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Universidad Peruana Unión

E.P Ingeniería Ambiental


Docente: Erik Ronald Jiménez Milla
Alumno: Wendell Joe Pérez Coila
Curso: Apocalipsis
Grupo: 2

CONFLICTO DE LOS SIGLOS


CAPÍTULO 1: El destino del mundo predicho
La ciudad amada Jerusalén, asumía que estaba segura. Dios les había otorgado tanto amor, pero
ellos le devolvieron odio. Dios les había dado oportunidades más ellos no las tomaron en cuenta.
La historia de aquel pueblo tan favorecido era un relato de sus apostasías y sus rebeliones. A pesar
de que los hijos de Israel "hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus
palabras, burlándose de sus profetas" (2 Crónicas 36: 16), el Señor había seguido
manifestándoseles como "Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en
benignidad y verdad." (Éxodo 34: 6.).

Más tarde la copa de ira de Dios estaba por rebalsar, entonces decidió ya no compadecerse. Pero
cuando su ciudad amada sufría él se sentía mal, y decidió salvarlos. Dios es un ser divino, supremo;
es mas no podría el coeficiente humano llegar a describirlo. Naturalmente en nuestra mente
podríamos llegar a cuestionar: ¿Cómo puede una “persona” llegar a amar tanto a seres que no son
agradecidos con él? . Tenemos una mente muy reducida es por ello que muchos no logran
comprenderlo, más Dios es incomparable con cada uno de nosotros.

CAPÍTULO 2: La fe de los mártires


La enemistad contra Dios iniciaría cuando, todos estuvieran en contra de los que creyesen en su
palabra. Comenzó en los tiempos de Nerón, muchas veces los creyentes de nuestro Señor
Jesucristo fueron muertos, sufrían bastante, pero ellos no se quejaban contra Dios. Es por eso que
cuando los muertos en cristo resuciten ellos nacerán de nuevo y podrán ver La Gloria Infinita de
Nuestro Señor. Muchos fueron los seguidores de Cristo y este dice que cualquiera que lo siguiera
debería de estar orgulloso, gozoso de que por su Fe, Dios los ha salvado. También estuvo presente
Satanás presente queriendo apartar a los seguidores y Dios, mas sus intentos eran vanos. Dios
siempre acompaña a sus seguidores, por más que podríamos llegar a morir en su nombre él lo sabe
todo, sabe porque hacemos las cosa y nunca nos abandonaría.

CAPÍTULO 3: Una era de tinieblas espirituales


Las tinieblas espirituales un periodo de tiempo en el cual todos estaban segados por las doctrinas
del romanismo, la cual enseña que el papa es cabeza visible de la iglesia universal de Cristo,
denominándolo "Señor Dios el Papa", y se le había declarado infalible y que exige que todos los
hombres le rindan homenaje. Fueron 1260 años llenos de injusticia en la cual los cristianos tenían
que aceptar las doctrinas de la iglesia católica, sino eran sometidos a “la inquisición”, años en los
cuales el papado quebranto las leyes de Dios cambiándolas, prohibiendo la lectura de la biblia
porque satanás sabía que si alguien que no fuese un obispo sabría la verdad de todas las malas
doctrinas iglesia católica enseñaba. El poder obtenido por el papado fue de tal magnitud que
reyes y emperadores acataban los decretos del pontífice romano.

CAPITULO 4: Fieles porta antorcha


La luz de la verdad no pudo apagarse por completo, hubo hombres que conservaron su fe en Cristo
como único mediador entre Dios y los hombres, que reconocían la Biblia como única regla de su
vida y santificaban el verdadero día de reposo. Se les marcaba como a herejes, los móviles que los
inspiraban eran impugnados, su carácter difamado y sus escritos prohibidos, adulterados o
mutilados. Sin embargo permanecieron firmes, y de siglo en siglo conservaron pura su fe, como
herencia sagrada para las generaciones futuras. Una gran muestra de esto fueron las iglesias
valdenses que es su pureza y sencillez se asemejaban a la iglesia de los tiempos apostólicos.
Rechazaban la supremacía de papas y prelados, y consideraban la Biblia como única autoridad
suprema e infalible. En contraste con el modo de ser de los orgullosos sacerdotes de Roma, sus
pastores seguían el ejemplo de su Maestro que "no vino para ser servido, sino para servir."

CAPITULO 5: El lucero de la reforma


Había ya pasado la obscura medianoche para el mundo; y Dios no había permitido que su Palabra
fuese destruida completamente y sus verdades no habían de quedar ocultas para siempre. En los
diferentes países de Europa hubo hombres que se sintieron impulsados por el Espíritu de Dios a
buscar la verdad como un tesoro escondido, y que, siendo guiados providencialmente hacia las
Santas Escrituras, estudiaron las sagradas páginas con el más profundo interés. De estos apareció
Wiclef que recibió una educación liberal y para él era el amor de Jehová el principio de la
sabiduría, el empezó a publicar folletos contra los frailes, no tanto para provocarlos a discutir con
él sino para llamar la atención de la gente hacia las enseñanzas de la Biblia, el declaró que el poder
de perdonar o de excomulgar no le había sido otorgado al papa en grado mayor que a los simples
sacerdotes, y que nadie podía ser verdaderamente excomulgado mientras no hubiese primero
atraído sobre sí la condenación de Dios. Wiclef surgió de entre las tinieblas de los tiempos de
ignorancia y superstición. Nadie había trabajado antes de él en una obra que dejara un molde al
que Wiclef pudiera atenerse.

CAPITULO 6: Dos héroes de la edad media


Por aquel entonces llegaron a Praga dos extranjeros procedentes de Inglaterra, hombres instruidos
que habían recibido la luz del Evangelio y venían a esparcirla en aquellas apartadas regiones. Juan
Hus era de humilde cuna, su piadosa madre inculco el temor de Dios como la más valiosa hacienda,
Jerónimo poseía en alto grado lucidez genial, elocuencia e ilustración, y estos dones le
conquistaban el favor popular, pero en las cualidades que constituyen verdadera fuerza de carácter,
sobresalía Hus. Ellos comenzaron por atacar públicamente la supremacía del papa, pero pronto las
autoridades les obligaron a guardar silencio; no obstante, como no quisieran abandonar su
propósito, recurrieron a otros medios para realizarlo. Dios se dignó iluminar a estos sus siervos
derramando sobre ellos raudales de luz que les revelaron muchos de los errores de Roma, por
medio de estos hombres, Dios sacaba a sus hijos de las tinieblas del romanismo; pero tenían que
arrostrar muchos y muy grandes obstáculos, y él los conducía por la mano paso a paso según lo
permitían las fuerzas de ellos. Dios reveló su luz a los guías de su pueblo poco a poco, como podía
recibirla este último. De siglo en siglo otros fieles obreros seguirían conduciendo a las masas y
avanzando más cada vez en el camino de las reformas.

CAPITULO 7: En la encrucijada de los caminos


El más distinguido de todos los que fueron llamados a guiar a la iglesia de las tinieblas del papado
a la luz de una fe más pura, fue Martín Lutero. Celoso, ardiente y abnegado, sin más temor que el
temor de Dios y sin reconocer otro fundamento de la fe religiosa que el de las Santas Escrituras,
fue Lutero el hombre de su época. Por su medio realizó Dios una gran obra para reformar a la
iglesia e iluminar al mundo. Mientras que los enemigos apelaban a las costumbres y a la tradición,
o a los testimonios y a la autoridad del papa, Lutero los atacaba con la Biblia y sólo con la Biblia.
Las enseñanzas de Lutero despertaron por toda Alemania la atención de los hombres reflexivos.
El pueblo iba perdiendo cada día la confianza que había depositado en las supersticiones de Roma.
Poco a poco iban desapareciendo las vallas de los prejuicios. La Palabra de Dios, por medio de la
cual probaba Lutero cada doctrina y cada aserto, era como una espada de dos filos que penetraba
en los corazones del pueblo.

CAPITULO 8: Un campeón de la verdad


No bastaba este triunfo para Aleandro, el cual siguió intrigando para conseguir también la
condenación de Lutero. Con una tenacidad digna de mejor causa, insistía en presentar al
reformador a los príncipes, a los prelados y a varios miembros de la dieta, "como sedicioso,
rebelde, impío y blasfemo." Pero la vehemencia y la pasión de que daba pruebas el legado
revelaban a las claras el espíritu de que estaba animado. La mayoría de los miembros de la dieta
estaban más dispuestos que nunca a ver con benevolencia la causa del reformador y a inclinarse
en su favor. Con redoblado celo insistió Alejandro cerca del emperador para que cumpliese su
deber de ejecutar los edictos papales. Esto empero, según las leyes de Alemania, no podía hacerse
sin el consentimiento de los príncipes, y Carlos V, no pudiendo resistir a las instancias del nuncio,
le concedió que llevara el caso ante la dieta.

CAPÍTULO 9: Se enciende una luz en Suiza


Dios pasó por alto a los grandes de la tierra, a los hombres que gozaban de reputación y de riquezas,
y estaban acostumbrados a recibir alabanzas y homenajes como caudillos del pueblo. Quienes eran
tan orgullosos y se jactaban, que no han podido amoldarse a simpatizar en colaboradores del
humilde Jesús Nazareno. La reforma y la luz llego a Suiza mediante Zuinglio se vio rodeado en su
niñez y su primera educación contribuyeron a prepararlo para su futura misión. Criado entre
bellezas naturales imponentes, quedó desde temprano impresionado por el poder y la majestad de
Dios. Zuinglio predico el Evangelio por varios años en las ciudades en Suiza, acerca de las
verdades de la Santa escritura como: “El fundamento de la iglesia es aquella piedra de Jesucristo,
cuyo nombre dio a Pedro por haberle confesado fielmente. En toda nación el que cree de corazón
en el Señor Jesús se salva. Fuera de esta iglesia, y no de la de Roma, es donde nadie puede
salvarse”. Durante su vida fue llevado para ser juzgado en un debate, pero a pesa de los resultados
de esta conferencia revelaron de qué parte estuvo el triunfo. El debate tuvo por consecuencia un
gran impulso de la causa protestante, y no mucho después las importantes ciudades de Berna y
Basilea se declararon en favor de la Reforma.

CAPITULO 10: Procesos de la reforma


La inesperada desaparición de Lutero despertó consternación en toda Alemania, y por todas partes
se oían averiguaciones acerca de su paradero. Circulaban los rumores más descabellados y muchos
creían que había sido asesinado, millares de personas que aún no se habían decidido abiertamente
por la Reforma. Muchos se comprometían por juramento solemne a vengar su muerte. La semilla
que Lutero había sembrado brotaba en todas partes. Su ausencia realizó una obra que su presencia
no habría realizado. Llegando a libre disposición en Los hombres de trabajo, los soldados y hasta
los niños, que eran más familiarizados con las enseñanzas de la Biblia que los sacerdotes y los
sabios doctores. Encontraron que en vano se unificaban las autoridades civiles y eclesiásticas para
detener el avance de la herejía. Inútilmente recurrían a la cárcel, al tormento, al fuego y a la espada.
Millares de creyentes sellaban su fe con su sangre, pero la obra seguía adelante. La persecución no
servía sino para hacer cundir la verdad, y el fanatismo que Satanás intentara unir a ella, no logró
sino hacer resaltar aún más el contraste entre la obra diabólica y la de Dios. La verdad, proclamada
con tanta energía y fidelidad, se extendía con irresistible poder hasta llegar hasta nuestros días.

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