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En el poder psiquiátrico, la tesis fuerte es que la psiquiatría sólo se establece como parte
de la medicina a través de una serie de juegos de poder.
La disciplina, por otra parte, dispone sujetos y objetos con el fin de sacar de ellos el
mayor provecho posible. Los dispone por medio de una serie de relevos continuos, y
una malla de vigilancia piramidal que permite que siempre el sujeto esté vigilado,
siendo un punto en una cuadrícula.
La disciplina no remite a la ley, sino a la norma. La norma es lo que hay que hacer en
orden de ser productivo. La norma es una, y la medida de cada sujeto será la medida en
que se aleje de la norma (en la escuela, en la psiquiatría, en la medicina)
Los tres sistemas se incluyen unos a otros (como las muñecas rusas) seguridad implica
disciplina que implica soberanía.
Generan subjetividades diferentes. El artículo de “psicologización” de McLaughing con
su noción de vulnerabilidad, es típico de un dispositivo de seguridad. Prevé un sujeto y
lo performa, para controlarlo.
En los siglos XVII, XVII la locura era un tema vinculado a la verdad. El loco, deliraba,
toma por verdad lo que no es. La cura consiste en sacarlo de su error. En Descartes la
locura era lo que afectaba a “quienes se creen reyes, o los que piensan que su cuerpo es
de vidrio”. La locura es un error del que hay que sacar al sujeto. Y esto con diversas
técnicas. Un caso de 1804 ilustra la manera. Se toma por real el delirio del loco y se
juega su juego. Se le muestra que tiene razón, que no está errado y siguiendo ese juego,
en la medicación para su supueta enfermedad, se le medica contra lo que provoca su
delirio. Todos, médicos y medicamentos juegan el juego, tendiente a sacar fuera del
error al loco.
En el siglo XIX comienza a instaurarse la disciplina. Ya no es un campo de verdad, es
un campo de batalla. Hay que vencer al loco. No demostrarle algo, sino doblegarlo (esto
remite a la soberanía) pero para hacerlo, es necesaria una vigilancia tal que rodee al
loco, y no lo deje nunca por fuera de la mirada.
El médico dirá que hay que hacer, los vigilantes miraran al loco y transmitiran
información al médico. Los sirvientes servirán al loco (aseo, comida) pero dando cuenta
al vigilante (y por tanto al médico) de los pedidos (órdenes) estrafalarios del enfermo.
Buscarán la ocasión que el enferme brinde para hacer visible, real, física la doblegación
de su voluntad. Aceptar la voluntad médica es curarse
Cuando Pinel libera a los locos en 1792, estos quedan en deuda con él, se someten a su
voluntad agradecidos de ya no cargar cadenas. Y en ese sometimiento, en la confianza y
en la confesión (aun no lo dice pero llegará a eso) estará la cura, en la confesión, el decir
todo de sí. (hay algo en “las mallas del poder”)
1.-captura total y exhaustiva del cuerpo, los gestos, el tiempo, el comportamiento del
individuo. Captura del cuerpo y no de su producto, captura del tiempo en su totalidad y
no del servicio.
2 a .- vigilancia constante. El sujeto está bajo la mirada o en situación de ser observado
permanentemente. El poder disciplinario se refiere a un estado terminal u óptimo. Mira
hacia el porvenir. Comienza cuando comienza y se desarrolla a través del ejercicio
rutinario y progresivo.
2 b.- la captura de los cuerpos se da a través de la escritura. Escritura de informes,
registro que forma un plasma que rodea al individuo. Garantiza la omnivisibilidad del
individuo que es capturado en la escritura y ser visto donde y cuando no está.
Individualización esquemática y centralizada.
Presión punitiva minúscula y continua, allí donde sucede la desviación está el castigo
infrajudicial inmediato. “aun antes de que el gesto sea una realidad debe poder
identificarse algo, y el poder disciplinario debe intervenir: intervenir, en cierto modo,
antes de la manifestación misma del comportamiento, antes del cuerpo, el gesto o el
discurso, en el plano de la virtualidad, la disposición, la voluntad, el nivel del alma. Así
vemos proyectarse detrás del poder disciplinario, algo que es el alma, un alma muy
diferente de la que habían definido la práctica y la moral cristiana” (Foucault 2005: 73)
“ese principio panóptico, -ver todo, todo el tiempo, a todo el mundo, etc- organiza una
polaridad genética del tiempo; efectúa una individualización centralizada cuyo soporte e
instrumento es la escritura, e implica, por último, una acción punitiva y continua sobre
las virtualidades del comportamiento que proyecta detrás del propio cuerpo algo
semejante a una psique” (Foucault 2005: 73)
3.-