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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

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PEDRO PABLO RUBENS.

Pedro Piíblo Rubens nació RI 28 de junio de 1377 , enlos primeros pcrsonages de su tiempo. Si el archiduqu?
Araberes: muiió el 30 de mayo de 1640 en Amberes. Don- Alberto le recomienda al duque de Mantua, este á su vez
le envia con magníficos presentes ú España , donde nues-
de quiera se vé la imagen de este pintor célebre y lia lle-
tro pintor estudió ese tono vigoroso y atrevido, que ca-
gado á crecree que su gracia física y airoso eslenor, lian
racteriza la escuela española, y de la que no parte colma-
seducido el lapicero de los mas hábiles dibujantes , tanto
do de honores y presentes hasta haber hecho el retrato
como su reputación artística. Nacido de una l'aniilia noble,
de Felipe IV y ele muchos grandes de su corte. Entonces
veinte años después de ia muerte de Carlos V , al salir de
en medio de su gloria naciente, es decir, en la mejor épo-
cea época brillante que tan bellas páginas dejó que escribir
ca de su vida, entre las comitivas ducales y los sucesos de
en la historia de la civilización , era uno de aquellos liom-
hre de vida elegante y animada, oue vivían en las cortes todo género , es cuando recibe la noticia de que su madre
se halla neligrosamente enferma; todo lo deja, se tras-
y conversaban con los reyes , llevaban con gracia la espada
porta sin "dilación á su lado y la encuentra muerta.
ele guerrero , las plumas y bordados á la italiana, la barba
á lo Francisco I , e! airoso trage de español y la gorgnera y üolorosamente afectado con esta pérdida pasa de la vi-
capa corta. Un retrato como este es seductor para el buril
da elegante á la vida ascética de un monasterio. Por espa-
de los grabadores, que , por otra parte , lo deben liomena-
cio de cuatro meses permaneció en la abadía de San Mi-
ge y recünocíniiento ; porque él fué el primero que les en-
guel , y cuando llegó el tiempo de volver á Italia se dejó de-
soñó el arte de imprimir los colores valiéndose de tallas há-
tener en Flandes por el archiduque, que le estimaba , y
bilmente combinadas; quien favoreció, educó y formó á Pon-
por su inchnacion á Isabel Brant. Entonces , para suplir
tuis, Frosterman y otros no menos célebres, grabando el los palacios de Italia, á los cuales renunciaba, constiii-
mismo al agua fuerte. Pero no fué este su mérito particular
yó en Amberes, en medio de las casas semigoticas de sus
cutre todas las operaciones de su vida. Sigámosle desde el
conciudadanos, una magnífica habitación adornada en su
momento en que con su madi'c se despide de Colonia para interior de frescos, encerrando en ella una preciosa co-
volver á Amberes, patria de su familia. Reducido á la con-
lección de medallas, do vasa', y sobre todo de bustos y
dición de page cu casa de la condesa de Lalaing, se disgustó
cuadros. Desde aauí data la época en que su talento se lijo
de la mala conducta de aquella muger, y al jioco tiempo delinitivainente. El triple gusto italiano, español y flamen-
pasó á casa de Adam Van Port y á la de Van Yeen, donde co se sometió perfectamerte á su pincel; hecho ya profe-
se entregó completamente al entretenimiento de hacer los sor , dio á la catedral de Amberes el célebre cuadro del
dibujos, que fueron los juegos de su infancia. Aquella deli-
Descendhnienlo de la Cruz, á los Jacobinos los cuatro
cadeza de sentimientos que le hizo huir de la condesa de Evangelistas, á la Iglesia de san Pedro de Colonia el crucifi-
Lalaing, y que siempre tuvo cuidado de conservar, le ad- jo de san Pedro , después al Museo de París una serie de
quirió el afecto y estimación de sus maestros. Estos le acon-
veinte cuadros ó escenas de la Vida de María de Médicis,
sejaron volver á Ilaha; y allí vemos á Rubens, después de obras todas en que se combinan la energía y audacia vigorosa
haber sido siete anos pago del duque de Mantua, visitar áde Velazqucz , la facilidad y brillante magia de la escuela
Roma, Venecia y Genova; estudiando por todas partes los ilaliana , y el carácter especial de la escuela flamenca, la ri-
cuadros maestros de los grandes artistas, y dejando por do
queza y frescura del colorido , con la valentía vigorosa de los
quiera algunas pruebas de su talento, cual si se hubiera grupos. Allí es donde verdaderamente está el título de la
inspirado sobre los rasgos de sus gloriosos predecesores, gloria de Rubens y hacen notar sus apasionados la analo-
Ticiano y el Verones. gía del nombre (Rubens, palabra latina que significa ru-
siente) con su genio de colorista. Seria no tener de su mé-
Hombre de la época, arriesgado, brillante é ingenio- rito
so, al mismo tiempo que grande artista, fué buscado por mas que una idea imperfecta , si se le mirara solo co-
IC DF. S E T I E U B R E DE 1849.
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mo un gran pintor, igualmente dichoso en ios asuntos de «Creo se admirará V. E. viendo esta carta, por la poca
tiistoria, el retrato , el paisase de lodo género , ó como un seguridad que se puedo haber tenido de que yo soy vivo,
fiscelente grabador, sobre todo después de la época en que y porque dello sea V. E. bien cierto, la escribo, y algo larga,
lijó su residencia en Amberes, es cuando se desenvuelve toda porque hay harta causa para que lo sea, por los muy gran-
la valiente actividad de su naturaleza privilegiada. Los des trabajos é infortunios que por mí han pasado desde que
pintores de paisages, Breguhel entre otros, le buscaban para salió la armada de Lisboa, de los cuales Nuestro Señor, por
q^ue cubriera df; figuras sus cuadros; los mas grandes histo- su bondad me ha librado; y porque no he hallado ocasión
riadores , los poetas mas ilustres de todas las naciones sos- mas ha de un año para escribir á V. E. no lo he hecho has-
tuvieron correspondencia con él; el archiduque Alberto, en ta ahora qae Dios me ha traído á estos estados de Flandes,
su lecho mortuorio recomendó & su esposa Isabel á Rubens, donde llegué habrá 12 diascon los españoles que escaparon
consegero escelente según decia, en los negocios del estado; de las naos que se perdieron en Irlanda , y Escocia y Sete-
en i623 el pintor diplomático entendió en negociaciones de landa que fueron mas de 20, las mayores de la armada, en
paz entre España é Inglaterra, y los concluyó en 1630 las cuales venia mucha gente de infantería muy lucida, mu-
con el canciller Cottigton, siendo creado caballero por chos capitanes y alféreces, maeses de campo y otros oficia-
Carlos I rey de Inglaterra. Esta rara y bella generali- les de guerra, muchos caballeros y otros mayorazgos, de
dad iba unida en él á una sencillez de buen gusto ; descu- todos los cuales, que serian mas de 900, no se escaparon
briéndose el secreto de esta variedad de ocupaciones y su- mas de cinco cabales, porque murieron ahogados; y los quo
cesos que obtenía en todas cosas , en la razón nalural, que nadando pudieron venir á tierra fueron hechos pedazos por
lo aclara todo , en la regularidad activa que alarga la vida y mano de los ingleses, que de guarnición están en el reino
puede dilatar el tiempo, fijando el empleo de las horas. Gra- de Irlanda. Yo me escapé de la mar y de estos enemigos,
cias á esta facultad, aquel hombre, ilustre pintor, pudo des- por encomendarme muy de veras á Nuestro Señor y á la
plegar sus diversos talentos sin dejar de ser un gran artista. Virgen santísima, madre suya, con 300 y tantos soldados
Sus cuadros atrevidos y brillantes como su vida , partici- que también se supieron guardar y venir nadando á tierra,
pando de España é Italia, son la espresion del genio belga de con los cuales pasé harta desventura, desnudo y descalzo
aquella época , genio mas sensual y mas profundo que deli- todo el invierno; pasado mas de siete meses por montañas
cado y esquisito. Rubens debió aquella feliz existencia, no y bosques, entre salvages, que lo son todos en aquellas par-
solo á los dones naturales de que Dios le dotó, sino íí la tes de Irianda donde nos perdimos, y porque me parece que
elevación de sus sentimientos, á su actividad infatigable y no es bien dejar de contar á V. E., ni que se queden atrás
arreglada. Cubierto de gloria y honores espiró apaci- la sin razón, y tan grandes agravios que tan injustamente y
blemente en 1640 en Amberes, donde se vé hoy á la entra- sin haber en mi falta de no haber yo hecho lo que me to-
da su estatua de bronce. Sus cuadros están destinados á caba , me quisieron hacer los nuestros antes del naufragio
una larga existencia en la posteridad; aun deben trasmitir por orden del de Medina Sidonia, de lo cual me libró Nues-
por mucho tiempo á los artistas el glorioso nombre de tro Señor: habiéndome condenado á muerte como V. E.
Rubens, asi como el retrato de su segunda muger, Hele- habrá sabido, y tan afrentosa, y viendo el rigor con que se
na Formann, á quien frecuentemente tomó para modelo mandaba poner en ejecución, pedí con mucho hrio y cólera
de sus obras. la causa por qué me hacían tan grande agravio y afrenta,
habiendo yo servido al rey como buen soldado y leal vasallo
La lámina que encabeza este número , representa el en todas las ocasiones y encuentros que tuvimos con la ar-
instante en que Rubens, postrado en cama, recibidos los mada del enemigo, de las cuales salla siempre el galeón que
sacramentos, esperando la muerte con resignación y rodeado yo llevaba muy mal tratado y muerta y herida mucha gente.
de su familia llorosa y atribulada, se despide de otro gran Pedí, como digo, se me diese traslado deste mandamiento,
pintor su discípulo y su amiigo , que ha llegado al fúnebre y que se hiciese información con 3b0 hombres que había
lecho á estrechar por última vez las manos de Rubens y á en el galeón, y que sí alguno me pusiese culpa me hiciesen
proporcionar á su maestro el consuelo de dedicar el último cuartos; no mo quisieron oír, ni á muchos caballeros que
recuerdo á Van-üik. por mí intercedieron, respondiendo que el duque estaba en
aquella sazón retirado y muy triste, y no quería que nadie
le hablara, porque aun demás del ruin suboeso que tuvo
Recuerdos de la armada invencible. siempre con el enemigo aquel día de mi trabajo , le dijeron
que los dos galeones, San Mateo y San Felipe de los de Por-
tugal en que iban los maeses de campo, don Francisco de
Ha llegado á nuestras manos la siguiente carta en que
se refieren las desgracias acaecidas á un capitán que formó
parte de la famosa armada que en i 388 mandó aprestar Fe- 85 Empleados en el hospital.
lipe II, á la cual se dio oí pomposo nombre de iiivenci- 180 Religiosos de todas órdenes.
22 Caballeros de la casa del Duque.
hle (1). La carta se dirige al gobernador de los Países Ba- SO Criados de la misma casa.
jos, y está concebida en estos términos: 17 Ministros y oficiales de la hacienda.
50 Criados suyos.
flj Al h^áblar de la armaila invencible, nos ha parecido opor- 19 Ministros de justicia.
tuno dejar .consignado en nuestro SKMANAUIO un dociimenlo on- 2,088 Empleados en servicio y defensa de los galeones.
cial que nos da razón de las naves y gente de que se componía. La armada llevaba provisiones para seis meses, y era man-
Dice asi: «Relación sumaria de tos navios que van en la felicisima dada en esta forma:
armada que S. M. ha mandado en el rio y puerlo de la ciudad do Duque de Medina Sidonia, capitán general.
Ijisboa, de que es capitán general ni dnquo de Medina Sidonia, y Don Alonso Martínez de Leíva, capitán general de la caballe-
la gente de guerra y mareante, artillería y peloleria, nuinicioncs', ría del estado de Milán, su segundo.
baslimenlos y oíros pertrechos que lleva. Van en la dicha ar- Juan Martínez de liecalde, almirante de toda la armada.
mada 1-30 navios cii esta manera: Diego Flores de Valdés, general de los galeones de Castilla.
65 Galeones v naves gruesas. Don Pedro de Valdés, general de la armada do Andalucía,
25 Urcas de 300 a 700 toneladas, Miguel de Oquendo, general de la armada de Guipúzcoa.
19 Pataches de 70 á 100 toneladas, Martín de Bretendona, á cuyo cargo está la armada de naves
13 Zabrascondos gruesas, do la corona do Portugal. de Levantisca.
A Galeazas. Juan Gómez do Medina, que manda las urcas.
4 Galeras. Don Hugo de Moneada, que manda las cuatro galeazas.
Total 130, que tienen de porte 57,868 tonolailas. Asimismo Diego de Medrano, íi cuyo cargo van las cuatro galeras.
van cu la dicha armada 10 caravelas para el servicio de ello y Don Antonio Hurtado do Mendoza , general de los patachee.
10 fainas. Los navios van armados con 2/(31 piezas de arlilleria; Harto se ha ilivulgado por el mundo el desgraciado Icrniino
1,497 de ellas de bronce de todos calibres: ¡as restantes de liierro de aquella famosa espodicíon. Casi derrotada por los ingleses,
colado. Gente que va en la armada r preso Valdés, muertos algunos valerosos capitanes, incendiado
16,973 Soldados castellano.^. el navio de Oquendo y dispersada luego por una horrorosa tem-
á,000 Soldados portugueses. pestad , caminó de derrota en derrota hasta que regresó d España
124 Aventureros. el de Medina Sidonia con los restos de su potente cuanto infeliz
8,0Sá Gente de mar. armada. Todavía se ignora la suerte que corrieron muchos da
465 Criados de aventureros. sus buques estraviados; por eso la carta que ocupa hoy las co-
238. Entretenidos. lumnas de nuestro SHSUNAKIO sera leida con doblo interés, si se
163 Criados suyos. atiende i que la ca.sualídad nos ha proporcionado el gusto do ser
107 Gente de .i'rtillería. los primeros en publicarla.
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Toledo, hermano del conde de Orgaz, y don Diego Pimen- ciliar el sueño, vistiéronse apresuradamente y salieron al
tel, hermano del marqués de Tabara, se quedaban perdidos corredor por donde tenian entrada todas las habitaciones
en la mar, hechos pedazos y muerta casi la mas de la gente del mesón. Allí los admiró sobre manera el continuo trán-
que traian, y á esta causa con el dicho se retenia el duque sito de gente que, bullendo , gritando, llamando á los
en su cámara , y los consejeros hacían sinrazones á diestro criados, y cuchichecndo unos con otros en voz muy baja,
y á siniestro. Por enmendar su abieso ó las vidas y honras corrían de aquí para allá, desaforados, empujándose, atre-
de los que tenian culpa, y esto es cierto como lo sabe todo pellándose , riñendo y jurando como locos. En vano pre-
el mundo. El galeón San Pedro, en que yo venia, recibió guntaron á los dependientes de la casa de qué procedía
mucho daño con muchas balas muy gruesas que el enemigo aquel tumulto, pues imponiéndoles silencio con un ade-
metió en él por muchas partes, y aunque se remediaban man , corrían, sin contestarles, ó sus quehaceres.
luego lo mejcr que podian, no dejó de quedar algún balazo La mayor parte de la gente que allí habia eran oficiales,
encubierto: de suerte que por allí hacia mucha agua, y tanto del regimiento de Nicanor, como de otros que en el
después del bravo combate que tuvimos en Cádiz, que du- pueblo y en sus cercanías se hallaban, empleados w e se-
ró desde la mañana hasta las 7 de la tarde, estaba ya el ga- guían al ejército, individuos del cuerpo de sanidad, y es-
león muy mal parado. Por esta sola causa digo que el duque posas de los gefes. Por la agitación de sus semblfsites y al-
mandó que me quitasen la vida, pero el auditor, bien infor- gunas palabras que pudo oírles Mateo, vinieron nuestros
mado de mí, respondió al duque que sin que le mandase dc« personages en conocimiento de que un espía acababa
una orden por escrito no podía ejecutarse la sentencia. Yo de avisar que la facción , considerablemente reforzada,
envié también al duque un billete que le hizo pensar bien pretendía entrar en el pueblo, y que algunos de sus mas
el negocio, y respondió al auditor no se ejecutase en mí influyentes vecinos la ayudaban. El cc:-onel, en vista de la
aquella orden. Mostróme gran afición el auditor y rogó al inferioridad numérica de su tropa, que le tenia desde al-
duque me hiciese pasar á su nave, lo cual otorgáronme de gún tiempo encerrado en la población, habia resuelto aban-
buen grado, siendo desde aquel mismo instante muy gran- donarla en buen orden, para no verse obligado á trabar una
des los peligros que me sobrevinieron, porque con u>n tempo- lucha que de seguro sena fatal á las armas legitimistas.
ral se abrió de suerte la nave que se anegaba, no siendo bas-
tante las bombas para agotar el agua que rebullía por todas El corredor que, en el momento de que hablamos, es-
partes. El duque ya no parecía; toda la armada iba desba- taba tan concurrido, hallábase alumbrado únicamente por
ratada con el temporal, de suerte que unas naos fueron á una lámpara colgada en el techo, cuya luz esparcía sobre
Alemania, otras dieron en las costas de Holanda y Gelanda, los pálidos rostros de los circunstantes un reflejo opaco y
otras en Setelanda y Escocia donde se perdieron y quema- sombrío que tenia algo de lúgubre y de siniestro. Mateo y
ron mas de veinte con la flor de la armada, pues los enemi- Jaime, que desde la puerta de su cuarto contemplaban
gos que sin descanso andaban á nuestro alcance, nos des- aquella animada escena con la melancolía de su situación
barataban á man salva, que era grandísima pena verlos aco- y de sus pensamientos, no habían reparado en un soldado,
meter á una sola nao cuatro y hasta seis de sus mejores que, oculto en un ángulo del corredor donde la luz era
navios. La nao en que yo iba era levantisca, á la cual se muy escasa, espiaba con la mayor atención sus movimien-
juntaron otras dos muy grandes para socorrernos si pudiesen, tos , y se impacientaba de que permaneciesen en aquel
en las cuales venia don Diego Enriquez, el corcobado, por sitio.
maese de campo, y no pudiendo doblar el cabo de Clara en Al cabo de algunos minutos la agitación creció consi-
Irlanda, con otro temporal que sobrevino, cuando apenas derablemente por un toque de llamada que en la calle se
había calmado el primero, nos fué forzado venir á tierra con dejó oii-. El oscuro corredor apei.as podía contener las per-
estas tres naos que, como digo, eran grandísimas, y dimos sonas que en él circulaban, y Mateo y Jaime se vieron pre-
fondo, y saltantlo en tierra estuvimos cuatro días sin resol- cisados á retirarse un poco mas adentro de su liabitacion.
ver nada, ni aun lo sabían hacer, y al quinto, cuando íba- Entonces el soldado que al oír el toque manifestara la ma-
mos á partir, vino tal temporal en travesía con mar por el yor desesperación, abrió rápidamente una puerta que tras
cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener, ni las él se hallaba, y volvió á salir al momento, conduciendo de
velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una la mano á un granuja, vestido con una casaca militar, y
playa cercada de grandísimos peñascos, donde á poco cho- llevando cubierto casi enteramente el rostro con una gorra
cando con las grandes puntas nuestras ya casi desbaratadas de cuartel muy grande. Con acelerados pasos, y abriéndose
naos, en una hora se hicieron todas tres pedazos, de las á empellones camino, atravesaron por medio de la multi-
cuales no se escaparon mas do 300 liombres, y se ahogaron tud , procurando cuidadosamente evitar las miradas de to-
mas de mil, y entre ellos mucha gente principal: capitanes, dos ; pero al llegar en frente del cuarto de los viageros que
caballeros y otros entretenidos. nos son conocidos, el bastón de un ayudante, colocado de-
bajo del brazo, tropezó con la gorra de cuartel del pobre
(Se continuará.) granuja, y espuso á la admiración de todos los [circuns-
tantes la cara mas linda del mundo.
Por una de aquellas casualidades que la fatalidad enca-
LA QUERIDA DEL SOLDADO. dena á las mil maravillas, la luz de la lámpara, próxima
á estinguirse, lanzó un reflejo vivísimo que alumbró de
NOVELA ORIfilN.VL. lleno aquella escena.
Entonces se oyó salir de un cuarto inmediato un grito
{Conclusión.) penetrante, y un hombre atravesó á saltos entre la mul-
titud.
Despidiéronse con esto los caminantes, y el anciano y lY.
Mateo prosiguieron cavizbajos su camino, no sin augurar
tristísimos resultados de aquella gran peripecia de su vida. El coronel.
Al anochecer de aquel mismo dia llegaron al'pueblo que
ocupaba el regimiento de Nicanor, y se alojaron en una po-
sada uimediata á la del coronel, para poder espiar cómo- ferirMedia hora después de los sucesos que acabamos de re-
, el coronel del regimiento de Nicanor se disponia á
damente cuantos soldados en ella entraran montar á caballo en la puerta de su casa, cuando le detu-
Según el plan formado por Jaime, a! dia siguiente de- vo un grupo de hombres que en su busca venían.
berían presentarse al coronel para suplicarie les permitiese — ¿Qué se os ofrece? —preguntó á dos de ellos que se
leer las
as listas de revista,
revista y pura p
para provocar una especie • de
- separaron de los demás.
careo con la compañía de le Nicanor,
Nicanoi en el caso de que por — Permitidnos que os hablemos un instante —le con-
las senas que le darían no 10 le reco
reconociera el eefe Como el testaron.
anciano no conocía al amante
mante dede su su hiia
hija, vy^Mateo
M.,'tn,. ,ir> v„
no re- —Voy á partir
eordaba sus facciones, por haberle visto pocas veces v — ¡Oh! ¡por favor 1.... el tiempo vuela
esas con disgusto , hallábanse embarazados sin saber sobre — Pero ¿qué ocurre?.... me ponéis en cuidado...
lué base segura podrían fundar su acusación de rapto
En estas imaginaciones los sorprendió al rayar el dia un ¿Acaso la faceion?....
ftmii rumor que asi en la calle como en el mesón se escu- — ¡ Escuchadnos por el cielo !
*.iaaba, y conociendo que ya por ningún modo podrían cen- El coronel sacó el pié del estriDo, y entró con lo» dtis
liombres en el zaguán de la casa.
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— Señores ¿qué es esto? — dijo al verlos: —¡sudáis!., Mateo apenas tomó parte en la conversación , porque le
os halláis agitados.... repugnaba.
— i Justicia, mi coronel, justicia ! — esclamó el mas an- Al dia siguiente él y el anciano vestían el uniforme
ciano con esplosion. — Un soldado de vuestro regimiento... adoptado por los partidarios de Carlos Quinto.
— ¿Qué ha cometido algún?....
— ¡ Me ha robado mi hija!
— Ja... ja... ja...
— ¡Como ! ¿lo reis?.... Jío hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no
— ¿Pues no lo he de reir?... ¡ Ella se habrá dejado ro- se pague.
bar , y queréis que yo enderece sus entuertos!
— Pero, señor El pueblo de... en Navarra habia sido ganado, perdido
—Esto es muy común en campaña Se roban gallinas y recuperado muchas veces por la facción. En esa lucha
y cosas de valor: ¿ qué no se hará con las mugeres, de continua, en esa interminable guerra de montaña sostenida
suyo fáciles de dejarse robar ? por el entusiasmo y el rencor de los partidos mas que por
—Pero mi honra, mi honra, — esclamó el anciano ar- la razón lógica de las causas que unos y otros defendían,
rancándose los cabellos,— mi honra pisoteada asi por un mil prodigios de valor, mil heroicidades dignas de los tiem-
villano ¿no merece que la autoridad rae ayude? ¿no mere- pos medios quedaron sepultadas en el olvido, porque nada
ce castigo tal acto de indisciplina?—¡Y un coronel lo nos parece grande sino lo pasado, y porque la ingrati-
consiente, y se mofa del que viene á implorarle ! tud de los pueblos es siempre mayor que los servicios que
— Acabemos: ¿ cómo se llama ese soldado ? sus hijos los prestan. Todas las guerras del mundo han
— Nicanor. tenido sus héroes; pero ninguna tantos como la que ter-
— ¿Su apellido? minó en los campos de Vergara, aunque á decir verdad
— Lo ignoro. tampoco en ninguna han descollado tantas reputaciones
— Pues entre los cien Nicanores que habrá en mi re- ilegítimas ni tantas usurpadas glorías.
gimiento , elegid uno á quien colguéis el milagro. El pueblo de en particular, fué, durante mucho
—Yo le conoceré tiempo, testigo de uno de esos encarnizados combates en
— ¿Con que le habéis visto? que no se sabe que admirar mas, si la constancia de los
— ¡Hace poco! en esa posada inmediata iba con mi vencidos, ó el valor á toda prueba de los vencedores.
hija Situado en una eminencia á orillas de un riachuelo, do-
— ¡ Y le dejasteis escapar! minando con sus baterías una esplanada por donde necesi-
^ E s e joven le vio pi'imero ; pero á su corazón gene- taban transitar continuamente ambos 'ejércitos beligerantes
i'oso y leal repugnaba la publicación de mi deshonra.... No y enriquecido con buenas fortificaciones por cuantos le
sabia que la esperaba una publicidad mayor! habían dominado durante la guerra, en él se hallaban lijas
—Va va ¡tontunas de viejo! Cuando ha estado las miradas de todos al comenzar el invierno de 183 Por
vuestra hija cerca de vos, y su corazón no se lo ha anun- su posición salubre y pintoresca, y por las abundantes
ciado , no la darán mucho placer las caricias paternales. municiones de boca que encerraba, le habían elegido los
— ¡Me estáis desgarrando el alma !—gritó el anciano facciosos para uno de sus cuarteles de invierno , lo que
sin poder refrenarse. sabido por sus contrarios los decidiera á disputarles tenaz-
— ¡ Ya es tarde para todo, amigo mió ! El regimiento ha mente su posesión. .
salido del pueblo, con que ¡Señores, á caballo! Cuarenta días después de los sucesos que referimos en
Y diciendo y haciendo montó á caballo el coronel, y el capítulo anterior las tropas carlistas ocupaban el pueblo,
seguido de sus ordenanzas y de la plana mayor, se puso en y las leales lo sitiaban. Aunque en mucho mayor número
marcha sin oir á Jaime que le decia á voz en grito : la situación de estas era sumamente crítica , porque acam-
—¡ Algún dia nos veremos! Entonces conocerás que la paban en la llanura, á orillas del rio que mencionamos, y
lionra de un plebeyo navarro vale tanto como la de un rey, se veían espuestas sin reserva alguna á los tiros de los si-
si los reyes son mas que los plebeyos! tiados que las diezmaban. El desaliento, pues, cundía en las
lilas Cristinas y los jefes desconfiaban del buen éxito de su
Durante este coloquio Mateo había permanecido caviz- empresa. Nunca habían encontrado una resistencia tan te-
hajo sin tomar en él la mas mínima parte. Cuando el coro- meraria, ni una ciencia militar tan profunda en sus adversa-
nel desapareció, Jaime, enjugándose las lagrimas que de rios. Mil hombres siu instrucción, y sin otros recursos que
corage vertía, le dijo con amargura: los naturales, mandados por un adalid hasta entonces desco-
—Ves ? ves ? ¡ todo es inútil! Si por tu sensibilidad de nocido , y que en pocos días mereciera por sus hazañas el
chiquillo no la hubieras dejado escapar, ya estaría en sobrenombre de Terrible, hurtaban á cada paso á un ejer-
nuestro poder.—Y ahora ¿á quien recurrimos? Ese joven- cito respetabilísimo , guiado por generales espertes , que
zuelo engreído era nuestra última esperanza, y se ha bur- disponían de cuantos recursos pueden hacer triunfar una
lado de nosotros —¡Oh ¡ si yo me hubiera hallado en tu
lugar tenerla frente á frente y no ; voto á Cristo causa. , ,. , ,
¡ me vuelvo loco! Tal era la situación de ambas partes beligerantes en el
El pueblo , que se había agrupado en torno de la casa momento en que anudamos el hilo de nuestra interrumpida
del coronel, bramaba de furor al enterarse del asunto por narración.
los dependientes de la posada. Si el regimiento y la demás Era de noche.
tropa no hubieran salido de la población mucho tiempo El fuego habia cesado instintivamente, como si unos y
habia de seguro que la impolítica conducta del jefe hubiera otros se aplazaran para una próxima lucha decisiva. Un
dado lugar á un grave conflicto. espía, protejido del coronel que ya conocemos le había
Mientras por un lado salían las tropas Cristinas por el anunciado que los facciosos harían probablemente una sa-
opuesto entraban las facciosas. En la misma casa donde lida aquella noche. El coronel lo puso en conocimiento de
habitó el coronel que conocemos estableció su cuartel gene- sus superiores y se redobló la vigilancia. Por esta causa la
ral el cabecilla que los mandaba. Enterado por los vecinos consigna de Nicanor que se hallaba de centinela avanzada
del pueblo adictos á su causa del suceso que habían moti- á orillas del rio , era sobremanera rigurosa.
vado Jaime y Mateo, los mandó llamar, y concluyó con Como sucedía siempre, después de haberse tocado á si-
ellos una plática de mas de dos horas en estos términos: lencio en el campo , una porción de soldados de la compa-
—¿Con que estamos conformes? ñía de Nicanor fueron á buscarle en su puesto, para que
—De todo, en todo—respondió Jaime, brotando fuego les contara una historia. Formaron un círculo alrededor
por los ojos. de él, y le importunaban para que satisfaciese sus deseos.
—¿Desde mañana? —¿Estas disgustado, porque el servicio te priva del
—Desde mañana. amor? eh! —decían, viendo que se negaba.
—¿ Y por qué sin retribución ni grados tan siquiera.' —Marchaos de aquí,—les respondía Nicanor paseándo-
—Porque así es nuestra voluntad. se gravemente con el fusil al hombro ; —mi consigna no
—¿ Puedo participarlo á mi jefe? permite que haya aquí nadie.
—Desde luego. Pero tanto porfiaban los soldados que se dejó conven-
-entonces hasta mañana. cer , y empezó á contaries , de pie, y con la barba apoya-
—Hasta mañana. da en el cañón de su fusil, la historia de Bernardo del Car-
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pió, esa epopeya de la edad media española, armonioso y El coronel, hechando espuma de corage, aguijoneó su
valiente cuadro en que están bosquejados fielmente hasta caballo , y salió al encuentro del carlista ; pero al afrontar
los pensamientos de los hombres de toda una época. con él se detuvo como aterrado.
Al punto llegaba con su narración en que el conde de —Ya estoy aquí!—murmuró el ginete.—Tú pudiste ha-
Saldaña era arrebatado de la corte de Alfonso el Casto, berme devuelto mi hija, mas tuviste mi honra por cosa
y conducido á una prisión donde debia perder los ojos, digna de menosprecio.—Pues bien , mí honra por tu vida.
cuando en medio de los murmullos de impaciencia con que Y á un mismo tiempo los dos adversarios amartillaron
los soldados anunciaban su deseo de ver & Bernardo llegar sus pistolas.
en apoyo de su padre, oyóse en el silencio de la noche un Los dos uros salieron, y ambos rodaron por el suelo.
débil rumor como de las olas del rio sacudidas y cortadas
por los remos de un barco. VI.
Levantáronse al momento alarmados , y por entre las ca-
ñas que poblaban la orilla, A la sazón alumbrada de lleno ft'lcbrc.
por la luna, pudieron distinguir tres ó cuatro barquichue-
los, que cargados de facciosos á sorprenderlos lentamente A pesar de las pérdidas sufridas en aquella escaramuza,
se encaminaban. un ataque vigoroso hizo al día siguiente dueños de la po-
Su posición en un barranco elevado unos cinco pies blación á los crístinos. Muchos facciosos quedaron prisio-
sobre el nivel del rio les permitía sabrosamente tomar to- neros , y fueron metidos en capilla para ser fusilados inme-
daá las medidas que la urgencia del caso reclamaba. Los diatamente. La vida del Terrible, ansiada por lodos, no pu-
facciosos parecían componer un número como de cincuen- do sacrificarse en el altar de los vencedores, porque fué
ta. Su primera barca había tocado en la orilla, y las otras buscado en vano. Opinábase que se habría fugado con los
iban á hacerlo muy en breve. Para llegar al campamento, que pudieron salir del pueblo.
después del desembarco, tenían precisamente que subir por Nicanor y el desconocido granuja, que gracias á ha-
una estrecha vereda, que, encajonada entre cañas, iba á llarse aquel de centinela pudieron escapar de la muerte, se
parar al punto defendido por Nicanor y sus compañeros. alojaron en una casa ruinosa , porque deseaban estar solos.
No debía , pues , perderse un instante. (El cronista á quien plagiamos pone en este lugar un
Nicanor lo conoció con su acostumbrada perspicacia, y largo discurso en que prueba con invencibles argumentos
—No hay que moverse—dijo á sus compañeros.—Prepa- la superioridad del amor sobre todas las pasiones. Paréce-
rad las armas. nos oportuno trasladar aquí su último párrafo, porque es
—Paréceme que deberíamos avisar —replicó un te- un vivo retrato moral de nuestra heroína, y aun no hemos
meroso. cumplido este deber de novelista con nuestros lectores).
—El que no sea para el caso—prosiguió Nicanor en voz Dice asi el sargento:—
baja, pero firme—puede largarse cuando quiera, y cuida- «Quien llegue á leer esta histor'a comprenderá desde
do que cuente alia arriba lo que pasa. ))luego que el granuja de que hablo era Lucia, Lucia , que
Nicanor hízoles ir arrastrándose por el suelo á esconder- «fascinada por Nicanor no había vacilado en seguirle al
se entre las cañas de uno y otro lado de la vereda. «espirar su madre. No era culpable de que su corazón la
Cuando todos se hubieran colocado, los facciosos sin «hubiera arrastrado á este delito. ¿Qué vano moralista
encontrar obstáculo de ningún género, acababan de de- «osaría recriminaria por haberse lanzado en pos de la felí-
sembarcar y empezaban á subir en silencio. Nicanor entre «cidad, de la felicidad, de esa quimera que todos buscan
tanto permanecía agachado para no ser visto. «á los veinte años ? Tanto valdría impedir á las aves que
De repente, cuando llegaban á lo mas escabroso del «volaran , al torrente que talara los campos, á las flores
cortísimo camino que tenían que andar, vieron levantarse «que se abrieran á los primeros rayos del sol ¡Pero po-
en frente do ellos una sombra armada, y oyeron una voz «ner leyes á la naturaleza ! ¡ Como si la naturaleza se dejá-
que gritaba fuertemente: «ra dominar por la razón humana! —Lucía era un ángel;
—¿Quién vive? «pero Dios la había dado una materia que podía muy bien
Y de ambos lados del camino partió una detonación «arrastar por el fango aquella alma de ángel. La obra de
horrorosa á llevar la muerte en las compactas filas de trai- «Dios se profana casi siempre durante su peregrinación
dores. Los muertos rodaron hacía el rio, arrastrando en su «por la tierra. ¡ Un espíritu tan purísimo encerrado en un
empuge á muchos vivos, y los que escaparon de las balas «vaso tan débil!.... ¡Pobre humanidad! ¡Pobre Lucía!
de aquel puñado de valientes arrojáronse á encontrarla mas «Educada por su madre en las mas sanas ideas de moral
segura en el seno de las ondas. «cristiana, respetaba al anciano sin quererte, porque—co-
Con las noticias que habían recibido, alarmados el ge- «mo ya he dicho—el carácter de Jaime era duro y des-
neral y todo el ejército de oír tan de cerca las descargas, «abrído; imponía, pero desagradaba. Al verse e n s u j u -
corrieron á las armas al punto. Al mismo tiempo vadeaban «ventud aislada por aquella terrible pérdida, su corazón,
el río un pooo mas arriba de aquel lugar un gran número «sediento de amor y henchido de ternura, necesitaba de
de ginetes facciosos. La lucha era inevitable. «otro corazón que participara de sus emociones. El de Ma-
El regimiento de Nicanor, con su coronel á la cabeza, «teo, que la voluntad de su padre la imponía, no la agra-
salió al encuentro de los sitiados que inmediatamente vol- »daba, á pesar del cariño y del buen natural del joven.
vieron á repasar el río. Aunque esta acción debería haber «Nicanor, s í , porque. —pero ¿quién puede esplicar el
hecho desconfiar al gefe de sus intenciones, el ardor de »por qué de ciertas predilecciones femeninas?—Fáltame de-
sus años juveniles y el deseo de esterminarlos distinguién- «cir que al dejarse arrebatar por su pasión creía que era
dose, le cegaron hasta el punto de mandar á sus soldados «inocente como la paloma que huye uel milano y se guare-
^U6 pasasen el rio en su persecución. Asi lo hicieron efec- Mce en palomar amigo. Si alguna vez faltó á lo que su ho-
tivamente , pero apenas pusieron el pié en la opuesta «nor la exigía, el cielo disculpe la impetuosidad de su pa-
oríHa ,. cargó de tal manera sobre ellos el ejército sitiador »sion, que ella y no el desenfreno lo motivaría.»—
que los pocos que se salvaron lo debieron á la fUga. La casa ruinosa en que—según digínaos,—se habían
Después de haberse batido como un león , el coronel, alojado los dos amantes, hallábase sítuadíi en una de las
casi solo, y, cercado de cadáveres, rompió su espada, y mejores calles de la población,. y en ella habían tenido su
empuñando una pistola se decidió á entregarse ó á morir cuartel general los facciosos , por cuya razón estaba acri-
matando. billada por nuestras baterías. En una liabitacion cuya ven-
No le hizo esperar mucho tiempo la ocasión. Un ginete tana daba á la calle, y sentados en una mesa cubierta de
faccioso de aspecto marcial y cuya barba blanca le pare- provisiones soldadescas varios militares comían y bebían
ció haber visto alguna vez, separándose de sus compañe- alegremente- Entre ellos Nicanor y el granuja , que pare-
ros, corrió á encontrarle,, gritando:; cían hacer tos honores de la mesa.
—¡Alfia nos vemos !~-La honra de- un ptebeyo navarro No hay como estar fámiliariaados con la muerte para no
Tale tanto como la de un rey, sí los royes SOB mas que los temerla. Aquella orgía improvisada, y tantas orgías como
plebeyos. se improvisan en campaiia sobre los mismos cadáveres de
Al verie llegar, los pocos ordenanzas oue aun acompa- los amigos que acabamos dé perder, son una prueba evi-
ñaban al coronel se pusieron en precipitada fuga , gritando dente de que el estoicismo es el valor del soldacfo.—¡Quién
con terror: sabe si yo caeré luego !—dice viendo caer á uno á su lado.
—¡.El Terrible! [el Terrible!: —Pero pasa aq^uella hora y se dá una lágrima á los muer-
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tos y muchos brindis á los vivos , y del festin de carne se Los soldados permanecieron silenciosos.
corre al festin de Baco.
Nicanor y Lucía hablan tenido que acceder & los deseos —Pues yo quiero morir sea como sea La vida sin
de sus compañeros, y á pcsai' de la melancolía de sus ima- honra es peor que la muerte.
ginaciones, organizaron en su misma casa \i\ francachela. Y se lanzó á la puerta de la habitación como un relám-
La conversación giraba sobro la acción última, y Ni- pago ; pero Nicanor había comprendido su idea y se in-
canor se veia abrumado de epigramas y de pullas, que casi terpuso, diciéndole:
siempre tenían por objeto á Lucía. —Tendréis que pasar por cima de mi cadáver.
El vino empezó á trastornar tanto las cabezas que la jo- cuantos Entonces el Terrible corrió á la ventana, y á pesar de
ven se hallaba incómoda en aquel sitio. Su corazón le au- detenerle quisieron, saltó á la calle gritando:
—¡Viva Carlos V.!
guraba algún desastre. Hacía muchas noches que el sueño Todos los soldados se lanzaron en su seguimiento , guia-
huía de sus párpados, y una mortal angustia la devoraba. dos por Nicanor.—Lucia cayó en medio de la sala de rodi-
—De profundis clamavf ad te —csclamó de repente llas , y levantando las manos al cíelo con ademan sublime
uno délos soldados, apurando una botella. de dolor.
—¿Por qué dices eso con tono lúgubre?—le preguntó
otro. VIH.
— ¡Me acuerdo del coronel... tan joven, tan valiente !.. Desesperación.
—Es verdad.... ¡ Pobrecillo! Dicen que le mató el Terri-
ble ese faccioso ú ese diablo que tanto nos lia perseguí-' Lucía y el compañero del Terrible quedaron solos en'el
do En cambio él también murió, y me alegro..... cuarto. Ambos murmuraban un rezo tiernísimo, porque
— ¿ Con qué ha muerto el Terrible?.... ambos se hallaban en una de esas situaciones, en que el al-
—El coronel le mató de un pistoletazo. ma se eleva á Dios como su único consuelo.
— ¡Mentira!! —esclamó detrás de ellos una voz ronca. La joven se levantó vacilando y fué á sentarse en una si-
Volviéronse los soldados al oír esto , y vieron salir de lla junto al desconocido que permanecía con el rostro entre
una trampa oculta en el suelo en un rincón déla pared, un las manos.
hombro alto, pálido como la muerte; y vestido de faccio- —¿Por que ese delirio?—se preguntaba á sí misma creyen-
so. Otro hombre , oculto aun dentro de la trampa, lucha- do que estaba sola.
ba con él como para detenerle. —Por qué? por qué?—preguntáis...—respondió el joven
— ¡El Terrible! — prorumpieron todos los soldados, alzando la cabeza.
apoderándose de sus armas. —¡Mateo! ¡Mateo!—grito la joven con voz moribunda.—
Lucia le miraba do hito en hito con ojos de loca Perdóname!
Nicanor también había cogido su fusil. Dio uun salto —Te be perdonado ya, Lucia;—repuso Mateo triste y
hacía atrás, y apuntó al recienvenido. dulcemente.—Ojalá te perdonara tu padre como yo te per-
Lucia cayó de rodillas delante de él. dono!
— ¡Es mí padre!.... ¡es mi padre!—balbuceó. —¿Qué dices ¡oh! qué dices? ¿No me perdonará?
Los soldados se miraban absortos. — El hombre que ha- —No lo espero.
bía tratado de detener á Jaime lloraba sentado sobre la
trampa. —El cilio me favorezca.
—Tus amores han ocasionado su desventura. Por tí ha
—¡Dios mío! ¡Dios mío! — esclamaba la joven sollozan- sido sanguinario hasta el estrerao de matar á ese coronel de
do.—Volverle á ver así herido Esos ojos.... esos quien habrás oído hablar por tí ha hecho traición á sus
ademanes de furor.....— ¡ Padro mío !.... principios políticos por ti ha perdido la razón; por que
— ¡Está loco!—añadían los soldados. tu padre está loco, Lucia.
Y no se equivocaban: Jaime, recogido por Mateo des- —¡Calla! calla por Dios!
pués de la lucha con el coronel, en que saliera herido, —Yo le trage aquí en la imposibilidad de seguir á nues-
sufrió una fiebre cruel que había trastornado su razón. tros compañaros por su herida esa cueva es muy peque-
—¿Quién me quiere matar?—Dijo el Terrible, desabro- ña su lecho estaba al pie de la trampa , y ha oído la
chándose el pecho, que apareció destrozado por la bala del conversación de los soldados... se ha empeñado en morir y
coronel. morirá , porque la ley no perdona
Y luego , sacando una bolsa de cuero y arrojándola so- —¡Madre mía! ¡madre mía!—esclaraó la joven arrodi-
bre la mesa , prosiguió : llándose
—Dos mil duros están ahí el precio de mi vida —Pero aún hay mas su desgracia es mayor
¿cuál de vosotros se quiere enriquecer con mi muerte? —¿ Qué dices? ¡ mas todavía !
Un silencio profundo le contestó. —¿No recuerdas, desgraciada, no recuerdas haber oído
—Somos enemigos...,, os he hecho mucho daño en- hablar á Nicanor de un servicio que tiene que hacer den-
ü-egadme á vuestros gefes , que os lo pagarán también. tro de una hora?
—¡Padre mío!—esclamó la querida del soldado tendién- —¡Ah! ¡si!... ¡si!... el cielo es implacable! ¿Qué hé
dole los brazos. hecho yo para espiarlo de este modo ?...
Jaime la rechazó, lanzando una carcajada terrible. —Tu amante va....
—¡ Tú mi hija! Ja... ja... ja... Yo no tengo ninguna hi- —¡ Calla ! ¡ calla por Dios!... No pronuncies esa palabra
ja porque los muertos no vuelven y Lucía murió terrible... ¡Padre mío!...
ya para su padre mi corazón ha vestido ya luto por La joven ca}* desmayada en brazos de Mateo que la re-
¿lia.... cibió con una sonrisa de gozo purismo.
— ¡ Yo soy Lucía, yo soy vuestra hija!—gritó la joven, Cuando Nicanor volvió á saltar por la ventana empezaba
temblando y desencajada. á recobrar su conocimiento. Su antiguo amante la estre-
— ¡Ay! no renueves las llagas.... ¡Qué delirio! ¡Tú chaba con frenesí contra su corazón , y ella le contemplaba
Lucía ! tú.... tú entre soldados.... casi con deleite, murmurando:
Y volvió A rechazada con desprecio. —¡Mateo! ¡Mateo!—¡qué felices hubiéramos sido!
La joven cayó sobre una silla, abrumada y murmu- Nicanor, que no perdía uno de sus movimientos, aun-
rando : que oculto de su vista , esclamó fuera de si al escucharla:
— ¡ Me rechaza ! ¡ me rechaza ! \ soy maldita del cielo! —¿Conque este es Mateo? ¿este es tu prometido esposo?
¡ maldita! ¡maldita! Y arrancando de su cintura la bayoneta la clavó nasta
El anciano se acercó á Nicanor. el pomo en las espaldas del joven navarro, que quedó muer-
—Te he buscado para matarte, y no te he podido encon- to sobre la trampa sin exhalar siquiera un suspiro.
trar véngate
—¡Sálvale por Dios!—le dijo Lucia corriendo hacía él.
—Escuchad—murmuró al oído del Terrible Nicanor;—os IX.
vais á poner un trage mió os buscaré un caballo, y os Aillos eterno!
acompañaré yo mismo
Jaime hizo un gesto de desden, y volviéndose á ¡os otros Pocos momentos habían pasado. Los compañeros dfc
soldados: Nicanor no habían vuelto á la casa. Este, arrojado en un
—¿Me entregáis 6 no?—les preguntó. rincón sobre una silla parecía poseído da la mas sincera de-
SEMANARIO PLNTORESCO ESPAÑOL. 205

sesperacion. Lucia , en trage de muger, con un lio de ropa Concluida la prez Lucía se levantó con dignidad, y
debajo del brazo , le miraba tristemente como compadecién- entró en una habitación ¡mediata , de donde salió después
dole. Habiii en sus dulcísimas y tiernas miradas un no se de un momento vestida de muger; y tal como hemos diclio
qué de resignación sublime con las voluntades del cielo, que estaba al comenzar esto capítulo.
una espresion tan casta y tan pura, que, al ver las huellas Los dos amantes se miraban sollozando, porque loiaii
del dolor en su rostro , se la compadecía como á un ángel en el fondo de sus corazones.—Un toque de llamada los sa-
caido. có do esta especie do marasmo.
Volvamos por un momento la vista á los sucesos que ha- —¡ Gran Dios!.—esclamó Lucía, viendo que Nicanor st
blan pasado fuera de allí. apoderaba do su fusil ;—^¡ este golpe mas !
El Terrible después do que saltó á la calle, siguió gri- El fusil cayó ú sus pies , arrojado por su querido.
tando como un loco—¡viva Carlos Quinto ¡—hasta que La joven lo cogió, y al devolvérsele dijo:
llegó á la plaza del pueblo , henchida á la sazón de gcfes —No faltes á tu obligación por una muger que ya no te
del partido cristino. Los soldados que lo iban á los alcan- ama.
ces , desesperando de detenerle , entraron por consejo de — ¿No me amas?... ¡ali! ¿con que siempre me has en-
Nicanor eu la plaza por otra boca—calle. Cuando sucedió gañado?
esto ya el Terrible ocupaba la prisión de los facciosos que —¡ Nunca! pero ya mi amor se ahoga en sangre inocen-
iban á morir. te.... estás empapado en sangre, Nicanor.
En seguida se reunió la junta de gefes que había de —¡ Ay ! ¡ tanto como á ti me pesa! esta sangre mu des-
juzgarle. vanece!.... !yo asesino! ¡yo!....
Nicanor consiguió de un asistente del general que le in- —Sui'ia un sacrilegio mi amor, después del saeriíicio de
trodujera en parte donde pudiera oír cuanto so hablara en mi padre.
la junta. Oculto detras do una cortina escuchaba con el Dos gruesas lágrimas rodaron por las megillas del sol-
alma en los labios , sin respirar siquiera ; pero de repente dado.
la cortina se agitó muchísmio, y se oyó un ligero ruido —No culpo tus arrebatos — prosiguió la joven;—por-
detras de ella. que voy á consagrarme á Dios.
Nicanor habia oido pronunciar una sentencia de muer- Un loque fúnebre se oyó muy de cerca.
te , que dobcria ejecutarse al mismo tiempo que la de los — ¡A Dios!—esclamó Lucia tendiendo los brazos á su
otros facciosos metidos en capilla. amante que se lanzó en ellos.
En el mismo instante fué llamado un sacerdote para — ¡ A Dios! —Acuérdate siempre do mí!
au.xiliar á Jaime. — i Qué desgraciados somos! Un amor criminitl que na-
¡ No habia remedio en lo humano ! ció sobre el ataúd de mi madre , dobia cstinguirse sobre el
Renunciamos á pintar la esplosion de los sentimientos cadalso del que me dio el ser
de Nicanor cuando se acercaba á dar tan triste nueva á Hubo un momento de silencio espantoso.
Lucía. No era un hombro era un autómata el que salló por — ¿Hasta cuando?—Esclamó Nicanor con ansiedad,
la ventana, y el que asesinó á Mateo. viendo á Lucía dirigirse á la puerta.
Después un estupor profundo , una paralización comple- La joven señalo el cielo con un ademan. *
ta de las funciones de todas las facultados intelectuales Nicanor .se apoyó desvanecido en la pared , al mismo
i'cemplazó en ambos al conocimiento de su situación. tiempo que pasaban por delante de su casa los reos eatrtí
Convencida la joven por las incolierentes frases de Nicanor una larga fila de soldados.
de la suerte de su padre , levantó los ojos al cielo , y se pu- Uno de ellos contempló un instante la casa , y desatan-
so á rezar.—Su amante la contemplaba con amor unas ve- do una de sus manos, echó sobre ella su bendición.
ces y otras con una mal reprimida espresion de odio. Lo Ei'a el Terrible.
parecía imposible que en tan supremo instante lo hubiera (Asi acaba el manusci-ito de la Querida del soldado.)
olvidado; pero no debía dudar...,, la halló en brazos de
otro hombre, VICENTE BARHANTES.

i.lt$ci-a cscni'sion por algniíns cliidades «le la «tulzn


moderna. será del desagrado de nuestros lectores el practicar con nos-
otros una ligera escursion por el mencionado país; siquiera
no sea mas que por reconocer la escena de tantos y tan
Teatro la .Suiza de no lejanos acontociniicnlos políticos importantes acaecimientos. Así que no vaya á creerse por
altamente dramáticos que tuvieron absorta por no coito es- ejemplo que Laiisíiiia sea una ciudad sombría, sepultada
pacie !a universal atención de la Europa; no creemos que on el fondo do algún barranco , entro coi-pulentos árboles
236 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

negros y sombríos, y habitada por liombres muy poco civi- la capital del cantón de Vaud, y esto está acaeciendo ya
lizados. Muy lejos de esto, es una ciudad lindísima que desde bastante tiempo , puesto que la tumba de alguno de
contiene quince mil habitantes, y que ofrece á los estran- ellos ha llegado á convertirse en una curiosidad del país
geros que concurren del lago de Genova, situado ú alguna como, por ejemplo, la del inglés Cannig, trabajo ejecu-
distancia, buenas posadas, tales como la del León de oro, tado por el célebre Canova. Fuera de esto, contiene la ciu-
y la del Halcón, nombres infinitamente mas salvajes que el dad en sí misma bastantes cosas dignas de ser visitadas: la
país, y que por lo tanto, por muy cómodas que sean, se casa de ayuntamiento, en la que se hallan espuestas á la
apresuran á salir de ellas los viageros para visitar las curio- curiosidad de los aficionados á formar colecciones: gran
sidades de la población y sus contornos, con lo cual no ten- número de antigüedades; el arsenal, la escuela militar, el
drán poco de que ocuparse. En efecto, por todas partos se casino, la academia, que puede reclutar sus miembros en
hallan recuerdos, ó cuando menos construcciones, estable- muchas sociedades literarias y artísticas del país: la biblio-
cimientos nuevos altamente dignos de llamar la atención de teca, posesora de una colección de 9,378 medallas; el
los viageros, que los franceses distinguen con'el nombre de museo del cantón, y lo que es menos célebre, muchas pen-
Touristas. Estos últimos basta llegan á detenerse allí du- siones que han llegado á hacerse notables. JNo deben bus-
rante toda su vida, lo cual no es de estrañar en efecto, y carse precipicios ni torrentes en Laubana , pero en cambio
mucho mas concretándonos á los ingleses, apasionados co- se hallarán ribazos cubiertos de viñas , y de los productos
mo nadie á viajar por Suiza, y que tienen una afección par- todos de una yejetacion activa y lozana, que constituyen lu
ticular por Lausana. Muchos'de ellos se han establecido en riqueza del pais mas que los rebaños y los productos da las

quejaras, recurso especial de las regiones montuosas. La ostentan dos osos de magnitud colosal, esculpidos en gi'íi-
naturaleza presenta en las cercanías paisages deliciosos, en nito por Abart, hallaremos calles rectas y espaciosas, exor-
medio de los cuales se encuentran muchas veces altos nadas de arcos y de tiendas lujosísimas, y lo que es mucho
nombres y grandes recuerdos. Tal, por ejemplo, descen- mejor aun , de una población alegre, franca, y por todas
diendo hacia la estremidad meridional del lago Leman, se partes habitantes que os dan un boiijour francés mucho mas
halla en Coppet, la tumba del ministro Necker y la de ma- agradable que el Cuten margen alemán, los que conservan
dama Stael, pudiendo allí mismo verse su retrato pintado en la memoria el entrar en Berna todos sus recuerdos his-
por David, y el busto salido de ¡as manos de Tiek ; después, tóricos miran con curiosidad aquella raza que ha llevado á
de pronto en el sud-oeste, Ferney^pequeña colina eterni- cabo tan grandes cosas, los descendientes de aquellos ber-
xada por las huellas de Voltaire, pero aun se encuentra una neses, que mandados por Eiiach, fueron los liéroes de las
cosa mas notable entre las dos aldeas en que vivieron el jornadas de Morgarten, de Sauffen y de Murtón. Berna, en
autor de Mérope y el de Carina, y es una piedra sepulcral efecto, es quizá la representante mas digna de la confede-
romana, antigua y respetable, que hace lijarse al viagero ración suiza. Ciudad guerrera y emprendedora al propio
esponiendo á su meditación y á su contemplación estas tiempo que comercial é industrial, fué la segunda ciudad
palabras: de la confederación que ingreso en ella ; demócrata ó po-
Vixi i'T vivís... pular antes que todo, luchó con valentía en contra de los
Yo vivía como tu... electores alemanes y los archiduques del imperio, convir-
El cantón de Vaud, de que acabamos de hablar, ha sido tiéndose en refugio de todos cuantos huían de la opresión
formado, desmembrado el de Berna. No por eso ha dejado de la nobleza austríaca. Con el tiempo vino á menos; y des-
este de ser mucho mas grande y poderoso, no pudiendo ser pués de tantos combates, conquistas y negociaciones feli-
comparado Lausana á Berna. Y yaque hablamos de esta ces , la arrebató un desmembramiento, la parte meridional
ciudad, diremos que se halla á uña jornada de distancia de del Cantón. Pero aun en la actualidad tiene á su disposi-
distancia de Lausana que para ir á ella; se nos presenta en ción un gran poder, á ella es á donde se dirigen los plenipo-
camino magnifico; por todas partes no se ven sino cohñas tenciarios y los encargados de negocios enviados por las
pobladas de bosques, llanuras fecundas, altas montañas que cortes de Europa á la confederación suiza.
prestan grandeza al paisage, un país deliciosísimo: pone- (Concluirá.)
mas avanzar hasta Berna. Sea cualquiera la puerta por don-
de entremos, por la de Aarborgo, en que se encuentra la |). Jel SESIASAEIO 1'I>TÜBÍ;SI.Ü J« l.i UtSTB.u:ios.
l-glitlf. lij).
cas» de corrección, ó por la de Morat, encima de la cual se »ii;ii J e I). U. .llluuibr».

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