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Edición francesa: Revue internationale des sciences sociales

(ISSN 0304-3037), Unesco, Paris (Francia).


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(ISSN 0020-8701), Unesco, Paris (Francia).
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sistemas, usos y necesidades
E n las fronteras de la sociología Corresponsales
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Imprenta de Presses Universitaires


de France, V e n d ô m e .
© Unesco 1980
revista
internacional de
ciencias sociales
Revista trimestral
publicada por la Unesco, París
Vol. X X X I I (1980), n.° 4

Acerca del Estado

Editorial 641
Nicos Poulantzas Nota de investigación acerca del
Estado y la sociedad 657

Orígenes y formación
Maurice Godelier Procesos de la constitución, la diversidad
y las bases del Estado 667
S. N. Eisenstadt Análisis comparativo de la formación
de los estados en sus contextos históricos 683
Romila Thapar L a formación del Estado en la India
antigua 716

La evolución en el centro
Pierre Birnbaum Estados, ideologías y acción colectiva
en Europa occidental 733
Aristide R. Zolberg Interacciones estratégicas y formación
de los estados modernos en Francia
e Inglaterra 750

Desarrollos en la periferia
Guillermo O'Donnell El aparato estatal en los países del tercer
m u n d o y su relación con el cambio
socioeconómico 783
Issa G. Shivji Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado
en las formaciones sociales dominadas
del África 801

El sistema mundial
Immanuel Wallerstein Los estados en la vorágine institucional de
la economía mundial capitalista 815
Silviu Brucan El Estado y el sistema mundial 824

ISSN 0379-0762
Debates abiertos
Leon Zalmanovich Zevin El nuevo orden económico internacional
y la reorganización de Jas políticas
de desarrollo económico de los países.
en desarrollo 845

Bases de datos socioeconómicos:


situaciones y evaluaciones
Fernando González Vigil Estructuras nacionales de los datos
y otros socioeconómicos primarios. VII: Perú 857

£1 ámbito de las ciencias sociales


André Béteille, Sobre el concepto de tribu 905

El Premio Stein R o k k a n de investigación


comparada del C I C S . 909

Servicios profesionales y documentales


Theodore Wyckoff Lista sistematizada de unidades políticas
nacionales en el siglo x x 913

Calendario de reuniones internacionales 927


Libros recibidos 931

Publicaciones recientes de la Unesco 934


Acerca
del
Estado
Editorial

C o m o observa Fernand Braudel en Civilisation matérielle, économie et capitalisme,


XV'-XVIir siècle, "hoy día el Estado goza del mayor predicamento". A dife-
rencia de las estructuras estatales del pasado, el Estado contemporáneo llena
"todo el espacio social"; posee "esa fuerza de penetración 'diabólica' que le
atribuye la actualidad"1.
La fascinación, entreverada del temor, que ejerce el Estado, ese "hijo m o n s -
truoso de la fuerza y del derecho", según Paul Valéry, no es nueva; en el transcurso
de los tiempos, ha inspirado u n sinfín de metáforas que evocan los monstruos a
otras divinidades infernales de la mitología, c o m o Leviatán o Moloch. L a últimy
en fecha de estas metáforas, y sin duda no la menos sugestiva, se debe al escritor
mexicano Octavio Paz: "el ogrofilantrópico".Fórmula que expresa admirable-
mente los contradictorios sentimientos que suscita el Estado, principio dominador
de vocación totalitaria, pero también entidad tutelar que protege a los ciudadanos
y regula la sociedad.
Actualmente el Estado, pues, está por todas partes: en las sociedades indus-
trializadas, en África, en Asia, en América Latina, tanto en el plano interno c o m o
en el internacional. D e resultas de esta actualidad, es objeto frecuente de trato y
atención por parte de la que Régis Debray ha llamado "la nouvelle médiocratie"2
sufriendo así "la entropía de los media"3. U n a corriente m u y en boga es el antiesta-
tismo, mixtura liberal-libertaria para la cual el Estado es el M a l absoluto. Otra
corriente con éxito es la que, maniquea y etnocéntrica, sublima L'État civilisé*,
haciendo el elogio sin reservas de u n tipo de Estado determinado y condenando
implacablemente a los demás a la categoría de Estado despótico6. Cada cual tiene
por bueno, menos bueno o detestable a este o al. otro sistema político, pero tales
juicios n o tienen absolutamente nada que ver con una acción desapasionada y
seria que aspire a aportar explicaciones al fenómeno estatal.
Los artículos recogidos en este número tratan de contribuir, gracias a las
aportaciones de la sociología, de la antropología, de la ciencia política y de la
historia, a la resolución de las grandes interrogantes sobre el Estado.
N o es la primera vez que la cuestión del Estado se aborda en nuestra Revista,

Rev. int. de clenc. soc, vol. X X X I I (1980), n.° 4


642 - Editorial

uno de cuyos números, hace ya casi diez años, estaba dedicado a " L a edificación
nacional en diversas regiones" (vol. XXIII, n.° 3, 1971); varios artículos de esa
entrega trataban de la formación y del desarrollo del Estado en diversas partes
del m u n d o .
Estos artículos eran, en realidad, resultadofinalde u n proyecto de investi-
gaciones comparativas sobre la formación del Estado y la edificación nacional
emprendido por la Unesco y el Consejo Internacional de Ciencias Sociales. Se
celebraron una conferencia interregional (1970, Cérisy-la-Salle, Francia), tres
coloquios regionales en Europa, en Asia y en América Latina, y una mesa redonda,
de carácter más técnico, sobre datos para estudios históricos comparados refe-
rentes a la edificación nacional, todo lo cual dio c o m o fruto la publicación,
en dos volúmenes, de Building States and Nations (1973), bajo la dirección de
S. N . Eisenstadt y Stein Rokkan.
Este último murió prematuramente en 1979 (en su honor, el Consejo Inter-
nacional de Ciencias Sociales acaba de crear u n premio Stein R o k k a n de investi-
gación comparativa), pero la presencia del profesor S. N . Eisenstadt entre los
autores de este número tiende u n puente entre los dos proyectos, a una década
de distancia, durante la cual la problemática del Estado ha evolucionado y se ha
enriquecido con nuevas aportaciones teóricas y empíricas. C o n todo, releyendo
hoy la entrega de la RICS de 1971 y los dos volúmenes de la obra dirigida por
Eisenstadt y Rokkan, podemos comprobar que la mayor parte de los problemas e
hipótesis sobre el Estado que en ellos se formulan están m u y cerca de las preocupa-
ciones actuales, expresadas a continuación en varios artículos, por n o hablar de
la riqueza de los capítulos dedicados a la metodología de las investigaciones
comparativas, del constante afán por asegurar la confrontación entre la teoría
y los datos empíricos y por integrar la historia en los análisis sociológicos. Así,
algunos de los puntos esenciales de las citadas reuniones —y de los volúmenes
en que se plasmaron— analizaron el carácter específico de la formación y desa-
rrollo del Estado en diferentes regiones del globo, las conexiones entre dicho
proceso y la cultura propia de cada una de estas regiones, haciéndose el intento de
evaluar las implicaciones de todo ello para el tercer m u n d o y de plantear la cuestión
de las "Alternatives to the Nation State" (vol. I, p . 25).
. Entre otros números de la RICS que han abordado el tema del Estado,
mencionaremos también el vol. X X X , n.° 1 (1978), dedicado a " L a territorialidad:
parámetro político", en el que Silviu Brucan.que colabora en el presente número,
había planteado ya la cuestión: " L a nación-estado ¿se mantendrá o desapare-
cerá?" (p. 9-32), y demostrando que no podríamos desembarazarnos tan fácil-
mente de esta vieja conocida. Otros tres artículos de ese número trataban de los
aspectos territoriales del Estado. Citaremos también el vol. X X V I , n.° 4 (1974):
" A la recherche de l'organisation rationnelle", con artículos sobre la burocracia
estatal y el sector público en diversos países.
Editorial 643

II

Consagrado a un tema que se halla en el foco de las preocupaciones básicas de


las comunidades de ciencias sociales de todo el m u n d o , este número quisiera ser
también un homenaje a la memoria de Nicos Poulantzas, fallecido en octubre
de 1979. Cuando decidimos abordar el tema del Estado, Nicos Poulantzas fue el
primer especialista a quien consultamos y tuvo la gentileza de redactar, en junio
de 1978, a petición nuestra, una "Nota de investigación sobre el Estado y la
sociedad". Es evidente que dicho texto no estaba destinado a la publicación, y
su autor, que seguía de cerca los adelantos de nuestro proyecto, se disponía a
proporcionarnos un manuscrito sobre el Estado y la democracia en la actualidad
(el tema V I de la "Nota de investigación"), que tenía que haber aparecido en este
número. N o obstante hemos decidido publicar la referida nota, pues, aunque
esquemáticamente, refleja bastante bien el pensamiento de Nicos Poulantzas sobre
el Estado.
E n el conmovedor "Témoignage" que publicaron en el diario francés Le
Mondé, poco después de su muerte, sus amigos saludaban n o sólo al sociólogo,
al intelectual y la considerable obra que nos deja, así c o m o al militante del socia-
lismo democrático, sino también al amigo "lleno de vida, generoso y cordial...
siempre dispuesto a rectificarse cuando se sentía obligado a ello por el movimiento
de lo real". E n el anuncio de su última obra sobre L'État, le pouvoir et le socia-
lisme (1978), en la que profundizaba y renovaba algunas de sus posiciones teóricas,
Nicos Poulantzas escribía: " A s u m o la responsabilidad de lo que escribo y hablo
en m i propio nombre".

El fenómeno del Estado es complejo. Mejor que entrar en el juego de las defini-
ciones, siempre demasiado vagas o demasiado estrechas, y raras veces útiles,
vamos a enumerar al azar algunas cuestiones, entre otras muchas posibles, que
ilustran dicha complejidad: ¿es el Estado solamente una institución con su buro-
cracia y sus funcionarios y encargados de funciones harto específicas, c o m o la
policía, la defensa, la justicia, etc., o es u n concepto jurídicamente definido, afín
al de la soberanía o equivalente al del orden público, o, en una perspectiva socio-
lógica, un ámbito en el que se enfrentan diferentes fuerzas sociales? ¿Es consustancial
con la sociedad, con el conjunto de los procesos sociales, políticos y económicos,
o constituye una entidad aparte, hija de la sociedad pero situada por encima de
ella? ¿Es el Estado necesariamente territorial? ¿En qué se diferencia del poder
político? ¿ Y del gobierno? ¿ Y del sistema político? ¿Pueden calificarse c o m o
Estado todas las formas de dominación política, desde los cacicazgos de las
sociedades primitivas hasta el Estado contemporáneo, pasando por la polis de
la Grecia antigua, la feudalidad europea, los imperios históricos y las monarquías
644 Editorial

absolutistas? E n la literaturafilosófica,histórica y sociológica, el Estado ha


recibido sucesivamente una u otra de las acepciones contenidas en estas interro-
gaciones. E n la International Encyclopedia of the Social Science (1968), el artículo
del Estado remite a otros 45, entre ellos autoridad, gobierno, política internacional,
nación, nacionalismo, poder, estructura social, soberanía, legitimidad, democracia,
constituciones y constitucionalización, proceso político, monarquía, comunismo,
marxismo, anarquía, religión, Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Bodin, Burke,
Rousseau, Hegel, etc. E n A Dictionary of the Social Science (1964), de J. Gould
y W . L . Kolb, el artículo sobre el Estado hace referencia a cuatro elementos
constitutivos que lo distinguen de otras entidades políticas: pueblo, territorio,
gobierno e independencia, no sin hacer constar que es difícil a este respecto ceñirse
a u n enfoque puramente descriptivo y no abordar cuestiones tales c o m o "¿por
qué existe el Estado?", "¿por qué obedecemos al Estado?", "¿qué justifica la
existencia del Estado?".
Tales preguntas, que inquieren por el origen y la naturaleza del Estado,
del poder y de la autoridad política, se han formulado, desde Platón y Aristóteles,
en el pensamiento político de todas las grandes civilizaciones, judeo-cristiana,
islámica, china o india.
Fue Maquiavelo el primero que utilizó la palabra Estado (del latín status,
participio de stare: estar en pie) tal c o m o hoy lo entendemos. Después de los
pensadores del Renacimiento, de la Ilustración y de la primera mitad del siglo xix,
el Estado fue discutido y analizado por las ciencias sociales, a partir de Marx.
E n su excelente obra sobre la Sociologie de l'État (1979), B . Badie y P . Birnbaum
efectúan un análisis crítico francamente notable de las teorías sociológicas sobre
el Estado, desde M a r x hasta la sociología contemporánea, pasando por Durkheim,
W e b e r y los funcionalistas (p. 13-119).
A d e m á s de la sociología política y la antropología social, el Estado ha
constituido a m e n u d o el centro de las preocupaciones de la ciencia política.
Durante m u c h o tiempo estos estudios estuvieron dominados, tanto en Europa
continental c o m o en los Estados Unidos, por el enfoque jurídico, y la ciencia
política fue considerada c o m o equivalente de StaatswissentichafP'.. Después de
la segunda guerra mundial, la ciencia política norteamericana estuvo domi-
nada por el behaviorismo y los estudios empíricos. Se consideraba al Estado
una entidad demasiado vasta para ser estudiada con garantías de validez. Los
procesos políticos, el comportamiento político de los individuos y de los grupos
fueron analizados por los paladines del funcionalismo estructural y del análisis
sistémico. Sería inútil buscar el Estado en la serie de obras sobre política compa-
rada [principalmente G . A l m o n d y J. Coleman (comp.), The Politics of the
Developing Areas, L . Pye (comp.), Communications and Political Development,
J. Lapalombara (comp.), Bureaucracy and Political Development, R . W a r d y
D . Rustow (comp.), Political Modernization in Japan and Turkey, L . Pye y
S. Verba (comp.), Political Culture and Political Development, L . Binder y otros,
Editorial 645

Crises and Sequences in Political Development] publicadas en los años 1960 en los
Estados Unidos bajo los auspicios del Committee on Comparative Politics del
Social Science Research Council y que han ejercido considerable influencia sobre
varias generaciones de estudiantes y de investigadores en el ámbito de las ciencias
políticas.
Se analizaban entonces los regímenes políticos, • sobre todo en los países
del tercer m u n d o , con arreglo a este enfoque desarrollista o de modernización,
prescindiendo no sólo del Estado, sino también de las relaciones de dominación-
dependencia, es decir, de la historia de estas sociedades. L a réplica de los espe-
cialistas latinoamericanos se expresó en la teoría de la dependencia, y, a partir de
los años 1970, tanto en América Latina c o m o en África y en Asia, la problemática
del Estado se situó en el centro de las preocupaciones de los investigadores.
U n a disciplina donde el concepto de Estado ha ocupado siempre u n puesto
central es la de las relaciones internacionales. Sin embargo, en la teoría de las
relaciones internacionales, suele considerarse al Estado c o m o u n dato, una unidad
de base, cuyo comportamiento y ubicación en el sistema internacional se someten
a análisis sin preocupación alguna por su naturaleza y su especificidad, ni siquiera
a la hora de analizar los factores internos que influyen en su política exterior.
Jamás ha perdido su importancia el Estado para los historiadores marxistas
que trabajan en las diferentes disciplinas de las ciencias sociales. E n cambio,
para los politólogos y sociólogos adscritos a otras escuelas de pensamiento, se
trata de un redescubrimiento del Estado. Esto es así principalmente en los Estados
Unidos, donde tras los notables trabajos de los neomarxistas y la renovación
de la economía política8, el establishment se' interesa de nuevo por el estudio del
Estado, después de haberlo relegado al olvido por espacio de dos décadas9. Por
ejemplo, Daedalus, la revista de la American Academy of Arts and Sciences, ha
publicado recientemente u n número (otoño de 1979) titulado " T h e State"..
También las asociaciones profesionales internacionales en las distintas
disciplinas de la ciencia social se interesan cada vez m á s por el estudio del Estado.
Por ejemplo, el programa del XII Congreso Mundial de la Asociación Interna-
cional de Ciencia Política, a celebrar en 1982 dedicará amplio lugar a esta cuestión.

IV

Entre las diferentes maneras de inquirir sobre la realidad del Estado, los artículos
de este número atienden principalmente a dos: el enfoque genésico y el enfoque
funcional. E n efecto,, si se quiere comprender y explicar la naturaleza, el papel
y las formas de este fenómeno que es el Estado, debe necesariamente tomarse
en cuenta su formación, c o m o m o d o de dominación, universal y específico, n o
menos que sus funciones y sus comportamientos en todas las esferas de la sociedad
y en el plano internacional.
646 Editorial

Maurice Godelier, R . Thapar y S. N . Eisenstadt dedican sus artículos


respectivos a los procesos endógenos, que dan origen al Estado, a indagar lo que
pudo suceder para que el Estado apareciese. Para Godelier, en la base del Estado
se encuentra la diferenciación fundada en unas relaciones dialécticas entre la
violencia y el consentimiento. E n su texto formula hipótesis que esclarecen el
fenómeno de la obediencia generalizada, y acerca de lo que constituye el cimiento
de toda vida en sociedad, es decir, la aceptación compartida de ciertas represen-
taciones del orden social y cósmico por grupos con intereses contrapuestos.
Problema éste que aborda también Eisenstadt, pero con arreglo a premisas
diferentes. Considera este último los m o d o s de percepción y de valoración de la
realidad social y del orden cósmico, compartidos por los miembros de una sociedad,
que él llama "códigos culturales" c o m o un dato previo cuyo papel, en los procesos
de institucionalización de las sociedades, analiza, mientras Godelier se afana por
demostrar los mecanismos de estas representaciones. Para él, es esencial hacer
explícitos los mecanismos mediante los cuales el consentimiento de la mayoría
se obtiene espontáneamente y de m o d o m u c h o m á s eficaz que con la más brutal
de las violencias, y sostiene que lo que propicia este consentimiento y legitima
la dominación es que ésta aparece c o m o u n servicio que los dominadores prestan
a los dominados. Los análisis de Godelier, ilustrados con ejemplos tomados de
varias sociedades arcaicas y de imperios históricos c o m o el de los Incas, son
asimismo de una gran pertinencia para la comprensión del Estado moderno.
Otro tanto cabe decir del papel que asigna a la ideología y más especialmente
a la religión, que considera, no c o m o simple reflejo o c o m o sistema de represen-
tación llamado a legitimar, a posteriori, unas relaciones de dominación que
nacieron sin ellas, sino, bien al contrario, c o m o una de las condiciones de forma-
ción de dichas relaciones, una parte de la armazón interna de las relaciones de
producción y de explotación. Sobre este punto, salvadas las diferencias paradig-
máticas, comparte las preocupaciones n o sólo de Eisenstadt sino también de
Pierre Birnbaum, quienes establecen una estrecha correlación entre lo cultural
y lo estatal.
Pero ¿a qué atribuir la diferenciación interna de las funciones sociales que
sobrevino dentro de las unidades tribales y la formación de las nuevas jerarquías,
no fundadas ya en relaciones de parentesco, sino en divisiones de nuevo cuño
—órdenes, castas, clases— que señalaron el paso de la sociedad sin Estado a la
sociedad estatal? Esta diferenciación se debe a las nuevas relaciones materiales
de los hombres con la naturaleza y entre sí, derivadas de la agricultura y de los
intercambios y que exigen una división del trabajo. Las divisiones sociales entre
grupos de parentesco de las comunidades primitivas se transforman en relaciones
de explotación en virtud de u n triple mecanismo: la minoría dominante desvía
en beneficio suyo el producto del trabajo comunitario (Godelier lo caracteriza
c o m o el proceso en el que el trabajo "adicional", travail-en-plus, que sirve a la
reproducción de toda la comunidad, se transforma en "sobre-trabajo", sur-travail,
Editorial 647

en beneficio exclusivo de la minoría dominante). Esta minoría representa a la


comunidad frente al exterior, controla en consecuencia la circulación de los
bienes y servicios y, finalmente, se erige en dueña del usufructo de los recursos
comunes (la tierra), lo cual conduce a la dependencia no sólo ideológica y social,
sino también material, de la mayoría con relación a la minoría.
Destaca Godelier la diversidad de estas transformaciones, que dieron lugar
a diferentes jerarquías —órdenes, castas, clases— y sostiene que existen "tantas
formas de Estado c o m o de jerarquías sociales y m o d o s de producción sustenta-
dores de estas jerarquías", pero que "la existencia de una forma de Estado no es
siempre el producto automático de la existencia de una jerarquía de órdenes o
de clases".
Romila Thapar inicia su detalladísimo análisis histórico de la formación
del Estado en la India pronunciándose contra la aplicación al caso indio de los
conceptos de despotismo oriental y del m o d o de producción asiático (m.p.a.),
al que reprocha fundamentalmente su incompatibilidad con el enfoque dialéctico,
así c o m o la ausencia de pruebas empíricas a su favor.
Sostiene Thapar que en la aparición de un sistema estatal en la India, en el
valle del Ganges, hacia la mitad del primer milenio antes de nuestra era, la tran-
sición del parentesco a una sociedad estratificada, por una parte, y la conquista,
por la otra, no tuvieron en m o d o alguno u n papel exclusivo, y que este proceso
varió de los Estados centralizados y unitarios a los Estados segmentarios, pasando
por diversos sistemas descentralizados en cuyo seno los campesinos poseían tierras
y las actividades comerciales eran m u y amplias, dos variables que son incompa-
tibles con el m . p . a . L a autora llama la atención sobre las relaciones entre las
castas y los intereses económicos, relaciones harto más complejas de lo que muchos
observadores imaginan, y sobre la importancia de la economía rural y del comercio
entre los centros urbanos en la India antigua.
Insiste, pues, R . Thapar en la diversidad de los caminos que conducen a
la formación del Estado indio premoderno. Es interesante observar que el concepto
del m o d o de producción asiático ha suscitado siempre apasionadas controversias
en países c o m o la India o Turquía, a los que se les ha querido aplicar. R . Thapar
se rebela contra. el hecho de que los colonizadores e historiadores británicos
hayan propagado la noción del despotismo oriental, viendo en ello, no sin razón,
las reminiscencias de ciertos prejuicios invalidados por los datos empíricos.
Parece traslucirse ahí u n aspecto epistemológico: los intelectuales de los
países en desarrollo a los que se ha pretendido aplicar el concepto de m . p . a . lo
han recusado en su mayoría, ya que éste implicaba que sus sociedades estuviesen
estancadas o que fuesen sociedades "frías", con arreglo a la taxonomía de Claude
Lévi-Strauss, permaneciendo así al margen de la historia, del progreso y de la
evolución general de la humanidad, en cuyo núcleo se hallaron las sociedades
"cálidas". Ven el m . p . a . y el despotismo oriental c o m o nociones desvalorizadoras.
Para M a r x , . c o m o observa Maurice Godelier, el m . p . a . llevaba casi siempre el
.648 Editorial

inmovilismo, toda vez que sus formas de Estado y de opresión hacen difícil la
aparición de la propiedad privada. El m . p . a . se distingue del m o d o de producción
antiguo y del m o d o de producción germánico, una de cuyas variantes, influida,
por R o m a , condujo en Europa al m o d o de producción feudal, el cual vino a
desembocar en el m o d o de producción capitalista y, en el plano político, en el
Estado absolutista y posteriormente el Estado moderno.
S. N . Eisenstadt sugiere, para estudiar el Estado, u n cuadro analítico funcio-
nalista, y se interesa, en una perspectiva comparativa, por los factores que condi-
cionan los procesos de institucionalización dé las sociedades. Identifica dos de
tales factores: por una parte, las tradiciones culturales, y, por la otra, los contextos
político-ecológicos de las sociedades y, m á s especialmente, los lugares que ocupan
en el sistema internacional, sobre todo desde el punto de vista de los modelos de
hegemonía y de dependencia. Las tradiciones culturales consisten en códigos
culturales, símbolos de identidad colectiva y m o d o s de legitimación de] orden
social y político. Eisenstadt advierte que las formas institucionalizadas de estas
orientaciones culturales subsisten de manera durable a través de las fases histó-
ricas que atraviesan las sociedades. Volviendo a las hipótesis que ya expuso en
The political systems of Empires (1963), distingue varias formas estatales (analiza
m á s especialmente los sistemas imperial, imperial-feudal, patrimonial y de ciudad-
estado), con arreglo a las características de las élites, de las orientaciones culturales
y de los procesos de cambio.
Dentro de la evolución de estas formas estatales, que el autor ilustra
mediante el análisis de las diferentes sociedades donde existieron (India, Islam,
China, Europa occidental),.se esfuerza por demostrar las diferentes configuraciones
del centro y de las periferias, de la estratificación social, de las élites — m á s o
menos autónomas —y de los m o d o s de cambio y de conflicto, íntimamente rela-
cionados estos últimos con los procesos de institucionalización de las orientaciones
culturales y con los contextos político-ecológicos. Reseñamos dos aspectos de
este marco conceptual tan sumamente elaborado: en primer lugar, enriquece
el enfoque funcionalista del Estado, integrando en él los conflictos y el cambio,
y sobre todo procurando tomar en cuenta los efectos del sistema internacional
—considerado en términos de hegemonía, de centro imperial y de dependencia—
sobre las configuraciones institucionales, las élites y los procesos de cambio de
las sociedades y, particularmente, de las sociedades periféricas. A continuación,
hallamos en el esquema :de Eisenstadt, el papel estratégico en la formación del
Estado que la sociología funcionalista asigna a las élites, pero él amplía esta
visión insistiendo sobre las funciones de las élites secundarias junto a las princi-
pales, por lo que su concepción del Estado n o se reduce a la de una "sala de
máquinas" 10 cuyas palancas de m a n d o estarían en manos de las élites.
C o n Pierre Birnbaum y Aristide Zolberg, abordamos la aparición del
Estado moderno en Europa occidental. El proceder metodológico de ambos
autores consiste en integrar.la historia en la sociología política. Otra actitud
Editorial 649

que comparten es la de subrayar la especificidad y la originalidad, con relación


a todas las formas estatales que han existido en la historia —ciudad-Estado,
federación tribal, Imperio, monarquía absolutista, etc.— "de la fórmula política"
que —escribe en estas páginas Pierre Birnbaum— "al final de la Edad Media,
se impuso a ciertas sociedades europeas cuyo centro chocaba con la resistencia
de poderosas feudalidades periféricas (...). Vinculado a una historia particular,
dentro de un contexto sociocultural y religioso específico resultado de una inmensa
diferenciación de las estructuras sociales (...) el Estado se presenta (...) c o m o una
máquina político-administrativa institucionalizada, servida por funcionarios que
se identifican con sü rol, separada de la sociedad civil sobre la que intenta ejercer
una tutela completa controlándola mediante sus órganos administrativos y su
aparato jurídico particular, dominándola con su política, animándola con sus
intervenciones económicas, avasallándola, en suma, mediante la conquista de los
espíritus a los que inculca sus propios valores". Este modelo perfeccionado, este
tipo ideal, corresponde al Estado francés, el m á s acabado que existe, mientras
en Prusia la institucionalización quedó incompleta, lo m i s m o que en Italia y en
España 11 .
E n cambio en otras sociedades, c o m o Inglaterra, que n o hubieron de
arrostrar semejantes crisis de la feudalidad12, o c o m o los Estados Unidos, donde
jamás existió feudalismo, asistimos a una subestatificación, cuyo modelo es Gran
Bretaña, que se habría dotado de un centro m á s que de u n Estado. Pues aquí
la centralización del sistema político no se acompañó de una diferenciación a
fondo de las estructuras político-administrativas, y la sociedad civil n o hizo m á s
que autorregularse.
Pierre Birnbaum establece, pues, una distinción entre, por una parte, el
estado, el "centro político" subestatificado, y, por la otra, la sociedad civil, o
incluso el Estado moderno europeo, de las otras formas de Estados históricos,
en Europa o fuera de ella13. Pero también tiene la ventaja de enfocar el Estado a
partir de su entorno social, cultural y político, de precisar los contornos del Estado
moderno, y sobre todo, de demostrar que, en su forma y funciones actuales, n o
constituye, "para siempre y en todas partes, el único m o d o de gobierno de las
sociedades". El Estado moderno n o es, pues, una institución universal; la forma
adoptada en Europa se ajusta a la cultura y a la historia particular de esta región
y ha sido por ellas determinada. Birnbaum se apoya m á s en la variable política a
expensas de la variable económica y afirma que la aparición de las formas estatales
específicas de Europa ha tenido relaciones m á s bien lejanas con el desarrollo de
la economía mercantil. Por lo que se refiere al tercer m u n d o , observa que la
construcción del Estado se ha realizado en los países correspondientes "por
mimetismo, por adopción m á s o menos forzada de modelos exógenos"14. E n
adelante, toda discución conceptual referente al Estado moderno debería remi-
tirse a este tipo de análisis.
Aristide Zolberg coloca la dimensión política estratégica en el centro de sus
650 Editorial

análisis. Zolberg se declara partidario defijarla atención en lo que él llama la


"interfaz", zona de interacción de las facetas internas y externas del Estado.
Sin embargo, según Zolberg, en el análisis de la formación de los Estados, ni el
factor estratégico-político ni la economía del m u n d o capitalista deben consi-
derarse "sobredeterminantes", sino que deben verse también c o m o dos conjuntos
que confluyen en la interfaz y cuyas relaciones, a priori indeterminadas, deben
examinarse caso por caso. Fiel a su proyecto de permitir "a la macrosociología
política (...) rechazar lo m á s lejos posible el punto a partir del cual penetra en la
zona de la historia pura y simple", Zolberg analiza, con un gran lujo de detalles,
los orígenes medievales del Estado, la formación del sistema interestatal en la
Europa moderna y el papel que desempeñaron las interacciones entre Francia e
Inglaterra en la formación del Estado moderno en estos dos países, en el curso
de los siglos xvii y x v m . Demuestra que las guerras y la configuración inter-
nacional durante este período tuvieron efectos contrapuestos sobre estos dos
países. ;Mientras que en Francia contribuyeron a la formación de la monarquía
absolutista que acentuó las tensiones internas y obstaculizó el desarrollo de la
economía, en Gran Bretaña, la misma variable, tras haber contribuido a eliminar
la posibilidad de una solución absolutista, fortaleció el parlamentarismo. E n la
primera, el Estado aumentó su dominio sobre la sociedad civil; en la segunda, la
sociedad civil circunscribió los poderes del Estado.
Guillermo O'Donnell e Issa Shivji tratan del Estado en las formaciones
sociales dependientes. El primero adopta una perspectiva comparativa, que ilustra
contrastando las circunstancias de la formación del Estado en América Latina
con las que en este ámbito han prevalecido en Asia y África. El análisis de
O'Donnell tiene el mérito de tomar en cuenta gran número de factores, c o m o
son las características de las potencias coloniales, de los países que sufrieron la
colonización, y las del sistema mundial, que se ha transformado considerablemente
entre los siglos xix y xx. L a formación del Estado moderno en América Latina,
por ejemplo, tuvo lugar contra potencias colonizadoras precapitalistas, en el
contexto del capitalismo competitivo, mientras que para los países asiáticos y
la mayor parte de los africanos se trataba de luchar contra potencias capitalistas
altamente desarrolladas, en el contexto del capitalismo monopolista y de las
sociedades transnacionales; pero, en cambio, estos países se han beneficiado de
la presenciaren el sistema internacional, de los países socialistas, y, en muchos
casos, de la ayuda política, económica y militar.de los mismos.
L o que sorprende en G . O'Donnell es que, contrariamente al proceder que
consiste en analizar el Estado partiendo de la sociedad, comience a partir del
Estado para ir hacia la sociedad. Sostiene, en efecto, que, a diferencia de los
países del centro, en la periferia son los aparatos estatales los que han dado
forma a las sociedades y determinado el espacio sociopolítico por medio de la
edificación nacional y el control de las transacciones económicas, y especifica su
tesis haciendo intervenir variables sociales e internacionales.
Editorial 651

Issa Shivji se refiere a África, y m á s especialmente a Tanzania. Parte del


hecho manifiesto de que nadie en África ha podido demostrar de forma convin-
cente que la teoría marxista n o sea válida para África y, todavía menos, proponer
otra teoría del Estado. Por eso se acoge a la tesis que asimila el Estado a u n instru-
mento de las clases dominantes, pero se guarda de considerarlo una máquina
burocrático-militar que pueda pasar, tal c o m o es, de manos de la burguesía,
a las del proletariado; puesto que el Estado es una categoría de clase, toda revo-
lución debe aniquilarlo y sustituirlo, por otra estructura estatal. Expresa su desa-
cuerdo con los que niegan la naturaleza de clases del Estado africano y que
sostienen la teoría del "Estado n o capitalista", que sería u n Estado de transición,
ya no burgués, sin- llegar a ser aún socialista.
Shivji da u n repaso a las diferentes teorías que intentan descubrir la especi-
ficidad del Estado africano. Todas estas tentativas se alejan, a su entender, del
marxismo y n o aportan nada a la comprensión del Estado en esta región. Se
detiene m á s especialmente en la vieja teoría de la unidad, del capital financiero
internacional, defendida1 principalmente por Kautsky, y que al parecer cuenta
hoy con partidarios en África. Esta unidad constituiría el fundamento de una
clase dominante mundial. Pues bien, dicha oligarquía internacional sería la.clase
dominante en los Estados africanos, no sólo económica sino también política-
mente. El personal político local no sería otra cosa que "agentes de servicio"
y el Estado neocolonial tendría la misma naturaleza que el Estado colonial, es
decir, seguiría siendo el Estado de las burguesías del centro. El rechazo de esta
tesis por Issa Shivji es.significativo y refleja una actitud bastante difundida entre
los intelectuales del tercer m u n d o : en efecto, el derecho de las naciones oprimidas
a crear Estados políticamente independientes se considera un logro que n o puede
cuestionarse. A u n cuando la dominación económica continúe, el poder no, es
ya directamente ejercido por las burguesías de las metrópolis, sino por clases
dominantes locales, en el seno del Estado neocolonial. Estas clases locales, cuyas
facciones mantienen alianzas con distintas potencias imperialistas, son m á s o
menos autónomas según los casos, y las contradicciones internacionales y nacio-
nales hacen que exista, dentro de estas formaciones sociales dominadas, una
crisis de hegemonía, de donde se derivan las incesantes crisis políticas. Por otra
parte, la dominación imperialista se empareja con la existencia, en el interior,
de unas relaciones sociales precapitalistas, y todos estos elementos influyen en
el carácter del Estado. E n el tercer m u n d o se contempla hoy el Estado c o m o u n
instrumento de liberación política, preludio de la liberación económica, y es
asimismo la expresión de la dignidad de los pueblos que fueron u n día colo-
nizados. Es para ellos u n medio de aparecer en el teatro de la historia, pero también
de defenderse colectivamente contra el imperialismo, contra las sociedades
transnacionales.
L a idea directriz del artículo de Immanuel Wallenstein incluido en estas
páginas, que se encuentra ya sin duda en sus obras The Modern World System
652 Editorial

(vol. I, 1974 y vol II, 1980) y The Capitalist World-Economy (1979), es que "los
estados, las clases, los grupos de estados étnico/nacionales, las familias, forman
un vórtice institucional que es tanto el producto c o m o la vida moral del capital:
su economía-mundo. Lejos de ser esencias primigenias y preexistentes, son exis-
tencias dependientes y cotérminas". Echamos así de ver todo lo que separa tal
enfoque de la sociología política de Birnbaum y de Zolberg. Se trata, en realidad,
de u n a inversión total de perspectiva, sobre todo con la afirmación de que los
comportamientos de los Estados constituyen la variable interviniente15, cuando
para Birnbaum el Estado es la variable independiente.
U n caso ajemplar, casi una piedra de tope, para todos estos análisis del
Estado, tan distintos, y las cuestiones que plantean, parece ser la revolución
iraní. Ahí tenemos una sociedad que ha rechazado u n modelo estatal, proyección
del centro (Birnbaum) y dependiente de ciertos factores político-estratégicos
(Zolberg), en el cual ejercían el poder algunas facciones de la clase dominante
y cuya economía estaba dominada por el imperialismo (Shivji), de tal suerte que
cabe también sostener que el Estado en cuestión era u n producto de la economía-
m u n d o capitalista (Wallerstein). Observamos en él actualmente procesos endó-
genos que se apoyan en códigos culturales, en símbolos de identidad colectiva
y en m o d o s de legitimación islámicos (Eisenstadt), que recusan nociones de
origen occidental tales c o m o la modernidad, el progreso, la laicidad, que aspiran
a destruir las viejas estructuras estatales (Shivji) y a dejar que se manifiesten
unas formas de Estado que hacen referencia a la cultura y a la historia iram'es.
A este respecto se plantearía la cuestión de saber qué factores desempeña-
rían el papel determinante en el proceso promovido por la contestación iraní
del Estado: ¿procesos político/ideológicos; los lazos entre las orientaciones cultu-
rales, la institucionalización y el cambio social; algunos elementos que se sitúen
en la interfaz de las esferas internas y externas de la sociedad; ó bien los procesos
del "sistema histórico" dominante, es decir, de la economía-mundo capitalista?
Entre lo políticosocial y los económicosocial, ¿cuál de estos factores constituirá
la variable independiente, relegando al otro al rango de variable interviniente?
Wallerstein justifica sus opciones teóricas con una toma de posición filosó-
fica: el materialismo. Y una consideración heucarística: ¿qué criterio sería capaz
de dar cuenta de la parte m á s amplia posible de la acción social? Y su respuesta
es: los procesos integrados de producción, de los que se sirve para delimitar
u n "sistema histórico" (término que prefiere al de "sociedad" o al de "formación
social"). L a economía-mundo capitalista constituye uno de estos sistemas histó-
ricos, aparecido en Europa en el siglo xvi. H a venido extendiéndose durante
cuatro siglos, para terminar integrando todo el planeta, y ha engendrado todas
las instituciones modernas, incluido el Estado.
Para Wallerstein, los Estados son instituciones que responden a las necesi-
dades de las fuerzas de clase que operan y que se han constituido al nivel de la
economía-mundo. Son, objetivamente, clases de la economía-mundo, y, subjeti-
Editorial 653

vãmente, clases de u n Estado. Paradógicamente, tanto la burguesía c o m o el


proletariado expresan su conciencia de clase a u n nivel —el del Estado— que
no refleja sus objetivos económicos reales. Tal anomalía incita a estas clases a
definirse en términos de grupos, el principal de los cuales es la nación. Otros
son la religión, la raza, la lengua, la cultura, etc. Estas solidaridades enmarcan la
anomalía de las clases organizadas sobre una base nacional o estatal. El hecho
de que segmentos de la burguesía y del proletariado mundial se definan sucesiva-
mente en términos de grupos nacionales,, religiosos, étnicos o de clases, se debe
a las dificultades que se presentan para salvar la crucial antinomia entre las clases
objetivas de la economía-mundo y las clases subjetivas del Estado.
El concepto de economía-mundo capitalista abre notables perspectivas para
el enfoque global e integrado del sistema mundial, y del lugar que en él ocupa el
Estado. Silviu Brucan se interesa también por el sistema mundial. Pero, en el
enfoque de este último, de una factura m á s clásica, m á s en la tradición de la
teoría de las relaciones internacionales, el Estado no es u n producto del.sistema
mundial, sino u n actor que influye en el sistema mundial y que, a trueque, se ve
por él afectado.
Por lo que a la nación-Estado se refiere (pues permanecefiela esta asociación,
un tanto abandonada en nuestros días, considerándola conceptualmente m á s
útil para los estudios internacionales, mientras que el par sociedad-Estado lo
sería más para el estudio de los sistemas políticos nacionales), comienza con u n a
revalorización de las teorías clásicas del Estado, incluida la de M a r x . Estas
teorías clásicas fueron todas.formuladas conforme a u n modelo de Estado auto-
suficiente, que funcionaba en campo acotado, y en el que el sistema social global
se correspondía exactamente con la sociedad nacional.
Ahora bien, hoy en día, los tipos de Estado existentes se hallan mayor-
mente determinados por el contexto internacional y sus comportamientos están
m á s influidos por factores externos,que por conflictos y procesos de clases. Y esto
es tanto m á s verdad cuanto que vivimos una época de transición, del sistema
internacional al sistema mundial. A este respecto, Brucan, aun aprobando a
Wallerstein y su economía-mundo capitalista, no rechaza tampoco a u n autor
c o m o George Modelski, que pone el factor político en el centro del proceso de la
formación del sistema mundial (a ejemplo de Aristide Zolberg, que cita a Modelski
en su bibliografía).
El Estado debe estudiarse en relación con los agregados humanos. —las
clases y las etnias— así c o m o con las dinámicas creadas por los comportamientos
de esos agregados. Aborda Brucan dos temas: las clases, la ideología y la. política
extranjera, por una parte, y el grado de autonomía del Estado con relación a su
base económica, por la otra. Y presenta cinco tesis: los intereses de clases funcionan
verticalmente dentro de una nación pero.no horizontalmente entre las naciones;
en política internacional, la nación desempeña u n papel distinto al de la clase;
estratégicamente, la política exterior tiene una base de clase, pero en sus relaciones
654 Editorial

en caliente, los gobiernos gozan de una amplia autonomía; el Estado es sin duda
el instrumento político de las clases dominantes, pero las formas de hacerlo
funcionar pueden cambiar y, en definitiva, la nación-Estado opera en la intersección
de las fuentes internas de la política exterior con los factores internacionales.
Brucan considera el sistema mundial c o m o una estructura integrada que
funciona según principios de comportamientos identificables y que comprende
unidades —los estados— cuyas actividades se ven cada día más supeditadas a las
exigencias internas del sistema mundial. E n el origen de este nuevo sistema global
integrado sitúa, m á s que el capitalismo o que el factor político, la revolución
científica y técnica. Ilustra esta afirmación con el análisis de las esferas militar,
económica y política, y tan grande estima el impacto globalizante de la revolución
científica que, a su m o d o de ver, puede provocar la erosión de las posiciones
ideológicas. . •
E n cuanto al m u n d o capitalista, advierte "el fin de la era liberal", la "poli-
tización de la economía" y, sobre todo, las tentativas de los grandes países capi-
talistas "de planificar el desarrollo del m u n d o industrializado en su totalidad".
El État-veilleur de nuit de Lassalle (o Estado-gendarme), que se.contentaba con
garantizar la seguridad de los burgueses y del m u n d o de los negocios, es relevado
por el Estado intervencionista. Destaca la complejidad de las relaciones entre el
Estado, las sociedades transnacionales y el papel de la Comisión Trilateral que
busca allanar las contradicciones de las potencias imperialistas y coordinar sus
estrategias frente al tercer m u n d o . E n el tercer m u n d o , que padece los efectos
nefastos del capitalismo dominador y de la división internacional del trabajo, el
Estado se halla en situación de dependencia y su comportamiento varía según
las fuerzas sociales que se encuentren en el poder. Es, simultáneamente y contra-
dictoriamente, un instrumento de desarrollo y de penetración imperialista.
Silviu Brucan analiza detenidamente el segundo m u n d o , es decir, los Estados
socialistas. Constata que estos Estados operan, por la fuerza de las cosas, dentro
de u n sistema mundial cuyas reglas las dicta el capitalismo, coincidiendo así
con Wallerstein16. El carácter y el papel del Estado en las sociedades socialistas
han sido condicionados por la necesidad de una industrialización rápida y su
función principal ha sido la acumulación de capital. E n este terreno, c o m o en la
educación y la cultura, hay que anotar en el activo del Estado socialista m u y
grandes realizaciones. Pero para M a r x la industrialización era cosa del capita-
lismo; la sociedad socialista debía ser post-capitalista y post-industrial, ya que la
revolución tenía que producirse primero en los países capitalistas altamente
desarrollados. Lenin y sus sucesores nunca tuvieron la posibilidad de abordar el
problema de saber si el m i s m o Estado creado para industrializar u n país en
desarrollo podía ser también el instrumento de otra revolución: post-capitalista
ésta y de una naturaleza radicalmente distinta. Para Brucan, parece ahora que este
tipo de Estado tiene dificultades para responder a nuevas tareas sociales y
económicas.
Editorial 655

El Estado es realmente u n problema insoslayable de nuestro tiempo. J. W . Lapierre


ha demostrado los inconvenientes de Vivre sans État". Esta cuestión no atañe a
las sociedades que forman parte del sistema mundial. El Estado, en sus dife-
rentes formas, es en ellas una realidad histórica. Urge, en cambio, comprender
mejor esta realidad, explicarla y, si es cierto, c o m o afirma Marx, que "la h u m a -
nidad no se plantea nunca m á s que los problemas que es capaz de resolver"18,
ha de ser posible transformar y domesticar el Estado, poniéndolo al servicio de
los hombres. L o m á s difícil a este propósito, y es u n aspecto que estaba en el
centro de las preocupaciones de Nicos Poulantzas19, probablemente sea d e m o -
cratizar el Estado por la base, la participación, la autogestión, conservando
siempre el funcionamiento de la democracia representativa, garante de las
libertades y cuya sola forma posible n o es desde luego el parlamentarismo
clásico. Esto vale para las sociedades industrializadas tanto c o m o para las
del tercer m u n d o , pero aquí el problema se complica, de una parte con los
problemas de dominación-dependencia, que desarticulan estas sociedades y sus
Estados, y de otra parte, para muchas de ellas, por la necesidad de buscar
formas estatales y de democracia diferentes, en armonía con sus historias y sus
culturas.
Entre tanto, el modelo estatal del centro se difunde por todas partes y no
es seguro que las diferencias de formas estatales que se observan entre los países
se refieran siempre a lo esencial. El Estado se halla en auge por doquiera y extiende
su dominio. E n los países de la O C D E (cifras de 1976), los gastos del Estado
fluctúan entre el 30 y el 50 por ciento de la renta nacional. E n los Estados Unidos,
en 1977, estos gastos alcanzaron el 41 por ciento de la renta nacional (el 35 por
ciento para gastos no militares). El Welfare State, que Milton Friedman llama el
"Estado paternal"20, funciona c o m o un "súper-capitalista", un "súper-polizonte"
y una "súper-mutualidad", aspecto este último que ha llegado a ser u n o de los
pilares de la legitimidad del Estado moderno.
Pero al par de su gigantismo inquietante, del cariz estilo 1984 que presenta
(al fin y al cabo bien pocos años nos separan del plazo señalado por Orwell),
da muestras de impotencia, resultando demasiado grande para los problemas
pequeños y demasiado pequeño para los problemas grandes, según la ingeniosa
frase de Daniel Bell, aun cuando en este ámbito sea difícil saber donde termina
la pequenez y donde comienza la grandeza. Pero, en definitiva, hay sin duda una
"crisis" del Estado moderno, que proviene, en bastantes aspectos, de su vocación
de ser universal, de dirigir todas las esferas de la sociedad: lo político, lo económico,
lo social, lo cultural, etc. Así, el Estado centralizador se ve y se desea para hacer
frente a las reivindicaciones regionalistas o étnicas; y, sea cual fuere su forma,
le cuesta acomodarse a los fenómenos de defección y de protesta21 de los
grupos, fundado c o m o está en el principio del monopolio de las lealtades, por no
656 Editorial

hablar de su debilidad ante las multinacionales, los euro-dólares y los petro-dólares.


C o m o quiera que sea, n o parece dispuesto a sucumbir, y si u n día se pone
en peligro su perdurabilidad, será a consecuencia de su gigantismo y su comple-
jidad desmesurada, cayendo entonces el Estado en "estado de entropía"22.
A. K .
[Traducido del francés]
Notas
1
Fernand Braudcl, Civilisation matérielle, économie nacional de Ciencias Políticas, Moscú, U R S S ,
et capitalisme, X V ' - X V I W siècle, vol. 3: Le 12-18 de agosto de 1978, mecanografiado,
temps du monde, Paris, A r m a n d Colin, 1979, 22 p . , que ofrece u n resumen m u y apreciable
p. 39. de la literatura americana y europea sobre el
2
Régis Debray, Le pouvoir intellectuel en France, Estado.
10
Paris, Ramsay, 1979, p . 7. Bertrand de Jouvenel, Du pouvoir, Ginebra, Cons-
3
François Châtelet, "L'origine et la fonction de tant Bourquin, 1945, p . 19.
l'État", Le Monde diplomatique, febrero de 11 Bertrand Badie y Pierre Birnbaum, Sociologie de
1978, p. 12. l'État, Paris, Grasset, 1979, p . 191-216.
4 12
Título de una obra de Charles Debbasch, Paris, El papel de las características específicas de la
Fayard, 1977. feudalidad europea, en el proceso de institu-
5
Sobre la dicotomia Estado de derecho-Estado des- cionalización ulterior de los sistemas políticos
pótico, véase Blandine Barrct-Kriegel, L'État europeos, aparece asimismo subrayado en dos
et les esclaves, Paris, Calman-Lévy, 1979. obras fundamentales: Barrington Moore, Jr.,
Sobre laficcióndel despotismo asiático, ese Les origines de la dictadme et de la démo-
monstruo que sólo el oriente pudo egendrar cratie, Paris, Maspero, 1969, y Perry A n -
según la imaginación del occidente clásico, derson, L'État absolutiste, Paris, Maspero,
véase Alain Grosrichard, Structure du sérail, 1978.
Paris, Seuil, 1978. 13
Véase a este respecto Georges Lavau, " A propos
6
10 de octubre de 1979. de trois livres sur l'État", Revue Française
7
Véase a este respecto Harry Eckstein, " O n the de Science Politique, vol. 30, n.° 2 , abril
'Science' of the State", Daedalus, vol! 108, de 1980, p . 396-412.
11
n.° 4 , otoño de 1979, p . 1-20; y el artículo Op. cit., p. 178.
"State" de la International Encyclopedia of the 15 Immanuel Wallerstein, The Capitalist World-
Social Sciences, 1968, vol. 15, p. 143-157. Economy, Cambridge, Cambridge University
8
Véase Elizabeth C r u m p Hanson, " U n nouveau Press, 1979, p. 293.
champ d'étude aux États-Unis d'Amérique : 16
The Modern World-System: Capitalist Agriculture
l'économie politique internationale", RICS, and the Origins of the European World-
vol. X X X , n.° 3, 1978, p . 707-719. Economy in the Sixteenth Century, Nueva
9
J. P . Nettl, en " T h e State as a Conceptual Vari- York, Academic Press, 1974, p . 351.
able", World Politics, vol. X X , 1968, p . 559- 17
Jean-William Lapierre, Vivre sans État ? Essai sur
592, advertía, pensando sin duda en los países le pouvoir politique et innovation sociale, Paris,
anglosajones, que en el momctito en que Seuil, 1977, 375 p.
escribía su artículo el concepto de Estado no 18
Karl Marx, Prólogo a la Contribution à la critique
estaba m u y en boga en las ciencias sociales; de l'économie politique, Paris, É d . Sociales,
por su parte el profesor Macpherson, en " D o 1957, p. 5.
W e Need a Theory of the State?", European 19
" L a gauche et l'État", Le Monde, 11 de marzo
Journal of Sociology, vol. XVIII, 1977, p. 223- de 1977.
244, estimaba que sólo el marxismo y la 20
Newsweek, 22 de enero de 1979.
social-democracia necesitaban tal teoría, refle- 21 Véase Albert O . Hirschman, "Exit, Voice, and the
jando con ello un punto de vista restrictivo State", World Politics, vol. X X X I , n.° 1,
bastante difundido en el establishment de las octubre de 1978, p . 90-107.
ciencias sociales anglosajonas. Estas dos citas — Hazel Henderson, " T h e Entropy State", en
proceden de Philip Resnick, "In Search of G . Boyle, D . Elliot y R . R o y (comp.), The
the Modern State", ponencia presentada al politics of technology, Londres, Longman &
X I Congreso Mundial de la Asociación Inter- Open University Press, 1977.
Nota de investigación acerca
del Estado y la sociedad

Nicos Poulantzas

Este texto tiene por objeto indicar los problemas esenciales y esbozar los
temas que, á m i entender, deben guiar la investigación acerca del Estado y de la
sociedad en el m u n d o contemporáneo.
M e parece indudable que los dos objetos de la investigación, Estado y
sociedad, n o pueden tratarse de forma equivalente y en el m i s m o plano sin
asumir el riesgo de una extensión considerable del estudio.
Claro que n o se puede hablar del Estado contemporáneo sin tratar de la
sociedad que le sirve de base, ni de esta sociedad sin tratar del Estado que la
dirige. Pero también resulta patente que, según se acepte c o m o punto focal de
la investigación el Estado o la sociedad, el tratamiento del otro término cambia.
Si aceptamos c o m o centro de la investigación la sociedad, trataremos del Estado,
por supuesto, m á s no tanto en su especificidad propia cuanto por sus efectos sobre
y su presencia en la sociedad.
Ahora bien, yo propongo que la investigación se centre en el Estado, y
ello por tres razones esenciales:
Primero, con motivo del papel considerablemente incrementado del Estado
y de la extensión característica de las estructuras estatales en nuestros días,
fenómeno éste n o totalmente nuevo, pero que ofrece u n a diferencia cualitativa
con respecto al pasado.
Segundo, el retraso de las investigaciones que se interesan por el Estado con
relación a las que tienen por objeto la sociedad. Retraso que distingue a las tres
principales corrientes de pensamiento en las ciencias sociales hasta, 1965-70
aproximadamente:
Las ciencias sociales de la tradición anglosajona dominante, en las que por lo demás
se confunden todas las tendencias del funcionalismo al sistemismo, se

Nicos Poulantzas (1936-1979) fue un sociólogo griego cuyas actividades intelectuales y profesionales
se desarrollaran principalmente en Francia. Dejó una obra importante, abundantemente citada y
traducida. Los títulos más conocidos son los siguientes: Poder político y clases sociales (1968),
Fascismo y dictadura (1970), Las clases sociales en el capitalismo hoy (1974), L a crisis de las
dictaduras (1975) y El Estado, el poder y el socialismo (1978).

Rev. int. de cieñe, soc., vol. X X X I I (1980), n.« 4


658 Nicos Poulantzas

distinguen incontestablemente por una negligencia respecto al papel propio


y la especificidad del Estado, diluido en una concepción m u y general del
"sistema político" y en una concepción que disemina el poder en una mul-
titud de "pluralismos de poder" y de micropoderes.
El marxismo oficial se ha distinguido también, sobre todo en su dogmatización
estaliniana, por una negligencia respecto al papel propio y lá especificidad
del Estado, al que durante m u c h o tiempo se le consideró una simple
, envoltura "superestructural" de la "base", enteramente reducido a ésta, y,
por consiguiente, u n simple instrumento manipulable a voluntad por la
clase dominante.
Las ciencias sociales en Europa occidental, especialmente en Francia, Alemania
e Italia, países en los que el Estado ha sido siempre objeto de investigación
primordial (lo que sin duda se debe, entre otras cosas, al papel de los
estados europeos en las revoluciones democrático-burguesas), pero en los
que las ciencias sociales se han atenido en lo esencial a una concepción
jurídica del Estado. Tal fue la ciencia jurídico-política europea, dominada
principalmente por los estudios de derecho constitucional y de filosofía
jurídico-política.
Tercero y último, si hay que tomar el Estado c o m o objeto central de la investi-
gación, es también por el hecho de que ha pasado a ser, y n o por causalidad,
uno de los temas princjpales de la coyuntura ideológico-teórica en todo cuanto
tiene algún relieve en las ciencias sociales.
Ahora bien, si t o m a m o s c o m o eje principal el Estado, la línea directriz de la
investigación se modifica: los análisis de. los fenómenos sociales, de la sociedad
en sentido lato (estructuras económicas, sociales, ideológicas, luchas de clases,
movimientos sociales, etc.), absolutamente indispensables sin duda, serán tratados
desde el punto de vista de su pertenencia en cuanto a las transformaciones y las
estructuras del Estado. Ejemplos sencillos y característicos: n o se tratará de
estudiar exhaustivamente, y en su lugar adecuado, las multinacionales o la crisis
económica mundial actual, sino en sus efectos y su relación con el Estado
nacional, las políticas seguidas por el Estado frente a la crisis y la crisis m i s m a
del Estado.
E n suma, elegir en esta investigación u n eje principal y atenerse a él por
razones materiales (exigencias de la propia investigación) al m i s m o tiempo que
científicas: si todo está en todo y viceversa (Estado-sociedad), no cabe esperar la
consecución de resultados científicos más que delimitando el objeto de la inves-
tigación, aun cuando esto deba hacerse de la manera másflexibleque permitan
las circunstancias.
L a investigación deberá estar centrada en torno a cinco o seis grandes
ámbitos, comprendidos en cada u n o varios temas principales. E n un primer
m o m e n t o voy a limitarme a exponerlos, para entrar después en las cuestiones
de método de su tratamiento (interdisciplinariedad, corrientes de pensamiento,
Nota de investigación 659
acerca del Estado y la sociedad

orden de tratamiento). C o n el supuesto previo de que, en una primera fase de


la investigación, estos ámbitos y temas deberán tratarse en su perspectiva general,
para ser ulteriormente prolongados con el estudio de casos concretos.

El primer ámbito importante de la investigación es el que atañe a los problemas


generales de.la teoría del Estado y tendrá por función el desbroce teórico del
terreno. H o y día, en efecto, todas las disciplinas y corrientes de pensamiento
que tratan de él se plantean una serie de cuestiones teóricas comunes en el análisis
del Estado, pese a las diferentes respuestas que unas y otras aportan. Cuestiones
teóricas que surgen en la crisis de las principales corrientes de las ciencias
sociales tradicionales que se interesan por el Estado: a) crisis de las ciencias
sociales anglosajonas tradicionales, que puede perfectamente constatarse en los
propios Estados Unidos, en el desinterés que el establishment universitario
demuetra por esta corriente; b) crisis del marxismo, que se manifiesta m u y
especialmente en la renovación del pensamiento marxista por lo que se refiere
al Estado; d) aparición de nuevas corrientes teóricas en el análisis del poder:
corriente Foucault, corriente de la antipsiquiatría, corriente psicoanalítica que
desborda el freudo-marxismo tradicional, corriente anti-institucional, nuevas
investigaciones sobre el fenómeno totalitario, etc.
¿Cuáles son estos nuevos temas-cuestiones?
El Estado, lo político, los poderes. ¿Se reduce el poder al Estado? ¿Se reduce el
poder a lo político? ¿ Y se reduce lo político al Estado? ¿Está compuesto
el Estado de aparatos públicos formalmente estatificados o se extiende
también a una serie de instituciones formalmente "privadas", c o m o por
ejemplo la familia? Cuestiones esenciales todas ellas en las sociedades
actuales, referentes a la delimitación y a la designación del objeto y del
c a m p o del Estado.
Articulación del campo de lo económicosocial con el de lo políticoestatal. Cues-
tiones sobre la especificidad de las estructuras estatales. ¿Existe u n orden
de determinación entre el Estado y el m o d o de producción? ¿Cuál es este
orden? ¿Bajo qué forma teórica deben enfocarse las intervenciones actuales
del Estado en la economía?
Estado y formas de organización de la hegemonía. ¿Existe u n a relación, y cuál
exactamente, entre el Estado y la dominación de clase? ¿Es el Estado u n
simple instrumento-objeto de las clases dominantes, es u n sujeto inde-
pendiente y por encima de las clases, o es m á s bien u n c a m p o estratégico
que condensa las relaciones de fuerza entre las clases? ¿Qué relaciones
se dan entre el tipo de organización de las "clases dirigentes" y la armazón
institucional del Estado? ¿Es el Estado, frente a las masas populares, una
fortaleza hermética e impenetrable, o bien las luchas de las masas populares
consiguen traspasarlo?
Estado y consenso político-social. ¿ D o m i n a el Estado únicamente mediante la
660 Nicos Poulantzas

represión? Si n o es éste el caso, ¿basta con añadir a la represión el simple


funcionamiento ideológico según el cual el Estado "engaña" presuntamente
a las masas populares? ¿Debemos hablar igualmente de una tecnología del
poder (Foucault) que residiría en procedimientos materiales m u c h o m á s
eficientes que la pareja represión — ideología? ¿Correspondería la domi-
nación del Estado a u n deseo de las masas de ser dominadas, a u n "deseo
de a m o " (concepción psicoanalítica)? ¿ C ó m o sucede exactamente que las
masas puedan algunas veces decir "no" a la opresión?
Aparatos de Estado y relaciones de clase. Si existe correlación entre Estado y
relaciones de clase, ¿es que esta correlación, comprendida de manera
compleja y sutil, basta para explicar exhaustivamente el aparato del
Estado? ¿Hay u n a materialidad específica del aparato estatal (estructuras
disciplinarias-autoritarias, burocratización, etc.) irreductible a tales o cuales
relaciones de clase?
Estas cuestiones son importantes, pues las hallamos constantemente en todo
análisis concreto y en ciertos aspectos son la clave de investigaciones m á s
detalladas. Queda por ver si estos problemas teóricos deben tratarse separada-
mente y de antemano o dentro de los análisis efectuados en los otros campos.

El segundo ámbito consistiría en la especialización de determinados campos de


la investigación, obeciendo amplias áreas teóricas. Por m i parte, veo tres áreas
posibles: a) el Estado del capitalismo desarrollado; b) el Estado de los países
capitalistas dependientes; c) el Estado de los países socialistas.
Observación previa resultante de una convicción teórica personal, parece
cada vez m á s claro, para la totalidad o la casi totalidad de la investigación
actual, que las diferencias supuestamente decisivas entre los estados capitalistas
y los estados socialistas n o lo son tanto, en el sentido de que presentan ciertas
similitudes de estructuras o, cuando menos, algunas afinidades en los problemas
que se les plantean y, también, en la forma de tratarlos: terreno del bienestar,
problemas tecnológicos, elementos de burocratización, etc. Las razones de todo
ello son hoy objeto de m u y amplia controversia. Sea c o m o quiera, sin caer en las
tesis de R . A r o n o incluso de A . Touraine sobre u n a afinidad en la naturaleza
de las sociedades post-industriales, parece evidente que la supuesta diferencia
radical entre estos dos tipos de Estado (los capitalistas y los del socialismo
auténtico) n o resiste el análisis. D e suerte que n o cabe desestimar una investi-
gación sobre estos Estados que siga unas líneas directrices comunes, sino al
contrario.
C o n todo, estos tipos de Estado deben distinguirse si quiere u n o evitar el
caer en u n a amalgama científica. A u n cuando sus estructuras fundamentales se
asemejen en algunos aspectos, n o dejan por ello de presentar rasgos parti-
culares. Fenómenos c o m o la burocratización, los imperativos tecnológicos, la circu-
lación de las élites, etc., se presentan de m o d o distinto en estos dos tipos de Estado,
Nota de investigación 661
acerca del Estado y la sociedad

tanto en su contemporaneidad c o m o en su formación y reproducción históricas.


Se plantea u n problema especial en cuanto a la distinción, dentro de los
estados capitalistas, entre los del centro y los de lá zona periférica de la depen-
dencia. Efectivamente, en la' fase actual de internationalization del capital y los
procesos de trabajo, cuando se reducen las líneas de fractura entre el centro
imperialista y los llamados países del tercer m u n d o , u n a teoría general del
Estado capitalista actual n o puede bastar para el estudio de dichos estados.
Es necesario llegar a una teoría del nuevo tipo de Estado en los países del capi-
talismo dependiente: esto es tanto m á s indispensable cuanto que, si bien se
dispone en la actualidad de numerosas investigaciones respecto a la economía de
los países' dependientes (desigualdades en los intercambios, dependencia tecno-
lógica, neocolonialismo, etc.), falta todavía una teoría general relativa al sistema
político propio de los países de la zona de dependencia. Los únicos estudios
generales que existen en este caso son los que ponen en relación las instituciones
políticas y los esfuerzos de modernización de los países dependientes, los cuales
participan de la ideología del subdesarrollo en cuanto consideran la situación
de los países del tercer m u n d o n o c o m o una situación de explotación y de opresión
estructurales por parte de los países dominantes, sino c o m o una simple situación
de retraso-recuperación con respecto a los países desarrollados. A h o r a bien, todas
las teorías actuales de la dependencia se fundan en u n a crítica radical de esta
última concepción, cuyo representante típico en el plano económico es W . Rostow.
Debe, por consiguiente, llevarse a cabo u n especial esfuerzo dentro del
marco de esta investigación a fin de poder llegar, allende las investigaciones
concretas relativas a tal o cual Estado de los países dependientes, a unos prin-
cipios generales de análisis que tengan por objeto el tipo de Estado de la zona
de dependencia. L o cual m e induce a señalar u n problema suplementario que
el lector hallará m á s adelante. ¿Qué forma revisten las relaciones estructurales,
entre estos tres grandes tipos de Estado actuales, o sea el capitalista del centro, el
capitalista dependiente y el socialista?
Ésta cuestión sobrepasa con creces la de las relaciones internacionales
entre dichos estados, m u c h o m á s simple. Es evidente, por ejemplo, que si las
propias instituciones de cada u n o de estos tipos de Estado son hoy lo que son,
ello se debe también en alguna medida (¿cuál?) a la existencia de los otros tipos
de Estado. Esta relación es probablemente una relación estructural compleja que
sobrepasa la de una simple "influencia" externa de cada Estado sobre los demás.

E n el curso de concretizar-particularizar esta investigación, que debería n o


obstante mantenerse al principio en u n plano relativamente general, será preciso
introducir otra distinción.
Atañe a los países capitalistas actuales y se situaría entre las formas
de Estado de excepción (fascismos y dictaduras militares) por u n a parte, y
por la otra las que dependen de la reproducción m á s o m e n o s regular de las
662 Nicos Poulantzas

hegemonías (que, para los países del centro, son en términos generales las formas
"democrático-parlamentarias").
Por supuesto, esta distinción es m á s clara en los países del centro que en
la periferia, donde las formas de Estado de excepción tienden a ser hoy la regla,
lo cual entra de lleno en el punto precedente, es decir, en el análisis de la forma
m i s m a del Estado en los países dependientes. Pero allí también es bastante
clara esta distinción indicativa: hay una diferencia sustancial entre México y
Chile, entre la India y Argentina.
C o m o quiera que sea, insisto en este punto a fin de indicar la necesidad de
delimitar u n campo particular de la investigación que sería el de los Estados
fascistas o de dictadura militar. Por una parte, porque se trata de un fenómeno que
sigue siendo actual. Y por otra parte, m u y especialmente, porque los principios
aplicables al análisis de estas formas de Estado no pueden ser idénticos a los que se
aplican a las "otras" formas de Estado. Estas formas constituyen fenómenos
totalmente específicos, con estructuras propias: n o se puede eludir este problema
con vagas consideraciones sobre una presunta generalización del totalitarismo
en el m u n d o entero. Pero el fenómeno totalitario sigue siendo real: es preciso
tratarlo en su lugar conveniente. Por otro lado, n o conviene caer en la ilusión
de una diferencia absoluta de naturaleza entre los fascismos-dictaduras militares y
los demás Estados: hay bastantes estructuras que les son comunes, lo que explica
que su análisis respectivo pueda competer a una misma y exclusiva investigación.

Al avanzar en el estudio del Estado contemporáneo, reservaré u n terreno aparte


a la cuestión de la dimensión internacional, en u n sentido ya indicado antes.
A u n q u e esta cuestión volverá a hallarse en los apartados que vienen a continuación
merece ser tratada de manera específica, sobre todo bajo las temáticas siguientes:
El primero se refiere a Estado, nación, Estado nacional y fase actual del
imperialismo. L a internacionalización actual del capital y de los procesos de
trabajo, ¿pone en entredicho la existencia del Estado nacional? L a fase actual del
imperialismo, ¿induce a tales transformaciones de la nación que pone en tela de
juicio la relación constitutiva entre nación y Estado? ¿Vamos hacia una debili-
tación del Estado nacional en beneficio de formas institucionales interestatales,
paraestatales o supraestatales? Si en efecto es así, ¿qué peso y qué papel le estarán
reservados de ahora en adelante al Estado nacional? Si n o lo es, si el Estado
nacional sigue siendo el núcleo y el nudo esencial de la dominación, c o m o creo
personalmente, ¿qué transformación sufre de todos m o d o s con motivo de la
actual fase del imperialismo? L a persistencia activa (y no la mera supervivencia) y
la reproducción actual del Estado nacional n o significa, en efecto, que la inter-
nacionalización n o determine transformaciones importantes de dicho Estado.
El segundo tema se refiere a la nación, problema insoslayable que habrá
sin duda alguna que afrontar y punto oscuro de las ciencias sociales de hoy, cuya
importancia se revela cada vez m á s . ¿Qué efectos tiene la internacionalización
Nota de investigación 663
acerca del Estado y la sociedad

sobre la realidad nacional? ¿Se trata de una auténtica decadencia de la nación.o


m á s bien de u n a ruptura de la unidad nacional impuesta bajo la férula de los
diversos Estados y de u n resurgimiento de las diversas realidades nacionales
aplastadas hasta la fecha bajo las naciones estatales dominantes? Problema del
resurgimiento de las luchas sostenidas por minorías nacionales, en muchos y
distintos lugares del m u n d o , y sus efectos sobre el Estado.
El tercer tema, Estado y multinacionales, es un problema que puede tratarse
aquí (pues se le encontrará en otros estudios y trabajos) bajo u n enfoque parti-
cular: ¿se tratará, esta vez, de una pérdida del poder del Estado nacional, n o en
beneficio de formas supraestatales, sino en beneficio directo de fracciones del
capital en forma de sociedades multinacionales? Si ello n o es así, ¿qué peso espe-
cífico tienen las multinacionales sobre algunas de las transformaciones actuales
de los Estados nacionales? ¿Qué relación existe exactamente entre el capital
multinacional y el capital interior de cada país?

El quinto de los ámbitos que nos ocupan tendría que ver con las transforma-
ciones institucionales actuales del Estado. L a temática esencial sería la siguiente:
¿Asistimos hoy, en los países capitalistas, a unas transformaciones del
Estado tales que pueda hablarse de una nueva forma de Estado, cualitativamente
distinta de las del pasado? Personalmente estimo que tal es el caso, y que
podemos designar esta forma de Estado c o m o estatismo autoritario. Aquí
convendría detenerse en los puntos siguientes, que están en el centro de las
investigaciones actuales:
¿En qué medida las funciones económicas cada vez mayores del Estado, mani-
fiestadas en la forma de una intervención prodigiosamente acrecentada del
mismo en todos los terrenos de la vida social, conducen a transforma-
ciones importantes del Estado? El aparato económico-planificador del
Estado que conduce a una estatificación pronunciada de la vida social
¿es u n a consecuencia ineluctable del desarrollo del capitalismo? ¿Consigue
este aparato dominar las contradicciones económico-sociales o estamos
asistiendo a u n fracaso del Estado benefactor fundado en las ilusiones
keynesianas de u n capitalismo organizado y planificado, que supuesta-
mente hubiera conseguido superar dichas contradiciones?
U n marcado cambio en el papel organizador del Estado, al margen de los
partidos políticos y en favor de la burocracia y la administración estatal,
que incide en la decadencia general del papel representativo de los partidos
políticos. Cuestión que actualmente desborda con creces el simple fenó-
m e n o , relativamente antiguo, de u n a reducción de las prerrogativas del
1
parlamento en beneficio del ejecutivo. ¿Qué efectos tiene sobre el conjunto
de las instituciones políticas este nuevo fenómeno del centralismo y la
burocratización? ¿Cuál es, en consecuencia, la nueva estructuración de los
partidos dentro del sistema político?
664 Nicos Poutantzas

N u e v a organización hegemónica del bloque en el poder y sus efectos sobre los


diversos aparatos de Estado. Significación del desplazamiento masivo de la
hegemonía hacia el gran capital monopolista y reestructuración de los
aparatos represivos del Estado: ejemplo del ejército dentro del marco del
complejo militar-industrial. Crisis de la hegemonía ideológica de las clases
dirigentes y, en consecuencia, desplazamiento del papel de creación del
consenso desde los aparatos ideológicos, c o m o la escuela o la univer-
sidad, hacia los medios de comunicación social.
N u e v a s formas de control social: sustitución de la custodia social, en lo esencial
fundada hasta el presente en los centros de reclusión (cárceles, manicomios),
por u n nuevo dispositivoflexibley difuso dentro de conjunto del sistema
social (compartimentación policial, sectorización psicológico-psiquiátrica,
redes de asistencia social y de ayuda al desempleo, etc.). Así es principal-
mente c o m o asistimos a u n proceso decisivo de "desinstitucionalización"
del dispositivo ideológico-represivo y del "desencierro", en la medida en
que los aparatos especiales (manicomios, cárceles, diversos lugares de
concentración) destinados a "aislar" a los supuestos "anormales-asociales-
peligrosos" se abren, extendiendo su garra sobre la totalidad del cuerpo
social, lo cual implica que se considera "anormal" y "peligroso" al cuerpo
social entero, que la culpabilidad se desplaza del acto c o n s u m a d o a la
intención inscrita en la estructura mental y q u e la represión se extiende del
castigo del acto a su prevención. Trastrocamiento del sistema de derecho y
de la ideología jurídica que correspondían al "Estado de derecho" a fin
de tomar en cuenta estas transformaciones institucionales.
N u e v a s formas de control social y sus apoyos en u n a nueva tecnología del poder:
la informática, la electrónica y las libertades políticas.
Automatización y desmembramiento del aparato del Estado (ejército, policía,
administración, justicia, aparatos ideológicos) en redes formales y aparentes,
por u n a parte, y en núcleos herméticos estrechamente controlados desde
los pináculos del ejecutivo, por la otra, y constante desplazamiento de los
centros del poder real desde los primeros hacia los segundos, lo cual
implica la generalización de la n o r m a del secreto. Despliegue de todo u n
dispositivo de redes estatales paralelas al Estado oficial (dispositivo paraes-
tatal) q u e escapan a todo control de la representación popular.
N u e v a s formas de contestación y de luchas sociales (luchas urbanas, ecológicas,
por la calidad de la vida, feministas, estudiantiles) y políticas nuevas con
miras a su control. Nuevas formas de organización del "consenso" social
frente a estos movimientos de "disidencia". Neoliberalismo y nuevas prác-
ticas "reformadoras" del Estado, parálelas y consustanciales al estatismo
autoritario.
Debería asignarse aquí u n lugar especialísimo a las cuestiones de la crisis econó-
mica actual, de la crisis política y de la crisis del Estado. L o cual implica u n a
Nota de investigación 665
acerca del Estado y ¡a sociedad

previa convicción teórica: la crisis económica actual en el m u n d o n o es u n m e r o


fenómenos coyuntural sino u n verdadero elemento estructural y macrohistórico.
D e donde se derivan las cuestiones siguientes:
El Estado actual frente a la crisis económica. Crisis de las políticas del Estado
frente a la crisis: los paliativos tradicionales del Estado frente a la crisis
resultan hoy, ellos mismos, factores directos de la crisis económica. D e ahí
lo que actualmente se designa con el término de "crisis de la adminis-
tración de la crisis". Efectos de esta situación sobre los aparatos del Estado,
el control social, la organización del consenso.
Esta crisis económica y esta crisis de las políticas del Estado frente a la crisis
¿están hoy conduciéndonos a u n a crisis del Estado? Porque ahora sabemos,
en efecto, que las crisis económicas, sean cuales sean, n o conducen automá-
ticamente a u n a crisis del Estado. E n caso afirmativo, ¿se manifiesta esta
crisis en todos los Estados capitalistas y con la m i s m a intensidad? ¿Qué
papel desempeña en la reorganización de los aparatos del Estado? ¿ D e
qué crisis se trata exactamente? ¿ D e u n a crisis q u e lleva a u n a desorga-
nización y debilitamiento del Estado o de u n a crisis que conduce a u n
fortalecimiento y u n a modernización del Estado? El debilitamiento y la
renovación del Estado actual ¿constituyen los dos polos de u n a alternativa,
o m á s bien u n a doble tendencia contradictoria que distingue al Estado
contemporáneo?

Finalmente, creo que habría que reservar u n ámbito particular a las cuestiones
relativas a Estado y democracia en nuestros días: a) la decadencia de la d e m o -
cracia representativa y de las libertades públicas; b) nuevas exigencias autoges-
tionárias o de democracia directa desde la base en el m u n d o actual y su relación
con la democracia representativa.
[Traducido del francés]
Orígenes y formación

Procesos de la constitución,
la diversidad y las bases del Estado

Maurice Godelier

El proceso de formación del Estado


Tradicionalmente se distinguen dos procesos de formación del Estado: u n o
exógeno con respecto a una sociedad y el otro endógeno. El proceso exógeno
remite a fenómenos de conquista de una sociedad por otra y a la implantación
de una dominación estable sobre las poblaciones conquistadas por parte de la
población conquistadora. El proceso endógeno remite a la constitución progresiva
de formas de dominación ejercida por una parte de la sociedad sobre el resto de
sus miembros.
E n este artículo vamos a dar primacía a u n análisis abstracto de las condi-
ciones en que es posible la diferenciación interna de una sociedad, en u n grupo
dominante y unos grupos dominados. H e m o s adoptado u n punto de vista que
puede acaso parecer formal y aplicable, en cierta manera, a toda forma de sepa-
ración orgánica de una sociedad en dos grupos, uno dominador y otro dominado.
E n efecto, nos hemos planteado de forma abstracta la cuestión general: ¿en qué
consiste un poder de dominación?
Estimamos que todo poder de dominación se compone de dos elementos
indisolublemente unidos que le confieren su fuerza y su eficacia: la violencia y el
consentimiento. Y creemos que de estos dos componentes del poder, la fuerza
más decisiva no es la violencia de los dominadores, sino el consentimiento de los
dominados. Si esto es realmente así, entonces el enfoque teórico que conviene
adoptar para entender los procesos que forman las relaciones de dominación y
de poder estatal, en las sociedades arcaicas, debería ser éste: para situar y mantener
en el "poder", es decir en el centro y por encima de la sociedad, a una parte de
esta sociedad, la represión hace menos que la adhesión, la violencia física y

Maurice Godelier, especialista en antropología económica, es director de estudios en la École


de Hautes Études en Sciences Sociales y miembro del laboratorio de antropologia social del Collège
de France, 11 place Marcelln-Berthelot, 75231, Paris Cedex 05. Es autor de numerosos libros y
artículos, entre ellos Horizontes: perspectivas marxistas en la antropología (1973). En el pasado
colaboró en esta Revista (vol. XXVI, n." 4,1974).

Rev. int. de cieñe, soc, vol. X X X I I (1980), n.» 4


668 Maurice Godelier

psicológica menos que la convicción del pensamiento que trae consigo la adhesión
de la voluntad, la aceptación o incluso la "colaboración" de los dominados.
E n esta forma abstracta, dicha hipótesis n o es aplicable tan sólo a la
formación de relaciones de dominación del tipo orden, casta, clase, etc., sino
que podría aplicarse igualmente a la formación de relaciones de dominio de
u n sexo sobre el otro, de los hombres sobre las mujeres.
U n problema teórico fundamental será por tanto el de comprender c ó m o
pueden compartirse algunas representaciones del orden social y cósmico entre
grupos que tienen, en parte, intereses opuestos. Es en este problema de las
representaciones compartidas donde estriba la dificultad teórica para resolver.
Entiéndasenos bien, y que nadie nos busque querellas inútiles o contro-
versias de mala fe. N o hay dominación sin violencia, aun cuando ésta se limite
a permanecer en el horizonte. Y va m u c h a distancia de la aceptación pasiva al
consentimiento activo. Asimismo, u n consentimiento activo n o es nunca espon-
táneo: es también resultado de una cultura, de una formación del individuo.
Por otra parte, u n consentimiento, siquiera sea pasivo, jamás existe en todos los
individuos y en todos los grupos de una sociedad, y no existe sin reservas y sin
contradicciones.
Nosotros contemplamos la relación violencia/consentimiento c o m o una
relación móvil. E n determinadas circunstancias —el problema está en saber
cuáles—, el consentimiento se transforma en resistencia pasiva; en otras, la
resistencia pasiva se transforma en resistencia activa y a veces en rebelión contra
el orden social. Algunas veces incluso una rebelión puede transformarse en revo-
lución que quiera cambiar las estructuras de la sociedad. También en ocasiones,
pero m á s raramente, una revolución puede triunfar. Ahora bien, estos cambios
en las relaciones entre violencia y consentimiento n o nacen al azar de las circun-
stancias, sino de una acumulación particular de todo lo que divide y opone,
dentro de una sociedad, a una parte de ésta respecto a las demás. División y
oposición pesan sobre la lógica general de una sociedad y no se limitan, por
supuesto, al m u n d o de los símbolos y de la imagen de los unos para los otros.
Traspasan todas sus condiciones de existencia y encuentran en ellas su fuerza
y su debilidad. Nuestra perspectiva teórica n o es pues la de un formalismo
filosófico que jugaría de forma estéril con u n par de contrarios: violencia y
consentimiento. L o esencial no está ahí; lo esencial es que, en el fondo, violencia
y consentimiento no son realidades mutuamente excluyentes. Para durar, todo
poder de dominación —y m á s que cualquier otro los nacidos de la fuerza brutal
de la conquista y de la guerra— debe incluir e integrar estas dos condiciones de
su ejercicio. Las proporciones varían según las circunstancias y las resistencias,
pero incluso el poder de dominación menos contestado entraña siempre la
amenaza virtual de recurrir a la violencia desde el m o m e n t o en que el consenti-
miento decaiga o dé paso al rechazo y luego a la resistencia.
Todas estas precisiones van encaminadas a prevenir equívocos teóricos o
Procesos de la constitución, 669
la diversidad y las bases del Estado

políticos. L o que tratamos de comprender teóricamente es el hecho de que


algunos grupos dominados consientan espontáneamente en su dominación.
Nuestra hipótesis es que para ello es preciso que esta dominación se les represente
como u n servicio o c o m o vinculada a un servicio que les prestan los dominadores.
Sólo dentro de tal perspectiva puede el poder de éstos ser considerado legítima
y tornarse en deber de los dominados de servir a quienes les sirven. D e otra
manera, es preciso que dominadores y dominados compartan las mismas repre-
sentaciones para que nazca u n consentimiento fundado en el reconocimiento de
la necesidad de una división de la sociedad en varias partes y de la dominación
dé una de estas partes sobre las otras.
A nuestro entender, el problema de la formación del Estado remite al del
nacimiento de una aristocracia en el seno de las sociedades arcaicas. Y más allá,
al problema de la concentración de poderes sociales en la persona de individuos
que vienen con ello a encarnar el interés general.
Pondremos un ejemplo. Los So son una población de agricultores esta-
blecidos en las laderas de los montes K a d a m y Moroto, en Uganda. Viven del
sorgo, de la cría de ganado y de u n poco de caza, pero su situación es precaria.
Su agricultura se ve periódicamente amenazada por la sequía o las plagas que
atacan a las plantas. Padecen el robo sistemático de su ganado por los diversos
grupos de pastores Karimojong que viven en el llano. L a selva retrocede ante
las quemas regulares de terreno, y la caza ha desaparecido casi por completo. Son
unos 5 000, divididos en clanes patrilineales dispersos. H a n sido estudiados por
Charles y Elizabeth Laughlin [África, 1972]. Pues bien, en esta sociedad los
hombres dominan a las mujeres y los hermanos mayores a los menores. Pero
entre los primogénitos, que representan cada uno su linaje y su clan, existe una
pequeña minoría de hombres que dominan a todo el resto de la sociedad: son
los iniciados en el kenisan, aquellos que poseen el poder de comunicarse con los
antepasados (émet) y de obtener de su benevolencia todo lo que hace la vida
dichosa: buenas cosechas, la paz, la salud, etc. Los antepasados se comunican
por su parte con un dios remoto (beigen). A la muerte de cada uno, su alma (buku)
se convierte en u n antepasado y los primogénitos de los linajes saben de memoria
los nombres de sus antepasados, pero sólo los iniciados kenisan pueden llamarlos
por su nombre y hablarles cara a cara. U n no iniciado que se atreviese a hacerlo
sería atacado inmediatamente de locura, se pondría a comerse sus propios exce-
mentos, " a trepar a los árboles c o m o un babuino", en una palabra, a comportarse
c o m o un animal, y moriría. Esta amenaza que se cierne sobre la población rodea
de un cordón de "violencia virtual" la persona y los actos de los kenisan, quienes
practican sus rituales en u n lugar sagrado, oculto al público y próximo a la
"morada de beigen", el dios.
¿En qué consisten, pues, las funciones de estos primogénitos-iniciados que
son tal vez unos cincuenta entre cinco mil personas? U n primer cometido es el de
enterrar a los muertos importantes, hombres y mujeres, y asegurar el tránsito
670 Maurice Godelier

del alma del difunto al estado de émet, de antepasado. Intervienen también siempre
que la sociedad se ve amenazada, ya por sequías excesivas, ya por epidemias, ya
por enemigos exteriores o por conflictos internos. E n este último caso, montan
una especie de tribunal de justicia que señala a los culpables tras haber consul-
tado a los antepasados. Su poder de hechicería les hace ser temidos por los
propios enemigos, los Karimojong, que saquean su territorio. E n cuanto a la
sequía, los insectos, los gusanos y el m o h o que devastan sus cultivos, estos
iniciados llevan a cabo ceremonias para "invocar la lluvia" o para "bendecir el
sorgo". Se sacrifica una cabra a los antepasados, y una porción de la carne es
depositada en el altar mientras el resto lo consumen los propios kenisan. El sitio
consagrado y el ritual para obtener la lluvia pertenecen a algunos clanes sola-
mente, uno de los cuales posee el poder de hacer llover para toda la tribu y sus
miembros kenisan son los únicos que ejecutan el ritual.
Comprobamos, pues, que estos pocos hombres fundan su poder en el
hecho de que tienen u n acceso privilegiado a los antepasados y al dios que poseen
la capacidad de reproducir toda forma de vida, de hacer que reine la prospe-
ridad, la justicia y la paz, de triunfar sobre los enemigos y sobre la adversidad.
Tienen, por decirlo así, el monopolio de la acción sobre las condiciones (imagi-
narias para nosotros) de reproducción de la sociedad. Al ejercer sus poderes y
sacrificar a los antepasados, sirven al interés general y se identifican, a los ojos de ,
los vivos y de los muertos, con los intereses comunes a todos los miembros de la
sociedad, varones, mujeres, primogénitos, hijos menores, afortunados e infortu-
nados. Personifican su sociedad, la encarnan. Naturalmente, " a cambio" de sus
servicios, disfrutan de mayor prestigio, autoridad y algunas ventajas materiales.
Este es u n ejemplo de dominación de u n grupo de primogénitos cuyo poder
c o m ú n está organizado dentro del marco de una sociedad secreta de iniciación.
N o nos hallamos ante una verdadera aristocracia, sino ante la amplificación de
los poderes de hermanos mayores sobre los menores, de los hombres sobre las
mujeres. .
N o s valdremos de u n segundo ejemplo, el de los indios Pawnee de América
del Norte que vivían, antes de la llegada de los blancos, en grandes poblados seden-
tarios a lo largo del valle del Mississipi donde se dedicaban al cultivo del maíz
y a la caza temporal del bisonte. Esta sociedad se dividía en una aristocracia
compuesta por u n linaje de jefes y u n linaje de sacerdotes. El jefe heredaba por
línea matri-lineal u n paquete mágico, que actualmente se encuentra en muchos
museos de América, hecho de una piel de antílope que contenía unos cuantos
dientes y otros objetos sagrados. Para los Pawnee, este paquete encerraba el
poder de asegurar la fertilidad de los grupos y el retorno anual de los bisontes en
el verano. El linaje del jefe era, pues, propietario de los medios de asegurar la
intervención de poderes sobrenaturales para el bienestar general de la comunidad:
bienestar material (buenas cosechas, buena caza) y social. Quería la tradición
que, si a consecuencia de alguna guerra el paquete mágico llegara a ser robado
Procesos de la constitución, 671
la diversidad y las bases del Estado

o destruido, la tribu entera debería desmembrarse, dividirse y desaparecer c o m o


sociedad; cada familia tendría que ir a incorporarse a otras tribus. V e m o s
funcionar aquí las representaciones religiosas c o m o una fuente de legitimación
de la dependencia del pueblo llano con respecto a una aristocracia hereditaria
de jefes y de sacerdotes. L a religión funciona c o m o medio ideal de una relación
de dominación y c o m o fuente de una violencia sin violencia.
U n a vez m á s , este poder de dominación parece fundarse en la m o n o p o -
lización por u n grupo social de determinadas condiciones que, en nuestra cultura
y nuestros días, vemos c o m o condiciones imaginarias de reproducción de la vida.
El punto a discutir es el de saber si la ideología religiosa constituye solamente u n
sistema de representaciones legitimadoras a posteriori de unas relaciones de
dominación que habrían nacido sin ellas, o si, por el contrario, constituye u n a
de las condiciones de la formación de dichas relaciones de dominación y u n o
de los componentes internos de tales relaciones.
T o m e m o s u n último ejemplo, el de los Incas, que, a diferencia de los casos
precedentes, constituían una sociedad estatal en la que el Estado aparecía perso-
nificado por el Inca, hijo del sol, dios viviente. E n el jardín del templo del sol,
en Cuzco, se conservaban c o m o ofrenda a los dioses múltiples ejemplares en
oro de todos los animales y de todas las plantas del Tahuantinsuyo, el Imperio-
de-los-cuatro-puntos-cardinales, a cuyo frente aparecían mazorcas de maíz y
figuritas de llamas y de pastores. Todos los años el Inca y los miembros de su
linaje sembraban en u n huerto distinto, regaban, atendían y recolectaban ellos
mismos el maíz destinado a las grandesfiestasdel dios-sol. Q u e los. servicios
prestados por el Inca nos parezcan hoy a nosotros "imaginarios", y que las pres-
taciones de trabajo en los campos del Inca o del sol, su padre, o en las canteras
de construcción de las calzadas, de los templos, de las ciudades, de los silos,
nos parezcan por el contrario de lo m á s reales y las veamos c o m o exacciones,
c o m o relaciones de opresión y de explotación, es algo que nos demuestra por lo
menos dos cosas: que los indios n o concebían este acontecer imaginario c o m o
distinto del real u opuesto a él, y que por lo tanto n o era ilusorio; que el m o n o -
polio del Inca y su parentela respecto a las condiciones "imaginarias" de repro-
ducción de la vida era una de las condiciones fundamentales de su derecho a
apropiarse una parte del suelo y del trabajo de las' comunidades rurales.
Si esto es así, la religión n o es solamente u n reflejo de las relaciones
sociales, sino una condición de su formación que llega a constituir parte de la
armazón interna de las relaciones de producción y de explotación. L a diferencia
entre la aristocracia pawnee y la aristocracia inca está en que la primera n o pasa
todavía de ser u n grupo de hombres, de esencia superior que se hallan m á s cerca
de los dioses y tienen u n acceso privilegiado a ellos, u n monopolio a su respecto.
El Inca, en cambio, n o es ya hombre, sino dios. Es, c o m o el faraón de Egipto,
un dios que vive entre los hombres. Señalaremos que la aristocracia pawnee
tenía su base material en una combinación de agricultura y de caza, mientras
672 Maurice Godelier

que la base material del imperio inca era la combinación de agricultura intensiva
y cría de ganado.,Las condiciones de producción de u n excedente de trabajo eran
niuy diferentes en cada caso. E n el primero existía una aristocracia, pero no había
institución separada de los grupos de parentesco que asegurase el ejercicio del
poder de dominación de unos sobre otros. E n el segundo, el poder dispone de
u n instrumento especializado y de un aparato, la burocracia político-religiosa,
el Estado existe c o m o institución separada de las relaciones de parentesco pero
articulada sobre estas relaciones.
Entre estos dos ejemplos, advertimos una diferencia cualitativa ligada a
la aparición de cierto tipo de Estado y es la existencia de u n proceso de divi-
nización de los poderes sociales y de una parte de la sociedad.
Formulamos, pues, la hipótesis siguiente: para formarse o para reproducirse
de un m o d o duradero, unas relaciones de dominación y de explotación deben
presentarse c o m o un intercambio: u n intercambio de servicios. Eso es lo que deter-
mina el consentimiento pasivo o activo de quienes las sufren. También expo-
nemos c o m o hipótesis que entre los factores que han acarreado la diferenciación
interna de las funciones sociales y dé los estatutos personales en la sociedad, y
en consecuencia han conducido a la formación m á s o menos lenta o rápida de
jerarquías nuevas fundadas no ya en relaciones de parentesco sino en divisiones
de nuevo cuño —órdenes, castas, clases—, ha debido desempeñar u n papel
esencial el hecho de que los servicios de los dominadores tuvieran que ver con
realidades y con fuerzas invisibles que parecían controlar la reproducción del
universo. Pues en el balance que se establecía entre los servicios "intercam-
biados", los dominadores se consideraban m á s fundamentales cuanto m á s
"imaginarios" eran realmente. Y los servicios de los dominados se estimaban
tanto m á s triviales cuanto m á s visibles y materiales eran, en la medida en que
sólo afectaban las condiciones de reproducción de la sociedad que eran accesibles
a todos.
M a s es preciso, a juicio nuestro, que no todos los servicios de los domi-
nadores fuesen puramente "ilusorios" o solamente "invisibles" para que el
movimiento que formaba divisiones nuevas —ordenes, castas, clases— pudiera
desarrollarse. Si volvemos al ejemplo del faraón a quien, en el antiguo Egipto, se
tenía por u n dios viviente, hijo del Nilo, señor de la tierra y de las aguas, fuente
única de toda fuerza vital, tanto la de sus subditos c o m o la de todas las criaturas
de la naturaleza, podemos constatar que no todo se reducía a puro símbolo en este
poder y en esta representación de u n dios bienhechor, dueño de la vida. ¿ N o
había sido precisa la monarquía y la unificación de los dos reinos, los del alto y
bajo Egipto, para que los hombres consiguiesen represar el curso del Nilo y
regular el caudal que, año tras año, acarreaba los aluviones nutricios, la tierra
negra y fértil que envolvía por todas partes la tierra roja y estéril del desierto?
El Inca, por su lado ¿no hizo acometer aquellos grandes trabajos de nivelación
de tierras y formación de terrazas que conquistaron para el cultivo del maíz las
Procesos de la constitución, 673
la diversidad y las bases del Estado

laderas generalmente incultas de las montañas? Sin duda, al fomentar la pro-


ducción del maíz, el Inca favorecía la producción de u n fruto fácilmente alma-
cenable, transportable a la ciudad y al palacio para el Inca, el ejército, los
sacerdotes, la administración. El maíz era también la planta tradicional de las
libaciones ofrecidas a los dioses y de las ceremonias rituales. Pero no todo el maíz
plantado era sólo para el Inca, para la clase dominante. N i todo el maíz alma-
cenado por el Inca era únicamente para sus necesidades, ya que periódicamente
abría los graneros del Estado a los indigentes y, en caso de catástrofe, los abría
para todos aquellos que lo necesitaban.
Hace falta, pues, algo m á s que la religión para que la religión domine los
espíritus y la vida social. Hacen falta condiciones históricas particulares para que
se convierta en el medio que permite constituir las relaciones jerárquicas y darle
forma a la soberanía de una minoría sobre la sociedad. Sería pues preciso, que
en colaboración con arqueólogos y especialistas de la prehistoria, nos interrogá-
ramos acerca de los procesos que dieron origen, sobre la superficie del planeta, a
jerarquías nuevas de estatutos y poderes entre grupos sociales que mantenían ya
relaciones de parentesco en el seno de una misma unidad social global (que vaga
y genéricamente llamamos tribu). L a arqueología nos enseña que estos procesos
se iniciaron con la sedentarización de ciertos grupos de cazadores-recolectores
que disponían localmente de vastos recursos naturales. Pero estos procesos n o
adquirieron amplitud y, sobre todo, diversidad, sino con el desarrollo de la
agricultura y la cría de ganado. Nosotros pensamos que el desarrollo de estas
nuevas relaciones materiales de los hombres con la naturaleza, y entre sí, creó
mayores posibilidades de diferenciar los intereses de los grupos y aun de contra-
ponerlos. Al m i s m o tiempo creó la necesidad de controlar ritual y directamente
una naturaleza cada vez menos salvaje, cada vez m á s domesticada, sin la cual
el hombre n o podía reproducirse y que a su vez, en creciente medida, tampoco
podía reproducirse sin la acción h u m a n a (especies animales y vegetales de la
agricultura y la ganadería). Estimamos que estas condiciones materiales nuevas
y estos nuevos y distintos intereses suscitaron divisiones que al principio se vieron
c o m o una ventaja para todos, c o m o diferencias que servían a los intereses de todos
y que, en este sentido, eran legítimas.
Quisiéramos, pues, concluir este breve repaso del problema con una para-
doja: la necesidad de considerar que el. proceso de formación de castas, clases
dominantes y nacimiento del Estado fue, por decirlo así, legítimo.
Fue así c o m o el trabajo adicional que existe en toda sociedad sin clases se
transformó paulatinamente en excedente de trabajo o sobre-trabajo, en forma
de explotación del hombre por el hombre. Por trabajo adicional. entendemos
todas las formas de actividades materiales destinadas a reproducir una c o m u -
nidad en tanto que tal comunidad, y no los individuos o las familias que la
componen. E n muchas sociedades llamadas primitivas, el trabajo destinado a
mantener al individuo y a su familia se practica separadamente. E n cambio,
674 Maurice Godelier

existen formas colectivas de trabajo que. agrupan a todas las familias, o a gran
parte de las mismas, y que están destinadas a producir los medios materiales de
reproducción de la comunidad c o m o tal: celebración de ritos, de sacrificios,
preparación para la guerra, etc.
Se obra pues una mutación, en la función y el sentido de ese trabajo
adicional destinado a reproducir la comunidad, que normalmente aportan las
familias que la componen, cuando dicho trabajo se ve destinado a reproducir
las condiciones de existencia de quienes en adelante representan por sí solos a la
comunidad y encarnan sus intereses comunes. El trabajo adicional puede trocarse
gradualmente en excedente de trabajo, bajo forma de explotación.
Para concluir este análisis podríamos examinar de qué manera, aun en
situaciones de dominación iniciadas con violencia y mediante la conquista, entran
en juego mecanismos creadores de u n seudo-consentimiento para que este poder
se estabilice. U n ejemplo notable serían las ceremonias de entronización de u n
nuevo rey entre los Mossi del Yatênga. Los Mossi descienden de u n pueblo de
jinetes que, hacia mediados del siglo xv, conquistó la cuenca del Volta proce-
dente del sur, de G h a n a , sometiendo a poblaciones agrícolas autóctonas a las
que hoy se llama "gente de la tierra" o "hijos de la tierra". Estos han conservado
todo su poder ritual sobre la tierra y sobre la producción agrícola. A la muerte de
u n rey Mossi, se designa u n nuevo rey entre todos los hijos del soberano difunto,
pero sólo los Mossi que descienden de los antiguos conquistadores pueden
designar al rey. Entonces, éste, solo y pobremente vestido, inicia un largo viaje de
entronización que le lleva, al cabo de cincuenta días, ante la puerta de su capital, en
la que hace una entrada triunfal a caballo, una entrada regia. Ahora bien, este
viaje lo lleva de pueblo en pueblo conquistado, donde residen los "dueños de la
tierra", quienes le permiten participar en rituales ofrecidos a los antepasados de
las poblaciones sometidas y a las fuerzas de la tierra. C o m o ha señalado
M . Izard: "El nuevo jefe de los extranjeros se presenta solo, humildemente, ante
los representante de los m á s antiguos ocupantes del país, para pedirles que
acepten su autoridad, que le dispensen la legitimidad que sólo puede conferir la
tierra; les ofrece o les promete dádivas y obsequios. Entre el rey y los 'hijos de
la tierra' se entabla una especie de juego: aquél es humillado, le hacen esperar,
es objeto de mofas, nadie se cuida de procurarle alimento ni techo." Así, hacién-
dole u n sitio en suritual,los sacerdotes y los jefes de linaje autóctonos hacen que
sus antepasados y la tierra reconozcan al rey c o m o u n o de los suyos, y dan a su
poder una legitimidad que la conquista le impedía poseer de lleno. Por supuesto,
este reconocimiento al rey es al mismo tiempo el reconocimiento por parte del
rey de la legitimidad de sus poderes autóctonos. Pero este doble reconocimiento
queda sellado con el intercambio de la protección real a trueque del trabajo y
una cuota de los productos de la tierra por parte de los autóctonos.
D e esta suerte la monarquía, implantada por la violencia de las armas, se
transforma en institución sagrada. Sólo el rey unifica en su persona la c o m u -
Procesos de la constitución, 675
la diversidad y las bases del Estado

nidad de los conquistadores. Sólo él personifica la unidad de las dos comuni-


dades, a pesar de su oposición. Representa así en u n grado superior la sociedad
entera y es, en su sola persona, el Estado. Persona que, desde el m o m e n t o en que
es rey, se torna sagrada: de ahí las prohibiciones que le afectan y que afectan a
todos aquellos que puedan acercársele.
Y a implantada tras la conquista, la estabilización de u n poder debe buscar
los mecanismos que conducen a u n cierto consentimiento.
Si quisiéramos disponer de una perspectiva global sobre la evolución de
las relaciones sociales que transformó en relaciones de explotación las divisiones
sociales surgidas entre grupos de parentesco de las comunidades primitivas,
podríamos sugerir tres tipos de mecanismos: por una parte, la minoría que
representa por sí sola, cada vez m á s , a la comunidad entera, se beneficia del
trabajo adicional normalmente destinado a la reproducción de la comunidad, y
en consecuencia de las condiciones particulares de acceso al producto del trabajo
social. Por otra parte, esta minoría, que representa a la comunidad frente al
exterior, se siente apta para controlar la circulación de los bienes y de los servicios
entre las comunidades. D e este m o d o tiene acceso al control de los bienes preciosos
que sirven en las donaciones recíprocas o en los intercambios que permiten el
mantenimiento de las relaciones entre comunidades. Finalmente esta minoría
puede dominar el uso m i s m o de los recursos comunes, de la tierra, y, sin ser
abolidas las formas colectivas de propiedad de estos recursos, ejercer paulatina-
mente u n control total sobre su uso. Así se instituyen mecanismos que, a largo
plazo, pueden llevar a la expropiación de las condiciones materiales de producción
de la comunidad por obra de la minoría que la representa. C o n esta expropiación
queda establecida una separación entre los productores y sus medios materiales
de subsistencia y una dependencia de nuevo cuño, material esta vez y ya no social
o ideológica, de la mayoría de los miembros de la sociedad con respecto a la
minoría que la domina.
. Son estas transformaciones, en sus formas diversas, las que dieron origen a
las jerarquías de órdenes, de castas o de clases que sucedieron en la historia a
las formas m á s antiguas de vida social, c o m o son las comunidades tribales o
intertribales.

Ordenes y clases

Ordenes, castas y clases son formas de jerarquía social que frecuentemente se


asocian a distintas formas de Estado. Los órdenes, en la Antigüedad, aparecen
asociados a la forma de la ciudad-Estado. Las castas se combinan dentro de los
conjuntos sociales territoriales que son los reinos de la India, ese subcontinente
que antaño aparecía dividido en un centenar de reinos locales en cuyo seno, en la
cúspide de la jerarquía, se hallaban los brahmanes y el rey. E n cuanto a las clases,
676 Maurice Godélier

parece que se trata de una forma moderna de jerarquía social y de explotación


del hombre por el hombre, producto de la descomposición de una sociedad de
órdenes, la sociedad feudal, y de la formación del m o d o de producción de la
sociedad capitalistas.
La distinción entre órdenes y clases en el pensamiento occidental cristaliza
en el siglo xvin. Si estudiamos a los primeros economistas podemos percatarnos
de que tanto Quesnay c o m o A d a m Smith utilizan el concepto de clase para
caracterizar los grupos sociales que componen el sistema económico de la
sociedad moderna. Quesnay, quien era el médico del rey de Francia y conocía
por ello, mejor que ningún otro, el vocabulario de la antigua sociedad feudal y
su diferenciación en "estados" —nobleza, clero, tercer estado—, optó por
describir el Tableau économique de la France (1759) en términos de clases y de
relaciones entre "clase productiva" y "clase estéril". Allí demuestra c ó m o el
producto anual de una nación "agrícola" moderna circula entre tres "clases", la
clase de los colonos y de los obreros agrícolas, única productiva, la clase de los
terratenientes y la clase "industrial o estéril". U n a generación después, en su
Tratado sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1766), A d a m
Smith sostiene; por el contrario, que de las tres clases en que se divide toda
sociedad "civilizada" sólo la clase de los terratenientes es "ociosa y estéril",
mientras que las de los colonos agrícolas y de los capitalistas sirven al m i s m o
interés general de la sociedad. M á s tarde, Ricardo (1813) y M a r x (1857) seguirán
analizando la sociedad capitalista moderna en términos de clases. T o d o parece
pues indicar, que en el siglo xvín son ya manifiestas unas relaciones sociales
nuevas que no coinciden con las distinciones heredadas de la Edad Media en
órdenes y estatutos sociales.
Este concepto de clases designa grupos sociales que ocupan el mismo lugar
en el proceso de producción, independientemente de cuál sea su pertenencia a
un orden social. Así, u n burgués propietario de una tierra y u n aristócrata hacen-
dado son ambos considerados terratenientes y ocupan u n lugar análogo en el
proceso de producción, aun cuando ocupen sitios distintos en la jerarquía de
los órdenes.
Parece, pues, que el concepto de "clases" se impuso tras haberse desa-
rrollado en la sociedad unas relaciones de producción totalmente separadas de
las antiguas instituciones sociales, de las jerarquías familiares, políticas y reli-
giosas. Al mismo tiempo, el concepto de clases remite a una situación histórica
en la que han desaparecido o están desapareciendo antiguas relaciones de
dependencia personal, individual y colectiva, y donde existe cada vez más una
igualdad jurídica de los miembros de la sociedad. Fuera del proceso de producción
industrial, dentro del cual los obreros se hallan subordinados al propietario de
los medios de producción y del dinero, los individuos gozan teóricamente de los
mismos derechos. E n teoría, las diferencias de sexo, de raza, de religión o de
opinión ya no determinan directamente el lugar de los individuos en el proceso de
Procesos de la constitución, 677
la diversidad y las bases del Estado

producción y de trabajo. Si comparamos esta situación con la Antigüedad,


vemos que el hecho de ser ciudadano nativo de Atenas daba derecho a utilizar
una parte del suelo de la ciudad, parte que el ciudadano podía cultivar él mismo
o hacer cultivar por esclavos. L a ciudadanía, es decir la pertenencia a una c o m u -
nidad local que tenía forma de ciudad, constituía u n m o d o privilegiado de acceso
a la tierra, base de la economía antigua. E n cambio, u n hombre libre pero proce-
dente de una ciudad vecina, extranjero, no podía en Atenas poseer una parcela
de tierra de la ciudad y ejercer el oficio de agricultor. Esta exclusión hacía que se
reservasen a los metecos otros oficios: los de artesanía y el comercio.
V e m o s que aquí las relaciones de producción no están fundadas en la
división del trabajo sino que, por el contrario, son ellas las que la fundan.
Individuos que ocupan en la división del trabajo el mismo lugar, no lo ocupan
sin embargo en el proceso de producción. Es indispensable distinguir entre
proceso de trabajo y proceso de producción. Si u n hombre libre practicaba el
mismo oficio artesanal que u n esclavo, ocupaba el mismo lugar en el proceso de
trabajo, pero u n lugar diferente en el proceso de producción. Pues el esclavo no
tenía derecho alguno sobre su producto, el cual pertenecía a su a m o al igual que
su persona. Mientras que, al contrario, el estatuto del hombre libre, por el hecho
de ser libre, lo situaba en otra relación con su trabajo y los productos del m i s m o .
C o m o vemos, la pertenencia a una ciudad-Estado, la ciudadanía, constituye la
forma original de las relaciones de producción en la ciudad griega. Desde u n
cierto punto de vista, lo "político" funciona aquí c o m o relación de producción,
c o m o infraestructura. N o hay, c o m o en el m o d o de producción capitalista, sepa-
ración entre las actividades económicas, entre las instituciones en cuyo seno se
realizan (empresa, etc.) y las relaciones sociales no económicas, políticas o
religiosas.
Los órdenes no son clases por lo tanto, aun cuando sean, c o m o las clases,
formas de dominación y de explotación del hombre, por el hombre. E n La ideo-
logíaalemana (1845-1846), M a r x hace una distinción m u y clara entre orden y clase.
Al bosquejar un cuadro rápido de la evolución de la sociedad feudal, demuestra que
la burguesía se transforma lentamente de orden en clase. Grupo local en u n prin-
cipio, que habita en los burgos y en las ciudades, con unos intereses y una
influencia meramente locales, la burguesía va transformándose poco a poco en
un grupo social con actividades e influjo de alcance nacional. C o n el desarrollo
de la producción mercantil, el nuevo papel de la moneda, la expansión colonial,, el
comercio internacional, etc., la burguesía, de ser una fracción particular de u n
orden feudal (el tercer estado), se convierte en otra cosa m u y distinta.
Fue para caracterizar este cambio que M a r x introdujo la distinción entre
clase "en sí" y clase "para sí". N o obstante, aunque convertida en potencia
nacional, durante m u c h o tiempo la burguesía permaneció subordinada a la
nobleza, sin oponerle su cultura y sus valores, y sin reivindicar el poder político
o la participación en el mismo. Según Marx, se comportaba aún c o m o u n orden,
678 Maurice Godelier

cuando era ya una clase "en sí". M u c h o tiempo después, en los siglos xvn y x v m ,
la burguesía pasó de clase en sí a clase para sí, tomando conciencia de su nueva
originalidad y reivindicando el ejercicio del poder.
Existe empero una dificultad en los textos de M a r x , toda vez que en el
Manifiesto del partido comunista (1848), designa los órdenes de la sociedad antigua
o de la sociedad feudal con el término de "clases". L a fórmula célebre que
encabeza la obra dice: "la historia de la sociedad ha sido hasta ahora una historia
de lucha de clases". E n nuestra opinión, M a r x quería decir que los órdenes eran
c o m o las clases de la sociedad moderna, formas de explotación del hombre por
el hombre correspondientes a u n cierto grado de desarrollo de las fuerzas produc-
tivas. Al utilizar ese término, cuya impropiedad relativa y evidente anacronismo
no desconocía, estaba sugiriendo que se considerasen los órdenes de m o d o distinto
a c o m o se había venido haciendo hasta entonces y también de m o d o distinto a
c o m o los propios actores de esta historia los habían considerado. D e m o d o
distinto, es decir c o m o divisiones sociales que descansaban en la explotación del
hombre por el hombre y que implicaban esta explotación, al tiempo que en la
representación oficial dicha división constituía una relación ideal y armoniosa
entre grupos con funciones complementarias.
N o s parece, pues, que es errónero tratar de ver, tras los órdenes de la
Antigüedad, unas clases visibles solamente para los historiadores modernos de
inspiración marxista. L a perspectiva de Marx no consiste tanto en tratar de ver
la otra cosa oculta detrás de las apariencias cuanto en ver de m o d o distinto lo
que se manifestaba, verlo a la luz de la época moderna que, al separar la economía
de las demás relaciones sociales, ha permitido por vez primera percibir mejor el
papel de la economía en la formación de las relaciones sociales y en el movimiento
de la historia.
Si tuviéramos que hacer una hipótesis sobre el origen de los órdenes de la
Antigüedad, diríamos que estos órdenes son relaciones de dominación y de
explotación nacidas de la disolución parcial de relaciones de producción c o m u -
nitarias más antiguas. Son relaciones nacidas de formas de trabajo y de propiedad
que, m á s o menos lentamente, se distinguieron y separaron de formas comuni-
tarias m á s antiguas y se opusieron a ellas sin poder realmente abolirías. Si
volvemos al ejemplo de la propiedad de la tierra en una ciudad c o m o Atenas,
advertiremos que la paradoja, la contradicción de la forma de propiedad privada
que allí regía, es que no podía existir, no podía mantenerse, m á s que subordi-
nándose a la propiedad comunitaria de la ciudad, a la propiedad del Estado que
era dueño de una parte de las tierras de la ciudad. L a paradoja estaba en que,
para reproducirse c o m o ciudadano propietario de una tierra separada de las
tierras comunes, el ciudadano debía en cierto m o d o producir y reproducir la
comunidad a la que pertenecía.
Procesos de la constitución, 679
¡a diversidad y las bases del Estado

Nociones sobre el modo de producción


y el Estado "asiáticos", en M a r x
Por otra parte, es precisamente en esta perspectiva del desarrollo de las formas
del trabajo y de la propiedad que se distinguen de las formas comunitarias antiguas
y se oponen a ellas, c o m o nos es dado analizar lo que entendía M a r x por m o d o
de producción asiático, m o d o de producción antiguo y m o d o de producción
germánico.
Eran éstas, a su entender, tres formas de evolución de las formas de
propiedad y producción más antiguas, que él llama a veces el m o d o de producción
tribal. E n este m o d o de producción tribal, la tierra pertenece a la comunidad c o m o
tal comunidad. Pero dicha tierra c o m ú n se divide en dos partes, una que la
comunidad posee directamente y otra cuyo usufructo cede por algún tiempo a
familias particulares. Esta división corresponde a una evolución de las formas
de producción que poco a poco conduce a grupos particulares (familias, linajes) a
poder asumir, separadamente de sus condiciones materiales de existencia, lo
esencial de la producción. El trabajo colectivo subsiste, y en él se asocian las
diversas familias y linajes, pero más que a reproducirlos c o m o tales está destinado
a producir los medios de reproducción de la comunidad c o m o tal comunidad
(sacrificios religiosos, actividades bélicas, etc.). Es en estas condiciones, según
Marx, c o m o pueden obrarse varias transformaciones. U n a de ellas conduce al
m o d o de producción asiático. El contenido de las relaciones sociales cambia sin
que haya alteración radical de sus formas. L a tierra, propiedad directa de la
comunidadi puede en determinadas circunstancias ser expropiada por una c o m u -
nidad superior. Las familias particulares que componen la comunidad total, al
igual que con anterioridad a dicha expropiación, continúan trabajando en esta
tierra que pertenece ahora a otra comunidad. Después c o m o antes, las familias y
los individuos son poseedores, usufructuarios de la tierra, no son sus propietarios.
El trabajo adicional que destinaban normalmente a la reproducción de su c o m u -
nidad se destina ahora a la reproducción de una comunidad superior que los
explota y que puede estar personificada por u n rey o por u n dios.
Hay, pues, cambio de contenido, pero sin cambio de forma, y paradójica-
mente esta línea de evolución reproduce constantemente formas comunitarias
de propiedad y de producción arcaicas sobre las que, a partir de u n m o m e n t o
dado, se edifica el poder estatal. A juicio de Marx, este m o d o de producción y
sus formas de Estado y de opresión hacían m u y difícil la aparición de la propiedad
privada y bases de desarrollo distintas y opuestas a las formas arcaicas de
propiedad y de producción. Por esta razón tendió M a r x a ver en la línea de
evolución llamada asiática u n proceso histórico que conducía, con mayor
frecuencia que otros, al estancamiento y al inmovilismo social. Por lo demás,
revisó esta opinión tiempo después cuando, en su correspondencia con Vera
Zazulich en 1881, reconoce el carácter dinámico de la permanencia de estas
680 Maurice Godelier

comunidades rústicas locales que servían de soporte a tales formas de clases y


de Estado.
Por contraste con esta línea de evolución, caracterizaba Marx el m o d o de
producción antiguo y el m o d o de producción germánico. El m o d o de producción
antiguo tiene también su origen en el m o d o de producción tribal y las formas
comunitarias de propiedad. Pero se caracteriza por la aparición, al lado de la
propiedad c o m ú n , de una propiedad privada que le está socialmente subordinada.
Se caracteriza igualmente por el hecho de que la comunidad tiene la forma de
u n Estado, y la propiedad comunitaria es propiedad estatal. Marx no explica
mediante qué proceso llegó a ser u n Estado la comunidad tribal entre los griegos,
y u n Estado que tiene su sede en una ciudad. Habla de la reunión de varias tribus
en u n territorio, pero una reunión así no explica la forma que revistió su asocia-
ción: la de una comunidad de ciudadanos.
Recordemos que en la Antigüedad la propiedad "privada" se consideraba
c o m o "cortada de", "separada de" la propiedad común (en latín privatus significa
"cortado de ager publicus"). Sobre esta base de la propiedad privada de los
ciudadanos se desarrollaron diferencias sociales entre ricos y pobres, etc., que
alimentaron los grandes enfrentamientos políticos y sociales de ciudades griegas
c o m o Atenas. Cuando la propiedad privada de la tierra se combinó con el empleo
privado de los esclavos en la producción, alcanzó su apogeo el impulso hacia la
acumulación desigual de riquezas en la Antigüedad. Pero no hay que olvidar que
por la misma época, en Esparta, la tierra sigue siendo propiedad del Estado, aun
cuando se distribuyan parcelas en usufructo entre los ciudadanos para ser culti-
vadas por las familias de ilotas que son asimismo propiedad de la comunidad, del
Estado. E n Esparta, el esclavo no es propiedad privada y la tierra tampoco.
La tercera evolución mencionada por M a r x es la que condujo a la c o m u -
nidad germánica tardía. Según él, por la época de Tácito, al cabo de una roma-
nización a fondo de algunas tribus germánicas, existía una forma de comunidades
constituidas por la asociación de familias o linajes, cada una de las cuales poseía
tierras de cultivo, que poseían en común tierras de tránsito para el ganado,
bosques donde se practicaba la recogida de productos naturales, etc. Subrayaba
M a r x la diferencia de esta forma de comunidades con respecto a las otras, pues
aquí, según él, la propiedad privada de las tierras de cultivo había sido el punto
de partida de la propiedad común. Esta funcionaba c o m o apéndice de la propiedad
privada, c o m o su complemento para la práctica de la ganadería y otras actividades
económicas complementarias de la agricultura. L a comunidad, en vez de ser una
unidad "sustancial" c o m o la antigua comunidad tribal o la comunidad asiática, e
incluso hasta un cierto punto la ciudad antigua, era una asociación de propietarios
emparentados que cooperaban entre sí.
M a r x cambió en el transcurso de su vida en cuanto a la noción de c o m u -
nidad germánica. Los trabajos de Maurer, Haxthausen, G r i m m y otros le
hicieron ver poco a poco que esta comunidad que reunía a propietarios privados
Procesos de la constitución, 681
la diversidad y las bases del Estado

era la resultante tardía, el producto de la descomposición de u n a forma m u c h o


m á s antigua de comunidad germánica en cuyo seno a ú n n o existía la propiedad
privada del suelo, sino derechos de usufructo sobre las parcelas redistribuidas
entre las familias. A h o r a bien, el sistema de redistribución periódica de las
parcelas por m á s o m e n o s largo plazo significaba que la tierra sigue siendo
propiedad de la comunidad en cuanto tal. Así pues, lo que enseñaron a M a r x los
trabajos de Haxthausen y de otros es que había existido u n a antigua forma de
propiedad germánica que estaba m u y cerca de la que a ú n sobrevivía en pleno
siglo xix en Rusia, ya que en el seno del mir se practicaba todavía en ocasiones la
redistribución periódica de tierras entre las familias. A h o r a bien, según M a r x ,
el mir sirvió en su día de base a formas "asiáticas" de Estado que también habían
existido en Rusia. N o es pues sorprendente ver en 1881 a Engels, cuando escribe
sobre la " M a r c a " y las antiguas formas de comunidades germánicas, formular la
hipótesis de que en otras circunstancias las comunidades germánicas habrían
podido ser la base de formas de Estado "asiáticas" en Europa. L a romanización
modificó el curso de las cosas, produciendo, entre Julio César y Tácito, esta nueva
comunidad germánica que iba a servir de punto de partida al m o d o de producción
feudal. Pero el m o d o de producción feudal, según M a r x y otros autores del
siglo xix, n o tenía u n a sola base: era el producto de dos evoluciones opuestas
que iban n o obstante en el m i s m o sentido; por u n a parte el desvanecimiento
gradual del papel de la esclavitud en la producción y su sustitución por formas
de dependencia que seguían siendo personales, pero n o implicaban que el indi-
viduo fuese propiedad de u n a m o (colonato r o m a n o , etc.) y, por otra, el paulatino
sometimiento a vasallaje y servidumbre de los campesinos alemanes "libres".
Si hubiera que sacar conclusiones de este breve resumen del análisis de
M a r x , tan complejo y tan rico, que por lo d e m á s lleva la impronta de la limi-
tación de información disponible en su tiempo, habría que destacar que existen al
parecer tantas formas de Estados c o m o de jerarquías sociales y m o d o s de produc-
ción sustentadores de estas jerarquías. L a forma del Estado asiático es total-
mente distinta de la de u n Estado-ciudad antiguo, y ésta tiene m u y poco que ver
con las jerarquías feudales entre vasallos y señor del castillo. M u c h o s son los
problemas que habría que volverse a plantear hoy. Parece cada vez m á s claro que
el desarrollo de u n complejo sistema de castas en la India fue el producto de u n a
evolución de organizaciones tribales e intertribales antiguas. Esta.evolución n o
es m á s primitiva que la que condujo a la distinción de los órdenes en la ciudad
antigua. Tanto de u n lado c o m o de otro, órdenes y castas se articulan en el seno
de sendas formas de Estado: éstas son sus soportes. Pero a pesar de los trabajos
de Louis D u m o n t y de tantos otros, la articulación entre casta y Estado n o
aparece aún de forma m u y precisa, y posiblemente habrá que analizar m á s a
fondo lo que significaban en la India el rey y la monarquía.
Por último, y esto es fundamental, la existencia de u n a forma de Estado
n o es el producto automático de la existencia de u n a jerarquía de órdenes o de
682 Maurice Godelier

clases. Pondremos un ejemplo sacado de la antropología. E n el siglo xix existía


en el Níger u n conjunto de sociedades tuareg nómadas que dominaban a algunos
agricultores africanos. Sus sociedades estaban organizadas en una jerarquía de
grupos con una aristocracia tribal en la cúspide que disponía del poder político
y dominaba a algunas tribus nómadas que le proporcionaban ganado, trabajo
y el apoyo de las armas. Finalmente, subordinados a los ganaderos, habían
algunos agricultores africanos que pagaban tributo. L a dominación de la aristo-
cracia se ejercía sin la existencia de u n aparato de Estado. N o s hallamos, pues,
ante una sociedad de órdenes-clases sin Estado. Ahora bien, al implantarse la
colonización francesa, se perfiló una mutación entre algunos grupos tuareg, y .
especialmente los Kel Gress que ha estudiado Pierre Bonté. U n a de las familias
aristocráticas intentó elevarse por encima de las demás y reivindicó una parte
del tributo que las otras sacaban de sus feudatarios con el fin de concentrar esta
riqueza y ponerla al servicio de sus intereses comunes, frente al colonizador
europeo. Esto implicaba del lado de las otras familias aristocráticas un renuncia-
miento a parte de su poder, de sus privilegios y de su base material. L a iniciativa
fracasó, pero el ejemplo es de extraordinaria importancia porque significa al
menos dos cosas. Por una parte, que n o es necesaria la formación de un aparato
de Estado concentrado cuando el grupo dominante existe en forma de aristocracia
guerrera y dispone en todo m o m e n t o de los instrumentos de la violencia armada,
de los medios de destrucción. Por otra parte, que la formación del Estado puede
representar durante cierto tiempo u n retroceso, una reducción de los poderes de la
clase dominante. Su poder se concentra, por decirlo así, en una parte de ella
misma y n o es seguro que se reconociera fácilmente que esta pérdida parcial para
cada una de las partes de la aristocracia redundaba en beneficio de todas.

Referencias

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Análisis comparativo de la formación
de los estados en sus contextos históricos

S. N . Eisenstadt

Hacia un nuevo enfoque analítico


Nuestra peculiar manera de abordar el análisis del Estado en general y del Estado
moderno en particular es corolario sobre todo, del nuevo análisis del concepto
de tradición m i s m o al que inevitablemente conduce la revisión de los estudios
sobre la modernización y la idea de convergencia de las sociedades industriales.
Primordial elemento dentro de esta nueva perspectiva es el reconocimiento
de que, en la gestación de la dinámica institucional de las sociedades, hay dos
aspectos que parecen revestir especial importancia: en primer lugar sus tradiciones
culturales, y, en segundo, sus antecedentes político-ecológicos, en general, y su
lugar en el sistema o sistemas internacionales en que participan, en particular.
L a tradición, que al principio figuraba en muchos tratados c o m o una especie
de categoría general residual apta para elucidar importantes aspectos de las estruc-
turas institucionales que no podían explicarse en términos del modelo de moder-
nización originario, llegó a ser definida de un m o d o m á s específico. Se diferenciaron
los diversos aspectos de la tradición y se especificaron sus relaciones con líneas
institucionales concretas.
Se indicó, en términos m u y generales, que lo mejor tal vez sea entender la
tradición c o m o el proceso —o parte del proceso, al m e n o s — en virtud del cual se
conciben y transmiten cultural y socialmente en. la sociedad h u m a n a distintos
aspectos de la realidad, o sea el depósito de la experiencia social y cultural m á s
importante de una sociedad o civilización. Este depósito n o es, empero, ninguna
especie de almacén general e indiferenciado, sino que aparece m á s bien constituido
por diversos componentes relacionados entre sí de manera compleja y frecuente-
mente paradójica.

«SV N . Eisenstadt se desempeña como profesor de sociologia en la Universidad Hebrea de Jerusalén.


Fue decano de la Eliezer Kaplan School of Economics y del Truman Research Center de la misma
universidad, habiendo enseñado en Noruega, los Estados Unidos, Suisa, el Reino Unido y los Países
Bajos. Es autor de libros y artículos, entre ellos The Political Systems of Empires (1969), Tradition,
Change and Modernity (1973) y Revolutions and the Transformation of Societies (1978).

Rev. int. de dene, soc., vol. X X X I I (1980), n.° 4


684 S. N. Eisenstadt

H a y très componentes fundamentales: el primero consiste en ciertas orien-


taciones o m o d o s generalizados de percepción y evaluación de la realidad social,
de los órdenes cósmico y sociopolítico, que convencionalmente vamos a llamar
códigos culturales. E n segundo lugar están los símbolos de la realidad colectiva,
y, en tercero, los m o d o s fundamentales de legitimación del orden político y social.
U n o de los descubrimientos m á s importantes de nuestra investigación fue
que estos distintos aspectos de la tradición pueden cambiar a ritmos diferentes.
Harto paradójicamente se reveló que las diferentes orientaciones culturales tienden
a ser m á s permanentes que los símbolos y que el contenido de la realidad colectiva,
pese a que esto último suele generalmente considerarse c o m o algo m á s estable y
continuo.
Este análisis h a puesto de manifiesto, además, c ó m o los referidos códigos
determinan y configuran algunos componentes especialísimos de la estructura
social. M á s aún, ahora somos capaces de formular de m o d o sistemático las indi-
caciones harto imprecisas que se hallan en lo publicado anteriormente sobre las
tradiciones o en el análisis sociológico; aquellos aspectos de la estructura institu-
cional que n o pueden explicarse plenamente en términos de niveles de desarrollo
tecnológico o de diferenciación y especialización estructural, los cuales están
influidos por dichos códigos. Los m á s importantes entre ellos, de aplicación
directa para el análisis del Estado, son la estructura de la autoridad, las ideas sobre
la justicia, la estructura del poder y de la lucha política, los principios en que se
basa la jerarquización social y la definición de pertenencia y adscripción a las
distintas comunidades, todos los cuales influyen poderosamente en las líneas
políticas fundamentales adoptadas por cualquier sociedad y en la percepción de
los problemas sociales dentro de la misma.
C o m o consecuencia, tales concepciones influyen también poderosamente en
las formas de integración —moral, legal o de comunicación— de las sociedades
en que predominan, y en las pautas fundamentales de su legitimación.
Por lo demás, estas concepciones y sus derivados institucionales son impul-
sados por actores y mecanismos sociales especiales, en particular por diversos
tipos de élites y de marcos culturales, docentes y políticos, y pueden alcanzar y
trascender a diferentes sociedades. También presentan una dinámica propia.
Nuestro estudio ha revelado igualmente que muchos de estos aspectos
institucionales parecen tener continuidad a través de diferentes coordenadas
históricas; se extienden sobre distintos niveles de desarrollo tecnológico y están
estrechamente vinculados a continuidades en determinadas orientaciones sociales
y culturales básicas y a la constitución de tradiciones, incluso en marcos históricos
modernos.
L a investigación ha puesto también de manifiesto que la institucionalización
m i s m a de orientaciones culturales genera sistemáticamente la virtualidad de
tensiones, conflictos y cambio. Esta virtualidad tiene sus raíces, primero en las
contradicciones que surgen dentro de los propios sistemas o conjuntos de códigos,
Análisis comparativo de la formación 685
de los estados en sus contextos históricos

segundo en su aplicación a complejos institucionales amplios, y tercero en el


choque entre los varios conjuntos de códigos y los diversos tipos de instituciones y
de intereses. Por eso los conflictos y la protesta son inherentes a las sociedades
humanas e influyen en las dimensiones organizativas y simbólicas del cambio
social. Esto se manifiesta en diferentes pautas de rebelión, heterodoxias y conflicto
público, cuyas constelaciones varían considerablemente entre unas sociedades y
otras e influyen poderosamente en su dinámica y su experiencia histórica específicas.
E n la práctica, estas tendencias se producen en diferentes marcos político-
ecológicos, y hay dos aspectos que resaltan por su especial importancia. E n la
investigación reciente se pone m u y de relieve la importancia de la política y los
sistemas económicos internacionales, así c o m o la importancia del lugar que dentro
de ellos ocupan las diversas sociedades, particularmente las relaciones de hege-
monía y dependencia. Está también el reconocimiento m á s general de la inmensa
variedad de marcos político-ecológicos en los que las distintas sociedades se
insertan, tales c o m o sociedades pequeñas y grandes, dependencia respecto a
mercados interiores y exteriores, etc.
E n nuestro trabajo sobre civilización comparada h e m o s distinguido entre
varios tipos diferentes de regímenes políticos, caracterizado cada u n o de ellos por
una determinada constelación de rasgos estructurales estrechamente relacionados
con características de élites, orientaciones culturales y procesos de cambio. Los
principales tipos analizados son el imperial, el imperial-feudal, el patrimonial
y las ciudades-estado de carácter "excepcional".

Sociedades imperiales e imperiales-feudales

Las principales características de las relaciones centro-periferia [Shils, 1975,


cap. 1 y 3] en las sociedades imperiales-—y en gran medida también en las impe-
riales-feudales— eran u n alto nivel de distinción de sus centros, la percepción del
centro c o m o unidad simbólica y organizadora clara y distinta, y el constante
empeño de los centros n o sólo por extraer recursos de la periferia sino también
por penetrarla y reconstruirla conforme a las premisas del centro correspondiente.
E n estas sociedades los centros políticos, y en cierto grado también los centros
cultural-religiosos, se concebían c o m o focos autónomos de los elementos caris-
máticos del orden sociopolítico y a m e n u d o también del orden cultural cósmico.
Dichos centros —político, religioso y cultural— fueron los focos y las sedes de las
grandes tradiciones que surgieron y evolucionaron en estas sociedades, distintas
de las tradiciones locales n o sólo en contenido sino también en las características
simbólicas y de organización estructural. L a penetración de la periferia por el
centro podía apreciarse en la promoción de extensos canales de comunicación
que hacían resaltar su diferencia estructural y simbólica, así c o m o también en los
intentos de dichos centros por abrirse paso, si bien sólo en medida limitada, entre
los lazos adscriptivos de los grupos de la periferia.
686 S. N. Eisenstadt

E n estrecha conexión con estas relaciones centro-periferia hallamos una


fuerte articulación —especialmente entre las capas superiores de la sociedad—
de símbolos de jerarquía y estratificación social, de una conciencia clasista exten-
dida al país en general y de tendencias hacia alguna articulación política y de
expresión de dicha conciencia, así c o m o u n alto grado de simbolización ideológica
y orientaciones mutuas entre las principales comunidades religiosas, políticas e
incluso étnicas y nacionales. Aunque estas comunidades tendían a alcanzar u n
grado de autonomía relativamente alto, así c o m o unos límites precisos e inequí-
vocos, en la mayoría de las civilizaciones en cuestión también tendían a consti-
tuirse en referentes recíprocos (así, el ser u n buen heleno se identificaba con
ciudadanía en el estado bizantino, y viceversa) [Eisenstadt, 1969, 1978].
Esta fuerte articulación simbólica y la distinción inequívoca de los princi-
pales patrones institucionales guardan estrecha relación, en estas sociedades
imperiales e imperial-feudales, con determinadas orientaciones culturales presentes
en las mismas.
L a mayor parte de estos imperios se forjaron en íntima relación con algunas
de las grandes civilizaciones o tradiciones de la historia h u m a n a , c o m o la especial
combinación de confucionismo, taoismo y budismo que se dio en China, la tradi-
ción cristiana en todas las variantes y la islámica; todas ellas constituyeron marcos
de acción civilizadora distintos —tanto simbólicamente c o m o en sus pautas de
organización— de los marcos nacionales, étnicos y políticos.
Casi todos compartieron diversas orientaciones o códigos culturas básicos,
por lo que se destacaron claramente de algunas de las demás civilizaciones
queflorecieronen esa misma era histórica llamada axial: el primer milenio A. c.
[Daedalus, 1975; Voegelin, 1954]. Se caracterizaron por una gran autonomía y
la disociación del orden cósmico (religioso) frente al orden m u n d a n o y también
por su relación e influencia mutua, por la insistencia en la necesidad de comunicar
la esfera trascendental y el orden terreno. A u n cuando compartían con otras
civilizaciones — c o m o la hindú y la budista— el énfasis en cuanto a la tensión
reinante entre los m u n d o s cósmico y terrestre, a diferencia de ellas ejercían algún
tipo de actividad m u n d a n a , sobre todo en las esferas política, militar y cultural,
pero (especialmente en el caso europeo) también en la económica, a manera de
puente de unión entre el m u n d o cósmico-trascendental y el mundanal o terrestre
(en la terminología de Weber, a manera de u n "foco de salvación").
Se desarrolló además u n énfasis m u y marcado en cuanto al m o d o de relación
y compromiso de los diferentes grupos de población con los órdenes cósmico y
social, y el acceso relativamente autónomo de por lo menos alguno de estos grupos
a los principales atributos de dichos órdenes.
Tales orientaciones culturales, la estructura de los centros y las relaciones
centro-periferia, se hallaban m u y estrechamente relacionadas con las diferencias
existentes entre las élites m á s importantes y los promotores institucionales.
L a mayor parte de las élites o promotores institucionales [Barth, 1963;
Análisis comparativo de la formación 687
de los estados en sus contextos históricos

Eisenstadt, 1971c] de las sociedades imperiales e imperial-feudales —y sobre todo


los exponentes de modelos de orden cultural y social, las élites políticas y (en
menor medida) los representantes de diferentes colectividades y élites económicas—
poseían bases autónomas de recursos y acceso virtualmente independiente al centro
y a ellos mismos entre sí. Por otra parte apareció u n sinfín de élites secundarias,
las cuales, con su fuerte influencia sobre los centros y la periferia, determinaron
diversos movimientos de protesta, las actividades políticas y la lucha intestina.
C a d a élite —"primaria" o "secundaria"— podía ser el origen de algún movimiento
de protesta o de u n a contienda política con u n nivel superior de articulación
organizacional y simbólica, así c o m o de algunas orientaciones y conexiones poten-
ciales entre ellas mismas y con el centro.

Sociedades patrimoniales

Las sociedades patrimoniales m á s importantes se caracterizaron por una relativa


ausencia de distinción estructural y simbólica entre centro y periferia; poseían
u n grado m á s alto de segregación entre los distintos rangos sociales, pero u n
grado inferior de conciencia de clase a escala nacional y de la articulación simbó-
lica entre las principales colectividades [Eisenstadt, 1973o; Schnecke, 1957],
una relativamente escasa distinción simbólica e institucional entre centro y peri-
feria, una marcada tendencia a la asociación por status o rango social m u y estricta
y una escasa autonomía de las élites m á s importantes. Las orientaciones culturales
predominantes son: énfasis sobre el grado de distinción y de tensión, alto o bajo,
entre el orden trascendental y el m u n d a n o , situándose el foco de resolución en
el m á s allá; débil compromiso con el orden sociopolítico e incluso con el cultural
y una tendencia a aceptarlo c o m o algo dado.
Estas sociedades se caracterizaron igualmente por una articulación simbólica
relativamente débil de las distintas comunidades y de las élites principales (ya
fuesen funcionales —políticas y económicas— o exponentes de modelos culturales
y de la solidaridad de diversas comunidades) así c o m o por la inserción de dichas
élites dentro de grupos adscriptivos.

Ciudades-estados excepcionales y federaciones tribales

Aquellas sociedades en las que prosperó el segundo patrón de cambio —caso de


los griegos (y romanos), de las ciudades-estado de la Antigüedad y del Cercano
Oriente, y sobre todo de las federaciones tribales israelitas e islámicas— [Ben-
Sasson, 1976; Eisenstadt, 1971a, cap. 6] se caracterizaron por una pauta algo
diferente.
Las orientaciones culturales predominantes en ellas eran también las distin-
guidas por una percepción de cierto grado de tensión entre los órdenes trascen-
dental y terrestre, una marcada inclinación terrenal en cuanto a la forma m á s
688 S. N. Eisenstadt

apropiada de resolver dicha tensión, así c o m o u n nivel de compromiso con los


órdenes cultural y social relativamente alto.
Las relaciones centro-periferia se caracterizaron por una creciente dife-
renciación simbólica y estructural (pero n o tanto organizativa) entre el centro y la
periferia y por su fuerte influencia mutua, siendo así bastante similares a los regí-
menes imperiales, c o m o lo eran algunas de las características básicas de sus élites.
Pero la diferencia estructural entre el centro y la periferia n o estuvo, en
ninguno de estos dos tipos de sociedades, plenamente institucionalizada. Esto
se evidenciaba por el hecho de que, si bien sus símbolos centrales y los funcio-
narios que despachaban los asuntos interiores y exteriores se distinguían de la
periferia, la mayor parte de los ciudadanos podían también participar en el centro.
A ú n cuando m u c h o s sólo podían hacerlo en medida limitada, esto n o discrepaba
de las distinciones sociales efectuadas en la periferia.
El resultado m á s importante de u n centro estructural y simbólicamente
distinto, y de la pertenencia social o ciudadana imbricada entre el centro y la
periferia fue la identidad relativamente débil (fuera de los núcleos embrionarios)
de las clases dirigentes, así c o m o de otras élites, en tanto que formaciones sociales
autónomas que se distinguían organizativa y n o sólo simbólicamente de los líderes
de diferentes grupos y divisiones sociales.

Variaciones en las sociedades patrimoniales.

Las civilizaciones budista e hindú


Dentro de cada u n o de estos tipos de sociedad se desarrollan, n o obstante, varia-
ciones de alcance considerable a lo largo de tres dimensiones. Existían en primer
lugar variaciones, dentro de las orientaciones culturales, en el locus de la reso-
lución de tensiones entre los órdenes trascendental y terrestre (o respecto a la
salvación), especialmente en el énfasis puesto en las orientaciones terrenales o
ultraterrenales; en su entrelazamiento; en la definición de los centros institucio-
nales de resolución y en la medida en que los grupos adscriptivos básicos eran
considerados portadores de determinados atributos.
E n segundo lugar existían importantes diferencias de estructura en los centros
de actividad y en la autonomía interna de las élites y promotores institucionales
m á s destacados; en la medida en que diferentes actividades de estas élites se
emprendían a través de roles idénticos y en sus propios marcos organizativos,
y en la solidaridad entre distintos promotores y entre ellos y las capas m á s amplias
de la sociedad.
E n tercer lugar existían variaciones m u y importantes en los marcos político-
ecológicos de estas sociedades, especialmente respecto a la existencia de regímenes
políticos relativamente compactos (como imperios o reinos patrimoniales, tribus
n o federadas o regímenes feudales) y a su extensión y magnitud [Eisenstadt, 1977].
Las variantes m á s importantes surgían en aquellas ciudades-estado y regí-
Análisis comparativo de la formación 689
de los estados en sus contextos históricos

menés tribales que mantenían relación con religiones o tradiciones vinculadas a


las grandes tradiciones, c o m o el budismo [Tambiah, 1976] y el hinduísmo, carac-
terizadas por su marcada inclinación a las ideas de salvación en u n m á s allá.
Estas grandes tradiciones y sus versiones locales eran sustentadas y trans-
mitidas por- élites relativamente autónomas, a veces internacionales, c o m o el
sangha budista (y en menor grado el clero mazdeista), cuyos equivalentes n o
podrían hallarse entre las pequeñas tradiciones de casi todos los demás regímenes
bajo los cuales se dieron formas de cambio relativamente coalescentes. Estas
élites crearon centros que en la esfera religiosa eran distintos de su propia periferia,
así c o m o redes especiales de interconexión entre dichos centros y la periferia, entre
las grandes y las pequeñas tradiciones.
Pero, dado el fuerte hincapié ultraterreno de estas grandes tradiciones,
tales orientaciones culturales no generaban la correspondiente distinción en los
centros políticos y en las relaciones entre estos centros y su periferia, ni tendían
a determinar reestructuraciones importantes de otras esferas institucionales.
E n realidad, grupos religioso-culturales autónomos, especialmente el sangha en
las sociedades budistas, participaban a m e n u d o en la vida política, participación
ésta que tenía por base su dependencia funcional de las leyes y la búsqueda de
legitimación por parte de los gobernantes. Pero por regla general dicha partici-
pación acontecía dentro de los marcos de los diversos regímenes patrimoniales
bajo los cuales, con frecuencia, estas élites llegaban a ser políticamente m u y
poderosas.
E n la civilización hindú de la India la situación era bastante diferente. A
semejanza del budismo, que comenzó c o m o una secta heterodoxa dentro del
hinduísmo, ésta era una gran civilización fundada en la trascendencia, pero su
negación del m u n d o terrenal no era tan absoluta c o m o la del budismo [Biardeau,
1972; D u m o n t , 1966, 1970].
El hinduísmo, c o m o expresión m á s plenamente articulada de la ideología
y el simbolismo brahmánicos, hacía resaltar vivamente la tensión entre a m b o s
órdenes, el trascendente y el m u n d a n o , tensión derivada de la percepción de que
el orden m u n d a n o está mancillado en términos cósmicos. Esta impureza puede
trascenderse o salvarse bien mediante el total renunciamiento o bien mediante
actividades rituales adscriptivas y la adhesión a la organización de la actividad
social en u n complicadísimo orden jerárquico que refleja la situación individual
en el orden cósmico y hace resaltar la posiciónritualdiferenciada del parentesco
originario básico y las unidades sociales territoriales (los jatis). E n todas estas
formas el hinduísmo tiene una relación m u c h o m á s directa con las actividades
mundanas que el budismo [Cohn, 1971; D u m o n t , 1970o; Heesterman, 1964;
Mandelbaum,. 1970; Singer y C o h n , 1968; Thapar, 1978].
El centro religioso-cultural, cuyo núcleo ideológico fue la ideología y
simbolismo brahmánico que se desarrolló en la India, consistía en una serie de
redes de comunicación y de subcentros ritual-organizacionales (peregrinaciones,
690 ' S: N. Eiseristàdt '

templos, sectas, escuelas) que se extendían por todo el subcòntinente, saltando


m u y a m e n u d o sobre fronteras políticas [Cohn, 1971; Singer y C o h n , 1968].
El centro o centros religiosos llegaron a estar íntimamente asociados con la
amplia identidad étnica hindú, m u c h o m á s íntimamente asociados incluso que
los símbolos religiosos y de comunidad política de las sociedades budistas. Los
límites de la identidad étnica hindú —imprecisos, generales, elásticos— consti-
tuyeron el m á s amplio marco adscriptivo dentro del cual se forjó la ideología
brahmánica.
Al m i s m o tiempo, sin embargo, c ó m o en otras religiones trascendentalistas,
el centro principal del hinduísmo n o era político. A u n q u e en la India florecieron
estados pequeños y grandes, así c o m o centros semi-imperiales, n o surgió ni uno
sólo con el que la tradición cultural se identificara particularmente [Heesterman,
1971]. E n consecuencia, en la mayor parte de los principados y reinos indios las
relaciones centro-periferia n o diferían m u c h o de aquellas que se presentaban en
otros regímenes patrimoniales, ciudades-estado o federaciones tribales. Estos
centros políticos, aunque m á s sólidos en su organización que los centros rituales,
no eran permanentes —regímenes y reinosflorecíany caían— y tampoco servían
c o m o focos esenciales de la identidad cultural india. Esto confirió siempre a la
civilización india su gran fuerza interior y explica su aptitud para sobrevivir bajo
la dominación extranjera [Fox, 1971; Heesterman, 1957, 1964, 1971].
Respecto al centro político, la relativa independencia de las tradiciones,
centros y símbolos de identidad culturales corría pareja con la relativa autonomía
de la estructura social, el complejo de castas y aldeas y las redes de comunicación
cultural [Béteille, 1965; Ishwaran, 1970; Mandelbaum, 1970].
Estas agrupaciones y redes fueron las que engendraron los principales tipos
de élites y promotores institucionales: los promotores políticos y económicos por
una parte y, por la otra, los exponentes de modelos de orden cultural y de la
solidaridad de diferentes grupos adscriptivos. Sus actividades de fomento y
promoción hallábanse estructuradas por dos aspectos fundamentales de la vida
social india. E n primer lugar estaban enraizadas en la combinación de características
adscriptivas originarias y rituales por las que, al m i s m o tiempo, se definían; y
en segundo lugar, tales definiciones entrañaban u n énfasis marcadísimo en
cuanto al correcto desempeño de las actividades propias de este m u n d o [Neale,
1969; Rudolph y Singh, 1975; Morrison, 1970].

La civilización islámica
E n el ámbito de la civilización islámica cristalizó u n patrón bastante especial de
relaciones entre orientaciones culturales, relaciones centro-periferia y promotores
institucionales [Gibb, 1962; V o n Grunebaum, 1946, 1954; Hodgson, 1974; Holt,
Lambton y Lewis, 1970; Lewis, 1950, 1973; Turner, 1974].
Las m á s importantes orientaciones culturales eran la distinción entre el
plano cósmico, trascendental, y el plano terrestre, y la acendrada fe en la supe-
Análisis comparativo de la formación 691
de los estados en sus contextos históricos

ración de la tensión inherente a esta distinción mediante el total sometimiento a


Dios y mediante la actividad en este m u n d o —política y militar especialmente—;
el elemento marcadamente universalista en la definición de la comunidad islámica;
el acceso en principio, autónomo, de todos los miembros de la comunidad a los
atributos del orden trascendental (a la salvación) mediante la sumisión a Dios;
el ideal de la u m m a h (comunidad político-religiosa de todos los creyentes, distinta
de cualquier colectividad adscriptiva originaria) y el ideal del príncipe c o m o
defensor y depositario del ideario del Islam, de la pureza de la u m m a h y de la
vida de la comunidad [Gibb, 1962; V o n Grunebaum, 1948, 1954].
E n el m u n d o islámico, la visión original de la u m m a h presuponía u n a
completa convergencia entre las comunidades religiosa y sociopolítica. El estado
islámico se constituyó merced a la conquista, inspirada por una nueva religión
universal y asumida por tribus guerreras y conquistadoras. E n este estado inicial
de conquista, la identidad entre régimen de gobierno y religión fue al principio
m u y estrecha. D e manera análoga, muchos de los califas posteriores (como los
Abasidas y Fatimitas) llegaron al poder impulsados por movimientos religiosos,
fueron legitimados en términos también religiosos y trataron de conservar el
apoyo popular acentuando el aspecto religiosos de su autoridad y halagando los
sentimientos —también a los líderes— religioso de la comunidad. Los proble-
m a s políticos (p. ej., la determinación de la sucesión legítima y el alcance de la
comunidad política) constituyeron originariamente los principales problemas
teológicos del Islam. Pero debido a la enorme expansión de la conquista musul-
m a n a , a las tensiones entre los conquistadores tribales y los pueblos conquistados,
al énfasis sobre el total sometimiento a Dios, así c o m o a la fuerte disociación
ideológica entre la comunidad islámica universal y las comunidades originarias
locales o étnicas, tras las iniciales tentatives de los primeros califas y la instauración
del califato Abasida, el ideal de una comunidad política y religiosa c o m ú n nunca
se realizó. E n consecuencia, se produjo en la política islámica una creciente diso-
ciación entre las élites políticas y las religiosas, y entre las diversas comunidades
locales y las esferas institucionales, aunque con una marcada orientación religioso-
ideológica posterior hacia la unificación de estas esferas [Gibb, 1962; Lapidus, 1973;
Turner, 1974].
L a identidad de la comunidad religiosa fue forjada y mantenida princi-
palmente por la Ley Santa (Shariá), según fuera anunciada y elaborada por los
líderes religiosos, los ulemas, e impuesta por los gobernantes. Entre los ulemas y
los gobernantes se fraguó una relación m u y peculiar por medio de la cual los
ulemas se tornaban políticamente pasivos o sometidos a los gobernantes, si bien
permanecían relativamente autónomos en el ejercicio de sus funciones religioso-
legales [Schacht, 1970].
Esta combinación dio origen al altísimo grado de autonomía simbólica y
organizativa de las élites políticas, a la autonomía simbólica relativamente grande
—aunque organizativamente fuera mínima— de las élites religiosas y a una
692 S. N. Eisenstadt

creciente separación entre ambas. El liderazgo religioso dependía en considerable


medida de los gobernantes y no llegó a constituir nunca una organización indepen-
diente, coherente y amplia. Los grupos y funcionarios religiosos n o estaban orga-
nizados c o m o una entidad separada y tampoco constituían un cuerpo sólidamente
organizado, si se exceptúan los casos en que estaban organizados por el Estado
c o m o en el Imperio O t o m a n o [Gibb y B r o w n , 1957, cap. 8-12; Itzkowitz, 1957].
L a fuerte disociación ideológica entre la comunidad islámica universal y las
distintas comunidades originarias hizo que fuera débil la solidaridad entre sus
fieles y los exponentes políticos o religiosos del modelo cultural del Islam.
L a combinación de orientaciones religiosas, estructura de las élites y c o m u -
nidades adscriptivas locales dio origen, tanto en los sistemas imperiales c o m o en
los patrimoniales islámicos, a ciertos tipos singulares de grupos dirigentes: especial-
mente en lo que hace a los dirigentes religioso-militares que surgieron de los
elementos tribales y sectarios y al sistema de esclavitud militar que creó canales
especiales de movilidad, c o m o el sistema qui en general y los sistemas mameluco
y devshirme otomano en particular, merced a los cuales el grupo dirigente podía
ser reclutado entre los elementos extranjeros [Ayalon, 1951; Itzkowitz, 1972;
Miller, 1941; Wittek, 1938].
D e igual m o d o , salvo en el caso de las llamadas órdenes misioneras que
establecían nuevos regímenes, bien pocos vínculos estructurales se crearon entre
las élites políticas y los exponentes de modelos culturales y promotores económicos,
aunque frecuentemente existían estrechas relaciones familiares entre algunos
de ellos.
Variaciones en las sociedades imperiales e imperial-feudales
El imperio chino
L a tradición confuciano-budista-legalista de China, en contraste con las religiones
monoteístas, se caracterizó por u n acento algo m á s débil respecto a la tensión
entre el orden trascendental y el m u n d a n o , cierta concepción débilísima de una
dimensión histórico-trascendental en el tiempo, u n fuerte enfoque m u n d a n o
respecto a la superación de dicha tensión y una relativa liberalidad en su formu-
lación así c o m o en suflexibilidado asequibilidad a capas de población m á s
amplias [Balazs, 1964; Elvin, 1973; Reischaner y Fairbank, 1963, cap. 2-10].
Esta ideología estaba m u y estrechamente vinculada al sistema político del
imperio chino. El imperio se legitimaba con los símbolos confucianos, mientras
que estos símbolos y la orientación ética correspondiente hallaban en el imperio
su lugar y su marco natural, su referente m á s significativo.
L a China fue probablemente la m á s mundanal de todas las grandes tradi-
ciones. El afán básico del sistema confuciano-legalista oficial era el cultivo de los
órdenes cultural y sociopolítico c o m o focos fundamentales de la armonía cósmica.
Valoraba las obligaciones y las actividades de este m u n d o dentro de los marcos
sociales existentes —la familia, algunos grupos de parentesco m á s amplios y el
Análisis comparativo de ¡a formación 693
de los estados en sus contextos históricos

servicio imperial— y acentuaba la relación entre el correcto cumplimiento de estos


deberes y los criterios últimos de la responsabilidad individual.
Naturalmente, la tradición también exaltaba la responsabilidad individual
con una orientación marcadamente trascendental, pero esta responsabilidad se
formulaba mayormente en términos que subrayaban la importancia de las dimen-
siones familiar y política de la existencia h u m a n a .
También ponderaba la tradición china cierta afinidad básica entre los
símbolos del centro y las identidades de status de los grupos periféricos. L a
orientación hacia el centro y la participación en él constituía u n componente
esencial de la identidad colectiva de muchos grupos locales y profesionales.
Todas estas orientaciones influyeron poderosamente en la estructura del
centro chino y de las principales élites y estratos de la sociedad china. El centro
chino era absolutista por sus orientaciones tanto culturales c o m o políticas. El
centro imperial, con su fuerte orientación y legitimación confuciana, era el único
distribuidor de prestigio y honor a escala macrocolectiva. Los grupos o estratos
sociales no promovían orientaciones de status independientes excepto a u n nivel
puramente local; las m á s amplias y principales orientaciones (casi las únicas)
dependían estrictamente del centro religioso-político [Balazs, 1964; Eisenstadt,
19716; Lapidus, 1975; Michael, 1955].
E n general de crucial importancia para el nexo entre el centro y la periferia
y para el proceso de formación de los estratos sociales en particular, era la estruc-
tura de los principales grupos que vinculaban el centro imperial con la sociedad
en su sentido lato: el de los letrados, por ejemplo, conformado por todos aquellos
que se presentaban a los exámenes confucianos o estudiaban para ello [Balazs,
1964; H o , 1962; Kracke, 1953]. Esta élite era una pléyade relativamente coherente
de individuos y cuasi-grupos que compartían u n fondo cultural realzado por el
sistema de exámenes y por la adhesión a las enseñanzas y ritos confucianos clásicos.
Los letrados constituían la fuente de reclutamiento para la burocracia y
combinaban las actividades propias de las élites políticas con las de los expo-
nentes de modelos de orden cultural, gozando de estrechas relaciones con los
exponentes de la solidaridad de las colectividades (los cabezas de familia y los
jefes de clan) y ejerciendo casi u n monopolio sobre el acceso al centro. El sistema
de organización era casi idéntico al de la burocracia estatal (que reclutaba del diez
al veinte por ciento de los letrados) y, exceptuando algunas escuelas y academias,
carecía de organización propia. Esta élite, que se hallaba relativamente extendida,
se reclutaba en principio entre todas las capas sociales, incluso los campesinos,
aunque de hecho la mayor parte de los letrados procedían de las clases a c o m o -
dadas. Así, a diferencia de Rusia, mantenía unas relaciones de solidaridad rela-
tivamente estrechas con casi todos los grupos de la sociedad.
694 S. N. Eisenstadt

Los imperios ruso y bizantino


E n los imperios ruso y bizantino (y en los imperios Abasida, Fatimida y Otomano)
se desarrolló una constelación diferente de orientaciones culturales, estructura de
élites y estructura de centros y de relaciones centro-periferia.
Dentro de la variante tardía (post-mongol) de la civilización cristiana
(moscovita) [Pipes, 1975; Seton Watson, 1952], el centro consiguió imponer u n
grado relativamente alto de subordinación del orden cultural al orden político
y u n grado relativamente bajo de acceso autónomo de los principales estratos de
la sociedad a los atributos esenciales de los órdenes político y social. L a esfera
política pasó a ser monopolio de los príncipes, la esfera económica tendió a
marginarse y las actividades económicas, en tanto que n o repercutían directa-
mente en el centro, se abandonaron a sus propios recursos.
A la sociedad en general se le otorgaba autonomía en otras actividades
mundanas —sobre todo económicas—, pero n o se le permitía infundirles signifi-
cados demasiado amplios en términos de los parámetros básicos de las esferas
religioso-culturales.
A tal efecto, el acceso a los atributos del orden cósmico (a la salvación,
que se extendía a todos los grupos con la mediación relativamente débil de la
Iglesia) era separado rigurosamente por el centro del acceso a los atributos de los
órdenes social y político que, después del período post-mongol, se hallaban casi
totalmente monopolizados por el centro político.
Las heterodoxias religiosas o bien efectaban cuestiones del m á s allá o
quedaban disociadas de la esfera política. A veces, sin embargo, c o m o en el caso
de los verdaderos creyentes, tuvieron alguna repercusión en la esfera económica
[Gerschenkorn, 1970].
El mecanismo más importante de que se servía el centro para alcanzar
sus fines era la separación obligada entre las élites del poder político (que también
eran las exponentes del orden cultural, especialmente en sus dimensiones políticas),
las élites económicas y de la enseñanza y los exponentes de la solidaridad de las
principales colectividades adscriptivas [Eisenstadt, 19716, cap. 6; Raeíf, 1966].
El imperio bizantino n o experimentó u n trauma c o m o la conquista m o n g ó -
lica, que en Rusia preparó el terreno para el debilitamiento de las orientaciones y
estructuras autónomas de los principales estratos sociales activos. D e ahí que el
centro bizantino nunca fuera capaz de separar las orientaciones terrenales y
ultraterrenales de los distintos grupos, estratos y élites en la misma medida que
lo hizo el centro ruso, aunque a m e n u d o se realizaron tentativas en este sentido
y la supremacía religiosa del emperador sobre el patriarca era la doctrina oficial
del imperio bizantino y de la Iglesia [Hussey, 1937; Ostrogorsky, 1956].
Las orientaciones religioso-culturales n o llegaron a estar tan totalmente
sometidas a la. esfera política c o m o en Rusia mientras la Iglesia, orientada c o m o
estaba hacia actividades espirituales, jamás llegó a verse tan controlada política-
mente c o m o en Rusia. D e igual manera tenemos que los distintos estratos, c o m o
Análisis comparativo de la formación 695
de los estados en sus contextos históricos

la aristocracia y los campesinos, tenían acceso al centro de un m o d o relativamente


m á s autónomo. D e forma semejante, la sociedad bizantina se caracterizaba por
una gran autonomía de las élites secundarias y de las vinculaciones entre ellas y
los estratos m á s amplios de la población [Charanis, 1940-1; 1951a, b\.

La civilización europea occidental


E n las estructuras imperiales e imperial-feudales de Europa (occidental y central),
durante la Edad Media y los albores de la moderna, se desarrolló u n conjunto
de relaciones diferentes a todas las mencionadas hasta ahora [Beloff, 1964;
Bloch, 1961; Hintze, 1975; Lindsay, 1957].
L a civilización europea se caracterizó por un número elevadísimo de orien-
taciones culturales y marcos estructurales que se entrecruzaban. El pluralismo
simbólico de la sociedad europea, o su heterogeneidad, se evidenciaba en la
multiplicidad de tradiciones —la judeo-cristiana, la griega, la romana y las diversas
tradiciones tribales— a partir de las cuales cristalizó su propia tradición cultural.
Entre las varias orientaciones culturales de Europa, lo m á s importante fue el
hincapié en la autonomía de los órdenes social, cultural y cósmico y su manera
de interrelacionarse, autonomía definida por la tensión entre el orden trascendental
y el terrestre junto a una marcada insistencia en las formas de resolver dicha
tensión mediante u n a combinación de actividades mundanas (políticas y econó-
micas) y espirituales [O'Dea, O ' D e a y A d a m s , 1975; Troelitsch, 1931].
Estas orientaciones simbólicas hallaron vinculación con u n tipo especialí-
simo de pluralismo estructural-organizativo que difería considerablemente del
que encontramos, por ejemplo, en el compacto imperio bizantino (o ruso), aunque
éste compartiera muchos aspectos de modelos culturales con la Europa occidental.
E n el imperio bizantino, este pluralismo era manifiesto en el grado relativamente
alto de diferenciación estructural dentro de un marco sociopolítico relativamente
unificado, en el que las distintas funciones sociales se distribuían entre categorías
sociales diferentes. El pluralismo estructural desarrollado en Europa se carac-
terizó, sobre todo, por una combinación de niveles de diferenciación estructural
en aumento constante, por un lado, y unas fronteras de colectividades, unidades y
marcos sociopolíticos en permanente modificación, por el otro.
N o había, entre estas unidades y colectividades, una división clara y tajante
del trabajo. M á s bien se daba entre ellas una constante rivalidad en cuanto a su
posición respecto a los atributos de los órdenes social y cultural, en cuanto al
ejercicio de las funciones m á s importantes para la colectividad —culturales,
económicas o políticas— y también en cuanto a la definición m i s m a de los límites
de las comunidades adscriptivas.
L a combinación de estas orientaciones culturales con las condiciones estruc-
turales existentes determinó varias características institucionales básicas en Europa
[Bloch, 1930, 1961; Brunner, 1968, 1968; Prawer y Eisenstadt, 1968], siendo las
m á s importantes: la multiplicidad de centros; u n a profunda penetración en la
696 S. N. Eisenstadt

periferia por los centros y la marcada influencia de aquélla sobre éstos; la imbri-
cación de los límites y reestructuración de entidades étnicas, religiosas, políticas
y de clases relativamente escasa; u n grado comparativamente alto de autonomía
de los grupos y estratos y su acceso a los centros de la sociedad; u n a conside-
rable imbricación entre diversas unidades de status que corría pareja con u n
elevado nivel de conciencia del status (clase) a escala nacional y de actividad
política; u n sinfín de élites culturales y funcionales (profesionales o económicas)
favorecidas por u n a autonomía relativamente grande, u n entrecruzamiento
amplio y u n a estrecha relación con los estratos m á s amplios y adscriptivos de
la sociedad; u n a autonomía relativamente grande del sistema jurídico con
relación a otros sistemas integrantes —especialmente las esferas religiosa y
política— y u n a notable autonomía de las ciudades c o m o centros independientes
en la creatividad social y estructural y en la formación de identidad [Brunner,
1968; W e b e r , 1957].

Los patrones de transformación y de cambio

V a m o s a examinar ahora los principales patrones de cambio que se d a n en las


sociedades descritas, procediendo a continuación al análisis de las orientaciones
culturales y de los patrones institucionales que en ellas existieron, dejando para
el final el análisis d e las relaciones entre los patrones de cambio por u n a parte
y las orientaciones culturales, patrones institucionales y marcos político-ecológicos
por la otra.

El patrón de cambio coalescente


U n a mirada m á s atenta a los testimonios históricos indica que pueden identi-
ficarse varios patrones de cambio principales, c o n algunas subvariantes m u y
importantes en cada u n o de ellos.
U n o de tales patrones, caracterizado por u n grado relativamente alto de
coalescência, tanto en los resultados del cambio en las principales esferas institucio-
nales c o m o en sus procesos, puede identificarse sobre todo en el imperio chino
[Balazs, 1964; Elvin, 1973; Reischauer y Fairbank, 1960, cap. 2-10], en los imperios
ruso y bizantino [Pipes, 1975; Ostrogorsky, 1956; Setos Watson, 1962], en algunos,
pero sólo en algunos, de los estados islámicos [Gibb, 1962; Lewis¿ 1950; Turnes,
1974], especialmente el Imperio Abasida y, en m e n o r medida, el O t o m a n o
[Inalcik, 1973; Itzkowitz, 1972; Wittek, 1963] y en la Europa central y occidental
de la edad media y los albores de la edad moderna [Beloíf, 1964; Bloch, 1961;
Hintze, 1975; Lindsay, 1957].
El rasgo m á s destacado del patrón de cambio en estas sociedades era que,
en primer lugar, las modificaciones y reestructuraciones de las principales colecti-
vidades —política, religiosa y nacional— y de los marcos institucionales —el
económico, el religioso y el de la estratificación social—tendían con bastante
Análisis comparativo de la formación 697
de los estados en sus contextos históricos

frecuencia a ir de la m a n o con reestructuraciones radicales del propio sistema


político.
E n segundo lugar, también tendían a darse fuertes conexiones entre los
cambios en las bases de acceso al poder y sus símbolos y los cambios acontecidos
en las bases de los grupos sociales y en los criterios de estructuración de las jerar-
quías en la sociedad, entre los diversos movimientos de protesta y la lucha política
central, así c o m o u n grado elevadísimo de organización y articulación ideológica
de los postulados de esta lucha.
E n realidad, aun dentro de estas sociedades generalmente imperiales e
imperial-feudales, los m o d o s m á s frecuentes de cambio eran los dinásticos, que
a veces afectaban a los límites del régimen de gobierno y otras veces, las m á s ,
no producían modificaciones de importancia en sus estructuras políticas. Pero
aparte de esto, aunque algunas veces en estrecha relación, se daban otras pautas
de cambio con u n grado m u c h o mayor de coalescência entre la reestructuración
de los regímenes políticos y otros planos institucionales. Así, los cambios dinás-
ticos iban muchas veces emparejados con el auge, el crecimiento y el fortaleci-
miento, o con la decadencia y la debilitación, de élites e instituciones profesionales,
culturales y religiosas, en contraste con otros grupos m á s adscriptivos; o bien
iban acompañados por cambios en la fuerza del monarca frente a la aristocracia
y de la aristocracia frente a los grupos urbanos y los campesinos libres, o por
oscilaciones en el poder y la independencia de la burocracia.
Estos cambios guardaban también relación m u y frecuente con variaciones
en los principios de la articulación política de tales grupos, especialmente con el
ensanchamiento y estrechamiento de su acceso autónomo al centro [Eisenstadt,
1969, 1978, cap. rV].
U n cuadro análogo se presenta por lo que atañe a la relación entre la conti-
nuidad de los sistemas económicos y la de los límites políticos de los imperios.
Aquí, m á s que en .otros tipos de sociedades tradicionales, los cambios en la
magnitud y los principios estructurales de los sistemas económicos o de la forma-
ción de estratos sociales tendían a repercutir directamente en los centros políticos,
a la vez que los cambios sustanciales acontecidos en los regímenes políticos podían
afectar al funcionamiento de las instituciones económicas y a la estructuración
de las jerarquías en la sociedad.
Dentro de estos sistemas políticos también se manifestaban tendencias hacia
la coalescência o vinculación entre los tipos principales de movimientos de protesta
y de conflicto, es decir, entre rebeliones y herejías; entre éstas y la creación de
instituciones (fundamentalmente en las esferas cultural y económica por obra
de élites secundarias), y entre cada u n a de las citadas y las luchas y procesos
políticos m á s centrales. Algunas de estas conexiones llegaban a ser m á s que
meras coaliciones ad hoc y daban lugar a una "fusión" organizativa y simbólica
m á s estrecha de tales movimientos, generando a m e n u d o nuevos patrones institu-
cionales y simbólicos. Esta última tendencia se hallaba estrechamente relacionada
698 S..N. Eisenstadt

con el alto nivel de articulación ideológica y simbólica de la lucha política


frecuente en las referidas sociedades.
Dentro de este patrón general se dan unas cuantas subvariantes importantes
que pueden distinguirse, primero, por el grado de coalescência de los cambios
acontecidos en los principales ámbitos institucionales de una sociedad y en los
principales movimientos de protesta y conflicto, y, segundo, por la continuidad
de un régimen político dado y, en casos de discontinuidad, por la índole del
"resultado": sobre todo si ocasionaba el derrumbamiento o la transformación
(con distintos grados de violencia) de u n régimen.

Los imperios chino, ruso, bizantino e islámico


Los imperios chino y ruso se caracterizaron por u n ínfimo grado de coalescência;
presentando los chinos una continuidad m u y prolongada, en contraste con la
m u y corta de los rusos, en a m b o s casos el resultado de la discontinuidad fue una
violenta transformación revolucionaria.
Los principales tipos de protesta y de conflicto político que se dieron en
el imperio chino —rebeliones y aparición de gobernadores provinciales c o m o
señores de la guerra relativamente semi-autónomos, así c o m o conquistas por
dinastías extranjeras— n o ofrecían por lo c o m ú n u n nivel de articulación política
francamente nuevo. L a mayor parte de las rebeliones sólo daban interpretaciones
secundarias de la escala de valores dominante y n o creaban orientaciones radical-
mente nuevas. Y las orientaciones políticas de los gobernadores militares y los
señores de la guerra tampoco se salían de los marcos políticos y los sistemas de
valores existentes. A u n q u e pugnaban por conseguir una mayor independencia
respecto al gobierno central, cuando no por apoderarse de él, m u y raras veces
contemplaron el establecimiento de u n nuevo tipo de sistema político [Dardess,
1973; Eisenstadt, 1969]. •
D e igual manera las heterodoxias principales —taoismo, budismo y espe-
cialmente las escuelas confucianas secundarias— funcionaban dentro del marco
social dominante o tendían a apartarse de él. Las únicas relaciones estrechas
entre las luchas ideológicas, los cambios en los grupos minoritarios centrales
y la política efectiva del centro surgieron en algunas de las controversias confu-
cianas ortodoxas de las élites centrales. N o obstante, estos cambios por lo c o m ú n
quedaban limitados al centro, los escalones superiores de la burocracia y los
letrados o maestros [Dubs, 1939; Liu, 1959].
L a relación m á s estrecha entre los cambios en el régimen político y la
formación de estratos sociales que se daba en el imperio chino era la que es c o m ú n
a todas las sociedades imperiales: a saber, aquellos cambios políticos que estaban
relacionados con variaciones en la fuerza y la posición relativas de los campesinos
libres frente a presuntos elementos aristocráticos. Pero incluso esta relación se
manifestaba en China —en contraste, por ejemplo, con el imperio bizantino— m á s
al nivel de las actuaciones de gobierno de los dirigentes que al de la articulación
Análisis comparativo de ¡a formación 699
de los estados en sus contextos históricos

política de los referidos estratos. D e manera análoga, los grandes progresos


comerciales y urbanos que tuvieron lugar bajo los Sung, aunque asociados con
alteraciones en la política del gobierno, n o fueron acompañados por cambios
en la forma de ejercer influencia estos grupos sobre el centro.
E n la Rusia imperial [Pipes, 1975; Setos-Watson, 1952] el centro consiguió
mantener una separación m u y estricta entre las rebeliones locales, los movimientos
religiosos y los acontecimientos y conflictos del centro m i s m o durante u n período
relativamente largo.
Este centro, que al menos desde la época de Pedro el Grande fue resuelta-
mente modernizante, determinó procesos m u y amplios y generalizados de cambio
económico y social, pero se esforzó por controlarlo y minimizar la aparición de
cualquier expresión y organización política autónoma que pudiera surgir.
C o m o mecanismos más importantes de control estaban el acceso autónomo
de los diversos grupos al centro, la conversión de los recursos económicos en
políticos y la separación entre los promotores institucionales y los principales
estratos de la sociedad.
El imperio bizantino se caracterizó por el grado relativamente alto de coales-
cência entre el cambio, la reestructuración interna y la transformabilidad, espe-
cialmente por lo que respecta a las oscilaciones en la fuerza de los dirigentes
imperiales y aristocráticos y de los campesinos libres. Pero la intensidad misma
de esta lucha se cuenta entre las causas de la final desaparición de este imperio
[Ostrogorsky, 1956].
D e los sistemas imperiales queflorecieronen el m u n d o islámico, los imperios
Abasida y Fatimita [Lewis, 1950; Shaban, 1970] presentan una estructura m á s
próxima a la del bizantino, mientras que el otomano —salvo que su caída tuvo
que ver con una transformación revolucionaria relativamente no violenta— está
m á s cerca de su predecesor directo: el propio imperio bizantino.

Europa occidental y central


E n las sociedades europeas, especialmente las occidentales y centrales [Beloff,
1954; Bloch, 1961; Hintze, 1975; Lindsay, 1957], se daba u n alto grado de coales-
cência entre cambio y reestructuración de regímenes políticos y otros marcos
institucionales, no menos que entre movimientos de protesta, heterodoxias reli-
giosas y lucha política, con sus reestructuraciones mutuas.
D e esta manera, los cambios acaecidos dentro de cualquier ámbito institu-
cional repercutían frecuentemente sobre otros, y de forma m u c h o más significativa
sobre la esfera política. Estos cambios daban origen a la continua reestructuración
mutua de dichas esferas, que no siempre necesariamente se fundían, sin embargo,
en u n sistema cultural o político unificado.
También existía una estrecha relación entre los movimientos de insurrección,
las heterodoxias y la lucha política, tendencias concomitantes a las diversas
élites y a los estratos m á s generales de la sociedad encaminadas a promover la
700 S. N. Eisenstadt

reforma del centro, y la combinación de tales actividades con procesos de institu-


cionalización en las esferas económica, cultural y de la enseñanza.
Comparadas con los sistemas imperiales puros, las sociedades imperial-
feudales occidentales se caracterizaron por la m u c h o menor estabilidad de los
regímenes, por sus constantes cambios en régimen y colectividad y por la
continua reestructuración de los centros. Al m i s m o tiempo dieron prueba de una
capacidad m u c h o mayor para la innovación institucional, saltando sobre dife-
rentes fronteras y centros políticos y nacionales, lo que finalmente conduciría,
en unos marcos económicos apropiados y sólidamente establecidos, a la gran
revolución occidental.

Patrones de cambio parcialmente coalescentes y no coalescentes

U n segundo patrón de cambio presente en las sociedades históricas, que predo-


minó sobre todo en algunas ciudades-estado de la Antigüedad (especialmente
griegas y romanas) y en el cercano oriente, particularmente en antiguas federa-
ciones tribales islámicas e israelitas, se caracterizó por u n alto nivel de coalescência
entre los procesos de cambio —es decir, entre la rebelión, las heterodoxias reli-
giosas o intelectuales y la lucha política central— asociado empero con una
institucionalización m u c h o m á s efímera de los cambios coalescentes producidos
en las principales esferas institucionales [Ben-Sasson, 1976; Ehrenberg, 1960;
Eisenstadt, 1971«, cap. 6; Fuks, 1974; Heuss, 1975].
U n tercer patron de cambio, localizado sobre todo en las sociedades del
cercano oriente antiguo [Moscati, 1962], del. sureste asiático primitivo [Resink,
1968; Steinberg, 1971] y de las islámicas en su mayoría [Turner, 1974], se carac-
terizó por u n grado relativamente bajo de coalescência tanto en la institucio-
nalización del cambio en los principales ámbitos c o m o en los propios procesos de
transformación.
E n la mayor parte de estas sociedades, aun los cambios más espectaculares
ó m á s extensos en los principios y límites de los regímenes y de otras instituciones
y colectividades, pese a las manifiestas influencias recíprocas, n o tendían en
general a combinarse y a fundirse; cada esfera tendía a cambiar en u n aislamiento
relativo, o bien podía dar prueba de una relativa continuidad mientras que en
las otras se producían importantes alteraciones. Análogamente, se daba una
interacción relativamente floja entre los cambios en los regímenes políticos, por
una parte, y la reestructuración de las normas de acceso al poder político para
las esferas económica y social, por la otra.
Los cambios m u y importantes en estos regímenes políticos iban general-
mente asociados a cambios personales o dinásticos, con alteraciones en la posición
jerárquica relativa de diferentes familias, grupos étnicos o regiones, así c o m o en
los límites de las distintas formas de gobierno, en el contenido de los símbolos
de legitimación que exaltaban las virtudes especiales de los príncipes, o en las
Análisis comparativo de la formación 701
de los estados en sus contextos históricos

orientaciones políticas de los gobernantes, tales c o m o las modalidades de coerción,


manipulación y confinamiento.
Tales cambios solían hallarse también relacionados con la aparición de
nuevos grupos económicos o religiosos, los cuales raras veces daban origen, sin
embargo, a la reestructuración de las normas de acceso al poder político, ni
estaban directamente relacionados con ello. A lo s u m o , tenían que ver con algunas
alteraciones o variaciones en la acción política de los gobernantes.
Reinos, organizaciones tribales y ciudades-estado eran también compatibles
con el desarrollo de sistemas económicos relativamente amplios, basados en el
comercio entre los estados, e incluso en los mercados agrícolas, los cuales desbor-
daban las fronteras políticas y sobrevivían a la caída de los regímenes. E n conse-
cuencia, modificaciones profundas en las actividades tecnológicas o económicas
y en los procesos de institucionalización, o en los " m o d o s de producción", aunque
muchas veces contribuyeran indirectamente a las crisis de los distintos regí-
menes patrimoniales, n o siempre necesariamente iban emparejadas con estos
cambios.
Dicho patrón se hallaba m u y estrechamente asociado a un nivel de conexión
o coalescência relativamente bajo, o a un nivel de separación alto entre los distintos
movimientos de protesta y conflicto, es decir, entre rebeliones y heterodoxias,
entre ellas y la lucha política central, así c o m o entre estos procesos y los de inno-
vación institucional, sobre todo en las esferas cultural y económica. Al m i s m o
tiempo, este patrón también guardaba una relación m u y estrecha con una floja
articulación ideológica de las reivindicaciones de la lucha política y las actividades
correspondientes.

Las sociedades budista e hindú


Dentro de este patrón general pueden distinguirse algunas variantes, según el
grado de diferenciación o complejidad de las diversas sociedades e igualmente
según estuvieran encuadradas en marcos y culturas locales relativamente arcaicos
o que, por el contrario, estuviesen vinculadas con civilizaciones superiores, sobre
todo religiones de proyección espiritual y ultraterrena c o m o el hinduísmo y el
budismo [Biardeau, 1972; D u m o n t , 1970a, b; Harper, 1964; Tambiah, 1976]
o en alguna medida el mazdeismo de Zoroastro.
E n los regímenes relativamente simples, menos diferenciados, c o m o algunos
de los que regían las sociedades del cercano oriente antiguo o del sur asiático
primitivo, la caída de u n régimen político podía también acarrear la desaparición
de pueblos enteros, así c o m o de su religión. Al mismo tiempo, la relación entre
los cambios acontecidos en algunos sistemas más amplios, étnicos, lingüísticos y
principalmente económicos, y los cambios del ámbito político, era, en m u c h o s
casos, m u y débil.
E n los regímenes m á s complejos y diferenciados, especialmente en la medida
en que se hallaban vinculados con las civilizaciones superiores, se daba por lo
702 S. N. Eisenstadt

c o m ú n una mayor distinción de colectividades e instituciones étnicas, nacionales,


culturales y sobre todo religiosas, y también de marcos económicos, así c o m o de
sistemas de estratificación social. Estos tendían a persistir a o cambiar sin conexión
directa con las alteraciones en los regímenes políticos.
Al m i s m o tiempo, se registraban algunas conexiones entre cambios aconte-
cidos en los marcos religiosos y ámbitos de civilización y las instituciones econó-
micas y políticas, aun cuando estas conexiones fuesen m u c h o m á s débiles que las
registradas en sociedades en las que predominaba la forma de cambio m á s
coalescente.
Pueden registrarse varias versiones de tales conexiones (débiles). E n el
ámbito budista (theravada) [Tambiah, 1976] las rebeliones tendían a asumir
orientaciones milenarias relativamente bien articuladas, relacionadas en ocasiones
con grupos políticos. Esto solía dar lugar a la forja de nuevos símbolos y dimen-
siones en la definición de la comunidad política local, añadiendo u n nivel superior
de articulación simbólica, una orientación m á s amplia que a veces servía de base
y de marco para la cristalización de símbolos y fronteras nacionales. Tales
"naciones" ofrecían a m e n u d o una continuidad m u c h o mayor que los regímenes
políticos, c o m o la ofrecían las tradiciones religiosas.
Pero estos movimientos no originaban distinción de los centros políticos ni
de las relaciones entre estos centros y sus periferias, c o m o tampoco redefinían los
criterios del acceso al poder político ni reestructuraban a fondo otras esferas
institucionales.
E n la India, dentro del marco de la civilización hindú, se produjeron algunos
movimientos de cambio m á s complejos asociados a relaciones entre rebelión
y heterodoxia y cambios institucionales m á s amplios. M u c h o s de los movimientos
de cambio de la India guardaban relación con grupos y categorías generales de
casta, ocasionando modificaciones en aquellas esferas institucionales en las que
tales grupos de casta se mostraban especialmente activos. A lo largo de toda la
historia de la India, estas características fomentaron u n a marcada propensión
a la innovación fragmentaria dentro de diferentes esferas institucionales, es decir,
la redefinición de fronteras políticas, cambios de tecnología y de los niveles de
diferenciación social y alguna reestructuración de la esfera económica, así c o m o
transformaciones en los regímenes económico y social y también en la esfera reli-
giosa, c o m o fundamentalmente se manifiesta en la aparición de nuevos movimientos
y sectas [Dumont, 1907a; Kollf, 1971; Singer y C o h n , 1968; Thapar, 1978].
Estos movimientos religiosos llegaban a estar muchas veces estrechamente
relacionados con componentes de cambio estructural de primer orden, especial-
mente con los procesos de cambio regional y de castas y la movilidad entre estas
últimas, con la cristalización de nuevos grupos de castas y una continua reestruc-
turación de las actividades y los límites políticos de las mismas. Ahora bien,
sólo m u y raras veces se hallaban estos procesos asociados con la reestructuración
de los sistemas políticos o de las relaciones entre las esferas política y económica.
Análisis comparativo de la formación 703
de los estados en sus contextos históricos

E n general, la civilización india tradicional mostraba una notable heterogeneidad


en los aspectos estructurales y de organización de sus esferas institucionales, junto
con la continuidad manifestada en sus otros parámetros.

El islam sunnita
También u n patrón especial de conexión entre movimientos de cambio y modifi-
caciones en diferentes esferas institucionales fue el que surgió en el seno de la
mayor parte de las sociedades islámicas (sunnitas) [Laoust, 1951; Lewis, 1973],
las cuales, en general, se caracterizaron por su nivel relativamente bajo de coales-
cência entre movimientos y procesos de cambio, pese al marcado hincapié ideo-
lógico propio del Islam respecto a la fusión de los ámbitos político y religioso.
Era frecuente la aparición de sectas religiosas y movimientos populares m u y
diversos, pero el freno religioso capaz de moderar la autoridad política era débil
en regímenes estables, ya que n o había otro mecanismo para ejercerlo que n o
fuese la insurrección. D e ahí que numerosas sectas y movimientos tuviesen c o m o
meta la destrucción del régimen existente y el establecimiento de uno nuevo, reli-
giosamente puro y verdadero, o bien eran políticamente pasivos.
Y no obstante, debido a la tendencia a la coalescência inherente a la ideo-
logía del Islam, se produjo, al menos en el corazón geográfico del m u n d o islámico,
u n cambio dinámico que se salió del típico patrón separativo y tendió m á s hacia
patrones de transformación coalescentes, hecho éste evidenciado en los diversos
intentos por restablecer el ideal islámico de la comunidad religioso-política pura:
la ummah. Esta tendencia alcanzaba su fuerza m á x i m a durante la instauración
de nuevos regímenes políticos, c o m o sistemas imperiales (el último y m á s duradero
de los cuales fue el imperio Otomano), semitribales, c o m o los del Magreb [Gellner,
1969] o incluso posteriormente entre los swati [Ahmed, 1976], y tendía a remitir
después de que u n nuevo régimen quedaba establecido.
Asistimos, pues, en la historia islámica —principalmente en el corazón
territorial del Islam— a u n constante vaivén entre la eclosión de movimientos
político-religiosos cuasi totalitarios que aspiraban a la completa transformación
del régimen político mediante procedimientos tan ilegítimos c o m o pueden ser el
asesinato y la rebelión, y la actitud resueltamente espiritual y trascendentalista
que, con su pasividad política, contribuía a mantener el carácter despótico de los
regímenes existentes.

Conclusiones analíticas y comparativas

El precedente análisis indica que todo nivel alto de articulación de lucha política
y de coalescência de movimientos y patrones de cambio se presenta sólidamente
asociado a una marcada distinción simbólica e institucional del centro con respecto
a la periferia, a una clara conciencia de las estratificaciones sociales, a la existencia
704 S. N. Eisenstadt

de u n sinfín de élites autónomas en general y de élites secundarias en particular


y al predominio de una fuerte tensión entre el orden trascendental y el terrenal:
una idea bastante m u n d a n a en cuanto a la forma de resolución de dicha tensión
o u n a incondicional adhesión al orden cósmico y social.
L a clave para el entendimiento de esta correlación radica en el hecho de que
existe una estrecha relación o paralelismo entre el grado de articulación simbólica
o "problematización" [Geertz, 1973] en los diferentes contextos culturales de
algunos problemas fundamentales de la existencia h u m a n a , por una parte, y u n
alto grado de distinción simbólica e institucional de los principales aspectos del
orden institucional, por la otra.
Nuestro análisis ha señalado algunos de los mecanismos institucionales y
actores sociales que vinculan tal problematización y articulación simbólica en
las esferas simbólico-cognoscitivas e institucionales, en contraste con los estructu-
ralistas puros, c o m o Lévi-Strauss [1974], a quienes a m e n u d o se ha acusado de
sostener tesis de simple emanación.
Las élites m á s importantes y los promotores institucionales constituyen el
nexo principal entre las orientaciones culturales y la articulación simbólica de
las esferas institucionales básicas, c o m o también entre todas éstas y los procesos
de cambio social. Dichos promotores son los vehículos activos de diversas orienta-
ciones culturales, mientras las coaliciones entre ellos aseguran la articulación
simbólica de las principales esferas institucionales así c o m o de las distintas acciones
colectivas, organizaciones y movimientos, y de los nexos entre todos ellos.
Los mecanismos m á s importantes mediante los que dichas élites moldean
los principales elementos del orden institucional son, en primer lugar, la dispo-
nibilidad de recursos o actividades "libres" no totalmente encuadrados en unidades
adscriptivas, c o m o familias, municipios y gremios. Estos pueden servir c o m o
base de nuevos centros institucionales, jerarquías y colectividades. E n segundo
lugar, está el desarrollo simultáneo de amplios mercados que trascienden los límites
de dichas unidades y, en tercera, concepciones alternativas del orden social, político
o cultural que difieren del patrón existente no sólo en el sentido de una inversión del
status quo [Gluckman, 1963, cap. III] sino también de la posibilidad de superarlo.

Articulación simbólica y "problematización"

Nuestro análisis pone de manifiesto que la articulación del problema de la exis-


tencia h u m a n a es mayor cuando se da alguna percepción de las tensiones reinantes
entre el orden trascendental y el mundanal, una firma adhesión a uno u otro, o
cuando n o se aceptan c o m o algo dado.
E n la medida en que tales orientaciones se institucionalizan, propenden
a originar fuertes tendencias hacia la liberación de recursos, los mercados relati-
vamente amplios, las concepciones alternativas del orden social, así c o m o la
cristalización autónoma de élites principales y promotores institucionales.
Análisis comparativo de ¡a formación 705
de los estados en sus contextos históricos

Los promotores institucionales m á s autónomos sirven frecuentemente c o m o


activadores de concepciones alternativas del orden social y c o m o organizadores
de recursos libres, poniendo en relación recursos y actividades extraídos de
distintas esferas y cristalizándolos virtualmente en direcciones nuevas.
E n consecuencia, favorecen la aparición de una firme articulación simbólica
de los principales componentes del orden institucional, el acceso a u t ó n o m o de
unas élites y colectividades a otras, una íntima y m u t u a vinculación entre ellas
y su c o m ú n convergencia sobre los centros, así c o m o también la aptitud de los
promotores para organizar la acción colectiva (rebeliones y lucha política en
particular) en formaciones relativamente "autónomas".
E n tales casos, y en igualdad de otros factores, tienden también a darse
estrechas vinculaciones entre los diferentes tipos de rebelión, heterodoxia y lucha
política, así c o m o coalescência en los ritmos de cambio en las distintas esferas
institucionales.
E n cambio, una débil percepción de la tensión entre el orden trascendental
y el terrestre tiende a minimizar la problematización de la existencia h u m a n a ,
y en consecuencia n o favorece u n a consistente articulación simbólica de las
principales esferas institucionales, recursos libres y élites autónomas n o encua-
dradas en colectividades adscriptivas.

Orientaciones trascendentalistas

Pero incluso en aquellas civilizaciones donde predomina y se institucionaliza


cierta percepción de u n a tensión entre el orden trascendental y el m u n d a n o ,
existen muchas diferencias en perímetros institucionales y en procesos de cambio.
Estos se hallan también fuertemente influidos por diversas orientaciones culturales
y las características concomitantes de las élites principales.
Nuestro anterior análisis ponía de relieve dos variables de especial impor-
tancia. U n a de ellas es distinguir la resolución terrenal o ultraterrenal de la tensión
entre el orden trascendental y el m u n d a n o (o de salvación) y el relativo énfasis
puesto en una o en otra. L a segunda, que se entrecruza y combina con la primera,
son las relaciones entre los atributos o focos de la resolución de esta tensión,
los atributos de salvación y los de las principales colectividades adscriptivas
originarias.
Así, ante todo, el nivel de generalización de recursos, la amplitud de los
distintos mercados y la simbolización de esferas institucionales, tanto c o m o la
aparición de concepciones alternativas del orden social, tienden a estar menos
desarrollados cuando el foco de salvación radica en actividades de carácter
espiritual, o bien en una combinación de éstas y de actividades materiales o
mundanas.
Análogamente, la oportunidad de poner en relación los recursos libres produ-
cidos por tales concepciones o por las condiciones tecnológicas y estructurales
706 S. N. Eisenstadt

dominantes y de encauzarlos por nuevos canales institucionales es mayor allí


donde existe u n a relación íntima entre los atributos de salvación y los de las
principales comunidades adscriptivas (étnicas o nacionales).
U n énfasis en cuanto a la resolución espiritual de la tensión entre el orden
trascendental y el m u n d a n o tiende a crear amplios mercados y centros religiosos
distintivos, pero n o de otras esferas institucionales, y sólo conexiones m u y débiles
entre los recursos disponibles merced a la acción de las fuerzas tecnológicas en
otras esferas y los producidos en la esfera religiosa.
Aquí los exponentes de los modelos del orden cultural, aunque autónomos
en sus actividades religiosas, están encuadrados, desde el punto de vista institu-
cional, en colectividades adscriptivas m á s amplias (como son las élites económicas
y políticas). Por eso n o emprenden muchas actividades u orientaciones autónomas
ni poseen la aptitud de crear nuevos complejos institucionales.
L a separación entre la dinámica interna de estas esferas mundanas y la
dinámica de los centros culturales y religiosos es mayor cuando los focos de la
resolución espiritual de la tensión entre el orden cósmico y el m u n d a n o están
disociados de las principales comunidades originarias adscriptivas, c o m o en el.
budismo.
E n tales casos, la resolución espiritual de dicha tensión puede combinarse
con los principales atributos y símbolos de las colectividades, m á s n o con la
reestructuración de las principales esferas institucionales y de las relaciones
centro-periferia.
C u a n d o la resolución espiritual de la tensión entre el orden trascendental y
el m u n d a n o se basa, c o m o en el hinduísmo, en una relación m á s íntima entre los
atributos espirituales de la salvación y los principales atributos de los grupos
adscriptivos básicos, se ponen en circulación algunos recursos libres y se crean
amplios mercados m á s allá de la esfera puramente religiosa. Estos recursos pueden
dirigirse por varios canales secundarios, aunque el control último sobre su conver-
sión es también competencia de la esfera religiosa.
Tales orientaciones tienden a generar y fortalecer élites que las sustentan
y que combinan, por otra parte, cierta autonomía en su función (política, econó-
mica, etc.) y alguna diferenciación interna entre dichas funciones, mientras que,
por la otra, se hallan sólidamente encuadradas en grupos de solidaridad, exis-
tiendo u n predominio de los exponentes de modelos de orden cultural, que son
los portadores y modelos de la salvación por vía espiritual.
Si bien aquí la concepción de órdenes alternativos es, c o m o en el budismo,
m u y limitada y en general de carácter espiritual, ha llegado a estar asociada con
determinadas actividades en esferas institucionales concretas.
El ideal de renunciación, aspecto fundamental del hinduísmo [Biardeau,
1972; Thapar, 1978], aunque constituyera un nuevo foco de adhesión, n o llevada
a superar las limitaciones secundarias o a vincularlas al nivel último de realidad
e identidad sociocultural. Este ideal no determinaba nuevas motivaciones u
Análisis comparativo de la formación 707
de los estados en sus contextos históricos

orientaciones capaces de ligar las actividades ejercidas en estas esferas n o religiosas


a los parámetros fundamentales de la identidad cultural india. Ninguno de los
movimientos de la India creó nuevos nexos entre la esfera m u n d a n a y la religiosa,
ni dio origen a cambios esenciales en el significado y la estructura de las distintas
esferas institucionales [Thapar, 1978].

Focos de salvación

U n a tensión elevada entre el orden trascendental y el m u n d a n o , junto con cierto


énfasis acerca de las actividades de este m u n d o , tiende a generar abundantes recursos
libres, mercados amplios, u n a sólida articulación de las esferas institucionales
y una gran variedad de concepciones alternativas del orden social y político.
L a percepción de esta tensión da origen a la formación de élites autónomas
— o al menos está asociada con ellas o es por ellas transmitida— ya se trate de
exponentes de los modelos del orden cultural, élites políticas, o exponentes de la
solidaridad de distintas colectividades. Según esto, las sociedades donde predo-
minan dichas orientaciones tienden a engendrar múltiples coaliciones de estas
élites, las cuales pueden a veces movilizar recursos libres así c o m o encauzarlos
en nuevas direcciones. Dadas las virtuales orientaciones mutuas de dichos p r o m o -
tores institucionales, las direcciones del cambio pueden a veces combinarse y
fundirse.
Dentro de este patrón pueden darse unas cuantas variedades conforme al
contenido y a las constelaciones de las orientaciones referidas. Estas constelaciones
pueden variar según el grado de entrelazamiento o de separación de los focos de
salvación terrenales y ultraterrenales (problema inherente a las m á s altas civiliza-
ciones y religiones) y según sea también la difusión institucional, en los focos
de resolución terrenal, de la tensión entre el orden trascendental y el m u n d a n o , y
según se presenten las relaciones entre los principales atributos o focos de reso-
lución de la tensión y los atributos básicos de las principales colectividades
adscriptivas.
Cuanto m á s débil es el énfasis acerca del m á s allá (como en China) y cuanto
mejor definido aparece el foco de salvación en este m u n d o y m á s centrado está
dicho foco en u n solo ámbito institucional (como en China y en el Islam), m á s
fuerte será la tendencia a que las élites potencialmente autónomas —en especial
los exponentes de modelos de orden cultural y social y las élites políticas— se
asocien y unifiquen dentro de u n solo marco o categoría social con escasa diferen-
ciación interna, c o m o inmejorablemente lo ilustran los letrados o maestros chinos.
Semejante estructura sólo depara u n radio de acción limitado para los mercados
y recursos libres, aún cuando la simbolización de las esferas institucionales d o m i -
nantes sea relativamente fuerte. L a circulación de los recursos entre los mercados
aparece relativamente restringida: la mayor parte de los recursos libres son cana-
lizados hacia el centro. A l m i s m o tiempo, en tales situaciones, las élites hallarán
708 S. N. Eisenstadt

bases m u y débiles para la movilización autónoma de recursos; de ahí que la


posibilidad de transformación interior tienda a ser relativamente limitada.
El acento sobre u n solo foco institucional de salvación en este m u n d o fue
c o m ú n a China y al Islam (en el Islam el foco era político-militar) y se tradujo
en una estructura análoga de promotores y en límites impuestos a las capacidades
transformadoras de la sociedad. Pero en el Islam también existió u n énfasis espi-
ritual m u y señalado (aparte del que valoraba la actividad en este m u n d o ) que
dio origen a u n a concepción bastante sólida de u n orden político y social alterna-
tivo y al especial sectarismo de la dinámica política que caracteriza a esa
civilización.
Cuanto m á s separadas institucionalmente se hallan las relaciones entre focos
de salvación terrenales y ultraterrenales sólidamente entrelazados en lo simbólico
(como era el caso en Rusia), m á s acusada resulta la tendencia hacia una situación
en que las distintas élites, en vez de fusionarse, se muestran cada vez m á s sepa-
radas. Sin embargo, conservan poderosas orientaciones entre sí mismas y con
respecto al centro. D e ahí que tales situaciones se caractericen por la existencia
de mercados m á s amplios, libre circulación de los recursos, aunque bajo u n
control m á s estricto por parte del centro, y tendencias m á s firmes hacia la creación
de nuevas instituciones, así c o m o u n a clara influencia sobre el centro, que sólo
puede contenerse con medidas coercitivas.
Al m i s m o tiempo, el estrecho entrelazamiento simbólico de los focos de
salvación crea u n a poderosa y virtualmente articulada concepción de órdenes
sociales alternativos. L a escasa coalescência y la separación entre diferentes
movimientos de protesta y élites, que n o obstante conservan algunas orientaciones
mutuas, tiende a garantizar u n a relativa longevidad de los regímenes. C u a n d o
éstos n o pueden ya sostenerse por m á s tiempo, se producen revoluciones violen-
tísimas, promovidas por ciertas élites (especialmente élites secundarias) caracterís-
ticas de dichos movimientos revolucionarios.
E n contraste con todos los casos precedentes, en la medida en que se dan
tanto u n entrelazamiento sólido de focos de salvación terrenales c o m o una relativa
multiplicidad de palestras para la lucha y la acción en este m u n d o que sirven
de puntos de ubicación de tales concepciones, c o m o en Europa Occidental, las
posibilidades de transformación del orden social son m á s elevadas que en ninguna
otra circunstancia. Estas orientaciones determinaron una rica variedad de concep-
ciones de órdenes sociales alternativos y de sus vías de consecución, así c o m o
diferentes élites autónomas (exponentes de modelos de orden social, élites funcio-
nales, incluso exponentes de la solidaridad de colectividades adscriptivas), y
coaliciones entre las mismas. D e ahí que se dieran muchos puntos de cristalización
de recursos libres y de conexiones entre ellos.
L a comparación entre Europa y el Islam hace destacar la importancia de
la segunda dimensión antes mencionada, a saber, el grado de asociación entre
los atributos de salvación y los de las colectividades adscriptivas básicas, m u y
Análisis comparativo deja formación 709
de los estados en sus contextos históricos

débil en el Islam y m u y fuerte en Europa. Cuanto m á s estrecha es esta asociación,


m á s son los canales para los recursos y m á s firmes las bases de la solidaridad
entre los promotores.

La ecología y el cambio

Los marcos ecológicos influyen sobre todo en la disponibilidad de los recursos


para la reestructuración institucional y en la aptitud para institucionalizar el
potencial de cambio que pueda existir en cualquier sociedad. También influyen
los marcos ecológicos sobre la disponibilidad de los recursos en distintos mercados
al determinar la importancia relativa de los mercados nacionales y extranjeros.
L a comparación entre los imperios bizantino y ruso, por una parte, y los
patrones imperial-feudales de Europa occidental y las civilizaciones islámica e
hindú, por la otra, indica que bajo los sistemas imperiales se desarrollaron marcos
relativamente unificados de los principales mercados compactos, mientras que
en los casos de Europa occidental y del Islam (tanto c o m o en el de la India) se
establecieron mercados difusos que trasportaban y desbordaban libremente todas
las delimitaciones.
El relativo predominio de los mercados internos —ya fuesen compactos o
difusos— dio origen, en todos estos casos, a grandes depósitos de recursos suscep-
tibles de ser canalizados en distintas direcciones. Por eso incrementan la capacidad
transformadora de las sociedades, su aptitud para la creación de nuevas institu-
ciones. Y en todas las sociedades en cuestión, el acceso a los mercados y la circula-
ción de recursos dentro de los mismos hallábanse estructurados por las principales
élites dominantes. E n las sociedades imperiales (y en las patrimoniales) tales
actividades eran en última instancia controladas por las élites políticas. E n las
imperial-feudales y otros sistemas descentralizados, la estructura de los mercados
difusos y los nexos entre los mismos se hallaban poderosamente influidos por la
multiplicidad de élites que frecuentemente traspasaban y desbordaban los límites
políticos. E n todas las sociedades la naturaleza de tales vínculos dependía en
medida considerable de determinadas características de las élites, c o m o anterior-
mente hemos analizado.
Así, en el m u n d o islámico, eran los ulemas y las diversas órdenes los que
principalmente facilitaban estos vínculos. D a d a su disociación de la élite política
y el desdén oficial con respecto a las principales colectividades adscriptivas
"locales", propio de la tradición islámica, estas élites por lo c o m ú n n o promovían
lazos de solidaridad m u y fuertes con dichas colectividades. Esta falta de lazos de
solidaridad entre los ulemas, los dirigentes políticos y las colectividades adscrip-
tivas generales, minimizaba su eficacia en la estructuración de mercados amplios,
en la movilización de recursos y en el encauzamiento de los mismos por nuevos
canales coalescentes. Pero dadas las orientaciones básicas, surgían tendencias,
en situaciones extremas por lo menos, encaminadas a la coalescência entre el
710 S. N.Eisenstadt i

cambio religioso y el político. E n Europa, los lazos de solidaridad elevaban al


m á x i m o la tendencia a la movilización de recursos en muchas direcciones y u n
alto grado de coalescência entre los cambios.
Las civilizaciones islámica y europea occidental parecen hallarse, desde el
punto de vista de sus marcos ecológicos, bastante cerca de la hindú. Pero dado que
en el caso hindú eran sólo o principalmente las redes rituales-adscriptivas y la
organización de castas las que constituían los lazos m á s importantes —con m u y
escaso énfasis mundanal respecto a las actividades políticas o económicas— la
conexión entre movimientos religiosos y sistemas políticos era m u c h o m á s débil
que en el Islam o en Europa. M á s que otra cosa daba origen a formaciones patri-
moniales, con sólo m u y modestas capacidades transformadoras en el ámbito
político.
L a institucionalización de las posibilidades de cambio varía no sólo con
arreglo a las orientaciones culturales y a las relaciones solidarias de las élites,
sino también entre las sociedades con predominio de mercados compactos y
aquellas otras en las que se da una preponderancia de los mercados difusos. E n
las sociedades con mercados compactos, los mecanismos centrales de control
constituyen u n blanco fácil para los procesos de cambio, promoviendo así con
frecuencia una lucha por todo-o-nada en la que inevitablemente aumentan las
posibilidades de derrumbamiento de los regímenes. Los mercados difusos crean
mayores oportunidades de hallar diversos medios de reestructurar las distintas
esferas institucionales.
U n a alta dependencia de los mercados exteriores (como puede verse por el
análisis de las ciudades-estado excepcionales y las federaciones tribales) minimiza
la oportunidad de institucionalizar el cambio, aun cuando éste se caracterice por
una coalescência relativamente estrecha de rebeliones, heterodoxias y lucha polí-
tica central, incrementada por el desarrollo de tendencias transformadores en su
seno. L a intensificación de la lucha política, c o m o hemos visto, ha conducido con
mayor frecuencia a la caída de estos sistemas y a su incorporación en diversas
formas a otras sociedades. '
L a explicación radica en el hecho de que algunas sociedades intentaron
mantener, en sus particulares marcos internacionales, unas actividades institu-
cionales m á s apropiadas para sociedades "de mayor envergadura" con amplios
mercados interiores [Eisenstadt, 1977]. D e ahí que estas sociedades tendieran a
especializarse en trabajar para diferentes mercados exteriores mientras mantenían
un nivel de especialización nacional m u c h o m á s bajo. Esto, c o m o hemos visto,
se patentiza en el mínimo y rudimentario desarrollo de actividades especializadas,
grupos dirigentes y marcos institucionales. L a combinación de los recursos dispo-
nibles con las aptitudes organizadoras de las élites, relativamente bajas, explica
las dificultades experimentadas en la industrialización a largo plazo de sus capa-
cidades potenciales.
Análisis comparativo de la formación 711
de los estados en sus contextos históricos

Los marcos internacionales

Ahora bien, estas constelaciones institucionales en general, y las estructuras de


las élites y procesos de cambio en particular, están enormemente influidas por el
sistema internacional en que las diferentes sociedades se desenvuelven.
Existe una especie de defecto de retroalimentación entre el lugar de u n a
sociedad dentro de u n sistema internacional y la estructura de sus élites. U n a
sociedad hegemónica tiende, por la general, a mantener o a fortalecer élites m á s
autónomas, mientras que u n estado de dependencia tiende m á s bien a mantener
o fortalecer a las menos autónomas, con todas las consecuencias estructurales e
institucionales que ello implica.
H a y dos procesos o factores adicionales que son significativos. U n o es la
estructura original de las élites en su relación con las orientaciones culturales de
las distintas sociedades. E n la medida en que éstas son relativamente n o autó-
n o m a s — c o m o sucedía en España— su propia hegemonía tiende a reforzar las
tendencias relativamente n o autónomas, tanto en el centro hegemónico c o m o
en las dependencias.
N o obstante, c o m o en el caso del Japón, dichas élites dan prueba de la
suficiente autonomía c o m o para intentar crearse una posición relativamente
hegemónica o por lo menos u n puesto independiente en el sistema internacional.
Su aptitud para conseguirlo también depende de la estructura del sistema
internacional.
E n tales situaciones, las variables m á s importantes son las siguientes: la
rigidez oflexibilidadde la estructura organizativa y simbólica de la sociedad
hegemónica y de las sociedades dependientes; el paralelismo o similitud entre las
estructuras del centro imperial y sus dependencias; la mayor o menor penetración
de las dependencias por los centros hegemónicos; la medida en que diversos
sistemas hegemónicos —económico, social, "imperialista" político— son idénticos
o están organizados en u n marco c o m ú n ; la uniformidad de los diferentes nexos
y mecanismos de dependencia; el tipo predominante de dependencia, que puede
ser directa (gobierno directo, conquista, etc.) o indirecta; la intensidad de la
competición entre distintas potencias hegemónicas que operan dentro de u n a
órbita internacional y la medida en que algunas potencias secundarias también
se desenvuelven en cada una de estas órbitas.
Cuanto m á s notable sea la heterogeneidad dentro de un sistema internacional
y mayor la distancia y la diferencia entre las unidades que lo compongan, m a y o r
será la oportunidad para la transformación y los cambios dentro del m i s m o . Así,
la transformabilidad relativamente baja observada en los casos chino y bizantino
parece relacionada con su inserción en sistemas internacionales caracterizados
por una relativa rigidez y tendencias monolíticas en las estructuras sociales y
simbólicas, por el paralelismo o similitud entre la estructura del centro imperial
y de las periferias, por una marcada dependencia directa (conquista o contigüidad
712 S. N. Eisenstadt

geográfica entre el centro imperial y sus territorios) y por unos marcos relativa-
mente comunes de los sistemas internacionales predominantes: políticos, culturales
y económicos.
La superior transformabilidad observada en los otros casos parece hallarse
en relación, sobre todo, con la estructura interna de la potencia hegemónica, que
era m á s pluralista o heterogénea. Dentro de los diversos sistemas económicos,
políticos y culturales internacionales, que n o estaban organizados bajo u n solo
marco, se daban algunos desarrollos autónomos y contradictorios. U n a contra-
dicción especialmente importante dimanaba de la primacía de los sistemas cultu-
rales y políticos internacionales, que con frecuencia socavaban la estructura de
poder de u n sistema imperial particular. E n casi todos estos casos, también, la
dependencia era múltiple y m á s bien indirecta. Por lo demás, no había estrechos
paralelismos entre la estructura social de la entidad hegemónica y la de las unidades
dependientes. Por último, tendían a emerger múltiples subcentros de poder que
representaban otros tantos generadores autónomos de cambio.
U n a gran autonomía estructural y cultural (tanto c o m o los demás aspectos
de laflexibilidad,según queda dicho) facilitaba diversas transformaciones, esto es,
cambios en la estructura interna y régimen de gobierno de los centros imperiales y
de sus dependencias, variaciones de poder en las relaciones entre el "núcleo" de
dichos sistemas y sus dependencias, así c o m o evoluciones dentro de la potencia
hegemónica, la potencia secundaria y las referidas dependencias. Estas a su vez
favorecían frecuentemente la aparición de nuevas orientaciones culturales y élites,
que tendían a transformar o reestructurar las relaciones entre centro y periferia,
entre conquistadores y conquistados.
[Traducido del inglés]

Referencias

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L a formación del Estado
en la India antigua

Romila Thapar

Las teorías sobre la primitiva formación de estados en la India son por lo genera
bastante simplistas. Se echa de menos la riqueza de conceptos que ha intervenido
en el examen de la formación de estados en África y América Central. Esta
pobreza teórica dimana en parte de una obsesión inamovible respecto al Estado
Indio primitivo, y es la que Jo identifica con el despotismo oriental. Proyectada
en principio esta imagen por los administradores e historiadores ingleses del
siglo xix1, no halló siquiera su contrapunto, c o m o muchas otras imágenes de la
m i s m a procedencia, en los escritos m á s rigurosos de este siglo. El no menos
obsesivo y generalizado afán marxista por el m o d o de producción asiático, pese
a las pruebas empíricas en contra, siguió difundiéndose con entusiasmo y los
trabajos de los marxistas indios2 que han tratado de demostrar su inaplicabilidad
se han visto frecuentemente desdeñados.
Se dio tanta importancia a la definición de la naturaleza del Estado asiático
que la cuestión preliminar del proceso de formación de los estados tendió a
descuidarse. Algunas sugerencias por vía de ensayo apuntaron en lo esencial a
dos posibles explicaciones: la primera giraba en torno a la teoría de la conquista,
ya que se sostenía que los arios sometieron a la población indígena en el primer
milenio A . C . y éste fue el paso inicial del proceso que posteriormente se traduciría
en la creación del Estado. L a otra se basaba en la estratificación interior, soste-
niendo que la aparición de las castas era u n indicio del advenimiento del Estado.
A la luz de investigaciones m á s recientes, pueden oponerse a estas dos teorías
reparos sustanciales. E n el primer caso, se abrigan hoy dudas m u y serias en cuanto
a que hubiese una raza aria que conquistara sistemáticamente todo el subconti-
nente indostánico. Se insinúa en cambio que lo ario debe entenderse c o m o u n
concepto cultural y lingüístico, teniendo m á s que ver su difusión con migraciones
y vínculos tecnológicos que con la conquista. E n el segundo caso se pone hoy en
tela de juicio la equiparación de estratificación de castas en estratificación de

Romila Thapar es profesor de historia en la Universidad Jawaharlal Nehru, Nueva Delhi. Como
especialista en la India antigua ha publicado especialmente Asoka and the Decline of the Mauryas
(1961), History of India (vol. 1,1966) y Ancient India Social History: Some Interpretations (1978).

Rev. int. de cienc. soc., vol. X X X I I (1980), n.» 4


La formación del Estado en la India antigua 717

clases. Quizá la mejor manera de revisar la cuestión sería analizar de nuevo el


proceso de formación de los estados en el periodo histórico primitivo y averiguar
los principales cambios que tuvieron lugar en la transición de la sociedad sin
Estado a la sociedad estatizada.
T o d o Estado se presenta generalmente asociado a u n a autoridad política
que funciona dentro de una jurisdicción territorial, delega sus poderes en funcio-
narios, se financia mediante rentas recaudadas entre aquellos que contribuyen
regularmente a su sostenimiento sobre u n a base tributaria impersonal y actúa
c o m o instrumento para integrar segmentos sociales identificados n o sólo en virtud
de roles rituales sino también de funciones económicas 3 . El Estado es diferente
del gobierno y, a su vez, diferente de la sociedad.
L a aparición de u n sistema semejante, históricamente atestiguado por
primera vez en la India, se produjo a mediados del primer milenio A. c. y tuvo
c o m o foco geográfico el valle central del Ganges. E n los albores del primer
milenio A . c. hay pruebas fehacientes, fundadas en textos védicos y testimonios
arqueológicos, de la existencia de una sociedad asentada en el valle occidental
del Ganges que parecía hallarse al borde m i s m o de la formación del Estado, pero
era diferente de la sociedad posteriormente asentada m á s al este, la cual presenta
pruebas inequívocas de la existencia de u n Estado. L o s testimonios recogidos de
los diversos textos védicos y otras fuentes literarias afines sugieren la existencia
de una serie de sociedades estratificadas. Los principados o caudillajes de tiempos
del Rig Veda, c o m o los de los Bharatas, en el valle occidental del Ganges,
avanzaron paulatinamente hacia u n sistema monárquico del que fueron ejemplos
típicos el K u r u y el Pancala. Los principados del valle central del Ganges, el m á s
famoso de los cuales fue el de los Vrijjis, sobrevivieron durante u n largo periodo,
y a juicio de algunos historiadores habían evolucionado, dando origen a estados
antes de caer sometidos por las poderosas monarquías de la región.
Es de particular interés para el caso el análisis de estas formas primitivas
para el contexto indio, toda vez que el proceso de formación de estados fue u n
acontecer ininterrumpido en el subcontinente a lo largo de los siglos,.con los
nuevos marcos sociales que incesantemente se convertían en sistemas estatizados.
Se ha dicho que existía en la India u n medio patológico a la anarquía, definida
c o m o ausencia de u n rey o u n Estado, pero igual puede sostenerse que n o era
el temor a la anarquía, sino la justificación de este continuo proceso de formación
del Estado lo que se reiteraba y asentuaba en las fuentes. L a aparición del Estado
en cualquiera de las grandes regiones del subcontinente indostánico n o era nunca
u n cambio uniforme que afectase a la región entera; por lo general se limitaba al
principio a pequeños núcleos. Esto tendía a hacer el cambio m á s azaroso y
conflictivo. U n estudio de las formas m á s primitivas puede, por tanto, revelar
una pauta que se repetiría, modificaría o reorganizaría en épocas posteriores,
pero cuyos elementos básicos seguirían siendo sustancialmente los mismos.
E n el valle occidental del Ganges, la transición del principado a la monarquía
718 Romila Thapar

FIG. 1. El valle del Ganges.

se tradujo en u n a situación que podríamos denominar desarrollo entorpecido


del Estado"4. Algunas tendencias favorecían la eclosión de u n Estado, pero otras
obraban c o m o impedimentos. L a sociedad védica de la primera mitad del milenio
primero A . c. puede caracterizarse c o m o u n a sociedad basada en los linajes.
L a unidad era el clan y éste constituía la estructura esencial a muchos niveles.
Había una conciencia territorial y una identificación en el territorio expresadas
en el hecho de que se diera el nombre del clan al territorio reivindicado c o m o
propio. Así¿ los territorios de Gandhara, M a d r a , Kekeya,' Pancala, Matsya,
habían sido todos ellos nominados conforme a la designación del clan que
reclamaba la soberanía, sobre los mismos. Tales territorios eran conocidos por
el término c o m ú n dejanapada, literalmente "el área donde la tribu jana plantaba
su pie". •••••
La formación del Estado en la India antigua 719

El clan se componía de las familias de los jefes (rajanya) y el resto del clan
(el vis). L a propiedad de la tierra se ejercía al principio en nombre del clan y, si
hemos de creer en los textos, no se permitía a los príncipes donarla sin el consen-
timiento del clan5. El príncipe era, antes que nada, el protector del clan. Esto era
necesario en una sociedad de pastores para quienes resultaban cruciales los
derechos sobre las tierras de pastoraje y el medro del rebaño. Los rebaños
frecuentemente se engrosaban mediante el hurto de ganado a los vecinos, y la
búsqueda de vacas (gavisthi) llegó a ser sinónimo de correrías que tenían por
objeto el robo de ganado. A una correría afortunada seguía siempre el reparto
del botín, efectuándose la distribución en la asamblea del clan. L a mejor parte de
los despojos era para el príncipe y para los sacerdotes, reforzándose de este m o d o
la estratificación. Los sacerdotes alegaban que sus conjuros y sus preces asegu-
raban a los héroes Ja victoria y que sólo ellos podían comunicarse con los dioses.
N o era sin embargo el pastoreo la principal ocupación del clan. El cultivo
del trigo y la cebada, y en algunas zonas el arroz, aumentó en importancia con el
asentamiento de los clanes en el valle occidental del Ganges 6 . L a agricultura
condujo a un cambio gradual en la definición de la riqueza, que de considerar los
miles de cabezas de ganado (vacas y caballos), las jóvenes esclavas, las carrozas
y el oro, pasó también a incluir la tierra de labor c o m o u n artículo de valor
económico. L a agricultura fomentó una base de poder distinta para el príncipe,
al transformar el concepto territorio en derechos sobre la tierra. Se expresa esto
en un cambio en la terminología, donde el rajanya, todavía el jefe consagrado,
pasa a formar parte del grupo m á s amplio de los ksatriyas, término éste derivado
de ksatra que significa poder. Los príncipes dominantes dentro de este grupo
avanzaron aún m á s , hacia la realeza, en virtud de una serie de complicados
rituales en los sacrificios que encerraban afirmaciones de asociación con la divi-
nidad. Los rituales eran ejecutados para los príncipes por los brahmanes, que de
este m o d o se tornaban en legitimadores del nuevo rango, e incidentalmente mejo-
raron con ello también el suyo y reivindicaron la posición m á s eminente en la
jerarquía social. L a gradual concentración de poder en manos de los ksatriyas
raja aumentó su control efectivo, pero, al mismo tiempo, los jefes de menor rango
no lo eran por especial designación de aquéllos y ostentaban su dignidad por propio
derecho. L a delegación de autoridad era mínima. El poder del rey estaba debi-
litado además porque se separaban las funciones sacras y las temporales. L a
legitimidad del rey se remitía en gran medida a la sanción religiosa, c o m o se
evidencia por la asociación de la realeza con la fecundidad y la prosperidad. Esta
asociación se simboliza a m e n u d o por la representación del rey c o m o u n "propi-
ciador de la lluvia". Repetidamente se afirma que los reyes ilegítimos son causa
de sequías. Muchos relatos aluden a la venida de las lluvias, tras doce años de
sequía, al ser restaurado én el trono su titular legítimo.
Para su sostenimiento, la monarquía dependía de tributos y prestaciones
ocasionales. Las palabras con que se designaban dichos tributos, bali, bhaga y
720 Romila Thapar

sulka, pasarían a ser con el tiempo los términos habituales aplicados al pago
periódico de impuestos. Esto ha suscitado alguna controversia sobre si no deberían
interpretarse c o m o impuestos en este periodo primitivo también7. Pero en el
contexto en que se dan parecen tener la connotación de tributos m á s que la de
impuestos, toda vez que n o son periódicos, n o se ajustan-a cantidades estipuladas
ni son recaudados entre categorías señaladas de personas.
Naturalmente, los que aportaban las prestaciones y tributos eran los miem-
bros m á s humildes del clan, y los textos hablan del ksatra que se come el clan
lo m i s m o que el venado se come las mieses8. El vis o clan había experimentado
a su vez uri cambio con el grihapati, el jefe de la familia, que poco a poco había
ido destacándose c o m o una entidad social bien diferenciada. Es m u y significativo
que en el periodo siguiente se describa a m e n u d o al grihapati c o m o el vaisya
(derivado del vis), y las funciones del vaisya sean precisamente las desempeñadas
por el grihapati en el periodo anterior, a saber, la cría de ganado, la agricultura
y el comercio8. Los grihapatis acaso fueran al principio los miembros m á s jóvenes
de los linajes dominantes o los miembros m á s ricos del clan. Su aparición sugiere
la existencia de Ja que bien pudiera denominarse una "economía doméstica
generalizada", en la que cada familia patrilineal constituía la unidad. L a tierra
de labor propiedad del grihapati era trabajada por la familia y en caso necesario
por jornaleros contratados y también por esclavos. Los pequeños enseres y
utensilios indispensables para el servicio de la familia eran producidos igual-
mente por estos empleados, actividad que cuando alcanzó cierto desarrollo se
convirtió en la base del intercambio y el comercio. N o aparece claramente indi-
cada la identidad de los jornaleros y de los esclavos, pero se les designa c o m o
sudras y dasas. A m b o s términos son de etimología desconocida. Se localizan antes
c o m o nombres de tribus del noroeste de la India y pueden por tanto reflejar la
subordinación de grupos extranjeros10. Dasa pasaría a ser posteriormente el
término técnico con que se designaría el esclavo.

L a teoría de los "varna"

L a sociedad se hallaba ya para entonces lo suficientemente estratificada


c o m o para exigir una estructura de explicación teórica y esto es lo que se expresa
en la teoría del varna, frecuentemente traducido por casta. Se ha argumentado
que éste era u n sistema de jerarquización ritual en el que el m á s puro, el brahmán,
ocupaba el rango m á s alto11. Los demás, según los diversos grados de impureza,
se situaban en posiciones m á s bajas de todas las de los intocables, cuya aparición
corresponde al periodo post-védico ulterior. U n a hipótesis alternativa sostiene
que la institución de los vamos indica una estratificación de las clases que apunta
a la existencia del Estado, aun cuando los demás elementos constitutivos de éste,
no pueden detectarse por dicha época12. L o que n o se ha reconocido en estas
La formación del Estado en la India antigua 721

teorías es que el principal criterio que rige para la diferenciación de cada varna,
en el estadio inicial, es precisamente aquello que lo vincula m á s estrechamente
con el linaje y guarda relación con las diferentes pautas de alianzas matrimo-
niales. Se distinguen tres pautas distintas. L a primera es la de los brahmanes que
observan las subdivisiones gotra en las cuales es crucial la exogamia y n o está
permitido el matrimonio dentro de cada subdivisión. A los brahmanes del sur
.tenía que concedérseles u n a dispensa especial para que quebrantaran esta regla
y se casaran con la hija del hermano de la madre. L a segunda pauta es la de los
ksatriyas y los vaisyas que con bastante frecuencia se casaban endogámicamente
dentro del vamsa o linaje. L a tercera pauta, la del sistema sudra, es totalmente
diferente y está basada en la noción de que la estirpe es de "castas mezcladas"
(sankirnajati). El rango del sudra viene determinado por la particular combinación
de castas que se entremezclan en su parentela13. L a reconstrucción de los orígenes
de las castas sudra es en cualquier caso u n ejercicio en el plano teórico, ya que las
posibles permutaciones son infinitas, y las listas de sudras en los textos n o siempre
concuerdan.
Tabúes alimenticios asociados con cada varna fortalecen la noción de
jerarquización ritual", tanto c o m o el hecho de que la literatura budista y jainista
no brahmánica invierta el rango de las dos primeras castas y se sitúe a los
ksatriyas, por encima de los brahmanes. E n la medida, por tanto, en que hubiera
una jerarquización ritual, sólo regía en áreas dominadas por los valores b r a h m á -
nicos. L a correlación con el status económico n o es tampoco invariable, pues hay
brahmanes empobrecidos y sudras ricos.
Merced a la estructura de los varnas se quería establecer la armonía interna
y la unidad de la sociedad. N o había procedimientos formales para la adminis-
tración de la justicia y la reparación de los agravios dependía de presiones sociales
y de rituales expiatorios. L a protección frente al exterior se confiaba al raja o
príncipe c o m o u n o de los m á s destacados atributos de su cargo. Pueden apre-
ciarse algunos intentos indirectos de sancionar su potestad sobre el empleo de
la fuerza en la íntima asociación del senani (jefe militar) con su séquito inme-
diato, así c o m o en la tradición de que el caudillaje en la batalla fuera u n requisito
previo para la investidura del príncipe. Existían múltiples prestaciones y dona-
ciones para sufragar los complicados rituales que mantenían el status tanto del
príncipe c o m o de la autoridad sacra, pero n o había ningún método sistemático
de recaudación de una renta parafinanciarlas instituciones del Estado. L a m a y o r
parte de la riqueza se consumía, así y todo, en fastuosos rituales. Las imponentes
ceremonias de los sacrificios, los yajnas, que se prolongaban durante m u c h o s
meses, cuando n o años, eran rituales que combinaban la función del potlatch con
diversos grados de intercambio de regalos. Los regalos establecían el rango entre
los príncipes. L a distribución de regalos por el yajamana (el que celebra el
sacrificio) entre los sacerdotes establecía su rango, así c o m o el de los sacerdotes.
Los rituales eran u n a fuente de legitimación para el príncipe, pero también
722 Romifa Thapar

impedían la inversión de la riqueza en cauces económicamente más productivos.


L a diversión de riqueza por dichos cauces no tuvo lugar hasta el periodo
siguiente, hacia la mitad del primer milenio A . C , en el valle central del Ganges,
la región vecina situada al este. Este cambio de ubicación geográfica se menciona
en la historia de Videgha Mathava, quien, según el relato, viajó hacia oriente,
pero se detuvo y esperó a orillas del río Gandaka hasta que Agni, el dios del
fuego, hubo purificado la tierra de allende el río, tras de lo cual se estableció allí..
C o m o eran tierras bajas, m á s húmedas, el pastoreo tropezó con dificultades y dio
paso a una economía predominantemente agrícola. E n Kosala (Uttar Pradesh
oriental), donde surgió u n o de los antiguos reinos, era posible el cultivo del
trigo y del arroz. M á s al este, las tierras pantanosas que se extienden al norte de
Bihar eran m á s aptas para el arroz16. El cultivo del arroz n o rinde esencialmente
m á s que una sola cosecha al año, y aun con la ayuda de u n sistema de riego a base
de acequias y albercas, c o m o se dice en los textos, era difícil conseguir una segunda
cosecha normal. L a necesidad de obtener mayores excedentes llevó a la extención
de la agricultura, y en las descripciones de la riqueza de los hacendados hallamos
referencias a vastos arrozales de centenares de acres16. Las mayores superficies de
tierras cultivadas eran propiedad de los clanes o de propietarios individuales allí
donde las posesiones del clan terminaban. Esta se consideraba propiedad privada
con pleno derecho de enajenación. El riego o bien era incumbencia del clan o bien
corría a cargo de terratenientes locales, norma que iba a persistir durante muchos
siglos en la mayoría de las comarcas del norte de la India. El Estado raras veces
facilitaba medios para el regadío.
L a extensión de la agricultura de labrantío y la sistematización de los riesgos
se han considerado m á s de una vez requisitos suficientes para la aparición del
Estado. Ahora bien, que ésta n o era u n fenómeno automático o mecánico que
aconteciese a partir de dichos cambios nos lo indica ya la coexistencia en el valle
central del Ganges de dos tipos de sistemas políticos, en uno de los cuales el
Estado era relegado y preterido mientras en el otro se desarrollaba y prosperaba.
Se advierte bien el contraste, que presentan por una parte, los sistemas gana-sangha
frecuentemente representados c o m o repúblicas, oligarquías o principados, y, por
la otra, las monarquías que cada vez m á s se conviertieron en norma m á s de
Estado en la India antigua.
L a existencia de los principados n o se limitaba al valle central del Ganges.
H a y referencias a ellos en otras partes de la India, bien entrado el primer, milenio
de nuestra era17. Los del valle central del Ganges aparecen descritos empero m á s
detalladamente en fuentes budistas primitivas. Los principados eran o de u n solo
clan, c o m o el de los sakyas, al cual pertenecía Buda, o de una confederación
de clanes, c o m o los ocho que se unieron para constituir la famosa confederación
Vrijji. Estos clanes eran uniformemente de rango ksatriya, pero existía marcada
separación entre los clanes dominantes (raja-kula) que reivindicaban la propiedad
de la tierra, tenían derecho a sentarse en la asamblea de los clanes y se les
La formación del Estado en la India antigua 723

otorgaba el m á s alto rango social, y la otra mitad, por decirlo así, integrada por
los jornaleros y los esclavos que trabajaban la tierra para los clanes dominantes
y que estaban excluidos de toda pretención de derechos políticos y sociales18.
E n los principados no se hace mención alguna de la propiedad privada de la tierra
ni de los grihapatis c o m o terratenientes. E n caso de conflicto, c o m o acontecía
con motivo de la distribución de las aguas para el riego en alguna ocasión, los
clanes dominantes entraban c o m o grupo en la refriega y la dirimían19. Existía n o
obstante u n sistema bastante complejo de administración en el que todos los
miembros de los clanes dominantes tenían el mismo status. Los asuntos impor-
tantes se discutían en la sala de la asamblea y se sometían a votaciones, y la
asamblea consideraba también los problemas de la administración. Los princi-
pados gana-sangha parecen, pues, ajustarse a la categoría de sociedades estrati-
ficadas previas a la formación de los estados, según la definición ofrecida por
algunos teóricos.
E n los principados el ritual religioso era la adoración de túmulos ances-
trales, siéndoles ajeno el ritual brahmánico de los sacrificios. E n rango de brahmán,
por consiguiente, aun en la jerarquía de las castas, era inferior al de los miembros
de los clanes ksatriya que eran las familias dominantes y los propietarios de
la tierra20.
Al sistema varita se le entiende c o m o una noción teórica con escasa rele-
vancia para la estratificación social real. El funcionamiento social se basaba en
el ñati, que se ha traducido c o m o linaje efectivo mínimo, y en el jati, u n grupo
m á s amplio frecuentemente definido por la ocupación, m a s para pertenecer al
cual era condición haber nacido en él. U n a estratificación dual dividía los jatis
en altos y bajos. L a ausencia de toda exaltación de la jerarquización ritual motivó
que en las fuentes brahmánicas se caracterizase a estas áreas c o m o impuras y al
margen del ámbito social21. Q u e en los referidos principados existía una pujante
alternativa religiosa frente al brahmanismo se evidencia por lafidelidadde muchos
de estos clanes a maestros religiosos que surgieron de su seno, c o m o G a u t a m a
Buda, que era u n sakya, y Mahavira, fundador del jainismo, que era de la
confederación Vrijji.
Mientras los principados permanecían, por decirlo así, al borde de la
formación del Estado, las monarquías, c o m o reinos de Kosala y M a g a d h a ,
señalan la aparición de estados enteros y verdaderos. Esta transición fue al
parecer el corolario de otra serie de cambios importantes. El m á s evidente de
dichos cambios fue la aparición de u n grupo profesional y comercial así c o m o de
una economía campesina. Estas dos mutaciones acabaron con las limitaciones
del sistema de prestación del valle occidental del Ganges y condujeron a una
expresión económica más libre.
Los centros urbanos fueron casi siempre en su origen la residencia de las
clases dominantes y así cada janapada, o territorio identificado con u n clan,
tenía por lo menos u n gran centro que era la capital política. Esto ocurría en los
724 Romila Thapar

janapadas del noroeste de la India tanto c o m o en los del valle central del Ganges.
L a capital K u r u de Hastinapura y la capital Pañcala de Ahichhatra no eran menos
importantes c o m o centros políticos que la capital Sakya de Kapilavastu y el
centro Vrijji de Vaisali. Cuando algunos de estos centros adquirieron importancia
comercial, tanto c o m o lugares de producción c o m o para sus incipiestes mer-
cados, sobrevino u n cambio significativo en la urbanización. F u e la combi-
nación de actividad política y comercial lo que les llevó a ser denominados "las
grandes ciudades", mahanagara, en los textos budistas22.
Puede seguirse el rastro de este proceso a través de varias fases distintas.
U n o de los productos secundarios de la realeza y de la concentración del poder
político en manos de una sola familia fue u n cambio en las relaciones entre los
clanes. Los jefes de diez familias, los grihapatis, c o m o propietarios privados de
tierras y c o m o principales pilares de la economía, habían mejorado m u c h o su
rango. C o n la extensión de la agricultura en el valle central del Ganges, el
grihapati pasó a ser el símbolo de la riqueza y el principal contribuyente pecuniario
al sostenimiento del reino. L a riqueza se computó cada vez m á s en medidas de
grano y posteriormente en moneda acuñada 23 . L a riqueza liberó al grihapati de
la extensión de la agricultura y lo que no se iba en una economía de prestación
periclitada podía ahora invertirse en el comercio. El comercio se desarrolló a
partir de intercambios m á s simples al nivel de aldea y del mercado, el nigama.
Los herreros ambulantes que trabajaban en la nueva tecnología del hierro esti-
mularon sin duda el comercio ambulante, y éste acaso se estabilizara poco a poco
hasta formar itinerarios mercantiles regulares. La expansión de los asentamientos
en torno al sistema hidrográfico del valle del Ganges proporcionaban u n medio
natural de comunicaciónfluvial.Los emplazamientos de las "grandes ciudades"
vinculadas al comercio primitivo se hallan en puntos nodales en relación con el
sistema hidrográfico y estaban generalmente en la confluencia de por lo menos
dos zonas ecológicas. Las descripciones literarias de estas ciudades exageraban
su magnitud, atribuyéndoles a veces una extensión de hasta cincuenta kilómetros
cuadrados, cosa que no ha sido corroborada por la arqueología24. N o obstante,
en las excavaciones los niveles urbanos son considerablemente mayores en super-
ficie que los preurbanos, así que la exageración literaria simboliza el sentimiento
de una extensión mayor. E n muchos puntos del valle del Ganges donde se han
efectuado excavaciones se da también una reconocible uniformidad de algunos
objetos arqueológicos que caracterizan los niveles urbanos. Relacionado con
estos niveles está el descubrimiento de monedas con contramarca, de las que se
han encontrado muchos miles. Constituyen éstas la réplica arqueológica a las
referencias acerca de que la moneda acuñada pasó a ser poco a poco la base de
las transacciones en las ciudades. N o sólo extendió esto al alcance del comercio,
sino que trajo además consigo la profesión del banquero que financiaba el
comercio. L a usura se mira con desaprobación en las fuentes brahmánicas. Al
buen brahmán sólo le es lícito prestar dinero a interés en las circunstancias más
La formación del Estado en la India antigua .725

aciagas, y aun en ese caso se le exige la ejecución de u n ritual expiatorio que le


absuelva del pecado de avaricia25. L a ética budista, por otra parte, reconoce la
usura c o m o una actividad legítima, permitida a cualquier miembro de la sociedad.
El término con que se designa al banquero es sresthin/setlhi que significa el que
tiene lo mejor, y el banquero, en fuentes no brahmánicas, era persona respetadí-
sima. Frecuentemente, el acaudalado grihapati adoptaba la profesión de la banca,
convirtiéndose así en el respetado sresthin2'. L a existencia de sectas religiosas
heterodoxas, entre las que identificamos los budistas, los jainistas y una gran
variedad de grupos inconformistas, c o m o los carvakas y los lokayatas, ayudó a
legitimar las inversiones de los grihapatis en el comercio, mejor que la dilapidación
de riqueza en prestaciones rituales con motivo de las ceremonias sacrificiales.
Los sacrificios brahmánicos n o desaparecieron, ya que los reyes todavía buscaban
la legitimación de sus potestades por medio de estos rituales, pero fueron tornán-
dose cada vez m á s una formalidad. Y lo que es m á s importante, el consumo de
riqueza en estas aportaciones era ahora marginal respecto a la riqueza total que
se producía. Los brahmanes especialistas en los rituales eran recompensados con
concesiones de tierras de labor fértiles, y algunos de los m á s ricos terratenientes
de los nuevos reinos eran estos brahmanes, pese a las conminaciones de los textos
legales prohibiendo que los brahmanes viviesen de la agricultura27.
L a economía familiar basada en la propiedad privada de la tierra que surgió
de la paulatina desintegración de la propiedad de los clanes no sólo condujo a una
diversión de riqueza destinada al tráfico mercantil y al comercio, sino que aportó
cambios igualmente a la economía agraria. Allí donde los jefes de las familias se
entregaban con creciente intensidad al comercio, su atención a la agricultura se
reducía, y así los campos dejaban de ser cultivados por sus jornaleros y eran
arrendados a labradores de las aldeas que pagaban al dueño una parte del
producto. Estos podían ser a veces los mismos jornaleros de antes, pero su función
y su rango social habían cambiado al hacerse arrendatarios. E n muchos casos la
extensión de las tierras era demasiado grande para que la familia la trabajara
directamente y en consecuencia había que cederlas en arriendo a otros colonos.
E n uno de estos casos, se nos dice, el jefe de la familia, tras haber renunciado a
una parte considerable de sus bienes, aún conservaba 500 arados, cien acres de
tierra y cuarenta mil cabezas de ganado. También se hace mención de grihapatis
empobrecidos, aquellos que, por causa de la sequía y la pérdida de las cosechas,
no podían conservar riqueza alguna y se veían reducidos al estado mísero de
labrantines.
Los arriendos rústicos se desarrollaron aún m á s con la colonización de
tierras yermas bajo el control de peritos agrícolas. Esto se hacía por iniciativa del
Estado, que luego reivindicaba la propiedad de dichas tierras. Al extender de este
m o d o la economía agrícola el Estado obtenía mayores ingresos28. Allí donde la
tierra pertenecía al Estado se establecía u n sistema de arrendamientos en virtud
del cual el colono pagaba u n porcentaje de su renta al erario público. E n tales
726 Romila Thapar

sistemas existía una relación directa entre el Estado y el colono, sin la inter-
vención de terratenientes intermediarios. E n la terminología de las castas, el
suära pasó a ser gradualmente, el colono, en el sentido de labrador rústico, dentro
del contexto agrario. El sudra c o m o labrador y artesano y el vaisya c o m o grihapati
se conviertieron en los principales sustentadores de las cargas tributarias y la
imposiciónfiscalpasó a ser u n importante elemento en la teoría del Estado.

Variaciones en la teoría del Estado

E n el periodo en que aparece el Estado se advierte u n notable cambio en la


explicación de los orígenes de la realeza y el gobierno29. Mientras que primiti-
vamente se valoraban y recompensaban las cualidades de m a n d o y las hazañas
en el combate, textos posteriores hablan con mayor frecuencia de otros elementos.
E n estas teorías se añade el aspecto contractual, consecuencia de una situación
en que se suponía que la propia sociedad había experimentado u n cambio. Se
describe la sociedad m á s primitiva c o m o u n pasado remoto y utópico en el que
no había reyes, legislación ni distinciones sociales. Pero poco a poco la virtud
fue declinando y esto hizo necesaria la institución de leyes y la investidura de
autoridad en la persona del rey c o m o protector de la sociedad tanto frente a las
amenazas externas c o m o ante las disensiones internas. L a descripción de la
decadencia de la virtud varía en las fuentes brahmánicas y budistas conforme al
enfoque del cambio social que las singulariza. Otra distinción importante es la
de que el rey brahmánico era el designado de los dioses, mientras la versión budista
dice que el pueblo elige a uno de entre los suyos y lo inviste de autoridad.
E n el siglo iv A . c. la teoría del Estado se elabora sobre la noción de los
siete elementos, posteriormente denominados los siete miembros, que constituyen
el Estado30. Estos se exponen en el Arthasastra de Kautalya, que los enumera
c o m o sigue: el príncipe, los ministros y administradores, el territorio, la capital,
el tesoro constituido por la aportación de rentas tributarias, la fuerza física y los
aliados. Estos elementos constituyentes existían en forma u n tanto difusa en los
principados del valle central del Ganges y por lo tanto bien puede describirse la
confederación Vrijji c o m o u n Estado en gestación. Pero son m á s sólida y clara-
mente identificables en las comarcas de esta zona, c o m o las de Kosala y M a g a d h a .
Los textos que las describen consideran el Estado monárquico c o m o su sola
forma legítima.
L a legitimación del Estado monárquico se refleja igualmente en las versiones,
refundidas e interpoladas, de las dos epopeyas de la India antigua. El Mahábharata,
cuya acción se desarrolla principalmente en el territorio K u r u del valle occidental
del Ganges, relata las zozobras de los principados que lentamente iban dando
paso al advenimiento del Estado. L a narración describe una sociedad anterior
al surgimiento del Estado, pero las adiciones, m u y bien refundidas e integradas
La formación del Estado en la India antigua 727

en el texto original y que asumen el carácter de interpolaciones didácticas,


constituyen también u n a defensa inequívoca del Estado monárquico. El Ramayana
tiene c o m o base el reino de Kosala, en el valle central del Ganges, y es m u y
posible que la versión m á s antigua de la epopeya se limitase a esta área. M a s con
la ampliación de su geografía en redacciones posteriores, también se ampliaron
los horizontes. El conflicto entre el Estado y el no-Estado aparece m á s clara-
mente cristalizado en el Ramayana, donde R a m a , el héroe, príncipe del Estado
de Kosala, combate contra Ravana, cuya sociedad de Riksasas, de quienes se
decía que eran demonios, es m u y sugeridora de los antiguos caudillajes. o
principados.
El Ramayana en particular tiene u n a historia diversiforme y complicada.
Se tradujo a varias lenguas indias y en cada versión, se introdujeron cambios.
Es significativo que la traslación del texto a dialectos regionales tienda a coincidir
con la instauración de fuertes y extensas monarquías en las mismas zonas. Las
traducciones, pues, aparte del mensaje religioso de propagación del culto de
Vishnu, eran también u n sutil medio de apología del Estado monárquico.
A h o r a bien, la pauta de cambio que determinó que sociedades basadas en
los linajes pasasen a constituir sistemas estratificados es u n a pauta recurrente,
aun en regiones situadas allende el valle del Ganges, y éste es u n proceso
constante en la historia de la India. Dicho proceso n o es en todos los casos
enteramente idéntico al aquí descrito, pero en términos generales se aproxima
a él. Allí donde las tierras de los clanes se hallaban en vecindad de las referidas
monarquías, la propiedad del clan iba siendo erosionada por la conquista de la
zona o por la intrusión del sistema monárquico, con el desbroce y roturación dé
tierras yermas y la fundación de asentamientos agrícolas. L o s clanes dominantes
asumían el rango ksatriya pero con el desmembramiento de las tierras, propiedad
de los clanes, las familias ksatriya de m e n o r rango reclamaban la propiedad de
haciendas privadas31. L o s clanes dominantes se convertían en feudatarios de las
monarquías vecinas y si el control de éstas se debilitaba, los feudatarios adquirían
poco a poco status independiente. C o m o élites locales, emulaban el estilo de vida
de las monarquías, entre otras cosas el mecenazco de la literatura cortesana en
sánscrito, la construcción de templos, la concesión de tierras a brahmanes
instruidos en las Vedas y el fomento de u n a nueva fase del hinduismo q u e es la
que se refleja en los textos llamados Puranas. A los que se veían reducidos a la
condición de arrendatarios rústicos se les adjudicaba el rango de sudras, suerte
que también corrían los que trabajaban en las diversas ramas de la artesanía y
los oficios manuales. E n las primeras fases, el comercio siguió siendo ocupación
de forasteros, aunque poco a poco las familias locales m á s acaudaladas se vieron
inducidas a emprender este camino:
El sistema de los varna pasó pronto a constituir el modelo de organización
social de estas regiones, con la introducción de la sociedad de castas. Se impor-
taron brahmanes, toda vez que la legitimación por medio de sacrificios rituales
728 Romila Thapar

era necesaria para el nuevo orden. A trueque, fueron recompensados con sustan-
ciales concesiones de tierras y otras fueron bajo formas de favor y protección,
que con frecuencia se convirtieron en punto focal de asimilación cultural. L a
legitimación no significaba meramente la fundamentación de un Estado monár-
quico, sino también la provisión de genealogías ksatriya y entronques de alcurnia
para los que habían conseguido adquirir poder político32. Así pues, en las crónicas
escritas pasada la primera mitad del primer milenio A. c. se da prioridad al
componente genealógico de la tradición histórica. El vaisya, aun c o m o categoría
de casta, tiende a perder importancia en siglos posteriores, cuando las ocupaciones
relacionadas con el comercio son a m e n u d o relegadas al rango sudra. C o n la
aceleración en la formación de pequeños estados que se da en los últimos siglos
del primero y en el segundo milenio de nuestra era, hay una multiplicación desme-
dida de sudra Jatis que refleja la asimilación de nuevos clanes en escala m u y
vasta, tanto c o m o la proliferación de grupos profesionales en ámbitos recién
abiertos33.
La jerarquía ritual del sistema de los varna se mantuvo con la introducción
de formas religiosas en los Estados recién establecidos y con el intento de absorber
los cultos religiosos y sectas existentes en lo que podría llamarse la gran tradición
del hinduísmo puránico. Los rituales trataban de asimilar la deidad del clan local
así c o m o de incorporar su territorio c o m o parte del nuevo Estado y convertir a
sus sacerdotes a las castas brahmanes o bien destinarlos c o m o funcionarios espe-
ciales en templos construidos para el culto de la deidad. Esto se ha demostrado,
por ejemplo, en la historia del culto a Jagannath, en Puri, que hacia la última
fase del desarrollo del Estado de Orissa se convierte en u n foco c o m o el
descrito31. E n tales situaciones se daba a veces una convergencia de status de
casta y económicos. Incluso donde no aconteció esto, el sistema de los varna
contribuyó a infundir un sentimiento de orden, de uniformidad con respecto a otras
áreas, pese a transformaciones económicas tales c o m o la aparición de una
economía rural y de grupos mercantiles.
La transición del clan al Estado no fue el único patrón de cambio, ni fue
la conquista el único camino en la formación de los Estados, c o m o han afirmado
muchos comentaristas con relación a la era premoderna en la India. Regiones
con una larga historia de sistemas estatales experimentaron intensos cambios
históricos en el transcurso del tiempo, sin que las diversas formas dejaran de ser
compatibles con la naturaleza y el papel específico del Estado. Estas formas iban
desde los Estados unitarios y centralizados hasta los recientemente descritos
c o m o Estados segmentarios, por no mencionar los diversos sistemas relativa-
mente descentralizados en los que las variables venían constituidas, por las
distintas formas de arrendamientos rústicos, de intereses comerciales. L a relación
entre las áreas metropolitanas y las zonas periféricas no era en m o d o alguno
inalterable o uniforme. Sin embargo, entre los teóricos del Estado premoderao
se observa una tendencia a insistir en que los datos avalan la tesis de que en la
La formación del Estado en la India antigua 729

India prevaleció u n solo sistema extendido por todo el subcontinente y válido


virtualmente para todas las épocas.
Resumiendo brevemente, la hipótesis sobre el Estado en la India p r e m o -
derna da por supuesta una situación estática que perdura hasta el periodo colonial,
sin otro cambio que el que va de los sistemas de clanes al avasallamiento de la
sociedad por el Estado despótico, cambio que se cree aconteció en amplísima
escala en la antigüedad. A l n o existir la propiedad privada de la tierra, ésta
pasaba a pertenecer al Estado o a la comunidad rural, que de todos m o d o s era
subsidiaria del Estado. U n rey despótico extraía rentas de las comunidades
aldeanas. A éstas se las describía c o m o entidades por otra parte autónomas y
autárquicas, pero c o m o la producción era totalmente agrícola, dependía de los
sistemas de riego controlados por el Estado mediante una jerarquía de funcionarios
que también recaudaban la contribución. E n una situación así, las escasas ciudades
eran centros administrativos, con una total ausencia de comercio. Las-únicas
mercancías producidas eran bienes de lujo para el consumo real o cortesano.
Esta imagen de lo que en esencia se consideraba el despotismo oriental
aparece desarrollada al m á x i m o en el m o d o de producción asiático de M a r x y
sigue siendo el modelo teórico m á s influyente para el análisis de la economía
política tradicional de la India. Se ha intentado demostrar que los datos empíricos
no corroboran este modelo o que el propio modelo contradice la teoría de u n
proceso dialéctico, pese a lo cual se continúa insistiendo en su aplicabilidad.
Últimamente se ha propuesto una definición m á s alambicada del m o d o de
producción asiático basada en datos referentes al Estado incaico del Perú y sus
aledaños históricos35. E n la situación preincaica, la tierra era propiedad comunal
de los clanes, era redistribuida periódicamente entre familias extensas que la
trabajaban pero n o tenían título de propiedad sobre ella, y el trabajo era colectivo.
Los incas sometieron a estos clanes y declararon que toda la tierra era propiedad
del Estado, pasando a ser, en parte, tierra de la corona. El resto era cultivado por
miembros del clan, pero en régimen de trabajo forzado. Los clanes perdieron sus
derechos sobre la tierra en términos de propiedad pero continuaron teniendo
derechos de posesión y usufructo, por lo tanto la producción siguió siendo
comunal, pese al cambio en el m o d o de producción. El Estado incaico mantuvo
algunos de los usos anteriores en cuanto a provisión de alimentos, bebida y
simiente para los labradores, con la evidente intención de sugerir que el antiguo
sistema prevalecía. Se m o n t ó también u n a organización administrativa para el
control de los clanes. E n u n sistema así, el Estado era el dueño y arrendador
colectivo, y, por lo tanto, la comunidad superior. Quedaron anuladas las rela-
ciones de parentesco c o m o vínculos en la producción, lo m i s m o que había
quedado sin efecto la antigua formación social.
L a aplicación de este modelo a la situación india primitiva es inadecuada.
Existe cierta ambigüedad en la cuestión de la propiedad estatal de la tierra,
aparte del caso claramente definido, de las llamadas tierras del Estado. Y hay
73Ö Romila Thapar

en cambio frecuentes referencias a la propiedad privada y a enajenaciones de


tierras por parte de sus propietarios. Allí donde el sistema estatal ya existía, la
habilitación de nuevas tierras para el cultivo era en muchos casos realizada por
conducto del Estado o por medio de concesiones de terrenos a particulares.
E n el Arthasastra de Kautalya se mencionan ciertos asentamientos de agricultores
sudrk traídos de zonas ya m u y pobladas o invitados a venir desde reinos vecinos38.
E n otro lugar el mismo texto hace mención especial de tierras del Estado y se
refiere a ellas c o m o cultivadas por aparceros o por jornaleros y esclavos o incluso
por forzados en cumplimiento de sentencia judicial37. Ahora bien, estas colo-
nizaciones n o eliminaban a los hacendados independientes.
L a cuestión respecto a que tipo dé estructura agraria dominaba, si la
propiedad privada de la tierra o la propiedad ejercida por el Estado, sigue
sin hallar u n a respuesta estadísticamente demostrada. Posiblemente la breve
duración de los Estados en amplia escala y la disponibilidad de nuevas tierras con
que se contó hasta siglos recientes sugiera que la extensión de la agricultura
mediante colonizaciones emprendidas por el Estado no se llevaría nunca hasta el
punto de que llegase a ser el sistema predominante. E n cualquier caso, la
creciente incidencia de las concesiones de tierra efectuadas por miembros de la
élite en favor de beneficiarios religiosos y seglares, a partir del milenio primero
de nuestra era, sería un claro argumento contra el ejercicio de un control absoluto
sobre la tierra por parte del Estado. Así m i s m o la permanencia de sistemas de
clanes independientes, en yuxtaposición con economías rurales hasta tiempos
recientes, parece sugerir que la iniciativa estatal en la agricultura no era uniforme
en los diversos reinos.
Hasta la mitad del segundo milenio de nuestra era, la principal forma de
protesta campesina contra los impuestos opresivos n o fue la insurección sino la
emigración a nuevas tierras, situadas fuera' de la jurisdicción del Estado al que
los campesinos oprimidos pertenecían. Se aconseja a los reyes que n o sobre-
carguen de impuestos a la gente del campo a fin de que no emigren y se e m p o -
brezca así el reino. L a emigración corroboraría la mencionada facilidad de acceso
a nuevas tierras donde asentarse. Estos disconformes serían sin duda bien reci-
bidos en los reinos vecinos, ya que su asentamiento en ellos se traduciría en u n
incremento de la renta.
Las teorías sobre la formación del Estado referentes a la India premoderna
tienden a pasar por alto o a atenuar la importancia de la economía rural, por u n
lado, y el auge de los centros urbanos, por el otro, operantes en el cambio histórico.
Los sistemas de linajes o de clanes se debilitaron con el fortalecimiento de estos
dos aspectos en particular. El status ritual, en la medida en que se expresaba en
la jerarquía varna o de las castas, actuaba c o m o una corriente oculta y constante
de los sistemas de linajes, especialmente en sociedades dominadas por valores
brahmanes y donde el status económico y el de casta tendían a veces a converger.
Dichas sociedades solían ser aquellas en las que la economía mercantil era débil
La formación del Estado en la India antigua 731

o estaba controlada por las castas ritualmente superiores. Los comentaristas


modernos no reconocen la fuerza de la economía mercantil en otras épocas, tal vez
por causa del debate sobre las condiciones previas necesarias para el capitalismo
y el hincapié que se ha hecho respecto al presunto papel marginal de la economía
mercantil en la India.
L a formación del Estado en la historia de la India primitiva puede pues
contemplarse c o m o u n proceso de cambio desde unas formaciones sociales gene-
ralmente clasificadas c o m o sistemas basados en los linajes hacia otras domi-
nadas por un sistema estatal de base rural o campesina. Pero la naturaleza del
Estado y los cambios que experimentó en el transcurso del tiempo no se ajustan
fácilmente a ninguno de los modelos que hoy existen.. T a m p o c o el cambio de
una formación social a otra se presenta con perfiles bien definidos, pues una'parte
considerable de la más primitiva sobrevive siempre y pasa a la que sigue, y muchas
se imbrican y superponen. Aparte de los prejuicios interpretativos de muchos
teóricos que discurren sobre la India premoderna, son también estas imbricaciones
las que han contribuido frecuentemente a mantener la acción y la influencia recí-
procas entre ritual y status económico, determinando el oscurecimiento del uno
por el otro y ocultando así efectivamente los puntos esenciales del cambio histórico
y las complejidades de la sociedad india en sus estadios primitivos.

[Traducido del inglés]

Notas

1 8
L . Krader, en The Asiatic Mode of Production Satapatha Brahmana, XII 7.1.12.
9
(Assen, 1975), rastrea las fuentes de esta idea Gautama Dharmasutra, X 47; Apastambha Dharma-
en diversos textos europeos del siglo xvn en sutra, II 11.28.1.
adelante. H . W . Bailey, "Iranian Arya and D a h a " , en
2
C o m o los trabajos publicados por Irfan Habid y Transactions of the Philological Society, 1959,
S. Naqvi in Science and Human Progress p. 71 y ss. Sudra es a veces relacionado con la
(Bombay, 1974) y Romila Thapar, The Past tribu Ksudraka u Oxydrakoi mencionada en
and Prejudice (Nueva Delhi, 1979). los relatos de la campaña de Alejandro
3
H . Ciaessen y P . Skalnik, The Eearly State (Mou- M a g n o en el norte de la India. The Invasion of
ton, 1978); M . Fried, The Evolution ofPolitical India, p . 324-325 (Londres, 1896); Plutarco,
Society (Nueva York, 1967). Vidas Paralelas, IX.
4 11
U n examen más detallado de la formación del L . D u m o n t , Homo Hierarchicus (Londres, 1972).
12
Estado en el norte de la India mediado el R . S. Sharma, op. cit.
13
primer milenio A . C . se encuentra en Romila Manu Dharmasastra, X 12 ss.
14
Thapar, From Lineage to State (en prensa). Ibid., IV 205 ss.
B 15
Satapatha Brahmana, XII 7.1.75. O . H . K . Spate, India and Pakistan, p . 514 y ss.
6
Romila Thapar, "The Study in Ancient India", (Londres, 1964).
en Ancient Indian Social History: some In- N. Wagle, Society at the time of the Buddha
terpretations (Nueva Delhi, 1978). (Bombay, 1966); R . Fick, The Social Organ-
7
R . S. Sharma, "Class Formation and its Material isation in Northeast India in the Buddha's
Basis in the Upper Gangetic Basin", The Time (Calcuta, 1920).
Indian Historical Review, julio de 1975, 17 S. Agrawala, India as Known to Paninl, p . 426
vol. II, n.° 1, p . 1-14. y ss. (Varanasi, 1963).
732 Romila Thapar

Notas (continuación)

18 30
H . N . Jha, The Licchavis (Varanasi, 1970). Arthasastra, V I 1.
19 31
Kunala Jataka. Surajit Sinha, "State Formation and Rajput
20
N . Wagle, op. cit. Myth in Tribal Central India", Man in
21
Manu Dharmasastra, II 23; X 45. India, enero-marzo de 1962, vol. 42, n.° 1,
22
Fick, op. cit., p . 251 y ss. p. 35-80.
23 32
Vinaya Pitaka, I, p . 240-241. Romila Thapar, "Geneaology as a Source of
21
A . Ghosh, The City in early historical India (Simla, Social History", op. cit., p . 326 ss.
33
1973). R . S . Sharma, Social Changes in Early Medieval
25
Baudhayana Dharmasutra, I 5.10.23. India (Delhi, 1969).
26 34
Esto también lo atestiguan pruebas epigráficas de H . Kulke, "Royal Temple Policy and Structure of
donaciones al sangha budista, en la India Medieval Hindu Kingdoms", en A . Eschmann,
occidental y en la región de Andhara, desde y otros. The Cult of Jagannath and the Regional
el siglo n A . c. en adelante. Tradition of Orissa (Nueva Delhi, 1978).
27 35
Baudhayana Dharmasutra, I 5.10.28. M . Godelier, Perspectives in marxist anthropology
28
Kautalya, Arthasastra, 11 1; II 14; II 24. (Cambridge, 1977), p. 186 y ss.
29 30
R . S . Sharma, Political Ideas and Institutions in Arthasastra, II 1.
37
Ancient India (Delhi, 1968). Ibid., II 24.
L a evolución en el centro

Estados, ideologías y acción colectiva


en Europa occidental

Pierre Birnbaum

L a sociología histórica ha logrado poco a poco elucidar los múltiples procesos


que dan origen a tipos de Estados particulares y concretos. Rechazando toda
explicación determinista y evolucionista, afirma el carácter original de los
distintos mecanismos de modernización política1. Los sistemas políticos n o se
suceden pues ineluctablemente unos a otros c o m o proclamaban tanto la filosofía
política tradicional c o m o las teorías reduccionistas que hacen depender la índole
de lo político de las etapas sucesivas del desarrollo económico, inspirándose
frecuentemente en modelos estructuro-funcionalistas de origen organicista o
incluso en cambios de estructura que, a través de la historia, afectarían necesaria-
mente a los sistemas económicos.
U n o de los logros m á s incontrovertibles de la sociología política contem-
poránea reside precisamente en el reconocimiento de la formidable originalidad de
la fórmula política que, alfinalde la Edad Media, se impuso a ciertas sociedades
europeas cuyo centro chocaba con la resistencia de poderosas feudalidades peri-
féricas. El nacimiento del Estado, particularmente necesario en el caso francés,
se presenta por consiguiente c o m o el resultado de u n proceso de diferenciación
que favorece la formación de u n espacio público que se hace autónomo, con
estructuras propias que atestiguan una institucionalización progresiva. Vinculado
a una historia particular, dentro de u n contexto sociocultural y religioso específico,
el Estado es ante todo el resultado de una inmensa diferenciación de las estructuras
sociales. S u advenimiento subvierte de manera definitiva la organización de u n
sistema social que, en adelante, se estructura con arreglo al nuevo orden político.
El Estado se presenta entonces c o m o una máquina político-administrativa insti-
tucionalizada, servida por funcionarios que se identifican con su rol, separada de la
sociedad civil sobre la que intenta ejercer una tutela completa controlándola
mediante sus órganos administrativos y su aparato jurídico particular, dominán-
dola con su policía, animándola con sus intervenciones económicas, avasallándola,

Pierre Birnbaum es profesor en la Universidad de Paris I,17 rue de la Sorbonne, Paris Cedex 05.
Especialista en sociología política, hapublicado Les sommets de l'État (1977), La classe dirigeante
française (1978) y, en colaboración con B . Badie, Sociologie de l'État (1979).

Rev. int. de cienc. soc, vol. X X X I I (1980), n.» 4


734 Pierre Birnbaum

en s u m a , mediante la conquista de los espíritus a los que inculca sus propios


valores.
Otras sociedades, c o m o Inglaterra, n o pasaron por crisis semejantes. A
partir delfinalde la Edad Media, y salvo algún periodo excepcional, la centra-
lización que afecta al conjunto de los sistemas políticos no se vio aquí acompañada
por una diferenciación paralela de las estructuras político-administrativas. L a
sociedad civil consiguió en m u y amplia medida autorregularse, las diversas cate-
gorías sociales lograron m á s o menos que el centro las tomase en cuenta y el
Parlamento permitió la puesta en práctica de u n mecanismo eficaz de represen-
tación. N o asistimos pues, en Inglaterra, a la construcción de un Estado análogo
al que se forma en Francia, y en menor medida, por ejemplo, en Prusia. U n a
centralización legítima impidió la aparición de u n aparato político-administrativo
diferenciado, con la pretensión de separarse de la sociedad civil para dirigirla
m á s a sus anchas. E n Inglaterra, y hasta hoy m i s m o , es u n conjunto social, u n
Establishment relativamente permeable, y no un verdadero Estado, el que organiza
el funcionamiento de una sociedad civil de la que n o se diferencia en absoluto2.
U n a vez llevados a cabo, estos dos procesos radicalmente opuestos de centra-
lización política provocan, tanto uno c o m o otro, una transformación del conjunto
del sistema social destinada a quedar y subsistir con carácter casi permanente.
E n adelante los grupos sociales despliegan estrategias diferentes, los partidos
políticos se organizan en forma adecuada con miras a los fines particulares que
persiguen en u n sistema o en el otro, los propios intelectuales ponen en marcha
estrategias y gozan de una influencia estrechamente relacionada con el m o d o de
centralización, y las ideologías que surgen açá o allá son totalmente discrepantes
pues hunden sus raíces en realidades opuestas. L a sociología política debe por
tanto tomar en serio la particularidad de los m o d o s de centralización política y los
múltiples tipos de Estado que determina. Dentro de esta perspectiva, el Estado
representa el papel de variable independiente en torno a la cual se reorganiza la
totalidad del sistema social en cada uno de sus aspectos.
Quisiéramos hacer ver aquí, en primer lugar, c ó m o las ideologías que nacen
y consiguen desarrollarse se hallan en perfecta correlación con el tipo de Estado
frente al cual se desenvuelven ellas, para evidenciar en seguida su influencia sobre
el movimiento obrero, sobre su estructura, sus valores, la organización de que
se dota y la estrategia a la que recurre, tanto frente al Estado c o m o en el curso de
las negociaciones colectivas mediante las que procura obtener ventajas para la
totalidad de sus miembros.

L a sociología del conocimiento establece vínculos de diversa naturaleza entre las


ideologías y los marcos sociales. Se esfuerza por poner de manifiesto relaciones
de correlación o de causalidad entre el conocimiento en sentido general y el
sistema social. Y a sea de inspiración marxista (de M a r x a Lukács), weberiana
(sin excluir el relacionismo de M a n n h e i m ) o incluso funcionalista o etnometo-
Estados, ideologias y acción colectiva ( 735
en Europa occidental

dológica, la sociología del conocimiento interpreta las ideologías, las visiones del
m u n d o y aun los valores con arreglo a su producción por una clase social, u n
grupo o incluso u n conjunto de individuos en interacción. N o tiene nunca en
cuenta la especificidad de lo político, que sin embargo trastorna las condiciones
de producción del conocimiento. M a r x , por ejemplo, ve exclusivamente en las
clases sociales el origen de las ideologías que expresan sus intereses respectivos.
Para él, "las representaciones, el pensamiento, el comercio intelectual de los
hombres aparecen aquí también c o m o emanación directa de su comportamiento
material"3. D e igual manera, y según el modelo dominante de la obra de M a r x
y de Engels, "el Estado es el Estado de la clase m á s poderosa, de la que domina
desde el punto de vista económico y que, gracias a ello, se hace también políti-
camente dominante" 4 . A M a r x no se le ocurrió nunca relacionar las formas de
conocimiento no ya con las clases sociales, sino con los diversos tipos de Estado
cuya realidad reconoce, por lo demás, en distintos momentos de su obra, cuando
opone por ejemplo, el Estado francés o el Estado prusiano al Estado inglés, o
aun al Estado suizo6.
Al poner el acento, c o m o de vez en cuando lo hace, en la especificidad de los
Estados, M a r x habría podido romper la relación que constantemente establece
entre las ideologías y las clases sociales, y habría imaginado correlaciones entre
las ideologías y los distintos tipos de Estado. C o m o no lo intentó, se vio inducido
a tratar a los intelectuales únicamente con arreglo a la clase a la que pertenecían
y nunca conforme a sus relaciones con los Estados. Según Marx, los intelectuales
no pueden ser pues considerados m á s que c o m o "los representantes políticos y
literarios" de las clases sociales cuyos intereses expresan. A partir de una proble-
mática c o m o ésta, M a r x pasa en silencio los lazos que unen en ciertos casos a los
intelectuales con determinados tipos de Estado especialmente institucionalizados
(caso de Francia y de Prusia), de donde resulta que las teorías que elaboran, lo
mismo que las ideologías que nacen en u n contexto semejante, dependen así del
Estado y no de la clase social. Puede entonces preverse, ante la presencia de u n
Estado mínimo (caso de Inglaterra), que se generarán otras teorías y otras ideo-
logías diferentes. A u n cuando en estos países las relaciones sociales sean de
idéntica naturaleza, las diferencias de tipo de Estado suscitarán la aparición de
una visión del m u n d o contrapuesta y determinarán los roles que, tanto en u n
caso c o m o en el otro, desempeñan los intelectuales.
Dentro de la tradición marxista, la cuestión de los intelectuales y el papel
de las ideologías han sido especialmente tratados por Gramsci. Según él, "corres-
ponden a la función de 'hegemonía' que el grupo dominante ejerce sobre toda la
sociedad y a la función de 'dominación directa' o de m a n d o que se expresa en
el Estado y en el régimen 'jurídico'"6. Yendo todavía u n poco m á s lejos que
Marx, estima Gramsci que los intelectuales son los agentes de la clase dominante,
a la que permiten ejercer su hegemonía tanto sobre la sociedad c o m o sobre el
Estado. U n a vez más, la relación específica intelectual-Estado queda borrada.
736 Pierre Birnbaum

Y sin embargo, al oponer los Estados del este a los del oeste, Gramsci subraya
que en el este "el Estado lo es todo", mientras que en el oeste el Estado es la
"trinchera exterior" de la fortaleza sociedad civil; ésta n o es "primitiva y gelati-
nosa", c o m o en el este, sino que se presenta c o m o una "estructura robusta".
A partir de una distinción así, Gramsci hubiera podido poner en claro el diferente
papel que desempeñan los intelectuales con relación a las clases sociales pero
también con arreglo a los distintos tipos de Estados. Infortunadamente n o siguió
esta vía de exploración. Perry Anderson resume el pensamiento de Gramsci
valiéndose del modelo siguiente7:

Este Oeste

Estado Sociedad civil


Sociedad civil Estado
Coerción Consentimiento
Dominación Hegemonía
Movimiento Posición

Según él, en Gramsci, "la preponderancia de la sociedad civil sobre el Estado


en el oeste puede parangonarse con el predominio de la 'hegemonía' sobre la
'coerción'"8. Este modelo tiene interés porque esboza u n enfoque sociológico
comparativo diferenciado de los intelectuales y las ideologías. Pero sigue siendo
insuficiente. E n efecto Perry Anderson, en su interpretación de Gramsci, conserva
su propia oposición de este y oeste, que no le permite dar razón de las formidables
diferencias que alejan unas de otras a las propias sociedades del oeste9. Del mismo
m o d o que veía en ellas, en el siglo x v m , sociedades aristocráticas por igual,
desdeñando el fenómeno de la institucionalización del Estado en Francia y esti-
m a n d o secundario lo que separa la monarquía absoluta francesa, donde el Estado
se autonomiza y se diferencia de la nobleza, del sistema aristocrático inglés,
donde el Estado, por el contrario, sigue siendo mínimo y n o diferenciado.
Por encima de M a r x , Gramsci y Perry Anderson, es pues indispensable
reconocer la diversidad de los m o d o s de centralización política que se han realizado
en el oeste para intentar después estudiar la aparición de las ideologías con arreglo
al tipo de Estado que tienen en frente, si es verdad que en el oeste la dominación
no se ejerce sólo por mediación de la sociedad civil, sino que a veces aparece esen-
cialmente asumida por el Estado10. Quisiéramos desarrollar aquí una sociología
del conocimiento que dependiera, pues, n o de los marcos socioeconómicos, sino
también de los sociopolíticos, y examinar en consecuencia las relaciones que se
establecen entre las ideologías y los tipos de Estados, tomando c o m o ejemplo
primeramente las postrimerías del siglo xix en Europe occidental. Al hacerlo,
buscamos poner en tela de juicio tanto la idea desarrollista y evolucionista, que
vincula estrechamente la aparición de u n tipo particular de ideología (por
Estados, ideologías y acción colectiva 737
en Europa occidental

ejemplo, el comunismo) a un m o m e n t o particular de la industrialización11, c o m o


los modelos que niegan la diversidad de los procesos políticos históricos según
los cuales idénticos aparatos ideológicos de Estado ejercerían, en beneficio de la
burguesía, una acción semejante en la totalidad de los países de Occidente12.

El modelo francés

C o m o ya hemos dicho, cabe distinguir los Estados fuertemente institucionalizados,


diferenciados y autonomizados (Francia es el prototipo), de aquellos que han
conocido u n proceso de centralización política conducente a u n Estado mínimo.
A partir de esta distinción, que hace de lo político la variable independiente, deben
tenerse en cuenta las relaciones que, en u n caso o en otro, unen al Estado con la
clase dominante: en algunos casos se registra una fusión, y en otros una diferen-
ciación. Pero allende esta primera variable política, Estado o no Estado, a partir
de la cual se plantea el problema de la fusión con la clase dirigente, habremos de
tomar igualmente en cuenta otra variable política, independiente de la primera
toda vez que su origen es totalmente distinto: la del mercado político merced
al cual se realiza, a ritmos diferentes, la democracia. Para dar razón a la aparición
de las ideologías (y n o vamos a tratar aquí m á s que de las ideologías que
estructuran la acción colectiva de la clase obrera), es pues indispensable utilizar
estas dos variables políticas a fin de analizar los resultados de sus múltiples
combinaciones.
Entre los Estados m u y institucionalizados, el Estado alemán n o pudo
diferenciarse de la aristocracia; en este caso, el resultado ha sido una fusión Estado-
clase dominante, responsable, c o m o ha observado Barrington M o o r e , de la revo-
lución "desde arriba"13, favorable al cambio y a una rápida industrialización
llevada a cabo con la participación activa del Estado14. Se comprende entonces,
en un contexto semejante, el rápido desarrollo de una socialdemocracia marxista
que expresa el antagonismo directo que enfrenta a la clase obrera con la clase
dominante en estrecha osmosis con el Estado. L a expansión del marxismo corres-
ponde a la formación de una sólida clase obrera surgida de la industrialización
rápida y dominada por una alianza de la aristocracia y de la burguesía; su versión
lassaliana patentiza, por el contrario, el peso que el Estado ejerce en la organi-
zación de las clases dominantes15. L a socialdemocracia alemana se organizó a
imagen misma del Estado que aspiraba, a conquistar: estaba tan centralizada, tan
disciplinada c o m o él, y se comprende que R . Hilferding pudiese hablar de
"bismarckismo". M a s por desarrollado e institucionalizado que esté, el Estado
aparece siempre c o m o instrumento de una clase dominante. L a dominación social
aparece pues claramente a través de la dominación política. Se comprende
entonces que el sindicato esté subordinado al partido. L o que distancia a Kautsky
de Bernstein y constituye finalmente la apuesta esencial del gran debate teórico
738 Piérré Birnbaum

C U A D R O 1. Relaciones entre el Estado y la clase dominante en Europa occidental

Francia Alemania Reino Unido

E+ E+ E— l
F— F+ F+
1+ I— I—
M+ M— M+
Clave: E + o E— Estado diferenciado o no diferenciado (centro).
F+ o F— Fusión Estado-clase dirigente o ausencia de fusión.
1+ o I— Industrialización desde arriba o industrialización desde abajo.
M+ o M— Mercado político abierto o mercado político cerrado.
1. En el caso británico, como se verá, dado que no existe Estado verdaderamente diferenciado, el
problema de su eventual fusión con la clase dirigente no se plantea. El espacio político está ocupado
por un Establishment. F + significa, pues, en este caso, una fusión social sin diferenciación real de
los roles políticos.

que anima a la socialdemocracia alemana en esa época, es la cuestión del Estado.


El revisionismo pretende poner en práctica una estrategia indirecta de toma del
poder mediante la economía (lo que corresponde, en nuestro modelo, a una acción
adeudada frente a un Estado débil) y transformar el partido en un partido d e m ó -
crata (versión trade-unionista); para Kautsky y la mayoría, al contrario, el partido
de la clase obrera debe hacer del "Estado su Estado"10.
Esta situación explica al mismo tiempo el fuerte desarrollo del marxismo
y la débil difusión del anarquismo17. El movimiento obrero, pues, no combate

Estados

F+ F+
-M+
M— -M+

1+ 1+

Reino Unido

Alemania Francia
Ni marxismo
ni anarquismo

Marxismo > Anarquismo Anarcosindicalismo > Marxismo Trade-unionismo

F I G . 1. Ideologías y marcos sociopolíticos en Europa afinalesdel siglo xrx.


Estados, ideologías y acción colectiva 739
en Europa occidental

tanto al Estado c o m o tal Estado, que es lo que propugnan los anarquistas, c o m o al


Estado de la clase dominante.
E n Francia por el contrario, la institucionalización del Estado corre parejas
con una fuerte diferenciación respecto a la clase dominante. El Estado absoluto o
el Estado burocratizado se presenta c o m o u n aparato de dominación de la
sociedad civil y n o c o m o el instrumento de la clase dominante. L a dominación se
experimentó, pues, antes que n a d a en su dimensión política, lo cual explica tal vez
la aparición primero de las teorías anarquistas y luego la gran difusión del
anarco-sindicalismo.
E n la segunda mital del siglo xix el anarquismo se extiende por Francia,
paralelamente al considerable fortalecimiento del Estado 18 . L a inmensa influencia
que ejerció P r o u d h o n sobre el movimiento obrero hasta los albores del siglo x x
atestigua el peso del anarquismo. Según P r o u d h o n , el Estado dista m u c h o de ser
únicamente u n m e r o instrumento de la clase dominante: antes bien se presenta
c o m o u n a m á q u i n a diferenciada a la que es preciso combatir c o m o tal. Analizando
el golpe de Estado de Napoléon III, insiste en la especificidad del Estado que es
su consecuencia19. Frente al Estado francés, cuya singularidad por otra parte n o
advierte, P r o u d h o n lleva a cabo análisis idénticos a los que proponen, desde
horizontes ideológicos opuestos, tanto Tocqueville c o m o M a r x . Según P r o u d h o n ,
" c o m o la centralización es expansiva, invasora por naturaleza, las atribuciones
del Estado crecen continuamente a expensas de la iniciativa corporativa, vecinal
y social"20. Analizando a su vez el segundo imperio, M a r x redescubre los análisis
de P r o u d h o n , los cuales i m p u g n a n o obstante de m a n e r a sistemática: según él "el
Estado abarca, controla, reglamenta, vigila y protege tutelarmenté a la sociedad
civil", se presenta c o m o u n "aterrador cuerpo parásito que recubre c o m o de u n a
m e m b r a n a el cuerpo de la sociedad francesa tapándole todos los poros" 2 1 . Frente
al Estado francés, M a r x abandona su análisis tradicional en términos de clase
social para reconocer, c o m o P r o u d h o n , la especificidad de la dominación política
que se ejerce en este contexto. A d m i t e también el punto de vista de Tocqueville,
quien pone de relieve c ó m o "bajo el antiguo régimen, al igual q u e en nuestros
días, n o había en Francia ciudad, burgo, aldea ni caserío por pequeño que fuese,
ni había en ella hospital, fábrica, convento ni colegio q u e gozara de voluntad
independiente respecto a sus propios bienes. Entonces, lo m i s m o q u e h o y , la
administración tenía a todos los franceses bajo tutela"22. Q u e el pensamiento
liberal, la teoría marxista y el análisis anarquista estén de acuerdo, pese a su
contradicción, en reconocer la particularidad del Estado francés revela la profunda
influencia que ejercen sobre las ideologías los marcos sociopolíticos.
Si, c o m o acertadamente observa Pierre Ansart 23 , puede destacarse la exis-
tencia de u n a homología estructural entre las prácticas obreras mutualistas de la
época de P r o u d h o n , que tuvieron gran expansión en Francia, y su creación teórica,
que se desarrolla también a imagen de las mutualidades obreras, caracterizada por u n
rechazo del Estado y u n a preferencia a favor de la acción económica independiente,
740 Pierre Birnbaum

deberá reconocerse asimismo, en consecuencia, que su obra está determinada


quizás y sobre todo por el tipo de Estado al que se opone. La industrialización
m á s lenta y el mantenimiento de una estructura económica en la que los pequeños
productores y los artesanos desempeñan tan sólo u n papel de variable operativa,
favorece sin duda la acogida dispensada a las teorías anarquistas pero se halla no
obstante sobredeterminada por la especificidad del Estado. Destaquemos además,
con Yves Lequin, que el anarquismo consigue igualmente penetrar, en esa época,
el sector de la industria pesada24.
E n estas condiciones, no tiene nada de sorprendente que el anarquismo,
durante m u c h o tiempo y contrariamente a lo que sucedía en Alemania, se impusiera
y prevaleciera sobre el marxismo. C o m o ha observado Edouard Droz, "por sí mismo
y por mediación de sus discípulos, Proudhon creó en su mayor parte la Confede-
ración General del Trabajo"25. E n el mismo sentido, tanto Jacques Julliard c o m o
Annie Kriegel subrayan la fuerte influencia que ejerció Proudhon sobre el sindi-
calismo revolucionario por conducto de Pelloutier26. La organización de las bolsas
del trabajo o la adhesión a la idea de la huelga general27 son testimonios del intento
de autoorganización de la clase obrera. Según Pelloutier, a los trabajadores les
"interesa unirse y deben considerar el sindicato, la sociedad cooperativa, no c o m o
una oficina de colocación y una caja de ahorros impuesta, sino c o m o escuelas de
revolución, de producción y de self-governement"™. Es algo sorprendente volver a
encontrar en lo escrito por Pelloutier la idea británica del self-government; tanto
en un caso c o m o en el otro, esta idea expresa el rechazo del Estado. Pero mientras
que en Inglaterra el carácter limitado del Estado era sumamente desfavorable al
desarrollo del anarquismo o del anarco-sindicalismo, en Francia en cambio la
fuerza del Estado explica su florecimiento.
Contra la formación de un partido socialista que se impusiera c o m o tarea la
conquista del Estado, contra el marxismo y su expresión guedista, Pelloutier, al
promover las bolsas del trabajo, se adhiere a la concepción que habla de "mutua-
lismo, de cooperación, de crédito, de asociación y sostiene que el proletariado posee
en sí mismo el instrumento de su emancipación"29.
Bajo todas estas formas, individualista y terrorista, mutualista, colectivista o
sindicalista30, el anarquismo tuvo en Francia un formidable desarrollo que corres-
ponde a la potencia de que allí goza el Estado. E n este sentido, la oposición entre el
anarquismo francés y el marxismo desarrollado en Alemania no corresponde tanto,
según estimaban lo mismo Bakunin que Kropotkin, a una diferencia entre el
"espíritu latino" y el "espíritu alemán", cuando al tipo de Estado que se construyó
en cada uno de estos dos países y a su mayor o menor diferenciación con respecto
a la clase dominante. Así se comprende que en esta época, la actitud de los huel-
guistas traduzca, según Michelle Perrot, "una creencia en la prioridad y en la omni-
potencia de los factores políticos"31.
Verdad es que en el Congreso de Marsella de 1879 el guedismo se impuso al
movimiento corporativista y mutualista32. Ello no impide que el anarcosindicalismo
Estados, ideologías y acción colectiva 741
en Europa occidental

conserve a ú n durante m u c h o tiempo su control del movimiento obrero y q u e la


carta de A m i e n s de 1905 revele todavía su influencia33. A d e m á s , "el guesdismo, que
invoca a M a r x , conserva de hecho en sus orígenes u n a marcada huella anarquista o
blanquista"31. Sea cual fuere su diferencia de perspectiva,.estas tres corrientes se
proponen en realidad definirse con relación al Estado, bien combatiéndole o bien
auto-organizándose al m a r g e n y en contra de él. El guesdismo, versión francesa del
marxismo, concentra su acción contra el Estado: " D i g a m o s u n a y otra vez a los
proletarios, declara Guesde, que fuera de la conquista del Estado por el partido de
la clase obrera, n o hay transformación posible de la sociedad ni emancipación del
trabajo"35. El movimiento socialista francés rechaza poco a poco las organizaciones
de cooperativa, la mutualidad y las corriente anarquistas, y en Londres, en 1906,
se hace definitiva la exclusión del anarquismo con el apoyo temporal de Jaurès,
que a pesar de todo n o puede ser considerado u n estadista36. Sin e m b a r g o , la
S . F . I . O . (Sección Francesa de la Internacional Obrera), que nace en 1905 y descarta
por principio el sindicalismo revolucionario, conserva durante m u c h o tiempo los
vestigios de la influencia proudhoniana 37 y está muchísimo m e n o s estructurada
que la socialdemocracia alemana.
El nacimiento del partido comunista en Tours, e n 1920, v a a acelerar la
estatificación del movimiento obrero francés. C o m o observa m u y atinadamente
Annie Kriegel, "cada partido se constituye c o m o el negativo del Estado que, e n su
ámbito territorial, tiene vocación de destruir — a ejemplo del partido social-
demócrata alemán, cuya concepción c o m o negativo del Estado prusiano llamó tan
fuertemente la atención de Lenin, (...) el partido comunista francés descubrió lo
que constituye la coherencia y la unidad del sistema político francés: el concepto
de absolutismo" 38 . N o podría exponerse m á s claramente el peso de la variable
estatal en la organización del sistema social, de los partidos políticos y d e las
ideologías de que son portadores los distintos movimientos sociales y políticos.
A semejanza del anarquismo, que encuentra en Francia u n terreno particularmente
favorable, también el marxismo, cuando se desarrolla m á s adelante, en u n período
en el que la industrialización se halla m á s avanzada, se adhiere a su vez al determi-
nismo estatal. Sucesor del anarquismo, respuesta al formidable Estado francés, el
partido comunista, que pretende conquistar el Estado y n o destruirle, se constituye
a su imagen: "el partido comunista funciona en el Estado porque está modelado
con arreglo al patrón del Estado" 39 .

El modelo inglés

Si examinamos ahora el modelo inglés de centralización política, realizado sin


u n a verdadera diferenciación d e las estructuras estatales, c o m p r o b a r e m o s q u e
la instauración de mecanismos de representación h a permitido u n relativo
autogobierno de la sociedad civil en su conjunto, sean cuales fueren sus dificultades
742 Pierre Birnbaum

reales de funcionamiento con respecto m u y especialmente a la clase obrera. Aunque


Inglaterra esté dirigida por una clase dominante, u n Establishment que integra a los
advenedizos de las clases medias, la clase obrera n o se ha adherido al marxismo
c o m o hizo Alemania, que también conoció una fusión clase dirigente-Estado y
una industrialización bastante rápida. L a clase obrera británica no declaró lá
guerra a la clase dominante, sino que negoció, violentamente a veces, con el esta-
mento patronal para mejorar sus condiciones de vida y su posición social dentro de
la sociedad en su conjunto. Rechazó así constantemente todo recurso al Estado y
todo crecimiento de éste, prefiriendo reforzarse ella misma para afirmar mejor sus
derechos. Y si n o adhirió al marxismo, tampoco aceptó la clase obrera británica
el modelo anarquista o anarcosindicalista que tanto éxito tuvo en Francia estruc-
turada y dominada por el Estado. A pesar de las obras de Godwin y de William
Morris, el anarquismo n o se aclimató nunca en Inglaterra, pues en este país el
Estado siempre ha sido débil: no es el elemento decisivo que hay que combatir o
que utilizar.
C o m o observa G . D . H . Cole, el anarquismo no consigue implantarse dura-
deramente m á s que en los países donde reina u n Estado fuertemente dominante,
c o m o son Francia, Italia, España: n o tiene, pues, ninguna razón de ser en
Inglaterra40. Aparte del anarquismo literario, los grupos anarquistas que aparecen
en Gran Bretaña están casi siempre animados por extranjeros, sea por Kropotkin,
a finales del siglo xix, o bien, a la vuelta del siglo, por obreros judíos procedentes de
Rusia, Alemania o Polonia, otros tantos países donde la dominación se ejerce a
m e n u d o brutalmente por mediación de instituciones estatales o apelando a la fuerza
imperial todopoderosa. Pero el anarquismo sigue pareciendo desdeñable: "si la
tiranía estatal se siente poco, al faltar la experiencia de la centralización y de la
burocracia, es bastante m á s difícil que la rebelión nazca espontáneamente y que
fórmulas c o m o 'ni Dios ni a m o ' encuentren eco" 41 .
Finalmente c o m o George Woodcock certifica, el anarquismo está casi ausente
en Holanda, en Inglaterra o en los Estados Unidos, países todos ellos con Estados
débilmente diferenciados, pudiendo explicarse el primer tipo de Estado por el
modelo de la democracia consociacional (donde el respeto de la estratificación
social corre parejas con u n arreglo entre las élites que evita la construcción del
Estado) y apareciendo los demás Estados c o m o sistemas sociales donde la sociedad
civil consigue autoregularse en mayor o menor grado, evitando asimismo la dife-
renciación de las estructuras estatales42. L a única forma de anarquismo que
consigue manifestarse en estas sociedades reviste una forma pacífica bajo la
influencia de Tolstoi y es interno a la sociedad civil43.
El anarquismo se queda entonces en u n anarquismo de sociedad civil que
no va dirigido contra el Estado, y sus teóricos son más generalmente poetas o
escritores que organizadores de movimientos44.
Según David Apter, el nuevo anarquismo que está abriéndose paso en los
países anglosajones es una reacción contra el sistema de roles de la sociedad civil
Estados, ideologías y acción colectiva 743
en Europa occidental

y no la expresión de una lucha contra un Estado. L a contracultura de la juventud


denuncia y pone en solfa la identidad social de los actores; la violencia se ejerce
contra uno m i s m o y no contra el poder político45.
E n los Estados Unidos, lo m i s m o que en el Reino Unido o incluso en los
Países Bajos, el tipo de anarquismo que se manifiesta en nuestros días se presenta,
pues, c o m o una prueba de la ausencia de Estado verdaderamente instituciona-
lizado; de forma negativa, también allí aparece la política c o m o variable indepen-
diente que determina la clase de ideología que se abre paso48.
Así pues, a diferencia de Alemania o de Francia, Inglaterra n o se abrió
nunca verdaderamente ni al marxismo ni al anarquismo. C o m o advierte Henry
Pelling, el sindicalismo inglés era, ya en el siglo xix, muchísimo m á s fuerte que el
de los demás países europeos; sólidamente autoorganizado, consciente de su fuerza,
"el movimiento británico ni era m u y marxista ni estaba claramente orientado hacia
una política de partidos"47. Los dirigentes del movimiento obrero inglés, que
prefieren la acción económica a la lucha política, se niegan incluso a participar en
la Segunda Internacional que se reúne en Londres en 1896. E n el decenio de 1880
varios movimientos marxistas, c o m o la Federación Social Demócrata, que querían
subordinar la acción sindical a la acción política y se proponían conferir u n papel
esencial al Estado, intentan organizarse en torno a H y n d . M u y hostiles al trade-
unionismo, estos movimientos fueron siempre ajenos a la cultura popular de los
obreros británicos, que las m á s de las veces prefirieron acudir a la sola lucha
económica48.
Pero frente a las dificultades económicas y las reacciones patronales, es
sabido que los propios sindicatos entraron poco a poco en la palestra política para
defender sus derechos. Recordemos que este proceso conduce a la.creación,
en 1900, de u n comité para la representación del trabajo que domina en medida
considerable los sindicatos, hallándose en minoría los representantes de la corriente
socialista. Este comité, que en 1906 se convierte en el partido laborista inglés, va a
imponerse la tarea de expresar en el tablado político las peticiones obreras en favor
de una mejora de los salarios y de las condiciones de trabajo. Pero si este socialismo
parlamentario provocó reacciones de repulsa y el nacimiento de u n socialismo
revolucionario de inspiración a veces marxista y de u n sindicalismo de acción
directa próximo al anarcosindicalismo francés, lo cierto es que se impuso defini-
tivamente c o m o m o d o de representación de la clase obrera británica.
Contrariamente a la situación que prevaleció en Alemania, donde el movi-
miento obrero se enfrentaba con u n Estado no diferenciado de una clase d o m i -
nante, en general la clase obrera inglesa ignoró el marxismo, salvedad hecha de
algún periodo excepcional; se negó a subordinar el sindicato al partido; integró u n
sistema político que puede entenderse c o m o de representantes que la propia clase
obrera controla; desdeño el anarcosindicalismo a la francesa y su lucha contra
el Estado y no reconoció la separación y la rivalidad sindicato-partido49. C o n las
cotizaciones obligatorias que los obreros sindicados abonan al partido laborista,
744 Pierre Birnbaum

la práctica de la sindicación casi inevitable y el peso predominante de los sindicatos


en el partido, la clase obrera subordina a sus propios intereses el aparato político
y le comunica su ethos pragmático y reformista, expresión de su plena partici-
pación en la sociedad civil. Por esto, el partido laborista n o traiciona a la clase
obrera (Miliband): la expresa60. Marxismo, antiestatismo, pragmatismo económico
alérgico a la ideología, tales son las tres respuestas ideológicas en estrecha relación
con el tipo de Estado que se impone mayoritariamente en cada uno de los sistemas
analizados. A ñ a d a m o s que si en Francia "el sindicalismo revolucionario es el
trade-unionismo + la acción directa"01, bien podría afirmarse a la inversa que en el
Reino Unido el trade-unionismo es el sindicalismo de inspiración revolucionaría en
la medida que aspira a hacer valorar la sociedad civil, menos la acción directa.
Hasta la primera guerra mundial, el sindicalismo francés n o deja de ofrecer
analogías con el trade-unionismo; pero mientras los sindicatos ingleses van a obtener
después el control del partido laborista, en Francia en cambio van a borrarse, y por
m u c h o tiempo, ante los partidos. L a lógica del Estado o del centro gravita pues,
pesadamente, sobre la relación sindicato-partido y sobre las ideologías mediante
las que se expresa.
Podemos señalar rápidamente que esta lógica puramente política determina
también los m o d o s de resolución de los conflictos laborales. Los sindicatos anglo-
sajones prefieren siempre entenderse directamente con el empresario dentro de u n
marco contractual, pues, "al contrario que el jacobino francés, el liberalismo anglo-
sajón conduce a restringir el poder de intervención del Estado, aun al precio de u n
monopolio sindical"62. E n Francia, en cambio, n o existen los convenios colectivos
y ello trae a m e n u d o c o m o consecuencia apelar al Estado y los tribunales de
justicia. Esta tradición jacobina se manifiesta en la concepción misma del derecho
sindical que la ley Waldeck Rousseau instituye c o m o libertad pública, con igual
título que la libertad de opinión: el Estado va a desempeñar, pues, el papel de
árbitro, resolviéndose casi siempre el litigio en la vía jurídica.
E n cambio en Inglaterra, la situación es prácticamente la inversa: a partir
del decenio de 1870, la ley se desarrolla de forma negativa, interviniendo poquísimo
en las relaciones colectivas afinde que el Estado no se vea inducido a pronunciarse
sobre los conflictos: las desavenencias se tratarán, pues, sobre todo en equidad.
D e ahí el voluntarismo que caracteriza las relaciones industriales en Inglaterra,
donde la libre negociación colectiva ha sido el resultado, desde hace ya tiempo, de
la ausencia de la ley63. Sabemos empero que este voluntarismo, consecuencia de
la debilidad del Estado y la autorregulación de la sociedad civil británica, se ha sido
progresivamente atenuando a partir del decenio de 1960 por efecto de la ley sobre
relaciones industriales (1971), la política de rentas y el contrato social, en tanto
que en Francia, durante ese mismo periodo, el Estado ha intentado estimular la
negociación colectiva51, mutación que atestigua tal vez la disminución del rol del
Estado en la Francia contemporánea, inclinada al liberalismo. Ello no impide que
las diferencias entre los dos modelos sigan siendo impresionantes y que continúen
Estados, ideologias y acción colectiva 745
en Europa occidental

dependiendo del tipo de Estado y de su rol. Esto puede también apreciarse consta-
tando la casi total ausencia de huelgas políticas en el Reino Unido hasta los años
de 1960, mientras que en países c o m o Francia, "al n o disponer de una vía de
acceso al Estado, la clase obrera utiliza un medio alternativo de presión colectiva:
la huelga", que en este caso sirve de "canal extraparlamentario para la participación
política de la clase obrera"66. Por el contrario, frente a un voluntarismo en deca-
dencia, el movimiento obrero inglés ha conseguido integrarse en los engranajes
del Estado para limitar su acción.
Antes de que le impongan una reglamentación desde arriba, la jerarquía
sindical prefiere legislar por su cuenta. D e ahí la participación de los sindicatos en
el centro político, el auge del corporativismo y las reacciones muchas veces
violentas que suscita en la base58. D e la diferencia de impacto del marxismo y del
anarquismo en Francia y en Inglaterra a finales del siglo xix a los antagonismos
que aún subsisten hoy en lo que a relaciones industriales se refiere, y, por ejemplo,
a la aplicación m á s o menos eficaz del corporativismo, hay que constatar que la
variable estatal n o deja jiunca de ejercer su acción específica a través de los
tiempos67.
E n su libro ya clásico, The Modern World-System, Immanuel Wallerstein
analizaba la oposición de diferencias esenciales entre los Estados del centro y los
de la periferia que, según él, viene manifestándose desde el siglo xvi58. Por m u y
útil que esta distinción resulte, tenía el inconveniente de ocultar las especificidades
de los propios Estados del centro (Inglaterra, Francia, Holanda) que eran efecto y
consecuencia, no del desarrollo de la economía mercantil sino de su propia historia.
E n The Capitalist World-Economy, Wallerstein amplía el centro a la totalidad de los
países capitalistas. Y a discutible en sí misma, en la medida en que sigue sin tomar
realmente en cuenta las particularidades de cada uno de los Estados que integran
el m u n d o capitalista, esta gigantesca oposición es utilizada por el autor para
analizar las relaciones que mantienen la burguesía y la clase obrera en el centro o
en la periferia59. Ahora bien, igual que los Estados del centro conservan sus propias
características, lo m i s m o establece cada uno de ellos relaciones particulares con
las diferentes clases sociales y de igual manera se distinguen efectivamente estas
últimas de las clases de la periferia, pero mantienen entre sí relaciones de tipo
diverso en cada uno de los países del centro.
Wallerstein, además, n o puede menos que guardar silencio en lo que atañe
a las consecuencias de los diversos tipos de Estado sobre las ideologías, problema
del que apenas se ocupa. Y sin embargo, el análisis que aquí proponemos revela
hasta qué punto las ideologías dependen no del Estado del capitalismo en general,
ni siquiera de las clases sociales solamente, sino de los marcos sociopolíticos.
C o m o hemos procurado hacer ver, el Estado se presenta c o m o la auténtica
variable independiente, mientras la industrialización es simplemente una variable
que interviene en determinados países, todos de estructura capitalista. Y es sin
duda esta relación entre las variables lo que explica que dos países donde la
746 Pierre Birnbaum..

industrialización fue bastante rápida, Inglaterra y Alemania, alumbraran ideo-


logías profundamente diferentes, pues sus Estados son radicalmente distintos.
También es este factor el que da razón de las ideologías contradictorias que
florecen en Francia y en Alemania, países cuyas estructuras estatales no se dife-
rencian m u c h o . Pero mientras que en Alemania, donde el Estado se halla
vinculado a la clase dominante, se difunde el marxismo, en Francia, donde la
dominación se ejerce sobre todo en su dimensión política, es el anarco-
sindicalismo el que se desarrolla. Ello no obsta para que una vez la industria-
lización se haya extendido suficientemente en Francia, el anarco-sindicalismo se
esfume ante las diferencias entre las variantes del socialismo de inspiración
marxista.
Esta imposición del Estado nos parece esencial. Para concluir, podemos
incluso subrayar que influye hasta en la forma de constituirse una ideología.
Igual que Proudhon, Tocqueville y M a r x coincidieron en reconocer la particula-
ridad del Estado francés, así en nuestros días, y a pesar siempre de su orientación
teórica contradictoria, Robert Dahl, Wright Mills, David Easton o James
O ' C o n n o r conceden escasa importancia al Estado en sí cuando analizan la
sociedad norteamericana. Y lo mismo también, dentro de la corriente marxista
contemporánea, James O ' C o n n o r en los Estados Unidos, o Ralph Miliband en
Inglaterra, se inclinan sobre todo hacia las contradicciones del capitalismo o
incluso la homogeneidad de la clase dirigente, dejando de lado los problemas
estatales, mientras Nicos Poulantzas y Claus Offe, pese a sus divergencias, coin-
ciden en reconocer en Francia o en Alemania el carácter esencial del Estado en su
calidad de espacio público constituido. Es decir, que aun los modelos teóricos que
se imponen dentro de una misma corriente de pensamiento (por ejemplo, el
marxismo) n o deben ser interpretados tan sólo conforme a su lógica interna, ya
que las controversias que sucistan no se sitúan simplemente al nivel cognoscitivo,
sino que dependen acaso en mayor medida del tipo de Estado con arreglo al cual
se elaboren.
[Traducido del francés]

Notas
1
Vóase por ejemplo, J. Peter Nettl, "The state as a 3 K . M a r x , L'idéologie allemande. É d . Sociales,
conceptual variable", World Politics, julio París, 1965, p . 25.
de 1968. Samuel Finer, "State building, state 4 F . Engels, L'origine^ de la famille, de la propriété
boundaries and Border control", Social privée et de l'État. Paris, É d . Sociales, 1966,
Science Information, vol. 13, n.° 4-5; Charles p . 157.
Tilly (dir. publ.), The Formation of National ° Véase B . Badie y P. Birnbaum, op. cit., cap. 1.
G
States in Western Europe, Princeton, Prin- A . Gramsci, Œuvres choisies. Paris, É d . Sociales,
ceton University Press, 1975. 1959, p. 266-268.
2 7
Sobre una tipología que permite distinguir los P . Anderson, Sur Gramsci. F . Maspéro, Paris,
Estados de los centros, véase B . Badie y 1978. A d a m Przeworski critica la interpre-
P . Birnbaum, Sociologie de l'État, Grasset, tación de la obra de Gramsci dada por
1979. P . Anderson al señalar que, de acuerdo a
Estados, ideologías y acción colectiva 747
en Europa occidental

Notas (.continuación)

16
Gramsci, en occidente los Estados utilizan A . Bergonioux y B . Mànin, La social démocratie
la fuerza o el consenso según las relaciones ou le compromis, Paris, P U F , 1979. Véase
entre las clases sociales. Desdeña, al mismo también D . A . Chalmer, The Social Democrat
tiempo, c o m o Gramsci o P . Anderson, la Party of Germany, N e w Haven, 1964.
17
especificidad de los Estados de occidente y Georges Woodcock, Anarchism, Londres, Pelican,
sus consecuencias sobre la forma de gobierno: 1963. A . R . Carlson, Anarchism in Germany,
"Material Bases of Consent: Economics and Methuen, 1972.
Politics in a Hegemonic System", Political 18 Sobre las diferencias que enfrentan a los anar-
Power and Social Theory, n.° 1, p. 58-60,1980. quistas con Marx en lo que atañe a la actitud
8
P . Anderson, Sur Gramsci, op. cit., p . 43. que conviene adoptar ante el Estado y a sus
9
P. Anderson, L'État absolutiste, París, F . Maspéro, posibilidades de transformación, véase Paul
1978. T h o m a s , Karl Marx and the Anarchists,
10
Stein Rokkan por su parte, elabora su m a p a Londres, Routledge and Kegan Paul, 1980.
19
conceptual de Europa con arreglo a Ias dife- P . J. Proudhon, La révolution sociale démontrée
rentes modalidades de construcción nacional par le coup d'état du 2 décembre [1852], Paris,
y no según los diferentes tipos de Estado que Marcel Rivière.
en ella se formaron. E n consecuencia, explica, 20 P . J. Proudhon, Capacité politique des classes
por ejemplo, la formación del comunismo por ouvrières, Paris, Marcel Rivière.
21
la estratificación remota surgida de la reac- K . Marx, Le 18 brumaire de Louis Bonaparte,
ción frente a la Reforma: en los países pro- Pauvert, 1964.
22
testantes, la osmosis entre las élites políticas A . de Tocqueville, L'ancien régime et la révolution,
y religiosas que de ello resulta favorece el Paris, 1953.
23
consenso y hace imposible, posteriormente, Pierre Ansart, Naissance de l'anarchisme, Paris,
la eclosión del comunismo; en los países PUF.
católicos, la oposición entre estas élites favore- 24 Yves Lequin, Les ouvriers de la région lyonnaise
cería la discrepancia y, más tarde, la aparición (1848-1914), vol. 2 , p . 282. Lyon, Presses
del comunismo. La explicación es más cul ru- Universitaires de Lyon, 1977.
25
ralista que otra cosa y borra las diferencias Edouard Droz,' P: J. Proudhon, p . 34, Paris,
existentes en la construcción del Estado (por Librairie des Pays Libres, 1909.
ejemplo, entre Francia e Inglaterra, que figu- 2S Annie Kriegel, Le pain et les roses, Paris, Union
ran en la misma columna del m a p a conceptual Générale d'édition, 10/18, 1973, p . 95-96.
de Europa). Véase al respecto S. Lipset y Jacques Julliard compara también a Pellou-
S. Rokkan. "Cleavage Structure, Party Sys- tier con Proudhon, destacando su diferencia
tems and Voter Alignments: A n Introduction", de perspectivas en lo que al socialismo y la
Party System and Voter Alignments, Nueva idea de la guerra se refiere. Fernand Pelloutier
York, Free Press, 1967, y S. Rokkan, ."Cities, et les origines du syndicalisme d'action directe,
States andNations" en S. Eisenstadty S. R o k - p. 209-210, Paris, Le Seuil, 1971.
kan (dir. publ.), Building States and Nations, 27 Véase F . Ridley, "Revolutionary syndicalism ih
vol. 1, Sage, 1973. France: the general strike as theory and myth",
11
Véase por ejemplo, Seymour Lipset, L'Homme et la International Review of History and Political
Politique, Paris, Le Seuil, 1963, cap. 2 . Science, 1966, vol. 3, n.° 2.
12 28
Louis Althusser, "Idéologie et appareils idéolo- Citado en J. Julliard, op. cit., p . 341.
29
giques d'État", La Pensée, junio de 1970. Fernand.Pelloutier, Histoire des Bourses du Tra-
13
Barrington Moore, Les originaux de la dictature et vail, p . 99, Publications G r a m m a , 1971.
30
de la démocratie, Paris, Maspéro, 1969. Jean Maítron analiza la totalidad de estas corrien-
14
Alexander Gerschenkron, Economie Backwardness tes en Le mouvement anarchiste en France,
in Historical Perspective, Harvard University 2 vol., Paris, Maspéro, 1975.
31
Press, 1962. Michelle Perrot, Les ouvriers en grève. France 1871-
15
Véase G . Roth, The Social Democrats in Imperial 1890, vol. 2, p . 703, Paris, M o u t o n , 1974.
32
Germany, Ottawa, Bedminster Press, 1963. Michelle Perrot, " L e congrès de la scission'",
Según Lassalle, "es función del Estado consu- Paris, Le Monde, 9 de diciembre de 1979.
mar el total desarrollo de la libertad, el desa- 33 Véase Henri Dubief, Le syndicalisme révolution-
rrollo del género h u m a n o en la libertad". naire, Paris, A . Colin, 1969.
34
F . Lassalle, Discours et pamphlets, Paris, Michelle Perrot, • "Les socialistes français et
Giard et Brière, 1903. les problèmes du pouvoir (1871-1914)" en
748 Pierre Birnbaum

Notas {continuación)

Michelle Perrot y Annie Kriegel, Le socialisme tion politique", Sociologie du travail, abril-
français et le pouvoir, p . 19, Paris, E D I , 1966. junio de 1971.
35 50
Citado en H . Dubief, op. cit., p . 12. Véase tam- H . M . Drucker, Doctrine and Ethos in the Labour
bién Claude Willard, Les guesdistes, Paris, Party, Londres, Allen and Unwin, 1979,
É d . Sociales, 1965, 2 . a parte, cap. 11. cap. 1. Véase también L . Panitch, "Intro-
36
Madeleine Rébérioux indica c ó m o Jaurès se acerca ducción" a Social Democracy and Industrial
posteriormente al sindicalismo. Véase Jean Militancy, Londres, Cambridge University
Jaurès, La classe ouvrière, textos presentados Press, 1976. T . Nairn es uno de los raros
por M . Rébérioux, p . 14-15, Paris, Maspéro, autores que establecen una relación entre el
1976. Del mismo autor véase también "Les carácter del partido laborista y la debilidad
tendances hostiles à l'État dans la SFIO relativa del Estado inglés; "The nature of the
(1905-1914)", Le mouvement social, oct.-dic. Labour Party", New Left Review, n.° 27 y 28,
de 1968 y "Jean Jaurès et le marxisme", en 1964. E n " T h e decline of the british state",
Histoire du marxisme européen, vol. 1, p . 233, New Left Review, n.° 101, 1977, p . 23, este
10/18, Paris, 1977. autor prolonga su estudio sobre la relación
37
Madeleine Rébérioux, " L e socialisme français entre Estado "retrasado" y clase obrera,
de 1871 à 1914", en J. Droz (dir. publ.), insistiendo también en la separación de los
Histoire générale du socialisme, vol. 2 , p . 196, intelectuales y la clase obrera.
51
1974. Jacques Julliard, "Théorie syndicaliste révolu-
38
Annie Kriegel, Communismes où miroir français, tionnaire et pratique gréviste", en Le mouve-
p. 149, Paris, Gallimard, 1974. ment social, oct.-dic. de 1968, p . 60.
39 52
Christine Buci-GIucksmann, "Pour un eurocom- Gérard A d a m y Jean Daniel Reynaud, Conflicts
munisme de gauche", en Olivier Duhamel y du travail et changement social, p . 59-61,
Henri Weber (dir. publ.), Changer le PCI, Paris, P U F , 1978. Véase también el artículo
p . 133, Paris, P U F , 1972. comparativo de Colin Crouch, "The Changing
40
G . D . H . Cole, Socialist Thought. Marxism and Role of the State in Industrial Relations in
Anarchism, 1850-1890, vol. 2 , p . 336-337, Western Europe", en C . Crouch y A . Pizzorno
Londres, MacMillan, 1961. (dir. publ.), The Resurgence of Class Conflict
11
François Bédarida, "Sur l'anarchisme en Angle- in Western Europe since 1968, vol. 2 , cap. 8,
terre", en Mélanges d'Histoire sociale offerts 1978.
53
à Jean Maitron, p . 23, Paris, É d . Ouvrières, A . Flanders y M . A . Clegg, The system of industrial
1976. relations in Great Britain, Blackwell, 1954.
42 51
B . Badic y P . Birnbaum, op. cit., tercera parte. G . Lyon Caen, "Critique de la négociation collec-
43
G . Woocock, op. cit., p . 18. tive", Droit social, sept.-oct. de 1979. Quizás
44
April Carter, The Political Theory of Anarchism, pueda interpretarse en el mismo sentido el
p . 10-11, Londres, Routledge and Kegan redescubrimiento del papel de las magistra-
Paul, 1971. turas del trabajo; éstas evitan la apelación al
4C
David Apter, " T h e Old Anarchism and the Estado y son prueba de su retirada de las
N e w - S o m e C o m m e n t s " , en D . Apter y relaciones entre patrones y asalariados. Véase
J. Joli (dir. publ.), Anarchism Today, p. 8-10, la tesis de Pierre C a n , Sociologie des conseils
MacMillan, Londres, 1971. de prud'homme, París, E P H E , 1979.
46 55
Véase David Stafford, "Anarchists in Britain Walter Korpi y Michael Shalev, "Strikes, indus-
Today" y Rudolf de Jong, "Provos and trial relations and class conflict in capitalist
Kabouters", en D . Apter y J. Joli, op. cit. societies", British Journal of Sociology, junio
47
Henry Pelling, Histoire du Syndicalisme Britan- de 1979, p . 181.
66
nique, p . 130, Paris, L e Seuil, 1967. Colin Crouch, Class Conflict and the Industrial
48
Véase F . Bédarida, " L e socialisme en Grande- Relations Crisis, Londres, Heinemann, 1977.
57
Bretagne de 1875 à 1914", en J. Droz, op. M u y rápidamente, por falta de espacio, señalemos
cit., vol. 2, p . 356 y ss. para concluir que el Estado, en Italia, n o
49
Sobre las relaciones partido sindicato en diferentes consiguió institucionalizarse y diferenciarse
circunstancias, véase Jacques JuUiard, "Les de forma completa según el modelo francés.
syndicats et la politique", en P . Birnbaum y Todavía hoy, sigue siendo penetrado por la
J. M . Vincent, Critiques des pratiques poli- sociedad civil. Así pues, en lugar de la relación
tiques, Paris, Galilée, 1978. Véase también Estado-sociedad civil, lo que existe es una
Alessandra Pizzorno, "Les syndicats et l'ac- estructura de poder compuesta por élites
Estados, ideologias y acción colectiva 749
en Europa occidental

Notas {continuación)

múltiples y no una clase dominante como en todo el anarquismo individual o de pequeños


Inglaterra. Junto con una industrialización grupos el que se manifestó. Véase, por
tardía, que no se realizó ni por impulso ejemplo, Richard Hostetter, The Italian
auténtico del Estado ni por el de una clase Socialist Movement, cap. 13, Princeton, 1958;
dominante, esta situación favoreció durante G . Woodcock, op. cit., cap. 11; Sydney
mucho tiempo la resistencia de las estructuras Tarrow, Peasant Communism in Southern
colectivas poco propicias al desarrollo de los Italy, cap. 3 y 4, N e w Haven, Yale University
movimientos sociales y políticos, sean de Press, 1967.
inspiración marxista o anarcosindicalista. A u n Immanuel Wallerstein, The Modern World-System,
cuando éstos se abrieron paso de manera Nueva York, Academic Press, 1974.
cada vez más organizada afinesdel siglo xix, Immanuel Wallerstcin, The Capitalist World-Econ-
hay que señalar que en el marco de estas rela- omy, Cambridge University Press y Presses
ciones colectivas y de clientelismo, fue sobre de la M S H , 1979.
Interacciones estratégicas y formación
de los Estados modernos
en Francia e Inglaterra

Aristide R . Zolberg

Introducción

Y a se articule a partir de una orientación más bien weberiana o más bien marxista,
ya esté fundado en una amalgama m á s o menos afortunada de diversas tradiciones
macrosociológicas, todo proyecto de análisis teórico de los orígenes del Estado
c o m o forma privilegiada de la organización política de la Europa moderna, de
la dinámica de su desarrollo ulterior, de su diversificación y de su difusión, viene
a hallarse tarde o temprano frente a u n dilema epistemológico surgido de la
naturaleza misma de su objeto. E n efecto, el m o d o de proceder c o m ú n de tales
empresas es el comparatismo, método que.se aplica a universos cuyas unidades
se excluyen mutuamente y que son independientes entre sí. El análisis comparativo
del Estado se funda de esta suerte en la visión de u n m u n d o constituido por
sociedades, entidades humanas que en principio se bastan ampliamente a sí
mismas y están por lo tanto articuladas por una dinámica principalmente endó-
gena. Sin embargo, todo el que emprende este camino se ve pronto inducido a
reconocer que semejante construcción se aparta m u c h o de la realidad histórica,
llena de casos que concurren para demostrar, en todas las épocas, la permeabi-
lidad de las sociedades a los determinismos externos a las mismas, imputables
no sólo a las repercusiones de los procesos globales, engendrados a partir de
interacciones entre las múltiples sociedades que constituyen el universo en cuestión,
sino también a la volición particular de cualquiera de ellas1.
Si bien es cierto que este problema se presenta en casi todos los campos de
las ciencias sociales, en relación con la materia que nos ocupa plantea dificultades

Aristide Zolberg, nacido en Bélgica, es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago y


profesor asociado (Chaire Élie Halévy) del Institut d'Études Politiques en Paris (1979-1980). En
principio se dedicó a los estudios africanos y publicó One-Party Government in the Ivory Coast
(1964 y 1969). Después trabajó sobre el cambio político en occidente, los conflictos étnicos, las
migraciones internacionales y el Estado, contribuyendo de manera especial en los siguientes volú
menes: Crisis of Political Development in Europe and North America (R. Drew, dir. pub., 1979),
Ethnic Conflict in the Western World (M. Esman, dir.pub., 1978) y H u m a n Migration ( W. McNeill
y A . Adams, dir. pub., 1979).

Rev. int. de cieñe, soc., vol. X X X I I (1980), n." 4


Interacciones estratégicas y formación 751
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

teóricas especiales, pues el universo de las sociedades humanas consideradas bajo


su aspecto político se compone, en la región europea y en el m o m e n t o en que él
Estado comienza a apuntar en el horizonte, de u n número m u y limitado de
actores relativamente poderosos, cuyas interacciones engendran procesos colec-
tivos de amplísima envergadura y cuyas acciones individuales pueden determinar
hasta la existencia misma de otras unidades del conjunto. Tal es particularmente
el caso de lo que vamos a llamar aquí la acción político-estratégica, es decir el
conjunto de las presiones ejercidas, directa o indirectamente, por actores políticos
de u n conjunto dado con objeto de influir en la organización, en el comporta-
miento particular de otros actores del conjunto, o incluso en la estructura del
conjunto entero, y de la cual el recurso de la fuerza armada n o es sino la expresión
m á s evidente. Si consideramos que n o se trata sólo de las consecuencias, para u n
Estado determinado de las acciones emprendidas por otros actores respecto a él,
sino también de las consecuencias internas de sus propias empresas exteriores,
diríase que toda macrosociología comparada del Estado que desdeñe este factor
está condenada a excluir del esquema explicativo una serie de variables residuales
cuyo peso sobrepasa a veces incluso el de la variância explicada, mientras que
el hecho m i s m o de tomar este factor en consideración hará que el análisis se
desvíe de lo general hacia lo particular.
¿Será el renacimiento que se advierte en este c a m p o u n retorno de la
macrosociología histórica a la historia política, recusada por muchos historiadores
por limitarse a la descripción de los acontecimientos? Tal es lo que parece sugerir,
por ejemplo, H . G . Koenigsberger2, en u n análisis reciente sobre la variación de
los regímenes europeos a comienzos de la época moderna, tomando c o m o punto
de partida las teorías de Otto Hintze y de Norbert Elias.
E n definitiva, excepción hecha de las pretensiones ilusorias de u n cierto
formalismo teórico, Koenigsberger parece concebir la macrosociología histórica
y la historia historiadora c o m o actividades complementarias a partir de los dos
polos de u n continuum, m á s que c o m o empresas mutuamente excluyentes. Si
aceptamos el juego, la tarea que incumbe a la macrosociología política es preci-
samente la de rechazar lo m á s lejos posible el punto a partir del cual penetra
en la zona de la historia pura y simple. M á s especialmente, respecto a la materia
que nos ocupa, se trata de establecer si el aspecto político-estratégico interna-
cional caerá necesariamente m á s allá de la macrosociología, c o m o da por
supuesto Koenigsberger, o bien si es posible recuperarlo para nuestra disciplina.
Si es verdad que en este terreno lleva ventaja la historia, n o es ni m u c h o menos
porque la reflexión teórica haya fracasado, sino porque m u y raras veces se ha
emprendido. Esto podría obedecer al hecho de que la aparición del Estado c o m o
estructura política de dos caras, según observaba J. P . Nettl, una dirigida hacia
el interior y otra hacia el exterior, se ha traducido en una bifurcación intelectual
que lleva a la división contemporánea y que hallamos tanto en historia y en
sociología política c o m o en diversas subdisciplinas que dan preferencia a una
752 Aristide R . Zolberg

o a otra3. Así, si en el curso de las últimas décadas hemos, asistido por una parte
a una superabundancia de teorías acerca de las relaciones internacionales, y por
la otra a una proliferación de análisis comparativos que tienen por objeto el
régimen o el Estado, bien pocos esfuerzos se han dirigido, en cambio, hacia la
línea de interacción de esas dos caras, que vamos a llamar interfaz.
N o s hallamos, por u n lado, ante el globalismo de historiadores c o m o
Fernand Braudel, William McNeill o incluso Geoffrey Barraclough, cuyo mérito
es el de ser comprehensivo, pero por su eclecticismo se presta mal a la esquema-
tización que.toda empresa teórica requiere, y por el otro ante el globalismo teórico
de la sociología que tiende al reduccionismo, ya sea vagamente idealista c o m o en
el caso de Talcott Parsons, ya estrictamente materialista, c o m o el ilustre Immanuel
Wallerstein cuya empresa está condenada al fracaso precisamente porque consi-
dera la dimensión político-estratégica u n simple epifenómeno en la esfera inter-
nacional4. Y en cuanto a los esquemas que se construyen directamente a partir
del proceso de interacción político-estratégica, es decir, las teorías propuestas
por los especialistas en relaciones internacionales, adolecen a su vez de u n
defecto fatal, el de no preocuparse m á s que de dicho proceso, sin abordar los
intercambios entre éste y los demás procesos que contribuyen a estructurar el
conjunto, ni siquiera, la mayoría de las veces, la interfaz entre los Estados y el
sistema de Estados5.
Lejos de pretender aportar una solución a estas dificultades, queremos
simplemente destacar que un conjunto de tipo global no puede concebirse exclu-
sivamente c o m o una "economía-mundo" ni c o m o un "sistema político inter-
nacional", sino que podría pensarse c o m o el resultado de intercambios entre
tres estructuras analíticas distintas: lo económico y lo político-estratégico, a lo que
hay que añadir lo cultural, manifestándose cada uno de estos factores tanto a
nivel social c o m o inter-social.

Orígenes medievales del Estado


y del sistema de Estados

L a aparición del Estado en el Occidente medieval, considerado en su aspecto


morfológico c o m o u n tipo de organización que se distingue tanto del imperio
c o m o de la ciudad, es inseparable del surgimiento m á s o menos simultáneo de
varios conjuntos de este tipo en la región. Q u e esta unidad morfológica se mate-
rializara en la multiplicidad se atribuye no sólo a una iteración, es decir, al hecho
de que los factores culturales, sociales y económicos que contribuyeron al proceso
de transformación política que nos ocupa cristalizaran m á s o menos simultá-
neamente en diversos puntos de la región, sino también a una dinámica rela-
cional propia del ámbito político m i s m o . L a dinámica en cuestión se engendra a
partir del pluralismo de las estructuras de autoridad que constituía la partícula-
Interacciones estratégicas y formación 753
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

ridad de Europa alfinalde las invasiones, en comparación con otras civilizaciones


euroasiáticas, y que era en sí u n elemento de lo que Perry Anderson ha llamado
"destotalización de la soberanía"8. V a m o s a esforzarnos por demostrar, en primer
lugar, c ó m o las interacciones surgidas a partir de este pluralismo, considerado
aquí c o m o dato inicial básico, condujeron a su reducción progresiva, pero no a
su eliminación en provecho de u n solo centro de dominación política, y, en
segundo lugar, c ó m o la cristalización de estos centros múltiples produjo efectos
que contribuyeron a darles u n carácter morfológico c o m ú n . Es justamente la
división precoz de una parte de la región en u n conjunto de aparatos de domi-
nación a un nivel bastante elevado de agregación territorial lo que contribuyó à
hacer de cada uno de ellos u n Estado.
Son bien conocidos los principales elementos que contribuyeron al plura-
lismo de las estructuras de autoridad. Resultado de la superposición en el m i s m o
espacio y dé las interacciones, durante tanto tiempo ejercidas, de estructuras
heredadas del imperio romano, del cristianismo y del tribalismo germánico, en
u n contexto material y demográfico variado según las regiones, entre estos
elementos se contaban, en el plano estructural, la diferenciación de los ámbitos
respectivos de la autoridad espiritual y temporal, y en el plano territorial, el
fraccionamiento del poder feudal, que se oponía a su concentración teórica a
nivel de reinos, del que no obstante era vestigio; y, finalmente, había también en
Europa un archipiélago de islotes urbanos, concentrados en torno a los ejes de
intercambio comercial y cultural y con tendencia a la elaboración de u n poder
relativamente autónomo. L a transformación que nos ocupa debe pues entenderse
c o m o un doble proceso simultáneo: el desgajamiento de soberam'as territoriales
a partir de conjuntos de vocación universal, y la agregación de la dominación a
partir de un poder territorial m u y disperso.
L a diferenciación de la autoridad espiritual y temporal se materializó
bastante pronto merced al surgimiento de las estructuras del imperio y del papado,
que incluían no sólo instituciones jurídicas distintas, sino también mecanismos
que permitían al emperador y al Papa extraer de la sociedad global los recursos
necesarios para una acción autónoma. E n virtud de tales estructuras, las dos zonas
de autoridad se transformaban en dos polos de poder cuyas interacciones consti-
tuían un c a m p o de tensiones manifestadas en formas m u y diversas llegando
incluso hasta la lucha armada. Para Otto Hintze, fue precisamente en los inters-
ticios abiertos por tales conflictos donde lograron insertarse otros actores, entre
ellos los que constituían los núcleos de futuros estados7. Sobre este m i s m o tema,
J. Strayer insiste m á s específicamente en las' consecuencias imprevistas de la
victoria de la Iglesia sobre el imperio hacia las postrimerías del siglo xi, m o m e n t o
en que tuvieron lugar importantes cambios económicos y sociales. El concepto
gregoriano de la primacía espiritual de la Iglesia contribuyó, involuntariamente,
a una cristalización de la idea de la autoridad temporal. Europa conservaba su
unidad religiosa, pero en adelante la Iglesia tenía que tratar por separado con
754 Aristide R . Zolberg

cada reino o principado: así se echaron, según Strayer, los cimientos de u n


sistema multiestatal8.
El m i s m o proceso se explica también de forma m á s general por la lógica
de u n conflicto bipolar. D a d o el peligro que representaba u n imperio unificado y
fuerte, la Iglesia tenía interés en favorecer el desarrollo de u n poder temporal
múltiple, pues las rivalidades que nunca dejaría de suscitar una forma semejante
le permitirían obtener en todo m o m e n t o el apoyo necesario para meter en cintura
a cualquier príncipe indisciplinado. Esta rivalidad no determinó, sin embargo, una
vía de resolución única. Allí donde la confrontación era directa, es decir en
Italia, se organizaron coaliciones en torno a cada u n o de los antagonistas,
llevando así a la fragmentación del poder territorial. E n cambio, en el flanco
occidental del imperio, R o m a tema interés en contribuir al fortalecimiento del
poder de u n príncipe capaz de contrapesar al imperio mismo. Y en efecto,
constatamos que la Iglesia desempeñó u n importante papel en el pujante ascenso
de la monarquía francesa a lo largo de todo el siglo x m , concediéndole n o sólo
el beneficio de la legitimidad, sino también una ayuda material, indirecta al
menos, al permitirle recabar del clero una contribución que enfrentó a Francia
con el Papado de 1296 a 1311°.
Al prestar su apoyo a los monarcas, la Iglesia n o hacía más que reforzar
desde arriba una dinámica de acumulación del poder que se constituía desde
abajo, a partir del fraccionamiento feudal. Norbert Elias ha sugerido que el
proceso que condujo a las condiciones sociales y económicas que aparecieron en
Europa occidental hacia el siglo xi podría compararse al surgimiento de un número
limitado de actores poderosos en el modelo del mercado, en el cual el juego de la
libre competencia lleva a la concentración del poder económico en manos de unas
cuantas grandes unidades10.
Al tener c o m o objeto principal el territorio, la dinámica de la acumulación
se desarrolló a partir del comportamiento racional de los competidores presentes
en el punto de partida: no se proponían obtener el dominio de u n ámbito prede-
terminado, sino que simplemente aspiraban al de las tierras colindantes con las
que ya poseían, a fin de apuntalar su seguridad. Operábase así entre ellos una
selección bastante aleatoria, y en la nueva configuración que de esto resultaba,
interacciones del mismo tipo entre los supervivientes extendían la lucha por la
hegemonía a regiones cada vez m á s vastas. L a competencia misma se ejercía por
conducto de dos mecanismos complementarios: el despliegue de la fuerza armada
y la organización de la exacciónfiscal.D e esta manera llevaba a la diferenciación
del aparato de dominación mediante la institucionalización de organizaciones
nuevas. A ñ a d a m o s que se trataba, allende las ventajas de una acumulación
territorial pura y simple, de una transformación cualitativa que podría tal vez
compararse al concepto de "valor añadido" de los economistas. Estas unidades
alcanzaban así una masa crítica a partir de la cual acumulaban las ventajas con
relación a unidades residuales. C o m o indica Elias, la competición se desarrolló,
Interacciones estratégicas y formación 755
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

ulteriormente, en u n mercado que ya no era libre: para las unidades residuales,


no cabía ya otra opción que la de alienarse en torno a una u otra de las masas
críticas en presencia.
Este proceso pareció cristalizarse, hacia comienzos del siglo x m , en u n
conjunto de configuraciones m u y diversas al nivel de cada una de las grandes
regiones europeas, que Elias renuncia a explicar, contentándose con afirmar
que era probabilísima la formación de hegemom'as, sin que pudiera predecirse la
localización de su centro y el trazado de sus límites. Recordemos que fue en esta
época cuando, según Yves Renouard, se definieron, merced a una serie de batallas
decisivas libradas entre 1212 y 1216, "los duraderos perfiles de la Europa occi-
dental moderna" 1 1 . E n efecto, mientras que la frontera franco-inglesa se forjaba
en Bouvines, los cristianos se apoderaban de la península ibérica y las luchas de
los reyes de Francia y de Aragón en la región tolosana definían una frontera entre
Iberia y Francia. Luego, durante cerca de un siglo, ninguno de los grandes estados
emprendió guerras importantes. Era u n periodo de estabilización relativa al nivel
internacional y por lo tanto de coexistencia de una serie de campos político-
estratégicos relativamente aislados, durante el cual los reinos se consolidaron
mediante la absorción de las conquistas anteriores. E n Iberia se constituyeron así
conjuntos variados a partir de las tres columnas del avance cristiano; en Francia,
fortalecido con la recuperación del noroeste, el dominio real había llegado a
constituir una masa crítica que permitía a los reyes emprender una política de
anexión. Sin embargo, n o sólo Borgoña, Bretaña, Guyena y Flandes seguían
quedando fuera del poder central, sino que la extensión del territorio condujo
también a la constitución de lo que Strayer llama u n mosaico, es decir una
entidad que aún se aproximaba algo a u n imperio, m a s cuyos problemas de
gestión, al sobrepasar la capacidad del centro, desencadenaron una nueva ten-
dencia a la descentralización: fueron los periodos de los infantados. E n cambio,
su derrota en el continente, tanto c o m o la resistencia escocesa, redujo al rey de
Inglaterra a u n campo político territorialmente m u c h o m á s modesto, en cuyo
seno la derrota le obligó a inclinarse ante los barones. E n el curso del siglo
siguiente, esta doble limitación facilitó la formación de u n conjunto m u c h o m á s
integrado que el del vencedor francés. L a estatificación precoz de Inglaterra, que
facilitaba la movilización de los recursos necesarios para la acción exterior de
sus reyes, compensó las ventajas que Francia obtenía de su extensión y de
su riqueza.
Es probable que u n análisis m á s a fondo permitiría captar mejor la singu-
laridad de esta zona norte-atlántica, donde el proceso de monopolización de la
dominación se organiza en época bastante temprana alrededor de u n eje bipolar.
C o m o indica Elias, desde las postrimerías del siglo x m , en esta zona, "entre las
cinco grandes dinastías de guerreros que aún disponen de cierto poder compe-
titivo, hay dos que ostentan u n papel particular, los Capetos y sus sucesores,
reyes de Francia, y los Plantagenet, reyes de Inglaterra"12. Los dos siglos
756 Aristide R.Zolberg

siguientes estarán dominados por el duelo de las dos dinastías, cuya apuesta es
el monopolio de la dominación en los dominios del antiguo reino franco de
Occidente. L a evolución política interna de cada u n o de los antagonistas está
inextricablemente ligada al desarrollo de este duelo, cuyas primeras peripecias
se remontan a las décadas que siguieron a la conquista normanda misma. A la
larga, sus interacciones contribuyeron a la desintegración del sistema político
global y al fortalecimiento de la integración política en el interior de u n territorio
m á s limitado. L a primera fase de la transformación en Estados de los reinos
francés e inglés constituye también una contribución fundamental a la formación
de u n sistema de Estados europeos: así los dos procesos se determinan
mutuamente.
N o obstante, la interpretación que da J. Strayer de la génesis de las insti-
tuciones estatales en estos dos países parece oponerse, a primera vista, a la hipó-
tesis del importante papel desempeñado en dicha génesis por sus interacciones.
E n efecto, este autor insiste m u c h o en el hecho de que las primeras instituciones
administrativas centrales que aparecen en los dos países, hacia 1100, respondían
a preocupaciones de orden interior: los tribunales supremos de justicia y las
tesorerías, observa, gozaban ya de existencia permanente m u c h o tiempo antes
de que apareciesen departamentos de asuntos extranjeros y de defensa13. Así pues,
Strayer sugiere una hipótesis inversa a la nuestra: las instituciones estatales conti-
nuaron desarrollándose a lo largo de todo el siglo x m , en que hubo pocas guerras,
mientras que este desarrollo se frenó en el siglo siguiente, cuando la guerra llegó
a hacerse casi constante, pues los antagonistas hubieron de recurrir entonces
frecuentemente a la improvisación antes que a la innovación administrativa. M á s
generalmente considera que, en la zona franco-inglesa, el periodo 1300-1450
constituye u n hiato entre dos periodos fecundos de desarrollo político.
Las objeciones de Strayer pierden m u c h o de su sustancia si consideramos
que la aparición de administraciones especializadas ocupa u n lugar privilegiado
en su concepción del Estado, a expensas de una concepción m á s amplia —pero,
también es verdad, m á s abstracta— de u n conjunto de procesos que constituyen
u n sistema de dominación monopolista en el interior de u n territorio dado. Es
harto evidente, por ejemplo, que las tesorerías eran instituciones polivalentes que
movilizaron desde el principio los recursos necesarios para la acción real tanto
en el exterior c o m o en el interior; y Strayer indica que en Inglaterra, hacia finales
del siglo xii, los apremios ocasionados por diversos conflictos exteriores eran tales
que la ayuda de los vasallos n o podía subvenir a las necesidades del rey, y que
hubo de ser transformada en u n impuesto general. Por otra parte, parece consi-
derar que el duelo franco-inglés constituía u n a etapa indispensable para la
formación del estado en u n sentido m á s amplio, que se acerca al que nosotros
preconizamos. Según él, fueron los triunfos obtenidos por los príncipes del
siglo x m los que hicieron las guerras del xiv "necesarias y posibles", pues merced
a tales conflictos se pasó a la fase de Estados soberanos. Pero, hacia 1300, n o
Interacciones estratégicas y formación 757
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

estaba tan claro qué país era independiente y cuál n o lo era: ¿el País de Gales,
Bretaña, Flandes? N o podían trazarse fronteras definitivas en una Europa que
no había conocido m á s que esferas de influencia enmarañadas y fronteras fluc-
tuantes. Las guerras, sobre todo para la conquista de las regiones periféricas por
los centros estatales, contribuyeron así a definir las zonas controladas por los
dos Estados europeos m á s avanzados. Coincide, pues, aquí con la interpretación
que antes dábamos, inspirándonos en Elias. Finalmente, lo que observa Strayer
al nivel institucional entre 1300 y 1450 n o es contrario en m o d o alguno a nuestra
hipótesis. C o m o hemos señalado, él pone el acento en la improvisación admi-
nistrativa. L a constitución de tesorerías de guerra, por ejemplo, n o dio origen a
administraciones permanentes porque, según él, la dirección de las operaciones
militares y de la diplomacia eran de la incumbencia del rey y de su consejo, que
consideraban tales asuntos demasiado importantes c o m o para confiarlos a admi-
nistradores profesionales. Esto n o impide que tales improvisaciones jalonaran
el constante incremento de la movilización de los recursos en beneficio del
centro político y que, por otra parte, el estatuto de "asunto reservado" atri-
buido a la acción exterior sugiera que, para el rey, el sistema entero n o era
sino instrumento de esta acción.
Cuando examinamos con mayor atención las modalidades de la movi-
lización de los recursos por una parte y por otra es cuando mejor advertimos los
procesos internos engendrados por el duelo franco-inglés y que podrían analizarse
conforme a la conceptualización propuesta por S. Finer respecto al papel de la
organización militar en la construcción estatal. Se trata del intrincamiento de
ciclos, es decir, de una serie de intercambios estimulados por las necesidades de
la movilización entre las diversas estructuras sociales y conducentes a una trans-
formación del conjunto14. Según demuestra M . Howard 1 6 , c o m o la obligación
del vasallaje resultara m u y pronto insuficiente, se había generalizado la obligación
m á s amplia a partir del modelo italiano (Estatuto de Westminster, 1285; leva
general bajo el reinado de Felipe el Hermoso). E n los albores del siglo xiv, se
había hecho evidente que era peligroso armar a la masa general de los súbditos,
cuya actuación militar era de todos m o d o s poco satisfactoria, mientras que por
otra parte los progresos del monopolio real provocaban el subempleo de la clase
militar tradicional. El mercado del empleo militar favorecía, pues, al poder central,
a condición sin embargo de que éste contara con medios para pagar a los
guerreros. Así, durante la guerra de los Cien Años, los ejércitos ingleses en
Francia fueron principalmente mercenarios, lo m i s m o que en el lado francés a
partir de la segunda mitad del siglo xiv. Los gastos suplementarios que esto
ocasionaba sólo podían cubrirse con las rentas procedentes del comerció: ya
obligaciones debidas directamente al príncipe, ya préstamos consentidos por los
comerciantes, ya contribuciones de órganos representativos de las ciudades o de
otras clases productivas. D e este m o d o los parlamentos, estados, asambleas
representativas de las secciones n o militares y plebeyas de las comunidades,
758 Aristide R . Zolberg

comenzaban a desempeñar u n papel importante en la capacidad del príncipe


para hacer la guerra.
Hallamos de nuevo aquí la hipótesis de Hintze sobre el papel de los
conflictos engendrados por la multiplicidad de las soberanías europeas en los
orígenes del Ständestaat (es decir, n o sólo el Estado, sino también los estados),
que contribuyeron a dar su morfología original a la forma de dominación que se
generalizaba. Según Hintze los príncipes, en u n primer m o m e n t o , apelaron para
la prosecución de sus conflictos a los elementos de la población cuyas posesiones
y autoridad local capacitaban para aportar contribuciones financieras y mili-
tares. Estos elementos se constituyeron así en estados. A medida que aumentaban
las necesidades de los soberanos, quienes procuraban también hacerse autónomos
con relación a los notables, los estados se afanaban por obtener, a trueque de sus
contribuciones, el fortalecimiento de sus privilegios. Hintze destaca que la alter-
nativa a tales concesiones solía ser, para el príncipe, la pérdida pura y simple
de una región16. Las instituciones representativas (estados) francesas e inglesas
se desarrollaron m á s especialmente en el curso de las largas guerras que enfren-
taron a estos países en los siglos xiv y xv, época en la cual, según G . Guénée,
los gobiernos reales vuelcan en la guerra y lo relacionado con ella " m á s de la
mitad de sus recursos sin interrupción"17.
Según Hintze, esta observación contribuye al bosquejo de u n modelo m á s
general respecto a la contribución positiva de los conflictos externos al desa-
rrollo de las instituciones representativas en Europa. Pero ¿qué hace entonces
con el absolutismo que se formó, c o m o veremos, a partir de los conflictos inter-
nacionales de los siglos xvi y xvn, y respecto al cual reconoce que constituye una
excepción notoria a su generalización? Su respuesta és harto decepcionante: nos
explica, sin m á s , que el absolutismo sólo constituía una fase transitoria, fundándose
en el hecho de que los estados, en muchos lugares, se habían convertido en
obstáculo para el desarrollo de estados m á s extensos, fase a la que sucedió, "en
cuanto se completó el desarrollo que la necesidad política requiere", u n renaci-
miento del principio representativo. Habría que replantear la problemática del
m o d o siguiente: ¿es posible, por una parte, pensar una configuración inter-
nacional dada, en calidad de "variable", que presente u n valor particular para
cada u n o de los actores en presencia, y, por otra parte, precisar las condiciones
en que una u otra de las formas asumidas por esta variable ha podido contribuir
al desarrollo de cierto constitucionalismo, y las que m á s bien han mostrado ten-
dencia a atrofiarlo? Sin ir m á s lejos en la elaboración de este esquema, subraya-
remos que remite a lo que hemos llamado antes la interfaz. A u n allí donde las
presiones ejercidas por una configuración estratégica dada empujan al poder
central a buscar en el interior los medios de una movilización m á s eficaz de los
recursos que necesita, los efectos que de ello resultan no son en m o d o alguno
determinados exclusivamente por el estímulo exterior. Parece, por ejemplo, que,
en la época que nos interesa, una serie de condiciones económicas y sociales
Interacciones estratégicas y formación 759
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

dictaron al Estado inglés una estrategia de movilización de los recursos basada


ante todo en el comercio, mientras que Francia, sin dejar de promover la gabela
de la sal, vivió principalmente de los impuestos directos, y que esta variación
contribuyó a la diferenciación de sus instituciones representativas. L a configu-
ración interior n o dicta una solución o la otra, sino que hace una de ellas m á s
probable que la otra en u n m o m e n t o crítico; sin' embargo, una vez efectuada la
elección, las repercusiones que ocasiona llevan a la institucionalización de algunos
mecanismos que reducirán el abanico de las opciones ulteriores. Por otra parte,
tales transformaciones interiores modificaban también la configuración inter-
nacional inicial.
Así, en el caso francés, la guerra de los Cien A ñ o s contribuyó a la e m a n -
cipación de la monarquía respecto a'los límites del sistema fiscal y militar
anterior18, con el abandono de la leva señorial y la creación de u n ejército profe-
sional cuya artillería fue decisiva. Concedido por la aristocracia para e) reclu-
tamiento de.este ejército, a condición de quedar ella m i s m a exenta de la leva, el
pecho real de 1439, transformado en pecho de gente de armas en el curso' del
decenio siguiente, fue el primer impuesto verdaderamente nacional. Sabemos
que, m á s tarde, el estatuto de la nobleza se fundaba en la exención hereditaria
dé este impuesto. N o obstante, el aparato coercitivo de que disponía él centro
estatal era todavía reducido: c o m o destaca Perry Anderson, las compañías de
ordenanzas de Carlos VII n o excedían de 12 000 hombres, instrumento insufi-
ciente para controlar una población de 15 millones. L a nobleza conservaba, pues,
una considerable autonomía, por la prerrogativa de su espada, al nivel del' poder
local. D e esta suerte, la nueva monarquía, que consiguió reunir por vez primera
todas las provincias ducales, n o constituía aún u n Estado centralizado e inte-
grado. Contrariamente a lo sucedido en Inglaterra, donde las necesidades mili-
tares de la monarquía reforzaban el papel del parlamento, la consolidación de
los Estados-Generales c o m o institución nacional permanente fue bloqueada por
las asambleas regionales; y c o m o la nobleza estaba exenta delfisco,n o tenía interés
en promover su convocatoria. Si esta laguna institucional contribuyó a los desen-
cantos de la monarquía francesa en el siglo xvi, facilitó después la implantación
del absolutismo.
Puesto que es con frecuencia de guerra de lo que se trata, n o puede
desatenderse en todo esto el factor tecnológico y cuanto con él se relaciona,
incluida la organización militar propiamente dicha. N o sería pues atribuir impor-
tancia demasiado grande a la entrada en liza de la artillería, el sugerir que esta
arma desencadenó una transformación a partir del ciclo economía-tecnología,
cuyas implicaciones acentuaron aún m á s la tendencia al monopolio estatal y a
la formación de una configuración internacional que llegará a ser u n elementó
constitutivo de la transición hacia la época moderna. L a introducción de la
pólvora en una civilización que había dominado ya el arte de la fundición de
las campanas produjo el cañón, cuya presencia transformó rápidamente las
760 Aristide R . Zolberg

modalidades del combate. M . H o w a r d no vacila en afirmar que los ingleses fueron


expulsados de Francia, no por la caballería ni por Juana de Arco, sino por los
artilleros precozmente integrados en los ejércitos franceses, mientras que los
ingleses,fiadosen la eficacia legendaria de sus arqueros, se resistieron durante m á s
tiempo a la innovación. N o sólo los arqueros soportaban mal el impacto de la
artillería, aun rudimentaria, sino que, primera y principalmente, la nueva arma
transformó por completo las condiciones del asedio, haciendo así m u y precario
el sostenimiento de plazas fuertes en un país extranjero19. L a nueva tecnología
contribuyó de este m o d o a consumar la disyunción de la región norte-atlántica en
dos entidades políticas soberanas separadas por el mar.
M á s generalmente, al favorecer de m o d o decisivo a las monarquías, forta-
leció la institucionalización del monopolio del dominio político a un nivel terri-
torial dado, proceso que al m i s m o tiempo vino a constituir u n paso importante
hacia la formación de u n sistema de estados. Porque no se trataba, en efecto, de
unos pocos cañones, sino de la organización de convoyes de artillería, cuya
utilización efectiva exigía una inversión m u y elevada de capital que sólo podían
arrostrar las entidades que se beneficiaban de una economía de escala, es decir,
las que habían alcanzado una masa crítica. E n Francia, por ejemplo, los gastos
de la artillería real se decuplicaron de 1375 a 1410, y afinalesdel siglo xv contaba
con 149 piezas servidas por centenares de hombres y miles de caballos.

Formación del sistema interestatal de la Europa moderna

L a interacción estratégica entre los estados constituye un factor irreductible en


los procesos que determinaron las profundas transformaciones de la región
europea entre los años 1450 y 1750, así c o m o de sus relaciones con el m u n d o
exterior. C o m o ya hemos tenido ocasión de señalar el valor de este argumento
con relación al reduccionismo economista de Immanuel Wallerstein sobre los
orígenes del sistema-mundo occidental, nos limitaremos a subrayar aquí, en
primer lugar, la contribución de dicho factor a la formación de u n verdadero
sistema de estados en Europa, para sugerir a continuación las aportaciones de este
sistema al fortalecimiento general del Estado c o m o conjunto político, estructurado
y diferenciado de la "sociedad civil", y,finalmente,considerando la configuración
constituida por dicho sistema c o m o variable en el sentido antes indicado, para
ver c ó m o podría insertarse esta variable en la explicación de las diferenciaciones
que surgieron entre las regiones europeas.
Conviene puntualizar que la conceptualización fundada en la noción de la
interfaz que vamos a aplicar a este respecto n o interviene en los debates sostenidos
entre las grandes familias del pensamiento histórico o sociológico. E n particular
no parece hallarse m u y alejada de la que sugiere Perry Anderson en cuanto al
vínculo entre los procesos internos y externos que se combinan para empujar
Interacciones estratégicas y formación 761
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

a Europa hacia la formación de lo que él llama "absolutismo", término al que


nosotros preferimos, n o obstante, el m á s matizado de "estados del renacimiento",
propuesto por H . R . Trevor-Roper20. E n efecto, inspirándose a este propósito
en el couplet althusseriano en que funda su enfoque general, Anderson indica que
si bien fueron las relaciones de producción (en el interior de cada estado) las que
determinaron el absolutismo, el Estado, una vez construido, sobredeterminó
también este tipo de régimen, ya que este Estado m i s m o fue formado por fuerzas
externas que pueden conceptualizarse c o m o "sistema de estados". A u n q u e
Anderson atribuye una importancia m u y grande a este proceso, demostrando,
por ejemplo, c ó m o el absolutismo castellano sobredeterminó el surgimiento m á s
general de esta formación merced al papel dominante de España en la liza europea,
su análisis del factor internacional es rudimentario y se interrumpe brusca-
mente con una referencia favorable a las proposiciones del historiador soviético
B . F . Porshnev21. C o n ocasión de u n análisis histórico de las relaciones políticas
entre Europa occidental y Europa oriental en la época de la guerra de los Treinta
Años, insiste Porshnev en lo que él llama el potencial científico de la noción de
"sistema de estados", aplicada según él "desde hace bastante tiempo por los.
historiadores", entre los cuales señala en particular a Lenin. El sistema se funda
pues, c o m o es bien evidente, en la interacción político-estratégica.
C o m o conclusión de su análisis histórico, propone el esquema siguiente22:
1. Si "todos los estados sin excepción manifestaban una tendencia hacia la
expansión exterior tanto c o m o su estructura social interna se basaba en la
explotación", por lo c o m ú n "esta tendencia veíase paralizada por las tenden-
cias análogas de los otros estados".
2. " E n cada época se destacaba sobre este fondo tal o cual centro principal de
agresión, y esto es precisamente lo que transformaba la suma de los estados
en un sistema" pues "tales o cuales fuerzas se unían siempre con objeto de
responder a la agresión y así se constituía el segundo centro del sistema. Los
estados limítrofes y los que se reservaban el papel de tertius gaudens ocupaban
el medio; se formaba entonces tal o cual contrapeso para hacer frente a éstos
y así sucesivamente".
3. Existen así "leyes objetivas y generales para cualquier sistema de estados, es
decir, leyes independientes de las voluntades particulares".
4. Los cambios de configuración en el interior de u n sistema dado, o incluso el
paso de u n sistema a otro, son imputables, en definitiva, tanto a las "leyes
no menos objetivas e implacables del desarrollo económico" c o m o a las
"contradicciones de clases" cuyas repercusiones pueden modificar el papel
de u n Estado en el sistema y, en consecuencia, el sistema m i s m o .
Observaremos así que si Porshnev comparte, respecto a la dinámica internacional
misma, los puntos de vista de historiadores y teóricos occidentales —pensamos
aquí especialmente en Ludwig Dehio, en quien nos inspiraremos bastante por lo
que a los siglos xvi y xvn se refiere, así c o m o en Morton Kaplan—, tiene
762 Aristide R. Zolberg

el, mérito de haberse esforzado por vincular formalmente esta dinámica con
otros procesos sociales33. Si no insistimos demasiado en las divergencias de
lenguaje ,y añadimos u n quinto punto referente a la retroacción del sistema
de. estados hacia las "contradicciones de clases" en el interior de algunos de
ellos, c o m o ha hecho Theda Skocpol en su análisis comparado de las grandes
revoluciones, este, esquema ilustraría bien el pensamiento que guia el análisis
siguiente24.
V a m o s a repasar rápidamente las transformaciones que, mediado el
siglo xvii, condujeron a la aparición de u n sistema interestatal de tipo particular:
el que ha sido caracterizado por la expresión "equilibrio de las potencias". Los
procesos de monopolización habíanse traducido, durante la segunda mitad del
siglo xv, en la aparición en la parte occidental del continente de dos conjuntos
territoriales desmesurados en comparación con todos los demás: por una parte
Francia, que tras haber recobrado los dominios ingleses del suroeste había destruido
también el Estado borgoñón, cuyas posesiones había absorbido (salvo los Países
Bajos), y contaba con una población de quince millones; por otra parte el conjunto
español, que pese a los esfuerzos de Francia se había constituido en 1469 sobre
las bases de la unión personal de las coronas de Castilla y de Aragón —cuando
ya esta última era una amalgama compleja—• y cuyo número de súbditos ascendía
a siete millones. Consolidados sus respectivos aparatos estatales —en el conjunto
español se trata sobre todo de Castilla—, los dos grandes n o tardaron en enfren-
tarse en Italia, antiguo campo de elección de las luchas entre el imperio y el Papado,
apuesta m u y tentadora por su riqueza económica y su debilidad estratégica
(debida ésta a la estabilización de los conflictos regionales, hacia la mitad del
siglo xv, en u n equilibrio constituido por media docena de conjuntos políticos
de talla exigua).
Después de dos décadas de conflictos (1494-1516), durante las cuales entran
también en juego el imperio, fortalecido con la adquisición de los Países Bajos
borgoñones e Inglaterra, los dos actores principales habían llegado casi a u n
equilibrio. L a partición de la península itálica en dos parecía la solución m á s
probable. Sin embargo, la elección del rey de España c o m o emperador en 1519
venía a alterar la situación de arriba abajo: la aparición de una superpotência
de tal envergadura permitía contemplar la reconstitución de u n imperio universal
que englobaba la cristiandad occidental entera. Destacaremos de pasada que en
este m o m e n t o crítico el éxito inesperado de las expediciones ultramarinas empren-
didas por la corona de Castilla daba a los Habsburgo una ventaja enorme: no
sólo la extraordinaria aportación financiera del botín amerindio desempeñó u n
papel importante en la elección c o m o emperador de Carlos I de España, sino
que las oportunidades abiertas por estas empresas atrajeron hacia su campo a
los emprendedores genoveses y alemanes, es decir al capitalismo internacional,
para el cual el conjunto habsburgués constituía, por su capacidad estratégica
para llevar a buen fin sus proyectos, el mejor ámbito de inversiones concebible.
Interacciones estratégicas y formación 76Z
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

Las actividades de los Habsburgo en Europa y en las Indias Occidentales se


respaldaban mutuamente: tras haber obtenido, por su prioridad y merced al
apoyo de u n Papa sometido, el monopolio casi absoluto de la colonización del
Nuevo M u n d o , utilizaron luego las ventajas así allegadas en la persecución de sus
ambiciones europeas al tiempo que sus triunfos europeos fortalecían su posición
ultramarina, retrasando u n siglo entero la penetración de los demás estados euro-
peos en la periferia. Incluso Portugal y sus posesiones fueron incorporados,
pasado un tiempo, al gigantesco conjunto que se elaboraba. Este nexo íntimo
entre lo que acontecía en la liza europea y en el m u n d o ultramarino explica igual-
mente la inversión del proceso de construcción imperial en el siglo siguiente:
fueron, en efecto, las repercusiones de la derrota del proyecto hegemónico en
Europa las que provocaron la disgregación del monopolio español de ultramar,
contribuyendo así a dar a la periferia una estructura que reflejaba la evolución
de la propia Europa hacia u n sistema multiestatal. Luego veremos c ó m o una
organización semejante de la periferia contribuía a su vez a esta tendencia.
Si el imperio universal no se realizó en Europa en el siglo xvi, n o hay que
buscar la causa en el ámbito del determinismo socioeconómico. Es a la resistencia
francesa a la que ha de atribuirse en primer lugar el fracaso de este proyecto,
resistencia que en sí misma n o se explica en absoluto por la posición de Francia
en la "economía-mundo" en vías de transformación, puesto que en el m o m e n t o
crítico Francia se hallaba precisamente en desventaja con relación a ella. H a y
que volverse, pues, hacia la capacidad estratégica en sí, es decir, la fuerza armada
que podía movilizar Francia a partir de la organización política que había forjado
la monarquía en el siglo precedente. Si la derrota de Pavía demuestra, sin duda,
que esta fuerza no bastaba, la política que Francia emprendió con posterioridad
corrobora nuestra hipótesis respecto a la relativa autonomía del factor estra-
tégico. E n efecto, amenazada por los Habsburgo en tres frentes, y casi totalmente
privada de aliados europeos, Francia recurrió al apoyo del enemigo histórico
de la Europa cristiana. Hacia 1525, Francisco I inició negociaciones con Solimán
el Magnífico, y fueron sus enviados quienes instigaron el avance turco que culmi-
naría con el sitio de Viena cuatro años después25. Esta ampliación del teatro de
los conflictos modificaba profundamente la situación, ya que ahora era el imperio
el amenazado en sus dos extremidades y Francia podía sacar partido de la posi-
ción que ocupaba con relación a su centro. Recordemos asimismo, de pasada,
que Francia n o vaciló tampoco en respaldar a los príncipes alemanes contra el
emperador, c o m o hiciera el imperio en el siglo anterior en la lucha que sostenían
algunos príncipes contra la monarquía francesa.
Resultado de estas interacciones, cuyas líneas de mayor incidencia hemos
descripto aquí, fue el restablecimiento de u n cierto equilibrio hacia la mitad
del siglo xvi. Pero c o m o coinciden en reconocer los historiadores, entre ellos
F . Braudel, los dos antagonistas habíanse extenuado mutuamente con sus
conflictos26. Aquí es donde constatamos la utilidad de la noción de "retroacción"
764 Aristide R . Zolberg

que habíamos añadido al esquema de Porshnev: fueron, efectivamente, las reper-


cusiones de los procesos engendrados a partir de los conflictos interestatales las
que provocaron, de una parte y de otra, sendas crisis al nivel de lo que los marxistas
denominan "contradicciones de clases", término que recubre aproximadamente
lo que nosotros designamos "intercambios interestructurales internos". Francia
se vio así desgarrada por conflictos religiosos mientras la rama española de los
Habsburgo hubo de hacer frente a la rebelión de los Países Bajos, síntoma tanto
c o m o causa de los obstáculos que se oponían a la extensión del absolutismo
ibérico m á s allá de su cuna primitiva, Castilla.
U n a vez más, fue de los intersticios del callejón sin salida de donde surgieron,
sobre el tablero de ajedrez de Europa, dos actores cuya presencia contribuyó
de manera decisiva a la evolución de la configuración internacional. Inglaterra,
rechazada hacia las Islas Británicas y protegida de demasiadas injerencias extran-
jeras durante la primera mitad del siglo xvi por la lucha de los dos poderes grandes,
se diferenciaba de los demás Estados por el hecho de que en adelante gozó de la
posibilidad de escoger entre la guerra y la paz. L a variable en que se traducía
para ella la configuración estratégica hacía que su protección pudiera estar
asegurada por laflota;pero resultaba que el desarrollo de semejante instrumento
de poder también le confería, dentro del sistema interestatal, una potencia despro-
porcionada con relación a la que podía movilizar a partir de una población redu-
cida y una riqueza m u y limitada. Volveremos a ocuparnos de la significación
de esta variable en el desarrollo político de este país. Al nivel del sistema interna-
cional, la guerra marítima reducía a unos días o incluso unas horas, las crisis que,
en tierra, podían alargarse a varias décadas27. Así que la derrota de España por
Inglaterra en 1588 constituyó u n punto de inflexión decisivo en la evolución del
sistema, consolidando la solución m á s probable del conflicto europeo, es decir el
mantenimiento de u n sistema multiestatal28. E n lo inmediato, esta situación
facilitó especialmente el surgimiento de otro actor, enteramente nuevo éste: las
Provincias Unidas. E n efecto, c o m o los recientes trabajos de G . Parker ponen
de manifiesto, la evolución de la insurrección de los Países Bajos hacia la indepen-
dencia de una parte de la región sólo puede explicarse por las trabas estratégicas
impuestas a España durante los ochenta años de esfuerzo en los que bregó para
sofocar la revuelta, empezando por la derrota naval de 1588 o incluso tal vez
por la presión turca ejercida en el Mediterráneo en el curso de los decenios
precedentes29. L a causalidad obra aquí en los dos sentidos: la insurrección facilitó
la victoria inglesa, que aseguraba u n apoyo para los rebeldes; estos hechos redu-
cían la libertad de acción de España, lo que facilitó la resolución de las guerras
de religión en Francia y permitió enseguida a este país hacer su reaparición en la
palestra internacional, circunstancia que favorecía a Inglaterra y a los rebeldes
holandeses, y así sucesivamente.
A finales del siglo xvi, España se encontró así frente a tres adversarios
europeos, además del imperio otomano, y n o tuvo m á s salida que tratar sucesiva-
Interacciones estratégicas y formación 765
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

mente con cada uno de ellos. Esta fue la señal de la gran rebatiña de ultramar.
Si bien el conjunto ibérico consiguió salvaguardar la mayor parte de su imperio
americano, Inglaterra, las Provincias Unidas y al cabo de algún tiempo Francia,
lograron poner pie en las Indias Occidentales (incluido el Brasil) y en el norte de
Florida. Los holandeses se introducían también en Asia a expensas de Portugal30.
U n a parte importante del m u n d o exterior se transformaba de este m o d o en peri-
feria explotada por Europa. Sin embargo, los mercaderes y colonos europeos n o
podían penetrar más que allí donde gozaban de la protección militar y naval de
sus gobiernos, n o sólo frente a los autóctonos o emprendedores n o europeos
ya establecidos en tal o cual zona, sino también respecto a sus competidores
europeos. D e tal suerte, la formación de la nueva "economía-mundo" n o puede
atribuirse exclusivamente a la dinámica inexorable del capitalismo; la fuerza de
disuasión que la organización estatal de los europeos les permitía movilizar
contribuía al éxito de sus mercaderes y con ello al ascenso del propio cristianismo.
M . Howard nos sugiere c ó m o , en sentido inverso, la división de la periferia
en zonas controladas por cada uno de los antagonistas fortalecía la tendencia al
desarrollo de u n sistema estatal en Europa misma. Según él, en una época en que
la guerra, evolucionando a la par de las transformaciones m á s generales que
sufrían las sociedades europeas, era cada vez más u n quehacer de mercenarios
("no hay dinero, n o hay suizos"), los medios que los combatientes podían movi-
lizar en el interior de sus países eran m u y reducidos. Los banqueros que habían
sostenido a los príncipes durante las décadas anteriores habían ido a la quiebra
por la insolvencia de sus clientes, que aún no habían implantado sistemas fiscales
que permitiesen efectuar una sangría constante de la riqueza de sus súbditos;
éstos, por otra parte, todavía n o habían acumulado riquezas a la escala necesaria
para la financiación de campañas ahora prolongadas e indecisas. "Así, la capa-
cidad de sostener la guerra y de mantener con ello el poder político en Europa,
en el curso del siglo xvn se hizo cada más más dependiente del acceso a la riqueza
extraída del m u n d o extraeuropeo o creada por el comercio derivado, a fin de
cuentas, de esta riqueza"31.
Por sugestiva que parezca, esta hipótesis precisaría algunas matizaciones,
ya que es evidente que la situación no era la misma en todos los momentos y en
todos los casos. Entre los actores que desempeñaron u n papel político y militar
de primer orden durante la primera mitad del siglo xvii, ni Francia ni Suécia,
por ejemplo, disfrutaron de semejante provisión. Esto contribuiría quizás incluso
a explicar que los apremios internacionales llevaran precisamente al Estado, en
estos dos casos, a ejercer una presión más fuerte respecto a la sociedad interior,
iniciando así los ciclos que se tradujeron en la institucionalización del absolutismo
en el pleno sentido de la palabra. E n definitiva, apenas si había en ese m o m e n t o
en Europa más que dos actores para los cuales el m u n d o extraeuropeo constituía
ya una fuente importante de riqueza: eran la rama española de los Habsburgo,
que dominó también Portugal hasta 1640, y las Provincias Unidas. Pero si n o
766 Aristide R . Zolbérg

puede caber duda alguna de que esta aportación incrementaba de manera m u y


general el poder militar de cada uno de ellos, y en consecuencia su posición en el
sistema interestatal, incidía de forma m u y distinta en la configuración interior
de cada uno y contribuía así a la formación de estructuras políticas diferentes.
Del lado español, la riqueza extraída del m u n d o extraeuropeo servía sobre todo
a la monarquía castellana, permitiéndole cierta autonomía en la prosecución
de sus proyectos con respecto a Aragón y a los Países Bajos meridionales; de
esta manera contribuía al mantenimiento de u n absolutismo m u y poderoso en
apariencia pero, en realidad, cada vez m á s desprovisto de sustancia, y que, al n o
estimular una transformación profunda de la sociedad, dejó en seguida de desa-
rrollarse32. E n cambio, en el caso de las Provincias Unidas, servía sobre todo a
los comerciantes —la "sociedad civil" si se quiere—, permitiéndoles evitar que
los apremios resultantes de la lucha secular por la independencia nacional
—después de España, fue Francia la fuente principal de peligro— desataran los
ciclos de transformación que conducen a la constitución de u n Estado de tipo
absolutista. Organizándose en confederación oligárquica, esta sociedad hizo de la
guerra una actividad especializada que confió a "subcontratistas" dirigidos por
la Casa de Orange-Nassau, aplicando a la misma innovaciones de igual género
que las que aseguraron a este país u n despegue económico espectacular en el
siglo xvii, es decir, sobre todo, u n método de inversión con alto coeficiente de
capital33.
Es, efectivamente, ahí y en ese m o m e n t o cuando se produce la "revolución
militar", cuya carrera se proseguiría a todo lo largo del siglo xvii en Suécia, en
Francia y en el electorado de Brandeburgo. H o w a r d destaca a este respecto que
los ejércitos de las Provincias Unidas constituían la gran excepción en el deplorable
estado de los ejércitos mercenarios de la época; aquellos eran excepcionalmente
eficaces "por la sencillísima razón de que se les aprovisionaba y pagaba puntual-
mente". Las rentas de los comerciantes permitían a sus agentes militares n o sólo
seleccionar a los mercenarios m á s calificados, sino asegurarse sus servicios sobre
la base de u n sueldo anual. Esta profesionalización facilitaba el lanzamiento
de innovaciones tácticas, c o m o formaciones de mosqueteros que permitían u n
fuego m u c h o m á s eficaz, y el empleo del atrincheramiento, actividad que todos
los demás mercenarios desdeñaban pero que aumentaba enormemente la potencia
defensiva. E n sentido m á s general, sus éxitos económicos permitían a la sociedad
mercantil subvenir al m i s m o tiempo, sin hallarse en la obligación de aumentar
la presión del fisco y del reclutamiento, a las enormes inversiones que exigían
la construcción de una línea de fortificaciones sin igual y de unaflotaque también
se profesionalizaba. N i qué decir tiene que a su vez esta flota contribuía n o
poco a consolidar la posición que las Provincias Unidas se habían labrado en la
periferia.
Si el Tratado de Westfalia, que puso fin a la guerra de los Treinta A ñ o s ,
consagró la cristalización de u n equilibrio europeo y el reconocimiento de derecho
Interacciones estratégicas y formación 767
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

de la soberanía de los Estados constituidos, este equilibrio mismo se mantenía


merced al juego de mecanismos conflictuales nacidos sobre todo de la tensión
bipolar entre Borbones y Habsburgo. Así, la segunda mitad del siglo xvn, con la
que vamos a concluir este bosquejo del sistema interestatal a fin de volver a los
cambios internos que acompañaron su formación, se distinguió por el desafío
al equilibrio que constituía la búsqueda por parte de Francia de una situación
preponderante frente a la rama española de los Habsburgo, es decir, n o sólo
España misma sino también los Países Bajos españoles. A l mismo tiempo, los
diversos motivos que habían inspirado la expansión europea en ultramar durante
los dos siglos precedentes se simplificaban en torno a la búsqueda de los medios
necesarios para el fortalecimiento del poder de los Estados que se enfrentaban
en Europa. Si los holandeses, tras haberse metido a la fuerza en una u otra red
comercial, desarrollaban u n sistema económico que les permitía obtener beneficio
de una partición ulterior del botín, los ingleses y los franceses se esforzaban por
construir sistemas comerciales que se excluían mutuamente y que por tanto sólo
podían mantenerse mediante la fuerza. D e ello se siguió una extensión del conflicto
hasta una escala cuasi global y a cuyo término la guerra naval tornábase cada
vez más decisiva.
E n un primer m o m e n t o , las pretensiones francesas indujeron a las potencias
marítimas y protestantes —el conjunto anglo-escocés y las Provincias Unidas—
a zanjar las diferencias hijas de su rivalidad comercial y a coligarse a fin de impedir
la eliminación de su enemigo secular, cuya potencia ya disminuida les amenazaba
menos que la del imperio en vías de construcción. Sin embargo, en u n segundo
m o m e n t o , Francia pudo sacar partido de esta misma rivalidad a fin de obtener
el apoyo británico en una empresa que tenía por objetivo la eliminación pura y
simple de las Provincias Unidas. Estas, valiéndose de su organización defensiva,
no sólo consiguieron resistir a la invasión sino que m u y pronto pudieron sacar
partido, a su vez, de las tensiones internas que desgarraban a Gran Bretaña
para dar la vuelta a la situación y prestar ayuda a los que en este país se oponían
a la evolución política conducente a hacer de él u n satélite de Francia y trans-
formarlo en monarquía católica de tipo absolutista. L a asociación de la Gran
Bretaña y de las Provincias Unidas bajo la dirección de Guillermo de Orange,
el cual, "impedido de gobernar c o m o monarca en Holanda se convirtió en u n
hombre de Estado europeo", constituía el polo principal de una alianza de todos
los Estados amenazados por la hegemonía francesa, incluido el Vaticano. L a
derrota naval de Francia frente a L a Hague (1692) aseguraba la supervivencia
del nuevo régimen inglés y confirmaba la tendencia multiestatal del sistema, c o m o
la destrucción de la armada Invencible u n siglo antes. Empero, Francia n o había
desistido de sus ambiciones y pronto volvió a tomar la iniciativa, haciendo
revivir así u n conflicto que se extendió rápidamente a nivel global. Merced a su
impulso, Inglaterra subió al nivel de potencia mundial mientras, por otra parte,
Rusia sucedía al imperio otomano y a Suécia en losflancosoriental y septentrional
768 Aristide R . Zolberg

del sistema interestatal europeo. L a preponderancia de Inglaterra le permitía


dirigir el juego imponiendo una política de equilibrio a las potencias continentales.
C o m o n o veía ninguna ventaja en reemplazar la hegemonía francesa por la del
imperio austríaco, no tenía interés en eliminar a Francia y negoció con ella una
paz separada en 1713; el imperio se vio obligado a adherirse a la nueva configu-
ración u n año m á s tarde.
C o m o subraya también Howard, si bien fue la mayor capacidad de las
potencias marítimas para asegurarse mediante la explotación de la periferia los
recursos financieros necesarios al sostenimiento de u n inmenso esfuerzo estra-
tégico lo que prevaleció durante el periodo 1689-1713, ésta fue igualmente la hora
en que se desarrolló, en una medida jamás alcanzada hasta entonces, u n método
alternativo de asegurárselos, es decir, "la creciente capacidad de los gobiernos
europeos para controlar, o al menos para sonsacar, la riqueza de la comunidad
y para crear a partir de ella mecanismos, burocracia, sistemasfiscales,fuerzas
armadas, que les permiten llevar todavía m á s lejos su control sobre la comunidad."
Y a con anterioridad a 1700, "se había puesto en funcionamiento el esquema
esencial: el de u n aparato estatal capaz de manejar una fuerza h u m a n a en acción
permanente y de mantenerla tanto en tiempo de guerra c o m o en tiempo de paz;
fuerza constituida en sí misma por una jerarquía coherente de hombres imbuidos
de una subcultura distinta"34. Si todos los Estados europeos se transformaron
con ello sin excepción, examinemos ahora c ó m o pudieron cuajar importantes
variaciones en el crisol c o m ú n de estos dos siglos de interacciones.

L a dinámica de la interfaz en Francia e Inglaterra

Y a nos hemos referido a las contibuciones de la variable internacional al decai-


miento de la monarquía francesa en la segunda mitad del siglo xvi, así c o m o a
la ulterior preservación de la integridad territorial de este país. Si las guerras de
religión concluyeron con la reafirmación de u n Estado real, del cual París llegó
a ser centro valedero, nada permitiría aún imaginar que Francia se convertiría,
durante el siglo siguiente, en el modelo m i s m o del Estado absolutista. Recor-
demos, por ejemplo, que el Edicto de Nantes consagraba la existencia de u n
verdadero archipiélago de autonomía en el interior del Estado, situación ésta
tan inusitada que H u g o Grotius, en 1625, dedicaba su De Jure a Luis XIII en
homenaje al m á s tolerante de los monarcas, y que las regiones periféricas, c o m o la
Bretaña, conservaban aún sus instituciones propias. L a debilidad de Francia
imponía una política pacífica y el mantenimiento de la paz facilitaba las economías
administrativas: Sully consiguió duplicar las rentas reales sin recargar demasiado
el aparato estatal.
Sin embargo, la demostración de que la acción concertada de los dos
Estados Habsburgo les permitía dominar Europa entera pronto obligó a Francia
Interacciones estratégicas y formación 769
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

a interponerse. Desde el comienzo de su intervención militar y diplomática en


la guerra de los Treinta A ñ o s , Richelieu hizo cuanto pudo por construir una
máquina administrativa racionalizada que permitiese la intervención real en todo
el país y pusiera fin a la sociedad consociacional liquidando las fortalezas hugo-
notes. C o m o Francia, pese a los esfuerzos del cardenal, n o había conseguido
aún implantarse en la periferia ultramarina, su política extranjera hacía ineludible
el aumento repentino y enorme de la cargafiscal:y, en efecto, en u n decenio, a
partir de 1630, ésta se cuadruplicó35. L a intervención de Francia, indirecta al
principio mediante los subsidios concedidos a Suécia —los cuales, dicho sea de
paso, unidos a los que este país obtenía de Rusia, contribuyeron n o poco a la
construcción de u n Estado fuerte emprendida por Gustavo Adolfo— y la utiliza-
ción de mercenarios alemanes, terminó con la presencia de.grandes ejércitos
franceses sobre el terreno36. L a necesidad de improvisar tal ejército, que la muerte
de Gustavo Adolfo hacía urgente, fue lo que dio lugar a la innovación decisiva
para la ulterior evolución del sistema político francés: la creación de una buro-
cracia civil para administrarlo, "realización extraordinaria si tenemos en cuenta
que en esta época n o existía ninguna burocracia formal para administrar nada" 37 .
Los apremios militares facilitaron la imposición de la intendencia en las regiones
invadidas o amenazadas; se desplegaron regularmente las tropas reales hacia el
interior para respaldar las exigencias del poder central, contribuyendo m á s
generalmente la expansión del aparato administrativo al surgimiento de una nueva
formación social, la nobleza de toga, a la que unánimamente suele atribuirse u n
papel crítico en la construcción del sistema absolutista francés.
Al igual que lo ocurrido a mediados del siglo precedente, las repercusiones
de u n largo periodo de conflictos internacionales cruentos y costosos exacerbaron
las tensiones internas y contribuyeron a desencadenar una crisis general de las
sociedades europeas, cuya manifestación en Francia fue la Fronda. Tras esta
laguna, la evolución se aceleró con la subida al poder de Luis X I V , para quien,
según Perry Anderson, el absolutismo no era un fin en sí m i s m o sino algo destinado
a servir a la expansión militar. C o m o aún no había efectuado muchos avances
en el tablero ultramarino, Francia se volvía con perfecta lógica hacia la conquista
de u n centro europeo que parecía vulnerable por la exigüidad de su territorio y
de su población, así c o m o por su débil grado de estratificación. Tras una década
de preparativos internos, incluida la reorganización departamental de los minis-
terios —los de marina, guerra y asuntos exteriores entre ellos—, así c o m o el
perfeccionamiento de la intendencia, reorganización que permitió doblar una
vez más la renta neta de la monarquía, se produjo la invasión de Holanda con
todas sus consecuencias. Durante el reinado de Luis X I V los efectivos del ejército
real se decuplicaron, de los 30 000 ó 50 000 en que se cifraban a su ascenso al
trono, a los 300 000 que se contaban hacia 1713. Anderson, reasumiendo aquí
los trabajos de Goubert y de Mousnier, subraya que el crecimiento de u n aparato
militar semejante significaba "el desarme definitivo de la nobleza provincial"
770 Aristide R: Zolberg

tanto c o m o "la capacidad de reprimir rápida y eficazmente las rebeliones popu-


lares"38. L a propia cultura francesa se transformó con ello: a la "curialización de
los guerreros", sobre la que Elias insiste m u c h o c o m o mecanismo del absolutismo
real, venía ahora a emparejarse la "belicización de la sociedad", que se manifes-
taba n o sólo en la transformación de las normas que revela Michel Foucault,
sino también en la invención de u n nuevo urbanismo, el de las plazas fuertes39.
Es, sin embargo, en el ámbito prosaico de lafiscalidaddonde mejor se
advierten las consecuencias profundas de las presiones sistemáticas impuestas
por la variable internacional. El aumento gradual en la escala de los conflictos
internacionales hacia las postrimerías del siglo se tradujo en u n incremento paralelo
de los gastos del Estado francés, que de 1689 a 1714 alcanzaron a casi cinco
millones de libras (300 millones de libras esterlinas), es decir, m u y poco menos
que los gastos conjugados de los tres miembros principales de la coalición adversa40.
Sin contar el servicio de la deuda pública que había ocasionado ya, la guerra
absorbía hacia el final del reinado entre las dos terceras y las tres cuartas partes
del gasto público. C o m o cerca de la mitad del reino estaba exenta de tributación
—consecuencia de la institucionalización de opciones anteriores referentes a la
nobleza y a la Iglesia, que n o podían ser recusadas so pena de poner el régimen
en peligro—, los impuestos recaían pesadamente sobre la masa de la población
—sometida además al servicio militar generalizado—, n o cubriendo todo ello
m á s que el 30 por ciento de los gastos. Pese a la tendencia a la institucionalización
de burocracias centrales especializadas, las trabas del sistema político impedían
al Estado aplicar este método al terreno esencial de las recaudaciones, quedando
retrasado a este respecto con relación al centralismo estatal realizado por el
Reino Unido. C o m o el mecanismo de la ferme (contrata para la recaudación de
impuestos) se adaptaba mal a la presiónfiscalacrecentada, la renta global que
sacaba el Estado francés de los impuestos indirectos disminuyó probablemente en
el curso del conflicto. Dados los límites de lo que de este m o d o podía extraerse
de la sociedad, el Estado hubo de recurrir al empréstito. M a s , frente al deterioro
inexorable de su crédito, éste costaba cada vez m á s caro. Privado, por otra parte,
de las plazas extranjeras dominadas por sus enemigos, se aventuró, pues, cada
vez m á s hacia la venalidad. Alfinalde la guerra, la cuantía global de la deuda
sobrepasaba lo que el Estado podía esperar de treinta años de recaudaciones
ordinarias, y los solos gastos y comisiones que de ello resultaban absorbían casi
su total anual. Los problemas creados por este callejón sin salida no se resolvieron
nunca verdaderamente: a la terminación del conflicto, el aparato estatal m á s
pesado del m u n d o n o funcionaba ya m á s que para mantenerse en pie.

Podría también seguirse paso a paso la influencia de las imposiciones resul-


tantes del papel que asumió Francia dentro de la configuración internacional
en la solución final del problema protestante, antes, durante y después de la
revocación del Edicto de Nantes (1685), así c o m o en la evolución de los lazos
entre el centro estatal y las periferias territoriales, m u y bien ilustrada por el caso
Interacciones estratégicas y formación 771
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

de Bretaña. Al comienzo del reinado de Luis X I V , esta provincia gozaba aún


de una amplia autonomía, administrada por sus estados, pudiendo comerciar
libremente con los países extranjeros, entre ellos Inglaterra, su principal asociada.
Por iniciativa de Colbert se creó Brest de arriba abajo c o m o gran puerto militar
de la flota de poniente. Al adquirir así la provincia una importancia estratégica
extraordinaria, el rey n o podía ya permitirse n o tenerla bien en su m a n o . L a
Bretaña se rebeló durante la guerra de Holanda (1675) ante la introducción de
nuevas obligacionesfiscales(se trataba del papel timbrado) sin consultar a los
estados. C o m o quiera que el movimiento se extendió a u n levantamiento m á s
general contra el régimen señorial y el reclutamiento, el movimiento fue brutal-
mente reprimido. Fue u n preludio del fin de la autonomía regional; tras unos •
comienzos difíciles, los intendentes establecidos en 1689 en Rennes consiguieron
imponer, sin el visto bueno de los estados, la capitación y el décimo, los dos nuevos
impuestos creados por las necesidades de la guerra. L a Bretaña pasaba a ser
administrativamente una provincia c o m o las demás, y con ello iniciaba también
su declive económico. E n efecto, al haber cerrado París el reino a los paños
ingleses mediante unos aranceles prohibitivos, Inglaterra se apartó rápidamente
de sus proveedores bretones y la propia guerra marítima asestó al comercio
basado en la industria regional u n golpe del que n o volvería a recuperarse nunca.
U n a vez m á s , de las dos Francias posibles, los apremios del sistema internacional
incitaban al Estado a dar preferencia a la continental41.
Sin considerar aquí la guerra c o m o fuente única y singular de causalidad,
adoptaremos el análisis de Roland Mousnier 42 , que encuadra en el que nosotros
hemos bosquejado a partir del concepto de "ciclos", sugerido por Finer. L a guerra
hacía necesario el ejercicio de una exacciónfiscalque iba m u c h o m á s allá de los
que los súbditos del rey consideraban legítimo; estas presiones contribuían a
provocar explosiones, obligando así al gobierno real a volver hacia el interior la
fuerza armada de que disponía, pero le inducía igualmente a fomentar el desa-
rrollo económico a fin de aumentar la materia imponible. Si bien es verdad que
la guerra no fue permanente entre 1625 y 1789, ello no obsta para que los gobiernos
adquiriesen, durante los periodos de conflicto, unos hábitos que persistían cuando
tornaba la paz, asumiendo con ello u n aspecto despótico y tiránico que acabó
provocando una crítica de la monarquía y de la sociedad. Recordemos, en suma,
algo m u y evidente: a partir de las repercusiones de una guerra cuyo costo sobre-
pasaba la capacidad del sistema, iba a iniciarse la crisisfinaldel anden régime.
N o hay que atribuir a la insularidad de Inglaterra, considerada c o m o
dato geográfico, el encadenamiento de los procesos que contribuyeron a la evolu-
ción tan diferente del sistema político inglés, sino a la forma en que esa insularidad
se imbricaba, en una época concreta, dentro de una configuración interestatal
particular, transformándose así en elemento de una variable con relación al
conjunto interno. Es m u y notable que las interpretaciones, por lo demás varia-
dísimas, de historiadores c o m o L . Stone, C . Hill o P . Anderson, coincidan casi
772 Aristide R . Zolberg

por completo en cuanto al punto de partida de su originalidad: si bien es verdad


que Inglaterra experimentó, en los albores de la época moderna, u n impulso
centralizador tan fuerte c o m o el que se manifestaba entre los Estados continentales,
tal impulso no condujo a la institución dé u n ejército real permanente. Esta laguna
del aparato de la monarquía impuso límites m u y severos a la acción ulterior de
dicha monarquía, cualesquiera que fuesen los proyectos políticos de tal o de cual
soberano. Por lo demás, no cabe duda que era la posición de Inglaterra con
relación a la configuración internacional lo que hacía posible la persistencia de
esta laguna.
Es preciso dirigir la mirada m á s allá del establecimiento precoz de una
institución parlamentaria, hacia el contexto internacional íntegro de la Europa
del renacimiento: durante la primera mitad del siglo xvi, mientras España y
Francia se enzarzaban en una lucha cuya dinámica las empujaba inexorablemente
a convertirse en máquinas de guerra, Inglaterra, al no estar directamente
amenazada, n o precisaba de ejército, ni siquiera de marina para defenderse.
Compartiendo empero las ambiciones de las otras monarquías europeas, los
Tudor intervenían en el continente en 1512-14, en 1522-25 y nuevamente en 1543-46.
M a s c o m o no podían movilizar sino una fuerza m u y modesta en comparación
con la que desplegaban los continentales, las campañas de los Tudor les costaban
m u y caro sin reportarles triunfos apreciables. L . Stone precisa m u y bien el carácter
estructural de los límites impuestos a su acción: por una parte, dado el parámetro
demográfico, la corona inglesa no podía organizar una gran fuerza m á s que
recurriendo a mercenarios extranjeros, sobre todo italianos y alemanes; por otra
parte, dependía estrechamente de lafiscalidadque le era consentida, ya que n o
había podido explotar recursos directos, c o m o el oro y la plata de que disponía la
corona de España, la sal de la monarquía francesa, ni siquiera el cobre de la
sueca43. Así, sólo vendiendo la mayor parte del patrimonio eclesiástico, del que
recientemente se había adueñado, pudo la monarquía inglesa emprender las
campañas de 1543-46. Pero esta opción constituía u n viraje decisivo para eJla,
por sus consecuencias inesperadas: no sólo no le quedaba ya a la corona, c o m o
rentas independientes de la voluntad parlamentaria, m á s que lo ineludible a sus
necesidades en tiempo de paz, sino que la venta de los "bienes nacionales" contri-
buía también al surgimiento precoz de una nueva formación social. Era la gentry,
cuyo peso en la sociedad inglesa iría en lo sucesivo en contra de una transforma-
ción de tipo absolutista, reduciendo las posibilidades de un ulterior desarrollo
de la monarquía sin el Parlamento. L a monarquía se había metido en un callejón
sin salida: podía subsistir con unas rentas mínimas mientras no levantara ejército;
pero si lo hacía, veríase obligada a dirigirse al Parlamento, que aprovecharía la
ocasión para manifestarse contra toda veleidad de construcción de u n poder
absolutista. N o era éste el caso, sin embargo, en lo tocante a la construcción de
unaflota,que, durante la segunda mitad del siglo xvi, no sólo se hacía necesaria
para la defensa del territorio, sino que servía también a la ambición, c o m ú n a la
Interacciones estratégicas y formación 773
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

monarquía y a las clases dirigentes inglesas, de abrirse paso en la periferia ultra-


marina en vías de formación. Por su carácter m i s m o , tal instrumento estratégico
no podía ser dirigido hacia el interior.
A partir dé estos datos n o es ya difícil comprender c ó m o la crisis europea
de mediados del siglo xvii se manifestó en Inglaterra en forma de u n debilita-
miento de la monarquía de los Estuardo, seguido de una revolución. Durante
las primeras décadas del siglo, en el ámbito de la política exterior, los Estuardo
no se alejaron demasiado de la tradición establecida por sus predecesores. El
peligro español había quedado reducido con la paz de 1604; Francia salía de
sus guerras civiles debilitada y prudente; las Provincias Unidas constituían una
potencia protestante y amiga; Escocia, también protestante, había sido incorpo-
rada a la corona inglesa; y, a partir de 1618, el ascenso fulgurante de la Suécia
de Gustavo Adolfo aseguraba en el continente cierto equilibrio entre católicos y
protestantes, cuya dinámica conflictual apartaba a los beligerantes de las islas
Británicas. Favoreciendo una política de atrincheramiento bajo la protección de
una flota que servía también a las actividades de los mercaderes-aventureros y
de los inversores que los sostenían —entre ellos la propia corona—, esta configu-
ración seguía sin deparar ningún pretexto para la formación, de u n ejército real.
E n ausencia de éste, el Estado n o se sentía tampoco incitado a emprender la
construcción del aparato burocrático que la extracción de los recursos h u m a n o s
y financieros necesarios al sostenimiento de tal ejército implicaba, c o m o hemos
visto en el caso francés.
Por eso, en el m o m e n t o en que la monarquía de los Estuardo intentó
comprometerse en la corriente política europea, tratando de hacerse lo m á s
autónoma posible respecto al Parlamento y esforzándose por integrar Inglaterra
y Escocia en u n conjunto unificado, resultó que se hallaba desprovista de los dos
elementos clave de todo poder absolutista: u n ejército permanente que poder
utilizar contra sus subditos y una burocracia local pagada por el centro con la
que pudiese contar11. Es significativo que la crisis se desencadenara a partir de
una revuelta escocesa, cuando el rey y su arzobispo se empeñaron en imponer al
clero de este país la forma de organización religiosa del Estado inglés, lo que al
mismo tiempo parecía amenazar a una nobleza cuyo poderío se había fundado
en la adquisición de los bienes eclesiásticos. Pasaremos aquí sobre el interludio
de las guerras civiles, alfinalde las cuales se constituyó el absolutismo, sobre todo
militar, de Cromwell, cuyo poder coercitivo se fundaba en unafiscalidadcinco
veces m á s elevada que bajo la monarquía y que fue desmantelado, tras la muerte
del protector, por la huelgafiscalde Londres. Así, una situación semejante a la
que contribuyera al derrumbamiento de la monarquía en 1638-42 conducía ahora
al resultado contrario, a su restauración.
Poco después de la restauración, la tensión entre el proyecto absolutista, del
que los Estuardo n o se desaferraban, y las formaciones sociales que propugnaban
la evolución hacia un régimen parlamentario, se manifestaba simultáneamente
774 Aristide R . Zolberg

en política interior y en política exterior, pues las opciones que en cada una
de estas esferas se seguía eran complementarias. A riesgo de simplificar u n
poco, podría decirse que, dada su falta de medios iniciales, la monarquía n o
podía fortalecer su poder m á s que apelando a un apoyo exterior que, en ausencia
de alternativas, había de ser el de Francia. Esto implicaba la persecución por
parte de la monarquía de una política extranjera contraria a los intereses econó-
micos de los que apoyaban la tendencia parlamentaria, así c o m o de una política
religiosa contrapuesta al que había llegado a ser, desde hacía más de u n siglo,
uno de los pilares de la identidad nacional. N o basta el equilibrio de las fuerzas
interiores para explicar la solución del conflicto, pues, pese a todo cuanto en el
interior se oponía a su proyecto, la monarquía, amparada tras el apoyo de la
mayor potencia europea, n o anduvo m u y lejos de conseguir sus propósitos. Los
que se oponían a esta tendencia lograron detenerla explotando las oportunidades
ofrecidas por la configuración internacional. D e esta manera, la cristalización
de una diferenciación decisiva de la morfología del Estado europeo —monarquía
absoluta, monarquía parlamentaria— se explica por la convergencia de los
procesos internos y externos en la interfaz del caso m á s crítico.
Recordemos m u y brevemente el encadenamiento de los hechos45. Mientras
que a partir de 1668 Inglaterra formaba con Holanda y Suécia una triple alianza
contra Francia, su rey firmaba en 1670 u n acuerdo secreto con ésta en el que se
comprometía a declararse católico cuando la situación lo permitiera, obteniendo
a cambio los subsidios necesarios para su liberación de las coacciones parlamen-
tarias. Pese a la bancarrota del Estado, Carlos II emprendía en 1673 una guerra
contra las Provincias Unidas, en alianza con Francia, y dos días antes de decla-
rarla, decretaba una indulgencia para los católicos (así c o m o para las minorías
protestantes), mientras el Parlamento reafirmaba la supremacía anglicana. Revo-
cado luego el Parlamento y suspendido durante casi todo el periodo 1674-79,
el monarca había llegado a depender m á s que nunca de su protector extranjero.
Entretanto, los adversarios del proceder de Carlos II multiplicaban los obstáculos:
esforzándose por desviar la política extranjera de su orientación demasiado
exclusivamente francesa, su propio ministro, Sir T h o m a s Osborne, negociaba
el matrimonio de Maris, hija mayor del rey, con el príncipe Guillermo, el m u y
protestante jefe de la casa de Orange y estatúder de las Provincias Unidas, al
tiempo que tomaba cuerpo u n movimiento para sustituir en el orden de la sucesión
al católico Jaime por el duque de M o n m o u t h , hijo ilegítimo del rey, pero protes-
tante y de m á s edad que Jaime. Tras haber revocado el Parlamento una vez m á s
en 1679, Carlos II excluía a M o n m o u t h de la sucesión, declarándose él mismo
católico in extremis en 1685.
Al buscar la reconciliación con el Parlamento en el m o m e n t o de su ascenso
al trono, Jaime II sacaba partido de las amenazas de invasión —el duque de Argyll
en Escocia y M o n m o u t h en la propia Inglaterra— para obtener por fin la consti-
tución de u n ejército real cuyos efectivos se elevaron en seguida a 30 000 hombres.
Interacciones estratégicas y formación 775
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

Disfrutando, para su sostenimiento, del considerable aumento de los aranceles,


consecuencia de la política sumamente proteccionista que las partes en presencia
estaban de acuerdo en aplicar, el nuevo monarca no dependía tanto c o m o su
predecesor de los subsidios franceses, que en ese m o m e n t o sólo constituían ya
una octava parte de las rentas anuales del gobierno. Se acercaba ahora m u y
rápidamente el desenlace. Ingeniándose por construir u n aparato con el que
pudiese contar, el rey, contra lo dispuesto por las leyes, introdujo oficiales cató-
licos en el ejército, una gran parte del cual fue concentrada cerca de Londres y
trató en vano de obtener la abrogación de esas mismas leyes. Cuando, indignado
por la revocación del Edicto de Nantes, el Parlamento se esforzó por retirar el
instrumento militar de manos del rey mediante u n retorno a la milicia, fue defi-
nitivamente revocado. El rey fue entonces derecho a su objetivo: tras haber obte-
nido de magistrados a sueldo suyo una dispensa de las leyes que excluían a los
católicos de la función pública, nombró sucesivamente a otros tantos católicos
c o m o gobernador de Irlanda, c o m o almirante de la flota real, e incluso en los
santos lugares del anglicanismo tales c o m o las universidades de Oxford y de
Cambridge. E n 1688, pese a la disminución de los subsidios franceses, Jaime II
se sintió lo suficientemente seguro de su éxito c o m o para proclamar la completa
emancipación de la minoría religiosa a la que pertenecía, encerrando en la torre
de Londres a los obispos anglicanos que se oponían a esta acción. E n el m i s m o
m o m e n t o , el nacimiento de u n hijo varón alejaba a su hermana (protestante)
de la sucesión y aseguraba la continuidad de su proyecto.
Si bien es verdad que los tribunales contribuyeron a fortalecer la oposición
con su proclamación de la inocencia de los obispos, fue la decisión tomada por
el conde de D a n b y y respaldada por el obispo de Londres, de invitar a Guillermo
de Orange a intervenir en Inglaterra, lo que dio la vuelta a la situación. Pese a
veleidades de compromiso con una parte y con otra, Guillermo desembarcó por
fin al frente de 11 000 hombres de infantería y 4 000 de caballería. L a nobleza
y la gentry se unieron lentamente a esta fuerza ya de por sí formidable, mientras
los partidarios del rey desertaban en masa. Falto del apoyo de Luis X I V , que
sostenía una compaña en el Palatinado y que no podía siquiera oponerse al
embarco de Guillermo, Jaime se vio obligado a licenciar a un ejército que se
había quedado sin paga y buscó refugio personal en Francia. Alarmados por el
peligro de levantamiento popular en Londres, u n grupo de pares pidió entonces
a Guillermo que entrara en esta ciudad con su ejército a fin de mantener el orden.
C o m o subraya Koenigsberger, no es pura casualidad que fuese u n príncipe de
Orange, representante de un régimen que se distinguía especialmente de la tendencia
absolutista, el que de esta suerte participara en la auténtica fundación de u n a
monarquía parlamentaria en Gran Bretaña.
Sin sujetarnos a referir con detalle los procesos tanto internos c o m o externos
que convergieron para institucionalizar el nuevo régimen, recordemos que si
bien se reconocía la necesidad de un ejército nacional en u n m o m e n t o en que el
776 Aristide R . Zolberg

régimen no podía sobrevivir más que oponiéndose activamente a la hegemonía


francesa, al convocarse este ejército en febrero de 1689,.el Parlamento impuso
al rey la ley de amotinamiento. Esta ley fundamental no le permitía mantener
un ejército m á s que por u n año, a cuyo término la autoridad que ejercía sobre
sus tropas debía ser renovada, lo que a su vez sólo podía efectuarse compareciendo
de nuevo ante el Parlamento. E n la misma línea, la ley de 1701, al estipular que
ningún soberano podía emprender guerra para la defensa de u n territorio extran-
jero, ni siquiera abandonar el país sin el consentimiento del Parlamento, señalaba
un primer paso constitucional hacia el control parlamentario de la política
extranjera46. Eliminado el peligro de invasión francesa con la victoria de una
flota inglesa reorganizada frente a L a Hague en m a y o de 1692, el Parlamento
consolidaba su dominio limitando m u y estrictamente las. rentas de la corona,
sin dejar por ello de contribuir a la centralización estatal con el abandono de la
recaudación de impuestos por contrata (fermé) y su sustitución por la tesorería.
Acentuaba la tendencia estratégica ya establecida, reduciendo los gastos del
ejército por debajo de las aspiraciones del soberano en tanto que aumentaba el
presupuesto de laflotapor encima de sus deseos. Así, entre 1688 y 1713, la flota
creció en un 40 por ciento en cuanto al número de unidades y en u n 60 por ciento
en cuanto a tonelaje.
Las divergencias entre Francia y Gran Bretaña se acentuaron en el curso
del conflicto que las enfrentó durante cerca de u n cuarto de siglo. ¿ C ó m o este
Estado, pese a todas las desventajas que sufría, y con unas rentas ordinarias que
al final del periodo de los Estuardo no excedían del cincuenta por ciento de las
de Francia, consiguió n o sólo mantenerse en la lucha, sino aun eventualmente
triunfar sobre una nación m u c h o más rica? Observemos en primer lugar que el
Estado británico hizo frente a unos gastos que se elevaron a cerca de dos millones
de libras esterlinas al año antes de la revolución, a 72 millones para el periodo
comprendido entre 1689 y 1702, y a no menos de 99 millones para el decenio
siguiente. L o mismo que en Francia, la guerra se tragaba la mayor parte. M a s
para hacer frente a esta enorme carga, la Gran Bretaña se había organizado de
m o d o distinto que Francia. E n primer lugar, la entrada en vigor del nuevo
régimen permitió al Parlamento establecer, en 1692, un impuesto sobre el patri-
monio del que no estaban exentos en m o d o alguno los grandes hacendados y
terratenientes. Esta contribución, que rendía por sí sola dos millones de libras
al año, estaba más equitativamente distribuida y pesaba por tanto relativamente
menos sobre las clases bajas de lo que hacía el pecho o talla. A esto había que
añadir los derechos de aduanas, que entre 1690 y 1704 se cuadruplicaron y al
final de la guerra constituían cerca de la mitad de la renta del Estado. Si, al igual
que Francia, Gran Bretaña obtenía la mayor parte de sus rentas merced a
impuestos indirectos, la institución de la tesorería aseguraba la apropiación por
el centro de una parte mayor de los fondos recaudados. El nuevo sistema permitió
así al Estado triplicar sus ingresos ordinarios en 1689 y 1714. U n a fiscalidad
Interacciones estratégicas y formación 777
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

m á s equitativa y m á s eficaz inspiraba la confianza pública y contribuía a robus-


tecer lafiabilidaddel Estado. Tras u n lento despegue en el curso de los años
de 1690, cuando los empréstitos no cubrían aún m á s que una décima parte de los
gastos, se regularizó el crédito merced a la organización del Banco de Inglaterra,
el cual, a raíz de la cuasi bancarrota del Estado en 1696, aseguró su financiación
a corto plazo. Esta institución, que sustituyó posteriormente al Échiquier en la
administración de los préstamos a largo plazo, n o era sino uno de los adelantos
técnicos que llevaron a la constitución, en la plaza de Londres, de u n verdadero
mercado de las obligaciones gubernamentales. E n tales condiciones, el tipo de
interés, que en el decenio de 1690 era del 10 al 14 por ciento, pasó a ser del 5
al 6 por ciento diez años m á s tarde. Es probable que a una mayor eficacia en la
movilización de los recursos —a partir de los impuestos y del crédito— corres-
pondiese también una mayor eficacia militar.
Así el conflicto n o tenía ni m u c h o menos los mismos efectos en los dos
casos. C o m o indica Finer, la nobleza W h i g y sus asociados del Banco de Inglaterra,
fundadores del nuevo régimen, respaldaban la guerra continental y marítima
merced a la cual estaban a salvo; los comerciantes también, pues tenían en ella
su medro. El ejército n o podía ser utilizado por la monarquía para abolir la
constitución, pues los oficiales eran sobre todo los hijos segundones de las familias
W h i g que respaldaban la revolución. Los Tories, en su celosa protección del
poder local que constituía el fundamento m i s m o de su estatuto, preferían atenerse
a la guerra marítima tradicional; al favorecer y controlar la milicia, se oponían
a toda veleidad de constitución de u n monopolio militar o de una burocracia
centralizadora. Observaremos, n o obstante, que tanto en Gran Bretaña c o m o
en Francia la participación en el conflicto internacional modificaba profunda-
mente las relaciones entre el centro y las periferias territoriales: fue efectivamente
en este m o m e n t o cuando se constituyó el Reino Unido mediante la abolición
del Parlamento escocés, la imposición de una administración m u y centralizada
y represiva en Irlanda y el mantenimiento de la minoría católica al margen de la
sociedad estatal.
Los contrastes entre los dos casos n o dejan nunca de sorprendernos.
Mientras que la variable que constituía para Francia la configuración internacional
había contribuido a la formación de una monarquía absoluta, el papel que tal
monarquía tendía a desempeñar en este sistema acentuaba también todas las
tensiones internas y estorbaba el desarrollo de la economía. E n Gran Bretaña
(excluida Irlanda, que encerraba n o obstante cerca de la mitad de la población
del Reino Unido) esta variable, tras haber hecho la solución absolutista menos
probable y contribuido definitivamente a eliminarla, ofrecía al país la posibilidad
de elegir una política exterior que facilitaba la reunión de las clases dirigentes en
torno al nuevo régimen e incluso la integración de las capas medias de la sociedad.
Si se robustecía cada vez m á s , es cierto también que el Estado británico iba hacién-
dose de día en día más parlamentario. C o m o las interacciones de los dos Estados
778 Aristide R . Zolberg

constituían u n o de los dos principales ejes de tensión en torno a los cuales el


sistema estatal se reorganizaba, veíanse obligados a comprometerse a fondo en
el papel que este sistema les imponía, y las divergencias de su organización interior
no podían dejar de acusarse durante la segunda guerra de Cien Años que había
comenzado ya.

Conclusión

N o s habíamos propuestos demostrar, por una parte, que es preciso incluir el


factor estratégico internacional c o m o variable explicativa en toda macrosociología
comparada de la formación del Estado occidental, así c o m o de su evolución y su
diferenciación; por otra parte, que es posible someter este factor mismo a un
tratamiento de tipo sociológico, lo cual haría posible su inclusión en un esquema
teórico m á s elaborado. Si nuestra demostración se ha centrado preferentemente
en Gran Bretaña y en Francia, es indudable que podría ampliarse a otros casos,
c o m o ya se ha sugerido al hacer referencia a España, a las Provincias Unidas,
a Suécia y a Prusia. Añadiremos que tal demostración podría lo mismo efectuarse
respecto a épocas posteriores, incluida la nuestra.
Cabe, por último, resumir la enseñanza teórica que se desprende de este
ensayo exploratorio. E n la época que nos ocupa, las transformaciones que se
efectuaron en el interior de cada Estado en vías de formación contribuyeron al
surgimiento de un sistema interestatal del que estos estados constituían las unidades
componentes. A partir de este sistema se engendraba una dinámica propia, cuyas
repercusiones pueden conceptuarse c o m o variables específicas con efectos retroac-
tivos hacia cada una de las unidades del conjunto. Este ciclo de intercambios
se producía también en sentido inverso: tal o cual mutación interna conducía
al cambio de la configuración internacional, modificando así la variable que ésta
constituía con relación a sus unidades integrantes. Continuando con este proceder,
llegaríamos a concebir u n conjunto global de estructuras y de procesos políticos
que se insertaría a su vez en u n sistema cultural y social m á s amplio, del cual
constituiría u n componente estructural irreductible. A u n cuando parece poco
probable que lleguemos a pensar semejante conjunto global de manera coherente,
es útil tomarlo, en u n plano ontológico, c o m o punto de partida de nuestros análisis,
a fin de anclarlos m á s firmemente en la realidad histórica.
E n cuanto a las contribuciones del factor político-estratégico internacional
al desarrollo de los Estados y de los regímenes, ¿se trata de "sobredeterminación"
con relación a un factor m á s fundamental que actúa tanto en el interior de u n país
c o m o a nivel global (como lo entienden aquellos para quienes las estructuras
políticas del m u n d o moderno no son más que epifenómenos con relación a la
formación del sistema capitalista, que se extiende a la escala de la "economía-
m u n d o " ) , o bien, c o m o dice Hintze, de "co-determinación"? Diremos m á s bien
Interacciones estratégicas y formación 779
de los Estados modernos en Francia e Inglaterra

que nos hallamos frente a dos conjuntos de presiones que convergen en la interfaz
y cuyas relaciones son ellas mismas indeterminadas. Si es cierto que hemos apren-
dido a pensar c ó m o las presiones engendradas por las relaciones de producción
y cuanto con ellas se relaciona, así c o m o las que pueden atribuirse a las estructuras
políticas internas ya establecidas, se conjugan para determinar la evolución
ulterior de u n sistema político dado, no es menos ciertos que las presiones que
hemos identificado intervienen de forma decisiva en momentos críticos de esta
evolución. C o m o estas presiones tienen u n carácter sistemático, sería erróneo
relegar sus manifestaciones a lo episódico, es decir, insertarlas arbitrariamente
en el nivel m á s bajo de una jerarquía de determinismos. T o d o induce a creer,
sin embargo, que el peso relativo de cada uno de estos conjuntos de presiones
varía de época en época y de situación en situación. ¿ C ó m o , por qué y con qué
consecuencias? Eso es, sin duda, lo que se trata de precisar. D e todo ello se infiere
que las oportunidades de realizar nuestras legítimas ambiciones teóricas serán
m u c h o mejores si, desde el primer m o m e n t o , nos ponemos a pensar nuestras
teorías con relación a unos parámetros relativamente precisos, es decir, limitando
en el tiempo y en el espacio el universo al que se hayan de aplicar. Así es c o m o la
historia y la sociología podrán aliarse en la persecución de una tarea c o m ú n .

[Traducido del inglés]

Agradecimientos
El autor quiere expresar su agradecimiento a M . G u y Hermet, director del Centro de Estudios e Inves-
tigaciones Internacionales de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, por su hospitalidad, así
como al personal del C E R I que se encargó de la copia mecanográfica del presente trabajo. U n a primera
versión de la misma fue presentada durante las jornadas en memoria de Stein Rokkan organizadas por .
el C E R I , la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales y la Maison des Sciences de l ' H o m m e ,
efectuadas en París los días 27 y 28 de mayo de 1980.

Notas

1
Nuestras observaciones se dirigen tanto a la socio- versity Press, 1979); Reinhard Bendix, Kings
logía como a la ciencia política. Los princi- or People: Power and he Mandate of Rule
pales trabajos que se nos ocurren son los (Berkeley, University of California Press,
siguientes: Barrington Moore, Jr., The Social 1978); Bertrand Badie y Pierre Birnbaum,
Origins of Dictatorship and Democracy (Bos- Sociologie de l'État (Paris, Grasset, 1979).
ton, Beacon Press, 1966); la introducción de H e m o s de hacer constar, no obstante, que ya
Charles Tilly a la obra colectiva dirigida por otros han planteado cl problema que nos
él mismo, The Formation of National States ocupa. Entre ellos citaremos a Perry Ander-
in Western Europe (Princeton, Princeton Uni- son, Lineages of the Absolutist State (Londres,
versity Press, 1975); las aportaciones de Stein N e w Left Books, 1974); Theda Skocpol,
Rokkan y de Samuel Finer (a las que m á s States and Social Revolution (Nueva York,
adelante nos referiremos de nuevo) a esta Cambridge University Press, 1979), y sobre
misma obra; R a y m o n d Grew (dir. publ.), todo Immanuel Wallerstein, The Modern
Crisis of Political Development in Europe and World-System (Nueva York, Academic Press,
North America (Princeton, Princeton Uni- 1974). Fue, por lo demás, con ocasión de
780 Aristide R. Zolberg

Notas (continuación)

una crítica detallada de este último ("Origins bert Fawtier, The Capctian Kings of France,
of the Modern World-System: A Missing p. 88-95, Nueva York, St. Martin's Press,
Link", que publicará World Politics en 1981) 1960.
c o m o emprendimos el análisis respecto al Norbert Elias, La dynamique de l'Occident, p . 44-
cual el presente trabajo representa una se- 64, Paris, Calmann-Lévy, 1975.
gunda etapa. Yves Renouard, "1212-1216: C o m m e n t les traits
- H . G . Koenigsbergcr, "Monarchies and Parlia- durables de l'Europe occidentale moderne se
ments in Early Modern Europe: Dominium sont définis au début du XIIe siècle", Annales
Regale or Dominium Politicum et Regale", de l'Université de Paris, vol. XXVIII, n.° 1
Theory and Society, vol. V , marzo de 1978, (enero-marzo de 1958), p. 5-21.
p . 214. Elias, op. cit., p. 63.
3
Véase J. P . NettI, " T h e State as a Conceptual Strayer, op. cit., p. 26-27.
Variable", World Politics, julio de 1968, Samuel E . Finer, "State and Nation-Building in
p . 559-592. A partir de este análisis es c o m o Europe: The Role of the Military", en Tilly,
hemos llegado a la noción de la "interfaz". op. cit., p. 84-163. Este enfoque coincide con
4
Nuestra lectura de Fernand Braudel se basa en la el que bosqueja Elias a propósito de la "socio-
edición norteamericana de The Mediterranean genèse du monopolefiscal",op. cit., p. 153-
and the Mediterranean World in the Age of 183.
Philip II (Nueva York, Harper and R o w , Salvo indicación en contrario, nuestro examen de
1976); respecto a los historiadores, véase tam- la evolución militar a lo largo de todo este
bién William McNeill, The Rise of the West: ensayo se basa en la obra clave de Michel
A History of the Human Community (Nueva Howard, War in European History, Oxford
York, T h e N e w American Library, 1963); y University Press, 1976.
Geoffrey Barraclough, An Introduction to Hintze, en Gilbert, op. cit., p. 312, 340, 345 y ss.
Contemporary History (Baltimore, Penguin, Bernard Guénée, L'Occident aux XIV' et XV' siè-
1967). E n cuanto a los sociólogos, véase Tal- cles: les États, p . 205, Paris, Presses Univer-
cott Parsons, Societies: Comparative and sitaires de France, 1971.
Evolutionary Perspectives (Englewood Cliffs, Anderson, op. cit., p. 86.
Prentice-Hall, 1967) y la obra de Wallcrstein Howard, op. cit., p. 13.
citada supra. Véase " T h e General Crisis of the Seventeenth
0
Este es el defecto del modelo, por lo demás m u y Century", en H . R . Trevor-Ropper, The
sugestivo, que propone George Modelski, European Witch-Craze of the Sixteenth and
" T h e Long Cycle of Global Politics and the Seventeenth Centuries, p . 46-89, Nueva York,
Nation-State", Comparative Studies in Society Harper and R o w , 1969.
and History, vol. 20, n.° 2, avril de 1978, Anderson, op. cit., p. 32-39, y especialmente Ia
p . 214-235. M á s adelante adoptamos, no nota 37, p. 37. E n cuanto a la atribución de
obstante, el esquema de B . F . Porshnev, que la "sobredeterminación" a España, véase
se esfuerza por salvar esta laguna. p . 60 de la misma obra.
G
Anderson, op. cit., p. 21, 405, 409, 412, 423-424. B . F . Porshnev, "Les rapports politiques de l'Eu-
Fundada en los trabajos de Marx y de Weber, rope occidentale et de l'Europe orientale à
que según estimación de Anderson se comple- l'époque de la Guerre de Trente A n s " , en
mentan más que se oponen a dicho respecto, Comité Internacional de Ciencias Históricas,
esta concepción se aproxima a la de McNeill XI' Congrès international des sciences histo-
(supra), que pone el acento sobre la "hetero- riques. Rapports, IV. Histoire Moderne,
geneidad" del occidente medieval. p . 138, 161 y 162, nota 1. Uppsala, Almqvist
7 and Viksell, 1960.
Otto Hintze, " T h e Formation of the States and the
Constitutional Development: a Study in His- Ludwig Dehio, The Precarious Balance, Nueva
tory and Politics", en Felix Gilbert (dir. York, A . A . Knopf, 1962. Salvo indicación
publ.), 77;e Historical Essays of Otto Hintze, en contrario, nuestro examen de la formación
p. 167, Nueva York, Oxford University Press, del sistema intercstatal a comienzos de la
1975. época moderna se inspirará en esta obra
8 clásica, injustamente postergada (publicada
Joseph R . Strayer, On The Medieval Origins of the
Modern State, Princeton, Princeton Univer- en 1948 con el título de Gleich-Gewicht Oder
sity Press, 1970. Hegemonie). E n cuanto al aspecto teórico,
• N o s basamos aquí en la edición americana de R o - véase sobre todo Morton Kaplan, System and
Interacciones estratégicas y formación 781
de ¡os Estados modernos en Francia e Inglaterra

Notas (.continuación)

Process in International Politics, p. 21-36, puede también adquirir la forma de una va-
Nueva York, John Wiley and Sons, 1957. riable que permite la construcción de un
Theda Skocpol, States and Social Revolutions, Estado sobre la base casi exclusiva de la
p. 22-24, así como su análisis de los casos organización militar. Estos casos ilustran un
particulares. proceso de creación del estado merced al
G . R . Elton, Reformation Europe, 1517-1559, "valor añadido" a partir de determinadas
p. 119, Nueva York, Harper Torchbooks, circunstancias sociales en u n contexto parti-
1963. Dehio, inspirándose en Ranke, ve cular. Sobre el papel de los subsidios franceses
aquí la primera manifestación del mecanismo y rusos en la empresa de Gustavo-Adolfo,
de contrapeso aportado a Europa por una véase Porshnev, op. cit., p. 150-151.
potencia marítima periférica (The Precarious 37 Howard, op. cit., p. 64.
38
Balance, p. 38). C o m o podrá observarse, este Anderson, op. cit., p. 62.
análisis está completamente de acuerdo con 39
Esta "curialización" ha sido objeto de un estudio
el esquema de Porshnev. ¿Era Lenin rankeano? detallado de Norbert Elias, La société de cour,
F. Braudel, op. cit., vol. IT, p. 945. Paris, Calmann-L6vy, 1974. Respecto a Io
Dehio, The Precarious Balance, p. 55. que nosotros llamamos "belicización", véase
Garrett Mattingly, The Armada, p . 401, Boston, Michel Foucault, Surveiller et punir, Paris,
Houghton Mifflin, 1959. Gallimard, 1976. Nuestra observación acerca
Geoffrey Parker, 77;e Army of Flanders and the del urbanismo de las plazas fuertes se inspira
Spanish Road, 1567-1659, Londres, C a m - en una visita al Musée des Plans-Reliefs
bridge University Press, 1972; del mismo situado en los desvanes del Hotel des Inva-
autor, The Dutch Revolt, Hammondsworth, lides (París, 1980).
40
Penguin Books, 1979. Todos los datos citados en el párrafo siguiente
Para J. H . Parry, por ejemplo, las actividades de están tomados del interesante bosquejo de
Francia y de Inglaterra en América serían P . G . M . Dickson y John Sperling, " W a r
como "contramovimientos tácticos del ta- Finance, 1689, 1714", en The New Cambridge
blero de ajedrez" (The Establishment of the Modem History. VI. The Rise of Great
European Hegemony, 1415-1715, Nueva York, Britain and Russia, 1688-1725, p . 284-315,
Harper Torchbooks, 1966). Véase también Londres, Cambridge University Press, 1970.
K . G . Davies, The North Atlantic World in 4 1 Puede advertirse ahí, desde luego, una alusión a la
the Seventeenth Century, p . 25-31, 35-45, interesantísima interpretación que propone
Minneapolis, University of Minnesota Press, Edward W . Fox en History In Geographic
1974; así c o m o , respecto a las Provincias Perspective. The Other France, Nueva York,
Unidas, C . R . Boxer, The Dutch Seaborne W . W . Norton, 1971.
42
Empire 1600-1800, Londres, Hutchinson, Roland Mousnier, Les institutions de la France
1965. sous la monarchie absolue. Tome II. Les
Howard, op. cit., p. 51. organes de l'État et la Société, p . 7 y ss,
Adoptamos aquí, en líneas generales, la interpre- Paris, Presses Universitaires de France, 1980.
tación de P . Anderson, op. cit., p. 71-84. Véase también su conclusión general.
43
El nexo entre la organización política y el impulso Lawrence Stone, "The English Revolution", en
económico de las Provincias Unidas aparece Robert Förster y Jack P . Greene (dir. publ.),
subrayado por Douglass C . North y Robert Preconditions of Revolution in Early Modern
Paul en The. Rise of the Western World. A Europe, p . 68, Baltimore, Johns Hopkins
New Economic History, p. 132-145, C a m - University Press, 1970.
44
bridge, University Press, 1973. Estos autores Ibid., p . 103-108. Puede ser de interés consultar
minimizan, no obstante, la aportación de la igualmente Christopher Hill, The Century of
explotación de la periferia al desarrollo del Revolution, 1603-1714, p. 13-14, Nueva York,
capitalismo holandés. W . W . Norton, 1961.
45
Howard, op. cit., p. 49, 54. N o s basamos aquí en Christopher Hill, The Cen-
Anderson, op. cit., p. 98. tury of Revolution, p. 193-311.
40
Desdichadamente no nos podemos demorar en el El párrafo siguiente se basa en David Ogg, " T h e
caso de Suécia, que demuestra, como de Emergence of Great Britain as a World
forma aún más espectacular lo hará el Ducado Power", en The New Cambridge Modem
de Brandenburgo (Prusia) algún tiempo m á s History, op. cit.
tarde, que la configuración internacional
Desarrollos en la periferia

£1 aparato estatal en los países


del tercer mundo y su relación
con el cambio socioeconómico

Guillermo O'Donnell

M á s que aportar u n argumento sustancial sobre el tema propuesto en el título,


estas notas tienen por objeto señalar una importante laguna en nuestro conoci-
miento. H o y sabemos bastante sobre la historia económica de los países y regiones
del tercer m u n d o , y también, merced a los trabajos de Immanuel Wallerstein y sus
colaboradores, precursores en este campo, se han presentado algunas concep-
tualizaciones ventajosas acerca de las relaciones globales entre el centro, la
semiperiferia y las periferias del sistema capitalista mundial. Sin embargo, es m u y
poco 1 lo que se ha hecho en lo tocante a estudios comparativos de los aparatos del
Estado en países del tercer m u n d o ; m á s aún, que yo sepa, m u y contados estudios
sobre países han dedicado atención específica a este asunto.
Semejante descuido es algo que sorprende. Sea cual sea la forma social
específica adoptada, cuanto más tardíos han sido la incorporación al mercado
mundial y los intentos por definir y lograr el crecimiento económico, m á s crucial
y expansivo ha tendido a ser el papel del aparato estatal en los países del tercer
m u n d o . Si durante algún tiempo los historiadores pudieron engañarse escribiendo
la historia de Inglaterra básicamente c o m o la historia de su sociedad civil, es
evidente que en la periferia tanto las pautas de crecimiento económico c o m o las de
la formación de clases —por no hablar de las alianzas políticas— están inextri-
cablemente relacionadas, antes y después de la descolonización, con el papel
desempeñado por el aparato estatal. E n la mayoría de los casos, quizá no sea
exagerado afirmar que, en vez de ser el estado, c o m o las teorías clásicas —es decir,
elaboradas en el centro— presuponen, una especie de reflejo de la sociedad civil,
fue, por er contrario, el aparato estatal el que configuró en medida m u y conside-
rable los rasgos básicos de nuestras sociedades.
Frecuentemente, las políticas de gobierno se han traducido en la formación
de una burguesía industrial y de su complemento, una clase trabajadora. Estas

Guillermo O'Donnell es un politólogo argentino que actualmente se desempeña como miembro


del Instituto Universitario.de Pesquisas en el Conjunto Universitario Candido Mendes, rua de
Matriz 82, Botafogo, Río de Janeiro (Brasil). lía hecho investigaciones y publicaciones acerca del
Estado, la burocracia y el sector público en América Latina.

Rev. int. de cieñe, soc., vol. X X X I I (1980), n.° 4


784 Guillermo O'Donnell

políticas, cuando han obedecido a u n talante económicamente liberal, han apun-


tado específicamente a dicho resultado, o bien, cuando han estado orientadas hacia
alguna forma de socialismo o capitalismo de estado, las actividades empresariales
emprendidas por el aparato estatal se han extravasado en la creación de u n a
burguesía satélite que empezó acumulando capital en los eslabonamientos ascen-
dentes o descendentes de las actividades económicas de esos estados.
D e una forma o de otra, la creación de una burguesía industrial y una clase
trabajadora fue importante no sólo en sí misma, sino también porque transformó
profundamente las posiciones relativas de todas las demás clases y estratos. N o se
trataba, c o m o en las pautas capitalistas clásicas del desarrollo económico, de que
una clase dominante emergente configurase el poder político encarnado por el
estado. A l contrario, en la mayor parte de nuestros casos la clase nacionalmente
dominante ha sido hija del aparato del Estado. Naturalmente, en ambos modelos o
pautas se inicia una compleja dialéctica entre la clase dominante y la relativa auto-
nomía del aparato del Estado, pero tal dialéctica es sólo formalmente análoga en el
centro y en el tercer m u n d o . Baste mencionar, entre otras muchas evidencias, que
la pauta histórica del centro capitalista dio amplio margen a ideologías políticas
que exaltaban los componentes individualistas mientras que en el tercer m u n d o ,
cualquiera que sea la orientación ideológica que predomine en cada caso, abundan
unos fuertes componentes colectivistas, comunales y estatistas.
Ideología es aquella parte de la realidad social global que la codifica, atri-
buyéndole significados que tienen raíces m á s o menos hondas en las experiencias
históricas de la mayoría del pueblo. L a noción colectivista y estatista respecto a
dónde está el eje de la sociedad, acerca de dónde han venido y es probable que
vengan en el futuro —para bien o para mal— los principales impulsos dinámicos,
podrá parecer desafortunada para la tradición liberal del centro capitalista. Pero
es una noción básica de la topología de la realidad social que las distintas versiones
de populismo y socialismo comparten con los numerosos sectores de la población
del tercer m u n d o a quienes, con reiterado éxito, tales movimientos se dirigen.
Esa es la razón de que el Estado en el tercer m u n d o n o sea la síntesis idea-
lizada (es decir, mitológica pero no ineficaz) de la sociedad civil existente! Habitual-
mente es, bien al contrario, u n cuerpo profundamente irrepresentativo (cuanto
m á s lo es, m á s cerca está de sus orígenes coloniales) cuya misión histórica consiste
en ser el agente que produce una síntesis, varias síntesis de una sociedad civil, en
muchos casos profundamente heterogénea con respecto a sí misma y del Estado.
M u y frecuentemente, el aparato del Estado (por débil y fragmentario que parezca
a u n observador etnocéntrico) se presenta c o m o la única fuerza centrípeta y lo es.
L o menos que puede decirse es que, en muchos casos, en el tercer m u n d o , por
enrevesado que aparezca con la contradicción de ser al m i s m o tiempo u n punto
crucial para la difusión interna de la dominación neocolonialista e imperialista, el
aparato del Estado ha desempeñado, en varias tareas históricas decisivas, u n papel
m u c h o m á s importante que en el centro capitalista o, para el caso es lo m i s m o , que
El aparato estalai en los países del tercer mundo 785

en los socialismos del hemisferio septentrional: la creación de la nacionalidad


(entendida c o m o el reconocimiento subjetivo, por la mayor parte de la población,
de la pertenencia a u n "nosotros" que coincide con los límites políticos de u n
Estado, el cual se convierte con ello en u n Estado nacional) y la unificación de su
territorio c o m o un espacio para la circulación de bienes y servicios, sea su forma
capitalista o no. H a y países donde estas tareas no se han completado, pero la
tendencia es inequívoca: u n Estado, cualquier Estado, tiende a homogeneizar su
espacio político en términos, por lo menos, de nacionalidad y transacciones econó-
micas. L a diferencia del tercer m u n d o con relación al resto es que, en la realiza-
ción de dichas tareas, y la profunda —y a veces tan dura^- remodelación de la
sociedad civil que las acompaña, el aparato estatal ha asumido un papel espe-
cialmente activo, desempeñado en u n m o m e n t o histórico extraordinariamente
condensado.

£1 caso de América Latina

U n a vez expuestas estas generalidades, podemos ser un poco m á s específicos. Si el


aparato del estado es u n agente tan decisivo en las pautas de cambio de la mayoría
de los países del m u n d o , esperemos se lleven a cabo esfuerzos concertados que
empiecen a llenar nuestra abismal carencia de conocimientos respecto a dicha
materia2. C o m o en muchos otros temas de las ciencias sociales, conocimiento útil
quiere decir conocimiento comparativo; de no ser así, el estudioso se encuentra
sin una guía para determinar lo que es habitual o sorprendente, diferente o
recurrente, y no puede por tanto ahondar la indagación y el pensamiento hacia
conceptos teórico-explicativos de las pautas de cambio y relaciones observadas.
Pero ¿qué y c ó m o hemos de comenzar a comparar en este primitivo nivel de cono-
cimiento en que nos hallamos? La respuesta es difícil de llevar a la práctica pero
bastante fácil de enunciar: utilizando lo poco que sabemos para hacer conjeturas
razonablemente fundadas (o, si se prefiere, protohipótesis) acerca de algunos
problemas nodales que parecen haber determinado diferencias decisivas respecto a
las pautas de formación histórica del aparato estatal, y su relación con el cambio
socioeconómico, entre series de países del tercer m u n d o . Es decir, que no es nece-
sario ni ir totalmente a ciegas ni —lo que viene a ser lo m i s m o — adoptar u n
punto de vista ultraempírico.
Permítaseme elucidar este punto. C o n m u y contadas excepciones, la expe-
riencia c o m ú n del tercer m u n d o es la de u n pretérito colonial. Pero allende este
genérico factor c o m ú n , el caso de Latinoamérica es m u y diferente del de —para
simplificar— África y la mayor parte de Asia. E n Latinoamérica el país colonizador
era inequívocamente precapitalista (en realidad, Portugal y España eran una semi-
periferia que fomentaba, con su colonialismo, los comienzos de la industrialización
capitalista en Inglaterra y en Holanda), mientras que la colonización de la mayor
786 Guillermo O'Donnell

parte de Asia y África fue una fase crucial en el desenvolvimiento del imperialismo
capitalista. Esto quiere decir, entre otras muchas cosas, que en Latinoamérica la
maquinaria burocrática colonial era m u y diferente —en su forma, su funciona-
miento y la penetración social de sus efectos— de la de las colonias africanas y
asiáticas. A d e m á s , en la América hispana (no en Brasil, donde la burocracia
imperial continuó funcionando sin interrupción apreciable después de la indepen-
dencia política) esto significó que a principios del siglo xix se produjo una impor-
tante remodelación de la burocracia pública; en algunos casos, m u y pocos, se
acercó a la disolución pura y simple, para reaparecer con rostro m u y diferente
unas décadas después. Por débil y penetrada por intereses neocoloniales que se
encontrase, esto determinó en Latinoamérica u n proceso bastante largo de
formación estatal, así c o m o la gestación de u n sinfín de sectores medios que se
formaron y nutrieron merced a su imbricación en el aparato del estado. A u n q u e
tanto la pauta de continuidad con la administración colonial —al estilo del
Brasil— c o m o la discontinuidad, bastante acusada, característica de la América
hispana pueden observarse en el Asia y el África contemporáneas, la remodelación
y reorientación del aparato estatal hacia objetivos nacionales (más o menos
auténticos) en estos últimos continentes es u n acontecimiento muchísimo m á s
próximo a nuestros días.
Esto n o es sólo una cuestión de trivial tiempo cronológico. Baste considerar
que algunos países latinoamericanos (más específicamente Argentina, Chile y
Uruguay), a la vuelta del siglo xix habían completado básicamente las tareas de
unificación económica y construcción de la nacionalidad, mientras que práctica-
mente todos los demás países de este continente n o consiguieron esto m i s m o hasta
los años de 1930. Por el contrario, éste es u n hecho bastante reciente, o todavía n o
cumplido del todo, en la mayoría de los países m á s recientemente descolonizados
del resto del tercer m u n d o . Ello no sólo ha significado una pauta diferente con
respecto al control y la expansión del aparato del Estado. Significa, también, que
tales procesos están insertos en u n m o m e n t o histórico del sistema mundial suma-
mente distinto. E n primer lugar, la superioridad en armamentos que u n aparato
estatal mínimamente dotado (o u n grupo o región estrechamente vinculado a una
potencia extranjera) puede tener hoy día sobre la población en general es muchí-
simo mayor que la que podían tener los incipientes estados latinoamericanos de
principios del siglo xix, que en muchos casos necesitaron décadas antes de poder
disponer de una clara superioridad coercitiva sobre su territorio.
M á s importante aún, si la descolonización no significó la independencia
económica, sino, en la mayor parte de los casos, alguna forma de neocolonialismo,
han sido distintas las formas concretas que este hecho revistió en los siglos xix y xx.
Después de la independencia política, Latinoamérica pasó a ser la colonia econó-
mica informal de, según los casos, Inglaterra y los Estados Unidos. A m b a s poten-
cias se hallaban en la fase de expansión rápida y capitalismo competitivo. E n
cambio, la inmensa mayoría de los países africanos y asiáticos descolonizados a
El aparato estalai en los países del tercer mundo 787

raiz de la segunda guerra mundial permanecieron insertos en relaciones económicas


determinadas n o sólo por formas altamente monopolísticas de capitalismo inter-
nacional, sino también por la existencia del campo socialista, que si bien n o pudo
nunca competir con el campo capitalista en términos directamente económicos,
proporcionó formas alternativas de organización social (y del Estado) y, en algunos
casos, apoyo político y militar para experimentar con dichas formas. Tanto en el
siglo xix c o m o en el xx, los recursos naturales de la periferia son decisivos para los
centros septentrionales, pero en el xix el m á x i m o interés de los países capitalistas
del centro se cifraba en la extracción de dichos recursos naturales. H o y este interés
se combina con lo que ha hecho a las sociedades transnacionales verdaderamente
transnacionales: primero, la necesidad de extender al tercer m u n d o los mercados
para sus productos —formando así unos hábitos culturales y determinando una
distribución de la renta ajustados a tal propósito— y, segundo, la conveniencia de
transnacionalizar propiamente su producción en las actividades donde esto supone
una importante contribución marginal a los beneficios globales, sobre todo apro-
vechando la m a n o de obra barata disponible en él tercer m u n d o . Naturalmente, los
países latinoamericanos rio han escapado a esta fase, pero se ha dado en interacción
con u n aparato de Estado nacional y, en cierta medida, con unas clases nacionales
que habían contado ya con tiempo m á s que suficiente para desarrollarse y
establecerse.
El cuadro n o es homogéneo a este respecto en toda Latinoamérica, pero al
menos en los países m á s grandes tal burguesía no era desde luego la burguesía
compradora que, según la mayor parte de los análisis, predominaba en muchos
países africanos y asiáticos por la época de la descolonización. Esto quería decir
que la preexistencia de una clase nacional —industrial y comercial—, con su
propia base de acumulación de capital en el mercado interior, había fomentado
ya una importante expansión del aparato estatal, tanto en el papel empresarial
de promover actividades económicas que no fueran factibles o convenientes para
la referida burguesía (pero sí indispensables para su acumulación), c o m o en la
función tutelar sobre dicha clase y su correlativa clase obrera (sin descartar u n
papel activo de mediación en sus relaciones). Q u e en la mayor parte de los casos
la égida del populismo se manifestara en Latinoamérica antes y no después de la
invasión de los mercados nacionales por el capital altamente monopolizado de
las sociedades transnacionales n o es m á s que una señal entre tantas de este multi-
facético problema de la sicronización.
Aunque en líneas m u y generales, vamos a empezar por establecer u n módulo
de categorías (dicotomías susceptibles de ser desglosadas en clasificaciones m á s
sutiles) referidas a problemas y períodos que parecen cruciales para entender las
diferencias en las pautas históricas de la formación del Estado en el tercer m u n d o :
a) si la potencia colonizadora era capitalista o n o lo era; b) continuidad o disconti-
nuidad con la administración colonial; c) fase del capitalismo mundial en el
m o m e n t o de la descolonización y, en términos de la relación mundial de fuerzas,
788 Guillermo O'Donnell

disponibilidad de opciones y apoyos socialistas; y d) preexistencia de u n Estado


nacional propiamente dicho y de una burguesía local (es decir, una clase con una
base importante de acumulación de capital en su mercado interior) y la trans-
nacionalización de la producción por las sociedades transnationales.

Evidentemente, estas categorías relacionadas con el factor tiempo no son las


únicas que nos hacen falta para nuestros fines. Por fortuna, podemos cruzar
dichas categorías con otras, aun cuando las cosas empiecen así a perder — c o m o
no podría ser m e n o s — toda imagen de simplicidad lineal.
Otro factor que todos los países del tercer m u n d o tienen en c o m ú n es la
crueldad con que los colonizadores y sus aliados locales trataron siempre a las
poblaciones nativas. Pero también en esto las situaciones varían. E n u n extremo
tenemos casos c o m o los de Argentina y Australia, con grandes extensiones de
territorio que la expansión del mercado mundial hizo rentables merced a la
exportación de productos alimenticios. Estos territorios estaban ocupados por
una población dispersa de aborígenes nómadas que fueron rápidamente exter-
minados, dejando m u y escasos vestigios de sus civilizaciones. E n el otro extremo
tenemos situaciones, representadas por los países andinos y México en Latino-
américa, ademas de unos pocos países asiáticos, donde la colonización fué
brutalmente impuesta sobre complejas y refinadas culturas indígenas, basadas en
poblaciones con una larga experiencia de vida sedentaria y agraria. E n contraste
con los casos de territorios m á s bien despoblados, estos últimos generalmente se
aprovecharon para la explotación económica de una población numerosa. E n los
casos primeramente citados, cuando se incorporaron al mercado mundial, hubieron
de procurarse una fuerza de trabajo inmigrante, que hacia la vuelta del siglo xrx
tema que ser atraída mediante el pago de u n salario; es decir, las relaciones capi-
talistas se extendieron m u y pronto y determinaron características básicas del
Estado, que actuaba fundamentalmente c o m o agente propiciador de dicha inmi-
gración y garantizador de la eficacia de las relaciones sociales capitalistas.
E n cambio, la penetración del capitalismo orientado a la exportación en
las situaciones del segundo tipo tendió a reproducir, aunque económica y políti-
camente subordinado a tales formas, los mecanismos preexistentes para la
explotación de la fuerza de trabajo. A d e m á s , no sólo por razones ecológicas o
tecnológicas, sino también c o m o consecuencia de la disponibilidad de m a n o
de obra abundante y barata (que sólo marginalmente era remunerada con dinero),
la implantación del capital internacional en los últimos casos solía traer aparejado
el empleo de tecnologías con uso intensivo del trabajo. E n estos casos, la sociedad
y su Estado correspondiente se convertían en una amalgama m u c h o m á s híbrida
de relaciones sociales capitalistas y precapitalistas variadas. A d e m á s , la necesidad
de garantizar el control de una fuerza de trabajo numerosa y m u y explotada
generó (como supongo que los datos comparativos demostrarían) una hipertrofia
de los órganos coercitivos en relación con los aspectos económicos y conciliatorios
El aparato estatal en los países del tercer mundo. 789

del Estado que superaba con m u c h o la de los primeros casos. Sería de esperar
que unos papeles tan distintos de los aparatos estatales, en sociedades que variaban
tanto dentro de esta dimensión, generaría diferencias significativas en los ritmos
y m o d o s de expansión de los propios aparatos estatales, y que estos, a su vez,
nos darían abundante información complementaria y acaso parcialmente correc-
tora de lo que los historiadores económicos y sociales nos han enseñado acerca
de los orígenes de nuestras naciones.
Si estos dos tipos de situaciones muestran unos perfiles relativamente
bien definidos, lo m á s corriente en Africa y en buena parte de Asia, con algunos
casos significativos en Latinoamérica, presupone la imposición de la férula
colonial y, posteriormente, u n Estado incipiente que se esfuerza por ser nacional
(que puede coincidir o no con las fronteras de la administración colonial) sobre
una población sumamente heterogénea: es decir, ni la "tierra despoblada", ni
los casos de imperio tradicionales, relativamente homogéneos. E n este tercer tipo
de situación, tienden a adquirir una significación m á x i m a la etnia, la lengua
regional, la religión, la cultura y otros atributos vividos c o m o enormemente
importantes por las respectivas subpoblaciones. El cuadro se complica aún m á s
cuando olas de inmigrantes m á s recientes, también m u y diferenciados respecto
a la población preexistente, tienen que asumir un papel políticamente subordinado
paro hacerse cargo de papeles importantes c o m o miembros de la burguesía
compradora y/o el comercio interior. L a situación se torna todavía más complicada
cuando, c o m o frecuentemente ocurre, las plantaciones y enclaves con que el
capital internacional da cuerpo a su presencia previa comprenden, aparte del
puerto y la capital, sólo una fracción del territorio, extremando de esta manera
—al "modernizar" a la subpoblación o subpoblaciones vinculadas a esa parte
del territorio— el grado de heterogeneidad existente y sus virtualidades explosivas.
E n estos casos, el aparato estatal, por una parte, tiene generalmente que cumplir
la tarea "normal" resultante de su status semicolonial (es decir, tratar con las
fracciones de capital internacional corporeizadas en su propio territorio), y por
otra parte tiene que encontrar alguna forma de imponer su ley sobre dicha sociedad.
L o ideal, pero lo m á s difícil, es que el aparato estatal consiga situarse c o m o
árbitro supremo de los conflictos provenientes de semejante fraccionamiento.
L o m á s frecuente es que el.aparato del Estado se encuentre en manos de alguna
subpoblación — o coalición de subpoblaciones—, lo que supone u n serio obstá-
culo para su tarea de promover la nacionalidad, por cuanto n o podrá menos de
aparecerse, a las subpoblaciones sometidas, c o m o la negación m i s m a de sus
aspiraciones de universalidad y dedicación al interés c o m ú n .
Sólo en los casos en que la colonización se llevó a cabo en tierras prácti-
camente despobladas tienen alguna plausibilidad las teorías clásicas del Estado
c o m o transfiguración política de la sociedad civil existente. E n nuestro segundo
tipo de situación, el Estado — m á s concretamente, el aparato estatal— es u n o
de los mecanismos básicos para la permanente exclusión política y económica
790 Guillermo O'Domtell

de la población subordinada, indígena en su mayoría. Puede decirse, así, que u n


aparato de esta naturaleza traza los límites que dicotomizan las sociedades, las
cuales tienen u n largo camino por delante antes de que puedan eliminar defini-
tivamente este rasgo de su herencia colonial, si es que lo consiguen algún día.
E n este sentido, mal puede decirse que semejante Estado sea transmutación
metabólica de la sociedad civil; a lo s u m o , es la condensación de una dominación
social y económica (parcialmente amortiguada por sectores medios que se alimentan
básicamente de ese mismo aparato) que se presenta netamente diferenciada de la
mayoría de la población. E n la tercera situación el cuadro es aún más complejo,
toda vez que, lejos de "representar" de una forma o de otra a la sociedad existente,
el aparato estatal tiene que crear una sociedad y una nación mínimamente h o m o -
géneas, y, al menos a breve y a medio plazo, suele quedarse corto en ello, convir-
tiéndose en condensación política de la supremacía de alguna/s subpoblación/es.
Supongo que la anatomía de tales aparatos y su historia nos dirían m u c h o ,
n o sólo sobre los diferentes grados de homogeneidad de sus sociedades sino
también sobre las formas en que las respectivas circunstancias han sido tratadas
en cada caso.

Los lazos con el mercado internacional

Otra faceta c o m ú n a prácticamente todos los países del tercer m u n d o es que se


vincularon al mercado internacional —en diferentes momentos históricos y en
fases distintas del capitalismo mundial, c o m o ya queda dicho— por medio de
uno o unos pocos productos que por alguna razón interesaban a los centros.
Según han demostrado los teóricos de las materias primas3, todo producto implica,
en cada estadio de tecnología internacionalmente disponible, unas exigencias y
unas consecuencias específicas por lo que a la organización de su producción
(o extracción) se refiere. M á s recientemente Albert Hirschman 1 ha ofrecido una
prometedora ampliación de su conceptualización de los eslabonamientos ascen-
dentes y descendentes, siguiéndolos a través de sus implicaciones en cuanto a la
formación de las clases y (lo que es de enorme interés para nuestro tema) a la
formación y pautas de expansión del aparato estatal. Para exponer con sencillez
una cuestión empíricamente complicada, algunos productos primarios pueden
manipularse estableciendo una leve relación con la sociedad local: tal vez única-
mente los medios de transporte hasta el puerto, el puerto mismo y alguna fuerza
policial para la vigilancia de la m a n o de obra. Otros, por el contrario, c o m o el
ejemplo de que se vale Hirschman (el café en el Brasil), exigen una serie de rela-
ciones bastante intrincada, n o sólo con las clases y grupos de la sociedad civil
(situados a u n cabo y otro del proceso de producción) sino también porque al
interesarse en la estabilidad de las relaciones económicas creadas en torno al
producto, requieren una intervención bastante sofisticada y compleja por parte
El aparato estatal en los países del tercer mundo 791

del aparato estatal. Es considerable el conocimiento que hoy se tiene acerca de


la economía y la tecnología —tanto de ayer c o m o de hoy— de muchos de los
productos que vincularon a los países del Tercer M u n d o con el mercado mundial.
L o cual m e induce a creer que, valiéndonos del enfoque teórico de Hirschman,
podrían inferirse m u y solidad hipótesis en cuanto a los efectos recíprocos de dichos
productos y la formación y expansión del aparato estatal.
Por otra parte, lo dicho indica que sería u n error reduccionista limitar
el estudio a esta dimensión. Cabría esperar diferencias significativas en los efectos
de u n mismo producto si su producción tuviere lugar, pongamos por caso, en u n
país que al iniciarse el proceso contara ya con u n Estado nacional m á s o menos
establecido y necesitara atraer la m a n o de obra mediante incentivos salariales,
en comparación con otro país que se hallase bajo régimen colonial y donde la
m a n o de obra se encuadrase principalmente en unas relaciones pre o n o capita-
listas. T o d o ello sugiere que las variaciones dependerían de las interacciones entre
las características de los productos y las otras dimensiones que acabamos de
examinar.
El enfoque de los eslabonamientos se halla estrechamente relacionado con
otro que, según se desprende del conocimiento de los casos latinoamericanos,
pudiera haber generado efectos de análoga importancia en otras regiones del
tercer m u n d o , pero no es idéntico a él. Refiérese éste al punto en el ciclo del
producto donde las barreras de acceso estaban demasiado altas para que la
burguesía o los grupos oligárquicos locales trataran de controlarlo (y obsérvese
que este aserto presupone u n particular papel y una disponibilidad de recursos
por parte del aparato estatal, ya que tales límites han sido diferentes según el
apoyo, la indiferencia o, m u y frecuentemente, la hostilidad manifestada por u n
aparato de estado profundamente penetrado por el capital internacional). C o m o
han demostrado Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto0, u n aspecto impor-
tante del caso era si el principal producto de exportación era o no directamente
explotado por una clase local, lo que daba origen a una burguesía local con su
propia base de acumulación de capital en el mercado interior y que no tardaba
en apartar de la supremacía a los elementos m á s compradores de su propia clase.
Esta pauta difería de otras — c o m o en algunas plantaciones y la mayor parte
de la explotación minera— donde el recurso natural era directamente explotado
por capital internacional, dejando así m u y poco espacio económico para la apari-
ción de una burguesía local. Naturalmente, esto tenía m u c h o que ver —y por
este enfoque se halla tan cerca del de los eslabonamientos— con las características
del producto: en particular, con la complejidad de la tecnología para su produc-
ción o extracción y la cuantía del capital requerido para la misma. Compárese,
por ejemplo, los requerimientos mínimos durante tanto tiempo mantenidos —en
cuanto a capital, tecnología y m a n o de obra— para la cría de ganado en u n clima
favorable, con las importantes inversiones tecnológicas y de capital, así c o m o el
elevado número de trabajadores y la complejidad de la organización, no sólo
792 Guillermo O'Donnell

de su trabajo sino también de su relevo, exigidos por algunas actividades mineras.


Q u e siempre que estas exigencias se hacían m á s rigurosas la burguesía o los
grupos protuburgueses locales tenían que dejar paso al capital internacional,
y que raras veces el estado posterior a la independencia, en el siglo xix, actuó
en el sentido de bajar las barreras de acceso para la burguesía o trató de emprender
dichas actividades él mismo, es todo ellofieltestimonio de la situación neocolo-
nial a que todos nuestros países han estado sujetos y bajo la cual todavía perma-
necen bastantes. Esto puede verse aun en el caso altamente favorable del cultivo
de cereales y la cría de ganado en la Argentina, donde por muchísimo tiempo
(aun cuando las clases locales disfrutasen la propiedad de la tierra y en virtud
de ello obtuviesen enormes beneficios económicos) el capital internacional m o n o -
polizó las fábricas de empacamiento de carne, el comercio internacional, el
transporte interior y exterior, los seguros, etc. Ahora bien, y es esto lo que aquí
m á s nos importa, unas barreras bastante bajas que permitían a grupos locales
el acceso a la producción directa tuvieron la importante consecuencia de fomentar
la temprana aparición de clases locales —especialmente una burguesía— que
faltaron esencialmente en aquellos casos donde la producción o extracción directa
del principal producto o productos de exportación estuvo dominada por el capital
internacional.
E n los últimos casos, el principal complemento del aparato del estado
tenía que ser el capital internacional, toda vez que (aparte de garantizar la "paz
y el orden" de la población sometida-y lidiar con las recurrentes frustraciones
de los sectores medios dependientes del aparato del Estado o del comercio al
por menor) las materializaciones de dicho capital eran las principales fuerzas
en las referidas sociedades. M á s aún, la marginación de los grupos presuntamente
burgueses y la escasa monetización de la economía que esta situación típicamente
traía consigo significaban que el capital internacional era el principal complemento
del aparato del Estado en tanto en cuanto sus derechos de explotación consti-
tuían, con m u c h o , el recurso más importante con que aquel podía contar. Así,
en estos casos, tendía a surgir un aparato estatal de aspecto preponderantemente
coercitivo respecto a una población sometida cuya "tranquilidad" era una de sus
principales contribuciones a una relación persistente con el capital internacional.
A d e m á s , y por el m i s m o motivo, el aparato en cuestión veíase apremiado a
procurar empleo a unos sectores medios que tenían pocas oportunidades alterna-
tivas, lo cual hallábase en contradicción con la endeble —e inestable— base de
recursos impuesta por la dependencia de los derechos antes mencionados.
N a d a tiene pues de sorprendente que las verdaderas tentativas de instru-
mentar una política económica nacional y de crear instituciones al efecto, como,
u n banco central o u n sistema tributario con u n mínimo de eficacia, se llevaran
a cabo en este tipo de países m u c h o después que en los m á s próximos al polo'
opuesto de dicha dimensión. E n éstos, las clases locales que controlaban los
principales recursos naturales tal vez n o alcanzasen la categoría de empresarios
El aparato estalai en los países del tercer mundo 793

schumpeterianos, pero algunos de sus excedentes económicos iban a parar a


inversiones y actividades urbanas, fomentando de esta manera u n m a p a de clases
sociales m á s complejo en el que entraban sectores medios, que ya n o dependían
tanto del aparato estatal para su subsistencia, así c o m o los rudimentos de una
clase trabajadora. Evidentemente el Estado, en las pautas de crecimiento de su
aparato y en su política, expresaba esta complejidad, lo cual n o debe confundirse
con los casos de alta heterogeneidad social antes mencionados. A d e m á s , en tanto
que este tipo de situación determinaba que los principales nexos económicos
con el capital internacional n o giraran en torno a los derechos de explotación,
las relaciones del aparato estatal (y de la burguesía local) con dicho capital eran
m á s complejas y mediatizadas que en los casos en que tal control venía directa-
mente ejercido por el capital internacional. Por último, lo que en los casos que
estamos considerando quedaba c o m o excedente económico localmente apropiado
por clases nacionales, y los derrames de tal excedente que iban a parar a la sociedad
nacional en general, permitían que c o m o alternativa de los derechos pagados
por el capital internacional, existiera una base tributaria nacional suficientemente
amplia. Esto a su vez significaba que los países de esta clase pudieran m u y pronto
establecer u n aparato estatal m á s estrechamente vinculado a las clases sociales
locales y que, por añadidura, la forma misma de dicho aparato, así c o m o de
las políticas que emprendía, fuesen notablemente m á s complejas que las de los
casos en que el capital internacional, al controlar directamente la producción
o extracción del principal producto (o productos) de exportación, conservaba la
prioridad en la determinación de tales progresos.
Estos aspectos se aproximan a los que dimanan de u n enfoque de.eslabona-
mientos, pero sólo a condición de que, por lo que a consecuencias para la sociedad
local se refiere, los principales productos de exportación colonial o neocolonial
se hallen en situación análoga en términos de barreras de acceso y de eslabo-
namientos. O sea, c o m o en el caso del ejemplo de Hirschman sobre el cultivo
del café en la región del Brasil que —no por casualidad— llegó a ser la m á s rica
e industrializada del país, había unas barreras bajas de acceso de los grupos
locales al punto de producción junto con u n intenso eslabonamiento ascendente
y descendente, económico y político, en la sociedad local.
El caso contrario puede encontrarse en muchas actividades mineras donde las
barreras de acceso están m u y altas y los eslabonamientos locales son m u y pocos y
dispersos. Pero no nos será difícil imaginar casos —a los que se aproximan algunas
economías basadas en plantaciones, que y o sepa— en los que las barreras de
acceso al punto de producción están bastante bajas, pero los eslabonamientos
ascendentes y descendentes son exiguos. E n estos casos, especialmente si la ubica-
ción geográfica de dichas actividades n o coincide con la capital político-
administrativa colonial o poscolonial, hay u n a tendencia a la aparición de
fuertes regionalismos, que pueden acentuarse aún m á s si, c o m o ya queda dicho,
existen otras escisiones (cultura, religión, etnia, idioma) susceptibles de movilizarse.
794 Guillermo O'Donneil

E n tales casos, si lo que se pretende es analizar las interrelaciones en el tiempo


entre el aparato estatal y ciertas pautas de cambio socioeconómico, sería u n craso
error contemplar solamente el aparato de Estado presuntamente nacional. E n
realidad tales regionalismos, sostenidos por una relación específica con el capital
internacional, tanto c o m o por clases locales que controlan el punto de producción
de la mercancía internacionalmente comercializada, tienden a generar sus propios
aparatos de Estado regionales. Según circunstancias que han variado significa-
tivamente de unos países a otros, así c o m o con el tiempo dentro de un m i s m o
país, no era infrecuente que, en los casos que nos ocupan, el Estado verdadero y
efectivo (es decir el que ejercía u n mayor impacto en la articulación y garantía
coercitiva de las relaciones sociales en la región de referencia) fuese el Estado
regional, que relegaba al que se suponía y pretendía serlo —el Estado nacional—
a u n papel m á s nominal que otra cosa en dicha región. Evidentemente, tal situa-
ción es de suyo inestable, y, fuera de unos pocos casos de secesión, a la larga
se ha resuelto en el ya mencionado sentido la homogeneización económica y
nacional, terminando el Estado nacional por someter m u c h o más eficazmente
a esas regiones cuasi-extraterritoriales. M a s para comprender lo que ha sido el
cambio socioeconómico en países de esta clase viene bien disponer de una historia
del aparato estatal en su integridad, es decir del nacional junto con lo regionales,
al menos en tanto que los últimos eran capaces de mantener una cuasi-autonomía
frente al primero. Por lo demás, muchos de los aspectos de la anatomía institu-
cional contemporánea del Estado nacional deben interpretarse también, en estos
casos, c o m o una consecuencia del relieve previamente alcanzado por semejante
situación.
Próximo al que acabamos de considerar —completando con ello el cuádruple
esquema implícito en nuestro razonamiento de esta sección—, se hallaría u n caso
en el que las barreras de acceso de los grupos locales al punto de producción
están sumamente altas, pero en el que, aun hallándose plenamente controlado
por el capital internacional, la actividad económica dada tiene muchos esla-
bonamientos ascendentes y/o descendentes en la sociedad local. El ejemplo que
—aunque con algunas reservas— acude a mi mente a este respecto es el petróleo.
Para empezar, el ejemplo es sugestivo porque pone de manifiesto que la altura
de las barreras de acceso n o es algo dado de una vez y para siempre, sino que
suele depender, m á s allá de las puras consideraciones económicas, de sutiles
combinaciones de factores políticos internos y coyunturas internacionales. L o
que a veces n o es posible para grupos de la burguesía local puede serlo para el
aparato estatal m i s m o , por medio de la nacionalización o estatificación de las
actividades directamente productivas y, m u y probablemente, también de los
trámites que ponen el producto a las puertas del mercado internacional (la refi-
nación y los medios locales de transporte). N o es aleatorio que tales decisiones
fueran infrecuentes hasta hace bien poco tiempo, en tanto unos aparatos estatales
típicamente m u y débiles (y políticamente infiltrados) y u n alto grado de m o n o -
El aparato estatal en los países del tercer mundo 795

polio de la tecnología y equipamiento indispensables hacían una decisión de esta


índole prácticamente impensable. M á s recientemente, con aparatos estatales m á s
fuertes (hasta cierto punto, relacionado a su vez con la creciente importancia
relativa del petróleo en el mercado mundial) y con tecnología y equipamientos
m á s asequibles, se han tomado efectivamente tales decisiones. La nacionalización
(o estatificación) de la principal fuente de acumulación de capital del país signi-
ficaría —aunque sobre este punto, c o m o sobre muchos otros ya tocados, sabemos
asombrosamente poco— u n enorme cambio no sólo en la forma del aparato
estatal sino también en su papel e impactos sociales. L a apropiación de una fuente
de excedente económico tan decisiva habría de efectuarse (prácticamente, n o
sólo en el discurso de los gobiernos respectivos) en dirección de alguna forma
de socialismo o capitalismo de Estado, por cuanto p o m a en manos del aparato
estatal los recursos que satelizaban a la mayor parte de las demás actividades
económicas de tales países. Tal hecho ha significado, además, n o sólo una enorme
aportación económica para dicho aparato, sino también el transformarlo en u n
cúmulo de centros burocráticos que, sea cual fuere el m o d o de organización
social más o menos socialista o capitalista adoptado, tenían la facultad de asignar,
por vía de decisiones políticas y no del mercado, una significativa proporción
de la inversión y del gasto económico y social. Naturalmente, el papel activo
que asume el aparato estatal en cuanto a promoción del cambio socioeconómico
(incluida la formación, a veces prácticamente ex nihilo, de clases alimentadas
por la transferencia de tales excedentes) se traduce en esta particular anatomía
de sus instituciones.
Pese a las particularidades que la pura cantidad de recursos petrolíferos
impone en cada situación específica, pueden verse estos casos c o m o manifestación
extrema de u n fenómeno que ha ido haciéndose cada vez m á s corriente en el
tercer m u n d o , y es que, frente a una burguesía local débil, y apuntando a metas
nacionalistas a través de alguna especie de socialismo o populismo, el aparato
estatal no sólo se hace cargo de la explotación de las principales fuentes de acumu-
lación de capital del país, sino que, desde esa posición, se convierte también,
de peor o mejor gana, en padre y en tutor económico de nuevas fracciones de la
burguesía surgidas, ya mediate la transformación de las clases sociales preexis-
tentes, o ya — c o m o aconteció precozmente en el caso mexicano, m u c h o antes
de que el petróleo llegara a ser allí u n factor decisivo— favoreciendo (principal-
mente por vías de "corrupción") a segmentos originados en ese mismo aparato.
Este papel tutelar de las instituciones del Estado se corresponde estrechísimamente
con las pautas de cambio económico y formación de clases de dichos países.
E n realidad, el punto en cuestión hace resaltar m u y bien el principal argumento
de estas notas: que si el estudio de la formación histórica del aparato estatal es
importante ya de por sí, es también —dada la especial importancia de dicho
aparato en prácticamente todas las dimensiones sociales de la mayoría de nuestros
países— u n componente indispensable para describir y explicar lo que por
796 Guillermo O'Domiell

demasiado tiempo se ha visto c o m o dimensiones puramente económicas, y even-


tualmente sociológicas.
Obsérvese que incluso antes de la gran alza en los precios del petróleo,
las complejidades tecnológicas de su explotación, las exigencias de infraestructura
material para su exportación y la gran cantidad de trabajadores altamente espe-
cializados que requería, significaban que muchos eslabonamientos ascendentes
funcionaban con amplias consecuencias sobre la economía local, a la que, sin
m u c h a exageración, puede verse girando ya por aquel entonces en t o m o a dicho
producto. M á x i m e cuanto que los nexos políticos (con sus efectos sobre la forma
del aparato estatal) eran m á s fuertes, toda vez que las bases de recursos de aquellos
aparatos estatales dependían en medida m u y considerable de los derechos de
explotación (con el efecto ya reseñado de relegar el desarrollo de u n sistema
fiscal a los niveles m á s rudimentarios) y el destino de la mayor parte de las clases
sociales hallábase intensamente condicionado por las formas en que tal renta del
estado se distribuía. Esto, junto a una continua e incierta negociación con las
compañías petrolíferas, exageraba u n aspecto que podemos también observar
en los países del tercer m u n d o sujetos a una fuerte dependencia de productos
de exportación que, durante u n largo período al menos, sólo les dejó las rentas
mediatizadas por el Estado de algún tipo de derecho o regalía pagado por la
explotación directa de tales productos: es decir, que primaba en grado s u m o el
control del aparato estatal, especialmente las instituciones que trataban directa-
mente con el capital internacional y con la distribución interior de los recursos
resultantes, así c o m o las fuerzas coercitivas que, por una parte, teman que garan-
tizar "la paz y el orden" para la explotación del producto, y, por la otra, estaban
llamadas a impedir que grupos competitivos locales desplazasen a los que habían
obtenido la ventaja. L a mayor parte de la llamada "inestabilidad política" (y las
expansiones y contracciones espasmódicas del aparato estatal) de esos países
puede m u y bien interpretarse c o m o una pauta de conflictividad política dima-
nante de situaciones de esta naturaleza. E n ellas, para complicar aún m á s las
cosas, era prerrogativa del capital internacional promover candidaturas alter-
nativas a posiciones de gobierno cuando los titulares de las mismas se mostraban
"irrazonables" en sus exigencias. Por lo demás, las fuerzas armadas n o solían
necesitar m u c h o tiempo para llegar a la conclusión de que, si corrían de su cargo
las principales garantías para la continuidad de semejante situación, era m u y
natural que ocupasen también los puestos m á s altos en el aparato del Estado,
desplazando de ellos a los civiles. Pero esto sólo les valía para descubrir que tal
operación reproducía sin m á s , dentro de las fuerzas armadas, la aparición de
aspirantes alternativos a los m á s altos puestos de gobierno, lo cual sólo podía
zanjarse (en la mayoría de los casos transitoriamente, pero originando de todos
m o d o s una nueva pauta de conflictividad política) mediante la explotación del
producto por cuenta del Estado. Al margen de las diversas ideologías articuladas
en torno a tales apropiaciones, no nos es difícil encontrar, en esta especie de
El aparato estatal en los países del tercer mundo 797

tregua política obtenida con la expropiación, una importante fuerza convergente


hacia algo que, en términos de la anatomía y el papel del aparato del Estado,
es siempre u n salto cuantitativo en su dimensión y su cometido social.
Así, aparte de los factores m á s ligados a lo temporal que bosquejábamos
en la segunda sección, acabamos de examinar algunos factores m á s estructurales
que pueden ser ventajosos para romper la linealidad que, de no ser así, presentaría
nuestro esquema. Tales factores son: a) las características de las civilizaciones
locales en el m o m e n t o de la implantación del gobierno colonial; b) el grado y
las pautas de heterogeneidad de la sociedad con que el aparato estatal poscolonial
tuvo que enfrentarse; c) los eslabonamientos —económicos y políticos— ascen-
dentes y descendentes del principal producto o productos que relacionaban a
cada país con el mercado mundial; y d) las consecuencias para la sociedad nacional
de la altura de las barreras de acceso a la producción o extracción de dicho
producto.

Tenemos que añadir aún otra dimensión, que es también general y c o m ú n para
todos los países del tercer m u n d o : el impacto especialmente grave que, debido a
su dependencia económica, han tenido algunas crisis mundiales, sobre todo la
de comienzos de los años treinta. N o obstante, dichas crisis tendían a producir
efectos diferentes según que cada país hubiese obtenido la independencia política
o siguiera bajo dominación colonial. E n este último caso, así c o m o durante las
dos guerras mundiales, fuesen cuales fueren los intereses locales, solían ser lisa y
llanamente desatendidos por la administración colonial en aras de los intereses
económicos y/o estratégicos directos de la potencia imperial. U n a acentuación
tan drástica de la subordinación "normal" de la colonia al centro debió dejar
huellas profundas, no sólo en la economía sino también en la forma del aparato
administrativo, realidad inicial de que partieron (en la mayor parte de los casos
no m u c h o tiempo después) los primeros gobiernos poscoloniales. E n los países
donde la independencia política se había conseguido antes de dicha crisis se
dieron respuestas m u y variadas. E n algunos casos, la economía y el aparato
estatal se vinieron prácticamente abajo; en otros, el aparato de estado se mantuvo
pasivamente a la espera, sin innovaciones institucionales y políticas de impor-
tancia, aguardando el fin de las graves recesiones desencadenadas. E n otros
países —que, no por casualidad, fueron los que tenían importantes bases de
acumulación de capital en manos de una burguesía local y con ello, c o m o ya se
ha dicho, u n aparato estatal m á s diversificado y complejo— se reaccionó' ante
la crisis mundial de 1930 con políticas encaminadas a una expansión del mercado
interior y el aparato del estado, fomentando de esta manera u n rápido proceso
de industrialización/sustitución de las importaciones que aquellas precondiciones
mismas hacían posible. C o m o consecuencia, el impacto de la crisis fue m á s suave
y más corto que en casi todos los demás casos. D e m o d o semejante, cuando la
segunda guerra mundial provocó importantes restricciones de las importaciones,
798 Guillermo O'Donnell

la diferencia esencial para poder paliar los estrangulamientos resultantes vino


determinada por el grado en que preexistían no sólo una burguesía industrial
local sino también u n aparato de estado capaz de acometer políticas emprende-
doras y de promoción.
Después de la segunda guerra mundial, deben tomarse en cuenta las nuevas
tendencias del capitalismo internacional y sus enfrentamientos con países»socia-
listas, que sólo entonces iniciaron políticas activas respecto a algunas partes del
tercer m u n d o . Especialmente el fabuloso crecimiento de las sociedades transna-
cionales que ha tenido lugar de la década de 1950 en adelante; sucedió esto con
la particularidad de que, sin abandornar la vieja pauta extractiva, orientada a
la exportación, aquellas sociedades se mostraron —y siguen mostrándose—
activamente interesadas en los mercados nacionales del tercer m u n d o con miras
a la comercialización (y en bastantes casos también la producción) de sus propias
mercaderías.
Algunos países del tercer m u n d o giraron hacia alguna forma de socialismo
que, dadas las condiciones en que tal viraje se efectuaba, imponía u n considerable
aumento del papel y del peso del aparato del Estado. E n la mayoría de los países
que, de una forma o de otra, permanecieron vinculados al sistema capitalista
mundial —especialmente los más atractivos por la amplitud del mercado y u n
"clima político favorable"— las sociedades transnacionales manifestaron u n
interés activo por toda la amplia gama de las políticas nacionales en lo social y
lo económico y por la estabilidad a largo plazo de "gobiernos benévolos". Dicho
interés era microeconómicamente racional para unas compañías que, comparadas
con las orientadas a la exportación de la primitiva pauta colonial y neocolonial,
veían ahora los mercados nacionales del tercer m u n d o c o m o una importante
fuente para su acumulación de capital a escala mundial.
Algunos países, por falta de amplitud del mercado o del clima político
"conveniente", quedaron prácticamente intactos y al margen de esta pauta.
Pero muchos países del tercer m u n d o han tenido que aprender a entendérselas
con estos cambios cruciales, superpuestos a la todavía existente —aunque ya
no predominante— pauta de orientación a las exportaciones. Dicho aprendizaje
ha inspirado comportamientos m u y diversos, desde una aquiescencia de lo m á s
lamentable a lo que las sociedades transnacionales han estimado conveniente,
a espectaculares expropiaciones no sólo de las viejas encarnaciones del capital
internacional, sino también de estas otras m á s nuevas. L a mayoría de los casos
se sitúan en el término medio entre dichos extremos, presentando cada uno de
ellos una complicada pauta de negociaciones, concesiones y amenazas encami-
nadas a conseguir alguna convergencia de los efectos que siempre tienen las
sociedades transnacionales en el ámbito nacional con las metas declaradas del
desarrollo social y económico de la nación.
E n muchos casos, tales tentativas sólo han servido para fomentar un creci-
miento extraordinario tanto de lasfilialeslocales de dichas sociedades c o m o del
El aparato estatal en los países del tercer mundo 799

aparato del Estado: este último al c o m p á s de los intentos de ejercer los controles
mencionados, de atacar los problemas económicos c o n m a y o r afinación, y esta-
blecer además diversos m o d o s de asociación directa c o n las referidas sociedades.
U n a vez m á s , c o m o sucedió c o n la crisis mundial, estos acontecimientos exterior-
mente determinados h a n tenido profundas consecuencias. M u c h a s d e ellas h a n
sido minuciosamente analizadas, c o n la inexcusable excepción de los cambios
motivados en la forma y el papel del aparato del Estado y sus repercusiones en la
sociedad nacional.
Ultimamente venimos asistiendo a u n a tendencia novísima que h a puesto
en la vanguardia dinámica del capitalismo mundial n o tanto a las ya mencionadas
sociedades transnacionales industriales c o m o a las del capital financiero. Quizá
sea a ú n demasiado pronto para decir gran cosa acerca d e esto, salvo q u e el interés
de dicho capital c o m o acreedor choca c o n las crecientes dificultades que el tercer
m u n d o (excepción hecha de los países productores de petróleo y unos pocos m á s )
viene arrostrando en su balanza de pagos. Si hace unos años tales dificultades
favorecían el predominio del capital financiero internacional merced a sus prés-
tamos, la acumulación de déficits en el sector exterior parece indicar cuan estrechos
son los límites de tal expansión financiera a escala mundial. L a m a y o r parte d e
los países del tercer m u n d o que h a n arrostrado dificultades serias a este respecto
(generalmente combinadas con graves crisis políticas), h a n tratado d e hacerles
frente con medidas que intentan (de u n a forma neoliberal completamente ortodoxa,
sea cuales fueren las fidelidades ideológicas proclamadas por los gobiernos respec-
tivos) invertir los planes de desarrollo basados en la industrialización a ultranza,
y, con ello, en el crecimiento del aparato del Estado, especialmente e n sus insti-
tuciones m á s íntimamente relacionadas c o n misiones de fomento de iniciativas y
del bienestar social. Esto, naturalmente, viene a desmentir toda concepción lineal
del peso siempre creciente del aparato del Estado, aunque m a l puede decirse que u n
aparato así recortado tenga u n m e n o r impacto social y económico que predecesor.
H e m o s añadido, a las dimensiones anteriormente analizadas, el impacto de
algunos cambios cruciales acontecidos en el contexto internacional. T o d o junto
puede servir de inestimable perspectiva para u n e x a m e n comparativo con márgenes
de variación suficientes —caso por caso o , en última instancia, región por región—
a lo largo de unas dimensiones que si son manifestamente incompletas parecen
codeterminantes m u y significativas, primero, de la formación histórica de los
aparatos de Estado en el tercer m u n d o , y, segundo, de los efectos que su confi-
guración y cometidos, así c o m o los cambios en u n a y en otros, h a n tenido y están
teniendo en las pautas del cambio socioeconómico en nuestros países. C o m o y a
queda dicho, n o hay forma posible de comprender cabalmente el pasado y el
presente de nuestros países — n o sólo sus políticas sino también su economía y su
sociedad— sin u n riguroso e x a m e n de esta faceta de su evolución histórica. A c a s o
las concesiones que en estas notas h a habido que hacer a la ignorancia obren c o m o
u n toque de atención hacia esta materia de conocimiento tan relegada en el olvido6.
800 Guillermo O'Donnell

Notas

1
Hasta donde ni saber alcanza, las excepciones ment, with Special Reference to Staples, Prin-
son los estudios dirigidos por Osear Oszlak ceton, Institute for Advanced Study, 1978.
6
en la Argentina ( C E D E S ) , Fernando Unico- Fernando H . Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia
chea y José Murillo de Carvalho en el Brasil y desarrollo en America Latina, México D . F . ,
(IUPERJ) y el proyecto sobre la formación Siglo xxi, 1969.
6
histórica del aparato estatal en América Cen- Quizá valga la pena mencionar que en el XII C o n -
tral acometido por el Consejo Superior de greso Mundial de la Asociación Internacional
Universidades Centro Americanas ( C S U C A ) . de Ciencia Política que habrá de celebrarse en
2
Esto es u n llamamiento a los economistas, no sólo Río de Janeiro, Brasil, en agosto de 1982,
a los historiadores, antropólogos y científicos se ofrecerá espacio m á s que suficiente para
de la política. L o que los primeros escriben debatir y analizar los diversos puntos y cues-
sobre las economías tercermundistas suele dar tiones referentes al Estado, con especial hin-
la impresión de que la forma y el papel capié en el tercer m u n d o . El programa prepa-
concretos de cada aparato de Estado no mere- rado para este Congreso en parte duplica y en
cen ser tomados en consideración o, a lo parte complementa los temas bosquejados en
s u m o , que constituyen una traba para el las presentes notas. E n realidad, m á s que
"correcto" funcionamiento de la economía. estudiar — c o m o se hace aquí— los efectos del
Por las razones ya expuestas, tal ceteris aparato estatal sobre los cambios que aconte-
paribus no puede ser m á s falso y engañoso, cen en la sociedad, el programa, sin excluir
aun para los análisis económicos estrictos. tal perspectiva, se propone destacar una forma
3
Cf. entre otros Melville Watkins, " A Staple Theory alternativa (pero complementaria) de consi-
of Economic Growth", Canadian Journal of derar dichas relaciones. Esto es, el estudio de
Economics and Political Science, n.° 29, los movimientos sociales y políticos, pro-
m a y o de 1963. blemas de la heterogeneidad social, margi-
1
E n cuanto a la primera exposición de las ideas de nalidad y exclusión, así c o m o las cuestiones
Hirschman sobre los eslabonamientos econó- referentes a la ciudadanía, los derechos
micos, véase Strategy of Economic Develop- humanos y las diversas formas de participación
ment, N e w Haven, Yale University Press, en el Estado o de desafío y enfrentamiento
1958. L a reciente ampliación de la teoría de con él, en la medidad en que todas estas
los eslabonamientos de este autor se encuentra cosas influyen en las características de las polí-
en A Generalized Linkage Approach to Develop- ticas nacionales y de los aparatos de Estado.
Algunas cuestiones teóricas sobre
el Estado en las formaciones sociales
dominadas del Africa

Issa G . Shivji

L a naturaleza del Estado


Según la teoría marxista, el Estado es u n instrumento — u n órgano— de una
clase contra otra. Nació con la lucha de clases en la sociedad. El Estado es u n
órgano que expresa el poder de la clase dominante en su forma más concentrada.
Aunque M a r x y Engels emplean el término "instrumento" al describir el Estado,
de sus diversos escritos se desprende que n o tenían una visión "instrumentalista"
o mecanicista del mismo. Veían el Estado c o m o u n órgano más que c o m o una
simple arma de la clase opresora: se trata de su poder político. Y el poder
político, c o m o se dice en El manifiesto comunista, " n o es m á s que el poder
organizado de una clase para oprimir a otra"1.
Es, pues, u n principio fundamental de teoría marxista que el Estado es una
categoría de clase y que el poder estatal o político tiene siempre u n carácter
clasista. Para Lenin, por lo tanto, el problema básico de toda revolución era el del
poder del Estado. Y la generalización teórica m á s importante de M a r x , tras la
experiencia de la comuna de París, era que la clase trabajadora no podía simple-
mente adueñarse del aparato del Estado y hacerlo funcionar para sus propios
fines2; que el aparato burocrático-militar, o sea el Estado, n o podía simplemente
pasar de unas manos a otras, sino que tenía que ser destruido, y "ésta es la
condición previa indispensable para toda auténtica revolución del pueblo en el
continente"3.
Pues bien, este mismo principio está en la base de la controversia sobre la
naturaleza de los Estados en los países de África independiente. Pero antes de
pasar a examinar las diferentes opiniones sobre la cuestión, recordemos rápida-
mente dos importantes y recientes acontecimientos, los cuales una vez m á s vienen
a plantear el problema teórico del carácter clasista del Estado.

Issa G. Shivji enseña en la facultad de derecho de la Universidad de Dar Es Salaam, P . O . Box 953,
Tanzania. Ha publicado The Silent Class Struggle (1974) y dirigido la publicación de Class Struggles
in Tanzania (1976) y de Tourism and Socialist Development (1975). En la actualidad se halla a
punto de concluir un estudio sobre la historia del movimiento obrero tanzano.

Rev. int. de cieñe, soc., vol. X X X I I (1980), n.° 4


802 Issa G. Shivji

U n o de los puntos de discrepancia más esenciales entre el partido c o m u -


nista chino (PCC) y el partido comunista de la Unión Soviética (PCUS), en su
escisión ideológica de principios de la década del sesenta, fue el problema de la
caracterización del Estado en la Unión Soviética. El programa del P C U S de 1961,
adoptado en su 22.° congreso, proclamaba: "Conseguida la victoria final y
completa del socialismo —primera fase del comunismo— y la transición de la
sociedad a la construcción en amplia escala del comunismo, la dictadura del
proletariado ha cumplido su misión histórica y ha dejado de ser indispensable
en la U R S S desde el punto de vista de las tareas del desarrollo interior. El
Estado, que surgió c o m o u n Estado de la dictadura del proletariado, se ha
convertido, en la nueva etapa histórica contemporánea, en u n Estado de todo el
pueblo, u n órgano que expresa los intereses y la voluntad del pueblo entero"4.
Y proseguía: "El Partido sostiene que la dictadura de la clase trabajadora deja
de ser necesaria antes de que el Estado desaparezca. El Estado c o m o orga-
nización del pueblo entero sobrevivirá hasta la total victoria del comunismo" 6 .
Esta era una declaración de u n Estado sin carácter clasista puesto que era
un "Estado del pueblo entero" y n o una dictadura de una clase en particular.
El P C C argumentó vigorosamente en esta polémica que la tesis del "Estado del
pueblo entero" iba fundamentalmente contra la verdad universal del marxismo-
leninismo. Decía: " A juicio de los marxistas-leninistas, n o puede hablarse de u n
Estado que no sea de clase o que esté por encima de las clases porque tal cosa n o
existe. Para que el Estado sea Estado ha de revestir u n carácter de clase; en
tanto que el Estado exista, n o puede ser u n Estado de 'todo el pueblo'. Desde el
momento en que una sociedad se convierte en una sociedad sin clases, desaparece
el Estado, definitivamente"6.
Mientras para el P C C y el P C U S ésta era esencialmente una cuestión ideo-
lógica, para el Partido Comunista de Indonesia (PKI) la definición del carácter
clasista del Estado tuvo implicaciones prácticas inmediatas. Al intentar definir el
carácter del Estado indonesio durante la época de Sukarno, la dirección del P K I
expuso la que ulteriormente ha dado por llamarse "Teoría de los dos aspectos en el
poder del Estado". E n ella se sostenía que el poder del Estado se caracterizaba
por dos aspectos: el aspecto antipueblo representado por las clases terratenientes,
burócrata-capitalista y de compradors (agentes indígenas al servicio de entidades
o empresas europeas), por una parte, y el aspecto pro-pueblo compuesto prin-
cipalmente por la burguesía nacional y el proletariado7. D . N . Aidit, el entonces
líder del P K I , resumió la "teoría de los dos aspectos" c o m o sigue: " L a estructura
económica (la base) de la actual sociedad indonesia sigue siendo colonial y semi-
feudal. Al mismo tiempo, sin embargo, está la lucha del pueblo contra este sistema
económico, la lucha por una economía nacional democrática (...). Las realidades
de la basé se reflejan también en la superestructura, incluido el poder del Estado,
y especialmente en el gobierno. E n el poder del Estado se reflejan tanto las fuerzas
que están contra el sistema económico colonial y feudal c o m o las que defienden el
Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado 803
en las formaciones sociales dominadas del África

imperialismo, los vestigios del feudalismo, el burócrato-capitalismo y los


compradors (...). El poder estatal de la República de Indonesia, interpretado
c o m o u n a contradicción, es u n a contradicción entre dos aspectos que se oponen
entre sí. El primero de ellos es el que representa los intereses del pueblo (mani-
festado por la actitud y la política progresista del presidente Sukarno, que cuenta
con el apoyo del P K I y otros grupos populares). El segundo aspecto es el que
representa a los enemigos del pueblo (manifestado por la actitud y la política de
las fuerzas de la derecha o los reaccionarios intransigentes). El aspecto popular
es hoy el principal y tiene en sus manos el poder estatal de. la República de
Indonesia"8.
L a teoría de los dos aspectos en el poder del Estado tenía u n poco que ver
con las enseñanzas de M a r x y de Lenin sobre la cuestión del carácter clasista del
poder estatal. Sin embargo, justificaba y racionalizaba la participación de los
entonces líderes del P K I en el Estado. Prestaba alguna base a su confianza y su
lealtad respecto a la ideología de Sukarno, quien suspuestamente representaba el
aspecto pro-pueblo en el Estado.
Sin embargo, cuando la pugna entre las clases alcanzó u n punto crítico,
el Estado reveló su verdadero carácter. El golpe de septiembre-octubre de 1965
derrocó prácticamente el régimen de Sukarno y el propio partido, declarado
ilegal, fue proscrito. E n la autocrítica9 subsiguiente, los líderes del P K I que
lograron escapar al exterminio reprobaron con acrimonia la teoría de los dos
aspectos c o m o una "desviación oportunista o revisionista", porque negaba la
enseñanza marxista-leninista de que "el Estado es u n órgano de dominación de
una clase determinada que n o puede reconciliarse con su antípoda (la clase
opuesta a ella)"10. " E s inconcebible que la República de Indonesia pueda estar
gobernada juntamente por el pueblo y por los enemigos del pueblo"11.
Si hemos citado con alguna extensión la controversia chino-soviética y la
teoría del P K I , es porque ambas han hallado eco en los debates sobre el carácter
clasista del Estado que actualmente se sostienen en África oriental.
El equivalente en África de la teoría soviética del "Estado del pueblo
entero" es la teoría del "Estado no capitalista". Esta mantiene enconada polémica
con aquellos regímenes que han adoptado c o m o ideología una forma u otra de
socialismo. E n estos países los Estados se definen c o m o de orientación socialista:
su carácter de clase no es ni burgués ni proletario. E n otras palabras, el poder
estatal n o tiene aquí ningún carácter clasista definido, pero se inclina presunta-
mente hacia el socialismo12. "Este tipo de Estado es transicional: no es ya burgués
(ni siquiera tendencialmente, aunque existen elementos capitalistas), y todavía
no es socialista"13. Los adeptos de esta teoría ven u n papel especial para los
Estados: el de la transformación social. "Estos son países donde el poder del
Estado se emplea c o m o instrumento de una transformación social, partiendo de
unas relaciones predominantemente prefeudales y precapitalistas, algunas veces
feudales y semifeudales, y apuntando a la formación socialista sin pasar por una
804 Issa G. Shivji

formación capitalista"". Esta tesis descarta de golpe dos proposiciones funda-


mentales de la teoría marxista del Estado: c) el poder del Estado es una expresión
concentrada de la dominación de la clase opresora; y b) la transición de una
sociedad.de clases a u n a sociedad sin clases (es decir al socialismo) ha de pasar
inevitablemente por la dictadura del proletariado, que no es sino "el proletariado
organizado c o m o clase dominante" 11 . Lenin consideraba esta segunda proposición
tan fundamental para la teoría marxista que, según él, constituía "la m á s
profunda distinción entre el marxista y el vulgar pequeño burgués;(no menos
que el grande)"16.
H a y una segunda escuela de intelectuales "independientes" que han inten-
tado también teorizar sobre la naturaleza del Estado en África, especialmente en
aquellos países donde los regímenes han proclamado alguna forma de socialismo.
Los dos principales expositores son Roger Murray 10 y John Saul17. Su centro de
acción m á s importante ha sido G h a n a bajo N k r u m a h y Tanzania bajo Nyerere,
respectivamente.
Las principales tesis de estos autores pueden resumirse c o m o sigue. Su
punto de partida es que las formaciones sociales objeto de debate se caracterizan
esencialmente c o m o clases "informes". Esto es especialmente cierto por lo que
atañe a esa clase —la pequeño-burgués o la "clase política" de Murray— que
tiene acceso al poder estatal a raíz de la independencia. Esta también es una clase
informe y en consecuencia el carácter clasista del Estado poscolonial no sólo es
"indeterminado" sino que brinda incluso la posibilidad de que algunos sectores de
esta clase se sirvan del poder para implantar el socialismo.
" L a esencia de la cuestión es que el Estado poscolonial (el 'reino político')
ha de concebirse simultáneamente c o m o el verdadero instrumento de una revo-
lución anti-imperialista y socialista permanente"18. Así pues, estos autores
entienden que una sección de la pequeño-burguesía que goza ya del poder del
Estado puede realmente "suicidarse" y perseguir la "alternativa histórica" del
socialismo. Q u e lo haga o n o es una " X política" (según expresión de Saul), es
decir, una incógnita en la ecuación.
C o m o fácilmente se echa de ver, esta tesis se acerca m u c h o a la teoría de los
"dos aspectos" de Aidit. E n todo ello se advierte una franca y rotunda negación
de las proposiciones fundamentales de M a r x . Al introducir el concepto de "clase
política" y nociones tales c o m o ' la "plasticidad" de una clase, se aparta clara-
mente de la interpretación marxista de lo que es una clase, que esencialmente se
define por referencia a su papel en el proceso social de la producción. Al
contemplar la posibilidad de una pequeño-burguesía optando por una alternativa
socialista, niega completamente la tesis de la hegemonía del proletariado. Al
proponer que el carácter de clase del Estado pueda ser "indeterminado" y espe-
cular con la posibilidad de que el poder del Estado despliegue estrategias socia-
listas,- niega el carácter clasista del Estado y la necesidad de destruir el aparato
del Estado antes de toda posible transformación revolucionaria. Puesto que tales
Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado 805
en las formaciones sociales dominadas del África

autores pretenden estar aplicando la teoría marxista del Estado a la realidad


concreta de África, es importante poner bien de manifiesto estas desviaciones con
respecto a las proposiciones fundamentales de dicha teoría: a m e n o s , .natural-
mente, que los referidos autores demuestren que tales proposiciones h a n sido
invalidadas en África y expongan u n a teoría alternativa del Estado. C o m o n o h a n
hecho ni u n a cosa ni otra, sus tesis sólo pueden evaluarse conforme a la teoría
marxista general.
Finalmente, hay otra escuela de teóricos "marxistas" para quienes n o se
plantea en absoluto la cuestión de determinar concretamente el carácter clasista
del Estado 19 . Examinaremos sus tesis con m a y o r detalle en la siguiente sección.
Baste con mencionar aquí que, para estos intelectuales, en todas las neocolonias el
poder del Estado se halla en m a n o s de u n a oligarquía financiera internacional en
la que n o participan las clases sociales locales. L o s miembros de las clases locales
pueden acaso tripular la nave del Estado pero n o tienen el m e n o r acceso al poder
estatal. S o n sólo "servidores" de la oligarquía financiera. D e estos servidores,
unos pocos pueden ser reaccionarios yfielesagentes del imperialismo, pero gran
n ú m e r o de ellos son "inocentes" y están c o n el pueblo. L a tarea de la revolución
consiste en aislar a estos pocos elementos y apoyar a los m á s contra el imperia-
lismo. Así resuelven estos "marxistas" el problema del poder del Estado y de la
revolución con su análisis general del imperialismo mundial.

El Estado y la clase dominante

El problema de qué clase o qué clases retienen el poder estatal en las formaciones
sociales dominadas por el imperialismo h a constituido el meollo de algunos de los
vivos debates sostenidos en África oriental. C o m o v a m o s a ver en seguida, esta
cuestión guarda u n a relación m u y estrecha con el tránsito del Estado colonial al
neocolonial.
C o n diferencias de acentuación y de formulaciones, la mayoría de los
autores convienen en que, bajo el colonialismo, la clase dominante era la burguesía
metropolitana. O dicho de otra manera, el Estado colonial era parte del Estado
imperialista. Entonces surge la pregunta: ¿ Q u é cambio h a aportado la indepen-
dencia, si es que h a aportado alguno? Según W . Nabudere y sus colegas, que se
han interesado al m á x i m o por el problema, la independencia n o aportó virtual-
mente ningún cambio en el carácter clasista del poder del Estado. Sostienen que
la clase dominante en todos los Estados imperialistas, es la oligarquía financiera.
C o n el ascenso del imperialismo, esta oligarquía financiera concentró todo el
capital en sus m a n o s a nivel mundial; de esta manera controla y d o m i n a las
economías de todas las neocolonias. C o m o la oligarquía financiera es la clase
económicamente dominante, también m a n d a políticamente y es por lo tanto la
clase dirigente: Jos dueños del capital son también los dueños del Estado.
806 Issá G. Sliivji

Citemos con alguna extensión a Nabudere para captar bien el sabor de su


argumento: " H e m o s señalado ya que cuando el capitalismo entra en su fase
monopolista lo hace con el ascenso de una oligarquíafinancieraque desposee a
otras burguesías, convirtiéndolas así en pequeño-burguesía. El colonialismo, que
surge con esta fase, implica exportaciones de capital financiero. Este capital
produce en las colonias una pequeño-burguesía. N o podría reproducir una bur-
guesía nacional cuando, en la propia metrópolis imperialista, tal burguesía es
negada y destruida para darle lugar a una oligarquíafinanciera.E n colonias que
nacieron antes de esta fase, cualquier burguesía nacional que pudiera haber
brotado fue arrollada por el capitalfinancieroy se vio convertida cada vez m á s
en una pequeño-burguesía. Esta pequeño-burguesía se estratifica conforme a su
papel en el proceso de producción y distribución^ Al analizar las clases en un país
determinado, éste debe ser siempre para nosotros el punto de partida"20.
El punto de partida de Nabudere es realmente también una conclusión,
pues en el mismo artículo sostiene que "con el tiempo un estrato monopolista
desposee a los otros estratos de la sociedad y la convierte cada vez más en una
pequeño-burguesía, y convierte a una parte de esa pequeño-burguesía en miembro
del proletariado mientras crea y reproduce una pequeño-burguesía, u n proleta-
riado y una clase campesina productora de mercancías, todo ello a escala
mundial" 21 . E n esta tesis tenemos un cuadro de formación de clases global que
hace casi innecesario intentar u n análisis de clases de una formación social concreta.
Pues si, con el ascenso del imperialismo, la oligarquía financiera ha "despo-
seído", "arrollado", "negado" y "destruido" a todas las burguesías, las únicas
clases que podemos esperar encontrar en las formaciones dominadas son la
pequeño-burguesía, el proletariado, y el campesinado productor de mercancías.
Y lo m i s m o que para la economía reza también para la política, pues, c o m o
Nabudere inquiere retóricamente: "¿Puede caber la menor duda de que la clase
económicamente dominante en la neocolonia es la oligarquíafinancierade los
países imperialistas y que la política no puede menos que reflejar la base?"22.
Y . Tandon sigue de cerca los pasos de Nabudere. E n su ensayo, signifi-
cativamente titulado " ¿ D e quién es el capital y de quién el Estado?", Tandon
sostiene algo por el estilo, salvo que, a diferencia de Nabudere, admite la exis-
tencia de una burguesía local. Pero afirma que esta burguesía local no tiene
capital propio. T o d o capital es patrimonio de la burguesía imperialista, mientras
que las clases locales se limitan a "emplear ese capital"23. N o son, pues, m á s que
los "servidores" ("servicing agents" dice exactamente Tandon) del capital impe-
rialista. Mientras para Nabudere lo único que trajo la independencia c o m o cambio
fue que el personal del aparato del Estado se recluta ahora entre la pequeño-
burguesía local, para Tandon la independencia significó u n cambio en el gobierno,
n o en el Estado.
Desentendámonos de las diversas incoherencias y contradicciones de estas
formulaciones y concentrémonos en las tesis centrales. Los familiarizados con los
Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado 807
en las formaciones sociales dominadas del Africa

debates marxistas de las primeras décadas del presente siglo advertirán en seguida
la similitud entre estas tesis y las expuestas por Kautsky y Kievsky en diferentes
momentos. A estos dos teóricos les contestó Lenin. Puesto que Nabudere y sus
afines se empeñan en que sus tesis derivan fielmente de Lenin, n o estará de m á s
recordar m u y brevemente la posición de Lenin en estos debates de primera hora.
Kautsky especuló sobre la posibilidad de que todos los capitales financieros
nacionales se uniesen para formar u n capitalfinancierointernacionalmente unido
que explotara conjuntamente el m u n d o 2 4 . L a tesis de Nabudere, sobre u n a oligar-
quíafinancieramundial se acerca muchísimo al capitalfinancierointernacional-
mente unido de Kautsky. Kautsky utilizó su teoría para justificar su visión del
imperialismo c o m o u n hecho pacífico. Lenin ridiculizó esta concepción c o m o
oportunista porque ' 'elude y oscurece las profundísimas y esenciales contradicciones
del imperialismo: las contradicciones entre el monopolio y la libre competencia
que existe junto a él, entre las gigantescas 'operaciones' (y gigantescos beneficios)
del capitalfinancieroy el comercio 'honrado' en el mercado libre, la contradicción
entre los cartels y los trusts, por u n lado, y la industria n o cartelizada por el
otro, etc."25.
Lenin sostenía que las diversas alianzas entre países imperialistas eran
simplemente treguas en periodos entre guerras y que el capitalismo monopolista n o
eliminaba la competición sino que m á s bien la intensificaba entre los capitalistas
financieros rivales. Este y no otro es el origen de las guerras imperialistas. D e
suerte que Lenin jamás pudo concebir el capitalfinancierotan internacionalmente
unido que pudiese proporcionar la base de una clase dirigente mundial.
Kievsky, por otra parte, se pronunció contra la petición de que se incluyera
la autodeterminación nacional en el programa del partido de los bolcheviques
arguyendo que en la "era del capital financiero" la autodeterminación nacional
era "inalcanzable". Y n o sólo eso, sino que tal petición era reaccionaria porque
el Estado nacional estorba el desarrollo de las fuerzas productivas26. Lenin refutó
este argumento c o m o una caricatura del marxismo y u n ejemplo de "economismo
imperialista". L a petición de autodeterminación nacional, argüyó Lenin, era
esencialmente una demanda de independencia política: u n derecho de la nación
oprimida a fundar u n Estado separado. Esto no quería decir que la independencia
política significara necesariamente la independencia económica, pues el capital
financiero era capaz de someter las economías de los países m á s soberanos y
políticamente independientes. M a s , con todo, la creación de Estados separados,
soberanos y políticamente independientes era posible y realizable. El derecho de
las colonias y las naciones oprimidas a separarse y crear Estados nuevos indepen-
dientes era u n derecho democrático fundamental y debía contar con el apoyo del
proletariado.
E n esta polémica la actitud de Lenin respecto a la cuestión del significado
de la independencia política está clara y puede resumirse del m o d o siguiente:
a) independencia política o autodeterminación nacional significa la instauración de
808 Issa G. Shivji

u n Estado nacional separado; b) dicha instauración de u n Estado nacional separado


es posible y realizable bajo el imperialismo; y c) independencia política n o significa
q u e el capital financiero sea incapaz de continuar d o m i n a n d o países inde-
pendientes27.
L a cuestión es esta: ¿ Q u é otra cosa podía entender Lenin por u n "Estado
nacional separado" si n o era u n Estado, donde el poder se halla en m a n o s de
u n a clase o clases sociales locales? ¿ O podía simplemente entender, c o m o
N a b u d e r e , u n Estado cuyo personal se extrae de las clases locales? Hacerse estas
preguntas equivale realmente a contestarlas.
Parece evidente que las tesis de Nabudere n o tienen nada en c o m ú n con la
teoría de Lenin sobre esta importante cuestión del Estado y la clase dominante.
Y t a m p o c o autores c o m o Saul nos aportaron u n a teoría alternativa coherente en
oposición a la de M a r x y Lenin.
P o r último, d e b e m o s examinar brevemente la tesis de otra autora que t a m -
bién h a escrito principalmente sobre Tanzania. Michaela Freyhold ha intentado
escapar a las conclusiones de Nabudere derivadas de u n a aplicación formalista
d e la noción "clase políticamente dirigente/económicamente dominante" con la
acuñación de u n nuevo término, el de "clase gobernante": " D e b e establecerse
u n a distinción entre la clase dominante y la clase gobernante (Poulantzas). E s
rasgo distintivo normal del capitalismo q u e la clase económicamente dominante
n o gobierna directamente el Estado sino que deja esto en m a n o s de jerarquías de
funcionarios estatales y de políticos que se hallan condicionados y obligados en
cierto n ú m e r o de aspectos a proceder de acuerdo con los intereses generales de
la clase dominante. A m e n o s q u e la clase gobernante pueda realmente determinar
el proceso de reproducción económica del país, n o puede ser llamada clase d o m i -
nante por m u y amplios que sean sus poderes formales" 28 .
Según Freyhold, la clase gobernante está compuesta por todo el personal
d e rango superior ("es decir, los ministros, los principales secretarios y directores
del aparato administrativo, los directores generales de las mayores entidades
paraestatales, los jefes de la burocracia del partido en el poder a sus distintos
niveles, los jefes del aparato represivo"20) del aparato del Estado. Estos son los
funcionarios o altos empleados del Estado, pero n o , desde luego, los árbitros del
poder estatal. ¿Quién constituye entonces la clase dominante? " L a clase dominante
q u e decide las funciones del Estado y la dinámica efectiva de la economía es la
burguesía metropolitana representada en Tanzania principalmente por el B a n c o
M u n d i a l , las organizaciones de ayuda de los países nórdicos europeos y otras
naciones de E u r o p a y u n a surtida variedad de sociedades transnacionales"30.
Para Freyhold, c o m o para Nabudere, n o parece existir m á s que u n a sola
clase dominante mundial q u e ella denomina "burguesía-metropolitana" (la
"oligarquía financiera" de Nabudere). Mientras que Kautsky lógicamente amplía
la tendencia a la concentración económica basta la constitución efectiva de u n solo
monopolio mundial ("capital financiero internacionalmente unido"), Nabudere
Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado 809
en las formaciones sociales dominadas del África

y Freyhold crean sobre esta base una ley de concentración política (a la Kievsky),
dando c o m o "real" la existencia de una sola y concentrada clase dominante (!).
Todos los argumentos que empleó Lenin contra Kautsky y Kievsky valen, por
tanto, incluso con mayor fuerza, para la impugnación de estos autores. Para poder
mantener en pie sus tesis de una sola clase dirigente a nivel mundial, que ejercería
el poder estatal en todos los países imperialistas y neocoloniales, Nabudere y
Freyhold tendrían que demostrar primera y principalmente que tal clase única a
nivel mundial existe. Pues si las clases, según Lenin, son "grandes grupos
humanos que difieren entre sí por el lugar que ocupan en el sistema de producción
social históricamente determinado"31, tendrían que demostrar al menos la exis-
tencia de un solo sistema de producción social a nivel mundial. Y desde luego, ni
Nabudere ni, m u c h o menos, Freyhold sostendrían que existe u n solo sistema de
producción social (una sola formación social) a nivel planetario.
También el concepto de "clase gobernante" presenta muchos problemas.
E n primer lugar, no está claro quién constituye el personal de rango superior en el
aparato estatal c o m o una clase. Constituirían una clase si se demostrara que
ocupan u n lugar preciso en el sistema de producción social, etc., lo cual no sucede
en el argumento de Freyhold. Esta autora se concentra m á s en el hecho de que son
altos funcionarios del Estado. Pero el ser empleados por el Estado no hace que u n
grupo social se convierta en una clase: si así fuera, entonces todos los funcionarios
que integran el aparato del Estado, desde el ministro al mensajero de los despachos
oficiales, serían miembros de la clase gobernante de Freyhold.
Por último, entre la concepción teórica de Freyhold de la clase gobernante
y su descripción y análisis de la "clase gobernante" de Tanzania hay una contra-
dicción inconciliable. E n teoría, se supone que la clase gobernante sólo dispone de
poderes formales, mientras que en la práctica, la "clase gobernante" de Tanzania,
según Freyhold, ha ejercido el poder y ha desempeñado todas aquellas funciones
(a través del Estado) que cualquiera atribuiría a una clase dirigente o dominante.
Según Freyhold, la "clase gobernante" ha consolidado el Estado en
Tanzania desde la independencia, ha establecido su supremacía y movilizado
clases "adictas" en el proceso de reconstrucción del Estado con arreglo a sus
propios intereses y de acuerdo con los de los inversores extranjeros. H a ampliado
los aparatos económicos del Estado mediante nacionalizaciones y otras medidas,
creando así un sector público. Había dos razones primordiales, dice Freyhold,
para que la clase gobernante optara por el capitalismo de Estado: " L a opción de
una apropiación colectiva se le impuso a la clase dominante por su debilidad
frente a otras clases sociales y la falta de recursos para el aparato del Estado.
Permitir a sus propios miembros y a la pequeño-burguesía africana no integrada
en el sector público pugnar individualmente por instalarse en un sector recién
abierto al capitalismo africano habría menoscabado la unidad y la disciplina
dentro de la propia clase gobernante y la habría dejado sin la fuerza y sin los
recursos necesarios para estabilizar su posición".
810 Issa G. Shivji

Mientras consolidaba su base económica a través de los aparatos econó-


micos del Estado, "la clase gobernante también transformaba el antiguo movi-
miento de independencia en u n aparato ideológico especial del Estado capaz de
anular cualquier organización independiente de obreros y campesinos y capaz
de aportar una clientela adicional a la clase gobernante". Y finalmente, el creci-
miento del aparato represivo se ha acelerado con la expansión del ejército, el
servicio nacional y la milicia.
M á s aún, la "clase gobernante" ha promovido también su propia ideología
para justificar esta expansión, su poder incrementado, y para fortalecer el apoyo
de las clases intermedias. "Visto en la perspectiva de u n periodo m á s amplio,
el socialismo de los nizers (otra invención terminológica de Freyhold que significa
lo m i s m o que 'clase gobernante') fue en la práctica una serie de estrategias que
aumentaron su poder frente a las clases venidas a menos, dándoles los medios
para constituir una clase intermedia que los apoye y los sitúe en una posición
que haga de ellos u n asociado viable para la burguesía metropolitana."
Así es c o m o la "clase gobernante" ha montado el "Estado post-colonial"
que "goza de mayor poder y estabilidad que nunca". Naturalmente, no faltan
peligros que amenacen esta estabilidad surgida de las diversas "contradicciones
inherentes al tipo de capitalismo estatal de Tanzania y que se expresan en la difi-
cultad que aqueja al Estado para acumular el capital que la clase gobernante
necesita para poder cooperar con la burguesía metropolitana c o m o para mantener
y engrosar la clase que la sostiene"32.
Este interesante análisis del Estado tanzano probablemente se acerca m u c h o
a la realidad pero difícilmente puede justificar la proposición teórica de Freyhold
de que su "clase gobernante" sólo tiene poderes "formales" y que es distinta de
una clase dominante. Nosotros diríamos que el propio análisis de Freyhold indica
que n o existe diferencia alguna entre su "clase gobernante" y el concepto de clase
dominante. E n su análisis concreto describe el m i s m o fenómeno con u n término
diferente, distinción "terminológica" difícilmente justificable en ningún caso si
n o es para permitir interpretaciones oportunistas.

Conclusión

V a m o s a intentar ahora reunir los principales hilos de la crítica precedente en


forma de unas cuantas proposiciones teóricas generales.
Conviene insistir en que el caracter clasista concreto de cualquier particular
tiene que definirse merced a u n análisis concreto de la formación social particular
que se examine. A u n q u e las proposiciones teóricas generales son siempre una
guía, no pueden remplazar u n análisis concreto. C o n todo, las cuestiones anterior-
mente expuestas son de u n carácter lo bastante general c o m o para consentir el
tratamiento teórico.
Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado 811
en las formaciones sociales dominadas del África

C o m o hemos visto, los principales puntos debatidos giran en torno a la


naturaleza y el carácter clasista del Estado neocolonial. Pero esto no puede abor-
darse separadamente de las cuestiones del Estado colonial y la independencia
política.
A u n q u e el término "Estado colonial" ha alcanzado amplia difusión, es
evidente que no constituye una categoría aparte. C o n la colonización de u n país
determinado, la potencia imperialista de turno hace extensivos a su colonia
algunos aparatos del Estado imperialista. El término "Estado colonial" es una
especie de abreviatura definidora de estos aparatos locales del Estado impe-
rialista. El poder estatal sigue en manos de la clase dominante del país imperialista.
Esto, por supuesto, n o impide cierta autonomía en la toma de decisiones por
parte de quienes dirigen los aparatos locales. El quid está, sin embargo, en que la
clase dominante es la del país colonizador, que hace del llamado "Estado colonial"
una parte del Estado imperialista y no otra cosa.
M u c h o s observadores han detectado el exagerado predominio, en el "Estado
colonial", de los aparatos burocrático y militar frente a los políticos (instituciones
parlamentarias, etc.). Esto, a nuestro entender, es una de las manifestaciones del
carácter totalmente antidemocrático del imperialismo, pues, c o m o dijo Lenin,
"el imperialismo es (...) la 'negación' de la democracia en general, de toda la
democracia"33. Y esta característica se advierte n o sólo en el "Estado colonial"
sino también en los neocoloniales, donde el imperialismo se alia con las clases
dominantes locales m á s reaccionarias.
L a independencia política es un paso importante en la lucha general por la
liberación nacional. Es una de las exigencias democráticas de la nación oprimida.
Significa la creación de u n Estado nacional separado, pero n o trae automáti-
camente el fin de la dominación económica del capital financiero. Significa, n o
obstante, que el poder deja de estar directamente controlado por la clase domi-
nante de la ex-potencia colonial.
E n u n Estado neocolonial, el poder estatal sigue en m a n o s de una clase o
clases locales que constituyen la clase dominante. Esta clase o clases tienen su.s
propios intereses de clase originados por el lugar que ocupan en la producción
social y que a la larga coinciden con los intereses del imperialismo en general,
E n una situación neocolonial, llegan a tener un peso enorme las rivalidades
interimperialistas, ya que las diversas facciones y clases del poder estatal local
fraguan alianzas con diferentes potencias imperialistas de acuerdo con sus propios
intereses. Tanto las contradicciones internas de las clases c o m o las rivalidades
interimperialistas se reflejan en la constante turbulencia política y reorganización
de los bloques dirigentes que aquejan a estos países. D e esta manera, en el Estado
neocolonial el poder está influido por la crisis de hegemonía, corrientemente
interpretada c o m o inestabilidad política.
Las diversas clases dominantes neocoloniales presentan distintos grados
de independencia con respecto a las potencias imperialistas correspondientes.
812 Issa G. Shivj'i

según sea la coyuntura de las alianzas y las luchas de clases en momentos


particulares.
Los que sostienen que la independencia política no aporta ningún cambio
en el carácter clasista del poder del Estado se ven en tremendos apuros una vez
puestos a analizar la política del neocolonialismo. Tienen que explicar la política
local c o m o u n burdo reflejo directo de rivalidades interimperialistas, pese a haber
afirmado antes la existencia de una oligarquía financiera mundial monolítica.
Por otra parte, su interpretación de las luchas y adhesiones políticas locales se
reduce a verlas c o m o conspiraciones e intrigas aisladas, toda vez que niegan el
papel de las clases locales en el poder del Estado.
La fuerza de la teoría marxista radica en su aptitud para explicar los movi-
mientos políticos concretos y poder ser de este m o d o una guía para la acción.
Tiene que haber algo fundamentalmente erróneo en la "teoría marxista" de
aquellos que repiten de corrido todas las verdades elementales pero cuando se
trata de cambios políticos concretos acuden a explicaciones subjetivas.
Queda aún m u c h o trabajo por hacer, a nivel de análisis concretos, para
una comprensión a fondo de lo que son los Estados neocoloniales. Sin esto n o es
posible teorizar, y menos sobre las formas del Estado en dichos países. E n segundo
lugar, todo análisis concreto habrá de abordar la cuestión de c ó m o la dominación
económica ejercida por el imperialismo se manifiesta políticamente en el Estado.
La dominación imperialista es sólo una cara de la moneda. L a otra carac-
terística importante de las formaciones sociales dominadas es que, en muchas de
ellas, aún prevalecen relaciones sociales precapitalistas. ¿ C ó m o repercuten éstas
sobre el Estado, tanto al nivel de las luchas por el poder c o m o en el m o d o parti-
cular de influir en la naturaleza del aparato estatal? Esta es otra serie distinta de
cuestiones que deben ser analizadas concretamente.

Notas

1
Marx, K . y Engels, F . , "El manifiesto del partido 6 The Central Committee of the Communist Party
comunista'^, en Marx y Engels, Obras selectas, of China, "Letter to the Central Committee
2
vol. I, Moscú, Editorial Progreso, 1969. of the Communist Party of the Soviet Union,
Marx, K . , "La guerra civil en Francia", en Marx y June 14, 1963", en Partido Comunista de
Engels, La comuna de París, Moscú, Editorial China, The polemic on the General Line of the
3
Progreso. International Communist Movement, Londres,
Marx, K . , "Carta a Ludwig Kugelmann, abril 12, Red Star Press Ltd., 1976.
1
1871", en Marx y Engels, ibid. ' Mortimer, R . , Indonesian Communism under Su-
The Communist Party of the Soviet Union, karno, Ideology and Politics, 1959-1965,
"The N e w Communist Manifesto", en Ja- p. 132-140, Ithaca y Londres, Cornell Uni-
cobs, D . N . (dir. publ.), The New Communist vcrsity Press, 1974.
Manifesto and related documents, 3. a edición, 8 Citado en ibid., p. 134, tomado de "Build the PKI
Nueva York, Evanston y Londres, Harper along the Marxist-Leninist Line to lead the
5
& R o w , 1965. People's Democratic Revolution in Indochina
Ibid., p. 31. (self-criticism of the Political Bureau of the
Algunas cuestiones teóricas sobre el Estado 813
en las formaciones sociales dominadas del África

Notas {continuación)

C C P K I , September 1966)", en Five important encuentra en Lenin, V . I., El imperialismo,


documents of the Political Bureau of the fase superior del capitalismo, Moscú, Editorial
CC PKI, p. 50, Londres, Banner Books and Progreso.
Crafts Ltd, n. d. Ibid. E n su prólogo al opúsculo de N . B u -
9
L a autocrítica se encuentra en el folleto antes jarin "El imperialismo y la economía m u n -
citado. Según Mortimer, op. cit., p. 397-399, dial", Lenin dice: "El razonamiento teórico
esta autocrítica fue planteada por el grupo abstracto puede conducir a la conclusión a
pro-chino de la dirección del P K I , que desa- que ha llegado Kautsky —de un m o d o algo
probaba las teorías de Aidit. diferente, pero también por abandono del
10
Ibid., p . 132. Esta cita procede de la obra marxismo—, a saber, que no se está m u y lejos
de Lenin "El Estado y la revolución", en del momento en que esos magnates del capital
Obras escogidas, vol. 25, Moscú, Editorial se unan a escala planetaria en un solo trust
Progreso. mundial, estableciendo un capital financiero
11
Ibid. nacionalmente aislado. Esta conclusión es,
12 no obstante, tan abstracta, simplista e inco-
Véase por ejemplo, G . Brehme. "State and L a w
in post-colonial independent States", en Oth- rrecta c o m o la conclusión análoga sacada por
m a n Haroub (dir. publ.), The State in Tanza- nuestros estruvistas y economistas del si-
nia, Dar es Salaam, Institute of Development glo xix." Véase Lenin, Obras escogidas,
Studies, University of Dar es Salaam, julio vol. 22.
de 1977 (mimeo.). Los argumentos de Kievsky y la refutación de
13
Ibid., p. 6. Lenin están en Lenin, V . I., " U n a caricatura
14
Marx y Engels, "El manifiesto del partido comu- del marxismo y del economismo imperialista",
nista". en Lenin, Obras escogidas, vol. 23.
15
Lenin, V . I., op. cit. Ibid.
16
R . Murray, "Second Thoughts on Ghana", New V o n Freyhold, Michaela: " T h e post-colonial
Left Review, Londres, n.° 42, marzo-abril State", Review of African Political Economy,
de 1967. n.° 8, enero-abril de 1977, p . 76.
17
Los principales artículos de John Saul sobre este Ibid., p . 85.
asunto son "The State in Post-Colonial Ibid., p . 86.
Societies—Tanzania", The socialist Register, Lenin define así las clases: "Clases son grandes
Londres, 1974, y "The Unsteady State: grupos de población que difieren entre sí por
Uganda, Obote and General A m i n " , Review el lugar que ocupan en u n sistema de pro-
of African Political Economy, n.° 5, enero- ducción social históricamente determinado,
abril de 1976, Londres. por su relación (en la mayoría de los casos
18
Murray, citado en J. Saul, " T h e State in establecida y formulada en la legislación) con
Post-Colonial Societies—Tanzania", op. cit., los medios de producción, por su papel en la
p. 352. organización social del trabajo, y, en conse-
19
Los principales autores de esta escuela son cuencia, por las dimensiones de la parte de
D . W . Nabudere c Y . Tandon. Sus posiciones riqueza social de que disponen y la manera
aparecen resumidas en Nabudere, D . W . , de adquirirla. Las clases son grupos de pobla-
"Imperialism, State, Class and Race" (A ción, uno de los cuales puede apropiarse del
critique on Shivji's Class Struggles in Tanza- trabajo de otro debido a los diferentes lugares
nia), Utafiti, vol. II, n.° 1, 1977, Dar es Sa- que ocupan en u n determinado sistema de
laam, University of Dar es Salaam; y en economía social." Véase " U n gran comienzo",
Tandon, Y . , " W h o s e Capital and Whose en Obras escogidas, vol. 29.
State?", University of Dar es Salaam, marzo Todas las citas son del artículo de Freyhold " T h e
de 1977 (mimeo.). post-colonial State". Para u n enfoque distinto
20
Nabudere, D . W . , op. cit., p. 67-68. de los de Nabudere y Freyhold, véase Said
21
Ibid., p. 72. Salum, " T h e Tanzanian State: A critique",
22
Ibid., p . 72. Monthly Review,. vol. 28, enero de 1977,
23
Tandon, Y . , op. cit., p. 21. p. 51-57. Nueva York, Monthly Review Press.
24
Toda la argumentación y refutación de Lenin se " U n a caricatura del marxismo...", op. cit.
£1 sistema mundial

Los estados en la vorágine institucional


de la economía mundial capitalista

Immanuel Wallerstein

Las palabras suelen ser enemigas de la comprensión y el análisis. Nuestra termi-


nología procura captar una realidad dinámica, y tendemos a olvidar que ésta
cambia a medida que la apresamos, e incluso a consecuencia de ello. L o que es
más, tenemos tendencia a olvidar que otros fijan la realidad en forma distinta,
recurriendo no obstante para ello a las mismas palabras. Pero no podemos hablar
sin palabras; más aún: no podemos siquiera pensar sin ellas.
¿Dónde encontrar entonces la vía media, la transacción válida, la expresión
operacional de una metodología dialéctica? A mi juicio, la mejor manera sería
concibiendo conjuntos provisionales a largo plazo y en gran escala dentro de
los cuales los conceptos tuvieran sentido. Estos conjuntos han de tener cierto
derecho a una integridad y autonomía relativas en el espacio y en el tiempo.
H a n de tener duración y amplitud suficientes c o m o para escapar al nominalismo
conceptual y han de ser a la vez suficientemente breves y pequeños c o m o para
escapar a la abstracción universalizadora ahistórica. Y o llamaría a esos conjuntos
"sistemas históricos", u n nombre que alude, a sus dos cualidades esenciales.- Se
trata de conjuntos integrados, es decir, compuestos de partes relacionadas entre
sí, y por lo tanto, en cierto sentido, sistemáticos y de pautas comprensibles. Son
sistemas con historia, es decir, génesis, desarrollo histórico, y fin (destrucción,
desintegración, transformación, Aufhebung).
Opongo este concepto de sistema histórico al concepto m á s usual de sociedad
(o formación social que, según creo, se utiliza más o menos c o m o sinónimo).
Cierto es que se podría dar al término sociedad el mismo significado que estoy
dando a la expresión sistema histórico y, en tal caso, sólo se trataría de la elección
del símbolo formal. Pero, de hecho, el término sociedad suele utilizarse indiscri-
minadamente para referirse a los estados (y cuasi estados) modernos, a los anti-
guos imperios, a tribus supuestamente autónomas y a toda suerte de otras

Immanuel Wallerstein es profesor de sociologia y director del Fernand Braudel Center for the Study
of Economics, Historical Systems and Civilizations en la State University of New York, Binghamton,
N.Y. 13901, Estados Unidos de América. Es autor de varias publicaciones, entre e/fas The M o d e r n
World-System (vol 1,1974; vol. II, 1980) y T h e Capitalist World-Economy (1979),

Rev. int. de cieno, soc, vol. X X X I I (1980), n." 4


816 Immanuel Wallerstein

estructuras políticas (o culturales que aspiran a ser políticas). Y esta agrupación


da por sentado lo que falta demostrar: la dimensión política es la que unifica y
marca los cauces de la acción social.
Si las delimitaciones que se trazan en todas las formas concebibles —procesos
integrados de producción, pautas de intercambio, jurisdicción política, coherencia
cultural, ecología— fueran siempre (o siquiera por lo general) sinónimos (o si
se superpusieran en gran parte), al menos en la práctica no habría problema.
Pero es u n hecho empíricamente comprobado que no ha sido así en los últimos
10 000 años de la historia de la humanidad. D e b e m o s por tanto elegir entre varios
criterios posibles para definir nuestro ámbito de acción social, nuestras unidades
de análisis. Ello puede discutirse en términos de declaracionesfilosóficasa priori
y en tal caso m i enfoque es materialista. Pero también se puede aplicar un enfoque
heurístico: ¿qué criterio permitirá englobar el mayor porcentaje de acción social,
en el sentido de que un cambio de parámetro afectará m á s inmediata y m á s profun-
damente el funcionamiento de los otros elementos del conjunto?
Creo que se puede sostener que los procesos integrados de producción
constituyen este criterio heurístico, y lo utilizaré para determinar los límites que
circunscriben u n "sistema histórico" concreto, entendiendo por ello u n conjunto
empírico de tales procesos de producción integrados con arreglo a una serie
determinada de normas cuyos agentes humanos interactúan de algún m o d o
"orgánico", de forma que los cambios en las funciones de cualquier grupo o en
los límites del sistema histórico deben seguir ciertas reglas para que la super-
vivencia de la entidad no se vea amenazada. Es lo que entendemos cuando usamos
otras expresiones, c o m o economía social o división social específica del trabajo.
Indicar que u n sistema histórico es orgánico n o equivale a afirmar que es una
máquina sin rozamientos. T o d o lo contrario: los sistemas históricos están acosados
por contradicciones y llevan en sí mismos los gérmenes de los procesos que,
con el tiempo, han de destruirlos. Pero esto también está en consonancia con la
metáfora de lo "orgánico".
Este largo prefacio abre u n análisis coherente de la función de los estados
en el m u n d o moderno. Creo que gran parte de nuestra discusión colectiva se ha
visto trabada por la palabra Estado, usada transhistóricamente para designar
toda estructura política dotada de u n mecanismo de autoridad (un dirigente o
un grupo o grupos dirigentes, y personal ejecutivo encargado de hacer cumplir
la voluntad de esa entidad dirigente). N o sólo partimos de la base de que lo que
llamamos estados en el siglo x x guarda cierta analogía con lo que llamamos
Estado, por ejemplo, en el siglo x, sino que, de u n m o d o aún m á s fantástico,
procuramos con frecuencia establecer líneas de continuidad histórica entre dos
de esos estados —con el m i s m o nombre o situados, en términos geográficos
generales, en el m i s m o territorio— u n o de los cuales se considera continuación
del otro porque los estudiosos acumulan similitudes en el idioma hablado, en las
cosmologías profesadas o en los genes transmitidos.
Los estados en la vorágine institucional 817
de la economía mundial capitalista

L a economía del m u n d o capitalista constituye u n o de esos sistemas histó-


ricos. E n m i opinión, surgió en Europa en el siglo xvi. E s u n sistema basado
en la tendencia a acumular capital, en el condicionamiento pob'tico de los niveles
de los precios (del capital, de los productores básicos y del trabajo), y en la pola-
rización constante de clases y regiones (centro/periferia) a través del tiempo.
El sistema se desarrolló y se extendió de m o d o tal que en los siglos subsiguientes
pasó a englobar al m u n d o en su totalidad. H a llegado actualmente a u n punto
en que, c o m o resultado de su evolución contradictoria, está en prolongada crisis1.
El desarrollo de la economía mundial capitalista h a aparejado la creación
de todas las instituciones principales del m u n d o m o d e r n o : las clases, los grupos
étnicos/nacionales, las unidades familiares y los estados. Todas estas estructuras
no son anteriores sino posteriores al capitalismo; son consecuencias y n o causas.
Por otra parte, estas diversas instituciones se crean recíprocamente. L a s clases,
los grupos nacionales/étnicos y las unidades familiares están definidos por el
Estado, a través del Estado, en relación con el Estado y a su vez crean al Estado,
le d a n forma y lo modifican. Constituyen u n a vorágine estructurada de m o v i -
miento constante cuyos parámetros pueden medirse a través de las regularidades
repetidas, mientras que las constelaciones detalladas son siempre únicas.
¿Qué significa decir que h a nacido u n Estado? E n una economía mundial
capitalista, el Estado es u n a institución cuya existencia se define en relación
con otros estados. Sus fronteras están m á s o m e n o s claramente delimitadas.
Su grado de soberanía jurídica puede variar entre total y nula. S u poder real
para controlar las corrientes de capital, productos básicos y m a n o de obra a
través de sus fronteras puede ser m a y o r o m e n o r . L a posibilidad real de las
autoridades centrales de hacer cumplir sus decisiones por los grupos q u e actúan
dentro de las fronteras del Estado puede ser m a y o r o m e n o r . L a capacidad de las
autoridades estatales para imponer su voluntad en zonas situadas fuera de las
fronteras del Estado puede ser también m a y o r o m e n o r .
Varios grupos instalados dentros y fuera o a horcajadas de las fronteras
de u n Estado procuran constantemente acrecentar, conservar o reducir el poder
del Estado en todas las formas anteriormente mencionadas. Estos grupos procuran
cambiar esas constelaciones de poder porque consideran que, en cierto m o d o ,
los cambios mejorarán las posibilidades de que ese grupo determinado saque
directa o indirectamente provecho de las operaciones del mercado mundial. El
Estado es el intermediario institucional m á s conveniente para establecer restric-
ciones en el mercado (cuasi monopolios, en el sentido m á s amplio de la expresión)
en favor de determinados grupos.
El desarrollo histórico de la economía mundial capitalista, que había
empezado con entidades relativamente amorfas, dio por resultado la creación
de u n n ú m e r o cada vez m a y o r de estados que operan dentro del sistema inter-
estatal. Sus fronteras y sus derechos formales han sido definidos con una claridad
cada, vez m a y o r (que culmina en la estructura contemporánea del derecho
818 Immanuel Wdllerstein

internacional en el ámbito de las Naciones Unidas. También se han definido cada


vez m á s claramente las modalidades y los límites de las presiones de los grupos
en las estructuras del Estado (en él sentido tanto de los límites de tales presiones
establecidos por ley, c o m o de la organización racional por grupos para trascender
esos límites).
N o obstante, a pesar de lo que podría llamarse el perfeccionamiento de
esta red institucional, tal vez pueda afirmarse que la continuidad relativa de
poder de estados m á s fuertes y m á s débiles ha permanecido relativamente incam-
biada durante 400 años. Ello n o quiere decir que los mismos estados sigan siendo
fuertes o débiles, sino que siempre ha habido una jerarquía de poder entre los
estados, sin que en ningún m o m e n t o haya existido u n Estado cuya hegemom'a
haya sido totalmente indiscutida (aunque hayan existido, en periodos determi-
nados, hegemonías relativas).
Se han planteado varias objeciones a esta forma de describir al Estado
moderno, su génesis y su funcionamiento. Cuatro críticas parecen ser las m á s
frecuentes y m á s dignas de análisis.
Se sostiene en primer término que esta concepción del Estado es demasiado
instrumental, que convierte al Estado en u n mero instrumento consciente de
grupos activos, sin vida ni integridad propias, sin una base intrínseca de apoyo
social.
A mi juicio, este argumento se basa en una confusión con respecto a las
instituciones sociales en general.. U n a vez creadas, todas las instituciones sociales,
incluidos los estados, tienen vida propia en el sentido de que muchos grupos
diferentes las utilizarán, las apoyarán o las explotarán por motivos diversos (y
aún contradictorios). Por otra parte, las instituciones bastante importantes y
estructuradas c o m o para disponer de personal permanente generan por eso m i s m o
grupos de personas —las burocracias de tales instituciones— que tienen u n
interés socioeconómico directo en que la institución subsista y prospere c o m o tal,
independientemente de las premisas ideológicas en que se basa y de los intereses
de las principales fuerzas sociales que la sustentan.
N o obstante, el problema no consiste en saber quién ejerce alguna influencia
en las decisiones de un mecanismo estatal, sino quién ejerce una influencia crítica
o decisiva, y cuáles son los problemas clave por los que se lucha en términos de
política estatal. A nuestro juicio, esos problemas son los siguientes: a) las normas
que rigen las relaciones sociales de la producción, que afectan seriamente la
asignación de la plusvalía; y b) las normas que rigen, dentro y a través de las
fronteras, la circulación de los factores de producción capital, productos básicos
y trabajo, que tienen influencia decisiva en las estructuras de precios del mercado.
Si se cambia la asignación de la plusvalía y las estructuras de precios del mercado,
se modifica también la competitividad relativa de determinados productores, y,
en consecuencia, el nivel de sus ganancias.
El Estado es quien dicta esas normas, y los estados son fundamentalmente
Los estados en la vorágine institucional 819
de la economia mundial capitalista

los que intervienen en el proceso de otros estados (más débiles) cuando éstos
últimos procuran dictar las normas que les convienen.
L a segunda objeción a esta forma de análisis es que pasa por alto la realidad
de las continuidades tradicionales, ocultas en las conciencias operativas de los
grupos. Tales conciencias en verdad existen y son m u y poderosas, pero ¿son
acaso continuas? N o lo creo, y m e parece que u n simple vistazo a la realidad
empírica permitirá confirmar m i opinión. L a historia de los nacionalismos, una
de las formas notorias de tales conciencias, demuestra que, todas las veces que
surgen movimientos nacionalistas, crean una conciencia, hacen renacer (incluso
inventan parcialmente) lenguajes, acuñan nombres y hacen hincapié en prácticas
consuetudinarias que establezcan una distinción entre su propio grupo y los demás.
L o hacen en nombre de algo que, según sostienen, siempre ha existido, pero en
muchos casos (si n o por regla general), deben forzar la interpretación de las
pruebas históricas de u n m o d o que todo observador desinteresado consideraría
parcial. Ello puede afirmarse n o sólo de las llamadas naciones nuevas del
siglo xx 2 , sino también de las naciones viejas3.
Es evidente asimismo que las declaraciones ideológicas sucesivas alrededor
de u n nombre determinado —lo que significa, lo que constituye su tradición— no
son continuas ni siempre iguales. Cada versión sucesiva se puede explicar con
arreglo a la política de la época, pero el hecho de que sean tan grandes las varia-
ciones de estas distintas versiones demuestra que la afirmación de continuidad no
puede considerarse más que c o m o una pretensión de u n grupo interesado. Son
arenas movedizas que no pueden servir de fundamento a u n análisis del funcio-
namiento político de los Estados.
El tercer argumento que se opone a esta forma de análisis es que hace caso
omiso de la posición central de la lucha de clases, cuya existencia se da implíci-
tamente por sentada dentro de una entidad determinada llamada sociedad o
formación social, que a su vez explica la estructura del Estado.
Si utilizamos empero la palabra clases para designar grupos que se definen
por la posición de sus integrantes en relación con el m o d o de producción, tenemos
que examinar para determinar quiénes constituyen esas clases, la realidad de toda la
serie de procesos integrados de producción. Los límites de estos procesos son evi-
dentemente m u c h o m á s amplios que los de los estados; ni siquiera los agolpa-
mientos parciales de los procesos de producción suelen coorresponder a los límites
de los estados. N o hay por lo tanto motivo alguno a priroi para suponer que
las clases estén circunscritas en algún sentido objetivo por los límites de u n Estado.
Ahora bien, cabe sostener que, históricamente, esa conciencia de clase tendió,
por motivos que analizaremos m á s adelante, a adoptar una forma nacional. Pero
el hecho de que así sea n o demuestra que la percepción analítica sea correcta.
Por el contrario, esté hecho de la forma nacional de conciencia de clases que
trasciende las fronteras de los estados llega a ser uno de los principales factores
que explican el m u n d o moderno.
820 Immanuel Walterstein

Se dice por último que esta forma de análisis pasa por alto el hecho de que los
estados m á s ricos no son los más fuertes, sino que tienden a ser relativamente débiles.
Pero esto implica una percepción errónea de lo que constituye la fuerza de los meca-
nismos estatales. Es confundir una vez m á s la ideología con la realidad analítica.
Algunos mecanismos estatales tratan de imponer el concepto de u n Estado
fuerte. Procuran limitar la oposición e imponer decisiones a los grupos internos;
son agresivos frente a los grupos externos. Pero lo importante es el éxito de la
afirmación del poder, no la fuerza de la intención. Sólo es preciso suprimir la
oposición allí donde realmente existe. Los estados que comprenden estratos relati-
vamente m á s homogéneos (debido a la desigualdad en la distribución de las
fuerzas de las clases en la economía mundial) pueden lograr por consenso lo que
otros pretende lograr (tal vez sin conseguirlo) con m a n o de hierro. Los empre-
sarios económicamente fuertes en el mercado no necesitan ayuda estatal para
crear privilegios de monopolio, si bien pueden necesitar ayuda del Estado para
oponerse a que otros empresarios logren, en otros estados, privilegios de m o n o -
polio que vulnerarían sus intereses.
Sostenemos pues que los estados son instituciones creadas que reflejan las
necesidades de las fuerzas de las clases que actúan en la economía mundial. Pero
no se crean en el vacío, sino en el marco de un sistema interestatal. D e hecho, este
sistema interestatal es el marco dentro del cual se definen los estados. L a carac-
terística específica del Estado moderno, que lo distingue de otras organizaciones
políticas burocráticas es el hecho de que los estados del m u n d o capitalista existen
en el marco de u n sistema interestatal. E n este sistema interestatal hay una serie
de cortapisas que limitan las posibilidades de adoptar decisiones de cada u n o
de los mecanismos estatales, incluidos los m á s fuertes. L a ideología del sistema
proclama la igualdad soberana pero, en realidad, los estados n o son ni iguales ni
soberanos. Los estados tratan de imponer a otros estados —no sólo los fuertes a
los débiles, sino los fuertes a otros igualmente fuertes— limitaciones en sus m o d a -
lidades de comportamiento político (y por ende militar) e incluso, lo que es aún
m á s notable, limitaciones a su capacidad de influir en la ley del valor en que se
basa el capitalismo. Estamos tan acostumbrados a observar todo lo que hacen
los estados para desafiar a otros estados que no nos detenemos a reconocer que,
en realidad, n o es m u c h o .
Estamos tan acostumbrados a pensar que el sistema interestatal raya en
la anarquía que no apreciamos hasta qué punto está regido por normas. Cierto
es que esas normas se infringen continuamente, pero debemos tomar en cuenta
las consecuencias y los mecanismos que entran en juego para obligar a los estados
infractores a introducir cambios en sus políticas. También, en este caso, debemos
prestar menos atención al ámbito evidente del comportamiento político y m á s
al ámbito menos observado del comportamiento económico. E n el sistema
interestatal del siglo xx la historia de los estados con partidos comunistas en el
poder es una prueba notoria de la eficacia de tales presiones.
Los estados en la vorágine institucional 821
de la economia mundial capitalista

Los procesos de producción de la economía del m u n d o capitalista se basan


en una relación o antinomia central, la del capital y el trabajo. Las operaciones
del sistema limitan cada vez m á s las opiniones de los individuos (o mejor dicho,
de las unidades familiares), obligándolas en una u otra forma a participar en el
proceso laboral, ya sea c o m o contribuyentes a la plusvalía o c o m o receptores.
Los estados han desempeñado u n papel fundamental en la polarización
de la población en dos categorías: la burguesía, que vive de la plusvalía de la
que se apodera y el proletariado que es despojado de ella. Para comenzar los
estados crearon los mecanismos jurídicos que no sólo permitieron o incluso
facilitaron la apropiación de la plusvalía, sino que protegieron los resultados
de esa apropiación sancionando el derecho de propiedad. Crearon, luego, las
instituciones para asegurar la socialización de los niños en los roles adecuados.
A medida que las clases fueron adquiriendo existencia objetiva, una respecto
de la otra, procuraron alterar (o conservar) su poder desigual de negociación.
Para ello, tuvieron que crear instituciones adecuadas, destinadas a influir en las
decisiones del Estado, que terminaron siendo en gran parte instituciones perma-
nentes creadas dentro de las fronteras estatales, que contribuyeron a dar mayor
firmeza a las estructuras estatales a nivel mundial.
Esto ha llevado a profundas ambivalencias en su autopercepción y, en
consecuencia, a u n compartamiento político contradictorio. Tanto la burguesía
c o m o el proletariado son clases que se formaron en una economía mundial y,
cuando hablamos de una posición objetiva de clase, nos referimos necesariamente
a clases de esa economía mundial. Si bien la burguesía fue la primera que adquirió
conciencia de clase, seguida m á s tarde por el proletariado, el definirse a sí mismas
c o m o clases mundiales tuvo para ambas ventajas e inconvenientes.
L a burguesía, tratando de defender su interés de clase, el acrecentamiento
al máximo de las ganancias a fin de acumular capital, trató de dedicarse a sus
actividades económicas de la manera que le pareció m á s conveniente, sin limita-
ciones impuestas por la ubicación geográfica o consideraciones de carácter político.
Así, por ejemplo, en los siglos xvi y xvn, los empresarios holandeses, ingleses o
franceses solían "comerciar con el enemigo" en tiempo de guerra, incluso en
armamentos. Y era frecuente que los empresarios cambiaran de domicilio y de
nacionalidad para poder obtener mayores ganancias. L a burguesía reflejaba
entonces, c o m o ahora, esta percepción de sí m i s m a en la tendencia hacia u n
estilo cultural mundial: en el consumo, el lenguaje, etc. N o obstante, también
era verdad entonces, c o m o lo es ahora, que la burguesía, por irritada que estuviera
ante las limitaciones que por determinados motivos y en ciertos momentos le
imponían ciertas autoridades del Estado, también necesitaba recurrir a meca-
nismos estatales para reforzar su posición en el mercado frente a sus competidores
y protegerse frente a las clases trabajadoras. Esta circunstancia implicó que las
diversas fracciones de la burguesía mundial tuviesen interés en definirse c o m o
burguesías nacionales.
822 Immanuel Wallerstein '

L o mismo puede decirse del proletariado. Por una parte, al ir adquiriendo


conciencia de clase, reconoció que el objetivo básico de su organización debía
ser la unidad de los proletarios en su lucha. N o fue por azar que El manifiesto
comunista proclamó: "¡Trabajadores del m u n d o ; unios!" Era evidente que, preci-
samente, el hecho de que la burguesía operase en el ámbito de la economía
mundial y pudiera transferir (y de hecho transfiriera) los lugares de producción
cada vez que le convenía hacerlo, implicaba que, para ser realmente eficaz, la
unidad del proletariado debía lograrse a nivel mundial. Y , sin embargo, sabemos
que la unidad del proletariado a nivel mundial nunca ha sido realmente eficaz
(su mayor fracaso tuvo lugar durante la primera guerra mundial, cuando la
Segunda Internacional n o logró mantener una posición antinacionalista). L a
razón es m u y sencilla. Los mecanismos de que m á s fácilmente se dispone para
mejorar las condiciones relativas de los sectores de la clase obrera son los meca-
nismos estatales, y la organización política del proletariado casi siempre ha adop-
tado la forma de organizaciones nacionales. Por otra parte, esta tendencia no se ha
ido debilitando, sino que por el contrario, se ha ido reforzando con los éxitos que
han logrado estas organizaciones al alcanzar parcial o totalmente el poder estatal.
Llegamos así a una anomalía curiosa: tanto la burguesía c o m o el proleta-
riado expresan su conciencia de clase en u n ámbito que n o refleja su función
económica objetiva. Sus intereses son función de las operaciones de una economía
mundial y procuran fomentarlos influyendo en los mecanismos estatales que,
de hecho, sólo tienen u n poder limitado (aunque real) para influir en las opera-
ciones de esa economía mundial.
Esta anomalía es la que ejerce constantemente presión sobre las burguesías
y los proletariados y los lleva a definir sus intereses c o m o grupos de status. El
grupo de status m á s eficaz del m u n d o moderno es la nación, puesto que la nación
se arroga el derecho moral de controlar una determinada estructura estatal. E n
la medida en que una nación no es un Estado, existe la posibilidad de que surja
y se desarrolle u n movimiento nacionalista. Evidentemente n o hay una esencia
llamada nación que da ocasionalmente nacimiento a un movimiento nacionalista.
Por el contrario, el movimiento nacionalista es el que crea la entidad llamada
nación, o al menos procura crearla. E n las múltiples circunstancias en que no
puede disponerse de u n nacionalismo al servicio de los intereses de clase, la soli-
daridad de los grupos de status puede cristalizar alrededor de otros polos: religión,
raza, idioma u otras pautas culturales particulares. Las solidaridades de los
grupos de status hacen menos visible la anomalía de la organización o la consciência
de clase nacional y relajan por ende las tensiones inherentes a las estructuras
contradictorias. Pero también pueden, c o m o es natural, confundir la lucha dé
clases. E n la medida en que una conciencia étnica particular lleva por lo tanto a
consecuencias que ciertos grupos clave consideran intolerables, vemos resurgir
organizaciones de clase manifiestas o, si ello supone una tensión demasiado grande,
vemos surgir nuevas solidaridades de grupos de status (en los que los límites se
Los estados en la vorágine institucional 823
de la economía mundial capitalista

trazan de otra manera). Esos segmentos particulares de la burguesía mundial


0 del proletariado mundial que pueden pasar, por ejemplo, de un movimiento
panturco a u n movimiento panislámico, u n movimiento nacional y u n movimiento
de clases en el lapso de varios decenios, no reflejan la inconsistencia de la lucha
sino las dificultades para marcar u n rumbo que pueda salvar la antinomia: clases
objetivas de la economía mundial/clases subjetivas de una estructura estatal.
Por último, los átomos de las clases (y de los grupos de status), las unidades
familiares que suman los ingresos de sus componentes no sólo se moldean y
vuelven a moldearse constantemente por las presiones económicas objetivas de
la dinámica de la economía mundial, sino que son regular y deliberadamente
manipulados por los estados que procuran determinar (alterar) sus límites con
arreglo a las necesidades del mercado del trabajo y así c o m o las corrientes y
tipos de ingresos que pueden, de hecho, sumarse. Las unidades familiares por
su parte pueden afirmar sus propias solidaridades y prioridades y resistir las
presiones, menos eficazmente por medios pasivos y m á s eficazmente cuando logran
crear las solidaridades de clase y de grupos de status de las que acabamos de hablar.
Todas estas instituciones —estados, clases, grupos de status étnicos/
nacionales, unidades familiares— forman en su conjunto una vorágine institu-
cional que es a la vez el producto y el aliento moral de la economía mundial
capitalista. Lejos de ser esencias primordiales y preexistentes, son existencias
dependientes y concomitantes. Lejos de estar segregadas y de ser separables,
están indisociablemente conectadas en formas complejas y contradictorias. Lejos
de que una de ellas determine a las demás, cada una de ellas es en cierto sentido
un avatar de la otra. ,„, , . , , , . , , ..
[Traducido del ingles]
Notas

1
Desarrollé detenidamente estas tesis en The Modern de 'ser nigeriano' es u n concepto nuevo. Pero
World-System, Nueva York, Academic Press parecería que la noción de ser 'yoruba' no
(vol. 1,1974; vol. II, 1980) y en The Capitalist es mucho más antigua. Por lo que usted dice,
World-Economy, Cambridge, Cambridge Uni- , no hay prueba alguna de que los subditos del
versity Press, 1979. reino de O y ó —¿o del anterior sistema estatal
2
E n 1956, Thomas Hodgkin escribió lo siguiente en basado en Ife?— utilizaran u n nombre común
una carta a Saburi Biobaku (Odù, n.° 4, para designarse a si mismos, aunque es posible
1957, p. 42): " M e ha impresionado su decía- que lo hayan hecho."
3
ración de que el uso del tórmino 'yoruba' para E n Santa Juana de George Bernard Shaw, el Noble
referirse a todo el conjunto de pueblos que se exclama lo siguiente : " ¡ U n francés! ¿De
consideran hoy yoruba (frente a la simple dónde sacó usted ese término? ¿Acado estos
designación de pueblos oyó) se debía en gran borgoñones y bretones y picardos y gascones
parte a la influencia de la misión anglicana en están empezando a llamarse franceses, asi
Abeokuta, y a su labor de elaboración de u n c o m o nuestros hombres están empezando a
idioma 'yoruba' común basado en el lenguaje llamarse ingleses? Hablan realmente de Fran-
. oyó hablado. M e parece u n ejemplo suma- cia y de Inglaterra c o m o de sus respectivos
mente interesante de la forma en que las países. ¡Como si fueran de cllosl ¿Qué va a
influencias occidentales han contribuido a ser de m í y de usted si tal manera de pensar
estimular u n nuevo tipo de sentimiento na- se pone de moda?"
cional. Todo el m u n d o reconoce que la noción
El Estado y el sistema mundial

Silviu Brucan

El Estado es, hoy por hoy, un concepto central en las ciencias sociales, y autores
de diversas escuelas de pensamiento sostienen que toda ciencia política se reduce,
en última instancia, al estudio del Estado. Y sin embargo, es tan poca la atención
que se le ha prestado en las últimas décadas que tiene uno a veces la impresión
de que el Estado fuese u n Leviatán dormido al que no afecta nada de lo que en
el m u n d o ocurre.
Para valemos de una categorización actual (de la que se ha abusado mucho),
mientras que en occidente el concepto de Estado ha quedado anegado en el
genérico y harto evanescente de "sistema político", en el este los apologistas
del socialismo real han evitado, por razones obvias, abordar el tema del Estado
real. Saltando por encima de esa categorización'artificiosa, hay marxistas occiden-
tales con tanta fe en elfiatelectoral que han llegado a creer que el Estado, que
tanfielmenteha servido a la burguesía, podría servir igualmente a la causa de una
revolución contra ella. Dicho de otra manera, nos enfrentamos por doquier con
la conocidísima tendencia a adaptar la teoría a las conveniencias de los políticos.
Se hace, pues, necesario replantear la teoría básica de M a r x sobre el Estado,
ver hasta qué punto es válida todavía y revisarla a la luz de los cambios aconte-
cidos tanto en las ciencias sociales c o m o en la realidad social. Hallaremos así
que el Estado ha sufrido modificaciones significativas tanto en papel c o m o en
funciones; diría yo que incluso algunos de los supuestos básicos sobre los que se
formuló la teoría marxista del Estado requieren una revisión completa, empezando
por sus orígenes.
Por mi parte sostengo que los tipos de Estado que hoy existen en el m u n d o
están en buena medida configurados por el contexto internacional. A decir verdad,
los cambios más recientes en las actividades y el comportamiento de los estados

Silviu Brucan es profesor de ciencias sociales en la Universidad de Bucarest, Rumania. Ex-embajador


rumano en Washington y las Naciones Unidas, ha publicado en inglés dos obras que constituyen
contribuciones a la teoría marxista en el estudio de las relaciones internacionales: The Dissolution
of Power (1971) y T h e Dialectic of World Politics (1978). En la actualidad trabaja sobre los
modelos institucionales necesarios para la instauración de un nuevo orden mundial.

Rev. int. de clenc. soc., vol. X X X I I (1980), n.» 4


El Estado y el sistema mundial 825

han sido determinados externamente, es decir desde el sistema mundial, m á s


que desde procesos y conflictos de clases interiores.
Las teorías clásicas sobre el Estado se elaboraron en la época en que los
estados europeos funcionaban c o m o sistemas sociales autónomos cuyas deci-
siones se fraguaban principalmente desde dentro. El sistema social global era la
sociedad nacional. Jean Bodin, T h o m a s Hobbes y Niccolo Machiavelli, los funda-
dores de la ciencia política moderna, consideraban el Estado c o m o poder supremo
dentro de su territorio; las decisiones m á s importantes se justificaban c o m o "raison
d'État". También M a r x tomó c o m o base la sociedad nacional y en este contexto
describió las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción,
entre base económica y superestructura política, y la lucha de clases por medio
de la cual el proletariado debe aspirar a constituir él m i s m o ¡a nación a fin de
adquirir la hegemonía política1. Aunque fue M a r x el primero en descubrir el
mecanismo de la expansión del capitalismo a escala mundial, sus escritos reflejan
empero una edad histórica en que eran las potencias europeas las que dominaban
en los asuntos mundiales; la estructura y las funciones del Estado venían esencial-
mente dictadas por las fuerzas y las necesidades nacionales. Esto se hace patente
en el enfoque exclusivo de M a r x y de Engels sobre el desarrollo interno de la
sociedad para explicar el origen y la evolución del Estado. El modelo que M a r x
tuvo presente al formular su teoría del sistema capitalista fue Inglaterra; baste
con reseñar que fue el Fondo Monetario Internacional el que determinó los
topes esenciales del presupuesto del Reino Unido para 1977 (Junt° con el de
Italia) para ilustrar hasta qué punto inciden hoy fuerzas externas sobre las deci-
siones de los estados.
E n realidad, m e propongo demostrar que actualmente nos hallamos en u n
periodo de transición en la historia de las relaciones internacionales: transición
ésta que va del sistema internacional que surgió con la expansión del capitalismo
y la formación de los estados nacionales en Europa, a la aparición del sistema
mundial. Mientras que en el primero son preponderantes y decisivas las aporta-
ciones de los estados nacionales en la configuración del sistema y determinación
de su comportamiento, en el segundo será el efecto inverso del sistema mundial
el que se imponga sobre sus subsistemas, ajustándolos a todos a su ritmo. E n
esta perspectiva contemporánea voy a intentar revisar la teoría de M a r x sobre el
Estado.

L a génesis del Estado

Cuándo, c ó m o y.por qué apareció el Estado c o m o institución política siguen


siendo por el m o m e n t o cuestiones controvertidas. Profundamente implicados
en ello hay no pocos intereses teóricos e ideológicos. Pues el saber sobre las
condiciones de su aparición es esencial para determinar la clase de marco teórico
826 Silviu Brucan

que se va a utilizar en el análisis del carácter y las funciones del Estado. Y no


menos importante resulta este saber para especular sobre cuándo y c ó m o puede
el Estado desaparecer o ser abolido.
Gracias a la enorme labor de investigación en el campo de la antropología
política llevada a cabo en la primera mitad de este siglo ha sido posible un examen
detallado de las circunstancias históricas, o quizá fuera mejor decir prehistóricas.
Por la época en que tal investigación se hallaba en sus inicios y Lewis M o r g a n
escudriñaba la organización social de los iroqueses y otros aborígenes norteame-
ricanos, Friedrich Engels basaba sus famosas conclusiones sobre los orígenes del
Estado en los descubrimientos de Morgan. S u tesis clásica era que la escisión
de la sociedad primitiva en clases necesitaba " u n a institución que estampara el
sello del reconocimiento social general sobre cada nuevo método de adquirir
bienes y de amasar con ello fortuna a u n ritmo acelerado; una institución que
perpetuara n o sólo esta creciente división de la sociedad en clases, sino también
el derecho de la clase poseyente a explotar a las desposeídas, así c o m o el dominio
de aquélla sobre éstas. Y dicha institución llegó. Acababa de inventarse el Estado"2.
Sin embargo, las fuentes de información antropológica de que disponía
Engels eran escasas y de alcance limitado. Hasta los decenios de 1920 y 1930
n o se extendió la investigación a las sociedades primitivas de África, Asia, América
Latina y Polinesia y n o alcanzó la antropología política su mayoría de edad3.
N o quiere esto decir que todas las respuestas halladas desde que se emprendió
esta vasta labor de investigación lo hayan sido sin u n marco conceptual y unas
directrices teóricas esenciales1. L o cual puede m u y bien explicar la razón de que
la principal tendencia haya consistido en estudiar cada grupo desde el punto de
vista de su singularidad, antes que en averiguar qué formas básicas de actividad
impuso la necesidad en todas partes—pese a la diversidad de condiciones— y
hubieron de desarrollarse c o m o requisitos previos indispensables para la existencia
de la sociedad humana 5 . E n esta dirección vamos a encaminar, pues, nuestro
análisis.
Para empezar, toda visión genésica de la organización política debe contar
con el hecho de que la anarquía primigenia n o pudo florecer súbitamente en
u n Estado entero y verdadero que reclamase el dominio absoluto dentro de sus
límites territoriales y ejerciese las numerosas funciones ya mencionadas. Mientras
que generalmente se acepta la suposición de que, en u n principio, vivieron durante
m u c h o tiempo los hombres en pequeñas bandas o poblados, hacia el año 5000 A.c.
estas unidades aisladas comenzaron a fundirse en grupos m á s amplios: tribus,
luego federaciones tribales y, en algunas regiones, reinos m u y centralizados o
imperios. A u n q u e esta pauta evolutiva se viera afectada en diversas zonas y
continentes por condiciones geográficas o ecológicas específicas, fue siempre,
con todo, fundamental.
Las limitaciones tecnológicas, es decir la incapacidad para producir allende
el nivel de subsistencia, empujaban hacia la autonomía, mientras que el desa-
El Estado y el sistema mundial 827

rrollo de la agricultura y la primera división del trabajo se traducían en u n exce-


dente de bienes y una acumulación de riqueza que a la postre solían conducir
a la formación de una clase superior; esta transformación interna estimulaba a su
vez los intercambios económicos intertribales, la guerra por la consecución de
tierras y esclavos, la conquista y la anexión por el vencedor de las tribus y pueblos
derrotados. A m b o s procesos —la transformación interna y la agregación de
tribus en unidades m á s amplias— exigían una institución política fuertemente
centralizada, o sea u n Estado que estableciese la dominación y el control de la
nueva comunidad por la clase superior, la recaudación de impuestos y la creación
de fuerzas militares6.
Engels sólo acentúa el carácter clasista del Estado, centrándose exclusi-
vamente en la transformación interior. Sin embargo, u n o de los hechos funda-
mentales de la sociedad tribal radica en las dos tendencias contrapuestas que
hacen necesaria la agregación étnica, antes que la de clase social: el efecto centrífugo
de la autonomía y la dispersión territorial, por u n lado, y el imperativo centrípeto
de unidad y consolidación para hacer frente a la competición externa por el otro.
Y es sólo la política la que zanja el problema, ya que únicamente el poder político,
es decir el Estado, es capaz de dominar las tendencias autónomas y la dispersión
territorial, forjando así la nueva comunidad más extensa. E n la medida en que
un grupo social perdía su autonomía y era incorporado en una unidad mayor, el
ejercicio de la fuerza era secuela inevitable de la acción política, lo cual exigía
que el Estado montase algún tipo de organización militar.
C o m o he documentado en otro trabajo7, los descubrimientos antropoló-
gicos m e llevaron a la conclusión de que la esfera de la política se inició siempre
allí donde la del parentesco concluía. Dicho de otra manera, desde el m o m e n t o
en que las relaciones de consanguinidad dejaban de ser u n factor de regulación
social en la sociedad primitiva, surgía la política c o m o fuerza organizadora e
integradora.
C o n la escisión de la sociedad primitiva en clases y la agregación de tribus
en unidades mayores, adquiría la política una nueva dimensión: se creaba el
Estado c o m o instrumento de dominación de clase y c o m o organizador y forjador
de la nueva comunidad.
H a g o breve mención de estos aspectos de la sociedad primitiva simplemente
para puntualizar que el origen del Estado debe relacionarse con ambos tipos de
agregación h u m a n a —etnicidad y clases— y con la dinámica generada en su
comportamiento por la desigualdad de clases y la competición exterior. Estoy
convencido de que esta aclaración teórica es esencial si hemos de abordar correc-
tamente el análisis de la Nación-Estado moderna.
828 Silviu Brucaii

L a Nación-Estado

E n los estudios internacionales, el Estado es u n concepto demasiado abstracto


e inanimado a menos que lo llenemos con el componente nacional. Enseña la
experiencia que n o basta con mencionar la forma del Estado, decir que es auto-
ritario o democrático, capitalista o socialista; para entender su comportamiento
exterior hay que añadir si es francés o americano, ruso o chino, chileno o vietna-
mita. Sólo entonces puede uno proceder al análisis.
Así pues, el de Nación-Estado es un concepto más adecuado a las condiciones
del m u n d o actual: empareja al Estado con su componente nacional y viceversa.
Por m u c h o que piense, m e es bastante difícil hallar otro concepto más significativo
y ventajoso para explicar pautas de comportamiento, orientaciones y opciones,
políticas y estrategias en la palestra del m u n d o . E n consecuencia, encuentro que
la relación entre Nación y Estado es un nexo conceptual mucho más útil en los
estudios internacionales que el vínculo entre Estado y sociedad, que parece m á s
apropiado para el estudio de las políticas nacionales.
Y sin embargo, son muchos los autores que cuestionan la pertinencia de
la Nación-Estado hoy en día. Sostienen que la revolución tecnológica ha conver-
tido a la Nación-Estado en una entidad obsoleta, que las naciones-estados están
siendo cada vez m á s "penetradas" e "impregnadas" por una sistemática intru-
sión extranjera y que el enorme crecimiento de las sociedades multinacionales
señala el "fin del estado". Los que rebaten estas opiniones alegan que la Nación-
Estado es todavía el principio motor en la escena internacional y que el nacio-
nalismo es m á s fuerte que nunca.
N o porque prefiramos el justo medio, sino más bien porque estimamos que
debe contarse con ambos fenómenos c o m o realidades de la vida internacional,
creemos que sólo u n enfoque dialéctico puede proporcionar la clave.
Teniendo esto en cuenta, propongo operar a dos niveles de análisis —el
nacional y el mundial— y ver luego c ó m o se interfieren mutuamente y cuál de
los dos gana terreno.

Clases, Estado y política exterior

L a cuestión m á s relevante por lo que a la Nación-Estado se refiere es el papel


de la clase dominante en la determinación de la política exterior y el papel que el
Estado desempeña en su total ejercicio. Recordaré a este propósito una contro-
versia que tuvo lugar en los Estados Unidos a principios de la década de los
sesenta. Cierto autor, basándose en la tesis de que la política exterior es deter-
minada por intereses de clase nacionales y observando que la guerra fría había
deparado fabulosos beneficios a la élite empresarial, concluía que los Estados
Unidos iban a seguir deslizándose por ese mismo peligroso camino y que la clase
dominante se hallaba tan obcecada con sus intereses a corto plazo que era incapaz
El Estado y el sistema mundial 829

de u n análisis racional y una apreciación ecuánime del callejón sin salida al que
se encaminaba. U n editorial expuso entonces una opinión diferente acentuando
un nuevo elemento: la aparición de una sección de la clase dominante norteameri-
cana (encabezada por el presidente Kennedy) que estaba dándose cuenta de los
peligros que aquel m o d o de proceder implicaba. A u n q u e la clase dominante n o
desee cambiar su política exterior, una divergencia de opinión (como ésta) dentro
de los círculos dirigentes hace posible una modificación en los propios intereses
de clase del capitalismo8.
Involucrados en dicha controversia aparecen puntos teóricos básicos que
conciernen: a) a la relación entre intereses de clase y política exterior; y b) al grado
de autonomía de que goza la administración o el Estado frente a la base
económica.

Ideología y política exterior

E n años recientes, complicando los puntos anteriormente expuestos, unos cuantos


acontecimientos internacionales han entrado en conflicto con la pretensión teórica
de que las políticas internacionales obedecen a motivaciones ideológicas y, consi-
guientemente, que la política exterior viene exclusiva o principalmente dictada
por intereses de clase. E m p e c e m o s por los dos tratados nucleares redactados
conjuntamente por los Estados Unidos y la U R S S y que fueron rechazados por
la capitalista Francia y la comunista China con la excusa de que estos tratados
tenían por objeto asegurar la hegemonía nuclear soviético-norteamericana. E n
la guerra indo-paquistaní de 1971, así c o m o en la de Angola, los Estados Unidos
y China se hallaron juntos de u n lado de la barrera mientras la U R S S se m a n -
tenía firmemente en el otro. M á s recientemente, severas declaraciones soviéticas
previenen contra una alianza chino-norteamericana. C o m o se ve, mal pueden
explicarse coaliciones tan insólitas en términos ideológicos o de intereses de
clases.
D e esta suerte, la dinámica tanto interior c o m o exterior de los intereses
nacionales y de clase pone de manifiesto que las teorías tradicionales han perdido
su virtud interpretativa. Propongo las tesis siguientes para formar u n modelo
analítico capaz de contender con tales fenómenos y de integrarse lógicamente
en u n marco conceptual coherente.

Los intereses y los objetivos de clase obran verticalmente dentro del sistema nacional,
pero no horizontalmente en las relaciones con otras naciones. A u n q u e la lucha de
clases sigue siendo el motor del desarrollo de la sociedad y las clases en conflicto
tienden a saltar al contexto internacional en busca de apoyo (por ejemplo, las
facciones en la guerra de Angola), no se extienden directamente a ese contexto
porque allí entran en una nueva esfera de acción política donde se hallan en juego
contradicciones de especie diferente. Aquí el apoyo puede provenir de fuentes
830 Silvitt Brucan

insólitas (por ejemplo, la ayuda masiva de Israel a los cristianos derechistas del
Líbano).

Las naciones desempeñan en la política internacional un papel distinto del de las


clases. Aunque las naciones están compuestas de clases y otros grupos sociales
con intereses en conflicto, una vez organizadas c o m o estados y ampliamente
integradas (por tener una lengua, u n territorio, una economía, una cultura, u n a
religión, etc., comunes, forjado todo ello en circunstancias históricas y estratégicas
que señalan su lugar en el m a p a del m u n d o ) , las naciones adquieren u n impulso
propio en la política internacional. Ese impulso no puede identificarse con ninguna
de las clases componentes del tejido social; una vez m á s el comportamiento del
todo difiere del de sus partes, especialmente desde el m o m e n t o en que el todo
está expuesto exteriormente a condiciones distintas. Pues en el sistema interna-
cional las naciones son grandes o pequeñas, fuertes o débiles, ricas o pobres,
desarrolladas o subdesarrolladas, y estas discrepancias generan un tipo de conflicto
(y de cooperación) de especie diferente del conflicto entre clases interno a la
sociedad y suscitado por contradicciones en el m o d o de producción y en la estruc-
tura social. Sólo con referencia a ese papel distinto de la nación puede hablarse
de que los intereses nacionales priman sobre el conflicto de clases, sobre todo
cuando los bienes nacionales vitales (por ejemplo, la integridad territorial) se
hallan en peligro.

Aunque la orientación de un estado en política exterior tenga una clara procedencia


de clase recogida por los objetivos estratégicos nacionales, en las reacciones a cris
o acontecimientos específicos los gobiernos disfrutan de amplia autonomía. Para
empezar, la política exterior no puede ser —y nunca es—- una simple proyección
de intereses de clase nacionales en el contexto internacional; m á s aún, aunque
en u n país capitalista la élite empresarial sea la fuerza dominante a la hora de
establecer la dirección de la política exterior, ésto no quiere decir que los ejecutivos
de las grandes sociedades hagan o ejecuten la política ellos mismos, ni que los
hombres de estado se limiten a ser dóciles agentes de la alta empresa ni muchísimo
menos. E n cada país existen formas y medios tradicionales por los que la clase
dominante influye en la política exterior. Y o m i s m o he documentado 9 c ó m o las
fuerzas sociales dirigentes afectan a la formación de la política exterior en los
Estados Unidos, centrándome en los años 1957-1958, tan decisivos en ese aspecto.
El sputnik, al delatar el avance soviético en la fabrication de misiles balísticos
intercontinentales, había dejado anticuada toda la estrategia atómica de los
Estados Unidos. Casi de inmediato se constituyeron tres grupos de notables,
compuesto cada uno de ellos por ejecutivos de la alta empresa, generales, magnates
de los trusts de prensa y científicos oficiales. Resultadofinalde sus deliberaciones
fueron El informe Rockefeller, El informe Gaither y el consejo de relaciones exte-
riores, con Henry Kissinger c o m o informador. Estos cuerpos sirvieron de guía
El Estado y el sistema mundial 831

para la formulación de una nueva doctrina militar e hicieron recomendaciones a


corto y largo plazo que fueron fielmente seguidas por ambas administraciones,
demócrata y republicana, durante toda la década de los sesenta.
E n cuanto a la forma en que los intereses de clase son recogidos por los
objetivos estratégicos nacionales, cabría mencionar la política del presidente
de Gaulle, quien se opuso a la hegemonía estadounidense a fin de promover los
intereses nacionales de Francia y retiró las tropas francesas de la O T A N , pero
permaneció en la Alianza Atlántica por razones de clase; de sobra comprendía
que Francia sola n o podía mantener la dominación capitalista.
D e b o recordar aquí que M a r x y Engels previnieron contra u n a visión
mecánica de la correlación entre la base económica y la acción política, si bien
hablaron los dos de la autonomía del Estado no sólo con respecto a la base, sino
también, por vía de excepción, con respecto a las clases militares10. Por lo demás,
la m a n g a ancha en política exterior es m u c h o mayor (recuérdese el pacto Molotov-
Ribbentrop de 1939) que la permitida en cuestiones nacionales, donde la lucha
de clases y la ideología que la respalda es u n factor restrictivo.
¿Dónde se sitúa, pues, esa autonomía y c ó m o funciona?
L a historia abunda en casos en que gobiernos y líderes políticos represen-
tantes de la misma clase propugnaron políticas harto diferentes. U n caso célebre
y m u y a propósito es el bronco conflicto político entre Churchill y Chamberlain
acerca de la política inglesa respecto a la Alemania hitleriana, aunque a m b o s
hombres pertenecían a la m i s m a aristocracia y al m i s m o partido conservador.
D e igual manera, en países socialistas han estallado virulentas polémicas y algunas
veces violentos conflictos entre grupos o líderes del partido gobernante, desde
el conocido caso de Stalin, Trotski y Bujarin hasta la reciente denuncia en China
de la "banda de los cuatro".
Para poner las cosas en su correcta perspectiva, hemos de señalar que la
tesis marxista de que la política es antes que nada una cuestión de relaciones
de clase proporciona tan sólo u n marco general, ló cual, naturalmente, n o excluye
la posibilidad de que surjan conflictos políticos entre facciones o individuos
dentro de este marco. Pero mientras los conflictos políticos entre clases implican
últimamente la cuestión fundamental, c o m o dijo Lenin, de qué clase tiene el
poder, las disputas entre diversas facciones de líderes giran en torno a la cuestión
de quién va a ejercer el poder en nombre de la clase: ¿Churchill o Chamberlain?
¿Stalin o Bujarin? ¿El ala liberal o el ala derecha? ¿Los halcones o las palomas?
Por lo tanto, en el sistema de cinco variables [base natural-material (dimen-
siones del territorio y la población, geografía y fuerzas productivas), estructura
y fuerzas de la sociedad, factores aleatorios,' sistema estatal y liderazgo] que he
formulado para el estudio de la génesis de la política exterior, la variable sistema
estatal corresponde a la cuestión fundamental que implica la clase en el poder,
mientras que liderazgo se circunscribe a la representación de esa clase.
832 Silviu Brucan

El sistema estatal es el instrumento político de la dominación de clase; el liderazgo


aporta diferentes concepciones sobre los modos de usar y dirigir el poder estatal
a fin de servir a la clase dominante. Es, por lo tanto, en la última variable, m á s
que en el sistema estatal, donde la autonomía en la toma de decisiones se sitúa.
Entiendo por sistema estatal todas las instituciones —el gobierno, la admi-
nistración y toda su maquinaria, incluidos los aparatos militar y coercitivo— en
las que el poder del Estado se encarna. El gobierno es sólo u n elemento temporal
del sistema estatal, mientras que la maquinaria es u n factor permanente. Esta
distinción es importante, c o m o luego veremos.
E n cuanto al liderazgo, el problema es éste: ¿En qué medida u n presidente
o u n primer ministro representa una variable independiente? ¿Qué influencia
tiene en las decisiones que afectan a la política exterior?
E n mi opinión, no es totalmente independiente; sus iniciativas y su proceder
se dan dentro de una cierta esfera de autonomía deparada por el sistema político
de que se trate. M á s aún, en una sociedad de clases, el líder es el producto del
proceso histórico tanto c o m o u n actor en el m i s m o , lo cual quiere decir que es
el representante de su clase además del responsable de la toma de decisiones
llamado a servir los fines de esa clase. Asimismo pertenece a su nación, con lo
cual ve el m u n d o a través de u n telescopio nacional.
A u n en personalidades tan poderosas c o m o Mussolini o Hitler, Stalin o
Mao-Tsetung, Roosevelt o de Gaulle, difícilmente podrían hallarse acciones y
comportamientos que fuesen contra los intereses de sus respectivos estados, tal
c o m o ellos y sus seguidores los entendían. Por m u y fuertes que sean su persona-
lidad y su temperamento, los líderes por lo general se comportan y actúan dentro
de la esfera de autonomía prescrita por su sistema correspondiente. Si intentan
salirse de ella, una especie de válvula de seguridad se dispara contra tales viola-
ciones. Este dispositivo funciona esporádicamente y no siempre con éxito. Los
diversos putsches contra Hitler, dentro de su propio séquito, señalan la existencia
de semejante válvula de seguridad incluso en u n Estado fascista. Watergate es
una ilustración elocuente del m o d o en que tal dispositivo funciona en el sistema
estadounidense contra las tentativas del jefe del Estado por extender su poder
allende los límites constitucionales. Y en el otro polo político, Jrushchov fue
relevado del poder cuando el Politburo decidió que sus iniciativas se habían
vuelto arbitrarias.
Y para concluir, ¿cómo reacciona la maquinaria del Estado ante las deci-
siones independientes tomadas por líderes fuertes?
Volviendo a la controversia sobre la política de los Estados Unidos n o
puede uno menos que recordar dos casos: cuando el presidente T r u m a n decidió
modificar la política norteamericana con respecto a la Unión Soviética desplazán-
dose hacia la derecha, gozó de la plena cooperación de la maquinaria del Estado;
sin embargo, cuando el presidente Kennedy decidió abandonar la peligrosa guerra
fría con la Unión Soviética, halló la resistencia de "fuertes intereses burocráticos
El Estado y el sistema mundial 833

en el departamento de estado, la C I A y el pentágono", que se oponían a este


cambio en la política lo m i s m o que los generales franceses en Argelia se opusieron
al cambio efectuado por el general de Gaulle11. Pautas análogas encontramos
dentro del aparato estatal británico cuando se tomaron iniciativas acerca de
Rhodesia o Irlanda del Norte.
E n una palabra, la maquinaria del Estado, programada para seguir la estra-
tegia y la política exterior establecidas por la clase dominante, reacciona c o m o
una potente fuerza conservadora siempre que estima que las iniciativas políticas
se apartan de esa línea.
Recapitulando lo hasta aquí expuesto, el Estado n o puede ser descrito
exclusivamente en términos de clase; su función nacional de asegurar la domi-
nación de clase se combina con su función exterior: fomentar los intereses de la
clase dominante mientras actúa c o m o coraza (político-militar) y c o m o adminis-
trador (económico) de la nación frente a la competición exterior que campea
implacable en la liza del m u n d o . Para obtener el apoyo popular que su función
externa requiere, el Estado debe asegurarse la cooperación de aquellas fuerzas
sociales y políticas significativas que están detrás de la clase dominante.

La Nación-Estado actúa en la intersección de las fuentes nacionales de acción política


con los estímulos y restricciones procedentes del contexto internacional. Por consi-
guiente, las decisiones políticas no pueden nunca atribuirse en exclusiva a factores
nacionales o externos. Por lo general, tales decisiones derivan de una combinación
de ambos, variando el peso y la intensidad de cada uno de ellos según los casos y
circunstancias.
Por eso el estudioso de la política exterior deberá centrarse, primeramente,
en las fuentes internas o nacionales, que son primarias, para estudiar el proceso
dialéctico por el que las variables económicas, sociales y políticas obran en
interrelación mutua, constantemente influidas por el medio externo, y examinar
c ó m o todas estas variables confluyen y se contraponen dentro del sistema estatal,
desembocando a la postre en decisiones y actos de política exterior.
Puesto que hemos tratado hasta aquí principalmente de las fuentes nacio-
nales de la política exterior, procedamos ahora desde el lado contrario: el sistema
mundial.

El sistema mundial y sus efectos


sobre la Nación-Estado

Es la nuestra una época en que las relaciones internacionales se hallan en transi-


ción: del sistema internacional al sistema mundial. Este es u n sistema que
abarca el planeta entero y que funciona con suficientes regularidades c o m o para
imponer ciertas pautas de comportamiento reconocibles a todos sus subsistemas,
834 Sllvt'u Brucan

particularmente a las naciones-estados. E n realidad, las relaciones internacionales


se están haciendo tan sistémicas que el sistema adquiere impulso propio.
Por primera vez en la historia podemos hablar con propiedad de "política
mundial", "mercados mundiales", "crisis mundiales" y "problemas mundiales";
sólo ahora nos damos cuenta de que fue prematuro llamar a las dos guerras
mundiales así, ya que sólo m u y recientemente han alcanzado las posibilidades
de guerra una escala verdaderamente mundial.
H e m o s de señalar aquí que existen varias teorías sobre el sistema del m u n d o
y las fases de su aparición. Immanuel Wallerstein, en una obra monumental,
divide el proceso histórico en cuatro épocas principales, a partir del siglo xv,
en que los orígenes y las condiciones iniciales del sistema del m u n d o , a la sazón
exclusivamente europeo, despuntan en el horizonte12. Aunque estoy de acuerdo
con el enfoque de Wallerstein en cuanto al papel del capitalismo en la formación
de la economía mundial, debo puntualizar que muchas partes del m u n d o perma-
necieron durante siglos fuera de la vorágine capitalista, conservando su aislamiento,
sus sociedades tribales o sus modos feudales o tributarios, porque los medios
de comunicación, transporte e información capaces de unificar el planeta no se
desarrollaron hasta m u c h o m á s tarde.
George Modelski, en u n enfoque diferente, acentúa el factor político en
la formación del sistema mundial13. A u n q u e destaca el papel de las potencias
mundiales en la formación del sistema global, señala a Portugal c o m o la primera
de dichas potencias a comienzos del siglo xvi. Sin embargo, en aquel entonces,
Portugal no sabía ni lo que era el planeta ni dónde estaba en realidad, circunstancia
ésta que concuerda bastante mal con la dominación a escala planetaria.
A m i entender, la divisoria en la creación de u n sistema global que
comprende el planeta entero guarda estrecha relación con la revolución científico-
tecnológica. Es esta revolución la que ha hecho la comunicación universal, el
transporte supersónico, la información instantánea y el armamento moderno
planetario; la que ha hecho posible que surja y funcione una esfera global de
interdependencias a niveles múltiples, con una fuerza unificadora e integradora.
Por lo tanto, sitúo la aparición del sistema mundial, c o m o algo distinto del sistema
internacional de estados, en la mitad del siglo veinte, cuando los principales
avances científicos revolucionarios empiezan a aplicarse a escala suficientemente
amplia c o m o para afectar a la política internacional.
El punto teórico esencial es que el sistema mundial representa la concep-
tualización m á s idónea para abordar los nuevos problemas mundiales surgidos
en las últimas décadas. L o que precisamos a este respecto es u n nexo conceptual
entre el sistema mundial y el origen y naturaleza de estos problemas. Es evidente
que el desarrollo, el equilibrio ecológico, la proliferación nuclear y la guerra
nuclear, c o m o la escasez de recursos o la energía, son problemas que n o pueden
tratarse adecuadamente en el contexto del siglo xvi, ni siquiera en el del xix,
por la sencillísima razón de que n o eran problemas mundiales entonces. Y n o
El Estado y el sistema mundial 835

existían c o m o tales porque n o había ningún sistema mundial que abarcara su


extensión global.
Al tratar del sistema mundial parto del supuesto de que, lejos de ser una
amalgama caótica de elementos interrelacionados por lazos accidentales, este
sistema tiene por base determinadas estructuras que comprenden unidades
(naciones-estados) cuyas actividades se ajustan cada vez m á s al ritmo interior
del sistema mundial, funcionando con arreglo a principios de comportamiento
identificables.

La esfera militar

U n a ilustración típica es el efecto del sistema mundial sobre la política militar


de las primeras potencias. Puesto que los misiles nucleares son planetarios tanto
en capacidad destructiva c o m o en radio de alcance, la política nuclear adquiere
una proyección global que trasciende las alianzas y pasa por encima de todas
las demás consideraciones, incluso ideológicas. El globalismo ha inducido a los
Estados Unidos y a la U R S S a conservar tenazmente el monopolio de las deci-
siones básicas en asuntos de guerra y. una bipolaridad nuclear estratégica. L a
vindicación por China de una Europa occidental fuerte dimana de la misma
lógica nuclear y el juego del poder global que ésta regula. L a m i s m a lógica del
juego del poder hace a China aceptar la confianza del Japón en la protección
nuclear norteamericana, que, de paso, coincide con el interés de los Estados
Unidos en mantener u n Japón no nuclear.
El juego del poder global, continuamente alimentado por la carrera de
armamentos, y viceversa, tiende a la constitución de u n sistema bélico. Esto
explicaría perfectamente por qué la carrera nuclear sigue y sigue pese a que los
arsenales actuales bastan y sobran para destruir muchas veces el m u n d o . El
efecto general del sistema mundial sobre las naciones-estados se hace patente
en la activa participación en la carrera de armementos de todas las potencias
nucleares, independientemente de su régimen interno, y en la tendencia que
inspira en otras naciones que ambicionan ser nucleares.
E n suma, el sistema mundial causa que las naciones-estados tomen deci-
siones encaminadas a adaptarse a su moción dinámica, decisiones que éstas no
tomarían c o m o respuesta única a exigencias puramente internas.

La esfera económica

Es en las relaciones y actividades económicas donde el sistema mundial mejor


revela sus poderosos efectos sobre las naciones-estados. Para comprender la
naturaleza de estos efectos conviene recordar que el capitalismo ha servido de
instrumento para vencer el aislamiento de continentes y países, estableciendo el
mercado mundial, el sistema monetario internacional, así c o m o instituyendo las
836 Silviu Brucan

normas del comercio y del cambio monetario internacional. C o m o sucintamente


quedaba ya expresado en El manifiesto comunista, la burguesía crea u n m u n d o
a su propia imagen 14 .
El comercio mundial se ha convertido, de u n club exclusivo de grandes
naciones exportadoras, en una actividad verdaderamente mundial con partici-
pación cada vez m á s sustancial de un centenar largo de países. L a tasa de creci-
miento de las exportaciones mundiales sube más rápidamente que el índice de
crecimiento o de P N B medio. Esto quiere decir que las economías nacionales
son cada vez más dependientes de fuentes extranjeras de materias primas y de
tecnología moderna, así c o m o de mercados para sus productos. L a crisis energé-
tica pone sobradamente de manifiesto que la dependencia económica ya no es
prerrogativa de las naciones subdesarrolladas. E n realidad, la interdependencia
es la ley del m u n d o . El proceso de globalización dinamizado por la moderna
tecnología es u n aspecto básico de las relaciones internacionales en el m u n d o
actual. Es u n factor tan poderoso que salta incluso las barreras ideológicas: las
empresas conjuntas entre estados socialistas y sociedades multinacionales es algo
que vemos hoy surgir casi a diario.
El presente desorden económico y financiero es realmente global; afecta a todo
el m u n d o , a todas las naciones. D e hecho, la globalización de la economía mundial
ha sobrevenido tan rápidamente que ni las instituciones económicas ni las políticas
—nacionales e internacionales— están preparadas ni pertrechadas para abordarla.
Japón es probablemente el mejor modelo de estrecha cooperación entre el
gobierno y las grandes empresas y sociedades. E n los albores de 1978, el primer
ministro Fukudá declaró que su administración llevaría al país a una tasa de
crecimiento del 7 por. ciento, y que con ello disfruturía el Japón de estabilidad
económica. C o m o quiera que visitara yo por aquellos días el Japón, sostuve en
un artículo que aun cuando este país alcanzara una tasa superior a la propuesta,
no alcanzaría la estabilidad mientras los trastornos financieros y la estagnación
continuaran infestando el mercado mundial15. E n realidad, la situación económica
del Japón dista muchísimo de la estabilidad.
L a interdependencia no es una mera noción caprichosa de retórica moderna;
es una dura realidad de la política mundial. Y sin embargo, hasta la fecha, la
estrategia de las naciones industriales se ha centrado en un esfuerzo concertado
dentro de la O C D E , el club de los 24 ricos, para superar la crisis. La previsión
de la O C D E para 1980, que es medio predicción y medio norma aceptada por
todos los miembros, recomendaba en 1976 una tasa media del 5,5 por ciento de
crecimiento anual, dando por supuesto que de esa manera la inflación se redu-
ciría en 1980 a un 4-7 por ciento, mientras el desempleo descendería a un 4-5,5 por
ciento15. Los datos disponibles (en 1979) demuestran claramente que los objetivos
originales nunca se alcanzaron; ni siquiera se pudo llegar a las metas de creci-
miento más bajas señaladas para 1978, y 1979 acusó u n nuevo bajón con el coro-
lario de que tanto la inflación c o m o el desempleo iban de mal en peor. L a
El Estado y el sistema mundial 837

conclusión lógica es que las naciones desarrolladas no pueden superar las crisis
planificando en u n circuito cerrado.
L a auténtica novedad, sin embargo, es que la previsión de la O C D E es el
primer intento de planificación del desarrollo económico del m u n d o industria-
lizado c o m o u n todo. Hace sólo una década, esto se habría considerado en occi-
dente herético e ilusorio. Todavía tenía fuerza la ideología liberal de la ley del
mercado y la "libre empresa". L a previsión de la O C D E , las reuniones en la
cumbre de los siete grandes, así c o m o la O P E P , señalan una nueva fase en la
evolución del sistema capitalista mundial: el fin de la era liberal en que la ley
del mercado regulaba las relaciones económicas internacionales. Estamos asis-
tiendo, en cambio, a una politización general de la economía mundial.
Los gobiernos y los estados están haciéndose cargo de cuestiones econó-
micas que hasta la fecha manejaba el sector privado o se resolvían mediante
negociaciones entre las empresas y los gobiernos, mayormente sobre la base
de criterios económicos. H o y las consideraciones políticas son las que se imponen.
Cuando los siete países m á s ricos del m u n d o rehusan acometer una empresa
financiera masiva para ayudar a las naciones pobres a industrializarse, la moti-
vación es principalmente política. Aunque los economistas sostienen que tal
inversión podría suscitar a su vez una vigorosa expansión de las naciones de la
O C D E , éstas temen que un tercer m u n d o fuerte desafiaría su dominio en la estruc-
tura de poder mundial. Por el mismo tenor, cuando la O P E P decide subir m á s
el precio del petróleo mientras mantiene firmemente los niveles de producción, su
motivación esencial es también política. Podría ganar.mucho más dinero si la
producción se incrementase, pero prefiere conservar su recién descubierto poder
durante los próximos decenios influyendo en las pautas de consumo del norte
hambriento de petróleo.
H e m o s recorrido ya un largo trecho desde el "Estado celador nocturno" de
Lassalle, ese "Estado sereno" principalmente atento a velar por la seguridad
de las actividades del mercado y la empresa, mientras la producción, el comercio
y las finanzas corrían a cargo de las operaciones naturales de las leyes económicas.
L a gran depresión de los años treinta terminó con la intervención del Estado
para asegurar el funcionamiento de la economía nacional, la cual no podía dejarse
por más tiempo a merced de sus propios expedientes. Y ahora, cuando el sistema
económico yfinancierointernacional está en quiebra, se llama al Estado a desem-
peñar u n papel económico mayor cada día, no sólo en el ámbito nacional, sino
también internacionalmente.
¿ Y qué decir sobre el Estado y las sociedades multinacionales? Aquí el
principal punto teórico es que la simbiosis entre el Estado y los monopolios
no debe mirarse c o m o una fusión completa; m á s bien constituyen a m b o s u n
modelo dialéctico cuyas dos partes son solidarias y contrarias, convergentes y
divergentes. La cuestión, todavía por examinar, es ¿cuál de las dos está haciéndose
más poderosa en esta nueva fase del capitalismo?
838 Sllviu Brucan

Los datos que hay a m a n o indican que, por una parte, el Estado apoya a
las multinacionales en muchos aspectos, fomentando su expansión,. mientras
por la otra las multinacionales actúan en muchos casos contra las líneas políticas
del Estado.
Ahora bien, las multinacionales n o pueden ignorar las realidades del juego
del poder en un entorno en el que la competición por los mercados y las materias
primas se refuerza m u y a m e n u d o con la lucha por posiciones estratégicas, esferas
de influencia y bases militares. N o es, pues, ninguna casualidad que tantas c o m p a -
ñías estadounidenses hayan invertido masivamente en los estados clientes de los
Estados Unidos, donde han encontrado la ideal "puerta abierta". M á s aún,
mientras los instrumentos de coerción y violencia sigan bajo el control de la
Nación-Estado, en ésta es en la que las multinacionales deben confiar siempre
que la seguridad de sus operaciones se vea comprometida. Por eso las multi-
nacionales tienen forzosamente que arracimarse en torno a los principales centros
de poder del m u n d o capitalista —los Estados Unidos de América, Europa occi-
dental y Japón—, reflejando en diversos grados los conflictos estratégicos entre
éstos.
E n s u m a , la relación entre el Estado y las multinacionales n o es ni lineal ni
simple; es compleja y contradictoria, e implica tanto el conflicto c o m o la coope-
ración, siendo determinado el peso de cada uno de estos factores por las fuerzas
que actúan en la política mundial.
E n cuanto al dilema de las contradicciones inter-imperialistas o la estrategia
imperialista coordinada (trilateralismo), volvemos a encontrarnos con tendencias
contradictorias m á s que con un solo impulso direccional. Reconociendo la exis-
tencia, en el sistema capitalista mundial, de u n proceso contradictorio de coope-
ración y rivalidad, un determinado autor estima que esto se refleja en una división
del trabajo en las sociedades occidentales contemporáneas entre capitalistas y
altos ejecutivos estatales (figuras situadas en la cúspide del aparato del Estado),
división ésta que motiva diferencias en intereses e ideología. Sucede dentro de u n
marco estructural que funciona de tal suerte que la persecución de intereses propios
por los altos ejecutivos del Estado (preocupados por la conservación y expansión
de su propio poder) tiende a servir los intereses a largo plazo del capital. Así,
por sólido que fuera el compromiso del grupo del presidente Carter con la comisión
de la Trilateral (Estados Unidos, Japón, Europa occidental), una vez que estuvieron
en el poder, sus intereses c o m o ejecutivos estatales dictaron otra dirección: la
protección de los intereses de Estados Unidos contra el Japón y Europa occidental.
E n realidad, ni los ejecutivos del Estado ni la alta empresa actúan sobre la base
de las necesidades del capitalismo c o m o sistema1'. Mientras que las contradicciones
inter-imperialistas generan una especie de guerra económica, el trilateralismo es un
invento útil para coordinar estrategias contra el tercer m u n d o , c o m o ya queda
reseñado.
Por último, permítaseme señalar brevemente que todas las recientes muta-
El Estado y el sistema mundial 839

ciones históricas que venimos describiendo están llamadas a afectar las condiciones
de la revolución social en occidente, y, en consecuencia, es preciso introducir los
cambios correspondientes tanto en la teoría c o m o en la estrategia de la revolución
si se quiere asegurar su triunfo.
Las revoluciones sociales siempre han sido focos de conflictos interna-
cionales, especialmente en zonas de importancia estratégica. Sin duda Europa
occidental es un caso extremo a este respecto, pues el que una coalición de izquierda
llegase al poder en Francia o en Italia constituría la primera fisura en el centro
m i s m o del sistema capitalista. Por eso se opondrán siempre fuerzas inmensas
a un cambio semejante. E n u n sistema regional dominado por la O T A N y la C E E ,
empeñadas ambas en la preservación del capitalismo, el nuevo poder en Italia o
en Francia tendría que hacer frente a resistencias formidables.
E n consecuencia, aun cuando los factores internos siguen siendo decisivos
para el estallido de la revolución, la consolidación y el éxito posteriores del nuevo
poder socialista dependerá en gran medida de factores externos. Lógicamente se
infiere que, en Europa occidental, las fuerzas del cambio social deben avanzar en
un frente amplio, no sólo interna sino también externamente. Pues aquí la tarea
consiste en cambiar la textura socioeconómica de la sociedad al m i s m o tiempo
que la estructura del sistema regional.
Volviendo ahora al tercer m u n d o , hay que partir inexcusablemente de la
premisa de que es aquí, a través del llamado sistema Norte-Sur, donde el poderoso
empuje del capitalismo se experimenta en sus m á s deplorables efectos. El sistema
Norte-Sur es el resultado final de u n siglo de división internacional del trabajo
entre las metrópolis centrales del Norte y sus periferias en los continentes meri-
dionales (África, Asia y América Latina) con la secuela de que los primeros se
han vuelto altamente industrializados y ricos mientras que los últimos se han
quedado mayormente subdesarrollados y pobres. A pesar de la independencia
política obtenida por las ex colonias o estados dependientes, la mecánica de esa
relación histórica, basada en unos términos de comercio desigual, inversión
rapaz, préstamos, etc., es de tal naturaleza que obra sistemáticamente en favor de
las naciones industriales, ensanchando el foso que las separa de las naciones en
desarrollo.
Bajo tales condiciones, el papel específico del Estado depende en medida
considerable de las fuerzas sociales que estén en el poder. E n muchas naciones
en desarrollo, el Estado parece el mejor instrumento para modernizar la economía
y para librar la batalla por el desarrollo en la liza internacional. Y a la inversa,
en otros casos, el Estado es una especie de cabeza de playa de las antiguas metró-
polis que contribuye al funcionamiento del sistema Norte-Sur. L a lógica de la
batalla por el desarrollo impulsa a las masas de dichos países a combinar la lucha
contra el imperialismo con la sostenida contra los agentes o clientes de éste que
tienen en sus manos las riendas del Estado. E n una palabra, el Estado, en el tercer
M u n d o , queda atrapado en medio de dos presiones contrapuestas: una proveniente
840 Silviu Brucan

del sistema capitalista mundial con su efecto condicionante, generada la otra por
el ímpetu redivivo de la auto-afirmación nacional.
El segundo m u n d o (el socialista) sigue su propio camino, aunque no tan
aislado de las conmociones económicas a escala mundial c o m o solía creerse.
E n realidad, las naciones socialistas se ven obligadas a funcionar dentro de u n
sistema mundial en el que todavía el capitalismo establece las reglas del juego
que rigen las relaciones económicas internacionales y el mercado mundial. A Lenin
no se le ocultaba que el triunfo de la revolución en u n país atrasado c o m o Rusia
no podría cambiar el sistema internacional, y, según él lo expone, sólo su triunfo
"al menos en varios países adelantados" podría permitir al socialismo ejercer
una influencia decisiva sobre la política mundial en su conjunto18.
Sin embargo, los países adelantados han sobrevivido a las grandes convul-
siones revolucionarias que siguieron a las dos guerras mundiales, y el capitalismo
central (que económica y tecnológicamente todavía tiene una posición prepon-
derante en el m u n d o ) continúa transmitiendo sus propios principios funcionales
y pautas de comportamiento a las relaciones económicas entre las naciones.
A u n q u e el sistema socialista mundial se extiende en la actualidad sobre una
tercera parte del globo, rinde casi el 40 por ciento de la producción industrial
mundial y es u n factor militar y político cada vez de mayor envergadura, el papel
que desempeña en la economía mundial es todavía marginal: alrededor del 11 por
ciento del comercio mundial y menos aún en inversiones10. Así pues, las naciones
socialistas —por distintas que sean internamente— tienen que ajustarse al ritmo
del sistema mundial.
Para definir el carácter y el papel del Estado en estas sociedades, hemos
de tener en cuenta que, c o m o la revolución se inició en países menos desarrollados,
la industrialización llegó a ser u n quehacer vital, una meta suprema. A menos
que estas sociedades atajen económicamente al capitalismo central, no podrá
afirmarse el socialismo c o m o una formación social superior al capitalismo.
El quid de la cuestión en cuanto a industrialización se refiere es lo que
M a r x llamó acumulación de capital. Así, desde el comienzo mismo hasta el
m o m e n t o presente, la función primordial del Estado en la estrategia de desarrollo
soviética ha sido la acumulación de capital. Y c o m o esa estrategia de industria-
lización rápida exige planificación central, movilización total de potencial material
y h u m a n o , asignación regular de un elevado porcentaje de la renta nacional para
el desarrollo (lo que implica una reducción de la parte destinada al consumo)
y ofensiva general en el frente de la educación y formación h u m a n a , el Estado
soviético se configuró c o m o u n instrumento político capaz de llevar adelante
dicha estrategia en un contexto internacional hostil. Evidentemente estas exigencias
internas se combinaron con las derivadas de la política exterior de una gran
potencia con intereses estratégicos a escala planetaria, y así es c o m o se inventó
el Estado soviético.
E n términos de etapas históricas, M a r x veía el socialismo c o m o una sociedad
El Estado y el sistema mundial 841

postcapitalista, implícitamente postindustrial, ya que la industrialización pertenece


en realidad a la era capitalista. Fue la burguesía la que forjó la teoría de la indus-
trialización, la que habilitó los medios para llevarla a la práctica.
Cuando Lenin modificó la previsión de M a r x de que la revolución se iniciaría
en países industriales avanzados, especificó que el Estado soviétivo tendría que
llevar primero a cabo las tareas de la revolución democrático-burguesa para
después, y sólo después, pasar a la socialista. Pero jamás abordó la cuestión funda-
mental: si el m i s m o tipo de Estado podría realmente cumplir su cometido en dos
revoluciones tan distintas en carácter, naturaleza y valores. Predominaba en su
plan la determinación téorico-clasista del Estado, mientras desdeñaba su apunta-
lamiento económico, es decir, los efectos del proceso de acumulación de capital
sobre la forma del Estado. Lenin sabía, es cierto, que durante la primera fase
habría que conservar " n o sólo el derecho burgués, sino incluso el Estado burgués,
sin la burgesía"20. Esa forma de Estado sería la única capaz de manejar natural-
mente la acumulación de capital, extraerlo del campesinado y de la clase obrera,
emplear el excedente económico para aumentar la producción, manteniendo
entretanto bajos índices de consumo.
A decir verdad, el Estado soviético ha llevado a cabo con éxito esa precisa
estrategia de desarrollo, registrando logros espectaculares en industrialismo, en
educación y ciencia, en fortalecimiento de la defensa nacional. Aplicando el m i s m o
modelo, los países del este europeo hicieron tremendos progresos en industria-
lización. Pero ¿qué ocurre con la fase siguiente, en la cual, según los documentos
oficiales, debe construirse una "sociedad socialista total y completa"?
Evidentemente, el Estado que se estructuró y dinamizo para imponer y
realizar la industrialización rápida no puede responder adecuadamente a las
nuevas tareas económicas y sociales. Esto se refleja claramente en u n constante
descenso en el índice de crecimiento, la incapacidad para mejorar la calidad de
la producción y el retraso en la agricultura. E n la Unión Soviética la paralización
empezó antes (8,45 por ciento de crecimiento industrial en 1966-1970,7,42 por ciento
en 1971-1975), bajando durante el plan quinquenal en curso a 5,7 por ciento en
1977 y a 4,8 por ciento en 1978. L a misma tendencia se manifiesta ahora en las
naciones de Europa oriental.
L a paralización se está produciendo en u n m o m e n t o en que estas naciones
han acometido la implantación en gran escala de tecnología moderna en la
industria, proceso éste que se distinguió en todas las naciones industriales por
un considerable aumento en el crecimiento económico.
U n análisis a fondo de las causas pondrá de manifiesto que el m i s m o sistema
político (basado en el partido comunista y el Estado) que permitió a la Unión
Soviética convertirse en una gran potencia industrial y a las naciones de Europa
oriental industrializarse tan rápidamente, es hoy el único y m á x i m o obstáculo
que impide el paso a la nueva etapa de transformación socialista. El Estado se
presenta demasiado rígido, supercentralizado, incapaz de aplicar métodos de
842 Silviu Brucan

gestión científicos, incapaz también de entendérselas con una sociedad industrial,


una economía compleja y diversificada, una clase obrera instruida y u n inmenso
ejército de competentes ingenieros y administradores. Sin duda alguna, una
sociedad socialista exige una forma de estado diferente.
E n todas partes, en los tres mundos, las relaciones y actividades económicas
presagian una época de cambio.

La esfera política

L a esfera del poder y la política tiene también su propia dinámica dentro del
sistema mundial; las relaciones políticas entre las naciones n o reflejan necesaria-
mente los asuntos económicos o los militares. H a y potencias mundiales que aún
se hallan en una fase preindustrial (por ejemplo, China), e importantísimos centros
de poder (por ejemplo, Japón) sin fuerza militar significativa. ¿Cuál es la dinámica
específica de la política y el poder?
Aquí el punto de partida es la falta de u n centro de poder en la palestra
internacional, semejante a lo que es el Estado en la sociedad. D e ahí la tendencia
de las grandes potencias a llenar ese vacío. Mientras que a la conclusión de la
segunda guerra mundial el modelo era bipolar con las dos superpotências, los
Estados Unidos y la U R S S , al frente de sendos campos planetarios organizados
con arreglo a líneas ideológicas, con el surgimiento de China c o m o potencia
mundial el modelo se hizo triangular. M á s recientemente han venido a sumarse
Japón y Europa occidental, y hoy se aplica el modelo pentagonal para explicar
el juego del poder en el m u n d o .
El efecto del sistema mundial es manifiesto en la competición global y
todas las grandes potencias actúan en ella conforme a las reglas del juego, sean
cuales sean sus regímenes nacionales. Por ejemplo, en una partida jugada por
tres jugadores, una regla importante es que ninguno de los tres debe ser sorpren-
dido u n solo m o m e n t o manteniendo relaciones hostiles con los otros dos. Tal
situación puede hacer que esos dos se acerquen y se unan más estrechamente.
D e ahí que Pekín rechace la idea misma de distensión soviético-estadounidense,
M o s c ú prevenga contra una aproximación chino-norteamericana y Washington
se inquiete sobremanera cada vez que se perfila en lontananza un entendimiento
chino-soviético. E n esto no entran consideraciones ideológicas de ninguna índole:
el juego se presenta c o m o u n frío modelo matemático.
El elemento realmente nuevo es que, en la política mundial, hay ahora
en juego fuerzas significativas al margen del modelo geométrico. E n nuestro
planeta ha aparecido un nuevo tipo de poder —yo lo llamo poder sistémico—
desde que los países exportadores de petróleo organizaron la O P E P y empezaron
a tomar decisiones concertadas21. E n otras palabras, fuertes desafiadores están
hoy adelantándose al primer plano, procedente del tercer m u n d o , y estos recién
llegados esgrimen nuevas armas políticas para cambiar las reglas del juego del
El Estado y el sistema mundial 843

poder. El contexto es favorable: con m á s de 150 unidades políticas dispersas


por los continentes, el actual es el sistema internacional m á s descentralizado de
la historia contemporánea. E n realidad estamos asistiendo a u n conflicto decisivo:
el viejo impulso hacia la centralización choca h o y día con la imperiosa tendencia
al poder descentralizado en el sistema mundial.
E n s u m a , los efectos del sistema mundial sobre las naciones-estados se
siente h o y en todas las áreas importantes de la política exterior (militares, econó-
micas y políticas) y hasta donde puede preverse, dichos efectos van a incrementarse
en el futuro.

U n a ojeada al futuro

A u n q u e la Nación-Estado sigue siendo el primer motor en la escena internacional


y el nacionalismo impregna la política mundial, la fuerza organizadora e inte-
gradora del sistema mundial gana terreno de día en día. Según interpreto y o
estas tendencias contradictorias, estamos acercándonos a u n a nueva era en la
historia de las comunidades h u m a n a s : u n largo proceso de transformación pro-
funda con u n periodo de transición, que puede durar aproximadamente u n siglo:
desde el actual sistema internacional hasta el sistema mundial.
Realmente el sistema internacional (con la Nación-Estado c o m o unidad
estructural básica, el capitalismo c o m o esencial principio organizador en lo
económico y la acción de las grandes potencias c o m o gestoras y coordinadoras
del orden mundial) n o puede seguir ya funcionando sobre la base de estas premisas
y está por tanto sometido a graves tensiones. Puesto que la Nación-Estado es el
elemento estructural, y en consecuencia el m á s resistente, son el sistema capitalista
mundial y el papel de las grandes potencias los que deben sufrir cambios en las
próximas décadas. N o es casual que la exigencia de u n nuevo orden económico
internacional se haya oído precisamente en esta época y haya adquirido resonancia
tan universal. F o r m a parte de la transformación de fondo del sistema internacional.
L o que distingue al sistema internacional del sistema mundial que ahora
emerge es que, mientras en el primero eran las aportaciones de las naciones-
estados los factores predominantes y decisivos para la configuración del sistema
y la determinación de su comportamiento, en el segundo se dará el efecto contrario
de que sea el sistema mundial el que domine sobre sus subsistemas, ajustándolos
a todos a su propio ritmo. Quiere esto decir que andando el tiempo las naciones-
estados dejarán de tener la facultad de tomar decisiones independientes que
puedan estorbar temporalmente la marcha del sistema. D e hecho, las relaciones
internacionales y las actividades transnacionales llegarán a ser tan sistémicas que
el m u n d o funcionará de u n a manera autorreguladora.
[Traducido del inglés]
844 Silviu Brucàn

Notas

1
"Manifesto of the Communist Party" en Marx and * Véase Silviu Brucan, The Dissolution of Power,
Engels, Nueva York, Doubleday Anchor, p. 214-217.
10
1959. Marx-Engels, Selected Works, p. 588, Londres,
2
Friedrich Engels, The Origin of the Family, Private 1968.
11
Property and the State, p. 97, Nueva York, Walter Lippman, "The Reappraisal", en The
International Publishers, 1933. New York Herald Tribune, 1962.
3 12
Georges Balandier, Anthropologie politique, Paris, Immanuel Wallerstein, The Modern World-System,
Presses Universitaires de France, 1967. vol. I, Introducción, Nueva York, Academic
4
David Easton, "Political Anthropology" en Biennial Press, 1974.
13
Review of Anthropology, Stanford University George Modelski, "The Long Cycle of Global
Press, 1959. Politics and the Nation-State" (Ponencia pre-
5
Véase Claude L6vi-Strauss, "The Social and sentada en el Décimo Congreso Mundial de
Psychological Aspects of Chieftainship in a Ciencia Política, Edimburgo, agosto de 1976).
Primitive Tribe" (1944) en Comparative Pol- 14 "Manifesto of the Communist Party" en Marx
itical Systems, Ronald Cohen y John Mid- and Engels.
15
dleton (dir. publ.), p . 64, Garden City, Nueva Véase "West Alone Cannot Overcome Crisis",
York, The Natural History Press, 1967. Daily Yomiuri, 27 de enero de 1978, Tokio.
0
Véase M . Fortes y E . E . Evans Pritchard, African 1G The Times, Londres, 28 de julio de 1976.
17
Political Systems (Londres, Oxford Press, Fred Block, "Cooperation & Conflict in the
1970); Marshall D . Sahlins, "The Segmentary Capitalist World Economy", Marxist Per-
Lineage: A n Organization of Predatory Ex- spectives, p. 82-87, Nueva York, primavera
pansion" (1961); Robert Lowie, " S o m e de 1979.
Aspects of Political Organizations among 18
V . I. Lenin, Collected Works, vol. 31, p. 148,
American Aborigines" y L o m a Marshall, Moscú, Foreign Languages Publishing House,
" K u n g Bushman", todo ello en Comparative 1966.
18
Political Systems, op. cit.'. M a x Gluckman, Véase Mezhdunarodniyie Zhish, Moscú, marzo
Politics, Law and Ritual in Tribal Societies, de 1975.
Nueva York, Mentor Books, 1965. 20
Lenin, Statut si Revolutia, p. 107, Bucarest,
7
Véase Silviu Brucan, The Dissolution of Power, E d . P . C . R . , 1946.
21
- p . 97-105, Nueva York, Alfred Knopf, 1971. Véase Silviu Brucan, "The Systemic Power",
8
Véase Monthly Review, soptiembre-octubrc- Journal of Peace Research, n.° 1, Oslo, 1975.
noviembre de 1960, Nueva York.

!
Debates abiertos

£1 nuevo orden económico internacional


y la reorganización de las políticas
de desarrollo económico
de los países en desarrollo
Leon Zalmanovich Zevin

H a n transcurrido más de cinco años desde que la Asamblea General de las


Naciones Unidas aprobó, en su sexto periodo extraordinario de sesiones, la
declaración sobre el establecimiento de u n nuevo orden económico interna-
cional (NOEI). El N O E I es u n fenómeno multiforme, que influye no sólo en la
esfera del comercio mundial y la división internacional del trabajo, en la coopera-
ción industrial, financiera y técnica, entre los diferentes estados, sino también
en la economía nacional de cada país.
El movimiento encaminado a establecer el N O E I estimula la investigación
de nuevas vías racionales de desarrollo económico y la organización de la coope-
ración-internacional en las regiones poco desarrolladas donde vive la mitad de
la población mundial.
L a estrategia del crecimiento económico, orientada a la sustitución de las
importaciones mediante la producción propia, y la que la reemplazó —a mediados
de los años sesenta— que consistía en ampliar por todos los medios las ramas
de exportación incluso a riesgo de crear "enclaves" en la economía nacional,
ceden gradualmente el puesto a concepciones más equilibradas del desarrollo
económico y de la cooperación internacional de los países en desarrollo.
Se trata, evidentemente, de un proceso no terminado; y en m o d o alguno
son unánimes las opiniones sobre todos los aspectos de la cuestión. Pero cabe
preguntarse si es posible una única estrategia de desarrollo económico para m á s
de 120 estados en desarrollo que se diferencian por su estructura socioeconómica,
su nivel de desarrollo, la dimensión de su territorio y el número de sus habitantes,
su riqueza en minerales útiles y otros recursos naturales, el nivel de su partici-
pación en el comercio mundial y la división internacional del trabajo.
Ello explica, entre otras cosas, la proliferación de concepciones que se

Leon Zalmanovich Zevin (URSS), doctor en ciencias económicas, es jefe del sector de relaciones
con los países en desarrollo del Instituto de Economía del Sistema Socialista Mundial, en la Academia
de Ciencias de la URSS, Moscú. Es autor de monografías y de numerosas publicaciones sobre las
cuestiones económicas de la colaboración entre los países en desarrollo, la división del trabajo y los
métodos de evaluación. También se ocupa del nuevo concepto del desarrollo económico de los
países menos avanzados y su influencia en la cooperación económica internacional.

Rev. int. de cieno, soc, vol. XXXII (1980), n.°4


846 Leon Z. Zevin

observa en la actualidad: autonomía nacional o colectiva; desarrollo rural;


satisfacción de las necesidades esenciales; crecimiento endógeno; fortalecimiento
de los lazos entre là industria y la economía rural; desarrollo de la pequeña
empresa y organización de sus relaciones con la gran empresa moderna; distri-
bución territorial equilibrada de la industria mediante la prioridad a la creación
de nuevas industrias fuera de las grandes ciudades, etc.
La característica de dichas concepciones es que son fruto de los esfuerzos
colectivos de los países en desarrollo, algunas de ellas han surgido en el seno de
las organizaciones internacionales, en el Grupo de los 77, en el movimiento de
los n o alineados y en las comisiones económicas regionales de las Naciones
Unidas.
La elaboración colectiva de tales concepciones es prueba de que los países
en desarrollo han comprendido la necesidad de reorientar la estrategia del desa-
rrollo económico en función de las condiciones cambiantes de la economía
mundial, reforzando su cooperación política y económica con objeto de reducir
la influencia adversa de los factores externos y acelerar el ritmo de su progreso
socioeconómico.
E n la mayoría de los conceptos se reconoce el papel fundamental de los
esfuerzos internos para lograr el desarrollo económico, aunque se considere al
m i s m o tiempo que la ampliación de la cooperación internacional y la aplicación
de los objetivos del N O E I son indispensables para crear condiciones externas
propicias. T o d o ello debe contribuir al progreso de los países en desarrollo, dar
al mismo tiempo u n impulso adicional pero m u y importante.
Por otra parte, el origen colectivo de dichos conceptos explica en buena
medida su incoherencia, el carácter de compromiso que presentan algunas posi-
ciones, u n cierto toque de utopismo, la convicción de que es posible lograr una
unión económica durable entre grupos de países m u y diferentes, etc.
Dejando de lado el examen detallado de estos conceptos, procuremos
establecer las posibles diferencias de su aplicación sistemática con respecto al
progreso científico y tecnológico de los países en desarrollo, su situación en la
economía mundial, la participación de sectores considerables de la población
en el proceso de la construcción económica y su intervención activa en la vida
social.
La confianza qué pueden inspirar los modelos de desarrollo endógeno
depende de que se tomen debidamente en cuenta las tendencias dominantes, en
particular de la revolución científico-tecnológica, que es u n proceso social global
acelerado cuyos efectos son de intensidad y carácter variables, pero se dejan sentir
en todos los grupos de países.
E n una economía de mercado liberal, la revolución científico-tecnológica
aumenta la disparidad en el desarrollo, acrecienta la dependencia de la "periferia"
con respecto a los "centros" industriales, refuerza la expansión de las empresas
transnacionales en los países en desarrollo y origina u n "neocolonialism© tecno-
El nuevo orden económico internacional 847
y la reorganización de las políticas de desarrollo
económico en los países en desarrollo

lógico". Pero, por otra parte, la utilización óptima de los logros de la revolución
científico-tecnológica puede ayudar considerablemente a los países en desarrollo
a salir de u n atraso, a adelantar la aparición de modernas fuerzas productivas,
así c o m o a resolver sus problemas sociales.
También es importante señalar que los conceptos han sido elaborados por
los países en desarrollo en u n periodo en que la comunidad internacional debe
resolver problemas globales de larga duración, relacionados con una fuerte inver-
sión de recursos materiales y humanos y que, dada su importancia y complejidad,
exigen la cooperación de todos los grupos de países.
D e este m o d o , la realización de las inmensas posibilidades del progreso
científico y tecnológico —naturalmente, tomando en cuenta las condiciones econó-
micas y sociales de cada país— debe encontrar u n eco m u c h o mayor en las estra-
tegias nacionales y las concepciones de los países en desarrollo. Es evidente que
estos países están interesados en participar activamente en la resolución de los
problemas globales en auténticas condiciones de igualdad, de beneficio recíproco
y de reconocimiento de las necesidades específicas de cada uno.
C o n nuevos conceptos se pretende inventar en mayor o menor medida
las tendencias del desarrollo económico, reorientarlo para combatir m á s activa-
mente el hambre y la miseria, eliminar las injusticias sociales m á s evidentes,
garantizar u n a mayor equidad en el reparto y la redistribución del ingreso, y
poner término a la desigualdad entre países desarrollados y países en desarrollo.
Todos estos problemas exigen una solución urgente.
H a y , en efecto, 300 millones de trabajadores en situación de desempleo
total o parcial en los países de Asia, África y América Latina, lo que representa
una tercera parte de su población activa; unos 800 millones de hombres viven en
una miseria absoluta, e, incluso según las previsiones m á s optimistas, su número
en el año 2000 no podrá reducirse a menos de 600 millones si no se logra modificar
definitivamente la estructura actual de la distribución del ingreso y el ritmo del
crecimiento económico.
L a desigualdad es cada vez mayor incluso entre el m u n d o en desarrollo.
Entre 1961 y 1970 el ritmo anual de crecimiento del producto nacional bruto per
capita era en promedio 2,7 veces m á s elevado entre los países m á s avanzados
del m u n d o en desarrollo que el correspondiente a los países menos desarrollados,
y esta diferencia fue superior a 10 en 1971-1977.
L a desigualdad crece asimismo entre las potencias industriales capitalistas y
los países en desarrollo: la relación del producto nacional bruto per capita es actual-
mente de 13 a 1, mientras que al comienzo de la postguerra no pasaba de 10 a 1.
La deuda exterior de los países en desarrollo asciende a unos 350 mil millones
de dólares y el déficit de la balanza comercial del grupo de los países en desarrollo
importadores de petróleo se calculaba en 1978 en 35 000 millones de dólares.
Para evitar el hambre y u n nuevo descenso del nivel de vida, estos países tienen
que importar unas 40 millones de toneladas de cereales por año.
848 Leon Z. Zevlit

Según cálculos del economista indio N . Joshi, de cinco dólares que pagan
los consumidores de los países capitalistas por las importaciones, los países en
desarrollo no perciben m á s que u n dólar, pues los numerosos intermediarios,
sobre todo las empresas transnacionales, se quedan con el resto c o m o pago por
los "servicios" de transporte, transformación y distribución.
Estas nuevas concepciones tienen por el m o m e n t o la particularidad de no
abarcar la totalidad de los problemas del desarrollo económico y social, pues
cada una de ellas rige para un campo concreto perfectamente definido. /Por
ejemplo, la estrategia de autonomía (nacional y colectiva) tiende a utilizar las
capacidades potenciales y los esfuerzos conjuntos de los diferentes países en
desarrollo, para evitar su dependencia unilateral de factores externos y fortalecer
su situación en el diálogo con los países desarrollados.
Por otra parte, c o m o declararon los ministros del Grupo de los 77 en
Arusha, "una estrategia de autonomía colectiva debe ser considerada c o m o parte
integral de u n sistema económico global (...). Pero la cooperación económica
entre países en desarrollo es u n elemento clave de la estrategia colectiva de auto-
nomía". Dicho de otro m o d o , tal estrategia constituye una tentativa de propor-
cionar u n a base propia al desarrollo económico, creando ante todo un sistema
de relaciones horizontales y reforzando progresivamente su complementariedad
en las estructuras económicas.
L a política de desarrollo endógeno preconizada por la Unesco concentra
su atención en las fuerzas internas del crecimiento económico y de transformación
social consideradas primordiales, y en la necesidad de evitar u n tipo de desarrollo
"elitista". Por ello, plantea c o m o premisa que los países en desarrollo no deben
seguir ciegamente los modelos occidentales de desarrollo económico y.social.
L a estrategia de la satisfacción de las necesidades esenciales tiende a aumentar
el empleo y a garantizar a cada familia alimentación, vivienda y vestido adecuados,
así c o m o los servicios colectivos m á s importantes. Por su parte, la estrategia
del desarrollo rural, conduce a prestar mayor atención a la agricultura, a la crea-
ción de u n a infraestructura de producción, etc.
Resulta claro que todos estos nuevos conceptos obedecen a la necesidad
de afrontar los problemas m á s arduos que, en la búsqueda de su resurgimiento
nacional, encuentran los países que han accedido recientemente a la indepen-
dencia. L a gravedad de estos problemas difiere según los países y su grado de >
desarrollo explica en gran medida la preferencia atribuida a una determinada
concepción económica. Es importante que la búsqueda progresiva y "a pequeños
pasos" de una solución de los problemas actuales no origine una fragmentación
de la política económica, una solución de continuidad y una falta de perspectivas.
U n análisis detallado de estos nuevos conceptos y su cotejo con los hechos
permitirán evaluar de manera sistemática sus ventajas y desventajas y solucionar
las numerosas cuestiones aún no elucidadas. Por el m o m e n t o , los jóvenes estados
nacionales buscan con tenacidad sus propias vías de desarrollo, esforzándose por
El nuevo orden económico internacional 849
y la reorganización de las políticas de desarrollo
económico en los países en desarrollo

aplicar las nuevas concepciones económicas a partir de bases nacionales y colec-


tivas. Los efectos de esta actitud son ya visibles en su desarrollo interior y en el
lugar que han pasado a ocupar en el sistema de las relaciones económicas
mundiales.
Los debates en torno a las grandes líneas de esta reorientación versan m á s
concretamente sobre los problemas planteados por la base científica y tecnológica
de la nueva estrategia y las nuevas concepciones, la coordinación entre la tecno-
logía nacional y la tecnología importada, la elección entre diversas variantes
tecnológicas (preferencia al capital o a la m a n o de obra), la dimensión de las
empresas, las prioridades (industrial o agrícola), etc.
Los nuevos conceptos son a m e n u d o poco precisos cuando se trata de
definir el carácter de la fase científica y tecnológica del desarrollo. Al dar prioridad
a las pequeñas empresas, la agricultura y la industria rural, la tecnología que
requiere abundante m a n o de obra, la producción de artículos poco elaborados
destinada a satisfacer las necesidades esenciales, soluciona ciertos problemas
urgentes, pero en última instancia acentúa el riesgo de perpetuar el retraso tecno-
lógico de los países en desarrollo y de condenarlos al estancamiento tecnológico.
Mantener semejante r u m b o durante u n largo periodo puede conducir a
"legitimar" la existencia de dos grupos de estados netamente diferentes por el
nivel de su economía, su capacidad de dominar el progreso científico y tecnológico,
y los métodos intensivos o extensivos que apliquen para el desarrollo de sus
economías nacionales.
Este escollo no podrá evitarse m á s que por la elección deliberada de una
industrialización que tenga en cuenta las condiciones concretas de cada Estado
(o grupo de estados) y los objetivos socioeconómicos que deberán alcanzarse en
el curso del periodo examinado. N o se trata, pues, de saber si la industrialización
es necesaria, sino de pronunciarse acerca de sus modalidades y sus etapas y de
tomar en consideración en la mayor medida posible las particularidades del desa-
rrollo en cada país. Únicamente la industrialización permitirá integrar la economía
nacional en u n conjunto coherente de concepción moderna, eliminar las estruc-
turas arcaicas que frenan el progreso social y beneficiarse de las posibilidades
creativas de las masas trabajadoras.
Para lograr estos objetivos es necesario que todos los países que hayan
escogido en función de su propia situación una estrategia de desarrollo deter-
minada, la apliquen aumentando metódicamente el nivel técnico de su economía,
creando las condiciones necesarias a la creación de una infraestructura científica
y tecnológica y de un sistema moderno de educación y formación de profesionales.
El ejemplo de los países desarrollados muestra que únicamente la industria
puede absorber una gran parte de la población activa, comprendida la que emigra
del campo. Los nuevos conceptos no han demostrado aún si es posible lograr a la
larga con ellos el pleno empleo y propiciar la construcción de una economía
nacional coherente, ni si las pequeñas y medianas empresas podrán producir en
850 Leon Z. Zevin

cantidad suficiente toda la g a m a de bienes necesarios para satisfacer las nece-


sidades de la población.
E n la Declaración de Arusha, los ministros de los países en desarrollo
(Grupo de los 77) fueron categóricos al respecto al declarar que es indudable que
en el desarrollo económico y social hay que dar prioridad a la satisfacción de las
necesidades esenciales de las poblaciones y a la eliminación de la miseria de las
masas, pero es inadmisible y falso sostener que estos objetivos pueden alcanzarse
sin el desarrollo general y completo de las economías de los países en desarrollo
y sin el establecimiento del nuevo orden económico internacional.
C o n arreglo a este punto de vista, la eficacia de las nuevas concepciones
depende de los siguientes criterios:
Su capacidad de modificar las tendencias desfavorables al desarrollo y de satis-
facer las necesidades primordiales de la población, sobre todo de sus sectores
menos favorecidos, para elevar de manera permanente el nivel de vida.
L a posibilidad de garantizar la continuidad con todos los elementos racionales de
las actuales estrategias y conceptos del desarrollo.
L a orientación hacia u n uso progresivo de las tecnologías modernas mediante la
aplicación sistemática de los logros del progreso científico y tecnológico
a las técnicas y tecnologías nacionales e intermedias.
El reforzamiento de la independencia económica mediante la organización de u n
proceso reproductivo sobre una base nacional —o colectiva, en el marco
de una comunidad de los países en desarrollo—junto con una participación
más activa en la vida económica mundial.
L a participación activa y consciente de las masas en las medidas encaminadas a
orientar la política de desarrollo económico.
A estos criterios sólo puede responder una estrategia global de desarrollo nacional,
cuyos adeptos son cada vez m á s numerosos en estos últimos años. Y a no se consi-
dera que garantizar u n ritmo de crecimiento relativamente elevado basta para
suprimir automáticamente la desigualdad de los ingresos o eliminar el hambre,
la miseria, el divorcio entre las ciudades y el c a m p o y otras plagas sociales del
subdesarrollo.
U n enfoque global de estos problemas implica efectuar transformaciones de
carácter progresista, sobre todo la reforma agraria y la de la enseñanza, c o m o
condición esencial para el éxito del crecimiento económico. Supone igualmente
una política demográfica racional, el aumento m á x i m o del empleo, la elección
de estructuras productivas, técnicas y tecnológicas orientadas hacia la satisfacción
de las necesidades esenciales de los sectores mayoritarios de la población y menos
favorecidos.
Al propio tiempo hay que garantizar la coordinación del desarrollo econó-
mico interno y de la organización de relaciones económicas externas en el marco
de una estrategia nacional coherente.
L a consideración del desarrollo económico c o m o u n fenómeno social
El nuevo orden económico internacional 851
y la reorganización de ¡as políticas de desarrollo
económico en los países en desarrollo

difícil y complejo ha puesto de manifiesto u n o de los puntos débiles del nuevo


orden económico internacional: al basarse en u n a reestructuración de las rela-
ciones en la esfera de la distribución, relega, en cierto m o d o , a u n segundo plano
la reestructuración de las relaciones en el c a m p o de la producción. Ahora bien,
es evidente que n o basta con redistribuir más equitativamente el ingreso mundial
para alcanzar los objetivos del nuevo orden económico internacional.
Para ello es indispensable desarrollar al m á x i m o las fuerzas productivas,
lo que a su vez exige que se combinen de manera óptima los recursos interiores
y las posibilidades de cooperación internacional. Para lograr tales objetivos los
países en desarrollo tendrán que luchar contra las empresas transnacionales,
que utilizan ante todo su fuerza de producción y su poder tecnológico y financiero
para obtener el m á x i m o beneficio: sus beneficios son siempre superiores a sus
inversiones.
D e ahí la importancia, en el marco del nuevo orden económico internacional,
de las medidas de transferencia de conocimientos científicos y tecnológicos que
permitan alcanzar una genuina independencia económica, y seleccionar vías de
desarrollo acordes con la voluntad de los pueblos. Entre estas medidas conviene
destacar:
La ayuda a los gobiernos para definir los fines y los métodos de una política
científica y tecnológica nacional conforme a las exigencias de las economías
en desarrollo.
La orientación hacia las necesidades de los países en desarrollo, de la investigación
científica y tecnológica de los estados desarrollados y de la cooperación
internacional en esta esfera.
El establecimiento de u n plan de cooperación científica y tecnológica bilateral
que responda a la necesidad de acelerar en los países en desarrollo la inves-
tigación científica y tecnológica nacionales, en particular sobre.una base
colectiva.
L a aplicación de las recomendaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo puede contribuir en gran medida
a acelerar la transferencia de conocimientos científicos y tecnológicos a los países
en desarrollo, a ayudar a estos países a utilizar más intensamente la ciencia y la
tecnología que garantice el progreso económico y social, eleve la vida de la pobla-
ción, elimine el subdesarrollo y posibilite la creación de u n a estructura social
moderna.
El enfoque global adoptado por muchos países en desarrollo los enfrenta
con diversos problemas que esperan solucionar con la ayuda de los organismos
especializados del sistema de las Naciones Unidas. L a contribución de la Unesco,
por ejemplo, podría consistir en analizar m á s a fondo los aspectos mundiales
del nuevo orden económico internacional, los métodos de aplicación de los logros
de la ciencia y la tecnología en función del nivel de desarrollo, de la estructura
económica, del sistema social y de las tradiciones culturales y nacionales, o en
Leon Z..Zevin

preparar recomendaciones tendientes a definir los sistemas de enseñanza y de


formación profesional basadas en una estrategia a largo plazo del desarrollo
económico y social.
Ahora bien, ¿qué carácter y directrices prioritarias tendrá la formación
del potencial científico y tecnológico de los países en desarrollo que está llamado
a garantizar u n desarrollo económico autónomo? ¿Cuál es la combinación óptima
de elementos técnicos, tecnológicos y científicos endógenos y de elementos impor-
tados? ¿ C ó m o eliminar las desigualdades materiales y las injusticias sociales?
Son interrogantes a las que todavía no se ha aportado una respuesta.
Para abordar el problema de c ó m o reorientar el inmenso potencial científico
y tecnológico actualmente aplicado a los armamentos, la Unesco podría utilizar
su autoridad para desviarlos hacia la solución de los problemas mundiales, la
investigación detallada de los problemas económicos y sociales inmediatos y a
largo plazo de los países en desarrollo y, especialmente, de los menos adelantados.
E n el último decenio la Unesco prestó su atención a algunos de los problemas
mencionados, adoptó cierto número de iniciativas y formuló varias recomenda-
ciones. Pero la agravación de la situación internacional afinesde los años setenta,
la definición por las Naciones Unidas de una estrategia para el nuevo decenio
para el desarrollo, la reorientación del desarrollo de ciertos países que accedieron
a la independencia, hacen indispensable una reevaluación de los diferentes puntos
de vista y opiniones.
L a Unión Soviética y los demás países socialistas proponen una coope-
ración basada en u n enfoque global de los problemas del desarrollo, que contri-
buya al establecimiento de una economía moderna acorde con la situación
concreta de cada país, a la construcción de complejos industriales o agroindus-
triales para cada u n o de los sectores de la economía situados sobre u n m i s m o
territorio, a la creación de una infraestructura científica y tecnológica nacional
y de sistemas eficaces de educación y formación profesional, al fortalecimiento
de la participación de.los países menos avanzados en el intercambio científico y
tecnológico internacional.
C o m o demuestra, por ejemplo, la experiencia de la cooperación con la
India, n o cabe duda de que son éstos los objetivos que los acuerdos generales a
largo plazo y los programas de cooperación económica, comercial, científica
y tecnológica concertados entre los gobiernos por un plazo de diez a quince años
pretenden alcanzar. Estos objetivos permiten también coordinar la cooperación
internacional con los diferentes planes del desarrollo económico y social de
los países partes, establecer contactos entre sus órganos de planificación y de
dirección de la economía, cooperar en la investigación fundamental o aplicada,
en los trabajos de diseño y de ingeniería e incluso en la realización de trabajos
en otros países, y estimular la especialización y la cooperación en las esferas
industrial, científica y tecnológica internacional.
Tal estrategia a largo plazo del desarrollo económico, basada en la creación
El nuevo orden económico internacional 853
y la reorganización de las políticas de desarrollo
económico en los países en desarrollo

de complejos industriales especializados o funcionales y, en definitiva, de u n


sistema económico nacional moderno, puede asimilar buen número de las pro-
puestas contenidas en los nuevos conceptos de los países en desarrollo.
L a finalidad de dicha estrategia aspira a resolver los problemas fundamen-
tales de las economías subdesarrolladas y a aunar los objetivos a mediano plazo
y los objetivos a largo plazo, los intereses del crecimiento económico y los del
progreso social, los recursos internos y los recursos externos. S u aplicación
favorece el fortalecimiento de la soberanía nacional, que puede apoyarse así en
una sólida base material, la intensificación de la cooperación entre los países en
desarrollo y su participación activa en las relaciones económicas internacionales
en pie de igualdad. Y son precisamente estos objetivos los que desempeñan u n
papel importante en el programa de establecimiento del nuevo orden económico
internacional.
[Traducido del ruso]
Bases de datos
socioeconómicos:
situaciones
y evaluaciones
Estructuras nacionales de los datos
socioeconómicos primarios. VII: Perú*
Fernando González Vigil
con la colaboración de
Ana María Tenembaum
y Julio Velarde

Estadísticas socioeconómicas específicos cuya periodicidad fluctúa pero que


sirven de base para la elaboración de las estadís-
L a característica fundamental de la información ticas continuas.
estadística en estudio es su carácter socioeconó- L a generalidad es otra de las características
mico. El decidir qué considerar dentro del ámbito de la información estadística socioeconómica que
social y económico es de por sí difícil por cuanto analizamos. Y entendemos por estadísticas gene-
en u n sentido amplio pocos fenómenos son los rales aquellas que cubren a la totalidad de agentes,
que no tienen características sociales o económicas. a nivel nacional, que participan en una actividad.
Es asi c o m o contemplamos en el estudio las esta- Bajo este criterio se excluye del análisis a la infor-
dísticas que contribuyen a la elaboración de la mación proveniente de las operaciones de entes
política económica, que aportan la información particulares, a n o ser que su importancia dentro
para los organismos que trabajan en pro del bie- del conjunto sea tal que amerite ser considerada
nestar social, y que ayudan al público en general a c o m o general. Se excluyen asimismo los datos de
forjarse una visión m á s realista del medio eco- instituciones, tanto públicas c o m o privadas, que
nómico y social en que vivimos, al darse a conocer sólo revierten en provecho delas mismas, en lo que a
los aspectos numéricos de la situación socioeco- los aspectos administrativos y de funcionamiento
nómica existente y de los problemas a enfrentar respecta, c o m o por ejemplo los estados finan-
dentro de este ámbito en el futuro. Dentro de la cieros de las empresas. L a información referente
amplia g a m a de información socioeconómica exis- a ciudades, departamentos o regiones específicas,,
tente en nuestro país, nos limitamos al análisis de por lo general se excluye también del estudio;
aquella información que se produce y publica en la aunque se analiza por cierto aquella información
actualidad, con sólo referencias de carácter m a r - de cobertura nacional a nivel de desagregación
ginal a la información del pasado. E n ningún por regiones, departamentos, distritos, etc.
m o m e n t o se pretende, por tanto, hacer u n inven- Por último, podemos señalar la naturaleza
tario exhaustivo de las series estadísticas que se primaría característica de la información socio-
produjeron alguna vez en el país; el análisis se económica que analizamos. Se trata de la infor-
basará en la información de hoy, a sus caracterís- mación que se obtiene por procedimiento directo;
ticas en el presente, características que se espera se aquella que así c o m o es recolectada por el pro-
mantengan en sus rasgos esenciales en el futuro ductor es puesta a disposición del usuario, sin
cercano. Otra de las características de la infor- haber sufrido otra elaboración que la indispen-
mación estadística que reseñamos es suregularidad. sable para la tabulación correspondiente. Estarán
Se incluye, sin embargo, algunos censos y estudios

* Los cinco estudios anteriores de esta serie versaron


sobre Australia (vol. X X I X , n.° 4, 1977),
El autor es investigador miembro del Centro de
Túnez (vol. X X X , n.° 1, 1978), Noruega
Estudios y Promoción del Desarrollo-DESCO (vol. X X X , n.° 3, 1978), Costa de Marfil
(Apartado Postal 11545-Lima 11, Perú), y pro- (vol. X X X I , n.° 1,1979), Grecia (vol. X X X I I ,
fesor de economía en la Universidad Nacional n.» 2, 1980) y Sri Lanka (vol. X X X I I , n.» 3,
Mayor de San Marcos. 1980).

Rev. int. de dene, soc, vol. XXXII (1980), n.° 4


858

itfc
ausentes por tanto del inventario, información en dentro de la esfera económica, y no las relativas a
forma de ratios, tasas, índices, etc. Y ello porque un sector de actividad en particular.
de lo contrario estos derivados de la información Las estadísticas económicas por tipo de
básica harían interminables los listados sin aportar actividad ( Q constituyen el tercer grupo de esta-
mayormente el bagaje de información disponible. dísticas analizadas. Se refiere a los sectores parti-
Conocida la información primaria de la que se culares de la economía, y se sigue para los efectos
dispone, nos forjamos ya una visión cabal de los de la subdivisión los lincamientos de la división
indicadores que a partir de ella se pueden obtener, mayor de actividades de la clasificación industrial
sea que los elaboren o no las mismas fuentes produc- internacional uniforme de todas las actividades
toras o los divulgadores de la información primaria. económicas — C I U U — , de las Naciones Unidas.
Se analizan las estadísticas de: agricultura, caza,
silvicultura y pesca (C.l); explotación de minas y
Clasificación de las estadísticas canteras (C.2); industria manufacturera (C.3);
socioeconómicas electricidad, gas y agua (C.4); construcción (C.5);
Clasificamos la información a analizar en tres comercio al por mayor y menor, y restaurantes y
grandes grupos: (A) estadísticas demográficas, so- hoteles (C. 6); transportes y comunicaciones (C. 7);
ciales y laborales; (B) estadísticas económicas finanzas y seguros (C.8); y estadísticas de tu-
globales; y ( Q estadísticas económicas por tipo de rismo ( C . 9 . 1 ) y de servicios comunales, sociales y
actividad. personales (C.9.2).
Dentro del primer grupo (A) se considera
un c a m p o de actividades similar al así considerado Características generales
por las Naciones Unidas: estadísticas demográ- de las estadísticas
ficas (A.l), sociales (A.2), y laborales y de segu-
ridad social (A.3). Las estadísticas demográficas E n los inventarios estadísticos realizados en el
las clasificamos a su vez en: censo de población país, y a los que haremos referencia a lo largo del
(A. 1.1); estadísticas de población (A. 1.2); esta- estudio, se hace mención a las series estadísticas
dísticas vitales (A. 1.3), que comprenden infor- elaboradas por los órganos del Sistema Estadístico
mación sobre nacimientos, defunciones, matrimo- Nacional. A u n q u e los resultados de los mismos
nios y divorcios; y estadísticas de migración serán analizados al referirnos a las instituciones,
(A. 1.4), tanto interna c o m o internacional. Las cabe mencionar que ellos corroboran las caracte-
estadísticas sociales se subdividen en: vivienda rísticas generales de las estadísticas socioeconó-
( A . 2 . 1 ) ; educación, ciencia y tecnología (A.2.2); micas que aquí comentamos, al ser básicamente las
cultura, recreación y comunicación de masas instituciones públicas las que se encargan de la pro-
(A.2.3); salud (A.2.4); seguridad y orden p ú - ducción de las estadísticas socioeconómicas que re-
blico (A.2.5); y servicios sociales (A.2.6). Y las señamos. Las demás instituciones son sus usuarias y
estadísticas laborales y de seguridad social se muchas veces reproducen los datos primarios o pu-
subdividen en laborales (A.3.1), que comprenden blican análisis utilizándolos parafinesespecíficos.
estadísticas de empleo y población económica- Dentro del campo socioeconómico en que
mente activa, sueldos y salarios, organizaciones se centra el estudio que llevamos a cabo, cabe
sindicales y conflictos laborales, servicios de e m - señalar que la producción de la información esta-
pleo, y accidentes, lesiones e incapacidades labo- dística está orientada preferentemente hacia los
rales; y en estadísticas de seguridad social (A. 3.2). aspectos económicos, dejándose un tanto al margen
El segundo grupo (B), de estadísticas eco- la producción de estadísticas referentes al ámbito
nómicas globales, incluye los sistemas de cuentas social. Los recursos en general son escasos, pero la
nacionales (B.l), y las estadísticas gubernamen- escasez es mayor en lo que respecta a los recursos
tales (B.2) y del sector externo (B.3). A d e m á s se destinados a la producción de estadísticas sociales.
consideran dentro de este grupo estadísticas glo- E n cuanto a las variables que en la actua-
bales de precios (B. 4.1) y de volumen y composi- lidad se producen periódicamente, podemos afir-
ción de los gastos de las familias (B.4.2). Se mar que se ha avanzado bastante en los últimos
considera en este grupo la información de carácter años. Si bien quedan por perfeccionarse en relación
general referente a las actividades propiamente a su calidad, cobertura, periodicidad y rapidez en
Estructuras nacionales 859
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

el proceso de elaboración y publicación, y a la ción de información socioeconómica agregada a


desagregación en cuanto a cobertura geográfica, nivel nacional. Y es recién a partir de los últimos
podemos afirmar que las estadísticas producidas años, específicamente desde 1977, que se han
permiten una mejor aproximación que antaño a venido dando directivas a los sectores para que
la situación socioeconómica del país m á x i m o si se produzcan información estadística desagregada a
tienen en cuenta las limitaciones de los recursos dis- nivel regional, en aras a poder analizar los avances
ponibles y los obstáculos en la producción de infor- del proceso de regionalización y de descentra-
mación estadística a los que hay que hacer frente, lización al que se pretende llegar. Sin embargo,
aspectos a los que haremos referencia m á s adelante. pese a los esfuerzos realizados en este c a m p o , aún
L a confiabilidad de las estadísticas es u n o no se ha podido implementar satisfactoriamente la
de los elementos indispensables de su calidad. Sin producción de las estadísticas con esta cobertura
embargo, la confiabilidad n o sólo depende de geográfica. El problema se agrava por el hecho de
quienes cumplen labores de estadísticos. L a misma que al n o existir una regionalización única del
es función de la calidad de los datos, materia prima país, las series de cobertura regional elaboradas
del producto estadístico, los mismos que son obte- por los diferentes sectores están referidas a los
nidos de diversas fuentes; de los usos que se dé a la diferentes sistemas de regionalización establecidos
información; de las técnicas utilizadas; y de la pre- por éstos, dificultando su complementación. T a m -
paración tanto de quienes proporcionan los datos bién será necesario incrementar la producción de
c o m o de quienes trabajan con ellos hasta que son información a niveles de cobertura departamen-
puestos a disposición de los usuarios; entre otros. tal, provincial, distrital, y otras de carácter local,
previo estudio de las necesidades de los usuarios.
E n los distintos sectores y organismos pú-
Salvo en casos excepcionales, tal c o m o en
blicos continúa existiendo gran cantidad de infor-
los censos, indispensables para la elaboración de
mación que n o es considerada o procesada. L a
estadísticas continuas, sólo nos referimos a las
información que se procesa en gran parte está
estadísticas periódicas. Y en cuanto a esta carac-
destinada a usos administrativos específicos antes
terística cabe remarcar que destaca la producción
que estadísticos, siendo difícil su uso para análisis
de series estadísticas de periodicidad anual, siendo
m á s amplios. E n los últimos años se ha tratado de
escasa la disponibilidad de información estadística
utilizar con provecho estadístico las informaciones
con periodicidades menores a un año. Requiriendo
recolectadas por vía administrativa, lo que se h a
ciertas aplicaciones de información con mayor
venido logrando gracias a la coordinación efec-
frecuencia de elaboración, se puede conjeturar que
tuada en el ámbito del Sistema Estadístico N a -
existe déficit de información estadística con perio-
cional, los vínculos entre los distintos organismos
dicidad semestral, trimestral, mensual, quincenal,
productores y usuarios, y la implementación de los
semanal, etc. Es necesario conocer la aplicación
cuestionarios con orientación única.
de cada serie para asignarle adecuada periodicidad,
A d e m á s de las fallas propias del proceso lo que debe decidirse a nivel de la unidad produc-
estadístico, quienes proporcionan los datos pueden tora en sus coordinaciones con los usuarios y
estar interesados en distorsionarlos. E n muchos fuentes de información respectivas, c a m p o en el
casos es esencial que se proteja el carácter confi- que todavía queda m u c h o por hacer en el país.
dencial de las respuestas individuales; el temor a Queda asimismo m u c h o por hacer en cuanto a la
que se divulgue dicha información puede llevar a rapidez en el proceso de elaboración y publicación
que los datos que se brinden estén desde la fuente de la información, pero lamentablemente ello está
misma distorsionados. Existen medios para probar en función de los recursos de que se dispone.
la consistencia de los datos y en muchos casos se
ha venido trabajando en ese sentido. Y al analizar
los recursos con que se dispone en las labores de
Características específicas
producción y publicación de información esta-
de las estadísticas
dística socioeconómica, nos referiremos a sus
características y limitaciones, lo que también Vistas las características generales de la estadística
habrá de influir considerablemente en su calidad. socioeconómica producida en el país, nos refe-
A lo largo del tiempo se ha venido avan- riremos brevemente a las características específicas
zando considerablemente en cuanto a la produc- de cada una de las categorías de los datos que
860

ítt
reseñamos cn el apéndice I. L a descripción quedará tamiento estadístico. D e otro lado, la calidad se ve
completa al referirnos a las instituciones encar- efectada por el hecho de que la mayoría de las
gadas de su elaboración y publicación (apéndices II veces la información tiene origen muestral, y
y I V - A ) y a las publicaciones a través de las cuales debido a que la cobertura de algunas de las va-
se difunden (apéndices III y IV-B). riables consideradas se limita alos servicios realiza-
Por razones de clasificación ubicamos al dos a través del sector público y a sus recursos.
censo de población dentro de las estadísticas de- E n los casos en que el sector privado brinda infor-
mográficas, pero tal c o m o se aprecia en el resumen mación en relación a sus actividades, los datos son •
de las variables consideradas, las mismas desbordan presentados con retrasos y resulta difícil su conso-
el c a m p o de lo eminentemente demográfico. Se lidación en agregados confiables por cuanto los
obtiene a través de estos censos información refe- indicadores usados no son siempre los mismos.
rente a la estructura demográfica del país, y a las ca- Puede afirmarse que las estadísticas confia-
racterísticas sociales, laborales y económicas de la bles sobre vivienda quedan restringidas a los
población. A la fecha se han llevado a cabo siete resultados de los censos. Se espera que el H I censo
censos de población; los resultados de los tres pri- de vivienda se lleve a cabo en 1981, aunque cabe
meros, llevados a cabo en 1836,1850y 1862, no fue- mencionar que a partir de los censos de población
ron publicados; publicándose los resultados de los también se obtenía información referente a la
llevados a cabo posteriormente, en 1876,1940,1961 vivienda. Gran parte de la información existente
y 1972. Se espera que el VIII censo de población se proviene de las proyecciones de los datos censales.
realice en 1981. H a y opiniones divergentes acerca Al margen de esta información existía m u y
dela calidad de la información recogida en el último poca información sectorial, a la que recién se
Censo efectuado, pero el criterio predominante es está dando énfasis, e información multisectorial.
que se avanzó considerablemente en cuanto a los Estos últimos datos, cuyo relevamiento o produc-
aspectos técnicos y a su cobertura, siendo el mar- ción corresponde a otros sectores pero que por su
gen de confiabilidad de los datos bastante amplio. naturaleza son de vivienda, llenaban el vacío
A partir de los datos censales y de la infor- existente en cuanto a información de este tipo.
mación recogida de los registros públicos, se Muchos de los datos sólo pueden ser obtenidos por
elaboran las estadísticas periódicas de las carac- medios indirectos o por encuestas por muestreo,
terísticas de la población y las estadísticas vitales. y un apreciable número de fuentes de información
Los registros públicos representan problemas en son poco o nada accesibles incluso por las mismas
cuanto a la cobertura, especialmente en las zonas oficinas productoras de estadísticas. Tal es el caso
rurales, teniendo que estimarse las omisiones con de los datos sobre empresas mobiliarias y urba-
el fin de llegar a estadísticas m á s confiables. Las nizadoras; viviendas de alquiler, de autoconstruc-
diferentes proyecciones efectuadas en relación a ción; precios de las viviendas; entre otros. Las
la población del país eran descalificadas tan pronto oficinas de distintos ministerios y los registros
se conocían los resultados de los censos, habiendo administrativos completan la g a m a de las fuentes
aún desconocimiento acerca de la verdadera evo- de información sobre vivienda.
lución de la población y de su distribución espacial Dentro de las estadísticas sociales las que
y por edades. E n aras a superar este problema tienen una cobertura más amplia y una confiabi-
recientemente se han realizado esfuerzos consi- lidad mayor son las referentes al sector de edu-
derables, materializándose en parte en la Encuesta cación. Se cuenta con indicadores del nivel de
Nacional Demográfica realizada entre 1975 y 1976, educación; información sobre centros educativos;
y cuyos resultados ayudurán a producir mejores tipos de postulantes, alumnos, graduados y titu-
estimados sobre la población peruana. lados; recursos del sector; y sobre estímulos educa-
Las estadísticas sociales han alcanzado un tivos. Sin embargo, la reforma de la educación
menor grado de desarrollo, tanto en lo que se decretada por el gobierno revolucionario, rompe la
refiere a su cobertura y confiabilidad, c o m o en lo secuencia de la información estadística generada cn
que respecta al ritmo de su generación y difusión. el sector. Las modalidades de educación para las •
Ello se explica cn parte por el carácter cualitativo que se dispone de información a partir de 1973 son
de algunos de los servicios brindados y de las carac- las de educación básica, laboral, regular, especial e
terísticas de la población, lo que dificulta su tra- inicial. Desde 1960 se cuenta con información
Estructuras nacionales 861
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

sobre educación secundaría, secundaria profesio- toriales, el grado de su confiabilidad es m u c h o


nal y formación magisterial; y hasta 1970 sobre mayor, obteniéndose los datos de distintas oficinas
educación artesanal, artística, intermedia, no uni- gubernamentales del sector, lo que posibilita estar
versitaria, pre-escolar y primaria. Y en cuanto a al día en la información. Se dispone de datos sobre
su cobertura, la misma es nacional hasta 1970, y organizaciones sindicales, conflictos, laborales,
por zonas y regiones de educación desde 1973. huelgas, convenios colectivos, servicios de empleo,
E n último lugar podríamos colocar a las accidentes, lesiones e incapacidades laborales.
estadísticas de ciencia y tecnología, lo que se Se presenta asimismo la relación de las
explica en parte por lo reciente del impulso a las variables consideradas c o m o estadísticas de segu-
actividades en esta área. Las estadísticas de ridad social, cuya cobertura es a nivel nacional.
cultura, recreación y comunicación de masas, son C o n estas estadísticas, se completa la g a m a de
bastante completas en cuanto a las variables información considerada c o m o estadísticas d e m o -
consideradas. Su relevamiento y generación co- gráficas, sociales y laborales.
rresponde a distintas entidades, n o existiendo una Es indudable que es en el c a m p o económico
oficina que centralice dicha información. Se limita donde m á s se ha avanzado en lo que a generación
su cobertura a las estadísticas de carácter público de información estadística respecta. Esto se explica
y la difusión de la información es restringida. en parte por las presiones de los usuarios, funda-
L a información estadística del sector salud mentalmente por las distintas instancias del go-
se registra y procesa con una periodicidad m e n - bierno. El empuje que se ha dado a la actividad
sual, recibiéndose los datos directamente de los estadística en esta área data de hace muchas
establecimientos. E n cuanto a la organización del décadas, aunque las series históricas carecen en la
sector, se dispone de información sobre los re- mayoría de los casos de continuidad, al haber ido
cursos con que se opera. variando los criterios y metodologías utilizadas
Completan las estadísticas sociales la infor- por las distintas instituciones productoras de in-
mación de seguridad y orden público, y la de formación. También es en este c a m p o donde m á s
servicios sociales. E n cuanto al primer grupo, la se observan discrepancias entre los datos propor-
cobertura y confiabilidad de.las estadísticas es cionados por las diversas fuentes, problema que se
satisfactoria, pero su difusión es restringida y en ha venido atacando en los últimos años.
algunos casos la información generada es estric- Las cuentas nacionales se elaboran de
tamente confidencial. E n el último grupo se reseña acuerdo a la última revisión del sistema de cuentas
variables de diversa índole relacionadas con aspec- nacionales de las Naciones Unidas —serie F n.° 2,
tos sociales, cuya responsabilidad es compartida revisión 3. Á pesar de lo reciente de la implemen-
por diversas instituciones. L a misión de éstas antes tación de esta metodología son notables los
que elaborar estadísticas es la de prestar servicios, avances logrados al respecto, aunque aún resta
de ahí lo precario del estado de este tipo de infor- m u c h o por hacer. L a adopción de esta última
mación socioeconómica. revisión del sistema de las Naciones Unidas hace
E n lo referente a estadísticas laborales se m á s fácil la comparación de la situación de nuestro
puede hacer una primera división. D e un lado, las país con la de otros países, y permite lograr uno de
estadísticas de empleo, población económicamente los requisitos indispensables para poder armonizar
activa y remuneraciones, y de otro, las estadísticas las cuentas nacionales a nivel del grupo Andino.
sectoriales propiamente dichas. E n cuanto a las E n cuanto a las tablas de insumo-producto cabe
primeras, los datos se obtienen de encuestas a mencionar que aún no se ha alcanzado una
hogares y establecimientos, de registros adminis- frecuencia deseada en su elaboración, quedando
trativos, de planillas, de entidades y dependencias asimismo muchos aspectos por perfeccionarse.
de otros sectores, así c o m o de proyecciones de los Las estadísticas monetarias, bancarias y
censos de población. A u n q u e hay medios para financieras en general son quizás unas de las m á s
controlar la confiabilidad de las estadísticas, hay antiguas en nuestro país. Las variables se encuen-
amplio margen para que deliberadamente se pue- tran a un nivel bastante detallado, siendo los datos
dan generar distorsiones, sobre todo en lo que consistentes entre sí y de elevado grado de confia-
respecta a la situación de empleo y los niveles de bilidad. Las estadísticas gubernamentales y las del
ingresos. E n lo que respecta a las estadísticas sec- sector externo, si bien vienen elaborándose desde
862

hace muchas décadas no guardan mayor conti- una estructura estadística que se mantuviera c o m o
nuidad y son quizás las que m á s difieren de una tal durante un periodo extenso, habiendo sufrido
fuente a otra. Algunas de las variables están par- la misma continuos cambios, a nivel legal c o m o a
ticularmente sujetas a distorsiones y otras han sido nivel administrativo y operativo. Cabe mencionar,
consideradas confidenciales hasta hace m u y poco. asimismo, que la importancia que se le ha conce-
E n general el desarrollo alcanzado en la elabora- dido y el apoyo que se le ha brindado a la produc-
ción de estas estadísticas económicas globales es ción de información socioeconómica ha ido va-
bastante satisfactorio. riando de acuerdo a la época y a los objetivos de
Los índices de precios al consumidor y al los distintos gobiernos.
por mayor son calculados con rapidez para las E n la época del imperio incaico la estadís-
principales ciudades del país, en base a promedios tica desempeñaba un rol fundamental desde el
ponderados de las principales ciudades del país, punto de vista socioeconómico. Podemos afirmar
en base a promedios ponderados de las variaciones que existía una organización estadística, y se pro-
en precios de los rubros que componen las canastas ducía básicamente información de caracter d e m o -
que al efecto se han elaborado. Los índices de gráfico y económico. El sistema estadístico de la
precios de las principales macro-magnitudes c o m - época se basaba en el uso de los "quipus" y los
pletan la g a m a disponible de estadísticas de precios. funcionarios especializados eran los "quipuca-
Se elaboran asimismo series sobre la distribución mayocs". El "quipu" (nudo) consistía en un cor-
del gasto familiar para diferentes zonas geográ- dón grueso y horizontal, del que pendían otros
ficas y estratos sociales, en base a muéstreos y cordones con una serie de nudos. Según el color,
encuestas. E n cuanto al consumo sólo se ha grosor y extensión de los cordones, y de acuerdo
realizado una encuesta de hogares a nivel nacional, a los diversos tipos de nudos, éstos indicaban
recolectándose datos bastantes completos, y en la eventos, historias y noticias, así c o m o diversos
actualidad el Sistema Nacional de Estadísticas fenómenos cuantificables.
Alimentarias cumple un rol fundamental en lo que L a organización estadística incaica per-
respecta a gastos en el consumo de alimentos. seguíafinesprácticos, por lo que recibía el apoyo
Las estadísticas clasificadas en el tercer de lá población. Se llevó un registro de nacimientos
grupo c o m o estadísticas económicas por tipo de y defunciones, de gente disponible para la guerra y
actividad, han alcanzado asimismo un buen nivel la defensa del pueblo, así c o m o de los productos de
de desarrollo dada la capacidad operativa con que la tierra, del ganado y de los metales. Se tenía
son elaboradas. Son diversas las fuentes de datos entonces estadísticas vitales y de migración confia-
utilizadas, entre las que destacan los censos, las bles, pudiéndose afirmar que el primer censo de
encuestas y los registros administrativos. L a infor- población se tuvo en esta época.
mación sectorial se encuentra a un nivel bien desa- Durante la época de la colonia (1535-1821),
gregado, llegándose a elaborar numerosas series lafinalidadde la producción estadística era estric-
de productos específicos. E n cuanto ala cobertura tamente tributaria o parroquial. Se buscaba cono-
geográfica si bien predomina la nacional, se ela- cer quiénes estaban obligados a pagar impuestos,
boran infinidad de series a nivel de departamento el potencial de m a n o de obra utilizable en la explo-
y aún de provincias. C o n relación a la periodicidad tación de minas y obrajes, y el número de aboríge-
destaca la anual pero muchas series son elaboradas nes que serían adoctrinados. A raíz de esto, la
con una mayor frecuencia. Los diversos sectores función estadística despertó un rechazo genera-
suelen producir cifras estimadas y en algunos casos lizado y se rompió con la tradición estadística
sólo después de lapsos considerables las mismas altamente desarrollada del incanato. L a elabora-
son ajustadas y se elaboran las cifras definitivas. ción de la estadística carecía de criterios técnicos
y adolecía de notables omisiones. L a cobertura era
El sistema nacional de estadística parcial, restringida básicamente a la población
indígena, y debido a los objetivos perseguidos se
Breve descripción histórica podía esperar un bajo índice de confiabilidad de
del sistema estadístico peruano los datos.
L a evolución del sistema nacional de estadística A lo largo de la época republicana han ido
ha sido errática en nuestro país. N o ha existido variando ampliamente tanto los propósitos y usos,
Estructuras nacionales 863
de los datos socioeconómicos primarios.
VIL Perú

c o m o la importancia que se ha venido concediendo considerado c o m o un paso previo al censo nacional


a la información estadística. de población y ocupación de 1940.
Durante el período inmediatamente pos- El Servicio de Estadística Nacional se crea
terior a la independencia, la importancia de las por medio de la ley n.° 7567, promulgada en
actividades estadísticas fue reconocida explícita- 1932; se convierte en nacional la Dirección de Esta-
mente por la legislación, pero no se consideró dística y se crea la Oficina Central de Estadística
ninguna estructura organizacional que pudiera Nacional
llevar a cabo el proceso de producción de estadís- El censo de 1940 se llevó a cabo después
ticas. Los primeros censos de población de la de 74 años del último censo general, solicitándose
época republicana (1836, 1850, 1862), adolecían en esa oportunidad datos relacionados con las
de fallas técnicas y fueron realizados con un pro- características socioeconómicas de la población.
pósito principalmente de control tributario, ade- Puede decirse que el levantamiento de este censo
m á s de servir parafineselectorales y para conocer marcó u n hito fundamental en la historia de la
los recursos militares. estadística en el Perú, lo que lleva a muchos a
E n 1853 se crea por primera vez una Sec- afirmar que puede hablarse de antes de 1940 y
ción de Estadísticas en el Ministerio de Gobierno, después de ese año,.en lo concerniente al sistema
pero es recién en 1873 cuando se reorganiza dicho estadístico peruano.
ministerio, que se crea la Dirección de Estadística, E n 1944 se decreta la reorganización de la
dividida en tres secciones: estadísticas de la pobla- Dirección Nacional de Estadística y se establecen
ción, del territorio y del Estado. U n a de sus m á s las pautas para el funcionamiento del Servicio
importantes funciones fue la de levantar el censo Estadístico Nacional. L a principal productora de
de 1876, el primer censo técnico que tuvo el Perú, series estadísticas seguía siendo la Dirección N a -
censo que buscaba conocer el potencial h u m a n o y cional de Estadística, produciendo entre otras,
económico del país. Fueron solicitados n o series de estadísticas vitales, laborales, culturales,
sólo datos cualitativos de la población, sino de morbilidad, de tránsito, de algunas actividades
también datos sobre propiedad territorial e económicas yfinancieras,y los índices de costo de
industrial. vida y de precios al por mayor. A partir de 1958
L a guerra con Chile en que se vio envuelto se convierte en Dirección Nacional de Estadística
nuestro país entre 1879 y 1883, la invasión y la y Censos —la Oficina Nacional de Estadística y
derrota sufridas, dejaron al Perú en condiciones Censos, O N E C — la antigua Dirección Nacional
calamitosas. La actividad estatal quedó completa- de Estadística. E n 1959 se promulga la ley orgá-
mente desorganizada y desapareció el apoyo que nica de censos, ley n.° 13248, la que establece que
venía recibiendo la información estadística. Cabe los censos de población y vivienda habrán de
mencionar que en los ejercicios presupuéstales realizarse cada diez años y los censos económicos
de 1880 a 1914 ni siquiera fueron consideradas las cada cinco. E n 1961 se levantó el triple censo
partidas para la Dirección de Estadística, lo que nacional que cubrió los aspectos de población,
supone un receso en la actividad estadística en el vivienda y agropecuario.
país, no teniéndose noticias de la ejecución de ac- Las ideas sobre planificación comenzaron a
tividad estadística nacional alguna durante este tener una difusión y una aceptación crecientes a
período. partir de la década de los cincuenta. Se constató la
E n 1915 reaparece una partida presupuestal falta de estadísticas adecuadas, lo que obligó a los
para la Dirección de Estadística, reiniciándose su organismos planificadores a producir ellos mismos
funcionamiento, pero esta vez en el Ministerio las estadísticas básicas. Siendo u n o de los fines
de Fomento y Obras Públicas. Entre otras impor- primordiales de la función estadística el servir
tantes funciones que realizó, cabe destacar la de base para la planificación, se aprecia desde
determinación de la base para construir el ín- entonces una relación estrecha entre los organis-
dice de costo de vida en Lima, así c o m o la de m o s de planificación y de estadística. Al crearse el
encargarse de su elaboración periódica. E n 1923 la Instituto Nacional de Planificación en 1962 pasa a
Dirección de Estadística pasó a integrar el Minis- depender de él la Dirección Nacional de Estadís-
terio de Hacienda y Comercio, levantándose un tica y. Censos, hasta 1966 en que integra nueva-
censo electoral en 1931, el m i s m o que puede ser mente al Ministerio de Gobierno.
864

Durante la década de los sesenta la impor-


îrt
ción. Entre sus funciones periódicas importantes
tancia que concede el gobierno a la producción la O N E C elaboraba y publicaba los índices de
de información estadística está en gran medida en precios al por mayor y los índices de costo de vida.
función de la necesidad de brindar información Estas labores son desempañadas posteriormente
para conseguir créditos. L a Alianza para el Pro- por el Instituto Nacional de Estadística y luego por.
greso y la creciente importancia del crédito bila- la Oficina Nacional de Estadística, organismos que
teral y la multilateral, determinan en gran medida han ampliado considerablemente su radio de
la creciente importancia que el gobierno atribuye a acción en los últimos años.
la producción de información estadística. A fines
de los años sesenta la relevancia y la necesidad de
las estadísticas socioeconómicas para los propó- Creación y avances
sitos de planificación se vislumbran cada vez más del Sistema Estadístico Nacional
importantes. Por otro lado, la creciente interven- D a d o el rol fundamental que viene cumpliendo el
ción pública viene acompañada de una creciente Sistema Estadístico Nacional — S E N — , desde su
demanda de información socioeconómica, al ser el creación hasta la fecha, habremos de dedicar varios
gobierno su principal usuario. párrafos tanto a la descripción de su organización
Las autoridades del gobierno revolucio- y sus recursos, c o m o a las actividades desarrolladas
nario de la Fuerza A r m a d a , que toman el poder por los órganos del sistema y los problemas que
en 1968, estuvieron siempre interesadas en lograr ellos enfrentan. Ello se explica porque, tal c o m o
una adecuada estructura para el buen funciona- veremos en cada uno de los acápites, la Oficina
miento de las actividades estadísticas y censales. Nacional de Estadística — O N E — , su órgano
E n el Plan Inca —plan del gobierno— se establece rector, y las Oficinas Sectoriales de Estadística
que para el mejoramiento de las estadísticas se — O S E — , a la cabeza de cada uno de los sectores,
debe integrar los organismos de estadísticas bajo constituyen las principales instituciones encarga-
un sistema nacional. Años después de su formula- das de la producción y publicación de la informa-
ción, se materializa esta idea mediante la dación ción estadística socioeconómica básica. Otras ins-
del D . L . n.° 21372, de creación del Sistema Esta- tituciones públicas y las privadas completan el
dístico Nacional — S E N — , que fuera promulgado inventario de los responsables de la información
el 30 de diciembre de 1975. en estudio.
Entre las labores m á s importantes que Al ser creado el S E N en diciembre de 1975,
realiza el órgano central del sistema, durante la por D . L . n.° 21372, el mismo que es reglamentado
década de los setenta, y antes de la creación del por D . S . n.° 005-77-PM, se constituye el Instituto
S E N , cabe señalar: el censo nacional de población Nacional de Estadística — I N E — , c o m o el órgano
y vivienda de pueblos jóvenes (barrios marginales) central. Funciona con este nombre hasta 1978 en
de 1970; el VII censo de población y el II censo de que el órgano rector del S E N pasa a depender del
vivienda que se levantaron el 4 de junio de 1972; jefe del Instituto Nacional de Planificación, m e -
el n censo agropecuario que se levantó del 4 al 24 diante D . L . n.° 22411. L a O N E centraliza las
de septiembre de 1972; y los segundos censos funciones técnico-normativas, estando las activi-
nacionales económicos, que comprendieron la dades operacionales a cargo de las oficinas secto-
investigación de los sectores de comercio, cons- riales respectivas. L a excepción la constituyen las
trucción, electricidad, manufactura, minería e hi- actividades que desarrolla en lo referente a la
drocarburos, pesquería y servicios. Estos censos información estadística cuya responsabilidad recae
contaron con personal capacitado y modernos en el órgano central del sistema, tal c o m o se hace
sistemas de procesamiento de datos y de edición de referencia en los apéndices y c o m o veremos al
las publicaciones, lo que permitió a los usuarios comentarlos brevemente. E n la actualidad existen
contar con la información de manera oportuna y asimismo, doce oficinas de estadística de la O N E
confiable. Asimismo, cabe destacar que en 1974 se en las ciudades de Arequipa, Cajamarca, Cuzco,
inicia la encuesta demográfica nacional ( E D E N - Chachapoyas, Chiclayo, Chimbóte, Huancayo,
P E R U ) , cuyafinalidades determinar la dinámica Iquitos, Piura, Puno, Tacna y Trujillo.
de la población peruana, obteniendo indicadores
La creación del S E N ha significado un
sobre natalidad, mortalidad, nupcialidad y migra-
logro importante en lo que a información socio-
Estructuras nacionales , 865
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

económica respecta. Antes de su creación, la reco- asegurar el cumplimiento de las actividades de


lección de información se hacía independiente- todos los integrantes del S E N . Se especifica en ellos
mente por parte de cada sector administrativo, los responsables de cada una de las tareas a e m -
según sus disponibilidades y necesidades. N o había prender en el período, los órdenes de prioridad,
coordinación alguna, los puntos de vista y meto- cobertura geográfica y periodicidad. L a evaluación
dologías adoptadas diferían considerablemente, y de los planes se pretende que sea trimestral, anual
a pesar de los esfuerzos realizados se daban y bianualmente, y que sirva de base para la
grandes vacíos, duplicidades e inconsistencias, toma de medidas correctivas que garanticen su
defectos que se han venido atacando desde la crea- ejecución.
ción de este sistema integrado. Es indudable que Los planes estadísticos nacionales se ela-
la adecuada administración de un país requiere del boran en relación a los planes nacionales de desa-
empleo de estadística coordinadas, fidedignas y rrollo económico y social. Específicamente, el plan
oportunas, estadísticas que permitan un mejor nacional de desarrollo para 1979-1980 busca dar
conocimiento de la realidad nacional, la planifi- inicio a la recuperación de la economía e impulsar
cación integral del desarrollo, y que sirvan de la decentralización económica fortaleciendo los
base para la adopción de decisiones. D e ahí que organismos regionales de desarrollo. Bajo estos
el S E N tiene un rol vital a cumplir en el país, al lineamientos generales, el plan estadístico nacional
tender a mejorar la calidad de las estadísticas de correspondiente a este bienio busca reforzar la
que se dispone. producción de indicadores socioeconómicos de
Es necesario interconectar a través de un coyuntura, y ampliar la cobertura y perfeccionar la
organismo central a todas las unidades que desa- producción de estadísticas a nivel regional para
rrollan funciones de carácter estadístico en el país; llevar a cabo el seguimiento del proceso de descen-
sólo cuando eso se logre plenamente podremos tralización.
hablar de un verdadero Sistema Estadístico N a - Los cuestionarios con orientación única
cional. E n relación a esto cabe mencionar que se constituyen otro de los principales avances pro-
crean dos comités, uno de coordinación y otro puestos a través del S E N . A través de ellos se pre-
consultivo. El Comité de Coordinación Sectorial tende mejorar y agilizar la captación de informa-
fue creado con el objeto de dar participación ción, racionalizar las tareas, evitar duplicidades
activa a la oficina central y a los diferentes sectores innecesarias en los pedidos de datos, unificar crite-
de la administración pública, en la formulación de rios y clasificaciones, y establecer la base de infor-
la política nacional de estadística y de los planes mación para el Banco Nacional de Datos. Se reco-
estadísticos. Y la creación del Comité Consultivo gería la información necesaria molestando una sola
de Estadística buscaba dar participación a los vez a quienes proporcionan los datos primarios,
sectores no públicos en las tareas estadísticas a recolección que se hará mediante procedimientos
nivel nacional. Asimismo, uno de los objetivos uniformes y coordinados, a fin de satisfacer los
del S E N es el de promover el interés de la población requerimientos de los distintos usuarios. El pro-
por las actividades estadísticas, para lograr su ceso de implantación de los cuestionarios se inició
activa y permanente participación y colaboración, en 1976, habiéndose comenzado con los sectores
requisitos fundamentales para el éxito del sistema. de alimentación, industria, minería y pesca.
Hasta la fecha se han elaborado en el país Se ha dispuesto asimismo que sea el órgano
sólo dos planes estadísticos nacionales, corres- central del Sistema el que dirija todos los censos
pondientes a los períodos 1977-1978 y 1979-1980. nacionales que se emprendan, contando con el
Estos planes son un primer intento de recoger de apoyo operativo de las oficinas sectoriales respec-
manera integrada la información contenida en los tivas según los casos. También se le responsabiliza
anteproyectos de los planes sectoriales y regionales, de la coordinación, normalización y supervisión de
y representan un avance en términos de progra- los organismos públicos. Se contempla dentro de
mación estadística al servir de instrumentos orde- este régimen tanto a las encuestas periódicas c o m o
nadores de la actividad de los distintos órganos a las especiales que se realizan periódicamente.
elaboradores de estadística. C o n ellos se buscará Las encuestas se elaboran en coordinación con los
canalizar las necesidades de los diversos usuarios, diferentes sectores, los usuarios y los responsables
optimizar el uso de los recursos disponibles, y de su implementación.
866

1t£
Dentro del marco del Acuerdo de Carta- mientras que el segundo inventario estadístico
gena, el Perú se ha comprometido a producir nacional nos muestra que el número de oficinas
información estadística para el uso común de los había aumentado a 96. Este crecimiento se explica
miembros del Grupo Andino. A pesar de que el de un lado por la expansión del sector público,
gobierno aún no ha dotado al sistema estadístico cuyo número de instituciones se ve incrementado
de los recursos que el cumplimiento de esta obli- sustancialmente, y de otro, por la importancia
gación implica, hasta ahora se ha podido satisfacer que se ha ido concediendo a la producción y sis-
los requerimientos prioritarios de este compromiso tematización de la información estadística. Sin
mediante esfuerzos adicionales de quienes confor- embargo, afinesde 1978 sólo existían 105 oficinas
m a n el S E N . de estadística; este lento ritmo de crecimiento
observado en los últimos años se resultado de la
Capacidad operativa y producción escasez de recursos, tantofinancieroscomo h u m a -
del Sistema Estadístico Nacional nos, que paraliza la creación de órganos que se
dediquen a la producción de estadísticas.
Después de los resultados del relevamiento del
aparato estadístico nacional de 1972 se cuenta con Desde la dación del D . L . 21372 que dispone
información detallada en relación al estado de los la creación de Oficinas Sectoriales de Estadística
servicios del S E N y su capacidad operativa referida — O S E — en los distintos ministerios, se ha venido
a diciembre de 1976. Estos datos, resultado del avanzando al respecto. A diciembre de 1976 sólo
existían dichas oficinas en los sectores de eco-
segundo inventario estadístico nacional, han sido
nomía yfinanzas,de educación, y de transportes y
publicados afinesde 1978. Lamentablemente, las
comunicaciones, mientras que en el resto de sec-
restricciones presupuéstales y la escasez de recursos tores existían oficinas que desempeñaban las funr
humanos adecuados han obstaculizado la realiza- ciones de las O S E . A la fecha, sólo en el sector de
ción periódica de inventarios estadísticos. L a in- relaciones exteriores aún no ha sido creada una
formación de que se dispone para años recientes Oficina Sectorial de Estadística; en otros sectores
se encuentra a un nivel mucho m á s agregado y las O S E han sido de reciente creación y se encuen-
en algunos casos está incompleta. Dicha informa- tran en pleno proceso de implementación, como es
ción ha sido proporcionada por los sectores a la el caso del sector vivienda y construcción y del
oficina central del S E N , la misma que ha sido sector integración, por citar ejemplos. En algunos
consolidada a julio y a diciembre de 1978. E n base sectores las O S E dependen directamente de la
a los referido por los mismos integrantes del S E N dirección superior, mientras que en otros sectores
señalamos lo relevante para dar una imagen lo dependen de las Oficinas Sectoriales de Planifica-
más actualizada posible de la capacidad operativa ción. El riesgo que se corre en los casos que existen
y producción del Sistema, haciendo mención de disposiciones que subordinan a las O S E a otras
los principales cambios ocurridos en los últimos oficinas es que se disminuya la atención prestada a
meses. las labores de estadística, al considerársela de
menor prioridad.
Oficinas de estadística — O S E
E n cuanto a la capacidad operativa del S E N , no se El tamaño de las oficinas de estadística
observa un mismo ritmo de crecimiento durante puede ser considerado como otro indicador de la
los últimos años. U n indicador de la evolución capacidad operativa del S E N . Para efectos de los
mostrada es el número de oficinas de estadística inventarios realizados, se define su tamaño en
que existen en el sistema. Y se entiende como función del número de directivos y de técnicos
oficina de estadística a la dependencia adminis- superiores. E n estos términos, puede afirmarse que
trativa de cualquier nivel jerárquico perteneciente predominan las oficinas de menor tamaño, desta-
a una entidad del sector público que realiza todas, cando las de menos de cinco directivos y técnicos
o algunas de las funciones de recopilación, proce- superiores (véase el cuadro 1).
samiento y análisis estadístico en el proceso de
producción de información estadística. Recursos humanos,financierosy materiales
El relevamiento del aparato estadístico Toda crítica en torno a los avances del sistema y
nacional llevado a cabo en 1972 arrojó como resul- de los logros alcanzados en cuanto a calidad y
tado la existencia de 48 oficinas de estadística, cobertura de la información socioeconómica que
Estructuras nacionales 867
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

C U A D R O 1. N ú m e r o de oficinas de estadística del S E N por tamaño", según sector administrativo

D e menos De 5 D e 10 D e 20 D e 50
Sector administrativo Total de 5 a9 a 19 a 49 ó más

Agricultura y alimentación 4 2 1 1
Comercio 4 2 1 1 —, . —
Economía y finanzas 12 9 2 1 — ' —
Educación 5 3 1 1 — ' • —

Energía y minas 9 9 — — — •—
Industria y turismo 10 7 2 — 1 —
Integración 1 1 — — — " • — '
Interior 8 8 — — — —
Pesquería 6 3 2 1 __ —
Presidencia de la República 7 3 2 1 '— 1
Relaciones exteriores 1 1 — — — —
Salud 6 6 — — — . —
Trabajo 5 2 2 — 1 '—
Transportes y comunicaciones 14 10 3 1 — . —
Vivienda y construcción 4 3 — 1 — —
Total 96 69 15 8 2 2
Porcentaje 100 71,88 15,63 8,33 2,08 2,08

a Se define por el número de Directivos y Técnicos Superiores de la Oficina.


Fuente: II Inventario Estadístico Nacional, I N E , septiembre de 1978.

se produce en la actualidad no puede ser hecha en de 1 290 trabajadores, disminuyendo el personal


abstracto. Habrá que considerar la disponibilidad en 32 por ciento. Pero si dejamos de lado a los
en cuanto a número y calidad de los recursos hu- sectores de la Presidencia de la República, de rela-
manos, y de los recursosfinancierosy materiales, ciones exteriores y de trabajo, sectores que n o
con que cuenta el Sistema Estadístico Nacional. proporcionan información para 1978, se observa
Consideramos que los recursos humanos que el personal ocupado del S E N n o muestra tal
con que cuenta el S E N están dados por el personal disminución a julio de 1978. Los sectores mencio-
ocupado en las oficinas de estadística. Y al hablar nados representaban el 38 por ciento de los re-
de escasez de recursos necesariamente habremos cursos humanos, los que nos dan una sobrestima-
de hacer referencia a su calificación. ción de los recursos por cuanto n o sólo considera
A fines de 1976 el personal ocupado por las a los que se dedican a las actividades de estadística.
oficinas de estadística del Sistema era de 1 893 tra- L a aparente disminución observada a esa fecha se
bajadores, distando de ser uniforme la distribución explica asimismo por el hecho de que en el segundo
de los recursos humanos entre los distintos sectores. inventario estadístico nacional se contempla c o m o
Destaca el sector Presidencia de la República, en personal ocupado del S E N al personal de las dis-
donde se concentra el 33 por ciento del personal, tintas oficinas de estadística, mientras que los datos
aunque cabe señalar que esta cifra se refiere a todo proporcionados para 1978 se restringen a los re-
el personal del pliego de la Presidencia de la R e - cursos humanos de las oficinas sectoriales de esta-
pública. Le sigue en importancia el sector agri- dística para varios de los sectores administrativos.
cultura y alimentación, sobre todo en razón del L a Oficina Nacional de Estadística acapara
elevado número de recursos en el área de alimen- el 43 por ciento del personal ocupado por el sis-
tación. tema en julio de 1978; de las 549 que se encontra-
A julio de 1978 observamos una cifra ban laborando en la O N E , 507 lo hacían en la
M
868

oficina central y 42 en las oficinas regionales. El incrementada sustancialmente. L a escasez de estos


personal de estas oficinas no es del todo nuevo en recursos incide de manera importante c o m o factor
el. S E N ; muchos de los recursos son transferidos limitante en la producción de estadísticas. Esta
de otros sectores administrativos al ser creada la escasez es menos acentuada en los sectores de edu-
O N E . Es el sector de agricultura y alimentación el cación, industria y turismo, y trabajo.
que le sigue en importancia, con el 28 por ciento Predomina el personal con educación se-
del personal ocupado del sistema. cundaria, destacando aquellos que tienen especia-
Desde la creación del Sistema Estadístico lización. El personal con postgrado y aquel con
Nacional los recursos humanos con que se contaba preparación universitaria representan el 4 y 34 por
no eran suficientes. Esta limitación se agudiza en ciento del total de recursos humanos, respectiva-
los últimos años a consecuencia de las medidas de mente. El sector de agricultura y alimentación es el
austeridad adoptadas por el gobierno. Los incen- que concentra la mayor parte del personal con
tivos pecuniarios ofrecidos a los trabajadores del postgrado, el 33 por ciento del personal con este
sector público para que abandonaran sus puestos nivel de preparación. C o n respecto al total de
tienen gran efecto en el ámbito del S E N . Son las recursos humanos del sistema destaca conside-
renuncias del personal las que explican la dismi- rablemente el personal auxiliar técnico con nivel
nución del personal que labora en el S E N , a partir secundario, representando el 37 por ciento del
de octubre de 1978. L a incidencia de esta medida total. A nivel directivo predomina el personal
es m a y o r en lo que respecta al personal calificado, universitario con especialización, mientras que en
lo que perjudica en mayor medida al buen desen- la categoría de técnicos superiores destacan los de
volvimiento de las actividades de estadística. A nivel universitario sin especialización. Estas cifras
diciembre de 1978 se registra una cifra de 981 tra- nos llevan a concluir que nos encontramos con una
bajadores en el sistema, 24 por ciento menor que situación marcadamente deficitaria desde el punto
la de julio de ese año. Las disminuciones son m á s de vista de la disponibilidad de personal altamente
acentuadas en los sectores de economía y finanzas, especializado (véase el cuadro 2).
energía y minas, e industria y turismo. E n cuanto
Los considerables requerimientos de espe-
al personal de la O N E , si bien el personal de la
cialización del personal técnico del sistema.
oficina central se ve reducido en 23 por ciento, el
Observamos que las demandas son mayores en las
de las oficinas regionales se ve incrementado en
áreas de recopilación y elaboración de estadísticas
105 por ciento.
primarias, y de análisis estadístico, áreas en las que
Tanto el personal profesional c o m o el de requieren de capacitación el 34 y 28 por ciento del
apoyo es insuficiente, disminuyendo ambos en personal, respectivamente. Esta.labor de capaci-
términos absolutos en los últimos años. A diciem- tación n o ha sido olvidada y en los últimos años
bre de 1976 el personal profesional representa el se ha venido ofreciendo entrenamiento, a través de
30 por ciento de los recursos humanos del S E N , diversos cursos y seminarios, a los integrantes
mientras que a diciembre de 1978 representa el del S E N . Lamentablemente gran parte de los
42 por ciento del total del personal ocupado. A beneficiarios de esta capacitación ya no trabaja en
fines de ese año sólo predomina el personal pro- el sistema, persistiendo en gran medida un fuerte
fesional en los sectores de economía y finanzas, déficit a nivel cualitativo. Al respecto se podría
educación, industria y turismo e integración, y en usar la cooperación técnica para la realización de
la Oficina Nacional de Estadística. cursos de capacitación en el c a m p o estadístico,
El nivel de preparación y la categoría del utilizar al m á x i m o las becas relacionadas con la
personal del sistema son otros dos elementos im- actividad estadística ofrecidas por los distintos
portantes a destacar. Los resultados del segundo países y organismos internacionales, y seguir pro-
inventario estadístico nacional nos muestran que moviendo la realización de cursos y seminarios de
el 77 por ciento del personal es técnico, el mismo capacitación para el personal del S E N .
que comprende al personal directivo, al personal Las visitas a las distintas oficinas sectoriales
técnico superior y al auxiliar técnico. Sin embargo, de estadística no hicieron m á s que corroborar las
el personal técnico superior representa tan solo características y hechos antes mencionados. Cabe
el 19 por ciento de los recursos humanos ocupados remarcar el gran déficit existente en cuanto a per-
por el sistema, categoría que sería deseable se viera sonal profesional con formación estadística, el
Estructuras nacionales 869
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

C U A D R O 2 . Personal del S E N , por categoría y nivel de educación (en porcentaje)"

Técnico Auxiliar Adminis- De


Nivel de educación Directivo superior técnico trativo servicio Total

Postgrado 2,43 1,22 — — — 3,65


Universitario con especialización 4,23 7,29 3,43 0,69 — 15,64
Universitario sin especialización 1,69 10,62 5,55 0,85 0,05 18,75
Secundaria con especialización 2,48 — 23,93 7,03 2,01 35,45
Secundaria sin especialización 0,48 — 12,78 6,92 2,91 23,09
Otro — — 0,48 1,06 1,90 3,43
Total 11,30 19,12 46,17 16,53 6,87 100,00
a Elaborado en base a los resultados del IT Inventario Estadístico Nacional.

fuerte impacto de las renuncias a raíz de las medi- Los recursos materiales son también en
das de austeridad adoptadas por el gobierno, ade- muchos casos inadecuados, lo que dificulta el
m á s de la escasez en cuanto a número del personal. cumplimiento de las metas del Sistema Estadístico
Esta insuficiencia es en parte compensada por la Nacional. El cuadro 3 nos muestran la situación
labor de practicantes universitarios que realizan el de las oficinas de estadística del S E N en lo que a
trabajo en la mayoría de los casos a tiempo parcial, la disponibilidad de estos recursos respecta, a fines
sin recibir remuneración alguna y con los consi- de 1976.
guientes problemas de discontinuidad respectivos, L a utilización de computador, con o sin
y de otro lado mediante contrataciones eventuales teleproceso, refleja u n alto grado de evolución en
para llevar a cabo trabajos de c a m p o y encuestas lo que al tratamiento de los datos estadísticos se
diversas, las mismas que sólo en determinados sec- refiere; observamos que el 30 por ciento de las
tores son realizadas por el personal de planta. unidades del S E N ya lo utilizaban a esa fecha.
L a creación e implementación del Sistema El 20 por ciento de las oficinas utilizaban equipo
Estadístico Nacional se dan sin una adecuada convencional —unit record—; el 24 y 19 por ciento
asignación presupuestal, lo que se agudiza al ad- perforadoras y verificadoras, respectivamente; y el
quirir la crisis económica por la que atraviesa el 13 por ciento otros sistemas de entrada de
país mayores proporciones. El Instituto Nacional datos.
de Estadística inicia sus actividades con los saldos E n la actualidad sólo algunas de las oficinas
presupuéstales con que contaba la antigua Oficina sectoriales de estadística procesan automática-
Nacional de Estadística y Censos, n o obstante que mente sus datos, al menos parte de ellos, aunque
su responsabilidad y funciones se incrementaron son m u y pocas las que cuentan con equipo propio,
grandemente. El resto de oficinas de estadística realizándose manualmente el resto del trabajo. Sin
de los diferentes sectores también asumieron nue- embargo, las oficinas que los poseen suelen apoyar
vas funciones y responsabilidades pero tampoco a otras dependencias del sector, lo que asume gran
recibieron los recursos presupuéstales necesarios parte de sus recursos. El procesamiento automá-
para su implementación. A d e m á s de la escasez de tico de datos es eficiente y rápido, por lo que per-
los recursos que les son asignados algunas oficinas mite un tratamiento m á s elaborado de la infor-
carecen de asignación presupuestal propia, te- mación primaria en mayores volúmenes y en u n
niendo que supeditar sus actividades a las deci- mínimo de tiempo. Su uso, sea propio o alquilado,
siones de funcionarios que n o siempre dan prio- debe tender a una mayor difusión en el sistema,
ridad a las actividades estadísticas. Se debe poner previo estudio de las oficinas que lo requieran en
énfasis en la asignación de mayores recursos finan- base a la cantidad de información que procesan, el
cieros a las oficinas de estadística, ya que la falta grado de elaboración requerido y la rapidez con
de estos recursos obstaculiza tanto la producción que debe ponerse la información a disposición de
.-.como la difusión de las estadísticas. los usuarios.
M
870

C U A D R O 3. N ú m e r o de oñcinas de estadística del S E N que utilizan equipo


de procesamiento de datos, por clase y según sector administrativo

a en
O
Computador te

de entrada de di
convencional (U

No declarantes
Otro sistema
Verificadora
Perforadora
teleproceso

teleproceso

Equipo
Total

Con

Sin
Sector administrativo

Agricultura y alimentación 4 2 1 2 2 2 2
Comercio 4 — 1 — 1 — 3 1
Economía y finanzas 12 1 2 4 3 1 8 2
Educación 5 — 2 2 1 1 2 2
Energía y minas 9 1 — — 1 1 8 1
Industria y turismo 10 — 1 2 — — 7 1
Integración 1 1
Interior 8 8
Pesquería 6 — 3 1 1 1 — 2
Presidencia de la República 7 1 3 1 3 3 2 3
Relaciones exteriores 1 — 1 — 1 1 — —
Salud 6 — 1 2 1 — — 4
Trabajo 5 — 3 3 3 3 — 2
Transportés y comunicaciones 14 1 4 2 4 4 — 8
Vivienda y construcción 4 — 2 1 2 1 1 2
Total 96 4 25 19 23 18 12 60
Porcentaje 100 4,17 26,04 19,79 23,96 18,75 12,5 62,5
a Tabuladoras, clasificadoras, reproductoras, intercaladuras, calculadoras e interpretadoras. U R : Unit Record.
Fuente: II Inventario Estadístico Nacional, I N E , septiembre de 1978.

Las condiciones de austeridad se ven Producción —Series estadísticas


también reflejadas en el estado del equipo de ofi- Analizada la capacidad operativa del Sistema
cina, el que a d e m á s de ser insuficiente dista de ser el Estadístico Nacional, nos referiremos a la produc-
m á s m o d e r n o . P o r otro lado, la escasa existencia ción de las oficinas de estadística, c o m p l e m e n t a n d o
de equipo de impresión dilata el tiempo de la p u - lo señalado al referirnos a la clasificación de las
blicación y divulgación de la información esta- estadísticas socioeconómicas. V e r e m o s asimismo
dística, llegándose en casos extremos a verse las dificultades de distinta índole a las q u e tienen
imposibilitada la difusión de lo producido, sea por que hacer frente, lo q u e nos d a el m a r c o de refe-
la escasez de equipo propio o por la insuficiencia rencia necesario para entender los logros alcanza-
de recursos financieros. C o n la finalidad de ase- dos por el sistema.
gurar el suministro oportuno y reducir la brecha El n ú m e r o de series estadísticas nos d a u n
existente entre la cantidad producida de informa- indicador de la producción de las oficinas de esta-
ción estadística y la difundida, se podría dotar de dística. E n t e n d e m o s por serie estadística el con-
adecuados recursos materiales a las oficinas de junto ordenado, en algún respecto que usualmente
estadística del sistema, sobre todo a las oficinas es el tiempo, de valores numéricos de una variable
sectoriales de los respectivos ministerios. asociada a u n fenómeno económico, social u otro.
Estructuras nacionales
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

C U A D R O 4. Series estadísticas, según sector administrativo

Porcen- Porcen- Incremento


Sector administrativo En 1972° taje En 1976» taje 1972-1976

Agricultura y alimentación 1 534 5,99 2188 11,03 42,63


Comercio — — 372 1,87 —
Economía y finanzas 91 0,36 716 3,61 686,81
Educación 3 0,01 703 3,54 23 333,33
Energía y minas 541 2,11 957 4,82 76,89
Industria y turismo 21540 84,16 12 469 62,84 —42,11
Interior — — 70 0,35 —
Pesquería 1056 4,13 366 1,84 —65,34
Presidencia de la República 770 3,01 857 4,32 11,30
Relaciones exteriores — — 44 0,22 —
Salud — — 154 0,78 —
Trabajo — — 422 2,13 — •

Transportes y comunicaciones 58 0,23 506 2,55 772,41


Vivienda y construcción — — 18 0,09 —
Total 25 593 100,00 19 842 100,00 —22,47
Fuentes: a. Relevamiento del aparato estadístico nacional; b.[I] Inventario Estadístico Nacional1.

Sin embargo, varía el nivel de agregación de las dísticas, lo que puede considerarse c o m o un indi-
series y la jurisdicción de las oficinas de estadística cador del creciente interés que existe en el país por
de los diferentes sectores administrativos, lo que disponer de información estadística en volúmenes
dificulta la comparación a lo largo del tiempo cada vez mayores. El sector industria y turismo
(véase el cuadro 4). continúa siendo el más importante, aunque dis-
Las series registradas en el relevamiento del dinuye el número de series que produce en relación
aparato estadístico nacional de 1972 se refieren a a 1972. Esta reducción se explica de un lado por la
producción, ventas, existencias y ocupación. A separación de la información de comercio, pero
ellas se añadieron series extraídas de publicaciones principalmente por el mayor nivel de agregación
especializadas, entre las que destacan las moneta- de las series. L a carencia de información estadís-
rias y bancarias, de comercio exterior, laborales, de tica en el sector de integración se debe a su re-
educación y de salud. El sector de industria y ciente creación a esa fecha. Observamos, sin e m -
turismo es responsable de la elaboración de más bargo, que no existe relación entre er número de
del 84 por ciento del total de series, siguiéndole en oficinas, el personal ocupado y el número de series
importancia los sectores de agricultura y alimen- producidas en cada sector administrativo (véase
tación, de pesquería y de la Presidencia de la el cuadro 5).
República. C o n respecto a este último sector cabe Los resultados del segundo inventario esta-
señalar que comprende las series estadísticas pro- dístico nacional corroboran lo señalado al refe-
ducidas por diversas instituciones públicas, la rirnos a las características de la información
Oficina Nacional de Estadística y Censos entre estadística socioeconómica que actualmente se
ellas. produce. C o n respecto a la cobertura geográfica
A diciembre de 1976 se registraron observamos que el 86 por ciento de las series tienen
19 842 series, cifra menor que la de 1972. Sin e m - cobertura nacional. L a cobertura regional es i m -
bargo, esta disminución se explica debido al portante en el sector de educación, mientras que
mayor nivel de agregación de las series estadís- en el de energía y minas predomina la cobertura
ticas. E n la mayoría de los sectores se observa un departamental. E n relación a su frecuencia de ela-
aumento significativo del número de series esta- boración destacan las series de periodicidad anual,
872

Îtt
C U A D R O 5. El Sistema Estadístico Nacional ( S E N ) : n ú m e r o de oficinas de estadística, personal
y n ú m e r o de series estadísticas elaboradas, según sector administrativo

Número Número
de Porcen- Porcen- de Porcen-
Sector administrativo oficinas taje Personal taje senes taje

Agricultura y alimentación 4 4,17 376 19,86 2188 11,03


Comercio 4 4,17 80 4,22 372 1,87
E c o n o m í a y finanzas 12 12,50 113 5,97 712 3,61
Educación 5 5,20 44 2,32 703 3,54
Energía y minas 9 9,38 54 2,85 957 4,82
Industria y turismo 10 10,42 135 7,13 12 469 62,84
Integración 1 1,04 2 0,11 — —
Interior 8 8,33 35 1,85 70 0,35
Pesquería 6 6,25 99 5,23 366 1,84
Presidencia de la República 7 7,29 617 32,59 857 4,32
Relaciones exteriores 1 1,04 18 0,95 44 0,22
Salud 6 6,25 48 2,54 154 0,78
Trabajo 5 5,20 91 4,81 422 2,13 .
Transportes y comunicaciones 14 14,58 136 7,18 506 2,55
Vivienda y construcción 4 4,17 45 2,38 18 0,09
Total 96 100,00 1893 100,00 19 842 100,00

Fuente: II Inventario Estadístico Nacional, I N E , septiembre de 1978.

las m i s m a s q u e representan el 82 por ciento del C U A D R O 6. Serie estadísticas elaboradas


total. L a periodicidad mensual sólo predomina en por las oficinas de estadística del S E N ,
los sectores de comercio y de la Presidencia de la según cobertura geográfica
República (véanse los cuadros 6 y 7).
Número
Factores que limitan la producción
Cobertura de series
de estadísticas geográfica estadísticas Porcentaje
L a escasez de recursos, tanto h u m a n o s c o m o
financieros y materiales, constituyen los princi-
pales factores limitantes de la producción de infor- Nacional 17 026 85,81
mación estadística. El 77 por ciento de las oficinas Regional 478 2,41
declararon tener c o m o obstáculo el insuficiente Departamento 779 3,93
personal en cantidad; el 67 por ciento, escaso Provincia 80 0,40
personal capacitado; el 61 por ciento, escasos re- Distrito 12 0,06
cursos financieros; y el 57 por ciento, escasos o Urbano 730 3,68
inadecuados recursos materiales. L a inadecuada Rural 8 0,04
coordinación tanto con las fuentes de información Otro 729 3,67
c o m o con los usuarios constituye otro de los fac-
tores limitantes.
Total 19 482 100,00

E n la actualidad la escasez de recursos es el Fuente: II Inventario Estadístico Nacional, I N E ,


que destaca considerablemente, escasez que se ha septiembre de 1978.
visto agravada en los últimos años a consecuencia
Estructuras nacionales 873
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

C U A D R O 7. Series estadísticas elaboradas tor del S E N c o m o a las principales funciones que


por las oficinas de estadística del S E N , en la actualidad tiene asignadas. Cabe añadir, sin
según periodicidad de elaboración embargo, que además de tener a su cargo la ela-
boración y desenvolvimiento de los censos y en-
Número cuestas, en coordinación con los distintos sectores,
de series se responsabiliza de la producción de las estadís-
Periodicidad estadísticas Porcentaje ticas demográficas, de las cuentas nacionales y de
precios. Participa asimismo en la producción de
otras estadísticas junto con otras instituciones, en
Anual 16 304 82,17 estos casos c o m o órgano central del S E N , publi-
Semestral 101 0,51 cando igualmente estadísticas socioeconómicas de
Trimestral 327 1,65 diversa índole. '
Mensual 2 496 12,58
Quincenal 61 0,31 El segundo grupo (B) está constituido por
las distintas oficinas que funcionando en los minis-
Semanal 104 0,52
terios, tienen por actividad fundamental la rela-
Otros 221 1,11 cionada con la producción y/o publicación de
N o periódico 228 1,15
estadística socioeconómica. M u c h a s de ellas ac-
Fuente: II Inventario Estadístico Nacional, I N E , túan c o m o Oficinas Sectoriales de Estadística
septiembre de 1978. — O S E — , acordes con la estructuración del S E N ,
a cuya evolución ya hiciéramos mención. Estas
instituciones, junto con la O N E , cubren la m a y o r
de la difícil situación económica por la que atra- parte de la producción de la estadística socioeco- ,
viesa el país. Cabe mencionar que las diferentes nómica primaria, de ahí que los avances de nuestro
personas consultadas en la Oficina Nacional de país en lo que a información estadística socio-
Estadística y en las distintas oficinas sectoriales, económica respecta pueden ser evaluados en base
señalan a este factor c o m o el principal, abogando a las actividades de estos dos grupos de institu-
por una mejor dotación de recursos humanos para ciones. Lamentablemente y por restricciones pre-
el buen cumplimiento de sus metas. Las relaciones supuéstales y escasez de recursos, n o se da a la
de coordinación mencionadas sí han logrado información procesada la difusión deseada.
avances significativos a medida que se han ido Por último, presentamos en el tercer grupo
implementando los distintos órganos del S E N . ( Q al resto de instituciones, tanto públicas c o m o
Los trámites administrativos necesarios para ob- privadas, vinculadas a la generación y/o difusión
tener fondos y la realización de otros trabajos de la información estadística socioeconómica. E s
prioritarios limitan también la producción de indudable que con el listado presentado n o ago-
estadísticas. tamos toda la g a m a , pero la selección ha sido he-
cha en base a su importancia. Asimismo, nos
limitamos al conjunto de instituciones que tienen
Principales instituciones que producen
su sede en L i m a . S o n pocas las instituciones que
y¡o publican información estadística
generan datos primarios, limitándose la mayoría
de carácter socioeconómico
de ellas a reproducirlos y a elaborar estadísticas
E n el apéndice I se presenta u n directorio de las secundarias a partir de ellos. Sus actividades des-
principales instituciones que producen y/o publi- bordan el plano de la estadística, siendo los datos
can información estadística de carácter socioeco- en muchos casos materia prima de sus análisis e
nómico. Señalamos las categorías de datos que son investigaciones; en otros casos, la difusión que
de su especial atención. realizan está íntimamente vinculada a sus activi-
H e m o s clasificado a las instituciones en tres dades o sirven de marco general para su desenvol-
grupos. E n primer lugar (A) tenemos al órgano vimiento o evaluación de las mismas. Destacan
central del Sistema Estadístico Nacional, la Oficina entre estas instituciones los bancos, los centros de
Nacional de Estadística — O N E — , la que depende investigación, las empresas públicas y las asocia-
del Instituto Nacional de Planificación. Y a nos ciones c institutos de diversa índole.
hemos referido tanto a la evolución del órgano rec- Organismos públicos, el Banco Central de
874

Reserva del Perú, y centros de estudios e investi-


gación, algunos de ellos de reciente creación, son
algunas de las instituciones que difunden estadís-
ticas demográficas, sociales y laborales en general.
u
y que depende de la Dirección General de Empleo,
se encarga de la generación de estadísticas sobre
empleo y población económicamente activa y sobre
remuneraciones. L a Unidad de Estadísticas Secto-
Las estadísticas demográficas son de responsabi- riales, que depende de la Oficina de Planificación,
lidad de la Oficina Nacional de Estadística, aunque se encarga de la producción de estadísticas refe-
colaboran con algunas series específicas depen- ridas a las organizaciones sindicales y conflictos
dencias de distintos ministerios y organismos laborales, y sobre accidentes, lesiones e incapaci-
públicos. dades laborales. Cabe mencionar que la informa-
C o n respecto a las estadísticas sociales, la ción producida por esta oficina sólo es difundida a
reciente implementación de la oficina sectorial de través de entidades privadas. D e otro lado, es la
estadística en el Ministerio de Vivienda y Cons- División de Colocaciones la que produce estadís-
trucción ha hecho que los datos de vivienda sean ticas de servicios de empleo. Otras dependencias
elaborados y difundidos básicamente a través de la públicas, asociaciones de trabajadores, y centros
oficina central del sistema y de los bancos vin- académicos y de investigación que realizan análisis
culados a las actividades del sector; otros organis- de coyuntura, se encargan también de la divul-
m o s públicos realizan también actividades esta- gación y del análisis de las estadísticas laborales.
dísticas en esta área. E n el Ministerio de Trabajo y en las mismas ofi-
El Ministerio de Educación, el Consejo cinas del Seguro Social del Perú es donde se lleva
Nacional de la Universidad Peruana y el Consejo a cabo principalmente la producción de estadís-
Nacional de Investigación son los tres pilares en ticas de seguridad social.
lo que a estadísticas de educación, ciencia y tecno- L a producción, descripción y análisis de las
logía respecta. Complementan sus actividades fun- estadísticas económicas globales, en. general son
damentalmente otros organismos públicos e insti- actividades llevadas a cabo por entidades del go-
tutos de investigación, aunque ninguno de ellos bierno, c o m o el Banco Central de Reserva del
pone mayor énfasis en la generación o difusión de Perú y el Instituto Nacional de Planificación; por
información estadística. Las actividades estadís- distintas asociaciones y confederaciones; los ban-
ticas relacionadas con la cultura, recreación y cos; y por distintos institutos y centros de investi-
comunicación de masas, básicamente son de res- gación. Estos últimos son en su mayoría de re-
ponsabilidad del Ministerio de Educación, el ciente creación y llevan a cabo análisis tanto de
Instituto Nacional de Cultura y el Instituto Nacio- corto c o m o de largo plazo.
nal de Recreación, Educación Física y Deportes. L a Oficina Nacional de Estadística en
Los ministerios de Salud y del Interior, el coordinación con las diferentes dependencias de
Seguro Social y otras entidades públicas se encar- los ministerios, elabora las cuentas nacionales del
gan de las actividades estadísticas del sector salud. país, mientras que las tablas de insumo-producto
Las estadísticas de seguridad y orden público son vienen siendo desarrolladas por el Instituto N a -
cubiertas por el Ministerio del Interior, la Guardia cional de Planificación. El Banco Central es el
Civil, el Poder Judicial y la Policía de Investiga- organismo responsable de la elaboración de las
ciones del Perú. El Ministerio de Salud, el Instituto estadísticas monetarias y financieras, aunque en
Nacional de Asistencia y Promoción del M e n o r y estrecha coordinación con otras entidades encar-
de la Familia, y otras instituciones públicas y de gadas de las actividades monetarias y financieras,
beneficencia, generan las estadísticas referidas a los entre las que destacan la Asociación Nacional de
servicios sociales. Empresas Financieras, la Bolsa de Valores, la
L a generación de estadísticas laborales es Comisión Nacional Supervisora de Empresas y
de responsabilidad del Ministerio de Trabajo, pero Valores, la Corporación Financiera del Desarrollo
a diferencia de otros sectores las actividades de y la Superintendencia de Banca y Seguros.
estadística en el sector trabajo son desarrolladas El Ministerio de Economía y Finanzas y el
por varias oficinas del ministerio. L a Oficina Téc- Banco Central de Reserva son las fuentes princi-
nica de Estudios de M a n o de Obra, que funciona pales de las estadísticas gubernamentales en lo que
c o m o u n centro de investigación que tiene c o m o a ingresos y egresos respecta, y de las estadísticas
una de sus actividades la producción de estadística del sector externo, las mismas que son proporcio-
Estructuras nacionales 875
de ¡os datos socioeconómicos primarios.
Vil: Perú

nadas a la oficina central del S E N , oficina que reciben la información la llegan a utilizar o lo
también lás difunde junto con las estadísticas de los hacen tan sólo parcialmente. Surge entonces la
demás sectores. C o n relación al empleo en el sector necesidad de distinguir las diferentes fases por las
público y otras estadísticas gubernamentales juega que atraviesa la información estadística, desde que
también un rol importante el Instituto Nacional es recolectada hasta que es efectivamente utilizada.
de Administración Pública. E n el campo del co- Habrá también que tener en cuenta que el
mercio exterior es la Secretaría de Estado de tratamiento de los datos, desde que los mismos son
Comercio la que proporciona la información bá- proporcionados a las entidades productoras de la
sica, y en lo que respecta a la balanza de pagos se información estadística, hasta que dicha informa-
recibe la información de diversas entidades pri- ción es puesta a disposición de los usuarios y llega
vadas y públicas. a ser utilizada por ellos, toma tiempo. N o s refe-
E n la elaboración de las estadísticas de riremos a las brechas que se dan entre una fase y
precios y de gastos de las familias participa activa- otra; asimismo, a los principales factores que pro-
mente la Oficina Nacional de Estadística. Cola- longan el lapso entre la ocurrencia de los hechos
boran en la producción de las estadísticas de pre- o fenómenos, y el m o m e n t o en que la información
cios las oficinas de los ministerios de Agricultura y al respecto llega a los usuarios.
Alimentación, y de Industria, Comercio, Turismo Y a hemos visto c o m o en las últimas déca-
e Integración, así c o m o otras dependencias p ú - das, en particular a partir de la creación del Sis-
blicas. Las distintas entidades y empresas suelen tema Estadístico Nacional, se han venido dando
publicar sus precios, pero su listado además de ser avances considerables en cuanto a la generación de
casi imposible de llevar a cabo por extenso, es información estadística de carácter socioeconó-
innecesario, por cuanto nuestro interés se centra mico, pero el sello de confidencialidad con que se
en las estadísticas globales de precios e índices de la caracterizó, en muchos casos injustificadamente,
precios de las principales variables macroeconó- restringió considerablemente su utilización. Se
micas. C o n respecto a las estadísticas de los gastos producía información que de haber sido divulgada
de las familias participa activamente el Ministerio hubiera permitido un mejor entendimiento de la
de Agricultura y Alimentación, en el marco del realidad del país, pero n o era del interés de las
sistema nacional de estadística alimentaria. autoridades gubernamentales que los fenómenos
L a producción de las estadísticas econó- sociales y económicos fueran de conocimiento
micas por tipo de actividad es responsabilidad de público.
las oficinas de los ministerios respectivos, entidades L a situación descrita llevó an algunos casos
que proporcionan información sectorial, recolec- a que entidades que lograban conseguir dichos
tada de las fuentes primarias a la Oficina Nacional casos "confidenciales" de las instituciones que los
de Estadística, a los organismos públicos y a otros elaboraban, los difundieran sin mayor rigurosidad,
usuarios. Sin embargo, estas estadísticas son repro- lo que en muchas oportunidades llevó a tener una
ducidas y analizadas por infinidad de entidades imagen distorsionada de la realidad. E n otros casos
públicas y privadas, entre las que destacan los se difundían datos aislados cuya explicación o
/bancos, los centros e institutos de investigación, interpretación quedaba al criterio, n o siempre el
las asociaciones y confederaciones, y las empresas m á s certero, de las instituciones que los publicaban
públicas. E n el apéndice listamos las m á s impor- o del público en general. Al carecerse de una cabal
tantes para cada categoría de datos reseñada. información oficial proliferaron los rumores, los
que en situaciones generaron climas de des-
confianza y de desconcierto que tuvieron una fuerte
Almacenamiento, difusión y utilización incidencia negativa sobre los acontecimientos del
de las estadísticas socioeconómicas país.
Desproporción existente entre la información Es recién'desde hace poco tiempo que son
estadística generada y la difundida las mismas entidades oficiales las que difunden la
información estadística que a su juicio es la m á s
N o toda la información recolectada se procesa ni relevante. Sin embargo, aunque se haya dado un
toda la que se procesa se difunde, o al menos se cambio en la intención la difusión aún no es de la
tiene acceso a ella. D e otro lado, n o todos los que magnitud deseada, siendo la escasez de recursos
876

uno de los factores que restringen fuertemente los


îrt
estadística Peruana, para retomar posteriormente
alcances de la difusión de la estadística básica el nombre de Anuario estadístico. L a última publi-
generada. Y al darse mayores facilidades de acceso cación se refiere a 1971 y con ella puede decirse
a otras entidades que publican estos datos prima- que se pone fin a la difusión de información socio-
rios, los describen y analizan, la difusión de infor- económica, que si bien con deficiencias de carácter
mación confiable se lleva a cabo a través de una técnico, cubría a nivel nacional indicadores d e m o -
mayor cantidad de medios, aunque tal c o m o vere- gráficos, sociales, laborales y económicos que en su
m o s m á s adelante, el acceso a estas fuentes es conjunto reflejaban el desenvolvimiento de las
también en muchos casos restringido. características de nuestro país.
L a desproporción existente entre la infor- E n lo que respecta a las cuentas nacionales
mación estadística generada y la difundida es aún existe información al respecto desde 1942. Su ela-
considerable, tanto en cantidad c o m o en el tiempo boración era responsabilidad del Banco Central de
que transcurre entre una fase y la otra. L a escasez Reserva del Perú, institución que bajo el título de
de recursos financieros y de recursos materiales Renta nacional del Perú publicaba los principales
adecuados obstaculiza no sólo la producción sino agregados macroeconómicos. E n ese entonces n o
también la difusión. E n algunas oportunidades ello sólo se presentaban cifras sino también análisis al
prolonga el lapso entre el m o m e n t o en que la respecto. Fruto de un estudio de carácter técnico
información está lista y aquel en que la publicación que permitió mejorar la elaboración de los agrega-
es puesta a disposición del usuario; en otras hace dos, el Banco Central de Reserva del Perú adopta
que los usuarios tengan que recurrir a las propias una nueva metodología a la que se ajustan los datos
oficinas productoras con el fin de tener acceso a partir de 1950, y los cuadros estadísticos se pu-
oportuno a la información por cuanto ésta no llega blican bajo el título de Cuentas nacionales delPerú.
a publicarse o se publica después de m u c h o E n 1976 la elaboración de las cuentas nacio-
tiempo; o, en el mejor de los casos, lleva a sacar nales pasa a ser una de las tareas fundamentales
publicaciones de m u y reducido tiraje, y por ende del Instituto Nacional de Estadística, y tal c o m o
de limitada difusión. Estos problemas se han visto apreciamos en el apéndice IV, sigue siendo respon-
acentuados dadas las condiciones de austeridad en sabilidad del órgano rector del sistema su elabora-
que se han visto obligados a trabajar los distintos ción y publicación. Las series se efectúan conforme
órganos del Sistema Estadístico Nacional. a la última revisión del sistema de cuentas nacio-
nales de las Naciones Unidas (serie F n.° 2 rev. 3)
Principales publicaciones y de la clasificación industrial internacional uni-
que contienen información estadística forme de las actividades económicas (serie M
de carácter socioeconómico n.° 4 rev. 2). L a adopción de esta metodología ha
permitido ampliar considerablemente las catego-
Breve referencia histórica • rías de datos elaborados, no sólo referentes al
a publicaciones de importancia último año sino también de los precedentes, lle-
A pesar de que el estudio que realizamos se centra gándose a presentar cifras desde 1950 en algunos
primordialmente en la información estadística que de los casos.
en los campos socioeconómicos se produce y Se ha elaborado para el período 1970-1978
publica actualmente, dejaríamos un gran vacío si además de los componentes de demanda y oferta
no hacemos referencia a las publicaciones que por global, el producto e ingreso por clase de actividad
su cobertura y riqueza de los datos han cumplido económica, los ingresos y gastos del gobierno, las
un rol fundamental a lo largo de este siglo. N o s cuatro cuentas consolidadas de la nación, y se
estamos refiriendo básicamente a las publicaciones presentan series por clase de actividad económica
periódicas del órgano rector del sistema nacional y por tipo de gasto, desde 1950. Tal c o m o se
de estadística y a las cuentas nacionales. señala en los apéndices, se presentan los datos
Desde 1931 hasta 1943 la Dirección N a - tanto en términos nominales c o m o en términos
cional de Estadística publica el Extracto estadístico reales, los que junto con el análisis que los acom-
del Perú; la Dirección Nacional de Estadística y paña nos permiten tener una apreciación global de
Censos publica luego el Anuario estadística del la evolución económica de nuestro país en los
Perú, el m i s m o que de 1958 se titula Boletín de últimos años.
Estructuras nacionales 877
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

Características de las publicaciones mayoría de los casos ellas contienen cifras defi-
L a clasificación adoptada para las publicaciones nitivas, lo que hace que las publicaciones sean
que presentamos en el apéndice II corresponde a puestas a disposición de los usuarios con conside-
la de las instituciones responsables: de la Oficina rable retraso. E n algunos sectores se tiene, además
Nacional de Estadística (A), de ministerios (B), de las publicaciones anuales, otras de mayor fre-
y de otras instituciones, tanto públicas c o m o pri- cuencia donde por lo general las cifras son aún
vadas ( Q . Salvo algunas excepciones, cuya inclu- preliminares.
sión se justifica por su importancia, nos limitamos Al tiempo que transcurre hasta que los
a presentar a las principales publicaciones perió- datos están listos para en trar al proceso de publi-
dicas que contienen información socioeconómica cación, hay que añadir aquel en el que el material
con cierta regularidad en cuanto a los datos y espera debido a la escasez de recursos económicos
series presentadas. A d e m á s de señalar a la insti- y materiales a los que ya hiciéramos mención. E n
tución responsable de su publicación, presentamos casos extremos las publicaciones se ven interrum-
su periodicidad y las principales categorías de pidas, c o m o ha sucedido con algunas de las publi-
datos incluidas. caciones listadas en los apéndices que en la actua-
L a O N E tiene a su cargo la publicación de lidad no se publican aunque el material está listo,
los resultados de los censos y de las cuentas c o m o por ejemplo las de los sectores de agricultura
nacionales. Publica asimismo las estadísticas que y alimentación, de salud y turismo. E n otros casos
produce en los ámbitos demográfico y de precios. la escasez de recursos impide qué se publique toda
Se destaca la publicación del Informe trimestral, la información que se procesa, lo que obliga a
que caracteriza la situación coyuntural de la eco- recurrir a las mismas oficinas en donde se produce
nomía nacional, además de otros estudios espe- la información si se quiere tener acceso a ella.
ciales aperiódicos. El tiraje de sus publicaciones es Observamos asimismo que algunas oficinas secto-
limitado, agotándose rápidamente, pero la poca riales de estadística n o publican nada; en otros
difusión así c o m o el retraso de las publicaciones se casos la ausencia es tan sólo parcial y sólo tienen
explica principalmente por las limitaciones de re- publicaciones especiales o aperiódicas, o publica-
cursos. Consecuencia de estos problemas, el tiraje ciones que n o contienen estadísticas de carácter
oscila de número a número, en función de los socioeconómico. L o descrito sucede en los sectores
recursos con que se cuenta en cada oportunidad. de economía y finanzas, de integración, de rela-
Los sectores administrativos tienen inde- ciones exteriores, y de vivienda y construcción.
pendencia para publicar las estadísticas que ellos El tercer grupo de publicaciones, listadas
mismos producen. Y son las O S E o su equivalente en el apéndice II-C, tiene una composición bas-
las que tienen la prerrogativa de oficializar la infor- tante heterogénea tanto en lo que respecta a las
mación estadística a publicarse. E n el apéndice II-B características de las publicaciones en cuanto a su
presentamos la relación de las publicaciones de los contenido c o m o en relación a su periodicidad y
ministerios, señalando en cada caso la oficina es- difusión.
pecífica encargada así c o m o su tiraje, el que es El tiraje varía de una publicación a otra,
bastante reducido. Estas publicaciones son envia- aunque cabe hacer una generalización en el sen-
das a las distintas dependencia del gobierno y a tido que aquellas elaboradas por entidades públi-
algunas bibliotecas y centros de documentación cas tienen un tiraje m u c h o m á s reducido en rela-
especializados. Sólo en m u y contados casos que- ción con las elaboradas por las entidades privadas.
dan algunos ejemplares a la venta o para su Las primeras son de distribución gratuita o son
canje con otras publicaciones, lo que aunado al vendidas a bajos precios, mientras que las de orga-
hecho de que no todo lo que se procesa se publica o nismos privados al respecto pueden dividirse en
se llega a publicar con retraso, hace muchas veces dos grandes grupos: aquellas que responden afines
imprescindible acudir a la misma fuente genera- académicos, de investigación y de servicio a la
dora de la información, si se quiere tener acceso comunidad, que son vendidas a precios relativa-
adecuado y oportuno a ella. mente bajos, y aquellas que están destinadas a
Destacan entre estas publicaciones los mercados reducidos y selectos, por lo que el costo
anuarios de los diferentes sectores y otras publica- de las suscripciones es mucho m á s elevado.
ciones también de periodicidad anual. E n la A diferencia de las publicaciones reseñadas
878

S
en los dos grupos anteriores y salvo en m u y L a información es divulgada a través de
contadas excepciones, en éstas la información distintos medios; de publicaciones, tanto perió-
estadística n o sólo aparece en estado primario y dicas c o m o aperiódicas o irregulares. E n cuanto a
suele ir acompañada de análisis y comentarios. la forma de su presentación, las mismas pueden
Sin embargo, en general aún son escasas aquellas consistir en hojas sueltas impresas, folletos, do-
publicaciones en las que aparecen proyecciones de cumentos o libros, en las que aparecen sólo cifras
los datos estadísticos, o las mismas son una repro- o también análisis y comentarios. Los medios de
ducción de las proyecciones elaboradas por las au- comunicación constituyen también medios de
toridades gubernamentales. divulgación masiva de estadística, aunque sólo
Las principales publicaciones periódicas para el caso de las principales variables macroeco-
según las categorías de datos que predominan en nómicas e indicadores sociales que ilustran la
ellas. Observamos que son básicamente los ór- marcha del país.
ganos de Sistema Estadístico Nacional los res- D e no publicarse la información, los datos
ponsables de la publicación de las estadísticas pueden encontrarse en informes especiales de cir-
demográficas y sociales. Las entidades privadas culación restringida, en listados de computadora,
concentran su atención en las estadísticas laborales o pueden hallarse en los bancos de datos o centros
y económicas, áreas en las que son m á s numerosas de documentación con que algunos sectores cuen-
las publicaciones, tanto del S E N c o m o de las otras tan. El sector público suele tener acceso a todas
instituciones públicas y de las privadas, entre las estas formas en que se almacena la información,
que destacan los bancos, los centros académicos y incluso a la información primaria n o procesada,
de investigación, y las asociaciones gremiales. mediante permisos especiales de las autoridades
responsables.
Utilización de las estadísticas Las universidades y demás centros acadé-
socioeconómicas micos y de investigación, son también además de
instituciones generadoras de información, usuarios
Es indudable que es el gobierno el principal usua- importantes de los datos estadísticos de carácter
rio , de las estadísticas socioeconómicas básicas, socioeconómico. Los profesores e investigadores
constituyendo las mismas un elemento fundamen- por lo general tienen muchas dificultades para
tal en el proceso de toma de decisiones en la ges- conseguir los datos estadísticos, sean de fuentes
tión gubernamental. El Instituto Nacional de públicas o privadas, datos que les sirven de base
Planificación, así c o m o las distintas Oficinas Sec- tanto para el material bibliográfico que utilizan en
toriales de Planificación, constituyen también el dictado de sus cursos, c o m o para la realización
usuarios importantes de la información socioeco- de diversos estudios e investigaciones. L a oportu-
nómica, cumpliendo la misma un rol de impor- nidad en la obtención de la información suele ser
tancia en la planificación del desarrollo. un elemento clave en cuanto al éxito de sus tra-
A d e m á s de las oficinas sectoriales de pla- bajos; por tanto, por lo general son ellos quienes
nificación otras dependencias de los respectivos están obligados a acudir a las mismas fuentes pro-
sectores son también usuarias de la información. ductoras de los datos para tratar de conseguir la
E n los casos en que ella no llega a publicarse, salvo información que necesitan. Parte de ella es obte-
que sea por razones de confidencialidad de los nida mediante los canales formales establecidos,
datos, quienes trabajan en los ministerios o en otros mientras que el resto se consigue de manera in-
organismos públicos del sector, tienen libre acceso formal gracias a contactos de diversa índole.
a la información si es que acuden a los lugares en D e formalizarse el canje de publicaciones
que se elaboran y almacenan. Si se llega a difundir pueden contar con muchas de las publicaciones,
la información son ellos quienes primero reciben tanto públicas c o m o privadas; sin embargo, aún
gratuitamente las publicaciones. Asimismo, las hay m u c h o c a m p o por explotar en lo que al canje
autoridades gubernamentales de los demás sec- de publicaciones se refiere. E n algunos casos los
tores tienen también amplio acceso a la informa- estudios e investigaciones de estos centros tienen
ción. Cabe remarcar, sin embargo, que n o todos por productos finales publicaciones que son pues-
los que reciben la información estadística llegan a tas a la venta, aunque n o siempre se vuelcan en
utilizarlo o lo hacen tan sólo parcialmente. ellas toda la información estadística que se uti-
Estructuras nacionales 879
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

lizara c o m o materia prima. Esta información, así la información estadística. U n o s son sólo recopi-
c o m o aquella que no se ve plasmada en publica- ladores de información de diversos países, la que
ciones, se almacena en los mismos centros aca- publican en anuarios y boletines internacionales.
démicos o de investigación, a los cuales el acceso Los gobiernos, bancos extranjeros y organismos
es en la mayoría de los casos restringido. internacionales requieren asimismo de información
Los estudiantes constituyen otro grupo de estadística en qué basarse para el otorgamiento de
usuarios de la información estadística socioeco- préstamos o para llevar a cabo inversiones o ges-
nómica, sobre todo al llevar a cabo sus monogra- tiones de diversa índole en nuestro país. Estudiosos
fías y tesis. Estos trabajos pueden ser consultados o investigadores extranjeros son también usuarios
en las bibliotecas de los centros de estudios y en de la información estadística de nuestro país, la
algunos casos los de buena calidad llegan a publi- que utilizan para diversos estudios que se ven plas-
carse. E n oportunidades trabajan con información mados en artículos especializados, libros, tesis o
antes publicada mientras que en otras se utiliza disertaciones. Finalmente, cabe mencionar el he-
información n o divulgada; incluso aunque rara- cho de que los cuerpos diplomáticos en nuestro
mente pueden tener acceso a los datos aún n o país tienen c o m o una de sus actividades el llevar a
procesados. El acceso a esta información produ- cabo el seguimiento de las principales varia-
cida tanto por organismos públicos c o m o privados,bles sociales y económicas, reportando a sus
suele obtenerse mediante permisos especiales, bas- autoridades gubernamentales los hechos m á s
tante difíciles de conseguir por cierto. A cambio saltantes junto con resúmenes de estadísticas
del acceso a la información suelen realizar prác- confiables.
ticas sin paga o recibiendo remuneraciones m á s Se observa que existe coordinación con en-
bien simbólicas, siendo a la vez útiles a las enti- tidades públicas del sector y fuera de él, tanto por
dades generadoras de estadística las que gracias a su calidad de fuentes de información c o m o por ser
ellos logran cubrir en parte el vacío existente en usuarios de la información que se genera. Estas
relación a la escasez de recursos de que adolecen. coordinaciones responden a la necesidad de cono-
Cabe añadir que los estudiantes o egresados pue- cer la demanda de información estadística y cons-
den trabajar con información que ellos mismos tituyen la mayoría. Desde la creación del S E N a la
recolectan al realizar trabajos de campo y encues- fecha se han llevado a cabo esfuerzos considerables
tas, entre otros. con la finalidad de detectar las lagunas existentes
Los bancos, las entidades crediticias, las en la producción de estadística en relación con su
asociaciones gremiales y los colegios profesionales demanda, por lo que un cuadro con cifras m á s
son también usuarios de la información estadística actualizadas esperaríamos que tuviese cifras m u -
que reseñamos. Y en los últimos años el público cho mayores. El otro tipo de coordinaciones se
en general está mostrando m u c h o interés por co- refiere básicamente a las de asesoramiento y ca-
nocer lo que sucede en el país y de ahí el interés pacitación.
por tener acceso a la información relevante. Este N o sólo basta con conocer la demanda de
interés se acrecienta día a día, siendo su contra- información sino que es igualmente importante
parte la aparición de publicaciones en su mayoría promover su oferta, su utilización. Para ello es
de análisis de la situación coyuntural del país por necesario contar con un puente entre los organis--
las que la demanda es creciente. Este cambio de m o s generadores de la información y los usuarios
actitud es especialmente notorio en los ambientes de la misma, puente representado entre otros por
empresariales donde a diferencia de lo que sucedía los centros de documentación e información, y por
hace algún tiempo, al empresario le interesa contar las bibliotecas especializadas.
con información estadística confiable por la que Observamos que algunas de las bibliotecas
está dispuesto a pagar montos considerables. y centros de documentación corresponden a las
Ciertas publicaciones están orientadas a captar instituciones generadoras de la información esta-
mercados de altos ingresos por lo que el acceso a dística. Si bien la O N E cuenta con una biblioteca
las estadísticas que contienen queda fuera del al- que debiera contar con la información generada
cance del público en general. en todo el sistema, aún se encuentra en proceso
Los organismos internacionales con sede de implementación. N o se cuenta, sin embargo,
en nuestro país o en el extranjero también utilizan con un banco central de datos, sino que distintas
M
880

entidades poseen sus propios bancos de datos. casos están abiertos al público en general. E n otros
E n cuanto a los ministerios, aún hay muchos sólo al personal que labora en la institución o a los
que n o cuentan con bibliotecas ni archivos técni- trabajadores del sector público, salvo permisos
cos, ni m u c h o menos con bancos de datos, aunque especiales. Por último cabe señalar que para in-
se h a ido avanzando en este sentido. gresar a otros y para gozar de sus servicios habrá
C o n relación al acceso a estos lugares de de cumplirse con ciertos requisitos además de
almacenamiento de la información, en algunos pagarse ciertas cuotas de inscripción.

Apéndice I. Listado alfabético de las principales instituciones que producen y/o publican
información estadística de carácter socioeconómico

Institución Dirección Categoría de datos

A . Órgano Central del


Sistema Estadístico
Nacional

Oficina Nacional de A v . 28 de Julio 1056 Estadísticas demográficas ( A . l )


Estadística—Instituto Lima 1 Vivienda ( A . 2 . 1 )
Nacional de Planificación Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
Estadísticas gubernamentales
(B.2)
Estadísticas del sector externo
(B.3)
Precios (B.4.1)
Gastos de las familias (B.4.2)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
B . Ministerios

Ministerio de Agricultura y Jr. Cahuide 805 Estadísticas de población


Alimentación—Oficina L i m a 11 (A. 1.2)
Sectorial de Estadística Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B.l.l)
Precios (B.4.1)
Gastos de las familias (B.4.2)
Agricultura y caza (C. 1.1)
Silvicultura y extracción de
madera (C.1.2)
Agua (C. 4.3)
Ministerio de Economía y A v . Abancay s/n Cuentas nacionales (B.l)
Finanzas—Oficina de Lima 1 Estadísticas gubernamentales
Información y Estadística (B.2)
Estadísticas del sector externo
(B.3)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
Estructuras nacionales 881
de los datos socioeconómicos primarios.
VU: Perú

Ministerio de Educación. Parque Universitario s/n Estadísticas de población :


Oficina Sectorial de Lima 1 (A. 1.2)
Estadística Educación (A.2.2.1)
Estadísticas de cultura
(A.2.3.1)
Estadísticas de recreación
(A.2.3.2)
Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
5. Ministerio de Energía y Minas. Jr. Zepita 423 Cuentas nacionales: ingresos y
Dirección de Estadística Lima 1 gastos (B. 1.1)
Explotación de minas y canteras
(C.2)
Electricidad (C.4.1)
Gas (C.4.2)
Ministerio de Industria, Centro Cívico Estadísticas de comunicación de
Comercio, Turismo e Nivel 1 masas (A.2.3.3)
Integración—Secretaría Lima 1 Cuentas nacionales: ingresos y
de Estado de Comercio. gastos (B. 1.1)
Oficina Sectorial de Comercio exterior (B. 3.1)
Estadística Precios (B.4.1)
Comercio por mayor y por
menor y restaurantes y hoteles
(C.6)
7. Ministerio de Industria, Calle 1 s/n, piso 13 Cuentas nacionales: ingresos y
Comercio, Turismo e Urb. Córpac gastos (B. 1.1)
Integración—Secretaría Lima 27 Precios (B.4.1)
de Estado de Industria. Empleo y población
Oficina Sectorial de económicamente activa
Estadística (A.3.1.1)
Industrias manufactureras (C.3)
8. Ministerio de Industria, Calle 1 s/n, piso 13 Cuentas nacionales: ingresos y
Comercio, Turismo e Urb. Córpac gastos (B.l.l)
Integración—Secretaría Lima 27 Comercio exterior (B. 3.1)
de Estado de Integración. Publica información de todo tipo
Oficina Sectorial de
Estadística
9. Ministerio de Industria, Calle 1 s/n, piso 11 Migración internacional
Comercio, Turismo e Urb. Córpac (A, 1.4.2)
Integración—Secretaría Lima 27 Cuentas nacionales: ingresos y
de Estado de Turismo. gastos (B.l.l)
Oficina Sectorial de Precios (B.4.1)
Estadística. Balanza de pagos (B.3.2)
Restaurantes y hoteles (C.6.2)
Turismo (C.9.1)
882


10. Ministerio del Interior. A v . Córpac s/n Estadísticas vitales (A. 1.3)
Oficina Sectorial de Lima 27 Estadísticas de migración
Planificación. Dirección de (A. 1.4)
Estadística Servicios de salud (A.2.4.3)
Seguridad y orden público
(A.2.5)
Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
11. Ministerio de Pesquería. A v . Javier Prado Este 2465 Cuentas nacionales: ingresos y
Oficina Sectorial de Urb. San Luis gastos (B. 1.1)
Estadística Lima 34 Pesca (C. 1.3)
12. Ministerio de Relaciones Jr. Azángaro 387 Estadísticas vitales (A. 1.3)
Exteriores Lima 1 Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
Balanza de pagos (B.3.2)
13. Ministerio de Salud—Oficina A v . Brasil 2309 Estadísticas de población
Sectorial de Estadística Lima 11 (A. 1.2)
e Informática Defunciones (A. 1.3.2)
Salud (A.2.4)
Instituciones de asistencia y de
bienestar social (A.2.6.3)
Accidentes, lesiones e
incapacidades laborales
(A.3.1.5)
Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
14. Ministerio de Trabajo. Centro Cívico Comercio al por mayor y
Dirección General de Lima 1 menor (C.6.1)
Cooperativas de Servicio. Servicios comunales, sociales y
Unidad de Investigación personales (C.9.2)
y Estadística
15. Ministerio de Trabajo. Av. Salaverry, cuadra 8, Estadísticas de población
Dirección General de piso 1 (A. 1.2)
Empleo. Oficina Técnica Lima 11 Migración interna (A.l .4.1)
de Estudios de M a n o de Empleo y población
Obra ( O T E M O ) económicamente activa
(A.3.1.1)
Sueldos y salarios (A. 3.1.2)
Seguridad social (A.3.2)
Empleo en el sector público
(B.2.2)
Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
16. Ministerio de Trabajo. Pablo Bermúdez 386 Servicios de empleo (A. 3.1.4)
Dirección de Colocaciones Lima 11
Estructuras nacionales 883
de los datos socioeconómicos primarlos.
VIL Perú

17. Ministerio de Trabajo. A v . Salaverry, cuadra 8, Organizaciones sindicales y •


Oficina Sectorial de piso 4 conflictos laborales '
Planificación—Unidad Lima 11 (A.3.1.3)
de Estadísticas Sectoriales Accidentes, lesiones e
incapacidades laborales
(A.3.1.5)
Cuentas nacionales: ingresos y
gastos (B. 1.1)
Procesa información de todos
los sectores
18. Ministerio de Transportes A v . 28 de Julio 1004 Cuentas nacionales: ingresos y
y Comunicaciones— piso 4 gastos (B. 1.1)
Oficina Sectorial de Lima 1 Transportes y comunicaciones
Estadística (C.7)
19. Ministerio de Vivienda y Jr. Domingo Cueto 120 Vivienda (A.2.1)
Construcción—Oficina piso 7 Cuentas nacionales: ingresos y
Sectorial de Estadística Lima 11 gastos (B. 1.1)
Agua (C.4.3)
Construcción (C.5)
C . Otras Instituciones
20. Andean Air Mail and Jr. Carabaya 928 Estadísticas laborales (A.3.1)
Peruvian Times S . A . of. 304 Estadísticas económicas
Lima 1 Globales (B)
Estadísticas económicas por
tipo de actividad (Ç)
21. A p o y o S . A . Av. La Paz 1580 Estadísticas demográficas,
Lima 18 sociales y labor (A)
Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
22. Asesoramiento y Análisis Pablo Bermúdez 285, of. 402 Estadísticas laborales y de
Laborales S . A . Lima 11 seguridad social (A.3)
23. Asociación Electrotécnica Av. República de Chile 284 Electricidad (C.4.1)
Peruana Lima 1
24. Asociación de Exportadores Av. Las Flores 346 Exportaciones (B. 3.1.3)
Lima 27 Industria manufacturera (C.3)
25. Asociación de Relaciones Jr. Azángaro 430 Estadísticas laborales (A.3.1)
Industriales A R I Lima 1
26. Asociación Nacional de Natalio Sánchez 125 Estadísticas monetarias y
Empresas Financieras Lima 11 financieras (B. 1.3) •
Finanzas (C.8.1)
27. Banco Agrario del Perú Jr. Carabaya 593 Estadísticas económicas
piso 7 globales (B)
Lima 1 Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
884

28. Banco.Central de Reserva Jr. Miro Quesada 441 Estadísticas demográficas,


del P e r ú — B C R P Lima 1 sociales y laborales (A)
Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
29. Banco Central Hipotecario Jr. Carabaya 421 Estadísticas de vivienda (A.2.1)
del Perú Lima 1 Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
30. Banco Comercial del Perú A v . Nicolás de Piérola 1065 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
31. Banco Continental Jr. L a m p a 535 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
32. Banco de Crédito Jr. Lima 499 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
33. Banco de la Industria de la Jr. Junín 319 Estadísticas económicas
Construcción Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
34. Banco de la Nación A v . Abancay s/n Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
35. Banco de la Vivienda Jr. C a m a n á 616 Estadísticas de vivienda (A.2.1)
del Perú Lima 1 Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
36. Banco de Lima Jr. Carabaya 698 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
37. Banco de Londres y Jr. Carabaya 442 Estadísticas económicas
América del Sur Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
38. Banco Industrial del Perú Plaza Gastañeda 681 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
Estructuras nacionales 885
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

39. Banco Industrial Plaza La Merced 600 Estadísticas económicas


Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
40. Banco Minero Av. Inca Garcilazo 1472 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
41. Banco Peruano de los Jr. Lampa 560 Estadísticas económicas
Constructores Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
42. Banco Popular Jr. Huallaga 380 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
43. Banco Wiese Jr. Cuzco 245 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
44. Biblioteca Nacional Av. Abancay, 4. a cuadra Estadísticas de cultura
Lima 1 (A.2.3.1)
45. Bolsa de Valores de Lima Av. Miro Quesada 265 Estadísticas monetarias y
Lima 1 financieras (B.1.3)
46. Cámara Algodonera del Perú Av. Miro Quesada 327 Estadísticas agrícolas
Lima 1 (C.l.1.1.2)
47. Cámara de Comercio Ortiz de Zevallos 398 Estadísticas económicas
Lima 11 globales (B)
de Lima Comercio al por mayor y menor
(C.6.1)
48. Cámara de Fabricantes de Las Begonias 441 Industria manufacturera (C.3)
Autopartes Lima 27
49. Cámara Nacional de Turismo Belén 1066 Turismo (C.9.1)
Lima 1
50. Cámara Peruana de la Av. Paseo de la República 571 Construcción (C.5)
Construcción ( C A P E C O ) Lima 1 Industria (C.3)
51. Central de Cooperativas Av. G u z m á n Blanco 240 Estadísticas agrícolas
Agrarias de Producción Lima 1 (C.l.1.1.2)
Azucarera del Perú Industria manufacturera (C.3)
Ltd. n.° 69 ( C E C O A A P ) Comercio al por mayor y menor
(C.6.1)
52. Central de Trabajadores de H . Velarde 240 Estadísticas laborales (A.3.1)
la Revolución Peruana Lima 1
53. Centro de Asesoría Laboral Av. G u z m á n Blanco 462, Estadísticas laborales (A.3.1)
(CED AL) of. 402 Estadísticas económicas
Lima 1 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
886

54. Centro de Documentación y Av. Arenales 969 Estadísticas laborales (A.3.1)


Estudios Sociales (CEDES) Lima 1 Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
55. Centro de Estudios de Pachacútec 1155 Estadísticas demográficas,
Derecho y Sociedad Lima 11 sociales y laborales (A)
(CEDYS) Estadísticas económicas
globales (B)
56. Centro de Estudios de Av. Benavides 712 Estadísticas laborales ( A . 3.1)
.
Economía y Planificación dpto. 204 Estadísticas económicas
(CEDEP) Lima 18 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
57. Centro de Estudios de Av. Los Conquistadores 430 Estadísticas demográficas,
Población y Desarrollo Lima 27 sociales y laborales (A)
Estadísticas económicas
globales (B)
58. Centro de Estudios para el Av. 6 de Agosto 425 Estadísticas demográficas,
Desarrollo y la Lima 11 sociales y laborales (A)
Participación ( C E D E P ) Estadísticas económicas
globales (B)
59. Centro de Investigación La Paz 434 Estadísticas laborales ( A . 3.1)
.
Económica para la Acción of. 90 Estadísticas económicas
(CIEPA) Lima 18 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (Ç)
60. Centro Nacional de Av. Javier Prado 1358 Ciencia y tecnología (A.2.2.2)
Capacitación e Lima 27 Agricultura: producción y
Investigación para la servicios (A. 1.1.1)
Reforma Agraria
(CENCIRA)
61. Centro Nacional de Jr. Zepita 423 Ciencia y tecnología (A.2.2.2)
Productividad Lima 1 Industria (C.3)
62. Comisión Nacional Av. El Rosario 195 Estadísticas monetarias y
Supervisora de Empresas Lima 27 financieras (B. 1.3)
y Valores ( C O N A S E V )
63. Comunicación S.A. Juan Polar 195 Estadísticas laborales (A.3.1)
Lima 27 Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
64. Confederación de Ayacucho 173 Estadísticas laborales (A.3.1)
Trabajadores del Perú Lima 1
(CTP)
65. Confederación General de Plaza 2 de M a y o s/n Estadísticas laborales (A.3.1)
Trabajadores del Perú Lima 1
(CGTP)
Estructuras nacionales 887
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

66. Confederación Nacional Av. Miro Quesada 327 Agricultura y caza (C. 1.1)
Agraria Lima 1 Silvicultura y extracción de
madera ( C l . 2 )
67. Confederación Nacional de Av. Abancay 210 Estadísticas económicas
Comerciantes ( C O N A C O ) Lima 1 globales (B)
Comercio al por mayor y menor
(C.6.1)
68. Confederación Nacional de Av. 28 de Julio 565 Estadísticas laborales (A. 3.1)
Trabajadores ( C N T ) Lima 1
69. Consejo de Reajustes de Domingo Cueto 120 Precios (B.4.1)
Precios de la Construcción Lima 14 Construcción (C.5)
70. Consejo Nacional de Av. del Parque Ciencia y tecnología (A. 2.2.2)
Investigación (CNI) Norte 1172-1174
Lima 27
71. Consejo Nacional de la Calle Aldabas, 3. a cuadra Educación, ciencia y
Universidad Peruana Chama, Lima tecnología ( A . 2 . 2 )
(CONUP)
72. Contraloría General de la A . Wiese 315 Estadísticas gubernamentales:
República Lima 1 ingresos y gastos (B.2.1)
73. Corporación Financiera del Av. Garcilazo de la Vega 1456 Estadísticas monetarias y
Desarrollo ( C O F I D E ) Lima 1 financieras (B.1.3)
Estadísticas del sector externo
(B.3)
Finanzas (C.8.1)
74. Corporación Peruana de Aeropuerto Internacional Balanza de pagos (B.3.2)
Aeropuertos y Aviación Jorge Chávez Transporte aéreo (C.7.1.2)
Comercial ( C O R P A C ) Av. Elmer Faucett Turismo (C.9.1)
Callao, 2
75. D E S C O . Centro de Estudios Av. Salaverry 1945 Estadísticas sociales (A.2)
y Promoción del Desarrollo Lima 14 Estadísticas laborales (A.3.1)
Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
76. E C O , Grupo de Av. Aviación 3020 Estadísticas laborales (A.3.1)
Investigaciones of. 301 Estadísticas económicas
Económicas San Borja, Lima globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
77. Electricidad de Lima Conde de Superunda 261 Electricidad (C.4.1)
(ELECTROLIMA) Lima 1
78. Electricidad del Perú Paseo de la República 144 Electricidad (C.4.1)
(ELECTROPERU) Lima 1
79. Empresa de Administración Jr. Huancavelica 466 Vivienda ( A . 2 . 1 . 2 )
de Inmuebles del Perú Lima 1
(EMADI—PERU)
80. Empresa de Saneamiento de Av. Venezuela 812 Vivienda ( A . 2 . 1 . 2 )
Lima (ESAL) Lima Agua (C.4.3)
888

m
81. Empresa Minera del Centro Jr. Carabaya 891 Explotación de minas y
(CENTROMIN) Lima 1 canteras (C.2)
82. Empresa Minera del Hierro Paseo de la República 3587 Explotación de minas y
(HIERRO—PERU) Lima 27 canteras (C.2)
Industria manufacturera (C.3)
83. Empresa Minera del Perú Bernardo Monteagudo 222 Explotación de minas y
(MINERO—PERU) Lima 17 canteras (C.2)
Industria manufacturera (C.3)
84. Empresa Nacional de Puertos Terminal Marítimo del Comercio exterior (B.3.1)
(ENAPU—PERU) Callao, piso 3 Transporte acuático (C.7.1.3)
Callao 1
85. Empresa Nacional de Bernardo Monteagudo 210 Comercio exterior (B.3.1)
Comercialización de Lima 17 Estadísticas agrícolas
Insumos (ENCI) (C.1.1.1.2)
Comercio al por mayor y menor
(C.6.1)
86. Empresa Nacional de Jr. Ancash 207 Transporte ferroviario
Ferrocarriles del Perú Lima 1 (C.7.1.1.2)
(ENAFER—PERU)
87. Empresa Nacional de A ; Tamayo 154 Cultura, recreación y
Radiodifusión del Perú Lima 27 ' comunicación de masas
(ENRAD—PERU) (A.2.3)
88. Empresa Nacional de Las Begonias 475, Comunicaciones (C.7.2)
Telecomunicaciones piso 5
(ENTEL—PERU) Lima 27
89. Empresa Nacional de Jr. Junín 455 Restaurantes y hoteles (C.6.2)
Turismo ( E N T U R — Lima 1 Turismo (C.9.1)
PERU)
90. Empresa Pesquera del Perú Av. Javier Prado Este 2465 Pesca (C. 1.3)
de Producción de Harina Lima 30 Industria manufacturera-(C.3)
y Aceite de Pescado
(PESCA—PERU)
91. Empresa Pública de Av. 28 de Julio 715 Exportaciones (B. 3.1.3)
Comercialización de Lima 1 Pesca (C. 1.3)
Harina y Aceite de Pescado Industria manufacturera (C.3)
(EPCHAP)
92. Empresa Pública de Servicios Av. Javier Prado Este 2465 Pesca (C. 1.3)
Pesqueros (EPSEP) Lima 20 Industria manufacturera (C.3)
93. Empresa.Siderúrgica del Av. Tacna 543 Industria manufacturera (C.3)
Perú ( S I D E R P E R U ) Lima 1 Construcción (C.5)
94. Escuela de Administración Av. L a Molina Estadísticas económicas
de Negocios para Lima globales (B)
Graduados (ESAN) Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
95. Fondo Nacional de Salud y Av. Salaverry, cuadra 8 Salud (A.2.4)
Bienestar Social Lima 1 Servicios sociales (A.2.6)
Estadísticas de seguridad social
(A.3.2)
Estructuras nacionales 889
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

96. Guardia Civil del Perú A v . E . Canaval s/n Seguridad y orden público
Lima (A.2.5)
97. Industrias del Perú Calle 7, n.° 229 Industria manufacturera (C. 3)
(INDUPERU) Lima 12
98. Instituto Científico y Malecón Balta 758 Ciencia y tecnología (A. 2.2.2)
Tecnológico Minero Lima 18 Explotación de minas y
(INCITEMI) canteras (C. 2)
Industria manufacturera (C.3)
99. Instituto de Estudios Horacio Urteaga 694 Estadísticas demográficas,
Peruanos (IEP) Lima 11 sociales y laborales (A)
Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
100. Instituto de Geología y Pablo Bermúdez 211 Ciencia y tecnología ( A . 2 . 2 . 2 )
Minería Lima 11 Explotación de minas y
canteras (C. 2)
101. Instituto de Investigaciones A v . L a Universidad 595 Ciencia y tecnología ( A . 2 . 2 . 2 )
Agro Industriales Lima 12 Agricultura: producción y
servicios (C. 1.1.1)
102. Instituto de Investigaciones Jr. Francisco Masías 370 Ciencia y tecnología ( A . 2 . 2 . 2 )
Energéticas y Servicios de Lima 14 Electricidad (C.4.1)
Energía Eléctrica (INIE)
103. Instituto de Investigación A . Salazar 409 Estadísticas de población
Nutricional Lima 27 (A. 1.2)
Ciencia y tecnología ( A . 2 . 2 . 2 )
Salud (A.2.4)
Servicios sociales (A,2.6)
104. Instituto de Investigación Morelli, 2. a cuadra Ciencia y tecnología (A. 2.2.2)
Tecnológica, Industrial y Lima 27 Industria manufacturera (C.3)
Normas Técnicas
(ITINTEQ
105. Instituto de Nutrición Tizón y Bueno 276 Estadísticas de población
Lima 11 (A.1.2)
Salud (A.2.4)
Servicios sociales (A.2.6)
106. Instituto de Salud Pública A v . Salaverry, 8.* cuadra Salud (A.2.4)
Lima Il-
107. Instituto de Urbanismo y las Olmos 117 Estadísticas de viviendas
Planificación del Perú Lima 11 (A.2.1.2)
Construcción (C.5)
108. Instituto del M a r del Perú Esq. Gamarra y Gral del Valle Pesca (C. 1.3)
(IMARPE) Callao 5
109. Instituto Internacional de A v . Petit Thouars 3899 Estadísticas demográficas,
Investigación y Acción Lima 27 sociales y laborales (A)
para el Desarrollo ( I N D A ) Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
890

Îtl
110. Instituto Nacional de Av. G u z m á n Blanco 298 Empleo en el sector público
Administración Pública Lima 1 (B.2.2)
(INAP) Otras estadísticas
gubernamentales (B.2.3)
111. Instituto Nacional de Av. San Martín 685 Servicios sociales (A.2.6)
Asistencia y Promoción Lima 21
del Menor y de la Familia
(INAPROMEF)
112. Instituto Nacional de Becas Av. Salaverry 3285 Estímulos educativos
y Crédito Educativo Lima 27 (A.2.2.1.6)
(INABEC)
113. Instituto Nacional de Jr. Ancash 390 Estadísticas de cultura
Cultura Lima 1 (A.2.3.1)
Estadísticas de recreación
(A.2.3.2)
114. Instituto Nacional de Av. Juan Pezet 1907 Ciencia y tecnología (A.2.2.2)
Investigación y Lima 27 Comunicaciones (C. 7.2)
Capacitación de
Telecomunicaciones
(INICTEL)
115. Instituto Nacional de Van de Velde 160 Educación, ciencia y tecnología
Investigación y Desarrollo Lima 27 (A.2.2)
de la Educación (INEDE)
116. Instituto Nacional de A v . República de Chile 262 Estadísticas económicas
Planificación (INP) Lima 11 globales (B)
Tablas de insumo producto
(B.1.2)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad ( Q
117. Instituto Nacionalde Estadio Nacional, puerta 29 Educación (A.2.2.1)
Recreación, Educación Lima 1 Estadística de recreación
Física y Deportes (A.2.3.2)
(INRED)
118. Instituto Nacional de Ministerio de Educación Educación (A.2.2.1)
Teleducación Parque Universitario Cultura, recreación y
Lima 1 comunicación de masas
(A.2.3)
119. Instituto Peruano de Av. José Pardo 610 Estadísticas demográficas,
Administración de Lima 18 sociales y laborales (A)
Empresas (IPAE) Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (Ç)
120. Instituto Peruano de Jr. A . Wiese 515 Estadísticas monetarias y
Derecho y Técnica Lima 1 .financieras (B.1.3)
Bancada Finanzas (C.8.1)
Estructuras nacionales 891
de los datos socioeconómicos primarios.
VIL Perú

121. Junta del Acuerdo de Paseo de la República 3895 Estadísticas económicas


Cartagena ( J U N A C ) Lima 27 globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
122. Minero Perú Comercial Scipión Liona 350 Estadísticas del sector externo
(MINPECO) Lima 18 (B.3)
Explotación de minas y
canteras (C.2)
Industria manufacturera (C.3)
123. Oficina Central de Jr. de la Unión 264 Estadísticas de comunicación de
Información (OCI) Lima 1 masas ( A . 2 . 3 . 3 )
124. Oficina del Primer Ministro Palacio de Gobierno Estadísticas socioeconómicas
Calle Pescadería globales (A, B , Q
Lima 1
125. Oficina Nacional de Natalio Sánchez 220 Estadísticas de población
Apoyo Alimentario Lima 11 (A. 1.2)
Gastos de las familias (B.4.2)
Agricultura: producción y
servicios (C. 1.1.1)
126. Organismo Regulador de Garcilazo de la Vega 1168 Precios (B.4.1)
Tarifas de Transporte Lima 1 Transporte terrestre (C. 7.1.1)
(ORETT)
127. Petróleos del Perú Av. Paseo de la República 3361 Explotación de minas y
(PETROPERU) Lima 27 canteras (C.2)
Industria manufacturera (C.3)
Gas(C.4.2)
128. Poder Judicial. Oficina de A v . Paseo de la República s/n Seguridad y orden público
Estadísticas Lima 1 (A.2.5)
129. Policía de Investigación A v . España, 4 . a cuadra Seguridad y orden público
del Perú Lima 1 (A.2.5)
130. Proyección S . R . L . A v . Garcilazo de la Vega 911 Servicios comunales, sociales y
Of. 501 personales (C.9.2)
Lima 1
131. Seguro Social del Perú A v . Grau 351 Salud ( A . 2 . 4 )
Lima 1 Estadísticas de seguridad social
(A.3.2)
132. Servicio de Parques A v . Arenales 371 Estadísticas de vivienda
(SERPAR) Lima 1 (A.2.1.2)
Estadísticas de recreación
(A.2.3.2)
133. Servicio Nacional de K m . 15,2 Autopista a Ancón Educación, ciencia y tecnología
Adiestramiento en Lima 1 (A.2.2)
Trabajo Industrial
(SENATI)
134. Sistema Nacional de Coronel Inclán 831 Estadísticas económicas por tipo
Propiedad Social Lima 18 de actividad (C)
(SINADEPS)
135. Sociedad de Beneficiencia Carabaya 641 Salud (A.2.4)
Pública de Lima Lima 1 Servicios sociales ( A . 2 . 6 )
892

136. Sociedad de Industrias Los Laureles 365 Industria manufacturera (C.3) ;


Lima 27
137. Sociedad Nacional de A v . Nicolás de Piérola 917 Explotación de minas y
Minería y Petróleos Lima 1 canteras (C.2)
138. Sociedad Nacional de A v . Garcilazo de la Vega 911 Pesca (C. 1.3)
Pesquería Lima 1
139. Superintendencia de Banca Jr. Huancavelica 240 Estadísticas monetarias y
y Seguros Lima 1 financieras (B.1.3)
Finanzas y seguros (C.8)
140. TELECENTRO Jr. de la Unión 234 Cultura, recreación y
Lima 1 comunicación de masas
(A.2.3)
141. Universidad Católica del Av. Bolívar s/n Estadísticas laborales (A.3.1)
Perú—Centro de Lima 21 Estadísticas económicas
Investigaciones Sociales, globales (B)
Económicas, Políticas y Estadísticas económicas por tipo
antropológicas (CISEPA) de actividad ( Q
142. Universidad del Pacífico, A v . Salaverry 2020 Estadísticas laborales (A.3.1)
Centro de Investigación. Lima 11 Estadísticas económicas
(CIUP) globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)
143. Vernal Consultores S . A . A v . Manco Cápac 639 Estadísticas laborales (A.3.1)
Lima 13 Estadísticas económicas
globales (B)
Estadísticas económicas por tipo
de actividad (C)

Apéndice II. Listado alfabético de publicaciones con información estadística socioeconómica

Categoría
Título de la publicación Periodicidad de datos

A . De la Oficina Nacional de Estadística—ONE (1)


Boletín de Análisis Demográfico, Anual A.l
Censo Nacional de Población Irregular A.l.l
Censo Nacional de Vivienda Irregular A.2.1.1
Cuentas Nacionales del Perú Anual A, B, C
índice Global de Precios al por Mayor Trimestral B.4.1
índices de Precios al Consumidor Mensual B.4.1
índices de Precios al por Mayor: construcción y mano de obra Trimestral B.4.1
índices de Precios al por Mayor: productos agrícolas Trimestral B.4.1
índices de Precios al por Mayor: productos pecuarios Trimestral B.4.1
Informe Estadístico Trimestral A.l.3, B, C
Estructuras nacionales 893
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

Título de la publicación Institución Periodicidad Tiraje Categorías de los datos

B . Ministerios
Anuarios de Estadística Ministerio de Energía Anual 300 C.4.1
Eléctrica y Minas (5)
Anuario de la Mineria Ministerio de Energía Anual 300 C.2,C3
del Perú y Minas (5)
Anuario del Petróleo Ministerio de Energía Anual 300 C.2, C.3, C.4.2
del Perú y Minas (5)
Anuario Estadístico Ministerio de Agricultura Anual 300 C . l . l . C . 1 . 2 , C.4.3
Agropecuario y Alimentación (2)
Anuario Estadístico de Ministerio de Industria, Anual 300 B.3.1
Comercio Exterior Comercio, Turismo e
Integración (MICTI),
Secretaría de Estado de
Comercio (6)
Anuario Estadístico de Ministerio de Trabajo,, Anual 300 C.6.1, C . 9 . 2
Cooperativas Dirección General de 200
Cooperativas de
Servicio (14)
Anuario Estadístico de MICTI—Secretaría de Anual 600 A . I . 4 . 2 . B . 4 . l.B.3.2
Turismo Estado de Turismo (9)
Anuario Estadístico del Ministerio del Anual 100 A . 2 . 3 , A . 1 . 4 ,^ . 2 . 4 . 3 ,
Sector Interior Interior (10) A.2.5
Anuario Estadístico del Ministerio de Trabajo, Anual 300 A . 1 . 2 , A . 1 . 4 ..1, A . 3 . 1 . 1 ,
Sector Trabajo Dirección General del A . 3 . 1 . 2 , A . 3 .,1.4, A . 3 . 2 .
Empleo (15) B.2.2
Anuario Estadístico Ministerio de Anual 350 C.1.3
Pesquero Pesquería (11)
Balanza Comercial por MICTI—Secretaría de Semestral 250 B.3.1
Zonas Económicas Estado de Comercio (6)
(fascículos por zonas
económicas)
Boletín Estadístico de MICTÍ—Secretaría de Semestral 300 B.3.1
Comercio Exterior Estado de Comercio (6)
Boletín Estadístico de MICTI—Secretaría de Trimestral 200 C.6.2.C.9.1
Turismo Estado de Turismo (9)
Boletín Estadístico Ministerio de Salud (13) Mensual 800 A . 1 . 2 . A . 1 . 3 .2, A . 2 . 4 ,
Mensual A.2.6.3, C . 6 . 1 , C . 9 . 2
Boletín Mensual de Bienes MICTI—Secretaría de , Mensual 200 C.6.1
de Consumo Final Estado de Comercio (6)
Boletín Mensual de MICTI—Secretaría de Mensual 250 B.3.1.3
Exportaciones Estado de Comercio (6)
Autorizadas
Comercio Interior por MICTI—Secretaría de Semestral 150 B.4.1, C.6.1
rama de Actividad Estado de Comercio (6)
Económica
Compendio Estadístico Ministerio de Anual 300 C.7
del Sector Transporte Transporte y
y Comunicaciones Comunicaciones (18)
894

ütfc
Directorio Estadístico Míen—Secretaría de Anual 600 C.6.2, C.9.1
de Establecimientos de Estado de Turismo (9)
Hospedaje
Encuesta Mensual al MICTI—Secretaría de Mensual 100 C.6.1
Comercio Minorista: Estado de Comercio (6)
Avance Estadístico
Estadística de Comercio MICTI—Secretaría de Anual 500 B.3.1.3
Exterior Estado de Comercio (6)
Estadística de la MICTI—Secretaría de Anual 250 C.9.2
Comunidad Industrial Estado de Industria (7)
Estadística de Peaje Ministerio de Anual 300 B.4.1.C.7.1
Transportes y
Comunicaciones (18)
Estadística de Recursos Ministerio de Anual 300 A.3.1.1.C.7.1
Humanos del Sector Transportes y
Transporte Comunicaciones (18)
Estadísticas Ministerio de Anual 300 A.2.2.1
Departamentales Educación (4)
Estadística Industrial: MICTI—Secretaría de Anual 300 C.3
por Departamentos Estado de Industria (7)
Estadística Industrial: MICTI—Secretaría de Anual 500 C.3
por Grupos C H U Estado de Industrias (7)
Estadísticas por Zonas Ministerio de Anual 300 A.2.2.1
de Educación Educación (4)
Estimación del Parque Ministerio de Anual 300 C.7.1
Automotor Transportes y
Comunicaciones (18)
Folleto de Divulgación Ministerio de Anual 1000 C.7
Estadística Transportes y
Comunicaciones (18)
Indicadores del Sector MICTI—Secretaría de Trimestral 250 C.3
Manufacturero Estado de Industria (7)
índices de Precios de Míen—Secretaría de Semestral 200 B.3.1.2.B.3.4.B.4.1
Importación Estado de Comercio (6)
Informativo Estadístico MICn—Secretaría de Semestral 250 C.3
Industrial Estado de Industria (7)
Informefinalde los Ministerio de Anual 100 C.7.2
Resultados de Tráfico Transportes y
Postal Comunicaciones (18)
Movimiento de Viajeros MICn—Secretaría de Anual 600 C.6.2, C.9.1
en los Establecimientos Estado de Turismo (9)
de Hospedaje
Parte Anual de Cetáceos Ministerio de Anual 60 C.1.3
Pesquería (11)
Parte Anual de la Ministerio de Anual 60 C.1.3, C.3
Industria de Enlatado Pesquería (11)
de Pescado y Mariscos
Parte de Venta de Ministerio de Mensual 60 B.3, C.1.3, C.3
Harina de Pescado Pesquería (11)
Estructuras nacionales 895
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

Parte Mensual de Ministerio de Mensual 60 C.1.3, C . 3


Actividades del Sector Pesquería (11)
Pesquero
Parte Semestral de Ministerio de Semestral 60 C.1.3, C . 3
Alimentos Balanceados Pesquería (11)
Parte Semestral de Ministerio de Semestral 60 C.1.3, C . 3
Harina y Aceite de Pesquería (11)
Pescado
Precios Obtenidos de las MICTI—Secretaría de Semestral 250 B.3.1.3
Exportaciones de Estado de Comercio (6)
Productos
Principales Productos MICTI—Secretaría de Anual 250 C.3
Industriales. Estado de Industria (7)
1. Industria de Alimentos
Principales Productos MICTI—Secretaría de Anual 250 C.3
Industriales. Estado de Industria (7)
2. Industria de Bebidas
y Tabaco
Principales Productos MICTI—Secretaría de Anual 250 C.3
Industriales Estado de Industria (7)
3. Industria de Artículos
metálicos, maquinaria
no eléctrica y aparatos
eléctricos y transporte
Principales Productos MICTI—Secretaría de Anual 250 C.3
Industriales Estado de Industria (7)
4. Industria de Minerales
no Metálicos, Industrias
Metálicas básicas
Principales Productos MICTI—Secretaría de Anual 250 C.3
Industriales Estado de Industria (7)
5. Industria del Cuero,
Madera, Papel e
Imprenta
Principales Productos MICn—Secretaría de Anual 250 C.3
Industriales Estado de Industria (7)
6. Industria Química y
Derivados del Petróleo
Principales Productos MICTI—Secretaría de Mensual 250 C . 3
Industriales Estado de Industria (7)
7. Industria Textil,
Calzado y Diversos
Síntesis Económica del MICTI—Secretaría de Mensual 200 B, C
Grupo Andino Estado de Integración (8)
Sistema Nacional de Ministerio de 30-50 C.l.1.1.2
Estadística Alimentaria. Agricultura y
SINEA—Subsistema 1 : Alimentación (2)
Unidades Agropecuarias.
Boletín Estadístico
Mensual
896

M
SINEA—Subsistema 1: Ministerio de Trimestral 30-50 C . 1.1.1.2
Boletín Estadística Agricultura y
Trimestral Alimentación (2)
SINEA—Subsistema 1: Ministerio de Mensual 30-50 C . 1.1.1.2
Boletín Analítico MensualAgricultura y
Alimentación (2)
SINEA—Subsistema 2: Ministerio de Mensual 30-50 C . 1.1.1.2
Costos de Producción, Agricultura y
Muéstreos de Alimentación (2)
Rendimiento e
Información para
Análisis y Estudios.
Boletín Estadístico
Mensual
SINEA—Subsistema 2: Ministerio de Trimestral 30-50 C . 1.1.1.2
Boletín Estadístico Agricultura y
Trimestral Alimentación (2)
SINEA—Subsistema 2: Ministerio de Mensual 30-50 C . 1.1.1.2
Boletín Analítico Agricultura y
Mensual Alimentación (2)
SINEA—Subsistema 3: Ministerio de Mensual 30-50 C.l.1.1.2, C.6.1
Granjas Avícolas, Agricultura y
Granjas de Porcinos, Alimentación (2)
Centros de Engorde,
Establos Lecheros,
Plantas de Incubación,
Distribuidores de
Alimentos Balanceados,
Hojas Informativas
Mensuales
SINEA—Subsistema 3: Ministerio de Mensual 30-50 C.l.1.1.2
Boletín Analítico Agricultura y
Mensual Alimentación (2)
SINEA—Subsistema 4: Ministerio de Quincenal 30-50 C.l.1.1.2, C . 3
Fábricas de Alimentos Agricultura y
Balanceados, Informa Alimentación (2)
Quincenal
SINEA—Subsistema 4: Ministerio de Mensual 30-50 C.l.1.1.2, C.3
Plantas Procesadoras de Agricultura y
Leche Pasteurizada. Alimentación (2)
Informe Mensual
SINEA—Subsistema 4: Ministerio de Mensual 30-50 C . 1.1.1.2, C . 3
Plantas Procesadoras de Agricultura y
Leche Enlatada. Alimentación (2)
Informe Mensual
SINEA—Subsistema 5: Ministerio de Semanal 30-50 C.l.1.1.2
Canales. Boletín Agricultura y
Semanal Alimentación (2)
Estructuras nacionales 897
de los datos socioeconómicos primarios.
VII: Perú

SINEA—Subsistema 5: Ministerio de Diario 30-50 C.1.1.1.2, C.6.1


Mercados (Lima Agricultura y
Metropolitana). Alimentación (2)
Boletín Diario
SINEA—Subsistema 5: Ministerio de Semanal 30-50 C.l.1.1.2, C.6.1
Mercados (Lima Agricultura y
Metropolitana). Alimentación (2)
Resumen Semanal
SINEA—Subsistema 5: Ministerio de Diario 30-50 C.l.1.1.2, C.6.1
Mercados (Nivel Agricultura y
Nacional). Boletín Alimentación (2)
Diario
SINEA—Subsistema 6: Ministerio de Quincenal 30-50 C.l.1.1.2, C.6.1
Plantas Procesadoras de Agricultura y
Aceites y Grasas. Alimentación (2)
Informe Quincenal
SINEA—Subsistema 6: Ministerio de Quincenal 30-50 C.l.1.1.2, C . 3
Plantas Procesadoras de Agricultura y
Avenas. Informe Alimentación (2)
Quincenal
SINEA—Subsistema 6: Ministerio de Quincenal 30-50 C.l.1.1.2, C . 3
Plantas Industriales de Agricultura y
Fideos. Informe Alimentación (2)
Quincenal
SINEA—Subsistema 7: Ministerio de Diario 30-50 B.4.2, C.l.1.1.2, C.6.1
Consumo (Lima Agricultura y
Metropolitana). Informe Alimentación (2)
Diario
Situación de la Actividad MICn—Secretaría de Mensual 250 C.3
Industrial. Avance de Estado de Industrias (7)
Resultados
Situación Ocupacional Ministerio de Trabajo. Anual 300 A . 1 . 2 , A . 1 . 4 . 1 . A . 3 . 1 . 1 ,
del Perú Dirección General de A.3.1.2.A.3.1.4.A.3.2,
Empleo (15) B.2.2

Titulo de la publicación Institución Periodicidad Categorías de datos

C . Otras Publicaciones

Actualidad Económica del Centro de Asesoría Laboral Mensual A.3.1.B, C


Perú (CEDAL)(53)
Análisis Económico- Banco Agrario del Perú (27) Mensual B , B.1.3, C , C.l.l, C . 1 . 2
Financiero de las
Operaciones Mensuales
Análisis Laboral Asesoramiento y Análisis Mensual A.3
Laborales S.A. (22)
Andean Report Andean Air Mail and Mensual A.3.1.B, C
Peruvian Times S.A. (20)
898

Anuario del Cooperativismo Proyección S.R.L. (130) Anual C.9.2


Peruano
Anuario Estadístico de Central de Cooperativas Anual C.l.1.1.2, C . 3 , C.6.1
Comercialización. Informe Agrarias de Producción
anual de operaciones de Azucarera del Perú
producción de la industria ( C E C O A A P ) (51)
azucarera peruana
Anuario Estadístico de la Policía de Investigación del Anual A.2.5
Policía de Investigaciones Perú (PIP) (129)
del Perú
Anuario Estadístico PolicialGuardia Civil del Perú (69) Anual A.2.5
Anuarium de la Cámara Peruana de la Anual B.4.1, C . 5
Construcción Construcción ( C A P E C O )
(50)
Boletín Banco Central de Reserva Mensual B.1.3, B.3, B.4.1
del Perú (BCRP) (28)
Boletín Cámara de Fabricantes de Mensual C.3
Autopartes (48)
Boletín Centro de Documentación y Bimestral A.3.1.B.C
Estudios Sociales ( C E D E S )
(54)
Boletín Empresa Minera del Perú Mensual C.2
( M I N E R O - P E R U ) (83)
Boletín Empresa Nacional de Trimestral A.3.1.C.7.1.3
Puertos ( E N A P U - P E R U )
(84)
Boletín Instituto del M a r del Perú Mensual C.1.3
( I M A R P E ) (108)
Boletín Sociedad Nacional de Quincenal C.1.3
Pesquería (138)
Boletín Algodonero Empresa Nacional de Bimensual B.3.1.3, B.3.4, C.l.1.1.2
Comercialización de
Insumos (ENCI) (85)
Boletín Bursátil Bolsa de Valores de Mensual B.1.3, C.8.1
Lima (45)
Boletín de Estadísticas E N C I (85) Anual B.3.1, C.l.1.1.2, C.6.1
Boletín de Noticias Minero Perú Comercial Semanal B.3.1.3, C . 2
(122)
Boletín Diario Bolsa de Valores de Diario B.1.3, C.8.1
Lima (45)
Boletín Económico- Corporación Financiera del Diario B.1.3.B.3.4
Financiero Desarrollo ( C O F I D E ) (73)
Boletín Estadístico Banco de la Vivienda. Mensual A.2.1.2.B, B.1.3
Departamento de Estudios
Económicos (35)
Boletín Estadístico Consejo Nacional de la Mensual A.2.2
Universidad Peruana
( C O N U P ) (71)
Estructuras nacionales 899
de los datos socioeconómicos primarios.
VIL Perú

Boletín Estadístico Corporación Peruana de Trimestral B.3.2, C.l.1.2, C.9. 1


Aeropuertos y Aviación
Civil ( C O R P A Q (74)
Boletín Estadístico Empresa de Administración Trimestral A.2.1.2
de Inmuebles del Perú
( E M A D I - P E R U ) (79)
Boletín Estadístico Seguro Social del Perú (131) Anual A.2.3.A.3.2
Boletín Estadístico Banca Superintendencia de Banca Trimestral B.1.3, C . 8
y Seguros y Seguros (139)
Boletín Estadístico del Comisión Nacional Mensual B.1.3
Mercado de Valores Supervisora de Empresas y
Valores ( C O N A S E V ) (62)
Boletín Mensual Cámara de Comercio de Mensual B,B.4.1,C.6.1
Lima (47)
Boletín Mensual C O F I D E (73) Mensual B.1.3, C.8.1
Boletín Mensual E M A D I - P E R U (79) Mensual A.2.1.2
Boletín Mensual Superintendencia de Banca Mensual B.1.3
y Seguros (139)
Boletín Peruano de Vernal Consultores S . A . Mensual B.3.1.2
Importaciones (143)
Boletín Semanal Cámara de Comercio de Semanal B,B.4.1,C.6.1
Lima (47)
Boletín Semanal Sociedad de Industrias (136) Semanal C.3
CI Diario B C R P (28) Diario B.1.3.B.3
Carta Económica del Perú Vernal Consultores S . A . Mensual A.3.1.B, C
(143)
Catálogo Peruano de la C A P E C O (50) Bimestral B.4.1.C.5
Construcción
CENTROMIN Empresa Minera del Centro Bimensual C.2
( C E N T R O M I N ) (81)
Compendio Estadístico Empresa Pesquera del Perú Anual C.1.3, C.3
Pesquero (PESCA-PERU) (90)
Conferencia Anual de Instituto Peruano de Anual A, B, C
Ejecutivos (CADE) Administración de
Empresas (119)
Cuenta General de la Contraloría General de la Anual B.3.1
República República (72)
Datos Estadísticos Electricidad de Lima Anual C.4.1
( E L E C T R O - L I M A ) (77)
Datos Estadísticos sobre Superintendencia de Banca Trimestral C.8.2
Operaciones de las y Seguros (139)
Compañías de Seguros
Economía Universidad Católica del Semestral A.3.1, C
Perú (141)
Electrotécnica Asociación Electrotécnica Trimestral C.4.1
Peruana (23)
El Exportador Peruano Asociación de Exportadores Semanal B.3.1.3, C . 3
( A D E X ) (24)
900

Estadística Semanal Superintendencia de Banca Semanal B.1.3


y Seguros (139)
Estadística Trimestral Superintendencia de Banca Trimestral B.1.3
y Seguros (139)
Esto es CENTROMIN C E N T R O M I N (81) Semestral C.2, C.3
Estudios Económicos Banco de Crédito (32) Trimestral A.3.1.B, C
Estudios Económicos: Banco de la Vivienda (35) Mensual A.2.1, A . 3 . 1 . B , C
Boletín Estadístico
Estudios Económicos: Banco Industrial del Semestral A . 3 . 1 . B , C , C.3
Situación de la Industria Perú (38)
Manufacturera
Finanzas Internacionales C O F I D E (73) Semanal B.1.3.B.3
Gerencia Instituto Peruano de Mensual B,C
Administración de Empresas
(IPAE)(119)
Grupo Andino: Carta Junta de Acuerdo de Mensual B,C
Informativa Oficial Cartagena ( J U N A Q (121)
índice Económico Mensual Banco Continental (31) Mensual B, C
índice de Precios de la Consejo de Reajuste de Mensual B.4.1.C.5
Construcción Precios de la Construcción (69)
Industria Peruana Sociedad de Industrias (136) Mensual C.3
Informativo C A P E C O (50) Quincenal C.5
Informativo Político Centro de Estudios y Mensual A.3.1.B, C
Promoción del Desarrollo
(DESCO) (75)
Informativo Quincenal Sociedad Nacional de Quincenal C.2
Minería y Petróleo (137)
Informe de la Economía Centro de Investigación Anual A.3.1.B, C
Peruana Económica para la Acción
(CIEPA) (59)
Informe Semestral de C E C O A A P (51) Semestral C.1.1.1.2, C.3
Operaciones
Informe Trimestral de la CIEPA (59) Trimestral A.3.1.B, C
Economía Peruana
La Economía Peruana, Universidad del Pacífico Anual A.3.1.B, C
Análisis de Coyuntura (142)
Económica
Memoria Banco Agrario (27) Anual B, B.1.3, C , C.l.l, C.l .2
Memoria B C R P (28) Anual A, B , C
Memoria Banco Central Hipotecario Anual A.2.1.2, B , B.1.3, C
del Perú (29)
Memoria Banco Comercial del Anual B.B.1.3, C
Perú (30)
Memoria Banco Continental (31) Anual B,B.1.3,C
Memoria Banco de Crédito (32) Anual B.B.1.3, C
Memoria Banco de la Industria de la Anual B.B.1.3, C,C.5
Construcción (33)
Memoria Banco de la Nación (34) Anual B,B.1.3,C
Estructuras nacionales 901
de los datos socioeconómicos primarios.
VIL Perú

Memoria Banco de la Vivienda del Anual A.2.1.2, B , B.1.3, C


Perú (35)
Memoria Banco de Lima (36) Anual B.B.1.3, C
Memoria Banco Industrial del Perú Anual B, B.1.3, C , C . 3
(38)
Memoria Banco Internacional (39) Anual B, B.1.3, C
Memoria Banco Minero del Perú (40) Anual B, B.1.3, C , C . 2
Memoria Banco Peruano de los Anual B.B.1.3, C, C.5
Constructores ( B A N P E C O )
(41)
Memoria Banco Popular (42) Anual B.B.1.3, C
Memoria Banco Wiese (43) Anual B, B.1.3, C
Memoria C O N U P (71) Anual A.2.2
Memoria E N A P U - P E R U (84) Anual B . 3 . 1 , C.7.1.-3
Memoria ENCI (85) Anual B.3.1, C.l.1.2, C.6.1
Memoria Empresa Nacional de Anual C.7.2
Telecommunicaciones del
Perú (ENTEL-PERU) (88)
Memoria Superintendencia de Banca Anual B.B.1.3, C, C.8
y Seguros (139)
Minero Perú Comercial Minero Perú (83) Mensual B.3, C . 2 , C . 3
Movimiento de Valores Bolsa de Valores (45) Mensual B.1.3, C.8.1
Registrados
Nota Semanal B C R P (28) Semanal B, C
Perú Económico Apoyo S.A. (21) Mensual A,B, C
Perú en Cifras Apoyo S.A. (21) Anual A,B, C
Perú en Cifras Banco Continental (31) Anual A, B, C
Perú Exporta ADEX(24) Mensual B.3.1.3, C . 3
Peru in Brief Banco Popular (42) Anual A, B, C
Plan Nacional de DesarrolloInstituto Nacional de Anual A,B, C
Planificación (116)
Realidad Comunicación S.A. (63) Mensual A.3.1, B , C
Reporte Económico Sociedad Nacional de Mensual C.2
Minería y Petróleo (137)
Reseña Económica B C R P (28) Trimestral B, C
Resumen Semanal D E S C O (75) Semanal A.3.1.B, C
Review Banco de Londres y Semestral B, C
América del Sud (37)
Revista Asociación de Relaciones Mensual A.3.1
Industriales (ARI) (25)
Revista Peruana de Derecho Instituto Peruano de Semestral B.1.3, C.8.1
Bancário Derecho y Técnica
Bancaria (120)
La Situación Económica Banco Continental (31) Trimestral B, C
del Perú
La Situación Económica Banco de Crédito (32) Bimensual B, C
Nacional
Urbanismo y Planificación Instituto de Urbanismo y Bimensual A.2.1.2, C . 5
Planificación del Perú (107)
£1 ámbito
de las ciencias
sociales
Sobre el concepto de tribu

André Béteille*

L a Constitución de la India reconoce expresa- tificadas e inscritas c o m o tribus catalogadas. Pero


mente a una categoría de población bajo el epí- esto es rehuir el verdadero problema, pues difí-
grafe de "tribus catalogadas", e incluye cláusulas cilmente se puede suponer que la lista misma sea
especiales para su representación política y su una colección fortuita de comunidades reunidas
bienestar económico y social. Las tribus catalo- en ella sin atender a criterios racionales de clasi-
gadas y las castas catalogadas constituyen los dos ficación. A decir verdad, los criterios aplicados han
componentes principales de las clases atrasadas sido varios y diversos, no siempre han guardado
respecto a las que el gobierno de la India ha adop- relación entre sí, y con m á s frecuencia se han m a n -
tado una política de discriminación protectora. tenido implícitos que formulados explícitamente.
Esta política tiene varias implicaciones, y de L a lista de tribus catalogadas actualmente
cuando en cuando se plantean interrogantes en en vigor ha sido elaborada gracias a los esfuerzos
cuanto a la base exacta de la identidad social de las de varias personas desde hace m á s de cien años.
comunidades cuyos miembros son sus beneficia- E n el siglo xix, los funcionarios de la administra-
rios. Tales cuestiones se llevan ante los tribunales, ción británica de la India solían combinar las
y algunos juristas por lo menos parecen presumir obligaciones de su cargo con las amenidades de la
que debe haber una respuesta clara a la pregunta etnografía. Sus actividades produjeron un extenso
sobre qué es lo que constituye una tribu dentro de acervo de memorias, manuales y nomenclátores
la ciencia del sociólogo o del antropólogo social. dedicados a la enumeración y descripción de los
Los antropólogos vienen discutiendo acerca pueblos de la India. El censo decenal deparaba a
de la definición de tribu desde la época de Lewis estos etnógrafos-administradores oportunidades
Henry Morgan, pero en estos debates generales para ir elaborando una especie de m a p a etno-
sobre la definición no se han tomado m u y en gráfico de la India que esperaban utilizar en la
cuenta las comunidades tribales de la India. Esto administración del país. Procedían por ensayos y
es un serio inconveniente no sólo por la impor- tanteos, m á s que con arreglo a u n sistema de
tancia legal y constitucional del problema, sino clasificación claramente formulado.
también por la extensión y variedad de la pobla- Los primeros informes sobre los pueblos
ción tribal de la India. Esta población comprende de la India denotan una preocupación por la iden-
cerca de 6,5 por ciento del total, y en el censo tificación y descripción de las diversas tribus y
de 1971 ascendía a casi cuarenta millones de castas en que se divide la población, sin ningún
almas. Se dice que pasan de cuatrocientas las tribus criterio ni distinción entre las dos cosas. L o que
que hay en la India, y abarcan la más amplia actualmente se reconoce c o m o castas aparece
g a m a de variación por lo que a raza, religión y descrito desenfadadamente c o m o tribus, y vice-
lengua se refiere, así c o m o en lo tocante a orga- versa. N i siquiera hoy día es fácil dictaminar si un
nización económica y política. grupo particular debe ser descrito c o m o casta o
Alguna vez se ha dicho que al poner en c o m o tribu. Sin embargo se podría pensar que
ejecución la política de discriminación protectora basta seguir la definición de "tribu" que dan los
los funcionarios del gobierno de la India estaban
interesados no en las tribus en cuanto tales, sino
sólo en aquellas comunidades que han sido iden- * Corresponsal de la RICS en Delhi.

Rev. int. de cienc. soc., vol. X X X I I (1980), n.» 4


906

antropólogos para distinguir entre una cosa y otra. vuelve a la obra de Morgan y sostiene que sólo
E n la práctica, la distinción entre "tribu" y podemos comprender la tribu c o m o un tipo de
"casta" continúa confundiendo al estudioso de la organización social si la contemplamos c o m o una
sociedad india, y por ello m i s m o nos pregun- fase en la evolución social. Ahora bien, podemos
tamos si tal hecho no revelará una deficiencia en la seguir a Morgan y hacer ver c ó m o al salvajismo
concepción misma de tribu. sucede la barbarie que es a su vez sustituida por la
L a antropología ha convenido en definir la civilización, o podemos valemos de una secuencia
tribu c o m o una "sociedad completamente orga- de fases m á s diferenciada identificando el tipo de
nizada"1, es decir, un sistema que se perpetúa a sí organización tribal con una fase particular de la
m i s m o y que tiene dentro de sus límites todos los secuencia. Pero, a m i parecer, el verdadero pro-
recursos necesarios para el mantenimiento perma- blema estriba no en identificar la fase de la evolu-
nente de u n m o d o particular de existencia colec- ción a la que el tipo de organización tribal
tiva. L a tribu es, en este sentido, una sociedad total corresponde, sino en abordar y dilucidar la coexis-
y una cultura completa, a diferencia de la mitad, tencia de este tipo de organización y de otros dis-
la fratría, el clan, el linaje o la familia. Cada tribu tintos dentro del mismo contexto social e histórico.
tiene su propio territorio, lo que significa que es Y es precisamente aquí donde los evolucionistas de
políticamente autónoma, esté organizada políti- ayer y de hoy no consiguen dar una solución satis-
camente o no. Tiene también su propia lengua o factoria, por cuanto la teoría evolucionista n o
dialecto que es la señal de su cultura distintiva. Se puede sustituir a la comprensión histórica.
ha dado tácitamente por supuesto que, c o m o en el Respecto a los evolucionistas decimonó-
caso de los estados nacionales de Europa, territorio nicos, el inconveniente está en que creían con de-
e idioma c o m ú n van aparejados. masiada facilidad que el desarrollo de un tipo de
Hasta una época reciente los antropólogos sociedad m á s compleja o más avanzada conducía
sociales han dado por descontadas estas delimita- automáticamente a la desaparición del tipo tribal.
ciones de la tribu, centrando la atención en su Es una perogrullada, por supuesto, afirmar que la
estructura interna. C o m o si una tribu pudiera tribu ha precedido al Estado y a la civilización en
conocerse en sus propios términos sin tomar en la dilatada escala de la evolución social. Ese no es
cuenta otras tribus u otras sociedades de distinto el problema. El problema está en que las tribus han
género. L a labor de Evans-Pritchard entre los continuado existiendo durante siglos y milenios
nuer demostró que una tribu es una tribu sólo en en el seno mismo de la civilización y del Estado, y
contraposición a otras tribus2. L a experiencia de la estos últimos las han marcado con su impronta.
India (y otras sociedades asiáticas) parece indicar El evolucionista se preocupa por la sucesión de los
que una tribu puede considerarse válidamente una tipos; nuestro problema consiste en c ó m o tratar la
tribu sólo en contraposición a u n orden social de coexistencia de distintos tipos en las formaciones
otra clase. multiestructurales que son rasgo característico de
Los estudiosos del siglo xrx contemplaban tantas sociedades asiáticas.
las sociedades tribales a la luz de la teoría evolu- Godelier ha llamado la atención sobre los
cionista. Y no sólo era así en el caso de antropó- dos esquemas de clasificación presentados por
logos c o m o Lewis Henry Morgan, sino también en Sahlins en su estudio sobre las tribus. E n el primer
el de historiadores c o m o Fustel de Coulanges. esquema, presentado en 1961, hay cuatro tipos de
Morgan trató de demostrar las fases de la evolu- organización correspondientes a cuatro fases de
ción social mediante la comparación de sociedades evolución: la banda, la tribu, el cacicazgo y el
primitivas contemporáneas. Fustel reconstruyó la Estado. E n u n trabajo m á s extenso, publicado
transformación de la sociedad griega y romana siete años después, el esquema aparece algo sim-
desde sus formas primitivas a otras m á s avanzadas. plificado, y, en vez de cuatro, tenemos tres tipos,
E n todo ello la tribu representaba tanto un tipo a saber: la banda, la tribu y el Estado. Godelier
de organización social c o m o una fase en la evolu- critica a Sahlins por haber fundido los dos tér-
ción de la sociedad. minos medios de su primer esquema —es decir la
L a perspectiva evolucionista aparece de tribu y el cacicazgo— en uno solo, haciendo así su
nuevo en los escritos de Marshall Sahlins y en la ulterior concepción de tribu algo más elástica que
crítica que Godelier hace de Sahlins3. Godelier la primera.
Sobre el concepto de tribu 907

E n su primer estudio, Sahlins había consi- formara parte o con la que estuviera relacionada, y
derado que el rasgo definitorio de la tribu c o m o no simplemente de su propio potencial evolutivo.
tipo de sociedad era el poseer una estructura seg- A comienzos del siglo xrx, la proporción
mentaria. La importancia de los sistemas políticos en que se combinaban los diferentes m o d o s de
segmentarios fue resaltada por los antropólogos organización tribal entre las que hoy integran las
sociales ingleses que habían trabajado en Africa. tribus catalogadas era diferente de la proporción
Efecto inicial de la publicación de African Political actual. Las bandas de cazadores y recolectores,
Systems fue el poner de relieve las diferencias entre c o m o todavía existen entre los isleños andaman o,
las sociedades centralizadas y las segmentarias, en el continente, entre los birhors, eran m á s co-
caracterizadas por Fortes y Evans-Pritchard c o m o rrientes entonces que ahora. El m o d o segmentario
sociedades del grupo A y del grupo B . Pronto de organización tribal era también m á s c o m ú n
resultó evidente, sin embargo, que la distinción en Orissa, en M a d h y a , en Bihar y en las zonas
entre la tribu c o m o sistema segmentario y la tribu fronterizas. Pero había también cacicazgos, ade-
c o m o cacicazgo es más relativa que absoluta. E n m á s de los estados tribales antes referidos.
el intervalo transcurrido entre el primero y el El concepto de tribu se enfrenta así a un
segundo estudio de Sahlins, había publicado doble problema en el contexto de la sociedad india..
Gluckman su autorizada obra en la que sostenía Está en primer lugar el problema de distinguir
que "la diferencia entre las tribus organizadas bajo entre m o d o s de organización tribal conexos e im-
el m a n d o de jefes y aquellas que carecen de ellos bricados entre sí. Y está la cuestión n o menos
no es tan grande c o m o parece"4. Incluso un etnó- peliaguda de trazar líneas claras de demarcación
grafo tan formidable c o m o Malinowski parece entre sociedad tribal y no tribal. E n cierto sentido,
haberse confundido, tomando por cacicazgo un el primer problema es sólo un aspecto del segundo.
sistema que era de carácter básicamente seg- E n Norteamérica, Australia, Melanesia,
mentario6. Polinesia y, en buena medida, incluso en Africa al
E n los cien años transcurridos desde la sur del Sahara, la relación entre tribu y civilización
época de Morgan, los antropólogos han aprendido (o entre tribu y estado) ha sido de u n orden m u y
a distinguir analíticamente entre la banda, el sis- distinto del que asume esta relación en la India y
tema segmentario y el cacicazgo. Pero en general en los países asiáticos en general. Por eso una
han continuado aplicando el mismo término de concepción de tribu basada en la experiencia de
"tribu" a los tres. Es hasta cierto punto cuestión Australia o América del Norte —los campos m á s
de conveniencia si hacemos hincapié en las conti- fértiles de la antropología clásica— se ajustará
nuidades entre los - tres m o d o s de organización m u y poco a las realidades de la situación india.
tribal o sus discontinuidades. Para aquellos que se E n la India, los esquemas evolucionistas que trazan
interesan por el estudio de las interacciones entre la sucesión de diferentes tipos de organización so-
tribu y Estado (o entre tribu y civilización), hay cial deben ceder ante los genuinos análisis históri-
ventajas manifiestas en comenzar por las conti- cos de formaciones sociales coexistentes con m u y
nuidades entre los diversos m o d o s de organización amplias variaciones en escala y en complejidad.
tribal. E n Norteamérica, en Melanesia y en
Los varios cientos de unidades que c o m - Australia, el encuentro entre tribu y civilización
prenden las tribus catalogadas de la India abarcan fue brusco y repentino; y tuvo un carácter dra-
todos los modos de organización tribal, desde la mático, por no decir traumático. Fueron talés las
banda al cacicazgo. A los albores del siglo xrx se circunstancias del encuentro que hicieron resaltar
remonta la época en que las áreas tribales empeza- el contraste entre tribu y civilización, m á s que la
ron a ser sistemáticamente exploradas por la admi- imbricación y la continuidad entre ambas. A u s -
nistración colonial. E n realidad, hasta ese periodo tralia proporciona el mejor ejemplo: aquí tribu
podía hablarse con cierta justicia de "estados tri- y civilización representaban los dos extremos en
bales" además de bandas tribales. Históricamente, las escalas de la tecnología, la organización social
el que una tribu dada se registrase c o m o un ca- y la ideología. Raza, lengua y cultura dividían tan
cicazgo tribal o se calificase de estado tribal tajantemente a la población tribal y a la no tribal
dependía en gran medida de los fluctuantes ava- que jamás pudo haber ninguna duda, c o m o en la
tares de la entidad política m á s amplia de que India, acerca de sus respectivas identidades.
908

E n la India los encuentros entre tribu y tergadas en sus nichos ecológicos y fueron rechaza-
civilización han tenido lugar bajo condiciones his- das hacia ellos en el curso de la expansión y el
tóricas de una índole radicalmente distinta. L a avance de la civilización y el estado. Su cultura
coexistencia de tribu y civilización y su interacción material y su organización social han estado prin-
m u t u a se remontan a los albores de la historia cipalmente relacionadas con los nichos ecológicos
documentada y aun antes. E n los confines de la en los que han vivido sus vidas en aislamiento y
civilización hindú han existido tribus desde tiempo abandono.
inmemorial, y estos confines siempre han sido El aislamiento de las comunidades tribales
vagos, imprecisos y fluctuantes6. L a civilización es y ha sido siempre cuestión de grado. Algunas
hindú reconocía la distinción entre tribu y casta tribus han estado m á s aisladas que otras, pero al
en la distinción entre dos especies de comunidades, menos en las zonas del interior, donde se halla el
jaita y jad, una confinada en el aislamiento de grueso de la población tribal, ninguna se ha visto
bosques y montañas, y la otra establecida en totalmente exenta de la huella de la civilización cir-
pueblos y ciudades con una división del trabajo cundante. S u aislamiento, adoptado por propia
m á s complicada. L a transformación de tribus en decisión o impuesto por otros, bloqueó el creci-
castas ha sido documentada por gran número de miento de su cultura material, pero al m i s m o
antropólogos e historiadores; sin duda, también tiempo les permitió conservar sus m o d o s de expre-
tenía lugar el proceso contrarío, aunque n o puede sión distintivos. H o y día, el indicador m á s impor-
ser documentado tan fácilmente. tante de la diferencia entre tribu y casta es el
L a tribu c o m o m o d o de organización ha lenguaje. Las castas hablan una u otra de las prin-
diferido siempre del m o d o de organización basado cipales lenguas literarias, pero cada tribu posee su
en las castas. Pero consideradas c o m o unidades propio dialecto distintivo que a veces difiere esen-
individuales, las tribus n o siempre son fáciles de cialmente de la lengua predominante en la región.
distinguir de las castas, especialmente en los Pero ni siquiera esta piedra de toque de la identidad
confines donde los dos m o d o s de organización funciona siempre. E n la India occidental hay
se encuentran. L a propia terminología nativa muchas tribus, entre ellas la de los bhils, una de las
refleja esta ambigüedad. Por ejemplo, en lengua m á s populosas del país, que carecen de lengua
bengali el término que designa la casta esjati y el propia, habiendo adoptado en fecha desconocida
que designa la tribu es upajati; pero upajati puede la lengua de la región. N o es casual que desde
denotar también la subcasta. tiempo inmemorial los bhils hayan estado también
L a condición distintiva de,la tribu en la asociados, tanto material c o m o simbólicamente,
India h a sido su aislamiento, principalmente en con algunos de los m á s importantes estados que
las montañas y bosques del interior, pero también han existido en la historia de la India occidental.
en las regiones fronterizas. E n general las c o m u -
nidades tribales son aquellas que quedaron pos- [Traducido del inglés]

Notas

1
Es frase de Morgan, repetida en un texto reciente tice Hall, 1968; Maurice Godelier, Perspec-
de Godelier al que hacemos referencia en la tives in Marxist Anthropology, Cambridge
nota 3. University Press, 1977.
4
- E . E . Evans-Pritchard, The Nucr, Clarendon Press, M a x Gluckman, Politics, Law and Ritual in Tribal
. 1940; v6ase también M . Fortes y E . E . Evans- Society, p . 85, Basil Blackwell, 1965.
s
Pritchard (reds.), African Political Systems, J. P . Singh Uberoi, The Politics of the Kula Sing,
Oxford University Press, 1940. Manchester University Press, 1962.
3 6
Marshall D . Sahlins, "The segmentary lineage: an Hay una copiosa literatura sobre la materia, pero la
organization of predatory expansion", Ame- mejor exposición se encuentra en N . K . Bose,
rican Anthropologist, vol. 63, p. 322-345, The Structure of Hindu Society, Orient Long-
1961; Marshall D . Sahlins, Tribesmen, Prcn- m a n , 1975.
El Premio Stein Rokkan
de investigación comparada del C I C S

El Consejo Internacional de Ciencias Sociales y el N o se devolverán los manuscritos y publi-


Conjunto Universitario Candido Mendes (Río de caciones recibidas.
Janeiro) han establecido un premio bienal que Las obras presentadas serán evaluadas por
lleva el nombre de Stein R O K K A N , en homenaje a el Consejo Internacional de Ciencias Sociales con
la memoria de este gran estudioso, que se conce- la ayuda del especialista o especialistas apropiados,
derá cada dos años a partir de 1981 y cuyo monto bajo la supervisión del European Consortium for
será de 2 000 dólares de los Estados Unidos de Political Research ( E C P R ) y de su presidente. El
América. premio será entregado en la reunión de la A s a m -
El premio tiene porfinalidadcoronar una blea General del Consejo Internacional de Ciencias
contribución original y de importancia en materia Sociales en noviembre de 1981 por recomendación
de investigación comparada en ciencias sociales, del Comité Ejecutivo del C I C S . Su decisión será
escrita en alemán, francés o inglés, por un inves- final y no estará sujeta a apelación o revisión.
tigador de menos de 40 años de edad en 31 de El monto del premio podrá ser compartido
diciembre de 1981. Puede tratarse de un manus- por dos o más candidatos, si se considerara difícil
crito, o de un libro impreso, o de obras compiladas, adjudicarlo entre obras presentadas de igual valor.
pero en cada caso, publicados después de 1979. Para obtener m á s información, dirigirse
Se deben presentar cuatro ejemplares de los por escrito al Secretario General del Consejo
manuscritos a máquina a doble espacio, o de obras Internacional de Ciencias Sociales, Unesco, 1 rue
impresas, junto con una candidatura formal para Miollis, 75015 París, Francia.
el premio al Consejo Internacional de Ciencias
Sociales, antes del 31 de marzo de 1981.

Rev. int. de cieñe, soe., vol. X X X I I (1980), n.° 4


DD Servicios
profesionales
y documentales
Lista sistematizada de unidades políticas
nacionales en el siglo X X
La lista Russett-Singer-Small de 1968 puesta al día

Theodore Wyckoff

H a n transcurrido ya m á s de diez años desde que el lista sigue siendo válida para todo estudio referido
American Political Science Review publicó u n a la época inmediatamente anterior a su publi-
instrumento que hacía tiempo necesitaban los in- cación a mediados de 1968.
vestigadores en el terreno de los estudios interna- Los criterios de extensión y soberanía
cionales: una lista sistematizada de las unidades continúan siendo los mismos. Aquellas entidades
políticas nacionales en el siglo x x . Esta lista siste- cuya población n o excedió nunca de 10 000 habi-
matizada, confeccionada por los profesores de tantes quedan excluidas, a m e n o s que pueda
ciencia política Bruce Russett y J. David Singer y demostrarse que son o han sido diplomáticamente
el historiador Melvin Small, aportó algo de ese significativas, por ejemplo, en virtud del reconoci-
orden que tanta falta hacía en el empeño, antes a miento diplomático general por parte de otras
m e n u d o desorientador, de facilitar una lista defi- potencias. Sólo tres estados inciden en esta cate-
nitiva de los estados que integran el sistema polí- goría: Ciudad del Vaticano y dos estados del sur
1
tico internacional . del Pacífico: Nauru y Tuvalu. Las unidades polí-
Pues bien, es precisamente la necesidad de ticas n o generalmente reconocidas c o m o indepen-
una lista sistematizada puesta al día —y especial- dientes y soberanas en algún m o m e n t o dado son
mente una lista en óptimas condiciones de utiliza- clasificadas c o m o "dependientes" con arreglo a
ción por los ordenadores— lo que ha movilizado tres categorías (colonia, mandato u ocupación
la atención del presente autor. E n colaboración militar) o c o m o "parte de una entidad m á s a m -
con los autores originarios de la lista de 1968, he plia". Las partes componentes de unidades polí-
rectificado la lista sistematizada primitiva ponién- ticas soberanas n o se incluyen en la lista a m e n o s
dola al día con fecha 1 de enero de 1980. Se han que la historia del siglo x x demuestre que h a n
añadido nuevos estados y otras unidades n o esta- tenido significación política importante por dere-
tales internacionalmente significativas, y se han cho propio. Para cada una de estas categorías se
mejorado, con la adición de nuevas variables, la aportan datos fehacientes.
legibilidad por la máquina y la utilidad para el Otro criterio es que la lista debe tener uni-
investigador. L a lista revisada incluye en total versalidad, es decir, debe cubrir todas las regiones
281 unidades, de las que 167 son entidades inde- geográficas importantes del planeta. Según esto, se
pendientes2. h a subsanado una notable omisión d e la lista
Básicamente la nueva lista se ha confec- de 1968: el continente de la Antártida.
cionado observando los mismos criterios que se Finalmente, se han añadido tres variables:
adoptaron para la lista original de 1968. Aquella un código alfanumérico o en sigla para la región,
un código para el status de dependencia y una
designación en n o m á s de ocho letras del nombre
de cada país, que se abrevia cuando es necesario.
C o n arreglo a las normas precedentes, la
Theodore Wyckoff trabaja como profesor adjunto de lista revisada introduce cambios de diversa índole.
ciencias políticas en la Northern Arizona University,Treinta países que han conseguido la independen-
Box 6023, Flagstaff, Arizona 86011, Estados Unidos cia después de 1968 han sido incorporados a la
de América. lista o se les ha cambiado el estado de dependiente

Rev. ¡m. de cieñe, soc., vol. XXXII (1980), n.°4


914 •

a independiente. Aparte de esto, se ha aumentado


la lista con nueve adiciones de entidades de otro
PD
v
=ïû
rica. Europa se divide en dos regiones, una que
comprende la Europa occidental y meridional y
tipo justificadas por la historia diplomática de los otra que incluye a Europa oriental junto con la
últimos años. L a Organización de las Naciones Unión Soviética. África se divide en África occi-
Unidas, realmente una entidad supraestatal m á s dental y central c o m o una sola región y África
que una nación-estado, ha sido incluida en consi- oriental y meridional constituyendo otra. África
deración a que posee cierta soberanía por derecho del norte y el Oriente Medio se consideran una
propio: un territorio determinado, un número de sola región aparte. Asia se divide en una región
personas que le guardanfidelidad,unidades mili- Surasiática, otra que comprende el sureste asiático
tares que combaten bajo su bandera y cierto apa- y otra constituida por Asia oriental, a las que se
rato de gobierno para la toma de decisiones. T a m - añade la de Australia-Oceania. A estas doce
bién se ha incluido, y por las mismas razones, a la regiones viene a sumarse una decimotercera ca-
Comunidad Europa, C E , pero otras organizaciones tegoría: " M u n d o " . Las dos entradas que fi-
políticas regionales no lo han sido, por considerar guran bajo esta categoría son Naciones Unidas
que son cámaras de compensaciones diplomáticas (clave 001) y la denominada "World Total"
m á s que entidades políticas de pleno derecho. ("Total Mundial") (clave 999). Las trece regiones -
Entre las que se han añadido a la lista c o m o y categorías y las designaciones en clave que
"partes de entidades más amplias" hay que contar reciben son:
Biafra (que desde 1968 a 1970 luchó infructuosa-
mente por independizarse de Nigeria), Irlanda del Angloamérica, incluida
Norte y el Líbano Palestino, así c o m o tres depen- Groenlandia AAM
dencias surafricanas semiautónomas: Transkei, Latinoamérica LAM
Bophuthayswana y Venda. Afroamérica AFA
Se omiten las regiones étnicamente identi- Europa occidental y meridional WSE
ficables respecto a las que existen movimientos Europa oriental y Unión Soviética EES
separatistas, pero donde la acción política indepen- Oriente Medio y norte de África MNA
dentista y la violencia no revisten aún importancia Africa occidental y central WCA
política internacional. Ejemplos de tales regiones Africa oriental y meridional ESA
son Quebec, Escocia y los territorios vasco y Sur de Asia SAS
kurdo: ninguno de ellosfiguraaquí. E n total la Sureste de Asia SEA
lista consta de 165 estados independientes, 2 su- Este de Asia EAS
praestados y 114 entidades políticas no estatales: Oceania, Australia,
colonias, mandatos y partes de entidades m á s Nueva Zelandia y la Antártida OUA
amplias. Mundo WRL
D e los estados independientes, 150 son
miembros de la O N U ; los 15 estados no miembros La parte legible por la máquina de la entrada co-
son Suiza, Corea del Norte, Corea del Sur, rrespondiente a cada país se completa con un
Taiwan, Nauru, Tonga, Kiribati, Tuvalu, San número de registro, un código de status de depen-
Vicente, Andorra, Liechtenstein, Monaco, San dencia en tres caracteres y una versión del nombre
Marino, Ciudad del Vaticano y Zimbabwe. (El de cada país en no más de ocho letras.
registro oficial de Ia O N U refleja 152 miembros El número de registro es una clave en tres
al 1." de enero de 1980, pero entre ellos se cuentan dígitos asignada a cada país, dentro de la se-
las Repúblicas Socialistas Soviéticas n o sobe- rie 000-999, y que se corresponde con la clave
ranas de Bielorrusia y Ukrania, que se hicieron utilizada en la lista codificada de países de Russett,
miembros en virtud de u n convenio especial Singer y Small de 1968. Esta clave o código de
en 1945.) países es el c o m ú n denominador que hace la lista
L a lista divide el m u n d o en doce regiones antigua y nueva mutuamente legibles por la
geográficas, cultural y políticamente diferenciadas. máquina.
El hemisferio occidental queda dividido en tres L a clave del status de dependencia consta
grupos diferenciados cultural más que geográfica- de una "I", una " D " o una " O " que corresponde a
mente: Angloamérica, Latinoamérica y Afroamé- independiente, dependiente u otros. ("Otros" ge-
Lista sistematizada 915
de unidades politicas nacionales en el siglo XX

neralmente se refiere a estados que han dejado de L a lectura de tres muestras escogidas entre
existir, c o m o Austro-Hungría, o que han pasado a las entradas que figuran en la primera página de
formar parte de entidades m á s amplias, c o m o la lista pondrá de manifiesto que tanto el hombre
Servia y Montenegro.) Junto a la letra clave "I" c o m o la máquina pueden leerlas con facilidad:
aparecen dos dígitos que corresponden al año de la 031 AFAI73 B A H A M A S se lee:
independencia para los estados independientes. Número de registro 031
D o s espacios en blanco señalados con " O " y " O " ' Región: Afroamérica
son equivalentes a " O O " , doble cero o clave indi- Independiente desde 1973
cativa de "falta de datos", exponente de que cual- Nombre: Bahamas
quier referencia de año que se inscribiese podría 006 L A M D P U E R T O R I se lee:
inducir a errores. L a clave "99" significa que el Número de registro 006
país en cuestión era independiente antes de 1900. Región: Latinoamérica
Los periodos de cambio de status temporal (ocupa- Dependiente
ción militar en guerra o posguerra) se pasan por Nombre: Puerto Rico
alto. Los espacios en blanco indican también que 042 LAMI99 D O M R E P U B se lee:
la entidad no era independiente en 1/1/80. L a ver- Número de registro 042
sión en ocho letras del nombre del país es leída por Región: Latinoamérica
el ordenador c o m o dos variables F O R T R A N de Independiente desde antes de 1900
cuatro letras, toda vez que las palabras F O R T R A N Nombre: República Dominicana
se limitan a cuatro letras. Véase la lista en el anexo.

Notas

1
Bruce M . Russett, J. David Singer y Melvin Unidas, Departamento de Información Pu-
Small, "National Political Units in the blica, Sección Ediciones (18 de septiembre
Twentieth Century: A Standardized List", de 1979), información confirmada respecto al
American Political Science Review, vol. LXII, período comprendido hasta 31 de diciembre
n.° 3, septiembre de 1968, p. 932-951. de 1979 mediante consulta telefónica.
2 4
Las fuentes utilizadas para la lista revisada son: Elmer Plischke, Microstates in World Affairs: Policy
Russett, Singer y Small, op. cit.; Departa- Problems and Options, Washington, American
mento de Estado de los Estados Unidos de Enterprise Institute, 1977, anexo A , " C o m -
América, Oficina de Información Secreta e munity of Nations".
6
Investigación, Status of World's Nations 1978, Departamento de Estado de los Estados Unidos de
Department of State Pub. 8735, Washington, América, Oficina de Negocios Públicos, Des-
U S G P O , 1978; complementado por " G e o - pacho de Servicios de los Medios de Comuni-
graphie Bureau of the Department of State", cación Social, World Data Handbook,
Hoja n.° 2511, 1-77, S T A T E ( R G E ) , puesta D O S Publication 8665, General Foreign
al día para el período comprendido hasta Policy Series 264, publicado en agosto de
el 31 de diciembre de 1979 mediante consulta 1972, Washington, U S G P O , 1972.
6
telefónica con el Departamento de Estado, The New York Times y Cristian Science Monitor en
Oficina de Negocios Públicos, atendida por cuanto a las entradas no registradas en nin-
Peter Knècht. guna parte, por ejemplo: el Líbano Palestino
3
" M e m b e r States of the United Nations", Naciones y las regiones autónomas surafricanas.
m
916

' ^ - —
Anexo. Unidades políticas nacionales en el siglo X X .
Con validez al 1." de enero de 1980

Parte
N.° Nombre Indepen- Depen- de una
de dela N o m b r e de la diente diente entidad
regis- Clave/ unidad unidad desde desde m á s amplia
tro región (8 letras) (completo) hasta basta Tipo desdehasta

001 WRLI45 UN Naciones Unidas 1945


002 AAMI99 USA Estados Unidos de
América
003 AAMO ALASKA Alaska — 1959 col 1959 —
004 AAMO HAWAII Hawai — 1960 col 1960 —
005 AFAD VIRGINIS Islas Vírgenes — — col
006 LAMD PUERTORI Puerto Rico — — col
010 AAMD GREENLAN Groenlandia — — col
011 WSED FAEROEIS Islas Feroe — — col
020 AAMI20 CANADA Canadá 1920 — — 1920 col
021 AAMD NEWFOUND Terranova 1920 col
1920 1933 1933 1949 col 1949 —
030 AAMD BERMUDA Bermudas — — col
031 AFAI73 BAHAMAS Bahamas 1973 — — 1973 col
040 LAMI02 CUBA Cuba 1902 — — 1902 col
041 AFAI99 HAITI Haití
042 LAMI99 DOMREPUB República
Dominicana
050 AFAO WINDIES (Federación de las 1958 1962 col
Indias Occidentales)
051 AFAI62 JAMAICA Jamaica 1962 — — 1962 col 1958 1962
052 AFAI62 TRINIDAD Trinidad y Tobago 1962 — — 1962 col 1958 1962
053 AFAI66 BARBADOS Barbados 1966 — — 1962 col 1958 1962
054 AFAI78 DOMINICA Commonwealth de 1978 — — 1978 col 1958 1962
Dominica
055 AFAI74 GRENADA Granada 1974 — — 1974 col 1958 1962
056 AFAI79 STLUCIA Santa Lucía 1979 — — 1979 col 1958 1962
057 AFAI79 STVINCEN San Vicente de las 1979 — — 1979 col 1958 1962
Granadinas
058 AFAD ANTIGUA Antigua — — col 1958 1962
059 AFAD MONTSERR Montserrat — — col 1958 1962
060 AFAD STKITTS Saint Christophe, — — col 1958 1962
Nieves y Anguilla
065 AFAD GUADELOU Guadelupe — — col
066 AFAD MARTINIQ Martinica — — col
068 AFAD NETHANTI Antillas Holandesas — — col
070 LAMI99 MEXICO México
080 AFAD BELIZE Belize (Honduras — — col
Británica)
090 LAMI99 GUATEMAL Guatemala
091 LAMI99 HONDURAS Honduras
092 LAMI99 ELSALVAD El Salvador
Lista sistematizada 917
de unidades politicas nacionales en el siglo X X

093 LAMI99 NICARAGU Nicaragua — —


094 LAMI99 COSTARIC Costa Rica — —
095 LAMI03 PANAMA Panamá 1903 — — 1903
096 LAMO CANALZON Zone del Canal de 1903 1979 col — 1903
Panamá 1979 —
100 LAMI99 COLOMBIA Colombia . — —
101 LAMI99 VENEZUEL Venezuela — —
110 AFAI66 GUYANA Guyana (Guayana 1966 — — 1966 col
Británica)
115 AFAI75 SURINAM Suriname (Guayana 1975 — — 1975 col
Holandesa)
120 AFAD FRGUIANA Guayana Francesa — ;— col
130 LAMI99 ECUADOR Ecuador — —
135 LAMI99 PERU Perú — —
140 LAMI99 BRAZIL Brasil — —
145 LAM199 BOLIVIA Bolivia — —
150 LAMI99 PARAGUAY Paraguay — —
155 LAMI99 CHILE Chile — —
160 LAMI99 ARGENTIN Argentina — —
165 LAMI99 URUGUAY Uruguay — . —
200 WSEI99 UK Reino Unido — —
201 WSED ISLEOMAN Isla de M a n — — col
202 WSED GUERNSEY Guernsey y — — col
dependencias
203 WSED JERSEY Jersey _ — col
205 WSEI27 IRELAND República de 1927 — 1922
Irlanda
206 WSEO NIRELAND Irlanda del Norte — —
209 WSEI79 EC Comunidad Europea 1979 —
210 WSEI99 NETHERLA Países Bajos — 1940 1940 1945 ocu
1945 —
211 WSE199 BELGIUM Bélgica — 1940 1940 1945 ocu
1945 —
212 WSEI99 LUXEMBOU Luxemburgo — 1914 1914 1918 ocu
1918 1940 1940 1944 ocu
1944 —
220 WSEI99 FRANCE Francia — 1942 1942 1944 ocu
1944 —
221 WSEI99 MONACO Monaco — 1942 1942 1944 ocu
1944 —
223 WSEI99 LIECHTEN Liechtenstein — —
225 WSEI99 SWITZERL Suiza — —
230 WSEI99 SPAIN España — —
231 WSED GIBRALTA Gibraltar — col
232 WSEI99 ANDORRA Andorra — , —
235 WSEI99 PORTUGAL Portugal — —
255 WSEI99 WGERMANY República Federal — 1945 1945 1949 ocu
Alemana 1949 —
256 WSEO SAAR Sarre 1920 1935 man — 1920
1945 1947 ocu 1935 1945
1947 1957 col 1957 —
m
918

=Ú '
265 EESI49 EGERMANY República 1945 1949 ocu — 1945
Democrática 1949 —
Alemana
290 EESI19 POLAND Polonia 1919 1939 — 1919
1945 — 1939 1945 ocu
291 EESO DANZIG Dantzig 1920 1939 man — 1920
1939 1945 ocu 1945 —
300 WSEO AUSTHUNG (Austria-Hungría) — 1918
305 WSEI18 AUSTRIA Austria 1918 1938 1938 1955 ocu — 1918
1955 —
310 EESI18 HUNGARY Hungría 1918 — — 1918
315 EESI18 CZECHOSL Checoslovaquia 1918 1939 — 1918
1945 — 1939 1945 ocu
317 EESO SLOVAKIA Eslováquia 1939 1945 ocu — 1939
1945 —
325 WSEI99 ITALY Italia — —
326 WSEO TRIESTE Trieste 1943 1947 ocu — 1947
1947 1954 man 1954 —
328 WSEI99 VATICAN Ciudad del Vaticano — —
331 WSEI99 SMARINO San Marino — —
338 WSEI64 MALTA Malta 1964 — — 1964 col
339 EESI12 ALBANIA Albania 1912 1914 1914 1921 ocu — 1912
1921 1939 1939 1944 ocu
1944 —
345 EESI99 YUGOSLAV Yugoslavia/Serbia — 1941 1941 1944 ocu
1944 —
346 EESO BOSNIA Bosnia — 1908 ocu 1908 —
347 EESO HERZEGOV Herzegovina — 1908 ocu 1908 —
348 EESO MONTENEG Montenegro — 1919 1919 —
350 WSEI99 GREECE Grecia — 1941 1941 1944 ocu
1944 —
351 WSEO CRETE Creta — 1912 ocu 1913 —
352 WSEI60 CYPRUS Chipre 1960 — — 1960 col
355 EESI08. BULGARIA Bulgaria 1908 — — 1908 col
360 EESI99 RUMANIA Rumania — —
365 EESI99 USSR U R S S / Rusia — —
366 EESO ESTONIA Estonia 1918 1940 — 1918
1940 —
367 EESO LATVIA Letônia 1918 1940 — 1918
1940 —
368 EESO LITHUANI Lituânia 1918 1940 — 1918
1940 —
369 EESO UKRAINE Ucrania 1918 1920 1941 1943 ocu — 1918
1920 —
370 EESO BYELORUS Bielorusia 1941 1943 ocu — —
375 WSEI19 FINLAND Finlandia 1919 — — 1919
380 WSEI99 SWEDEN Suécia . — —
385 WSEI05 NORWAY Noruega 1905 1940 — 1905
1945 — 1940 1945 ocu
390 WSEI99 DENMARK Dinamarca — 1940 1940 1945 ocu
1945 —
Lista sistematizada 919
de unidades politicas nacionales en el siglo XX

395 WSEI44 ICELAND Islândia 1944 — — • 1944 col


400 WSED AZORES (Islas Azores) — — col
401 WSED MADEIRA Madeira — — col
402 WCAI75 CAPEVERD Islas del Cabo Verde 1975 — — 1975 col
403 WCAI75 SAOTOME São Tomé-et-Principe 1975 — — 1975 col
404 WCAI74 GUINEBIS (Guinea Portuguesa) 1974 — — 1974 col
Guinée-Bissau
410 WSED CANARYIS Islas Canarias — — col
411 WCAI68 EQUAGUIN Guinea Ecuatorial 1968 — — 1968 col
(Guinea Española)
412 WCAO RIOMUNI Rio Muni — 1960 col 1960 — '
413 WCAO FERNANDO Fernando P o — 1960 col 1960 — •
420 WCAI65 GAMBIA Gambia 1965 — — • 1965 col
430 WCAO FRWAFRIC (Africa Occidental — 1958 col
Francesa)
431 WCAO MALIFED (Federación de Malí") 6/60 8/60 1959 1960 col
432 WCAI60 MALI Malí (República 1960 — — 1960 col 1959 1960
Sudanesa)
433 WCAI60 SENEGAL Senegal 1960 — — 1960 col 1959 1960
434 WCAI60 BENIN Benin (Dahomey) 1960 — — 1960 col
435 WCAI60 MAURITAN Mauritania 1960 — — 1960 col
436 WCAI60 NIGER Niger 1960 — — 1960 col
437 WCAI60 rVORYCOA Costa de Marfil 1960 — — 1960 col
438 WCAI58 GUINEA Guinea (Guinea 1958 — — 1958 col
Francesa)
439 WCAI60 UPPVOLTA Alto Volta 1960 — —~ 1960 col
450 WCAI99 LIBERIA Liberia
451 WCAI61 SIERLEON Sierra Leona 1961 — — 1961 col
452 WCAI57 GHANA Ghana (Costa de 1957 — — 1957 col
Oro)
460 WCAO GERTOGO (Togo Alemán) — 1916 col
1916 1922 ocu
461 WCAI60 TOGO (Togo Francés) 1922 1960 man — 1922
1960 —
462 WCAO BRITOGO Togo Inglés 1922 1958 man — 1922
(a Ghana) 1956 —
470 WCAO KAMERUN Kamerun (Camerún — 1916 col
Alemán) 1916 1919 ocu
471 WCAI60 CAMEROON Camerún (Camerún 1919 1922 ocu ~~~ 1919
Francés) ; 1922 1960 man
1960 —
472 WCAO BRCAMERO Camerún Inglés 1919 1922 ocu 1919
(dividido entre 1922 1961 man 1961
Camerún y Nigeria)
475 WCAI60 NIGERIA Nigeria 1960 — — 1960 col
476 WCAO BIAFRA Biafra 1968 1970 1968
1970
480 WCAO FREQAFRI (Africa Ecuatorial — 1958 col
Francesa)
481 WCAI60 GABON Gabón 1960 — — 1960 col — 1960
dn
920

St
482 WCAI60 CENAFRIC República Central 1960 — 1960 col 1960
Africana (Imperio)
Africano Central
483 WCAI60 CHAD Chad 1960 — — 1960 col 1960
484 WCAI60 CONGO Congo (Brazzaville) 1960 — — 1960 col — . 1960
(Congo Francés)
490 , WCAI60 ZAIRE Congo (Kinshasa) 1960 — 1960 col
(Congo Belga)
Zaire
500 ESAI62 UGANDA Uganda 1962 — 1962 col
501 ESAI63 KENYA Kenya 1963 — — 1963 col
510 ESAI61 TANZANIA Tanzania / 1961 — — 1916 col
Tangaflica / Africa 1916 1922 ocu
Oriental Alemana 1922 1961 man
511 ESAO ZANZIBAR Zanzíbar 1963 1964 — 1963 col 1964
515 ESAO RUANURUN (Ruanda-Urundi) 1922 1962 man 1922
516 ESAI62 BURUNDI Burundi 1962 — 1962
517 ESAI62 RWANDA Rwanda 1962 — 1962
520 ESAI60 SOMALIA Somalia / Somalia — 1941 col
Italiana 1960 — 1941 1950 ocu
1950 1960 man
521 ESAO BRSOMALI Somalia Inglesa — 1960 col 1960
522 ESAI77 DJIBOUTI Somalia Francesa 1977 — — 1977 col
Djibuti
530 ESAI99 ETHIOPIA Etiopía — 1936
(Abisinia) 1936 1941 ocu
1941 —
531 ESAO ERITREA Eritrea 1941 col
1941 1945 ocu
540 ESAI75 ANGOLA Angola 1975 — — 1975 col
541 ESAI75 MOZAMBIQ Mozambique 1975 — — 1975 col
550 ESAO FEDRHONY (Federación de 1953 1964 col
Rhodesia y
Niasalandia)
551 ESAI64 ZAMBIA Zambia (Rhodesia — 1964 col 1953 1964
del Norte) 1964 —
552 ESAI65 ZIMBABWE Rhodesia (Rhodesia 1965 — — 1965 col 1953 1964
del Sur) Zimbabwe
553 ESAI64 MALAWI Malawi — 1964 col
(Niasalandia) 1964 —
560 ESAI20 SAFRICA Africa del Sur 1903 1920 col
1920 —
561 ESAO CAPECOL Colonia del Cabo — 1910 col 1910
562 ESAO NATAL Natal — 1910 col 1910
563 ESAO TRANSVAA Transval — 1903
1903 1910 col •
1910
564 ESAO ORANGEFR Estado Libre de — 1900
Orange / Colonia 1900 1910 col 1910
del Rio Orange
Lista sistematizada 921
de unidades políticas nacionales en el siglo X X

565 ESAD NAMIBIA (Africa — 1915 col


Suroccidental) 1915 1922 ocu
Namibia (Africa 1922 — man
Occidental Alemana)
570 ESAI66 LESOTHO Lesotho — 1966 col
(Basutolandia) 1966 —
571 ESAI66 BOTSWANA (Bostwana) — 1966 col
1966 —
572 ESAI68 SWAZILAN Swaziland 1968 — — 1968 col
574 ESAD TRANSKEI Transkei 1976 — col — 1976
575 ESAD BOPHUTHA Bophuthatswana 1977 — col — 1977
576 ESAD VENDA Venda 1979 — col — 1979
580 ESAI60 MADAGASC Madagascar 1960 — — 1960 col
(Malagasy)
581 ESA175 COMOROS Islas Comores 1975 — 1947 1975 col — 1947
585 ESAD REUNION Reunión — — col
590 ESAI68 MAURITIU Mauricio 1968 — — 1968 col
591 ESAI76 SEYCHELL Seychelles 1976 — — — col
600 MNAI56 MOROCCO Marruecos — 1911
1911 1956 col
1956 —
601 MNAO TANGIER Tánger 1923 1940 man 1923
1940 1945 ocu
1945 1956 man
1956
602 MNAO SPMOROCC Marruecos Español 1912 1956 col 1912
1956
605 MNAO IFNI Ifni 1934 1969 col 1934
1969
606 MNAD SPAFRIC Guarniciones col
Españolas del Norte
de Africa
(Alhucemas, Ceuta,
Chafarinas, Melilla y
Peñón de Vélez)
609 WCAO WSAHARA Sahara Occidental — 1975 col 1975 '
(Sahara Español)
615 MNAI62 ALGERIA Argelia — 1962 col
1962 —
616 MNAI56 TUNISIA Túnez — 1956 col
1956 —
620 MNAI51 LIBYA Libia / Tripolitania, 1912
Cirenaica, Fezzan 1912 1942 col
1942 1946 ocu
1946 1951 man
1951 —
625 ESAI56 SUDAN Sudán "i — 1956 col
(Anglo-Egipcio) 1956 —
630 MNAI99 IRAN Irán (Persia) — —
640 WSEI99 ' TURKEY Turquía/ Imperio — —
Otomano
m
922

645 MNAI32 IRAQ Iraq (Mesopotamia) 1917


1917 1920 ocu
1920 1932 man
1932 —
650 MNAO UAR (República Arabe 1958 1961.
Unida)
651 MNAI22 EGYPT (República Arabe — 1922 col
Unida / Egipto) 1922 1958
Egipto 1958 1961
1961 —
652 MNAI44 SYRIA Siria (República 1918
Arabe Unida / Siria) 1918 1923. ocu.
1923 1944 man
1944 1958 1958 1961
1961 —
660 MNAI43 LEBANON Líbano 1943 — 1918
1918 1923 ocu
1923 1943 man
661 MNAO SLEBANON Líbano Palestino 1948
Sur del Líbano
(zonas controladas
por la O L P )
663 MNAI46 JORDAN Jordania 1918
(TransJordania) 1918 1923 ocu
1923 1946 man
1946 —
666 . MNAI48 ISRAEL Israel (Palestina) 1918
1918 1923. ocu
1923 1948 man
1948 —
670 MNAI02 SARABIA Arabia Saudita / • — 1902 ocu
Nejd 1902 —
671 MNAO HEJAZ Sultanato de Hejaz 1919
1919 1926 1926
672 MNAO ASIR Asir — 1914 ocu
1914 1926
1926 1930 col
1930
673 MNAO ALHASA AlHasa — 1913 ocu 1913 —
674 MNAO JBLSHAMM Jabal S h a m m a r — 1921 1921 ;
678 MNAI18 NYEMEN Yemen 1918 — — 1918
680 MNAI67 SYEMEN República Popular
de Yemen del Sur
(Federación de
Arabia del Sur / 1967 — — 1967 col
Colonia de Aden)
681 MNAO ADEN Protectorado de — 1915 col
Aden 1915 1918 ocu
1918 1963 col
1963 —
Lista sistematizada 923
de unidades políticas nacionales en el siglo XX

690 MNAI61 KUWAIT Kuwait —. 1961 col


1961 —
692 MNAI71 BAHRAIN Bahrein 1971 — — 1971 col
694 MNAI71 QATAR Qatar 1971 — — 1971 col
696 MNAI71 UAE Emiratos Arabes 1971 — — 1971 col
Unidos
698 MNAI71 OMAN Mascate y O m a n 1971 —
700 SASI99 AFGHANIS Afganistán — —
710 EASI99 CHINA República Popular — —
de China
711 EASO MANCHUKU Manchuria — 1932
1932 1945
1945 —
712 EASI21 MONGOLIA República Popular — 1921
de Mongolia 1921 —
713 EASI49 TAIWAN República de China — 1949
(Taiwan, Formosa) 1949 —
720 EASD HONGKONG Hong Kong — — col
721 EASD MACAO Macao — — col
730 EASO KOREA Corea — 1905
1905 1945 col
1945 1948 ocu
731 EASI48 NKOREA República 1948 —
Democrática
Popular de Corea
732 EASI48 SKOREA República de Corea 1948 —
735 EASO FAREAST República de — 1920
Extremo Oriente (a 1920 1922
la U R S S ) 1922 —
740 EASI99 JAPAN Japón — 1945
1945 1952 ocu
1952 —
741 EASO RYUKYUS Islas Ryukyu — 1945
1945 1951 ocu
1951 1972 col
1972 —
750 SASI47 INDIA India — 1947 col
1947 —
751 SASO FRINDIA India Francesa col
(incl: Pondichery) 1954 1954
752 SASO PORTINDI India Portuguesa — 1961 col
(incl: Goa, Diu y 1961 1962 ocu
Daman) 1962 —
760 SASI71 BHUTAN Bután 1971 — — 1971 col
761 SASD SIKKIM Sikkim — — col
770 SASI47 PAKISTAN Pakistán 1947 — — 1947
771; SASI72 BANGLADE Bangladesh 1972 — — 1972
775 SASI48 BURMA Birmânia 1937 1942 col
1942 1945 ocu
1945 1948 col
1948 —
924

780 SASI48 SRILANKA Sri Lanka (Ceilan) — 1948 col


1948 —
781 SASI65 MALDIVES Islas Maldivas — 1965 col
1965 —
790 SASI99 NEPAL Nepal — —
800 SEAI99 THAILAND Tailandia (Siam) — —
810 SEAO INDOCHIN Indochina — 1949 col
1941 1945 ocu
811 SEAI53 CAMBODIA Camboya — 1949
(Kampuchea) 1949 1954 col
(República Jmer) 1953 —
812 SEAI54 LAOS Laos — 1949
1949 1954 col
1954 —
815 SEAI54 VIETNAM (Indochina) — 1949
República Socialista 1954 — 1949 1954 col
de Viet N a m
(antes Viet N a m 1975 —
del Norte)
816 SEAO NVIETNAM República Socialista 1954 1975 1975 —
de Viet N a m
817 SEAO SVIETNAM República de Viet 1954 1975 1975 —
Nam
820 SEAI57 MALAYSIA Malasia / Federación 1946 1957 col
de Malaya 1957 —
Unión Malaya
821 SEAO FEDMALAY Estados Malayos — 1942 col
Federados 1942 1945 ocu
1945 1946 col
1946 —
822 SEAO UNFEDMAL Estados malayos no — 1942 col
federados (Johore, 1942 1945 ocu
Kcdah, Kelantan, 1945 1946 col
Perlis, Trengannu)
823 SEAO SABAH Sabah (Borneo del — 1942 col
Norte) 1942 1943 ocu
1945 1963 col
1963 —
824 SEAO SARAWAK Sarawak — 1941 col
1941 1945 ocu
1945 1963 col
1963 —
827 SEAO STRAITS Territorios de los — 1942 col
Estrechos (incl: 1942 1945 ocu
Penang y Malaca) 1945 1946 col
1946 —
830 SEAI65 SINGAPUR Singapur — 1946
1940 1963 col
1963 1965
1965 —
Lista sistematizada 925
de unidades políticas nacionales en el siglo XX

835 SEA , BRUNEI Brunei — 1941 col


1941 1945 ocu
1945 — col
840 SEAI46 PHILIPPI Filipinas — 1942 col
1942 1945 ocu
1945 1946 col
1946 —
850 SEAI49 INDONESI Indonesia (Indias — 1949 col
Orientales 1949 —
Holandesas)
851 SEAO WESIRIAN Irian Occidental — 1942 col
(Nueva Guinea 1942 1945 ocu
Holandesa) 1945 1962 col
1962 — man
860 SEAO TIMOR Timor — 1976 col 1976
900 OAUI20 AUSTRALI Australia 1901 1920 col
1920 —
901 OAUO NSWALES Nueva Gales del Sur — 1901 col
1901
902 OAUO WAUSTRAL Australia Occidental — 1901 col
1901
903 OAUO SAUSTRAL Australia — 1901 col
Meridional 1901
904 OAUO VICTORIA Victoria — 1901 col
1901
905 OAUO QUEENSLA Queensland — 1901 col
1901
906 OAUO TASMANIA Tasmania — 1901 col
1901
910 OAUI75 PAPUANEW Papuasia - 1975 — 1946 1975 man
Nueva Guinea
911 OAUO PAPUA Papuasia — 1946 col 1946
912 OAUO NEWGUINE Nueva Guinea — 1914 col
(Nueva Guinea 1914 1921 ocu
Alemana) 1921 — man 1946
920 OAUI20 NEWZEAL Nueva Zelanda — 1920 col
1920 —
925 OAUD COOKIS Islas C o o k — — col
930 OAUD NEWCALED Nueva Caledonia — — col
935 OAUD VANUATU Nuevas Hébridas, col
República Pacífica
de Vanuatu
940 OAUD78 SOLOMONS Islas Salomón 1978 — — 1978 col
945 OAUD GILBERT Islas Gilbert y Ellice — 1979 col
946 OAUI79 KIRIBATI Islas Gilbert Kiribati 1979 —
947 OAUI79 TUVALU Islas Ellice Tuvalu 1979 —
950 OAUI70 Fin Islas Fidji 1970 — — 1970 col
955 OAUI70 TONGA Islas Tonga (Islas de 1970 — — 1970 col
los Amigos)
960 OAUD FRPOLYNE Polinesia Francesa — — col
(Oceania)
926

970 OAUI68 NAURU 1968 — — 1968 col


980 OAUD MICRONES Territorios del — 1914 col
Pacífico cedidos a 1914 1920 ocu
los Estados Unidos 1920 1944 man
en Fideicomiso 1944 1947 ocu
(incl: Islas Carolinas, 1947 — man
Marshall y
Marianas)
Estados Federales de
Micronesia
985 OAUD GUAM Guam — 1941 col
1941 1944 ocu
1944 — col
990 OAUI62 WSAMOA- Samoa Occidental — 1914 col
1914 1920 ocu
1920 1962 man
1962 —
991 OAUD AMSAMOA Samoa Americana — — col
995 OAUO ANTACTI Antártida
999 WRLO WRLRTOTAL Total mundial
Calendario de reuniones internacionales1

1981

Columbus, Union internationale des villes et pouvoirs locaux: congreso


Ohio UIVPL, 45 Wassenaarseweg, La Haya (Países Bajos)

17-18 de enero L'Arbesle Centre T h o m a s M o r e : mesa redonda (Tema: Límites y mutación)


(Francia) Centre Thomas More, BP 105, 69210 L'Arbesle (Francia)

26-28 de marzo Population Association of America: reunión


Washington, DC PAA, Box 14182, Benjamin Franklin Station, Washington, DC 20044
(Estados Unidos)

6-8 de abril Society for Industrial and Applied Mathematics; U . S . Environmental


Washington, DC Protection Agency: conferencia CTema: Environmetrics '81)
Environmetrics '81, SIAM, 33 S. 17th St., Philadelphia, PA 19103
(Estados Unidos)

10-15 de abril Lausanne Institute of Environmental Sciences: II Conferencia internacional sobre


el turismo y el medio ambiente
ÍES, M S . B. L. Peterson, Exec. Dir., 940 E. Northwest Hwy, Mt. Pros-
pect, Illinois 60056 (Estados Unidos)

23-26 de abril Amsterdam Union internationale des sciences anthropologiques et ethnologiques:


congreso'
E. Sunderland, Seer. gen. UISAE, c/o Dept. of Anthropology, University
of Durham, Durham (Reino Unido)

25-26 de abril L'Arbesle Centre T h o m a s M o r e : mesa redonda (Tema: Identidad cultural, religión
(Francia) y nación)
Centre Thomas More, BP 105, 69210 L'Arbesle (Francia)

4-6 de m a y o Toronto Institut des sciences de gestion; Opinion Research Society of America:
reunion conjunta
M . Lister, Strategic Policy Sec, East Build., 1201 Wilson Ave, Downs-
view, Ontario M3M IJ8 (Canadá)

1. L a Revista no cuenta con información complementaria sobre estas reuniones.

Rev. int. de cienc. soc, vol. X X X I I (1980), n.° 4


928

==sü

28-31 de mayo International Society for the Comparative Study of Civilizations:


Blooinlngton 10. a reunion anual
(Estados Unidos) Prof. Neil B . Weissman, Dept. of History, Dickinson College, Carlile,
PA 17013 (Estados Unidos)

1 ."-3 de junio History of Economics Society: reunión 1981


East Lansing Warren J. Samuels, Dept. of Economics, Michigan State University,
East Lansing, Michigan 48824 (Estados Unidos)

9-12 de junio Honolulu Association of Asian Studies, Commission of Hawaii, Philippine


Studies Committee: coloquio (Tema: Las Filipinas en Hawai y los
Estados Unidos y los estudios filipinos)
Symposium Committee, Filipino 75th Anniversary Commemoration Com-
mission, 1151 Punchbowl Street, Room 233, Honolulu, Hawai 96813
(Estados Unidos)

10-13 de junio C H E I R O N International Society for the History of Behavioral and


River Falls Social Sciences: 13. a reunión anual
(Estados Unidos) Dr. D . A . Charpentier, Dept. of Psychology, University of Wisconsin;
River Falls, Wl 54022 (Estados Unidos)
15-21 de junio Varsóvia Unión internacional de arquitectos: 14." congreso mundial y 15. a asam-
blea general (Tema: L a arquitectura —el hombre— el ambiente)
Comité organizador del 14° Congreso de la UIA, Asociación de Arqui-
tectos Poloneses, SARP-Foksal 2, B.P.6, Varsóvia 00950 (Polonia)

21-26 de junio Sociedad interamericana de psicología: 8." congreso


Santo Domingo Gerardo Marín, Spanish speaking Mental Health Research Center, Univ.
(República of California, Los Angeles, Cal. 90024 (Estados Unidos)
Dominicana)

22-26 de junio Ciencias sociales y medicina: 7 . a conferencia internacional (Tema:


Noordwijkerhout Ideología, acción social, etc.)
(Países Bajos) Dr. P. J. M . McEvan, Glengarden, Balleter, Aberdeenshire A B E 5 UB
(Reino Unido)

Julio Downsvlew International Society for the Study of Behavioral Development: 6. a confe-
(Canadá) rencia bienal
ISSBD, Dr. H . McGurk, Dept. of Psychology, University of Surrey,
Guildford, Surrey (Reino Unido)

Julio Manila Federación mundial para la salud mental: congreso mundial


Edita F. Martlllano, Natl. Exec. Dir., Phil. Mental Health Assoc,
18 East Avenue, Quezon City (Filipinas)

20-24 de julio Hamburgo Federación internacional de sociedades de investigación operacional:


9. a conferencia internacional
H . Welling, IFORS, c\o D T H , IMSOR, Bygnlng 349, 2800 Lyngby
(Dinamarca)

Agosto Connecticut Asociación internacional de ciencias políticas: mesa redonda sobre la


movilidad social y las actitudes políticas
Secretariado de la AISP, c/o University of Ottawa, Ottawa, Ontario
KIN 6N5 (Canadá)
Calendarlo de reuniones internacionales 929

Agosto Viena Asociación internacional de sociología: congreso internacional sobre el


poder de las mujeres
Prof. Samir K. Ghosh, Internat. Organizing Committee, 114 Sri Aurobindo
Road, Konnagar, WB 71235, near Calcutta (India)
Agosto Singapur Asociación científica del Pacífico: 4.° congreso (Tema: Población y
urbanismo)
Pacific Science Association, PO Box 17801, Honolulu, Hawai 96817
(Estados Unidos)
25-28 de agosto Toronto Society for the Study of Social Problems: 33. a reunión anual
Dr. H . Auerbach, 208 Rockwell Hall, University College at Buffalo,
1300 Elmwood Ave, Buffalo, N.Y. 14222 (Estados Unidos)
26-31 de agosto Banff Conferencia Pugwash sobre la ciencia y los problemas internacionales:
(Canadá) 31. a conferencia
Pugwash Conferences on Science and World Affairs, 9 Great Russell
Mansions, 60 Great Russell Str., Londres WCIB 3BE (Reino Unido)

Septiembre Grenoble Association de psychologie scientifique de langue francophone: reunion


Prof. Marc Richelle, APSLF, Laboratoire de psychologie expérimentale,
32, boulevard de la Constitution, B-4020 Liège (Bélgica)
13-17 de sept. Dallas Alcohol and Drug Problems Assoc, of North America: 3 2 . a reunión
anual
A D P A , A . Hewlett, 1101 Fifteenth St., N W Suite 204, Washington,
D C 20009 (Estados Unidos)
13-18 de sept. Jerusalèn Congreso internacional sobre la droga y el alcohol
Stanley Einstein, Organizing Committee, The Internat. Congress on Drug
and Alcohol, PO Box 394, Tel Aviv (Israel)
21-25 de sept. Tokio Asociación internacional de ciencias políticas: mesa redonda sobre las
dimensiones políticas del nuevo orden internacional
Secretariado de la AISP, c¡o University of Ottawa, Ottawa, Ontario
KIN 6N5 (Canadá)
26-30 de sept. Liege Federación internacional de la vivienda, el urbanismo y la dotación de
los territorios: congreso internacional
FIHUAT, 43 Wassenaarseweg, La Haya (Países Bajos)

9-16 de die. Manila Unión internacional para el estudio científico de la población: confe-
rencia general
UIESP, 5, rue Forgeur, 4000 Liège (Bélgica)
28-30 de die. International Relations Research Association: reunión anual
Washington, D C IRRA, 7226 Social Science Buildg., University of Wisconsin, Madison,
WI 53706 (Estados Unidos)

1982

29 de abril- San Diego, Population Association of America: reunión


1." de mayo California PAA, PO Box 14182, Benjamin Franklin Station, Washington, D C 20044
(Estados Unidos)
930 •

7-11 de junio Oslo


QP
Fédération internationale pour l'habitation, l'urbanisme et l'aménage-
ment des territoires: 36." congreso mundial
FIHUAT, 43 Wassenaarseweg, La Haya (Países Bajos)

Agosto Rio de Janeiro Asociación internacional de ciencias políticas: 12.° congreso mundial
Secretariado de la AISP, c/o University of Ottawa, Ottawa, Ontario
KIN 6N5 (Canadá)
Agosto Varsóvia Conférences Pugwash sobre la ciencia y los problemas internacionales:
32. a conferencia
Pugwash Conferences on Science and World Affairs, 9 Great Russelt
Mansions, 60 Great Russell Str., Londres WCIB 3BE (Reino Unido)
23-28 de agosto México Asociación internacional de sociología: congreso mundial
, M . Rafie, AIS Secretariat, BP 719 'A', Montreal, P . W . H3C 2V2
(Canadá)
Libros recibidos

General Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht [1980],


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Chipre " M A M " , Archbishop Makarios, 3rd Avenue, P . O . Box 1722, N I C O S I A .
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Filipinas The M o d e r n B o o k C o . , 922 Rizal Avenue, P . O . B o x 632,
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nida 13-30, zona 1, apartado postal 244, G U A T E M A L A .
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Hong Kong Federal Publications (HK) Ltd., 5 A Evergreen Industrial Mansion,
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Hungría Akadémiai Könyvesbolt, Váci u. 22, B U D A P E S T V . A . K , V . Könyv-
tárosok Boltja, Népkõztársaság utj'a 16, B U D A P E S T V I .
India Orient Longman Ltd.: Kamani M a r g , Ballard Estate, B O M B A Y 400038;
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Iraq McKenzie's Bookshop, Al-Rashid Street, B A G H D A D .
Irlanda The Educational Company of Ireland Ltd., Ballymount Road,
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Lesotho Mazenod Book Centre, P.O. M A Z E N O D .
Líbano Librairies Antoine A . Naufal et frères, B.P. 656, B E Y R O U T H .
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Luxemburgo Librairie Paul Brück, 22, Grand-Rue, L U X E M B O U R G .
Madagascar Commission nationale de la République démocratique de Madagascar
pour l'Unesco, B.P. 331, TANANARIVE.
Malasia Federal Publications, Sdn. Bhd., Lot 8238 Jalan 222, Petaling Jaya,
S E L A N G O R . University of Malaya Co-operative Bookshop, K U A L A
L U M P U R 22-11.
Mali Librairie populaire du Mali, B.P. 28, B A M A K O .
Malta Sapienzas, 26 Republic Street, VALLETTA.
Marruecos Todas las publicaciones: Librairie "Aux belles images", 281, avenue
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nale marocaine pour l'Unesco, 19, rue Oqba, B . P . 420, A G D A L
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Mauritania G R A . LI. C O . M A . , 1, rue du Souk X , Ave. Kennedy, N O U A K C H O T T .
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Mónaco British Library, 30, boulevard des Moulins, M O N T E - C A R L O .
Mozambique Instituto Nacional do Livro e do Disco (INLD), avenida 24 de
Julho 1921, r/c e i . ' andar, M A P U T O .
Nicaragua Libreria Cultural Nicaragüense, calle IS de Septiembre y avenida
Bolívar, apartado n.° 807, M A N A G U A .
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Nigeria The University Bookshop of Ife. The University Bookshop of
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Noruega Todas las publicaciones: Johan Grundt T a n u m , Karl Johans Gate
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A partir de 1978 esta Revista se ha publicado regularmente en español. C a d a n ú m e r o


está consagrado a un tema principal.

Vol. XXX, 1978


N.° 1 La territorialidad: parámetro político
N.° 2 Percepciones de la interdependencia mundial
N.° 3 Viviendas humanas: de la tradición al modernismo
N.° 4 La violencia

Vol. XXXI, 1979


N.° 1 La pedagogía de las ciencias sociales: algunas experiencias
N.° 2 Articulaciones entre zonas urbanas y rurales
N.° 3 Modos de socialización del niño
N.° 4 E n busca de una organización racional

Vol. XXX11,1980
N . ° 1 Anatomía del turismo
N . ° 2 Dilemas de la comunicación:
¿tecnología contra comunidades?
N . ° 3 El trabajo
ISSN 0379-0762

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