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Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

Avances en biomecánica
aplicada a la podología

Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

Javier Torralba
Francesc Boscà
María García
Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

Índice
1. Biomecánica del estrés tisular............................................................ 3
2. Aplicación clínica de la teoría de estrés de tejidos........................... 6
3. R
 evisión de la investigación sobre el modelo biaxial de la
articulación mediotarsiana................................................................... 9
4. R
 evisión de la investigación científica sobre los ejes de la
articulación mediotarsiana................................................................. 11
5. Modelo monoaxial vs. biaxial de la articulación mediotarsiana.... 14
6. Modelo monoaxial de la articulación mediotarsiana: evidencia
experimental........................................................................................ 17
7. Uso del modelo monoaxial de la articulación mediotarsiana
para explicar hallazgos clínicos........................................................ 19
8. Bibliografía........................................................................................... 24

Dr. Javier Torralba


Director del Curso
DP. Francesc Boscà
Profesor de Biomecánica en UCV
DP. María García
Podóloga

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Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

1. Biomecánica del estrés tisular


El enfoque del estrés tisular para la terapia mecánica del pie está basado en el concepto
de que la localización, tipo y magnitud de las solicitaciones que causan los síntomas
mecánicos del pie y de la extremidad inferior deberían ser muy tenidos en cuenta cuando
se están diseñando tratamientos específicos para un paciente. Las ideas inherentes en el
enfoque del estrés tisular no deberían ser extrañas a ningún clínico que de forma rutinaria
trata síntomas del pie y de la extremidad inferior basados en la mecánica. Por ejemplo, si un
paciente presenta dolor a nivel de la segunda articulación metatarsofalángica (AMTF), este
modelo simplemente nos dice que el tratamiento debería estar dirigido a reducir cualquier
solicitación anormal en las estructuras afectadas de la cara plantar de la segunda AMTF, de
modo que su recuperación pueda acelerarse y volver a tener el patrón normal de marcha.
Este tipo de enfoque para la terapia mecánica del pie tiene un énfasis diferente al defendido
por los partidarios de la teoría de la articulación subtalar neutra (TASTN), en la que el
tratamiento mecánico se dirige a evitar las “compensaciones anormales” de “deformidades
en el pie y/o la extremidad inferior. Cuando se considera la prescripción de ortesis plantares
individualizadas, la TASTN pone mucho menos énfasis en el lugar anatómico y tipo de
solicitaciones patológicas que están causando los síntomas y/o lesiones en el paciente
de lo que lo hace el enfoque del estrés tisular para la terapia mecánica del pie. Para que
el clínico esté más familiarizado con la idea del estrés tisular es importante que en primer
lugar se revisen los conceptos mecánicos básicos de fuerzas y tensiones. Las fuerzas
externas que causan que la tensión aparezca en una estructura pueden ser clasificadas
según la manera en la que deforman la estructura sobre la que están actuando. La fuerza
axial puede ocurrir en cualquiera de las dos formas: compresión y tracción. Una estructura
se define que está bajo compresión si la fuerza axial tiende a acortarla. Si la fuerza axial
hace que una estructura se elongue, entonces se dice que está bajo tracción. Otra forma
de fuerza sobre una estructura se denomina fuerza de cizallamiento. Ésta tiende a provocar
un desplazamiento horizontal de una capa sobre otra de una misma estructura. Las fuerzas
de tracción y de compresión son denominadas fuerzas normales, mientras que las fuerzas
de cizallamiento se denominan comúnmente fuerzas tangenciales (Ozkaya, N., Nordin,
M.: Fundamentals of Biomechanics: Equilibrium, Motion and Deformation. Van Nostrand
Reinhold, New York, 199 1, p. 271). Cualquier tejido corporal, cuando está sujeto a fuerza
externa, desarrollará una resistencia interna, que se denomina tensión. Si un tejido tiende
a tener una gran capacidad de resistir fuerzas externas, entonces la resistencia interna,
o tensión que puede desarrollar cuando está sometido a una fuerza será relativamente

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grande. Sin embargo, si una estructura anatómica tiene sólo una pequeña capacidad de
resistir las fuerzas, entonces la resistencia interna, o tensión, que desarrollará frente a una
carga, será relativamente pequeña. Por ejemplo, un cable de acero es capaz de desarrollar
una gran tensión en su estructura si se compara con una goma, ya que el cable de acero
tiene una mayor capacidad para resistir fuerzas de tracción (Whiting, W.C., Zemicke, R.F.:
Biomechanics of Musculoskeletal Injury. Human Kinetics, Champaing, IL, 1998, p.67). En
función de la naturaleza de la fuerza externa que actúa sobre ella, una estructura puede
desarrollar tensión a la compresión, a la tracción y/o al cizallamiento. Para desarrollar una
tensión a la compresión, la estructura debe desarrollar una fuerza interna que tiende a
resistir al ser empujada por los dos extremos a la vez (e.g. la tibia desarrolla resistencia
a la compresión en respuesta al soporte de la masa corporal durante las actividades en
carga). Para dar como resultado una tensión a la tracción, la estructura debe desarrollar
una fuerza interna que tienda a resistir la tracción de ambos extremos (e.g. el tendón de
Aquiles desarrolla resistencia al tracción en respuesta a las solicitaciones de dorsiflexión
de la articulación del tobillo). Cualquier fuerza que actúe, paralela o tangencial, a la fuerza
externa aplicada creará una tensión de cizallamiento. Ésta se genera comúnmente en
estructuras donde se les aplican fuerzas de torsión. Por ejemplo, la tibia desarrollará tensión
de cizallamiento dirigida perpendicularmente a su eje largo cuando se aplican fuerzas de
torsión que tienden a causar rotación interna de la tibia respecto al pie (Whiting, Zernicke,
1998, p. 67, 75). La tensión dentro de una estructura se calcula dividiendo la magnitud de
la fuerza axial (F) entre el área de corte transversal sobre la que se distribuye la carga (A).
La tensión axial, o normal, se representa comúnmente por la letra griega sigma (σ) Por
lo tanto, la fórmula para deformidad es: σ=F/A. Las fuerzas que actúan tangenciales a la
carga aplicada crean tensión de cizallamiento, que se representa comúnmente por la letra
griega tau (τ). Por lo tanto, la fórmula para determinarla es: τ=F/A. La unidad estándar para
la medición de la tensión en biomecánica es el Pascal (pa), que se define como un Newton
(N) distribuido en un metro cuadrado (1 Pa = 1 N/m). Un Newton equivale a 0,225 libras ó
0,102 Kg por unidad de superficie (Whiting, Zernicke, 1998, p. 67). Como la magnitud de
la tensión que actúa sobre un tejido biológico está determinada por el valor de la fuerza
dividida entre el área del corte transversal sobre el que se distribuye la fuerza, cuando el
estrés tisular es el principal factor, el área de corte transversal del tejido es tan importante
como la fuerza absoluta que actúa sobre el tejido. Por ejemplo, si una tracción de 300N es
aplicada a un tendón del tibial posterior (TP) con un área de corte transversal de 0,25 cm\
la tensión sobre el tendón del TP sería: σ = 300 N / 0,0025 m2 = 120.000 Pa. Sin embargo,

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si la misma fuerza de 300N se aplica a un tendón del TP donde la mitad de las fibras de
ese tendón se han roto, de modo que el área de corte transversal es ahora de 0,125 cm2,
el valor de la tensión que actúa sobre las restantes fibras tendinosas aumentaría el doble:
σ = 300 N /0,00125 m2 = 240.000 Pa. Por lo tanto, la pérdida o “ruptura” de un porcentaje
de fibras en un tendón puede aumentar considerablemente la tensión sobre las restantes
fibras tendinosas lo que, a su vez, aumentará la probabilidad de su ruptura bajo valores
normales de fuerzas de tracción sobre el tendón. Estos mismos conceptos relacionados
con el estrés tisular también se aplican a otros tejidos biológicos estructurales como el
hueso, ligamento o cartílago.

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2. Aplicación clínica de la teoría de estrés de tejidos


El modelo del estrés tisular (MET) se basa en la determinación de la estructura anatómica
que está afectada y entonces se diseña una ortesis plantar (OP) u otra forma de terapia
mecánica para reducir específicamente las fuerzas patológicas sobre esa estructura.
El modelo de la neutralidad subtalar se basa en la determinación de “deformidades”
estructurales del pie y de la extremidad inferior de modo que pueda definirse la prescripción
de OP u otra forma de terapia mecánica. La gran diferencia entre los dos enfoques para la
terapia mecánica del pie es que el de la neutralidad subtalar asume, que al intentar evitar
la “compensación” anormal de la deformidad, se resolverá la lesión independientemente
de la localización anatómica o el tipo de solicitación a la que esté sometida la estructura
en cuestión. Por otro lado, el MET se basa en la idea de que la OP ideal u otra forma de
tratamiento mecánico no puede diseñarse a menos que se determine en primer lugar la
estructura afectada y el tipo de solicitación que está causando la lesión. La utilización con
éxito del MET requiere que el clínico aplique paso a paso un protocolo de exploración a cada
paciente que presente sintomatología o patología que esté relacionada con la mecánica. El
primer paso en el MET es identificar con precisión la estructura anatómica exacta causante
de los síntomas o del dolor del paciente. Claro está que cuanto mayor sea el conocimiento
del clínico sobre anatomía del pie y la extremidad inferior, más habilidad se tendrá a la
hora de identificar la estructura anatómica implicada. A su vez, la destreza del profesional
para diseñar la OP o la terapia mecánica óptimas para su paciente, aumentará al saber
identificar con mayor precisión la estructura exacta que está lesionada. Por ejemplo, si
el paciente refiere como fuente de su sintomatología el área de la apófisis estiloides del
quinto metatarsiano, el clínico precisa ser consciente de que hay multitud de estructuras
óseas, musculares, tendinosas y ligamentosas que pueden causar dolor en esa zona.
Dorsalmente, los tendones de los músculos pero neo lateral largo y peroneo anterior, los
ligamentos intermetatarsianos y tarso-metatarsianos, la articulación del quinto metatarsiano
con el cuboides, la cuarta articulación intermetatarsiana y el quinto metatarsiano, podrían
albergar dolor. Plantarmente, pueden llegar a ser dolorosas o sintomáticas estructuras
como el componente lateral de la aponeurosis plantar, el músculo abductor del quinto dedo,
los ligamentos intermetatarsianos y tarsometatarsianos plantares, y el quinto metatarsiano.
Puede ser necesaria una evaluación cuidadosa de cada una de estas estructuras para
poder aislar la más sintomática. El segundo paso al usar este modelo es identificar el tipo
de fuerza patológica que está causando una tensión anormal sobre la estructura afecta. Las
fuerzas externas que actúan sobre los componentes estructurales del pie y de la extremidad

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inferior pueden ser de naturaleza compresiva, de tracción, de cizallamiento, y/o de torsión.


El resultado de estas fuerzas externas puede ser una tensión de compresión, de tracción, o
de cizallamiento en los tejidos. A su vez, estas tensiones tisulares pueden llegar a originar
una lesión si su magnitud es demasiado grande, ocurre de forma repetitiva durante largos
períodos de tiempo, o la estructura en cuestión tiene poca capacidad estructural para
resistirlas. Para poder determinar el tipo de tensión que actúa sobre una estructura, debe
asumirse el papel de ésta en la mecánica del pie respecto a la naturaleza de sus capacidades
estructurales y funcionales. Por ejemplo, durante las actividades en carga, el hueso está
sometido bajo unas fuerzas compresivas y de torsión significativas, pero raramente está
sometido a fuerzas de tracción significativas. Por otro lado, el músculo, el tendón y el
ligamento normalmente están sometidos a fuerzas de tracción mucho mayores de lo que lo
están respecto a las fuerzas de torsión. De forma menos común, las fuerzas de compresión
también pueden aparecer en estas últimas estructuras (e.g. cuando una OP tiene un arco
medial demasiado elevado y causa una excesiva fuerza de compresión sobre la banda
medial del componente central de la aponeurosis plantar). El tercer paso es determinar las
características estructurales y funcionales específicas del pie y/o la extremidad inferior del
paciente que está causando la tensión anormal sobre la estructura afectada. Esto implica
generalmente un registro minucioso de las actividades del paciente, realizar un examen
físico y biomecánico, y requiere que se realice una evaluación de la marcha y/o de la
actividad deportiva. Por ejemplo, en la evaluación de la actividad deportiva, el clínico debe
realizar un análisis de la carrera o del ciclismo cuando hay lesiones relacionadas con ello
para poder determinar el origen de la lesión por sobreuso. El paso final es diseñar un plan
de tratamiento que cumpla los objetivos de la terapia mecánica del pie.

Estos objetivos incluirían: 1) reducir la fuerza patológica sobre la estructura anatómica


lesionada de modo que la lesión pueda curar más rápidamente, 2) optimizar la cinemática
de la marcha o la función de la actividad deportiva y 3) no provocar ningún síntoma nuevo
o ninguna anormalidad causada por la intervención terapéutica. Si no se consiguen reunir
los tres objetivos, la terapia mecánica del pie que se estaría utilizando sería considerada
insuficiente y, por lo tanto, debería modificarse la estrategia para poder conseguir los tres
al mismo tiempo. La prescripción de OPs es probablemente la forma más importante de
tratamiento mecánico del pie utilizado para conseguir los objetivos terapéuticos inherentes
al enfoque del estrés tisular. Estas OPs pueden ser diseñadas específicamente para reducir
las fuerzas patológicas sobre la estructura anatómica lesionada de modo que la función de la
marcha o de la actividad deportiva pueda optimizarse sin que aparezcan nuevos síntomas o

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anormalidades. Si el clínico simplemente aplica paso a paso el protocolo explicado, advertirá


que este modelo para realizar un análisis metódico e instaurar un plan de tratamiento para
cada paciente que presenta una patología del pie, tendrá como resultado más probable un
tratamiento más efectivo y consecuente.

En conclusión, el MET para la terapia mecánica del pie es una aproximación clínica más
lógica que el de la neutralidad subtalar que ha sido impartida en las instituciones educativas
médicas de podiatría durante los últimos treinta años. Los clínicos que usen paso a paso
el protocolo antes descrito, se darán cuenta que no sólo les permite prescribir una OP más
precisa y unos planes de tratamiento hechos a la medida del lugar anatómico específico y
de la mecánica anormal de los pacientes, sino que también les ayudará a ser unos clínicos
más efectivos en la curación de las lesiones relacionadas con la mecánica que afectan a la
vida diaria de sus pacientes.

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3. Revisión de la investigación sobre el modelo biaxial


de la articulación mediotarsiana
La articulación mediotarsiana (AMT) es una articulación crítica en la función del pie. La
descripción podología básica de la AMT es que posee dos ejes articulares, el eje
oblicuo (EOAMT) y el longitudinal (ELAMT). El concepto de los dos ejes de la AMT se
ha enseñado en las escuelas de podología durante los últimos treinta años, aunque se ha
hecho muy poca investigación para poder validar este modelo. Más recientemente, nuevas
investigaciones han cuestionado el concepto de si la AMT puede tener en realidad dos
ejes de rotación que pueden suceder simultáneamente (Nester, C., Findlow, A., Bowker,
P.: Scientific approach to the axis of rotation of the midtarsal joint. JAPMA, 91(2):68-73,
2001). Por lo tanto, debido a la importancia de la AMT y las teorías alternativas respecto
a sus ejes articulares, vamos a revisar el concepto del modelo biaxial de esta articulación
y la investigación sobre la que se basa. En 1941, Manter escribió su artículo clásico sobre
la localización del eje de rotación de la AMT (Manter, J.T.: Movements of the subtalar and
transverse tarsal joints. Anat Rec, 80:397-410, 1941). Utilizando un aparato especial que
implicaba la sujeción de un pie de cadáver a nivel del calcáneo, Manter midió de forma
experimental los ejes de rotación tanto de la articulación subtalar (AST) como de la AMT.
Aunque Manter describió el procedimiento experimental utilizado para medir el eje de la
AST, no describió el aparato o el protocolo utilizado a la hora de intentar determinar los
ejes de la AMT; sólo dijo que fue medido “mediante el mismo método que se aplicó en
la medición de la AST”. Por lo tanto, lo más probable es que determinara los ejes de la
AMT en una situación en descarga. Desgraciadamente, en una revisión completa de su
artículo, no queda claro si usó el navicular, el cuboides o alguna otra referencia anatómica
más distal del antepié para la determinación de estos ejes de movimiento de la AMT.
Manter midió diecinueve pies de cadáver y halló que “el eje longitudinal de la articulación
tarsiana transversa” (también conocido ahora como el ELAMT) tenía una posición media
de 9º angulado medialmente desde el plano sagital y 15º angulado superiormente desde
el plano transverso. Manter midió quince pies de cadáver y halló que “el eje oblicuo de la
articulación tarsiana transversa” (conocida ahora como EOAMT), tenía una posición media
de 57º angulado medialmente desde el plano sagital y 52º angulado superiormente desde
el plano transverso. En un estudio experimental posterior sobre los ejes de movimiento de
las articulaciones del pie, Hicks utilizó cinco pies normales amputados, en condiciones de
descarga y de carga simulada, en un intento para determinar los ejes de las articulaciones
de tobillo, AST, EOAMT, ELAMT, primer y quinto radios (Ricks, J.H.: The mechanics of the

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foot. I. The joints. Joumal of Anatomy. 87:25-31, 1953). El “eje oblicuo de la articulación
mediotarsiana” que Hicks describió estaba muy cerca de la misma localización y orientación
del eje de la AST que él determinó en el mismo artículo. Sin embargo, el EOAMT que Hicks
describió era muy diferente tanto en su situación como en su orientación del que Manter
describió como el “eje oblicuo de la articulación tarsiana transversa”. Hicks también describió
dos ejes de la AMT, denominándolos “eje antero posterior de la articulación mediotarsiana”
que parece ser similar en orientación al “eje longitudinal de la articulación tarsiana transversa”
de Manter. Desafortunadamente, Hicks omitió los movimientos del cuboides en su estudio,
usando sólo marcadores en forma de agujas en el calcáneo, astrágalo y navicular para
medir sus respectivos movimientos. Por lo tanto, el movimiento del cuboides no se midió,
de modo que los ejes de la AMT que Hicks describió serían movimientos descritos sólo de la
articulación talonavicular (ATN) y no de la articulación calcáneo-cuboidea (ACC). Además,
no queda claro si Hicks determinó la localización y orientación de los ejes de la AMT en los
especímenes de cadáver en condiciones de carga o descarga. En otro artículo sobre los
ejes de la AMT, Elftman describe un “eje transverso tarsiano” singular que, de acuerdo con
sus ilustraciones, parece ser muy próximo en localización y orientación al eje oblicuo de la
articulación tarsiana transversa de Manter (Elftman, R.: The transverse tarsal joint and its
control. Clin. Orthop., 16:41-44, 1960). Desgraciadamente, Elftman no describió los métodos
utilizados para determinar su eje articular transverso tarsiano, y no mencionó el número de
especímenes utilizados o las relaciones angulares de su “eje transverso tarsiano” con el pie.
Sin embargo, mencionó, en detalle, las formas complejas de la ACC y ATN. Elftman propuso
que ambas articulaciones tienen dos ejes articulares separados, designados como CC-1 y
CC-2 para la ACC y TN-1 y TN-2 para la ATN. En la literatura podiátrica, Sgarlato describió
el EOAMT como una combinación de ambos ejes de la ACC y la ATN y también sugirió que
el EOAMT no debería confundirse con el ELAMT. También alegó que “el movimiento puede
ocurrir a través de cada eje independientemente, pero podía suceder también de forma
conjunta” (Sgarlato, T.E.(ed.): A Compendium of Podiatric Biomechanics. California College
of Podiatric Medicine, San Francisco, March 1971). Además, Root et al, alegaron que la
AMT “tenía dos ejes de movimiento” citando los estudios de Manter y Hicks mencionados
con anterioridad, como fuentes para su información (Root, M.L., W.P. Orien, J.R. Weed
and R.l Rugues: Biomechanical Examina/ion of the Foot, Volume l. Clinical Biomechanics
Corporation, Los Angeles, 1971). Por lo tanto, las referencias tradicionales de los años
iniciales de la biomecánica podológica parecían aceptar la investigación de Manter y Hicks
en la que se describía un modelo biaxial de la AMT.

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4. Revisión de la investigación científica sobre los ejes


de la articulación mediotarsiana
Anteriormente se revisó el concepto de que la articulación mediotarsiana (AMT) tiene dos
ejes de rotación donde el movimiento puede suceder simultáneamente. En los últimos treinta
años, los profesores de biomecánica podológica han estando enseñando los conceptos de
que la AMT posee un eje longitudinal y uno oblicuo y que parecen haber sido adaptados de
los hallazgos de la investigación de Manter y Hicks (Manter, J.T.: Movements of the subtalar
and transverse talar joints. Anat Rec, 80:397-410,1941; Hicks, J.H.: The mechanics of the foot
I. The joints. Joumal of Anatomy. 87:25-31, 1953). Desafortunadamente, la investigación de
Manter fue probablemente realizada en una situación en descarga de los pies de cadáver,
mientras que la investigación de Hicks sólo midió el movimiento a nivel de la articulación
talonavicular (ATN) y no de la articulación calcáneo-cuboidea (ACC). La mejor investigación
hasta la fecha sobre los ejes reales de movimiento de la ATN y la ACC en una situación de
carga proviene de un estudio muy bien diseñado de Van Langelaan en el que se midieron
los movimientos relativos de la tibia, astrágalo, calcáneo, navicular y cuboides en diez
muestras de cadáver. El estudio utilizó un método de análisis tridimensional denominado
roetgenoestereofotogrametría, donde se implantaron marcadores metálicos en los huesos
del pie y se realizaron radiografias en dos planos cardinales corporales para determinar
las localizaciones espaciales entre los huesos. Entonces, con cada preparación pierna/
pie montados en un marco que permitía aplicar carga al pie en una posición simulada de
cadena cerrada, éste fue supinado desde una posición de máxima pronación “mediante la
rotación externa de la tibia en aumentos de 10º, tomando radiografias cada vez que el pie
cambiaba 10º su posición. Mediante un sistema de computación, en el que las coordenadas
tridimensionales de cada hueso en cada posición del movimiento del pie en carga de
cadáver, se calcularon por cada 10º de rotación externa las traslaciones y rotaciones de las
articulaciones tibio-astragalina, astrágalocalcánea, escafo-cuboidea, y calcáneo-cuboidea.
Los ejes resultantes fueron llamados ejes helicoidales, ya que un movimiento helicoidal
es definido como que está compuesto por movimientos de rotación y traslación, donde
el movimiento puede ser descrito como un movimiento rotatorio alrededor de un eje de
tornillo y un movimiento de traslación a lo largo del eje de tomillo (Van Langelaan, E.J.:
A kinematical analysis of the tarsal joints. Acta Orthop. Scand., 54:Suppl. 204, 135-229,
1983). Van Langelaan halló que los ejes de rotación de las articulaciones del pie que habían
estudiado no era simples articulaciones del tipo de bisagra. En su lugar, encontró que los
movimientos tenían lugar “alrededor de un eje que se movía continuamente, la posición del

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cual podía aproximarse a un haz de ejes helicoidales diferenciados” (Van Langelaan, 1983).
El término “haz de ejes” se refiere al hecho de que el eje de rotación de las articulaciones
medidas se movía continuamente de una localización espacial a otra que dependía de
la posición rotacional de la articulación. Por lo tanto, cuando se trazaban todos los ejes
helicoidales representativos diferenciados en relación a los huesos del pie, resultaban en
un “haz” de ejes (La “localización espacial” se define como la localización tridimensional y
la orientación angular del eje. La “posición rotacional” se define como un punto dentro de
la amplitud de movimiento de la articulación). Este concepto de que los ejes articulares de
la AMT pueden ser representados como ejes de rotación que se mueven continuamente,
también ha sido confirmado mediante estudios roetgenoestereofotogramétricos similares
realizados por otros investigadores (Benink, R.L The constrain mechanism of the human
tarsus. Acta Orthop Scand, 56:(Suppl) 215, 1985; Lundberg, A., Svensson, O.K.: The axes
of rotation of the talocalcaneal and talonavicular joints. The Foot, 3:65-70,1993). Para la
ACC, el eje helicoidal que fue determinado se dirigía desde una posición posteroinferior
a una anterosuperior. Para la amplitud total de movimiento del pie, desde una posición de
pronación a supinación máximas, el eje medio de las muestras se encontró que estaba
angulado medialmente 2,7º al plano sagital y 51,9º angulado superiormente desde el
plano transverso. Sin embargo, como se mencionó con anterioridad, el eje de la ACC no
permanece estacionario durante toda la amplitud de movimiento del pie en la posición
simulada de carga. La diferencia angular que se midió en las localizaciones espaciales de
los ejes articulares mientras se movía el pie dentro de su completa amplitud de movimiento
se denominó “ángulo del haz” de los ejes. El ángulo del haz en el plano transverso osciló de
5,9º, en el pie con un ángulo menor, hasta 65,6º en el pie con un ángulo mayor. El ángulo
del haz en el plano sagital osciló de 8,7º, en el pie con un ángulo menor, hasta 38,9º en
el pie con un ángulo mayor. Para la ATN, el eje helicoidal que fue determinado se dirigía
desde una posición postero-inferolateral a una antero-supero-medial. Para la amplitud total
de movimiento del pie, desde una posición de pronación a supinación máximas, el eje
medio de las diez muestras se encontró que estaba angulado medialmente 14,1º al plano
sagital y 38,5º superiormente desde el plano transverso. De nuevo, como en la ACC y otras
articulaciones del pie medidas por Van Langelaan, el eje de la ATN se movió en el espacio
durante la amplitud de movimiento del pie desde la posición pronada a la supinada. El
ángulo del haz para la ATN en el plano transverso osciló de 2,8º a 29,4º, y el ángulo del
haz en el plano sagital lo hizo de 6,3º a 31,9º. Por lo tanto, Van Langelaan encontró que
la ATN y la ACC tenían ejes independientes de rotación (Van Langelaan, 1983). Halló que
la ACC está cambiando constantemente su localización espacial en relación al calcáneo y

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al cuboides, y que la ATN lo hace en relación al astrágalo y al navicular. Sin embargo, él


también encontró que los ejes de la ACC y la ATN parecían tener localizaciones espaciales
características con relación a los huesos del pie y también sufrían cambios característicos
en su localización cuando la AST rotaba a través de su amplitud de movimiento. Esta visión
científicamente más precisa de los movimientos de los huesos que forman la AMT pone
considerablemente en duda la noción de que la AMT está compuesta de dos ejes fijos
de rotación que funcionan como si fueran dos articulaciones monoaxiales de tipo bisagra,
independientes la una de la otra.

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5. Modelo Monoaxial vs. Blaxial de la articulación


mediotarsiana
Ya hemos estado estudiando sobre el concepto importante de los ejes de movimiento de
la articulación mediotarsiana (AMT) y la investigación que ha influenciado la descripción
mecánica de la AMT. La investigación que propuso que la AMT tenía dos ejes independientes
de rotación, el eje oblicuo y el longitudinal, proviene de artículos que tienen aproximadamente
50 o 60 años, antes de que la tecnología moderna permitiera una descripción más fiable de
los ejes de movimiento de la AMT (Manter, J.T.: Movements of tbe subtalar and transverse
tarsal joints. Anat Rec, 80:397-410, 1941; Hicks, J.H.: The mechanics of the foot 1. The
Joints. J Anatomy. 87:25-31, 1953). La conclusión es que, considerando la investigación
más reciente sobre la AMT, el concepto de modelo biaxial de la AMT es anticuado, y debería
considerarse un modelo más exacto para los ejes de rotación de esta articulación. Nester et
al. han cambiado muy recientemente la noción de que la AMT posee dos ejes separados de
rotación (Nester, C., FindJow, A., Bowker, P.: Scientific approach to the axis of rotation of the
midtarsal joint. JAPMA, 91(2): 68-73, 2001). Debido al gran número de puntos importantes
referidos en su artículo, éste debería ser considerado como lectura obligada para todo
clínico que tenga interés en la función biomecánica del pie y la extremidad inferior. Sin
embargo, antes de que miremos de cerca el artículo de Nester et al, es obligado hacer
una breve revisión de las bases del análisis del movimiento articular. Cuando describimos
el movimiento de un objeto respecto de otro, éste será de naturaleza translacional y/o
rotacional. El movimiento translacional se dice que ocurre cuando todas las partes de un
objeto se mueven la misma distancia en el mismo momento y en la misma dirección. El
movimiento rotacional se dice que ocurre cuando todas las partes de un objeto se mueven
en un mismo ángulo de rotación en el mismo momento. Este movimiento puede describirse
como que sucede alrededor de la línea imaginaria denominada eje de rotación. Cuando
un objeto rota respecto a otro, el eje de rotación se define como que pasa a través de
un grupo de puntos que no están sufriendo movimiento rotacional, y que pueden estar
dentro o fuera de los limites del objeto en rotación (Ozkaya, Nihat y Margareta Nordin:
Fundamemals of Biomechanics: Equilibrium, Motion, and Deformation. Van Nostrand
Reinhold, NewYork,1991).

Para encontrar el eje de rotación de la AMT, primero deben determinarse de forma precisa
los movimientos relativos de sus huesos y ver si esos movimientos son, realmente, de
naturaleza rotacional. Lo primero que habría que decidir es qué huesos de la AMT deben
utilizarse como marcadores óseos para realizar el análisis del movimiento. Como esto tiene
una ventaja obvia al utilizar sujetos vivos más que especímenes de cadáver, cuando se

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intentan analizar los movimientos complejos en la AMT durante las actividades normales
en carga, debe utilizarse el calcáneo como la referencia ósea del retropié en sujetos vivos,
ya que los movimientos del astrágalo no pueden ser realmente medidos de un modo no
invasivo. Además, para que el investigador analice adecuadamente el movimiento de la
AMT, debe decidirse si medir separadamente el navicular y el cuboides, o analizarlos juntos
como una unidad. Van Langelaan encontró, durante su estudio roetgenoestereogramétrico
relativamente preciso de la tibia, astrágalo, calcáneo, navicular y cuboides, que los
“movimientos entre el cuboides y el navicular son muy pequeños”. En los diez especímenes
medidos desde la pronación máxima de la articulación subtalar hasta su máxima supinación,
la rotación total del navicular respecto del cuboides osciló de 3,9º a 6,9º. Revisando la
investigación científica disponible en ese momento, Van Langelaan expuso que la visión
general que se tenía en la literatura era que “no tiene lugar ningún movimiento relativo
entre el navicular y el cuboides: rotan como una unidad respecto del calcáneo”. (Van
Langelaan, E.J.: A kinematical analysis of the tarsal joints. Acta Orthop. Scand. 54:Suppl.
204, 135-229, 1983). Por lo tanto, probablemente puede asumirse que debido a la falta
relativa de movimiento del cuboides respecto del navicular durante los movimientos en
carga del pie, estos dos huesos pueden representarse como una unidad, o cuerpo rígido en
biomecánica, un cuerpo rígido se considera como aquel objeto que no puede deformarse,
aunque, en realidad, cada objeto o material puede deformarse. El uso de un cuerpo rígido
como aproximación es apropiada donde las deformaciones del objeto en cuestión son
relativamente pequeñas, de modo que el análisis mecánico del objeto pueda simplificarse
(Ozkaya and Nordin, 1991).

Uno de los puntos más importantes que Nester et al. hicieron respecto a la cuestión de si
la AMT posee uno o dos ejes de movimiento, es que los principios mecánicos modernos
no permiten para la descripción del movimiento de un cuerpo rígido respecto a otro más de
un eje de rotación para un movimiento dado en cualquier instante en el tiempo. En otras
palabras, si un cuerpo rígido se mueve respecto a otro, cualquier movimiento rotacional que
suceda entre ellos durante ese movimiento puede describirse como que ocurre sobre un eje
de rotación. Por lo tanto, el movimiento de un cuerpo rígido respecto a otro no puede ocurrir
simultáneamente alrededor de dos ejes de rotación. Este hecho básico de la cinemática
cuestiona el concepto de que el cuboides y el navicular pueden rotar simultáneamente
alrededor de ambos ejes de la AMT, el longitudinal y el oblicuo, al mismo tiempo, ya que sus
movimientos respecto al calcáneo sólo pueden ser descritos como que suceden alrededor
de un eje de rotación en cualquier momento dado (Nester et al, 2001). Otro concepto
importante que menciona Nester et al. es que en el análisis de los ejes de rotación en las
articulaciones del cuerpo; “los ejes de rotación no determinan el movimiento, sino que el

Avances en biomecánica aplicada a la podología 15


Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

movimiento determina al eje” (Nester et al, 2001). Esta afirmación, en un sentido cinemático
estricto, es precisa. Sin embargo, para el clínico, que puede estar poco versado en los
principios biomecánicos científicos, la idea de que “los ejes de rotación no determinan el
movimiento en una articulación” merece una mayor aclaración.

En la articulación del tobillo, por ejemplo, el movimiento del astrágalo respecto a la tibia
durante los movimientos normales puede describirse como que está determinado por la
forma de las superficies articulares de la tibia, fíbula, y astrágalo junto con la orientación y
estructura de los ligamentos que rodean la articulación. En el caso de movimientos normales,
la estructura del tobillo determina el eje de rotación. Sin embargo, si una fuerza externa
anormal o patológica es aplicada al pie, de modo que se crea un fuerte momento inversor a
nivel de la articulación del tobillo, cualquier movimiento resultante en inversión del astrágalo
respecto de la tibia ocurrirá alrededor de un eje de rotación que está determinado por la
trayectoria que toma el astrágalo respecto de la tibia. De hecho, este movimiento anormal
puede causar una lesión ligamentosa, ósea o cartilaginosa. Además, este eje patológico de
rotación puede en realidad depender más de la dirección y magnitud de la fuerza externa
que se aplica al pie que en la forma de las estructuras óseas o ligamentosas estabilizadoras
del tobillo. Por lo tanto, el hecho de que el eje de rotación no determina el movimiento en una
articulación, sino que el movimiento determina el eje de rotación, es un concepto importante
cuando se discuten las complejidades de la biomecánica del pie y de la extremidad inferior.

Avances en biomecánica aplicada a la podología 16


Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

6. Modelo monoaxial de la articulación mediotarsiana:


evidencia experimental
La última investigación sobre cinemática de la articulación mediotarsiana (AMT) parece
indicar que tiene un único eje de rotación más que dos ejes independientes, el longitudinal
y el oblicuo. La Idea de que la AMT tiene un único eje de rotación es relativamente nueva
ya que en las últimas tres décadas, la podología pareció haber aceptado los hallazgos del
trabajo de Manter de hace 60 años en el que describió dos ejes independientes en la AMT
(Manter, J.T.: Movements of the subtalar and transverse tarsal joints. Anat Rec, 80:397-
410, 1941). En un artículo reciente, Nester et al, han descrito dos estudios experimentales
en los que fue analizado el movimiento del cuboides y del navicular respecto del calcáneo
durante movimientos en carga y actividades con la deambulación para determinar el eje
de movimiento de la AST (Nester, C., Findlow, A, Bowker, Scientific approach to the axis
of rotation of the midtarsal Joint. JAPMA, 91(2. 68-73, 2001). Otros problemas teóricos
significativos con el modelo biaxial de la AMT se estudiaron con anterioridad. En eI artículo
de Nester et. al, se midieron los patrones de movimiento del cuboides y el navicular en
relación al calcáneo utilizando 48 piernas de 25 sujetos. Se solicitó a estos que primero
pronaran completamente sus pies desde una posición supinada y entonces los supinaran
desde la posición de completa pronación. Los pacientes estuvieron de pie durante el
experimento, sobre un aparato especial que limitaba el movimiento de la pierna en los planos
sagital y frontal durante los movimientos. Los movimientos tridimensionales fueron medidos
utilizando marcadores reflectantes y cuatro cámaras de infrarrojos (Nester, C., Bowker, P.,
Bowden, P.: Kinematics of the midtarsal joint during standing leg rotation. In press, JAPMA,
2001). Durante el experimento, se advirtió que cuando el pie pronaba máxima mente
desde una posición supinada (lo que se denominó “fase compuesta de movimiento”)
en los 48 pies estudiados, la desviación media del eje de la AMT era de 29º angulado
medialmente desde el plano sagital y de 37.9º superiormente desde el plano transverso. En
otras palabras, el cuboides y el navicular evertieron, abdujeron Y dorsiflexionaron respecto
al calcáneo durante la pronación de la articulación subtalar (AST) e invertieron, adujeron y
plantarflexionaron durante la supinación de la AST respecto del calcaneo (Nester, Bowker,
Bowden, 2001). Como en los ejes descritos por Manter en. 1941, el eje compuesto de la
AMT descrito por Nester et al describe un eje que permite los movimientos del tipo prono-
supinación de antepié sobre el retropié, estando espacialmente localizado cercano a medio
camino entre los dos ejes articulares mediotarsianos descritos por Manter. Sin embargo,
debe advertirse que en el experimento de Nester et al, el eje de la AMT no fue medido

Avances en biomecánica aplicada a la podología 17


Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

durante la marcha; sólo fue medido durante los movimientos de pronación y supinación
del pie mientras que el sujeto estaba en bipedestación. En otro experimento descrito por
Nester et al, se midieron los movimientos tridimensionales del cuboides y del navicular en
relación con el calcáneo en cuatro varones caminando a una velocidad elegida por ellos
mismos. En este experimento, se notó que el eje de la AMT durante la marcha era bastante
diferente del que se había encontrado durante los movimientos que se midieron durante
la posición en bipedestación en el estudio descrito previamente. Entre el contacto de talón
y el apoyo del antepié (período de contacto), se encontró que el navicular y el cuboides
realizaban inversión, aducción, y dorsiflexión en relación al calcáneo. Durante la mayor
parte del intervalo entre el apoyo del antepié y el despegue de talón (período de apoyo
total), el navicular y el cuboides estuvieron relativamente estacionarios sobre el calcáneo,
sufriendo un pequeño movimiento aparente. Y entre el despegue de talón y el despegue
digital (periodo propulsivo), el cuboides y el navicular desarrollaron eversión, abducción
y plantarflexión en relación con el calcáneo Nester, Findlow, Bowker, 2001). También se
advirtió que la localización espacial del eje único de la AMT no estaba estacionario, sino que
se movía constantemente a través del espacio durante toda la fase de apoyo de la marcha.
La relación angular media del eje de la AMT respecto a los planos transverso y sagital, fue
respectivamente de 4,9º angulado inferiormente y 76,1º angulado lateralmente durante el
período de contacto; de 0,3º angulado inferiormente y 50,1º angulado medialmente durante
el período de apoyo total; y de 33º angulado inferiormente y 71,4º angulado lateralmente
durante la propulsión. Por lo tanto, la localización espacial del eje de la AMT cambió su
relación angular media un total de 32,7º en el plano sagital y un total de 126,2º en el plano
transverso durante la fase de apoyo de la marcha en los cuatro sujetos estudiados (Nester,
Findlow, Bowker, 2001). Esta gran amplitud en el movimiento espacial del eje de la AMT
indica que éste rota y/o se traslada hasta una nueva localización espacial que depende del
instante particular durante la marcha en que el eje de movimiento de la AMT está siendo
analizado. Después de una revisión crítica de la literatura científica existente sobre la AMT,
llega a ser obvio que no podemos seguir afirmando que la AMT tiene dos ejes de rotación. La
evidencia sugiere que la AMT tiene sólo un eje de rotación que está en constante movimiento
en el espacio durante la marcha. El eje de la AMT debería, pues, ser descrito como un haz
de ejes instantáneos de rotación que definen el patrón de movimiento del navicular y del
cuboides sobre el calcáneo en cada período de la marcha. Es decir, es lógico asumir que la
localización espacial y el patrón de movimiento del eje de la AMT durante la deambulación
no es sólo debido a las fuerzas internas y externas que actúan sobre el pie, sino también a
otras variables morfológicas del pie que son, en este momento, desconocidas.

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Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

7. Uso del modelo monoaxial de la articulación


mediotarsiana para explicar hallazgos clínicos
Como la biomecánica podológica ha contado con la presunción de que la articulación
mediotarsiana (AMT) tenía dos ejes independientes de tipo bisagra durante los últimos
treinta años, es comprensible que muchos fenómenos clínicos del pie hayan sido explicados
en el pasado usando el modelo biaxial de la AMT. Se pensó que el eje oblicuo (EOAMT) y
el eje longitudinal (ELAMT) de la AMT existían simultáneamente en dos localizaciones
espaciales distintas y diferentes en el pie. El único acuerdo era que se creía que proporcionaba
a la AMT la capacidad de moverse en dos direcciones diferentes al mismo tiempo. Root et
al describieron el ELAMT promedio como aquel que angulaba 15º desde el plano transverso
y 9º desde el plano sagital, y el EOAMT promedio como aquel que angulaba 52º desde el
plano transverso y 57º desde el sagital. También afirmaron que la principal inversión y
eversión del antepié respecto al retropié sucedía debido a la orientación del ELAMT, y la
mayor parte de la aducción - abducción y de la plantarflexión-dorsiflexión del antepié
respecto al retropié sucedía debido a la orientación del EOAMT. Además, Root et al afirmaron
que “con los dos ejes de la AMT, el antepié puede desarrollar grandes amplitudes de
movimiento en cada plano corporal. La ventaja de los dos ejes es que el antepié es capaz
de invertir y evertir sin un movimiento clínicamente significativo en los otros dos planos
corporales. Esto hace posible que el antepié sea capaz de compensar la eversión del
retropié” (Root, M.L., W.P. Orien and J.H. Weed: Normal and Abnormal Function of the Foot.
Clínical Biomechanics Corp., Los Angeles, CA, 197, pp.42-43). Desafortunadamente, ahora
sabemos que los dos ejes con los que Root et al. describieron la AMT es improbable que
realmente existan en el pie, aunque ellos describan convenientemente algunos de los
fenómenos clínicos que se ha observado que suceden. Craig Payne, investigador y podiatra
de Australia, escribió un excelente comentario sobre los problemas con el modelo biaxial de
la AMT y sobre los diferentes enfoques que uno puede tener con la teoría. En su comentario,
Payne apunta que después de un análisis cuidadoso de la investigación disponible sobre la
AMT, el modelo biaxial de la AMT es “una ficción teórica oportuna, útil para comprender y
enseñar, pero no describe la realidad” (Payne, C.B.: The role of theory in understanding the
midtarsal joint (comentary). JAPMA, 90:377-379,2000). Una de las mayores ventajas del
modelo biaxial de la AMT es que puede utilizarse para explicar la capacidad del antepié
para moverse en múltiples direcciones con relación al retropié. Ha sido descrito de forma
clásica que con la pronación a través del EOAMT permite al antepié dorsiflexionar y abducir
en relación con el retropié, y plantarflexionar y aducir con la supinación. Además, se describió

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Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

que el ELAMT permitía la mayor parte de eversión del antepié respecto del retropié con la
pronación de este eje, y permitía la inversión del antepié respecto del retropié con su
supinación. Por lo tanto, durante la pronación en cadena cinética cerrada (CCC) de la
articulación subtalar (AST), se pensó que el EOAMT pronaba mientras que el ELAMT
supinaba (Root et al, 1977, pp. 139-141). Esta idea de que la pronación del EOAMT y
supinación del ELAMT simultáneas pudiera ocurrir en respuesta al movimiento de pronación
de la AST en CCC, era necesaria para explicar el hallazgo clínico de dorsiflexión y abducción
simultánea del antepié respecto al retropié, y la inversión del plano de las cabezas
metatarsianas respecto del retropié. Por lo tanto, el modelo biaxial de la AMT describió muy
claramente las observaciones clínicas que eran fácilmente aparentes en la mayoría de pies
cuando sucedía el movimiento de pronación en CCC. El mayor problema con la idea que la
AMT puede pronar y supinar al mismo tiempo, mediante dos ejes separados e independientes,
es que es mecánicamente imposible si también asumimos que el navicular y el cuboides se
mueven como una unidad con relación al retropié. Nester et al, en su argumento contra la
simultánea pronación a nivel del EOAMT y la supinación a través del ELAMT, dice lo
siguiente: “Un movimiento conflictivo no puede suceder en una articulación. El navicular y
el cuboides evierten o invierten en relación al astrágalo y al calcáneo; no pueden evertir a
través de un eje (oblicuo) y simultáneamente invertir alrededor de un segundo eje
(longitudinal). En una sola articulación, el movimiento del segmento distal con relación al
segmento proximal no puede ocurrir alrededor de dos ejes separados que angulan en
relación a los tres planos cardinales corporales” (Nester, C., Findlow, A., Bowker, P.: Scientific
approach to the axis of rotation of the midtarsal joint. JAPMA, 91(2): 68-73, 2001). Por lo
tanto, si no puede ocurrir simultáneamente la supinación a través del ELAMT con la
pronación a través del EOAMT, y aceptamos el hecho de que la AMT sólo puede tener un
eje de rotación instantáneo en un único momento (I.e. aceptamos el modelo monoaxial de
la AMT), ¿cómo podemos explicar la observación clínica de que el plano de las cabezas
metatarsianas invierte en relación al retropié y que el antepié dorsiflexione y abduzca en
relación al retropié, durante el movimiento de pronación de la AST en CCC? La respuesta
es bastante obvia cuando se considera que ahí existen, entre las cabezas metatarsianas y
la AMT, otras ocho articulaciones en el mediopié que pueden sumar una gran porción del
movimiento que sucede en el antepié durante los movimientos en carga del pie. incluidas
en estas ocho articulaciones entre la AMT y las cabezas metatarsianas están las tres
articulaciones cuneonaviculares, las tres cuneo-metatarsianas y las dos metatarso-cubo
ideas, a las que, de forma conjunta, me referiré como el “complejo articular del mediopié”.
El movimiento en cualquiera o en todas estas articulaciones del mediopié es capaz de

Avances en biomecánica aplicada a la podología 20


Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

alterar la posición y el movimiento del antepié respecto del retropié, que es independiente
de cualquiera de los movimientos a nivel de la AMT. Uno de los mejores estudios de
investigación hasta la fecha, que midió las amplitudes reales de movimiento posible en las
articulaciones de la AMT y del complejo del mediopié, fue el realizado por Ouzonian y
Shereff en los que introdujeron agujas en el astrágalo, calcáneo, cuboides, navicular, cuñas
y metatarsianos en diez pies de cadáver y entonces los sometieron a movimientos simulados
entre antepié y retropié para medir los movimientos respectivos en cada una de las
articulaciones de la AMT y del complejo del retropié. Se utilizó un sistema tridimensional de
análisis de movimiento para medir la amplitud total del movimiento en las articulaciones de
estos pies de cadáver mientras el antepié era dorsiflexionado y plantarflexionado respecto
del retropié (Ouzonian, T.J., Shereff, M.J.: In vitro determination of midfoot motion. Foot and
Ankle, 10:140- 146, 1989). Las amplitudes medias de movimiento de varias articulaciones
de la AMT y del complejo del mediopié durante la plantarflexión y dorsiflexión del antepié
sobre el retropié fueron las siguientes: talonavicular (7,0º), calcáneo-cuboidea (2,3º)
cuneonavicular medial (5,0º), cuneonavicular intermedia (5,2º), cuneonavicular lateral (2,6º),
primera cuneo-metatarsiana (3,5º), segunda cuneometatarsiana (0,6º), tercera cuneo-
metatarsiana (1,6º), cuboides-cuarto metatarsiano (9,6º), cuboides-quinto metatarsiano
(10,2º). Las amplitudes medias de movimiento de varias articulaciones de la AMT y del
complejo del mediopié durante la inversión y eversión del antepié sobre el retropié fueron
las siguientes: talonavicular (17,7º) calcáneo-cuboidea (7,3º) cuneonavicular medial (7.3º),
cuneonavicular intermedia (3,5º), cuneonavicular lateral (2,1º), primera cuneo-metatarsiana
(1,5º), segunda cuneometatarsiana (1,2º) tercera cuneo-metatarsiana (2,6º), cuboides-
cuarto metatarsiano (11,1º), cuboides-quinto metatarsiano (9,0º). En general, es evidente
que hay un considerable potencial para casi todas las articulaciones de la AMT y del complejo
del mediopié, mostrando la articulación talonavicular la mayor amplitud de movimiento y la
segunda cuneo-metatarsiana la menor (Ouzounian and Shereff, 1989). El análisis de los
datos sólo para los movimientos de dorsiflexión y plantarflexión del antepié respecto del
retropié muestra que para las articulaciones entre el navicular y el primer metatarsiano (I.e.
primer radio) ocurrió una media total de movimiento de 8,5º, para las articulaciones entre el
navicular y el segundo metatarsiano (I.e. segundo radio) fue de 5,8º y para las articulaciones
entre el navicular y el tercer metatarsiano (I.e. tercer radio) fue de 4,2º. Por lo tanto,
considerando también que hubo 9,6º de movimiento en la articulación del cuboides con el
cuarto metatarsiano y 10,2º en el cuboides con el quinto metatarsiano, cada uno de los
cinco radios distales a la AMT mostraron entre 4,2º y 10,2º de movimiento cuando el antepié
era dorsiflexionado y plantarflexionado sobre el retropié. Es probable que la mayor parte de

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Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

este movimiento en las articulaciones del complejo del mediopié ocurrieran en el plano
sagital para los movimientos de dorsiflexión y plantarflexión del antepié sobre el retropié,
aunque los autores no midieron específicamente los movimientos articulares en los planos
cardinales corporales. Además, los movimientos se hicieron sólo con la fuerza de
aproximadamente 500g de peso suspendidos de las áreas distales del primer y quinto
metatarsiano del pie del cadáver (Ouzonian and Shereff, 1989). Considerando que la fuerza
de reacción del suelo (FRS) sobre el antepié es a menudo 100 veces mayor que las fuerzas
aplicadas al antepié en este experimento, es probable que las amplitudes de movimiento
medido en las articulaciones de la AMT y del complejo del mediopié sean una estimación
bastante conservadora de las amplitudes reales del movimiento que ocurre en esas
articulaciones durante las actividades en carga como la deambulación o la carrera. Con el
beneficio de los datos del estudio de Ouzonian y Shereff, sería lógico asumir que la capacidad
aparente del antepié para invertir en relación con el retropié durante la pronación de la AST
en CCC no se basa necesariamente en la existencia de un eje longitudinal separado e
independiente de la AMT. Los movimientos en el plano frontal del antepié respecto del
retropié pueden ser simple y lógicamente explicados por las amplitudes disponibles de
dorsiflexión y plantarflexión en las articulaciones del complejo del mediopié. Durante el
movimiento de pronación de la AST en CCC de un pie (e.g. moviéndose desde la posición
neutra de la AST hasta la posición de máxima pronación), los radios mediales desarrollarán
un aumento de la FRS sobre la cara plantar de sus cabezas metatarsianas mientras que las
laterales sufrirán una disminución. Este cambio en la magnitud de las fuerzas de carga
plantares sobre cada radio metatarsiano causará un movimiento relativo de dorsiflexión de
los radios mediales y un movimiento relativo de plantarflexión de los laterales. Por lo tanto,
cuando los radios mediales dorsiflexionan en respuesta al desplazamiento medial de la
FRS, el plano de las cabezas metatarsianas asumirá de forma normal una posición más
invertida en relación al retropié, o “el antepié invertirá respecto al retropié”. La magnitud de
los movimientos relativos de plantarflexión y/o dorsiflexión no sólo dependerá del cambio en
las magnitudes de la FRS que actúa sobre cada cabeza metatarsiana, sino que también lo
hará de la resistencia interna al movimiento de cada radio. La resistencia interna al
movimiento se refiere al comportamiento de tensión-deformación del radio bajo condiciones
de carga o, en otras palabras, a la resistencia inherente de los radios a dorsiflexionar con el
aumento de la FRS en la carga, y la tendencia inherente a plantarflexionar con la disminución
de la FRS de la carga sobre la cara plantar de las cabezas metatarsianas. Los radios más
resistentes dorsiflexionarán menos bajo las mismas FRS de carga que los radios que
posean una menor resistencia interna. El nuevo modelo descrito utiliza sólo un eje de la

Avances en biomecánica aplicada a la podología 22


Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

AMT, junto con amplitudes de movimiento independientes en cada radio metatarsiana, para
explicar el hallazgo clínico común de que el antepié invierte sobre el retropié durante el
movimiento de pronación de la AST en CCC. Este modelo elimina entonces totalmente la
necesidad de dos ejes independientes de la AMT para explicar las muchas observaciones
clínicas que se han hecho con referencia a los movimientos de los segmentos del pie
durante las actividades en carga.

Avances en biomecánica aplicada a la podología 23


Teoría de estrés de tejidos y su aplicación clínica

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