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Avances en biomecánica
aplicada a la podología
Javier Torralba
Francesc Boscà
María García
Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica
Índice
1. Biomecánica del estrés tisular............................................................ 3
2. Aplicación clínica de la teoría de estrés de tejidos........................... 6
3. R
evisión de la investigación sobre el modelo biaxial de la
articulación mediotarsiana................................................................... 9
4. R
evisión de la investigación científica sobre los ejes de la
articulación mediotarsiana................................................................. 11
5. Modelo monoaxial vs. biaxial de la articulación mediotarsiana.... 14
6. Modelo monoaxial de la articulación mediotarsiana: evidencia
experimental........................................................................................ 17
7. Uso del modelo monoaxial de la articulación mediotarsiana
para explicar hallazgos clínicos........................................................ 19
8. Bibliografía........................................................................................... 24
grande. Sin embargo, si una estructura anatómica tiene sólo una pequeña capacidad de
resistir las fuerzas, entonces la resistencia interna, o tensión, que desarrollará frente a una
carga, será relativamente pequeña. Por ejemplo, un cable de acero es capaz de desarrollar
una gran tensión en su estructura si se compara con una goma, ya que el cable de acero
tiene una mayor capacidad para resistir fuerzas de tracción (Whiting, W.C., Zemicke, R.F.:
Biomechanics of Musculoskeletal Injury. Human Kinetics, Champaing, IL, 1998, p.67). En
función de la naturaleza de la fuerza externa que actúa sobre ella, una estructura puede
desarrollar tensión a la compresión, a la tracción y/o al cizallamiento. Para desarrollar una
tensión a la compresión, la estructura debe desarrollar una fuerza interna que tiende a
resistir al ser empujada por los dos extremos a la vez (e.g. la tibia desarrolla resistencia
a la compresión en respuesta al soporte de la masa corporal durante las actividades en
carga). Para dar como resultado una tensión a la tracción, la estructura debe desarrollar
una fuerza interna que tienda a resistir la tracción de ambos extremos (e.g. el tendón de
Aquiles desarrolla resistencia al tracción en respuesta a las solicitaciones de dorsiflexión
de la articulación del tobillo). Cualquier fuerza que actúe, paralela o tangencial, a la fuerza
externa aplicada creará una tensión de cizallamiento. Ésta se genera comúnmente en
estructuras donde se les aplican fuerzas de torsión. Por ejemplo, la tibia desarrollará tensión
de cizallamiento dirigida perpendicularmente a su eje largo cuando se aplican fuerzas de
torsión que tienden a causar rotación interna de la tibia respecto al pie (Whiting, Zernicke,
1998, p. 67, 75). La tensión dentro de una estructura se calcula dividiendo la magnitud de
la fuerza axial (F) entre el área de corte transversal sobre la que se distribuye la carga (A).
La tensión axial, o normal, se representa comúnmente por la letra griega sigma (σ) Por
lo tanto, la fórmula para deformidad es: σ=F/A. Las fuerzas que actúan tangenciales a la
carga aplicada crean tensión de cizallamiento, que se representa comúnmente por la letra
griega tau (τ). Por lo tanto, la fórmula para determinarla es: τ=F/A. La unidad estándar para
la medición de la tensión en biomecánica es el Pascal (pa), que se define como un Newton
(N) distribuido en un metro cuadrado (1 Pa = 1 N/m). Un Newton equivale a 0,225 libras ó
0,102 Kg por unidad de superficie (Whiting, Zernicke, 1998, p. 67). Como la magnitud de
la tensión que actúa sobre un tejido biológico está determinada por el valor de la fuerza
dividida entre el área del corte transversal sobre el que se distribuye la fuerza, cuando el
estrés tisular es el principal factor, el área de corte transversal del tejido es tan importante
como la fuerza absoluta que actúa sobre el tejido. Por ejemplo, si una tracción de 300N es
aplicada a un tendón del tibial posterior (TP) con un área de corte transversal de 0,25 cm\
la tensión sobre el tendón del TP sería: σ = 300 N / 0,0025 m2 = 120.000 Pa. Sin embargo,
si la misma fuerza de 300N se aplica a un tendón del TP donde la mitad de las fibras de
ese tendón se han roto, de modo que el área de corte transversal es ahora de 0,125 cm2,
el valor de la tensión que actúa sobre las restantes fibras tendinosas aumentaría el doble:
σ = 300 N /0,00125 m2 = 240.000 Pa. Por lo tanto, la pérdida o “ruptura” de un porcentaje
de fibras en un tendón puede aumentar considerablemente la tensión sobre las restantes
fibras tendinosas lo que, a su vez, aumentará la probabilidad de su ruptura bajo valores
normales de fuerzas de tracción sobre el tendón. Estos mismos conceptos relacionados
con el estrés tisular también se aplican a otros tejidos biológicos estructurales como el
hueso, ligamento o cartílago.
En conclusión, el MET para la terapia mecánica del pie es una aproximación clínica más
lógica que el de la neutralidad subtalar que ha sido impartida en las instituciones educativas
médicas de podiatría durante los últimos treinta años. Los clínicos que usen paso a paso
el protocolo antes descrito, se darán cuenta que no sólo les permite prescribir una OP más
precisa y unos planes de tratamiento hechos a la medida del lugar anatómico específico y
de la mecánica anormal de los pacientes, sino que también les ayudará a ser unos clínicos
más efectivos en la curación de las lesiones relacionadas con la mecánica que afectan a la
vida diaria de sus pacientes.
foot. I. The joints. Joumal of Anatomy. 87:25-31, 1953). El “eje oblicuo de la articulación
mediotarsiana” que Hicks describió estaba muy cerca de la misma localización y orientación
del eje de la AST que él determinó en el mismo artículo. Sin embargo, el EOAMT que Hicks
describió era muy diferente tanto en su situación como en su orientación del que Manter
describió como el “eje oblicuo de la articulación tarsiana transversa”. Hicks también describió
dos ejes de la AMT, denominándolos “eje antero posterior de la articulación mediotarsiana”
que parece ser similar en orientación al “eje longitudinal de la articulación tarsiana transversa”
de Manter. Desafortunadamente, Hicks omitió los movimientos del cuboides en su estudio,
usando sólo marcadores en forma de agujas en el calcáneo, astrágalo y navicular para
medir sus respectivos movimientos. Por lo tanto, el movimiento del cuboides no se midió,
de modo que los ejes de la AMT que Hicks describió serían movimientos descritos sólo de la
articulación talonavicular (ATN) y no de la articulación calcáneo-cuboidea (ACC). Además,
no queda claro si Hicks determinó la localización y orientación de los ejes de la AMT en los
especímenes de cadáver en condiciones de carga o descarga. En otro artículo sobre los
ejes de la AMT, Elftman describe un “eje transverso tarsiano” singular que, de acuerdo con
sus ilustraciones, parece ser muy próximo en localización y orientación al eje oblicuo de la
articulación tarsiana transversa de Manter (Elftman, R.: The transverse tarsal joint and its
control. Clin. Orthop., 16:41-44, 1960). Desgraciadamente, Elftman no describió los métodos
utilizados para determinar su eje articular transverso tarsiano, y no mencionó el número de
especímenes utilizados o las relaciones angulares de su “eje transverso tarsiano” con el pie.
Sin embargo, mencionó, en detalle, las formas complejas de la ACC y ATN. Elftman propuso
que ambas articulaciones tienen dos ejes articulares separados, designados como CC-1 y
CC-2 para la ACC y TN-1 y TN-2 para la ATN. En la literatura podiátrica, Sgarlato describió
el EOAMT como una combinación de ambos ejes de la ACC y la ATN y también sugirió que
el EOAMT no debería confundirse con el ELAMT. También alegó que “el movimiento puede
ocurrir a través de cada eje independientemente, pero podía suceder también de forma
conjunta” (Sgarlato, T.E.(ed.): A Compendium of Podiatric Biomechanics. California College
of Podiatric Medicine, San Francisco, March 1971). Además, Root et al, alegaron que la
AMT “tenía dos ejes de movimiento” citando los estudios de Manter y Hicks mencionados
con anterioridad, como fuentes para su información (Root, M.L., W.P. Orien, J.R. Weed
and R.l Rugues: Biomechanical Examina/ion of the Foot, Volume l. Clinical Biomechanics
Corporation, Los Angeles, 1971). Por lo tanto, las referencias tradicionales de los años
iniciales de la biomecánica podológica parecían aceptar la investigación de Manter y Hicks
en la que se describía un modelo biaxial de la AMT.
cual podía aproximarse a un haz de ejes helicoidales diferenciados” (Van Langelaan, 1983).
El término “haz de ejes” se refiere al hecho de que el eje de rotación de las articulaciones
medidas se movía continuamente de una localización espacial a otra que dependía de
la posición rotacional de la articulación. Por lo tanto, cuando se trazaban todos los ejes
helicoidales representativos diferenciados en relación a los huesos del pie, resultaban en
un “haz” de ejes (La “localización espacial” se define como la localización tridimensional y
la orientación angular del eje. La “posición rotacional” se define como un punto dentro de
la amplitud de movimiento de la articulación). Este concepto de que los ejes articulares de
la AMT pueden ser representados como ejes de rotación que se mueven continuamente,
también ha sido confirmado mediante estudios roetgenoestereofotogramétricos similares
realizados por otros investigadores (Benink, R.L The constrain mechanism of the human
tarsus. Acta Orthop Scand, 56:(Suppl) 215, 1985; Lundberg, A., Svensson, O.K.: The axes
of rotation of the talocalcaneal and talonavicular joints. The Foot, 3:65-70,1993). Para la
ACC, el eje helicoidal que fue determinado se dirigía desde una posición posteroinferior
a una anterosuperior. Para la amplitud total de movimiento del pie, desde una posición de
pronación a supinación máximas, el eje medio de las muestras se encontró que estaba
angulado medialmente 2,7º al plano sagital y 51,9º angulado superiormente desde el
plano transverso. Sin embargo, como se mencionó con anterioridad, el eje de la ACC no
permanece estacionario durante toda la amplitud de movimiento del pie en la posición
simulada de carga. La diferencia angular que se midió en las localizaciones espaciales de
los ejes articulares mientras se movía el pie dentro de su completa amplitud de movimiento
se denominó “ángulo del haz” de los ejes. El ángulo del haz en el plano transverso osciló de
5,9º, en el pie con un ángulo menor, hasta 65,6º en el pie con un ángulo mayor. El ángulo
del haz en el plano sagital osciló de 8,7º, en el pie con un ángulo menor, hasta 38,9º en
el pie con un ángulo mayor. Para la ATN, el eje helicoidal que fue determinado se dirigía
desde una posición postero-inferolateral a una antero-supero-medial. Para la amplitud total
de movimiento del pie, desde una posición de pronación a supinación máximas, el eje
medio de las diez muestras se encontró que estaba angulado medialmente 14,1º al plano
sagital y 38,5º superiormente desde el plano transverso. De nuevo, como en la ACC y otras
articulaciones del pie medidas por Van Langelaan, el eje de la ATN se movió en el espacio
durante la amplitud de movimiento del pie desde la posición pronada a la supinada. El
ángulo del haz para la ATN en el plano transverso osciló de 2,8º a 29,4º, y el ángulo del
haz en el plano sagital lo hizo de 6,3º a 31,9º. Por lo tanto, Van Langelaan encontró que
la ATN y la ACC tenían ejes independientes de rotación (Van Langelaan, 1983). Halló que
la ACC está cambiando constantemente su localización espacial en relación al calcáneo y
Para encontrar el eje de rotación de la AMT, primero deben determinarse de forma precisa
los movimientos relativos de sus huesos y ver si esos movimientos son, realmente, de
naturaleza rotacional. Lo primero que habría que decidir es qué huesos de la AMT deben
utilizarse como marcadores óseos para realizar el análisis del movimiento. Como esto tiene
una ventaja obvia al utilizar sujetos vivos más que especímenes de cadáver, cuando se
intentan analizar los movimientos complejos en la AMT durante las actividades normales
en carga, debe utilizarse el calcáneo como la referencia ósea del retropié en sujetos vivos,
ya que los movimientos del astrágalo no pueden ser realmente medidos de un modo no
invasivo. Además, para que el investigador analice adecuadamente el movimiento de la
AMT, debe decidirse si medir separadamente el navicular y el cuboides, o analizarlos juntos
como una unidad. Van Langelaan encontró, durante su estudio roetgenoestereogramétrico
relativamente preciso de la tibia, astrágalo, calcáneo, navicular y cuboides, que los
“movimientos entre el cuboides y el navicular son muy pequeños”. En los diez especímenes
medidos desde la pronación máxima de la articulación subtalar hasta su máxima supinación,
la rotación total del navicular respecto del cuboides osciló de 3,9º a 6,9º. Revisando la
investigación científica disponible en ese momento, Van Langelaan expuso que la visión
general que se tenía en la literatura era que “no tiene lugar ningún movimiento relativo
entre el navicular y el cuboides: rotan como una unidad respecto del calcáneo”. (Van
Langelaan, E.J.: A kinematical analysis of the tarsal joints. Acta Orthop. Scand. 54:Suppl.
204, 135-229, 1983). Por lo tanto, probablemente puede asumirse que debido a la falta
relativa de movimiento del cuboides respecto del navicular durante los movimientos en
carga del pie, estos dos huesos pueden representarse como una unidad, o cuerpo rígido en
biomecánica, un cuerpo rígido se considera como aquel objeto que no puede deformarse,
aunque, en realidad, cada objeto o material puede deformarse. El uso de un cuerpo rígido
como aproximación es apropiada donde las deformaciones del objeto en cuestión son
relativamente pequeñas, de modo que el análisis mecánico del objeto pueda simplificarse
(Ozkaya and Nordin, 1991).
Uno de los puntos más importantes que Nester et al. hicieron respecto a la cuestión de si
la AMT posee uno o dos ejes de movimiento, es que los principios mecánicos modernos
no permiten para la descripción del movimiento de un cuerpo rígido respecto a otro más de
un eje de rotación para un movimiento dado en cualquier instante en el tiempo. En otras
palabras, si un cuerpo rígido se mueve respecto a otro, cualquier movimiento rotacional que
suceda entre ellos durante ese movimiento puede describirse como que ocurre sobre un eje
de rotación. Por lo tanto, el movimiento de un cuerpo rígido respecto a otro no puede ocurrir
simultáneamente alrededor de dos ejes de rotación. Este hecho básico de la cinemática
cuestiona el concepto de que el cuboides y el navicular pueden rotar simultáneamente
alrededor de ambos ejes de la AMT, el longitudinal y el oblicuo, al mismo tiempo, ya que sus
movimientos respecto al calcáneo sólo pueden ser descritos como que suceden alrededor
de un eje de rotación en cualquier momento dado (Nester et al, 2001). Otro concepto
importante que menciona Nester et al. es que en el análisis de los ejes de rotación en las
articulaciones del cuerpo; “los ejes de rotación no determinan el movimiento, sino que el
movimiento determina al eje” (Nester et al, 2001). Esta afirmación, en un sentido cinemático
estricto, es precisa. Sin embargo, para el clínico, que puede estar poco versado en los
principios biomecánicos científicos, la idea de que “los ejes de rotación no determinan el
movimiento en una articulación” merece una mayor aclaración.
En la articulación del tobillo, por ejemplo, el movimiento del astrágalo respecto a la tibia
durante los movimientos normales puede describirse como que está determinado por la
forma de las superficies articulares de la tibia, fíbula, y astrágalo junto con la orientación y
estructura de los ligamentos que rodean la articulación. En el caso de movimientos normales,
la estructura del tobillo determina el eje de rotación. Sin embargo, si una fuerza externa
anormal o patológica es aplicada al pie, de modo que se crea un fuerte momento inversor a
nivel de la articulación del tobillo, cualquier movimiento resultante en inversión del astrágalo
respecto de la tibia ocurrirá alrededor de un eje de rotación que está determinado por la
trayectoria que toma el astrágalo respecto de la tibia. De hecho, este movimiento anormal
puede causar una lesión ligamentosa, ósea o cartilaginosa. Además, este eje patológico de
rotación puede en realidad depender más de la dirección y magnitud de la fuerza externa
que se aplica al pie que en la forma de las estructuras óseas o ligamentosas estabilizadoras
del tobillo. Por lo tanto, el hecho de que el eje de rotación no determina el movimiento en una
articulación, sino que el movimiento determina el eje de rotación, es un concepto importante
cuando se discuten las complejidades de la biomecánica del pie y de la extremidad inferior.
durante la marcha; sólo fue medido durante los movimientos de pronación y supinación
del pie mientras que el sujeto estaba en bipedestación. En otro experimento descrito por
Nester et al, se midieron los movimientos tridimensionales del cuboides y del navicular en
relación con el calcáneo en cuatro varones caminando a una velocidad elegida por ellos
mismos. En este experimento, se notó que el eje de la AMT durante la marcha era bastante
diferente del que se había encontrado durante los movimientos que se midieron durante
la posición en bipedestación en el estudio descrito previamente. Entre el contacto de talón
y el apoyo del antepié (período de contacto), se encontró que el navicular y el cuboides
realizaban inversión, aducción, y dorsiflexión en relación al calcáneo. Durante la mayor
parte del intervalo entre el apoyo del antepié y el despegue de talón (período de apoyo
total), el navicular y el cuboides estuvieron relativamente estacionarios sobre el calcáneo,
sufriendo un pequeño movimiento aparente. Y entre el despegue de talón y el despegue
digital (periodo propulsivo), el cuboides y el navicular desarrollaron eversión, abducción
y plantarflexión en relación con el calcáneo Nester, Findlow, Bowker, 2001). También se
advirtió que la localización espacial del eje único de la AMT no estaba estacionario, sino que
se movía constantemente a través del espacio durante toda la fase de apoyo de la marcha.
La relación angular media del eje de la AMT respecto a los planos transverso y sagital, fue
respectivamente de 4,9º angulado inferiormente y 76,1º angulado lateralmente durante el
período de contacto; de 0,3º angulado inferiormente y 50,1º angulado medialmente durante
el período de apoyo total; y de 33º angulado inferiormente y 71,4º angulado lateralmente
durante la propulsión. Por lo tanto, la localización espacial del eje de la AMT cambió su
relación angular media un total de 32,7º en el plano sagital y un total de 126,2º en el plano
transverso durante la fase de apoyo de la marcha en los cuatro sujetos estudiados (Nester,
Findlow, Bowker, 2001). Esta gran amplitud en el movimiento espacial del eje de la AMT
indica que éste rota y/o se traslada hasta una nueva localización espacial que depende del
instante particular durante la marcha en que el eje de movimiento de la AMT está siendo
analizado. Después de una revisión crítica de la literatura científica existente sobre la AMT,
llega a ser obvio que no podemos seguir afirmando que la AMT tiene dos ejes de rotación. La
evidencia sugiere que la AMT tiene sólo un eje de rotación que está en constante movimiento
en el espacio durante la marcha. El eje de la AMT debería, pues, ser descrito como un haz
de ejes instantáneos de rotación que definen el patrón de movimiento del navicular y del
cuboides sobre el calcáneo en cada período de la marcha. Es decir, es lógico asumir que la
localización espacial y el patrón de movimiento del eje de la AMT durante la deambulación
no es sólo debido a las fuerzas internas y externas que actúan sobre el pie, sino también a
otras variables morfológicas del pie que son, en este momento, desconocidas.
que el ELAMT permitía la mayor parte de eversión del antepié respecto del retropié con la
pronación de este eje, y permitía la inversión del antepié respecto del retropié con su
supinación. Por lo tanto, durante la pronación en cadena cinética cerrada (CCC) de la
articulación subtalar (AST), se pensó que el EOAMT pronaba mientras que el ELAMT
supinaba (Root et al, 1977, pp. 139-141). Esta idea de que la pronación del EOAMT y
supinación del ELAMT simultáneas pudiera ocurrir en respuesta al movimiento de pronación
de la AST en CCC, era necesaria para explicar el hallazgo clínico de dorsiflexión y abducción
simultánea del antepié respecto al retropié, y la inversión del plano de las cabezas
metatarsianas respecto del retropié. Por lo tanto, el modelo biaxial de la AMT describió muy
claramente las observaciones clínicas que eran fácilmente aparentes en la mayoría de pies
cuando sucedía el movimiento de pronación en CCC. El mayor problema con la idea que la
AMT puede pronar y supinar al mismo tiempo, mediante dos ejes separados e independientes,
es que es mecánicamente imposible si también asumimos que el navicular y el cuboides se
mueven como una unidad con relación al retropié. Nester et al, en su argumento contra la
simultánea pronación a nivel del EOAMT y la supinación a través del ELAMT, dice lo
siguiente: “Un movimiento conflictivo no puede suceder en una articulación. El navicular y
el cuboides evierten o invierten en relación al astrágalo y al calcáneo; no pueden evertir a
través de un eje (oblicuo) y simultáneamente invertir alrededor de un segundo eje
(longitudinal). En una sola articulación, el movimiento del segmento distal con relación al
segmento proximal no puede ocurrir alrededor de dos ejes separados que angulan en
relación a los tres planos cardinales corporales” (Nester, C., Findlow, A., Bowker, P.: Scientific
approach to the axis of rotation of the midtarsal joint. JAPMA, 91(2): 68-73, 2001). Por lo
tanto, si no puede ocurrir simultáneamente la supinación a través del ELAMT con la
pronación a través del EOAMT, y aceptamos el hecho de que la AMT sólo puede tener un
eje de rotación instantáneo en un único momento (I.e. aceptamos el modelo monoaxial de
la AMT), ¿cómo podemos explicar la observación clínica de que el plano de las cabezas
metatarsianas invierte en relación al retropié y que el antepié dorsiflexione y abduzca en
relación al retropié, durante el movimiento de pronación de la AST en CCC? La respuesta
es bastante obvia cuando se considera que ahí existen, entre las cabezas metatarsianas y
la AMT, otras ocho articulaciones en el mediopié que pueden sumar una gran porción del
movimiento que sucede en el antepié durante los movimientos en carga del pie. incluidas
en estas ocho articulaciones entre la AMT y las cabezas metatarsianas están las tres
articulaciones cuneonaviculares, las tres cuneo-metatarsianas y las dos metatarso-cubo
ideas, a las que, de forma conjunta, me referiré como el “complejo articular del mediopié”.
El movimiento en cualquiera o en todas estas articulaciones del mediopié es capaz de
alterar la posición y el movimiento del antepié respecto del retropié, que es independiente
de cualquiera de los movimientos a nivel de la AMT. Uno de los mejores estudios de
investigación hasta la fecha, que midió las amplitudes reales de movimiento posible en las
articulaciones de la AMT y del complejo del mediopié, fue el realizado por Ouzonian y
Shereff en los que introdujeron agujas en el astrágalo, calcáneo, cuboides, navicular, cuñas
y metatarsianos en diez pies de cadáver y entonces los sometieron a movimientos simulados
entre antepié y retropié para medir los movimientos respectivos en cada una de las
articulaciones de la AMT y del complejo del retropié. Se utilizó un sistema tridimensional de
análisis de movimiento para medir la amplitud total del movimiento en las articulaciones de
estos pies de cadáver mientras el antepié era dorsiflexionado y plantarflexionado respecto
del retropié (Ouzonian, T.J., Shereff, M.J.: In vitro determination of midfoot motion. Foot and
Ankle, 10:140- 146, 1989). Las amplitudes medias de movimiento de varias articulaciones
de la AMT y del complejo del mediopié durante la plantarflexión y dorsiflexión del antepié
sobre el retropié fueron las siguientes: talonavicular (7,0º), calcáneo-cuboidea (2,3º)
cuneonavicular medial (5,0º), cuneonavicular intermedia (5,2º), cuneonavicular lateral (2,6º),
primera cuneo-metatarsiana (3,5º), segunda cuneometatarsiana (0,6º), tercera cuneo-
metatarsiana (1,6º), cuboides-cuarto metatarsiano (9,6º), cuboides-quinto metatarsiano
(10,2º). Las amplitudes medias de movimiento de varias articulaciones de la AMT y del
complejo del mediopié durante la inversión y eversión del antepié sobre el retropié fueron
las siguientes: talonavicular (17,7º) calcáneo-cuboidea (7,3º) cuneonavicular medial (7.3º),
cuneonavicular intermedia (3,5º), cuneonavicular lateral (2,1º), primera cuneo-metatarsiana
(1,5º), segunda cuneometatarsiana (1,2º) tercera cuneo-metatarsiana (2,6º), cuboides-
cuarto metatarsiano (11,1º), cuboides-quinto metatarsiano (9,0º). En general, es evidente
que hay un considerable potencial para casi todas las articulaciones de la AMT y del complejo
del mediopié, mostrando la articulación talonavicular la mayor amplitud de movimiento y la
segunda cuneo-metatarsiana la menor (Ouzounian and Shereff, 1989). El análisis de los
datos sólo para los movimientos de dorsiflexión y plantarflexión del antepié respecto del
retropié muestra que para las articulaciones entre el navicular y el primer metatarsiano (I.e.
primer radio) ocurrió una media total de movimiento de 8,5º, para las articulaciones entre el
navicular y el segundo metatarsiano (I.e. segundo radio) fue de 5,8º y para las articulaciones
entre el navicular y el tercer metatarsiano (I.e. tercer radio) fue de 4,2º. Por lo tanto,
considerando también que hubo 9,6º de movimiento en la articulación del cuboides con el
cuarto metatarsiano y 10,2º en el cuboides con el quinto metatarsiano, cada uno de los
cinco radios distales a la AMT mostraron entre 4,2º y 10,2º de movimiento cuando el antepié
era dorsiflexionado y plantarflexionado sobre el retropié. Es probable que la mayor parte de
este movimiento en las articulaciones del complejo del mediopié ocurrieran en el plano
sagital para los movimientos de dorsiflexión y plantarflexión del antepié sobre el retropié,
aunque los autores no midieron específicamente los movimientos articulares en los planos
cardinales corporales. Además, los movimientos se hicieron sólo con la fuerza de
aproximadamente 500g de peso suspendidos de las áreas distales del primer y quinto
metatarsiano del pie del cadáver (Ouzonian and Shereff, 1989). Considerando que la fuerza
de reacción del suelo (FRS) sobre el antepié es a menudo 100 veces mayor que las fuerzas
aplicadas al antepié en este experimento, es probable que las amplitudes de movimiento
medido en las articulaciones de la AMT y del complejo del mediopié sean una estimación
bastante conservadora de las amplitudes reales del movimiento que ocurre en esas
articulaciones durante las actividades en carga como la deambulación o la carrera. Con el
beneficio de los datos del estudio de Ouzonian y Shereff, sería lógico asumir que la capacidad
aparente del antepié para invertir en relación con el retropié durante la pronación de la AST
en CCC no se basa necesariamente en la existencia de un eje longitudinal separado e
independiente de la AMT. Los movimientos en el plano frontal del antepié respecto del
retropié pueden ser simple y lógicamente explicados por las amplitudes disponibles de
dorsiflexión y plantarflexión en las articulaciones del complejo del mediopié. Durante el
movimiento de pronación de la AST en CCC de un pie (e.g. moviéndose desde la posición
neutra de la AST hasta la posición de máxima pronación), los radios mediales desarrollarán
un aumento de la FRS sobre la cara plantar de sus cabezas metatarsianas mientras que las
laterales sufrirán una disminución. Este cambio en la magnitud de las fuerzas de carga
plantares sobre cada radio metatarsiano causará un movimiento relativo de dorsiflexión de
los radios mediales y un movimiento relativo de plantarflexión de los laterales. Por lo tanto,
cuando los radios mediales dorsiflexionan en respuesta al desplazamiento medial de la
FRS, el plano de las cabezas metatarsianas asumirá de forma normal una posición más
invertida en relación al retropié, o “el antepié invertirá respecto al retropié”. La magnitud de
los movimientos relativos de plantarflexión y/o dorsiflexión no sólo dependerá del cambio en
las magnitudes de la FRS que actúa sobre cada cabeza metatarsiana, sino que también lo
hará de la resistencia interna al movimiento de cada radio. La resistencia interna al
movimiento se refiere al comportamiento de tensión-deformación del radio bajo condiciones
de carga o, en otras palabras, a la resistencia inherente de los radios a dorsiflexionar con el
aumento de la FRS en la carga, y la tendencia inherente a plantarflexionar con la disminución
de la FRS de la carga sobre la cara plantar de las cabezas metatarsianas. Los radios más
resistentes dorsiflexionarán menos bajo las mismas FRS de carga que los radios que
posean una menor resistencia interna. El nuevo modelo descrito utiliza sólo un eje de la
AMT, junto con amplitudes de movimiento independientes en cada radio metatarsiana, para
explicar el hallazgo clínico común de que el antepié invierte sobre el retropié durante el
movimiento de pronación de la AST en CCC. Este modelo elimina entonces totalmente la
necesidad de dos ejes independientes de la AMT para explicar las muchas observaciones
clínicas que se han hecho con referencia a los movimientos de los segmentos del pie
durante las actividades en carga.
8. Bibliografía
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