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CICLO DE MILANKOVITCH

1. La precesión de los equinoccios


La Tierra describe una órbita ligeramente elíptica alrededor del Sol. El Sol no está ubicado en el
centro de la elipse sino que ocupa uno de sus focos.

Hoy día, durante el solsticio de invierno del hemisferio norte (22 de Diciembre) la Tierra se
encuentra próxima al punto de su órbita más cercano al Sol, el perihelio, que alcanza el 3 de
Enero. La distancia al Sol durante esos días es la más corta del año, unos 147 millones de
kilómetros, y por esa razón la Tierra en su conjunto recibe esos días el máximo de calor.

Por el contrario, durante el solsticio de verano del hemisferio norte (21 de Junio) la Tierra se
encuentra próxima al punto de su órbita más alejado del Sol, el afelio, que alcanza el 4 de Julio.
La distancia al Sol es la más larga del año, 152 millones de kilómetros, es decir unos 5 millones
más que en el perihelio, y la Tierra en su conjunto recibe esos días un 3,5 % menos de energía
solar (en algunos períodos glaciares las diferencias en la distancia eran de hasta 15 millones de
km).

A lo largo de los milenios van cambiando las fechas del perihelio y del afelio. Hace 11.000 años
el perihelio ocurría en Junio y el afelio en Diciembre. Lo contrario de ahora.

Ocurre que en un ciclo de unos 23.000 años el eje de rotación de la Tierra va describiendo una
figura cónica alrededor de una recta perpendicular al plano de la eclíptica. Así, hace unos 11.000
años el eje terrestre no apuntaba hacia la estrella Polar sino hacia la estrella Vega. Este lento
movimiento de peonza, es debido a que la Tierra no es perfectamente esférica, pues en su
período de formación quedó algo achatada en los polos y engordada en el Ecuador. Por otra
parte, la propia eclíptica tiene también un lento movimiento de rotación, motivado por los
cambios gravitatorios ejercidos sobre la Tierra por el resto de los planetas, que contribuye
también a modificar la posición de los solsticios y de los equinoccios.
El ciclo de precesión de los equinoccios es probablemente más determinante en el clima de las
zonas tropicales que en las polares, en donde parece jugar un papel más importante la
oblicuidad del eje.

Una de las señales indicativas de que la precesión de los equinoccios tiene importancia en los
ciclos climáticos tropicales es la alta correlación existente entre sus fluctuaciones y la
concentración de gas metano en la atmósfera, según queda atestiguado en los hielos de
Groenlandia y de la Antártida. Se explica porque la concentración atmosférica de metano
depende en gran parte de las emisiones desde los humedales continentales de Asia y Africa y la
humedad continental depende de la fuerza de los monzones estivales. Los monzones son más
fuertes cuanto mayor sea el calentamiento veraniego en las tierras interiores de Asia y Africa y
esto ocurre cuando el perihelio recae en el verano septentrional. La mayor productividad de
fitoplancton en el mar de Arabia, debido al incremento del afloramiento de aguas del fondo
cuando los monzones de verano son intensos, atiende, según se constata en los sondeos
marinos, al ciclo de la precesión de los equinoccios y corrobora su importancia. También el
Sahara y el Sahel eran más húmedos en la primera mitad del Holoceno debido a un monzón
estival más potente, cuya causa era que la insolación en el norte de Africa durante el verano era
mayor que la actual. Igualmente, el desplazamiento de la zona de convergencia intertropical
ITCZ en América tropical determina cambios en las precipitaciones, tanto en el Caribe como en
Brasil. Así, el ciclo de precesión de los equinoccios juega un papel determinante en el Trópico.

2. Excentricidad de la órbita
La órbita de la Tierra alrededor del Sol no es perfectamente circular sino elíptica, pero la
excentricidad es variable, con dos periodicidades primarias de unos 100.000 y 400.000 años. Se
suele determinar la fuerza de la excentricidad mediante el parámetro “e”, el cual compara las
dos longitudes focales “x” e “y. Si la órbita fuese circular, las longitudes focales serían iguales,
con lo que “e” sería igual cero. La órbita de la Tierra varía de ser casi circular a ser marcadamente
elíptica (e=0,060). El valor actual de “e” es 0,018.

Las variaciones en la excentricidad afectan de manera notable a la diferencia de energía solar


que incide en el perihelio y en el afelio en el tope de la atmósfera. Hoy día esa diferencia es un
3,5 %. Esta diferencia de insolación aumenta cuando la excentricidad es mayor, y disminuye
cuando es menor. En los períodos de excentricidad máxima, la diferencia de insolación incidente
en el tope de la atmósfera entre el día del perihelio y el del afelio alcanza un valor de un 30 %.

El aumento de la excentricidad de la órbita terrestre provoca el incremento del contraste


verano-invierno en un hemisferio y la reducción de ese contraste en el otro, dependiendo en
cada caso de las estaciones en que ocurran el afelio y el perihelio. Por ejemplo, si en un
hemisferio el verano coincide con el perihelio y el invierno con el afelio, y la excentricidad es
alta, la radiación solar veraniega será muy intensa y la radiación invernal será muy débil. Por el
contrario, en el otro hemisferio, los contrastes estacionales estarán muy atenuados, ya que el
verano coincidirá con el afelio y el invierno con el perihelio.
Inclinación del eje terrestre

Para algunos investigadores, la Tierra durante el Pleistoceno tiende a un estado glacial, que es
roto en ocasiones por desglaciaciones. La oblicuidad es más determinante que la precesión y
que la excentricidad en esas rupturas de equilibrio (Huybers, 2005). Los ciclos glaciales durante
la primera mitad del Pleistoceno seguirían claramente esta periodicidad, de unos 40.000 años,
debido a los deshielos de Groenlandia y de la costa de la Antártida Oriental. Después en el último
millón de años, el aumento del frío en los márgenes de la Antártida Oriental haría que se
deshelase con mayor dificultad, tal y como ocurre en la actualidad, por lo que el efecto de la
oblicuidad quedaría más difuminado y prevalecerían los ciclos de unos 100.000 años, en los
cuales aparece con mayor claridad la influencia de las otras variantes orbitales, la precesión y la
excentricidad.
CONCLUSIÓN

La presencia de influencias orbítales en los cambios climáticos de la tierra es tan


evidente, que puede ser detectada no solo en altas latitudes, sino en los trópicos. Una
alta cantidad de pruebas extraídas de los hielos de la Antártica, Greenland, y otras
localidades continentales, acusan un patrón dinámico de fluctuación del clima terrestre
que se extiendes a graves de las edades geológicas.
La teoría de Milankovitch, es un cuerpo de conocimiento lógico, astronómico-
matemático, que en los ojos de muchos científicos cuaternarios explica la conexión de
la naturaleza dinámica del clima, con cambios periódicos en la órbita del planeta tierra.
A través de esta teoría, el matemático Serbio Milutin Milankovitch, identifico el role
primario de la insolación de verano, en el crecimiento de las capas de hielo; esta
insolación es el motor real que mueve el siempre cambiante estado del clima terrestre.

Al mismo tiempo, esta teoría señala la naturaleza no lineal de la respuesta de


los sistemas climáticos regionales, como elementos constitutivos de un sistema
climático de proporciones globales.

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