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MAURICIO PINTO - LIBER MARTÍN

DIRECTORES

EMBID IRUJO - MARTIN - PINTO - SALINAS ALCEGA


RECALDE - JIMÉNEZ COMPAIRED - DIAZ ARAUJO
GONZALEZ DEL SOLAR - ANDINO
RODRÍGUEZ SALAS

AGUA, AMBIENTE
Y ENERGÍA
APORTES JURÍDICOS
PARA SU VINCULACIÓN
1ª Edición: Septiembre de 2017

Antonio Embrid Irujo ... [et al.] ; dirigido por Pinto, Mauricio
Esteban ; Martin Liber
Ambiente, agua y energía : Aportes jurídicos para su relación -
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Lajouane, 2017.
390 p. ; 23x15 cm. - (Obras de derecho / Alejandro Stornelli)

ISBN 978-950-9580-29-9

1. Derecho Medioambiental. I. Embrid Irujo, Antonio II. Pinto,


Mauricio Esteban, dir. III. Liber, Martin, dir.
CDD 344.046

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© Lajouane S.A.
México 1448, (C1097ABD) Ciudad de Buenos Aires
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Libro de edición argentina.


EL DERECHO INTERNACIONAL DE AGUAS
EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.
DESARROLLO ACTUAL Y PERSPECTIVAS
Mauricio pinto, Liber martin y Sergio salinas alcega

I. Introducción
La cooperación en torno a las aguas transfronterizas acre-
cienta su importancia en la medida que el uso del agua se inten-
sifica por múltiples causas. Se estima que existen 276 cuencas
transfronterizas en el mundo, de las cuales 38 corresponden a
América del Sur. Hasta 148 Estados comparten los recursos
hídricos en esas cuencas, donde la cooperación en materia de
aguas es indispensable no sólo por ser esencial para la vida y
el desarrollo, sino por presentar características sistémicas que
implican una dependencia entre ecosistemas y usuarios de dis-
tintos ámbitos territoriales.
El presente capítulo analiza el estado de la cooperación
en materia de aguas transfronterizas en la región de América
Latina y el Caribe. Sin desconocerlo extenso y complejo del
tema, procuramos una aproximación que permita dilucidar los
principales aspectos de las relaciones internacionales vincula-
das a sistemas hídricos compartidos que existen entre países
de la región, identificando los progresos realizados y los retos
pendientes.
Esta contrastación entre progresos y retos, facilitará ex-
traer las lecciones aprendidas en la materia y arribar a algunas
conclusiones sobre el estado de la cooperación regional existen-
te en torno a cursos de agua y acuíferos internacionales.
Para efectuar este análisis, hemos realizado una revisión
de los Tratados existentes en la materia en la región latinoame-
ricana, reseñando los mismos en un Anexo que se incluye en la
parte final de este trabajo. De igual modo, se ha considerado la
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jurisprudencia arbitral y judicial internacional existente entre


los países de la región en torno a conflictos vinculados a sus
aguas no marítimas internacionales.
Bajo ese cúmulo de información, analizaremos las carac-
terísticas, similitudes y diferencias que existen en la particu-
laridad propia del Derecho convencional regional vinculado al
uso de aguas transfronterizas y en los organismos internaciona-
les que en ese régimen se configuran, y el contexto general que
brinda el Derecho internacional al uso y aprovechamiento de
las aguas transfronterizas.
También realizaremos un acercamiento al proceso de co-
dificación de las normas sobre uso de ríos y cuerpos de agua
internacionales, atendiendo la posibilidad y estrategia para un
acuerdo regional en la materia.
Sobre esta base, procuraremos arribar a conclusiones y re-
comendaciones que se sustenten en el estado actual de la cues-
tión y su potencial desarrollo.

II. Los recursos compartidos en américa latina y el


caribe: breve referencia hidrogeográfica
El conocimiento hidrológico de la región de Latinoamérica y
el Caribe se ha desarrollado sensiblemente en los últimos tiem-
pos, aunque aún existen cuencas y áreas sobre las que se de-
tectan falencias de datos que impiden una información precisa.
Aún así, se señala que pese a que contiene algunas zonas
áridas, la región latinoamericana es básicamente húmeda, con
un promedio de precipitaciones de más del 50% por encima de
la media mundial, y con una escorrentía anual media de 370000
m3/segundo, lo que equivale al 31% del escurrimiento mundial.
Sin embargo, tales datos son relativos, en cuanto las preci-
pitaciones están muy desigualmente distribuidas, encontrándo-
se en la región algunas zonas sumamente áridas, como es el de-
sierto de Atacama, la zona más seca del mundo. La distribución
estacional y la variación anual de las precipitaciones también es
irregular en gran parte de la región, con lo que existen zonas con
exceso de agua en algunos momentos y graves sequías en otros.
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 111

El principal sistema orográfico de la región –la cordillera


de los Andes y su prolongación centroamericana- separa las
vertientes del Pacífico y del Atlántico, y da lugar a los tres tipos
de sistemas hidrográficos principales: la cuenca del Atlántico
y mar Caribe, la del Pacífico, y los ríos intermitentes que des-
aguan internamente.
La cuenca del Atlántico y mar Caribe es la más extensa.
Representa el 84% de la superficie total de la región, con zonas
tropicales densamente vegetadas, contiene a las tres cuencas
principales –Orinoco, Amazonas y de la Plata-, que represen-
tan dos tercios de la escorrentía total de la región con gradiente
leve y zonas inundables. A la cuenca del Pacífico corresponde
únicamente el 11% de superficie de la región, y se caracteriza
por cuencas con gradiente pronunciada desprovistas de vege-
tación, con ríos que presentan grandes fluctuaciones. El 5% de
América Latina carece de salida directa al mar, especialmente
en la gran meseta central del sistema montañoso andino, con
ríos de caudal irregular e intermitente alimentados por escasas
precipitaciones (CEPAL, 1985; FAO, 2000).
En relación a las aguas subterráneas, los conocimientos
resultan más limitados. Sin embargo, estudios recientes han
determinado que los sistemas acuíferos transfronterizos iden-
tificados en América Latina y el Caribe son 51, encontrándose
4 en el Caribe, 18 en América Central, y 29 en América del Sur
(UNESCO, 2007).
En el Caribe, los acuíferos transfronterizos están ubicados
únicamente entre dos países debido a que solamente la isla La
Española es compartida entre dos países. En América Central
fueron identificados dos acuíferos compartidos entre tres paí-
ses; mientras que los demás sistemas acuíferos son compartidos
únicamente por dos países. En América del Sur existen acuífe-
ros transfronterizos que son compartidos por 2, 3, 4 y hasta 6
países, según sus dimensiones y ubicación geográfica, entre los
que destaca muy claramente en cuanto a su dimensión y avance
en materia de cooperación el acuífero Guaraní.
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D irectores

III. Situación actual de la cooperación transfronteriza


en materia de aguas en América Latina y el Caribe:
progresos realizados
Existe en América Latina y el Caribe una prolongada tra-
dición de cooperación entre los países de la región en materia
de administración y aprovechamiento de recursos hídricos
compartidos, la que se ha renovado en las décadas recientes
(Jouravlev, 2001). La casuística de acuerdos internacionales
que establecen reglas de manejo compartido de esas aguas es
extensa y variada.
Sin embargo, desde una perspectiva crítica se sostiene que
aún los niveles de institucionalización de tal gestión presentan
límites, cuyas causas no se encuentran en las rivalidades polí-
ticas regionales o en los riesgos de la integración, sino más bien
en la importancia marginal de los recursos hídricos comparti-
dos en la mayoría de las economías latinoamericanas, donde el
tema se desarrolla especialmente frente a concretos proyectos
de beneficios mutuos, pero no en un esquema de integración
económica estable (Lee, 1995).
Estas limitaciones, sin embargo, no niegan la existencia
de progresos y avances significativos en la región, que muestra
una realidad basada en una activa relación de los países que
comparten cursos de agua, dándose lugar a principios jurídicos
específicos y cuerpos normativos generales y particulares que
vinculan a los mismos en torno a sus recursos compartidos.
En muchos de esos casos, se ha dado lugar a tratados inter-
nacionales estipulando reglas comunes sobre los recursos com-
partidos o conformando organismos internacionales que mate-
rializan la gestión conjunta de las aguas compartidas; e incluso,
a través de actos de menor formalidad o meras actas oficiales
de las reuniones entre las partes interesadas, lo que ha permi-
tido el desarrollo de programas internacionales y ámbitos de
concertación para coordinar las políticas nacionales. De todos
estos casos, es posible apreciar las lecciones aprendidas para
reencauzar conductas futuras.
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 113

Pero aun así, también existen falencias que se presentan


como retos y oportunidades, que exigen consolidar el camino
transitado en base a las nuevas necesidades, revitalizando el
contenido sustancial del Derecho Internacional de Aguas (DIA)
en la región.
Dentro de los progresos referidos, centraremos nuestra
atención en los acuerdos internacionales suscriptos por los paí-
ses de la región en relación a sus recursos hídricos compartidos,
que resultan relativamente numerosos y de un amplio espectro
de contenidos. El presente estudio incluye como Anexo una re-
seña particular del contenido de los principales acuerdos exis-
tentes en la región, que permite apreciar de manera desagrega-
da el grado de cooperación e integración alcanzado.
Una característica que presentan tales acuerdos, además
de estipular reglas sobre la gestión de los cursos de agua in-
ternacionales, es la reiterada constitución de organismos inter-
nacionales con potestades variadas en relación a los recursos
hídricos compartidos, lo que sin lugar a dudas expone un bagaje
de conocimiento que merece ser observado y merituado.
Pero no siempre los países alcanzan soluciones convenciona-
les. En ocasiones, las negociaciones han resultado infructuosas,
y se han producidos conflictos solucionados jurisdiccionalmente.
El análisis de tales experiencias resulta de especial interés, en
cuanto arrojan luz sobre los derechos y obligaciones que existen
entre los países ribereños de un curso compartido, sean estas
provenientes de un acuerdo o de otras fuentes del DIA, y que
marcan de gran manera las exigencias de las relaciones que de-
ben existir en torno a la cooperación internacional en la materia.
1. Acuerdos internacionales sobre recursos hídricos
compartidos en América Latina y el Caribe

a. Convenios que regulan sobre aguas y convenios conexos a la


gestión del agua
Dentro de las experiencias convencionales que, en materia
de aguas transfronterizas, se han desarrollado en la región de
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América Latina y el Caribe, podemos distinguir en primer lugar


aquellos convenios en que la regulación de las aguas constitu-
ye un objeto específico del Tratado, frente a aquellos donde las
aguas presentan un papel accidental, o cuando menos secunda-
rio, del régimen adoptado.
Entendemos que esta primer distinción presenta valor al
momento de atender el análisis de las lecciones aprendidas en
la materia, ya que en cierta forma permite apreciar hasta qué
punto el Derecho de las aguas transfronterizas en la región la-
tinoamericana es algo accidental y anexo a otro asunto, y hasta
qué punto se trata de una tendencia jurídica sistémica que jus-
tifica su análisis y desarrollo desde la perspectiva metodológica
de la especialidad hídrica.
Proponemos este análisis en la medida en que los trata-
dos que de alguna forma regulan sobre aguas son sumamente
numerosos. A nivel mundial se refieren más de 3600 tratados
en la materia hasta mediados de la década de 1980 (Hamner y
Wolf, 1998), y regionalmente a mediados del siglo XX se había
identificado alrededor de cien acuerdos vinculados a cursos de
agua y lagos americanos (Cano, 1958), cifras que desde enton-
ces ha crecido significativamente. Sin embargo, no todos ellos
son propiamente normas vinculadas a las aguas, y con ello en-
tendemos que el universo de análisis debe ser depurado a los
fines de identificar los preceptos que refieren propiamente a las
mismas, y que permiten extraer conclusiones en tan específica
materia. El análisis de Hamner y Wolf (1998) limitan en este
sentido el universo mundial a sólo 145 tratados.
Conforme el distingo que proponemos, dentro de aquellos
casos en que la regulación de los aspectos hídricos constituye un
accesorio, los contenidos normativos del tratado no pretenden
encauzar las relaciones internacionales en torno a cuerpos de
agua, sino otros elementos o tópicos a los que las aguas resultan
conexas.
Es el caso de los algunos tratados de límites que procu-
ran principalmente deslindar territorios –los que incluyen las
aguas que en ellos escurren-, y a la vez exponen pautas para la
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 115

solución de situaciones sobre usos de los cuerpos hídricos com-


partidos, generalmente constituyendo Comisiones de límites y
aguas a las que encomiendan este tipo de problemas. Estos tra-
tados, si bien deben ser analizados dentro de los mecanismos de
cooperación sobre aguas transnacionales, no realizan aportes
sustanciales al análisis del DIA, sino que resultan meramente
instrumentales. Este es, por ejemplo, el caso del Acuerdo para
la creación de la Comisión Internacional de Límites y Aguas
suscripto entre Guatemala y México en 1961; o el Acuerdo para
la creación de la Comisión Internacional de Límites y Aguas
suscripto entre Belice y México en 1993.
El segundo supuesto que propiciamos para este análisis se
focaliza en los tratados que procuran estipular normas que re-
fieren directamente a los derechos y obligaciones de las partes
sobre aguas compartidas. Son estos acuerdos los que realmente
resultan especialmente útiles a la hora de analizar el Derecho
aplicable a las aguas transnacionales.
Dentro de la selección de tratados que hemos incluido en
el Anexo a este estudio, observamos que existe una variedad de
situaciones que pueden incluirse en el segundo de estos grupos.
Es decir, la generalidad de los tratados de trascendencia hídrica
que hemos identificado responden a una regulación específica
de las aguas. Este es, por ejemplo, el caso del Tratado entre
Costa Rica y Nicaragua de 1858, acordando sobre la navegación
del río San Juan; o el Convenio y Protocolo Adicional suscripto
en 1946 entre Argentina y Uruguay para el aprovechamiento
de los rápidos del río Uruguay en la zona de Salto Grande.
Esto no quiere decir que solamente regulen sobre dominio
y uso de las aguas. En muchos casos, las normas se extienden
hacia aspectos que hacen al desarrollo regional, la conservación
ambiental u otros tópicos. Pero observamos que el eje de re-
gulación se basa en la gestión integral del recurso hídrico, as-
pecto sobre el que profundizaremos infra, al analizar los retos
pendientes.
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D irectores

b. Convenios sobre ríos, cursos, sistemas, cuencas, acuíferos,


aguas transfronterizas o sus sectores
Otra clasificación relevante puede ser la de atender el ám-
bito que procura regular el tratado internacional sobre aguas
compartidas.
Dentro de la evolución conceptual que ha existido en la ma-
teria, no siempre el enfoque regulatorio estuvo centrado en el
mismo objeto material. El Derecho internacional fluvial nació y
se desarrolló alrededor de la idea de río y no de cuenca, quizás
porque entonces el uso predominante, cuando no el único, era la
navegación (Cano, 1979). Pero cuando las leyes de la naturaleza
relativas a la hidrología y a la interdependencia entre los re-
cursos naturales comenzaron a ser conocidas, la idea de cuenca
sustituyó a la de río.
A pesar de esta opinión, y de compartir la trascendencia
que puede tener la cuenca en la materia y entender que en oca-
siones la misma puede resultar el ámbito más adecuado de re-
gulación, destacamos que la evolución en el ámbito de los tra-
bajos de codificación de la Comisión de Derecho Internacional
(CDI) de Naciones Unidas parece haber consolidado a los cur-
sos de agua internacionales como objeto material de tal proceso,
posiblemente debido a la reticencia de ciertos países –especial-
mente los situados en la parte superior del cauce de los cursos
de agua internacionales- por temor de que ese concepto resulta-
re una limitación excesiva a su soberanía.
Los cursos de agua internacionales, acorde a la Convención
de Nueva York sobre el Derecho de los usos de los cursos de
agua internacionales para fines distintos a la navegación
(Convención de Nueva York de 1997), resultan un sistema de
aguas de superficie y subterráneas que, en virtud de su relación
física, constituyen un conjunto unitario y normalmente fluyen
a una desembocadura común, en el que alguna de sus partes se
encuentra en un Estado distinto.
Hay que atender, sin embargo, que una revisión rápida de
los instrumentos convencionales, tanto a nivel general como
regional, muestra que el Derecho de los tratados vinculados a
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 117

las aguas compartidas por más de un Estado refiere a distintos


objetos de regulación, que incluyen la referencia genérica a las
aguas o recursos hídricos transfronterizos, o a la precisión de
cierto fenómeno geográfico, como puede ser el río o el acuífe-
ro, el sistema fluvial, la cuenca, o algún sector de todas esas
posibilidades.
Cada una de esas expresiones refiere a un objeto distinto
susceptible de regulación, con lo que la adopción de una u otra
varía sustancialmente el alcance del tratado. El río, lago o acuí-
fero internacional refiere a tales accidentes geográficos cuando
forman frontera o atraviesan más de un país; mientras que la
noción de sistema fluvial refiere tanto al río, sus tributarios y
canales relacionados con él; y la de cuenca atiende no sólo el
sistema fluvial, sino también las aguas subterráneas conecta-
das así como las tierras por las que discurren o se encuentran
todas ellas.
Si bien en la doctrina ha propiciado la noción de cuenca a
los fines de la gestión de las aguas internacionales desde hace
ya largo tiempo (Cano, 1959), y a pesar del reconocimiento ge-
neralizado de que las cuencas son unidades territoriales más
adecuadas para la gestión integrada del agua, debe tenerse pre-
sente que las mismas no constituyen el único espacio requerido
o posible para la gestión de los recursos naturales o del ambiente
en general (Dourojeanni et al, 2002; Aguilar Rojas e Iza, 2009).
Por el contrario, las referidas distinciones que encontra-
mos entre los diferentes instrumentos convencionales, refuer-
zan la idea de que estamos ante un régimen que se caracteriza
por lo particular de sus disposiciones, que atienden principal-
mente problemas concretos cuya generalización es de difícil
consecución.
La dificultad de generalizar un único concepto para todos
los casos ha quedado manifiesta en el proceso de formulación
de la Convención de Nueva York de 1997, donde justamente
este tema fue uno de los más conflictivos, y si bien la cuenca
hidrográfica internacional fue propuesta inicialmente –en con-
sonancia con las entonces novedosas Reglas de Helsinki de la
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D irectores

International Law Association- por el primer Relator Especial


designado para analizar el tema en la CDI, la oposición de los
países fue fortísima, y tal relator decidió dejar este punto abier-
to y avanzar con la codificación de los principios generales en la
materia (Evensen, 1983).
Dicha oposición no se limitó sólo a la idea de cuenca, sino
que incluso acompañó la conformación del concepto de curso de
agua que toma la Convención de Nueva York de 1997, gene-
rando a lo largo del proceso de codificación numerosas obser-
vaciones en posturas contradictorias por los Estados que res-
pondieron las consultas de la CDI, e incluso fue el fundamento
de la posición de algunos de los Estados que votaron en contra
o se abstuvieron de votar la Resolución 51/99 de la Asamblea
General, de 21 de mayo de 1997, que invita a los Estados y a
las Organizaciones regionales de integración económica a que
pasen a ser partes en dicha Convención (ver la posturas crí-
ticas y de variadas posiciones de cada uno de los países y de
los miembros de la CDI en Aura y Larios de Medrano, 2008 y
Salinas Alcega, 2007).
En un análisis de este tema realizado con tinte general,
Aura y Larios de Medrano (2008) ha determinado que del con-
junto de la práctica convencional de los Estados no es posible
extraer una noción común sobre el ámbito al que deben referir
los tratados sobre aguas transfronterizas. Idéntica conclusión
exponemos en base al análisis de los tratados seleccionados que
reseñamos en el Anexo de este trabajo en relación a la región
latinoamericana, los que refieren a todas y cada una de las po-
sibles opciones.
Sin embargo, no debe dejar de atenderse que dentro del
particularismo convencional que caracteriza al Derecho de las
aguas transfronterizas, esa falta de consenso en torno al concep-
to de cuenca no ha sido obstáculo para que un buen número de
textos internacionales relativos a la gestión de recursos hídricos
compartidos por dos o más Estados se estructuren en torno este
concepto, circunstancia que responde a la mayor necesidad de
gestión integrada de los recursos hídricos.
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 119

Podemos ver este fenómeno en la experiencia latinoameri-


cana en acuerdos que se producen desde mediados del siglo pa-
sado, como es el caso del Tratado de la Cuenca del Plata suscrip-
to en 1969 por Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay,
a efectos de mancomunar esfuerzos con el objeto de promover
el desarrollo armónico y la integración física de la Cuenca del
Plata y de sus áreas de influencia directa y ponderable. De
igual modo, el Convenio para el aprovechamiento de las cuen-
cas hidrográficas binacionales de los ríos Puyango – Tumbes
y Catamayo – Chira suscripto entre Ecuador y Perú en 1971,
donde acuerdan emprender proyectos binacionales de aprove-
chamiento hídrico y conservación de cuencas. Los Tratados sus-
criptos entre Bolivia y Perú en 1992 y 1993 para dar lugar a
una entidad binacional a efectos de desarrollar el Plan Director
Binacional del Sistema Titicaca-Desaguadero-Poopó-Salar de
Coipasa, cuyo objeto es promover y conducir las acciones, pro-
gramas y proyectos y dictar normas de ordenamiento, manejo,
control y protección de la cuenca. Los Tratados de la Cuenca
de la Laguna Merín suscriptos entre Brasil y Uruguay en 1963
y 1977, conformando un organismo con el objeto de coordinar
estudios para su desarrollo y acordar acciones nacionales y bi-
nacionales para la elevación del nivel social y económico de los
habitantes de la Cuenca.
Una variante de esta tendencia, es el Acuerdo constitutivo
de la Comisión Binacional Administradora de la Cuenca Inferior
del Río Pilcomayo suscripto entre Argentina y Paraguay en
1994, en el que se aborda la necesidad de establecer un meca-
nismo jurídico permanente responsable de la gestión y adminis-
tración integral de una porción de la cuenca de ese río compar-
tido por ambos países, comprendiendo todo lo referido al uso y
regulación de caudales, proyecto y ejecución de obras así como
la calidad de aguas arriba y aguas abajo. Similar es el caso del
Acuerdo para el Aprovechamiento Múltiple de los Recursos de
la Alta Cuenca del Río Bermejo y del Río Grande de Tarija sus-
cripto entre Argentina y Bolivia en 1995.
120 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

Estas últimas experiencias, que restringen el concepto de


cuenca a un área territorial que es sólo una parte de tal rea-
lidad hidrológica, es una práctica normativa que produce una
modulación jurídica del alcance geográfico del término, y refleja
que ambas concepciones no son necesariamente equivalentes a
la luz de las necesidades concretas de gestión, estatuyéndose el
ámbito institucional competente en función de las necesidades
reales del caso (Pinto, M.; Martin, L., 2013). Esto es así en cuan-
to varios factores locales pueden aconsejar el apartamiento de
los conceptos teóricos de cuenca en algunas situaciones, adicio-
nando o disminuyendo un sector determinado, o concentrarse
geográficamente en una subcuenca (Hayton, 1975).
Al margen de tales regulaciones que toman a la cuenca
como eje de regulación, la experiencia latinoamericana presen-
ta numerosos casos donde el ámbito de la regulación responde
a otra unidad territorial, entre ellas: el Tratado sobre el río San
Juan suscripto entre Nicaragua y Costa Rica de 1858 limitando
la regulación de la navegación a un tramo del río; el Tratado
entre Chile y Perú de 1929 regula sobre una obra de acueducto
en concreto; el Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje
suscripto en 1929 entre Haití y República Dominicana refie-
re en general a las aguas transfronterizas; el Tratado del río
Uruguay y su estatuto, suscriptos por Argentina y Uruguay en
1961 y 1975, regulan el uso de dicho río; como regulación especí-
fica de los acuíferos se observa el Tratado del Acuífero Guaraní,
suscripto en 2010 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
c. Convenios sobre usos múltiples o sobre regulaciones sectoriales
Otro enfoque posible que puede brindar elementos de uti-
lidad para el análisis, consiste en apreciar si las regulaciones
convencionales de los ríos internacionales se han conformado
para cada uso, o si han buscado establecer pautas para varios
tipos de uso.
Es obvio que los cuerpos de agua transfronterizos pueden
satisfacer distintas necesidades de los Estados que atraviesan
o delimitan, y acorde al momento en que tales necesidades
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 121

tomaron trascendencia histórica, el Derecho convencional in-


terestatal ha desarrollado preceptos al respecto.
Como explica Cano (1971), las primeras elaboraciones co-
rrespondientes al Derecho fluvial internacional fueron formu-
ladas únicamente en relación a la navegación, en una época en
que los intereses de los Estados en relación a los cursos de agua
internacionales, se centraba principalmente en su condición de
vías de comunicación y transporte, aunque dicho uso ha que-
dado limitado frente a la importancia adquirida por otros usos
–agricultura, industria, aprovisionamiento energético, abas-
tecimiento de agua potable a las poblaciones, e incluso usos
recreativos-.
La trascendencia de esta evolución y su análisis está en
que las exigencias que ha debido cubrir el DIA a partir de la
pérdida de protagonismo de la navegación han dado lugar a la
consolidación de soluciones y principios jurídicos que atienden
nuevas necesidades de la gestión del agua, la que debe mediar
entre demandas que consumen y alteran sustancialmente un
recurso común.
Si bien ha existido un proceso de codificación en torno a la
regulación de la navegación y el resto de los usos, sin perjuicio
de la conformación de ciertos principios generales, tal experien-
cia no es hasta el momento plenamente exitosa, al menos en
cuanto a la adopción de un texto jurídico internacional de va-
lidez general. Lo que hasta el momento no se ha logrado –al
menos de manera clara y acabada - en un primer intento en
la década de los años veinte del siglo pasado ni en un segundo
impulso más reciente. En cuanto al primer intento, deben des-
tacarse dos textos: la Convención de Barcelona sobre el régimen
de los cursos de agua navegables de interés internacional, sus-
cripta en 1921, y el Convenio de Ginebra relativo al aprovecha-
miento de fuerzas hidráulicas que interesen a varios Estados,
de 1923. Ambos acuerdos presentaron escasos Estados como
partes de los mismos, mientras que el primero entró en vigen-
cia –conforme sus previsiones- con sólo cinco ratificaciones y
obtuvo un total de veinte; el segundo entró en vigencia con sólo
122 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

tres ratificaciones, y obtuvo un total de sólo once ratificaciones


(CDI, 1974). Respecto del segundo intento de adopción de un
texto de alcance universal debe citarse la Convención sobre los
usos de los cursos de agua para fines distintos de la navegación,
suscripta en 1997 (Convención de Nueva York de 1997), a la
que nos referiremos más adelante.
Además de ello, cabe recordar que el Derecho Internacional
americano ha evolucionado regionalmente con ciertos principios
propios (Villalta Vizcarra, 2006). En materia de cursos de aguas
existe una particularización del Derecho latinoamericano que
se distingue en contenido y alcance del Derecho europeo en re-
lación –por ejemplo- al principio de la libre navegación, adop-
tando un carácter claramente territorial (Barberis, 1992) donde
la libertad de navegación opera sólo mediante el consentimien-
to de los Estados ribereños (Gutiérrez Espada, 2010). Esta di-
ferenciación muestra entonces que cada uso puede presentar
principios o contenidos propios en cada región, lo que exige el
análisis de los marcos convencionales propios y la atención de
características que imponen diferencias sustantivas como la
mayor fragmentación política y la más homogénea distribución
de la población en el caso de Europa que en América con las
repercusiones que ello puede tener en el tráfico fluvial como vía
de transporte y comunicación. La Convención de Nueva York
de 1997, como se analiza infra en relación al proceso de codifi-
cación, presenta serias falencias en relación a las adhesiones de
países de la región latinoamericana que relativizan su trascen-
dencia para tal ámbito. Y además, al regular genéricamente los
usos distintos a la navegación, aunque ha tenido la ventaja de
ser amplia en su concepción y abarcar todos los aspectos rela-
cionados con el uso del agua, al mismo tiempo esto es una debi-
lidad grave que limita su utilidad como documento de trabajo
al permitir que los Estados ribereños en disputa se embarquen
en un debate interminable sobre casi todos los factores que
pueden tenerse en cuenta (Beaumont, 2000). Sin perjuicio de
ello, es claro que se trata de un Acuerdo-marco que no establece
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 123

ninguna prioridad de antemano, dejando librada su determina-


ción a los Estados concernidos.
Con este panorama, los acuerdos bilaterales y multilate-
rales adquieren trascendencia, y el universo que hemos selec-
cionado en el Anexo de este estudio puede aportar elementos
de análisis para extraer conclusiones en orden a las lecciones
aprendidas.
Dentro del Derecho convencional latinoamericano en ma-
teria de usos de aguas transfronterizas, existen algunos trata-
dos que refieren exclusivamente a un solo uso, en especial la na-
vegación. Dentro de este caso se ubican el Tratado entre Costa
Rica y Nicaragua sobre el Río San Juan de 1858; el Tratado
entre Argentina y Paraguay sobre Navegación en los Ríos
Paraguay, Paraná y de la Plata de 1967; los Acuerdos entre
Bolivia y Brasil para la construcción de una planta hidroeléc-
trica en el Río Beni de 1984 y 1988; el Acuerdo Múltiple de
Transporte Fluvial por la Hidrovía Paraguay-Paraná suscripto
entre Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay en 1992;
el Acuerdo entre Argentina y Brasil sobre Transporte Fluvial
Transversal Fronterizo de 1997; y el Tratado entre Ecuador y
Perú sobre Comercio y Navegación de 1998.
El último caso referido –Tratado entre Ecuador y Perú de
1988-, presenta la particularidad de extender la actividad flu-
vial regulada incluso al ámbito terrestre, en cuanto junto al de-
recho de navegación pacífica de índole comercial establece que
Ecuador también gozará del derecho de tránsito terrestre que
conecten su territorio con puntos fluviales habilitados para la
carga y descarga de mercancías en los ríos objeto de ese Tratado,
potenciando así la importancia de un régimen fluvial que abar-
ca incluso ámbitos externos a las actividades propiamente hí-
dricas. Esta particularidad, no desvirtúa, sin embargo, el aspec-
to que estamos analizando, es decir si el tratado se concentra en
una única actividad, en este caso el transporte comercial.
El resto de los tratados incluidos en el Anexo refieren a más
de un uso, aunque en algunos casos pongan énfasis en la regu-
lación de unos sobre otros. El incremento de la demanda urbana
124 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

con fines de abastecimiento de poblaciones y esparcimiento, la


expansión de la agricultura de riego y la consideración de aspec-
tos ambientales han acrecentado la complejidad de la gestión
de agua en Latinoamérica, y por ello los programas de gestión
hídrica que abarcan cuencas hidrográficas en la región tienden
a dividirse en una serie de proyectos separados que concretan
un uso múltiple del recurso (CEPAL, 1985).
Estos casos, importan una regulación desarrollada desde
una perspectiva propia de la gestión integral del recurso que se
aleja de los enfoques sectoriales que –limitados a un único uso-
atentan obviamente contra la posibilidad de ejecutar acciones
tendientes al uso múltiple del agua, y ocasionan un sesgo en el
diseño de las políticas destinadas a una finalidad sectorial espe-
cífica, desaprovechando de este modo las economías de alcance
o integración (Ballestero, 2005).
Así, a modo de ejemplo, el Tratado de Paz y Amistad
Perpetua y Arbitraje suscripto entre Haití y República
Dominicana en 1929 reconoce el derecho de los Estados de usar
el agua de una manera justa y equitativa, dentro de los límites
de sus territorios respectivos, para el riego de las tierras y otros
fines agrícolas e industriales. El Tratado entre Argentina y
Uruguay sobre el Río Uruguay de 1961 dispone que los usos de
las aguas del río que deban realizarse para actividades domés-
ticas, industriales y de riego en esas islas quedan sujetos a la
regulación de común acuerdo por ambos gobiernos. El Tratado
entre Argentina y Paraguay sobre Yaciretá de 1973 instrumen-
ta obras para generación hidroeléctrica, navegación y control
de inundaciones, y a la vez establece la obligación de las partes
de regular sobre pesca y preservación ictícola. En el marco del
Tratado entre Brasil y Uruguay sobre la Cuenca de la Laguna
Merín de 1977 se contemplan aspectos sobre abastecimiento de
agua con fines domésticos, urbanos e industriales, la regulación
de caudales y el control de las inundaciones, el establecimiento
de un sistema de riego y drenaje para fines agropecuarios, la
defensa y utilización adecuada de los recursos minerales, ve-
getales y animales, la producción, trasmisión y utilización de
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 125

energía hidroeléctrica, el incremento de medios de transporte y


comunicaciones y de manera especial la navegación y el desa-
rrollo industrial de la región.
En el caso de tratados que refieren a más de un uso, esti-
pular un orden de prioridades entre los mismos no ha sido una
práctica general; aunque tal regulación sí está prevista por al-
gunos de ellos. Vale recordar que la Convención de Nueva York
de 1997 establece que ningún uso tiene en sí prioridad sobre los
otros (art. 10). Extremo que solo puede ocurrir si existe acuerdo
en sentido contrario, es decir, si de forma expresa se establece la
prioridad de algún uso sobre los demás. Ello sin perjuicio de que,
el conflicto entre varios usos de un curso de agua internacional
se resolverá teniendo especialmente en cuenta la satisfacción de
las necesidades humanas vitales, de donde se deduce implícita-
mente la prioridad del abastecimiento a las poblaciones (párra-
fo 2º, art. 10). En este sentido, el Convenio y Protocolo Adicional
para el aprovechamiento de los rápidos del río Uruguay en la
zona de Salto Grande suscripto entre Argentina y Uruguay en
1946 estipula un orden de prioridad entre usos que incluye en
primer lugar el uso para fines domésticos y sanitarios, siguién-
dole la navegación, producción de energía y finalmente riego.
El Ajuste Complementario al Acuerdo de Cooperación para el
aprovechamiento de los recursos naturales y el desarrollo de
la cuenca del río Cuareim suscripto entre Brasil y Uruguay en
1997 dispone que el abastecimiento de agua potable a las pobla-
ciones ribereñas resulta prioritario.
Finalmente, en la experiencia latinoamericana diversos
tratados dan lugar a la compatibilización de los usos producti-
vos y poblacionales con otras exigencias propias de los servicios
ambientales que debe prestar el recurso hídrico compartido, es-
tableciéndose previsiones que integran la variable ambiental a
la gestión de los recursos hídricos.
En este sentido, el ya referido Tratado entre Bolivia y
Perú de 1993, constituye la Autoridad Binacional Autónoma
del Sistema Titicaca-Desaguadero-Poopó-Salar de Coipasa
con el objeto de promover y conducir las acciones, programas
126 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

y proyectos y dictar normas de ordenamiento, manejo, control


y protección de la cuenca. Entre las materias que alcanza el
Tratado de la Cuenca del Plata figura la preservación de fauna y
flora. La Comisión Mixta Argentino-Paraguaya del Río Paraná
creada por el Convenio para el Estudio del Aprovechamiento de
los Recursos del Río Paraná suscripto en 1971 por Argentina
y Paraguay fue designada como Secretaría Permanente del
Convenio sobre conservación y desarrollo de los recursos ícticos
en los tramos limítrofes de los ríos Paraná y Paraguay de 1996.
La conservación de cuencas es una de las materias incluidas en
el Convenio para el aprovechamiento de las cuencas hidrográ-
ficas binacionales de los ríos Puyango – Tumbes y Catamayo –
Chira, suscripto entre Ecuador y Perú en 1971. La preservación
de las aguas es uno de los aspectos reglados en el Tratado del
Río de la Plata y su Frente Marítimo, suscripto entre Argentina
y Uruguay en 1973. El Estatuto del Río Uruguay suscripto en-
tre Argentina y Uruguay en 1975 regula aspectos preservación
del medio acuático. El ya citado Tratado de la Cuenca de la
Laguna Merín establece que las Partes Contratantes tomarán
las medidas adecuadas para que los diversos aprovechamientos
de las aguas, la exploración y el uso de los recursos naturales
del área, dentro de sus respectivas jurisdicciones, no causen
perjuicio sensible al medio ambiente. El Tratado suscripto en
1980 entre Argentina y Brasil en relación a los tramos limítro-
fes del río Uruguay y de su afluente el río Pepiri-Guazu estipula
que los proyectos y obras a ser ejecutados tendrán presente la
necesidad de preservar el medio ambiente, la fauna, la flora y
la calidad de las aguas. El Acuerdo sobre el río Cuareim sus-
cripto en 1991 por Brasil y Uruguay, constituye un organismo
que –además del manejo y utilización- debe coordinar la recu-
peración y conservación de los recursos hídricos de la cuenca. El
Tratado del Acuífero Guaraní, suscripto en 2010 por Argentina,
Brasil, Paraguay y Uruguay, regula como obligación de las par-
tes la promoción de la conservación y la protección ambiental,
la adopción de todas las medidas necesarias para evitar per-
juicios sensibles al medio ambiente, y el deber de información,
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 127

consulta y negociación sobre actividades que puedan afectar al


acuífero, incluido los estudios de impacto ambiental.
d. Convenios que incorporan organismos o autoridades de gestión
A la hora de capitalizar las lecciones aprendidas, otro as-
pecto de necesaria consideración al analizar los tratados sobre
cursos de agua internacionales en la región latinoamericana es
el concerniente a la conformación de organismos internaciona-
les vinculados al desarrollo de tales acuerdos.
Las Organizaciones internacionales constituyen formas
institucionalizadas de cooperación pacífica entre los Estados
con miras a alcanzar ciertos objetivos comunes. Con ello, en la
medida en que los Tratados encaucen acciones de cooperación
estables en torno a los recursos hídricos compartidos, es razona-
ble que contemplen órganos a tales efectos.
Debemos resaltar, nuevamente, que estamos ante una
esfera jurídica que se caracteriza por el particularismo, y con
ello cada uno de los tratados podrá brindar un diseño comple-
tamente sui generis a los órganos que implemente. Ese rasgo
del DIA, es trasladable a los organismos que gestionan cuen-
cas hidrográficas compartidas por varios Estados, cuyo perfil
(estructura, competencias, procedimiento decisorio, etc.) se en-
cuentra condicionado de manera decisiva por las circunstancias
específicas que concurren en cada curso de agua internacional,
especialmente al juego de contrapesos entre los intereses de los
distintos Estados ribereños.
Y esa variada gama de posibilidades de organización insti-
tucional que puede adoptar un tratado sobre aguas transfron-
terizas incluye y empieza por la perspectiva de que no exista
organismo alguno (UNECE, 2009), porque los gobiernos inte-
resados consideran conveniente no crearlo, limitándose a esti-
pular por la vía del tratado sus derechos y obligaciones, y a ad-
ministrarlos cada uno por sus propias dependencias nacionales
(Cano, 1979). Dentro de las experiencias que en la materia se
presentan en la región, resaltamos como ejemplos de este su-
puesto a los Tratados sobre el río San Juan entre Nicaragua
128 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

y Costa Rica; el Tratado de 1929 entre Chile y Perú sobre los


acueductos canales del Uchusuma y del Mauri; el Protocolo so-
bre Recursos Hídricos Compartidos suscripto entre Argentina
y Chile en 1991; el Tratado sobre navegación suscripto entre
Ecuador y Perú en 1998; el Acuerdo sobre cooperación en el
área de recursos hídricos (Brasil y Uruguay, 1991); o el Acuerdo
sobre Transporte Fluvial Transversal Fronterizo suscripto en-
tre Argentina y Brasil en 1997.
En otras situaciones, los Estados acuerdan, además de sus
derechos y obligaciones sobre el curso de agua internacional,
alguna estructura orgánica destinada a sostener una relación
sobre la gestión de dicho curso en forma permanente. Pero in-
cluso en estos casos, el resultado del referido relativismo es que
resulta especialmente complejo poder identificar un modelo,
un perfil-tipo que permita tener una idea de esos organismos,
puesto que lo que existe entre ellos es una enorme heterogenei-
dad marcada por la combinación en cada caso de los distintos
factores en juego. En efecto, se ha señalado que las clases de
instituciones administrativas responsables del desarrollo de
una cuenca hídrica internacional, su organización y facultades,
puede variar al infinito (Cano, 1979), sin que ninguno de los
órganos existentes pueda ser considerado como un modelo para
los demás, ya que los organismos mixtos se establecen en rela-
ción con aguas específicas para hacer frente a tareas específicas
en el contexto de las condiciones políticas, económicas y sociales
reales (UNECE, 2009).
En este sentido puede verificarse, por ejemplo, la trascen-
dencia que al respecto tiene el factor del número de Estados
co-ribereños, pudiendo comprobarse las grandes diferencias
que existen entre los organismos encargados de la gestión de
cuencas multilaterales de aquellos que se refieren a cuencas bi-
laterales. En el primer caso los organismos creados para gestio-
nar esas cuencas multilaterales son entes dotados de una cierta
autonomía de actuación, más allá de la combinación de los in-
tereses de los distintos Estados co-ribereños, disponiendo ade-
más de un secretariado permanente formado por funcionarios
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 129

no sujetos a mandato nacional. Por el contrario, los organismos


encargados de la gestión de las cuencas bilaterales son más bien
una especie de marcos de gestión conjunta llevada a cabo por
las Administraciones nacionales correspondientes.
Aun así, al menos en un marco conceptual teórico, es posi-
ble determinar la existencia de ciertas similitudes que permi-
ten agrupar o clasificar a los organismos internacionales cons-
tituidos en el marco de acuerdos de cooperación sobre aguas
transfronterizas (Hayton, 1975).
En primer lugar, resulta esperable encontrar institucio-
nes sencillas de coordinación, que tratan todas las cuestiones
comunes a los recursos hídricos, muchas veces mediante la
participación de personal diplomático de alto nivel que realiza
recomendaciones políticas a los Estados, pudiendo coordinar ac-
tividades emprendidas separadamente por distintas entidades
nacionales, públicas o privadas. En la mayoría de los casos, las
recomendaciones de este tipo de organismos deben ser adopta-
das con posterioridad por cada uno de los gobiernos, antes de
que sean obligatorias.
Por otra parte, es posible que los organismos se instru-
menten mediante distintos niveles, de modo que se conforme
un nivel político que examine las decisiones generales de largo
alcance, y otro técnico que se involucre en los aspectos hidroló-
gicos, ingenieriles y de administración, con estructuras perma-
nentes para ello. McCaffrey (2003) valora este tipo de estructu-
ra, sosteniendo que la existencia de un órgano de expertos con
competencia en un curso de agua internacional puede ayudar a
prevenir controversias; los técnicos pueden detectar problemas
potenciales antes de que se materialicen en un daño y pueden
tomar medidas preventivas, o al menos alertar a los Estados
interesados de la existencia de tal situación.
Como combinación de las anteriores, también puede adop-
tarse una estrategia de institucionalización diferenciada por
áreas y/o progresiva en el tiempo, que contemple la implemen-
tación de organismos específicos para distintos momentos del
programa de cooperación –planificación, ejecución, operación
130 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

de obras- o para distintas funciones o ámbitos territoriales. De


este modo, es posible establecer esquemas generales para la to-
talidad del sistema hídrico, y particulares para cada uno de sus
componentes.
Dentro de la experiencia latinoamericana, podemos en-
contrar ejemplos de todas estas alternativas. Así, representa-
tiva de las instituciones sencillas de coordinación política re-
sulta, por ejemplo, el Acuerdo para la creación de la Comisión
Internacional de Límites y Aguas suscripto entre Guatemala y
México en 1961 que dispuso la conformación de una Comisión
Internacional con autoridad para aconsejar a los dos países
acerca de asuntos fronterizos y uso equitativo del agua, con in-
jerencia en las cuencas de Candelaria, Coatan Achute, Grijalva,
Hondo, Suchiate.
Como ejemplo de conformación de organismos con niveles
políticos y técnicos, quizás el ejemplo más acabado resulte el
Tratado de la Cuenca del Plata, suscripto en 1969 por Argentina,
Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. En este acuerdo, se esti-
pulan múltiples niveles políticos y técnicos:
a) la Conferencia de Cancilleres, estipulada en la cláusula se-
gunda del Tratado, la que debe reunirse anualmente a fin de
trazar directivas básicas de política común para el logro de
los propósitos establecidos en este Tratado; apreciar y eva-
luar los resultados obtenidos; celebrar consultas sobre la ac-
ción de sus respectivos Gobiernos en el ámbito del desarrollo
multinacional integrado de la Cuenca, dirigir la acción del
Comité Intergubernamental Coordinador (CIC) y, en general,
adoptar las providencias necesarias para el cumplimiento del
presente Tratado a través de las realizaciones concretas que
él demande.
b) el CIC, estipulado en la cláusula tercera del Tratado como
el órgano permanente de la Cuenca, encargado de promo-
ver, coordinar y seguir la marcha de las acciones multina-
cionales que tengan por objeto el desarrollo integrado de la
Cuenca del Plata, y de la asistencia técnica y financiera que
organice con el apoyo de los organismos internacionales que
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 131

estime conveniente, y ejecutar las decisiones que adopten los


Ministros de Relaciones Exteriores.
c) las Comisiones Nacionales de cada Gobierno, previstas en el
artículo cuarto del Tratado como órganos de cooperación y
asesoramiento de los Gobiernos, las que podrán establecer
contactos bilaterales, obedeciendo siempre a los criterios o
normas de los países interesados, manteniendo debidamente
informado, cuando sea el caso, al CIC.
d) la Secretaría General del CIC, establecida en la cláusula
sexta del Estatuto del CIC, con funciones de administración
institucional
e) Comisiones Ad-hoc y Grupos de Expertos, constituidos en
base al artículo décimo del referido Estatuto
El Tratado de la Cuenca del Plata constituye, además, un
caso de implementación de una estrategia de institucionaliza-
ción diferenciada territorialmente, ya que además del marco
genérico que conforma el Tratado de 1969, se han implementa-
do en diversos tratados bilaterales estructuras específicas para
ciertos subsistemas de la cuenca. Uno de ellos, por ejemplo, es
el Convenio y Protocolo Adicional para el aprovechamiento hi-
droeléctrico de los rápidos del río Uruguay en la zona de Salto
Grande suscripto entre Argentina y Uruguay en 1946, que crea
la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, organismo interna-
cional con personería jurídica y capacidad propia, con sede en
la ciudad de Buenos Aires, al que encomienda todos los asuntos
referentes a la utilización, represamiento y derivación de las
aguas del río Uruguay (ver Pochat, 2011; Del Castillo; 2011).
Como ejemplo de una estrategia de institucionalización
progresiva, puede identificarse el régimen del Sistema Titicaca-
Desaguadero-Poopó-Salar de Coipasa. En tal caso, en un primer
momento el Convenio suscripto entre Bolivia y Perú en 1955
constituyó una Comisión Mixta Peruano-Boliviana; para luego
disponerse sobre la base de nuevos acuerdos, en 1992 y 1993,
la creación de la Autoridad Binacional Autónoma del Sistema
Titicaca-Desaguadero-Poopó-Salar de Coipasa, organismo in-
ternacional cuyo objeto es promover y conducir las acciones,
132 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

programas y proyectos y dictar normas de ordenamiento, ma-


nejo, control y protección de la cuenca. También responde a
esta tipología el desarrollo institucional de la Cuenca del Plata,
donde las distintas estructuras que se amparan bajo el Tratado
de 1969 se han implementado progresivamente, sea median-
te acuerdos multilaterales –como es el caso de la Comisión es-
tablecida en el art. 15 del Tratado del Acuífero Guaraní- o bi-
laterales –como es el caso de la Comisión Administradora del
Río Uruguay, establecida mediante el Tratado suscripto por
Argentina y Uruguay en 1975-.
Otra diferencia en relación a los organismos de gestión con-
junta de las cuencas transfronterizas es la que se refiere a los
usos de los recursos hídricos sobre los que dichos organismos
ejercen sus funciones. A este respecto la práctica internacional
muestra un conjunto de alternativas que van desde organismos
que se centran en un solo uso del curso de agua a otros que ges-
tionan todos los usos del mismo.
En la experiencia regional de América Latina y el Caribe,
también se presentan ambos antecedentes. Así, dentro de los
organismos focalizados en un único uso, puede mencionarse el
caso de la Entidad Binacional Yaciretá, constituida mediante el
Tratado de Yaciretá suscripto entre Argentina y Paraguay en
1973; el Tratado de Itaipú suscripto entre Brasil y Paraguay en
1973 dando lugar a la creación de la Entidad Binacional Itaipú;
o la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande constituida en
1946 por Argentina y Uruguay. Tales organismos internacio-
nales son responsables de la ejecución y aprovechamiento de
las obras para la generación hidroeléctrica acordada por esos
países.
Por otra parte, existe una gran cantidad de organismos cu-
yas competencias y funciones tienden al uso múltiple del agua.
Entre ellos podemos mencionar a la Comisión Administradora
del Río Uruguay, constituida en 1975 por el Tratado que suscri-
ben Uruguay y Argentina; la Comisión Internacional de Límites
y Aguas constituida entre México y Guatemala en 1961 con in-
jerencia en las cuencas de Candelaria, Coatan Achute, Grijalva,
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 133

Hondo, Suchiate; Comisión Mixta Argentino-Paraguaya del


Río Paraná constituida por ambos países con un ámbito com-
petencial vinculado especialmente a las obras hidroeléctricas,
pero con funciones extendidas a otros usos en 1989 y 1996; la
Comisión Mixta Peruano Ecuatoriana para las cuencas Puyango
– Tumbes y Catamayo – Chira, creada por dichos Estados en
1971; o la Comisión Binacional Administradora de la Cuenca
Inferior del Río Pilcomayo, constituida mediante el Acuerdo
suscripto entre Argentina y Paraguay en 1994, entre otros.
e. Convenios sobre protección y preservación de los cursos de
agua
Otra perspectiva de interés creciente en general y en par-
ticular para este análisis al momento de identificar lecciones
aprendidas es la formulación de acuerdos que toman por eje los
aspectos ambientales de la gestión de las aguas compartidas.
Esta perspectiva, que ya mencionamos al analizar la regu-
lación ambiental como un limitante a los usos que contemplan
los tratados, permite confirmar la existencia del principio de
protección y preservación de los cursos de agua en el DIA la-
tinoamericano, y se presenta desde la inclusión de la materia
ambiental en convenios que regulan aspectos diversos, hasta la
suscripción de convenios específicos sobre la materia.
Dentro del primer caso, resaltamos el Tratado de la Cuenca
del Plata suscripto entre Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y
Uruguay en 1969, que entre otros aspectos contempla acciones
de promoción de la preservación de fauna y flora; o el Estatuto
del río Uruguay de 1975, que también atiende la conservación y
utilización de los recursos naturales y la preservación del medio
acuático.
También se han establecido acuerdos específicos sobre
tutela ambiental en el ámbito del Derecho convencional lati-
noamericano sobre cursos transfronterizos. El Protocolo so-
bre Recursos Hídricos Compartidos suscripto entre Argentina
y Chile en 1991 es complementario del Tratado sobre Medio
Ambiente que los vincula, y en cuyo marco se fijan acciones
134 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

coordinadas o conjuntas en materia de protección, preservación,


conservación y saneamiento del medio ambiente e impulsarán
la utilización racional y equilibrada de los recursos naturales,
teniendo en cuenta el vínculo existente entre medio ambiente y
desarrollo. El Convenio sobre protección y mejoramiento del am-
biente en la zona fronteriza suscripto en 1987 entre Guatemala
y México refiere a problemas de contaminación de aguas de in-
terés común, acordando instruir a la Comisión Internacional
de Límites y Aguas que vincula a las Partes para que realice
estudios de las cuencas que incluyan aspectos ambientales. El
Convenio de Cooperación para prevenir y luchar contra inci-
dentes de contaminación en el medio acuático producido por
hidrocarburos y otras sustancias perjudiciales, suscripto entre
Argentina y Uruguay en 1990, es aplicable a los incidentes de
contaminación del medio acuático producidos por hidrocarburos
provenientes de cualquier fuente o sustancias perjudiciales pro-
venientes de buques, aeronaves, artefactos navales o instalacio-
nes costa afuera, y regula aspectos que hacen a la prevención,
consulta e información, así como a la intervención sobre inci-
dentes de contaminación sobre el recurso hídrico compartido.
2. Solución de diferendos y jurisprudencia internacio-
nal reciente en materia de aguas en la región
Como se referirá infra, el deber de negociar que existe en-
tre los Estados no siempre permite soluciones concertadas. En
ocasiones, a pesar de los esfuerzos razonables por conciliar los
intereses inicialmente enfrentados, la negociación puede –tarde
o temprano- agotarse sin resultados positivos, y derivar en un
conflicto.
Si bien la casuística muestra que son más los casos de
acuerdos -consolidados en un tratado internacional- que los
de conflictos resueltos por un tribunal, aun así estos últimos
permanecen latentes en las relaciones en las que –como ocurre
en torno a los cursos de agua- hay intereses muchas veces en
tensión. El término ribereño deriva de hecho de la voz latina
rivalis, referida a la persona que aspira a la vez a lo mismo que
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 135

otro, que a su vez proviene de rivus (río); es decir, ribereño y


rivalidad son expresiones conexas y con ello presentan el des-
acuerdo como algo inmanente.
La Carta de las Naciones Unidas, a la vez que vedó la ame-
naza y uso de la fuerza –art. 2.4-, dispuso que el arreglo de con-
troversias internacionales debe producirse por medios pacíficos
(art. 33), dando libertad a los Estados para su elección. Entre
estos medios, además de los políticos o diplomáticos –como la
negociación directa-, los Estados pueden concurrir a dirimir sus
diferencias mediante procedimientos jurisdiccionales, sea ante
un tribunal arbitral o judicial.
Como valoración genérica entendemos que aunque la uti-
lidad de la vía judicial para resolver diferendos sobre cursos de
agua internacionales es una cuestión controvertida, la jurispru-
dencia internacional interpretando las normas del DIA puede
jugar un papel importante para la seguridad jurídica y la es-
tabilidad ayudando con ello a la solución de los conflictos que
puedan plantearse al respecto (Stephens, 2009).
En ese sentido debe reconocerse que los pronunciamientos
realizados por órganos judiciales o arbitrales internacionales
ocupan un lugar importante en el proceso de desarrollo y con-
solidación de este sector del ordenamiento jurídico internacio-
nal. Ello no significa que en todos los casos ese papel haya sido
positivo, pudiendo señalarse algunas sentencias en las que el
pronunciamiento del tribunal internacional, lejos de ayudar a
la consolidación de principios del DIA, parece haber dado mar-
cha atrás respecto de lo recorrido hasta ese momento. Un buen
ejemplo de esto es la sentencia de la Corte Internacional de
Justicia (CIJ) en el asunto de las Plantas de pasta de papel en
el Río Uruguay (Salinas y Pinto, 2011).
En particular, es importante considerar la jurisprudencia
que sobre la materia tiene la CIJ, así como su precedente la
Corte Permanente de Justicia Internacional, dado el lugar que
este órgano judicial ocupa con relación al progreso del ordena-
miento jurídico internacional, también en materia de aguas.
Ello, no impide reconocer la necesaria inclusión en ese elenco
136 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

de decisiones internacionales relevantes en la materia de algu-


na sentencia arbitral, como la de 16 de noviembre de 1957, en
el asunto de la Utilización de las aguas del Lago Lanós entre
España y Francia, en la que el Tribunal arbitral reconocía la
importancia de la unidad que desde el punto de vista geográfico
supone la cuenca fluvial, si bien consideraba que ello no implica
que la misma deba tener en todos los casos una sanción en el
plano jurídico, estando ésta sometida a su correspondencia con
las realidades humanas.
De igual modo, resaltamos especialmente para este aná-
lisis la importancia de las particularidades regionales latinoa-
mericanas, sea mediante sentencias arbitrales o judiciales. En
concreto, los pronunciamientos que sobre los conflictos suscita-
dos sobre el río San Juan han tenido oportunidad de emitir la
Corte de Justicia Centroamericana –primer Tribunal interna-
cional permanente, que funcionó entre 1908 y 1918- y la Corte
Centroamericana de Justicia –constituida en 1994 como órgano
permanente del sistema de integración centroamericano-.
Centrándonos en este momento en la actividad de la CIJ,
debemos comenzar por advertir el número reducido de senten-
cias que abordan la cuestión del régimen de gestión de las aguas
compartidas por varios Estados (McCaffrey, 2003; Stephens,
2009), pudiendo destacar especialmente las siguientes: de 10 de
septiembre de 1929, en el asunto de la Jurisdicción territorial
de la Comisión Internacional del Oder; de 28 de junio de 1937,
en el asunto de las Tomas de agua del Mosa; de 25 de septiem-
bre de 1997, en el asunto del Proyecto Gabcikovo/Nagymaros;
de 13 de julio de 2009, en el asunto de la Diferencia relativa a
derechos de navegación y derechos conexos; de 20 de abril de
2010, en el asunto de las Plantas de pasta de papel en el Río
Uruguay, y de 20 de diciembre de 2015, en los asuntos sobre
Actividades de dragado y desforestación sobre el río San Juan y
Construcción de una carretera sobre el río San Juan. De entre
todas ellas merece destacarse de forma especial la primera, en
la que la Corte Permanente de Justicia Internacional reconocía
la idea de la comunidad de intereses, y por tanto de Derecho,
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 137

formada por todos los Estados ribereños, e incluso más allá de


éstos por todos los Estados usuarios del curso de agua interna-
cional, sobre la que afirma que se ha conformado el Derecho
fluvial internacional desde 1815.
De la simple lectura de esa sucinta enumeración pueden ex-
traerse dos conclusiones inmediatas. La primera es que la Corte
parece haber redescubierto el DIA tras un largo silencio de seis
décadas. Evidentemente ese aparente olvido no le es atribuible
en último término a la propia Corte sino que se debe a la reti-
cencia de los Estados a someterle sus controversias en materia
hídrica, lo que, entre otros motivos, conecta de manera directa
con el mantenimiento de una fuerte dosis de relativismo en el
actual DIA. En los últimos años los Estados parecen haber cam-
biado esa percepción de la Corte para volver a considerarla como
un lugar idóneo para la solución de su controversias hídricas
y ello a pesar de que alguno de esos pronunciamientos no pue-
da considerarse como el más idóneo para reforzar esa opinión,
no suponiendo una gran aportación al desarrollo del DIA. Nos
referimos especialmente, como ya se ha señalado, a las conse-
cuencias que la sentencia de la Corte en el asunto de las Plantas
de pasta de papel en el Río Uruguay puede tener respecto de la
consolidación y concreción del principio relativo a la obligación
de cooperación, y más específicamente a los deberes de informa-
ción y notificación que corresponden al Estado ribereño de un
curso de agua internacional que pretenda adoptar determinadas
medidas que puedan afectar a los derechos de aprovechamiento
de ese curso de agua por otros Estados ribereños.
La segunda conclusión es el protagonismo que tienen los
Estados latinoamericanos en ese renacer de la jurisprudencia
de la Corte en materia de aguas, lo que como ya se ha señalado
anteriormente nos lleva de forma inmediata a la conclusión de
que son principalmente los países de esta región los que pa-
recen haber cambiado su concepción de la Corte para asumir
una consideración de la misma más positiva en cuanto marco
adecuado para el arreglo de los diferendos en materia hídrica.
138 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

Sin perjuicio de este análisis introductorio, en la materia


que nos ocupa existen distintos pronunciamientos jurisdicciona-
les sobre aguas transfronterizas en América Latina y el Caribe.
La Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha tenido la oportuni-
dad de emitir varias sentencias en los últimos años; y con un ca-
rácter regional, la antigua Corte de Justicia Centroamericana
(CJC) y la actual Corte Centroamericana de Justicia (CCJ)
también han emitido pronunciamientos relevantes. También
existen procedimientos arbitrales referidos a aguas internacio-
nales, donde el de mayor interés para nuestro análisis sea qui-
zás el Laudo de 1888 sobre el conflicto del río San Juan, cuya
breve reseña se efectúa a continuación.
a. Controversia sobre derechos de navegación y conexos (CIJ,
Costa Rica vs. Nicaragua, 2009)
El antecedente principal de este conflicto es el Tratado de
Límites de 1858, referido en el Anexo de este trabajo. La rela-
ción de ambos países en torno a la aplicación de tal Tratado no
ha sido sencilla, existiendo otros litigios previos y posteriores.
En julio de 1998, después de subsiguientes desacuerdos
entre las Partes en relación con la extensión de los derechos
de navegación de Costa Rica, Nicaragua prohibió la navegación
de embarcaciones costarricenses que transportaban miembros
de su fuerza policial. Luego de distintas gestiones sin que las
partes hubieran podido resolver sus diferencias, Costa Rica en
2005 interpuso una demanda ante la CIJ en relación con sus
derechos de navegación y conexos sobre el río San Juan.
Al resolver, a la vez que reconoció con ciertos límites el
derecho de Nicaragua a regular la navegación, la CIJ enten-
dió que ese país no está actuando conforme a sus obligaciones
derivadas del Tratado de 1858, y consiguientemente decidió
que Costa Rica tiene el derecho de libre navegación por el río
San Juan con fines de comercio, el que incluye el transporte
de pasajeros –incluso turistas-; y que las personas que viajan
por el río San Juan a bordo de embarcaciones costarricenses
no necesitan obtener visas nicaragüenses ni comprar tarjetas
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 139

turísticas nicaragüenses. De igual modo, entendió que los habi-


tantes asentados en la margen costarricense tienen el derecho
de navegar por el río entre las comunidades ribereñas para fi-
nes de necesidades esenciales de la vida diaria y efectuar pesca
de subsistencia, y que Costa Rica tiene el derecho de navegación
con embarcaciones oficiales utilizadas únicamente para servi-
cios esenciales de los habitantes de las áreas ribereñas, pero no
tiene derecho de navegación sobre el río San Juan con embarca-
ciones que ejerzan funciones de policía ni con fines de avitualla-
miento de estos puestos con equipamiento oficial.
b. Asunto de las Plantas de pasta de papel sobre el río Uru-
guay (CIJ, Argentina vs Uruguay, 2006 -medidas provisio-
nales- y 2010)
En 2006 Argentina acudió a la CIJ por considerar que
Uruguay autorizó de manera unilateral la instalación de plan-
tas de celulosa en la margen izquierda del río Uruguay, in-
cumpliendo las obligaciones estipuladas en el Estatuto del río
Uruguay aprobado en 1975. Las obligaciones que se denuncian
incumplidas refieren a sujetarse al deber de las partes de co-
municar a la Comisión Administradora del Río Uruguay –crea-
da en dicho Estatuto- sobre la realización de cualquier obra de
entidad suficiente para afectar el régimen del río o la calidad
de sus aguas; el procedimiento de información oportuna y la
consideración de las posibles afectaciones a la otra parte; el in-
cumplimiento de las obligaciones relativas a tomar las medidas
adecuadas a fin de evitar la alteración del equilibrio ecológico,
así como a proteger y preservar el medio acuático y, en particu-
lar, prevenir su contaminación.
Ambas partes solicitaron, además de sus posturas princi-
pales, la adopción de medidas cautelares: Argentina solicitó –
entre otros aspectos- la suspensión de todas las autorizaciones
para la construcción de las plantas, lo que fue rechazado por
la Corte por entender que Argentina no acreditó que se hubie-
ra producido alguna contaminación resultante; Uruguay soli-
citó medidas precautorias a fin de cesar otro conflicto conexo,
140 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

consistente en el corte de rutas internacionales que agrupacio-


nes ecologistas argentinas realizaban en protesta a la construc-
ción de los establecimientos de pasta, solicitud que también fue
rechazada por la falta de perjuicio irreparable a los derechos en
litigio.
En su sentencia sobre el asunto principal, la Corte conside-
ra que Uruguay ha violado sus obligaciones procesales bajo los
artículos 7 a 12 del Estatuto y que la declaración de esta viola-
ción constituye satisfacción apropiada. Sin embargo, considera
que Uruguay no ha violado sus obligaciones sustanciales acorde
a los artículos 35, 36 y 41 del Estatuto.
c. Actividades de dragado y desforestación sobre el río San
Juan (CIJ, Costa Rica vs. Nicaragua, 2010 -medida provi-
sional- y 2015)
En 2010 Costa Rica presentó una demanda contra Nicaragua
en relación con una supuesta incursión, ocupación y uso por par-
te del Ejército de Nicaragua del territorio de Costa Rica para la
construcción de un canal entre río San Juan y la Laguna Los
Portillos (o Laguna de Harbour Head), y ciertas obras relacio-
nadas de dragado en el río San Juan, lo que al afectar el flujo de
agua hacia el río Colorado de Costa Rica causaría daño a territo-
rio costarricense, incluidos los humedales y las áreas protegidas
nacionales de vida silvestre ubicado en la región.
El 08 de marzo de 2011 la Corte resolvió sobre una medida
precautoria solicitada por Costa Rica, disponiendo que ambas
Partes se abstendrían de enviar a, o mantener en el territorio
en disputa, cualquier personal, ya sea civil, policial o de seguri-
dad. No obstante tal disposición, la Corte también establece que
Costa Rica podría enviar personal civil encargado de la protec-
ción del medio ambiente en el territorio en disputa, pero sólo en
la medida en que sea necesario para evitar que pudieran cau-
sar perjuicios irreparables al humedal propio de ese territorio,
debiendo para ello Costa Rica consultar con la Secretaría de la
Convención de Ramsar en relación con estas acciones y dar a
previo aviso a Nicaragua.
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 141

En diciembre de 2015, esta causa fue resuelta en una sen-


tencia que, además, puso fin al asunto sobre la Construcción de
una carretera sobre el río San Juan (ver infra). En tal decisorio,
además de considerar que Nicaragua había ejecutado las acti-
vidades de dragado en perjuicio de la soberanía territorial de
Costa Rica, debiendo indemnizar los daños producidos por esa
violación, la Corte entendió que el programa de dragado proyec-
tado en 2006 no tenía entidad como para dar lugar al riesgo de
causar un daño transfronterizo sensible, ya sea en relación con
el caudal del río Colorado o humedales de Costa Rica, y en vista
de la ausencia de tal riesgo no era necesario para llevar a cabo
una evaluación de impacto ambiental, ni cumplir la obligación
de informar y consultar a la otra parte; de igual modo, concluye
que no se ha acreditado de modo alguno que a partir de tales
actividades exista un daño ambiental que deba ser reparado.
d. Construcción de una carretera sobre el río San Juan (CIJ,
Nicaragua vs. Costa Rica, 2015)
El 22 de diciembre de 2011, la República de Nicaragua
inició un procedimiento ante la Corte Internacional de Justicia
contra la República de Costa Rica “por violaciones de la sobe-
ranía de Nicaragua y los grandes daños ambientales a su te-
rritorio”, en referencia a la “construcción [por Costa Rica] de
un camino paralelo a la orilla sur del río [San Juan]”, proceso
que guarda ciertas similitudes con el sustanciado ante la Corte
Centroamericana de Justicia (ver infra). Esta instancia judicial
fue sentenciada en 2015, en conjunto con el asunto referido a
las Actividades de dragado y desforestación sobre el río San
Juan (ver supra).
En la resolución del caso, la Corte consideró que la cons-
trucción de la carretera por Costa Rica presentaba un riesgo de
causar un daño transfronterizo sensible, y por lo tanto, estaba
cumplido el umbral para desencadenar la obligación de evaluar
el impacto ambiental del proyecto de construcción de carrete-
ras antes del inicio de la obra. Aunque Costa Rica argumenta-
ba haber realizado una evaluación ambiental preliminar que
142 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

descartaba el riesgo de daño, el Tribunal entendió que dichos


estudios referían a obras ya realizadas y por ello Costa Rica no
había cumplido con su obligación internacional de llevar a cabo
una evaluación del impacto ambiental previa a la construcción
de la carretera, a partir de la cual debería haber informado y
consultado a Nicaragua en caso de que de los resultados de di-
cho estudio surgiera que existe un riesgo de daño.
Por otra parte, en opinión de la Corte, la postura nicara-
güense que argumentaba que cualquier efecto perjudicial sobre
el río que sea susceptible de ser medido constituye un daño sig-
nificativo es infundada, no habiéndose acreditado que los ni-
veles de sedimentos adicionales que ha generado la carretera
lleguen a un nivel crítico ni superen algún límite máximo per-
misible, y por ello el Tribunal desestima el reclamo basado en el
supuesto daño ambiental.
e. Caso del río San Juan (CJC, Costa Rica vs. Nicaragua,
1916)
El conflicto se genera ante una reclamación efectuada por
Costa Rica frente a una afectación del derecho a navegar que
efectuaba Nicaragua, a pesar de los antecedentes arbitrales
(1888) y convencionales existentes (1858), que también anali-
zamos en este trabajo. En dicho pronunciamiento, en referido
Tribunal regional entendió que Costa Rica tiene derecho indis-
cutido a la margen derecha del río; y el Derecho contractual
de perpetua navegación en el tramo del río al que refiere el
Tratado de 1858, el que es comprensivo de la amplia facultad
de tránsito y de comercio, lo que impone a Nicaragua el deber
de no entrabar esa navegación y el de tener, por el contrario,
expedito el curso del río.
f. Caso de la carretera sobre el río San Juan (CCJ, Asociación
Foro Nacional de Reciclaje (FONARE) y la Fundación Nica-
ragüense para el Desarrollo Sostenible vs Costa Rica, 2012)
El 2012 la Corte Centroamericana de Justicia emite sen-
tencia en una causa promovida por asociaciones ambientalistas
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 143

nicaragüenses contra Costa Rica, en las que cuestionaban una


carretera que construía ese país junto a la ribera sur del cur-
so inferior del Río San Juan, sin que se tengan publicados o
hayan sido puestos en conocimiento de la población, los estu-
dios ambientales que Costa Rica está obligada a realizar según
su legislación nacional y los tratados suscritos por ese país en
materia de medio ambiente y recursos naturales, y sin que tal
obra ingenieril haya sido consultada a Nicaragua. Los deman-
dantes también solicitaron medidas precautelares tendientes a
suspender las obras y restituir el entorno hasta tanto se con-
creten los estudios ambientales del caso, lo que fue resuelto
favorablemente.
Al resolver sobre los aspectos sustanciales, la Corte enten-
dió que el Estado de Costa Rica –que nunca brindo respues-
ta al proceso- está sometido a la jurisdicción y competencias
obligatorias de la Corte Centroamericana de Justicia, en tanto
que Estado Parte del Protocolo de Tegucigalpa a la Carta de la
Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), y estimó
que Costa Rica incumplió su obligación de comunicación con su
contraparte limítrofe, Nicaragua, tal cual imponen diversos tra-
tados bilaterales, haciendo imposible el régimen de cooperación
entre Estados como la promoción de la acción coordinada entre
entidades gubernamentales que establece la Convención.
Por otra parte, la Corte consideró probado el daño ocasio-
nado en la ribera que protege el cauce del río y que el Gobierno
de Costa Rica tomó decisiones unilaterales a pesar de que esta-
ba obligada a comunicar a Nicaragua sobre la construcción de
la carretera, sus características, efectos y Estudio de Impacto
Ambiental. Sobre tal base, la Corte hizo lugar a la demanda
y declaró que Costa Rica construyó una obra de alto riesgo y
peligrosidad ambiental que expone la cuenca compartida y el
ecosistema común que tiene con Nicaragua y la región a daños
graves e impredecibles que debió evitar en el marco de las obli-
gaciones comunitarias. En consecuencia condenó a Costa Rica
por haber violado tratados bilaterales y convenios que forman
parte del acervo comunitario regional por haber incurrido en
144 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

responsabilidad por los daños ecológicos y conexos en el Río San


Juan de Nicaragua así como al ecosistema compartido y a la
respectiva cuenca y a la biodiversidad conexa al río, dejando fir-
me la orden de suspender de manera definitiva la construcción
de dicha carretera.
g. Laudo arbitral de 1888 en el conflicto entre Nicaragua y
Costa Rica
Además de las sentencias judiciales que referimos, existen
también en la región laudos arbitrales que resultan de interés
al estudio del régimen de las aguas transfronterizas.
La primera de ellas es la sentencia arbitral emitida en 1888
por el Presidente de los EEUU,  Mr. Grover Cleveland, en un con-
flicto entre Nicaragua y Costa Rica sobre el Tratado de Límites
de 1858, donde se determina la validez del Tratado de Límites
de 1888, que resultaba cuestionado por Nicaragua desde 1870,
estableciéndose en el marco del mismo que Costa Rica no tiene
derecho de navegar en el Río San Juan con buques de guerra;
pero puede navegar en dicho Rio con buques de servicio fiscal
relacionados con el goce de los objetos de comercio, o que sean
necesarios para la protección de dicho goce; pudiendo Nicaragua
ejecutar obras de mejora de la navegación, siempre que dichas
obras no resulten un perjuicio para Costa Rica ni inunden su
territorio, aclarándose que el brazo del Río San Juan conocido
con el nombre de Río Colorado corresponde a Costa Rica, y por
ello Nicaragua no tiene derecho de desviar las aguas del Río San
Juan en deterioro de la navegación de dicho Río. De igual modo,
se determina que Nicaragua está obligada a no hacer concesio-
nes a terceros de canal interoceánico en su territorio, sin pedir
primero la opinión y consentimiento de Costa Rica.
El recuento jurisprudencial que hemos efectuado permi-
te ver que entre los países de la región existen mecanismos de
solución pacífica de los diferendos sobre aguas internacionales
que no logran ser resueltos mediante negociación.
Tales procedimientos, a la vez que consolidan los principios
del DIA en la región, se presentan como vías adecuadas para
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 145

superar conflictos de interpretación de los tratados bilaterales o


multilaterales en la materia. Así, los pronunciamientos en aná-
lisis muestran el reconocimiento del principio de cooperación,
información y consulta –Laudo de 1888; CIJ en el Asunto de
las Pasteras; CCJ en el Asunto de la carretera sobre el río San
Juan-, así como del principio de prevención y conservación de
los cursos de agua –Laudo de 1888; CIJ en los Asunto de las
Pasteras y del dragado del río San Juan; CCJ en el Asunto de la
carretera sobre el río San Juan-.
Sin embargo, al mismo tiempo dan pautas de que en oca-
siones carecen de la eficacia necesaria para reencauzar rela-
ciones que no han podido consolidarse diplomáticamente. El
ejemplo cabal de ello es el constante conflicto entre Costa Rica
y Nicaragua sobre la aplicación del Tratado de 1858 sobre el río
San Juan, reiterada veces judicializado de diferentes maneras.

IV. América Latina y el Caribe frente a la codificación


del derecho internacional de aguas

1. El Derecho Internacional de Aguas y sus caracterís-


ticas
Hemos expresado previamente el carácter particular que,
por la trascendencia de los tratados bilaterales y multilatera-
les, presenta el Derecho de aguas transfronterizas, así como los
limitantes que ha presentado el proceso de codificación de tales
normas ante la dificultad de establecer preceptos generales que
respondan a una universalización del régimen. Aun así, estas
características no impiden sin embargo que puedan determi-
narse pautas generales que resulten homogéneas en esa uni-
versalidad, y que puedan dar cuenta de la cristalización de nor-
mas jurídicas internacionales, sea a partir de su consolidación
consuetudinaria o su reconocimiento como principios generales
de Derecho.
En la actualidad, existe consenso sobre la existencia de
ciertos principios jurídicos que se invisten como normas genera-
les aplicables a los cursos de agua internacionales. Los mismos
146 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

surgen del análisis de los instrumentos convencionales y prácti-


cas de los Estados, junto a la jurisprudencia internacional y de
la opinio iuris gentium que prueban las resoluciones de organis-
mos internacionales e instituciones científicas.
Pero esta maduración conceptual ha sido posible a par-
tir del reconocimiento de ciertos límites a la soberanía de los
Estados en razón del interés común que existe sobre ellos en
torno a un curso de agua compartido. Este reconocimiento no
ha sido espontáneo, sino que debió sortear distintas concepcio-
nes en la materia, donde permanentemente la dialéctica tuvo
como eje la tensión necesariamente existente entre soberanía y
cooperación internacional en un objeto tan particular como son
los cursos de agua.
Es que aunque las fronteras entre los Estados en la actua-
lidad se hallan bien definidas, resultando claro a la jurisdic-
ción de qué soberano pertenecen la determinación del uso de los
distintos bienes, cuando se trata de bienes que por el carácter
móvil de sus elementos pasan del territorio de un Estado a otro
sin reconocer fronteras, la acción de un Estado no puede ser de
plena libertad, ya que los usos pueden producir efectos en un
ámbito distinto a aquél en el que la acción se ha realizado, re-
sultando factible que tales utilizaciones perjudiquen los aprove-
chamientos que otro Estado tiene a su disposición, afectando a
personas o bienes más allá de sus fronteras. Así, como los recur-
sos naturales compartidos implican una inevitable interdepen-
dencia entre el empleo de un bien por parte de un Estado y las
condiciones de ese bien y sus aprovechamientos en otro Estado
-en virtud, precisamente de los derechos soberanos que cada
Estado posee sobre su territorio, que no pueden ser menguados
por acción de otro-, tales usos deben ser realizados cuidando de
no perjudicar los bienes y la capacidad de aprovechamiento de
los mismos por otro Estado (Drnas de Clément, 2003).
En este sentido, los recursos hídricos -aunque son alcan-
zados por la soberanía territorial del Estado en que se encuen-
tran- presentan particularidades específicas dadas por su flui-
dez y mutabilidad, lo que ha impuesto un morigeramiento del
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 147

carácter absoluto que se ha procurado otorgar a la soberanía


estatal, dando lugar a principios propios del cooperativismo.
Frente a esa plena potestad de cada Estado sobre su territorio
aparecen los intereses de los restantes Estados, generándose un
proceso histórico que llevará al recorte de aquella mediante el
desarrollo jurídico del DIA.
Al respecto, es útil recordar que la Carta de Derechos y
Deberes Económicos de los Estados, establecida en el ámbito de
Naciones Unidas por la Resolución AG/ 328 de 1974, establece
que: “Todo Estado tiene y ejerce libremente soberanía plena y
permanente, incluso posesión, uso y disposición, sobre toda su
riqueza, recursos naturales y actividades económicas” (art. 2.1);
y que: “En la explotación de los recursos naturales compartidos
entre dos o más países, cada Estado debe cooperar sobre la base
de un sistema de información y consulta previa con el objeto
de obtener una óptima utilización de los mismos que no cause
daños a los legítimos intereses de los otros” (art. 3).
Este progreso, que hoy contrapone la regla de la libertad en
el pleno ejercicio soberano sobre los recursos propios (art. 2.1)
a la salvedad de la cooperación en la óptima utilización de los
recursos compartidos (art. 3), se refleja en la evolución de las di-
versas teorías que se han fundado desde distintas perspectivas
en relación al juego entre soberanía e interés al que nos referi-
remos en un momento, potenciando en ocasiones una sobre la
otra, o tendiendo al equilibrio razonable entre ambas.
La evolución que han tenido dichas doctrinas, sin embargo,
se ha encaminado hacia un pensamiento basado en la comu-
nidad de intereses que los Estados presentan sobre los cursos
de agua, de modo que desarrollos teóricos que propiciaban una
concepción absoluta de la soberanía –como la doctrina Harmon
o la de la soberanía territorial absoluta- no han sido más que
meras posiciones argumentales construidas en función de los
contingentes intereses que alternativamente las partes intere-
sadas presentan en cada caso, pero sin que las mismas se conso-
liden en la real solución de tales casos, tanto en la jurispruden-
cia como en la normativa internacional que regula ese recurso.
148 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

No obstante, el papel central que la soberanía sigue jugando


en la escena internacional, y las reticencias de los Estados a
aceptar límites a la misma en ocasiones convierten en muy di-
fícil la posibilidad de materializar esa doctrina en los textos in-
ternacionales (Caflisch, 1989), ya que –como sostiene Drnas de
Clément (2003)- aunque los recursos naturales pueden resultar
compartidos entre varios Estados, esto no es equivalente a com-
partible, como tampoco a recurso común o en condominio o bajo
administración común.
2. Los principios sobre cursos de agua compartidos es-
tablecidos en el ámbito del Derecho Internacional
La comunidad de intereses que existe entre los Estados
que comparten un curso de agua internacional importa que los
mismos no pueden ejercer su soberanía territorial en forma des-
coordinada con los restantes ribereños, en cuanto ello implique
afectar los restantes intereses comunes presentes en el caso. Si
bien no existe un ejercicio de soberanía compartida sobre el cur-
so de agua en su totalidad, cada Estado debe ejercer su potestad
sobre su porción territorial atendiendo los intereses comunes
que presenta con los restantes Estados sobre el curso como una
unidad, lo que impone una comunidad de intereses sobre un
curso que no es comunitario.
Para que esta comunidad de intereses sea efectiva, es me-
nester que los Estados actúen bajo ciertas prácticas que posibi-
litan el respeto de los intereses recíprocos que presentan sobre
el curso. De allí que la aceptación de la doctrina de la comuni-
dad de intereses entre los Estados ribereños como la más idó-
nea para fundamentar las reglas relativas a los cursos de agua
internacionales deriva en la existencia de principios propios del
DIA, los que les imponen a los ribereños una serie de límites
en el ejercicio de sus derechos, que básicamente responden a la
premisa de que al disfrutar de los mismos no se lesionen los de
otros Estados ribereños.
Al respecto, debe atenderse que aunque un principio no
es una regla jurídica propiamente dicha, sino que subyace a la
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 149

misma y explica su causa o razón, su identificación y formula-


ción se establece por inducción a través de las reglas, y con ello
la distinción entre los principios y las reglas no es material sino
formal, siendo por ello los principios generales del Derecho una
de las fuentes jurídicas reconocida en los marcos internaciona-
les (Diez de Velasco, 1999).
Estos principios cobran especial relevancia con el protago-
nismo adquirido por los usos de los cursos de agua internacio-
nales distintos de la navegación, cuyo efecto privativo conlleva,
o puede conllevar, una alteración de la cantidad o calidad de
las aguas del curso de agua internacional en detrimento de los
derechos de otros Estados ribereños. Y para evitar ese tipo de
circunstancias es para lo que se establecen estos principios, que
juegan como guías para la compatibilización adecuada y razo-
nable de los intereses de los distintos Estados concernidos por
un curso de agua internacional.
Si bien el particularismo que caracteriza al DIA dificulta la
inducción de normas generales con un contenido claro (González
Campos et al, 1998), la práctica de suscribir acuerdos bilaterales
con similitudes de obligaciones y derechos ha dado lugar a que
se sostenga que existen normas de Derecho consuetudinario al
respecto, observándose además no sólo que es posible deducir
normas generales de la jurisprudencia internacional y de la opi-
nio iuris gentium que prueban las resoluciones de organismos
internacionales e instituciones científicas (Barberis et al, 2002),
sino además que el proceso codificador que se desarrolla en el
ámbito de Naciones Unidas ha identificado y declarado o –en
su caso- cristalizado algunos principios y normas consuetudina-
rias existentes, como se refiere infra.
Dentro de los principios acuñados en el Derecho Internacional,
destacan en torno a los cursos de agua internacionales los princi-
pios del necesario uso equitativo y razonable de las aguas, de no
causar perjuicio sensible, de cooperación –incluyendo el deber de
información, consulta y negociación- y de proteger y preservar los
cursos de agua.
150 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

3. La codificación del Derecho Internacional de Aguas.


Valoración crítica y experiencias en la perspectiva de
América Latina y el Caribe
El desarrollo progresivo y codificación del Derecho
Internacional es una línea de acción que ha sido contemplada
explícitamente en el art. 13 inc. 1.a de la Carta de las Naciones
Unidas, creándose a tal fin -en 1947- la Comisión de Derecho
Internacional. En ese marco, por Resolución 2669 (XXV), de 8
de diciembre de 1970, la Asamblea General de Naciones Unidas
recomendó que la Comisión de Derecho Internacional empren-
diera el estudio del derecho de los usos de los cursos de agua
internacionales para fines distintos de la navegación, con vistas
a su desarrollo progresivo y a su codificación.
Como resultado de ese proceso, y sobre la base de las la-
bores de la referida Comisión, por Resolución 51/229, de 8 de
julio de 1997, la Asamblea aprobó la Convención sobre el de-
recho de los usos de los cursos de agua internacionales para
fines distintos de la navegación e invitó a los Estados y a las
Organizaciones regionales de integración económica a ser par-
tes de la Convención, quedando así abierta a la firma de los inte-
resados. De igual modo, a partir de sus trabajos sobre recursos
naturales compartidos, la Comisión de Derecho Internacional
también ha proyectado una serie de artículos referidos a acuí-
feros transfronterizos, de los que ha tomado nota la Asamblea
en 2008 en su Resolución 63/124, sin perjuicio de la cuestión de
su futura aprobación o la adopción de otra medida procedente;
tema que fue revitalizado en la Resolución 66/104 de 2011.
De este modo, el proceso codificador que se desarrolla en el
ámbito de Naciones Unidas ha identificado y declarado o –en su
caso- cristalizado algunos principios y normas consuetudinarias
existentes, tanto en torno a los cursos de agua internacionales
como en relación a los acuíferos transfronterizos. Extremo que
no se desvirtuaba por la falta de vigor que dicha Convención
tuvo –al igual que hoy presenta el proyecto de artículos sobre
acuíferos- por un largo periodo (Aura y Larios de Medrano,
2008; McCaffrey y Sinjela, 1998).
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 151

A pesar de estos trascendentes avances, muy destacados y


valiosos, es indudable que el peso de los intereses particulares
de los Estados ribereños concernidos por cada curso de agua
internacional representa un obstáculo para el desarrollo de esa
labor codificadora, debiendo hacerse una distinción entre los
planos universal y regional.
En el primero, el esfuerzo desplegado por las Naciones
Unidas, muy en especial gracias al trabajo de la CDI, ha dado
lugar a textos que aspiran a regir de manera universal, algunos
consolidados en la señalada Convención que fue oportunamente
abierta a la firma; y otros aún en una etapa más preliminar,
consistente en proyectos de artículos que son objeto de revisión
por los Estados. En el plano regional también encontramos
experiencias de valor, destacándose el ejemplo europeo, en el
que los rasgos de primacía y efecto directo propios del Derecho
de la Unión Europea favorecen ese esfuerzo codificador, confi-
gurándose un Derecho europeo de aguas de obligado cumpli-
miento, el que tiene en la Directiva 2000/60/CE (DMA) su mejor
exponente, junto al régimen internacional regional que surge
del Convenio sobre la protección y utilización de los cursos de
agua transfronterizos y de los lagos internacionales, suscripto
en Helsinki el 17 de marzo de 1992 en el ámbito de la Comisión
Económica para Europa de las Naciones Unidas (Convenio del
Agua de la UNECE).
Dentro de los antecedentes de codificación referidos, des-
taca fundamentalmente la Convención de Nueva York de 1997.
Su vocación de generalidad y su apertura a la participación uni-
versal permite considerarla como el texto principal en el que se
traduce el esfuerzo de codificación del DIA. Sin embargo esa cir-
cunstancia se encuentra indudablemente condicionada por las
fuertes reticencias entre los Estados, que primeramente han de-
morado, y luego relativizan su entrar en vigor, producida recién
en 2014, al alcanzarse las escasas 35 ratificaciones o adhesiones
necesarias para ello; actualmente, a veinte años de Resolución
51/229 –por la que la Asamblea de Naciones Unidas invitó a los
Estados y Organizaciones regionales de integración económicas
152 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

a ser partes de la Convención, sólo 36 Estados –frente a los al-


rededor de 193 países que integran Naciones Unidas- han ad-
quirido tal carácter.
En particular, este fenómeno resalta especialmente en re-
lación a ciertos ámbitos geográficos –como Latinoamérica y el
Caribe- en los que es notoria la falta de adhesión a las normas
codificadas. La situación respecto a la falta de participación en
la Convención de Nueva York de los países de América Latina
es especialmente significativa puesto que solo dos (Paraguay y
Venezuela) han firmado la Convención sin que ninguno haya
manifestado su consentimiento en obligarse por este texto; con
lo que ningún Estado de Latinoamérica y el Caribe es parte
de la Convención. Cabe preguntarnos entonces, hasta dón-
de la Convención hoy vigente es un reflejo fiel del Derecho
Internacional de Aguas de la región latinoamericana y del
Caribe, o si entre los países de la región es posible que existan
normas regionales específicas.
Esta debilidad del régimen codificado, sin embargo, no le
impide jugar un papel determinante en la conformación del
DIA, especialmente a través de la influencia en diversos acuer-
dos relativos a cursos de agua internacionales específicos y de-
cisiones jurisprudenciales; influencia que se producía incluso
antes de su vigencia, a través de lo recogido en las distintas fa-
ses del Proyecto de artículos de la CDI. En este sentido pueden
apuntarse como ejemplos su influencia en distintos marcos re-
gionales, como resulta el Protocolo de Maseru sobre sistemas de
cursos de agua compartidos en la Comunidad de Desarrollo de
la Región de Sur de África, de 16 de mayo de 1995; o el Acuerdo
de Chiang Rai sobre la cooperación para el desarrollo sostenible
en la Cuenca del río Mekong, de 5 de abril de 1995; o la senten-
cia de la Corte Internacional de Justicia de 25 de septiembre de
1997, en el asunto del Proyecto Gabcikovo/Nagymaros. En la ex-
periencia latinoamericana, ello también ocurre en el Protocolo
específico adicional sobre recursos hídricos compartidos al
Tratado de Buenos Aires sobre medio ambiente entre Chile y
Argentina, de 2 de agosto de 1991; y en relación al Proyecto de
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 153

artículos sobre acuíferos transfronterizos, en el Tratado sobre


el Acuífero Guaraní, suscripto por Brasil, Paraguay, Uruguay
y Argentina el 2 de agosto de 2010. Esa influencia es debida en
buena medida a que en realidad la Convención –al igual que el
Proyecto de artículos- más que eliminar el relativismo antes se-
ñalado de forma drástica, intenta un avance progresivo gracias
a su condición de Acuerdo-marco, de forma que esos principios
generales vayan penetrando progresivamente en los distintos
regímenes sectoriales que regulan cada curso de agua interna-
cional, favorecidos por la posibilidad de adaptación de los mis-
mos a las circunstancias concretas.

V. Beneficios y retos de la cooperación transfronteriza


En realidad, el desarrollo de la cooperación hídrica trans-
fronteriza en la región de América Latina y el Caribe, como en
cualquier otra región del planeta, no es en sí misma un reto sino
una necesidad ineludible. El carácter de recurso vital del agua
y el peso que al respecto presentan las aguas compartidas por
varios Estados conducen de manera inevitable al diseño de un
mecanismo de coordinación entre los Estados en cuanto al apro-
vechamiento equitativo de esos recursos. Con ello, se produce
una transformación de los factores de potenciales conflictos en
elementos de fomento de la cooperación internacional. Esa cir-
cunstancia cobra más relevancia en un escenario de crisis del
recurso hídrico que, por más que en América Latina y el Caribe
se traduzca en problemas de calidad más que de cantidad, no
por ello deja de existir.
Sin lugar a dudas los progresos registrados en la región
latinoamericana en materia de cooperación referida a aguas
transfronterizas son notables. La práctica de los Estados de
la región de celebrar tratados para regular sus relaciones en
torno a los cuerpos de agua transfronterizos es destacada por
su generalidad y perdurabilidad en el tiempo y en el espacio,
siendo notoria la casuística de organismos internacionales que
materializan la coordinación de las acciones de cooperación in-
ternacional en la materia. Y en aquellos casos en que el proceso
154 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

negocial fracasa, las soluciones jurisprudenciales han indicado


el camino a seguir.
Pero aun así, existen ciertos tópicos que deben atenderse
en las relaciones por venir, que constituyen los retos a afrontar
para incrementar en calidad y cantidad la cooperación hídri-
ca regional. En los puntos siguientes tratamos de reseñar los
principales aspectos que se evidencian en un futuro inmediato,
y que resultan necesarios en la actualización y diseño de las ac-
tuales y futuras negociaciones que sobre sus aguas compartidas
entablen los Estados de la región.
1. Regionalización del Derecho Internacional de
Aguas
El carácter relativo que –como hemos observado- caracte-
riza en general al DIA tiene en la región de América Latina y
el Caribe una especial trascendencia por cuanto, a diferencia
de lo que ocurre en Europa, no se ha dado lugar a un acuerdo
marco de alcance regional que codifique, y por tanto permita
el desarrollo y consolidación, de unos principios generales que
permitan ir superando la actual situación, en la que las relacio-
nes internacionales sobre aguas transfronterizas se encuadran
en tratados bilaterales o multilaterales que se refieren a cada
cuerpo de agua en particular. Esta circunstancia viene agrava-
da por el hecho de que la Convención de Nueva York de 1997,
aún cuando ya ha tomado vigencia, presenta serios limitantes
en cuanto a las adhesiones de países latinoamericanos, lo que
condiciona y debilita la eficacia regional de la misma.
Ese es sin lugar a dudas uno de los retos principales exis-
tentes en la cooperación hídrica latinoamericana y del Caribe:
la discusión y suscripción de un régimen convencional gene-
ral que resulte aceptable por los Estados de la región –sea la
Convención de 1997 o un corpus regional similar al adoptado
por los países europeos en el Convenio del Agua de la UNECE-,
y que permita no solo identificar reglas generales aplicables a
situaciones generales o no reguladas en particular, sino tam-
bién brindar seguridad jurídica sobre principios generales que
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 155

de acuerdo a las características regionales enmarquen el alcan-


ce y la interpretación de los acuerdos específicos que vinculen a
las partes.

2. Coordinación entre marcos jurídicos particulares y


generales
El particularismo que caracteriza al Derecho de aguas pro-
pio de los cuerpos hídricos transfronterizos y la perspectiva de
desarrollar acciones de regionalización del régimen de los cur-
sos de agua y otros cuerpos hídricos internacionales exigen, a
su vez, atender mecanismos de coordinación entre lo general y
lo particular.
A modo de ejemplo, la Convención de Nueva York de 1997
ha adoptado soluciones en este sentido en su artículo tercero,
promoviendo la supremacía de las soluciones locales sobre las
generales. Pues bien, dadas las condiciones de la cooperación
regional en América Latina y el Caribe en materia de aguas
transfronterizas, en concreto la prácticamente nula participa-
ción de los Estados de la región en esa Convención, si se estable-
ciera un nuevo marco regional debería incorporarse esa cláusu-
la, configurándose como un acuerdo-marco, que permita que los
acuerdos específicos de cada curso de agua vayan incorporando
progresivamente los principios en él incluidos. Ese modo de ac-
tuar permitirá resolver el problema de la dificultad que implica
establecer de una vez y de forma inmediata un régimen general
en un sector en el que impera todavía el relativismo, porque se
adapta muy bien a los intereses de los Estados ribereños.

3. Desarrollo de la variable ambiental en el Derecho


Internacional de Aguas
La consideración de los problemas ambientales resulta una
exigencia transversal que alcanza todas a las esferas del actuar
humano. Y la gestión de los cursos de agua internacionales no
es la excepción. En este sentido el DIA ha ido incorporando
esa aproximación proteccionista del recurso, especialmente a
156 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

través marcos como el Convenio del Agua de la UNECE y la


Convención de Nueva York de 1997.
Si bien la cuestión ambiental ha estado presente en mayor
o menor grado en muchos de los acuerdos sobre aguas trans-
fronterizas existentes en América Latina y el Caribe, no me-
nos cierto es que las controversias internacionales que se han
planteado en la última década en la región se centran en dife-
rencias en torno a la protección ambiental y la prevención del
daño ecosistémico, lo que pone de manifiesto cuando menos una
cierta insuficiencia de las soluciones que al respecto se reco-
gen en los distintos tratados y acuerdos regionales sobre aguas
transfronterizas.
Sin lugar a dudas, de conformarse un marco regional espe-
cífico, la variable ambiental debe ser potenciada en el análisis
de las relaciones internacionales que se produzcan sobre los sis-
temas hídricos compartidos en latinoamericana.
4. Incorporación de previsiones de adaptación al cam-
bio climático
Si bien el Derecho Internacional Ambiental presenta no-
torios desarrollos en relación a las medidas referidas a las cau-
sas del cambio climático, en especial a partir de la Convención
Marco sobre Cambio Climático suscripta en Nueva York en
1992 y su Protocolo suscripto en Kioto en 1997 (al respecto, ver
Estrada Oyuela, 1993; Rojas Quiñónes, 2004), actualmente el
conocimiento científico expone prospectivamente los efectos que
son esperables en los plazos inmediatos (IPCC, 2008).
Por ello, es necesario que el Derecho de aguas desarrolle en
sus distintos ámbitos de regulación, inclusive el internacional,
los mecanismos tendientes a adaptar y encauzar las acciones
vinculadas al uso del recurso hídrico en la cambiante situación
climática (Montoro Chiner, 2009; Pinto, 2009; Delgado Piqueras,
2009). A este respecto debe señalarse el papel trascendental
que están llamados a jugar los organismos internacionales que
en cada caso se creen, o ya existan, para articular la cooperación
entre los distintos Estados co-ribereños de cada curso de agua
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 157

internacional, sirviendo como modelo la experiencia europea,


donde el Convenio del Agua de la UNECE jugó un rol clave en
el impulso de la cooperación institucional.
5. La Gestión Integrada de los Recursos Hídricos en el
Derecho Internacional de Aguas
La gestión integrada de los recursos hídricos es una con-
cepción moderna que exige que desde la gestión del agua se
procure atender lo propio de otros recursos, y siempre dentro
de un esquema de sustentabilidad que atienda las exigencias
medioambientales.
Pochat (2008), en este sentido, recuerda que la definición
más aceptada de tal gestión integral es la que refiere a un proce-
so que promueve la gestión y el desarrollo coordinados del agua,
la tierra y los recursos relacionados, con el fin de maximizar el
bienestar social y económico resultante de manera equitativa,
sin comprometer la sostenibilidad de los ecosistemas vitales.
Gran parte de los acuerdos sobre aguas analizados en este
trabajo focalizan su objeto de manera exclusiva en la gestión
sectorial del agua, perdiéndose toda conexión con la integrali-
dad de ese recurso y los restantes elementos con los que necesa-
riamente interactúa, debilidad que puede ser subsanada tanto
desde los convenios particulares como generales que en el futu-
ro se desarrollen.
6. Regulación integrada de aguas superficiales y sub-
terráneas
La consideración de las aguas subterráneas y superficiales
como integrantes de un mismo sistema es otro reto que debe
ser tenido en cuenta en trabajos futuros. Si bien el tema hoy
está presente en las labores de especialistas, puede observarse
una resistencia por parte de ciertos Estados a tal perspectiva
de análisis, tal como ha quedado de manifiesto en las opiniones
estatales producidas en torno al alcance del concepto de curso
de agua internacional que se han producido en el proceso de
codificación que concluyera en la Convención de Nueva York
158 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

de 1997, donde existió cierta resistencia a incluir a las aguas


subterráneas en el texto aprobado.
La idea de un uso conjunto de las aguas superficiales y sub-
terráneas implica su desarrollo y manejo integrado como siste-
ma total de suministro de agua, lo que se propicia debido a que
las interrelaciones hidrológicas que existen entre ellas exigen
considerar el impacto del uso de unas sobre las otras (Hayton,
1992).
La experiencia práctica en la región muestra que en gene-
ral los tratados bilaterales o multilaterales regulan las aguas
superficiales sin referencia alguna a su interrelación con las
subterráneas. Incluso, el único tratado específico sobre aguas
subterráneas, el Tratado del Acuífero Guaraní suscripto en
2010 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, no contiene
norma alguna de coordinación de las aguas superficiales vincu-
ladas al mismo. Esta cuestión debería ser abordada en el even-
tual diseño de un marco regional.
7. Desarrollo de la eficacia local de los institutos in-
ternacionales
Uno de los desafíos propios de toda regulación internacio-
nal es el de garantizar su cumplimiento, asegurando la existen-
cia de medios idóneos para exigir que las conductas estatales
se adecuen a tales normas. En el campo del Derecho de aguas
esto no es una excepción, y parte del problema es la debilidad
que se presenta ante ciertas situaciones de incumplimiento
persistentes.
Quizás un ejemplo de esta situación pueda graficarse
a partir de las constantes tensiones que se presentan entre
Nicaragua y Costa Rica en torno al uso en navegación del río
San Juan, acorde al Tratado que vincula a ambos países desde
1858. A pesar de la existencia de preceptos convencionales ex-
presos, son recurrentes los procesos judiciales entre ambas na-
ciones por situaciones cuando menos similares. El reto en este
caso es el incluir en el diseño de un nuevo marco regional los
principios e instrumentos que permitan que esas controversias
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 159

encuentren solución sin necesidad de llegar a los tribunales in-


ternacionales, por ejemplo mediante la competencia reconocida
a los organismos de gestión de esos cursos de agua internacio-
nales para resolver las posibles controversias que puedan plan-
tearse entre los Estados co-ribereños.
8. Desarrollo de mecanismos eficientes de solución de
diferendos
Si bien el énfasis del proceso de cooperación debe estar
puesto en los acuerdos y otras relaciones internacionales que se
produzcan al respecto, no puede perderse de vista que en toda
negociación existe la posibilidad de desacuerdo, y que en tales
casos la eficiencia de los mecanismos posteriores redundará en
el éxito o fracaso de la cooperación misma. En este sentido, no
deja de constituir una alternativa válida el desarrollar tribuna-
les regionales o acudir a las incipientes estructuras de integra-
ción existentes o a alguno de sus órganos (Mercosur, etc.) para
dirimir diferendos.

VI. Conclusiones y recomendaciones


Existe en América Latina y el Caribe una amplia experien-
cia en materia de cooperación internacional en torno a aguas
compartidas, materializada en más de treinta y cinco tratados
internacionales específicos que regulan la materia.
La práctica de suscribir acuerdos específicos sobre aguas,
sin perjuicio de otros generales que incluyen sólo de manera
accesoria los recursos hídricos, muestra una particularización
del Derecho Internacional que permite el estudio y eventual co-
dificación de tal materia en un Convenio universal o regional.
El DIA presenta un grado de evolución general de donde surgen
principios y normas básicas aplicables al uso de las aguas com-
partidas.. Sin embargo, la posibilidad de puntualizar las relacio-
nes de cooperación mediante marcos convencionales específicos,
a la vez que permite mayores niveles de eficacia y operatividad,
limita la consolidación general de mecanismos apropiados que
resultan universalmente aceptados.
160 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

Aunque suele propiciarse la cuenca como mejor ámbito te-


rritorial para desarrollar la cooperación sobre aguas internacio-
nales, el análisis de los tratados muestra que tal tendencia no
se ha consolidado plenamente. Aún así, puede afirmarse que
no existe un ámbito territorial único para los mecanismos de
cooperación sobre aguas transfronterizas, debiendo establecer-
se soluciones particulares de acuerdo a las circunstancias de
cada caso, las que pueden referir a la cuenca, al sistema hídrico,
al curso de agua, a sectores de ellos, u otras soluciones que se
presenten más adecuadas.
Por lo general, los ámbitos contemplados en los tratados
no integran las aguas subterráneas a la gestión integrada
del recurso. Sólo existe un tratado sobre aguas subterráneas
(Acuífero Guaraní), aún sin vigencia, suscripto dentro del ám-
bito regulado en general para la cuenca del Plata, experiencia
que debería tenerse de referencia en futuras regulaciones sobre
aguas subterráneas.
La práctica convencional latinoamericana muestra una
preferencia por regular mecanismos de cooperación sobre aguas
transfronterizas que involucran –generalmente- más de un uso,
con la salvedad de ciertos convenios que se limitan a la regula-
ción de la navegación de manera exclusiva.
Es común que dentro de los mecanismos de cooperación
establecidos entre los Estados latinoamericanos se contemple
la variable ambiental, sea mediante la compatibilización de los
usos económicos o poblacionales regulados con tal variable, sea
mediante regímenes específicos.
También es frecuente que los tratados sobre aguas interna-
cionales en Latinoamérica y el Caribe contemplen estructuras
institucionales tendientes a desarrollar sus cometidos. Tales or-
ganismos responden a las características y necesidades que se
presentan en cada cuenca, curso de agua o ámbito específico, sin
que pueda establecerse patrón común a partir de la casuística.
Puede observarse una práctica constante de los Estados de
la región en el reconocimiento del principio de preservación y
conservación de los cursos de agua, al incluir tal aspecto en la
E l derecho internacional de aguas en américa latina ... 161

casuística de los tratados -sean específicos sobre tutela ambien-


tal o sean sobre otros tópicos que incluyen dicha tutela- tanto
como al incluirlo como objeto de los conflictos judicializados re-
ceptados por tribunales internacionales.
El análisis jurisprudencial muestra que entre los países de
la región existen mecanismos de solución pacífica de los dife-
rendos sobre aguas internacionales que no logran ser resueltos
mediante la negociación, que consolidan los principios del DIA
en la región y se presentan como vías adecuadas para superar
conflictos de interpretación de los tratados bilaterales o multi-
laterales en la materia.
En ocasiones, los mecanismos de solución de controversias
internacionales carecen de la eficacia necesaria para reencau-
zar relaciones que no han podido consolidarse diplomáticamen-
te, no logrando una verdadera dispersión de la tensión entre los
intereses de los Estados en conflicto, lo que se evidencia en la
persistencia de conflictos similares entre los mismos Estados y
sobre las mismas aguas.
Sin perjuicio de ello, debe notarse que la mayoría de las
controversias sobre cuencas internacionales, se han resuelto
mediante acuerdos internacionales alcanzados diplomática-
mente, con lo que la tasa de cooperación –mediante tratados-
existente en Latinoamérica y el Caribe supera enormemente los
casos de conflicto llevados ante un tribunal internacional. Y en
estos últimos casos, generalmente el conflicto se limita a la in-
terpretación de la conducta debida bajo un tratado ya suscripto.
La falta de vigor en Latinoamérica y el Caribe de acuerdos
universales –como la Convención de Nueva York de 1997- o re-
gionales –como ocurre en Europa- remiten necesariamente al
particularismo convencional que denota una tradición en mate-
ria de cooperación demasiado marcada por el relativismo propio
del DIA.
La superación de ese estadio, pasa necesariamente por la
adopción de un marco regional o universal que permita reforzar
esa cooperación existente en aquellos aspectos que en la actua-
lidad se presentan como retos pendientes, y reforzar otros que
162 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

se encuentran en proceso de consolidación, como el avance en


la cooperación institucionalizada, la resolución de controver-
sias y el afianzamiento de la dimensión ambiental, así también
como el afianzamiento de la Gestión Integrada de los Recursos
Hídricos, la adaptación al cambio climático, y la regulación inte-
grada de aguas superficiales y subterráneas, entre otros aspec-
tos analizados a lo largo del capítulo y estas conclusiones.
Las alternativas disponibles de momento pasan por la
adopción de un nuevo acuerdo regional, la ratificación en blo-
que de la Convención de Nueva York de 1997, o la adhesión a
otros marcos inicialmente regionales que se encaminan hacia
un alcance universal –como el Convenio del Agua de la UNECE
enmendado en sus arts. 25 y 26-.
La adopción de cualquiera de estas alternativas juntas o
por separado permitiría no sólo uniformar y universalizar re-
glas aplicables a situaciones generales o no reguladas en parti-
cular, sino también brindar seguridad jurídica sobre principios
generales que enmarquen el alcance y la interpretación de los
acuerdos específicos que vinculan a las partes, facilitándose
una coordinación entre los marcos jurídicos generales y parti-
culares de cada cuenca o ámbito específico, entre otras ventajas
que han sido analizadas con antelación en este estudio.

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ANEXO

Parte I: Acuerdos, convenios y tratados en materia de


aguas y conexas en Latinoamérica y el Caribe

1. Tratados sobre el Río San Juan (Costa Rica y


Nicaragua, 1858, 1940, 2002)
Ambos países presentan una tensa relación en relación
al río San Juan, que se remonta al Tratado de Límites de
1858, y que ha tenido reiteradas y recientes manifestaciones
jurisdiccionales.
En el Tratado de Límites de 1858 se atribuyó la margen
norte y el dominio y sumo imperio sobre las aguas del río San
Juan a Nicaragua, y la margen sur -a partir de cierto punto- a
Costa Rica, y le otorgó a esta última derechos perpetuos de na-
vegación con objetos de comercio en un tramo del río hasta su
desembocadura. Es decir, que en el Tratado se adopta el siste-
ma de delimitación denominado de costa seca, donde el límite
internacional recae sobre la ribera costarricense y el curso de
agua se otorga a Nicaragua, estableciéndose sin embargo de-
rechos de navegación comercial a favor de Costa Rica. En 1940
dichos países suscriben un nuevo Tratado en relación a la cana-
lización del río, en el que se extiende el derecho de navegación
de Costa Rica a todo el río y al canal navegable proyectado.
Sin embargo, en el tiempo se han generado tensiones a
partir de la navegación del río por naves costarricense, ante lo
cual en 2002 se suscribió un nuevo acuerdo, tendiente a mante-
ner el status quo y limitar la conflictividad por un plazo de tres
años. Tal acuerdo no ha brindado solución alguna, ya que con
posterioridad al mismo se han reiterado reclamos internacio-
nales entre ambos países en torno al río San Juan y su zona de
influencia.
170 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

2. Tratado para resolver el litigio sobre Tacna y Arica


(Chile y Perú, 1929)
En este Tratado, se atribuye el territorio de Arica a Chile,
y se cede a perpetuidad a favor del Perú todos sus derechos so-
bre los canales del Uchusuma y del Mauri, sin perjuicio de la
soberanía que le corresponderá ejercer sobre la parte de dichos
acueductos que quedan en territorio chileno. Respecto de ambos
canales, Chile constituye en la parte que atraviesa su territorio,
el más amplio derecho de servidumbre a perpetuidad en favor
del Perú. Tal servidumbre comprende el derecho de ampliar los
canales actuales, modificar su curso y recoger todas las aguas
en su trayecto por territorio chileno, salvo las aguas que caen al
río Lluta y las que sirven a las azufreras del Tacora.

3. Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje, y


Protocolo de revisión del Tratado de Límites (Haití y
República Dominicana, 1929, 1936)
Ambos países suscribieron en febrero de 1929 un Tratado
donde entre otros aspectos acordaron que en razón de que ríos
y otros cursos de agua nacen en el territorio de un Estado y
corren por el territorio del otro o sirven de límites entre los dos
Estados, ambas Partes Contratantes se comprometen a no ha-
cer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar la corriente
de aquellas o de alterar el producto de las fuentes de las mis-
mas, expresando que esta disposición no se podrá interpretar
en el sentido de privar a ninguno de los dos Estados del derecho
de usar, de una manera justa y equitativa, dentro de los límites
de sus territorios respectivos, dichos ríos y otros cursos de agua
para el riego de las tierras y otros fines agrícolas e industria-
les. En 1936, suscribieron un Protocolo al Tratado de Límites
de enero de 1929, acorde al cual las aguas de los Ríos Libón y
Artibonito pertenecen en partes iguales a los dos Estados limí-
trofes, y su uso está sometido a las disposiciones del Tratado de
Paz, Amistad y Arbitraje referido.
A nexo 171

4. Convenio y Protocolo Adicional para el


aprovechamiento de los rápidos del río Uruguay en la
zona de Salto Grande (Argentina y Uruguay, 1946)
Fue suscripto en 1946, aunque tomó vigencia recién en
1958, al reunir las ratificaciones de ambos países. Tiene por
finalidad la utilización por partes iguales de las aguas del río
Uruguay para generación hidroeléctrica, mediante la cons-
trucción conjunta de obras de aprovechamiento en la localidad
de Salto Grande. A tal efecto, crea la Comisión Técnica Mixta
de Salto Grande –CTMSG-, organismo internacional con per-
sonería jurídica y capacidad propia, con sede en la ciudad de
Buenos Aires, al que encomienda todos los asuntos referentes
a la utilización, represamiento y derivación de las aguas del río
Uruguay. Como aspectos significativos, el Tratado estipula un
orden de prioridad entre usos –fines doméstico y sanitarios, na-
vegación, producción de energía, riego-; y asigna como función
de la CTMSG requerir a los Gobiernos las medidas necesarias
para la conservación de la riqueza ictiológica, e informar de ma-
nera previa a todo uso y derivación de agua que realicen los
Estados signatarios aguas arriba de la represa.
En 1973, a propuesta de la CTMSG, ambos países signata-
rios suscribieron un nuevo convenio, complementario del ante-
rior e identificado como “Acuerdo para reglamentar el Convenio
del 30 de diciembre de 1946”, en el que se enumeraron las obras
comunes y se definieron las no comunes, los mecanismos expro-
piatorios y se estableció un programa de distribución propor-
cional de energía entre las partes, entre otros aspectos. Sobre
esta base, entre 1974 y 1983 se desarrolló la construcción de la
presa Salto Grande, la que actualmente suministra el 60% de
la energía que demanda Uruguay, y el 10% de la que necesi-
ta Argentina, y abastece 100.000 hectáreas de regadío en cada
margen.
172 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

5. Convenios sobre el Lago Titicaca (Bolivia y Perú, 1955,


1957, 1992, 1993)
La Convención Preliminar para el Estudio del
Aprovechamiento de las Aguas del Lago Titicaca fue sus-
cripta en 1955, disponiéndose en ella la realización de estu-
dios para el aprovechamiento del Lago Titicaca, a cuyo fin se
constituyó la Comisión Mixta Peruano Boliviana. En 1957 se
suscribe el Convenio para el Estudio Económico Preliminar
del Aprovechamiento de las Aguas del Lago Titicaca, deter-
minándose un condominio exclusivo e indivisible de ambos
países sobre las aguas de lago y adoptándose un plan para el
estudio de un aprovechamiento común que no altere sustan-
cialmente las condiciones de navegación, pesca ni volumen.
Ambos convenios tomaron vigencia en 1987.
En 1992, mediante un nuevo Tratado ambos países acuer-
dan la creación de una entidad binacional a efectos de desarrollar
el Plan Director Binacional del Sistema Titicaca-Desaguadero-
Poopó-Salar de Coipasa, completándose tal iniciativa por un
Tratado mediante intercambio de notas realizado en 1993, que
ha concluido la creación de la Autoridad Binacional Autónoma
del Sistema Titicaca-Desaguadero-Poopó-Salar de Coipasa, or-
ganismo internacional cuyo objeto es promover y conducir las
acciones, programas y proyectos y dictar normas de ordena-
miento, manejo, control y protección de la cuenca.
6. Tratado del Río Uruguay (Argentina y Uruguay, 1961)
Suscripto entre ambos países en 1961, con vigencia a partir
de 1966. Resuelve las controversias limítrofes existentes sobre
el río Uruguay, adoptando un sistema sui generis en la materia,
consistente en establecer una línea limítrofe para las aguas y la
navegación, y otra diferente para la propiedad y soberanía de
las islas y otros usos distintos a la navegación. Consecuencia
de ello, varias islas uruguayas quedan como enclaves insulares
rodeados por aguas argentinas, aunque con libre y permanente
acceso para Uruguay; y los usos de las aguas del río que deban
realizarse para actividades domésticas, industriales y de riego
A nexo 173

en esas islas quedan sujetos a la regulación de común acuerdo


por ambos gobiernos. El Tratado estipuló que se establecería un
Estatuto para el río Uruguay, lo que se concretó en 1975.
7. Acuerdo para la creación de la Comisión
Internacional de Límites y Aguas (Guatemala y México,
1961)
Dispone la conformación de una Comisión Internacional de
Límites y Aguas entre México y Guatemala, que formalmente
quedó establecida mediante el intercambio de notas diplomá-
ticas entre los dos países. La Comisión tiene la autoridad para
aconsejar a los dos países acerca de asuntos fronterizos y el uso
equitativo de agua, con injerencia en las cuencas de Candelaria,
Coatan Achute, Grijalva, Hondo, Suchiate.
8. Tratado sobre Navegación en los río Paraguay,
Paraná y de la Plata (Argentina y Paraguay, 1967)
Este acuerdo estipula un régimen común de navegación
para naves de nacionalidad de los Estados contratantes sobre
los ríos Paraguay, Paraná y de la Plata.
9. Tratado de la Cuenca del Plata (Argentina, Bolivia,
Brasil, Paraguay y Uruguay, 1969)
Es suscripto efectos de mancomunar esfuerzos con el objeto
de promover el desarrollo armónico y la integración física de la
Cuenca del Plata y de sus áreas de influencia directa y ponde-
rable. Su importancia es que constituye un marco general sobre
una de las principales cuencas americanas, aunque el mismo
contempla expresamente que el mismo no inhibirá a las partes
contratantes para concluir acuerdos específicos o parciales, bi-
laterales o multilaterales, encaminados al logro de los objetivos
generales de desarrollo de la Cuenca, lo que habilita su convi-
vencia con regímenes particulares en función de las necesidades
ejecutivas que se presente en cada subcuenca o curso de agua.
El acuerdo contempla que las partes promoverán en el ám-
bito de la Cuenca, la identificación de áreas de interés común y
174 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

la realización de estudios, programas y obras, a fin de propen-


der a muy diversas temáticas, que incluyen aspectos propios de
los cursos de agua –navegación y utilización racional- y de otras
variadas materias –preservación de fauna y flora, desarrollo de
infraestructuras, promoción industrial y económica, educación
y salud-.
10. Convenio para el Estudio del Aprovechamiento de los
Recursos del Río Paraná (Argentina y Paraguay, 1971)
Suscripto y vigente a partir de 1971, crea la Comisión
Mixta Argentino-Paraguaya del Río Paraná, organismo que
tiene por objeto el estudio y evaluación de las posibilidades
técnicas y económicas del aprovechamiento de los recursos del
río Paraná en el tramo limítrofe entre los dos países, desde su
confluencia con el río Paraguay hasta la desembocadura del
Iguazú, con excepción del ámbito correspondiente a la Entidad
Binacional Yaciretá –ver infra-. La labor de este organismo ha
llevado a la generación del proyecto Corpus Christi como po-
sible emprendimiento hidroeléctrico binacional (Cano, 1979).
Acuerdos posteriores han ampliado y especificado las funciones
de tal entidad. A partir de un acuerdo suscripto en 1979 entre
Brasil, Argentina y Paraguay –ver infra-, intercambia informa-
ción hidrológica con Itaipú Binacional y verifica los parámetros
de manejo de agua estipulados en ese acuerdo para la coordina-
ción entre ambos proyectos. Desde 1989 se le confirió potesta-
des de control de calidad del agua y de los recursos ictícolas. A
partir de la firma del "Convenio sobre conservación y desarrollo
de los recursos ícticos en los tramos limítrofes de los ríos Paraná
y Paraguay" de 1996, es la Secretaría Permanente del Comité
Coordinador de ese Convenio.
11. Convenio para el aprovechamiento de las cuencas
hidrográficas binacionales de los ríos Puyango – Tumbes
y Catamayo – Chira (Ecuador y Perú, 1971)
Este Tratado fue suscripto y tomó vigencia en 1971.
Reconociendo la necesidad de aunar esfuerzos para la utilización
A nexo 175

razonable y equitativa de los recursos hídricos de las cuencas


compartidas, ambos países acordaron el uso en sus respec-
tivos territorios de las aguas de los ríos Puyango - Tumbes y
Catamayo – Chira en razón de sus necesidades y siempre que
no se causen daños a la otra Parte. A tal fin, acuerdan en ge-
neral emprender proyectos binacionales de aprovechamiento
hídrico, conservación de cuencas e instalación de estaciones
meteorológicas e hidrológicas, los que no afectarán los aprove-
chamientos agrícolas u otros usos situados en ambos países, y
constituyen la Comisión Mixta Peruano Ecuatoriana para las
cuencas Puyango – Tumbes y Catamayo – Chira
En relación a la cuenca Catamayo – Chira, en función de la
información disponible las partes acuerdan la realización de los
proyectos nacionales previstos, aunque estipulan mecanismos
de información y coordinación técnicas tendientes a garantizar
un uso equitativo. Con respecto a la cuenca Puyango – Tumbes
las partes acuerdan un Proyecto binacional que implemente
acciones y obras que permitan desarrollar prioritariamente un
área de 50.000 has en Ecuador y 20.000 en Perú, sin afectar el
régimen natural del río. En caso de que resulten posibles mayo-
res desarrollos, se contemplan además desarrollos adicionales
por 16.000 hectáreas en Perú.
12. Tratado de Yaciretá (Argentina, Paraguay, 1973)
Suscripto en 1973 y con vigor desde 1974, tuvo por objeto la
construcción y operación de la presa binacional Yaciretá, sobre
el río Paraná, con finalidades de generación hidroeléctrica, na-
vegación y control de inundaciones. Aunque también establece
la obligación de las partes de regular sobre pesca y preservación
ictícola. A los efectos de su desarrollo, el Tratado constituye la
Entidad Binacional Yaciretá.
13. Tratado de Itaipú (Brasil y Paraguay, 1973)
Vigente desde 1973, considera al río Paraná en condominio
entra ambos Estados, y regula el aprovechamiento hidroeléctri-
co del mismo en la zona de Itaipú, disponiendo la participación
176 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

igualitaria en la producción energética. A efectos de materiali-


zar el acuerdo, crea la entidad binacional Itaipú, la que paga a
ambos países royalties por el uso del curso que realiza, y a la vez
comercializa la energía producida con ambos países, en partes
iguales.
14. Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo
(Argentina y Uruguay, 1973)
Vigente desde 1973, es complejo en cuanto a su contenido,
ya que a la vez que resuelve un prolongado conflicto limítrofe,
establece un régimen jurídico para el uso del río de la Plata y su
frente marítimo.
La cuestión limítrofe es solucionada mediante un sistema
complejo, que combina un régimen para la distribución territo-
rial y otro para la jurisdicción fluvial. En relación al lecho y sub-
suelo del curso de agua, así como para las islas pertenecientes a
cada una de las partes (con excepción de la Isla Martín García,
que se atribuye a Argentina, aunque bajo un régimen conser-
vacionista), se establece una línea irregular definida en base
a coordenadas geográficas que distribuye el ámbito propio de
cada Estado ribereño. En torno al uso del agua, el Tratado zo-
nifica el curso en zonas de jurisdicción exclusiva de cada Estado
ribereño, y zonas de jurisdicción común. Sobre esta base, esti-
pula normas que alcanza a todo el río, a las zonas exclusivas
o a la zona común. Dentro de sus contenidos resalta no sólo
los vinculados a los usos de las aguas, sino también en torno a
la preservación de las mismas. Estableció dos comisiones per-
manentes, la Comisión Administradora del Río de la Plata y la
Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo.
15. Estatuto del Río Uruguay (Argentina y Uruguay, 1975)
En desarrollo de lo dispuesto en el Tratado de Límites de
1961, ambos países celebraron un nuevo acuerdo en 1975, apro-
bando un estatuto específico para el óptimo y racional aprove-
chamiento del río Uruguay. En el mismo se regulan aspectos so-
bre navegación, obras, servicios portuarios, búsqueda, rescate
A nexo 177

y salvamento, aprovechamiento de las aguas, explotación del


lecho y subsuelo, conservación y utilización de otros recursos
naturales, preservación del medio acuático, investigación cien-
tífica y coordinación de competencias.
El estatuto establece, para su implementación, la creación
de una Comisión Administradora con funciones reglamenta-
rias, cartográficas, de investigación científica, fijación de cupos
de pesca, y, en general, coordinación entre de las partes.
Igualmente, contempla un procedimiento conciliatorio
y la eventual solución judicial de controversias ante la Corte
Internacional de Justicia, mecanismo que fue objeto de aplica-
ción en el caso de las Pasteras (CIJ, 2011).
16. Tratado de la Cuenca de la Laguna Merín (Brasil y
Uruguay, 1977)
Mediante intercambio de notas reversales, en 1963 los go-
biernos de Brasil y Uruguay conformaron la Comisión Mixta
Brasileño-Uruguaya para el Desarrollo de la Cueca de la
Laguna Merín, con el objeto de coordinar estudios para el desa-
rrollo del área de dicha cuenca.
Completando tal acción, en 1977 celebraron el Tratado de
Cooperación para el Aprovechamiento de los Recursos Naturales
y Desarrollo de la Cuenca de la Laguna Merín; el que incluye un
Protocolo para el Aprovechamiento de los Recursos Hídricos del
Tramo Limítrofe del Río Yaguarón, en el que se acuerdan obras
comunes y no comunes para el aprovechamiento múltiple de tal
curso compartido.
Dicho Tratado establece que la Comisión Mixta Uruguayo-
Brasileña para el Desarrollo de la Cuenca de la Laguna Merín
será responsable de la ejecución de las acciones previstas, rees-
tructurando dicha Comisión como una entidad internacional
dotada de personería jurídica para cumplir sus cometidos.
En tal marco, se acuerda que las acciones nacionales y bina-
cionales procurarán a elevación del nivel social y económico de
los habitantes de la Cuenca; el abastecimiento de agua con fines
domésticos, urbanos e industriales; la regulación de caudales y
178 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

el control de las inundaciones; el establecimiento de un sistema


de riego y drenaje para fines agropecuarios; la defensa y utiliza-
ción adecuada de los recursos minerales, vegetales y animales;
la producción, trasmisión y utilización de energía hidroeléctri-
ca; el incremento de medios de transporte y comunicaciones y
de manera especial la navegación; el desarrollo industrial de la
región y desarrollo de proyectos específicos de interés mutuo.
Igualmente, se dispone que las Partes Contratantes toma-
rán las medidas adecuadas para que los diversos aprovecha-
mientos de las aguas, la exploración y el uso de los recursos
naturales del área, dentro de sus respectivas jurisdicciones, no
causen perjuicio sensible a la navegación, a la cantidad o cali-
dad del agua, o al medio ambiente.
17. Tratado de Cooperación Amazónica (Bolivia,
Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y
Venezuela, 1978, 1995 y 1998)
Si bien este Tratado abarca materias mucho más extensa
que la vinculada a los cursos de agua- incluyendo flora, fauna,
salud, cooperación e investigación técnica y científica, transpor-
te y comunicación, desarrollo económico y social, turismo, cul-
tura indígena, riqueza etnológica y arqueológica, entre otros-, a
su vez contiene normas vinculada al uso del río Amazonas como
recurso compartido.
En este sentido, asegura recíprocamente la más amplia
libertad de navegación comercial en el curso del Amazonas y
demás ríos amazónicos internacionales, disponiendo que re-
glamentos nacionales deberán favorecer esa navegación y el
comercio y guardar entre sí uniformidad. Concordantemente,
establece que los ríos amazónicos constituyen un vínculo efi-
caz de comunicación con el Océano Atlántico, disponiendo que
los Estados ribereños estudiarán los problemas que afecten la
navegación y dispondrán acciones para el mejoramiento y habi-
litación de esas vías navegables.
Las Partes Contratantes proclaman además que el uso
y aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales en sus
A nexo 179

respectivos territorios es derecho inherente a la soberanía del


Estado y su ejercicio no tendrá otras restricciones que las que
resulten del Derecho Internacional. En particular, teniendo
presente la importancia y multiplicidad de funciones que los
ríos amazónicos desempeñan en el proceso de desarrollo econó-
mico y social de la región, las partes contratantes acuerdan la
utilización racional de los recursos hídricos.
En 1998, con la aprobación del Protocolo de Enmienda al
Tratado de Cooperación Amazónica, se instituyó la Organización
del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), dotada de per-
sonalidad jurídica, como mecanismo responsable por el perfec-
cionamiento y fortalecimiento del proceso de cooperación desa-
rrollado en el ámbito del Tratado, conformándose una Secretaría
Permanente.

18. Acuerdo Tripartito sobre las represas Corpus Christi


e Itaipú (Argentina, Brasil y Paraguay, 1979)
El Acuerdo Tripartito tuvo como antecedente un conflicto
generado a partir de las obras desarrolladas a partir del Tratado
de Itaipú –ver supra-. El temor de la República Argentina de
sufrir un perjuicio sensible a partir del Proyecto de Itaipú, por
verse privada de la posibilidad de aprovechar el tramo del río
Paraná que comparte con Paraguay aguas abajo del emprendi-
miento brasilero-paraguayo, dio lugar a un conflicto entre esos
países que desembocó en el Tratado en análisis (del Castillo,
2011).
En este convenio, las partes acordaron una serie de me-
didas de coordinación entre la gestión del embalse Itaipú y el
futuro desarrollo del Proyecto Corpus Christi, así como con
respecto a las exigencias de la navegación en el curso de agua,
asegurando una coordinación operativa entre ambos aprove-
chamientos a efectos de obtener beneficios comunes.
En vista a la implementación del acuerdo, contempla un
sistema de información y coordinación entre Itaipú Binacional
y la entidad que se constituya para el desarrollo del proyecto
180 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

Corpus Christi (actualmente la Comisión Mixta Argentino-


Paraguaya del Río Paraná –ver supra-).
19. Tratado para el aprovechamiento de los recursos
hídricos compartidos de los tramos limítrofes del río
Uruguay y de su afluente el río Pepiri-Guazu (Argentina
y Brasil, 1980)
Mediante el presente Tratado las partes convienen en rea-
lizar el aprovechamiento hidroeléctrico, mejoramiento de las
condiciones de navegabilidad, atenuación de los efectos de las
crecidas extraordinarias y utilización racional de sus aguas
para usos consuntivos. Contempla además la posibilidad de
aprovechamientos por cada país en tramos del río no comparti-
dos, aunque limitándolos a no causar perjuicios sensibles.
Los proyectos y obras a ser ejecutados tendrán presente la
necesidad de preservar el medio ambiente, la fauna, la flora y la
calidad de las aguas. Para la ejecución y operación de las obras
de aprovechamiento hidroeléctrico se firmará un Convenio de
Cooperación, para cuya coordinación se crea una Comisión
Coordinadora.
20. Acuerdo para la construcción de una planta
hidroeléctrica en el Río Beni (Bolivia y Brasil, 1984,
1988)
Acuerdo de cooperación económica y técnica suscripto
en 1984 y complementado mediante intercambio de notas en
1988, contempla la construcción de una planta hidroeléctrica
en Cachuela Esperanza, en el río Beni, con una capacidad de ge-
neración estimada de 40 MW., distribuyendo los costos en pro-
porción a sus respectivas necesidades energéticas. Un contrato
se celebrará por las empresas de los dos países para la compra
y venta de la energía producida por la planta y permanecerá en
vigor durante veinticinco años a partir de la fecha de suministro
eléctrico en primer lugar. Este plazo podrá ser prorrogado por
acuerdo de las partes. El Gobierno de Bolivia, con la colabora-
ción y apoyo del Gobierno de Brasil, será responsable de obtener
A nexo 181

el financiamiento necesario para la construcción de la central


hidroeléctrica y otros costos relacionados con la ingeniería, has-
ta el punto de suministro de energía eléctrica.
21. Convenio sobre protección y mejoramiento del
ambiente en la zona fronteriza (Guatemala y México,
1987)
Este Tratado es suscripto en relación a la protección am-
biental del área fronteriza, aunque especifica la atención coor-
dinada de problemas de contaminación de aguas de interés co-
mún, acordando instruir a la Comisión Internacional de Límites
y Aguas que vincula a las Partes para que realice estudios de
las cuencas que incluyan aspectos ambientales.
22. Convenio de Cooperación para prevenir y luchar
contra incidentes de contaminación en el medio
acuático producido por hidrocarburos y otras sustancias
perjudiciales (Argentina y Uruguay, 1990)
Tiene por ámbito de aplicación el medio acuático compren-
dido en el Tratado del Río de la Plata y su frente marítimo y
en el Tratado de Límites del Río Uruguay –ver supra-, y es
aplicable a los incidentes de contaminación del medio acuático
producidos por hidrocarburos provenientes de cualquier fuente
o sustancias perjudiciales provenientes de buques, aeronaves,
artefactos navales o instalaciones costa afuera.
Regula aspectos que hace a la prevención, consulta e infor-
mación, así como a la intervención sobre incidentes de contami-
nación sobre el recurso hídrico compartido.
23. Acuerdo de Cooperación para el aprovechamiento de
los recursos naturales y el desarrollo de la cuenca del río
Cuareim (Brasil y Uruguay, 1991)
Propicia la estrecha cooperación para el desarrollo de la
cuenca del río Cuareim. A tal fin se constituye la Comisión
Mixta Uruguayo-Brasileña para el Desarrollo de la Cuenca del
Río Cuareim y sus áreas de influencia directa, la que -además
182 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

de funciones de estudio y ejecución de proyectos- debe coordinar


el racional y equitativo manejo, utilización, recuperación y con-
servación de los recursos hídricos de la cuenca.
Este Tratado fue complementado en 1997 mediante el
acuerdo denominado Ajuste Complementario al Acuerdo de
Cooperación para el aprovechamiento de los recursos naturales
y el desarrollo de la cuenca del río Cuareim, que analizamos
infra.

24. Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos


(Argentina y Chile, 1991)
En 1991 ambos países suscribieron un Tratado sobre
Medio Ambiente, conviniendo que emprenderían acciones coor-
dinadas o conjuntas en materia de protección, preservación,
conservación y saneamiento del medio ambiente e impulsarán
la utilización racional y equilibrada de los recursos naturales,
teniendo en cuenta el vínculo existente entre medio ambiente y
desarrollo. Dentro de los ámbitos de aplicación de tal acuerdo,
se especificó la protección y aprovechamiento racional de los re-
cursos hídricos y de sus recursos vivos y prevención, defensa y
saneamiento de su contaminación.
En tal marco, junto al Tratado los países signatarios sus-
cribieron un Protocolo Específico Adicional sobre Recursos
Hídricos Compartidos, cuyo objetivo principal se centra en el
establecimiento de reglas para el aprovechamiento de los re-
cursos hídricos compartidos calificados como prioritarios por
ambas partes.
En ese sentido, el Protocolo especifica –entre otros aspec-
tos- que las acciones y programas relativas al aprovechamien-
to de recursos hídricos compartidos se emprenderán conforme
al concepto de manejo integral de la cuencas hidrográficas, y
el aprovechamiento de los recursos hídricos en el territorio de
una de las Partes, pertenecientes a una cuenca común, no de-
berá causar perjuicios a los recursos hídricos compartidos, a las
cuenca común o al medio ambiente.
A nexo 183

25. Acuerdo sobre cooperación en el área de recursos


hídricos (Brasil y Uruguay, 1991)
Suscripto complementariamente al Acuerdo Básico de
Cooperación Científica y Técnica de 1975, instrumenta entre
ambos países mecanismos de cooperación en el área de los re-
cursos hídricos mediante: a) el intercambio de experiencia e in-
formación; b) la organización de programas de capacitación de
personal técnico; c) organización de eventos abiertos tales como
seminarios y conferencias; y d) desarrollo conjunto de proyecto
de interés mutuo.

26. Acuerdo Múltiple de Transporte Fluvial por la


Hidrovía Paraguay-Paraná (Argentina, Bolivia, Brasil,
Paraguay y Uruguay, 1992)
Suscripto en el ámbito del Tratado de la Cuenca del Plata
en 1992, tomó vigencia en 1995, y tiene por objeto facilitar la
navegación y el transporte comercial fluvial en la denominada
Hidrovía Paraguay-Paraná mediante el establecimiento de un
marco normativo común que favorezca el desarrollo, moderni-
zación y eficiencia de dichas operaciones, y que facilite y per-
mita el acceso en condiciones competitivas a los mercados de
ultramar.
La referida Hidrovía consiste en un recorrido de 3500 km
a través de los Ríos Paraná y Paraguay, que conecta Puerto de
Cáceres (Brasil) y Puerto de Nueva Palmira (Uruguay), reco-
rriendo territorio de los cinco países intervinientes.

27. Acuerdo para la creación de la Comisión


Internacional de Límites y Aguas (Belice y México, 1993)
Formalizado mediante intercambio de Notas, crea la
Comisión Internacional de Límites y Aguas entre México y
Belice, con injerencia en las cuencas de Hondo y Usumacinta.
184 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

28. Acuerdo constitutivo de la Comisión Binacional


Administradora de la Cuenca Inferior del Río Pilcomayo
(Argentina y Paraguay, 1994)
Acuerdo suscripto mediante canje de notas, donde las par-
tes signatarias, considerando la necesidad de establecer un me-
canismo jurídico permanente responsable de la administración
integral de la Cuenca Inferior del Río Pilcomayo, convienen
en establecer una Comisión Binacional Administradora de la
Cuenca Inferior del Río Pilcomayo, con jurisdicción en la Cuenca
Inferior del Río Pilcomayo, en el tramo de esa cuenca compar-
tido entre la República Argentina y la República del Paraguay
situado entre la localidad de Esmeralda y la desembocadura en
el Río Paraguay.
Dicha Comisión, con personería jurídica internacional, es
responsable de la gestión integral de la Cuenca Inferior del Río
Pilcomayo, comprendiendo todo lo referido al uso y regulación
de caudales, proyecto y ejecución de obras, calidad de aguas
arriba y abajo. Además, actúa como Autoridad Hidrológica del
río, recopilando toda la información que le permita crear y man-
tener actualizado un banco de datos hidrológicos y meteoroló-
gicos para el área de su jurisdicción y de su zona de influencia.
29. Acuerdo Constitutivo de la Comisión Trinacional
para el desarrollo de la cuenca del Río Pilcomayo
(Argentina, Bolivia y Paraguay, 1995)
Considerando la necesidad de establecer un mecanismo ju-
rídico-técnico permanente responsable de la administración in-
tegral de la Cuenca del Río Pilcomayo, que impulse el desarrollo
sostenible de su zona de influencia, optimice el aprovechamien-
to de sus recursos naturales, genere puestos de trabajo, atrai-
ga inversiones y permita la gestión racional y equitativa de los
recursos hídricos, el convenio que analizamos crea la Comisión
Trinacional para el Desarrollo de la Cuenca del Río Pilcomayo,
cuya competencia es realizar el estudio y ejecución de proyectos
conjuntos en el Río Pilcomayo que propendan al desarrollo de
la cuenca.
A nexo 185

El Convenio asigna a la Comisión diversas funciones en


cuanto a realización de estudios, trabajos, documentos técnicos
y legales, acciones de promoción, de normatización, coordina-
ción, actualización e incremento del conocimiento y, en parti-
cular, le encomienda confeccionar la Planificación de la Gestión
Integral de la cuenca, pudiendo dictar resoluciones que serán
obligatorias para las Partes.

30. Acuerdo para el Aprovechamiento Múltiple de los


Recursos de la Alta Cuenca del Río Bermejo y del Río
Grande de Tarija (Argentina y Bolivia, 1995)
Suscripto en Orán, Argentina, con el objeto de establecer
un mecanismo jurídico-técnico permanente, responsable de la
administración de la Alta Cuenca del Río Bermejo y del Río
Grande de Tarija, que impulse el desarrollo sostenible de su
zona de influencia, optimice el aprovechamiento de sus recur-
sos naturales, genere puestos de trabajo, atraiga inversiones y
permita la gestión racional y equitativa de los recursos hídricos.
A tal efecto, constituye la Comisión Binacional para el
Desarrollo de la Alta Cuenca del Río Bermejo y el Río Grande
de Tarija, organismo internacional que tiene por objeto reali-
zar todas aquellas gestiones necesarias para el desarrollo de la
Cuenca y competencia sobre las obras conjuntas que realicen
ambos países, independientemente del territorio en que se en-
cuentren. Un detalle de interés es que la Comisión Regional
del Río Bermejo, organismo de cuenca creado mediante un
tratado entre los provincias argentinas ribereñas, actúa como
Secretaría Permanente del ente binacional, integrándose así
desarrollos del Derecho intrafederal e internacional.
El Tratado regula la generación hidroeléctrica, contem-
plando incluso que la energía producida en obras existentes so-
bre la cuenca en territorio boliviano puede ser comercializada
en el mercado argentino en iguales condiciones que si hubiera
sido generada en ese país.
186 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

31. Acuerdo sobre Transporte Fluvial Transversal


Fronterizo (Argentina y Brasil, 1997)
Acuerda que el transporte fluvial transversal fronterizo de
pasajeros, vehículos y cargas entre puertos o puntos fronterizos
de ambos países, será efectuado en embarcaciones de bandera
argentina y en embarcaciones de bandera brasileña mediante
servicios regulares, atendiendo a los principios de reciprocidad
e igualdad de oportunidades, en el uso de puertos y medios de
transporte. Establece además regulaciones sobre el servicio de
transporte y su ejercicio.
32. Ajuste Complementario al Acuerdo de Cooperación
para el aprovechamiento de los recursos naturales y
el desarrollo de la cuenca del río Cuareim (Brasil y
Uruguay, 1997)
Complementa el Acuerdo de Cooperación para el aprove-
chamiento de los recursos naturales y el desarrollo de la cuenca
del río Cuareim de 1991, disponiendo reglas particulares so-
bre el uso racional y sustentable del río Cuareim, estableciendo
que las mismas no pueden considerarse precedentes para otras
cuencas.
Regula la utilización de agua, disponiendo que el abaste-
cimiento de agua potable a las poblaciones ribereñas resultará
prioritario, y que no pueden existir usos productivos no autori-
zados, estableciendo un sistema de disminución de suministros
para situaciones de escasez.
33. Tratado para la ejecución del Plan Trifinio (El
Salvador, Guatemala y Honduras, 1997)
En este acuerdo las Partes delimitan y reconocen la Región
del Trifinio como área de especial interés de los tres países,
que representa una unidad indivisible, en la que sólo una ac-
ción conjunta y coordinada de los tres países podrá dar solu-
ción satisfactoria a los problemas de poblaciones y al manejo
sostenible de sus recursos naturales. A tal efecto, constituyen
una Comisión Trinacional como organismo destinado a tutelar
A nexo 187

la ejecución de un plan regional, el que incluye el Programa


Trinacional de Desarrollo Sostenible de la Cuenca Alta del Río
Lempa.
34. Tratado de Comercio y Navegación (Ecuador y Perú,
1998)
Este Tratado es suscripto en el marco del Protocolo de Río
de Janeiro de 1942, y especifica los derechos de Ecuador para la
navegación pacífica y el comercio en el Amazonas y sus afluen-
tes septentrionales. A tal fin, tal país podrá utilizar de manera
libre, gratuita, continua y perpetua los ríos que, desde la fron-
tera con el Perú, le permitan usar también una vía fluvial que
se conecte directamente con el Amazonas, y también gozará del
derecho de tránsito terrestre que conecten su territorio con pun-
tos fluviales habilitados para la carga y descarga de mercancías
en los ríos objeto de este Tratado.
35. Tratado del Acuífero Guaraní (Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay, 2010)
El Tratado establece que el mismo es un recurso hídrico
transfronterizo que integra el dominio territorial soberano de
las partes, las que ejercen en sus respectivos territorios el de-
recho soberano de promover la gestión, el monitoreo y el apro-
vechamiento sustentable de los recursos hídricos del Sistema
Acuífero Guaraní, y utilizarán dichos recursos sobre la base de
criterios de uso racional y sustentable, respetando la obligación
de no causar perjuicio sensible a las demás Partes ni al me-
dio ambiente. Acorde a ello, el Tratado regula como obligación
de las partes la promoción de la conservación y la protección
ambiental que asegure el uso múltiple, racional, sustentable y
equitativo del acuífero, la adopción de todas las medidas ne-
cesarias para evitar que las actividades que realicen causen
perjuicios sensibles a las otras Partes o al medio ambiente, la
eliminación o reducción de los perjuicios sensibles que eventual-
mente se causen, y el deber de información, consulta y nego-
ciación sobre estudios, actividades y obras que puedan afectar
188 M auricio P into - L iber M artín
D irectores

al acuífero –incluido los estudios de impacto ambiental-. Es de


destacar que frente a actividades potencialmente perjudiciales,
se establece la suspensión de la ejecución del proyecto en caso
de oposición fundada de las restantes partes, e intertanto duren
las consultas y negociaciones, las que deberán concluirse dentro
del plazo máximo de seis meses.
Se estipula además acciones de cooperación con técnica y
científica, y se establece -en el marco del Tratado de la Cuenca
del Plata- una Comisión de Partes para instrumentar la coope-
ración internacional.
A los fines de solucionar las controversias, se contemplan
mecanismos diplomáticos y la futura suscripción de un protoco-
lo adicional fijando un procedimiento arbitral.
Parte II: Principales cuencas internacionales, tratados y organismos en Latinoamérica y el Caribe
Países que % sup. por
Cuenca Sup. en Km2 integran la Tratados Organismos
país
cuenca
Brasil  Acuerdo para la construcción de una planta hidroeléctrica en el Río Beni (Bolivia y Brasil,  Organización del
72,5 1984, 1988) Tratado de Cooperación
Perú
11,02  Tratado de Cooperación Amazónica (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Amazónica
Bolivia
8,68 Suriname y Venezuela, 1978, 1995 y 1998)  Comisión Mixta Peruano
Colombia
4,87  Convenio para el aprovechamiento de las cuencas hidrográficas binacionales de los ríos Ecuatoriana para las
Ecuador
Amazonas 6.916.000 1,88 Puyango – Tumbes y Catamayo – Chira (Ecuador y Perú, 1971) cuencas Puyango –
Venezuela  Tratado de Comercio y Navegación (Ecuador y Perú, 1998) Tumbes y Catamayo
0,74
Guayana – Chira
0,25
Suriname
0,02
Guayana
0,00
Francesa
Haití  Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje, y Protocolo de revisión del Tratado de -
74,37 Límites (Haití y República Dominicana, 1929, 1936)
Artibonite 8.800 República
25.55
Dominicana
Argentina 8,64  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991) -
Comau 900
Chile 91,36
A nexo

Brasil 0,19 - -
Corantin 41800 Guyana 52,06
Surinam 47,75
Argentina 17  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991) -
Cullen 600
Chile 83
Costa Rica 8,5 - -
Changuinola 3.200
Panamá 91,5
 Convenio para el aprovechamiento de las cuencas hidrográficas binacionales de los ríos  Comisión Mixta Peruano
Puyango – Tumbes y Catamayo – Chira (Ecuador y Perú, 1971) Ecuatoriana para las
Chira- Ecuador 37,23
15.700 cuencas Puyango –
Catamayo Perú 62,23 Tumbes y Catamayo
– Chira
Costa Rica 13,83 - -
Chiriqui 1.700
Panamá 86,17
189

(Continua en página siguiente)


 Acuerdo para la creación de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (Guatemala y  Comisión Internacional
Guatemala
37,75 México, 1961) de Límites y Aguas
Grijalva 126.800 México
62,25  Convenio sobre protección y mejoramiento del ambiente en la zona fronteriza (Guatemala y

México, 1987)
 Acuerdo para la creación de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (Guatemala y  Comisión Internacional
Belice México, 1961) de Límites y Aguas
10,36
Guatemala  Convenio sobre protección y mejoramiento del ambiente en la zona fronteriza (Guatemala y
Hondo 14.600 28,5
México México, 1987)
61,14  Acuerdo para la creación de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (Belice y México,

1993)
Colombia 82,11 - -
Jurado 700
Panamá 17,89
Argentina 85,17  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991) -
Lago Fagnano 3.200
Chile 14,83
 Tratado de la Cuenca de la Laguna Merín (Brasil y Uruguay, 1977)  Comisión Mixta
Uruguayo-Brasileña
Brasil 43,24
Laguna Merín 55.000 para el Desarrollo de la
Uruguay 56,76 Cuenca de la Laguna
Merín
El Salvador  Tratado para la ejecución del Plan Trifinio (El Salvador, Guatemala y Honduras, 1997)  Comisión Trinacional
52,45 del Plan Trifinio
Guatemala
D irectores

Lempa 18.000 5,8


Honduras
2,8

Brasil - -
0,5
Guayana
Maroni 65.000 41,8
Francesa
57,7
190 M auricio P into - L iber M artín

Suriname
Honduras 15,68 - -
Negro 5.800
Nicaragua 84,32
Brasil - -
41
Oiapoque 23.300 Guayana
59
Francesa
Brasil 0,08 - -
Orinoco 927.400 Colombia 34,68
Venezuela 65,24

(Continua en página siguiente)


Argentina 45,13  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991) -
Palena 13.300
Chile 54,87
Argentina 46,46  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991) -
Pascua 13.700
Chile 53,54
Colombia 97,61 - -
Patía 21.300
Ecuador 2,38
El Salvador 35,53 - -
Paz 22.000
Guatemala 64,47
Haití  Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje, y Protocolo de revisión del Tratado de
67,32 Límites (Haití y República Dominicana, 1929, 1936)
Pedernales 400 República
32,68
Dominicana
Argentina 66,03  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991)
Puelo 8.400
Chile 33,97
 Ajuste Complementario al Acuerdo de Cooperación para el aprovechamiento de los recursos  Comité interguberna-
naturales y el desarrollo de la cuenca del río Cuareim (Brasil y Uruguay, 1997) mental Coordinador de
 Acuerdo constitutivo de la Comisión Binacional Administradora de la Cuenca Inferior del los países de la Cuenca
Río Pilcomayo (Argentina y Paraguay, 1994) del Plata
A nexo

 Acuerdo Constitutivo de la Comisión Trinacional para el desarrollo de la cuenca del Río  Comisión Mixta
Pilcomayo (Argentina, Bolivia y Paraguay, 1995) Uruguayo-Brasileña
 Acuerdo para el Aprovechamiento Múltiple de los Recursos de la Alta Cuenca del Río para el Desarrollo de la
Argentina 30
Brasil 45 Bermejo y del Río Grande de Tarija (Argentina y Bolivia, 1995) Cuenca del Río Cuareim
 Tratado para el aprovechamiento de los recursos hídricos compartidos de los tramos limí- y sus áreas de influencia
del Plata 3.100.000 Bolivia 7
trofes del río Uruguay y de su afluente el río Pepiri-Guazu (Argentina y Brasil, 1980) directa
Paraguay 13  Tratado de la Cuenca del Plata (Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, 1969)  Comisión Binacional
Uruguay 5  Convenio y Protocolo Adicional para el aprovechamiento de los rápidos del río Uruguay en Administradora de la
la zona de Salto Grande (Argentina y Uruguay, 1946) Cuenca Inferior del Río
 Tratado del Río Uruguay (Argentina y Uruguay, 1961) Pilcomayo
 Comisión Trinacional

para el Desarrollo
de la Cuenca del Río
Pilcomayo

(Continua en página siguiente)


191
 Tratado sobre Navegación en los río Paraguay, Paraná y de la Plata (Argentina y  Comisión Binacional
Paraguay, 1967) para el Desarrollo de
 Acuerdo sobre Transporte Fluvial Transversal Fronterizo (Argentina y Brasil, 1997) la Alta Cuenca del Río
 Convenio para el Estudio del Aprovechamiento de los Recursos del Río Paraná (Argentina Bermejo y el Río Grande
y Paraguay, 1971) de Tarija
 Tratado de Yaciretá (Argentina, Paraguay, 1973)  Comisión Técnica Mixta

 Tratado de Itaipú (Brasil y Paraguay, 1973) de Salto Grande


 Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo (Argentina y Uruguay, 1973)  Comisión Mixta

 Estatuto del Río Uruguay (Argentina y Uruguay, 1975) Argentino-Paraguaya


Argentina 30
 Acuerdo Tripartito sobre las represas Corpus Christi e Itaipú (Argentina, Brasil y del Río Paraná
Brasil 45 Paraguay, 1979)  Entidad Binacional
del Plata 3.100.000 Bolivia 7  Convenio de Cooperación para prevenir y luchar contra incidentes de contaminación en Yaciretá
Paraguay 13 el medio acuático producido por hidrocarburos y otras sustancias perjudiciales (Argentina y  Entidad Binacional
Uruguay 5 Uruguay, 1990) Itaipú
 Acuerdo de Cooperación para el aprovechamiento de los recursos naturales y el desarrollo  Comisión Técnica Mixta

de la cuenca del río Cuareim (Brasil y Uruguay, 1991) del Frente Marítimo
 Acuerdo sobre cooperación en el área de recursos hídricos (Brasil y Uruguay, 1991)  Comisión

 Acuerdo Múltiple de Transporte Fluvial por la Hidrovía Paraguay-Paraná (Argentina, Administradora del Río
Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, 1992) de la Plata
 Tratado del Acuífero Guaraní (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, 2010)  Comisión

Administradora del Río


Uruguay
D irectores

Costa Rica 72  Tratados sobre el Río San Juan (Costa Rica y Nicaragua, 1858, 1940, 2002) -
San Juan 36.905
Nicaragua 28
Titicaca-  Convenios sobre el Lago Titicaca (Bolivia y Perú, 1955, 1957, 1992, 1993)  Autoridad Binacional
Bolivia 56,32 Autónoma del Sistema
Desaguadero-
111.800 Chile 42,94 Titicaca-Desaguadero-
Poopó-Salar de
Perú 0,74
192 M auricio P into - L iber M artín

Coipasa Poopó-Salar de Coipasa


Argentina 62  Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos (Argentina y Chile, 1991) -
Yelcho 11.100
Chile 38
Argentina 19,65  - -
Zapaleri 2.600 Bolivia 59,60
Chile 20,75
Ecuador 70,50 - -
Zuramilla 3.300
Perú 20,50

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