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UN ADVIENTO PARA LA ARMONÍA

A nivel diario no se habla mucho de armonía. Suena a cosa oriental, a yoga, a gente algo
especial, a algo fuera de lo cotidiano. Pero, en realidad, la armonía es la capacidad para entablar
una buena relación con los demás, con el entorno y, para los creyentes, hasta con Dios. Si se va
logrando (porque es un proceso) esa buena relación, esa armonía, los beneficios son múltiples.

El mismo Evangelio, libro de relaciones, puede entenderse como un libro que pretende
llevarnos por un camino de armonía, de relación jugosa, de fraternidad en definitiva. Por eso
mismo podemos decir que contiene semillas de armonía que son muy útiles a quien anhele ese
valor que da un sabor distinto a la vida.

Y, según como se mire, la encarnación es un misterio de armonía, la búsqueda de ese sueño


divino de que el camino de los humanos y el de Dios puedan llegar a coincidir, que los anhelos del
corazón nuestro y los del corazón de Dios puedan ser los mismos. Un gran sueño de armonía.

Por eso, siempre con la intención de dar más sentido a la fe que vivimos, podríamos entender
y vivir este año el Adviento como un Adviento para la armonía, para generar más armonía dentro,
más disfrute, más equilibrio, más gozo, más humanidad, más fe. Desde ahí, el tiempo del Adviento
puede ser una estupenda preparación para la Navidad del Señor.

1. Lo frágil no es inútil

Nuestra gran objeción a la armonía es que, siendo frágiles, ¿cómo vamos a lograr vivir en
armonía si todo se quiebra? Lo frágil no es inútil, puede contribuir a la armonía con humildad.

Todo lo bello es frágil: los trenes

cuando olían, la escarcha en los ribazos, la boca

de los niños aún sin término, el tacto

del silencio en los camposantos a la orilla

del mar, la redondez si es fruto, el ruiseñor,

su rama. Acaso la memoria. Todo lo verdadero

es frágil. Y no es inútil.

Fermín Herrero
 Lo bello es siempre frágil, pero es imprescindible para la armonía. Vivir y celebrar lo frágil
puede dejar la sensación de una vida en armonía, aunque eso bello y frágil sea efímero y
pase en poco tiempo.

 Todo es transitorio: el olor, la escarcha, la boca de los niños, el silencio, la redondez, el


canto de los pájaros. Pero, aun siendo transitorio, puede dejar un poso de belleza en el
alma que lleve a la conclusión de que una vida en armonía es posible.

 Todo lo verdadero es frágil: porque medimos la fuerza de algo por si persistencia, por su
duración. Pero lo que no dura contribuye a la armonía, al sosiego, a la paz de dentro.

 Por eso, lo frágil no es inútil, puede ayudar a desvelar que, siendo como somos, estamos
destinados a una vida armónica.

2. La luz de la Palabra: Mc 1,35

“Por la mañana, se levantó muy de madrugada y salió; se marchó a un despoblado y allí se


puso a orar”.

 Este simple rasgo del comportamiento de Jesús puede desvelar mucho de su vida en
armonía. Jesús ora “muy de madrugada” (cuando estaba oscuro, dice el texto). La oración
en la noche es una oración “dura”, difícil, sin agarraderos que distraigan: soledad y
oscuridad. La armonía de Jesús no es mera lírica, es también trabajo “nocturno”,
afrontamiento de sus situaciones. No ora Jesús para dar ejemplo a nadie, sino porque
necesita luz, hambrea sentido. Y la oración despojada de la noche propicia su búsqueda.

 Estar en un “despoblado” (lit. en un “desierto”) quiere indicar el lugar donde se disciernen


las cosas, donde se sopesan en el corazón porque no hay elementos que distraigan. La
armonía de Jesús es discernida, sopesada, pensada, trabajada en el interior.

 Se puso a orar: la oración es una ayuda para la armonía, un camino de apaciguamiento, de


luz, de sosiego. No es tanto un ejercicio piadoso, cuando un bálsamo para las preguntas
que uno lleva dentro.

 El silencio, del que no se habla, el profundo silencio del desierto, la música que no se oye
sobre sus piedras. Un camino también para la armonía.

 Y tampoco se habla de los olores, luces, detalles de la naturaleza que habitan también el
desierto. De seguro que eso también creaba armonía en el corazón de este orante en la
noche que es Jesús. Raíces de armonía.

3. Profundización
a) Armonía con un Dios de silencio: Ya que el Dios de la religión suele ser un Dios “ruidoso” con el
que la armonía no es fácil a veces, entre nuestros intereses y los suyos. Pero hay un Dios menor,
oculto, de silencio con el que, quizá, en ese silencio, se pueda llegar a conectar. Y si uno
comprende al Dios del silencio, quizá comprende al mejor Dios. “Cuando un sereno silencio lo
envolvía todo y la noche estaba a la mitad de su curso”, reza el libro de la Sabiduría, bajó a la tierra
“desde el Cielo tu omnipotente Palabra” (Sab 18, 14-15).

b) Armonía con un cosmos que “baila”: Como decía la patrística, que hablaba de la danza de la
trinidad con el cosmos. Es decir, armonía con un cosmos en continuo movimiento, en cambio, en
transformación. Armonía para que los caminos de la tierra y los propios se apoyen, se iluminen
mutuamente, se entiendan hasta llegar a percibir que una de las fuentes mayores de armonía es la
hermana generosa que es la naturaleza y que se ofrece cada día a nosotros.

c) Armonía que busca los extraños caminos de lo humano: Como dice el libro de los Proverbios:
“los caminos del varón por la doncella” (3,19). No leer esos caminos extraños únicamente como
desarmonía, sino como un lugar de tesoros. Como dice G. Martín Garzo “el mundo está lleno
tesoros, de frutos que crecen en la oscuridad. Parece un desierto y, cuando menos se espera, la
vida regresa con sus frescos racimos”.

d) Armonía con el fondo de uno mismo: Esa es, quizá, la más difícil de lograr. Pero, poco a poco,
se pueden dar pasos. Y en ello tienen mucha importancia los detalles, la paciencia, la mirada libre
de prejuicios, la resistencia ante la propia debilidad, la resiliencia. Hay que agradecer el dos que es
vivir y respirar, porque ese es el signo de que una vida en armonía no nos tiene que ser ajena, al
menos en cierta medida. Y cuando el fondo de uno mismo es acogido, la armonía brota poco a
poco.

4. Caminos de armonía

En consecuencia con lo que llevamos dicho, vamos a sugerir algunos caminos posibles de
armonía:

 Deja un poco más sitio a Dios en tu vida. Que los criterios evangélicos cuenten realmente
en tus días. Cree en el Evangelio, obra conforme a lo que dice. Sin más. La armonía
asomará el rostro ya que Evangelio y vida están destinado a armonizarse, a entenderse, a
mezclarse, a potenciarse.

 No hagas caso de los cantos de sirena de quienes nos dicen: tú preocúpate de que a ti te
vaya bien y los demás, allá penas. No, siéntete hermano para que la alegría de vida y su
íntima armonía cobren verdad y rostro. Así es, el rostro de la armonía propia es el rostro
de la armonía de quienes te rodean. Una armonía individualista es una contradicción para
el cristiano.
 Elige lo simple, lo normal, lo cotidiano. No te avergüences de ser como todos, de ser
pueblo, de ser comunidad. En lo común vivido con gozo habita la armonía. Porque muchas
de nuestras desarmonías brotan del afán de ponerse por encima, de destacar, de querer
ser uno siendo distinto. La hermosura de lo común es la casa de la armonía.

 No te enfades por estar abajo, por no tener mando. Ahí se puede ser feliz, te puedes
realizar, puedes estar contento. Estar abajo no es malo para quien aspira a la armonía. El
Evangelio sostiene con claridad que la armonía de quien sirve es la mejor porque,
despojado de ideología, el Evangelio sostiene con claridad que hay más valor en las
pobrezas que en la fuerza. ¿Se puede creer en esta clase de armonía que brota del
servicio?

 Que te afecten las pobrezas, que sean para ti lugar de encuentro. No huyas de ellas,
porque ahí se encierra, sin duda, el extraño fulgor de la armonía. Hay que aprender que las
pobrezas no son solamente desarmonía, descoloque, caos. Hay dentro, abajo, algo de una
cierta belleza que puede llevarnos a una reconciliación con ellas, a un cierto
agradecimiento y, por paradójico que parezca, a un cierto disfrute.

 Ora con confianza, como quiere Jesús. Gusta del silencio que sosiega y resitúa las personas
y cosas.. Ama la contemplación de lo creado como fuente primordial de armonía. Disfruta
con el don que es vivir y respirar. Porque estos son los caminos de la belleza profunda, del
disfruto que deja poso. Y si no se disfruta, ¿cómo se va a estar en armonía?

 Y pon en tu vida una dosis creciente de alegría. Alegría vivida en las pequeñas cosas, en los
sencillos acontecimientos, en lo bello que está en nuestras manos. Si no nos apuntamos a
la alegría, ¿cómo vamos a estar en armonía con nuestra sencilla vida?

Conclusión

A veces es preciso volver a valores esenciales para que la espiritualidad cobre arraigo
antropológico. Este valor de la armonía, poco tratado, pertenece a esos valores primordiales que
puede ayudarnos a vivir la fe con mayor novedad y gozo. Que el Adviento que prepara la Navidad
del Señor, sea entendido y vivido un poco más en la espiritualidad de la armonía, nos abra las
puertas del “misterio abrupto” de la Navidad que, más allá de su abruptez, es misterio de
profunda armonía.

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