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2017 ha sido en España, sin duda, un año difícil para nuestra vida
en común; un año marcado, sobre todo, por la situación en
Cataluña, a la que luego me referiré.
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En definitiva, a lo largo de todos estos años de convivencia
democrática, los derechos y libertades, el progreso y la
modernización de España, y también su proyección y relevancia
internacional, han ido de la mano.
Y todo ese gran cambio, todo ese gran salto sin precedentes en
nuestra historia, ha sido posible gracias a una España abierta y
solidaria, no encerrada en sí misma; una España que reconoce y
respeta nuestras diferencias, nuestra pluralidad y nuestra
diversidad, con un espíritu integrador; una España inspirada en
una irrenunciable voluntad de concordia.
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Respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado
social y democrático de Derecho es imprescindible para garantizar
una convivencia que asegure “la libertad, la igualdad, la justicia y
el pluralismo político”, tal y como señala nuestra Constitución.
Porque cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia
primero se deteriora y luego se hace inviable.
Hace unos días, los ciudadanos de Cataluña han votado para elegir
a sus representantes en el Parlament, que ahora deben afrontar
los problemas que afectan a todos los catalanes, respetando la
pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común de
todos.
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en el olvido la obligación y la responsabilidad de afrontar la
desigualdad y las diferencias sociales, sobre todo tras las
consecuencias generadas por la reciente crisis económica, que
tanto daño ha hecho a no pocas familias, y ha afectado tanto al
futuro de muchos jóvenes.
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profundos y nos avergüenza e indigna. Mantengamos la firmeza y
el apoyo político para ayudar y defender a las víctimas y
concienciemos a toda la sociedad contra esa violencia, criminal y
cobarde, que degrada nuestra convivencia.
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