
al control de las Juntas fue vaciando progresivamente a las Juntas de su espíritu
primitivo.
La Junta Central, presidida por Floridablanca, redujo su labor a una simple
gestión, nada revolucionaria. En enero de 1810 se disolvió la Junta Central pasando el
poder a una Regencia.

5.1.2 LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812

Las Juntas que surgieron a partir de mayo de 1808 se sentían depositarias de la


soberanía nacional al considerar que las abdicaciones de Bayona habían sido un acto
ilegal que había roto el tradicional pacto entre el rey y el pueblo y, por tanto, la
soberanía revertía al pueblo.
La Regencia convocaba a la Nación a Cortes para que sus representantes, en
una sola cámara, procedieran a restablecer y mejorar la jurisdicción fundamental de la
monarquía. Reunidos en Cádiz desde septiembre de 1810, los diputados fueron, en gran
parte, eclesiásticos, pero predominaron los pertenecientes a las clases medias. Entre los
diputados se manifestaron tres tendencias:
- Los absolutistas o serviles, representantes de la ideología conservadora, que
interpretaban la situación como puramente coyuntural y que sostenían que todo se
resolvería con la expulsión de los franceses y la vuelta al trono de Fernando VII.
- Los liberales, que, partiendo de la crisis de la monarquía, pretendieron aprovechar las
consecuencias del triunfo de la soberanía nacional en la guerra. Sus ideas se inspiraron
en las de la Revolución Francesa y, como en Francia, deseaban dar vida a una
Constitución que recogiera y consagrara estas ideas.
- Los jovellanistas, que eran continuadores de la Ilustración. Admitían que, en la
coyuntura que vivía el país, el pueblo tomara la primacía de la acción de gobierno, pero
no admitían un uso revolucionario del poder. Para ellos, la soberanía no era propiedad
del rey ni del pueblo, sino del rey y las Cortes.
Las Cortes se plantearon dos objetivos: constituir un nuevo régimen político,
para lo que se redactó la Constitución de 1812 y promover la transformación de la
sociedad, para lo que dispusieron la publicación de un conjunto de leyes.
La Constitución se publicó el 19 de marzo de 1812 (día de S. José, por lo que
fue llamada coloquialmente “la Pepa”). Posee tres características: es de origen popular,
pues se hace por su iniciativa; es la más extensa del constitucionalismo español, con
384 artículos, y es muy rígida, pues sólo se permitía su modificación tras ocho años y
con procedimientos muy rigurosos. Los principios básicos son soberanía nacional
(artículo 3), división de poderes (artículos 15, 16 y 17), sufragio universal y nuevo
sistema de representación, ya que los diputados no representaban a su estamento ni se
limitaban a ser sus portavoces, sino que representaban a la Nación. Mantiene a España
como una monarquía y como religión la católica.
La labor legislativa de las Cortes de Cádiz fue trascendental: abolición de los
señoríos jurisdiccionales, supresión de ciertos mayorazgos, abolición de la Inquisición,
eliminación de las pruebas de limpieza de sangre. También se establecieron algunas
libertades fundamentales, entre las que destaca la libertad de prensa.
Las Cortes de Cádiz diseñaron un nuevo tipo de Estado y establecieron sus
principios programáticos, al tiempo que la Constitución se convertía en el símbolo del
liberalismo español. Pero la minoría que impulsó estas reformas no contó con tiempo ni
fuerza suficientes para realizar lo legislado pues la vuelta de Fernando VII inauguró un
nuevo periodo de absolutismo.

5.2 EL REINADO DE FERNANDO VII: LA RESTAURACION DEL


ABSOLUTISMO; EL TRIENIO LIBERAL; LA REACCIÓN ABSOLUTISTA

5.2.1 FERNANDO VII: ABSOLUTISMO Y LIBERALISMO

Restauración del absolutismo (1814-20)


Fernando VII regresó en 1814 encontrando apoyos sobrados para imponerse
como monarca absoluto. El general Elío puso a su disposición el segundo ejército y un
grupo de diputados le dirigió el llamado “Manifiesto de los Persas”, incitándole a
restablecer el Antiguo Régimen, mientras el pueblo le aclamaba como el rey deseado.
Se produjo entonces el auténtico golpe de Estado, que fue el Real Decreto de 4 de mayo
de 1814, por el que el rey declaraba nulos y de ningún valor ni efecto, la Constitución y
los decretos emanados de las Cortes de Cádiz.
La facilidad del triunfo contribuyó a la radicalización del absolutismo que
caracterizó el primer período del reinado (1814-1820). En el exterior, España se alineó
con las potencias de la Restauración unidas desde el Congreso de Viena y su Santa
Alianza. En el interior, se restauraron las viejas instituciones, se recompuso la sociedad
estamental y se restableció la Inquisición. La oposición liberal, excluida y perseguida,
tuvo que encauzar su acción por los caminos de la conspiración y del pronunciamiento.
Mina, Porlier y Lacy protagonizaron pronunciamientos que fracasaron, hasta que, en
1820, triunfó el levantamiento de Rafael de Riego en Cádiz (cuando debía partir a
sofocar la rebelión hispanoamericana), que sirvió para que el rey jurase la Constitución.

El trienio liberal (1820-1823)


El manifiesto de marzo de 1820 (“marchemos francamente, y yo el primero, por
la senda constitucional”) y la jura de la Constitución de 1812 dan paso a un nuevo
periodo en la monarquía de Fernando VII.
La vuelta del régimen liberal se debió, más que a su propia fuerza, al caos y
debilidad del régimen absolutista: caos hacendístico, derivado de la crisis económica
interior y de la emancipación de las colonias; caos político, ya que los liberales se
habían escindido en moderados o doceañistas, dispuestos a pactar con la Corona para
implicarla en el proceso reformista, y exaltados o veinteañistas, partidarios de
soluciones radicales para liquidar el Antiguo Régimen.
Los liberales moderados gobernaron durante los dos primeros años y
prosiguieron la obra comenzada en Cádiz.
Los absolutistas se opusieron llegando a establecer la llamada Regencia de
Urgel. La llegada al poder de los liberales exaltados dio pie a la intervención extranjera:
en el Congreso de Verona, la Santa Alianza decidió enviar a los Cien Mil Hijos de San
Luis, que penetraron hasta Cádiz y restablecieron el poder absoluto de Fernando VII.

La «década ominosa» (1823-1833)


En el tercer periodo del reinado se dio paso a una política de moderación en la
línea del reformismo ilustrado, con figuras políticas como Cea Bermúdez, o
economistas como López Ballesteros, que desde el ministerio de Hacienda, estableció
el sistema de presupuestos anuales para controlar los gastos.
Pero el reinado aún tenia que cerrarse con un grave problema; la sucesión.
Formalmente se trataba de dilucidar el pleito entre Carlos, hermano del rey, e Isabel, la
hija de Fernando VII, puesto que en 1830 se había publicado la Pragmática Sanción que
derogaba la Ley Sálica.
En la práctica, se planteaba la lucha entre dos tendencias y dos mentalidades, la
absolutista y la liberal (algo que también se discutía en el resto de Europa).

5.3 EMANCIPACIÓN DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA: EL PROTAGONISMO


CRIOLLO; LAS FASES DEL PROCESO; REPERCUSIONES PARA ESPAÑA.

Antecedentes de la independencia
Las causas internas
Desde Carlos III, la política reformista afectó también a las estructuras de las
colonias, que experimentaron un considerable desarrollo. Sin embargo, la metrópoli
mantuvo un sistema de pacto colonial que postergó el protagonismo de los criollos y
mantuvo la economía colonial en una clara dependencia de los intereses metropolitanos.
La derrota de Trafalgar (1805) supuso un menor contacto entre la metrópoli y las
colonias, con lo que los criollos, principales protagonistas de la independencia,
comenzaron a organizarse y además atender el creciente intervencionismo británico.
Desde 1808, el mismo vacío de poder que dio vida en España a las Juntas y al proceso
político posterior se reprodujo en América a partir de los Cabildos.
Las causas externas
En el proceso de independencia influyeron las ideas ilustradas y los ejemplos
revolucionarios de Estados Unidos y Francia, en los que algunos líderes
independentistas, como Francisco Miranda, habían participado. Por otra parte, fue
fundamental el apoyo de Estados Unidos y de Gran Bretaña a las independencias, por su
interés en desplazar a España y sustituirla en el control del espacio americano.

Desarrollo del proceso de Independencia (fases y consecuencias)


De los antecedentes pueden deducirse los complejos problemas
socioeconómicos, y no solamente políticos, que se hallaban en el trasfondo de la
independencia, hasta el punto de que el miedo a la revolución social (rebelión de Túpac
Amaru, en 1780; intentos de regímenes populistas, como el de Boves en Venezuela, en
1813) hizo a los criollos plantearse y asumir la revolución política.
Los primeros conflictos se produjeron a partir de 1810 y España reaccionó con
medidas políticas: las Cortes de Cádiz definieron a la nación española como la reunión
de todos los españoles de ambos hemisferios. Al volver a España Fernando VII se
adoptaron medidas militares: en 1815 se envió un cuerpo expedicionario al mando del
general Morillo que logró controlar, momentáneamente, la situación en Nueva Granada.
En la segunda etapa del proceso (1816-1820), lo logran Chile y Colombia.
En 1820, tras la sublevación de Riego en España, se inició la última etapa de la
lucha independentista en la que las dificultades internas españolas postergaron !a
atención debida al problema americano.
En México destaca Agustín de Iturbide quién había proclamado la libertad del
país en el Plan de Iguala (1821). Sin embargo, tendrán más influencia Simón Bolivar y
José de San Martín o Sucre quienes remataron sus últimas victorias en las batallas de
Carabobo (1821) y en Ayacucho (1824) y permitieron el diseño de una América del sur
con gran potencial pero que pronto se dividiría en graves conflictos internos.

5.4. LA OBRA DE GOYA COMO TESTIMONIO DE LA ÉPOCA.

BLOQUE 6. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL


(1833-1874)

6.1 EL CARLISMO COMO ÚLTIMO BASTIÓN ABSOLUTISTA: IDEARIO Y


APOYOS SOCIALES; LAS GUERRAS CARLISTAS.

6.1.1 CARLISMO Y GUERRA CIVIL. LA CUESTIÓN FORAL.

1. OPOSICIÓN AL LIBERALISMO. CAUSAS:


- CUESTIÓN SUCESORIA: La llamada “Ley Sálica” de los Borbón daba prioridad
en la sucesión al trono a los varones frente a las mujeres. Aunque Carlos IV ya aprobó
una Pragmática Sanción que la anulaba, ésta no entró en vigor hasta su publicación en
1830 ya con Fernando VII como rey. Con esta Pragmática Sanción se abre la
posibilidad de reinar a la hija mayor del rey, caso de no tener hijos varones.
El hermano del rey, Carlos María Isidro (D. Carlos), considera que se vulneran
sus derechos al forzarse la aprobación de dicha pragmática estando ya embarazada la
reina Mª Cristina. Cuando nace Isabel II la legalidad vigente la convierte en heredera
legítima. En el fondo, los carlistas defienden el absolutismo proveniente del Antiguo
Régimen mientras que los isabelinos admiten algunas de las reformas liberales que
comienzan a extenderse por Europa y América.
- MINORÍA DE EDAD DE ISABEL II: Tras la regencia de su madre Mª Cristina y la
de Espartero, se declaró mayor de edad y por tanto reina a todos los efectos a Isabel II a
finales de 1843 con trece años. Durante su minoría de edad existen numerosos intentos
fallidos de lograr un acuerdo entre las dos ramas de los Borbón y presiones
internacionales a favor de uno y otra.
- LUCHA IDEOLÓGICA ABSOLUTISMO<···>LIBERALISMO: Al igual que en
otros países de Europa estas dos ideologías se mantienen en dura pugna por el poder
durante todo el siglo XIX. Sus dos visiones contrapuestas de la sociedad, la política o la
economía se resuelven ya avanzado el siglo aunque en España tardará más tiempo.
- TRADICIONALISMO RELIGIOSO: La mezcla de absolutismo y catolicismo muy
tradicional e intransigente entre los carlistas, provoca una fuerte tensión en la Iglesia
católica española y entre sus fieles, especialmente en algunas zonas.
- CUESTIÓN FORAL: Los fueros eran las leyes propias de las antiguas coronas de
Castilla, Aragón y Navarra. Los Decretos de Nueva Planta del siglo XVIII los anularon
y la legislación e instituciones castellanas se convirtieron en las de todo el país.
La coincidencia de algunos antiguos territorios forales con los dominios carlistas
provocó que la defensa y reivindicación de los fueros fuese un objetivo del carlismo
absolutista para atraerse partidarios frente a la “uniformidad” de los liberales isabelinos.

2. CARLISMO Y GUERRAS CARLISTAS


ORIGEN:
Carlos María Isidro Borbón, segundo hijo de Carlos IV, estuvo con su familia en
Bayona durante la Guerra de Independencia y tras ésta, ocupó cargos de relevancia. Se
mostró contrario a la política de amnistía a los liberales y la relación con intentos de
sublevación absolutista favorecen su distanciamiento de Fernando VII.
La Pragmática Sanción de 1830 le aparta del trono, con lo que aumenta el
enfrentamiento con su hermano y a la muerte del mismo reclamó sus derechos frente a
su sobrina Isabel II, provocando finalmente el estallido de la Primera Guerra Carlista.
Su derrota le lleva fuera de España, muriendo en Trieste en 1855.
APOYOS:
TERRITORIALES ········> Navarra, zonas rurales del País Vasco, Norte de Cataluña y
área del Maestrazgo. La sede de la corte carlista será fundamentalmente Estella
(Navarra). Son regiones de fuerte sentimiento foral, muy tradicionales desde el punto de
vista político-religioso y predominantemente rurales.
POLÍTICOS ··········> Aristócratas, nobles y clérigos tradicionalistas partidarios de un
absolutismo del A. Régimen. Terratenientes y propietarios que viven de rentas, que ven
en la recuperación de los fueros la posibilidad de aumentar su poder socioeconómico.

PRIMERA GUERRA CARLISTA (1832-40) o Guerra de los Siete Años


Se desarrolla en las citadas zonas de apoyo carlista. Destaca el sitio de Bilbao,
ciudad que pretendían ocupar por el valor estratégico de su puerto, industria y
población. Durante dicho cerco, el afamado líder carlista Zumalacárregui falleció a
consecuencia de las heridas recibidas.
Dos intentos vanos destacan entre los carlistas en la marcha de la guerra: la ruta
del general Gómez en 1836 tratando de reunir partidarios y la llamada Expedición
Real de “Carlos V” (1837) sobre Madrid cuya indecisión permitió la reacción isabelina.
El mando carlista en el norte pasó a Maroto quien acabará firmando el
Convenio de Vergara (1839) con el general isabelino Espartero por el cual se acepta la
integración de los carlistas más moderados en el sistema e incluso en el ejército.
Cabrera resistirá durante un tiempo en el Maestrazgo pero su aislamiento y escasez de
recursos le obligarán a huir a Francia, terminando así la guerra.

SEGUNDA GUERRA CARLISTA (1847-60)


Menos trascendental, se redujo a una guerra de guerrillas impulsada por Cabrera
en Cataluña (“guerra del Matiners”). Su escasa incidencia fue más política que militar.

TERCERA GUERRA CARLISTA (1873-75)


Se produjo en tierras vasconavarras y Cataluña donde el carlismo ya queda al
mando de “Carlos VII”. El fracaso para tomar Bilbao y la Restauración borbónica en la
persona de Alfonso XII significaron la derrota carlista y el comienzo de su decadencia.

6.2 TRIUNFO Y CONSOLIDACIÓN DEL LIBERALISMO EN EL REINADO DE


ISABEL II

6.2.1 ISABEL II (1833-43): LAS REGENCIAS

A) La regencia de María Cristina (1833-1840).


A lo largo de estos años se produjo el tránsito político del absolutismo al
liberalismo en dos fases. En la primera, los liberales trataron de terminar con la
contrarrevolución, protagonizada por el carlismo y de consolidar el liberalismo. En
una segunda fase, el desarrollo del sistema originó las actitudes políticas que cuajaron
en dos partidos liberales: moderados y progresistas.
Cea Bermúdez, impulsó reformas puramente administrativas, tales como la
nueva división provincial o la creación del Ministerio de Fomento. Sin embargo, con la
muerte del rey y el inicio de la guerra carlista, todos los contrarios a D. Carlos instaron
a la regente María Cristina a un cambio político.
Martínez de la Rosa fue cauteloso, como lo demuestra el Estatuto Real (1834),
en el que aún se negaba a las Cortes la iniciativa legisladora, pues su convocatoria se
consideraba como una “gracia real”.
El pronunciamiento de los sargentos en La Granja (verano de 1836) obligó a la
Regente a acatar la Constitución de 1812. El gobierno progresista de Calatrava aceleró
el cambio. Así, se aprobó la Constitución de 1837 que, junto con una nueva Ley
Electoral, de participación más amplia, y con la obra legislativa de las propias Cortes,
fue la base de una verdadera etapa revolucionaria: supresión de los señoríos, fin del
diezmo, desamortización de los bienes de la Iglesia (Desamortización de
Mendizábal, 1836), institucionalización de la Milicia Nacional y establecimiento de
la libertad de imprenta. Pero la radicalización liberal produjo una creciente oposición
y, en octubre de 1837, los moderados volvieron al poder optando por consolidar los
logros y terminar la guerra carlista (1840).

B) La regencia de Espartero (1841-1843).


La disyuntiva proteccionismo-librecambismo enfrentó a Espartero (príncipe de
Vergara y duque de la Victoria) con la burguesía catalana, al tiempo que el ala más
radical del progresismo empezó a evolucionar hacia lo que serán, más tarde, las posturas
demócratas y republicanas. En 1843, un movimiento militar, dirigido por Narváez,
consiguió la caída de Espartero.
6.2.2 ISABEL II (1843-68): EL REINADO EFECTIVO
Con trece años, Isabel II es declarada mayor de edad y por tanto reina efectiva.
A) Década moderada (1844-54)
Primer período de una época en la que una oligarquía mantuvo el poder durante
un cuarto de siglo sobre una concepción moderada del Estado, el “gobierno de los
capaces”, ejemplificado con Narváez, y una sociedad estructurada sobre la propiedad.
La Constitución de 1845 es el exponente de esta mentalidad moderada, que restringió la
Ley Electoral, consagró el centralismo, reanudó la alianza con la Iglesia (Concordato de
1851) y buscó su consolidación con el respaldo de una parte del Ejército.
En los últimos años de la década moderada, el régimen evolucionó hacia una
extrema reacción (gobierno de Bravo Murillo) que concitó la oposición general. Del
propio seno moderado arrancó la oposición, que logró el apoyo de O'Donnell.

B) Bienio progresista (1854-56)


La revolución de 1854 contó con el pronunciamiento tradicional, la llamada
“Vicalvarada” (encabezada por O’Donnell) pero tuvo además una fundamentación
ideológica que se recogió en el «Manifiesto de Manzanares», inspirado por Cánovas y
orientado a conectar con los progresistas mediante una serie de concesiones políticas.
La reina, sin otra salida, ofreció el gobierno a Espartero, quien, apoyado por
O'Donnell, lo ocupó durante todo el bienio.
Los nuevos gobernantes se plantearon la realización de una nueva Constitución,
que no llegó a publicarse (non nata); además se puso en marcha un nuevo proceso
desamortizador, con la Ley de Desamortización General, de Madoz (1855). En
conjunto, se pretendió ampliar la participación electoral y las libertades.
C) Fin del reinado (1856- 68)
El binomio Espartero-O'Donnell terminó en el verano de 1856 y O'Donnell, solo
en el poder, tuvo ocasión de poner en práctica su propia solución de recambio: la Unión
Liberal. Se volvía a pretender una vía política centrista que superara la oposición entre
moderados y progresistas. Más que un nuevo partido, se trataba de un conglomerado de
políticos oportunistas que tampoco remediaron al agotamiento del sistema.
Entre 1856 y 1868 se alternaron en el poder la Unión Liberal de O'Donnell y
el partido moderado de Narváez. En su primer Gobierno, O'Donnell restableció la
Constitución de 1845 con un Acta Adicional que pretendía liberalizarla. De 1858 a
1863, O'Donnell presidió el más largo Gobierno del reinado, cuya labor más interesante
fue la política exterior (expediciones a Marruecos, Cochinchina y México).
El progresismo quedó abocado a ejercitar la oposición por la vía del
retraimiento, esto es, de la no participación en la vida política ni las elecciones. La vía
de la conspiración aprovechó el descontento y se propuso el derrocamiento de Isabel II
(Pacto de Ostende, 1866). En 1868, desde Cádiz se inicia una revolución que termina
con su reinado.

6.3 EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874): LA REVOLUCIÓN, EL


REINADO DE AMADEO I Y LA PRIMERA REPÚBLICA

6.3.1 REVOLUCIÓN DEL '68


El 18 de septiembre de 1868, la flota se sublevó en Cádiz iniciando una
revolución. Liderado por personajes como Prim y Serrano, el movimiento se fue
generalizando por el país y la reina optó por huir a Francia.
Tras la huida de Isabel II se organizaron Juntas Revolucionarias en todo el
país. En Madrid, la Junta Suprema de Gobierno dio paso a la formación de un
GOBIERNO PROVISIONAL presidido por el general Serrano, en el que junto a los
unionistas hubo cinco ministros progresistas, entre ellos el general Prim.
El gobierno, apoyado por el Ejército, se vio presionado por las Juntas
Revolucionarias (dominadas por los demócratas), que estaban respaldadas en la calle
por las milicias revolucionarias de los Voluntarios de la Libertad.
Las primeras medidas del Gobierno provisional incluyen los principios que la
revolución había defendido, reglamentando la libertad de imprenta, los derechos de
asociación y reunión y el sufragio universal. Para encauzar la vida política, el Gobierno
convocó en el mes de diciembre de 1868 elecciones a Cortes Constituyentes.
Las Cortes quedaron constituidas el 11 de febrero de 1869, con una amplia
mayoría para las fuerzas políticas que componían el gobierno. Serrano asumió el poder
ejecutivo mientras una comisión, encabezada por Olózaga, redactó en breves días el
proyecto de una nueva Constitución. En el debate parlamentario del proyecto brillaron
grandes oradores, como Castelar y Cánovas
La determinación del tipo de régimen, monarquía o república, y la cuestión
religiosa fueron los puntos más debatidos. Al fin, la mayoría en las Cortes hizo triunfar
el principio de la Monarquía, mientras que la cuestión religiosa se resolvió con la
aceptación de la libertad de cultos. Además, la Constitución de 1869 incluyó los
principios básicos del liberalismo democrático:
- La soberanía nacional, que reside en las Cortes y se traduce en el ejercicio del
sufragio universal.
- Una declaración exhaustiva de derechos individuales.
- La descentralización administrativa y judicial
Una vez aprobada la Constitución, se estableció la REGENCIA, de la que se
encargó Serrano, mientras se encontraba un nuevo rey para España. Prim, que presidía
el gobierno, acometió esta delicada misión, que llegó a servir de excusa para la guerra
franco-prusiana (ambos países ofrecieron candidatos al trono español). Finalmente, se
resolvió con la aceptación de Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia.
Esta candidatura era bien vista por las fuerzas monárquicas más progresistas, debido al
prestigio con que contaban los Saboya, que acababan de lograr la unificación de Italia.
6.3.2 REINADO DE AMADEO I (1871-73)
Amadeo de Saboya fue elegido rey, por abrumadora mayoría de votos, el 16 de
noviembre de 1870 en las Cortes. El nuevo monarca llego a España días después de que
el general Prim, su más firme apoyo, hubiera sido víctima mortal de un atentado en
Madrid.
Amadeo I entró en Madrid el 2 de enero de 1871 resuelto a cumplir con su papel
de rey constitucional, pero las fuerzas políticas del régimen fueron incapaces de
asegurar la estabilidad política. Los gobiernos se sucedieron rápidamente entre los
constitucionales de Sagasta, los radicales de Ruiz Zorrilla y el grupo de viejos
unionistas de Serrano.
A esta debilidad interna se añadían diversos problemas: la oposición de
republicanos y monárquicos alfonsinos; el problema de la Tercera Guerra Carlista,
renacida en mayo de 1872; el de la insurrección de Cuba, iniciada en 1868; la
impopularidad del rey (que era considerado extranjero) y el escaso apoyo que éste
recibió de la aristocracia y del Ejército.
El rey transmitió su abdicación al Congreso en febrero de 1873 y el Congreso y
el Senado, reunidos en Asamblea Nacional, proclamaron la Primera República.

6.3.3 LA PRIMERA REPÚBLICA (1873-74)


La Primera República intento, sin éxito, consolidar el régimen nacido en
septiembre de 1868, a lo largo de sus once meses de existencia. La idea republicana no
contaba con suficiente raigambre en el país y, por otro lado, los cuadros dirigentes se
encontraban divididos en unitarios y federalistas.
La preocupación de Figueras, primer presidente de la República, fue reunir
Cortes Constituyentes, que definieran la nueva situación. Constituidas las Cortes en el
mes de junio de 1873 la Presidencia de la República recayó entonces sobre Pi i
Margall, partidario del federalismo. El proyecto de Constitución, que Pi i Margall
presentó a las Cortes, en julio, convertía a España en una República federal de diecisiete
estados, pero no pudo aprobarse, ya que la insurrección cantonal obligó a suspender
las Cortes y Pi i Margall tuvo que dimitir.
La República evolucionó hacia posturas más conservadoras, giro iniciado por e!
nuevo presidente, Salmerón, que se mostró dispuesto a terminar con la resistencia
cantonal. Tras la dimisión de Salmerón en septiembre, Castelar practicó una política de
autoridad encaminada a asegurar el orden y la unidad.
Cuando las Cortes se reunieron de nuevo en enero de 1874, se produjo la
intervención militar del general Pavía, capitán general de Madrid, quien disolvió la
Asamblea. El general Serrano comenzó entonces el cuarto ensayo del sexenio, al asu-
mir la Presidencia del Poder Ejecutivo de la República, bajo el orden constitucional de
1869. Serrano mantuvo durante 1874 una República unitaria y conservadora.
El régimen tenía los días contados por su propia provisionalidad y de ello se
aprovechó el partido alfonsino, que acabó asegurando la restauración de los Borbón,
después del levantamiento del general Martínez Campos en Sagunto, en diciembre de
1874 en favor del futuro Alfonso XII.

6.4 LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL


Primera etapa
Hasta la Revolución de 1868 fue escasa su presencia y queda reducido
prácticamente a protestas espontáneas canalizadas a través del luddismo
(antimaquinismo) que destruía maquinaria en protesta por la pérdida de puestos de
trabajo. También existen las sociedades de socorro mutuo aunque todo ello está
impulsado por un pequeño número de obreros industriales (si casi no hay industria no
puede haber mucho obrero industrial).
Segunda Etapa. Sexenio Democrático (1868/74)
El movimiento obrero había dado sus primeros pasos en 1868 y había crecido
amparado en la libertad de asociación establecida en la Constitución de 1869.
El italiano Fanelli, discípulo de Bakunin, organizó los primeros centros
obreristas en Madrid y en Barcelona, creándose la sección española de la Primera
Internacional, que fue disuelta en 1874 por el general Serrano.
En este contexto se evidenció la desconfianza de los trabajadores hacia el
liberalismo progresista, la república e incluso la democracia. Como consecuencia
comienzan a organizarse huelgas, se fundan las primeras agrupaciones sindicales y
partidos obreros.
Al igual que el movimiento obrero continental, en España se difunden dos
corrientes principales en el contexto de la Iª Internacional: el anarquismo y el
socialismo.

BLOQUE 7. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA: IMPLANTACIÓN Y


AFIANZAMIENTO DE UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO (1874-1902)

7.1 REINADO DE ALFONSO XII: EL SISTEMA CANOVISTA Y LA


CONSTITUCIÓN DE 1876

7.1.1 REINADO DE ALFONSO XII. TEORÍA Y REALIDAD DEL SISTEMA


CANOVISTA

A) SISTEMA CANOVISTA
Durante el sexenio revolucionario, los partidarios de la dinastía Borbón
prepararon su Restauración, facilitada por la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso.
Cánovas del Castillo, jefe del partido alfonsino, se esforzó en crear un estado de opinión
favorable a la proclamación del príncipe. A ello contribuyó el Manifiesto de Sandhurst,
suscrito por D. Alfonso, en el que el futuro rey expresaba al pueblo español su fé en la
monarquía liberal y sus deseos de conciliación y paz. Pero el pronunciamiento de
Martínez Campos en Sagunto (1874) precipitó las cosas produciéndose la
Restauración en la persona de Alfonso XII (1875-85).
Sobre las bases del liberalismo doctrinario, Cánovas tendió puentes de conciliación
a las fuerzas políticas protagonistas de la Revolución de 1868 que estuvieran de acuerdo
con la nueva monarquía, intentando también apartar al Ejército de la política.
La vida política y militar se estabilizó: la guerra carlista vio su fin, con la
victoria de Abadiano y la conquista de Estella por las fuerzas del Gobierno; y el
problema cubano quedó detenido tras el Convenio del Zanjón, acordado por Martínez
Campos con los insurrectos en 1878.
El sistema canovista se apoyaba en tres bases principales
- La teoría de la Constitución interna o histórica, que hacía recaer la soberanía en el
Rey y las Cortes, dos instituciones avaladas por la historia.
- El sistema de poder, que se articulaba en dos pares de fuerzas: las que encarnaban la
soberanía, es decir, el Rey, que detenta la autoridad, y las Cortes, depositarias de la
libertad, y las que realizarían la política, es decir, dos partidos políticos que se
turnarían pacíficamente en el poder.
- La Constitución escrita, que organizaría la actuación de esas fuerzas.
B) CONSTITUCIÓN DE 1876
Tras la Restauración, se convocaron elecciones para las Cortes Constituyentes
que, con una dócil mayoría gubernamental, aprobaron la Constitución en mayo de 1876.
La Constitución de 1876 posibilitaba el gobierno de las distintas tendencias
incorporadas al régimen y hacía recaer la soberanía en el Rey y las Cortes, que se
estructuraban en dos Cámaras: el Senado y el Congreso de los Diputados. El Rey tiene
el poder ejecutivo. En la cuestión del sufragio, la Constitución remitía a futuras leyes
electorales. En materia religiosa recogía la confesionalidad del Estado, que sería
compatible con la tolerancia a otros cultos. En su título I, la Constitución definía los
clásicos derechos y libertades, muy parecidos a los de la Constitución de 1869.

C) LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO


La temprana muerte de Alfonso XII, ocurrida en noviembre de 1885, abrió la
REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1885-1902). Durante esta época de
consolidación del sistema canovista, los partidos dinásticos se turnaron en el poder
cumpliendo el acuerdo (Pacto de El Pardo), establecido entre Cánovas y Sagasta a la
muerte de Alfonso XII, de respetar el turno puntualmente.
Al frente del Partido Conservador. Cánovas hizo todo lo posible para que
Sagasta organizara el Partido Liberal, integrado por el viejo núcleo constitucional de
la época de Amadeo I y elementos procedentes del campo radical y del democrático. De
este modo Cánovas, desde la derecha del régimen, y Sagasta, desde el progresismo,
intentaron la consolidación del sistema por medio del "turnismo"
El Partido Liberal desarrolló durante el período de la Regencia una
importante labor de liberalización del régimen, mediante una legislación muy
avanzada: Código de Comercio (1885), Ley de Asociaciones (1887), Código Civil (1889),
establecimiento del jurado y del sufragio universal (1890). No obstante, la práctica del
caciquismo siguió vigente en la vida política española.
El soporte social de la Restauración fue la vieja oligarquía aristocrática,
latifundista y burguesa que dirigió el sistema parlamentario, en una España
eminentemente rural y analfabeta, manipulando las elecciones según las necesidades de
cada momento. El sufragio era controlado desde el encasillado -a través del ministro de
la Gobernación-, por el gobernador civil en provincias y en el ámbito local por el
«cacique», el personaje relevante, que vigilaba y organizaba la emisión del voto en su
demarcación. Junto al caciquismo estaba la técnica del pucherazo, que iba desde la
coacción al elector hasta la modificación de los resultados obtenidos en las urnas.

7.2 LA OPOSICIÓN AL SISTEMA

NACIONALISMOS
El regionalismo catalán se difundió sobre La renovación cultural de la lengua
catalana en torno al movimiento de la Renaixença, que aglutinó a insignes plumas
catalanas. El federalismo de Pi i Margall y de Almirall avivó el anhelo autonómico de
la región, y el tradicionalismo subrayó ese particularismo. En la política económica, el
proteccionismo defendido por la burguesía catalana chocó con el librecambismo de los
gobiernos liberales y fue otro elemento diferenciador.
Durante la Regencia, el regionalismo catalán se concretó en las Bases de
Manresa (1892), en las que se reclamaron para Cataluña un Parlamento y un Gobierno
propios y autónomos.
El nacionalismo vasco tiene su arranque en 1895 cuando Sabino Arana funda
el Partido Nacionalista Vasco, aunque ya antes había logrado plantear en términos
políticos el problema nacional vasco, tomando como base estudios lingüísticos,
etnológicos e históricos (muchos de ellos convenientemente manipulados).
Aunque al final de su vida Arana llegó a aceptar la integración en España la
"semilla" del nacionalismo, aunque minoritaria, ya había prendido entre grupos
burgueses.
El regionalismo gallego fue minoritario y más cultural que político hasta
comienzos del siglo XX.

EL MOVIMIENTO OBRERO A FINAL DE SIGLO


El anarquismo, con sindicatos y sin partidos, tras su prohibición se agrupa en la
Federación de Trabajadores de la Región Española. No obstante, su mayor impacto
social se dará a través de las frecuentes acciones violentas que acabaron con la vida de
distintos gobernantes.
El uso de las acciones terroristas (bomba en el Liceo de Barcelona, motín de
Jerez, asesinato de Cánovas), impulsadas por la crisis económica de los años 90, llevó al
Gobierno a ejercer una fuerte represión que detuvo el crecimiento de las organizaciones
anarquistas.
Su mayor respaldo estuvo en Cataluña, Levante y Andalucía y será la ideología
obrera mayoritaria en nuestro país hasta la Guerra Civil (precisamente por la defensa de
la revolución campesina en un país tradicionalmente agrario).
El socialismo español nació en la Asociación de Tipógrafos, fundada por Pablo
Iglesias; se organizó como partido con el PSOE en 1879 y contó, desde 1888, con
la central sindical UGT, formada basándose en la anterior asociación de tipógrafos.
Tendrá mayor implantación en las zonas industrializadas de Asturias, País Vasco y
Madrid.

7.3 LA PÉRDIDA DE LAS ÚLTIMAS COLONIAS Y LA CRISIS DE 1898

GUERRA COLONIAL (CUBA Y FILIPINAS)


El siglo se cerró con el «desastre de 1898», que supuso para España la pérdida
de sus últimas posesiones ultramarinas tradicionales.
En Cuba los intentos de independencia fueron sometidos militarmente en
décadas anteriores. Sin embargo, tras el Grito de Baire se reanudó, en noviembre de
1895, la insurrección cubana, que no pudo ser pacificada a pesar de los intentos
militares de los generales Martínez Campos y Weyler. El problema se complicó por la
intromisión de los Estados Unidos, que apoyaron a los cubanos con armas y dinero, al
tiempo que intentaron comprar la isla a España.
Ante las presiones de los Estados Unidos, España se negó a la venta de Cuba, a
la que consideraba como “un trozo de la patria”. Por eso, a pesar de que en 1897 se
aprobó para Cuba un amplio régimen autonómico, el Gobierno estadounidense entró en
guerra contra España aprovechando como causa la voladura del acorazado Maine en el
puerto de La Habana (recientemente se han desclasificado documentos que corroboran
la autoría norteamericana de la explosión como excusa para provocar la guerra).
La opinión pública, que estaba dividida, acabó cediendo a un “patrioterismo”
absolutamente ciego frente al muy superior poderío militar, tecnológico e industrial de
unos Estados Unidos lanzados ya a un colonialismo más económico que territorial.
En el Caribe, la flota mandada por el almirante Cervera (quien ya advirtió de la
deficiente equipación y preparación de la misma) fue destruida en julio de 1898.
En 1896 estalló en Filipinas un movimiento similar también con los intereses
norteamericanos dificultando las reivindicaciones nacionales que habían originado la
rebelión contra España. Tras el desastre naval de Cavite en mayo, se produjo la
capitulación de Manila en agosto.
En la Paz de París (diciembre de 1898), España renunció a Cuba y cedió
Filipinas, Guam y Puerto Rico a los Estados Unidos. Sin embargo, el aislamiento y
lejanía con respecto a la metrópoli propició que algunas tropas mantuvieran una
resistencia "ciega" posterior al tratado (como los "Últimos de Filipinas" en Baler).

CRISIS DEL '98


El «Desastre», que produjo una honda conmoción en toda España, provocó un
debate sobre las responsabilidades políticas y militares, que sacó a la luz los defectos
del régimen. La corriente del Regeneracionismo, encabezada por Joaquín Costa,
denunció las «lacras» del sistema y clamó por la urgente renovación de la vida política
española.
La Generación del 98 reunió la crítica a la política oficial y presentó, dentro de
su «dolor de España», los problemas hondos y diarios de la sociedad española. Ante el
«Desastre», el regionalismo catalán se exacerbó, y también aceleró su desarrollo el
movimiento obrero, dentro de una oleada de protestas contra los políticos que habían
tenido que encarar la guerra.
El propio régimen ensayó con Silvela un revisionismo del sistema canovista,
mediante un intento de “revolución desde arriba”.

BLOQUE 8. PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN


EL SIGLO XIX: UN DESARROLLO INSUFICIENTE

8.1 PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS.


La evolución económica española hasta 1868 fue lenta e incompleta comparada
con la de otros países europeos en el mismo periodo. Aun así, se reconocen cambios en
cuanto a la instauración de un capitalismo inicial y una organización social de clases.
Cabe recordar que en el periodo de Isabel II, durante la Regencia de María
Cristina y tras el pronunciamiento de los sargentos de La Granja (1836), la obra
legislativa de las Cortes, fue la base de una etapa novedosa en lo económico: supresión
de los señoríos, fin del diezmo, desamortización de los bienes de la Iglesia
(Desamortización de Mendizábal, 1836).
Posteriormente, durante el bienio progresista (1854-56) los nuevos gobernantes
se plantearon la realización de una nueva Constitución (que no llegó a publicarse) y se
pretendió el sufragio y las libertades; además se puso en marcha un nuevo proceso
desamortizador, con la Ley de Desamortización General, de Madoz (1855).
A pesar de ello, la debilidad e irregularidad económicas se van a prolongar hasta
entrado el siglo XX.
a) Causas de esta lenta transformación son:
Las condiciones geográficas, que dificultan las comunicaciones y transportes
Escasez de materias primas y de fuentes de energía
Desamortizaciones cuyos beneficios no se invirtieron adecuadamente en la renovación y
modernización de la industria sino que aumentaron el latifundismo y el estancamiento
del campo y su régimen de propiedad
Lento crecimiento demográfico
Pérdida de los mercados americanos propios tras la independencia colonial
Falta de capitales inversores y dependencia de capitales extranjeros ante la escasa
iniciativa de la reducida burguesía y la pequeña demanda de productos industriales
Papel protector del Estado que favorece una actitud acomodada e inmovilista

b) Sectores económicos
- Primario. La principal actividad sigue siendo la agricultura, sector que
ocupaba a final del siglo XIX a 2/3 de la población activa y aportaba la mitad de la renta
nacional. A lo largo del siglo aumentaron las tierras cultivadas pero no los rendimientos
por hectárea.
Las reformas liberales (abolición de señoríos, desvinculación de mayorazgos y
desamortización) no consiguieron alterar la estructura de propiedad de la tierra, con lo
que se perpetuaba el absentismo de los propietarios y su falta de implicación en la
producción, la falta de inversiones modernizadoras, así como el alto número de
empleados temporeros.
La ganadería experimentó una decadencia ante la desaparición de la Mesta,
menor número de tierras por las desamortizaciones e introducción de nuevas especies
más rentables. La consecuencia fue una disminución de la cabaña ganadera, lo que a su
vez afectará a la agricultura por el menor abonado natural y el aumento de rastrojos.
Como consecuencia, este sector primario permanece estancado y no suministrará
(como si lo hace en otros países) mano de obra para las posibles nuevas industrias.
- Secundario. Sin existir comparación posible con los países más desarrollados
de Europa, España comenzó su industrialización basándose en dos producciones
principales: la industria textil y la industria siderúrgica.
La industria textil tuvo su centro en Barcelona desde los años treinta y se apoyó
en una mecanización acelerada y la política proteccionista gubernamental. Sin embargo,
esto detuvo la modernización a partir de mediados del siglo.
La siderurgia tardará en aprovecharse de la demanda de hierro necesario para la
construcción del ferrocarril, a diferencia de otras naciones. Tras el lento comienzo con
los altos hornos andaluces en los años treinta, tendrán un papel más destacado las
producciones de Asturias y, sobre todo las de Vizcaya, favorecidas por la cercanía del
núcleo financiero y naval de Bilbao.
La minería quedó en manos de inversores extranjeros como pago de préstamos
gubernamentales de décadas anteriores, incluso en producciones escasas en Europa y
absolutamente necesarias como el mercurio, el plomo o el cobre.
- Terciario. Si el desarrollo de un sector industrial fue lento en el siglo XIX, el
sector servicios tardará más todavía en considerarse necesario o realmente productivo
(excepción del sistema financiero y la Administración).
El ferrocarril, su construcción, mantenimiento y los numerosos negocios que
atrae solo comenzaron a impulsarse realmente a partir de los años sesenta creando una
red radial, con un ancho de vía diferente al del continente y con necesaria inversión
extranjera. En 1865 existían 4750 kms. de vía férrea.
El comercio, a pesar de crearse en este siglo el Banco de España o la peseta
como moneda nacional, se vio obstaculizado por la frecuentes guerras carlistas y la
pérdida de las colonias americanas. La burguesía comercial coincide geográficamente
con las zonas industriales del norte, Cataluña y el sector financiero de Madrid.

8.2 TRANSFORMACIONES SOCIALES.


Población
En 1797 se calcula que había en España unos 11,5 millones de habitantes que en
1857 ascendían ya a 15,4 millones. Este indudable crecimiento demográfico es
reducido comparado con las potencias europeas y escondía una predominante población
rural que no pudo impulsar el desarrollo industrial necesario para poner a España a un
primer nivel continental. Una de las causas fundamentales era la alta mortalidad que,
aunque se había reducido, no disminuyó en la misma cuantía que en los Estados más
avanzados. Sus principales causas eran las guerras carlistas, las epidemias y las crisis
agrarias cíclicas.
A ello cabe añadir la emigración hacia América a partir de mediados de siglo
cuando los procesos de independencia ya empezaron a consolidarse relativamente.
Sociedad
Aunque las reformas del sistema liberal fueron favoreciendo la igualdad ante la
ley, los comportamientos de clase permanecerán favorecidos por la concentración de la
propiedad tras las desamortizaciones, el escaso crecimiento de una burguesía
emprendedora y una población rural del 82% hacia 1860. Solo Madrid, Barcelona,
Valencia y Sevilla superaban los 100.000 habitantes.
La clase alta estaba formada por la vieja nobleza, las altas jerarquías del clero,
del ejército y de la administración junto a una reducida alta burguesía. La difícil
aspiración a formar parte de estos grupos se intenta imitando sus modos de vida,
educación e imagen más que por el nivel económico. Su implicación política era
muchas veces un símbolo de prestigio y elegancia más que una real implicación en los
asuntos del país.
Las clases medias son difíciles de delimitar y son un conjunto muy heterogéneo
que intenta dar el salto social a través de la formación universitaria de sus hijos y la
obtención de un puesto en la administración o el ejército.
Entre las clases populares el campesinado era el 80% de la población cuyas
posibilidades de supervivencia descendieron con las desamortizaciones. Su abandono
por parte de los progresistas permitirá la lenta expansión de las ideas anarquistas aunque
la mayoría del mundo rural mantendrá una mentalidad muy conservadora, fruto del
aislamiento geográfico y el analfabetismo.

BLOQUE 9. LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN Y LA CAÍDA DE LA


MONARQUÍA (1902-1931)

9. EL REINADO DE ALFONSO XIII (1902-1923). LOS INTENTOS DE


MODERNIZACIÓN. INFLUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS
EXTERIORES. LA AGITACIÓN SOCIAL

9.1 REINADO DE ALFONSO XIII. INTENTOS DE MODERNIZACIÓN Y


ACONTECIMIENTOS EXTERIORES
La monarquía parlamentaria de Alfonso XIII continuaba el régimen de la
Restauración con dos novedades: la intervención directa del rey en la política activa y
la desaparición de los políticos que habían dado vida al régimen.

a) Problemas generales
La corriente crítica del regeneracionismo evidenció la separación entre la
España oficial, la de los políticos, y la España real, la que quedaba fuera del sistema.
Los regionalismos políticos aceleraron su desarrollo, especialmente el catalán
que se proyectó a través de la Lliga y del movimiento de Solidaridad Catalana, corriente
regeneradora que encabezó Cambó.
La inquietud del Ejército, visible desde la derrota de 1898 y que, a partir de la
exigencia de responsabilidades por dicho desastre, iba a plantear continuos problemas al
poder civil.
La guerra de Marruecos, que constituyó un nuevo conflicto. Los acuerdos
suscritos con Francia entre 1902 y 1912 fijaron la zona de Protectorado español en
Marruecos. La ocupación militar comenzó en 1909, iniciándose una guerra colonial que
duró hasta 1925 y provocó fuertes tensiones políticas y sociales.
El movimiento obrero, que se fortaleció al margen de la política oficial, estaba
dividido en dos grandes tendencias: una moderada, la del socialismo del PSOE y del
sindicato UGT, y otra sindical, impulsada por el anarquismo y protagonizada por la
central sindical CNT y por la FAI.
El gran cambio social provocado por el crecimiento económico y demográfico,
especialmente con la neutralidad durante la Iª Guerra Mundial. El advenimiento de las
masas, unido al sufragio universal, evidenció la estrechez del sistema.

b) Los primeros años del reinado


En los cinco primeros años del reinado se mantuvo la continuidad del turnismo.
con la alternancia de gobiernos conservadores (1902-1905) y gobiernos liberales (1905-
1907), pero la inestabilidad ministerial puso de manifiesto la crisis de jefatura en ambos
partidos. Finalmente, los conservadores, encontraron su nuevo jefe en Maura y los
liberales, acabaron encontrando en Canalejas su nuevo líder.

c) La crisis del “turno pacífico de partidos”


- El Gobierno de Maura (1907-1909). Por medio de una revolución desde arriba,
intentó acabar con el caciquismo. El proyecto de Ley de Administración Local tendía a
vitalizar ayuntamientos y diputaciones y a canalizar las inquietudes regionalistas por
medio de Mancomunidades Regionales. Pero el proyecto quedó al fin sin aprobar.
Las preocupaciones sociales de Maura se tradujeron en medidas sobre la
emigración, en la regulación de la huelga y en la creación del Instituto Nacional de
Previsión.
Pero el programa conservador quedó cortado por el estallido de un grave
movimiento revolucionario en Barcelona, la “Semana Trágica”(julio de 1909), que
tuvo como detonante la llamada a los reservistas para la guerra de Marruecos. La
violenta revolución fue dominada por el Ejército, y Maura fue derrotado en las Cortes,
cuando Moret, jefe del Partido Liberal, negó los créditos necesarios para continuar la
guerra en Marruecos. El turno pacífico quedó roto y el Partido Conservador se
fragmentó.

- El Gobierno de Canalejas (1910-1912). El intento liberal de Canalejas encauzó el


anticlericalismo a través de su Ley del Candado, que cortó el establecimiento en España
de nuevas congregaciones religiosas y sacó adelante la Ley de Mancomunidades que,
promulgada por Dato en 1913, posibilitó la creación de la Mancomunidad de
Cataluña, presidida por Prat de la Riba. En la guerra de Marruecos, la ocupación de
Arcila, Larache y Alcazarquivir afianzó las posiciones españolas. En 1912, Canalejas
cayó asesinado en Madrid en un atentado anarquista. Su muerte cortó un intento
renovador y el Partido Liberal se dividió en torno a varios líderes.
En 1913, Dato recibió el encargo de formar Gobierno, lo que aumentó el
retraimiento político de Maura y la división de los conservadores. Durante el Gobierno
de Dato estalló la Primera Guerra Mundial, en la que España mantuvo la neutralidad. La
guerra benefició a la economía española, que vio aumentar sus exportaciones, pero la
coyuntura favorable no fue aprovechada para propulsar con nuestra industria. El
aumento de los precios no se vio correspondido por el de los salarios y creó un hondo
malestar en las clases medias y en los obreros, que tuvo su reflejo en la crisis de 1917.
9.2 LA CRISIS DE 1917. CRECIENTE AGITACIÓN SOCIAL Y CRISIS DEL SISTEMA
a) La crisis de 1917
Durante el verano de 1917, una profunda crisis aceleró la descomposición del
régimen. La crisis se debió a tres problemas:
Las Juntas de Defensa, impulsadas desde Barcelona por el coronel Márquez, se
extendieron por toda España, expresando el descontento profesional del Ejército y
solicitando una renovación política. El Gobierno de García Prieto sucumbió al
enfrentarse con las Juntas, y el gabinete conservador de Dato acabó reconociéndolas.
Desde entonces, las Juntas iban a influir profundamente en la vida política.
La Asamblea de Parlamentarios, celebrada en Barcelona en el mes de julio a
instancias de Cambó, contó con la asistencia de diputados de toda España, mientras las
Cortes permanecían cerradas por el Gobierno Dato.
La Asamblea solicitó la revitalización de la vida política, el fin del turno de partidos,
una reforma a fondo de la Constitución y la viabilidad de un régimen autonómico para
las regiones; pero el Gobierno disolvió la Asamblea.
La huelga general revolucionaria, desarrollada entre el 13 y el 18 de agosto,
fue apoyada conjuntamente por la CNT y por la UGT. El movimiento tuvo su mayor
amplitud en Madrid, Barcelona y Asturias, pero el Ejército apoyó incondicionalmente al
Gobierno y el movimiento obrero resultó vencido.

b) La crisis definitiva del sistema


El fin de la Primera Guerra Mundial cortó la coyuntura económica favorable y a
fines de 1919 se inició una crisis, que se hizo evidente en 1920.
En febrero de 1919, la huelga de “La Canadiense” paralizó Barcelona y
conquistó la jornada de ocho horas. Pero, a fines de marzo, el movimiento huelguístico
impulsado por el Sindicato Único se hizo violento y político. Frente a él, los
empresarios catalanes practicaron el cierre patronal y el fomento de Sindicatos Libres,
opuestos al Sindicato Único de la CNT. La actuación del gobernador Martínez Anido,
poco escrupuloso en los medios de represión, agudizó ese clima de violencia.
A la crisis económica y al enfrentamiento social se unió la descomposición de
los partidos y la inestabilidad política. La ficción del turno de partidos continuaba, pero
en varias ocasiones hubo que recurrir a gobiernos de concentración.
A estos problemas se sumó en julio de 1921 una grave derrota en Marruecos. El
desastre de Annual, con miles de soldados muertos, era un nuevo desastre nacional,
por el que se pidieron responsabilidades al Ejército, al Gobierno y a la propia
Monarquía, aumentando su descrédito.
El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923)
puso fin a estos difíciles momentos, pero también, a la larga, a la misma Monarquía.
Dentro de este nuevo contexto la sociedad española se desintegró políticamente,
según Jover, en una serie de dualismos: Monarquía-República, Centralización-
Autonomía, Obrerismo-Burguesía. Las posturas enfrentadas se radicalizaron por el
deseo de imponer la propia voluntad al contrario.

9.3 LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

9.3.1 La Dictadura (1923-30)


El golpe de estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera,
que curiosamente acabó contando con la aquiescencia del propio Alfonso XIII, supone
la interrupción del sistema y, a la larga, su definitivo descrédito.
La dictadura se divide en dos etapas:

a) Un Directorio Militar con Primo de Rivera al frente, que dejó en suspenso la


Constitución, las Cortes y la actividad de los partidos políticos. El gobierno de las
provincias fue encomendado a generales de brigada y la Mancomunidad de Cataluña fue
disuelta. El Directorio consiguió restablecer el orden público y se apuntó un gran triunfo
en Marruecos cuando, tras el desembarco de Alhucemas en 1925, logró la rendición de
Abd-el-Krim.
En los primeros años de la dictadura, la actuación política se fundamentó en el
personalismo del dictador, en el pragmatismo político y en cierto influjo del fascismo
italiano.
Posteriormente, Primo de Rivera intentó institucionalizar su régimen, para lo
que creó un partido único, la Unión Patriótica, y se formó una Cámara parlamentaria,
la Asamblea Nacional Consultiva. Al mismo tiempo, en la empresas se crearon los
Comités Paritarios, en los que actuaron conjuntamente los patronos y los obreros.

b) Un Directorio Civil sustituyó en 1925 al Directorio Militar. En él se


integraron personalidades procedentes de la Unión Patriótica y técnicos independientes.
El Directorio Civil desplegó una activa política económica, pero la oposición a la
Dictadura iba creciendo. A los políticos monárquicos se unieron los intelectuales, los
estudiantes, la burguesía catalanista e incluso ciertos sectores del Ejército (Sanjuanada,
en 1926; movimiento de Valencia, en 1929). El enfrentamiento de Primo de Rivera con
el Cuerpo de artilleros complicó aún más la situación y el dictador presentó su renuncia
en enero de 1930. A las pocas semanas, debido al agravamiento de su salud, falleció.

9.3.2 Caída de la monarquía (1930-31)


El rey encargó al general Berenguer la formación de un nuevo Gobierno.
Berenguer consideró que la única salida a la difícil situación era intentar la vuelta a la
normalidad constitucional anterior a la dictadura (Constitución de 1876, turno de
partidos) mediante unas Cortes ordinarias y “como si nada hubiese ocurrido”. Es la
llamada "dictablanda".
Ante ese programa, las fuerzas de signo republicano, unidas por el Pacto de San
Sebastián, formularon un programa conjunto con la izquierda catalana y con el Partido
Socialista.
Poco después, el Gobierno Berenguer logró controlar la sublevación militar de
Jaca, al mando de Galán y de García Hernández, pero no sobrevivió al retraimiento
político.
Un nuevo Gobierno, presidido por el almirante Aznar, decidió celebrar
elecciones municipales, que el 12 de abril de 1931 dieron el triunfo a las candidaturas
republicanas en casi todas las capitales de provincia. Aunque el triunfo global había
correspondido a los monárquicos, los republicanos consideraron que la obtención del
voto urbano era un triunfo definitivo. Los propios monárquicos aceptaron este punto de
vista y el rey partió hacia el exilio.
Tras proclamaciones adelantadas (Eibar, Barcelona), el 14 de abril de 1931 se
proclamaba la IIª República Española desde la Puerta del Sol en Madrid.
BLOQUE 10. LA SEGUNDA REPÚBLICA. LA GUERRA CIVIL EN UN
CONTEXTO DE CRISIS INTERNACIONAL (1931-1939)

10.1 LA SEGUNDA REPÚBLICA: EL GOBIERNO PROVISIONAL, LA


CONSTITUCIÓN DE 1931 Y EL BIENIO REFORMISTA

A) GOBIERNO PROVISIONAL
Proclamada la República el 14 de abril de 1931, dentro de un ambiente de
ilusión popular, el Gobierno provisional inició su labor bajo la presidencia de Niceto
Alcalá Zamora.
El gobierno, que siguió en su programa las directrices del Pacto de San
Sebastián dentro de un difícil equilibrio entre las distintas tendencias, hubo de afrontar
dos cuestiones:
- Francesc Maciá había proclamado el Estat Catalá en Barcelona el mismo día
14 de abril. El problema fue resuelto con la aplicación de una autonomía provisional
para Cataluña, hasta que las Cortes aprobaran el Estatuto definitivo.
- La agitación anticlerical, como respuesta violenta a la pastoral del cardenal
Segura, en la que se hacía un elogio a la Monarquía, y a los incidentes ocurridos en la
inauguración de un Círculo Monárquico en Madrid. Desde mayo, en Madrid y en otras
ciudades españolas se produjeron desórdenes e incendios de iglesias y conventos.

B) LA CONSTITUCIÓN
El fin primordial del Gobierno era la reunión de Cortes Constituyentes, que
dieran al nuevo régimen su suporte jurídico y político. Las elecciones se celebraron el
28 de junio proporcionando un claro triunfo a la coalición republicano-socialista.
Los rasgos característicos de esta Constitución, que fue aprobada el 9 de
diciembre, son principalmente:
La definición de España es “una República democrática de trabajadores de toda
clase”, organizada en un régimen de “libertad y de justicia”. La existencia de un Estado
integral se hacía compatible “con la autonomía de los Municipios y las Regiones”.
La Presidencia de la República era elegible por un periodo de seis años y el jefe
del Gobierno era responsable de su gestión ante las Cortes, organizadas en una sola
Cámara, el Congreso de los Diputados, que sería elegido por sufragio universal.
La Constitución aseguraba la separación de los poderes y establecía un
Tribunal de Garantías encargado de resolver las infracciones contra la Constitución y
de arbitrar los conflictos entre la Administración central y las regiones autónomas.
También proclamaba la igualdad de todos los españoles ante la Ley y recogía
una amplia declaración de derechos individuales.
Los artículos 26 y 27 establecían la separación de la Iglesia y del Estado,
suprimían la retribución del clero y la enseñanza religiosa y permitían disolver aquellas
órdenes que, como la Compañía de Jesús exigían algún voto especial. La cuestión
religiosa produjo la primera crisis, al dimitir los católicos Alcalá Zamora y Miguel
Maura.
Una vez aprobada la Constitución, las Cortes eligieron presidente de la
República a Alcalá Zamora y se formó un Gobierno presidido por Manuel Azaña de
composición republicano-socialista.
C) EL BIENIO REFORMISTA (1931-33)

Las reformas y los problemas del bienio

- La reforma agraria. Intentaba transformar la estructura agraria española, al crear una


numerosa clase de pequeños propietarios agrarios, y acabar con el latifundismo. Se
expropiarían mediante indemnización las grandes propiedades, así como las tierras que
eran arrendadas sistemáticamente. La Ley, aprobada en septiembre de 1932, preveía un
ritmo de asentamiento anual de 60000 a 70000 campesinos. Pero el Instituto de
Reforma Agraria, creado al efecto, no contó con dinero suficiente para alcanzar esas
metas.

- El problema religioso. Este problema se agravó con las medidas adoptadas por el
Gobierno durante los años 1932 y 1933. De acuerdo con lo establecido en la
Constitución, el Gobierno extinguió la Compañía de Jesús y confiscó sus bienes,
implantó el divorcio, anuló el presupuesto del culto y del clero, y prohibió a los
religiosos ejercer la enseñanza.

- La educación. Se intento generalizar la alfabetización por vía regulada y no regulada


(destacables aunque poco eficaces son los intentos de las “Misiones Pedagógicas”). Se
ordenó la construcción de numerosas escuelas de enseñanza primaria, aunque muchas
solo existieron en la normativa y no en la realidad por falta de fondos. La labor de la ya
existente Institución Libre de Enseñanza, aunque renovadora, solo alcanzó a una
minoría ilustrada.

- El problema militar. En abril de 1931, la Ley Azaña dio la posibilidad de solicitar el


retiro a los generales y oficiales que no quisieran jurar fidelidad a la República. También
quedó suprimido el grado de capitán general, se redujo el número de divisiones y se
clausuró la Academia General de Zaragoza. Las medidas continuaron, en 1932, con el
pase a la reserva de aquellos generales que no hubieran recibido ningún nombramiento
en el plazo de seis meses. Estas decisiones perseguían un profundo cambio social en el
Ejército y a ellas se opuso un amplio sector de la milicia.

- El problema regional. Las reivindicaciones catalanas se encauzaron a través del


Estatuto de Cataluña, aprobado en septiembre de 1932. Cataluña se convertía en una
región autónoma con gobierno propio, la Generalidad, constituida por un Presidente, un
Parlamento que elegía al Presidente y un Consejo Ejecutivo. Al Gobierno central
quedaban reservados el orden público, la defensa nacional y las relaciones exteriores.
Maciá fue elegido presidente de la Generalidad y Companys lo fue del Parlamento. La
aprobación del Estatuto contó con fuerte oposición en las Cortes y en la prensa de
derechas, y despertó recelos en los medios militares.

La sublevación de Sanjurjo y los sucesos de Casas Viejas. En agosto de 1932,


la sublevación del general Sanjurjo en Sevilla evidenció la protesta de los sectores
afectados por las reformas del Gobierno. El movimiento militar fracasó y sus dirigentes
fueron condenados a muerte, pena que fue conmutada por la de cadena perpetua.
La inquietud social y la protesta de la izquierda por la lentitud de la reforma
agraria fue causa del alzamiento anarquista que acabó con los sangrientos sucesos de
Casas Viejas. Este dramático episodio provocó la dimisión de Manuel Azaña en
septiembre de 1933. El presidente de la República disolvió las Cortes y convocó nuevas
elecciones.

10.2 LA SEGUNDA REPÚBLICA: EL BIENIO RADICAL-CEDISTA. LA


REVOLUCIÓN DE 1934.

a) Los Gobiernos radicales


Las elecciones de noviembre de 1933 dieron el triunfo a los radicales de
Lerroux y a la derecha, que había acudido unida a la contienda electoral
(Confederación Española de Derechas Autónomas, CEDA, dirigida por Gil
Robles), mientras las fuerzas políticas que habían sustentado el primer bienio de la
República fueron derrotadas, Hasta octubre de 1934 gobernaron dos gabinetes radicales
que contaron con el apoyo de la CEDA.
La marcha de la República invirtió el rumbo iniciado en el primer bienio. Así, la
reforma agraria quedó detenida, se frenó la política religiosa de Azaña, se suspendió la
Ley de Congregaciones Religiosas y los responsables del movimiento de agosto de 1932
fueron amnistiados. La Ley de Contratos de Cultivo, votada en marzo de 1934 por el
Parlamento Catalán, llevó al enfrentamiento entre el Gobierno del Estado y el de
Cataluña, y al abandono de las Cortes por los diputados catalanes, cuando el Tribunal de
Garantías Constitucionales falló en contra de esa Ley.
A comienzos de octubre de 1934, Lerroux formó el tercer Gobierno, en el que
dio entrada a tres ministros de la CEDA, hecho que determinó el estallido inmediato de
la «revolución de octubre»,

b) La Revolución de octubre de 1934


La revolución acusó su mayor gravedad en Cataluña y, sobre todo, en Asturias.
En Cataluña, Lluis Companys, que había sucedido a Maciá en la presidencia del
Gobierno de la Generalidad, proclamó el 6 de octubre el Estado Catalán dentro de la
República Federal Española. Pero esta rebelión de la Generalidad no recibió el apoyo
anarco-sindicalista, fue reprimida por el general Batet y el Gobierno suspendió el
Estatuto de Cataluña.
En Asturias, a la revolución dirigida por los socialistas se unieron anarquistas y
comunistas, a través de las Alianzas Obreras. Los trabajadores controlaron las cuencas
mineras y dominaron Oviedo, después de proclamar en Mieres la República Socialista.
El ejército dominó la situación mediante una amplia operación militar, dirigida
por el general Franco. La revolución de Asturias, que dejó tras de sí cientos de muertos,
enfrentó, sin posibilidad de convivencia, a la derecha y la izquierda.
Desde octubre gobernaron varios gabinetes de coalición de los radicales con la
CEDA, hasta finales de 1935. Dentro de una línea conservadora, los intentos de reforma
agraria de Giménez Fernández, ministro de Agricultura de la CEDA (Ley de Yunteros
Extremeños, Ley de Arrendamientos Rústicos), fracasaron frenados por sus propios
correligionarios, mientras que la Ley Velayos (agosto de 1935) fue una auténtica
contrarreforma agraria.
En el verano de 1935, el escándalo del estraperlo (corrupción en la concesión
de licencias de un juego de casino trucable) desacreditó políticamente al partido radical,
por lo que Alcalá Zamora (después del paréntesis del Gobierno Chapaprieta) confió el
poder a Portela Valladares, a quien encargó la convocatoria de elecciones.

10.3 LAS ELECCIONES DE 1936 Y EL FRENTE POPULAR


Tras el sometimiento de la revolución del 34, la izquierda entendió que el
sistema republicano estaba en peligro y la derecha temía la expansión de la ideología
que había triunfado años atrás en la URSS. Los grupos más centristas habían quedado
en entredicho tras los casos de corrupción gubernamental.
En ese contexto fueron cada vez más frecuentes los actos violentos de un signo y
otro, creándose un ambiente de enorme tensión social, política e ideológica en el
parlamento, los medios de comunicación y en las calles del país.

a) Elecciones de 1936 y triunfo del Frente Popular


A las elecciones, celebradas el 16 de febrero de 1936, acudieron las fuerzas de
izquierda unidas en el Frente Popular, coalición electoral que agrupaba a los partidos
republicanos de izquierda con socialistas y comunistas. Las anarcosindicalistas de la
CNT- FAI quedaron al margen del Frente Popular, aunque sus militantes votaron a favor
de esta coalición.
La derecha concurrió a las elecciones dividida entre el Bloque Nacional de
Calvo Sotelo, que aglutinaba importantes sectores monárquicos y tradicionales, la
CEDA de Gil Robles y Falange Española.
Los resultados electorales reflejaron la división del país en dos actitudes.
Derecha e izquierda obtuvieron un número de votos muy aproximado, en torno a los
cuatro millones cada una. Pero, en esta ocasión, la unión electoral proporcionó el éxito a
la izquierda y Azaña quedó encargado de presidir el nuevo Gobierno.
En el mes de mayo, al ser nombrado Azaña presidente de la República, tras la
destitución de Alcalá Zamora por las Cortes, Casares Quiroga presidió el nuevo
gabinete. El Gobierno no contó con el apoyo unánime de los socialistas, divididos entre
la postura adoptada por Indalecio Prieto, partidario de la colaboración con la burguesía
de izquierdas, y la exhibida por Largo Caballero, contrario a esa colaboración.

b) Los antecedentes de la guerra civil


Durante los meses de abril a junio de 1936, los extremismos de la derecha y de
la izquierda se desataron.
La izquierda creó un claro ambiente revolucionario en el que los comunistas
ganaban fuerza y afiliados, mientras que la UGT y la CNT no daban tregua al Gobierno
con sus reivindicaciones.
Las fuerzas de la derecha, sobre todo Falange Española y el Bloque Nacional,
apelaban, en una postura radical y contrarrevolucionaria, a todos los medios para cortar
los avances del marxismo. Dentro de este contexto, un grupo de generales preparaban
desde febrero una acción militar contra el Gobierno.
La lucha política en las Cortes llegaba a la calle, a las organizaciones políticas y
a los cuarteles. El orden público era alterado por enfrentamientos callejeros, en los que
caían asesinados militantes de las distintas tendencias y la oleada de huelgas parecía
incontrolada, mientras la revolución campesina procedía a la incautación de tierras.
Calvo Sotelo denunciaba al Gobierno en las Cortes, mientras él mismo era acusado de
provocar con sus protestas una intervención militar. Para prevenir esta posibilidad, el
Gobierno alejó a los generales sospechosos: Mola fue enviado a Pamplona; Franco, a
Canarias, y Goded, a Baleares.
El asesinato (12 de julio) del teniente de la Guardia de Asalto Castillo, conocido
hombre de izquierdas, fue inmediatamente seguido por el de Calvo Sotelo llevado a
cabo por unos guardias de asalto. La muerte del líder de la derecha aceleró la
intervención militar, y el 17 de julio las tropas de la Comandancia de Melilla se
sublevaron contra el Gobierno.
10.4 LA GUERRA CIVIL: LA SUBLEVACIÓN MILITAR Y EL ESTALLIDO DE
LA GUERRA. EL DESARROLLO DEL CONFLICTO: ETAPAS Y EVOLUCIÓN
DE LAS DOS ZONAS

10.4.1. EL INICIO DE LA GUERRA


Los preparativos
Desde el triunfo del Frente Popular en febrero, un grupo de militares comenzó a
tramar una insurrección contra el Gobierno. Entre los generales, algunos eran
monárquicos, como Orgaz, Saliquet, Fanjul y Goded; otros, como Varela, eran
tradicionales; Queipo de Llano y Cabanellas eran republicanos, y otros, como
Sanjurjo, Mola y Franco, carecían de filiación política determinada,
Como jefe de la sublevación se designó al general Sanjurjo, pero murió al
estrellarse el avión que le traía a España desde Estoril (Portugal). El coordinador de toda
la trama conspiradora era, desde Pamplona, el general Mola.
La sublevación
El 17 de julio se sublevaba la guarnición de Melilla y, al día siguiente, Franco
volaba desde Canarias a Marruecos para encabezar el Ejército de África. El 18 de julio,
la sublevación se extendía por la Península con diversa suerte: Mola se imponía en
Navarra con ayuda de los requetés; Queipo de Llano dominaba las guarniciones de
Sevilla, y Cabanellas triunfaba en Zaragoza; en Madrid y Barcelona, los levantamientos
dirigidos por Fanjul y por Goded, respectívamente, fueron pronto controlados.
El Gobierno de Casares Quiroga, que restó importancia a la sublevación, no
supo reaccionar a tiempo y fue sustituido por el de Giral, quien entregó armas a las
milicias sindicales y a las de los partidos del Frente Popular.
Tras las primeras acciones, los sublevados controlaban Galicia, León, Castilla la
Vieja, Navarra, gran parte de Aragón, la Baja Andalucía, las islas Baleares y Canarias.
La República contaba con Madrid, los grandes focos industriales (Cataluña y País
Vasco), las cuencas mineras asturianas, Santander, Valencia y Murcia.
Una circunstancia determinante de estos primeros momentos la constituyó el
paso del estrecho de Gibraltar por las tropas de África. La operación fue completada en
los primeros días de agosto bajo el mando del general Franco, que contó con el apoyo
de una escuadrilla de aviones enviados por Mussolini.
La presencia de la Legión y de los Regulares de África en la Península permitió
controlar la Baja Andalucía y entrar en Badajoz (14 de agosto), abriendo así un amplio
pasillo que comunicaba con Castilla la Vieja. Poco más tarde, las tropas de África
entraban en contacto con las tropas que luchaban en el Norte.

10.4.2. DESARROLLO DE LA GUERRA. EVOLUCIÓN DE LOS FRENTES

LAS CAMPAÑAS EN TORNO A MADRID


La toma de la capital se convirtió en el principal objetivo de los sublevados El
ejército expedicionario de África avanzó por el valle del Tajo conquistando Talavera y
Toledo (27 de septiembre). En el norte de Madrid, los combates de Somosierra y Guada-
rrama detuvieron el avance de Mola, La escalada de la guerra se hizo manifiesta con la
ayuda extranjera: Brigadas Internacionales y aviación rusa, con los republicanos;
voluntarios italianos y portugueses y aviación alemana, con los sublevados.
A la vista de la situación, tanto el presidente Manuel Azaña como el Gobierno de
Largo Caballero abandonaron la capital a mediados de octubre, trasladándose a
Valencia, y encomendaron la defensa de Madrid a una Junta dirigida por el general
Miaja. En el asedio destacaron las siguientes batallas:
- Los combates en la Casa de Campo y en la Ciudad Universitaria (desde el 7 de
noviembre de 1936).
- La batalla del Jarama (febrero de 1937), en la que los republicanos frustraron el
intento de Franco para cortar la carretera de Valencia.
- La batalla de Guadalajara (marzo de 1937), en la que fracasó la ofensiva de los
italianos sobre Madrid.
- La batalla de Brunete (julio de 1937), en la que el ejército republicano no pudo
romper las líneas de Franco.

LA CAMPAÑA EN EL NORTE
La debilidad republicana en la zona Norte se debió a la rápida ocupación de la
frontera francesa por las tropas de Mola (noviembre de 1936), con la toma de Irún y San
Sebastián, y a la fragmentación de los núcleos vasco, santanderino y asturiano. Por otra
parte, el aislamiento con el resto de la zona republicana y la escasez de armamento
dificultaron la resistencia.
La toma de Bilbao fue el hecho decisivo de está campaña. El bombardeo de
Guernica (26 de abril de 1937) por parte de la aviación alemana (Legión Cóndor)
quedó para el futuro como uno de los hechos más nefastos de la guerra. Después de la
muerte de Mola en accidente, le sustituyó en el mando el general Dávila, quien, tras
romper el perímetro defensivo de Bilbao (Cinturón de hierro), entró en la ciudad el 19
de junio.
En la toma de Santander participaron las tropas italianas y las brigadas navarras.
En Asturias, los combates más violentos se libraron por Gijón, ya que en
Oviedo había triunfado la sublevación bajo el mando del coronel Aranda. Su acción y
la del general Solchaga permitió vencer la resistencia asturiana, primero en Infiesto y
luego en Gijón (octubre de 1937).

EL FRENTE DEL ESTE


El frente del Este.
Las tres capitales aragonesas quedaron dentro de la zona controlada por los
sublevados. Los intentos infructuosos de los republicanos por recuperarlas dieron lugar
a los combates de la sierra de Alcubierre y de Belchite.
En diciembre de 1937, las fuerzas republicanas, con unos efectivos militares de
notable importancia y bajo el mando del general Hernández Sarabia, lanzaron un ataque
sobre Teruel. La encarnizada resistencia y el frío invernal hicieron especialmente penosa
esta operación, pero Teruel fue ocupada por las tropas republicanas. Sin embargo, el
posterior asedio de las tropas dirigidas por Várela y Aranda posibilitó la ocupación de la
ciudad por las tropas de Franco en febrero de 1938.
En el mes de marzo, Franco inició una fuerte penetración por el valle del Ebro
con objeto de alcanzar las costas del Mediterráneo. El desarrollo de esta ofensiva se
inició en el Bajo Aragón y pasó luego al valle del Segre, para volver al Ebro a la altura
de Gandesa. Alonso Vega llegó al Mediterráneo por Vinaroz el 14 de abril, con lo que el
territorio republicano quedaba dividido en dos zonas.
La batalla del Ebro.
La República parecía vencida, pero reagruparía sus fuerzas para un encuentro
decisivo.
En la madrugada del 25 de julio de 1938, los republicanos cruzaron el río Ebro y,
después de avanzar casi 35 kilómetros, aislaron en una bolsa a una parte de las tropas de
Franco. Se iniciaba así una violentísima batalla de desgaste que iba a durar mas de tres
meses y que produjo una enorme cantidad de bajas.
A mediados de noviembre, los efectivos republicanos fueron prácticamente
destruidos.

BARCELONA Y MADRID. EL FIN DE LA GUERRA


La campaña de Cataluña fue llevada a cabo por las tropas de Franco. En enero
de 1939 se tomaba Tarragona, luego Barcelona (26 de enero) y, finalmente, Gerona.
Poco después, las fuerzas franquistas alcanzaban la frontera francesa.
El presidente de la República, Manuel Azaña, dimitió de su cargo, pero Negrín,
jefe del Gobierno republicano, decidió continuar la lucha apoyado por los comunistas.
En el frente del Centro, las posiciones se mantenían en 1939 prácticamente
como en los primeros meses de la guerra y, en Madrid, los comunistas intentaron
mantener la resistencia ante la inminencia de una guerra europea que hiciera cambiar la
situación. Sin embargo, tras duros enfrentamientos dentro de la capital, la Junta de
Defensa (apoyada por socialistas, republicanos y anarcosindicalistas) que presidía el
coronel Casado entregaba Madrid el 28 de marzo. El día 1 de abril de 1939, el
Cuartel General de Franco comunicaba el fin de la guerra.

10.4.3 LA GUERRA CIVIL: LA DIMENSIÓN POLÍTICA E INTERNACIONAL


DEL CONFLICTO. LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

1. POLÍTICA INTERNA EN LOS DOS BANDOS

ZONA REPUBLICANA
La España republicana durante la guerra significó la legalidad constitucional
expresada en las urnas en febrero de 1936. Sin embargo, esa legalidad se tradujo
internamente en falta de autoridad, desorden y predominio de los elementos más
exaltados, es decir, la revolución en marcha dentro de la guerra, por lo que el
Gobierno se encontró casi siempre desbordado. El poder político se desplazó desde el
Partido Socialista hacia los sectores comunista y anarquista; pero estos últimos, a su
vez, se fraccionaron en diversos grupos que acentuaron la disgregación.
El anticlericalismo se endureció en la zona republicana a medida que se
radicalizaba la situación política. La excepción en esta situación fue la del Partido
Nacionalista Vasco, confesionalmente católico, que se alineó en el bando republicano.
La España republicana llevó la peor parte en cuanto al apoyo exterior, las
pérdidas sufridas en los combates, la escasez y racionamiento de alimentos y de
pertrechos militares y al éxodo masivo de la población civil. Sin embargo,
paradójicamente, la moral estuvo siempre muy alta, lo que se explica por la abundante
propaganda desplegada, pero también por el carácter de “revolución popular” que tuvo
la guerra.

ZONA NACIONALISTA
El 1 de octubre de 1936, una Junta de generales proclamó Generalísimo a
Franco. Éste no se definió sobre la forma del Estado hasta mucho tiempo más tarde,
entendiendo su jefatura como vitalicia. De cara a la guerra, Franco propuso el
fortalecimiento
del Ejército, dentro de una rígida disciplina, que completó con nuevas medidas: llamada
de varias quintas sucesivas, ascenso de suboficiales de carrera y creación de academias
militares y del cuerpo de alféreces provisionales.
En la zona franquista se instauró un orden sin fisuras: establecimiento de la
censura y supresión de la prensa de oposición. Los partidos políticos se unificaron en
Falange Española Tradicionalista y de las JONS; Manuel Hedilla, nombrado Jefe
Nacional de Falange después del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, fue
condenado a muerte por su actitud contraria a estas medidas, aunque luego fue
indultado.
La España nacionalista fue confesionalmente católica, protegió a la Iglesia y se
apoyó en ella. Tanto el clero español como la Santa Sede estuvieron abiertamente de su
parte y, así, el levantamiento militar fue bautizado con el nombre de Cruzada.
El abastecimiento y la escasez no fueron tan precarios como en el bando
republicano. Faltaron ropa y otros productos industriales, pero no llegó a pasarse
hambre. Tras la toma de las regiones industriales del Norte, la situación mejoró
sensiblemente.

2. DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA GUERRA CIVIL


Opinión internacional
La opinión democrática progresista mundial estuvo a favor de la República.
En Francia, la opinión era mayoritariamente favorable a la República, pero los
gobernantes fueron en extremo prudentes y algunos de ellos enemigos de toda ayuda a
la República. En Reino Unido, una parte de la opinión británica y el gobierno
conservador, veían en el alzamiento de Franco un buen freno a la expansión del
comunismo. El catolicismo tradicional estuvo en general con los rebeldes salvo ciertos
grupos de católicos progresistas. El Papado tardó mucho tiempo en pronunciarse y lo
hizo a favor de Franco. Los partidos obreros de todo el mundo y, a su cabeza la URSS,
se manifestaron decididamente a favor de la República.
Se produjo una inmensa literatura de todo tipo en torno a la guerra de España,
favorable a uno u otro bando, aunque más proclive en general al republicano. La
defensa de la República se identificó con la lucha por la democracia y la libertad, y muy
especialmente la lucha contra el fascismo que se expandía por Europa. Desde los
artículos de periódico, hasta los folletos de propaganda, las crónicas de guerra, las
novelas, el cinematógrafo y la fotografía de guerra, todos los medios se ocuparon de la
guerra de España como el gran acontecimiento mundial del momento.
El Comité de No Intervención
Desde que se produjo la insurrección y comenzó la lucha, los sublevados y el
gobierno de la República pidieron ayuda exterior. Franco envió agentes a los países
fascistas y sus peticiones de aviones y otras armas fueron atendidas por Alemania e
Italia. La República pidió ayuda a Francia a finales de julio (aviones, artillería y
petróleo) y posteriormente estableció un convenio con la URSS para el suministro de
armamento.
La guerra de España suscitó de forma inmediata el temor a su extensión por
Europa y si alguna de las potencias intervenía militarmente en España, la guerra podía
internacionalizarse. Las potencias más afectadas eran, por una parte, las grandes
democracias, Francia y Gran Bretaña y, por otra, las potencias fascistas, la Alemania de
Hitler y la Italia de Mussolini. Otra gran potencia, la URSS, apoyó decididamente a la
República, mientras que el Portugal fascista de Oliveira Salazar y su "Estado Novo” fue
un aliado fiel de los sublevados. Para evitar su generalización, se consideró necesario
aislar el conflicto.
Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento ante la Alemania nazi y
quería evitar a toda costa un conflicto armado en el que pudiesen enfrentarse fascistas y
comunistas. Francia era la potencia más afectada por la guerra, por su cercanía y por sus
simpatías hacia la causa republicana dado que también tenía un gobierno de Frente
Popular. Gran Bretaña comunicó a Francia que si intervenía en España no apoyaría su
política internacional ante la amenaza de Hitler. Francia se plegó a esas exigencias e
impulsó la creación de un Comité de No Intervención.
Este Comité se creó en los primeros días de agosto de 1936, con sede en
Londres, y a él acabaron asociándose veintisiete países, aunque no consiguió impedir
que los dos bandos recibiesen ayuda exterior. En el Comité estaban representados los
países que más asistencia prestaron a los combatientes, Alemania, Italia y la URSS, con
la sola intención de vigilarse los unos a los otros.
Las ayudas extranjeras
La República tuvo que comprar armas y productos energéticos donde pudo. Aquí
reside el origen de la decisión del gobierno de Largo Caballero de utilizar las reservas
de oro del Banco de España que, en octubre de 1936, fueron enviadas a la Unión
Soviética para pagar las armas compradas a la URSS. Los consejeros militares
soviéticos desempeñaron un papel destacado en la organización táctica, así como sus
consejeros políticos, que ejercieron su influjo a través, sobre todo, del Partido
Comunista.
Las Brigadas Internacionales fueron la gran ayuda internacional en tropas que
se prestó a la República. Fruto de un verdadero movimiento de solidaridad antifascista,
más de 60.000 brigadistas llegados de todos los puntos del mundo, tuvieron una
importante función en la defensa de Madrid o en los campos de batalla. En su
organización resultaron esenciales las organizaciones comunistas internacionales, como
el Komintern. En ellas había voluntarios que en su mayoría eran de ideología de
izquierdas, y se mezclaban demócratas, socialistas, anarquistas o comunistas.
Los sublevados fueron, sin embargo, los más favorecidos por el apoyo
extranjero. La ayuda alemana e italiana en armas fue la más importante tanto numérica
como tácticamente. Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, y se sirvió de la
guerra de España para probar algunas de sus nuevas armas. Cobró su ayuda con la
entrega de minerales y otros productos estratégicos La ayuda italiana consistió en el
envío de una gran unidad, el Corpo di Truppe Volontarie, aunque también tuvo
importancia la ayuda armamentística. Con las tropas de los rebeldes combatieron
también contingentes de voluntarios portugueses, de irlandeses y de otras
nacionalidades.

3. CONSECUENCIAS
Durante muchos años no hubo cifras exactas acerca de las víctimas que había
producido la Guerra Civil. Hoy día permanecen algunas dudas, pero se han efectuado
grandes avances en el conocimiento del coste en vidas de aquel enfrentamiento. Hubo
victimas por diversas causas: los combates, la represión del enemigo que se practicó
en ambos bandos y las penalidades de la retaguardia (hambre, enfermedades,
bombardeos…). Pero también hubo otro tipo de víctimas, los encarcelados, desterrados
y exilados.

La represión en ambos bandos


Al comienzo del conflicto, en ambos bandos se practicó la persecución
indiscriminada de todos los contrarios, de todos los que ofrecían resistencia o se
mostraban partidarios del enemigo. En el bando rebelde, se procedió a la eliminación
física de los enemigos basada siempre en leyes militares de excepción, porque todo se
sometió al fuero militar.
En la República hubo primero una represión descontrolada por parte de milicias
y organizaciones de partidos. El caos político del comienzo arrastró a la muerte a
personas como el político Melquíades Álvarez o a los dirigentes de Falange, José
Antonio Primo de Rivera, Ledesma Ramos y Ruiz de Alda. En los primeros meses de la
guerra se sucedieron los llamados "paseos" (personas llevadas fuera de la ciudad y
ejecutadas) y la represión en las checas (cárceles clandestinas). Incidentes tan graves
como el asesinato de presos políticos en la Cárcel Modelo de Madrid en agosto de 1936
o en noviembre del mismo año en Paracuellos del Jarama, aceleraron que el Estado
intentara hacerse con las riendas de la Justicia al establecer los Tribunales Populares.
El número de víctimas producido por los vencedores fue muy superior, sobre
todo si se tiene en cuenta la represión que se siguió practicando después de la guerra
(matanzas de civiles en Málaga, Sevilla o Badajoz). En ocasiones, personas relevantes
fueron asesinadas más por lo que significaban que por su propia posición. Los
sublevados mataron al poeta Federico García Lorca al comienzo de la guerra, en
Granada. Igualmente, el gobierno de Franco hizo ejecutar a cuantos políticos
republicanos importantes cayeron en sus manos. Después de la guerra, fueron
ejecutados dirigentes como Lluis Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña,
o el socialista Julián Zugazagoitia, y Julián Besteiro moriría también en la prisión de
Córdoba.

Refugiados y exiliados
Desde los primeros meses de la guerra, ante el avance de los rebeldes, se inició
un éxodo hacia zonas que estaban todavía en poder de la República, especialmente en la
zona de Levante y Cataluña. Ante la imposibilidad de evacuar al conjunto de la
población civil, se dio prioridad a los niños y así fueron embarcados cerca de 13.000
con destino a diversos países europeos, americanos o hacía la URSS.
Hacia el final de la guerra, gentes de toda España, se concentraban en Cataluña
para cruzar la frontera francesa. Entre el 27 de enero y el 3 de febrero de 1939,
aproximadamente medio millón de españoles en retirada entraron en Francia. Gran parte
de los refugiados fueron conducidos por gendarmes a campos de concentración
improvisados en las playas cercanas de Argeles y St. Cyprien.
En pocos meses volvieron aproximadamente la mitad de estos refugiados a
España. De las decenas de miles que permanecieron en Francia, unos 30.000 se
enrolaron en el ejército francés y, al estallar la Segunda Guerra Mundial, participaron de
forma activa contra los nazis. Una parte de ellos fueron fusilados o condenados en los
temibles campos de exterminio (Treblinka, Dachau, Mauthausen...) donde murieron
16.000 españoles de los cerca de 20.000 que estaban allí recluidos.
Un grupo importante de exiliados embarcó hacía América Latina (México,
Chile, Cuba, Argentina, Venezuela) o refugiarse en la URSS. En ésta el conjunto más
numeroso lo constituyeron los 3.000 niños evacuados durante la Guerra Civil. El grupo
americano englobaba a muchas personalidades políticas e intelectuales. El propio
gobierno de la República en el exilio se constituiría más tarde en México, uno de los
países que más ayudó a los exiliados y que más fiel fue a la legalidad republicana.
10.5 LA EDAD DE PLATA DE LA CULTURA ESPAÑOLA: DE LA
GENERACIÓN DEL '98 A LA DEL '36

El siglo XIX fue el siglo en el que se aceleraron todos los procesos históricos
con respecto a otras épocas. Es una de las características de la entrada en la Edad
Contemporánea. La enorme influencia de la Revolución Industrial en sus dos etapas de
comienzos del siglo y de finales del mismo XIX, contribuyó también a la aceleración en
la renovación de movimientos, estilos y corrientes artísticas o culturales.
A partir de la Restauración y hasta la época de la IIª República asistimos a la llamada
“Edad de Plata” de la cultura española donde varias generaciones (98, 14, 27)
florecieron a pesar de las dificultades.
Menéndez Pelayo renovó el pensamiento tradicional e impulsó la investigación
histórica. Giner de los Ríos creó en 1876 la Institución Libre de Enseñanza que aspiraba
a renovar la sociedad por medio de la educación (aunque sus deseos solo llegaron a una
cierta élite). Joaquín Costa encabezó el “regeneracionismo” que pretendía reimpulsar
España tras el desastre del 98.
En el ámbito científico, a pesar de la escasa presencia internacional, sobresalen
figuras como Santiago Ramón y Cajal o Jaime Ferrán en medicina, Eduardo Torroja en
matemáticas o Narciso Monturiol e Isaac Peral como inventores.
En cuanto a las artes destacar en pintura a los impresionistas Sorolla, Rusiñol o
Regoyos y la figura posterior de Ignacio Zuloága cuya obra sirve de puente entre los
artistas del XIX y el XX. La arquitectura promovió el urbanismo de Arturo Soria en
Madrid o Ildefonso Cerdá en Barcelona y a fines de siglo el modernismo cuyo
representante más internacional fue Antonio Gaudí. En música Isaac Albéniz o Enrique
Granados.

BLOQUE 11. LA DICTADURA FRANQUISTA (1939-1975)

11.1 LA POSGUERRA Y LA CREACIÓN DEL ESTADO FRANQUISTA:


FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS Y APOYOS SOCIALES. EVOLUCIÓN
POLÍTICA Y COYUNTURA EXTERIOR. LA AUTARQUÍA ECONÓMICA

La evolución política, económica y social española durante la dictadura de


Franco requiere un análisis por etapas, ya que ese largo período se inicia con un país
semidestruido y atrasado y desemboca en una sociedad moderna e industrializada, en la
que predominan las clases medias urbanas.

EL ESTADO FRANQUISTA
La andadura política del nuevo régimen salido de la guerra civil se inició de
acuerdo con los siguientes principios:
- El rechazo del principio de soberanía popular y, en consecuencia, de la
democracia representativa.
- La concentración de poderes en la persona de Franco como Jefe del Estado
y del gobierno, Jefe Nacional de FET y de las JONS.
- La existencia de un único cauce de participación política (el Movimiento
Nacional) y de una única central sindical (la Organización Sindical), que
incluía a empresarios, trabajadores y técnicos.
- La supresión de las libertades políticas y sindicales.
- Apoyo ideológico en el conservadurismo, en la Iglesia y en la doctrina
falangista: nacionalismo exaltado, centralismo administrativo, confesionalidad
religiosa.

EVOLUCIÓN POLÍTICA (1939-57)


El final de la guerra fue seguido por problemas tan acuciantes como la
reconstrucción del país y la actitud española ante la Segunda Guerra Mundial. En este
último aspecto y a pesar de la proclividad del régimen hacia las potencias del Eje, la
posición de Franco osciló desde la no beligerancia hasta el neutralismo.
Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Franco se vio
sometido a un riguroso cerco internacional, con la excepción de las relaciones con
Portugal (Pacto Ibérico, 1942) y de las importaciones de Argentina basadas en el
protocolo Franco-Perón, de 1948. En 1946, la ONU condenó el régimen de Franco y
decidió el aislamiento diplomático de España.
Desde 1947, el Estado español se definió como una monarquía hereditaria y las
conversaciones entre Franco y Juan de Borbón (heredero de su padre Alfonso XIII)
acordaron que la educación del príncipe Juan Carlos se realizara en España.
Acabada la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra fría, la España
franquista se benefició para romper su aislamiento. Los hechos más relevantes de este
proceso de apertura fueron los siguientes:
- El ingreso de España en diversos organismos internacionales: FAO (1950),
OMS (1951), UNESCO (1952).
- Firma de un Concordato con la Santa Sede (1953).
- Acuerdo con Estados Unidos (1953) sobre asistencia y ayuda para la defensa,
que tuvo como consecuencia el establecimiento de bases militares
estadounidenses en Torrejón, Rota y Zaragoza.
- Ingreso de España en la ONU en 1955.

LA SOCIEDAD
Durante estos años, la vida española estuvo trágicamente marcada por el
resultado de la guerra: la división entre vencedores y vencidos, la represión política
(Ley de Responsabilidades Políticas, 1939), el exilio de miles de personas y el vuelco
social consiguiente al ascenso de una nueva clase política. España fue también un país
aislado internacionalmente y sometido a toda clase de privaciones.
Corresponde a esta época la creación de los sindicatos verticales, en los que
quedaban encuadrados empresarios y trabajadores dentro de cada rama de la producción
(Ley de Ordenación Sindical, 1940). Asimismo se creó un amplio sistema de Seguridad
Social, del que sus ramas más destacadas fueron el seguro de Vejez e Invalidez (1939) y
el de Enfermedad (1943).
En los duros años de posguerra el hambre, las cartillas de racionamiento o la
falta de medicamentos produjeron mayor volumen de enfermedades infantiles y un
estancamiento demográfico.
A partir de los cincuenta, especialmente tras los acuerdos con EE.UU., empezó a
mejorar la situación alimentaria (sirva como ejemplo la costumbre de repartir leche a los
niños en los colegios durante el horario escolar, algo que pervivió hasta los años
sesenta).
La moralidad de influencia nacional-católica invadía las costumbres hasta los
ámbitos privados de modo que se convirtió en “lo normal” para varias generaciones.
ECONOMÍA. LA AUTARQUÍA (1939-53)
Entre las consecuencias de la guerra hay que citar la pérdida de potencial
humano, la pérdida de capital real, el deterioro del sistema de transportes, la destrucción
de un enorme número de viviendas y el estancamiento del sector agrario.
En la política económica de estos años destacan dos aspectos:
- El autoabastecimiento o “autarquía”, evitando la importación de productos
extranjeros. Esta circunstancia, debida al aislamiento internacional y únicamente rota
por los envíos de trigo y carne desde Argentina, se tradujo en la escasez de alimentos, en
el desarrollo del mercado negro (estraperlo) y en el racionamiento de productos.
- El intervencionismo, controlando la producción nacional y orientando el consumo
hacia los artículos propios. A esta idea responde la creación del Instituto Nacional de
Industria (1941), cuya actuación estuvo limitada por la dependencia de la tecnología
extranjera, así como por la escasez de materias primas y de energía. En la agricultura, la
actuación estatista se reflejó en el Instituto Nacional de Colonización (1939), cuyo
objetivo fue aumentar la superficie de los regadíos.

11.2 LOS AÑOS DEL "DESARROLLISMO".LA REAFIRMACIÓN POLÍTICA


DEL RÉGIMEN FRANQUISTA. LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES.

EL RÉGIMEN DE FRANCO: 1957-69


La estructura política del franquismo solo experimentó algunas tímidas
modificaciones dentro del propio sistema. Entretanto, la oposición al régimen se
desarrollaba en distintos frentes y hacían su aparición algunos grupos terroristas.
Los principales acontecimientos políticos fueron:
- La promulgación de la Ley de Principios del Movimiento (1958), cuyo juramento de
fidelidad se hizo obligatorio para el ejercicio de cargos públicos.
- La pérdida de protagonismo de las personalidades del Movimiento a favor de
ministros próximos al Opus Dei.
- La introducción de algunas reformas: Ley de Prensa (1966), que suprimía la censura
previa; Ley de Libertad Religiosa (1967), que concedía mayor libertad a las confesiones
no católicas; Ley Orgánica del Estado (1966), que introducía representantes familiares
en las Cortes.
La posible sucesión del Jefe de Estado se planteó como la alternativa
monárquica entre restauración (vuelta a la legalidad anterior a 1931) e instauración
(monarquía nueva). En 1969 fue designado como sucesor, a título de rey, Juan Carlos
de Borbón.
En el ámbito internacional, el reconocimiento del régimen fue cada día más
amplio, pero la solicitud (1962) de ingreso en la Comunidad Económica Europea era
sistemática y lógicamente denegada como consecuencia del carácter no democrático del
régimen.

LA ECONOMÍA
De la estabilidad al desarrollo
a) En la década de los años cincuenta y como consecuencia de la nueva
situación internacional, la economía española inició una reactivación. Entre los hechos
más significativos cabe citar la concesión de créditos de la banca americana (1951), los
acuerdos de ayuda económica entre España y Estados Unidos (1953), el ingreso de
España en diversos organismos internacionales y la importación de bienes de equipo.
El Plan de Estabilización de 1959, por el que se devaluó la peseta y se
disminuyeron las importaciones en un intento de equilibrar la balanza de pagos, inició el
saneamiento de nuestra economía y su aproximación a los mercados europeos.
b) Transformación y desarrollo. Entre 1960 y 1973 transcurrió una época de
evidente desarrollo económico y de profunda transformación social articulada en los
Planes de Desarrollo que, iniciados en 1964, tuvieron una duración cuatrienal.
Los rasgos principales de esta etapa de crecimiento fueron:
- El rápido proceso de industrialización. El desarrollo de los sectores de la
automoción, los electrodomésticos y la construcción posibilitó el crecimiento de otras
ramas de la producción industrial.
- La entrada de capital extranjero y la masiva importación de utillaje industrial,
que fue compensada en gran parte con el crecimiento de las exportaciones.
- El ingreso de las remesas enviadas por los emigrantes y de las divisas derivadas
del turismo, que hicieron posible, en gran medida, el equipamiento del país.

SOCIEDAD
La sociedad española a partir de 1960
Pasada la transición de los años cincuenta, la política económica del régimen y
el desarrollo económico internacional repercutieron visiblemente en la sociedad.
La emigración rural y el rápido crecimiento urbano generaron graves
problemas de desarrollo urbanístico, de infraestructura y de adaptación personal de los
emigrantes.
Se produjo un fuerte incremento de la población activa en los sectores
secundario y terciario y un importante descenso de la población ocupada en el sector
primario. La ampliación de las clases medias provocó, en ocasiones, efectos
secundarios de desclasamiento y de agudización de las tensiones generacionales.
El aumento del poder adquisitivo permitió una actitud de consumismo: la “era
del seiscientos”, del piso comprado a plazos y de los electrodomésticos.
La incorporación progresiva de la mujer al mundo del trabajo repercutió
sensiblemente en la organización de la vida familiar y en los esquemas sociales:
educación, redistribución de las ocupaciones y funciones en el hogar, mayor libertad de
costumbres y transformación de hábitos colectivos. No obstante, todavía permanecía
relativamente dependiente del varón en bastantes aspectos.
La generalización de la enseñanza primaria (más intensa en el ámbito urbano)
y el crecimiento de la enseñanza media y universitaria especialmente desde finales de
los años sesenta hizo que la demanda de puestos escolares aumentara en todos los
niveles de enseñanza, mejorando la formación de los españoles pero creando un
problema de infraestructuras que no se resolvió hasta años más tarde.
El aumento del acceso a los medios de comunicación (prensa, radio y, sobre
todo, televisión) propició una más amplia distribución de la información y la cultura.
Aunque la censura fue relajando su actividad, no obstante, pervivió incluso en el
subconsciente colectivo durante años.

11.3 El FINAL DEL FRANQUISMO. LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN.


EVOLUCIÓN DE LAS MENTALIDADES.

1. ELEMENTOS DE CAMBIO EN LA ETAPA FINAL DEL FRANQUISMO.


Las transformaciones económicas y sociales de los años sesenta, junto con la
aspiración de integrarse en Europa, la penetración progresiva de los modos de vida
occidentales, la entrada en la Universidad de generaciones que no habían vivido la
guerra, o el rebrote de los nacionalismos fueron modificando la sociedad española hacia
una actitud de rechazo del gobierno dictatorial.
Incluso la Iglesia, que se había identificado con el franquismo durante las
primeras décadas del régimen, comenzó a criticar su continuidad en la persona del
cardenal Tarancón. Y, dentro del ejército, se constituyó la UMD (Unión Militar
Democrática) que pretendía hacerlo más democrático (aunque en el verano de 1975
fueron detenidos sus principales líderes).
La Ley de prensa de 1966 (promovida por Manuel Fraga) permitió la aparición
de nuevas revistas, diarios y editoriales que manifestaron una tímida crítica contra el
régimen. Así, salió a la luz la obra de artistas y autores hasta entonces prohibidos,
incluso de los españoles exiliados.

2. LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN
La oposición al régimen franquista que, salvo las acciones desarrolladas por el
“maquis” en los años cuarenta, había dado pocas señales de actividad, se desarrolló
rápidamente en los últimos años del régimen.
La oposición interna experimentó unos cambios significativos: la renuncia a la
práctica violenta, la concienciación social y generacional y el desembarco en sectores
universitarios y en el seno de los sindicatos franquistas.
En los años sesenta la oposición se hizo visible en el Congreso de Munich
(1962), donde se reunieron miembros de la democracia cristiana, monárquicos, algunos
republicanos y el PSOE, para pedir la democratización de España. Aquellos procedentes
del interior del país fueron detenidos a su regreso, aunque alguno optó por quedarse en
el exilio. Franco calificó tal reunión como Contubernio de Munich.
Entre los grupos de izquierda, Comisiones Obreras era el principal referente de
la oposición obrera. El PSOE, tras el relevo generacional promovió algunos pactos
entre fuerzas de la oposición democrática de poca trascendencia. El PCE, dirigido por
Santiago Carrillo, inició un proyecto de “reconciliación nacional”.
Hubo un repunte de la oposición nacionalista, principalmente vasca y catalana.
En Euskadi, nace ETA en 1959, utilizando el terrorismo a partir de 1964. En Cataluña,
el nacionalismo adoptó una postura más cultural. En 1971 se creó la Asamblea de
Cataluña, que defendía la restauración de libertades y recuperar el Estatuto de 1932.
Ante estas fuerzas opositoras, el régimen utilizó en cinco ocasiones la
declaración del Estado de excepción. En años posteriores, las huelgas y manifestaciones
crecieron en intensidad y el régimen endureció sus respuestas (Proceso 1001, a
miembros de Comisiones Obreras). Por otra parte, la organización ETA aumentó su
escalada de violencia a pesar de la actuación policial (Proceso de Burgos, de 1970).

3. EL FINAL DEL FRANQUISMO


Tras el escándalo MATESA, Franco apartó del gobierno tanto a los ministros
que habían tenido algo que ver con la estafa, como a los que la habían aireado (Fraga,
Solís), creándose un gobierno monocolor. En 1973 Carrero Blanco será nombrado
Presidente del Consejo de Ministros, rechazando cualquier proyecto reformista que no
se atuviera a la Leyes Fundamentales. Su asesinato por ETA, en diciembre de 1973, fue
un duro golpe para el sector inmovilista (el “búnker”). Arias Navarro intentó seguir su
estela pero tuvo dos problemas prácticamente insolubles: el agravamiento de la crisis
económica (crisis del petróleo, cierre de empresas, inflación, paro, aumento del déficit)
y el incremento de la oposición (protestas, deterioro de las relaciones con la Iglesia).
En 1974, el PCE impulsó la Junta Democrática de España que reclamaba la
apertura de un proceso constituyente. Al año siguiente, el PSOE promovía la Plataforma
de Convergencia Democrática en la que se incluyeron demócratas cristianos y liberales.
Para frenar a ambas formaciones, que se unirán en la llamada Platajunta, Arias
Navarro propuso en febrero de 1974 un tímido aperturismo que apenas avanzó. Además,
tuvo que soportar las presiones internacionales por las últimas ejecuciones del régimen
en septiembre de 1975.
A todo ello se unió el fin de las dictaduras en Grecia y Portugal y, sobre todo, la
presión de Marruecos sobre el Sahara español que concluyeron con la movilización de
la “Marcha Verde” de noviembre de 1975 (España acabó cediendo y entregando en la
práctica el Sahara a Marruecos). En este contexto de desmoronamiento del régimen,
Franco moría el 20 de noviembre de 1975.

11.4. LA CULTURA ESPAÑOLA DURANTE EL FRANQUISMO.


El triunfo del franquismo supuso el fin de la Edad de Plata de la cultura
española. Después de depurar los medios de comunicación y utilizarlos en su provecho
como propaganda del régimen se pretendió restablecer la cultura católica y nacional
tradicionalista y el pasado imperial se convirtió en la referencia histórica única.
La censura eclesiástica y civil se estableció sobre espectáculos, prensa y libros.
A pesar de todo, a finales de los años cincuenta y durante los sesenta, el férreo
control fue relajándose. Algunos intelectuales como Laín Entralgo, López Aranguren,
Julián Marías o Tierno Galván se manifestaron contra los planteamientos culturales de
la dictadura. Algunas publicaciones como Revista de Occidente o Cuadernos para el
Diálogo intentaron superar la uniformidad ideológica que pretendía el régimen.
Durante los años sesenta, la dinámica editorial, favorecida por un cierto
aperturismo, permitió la publicación de obras de autores prohibidos hasta entonces
como Ramón J. Sender, Max Aub o Antonio Machado. Y nuevos autores publicaron
obras con un claro signo desmitificador de la Guerra Civil: Miguel Delibes, Buero
Vallejo, Torrente Ballester, Camilo José Cela, Blas Otero o Gabriel Celaya.
La educación, sobre todo durante la etapa autárquica, fue controlada por la
Iglesia, incluida la Universidad, que, al igual que sucedió con los maestros republicanos,
fue depurada.
A partir de los sesenta, en cambio, aumentó masivamente la escolarización y la
creación de escuelas e institutos estatales cuyas crecientes plantillas eran cada vez más
difíciles de controlar ideológicamente.
En el arte, la arquitectura oficial decae ya en los cincuenta, cuando penetran el
racionalismo y organicismo, coincidiendo con el boom turístico. Fisac abandona el
oficialismo para ingresar en el art-brut y el empleo masivo de hormigón y vidrieras
(Dominicos de Alcobendas), Sáez de Oiza presenta un estilo más colorista (Torres
Blancas, Madrid) o Coderch que introduce el organicismo (Torres Trade, Barcelona).
A finales de los cincuenta irrumpen en España los Grupos, cuyo principal
objetivo era adecuarse a las tendencias del arte mundial. El Paso apuesta por el
expresionismo abstracto, Crónica incorpora el Pop Art, la Nueva Figuración da lugar al
hiperrealismo (grupo Hondo) especialmente con la obra de Antonio López o el escultor
Julio López. En el Minimalismo sobresale la escuela vasca con Oteiza y Chillida.
BLOQUE 12. NORMALIZACIÓN DEMOCRÁTICA DE ESPAÑA E
INTEGRACIÓN EN EUROPA (DESDE 1975)

12.1 LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y EL PERIODO


CONSTITUYENTE. LA CONSTITUCIÓN DE 1978. EL ESTADO DE LAS
AUTONOMÍAS Y SU EVOLUCIÓN

TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA (1975-78)


a) Los planteamientos previos
A la muerte de Franco, en noviembre de 1975, se abrió un periodo caracterizado
por la reinstauración de la monarquía y por el comienzo de la recuperación democrática.
Tras la proclamación del rey Juan Carlos I y la confirmación de Arias
Navarro como jefe del Gobierno, tres posturas políticas trataron de abrirse paso: los
que deseaban el continuismo del régimen anterior, los partidarios de una reforma del
sistema o “aperturistas” y los que defendían la ruptura con el franquismo. Estos
últimos, agrupados en la Plataforma de Coordinación Democrática, exigían en su
programa la amnistía, la legalización de partidos y sindicatos, el reconocimiento de las
autonomías regionales y la apertura de un proceso constituyente.
El Gobierno de Arias Navarro inició tímidas reformas, pero las presiones de la
oposición y sus diferencias con el monarca le llevaron a presentar la dimisión.
b) Los pasos de la transición política
El papel del rey resultó decisivo al propiciar la reforma desde las propias
instituciones franquistas, evitando una ruptura radical. El rey nombró presidente de
Gobierno, a partir de una terna constituida por el Consejo del Reino, a Adolfo Suárez,
un aperturista del régimen, que dirigió el proceso de la transición.
- Las Cortes franquistas aprobaron la Ley para la Reforma Política, que el 15
de diciembre de 1976 fue aprobada mayoritariamente en referendum. Partidos y
sindicatos se fueron legalizando, los exiliados políticos regresaron, se concedió amnistía
a los presos políticos y se convocaron elecciones generales.
- Todo ello se realizó pacíficamente, aunque no faltaron tensiones: presión
terrorista, asesinato por la extrema derecha de cinco abogados laboralistas en Madrid
(“Matanza de Atocha”, 1977), alarma por la legalización del Partido Comunista,
amenazas golpistas (“Operación Galaxia”, 1978), etc.
- El 15 de junio de 1977 tuvieron lugar las elecciones generales. La Unión de
Centro Democrático (UCD), el partido que pocos meses antes había construido Adolfo
Suárez como plataforma electoral, triunfó con el 34% de los votos emitidos, seguido por
el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con el 28% de los votos.
- Abiertas las Cortes, éstas iniciaron las tareas constituyentes. En octubre de
1977 se firmaban los Pactos de la Moncloa, entre el Gobierno, los partidos políticos y
los sindicatos. Era el inicio de las políticas de consenso, que culminaría con la
elaboración de la Constitución.
- La Generalitat de Catalunya quedó restablecida en su presidente en el exilio,
Josep Tarradellas, y se puso en marcha un Gobierno preautonómico en el País Vasco.
- La aprobación de la Constitución cerró este periodo, contemplado con gran
interés desde el exterior, por su carácter posibilista, al tiempo que pacífico y moderado.

LA CONSTITUCIÓN DE 1978
a) El proceso constituyente
Las Cortes nacidas de las elecciones del 15 de junio de 1977 tenían como tarea
principal la elaboración de una Constitución que sirviera de base para una nueva etapa
de normalidad democrática, dentro de un Estado de derecho similar al de los países de
nuestro entorno europeo.
Para las fuerzas políticas y la mayoría de los ciudadanos, la Constitución habría
de ser fruto de un amplio acuerdo capaz de asegurar a todos los españoles, sin distinción
de ideologías, un marco respetable para el ejercicio de sus derechos y obligaciones. Este
acuerdo o consenso sería la clave para crear un sistema político estable y duradero.
Para ello, el Congreso nombró una Ponencia Constitucional formada por siete
diputados. La ponencia trabajó durante meses para conseguir un texto que contase con
el apoyo de todos, sin ser impuesto por ninguno.
El proyecto fue discutido por las Cortes y aprobado por amplia mayoría. El 6 de
diciembre de 1978 se aprobó en referéndum por el pueblo español que le otorgó el
apoyó del 87,9% de los votantes. Tras su entrada en vigor, se disolvieron las Cortes y se
convocaron nuevas elecciones de acuerdo con lo previsto en ella.
b) La Constitución
El texto constitucional consta de un preámbulo, 169 artículos divididos en once
títulos y unas disposiciones finales. Sus elemento más destacados son:
- El preámbulo recoge los valores en que se basa (justicia, libertad, seguridad)
y las metas a las que apunta: convivencia democrática, estado de derecho, protección de
los individuos y de los pueblos, progreso cultural y económico, etc...
- El título preliminar define la soberanía del pueblo español, la monarquía
parlamentaria como forma política y los valores del Estado.
- El título 1º desarrolla los derechos fundamentales y las libertades de los
ciudadanos: expresión, reunión, asociación, residencia. Queda abolida la pena de muerte
y se proclama la aconfesionalidad del Estado.
- Los títulos siguientes establecen las instituciones de la Nación y la división de
poderes: el legislativo recae en las Cortes bicamerales (Congreso y Senado), el
ejecutivo en el Gobierno, y el poder judicial en los Tribunales.
- El título octavo, uno de los más complejos, establece la creación de
Comunidades Autónomas, dentro de “la indisoluble unidad de la Nación española”,
cuyas competencias y características se remiten a los correspondientes Estatutos.
- Los últimos títulos describen los organismos encargados de interpretar la
Constitución (Tribunal Constitucional) y los mecanismos para reformarla.
Con la perspectiva de los años, la ambigüedad (en aras del consenso) de
algunos de estos artículos ha provocado enfrentamientos políticos de calado. Desde el
primer momento los nacionalismos trataron de obtener el mayor autogobierno posible
mientras que los diferentes gobiernos centrales trataron de trasladar las discusiones al
desarrollo posterior de los estatutos de autonomía, sin que hayan acabado de cerrar el
techo autonómico. Además, temas como el servicio militar, el aborto, la influencia
religiosa o la propia división de poderes, han sido objeto de interpretación y polémica.

12.2 LOS GOBIERNOS CONSTITUCIONALES. LOS DESAFÍOS DEL


GOLPISMO Y DEL TERRORISMO. CAMBIOS POLÍTICOS, SOCIALES Y
ECONÓMICOS.

1. LOS GOBIERNOS DE UCD (1979-1982)


El gobierno de Adolfo Suárez
Cumplida su tarea constituyente las Cortes fueron disueltas y se convocaron
nuevas elecciones para el 1 de marzo de 1979.
Las urnas volvieron a dar la victoria a la UCD de Suárez con el 35% de los votos
emitidos, seguida por el Partido Socialista con un 30,5%. A distancia se situaban el
Partido Comunista con el 10,8% y la Coalición Democrática con el 5,9%. Nueve
formaciones regionalistas, encabezadas por CiU con ocho escaños entraron en el
Congreso. Con estos resultados Suárez procedió a la formación de un nuevo Gobierno.
En los meses siguientes se recrudecieron los actos terroristas, y las presiones
involucionistas añadieron dificultad a las negociaciones de los Estatutos de Autonomía
de Cataluña y País Vasco, que finalmente fueron aprobados. En marzo de 1980 se
celebraron las primeras elecciones autonómicas en ambas Comunidades, que dieron el
triunfo a los nacionalistas en los dos casos: Convergencia i Unió en Cataluña y Partido
Nacionalista Vasco (PNV) en el País Vasco.
Estos resultados aumentaron las tensiones entré los “barones” de las distintas
tendencias políticas integradas en UCD. También crecieron las críticas a Suárez, que se
encontró cada vez más aislado y carente de la capacidad de reacción que hasta entonces
había demostrado. Entre tanto, el PSOE presentó una moción de censura al Gobierno,
que aumentó el prestigio del líder socialista, Felipe González, ante la opinión pública.
La división y las críticas en el seno de la UCD prosiguieron. Finalmente, el 29
de enero de 1981, Suárez presentó la dimisión.
El gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo
Para suceder a Suárez en la presidencia del Gobierno fue designado Leopoldo
Calvo Sotelo. Durante su investidura en las Cortes, se produjo la reacción más grave
contra el proceso democrático: el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de
1981.
Un grupo de guardias civiles al mando del Teniente Coronel Tejero y algunas
unidades militares secuestraron al Gobierno y al Congreso de los Diputados, creando la
alarma en todo el país hasta la madrugada de dicho día. La aparición del rey en
televisión, desautorizando a los rebeldes y exigiendo su rendición, parece que fue
decisiva. Los responsables del golpe fueron detenidos, juzgados y condenados a prisión.
Bajo el mandato de Calvo Sotelo, el Gobierno impulsó la concertación social
con los sindicatos y los empresarios (Acuerdo Nacional de Empleo, ANE) y la
aprobación de distintos Estatutos de Autonomía. De acuerdo con su programa, se
tramitó el ingreso de España en la OTAN, aprobado con la oposición del PSOE y otras
fuerzas políticas. Esta oposición, unida a las nuevas divisiones dentro del partido,
debilitó el apoyo social a UCD. Las elecciones de octubre de 1982 pusieron fin a la
etapa centrista.

2. LOS GOBIERNOS DEL PARTIDO SOCIALISTA


El ascenso socialista
Las elecciones del 28 de octubre de 1982 dieron el triunfo al PSOE, a su
mensaje de “cambio” y a su líder, Felipe González, con más de diez millones de votos
favorables y la mayoría absoluta en las Cortes Generales. Esta mayoría absoluta,
repetida en las elecciones de 1986 y de 1989, unida a la alcanzada en numerosos
ayuntamientos y Comunidades Autónomas permitió al Partido Socialista gobernar en
solitario.
El Partido Popular (denominación que adoptó Alianza Popular tras su congreso
de 1989), lideró la oposición desde la derecha si bien prestó su apoyo en campos como
la seguridad, el desarrollo autonómico o las relaciones exteriores.
Izquierda Unida (IU), coalición dirigida por el PCE, representaba la oposición
por la izquierda.
Los gobiernos socialistas
Los Gobiernos socialistas acometieron diversas reformas.
En política interior: reforma educativa (LOGSE de Maravall y Rubalcaba),
fiscal, militar (Reforma Serra), administrativa; no siempre tan eficaces como preveía el
gobierno. También se continuó la lucha contra el terrorismo facilitada por el acuerdo
entre las fuerzas políticas vascas (pactos de Ajuria Enea).
En el campo económico, los Gobiernos de Felipe González acometieron la dura
reconversión industrial, la modernización de las infraestructuras, el control de la
inflación y de la balanza de pagos, junto a una política monetaria rigurosa, para
aproximar la situación de España a la del resto de la Unión Europea en la que se
buscaba ingresar. Estos ajustes explican que, a pesar del crecimiento, el índice de paro
se mantuviera como el más alto de Europa y el descontento laboral se expresara en
movilizaciones masivas, como la huelga general del 14 de diciembre de 1988.
Los cada vez más frecuentes casos de corrupción y tráfico de influencias fueron
reduciendo el apoyo electoral hasta permitir el acceso del Partido Popular al poder.
En política internacional, la confirmación de la permanencia de España en la
OTAN (tras un referéndum en el que González defendió el cambio de opinión hacia el
voto favorable) y, sobre todo, la incorporación a la Comunidad Europea en 1986,
marcan la creciente presencia de nuestro país en los foros internacionales.
Pruebas de la creciente presencia internacional son las repetidas misiones de paz
confiadas a las fuerzas armadas españolas, la organización en Madrid de la Conferencia
de Paz sobre Oriente Medio, etc. Los acontecimientos celebrados en España en 1992
(Olimpiadas de Barcelona, Exposición Universal de Sevilla, capitalidad cultural de
Madrid) son también muestra de dicho cambio.
Tras la pérdida de la mayoría absoluta en 1993 y un gobierno apoyado desde el
catalanismo de CiU, las elecciones de 1996 llevarán a José María Aznar (PP) a la
jefatura de gobierno. Este periodo queda demasiado cercano en el tiempo para ser
analizado con suficiente perspectiva realmente histórica.

12.3 EL PAPEL DE ESPAÑA EN EL MUNDO ACTUAL. LA INTEGRACIÓN EN


LA UNIÓN EUROPEA Y EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL

EL CAMINO HACIA EUROPA


El desarrollo económico experimentado por la economía española en la década
de los 60, hacía necesario romper el aislamiento de nuestro país e integrarlo en el
Mercado Común Europeo (CEE), que se había convertido, desde su fundación (1957,
Tratado de Roma), en el eje de la economía de Europa occidental. Sin embargo, la
ausencia de libertades políticas y de un sistema democrático en España era obstáculo
insalvable que fue retrasando la negociación.
Con la instauración de la democracia, la solicitud española de adhesión a la
Comunidad quedó desbloqueada. y comenzaron a plantearse conversaciones y plazos.
La Comunidad de los seis países fundadores (Francia, Italia, Luxemburgo,
Bélgica. Holanda y la República Federal de Alemania), ampliada a nueve en 1972
(Reino Unido, Dinamarca e Irlanda) y a diez en 1981 (Grecia), necesitaba adaptar sus
propios mecanismos antes de aceptar a los dos nuevos candidatos ibéricos.
Las negociaciones del Tratado de Adhesión se aceleraron entre los años 83-85 y
el 1 de enero de 1986 entró en vigor dicho tratado, ingresando España y Portugal.

ESPAÑA EN LA UNIÓN EUROPEA


El Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea otorga a España representación
en las instituciones en proporción a su población. Al poco de ingresar, se celebraron las
primeras elecciones al Parlamento Europeo (1989) pues hasta entonces eran delegados
de cada parlamento nacional. Ese mismo año, nuestro país ejerció su primera
presidencia de la Comunidad en el primer semestre.
La incorporación española a la Europa política y económica supone un cambio
histórico que rompe la tendencia aislacionista española en los últimos dos siglos y el
reconocimiento de una Europa en la que el sur también debe ejercer su influencia.
Supone además un reto a la capacidad productiva de nuestra economía que debe
competir sin protección y colaborar con las de nuestros vecinos.
Por ello, a pesar de los problemas iniciales de adaptación (problemas con los
lácteos, pesca, cítricos, regreso de emigrantes españoles o reconversión industrial), la
pertenencia a la comunidad se considera una apuesta para el progreso económico y una
garantía para la estabilidad política. Además la política comunitaria ha destinado
importantes recursos (fondos FEDER y otros) a disminuir las diferencias de desarrollo
entre nuestro país y los más avanzados hasta el posterior ingreso de nuevos miembros.
Desde su incorporación en 1986 España ha destacado en su impulso hacia una
mayor integración, Así ocurrió en las negociaciones sobre el Acta Única Europea
(1986) que acordó la desaparición de las fronteras internas; y en el proceso del Tratado
de la Unión Europea (Maastricht, 1992), que estableció los pasos para la unión
económica y monetaria, y refuerza la integración política y social de los ciudadanos en
las instituciones comunitarias.
Los avances posteriores, como la entrada en vigor del euro (€) en 2002 como
moneda única en la mayor parte de los países de la unión, supresión de fronteras
interiores, como el Acuerdo Schengen (1985, al que España se adhiere en 1991) y los
intentos de unificar legislación, incluso con un proyecto de constitución, han chocado
con las graves dificultades económicas derivadas de la crisis de comienzos del siglo
XXI. Dicha crisis esta volviendo a generar egoísmos nacionales que, aunque esperables,
no fortalecen el papel de la Unión Europea en el mundo y generan temibles
incertidumbres políticas como el aumento de grupos xenófobos, populistas y
nacionalismos radicales.

Las debilidades de las democracias europeas, junto al difícil contexto


internacional, se encuentran en una encrucijada que debe hacer frente a un mundo donde
el terrorismo internacional, la inmigración masiva, el envejecimiento de la población, la
escasa recuperación económica y la corrupción política no facilitan la extensión de los
principios solidarios y democráticos.

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