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Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN


REGISTROS DE LOS
DIÁLOGOS CULTURALES DE INVIERNO, 2012
“CULTURA Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL”

Secretaría Nacional de Arte y Cultura


del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional FMLN

Secretaria Nacional
Lorena Guadalupe Peña Secretaria Nacional
Coordinador adjunto
Wilfredo Zepeda
Asesora
Breni Cuenca

Coordinación de la publicación
Dalia Rosa y Allan Barrera

Edición
Los autores editaron sus conferencias.
Las conferencias de Miguel Huezo y de Hugo Zemelman
fueron editadas por Allan Barrera con la colaboración de Breni Cuenca.

Ponentes, según orden de intervención


Wilfredo Zepeda
Francisco Eliseo Ortiz
Silvia Ethel Matus
Miguel Huezo Mixco
Margarita Velado
Oscar Fernández
Breni Cuenca
Hugo Zemelman

Diseño gráfico y diagramación


Dalia Rosa

338.9
S446 Secretaria Nacional de Arte y Cultura del FMLN
2013 Registros de los diálogos culturales de invierno 2012. Cultura y
transformación social / Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN.
-- 1a. ed.- - San Salvador, El Salv. : Secretaría Nacional de Arte y Cultura del
FMLN. 2013.
154 p. : 22 cm.

ISBN:

1. Desarrollo Económico y Social - El Salvador.
2. Aspectos Sociales- El Salvador. 3. Cultura - El Salvador. I. Título.

ISBN 00000000000

Editorial e Impresora Panamericana


29 Calle Oriente No. 207, San Salvador, El Salvador. Telefax: (503) 2226-5520,
panamericana2005@gmail.com

Edición 1. Tiraje de 1,000 ejemplares.


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Registros de los Diálogos Culturales de Invierno 2012


Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN
Instituto de Ciencias Políticas Farabundo Martí, 73 Av. Nte. Pje. Itsmania, No. 319,
Col. Escalón, San Salvador, El Salvador, Centroamérica, Marzo 2013.
Tel: (503) 2556-3733, culturafmln@gmail.com
INDICE

Jornada 1....................................................................................11
10 de julio de 2012

Palabras de apertura ........................................................................13


Lorena Peña

Cultura y cambio social ...................................................................17


Wilfredo Zepeda

La cultura y el cambio social: un matrimonio poco avenido .....31


Eliseo Ortiz

Jornada 2 ...................................................................................41
17 de julio de 2012

Identidades feministas de la posguerra .........................................43


Silvia Matus

Las transformaciones sociales en la construcción de un nuevo


nosotros ..............................................................................................57
Miguel Huezo Mixco

Jornada 3....................................................................................71
24 de julio de 2012

Enfoques críticos sobre el ejercicio de la ciudadanía ..................73


Margarita Velado

Elementos para un análisis crítico sobre ciudadanía y su


constitución. Una visión desde la izquierda.................................85
Óscar Fernández
Jornada 4 ...................................................................................95
8 de agosto de 2012

Palabras de bienvenida a Hugo Zemelman ...................................96


Lorena Peña

Construir conocimiento desde la historia. A propósito del


pensamiento de Hugo Zemelman ....................................................99
Breni Cuenca

Ética, política y utopía...................................................................117


Hugo Zemelman

Intervenciones y preguntas del pleno ...........................................142

Respuestas de Hugo Zemelman.....................................................144

Palabras de cierre ............................................................................150


Lorena Peña
JORNADA 1
Martes 10 de julio de 2012
Instituto de Ciencias Políticas Farabundo Martí

11
Palabras de apertura de los Diálogos
Culturales de Invierno 2012

Lorena Peña
Secretaria Nacional de Arte y Cultura del FMLN

Q ueridos amigos y amigas, queridos compañeros y compañe-


ras, es una inmensa alegría para mi poder iniciar este día un
proyecto que con mis compañeros y compañeras de la Secretaria
de Cultura venimos acariciando hace ya algunos meses.

Reflexionábamos sobre la escasez de espacios para la


reflexión y el debate libre, de la necesidad de darnos la oportuni-
dad de pensar y repensar sobre el significado de nuestra práctica
política, sobre los valores que acompañan o deben acompañar el
proceso de cambio y sobre el rol de los artistas, artesanos y trabaja-
dores de la cultura en este proceso que es complejo, controversial
y al mismo tiempo vital, ineludible y necesario.

Finalmente, decidimos que una buena manera de abrir


este proceso era propiciando un diálogo cultural sobre los gran-
des temas de la cultura y la transformación social. Y siendo que

13
estos diálogos se darían en tiempos de lluvia, decidimos llamar-
los Diálogos Culturales de Invierno.

Pretendemos con estos diálogos encontrar caminos para


la articulación del quehacer intelectual y artístico con los procesos
sociales que buscan construir en nuestro país una sociedad alter-
nativa, más solidaria y más justa.

Superar, como nos dijera Horacio Cerruti, la sensación


de “caminos cerrados, de imposibilidades que se presentan como cuasi
insuperables, las cuales mitigan la esperanza y enardecen los ánimos,
colocando no ya a la vida, sino a la mera sobrevivencia de las grandes
mayorías de la humanidad en primerísimo plano.”

Armarnos de un enfoque cultural comprometido con las


mayorías, armarnos de esperanza como color de identidad y de-
safiar nuevamente todo lo establecido y arcaico, en la sociedad y
en nuestras filas para que pueda surgir como dicen una sociedad
más justa, más libre, mas pacífica y más humana en el país, en la
calle, en la casa y en la cama.

El programa de la primera temporada de los diálogos cul-


turales de invierno, está enfocado en reflexionar y dialogar sobre
cuatro grandes problemas que inciden directamente en el desen-
volvimiento social, económico y cultural de nuestro país: la rela-
ción entre cultura y transformación social; la reconceptualización
de la identidad salvadoreña, tomando en cuenta enfoques funda-
mentales como son la perspectiva de la diáspora y el feminismo;
un diálogo sobre la participación política desde un enfoque de
ejercicio de la ciudadanía plena. Y finalmente una reflexión sobre
ética, política y utopía. Todos estos problemas están reclamando
estudio, reflexión, nuevos conceptos y análisis crítico.

Buscamos, pues, pensar nuestra realidad buscando sus


sentidos para transformarla en concordancia con las demandas

14
de transformación y justicia que tiene el pueblo salvadoreño, que
a pesar de las adversidades, continúa con su sueño de que otro El
Salvador es posible.

Gracias a todos ustedes por estar aquí con nosotros en


esta tarde de invierno participando de este dialogo.

Este día como ya sabemos Wilfredo Zepeda y Eliseo


Ortiz abordarán la temática de “Cultura y cambio social”. Dejo
con ustedes a Wilfredo Zepeda y posteriormente a Eliseo Ortiz.
Al final de sus intervenciones tendremos un intercambio entre
todos nosotros.

15
Cultura y cambio social

Wilfredo Zepeda
Secretario Adjunto de Arte y Cultura del FMLN

A migas y amigos, compañeras y compañeros. Gracias por


asistir a esta primera jornada de “Diálogos culturales de
invierno”, en su edición 2012, un espacio para el debate cultural
que impulsa el FMLN a través de la Secretaría Nacional de Arte
y Cultura. Gracias por ser parte de este esfuerzo, con el cual que-
remos contribuir a darle a la cultura el lugar que merece, en el
marco del proceso histórico social de nuestro país.

Con esta ponencia damos inicio a los “Diálogos Culturales


de Invierno” en su edición 2012, una iniciativa a la que esperamos
dar continuidad en los años venideros, así como ampliar su con-
vocatoria a toda la comunidad artística y cultural del país.

Debo señalar que como Secretaría de Cultura del FMLN


estamos aquí con la mayor humildad, abiertos al aprendizaje mu-
tuo, no como teóricos ni intelectuales de las cuestiones culturales

17
ni del proceso político, democrático y de cambios que vive el país,
sino en una posición de honradez y de responsabilidad ante los
problemas relacionados con la cultura y el trabajo creador; esta-
mos aquí para reivindicar la cultura como elemento fundamental
para el cambio democrático y revolucionario, para reivindicar la
cultura como fuente liberadora, emancipadora y profundamente
transformadora.

Vivimos un proceso histórico de cambios

En El Salvador vivimos un periodo histórico de cambios, cuya


génesis, como proceso continuo y sostenido, se remonta a las
luchas populares a finales de la década de 1960, especialmente del
sector magisterial, obrero y de la organización campesina. Luego,
en la década de 1970, vino el surgimiento de las organizaciones
político militares que impulsaron la lucha armada como forma
fundamental de lucha en contra de la dictadura militar que se
había instaurado desde 1932.

En esta misma década se da el auge del mayor movimien-


to popular organizado que se haya conocido en toda la historia
nacional, un movimiento de masas que impactó profundamente
en la vida nacional, particularmente en el enfrentamiento y
derrota de los planes contrainsurgentes de la dictadura, y en el
desarrollo y avance de las fuerzas revolucionarias. Aún resuenan
dos consignas altamente movilizadoras que reflejan el contenido
reivindicativo y político de este movimiento: ¡once colones, arroz,
tortillas y frijoles! y ¡el socialismo viene y nadie lo detiene!

Este desarrollo organizativo condujo a la unidad de las


fuerzas democráticas y revolucionarias, un proceso que en 1980
culmina con la creación de la Coordinadora Revolucionaria de
Masas -CRM, conformada fundamentalmente por organizacio-

18
nes campesinas, obreras, pobladores de tugurios, maestros y
estudiantes universitarios y de secundaria; la creación del Frente
Democrático Revolucionario–FDR-, conformada por partidos po-
líticos y sectores profesionales y técnicos; y la creación, por parte
de las organizaciones guerrilleras, del Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional- FMLN.

Recuerdo el lema cuando se conformó la Coordinadora


Revolucionaria de Masas, que decía: “Así, con la sangre del pue-
blo, queda sellada la unidad de las fuerzas revolucionarias”. Y es
que, no se puede obviar, en este breve repaso histórico, la feroz
represión que desató la dictadura y que cobró la vida de miles de
compatriotas y luchadores sociales, entre ellos, los miembros de
toda la dirección nacional de dicha Coordinadora y la de nuestro
arzobispo mártir Monseñor Romero.

Al iniciar la década de 1980, el país entró en guerra civil,


con una profunda crisis de poder político y con un movimiento
popular radicalizado y dispuesto a derrocar al régimen de turno.

En este momento, dos sucesos tienen especial relevancia:


uno, la Ofensiva General lanzada por el FMLN el 10 de enero de
1981, con la cual se conquistan extensas zonas bajo el control de
la guerrilla, se conforman los frentes de guerra y da inicio la cons-
trucción de un emergente poder popular; y dos, la Declaración
Franco-Mexicana, un histórico pronunciamiento que llama a la
comunidad nacional e internacional a la búsqueda de una solu-
ción política al conflicto armado y reconoce el carácter beligerante
de las fuerzas insurgentes representadas por el FMLN-FDR. Esta
alianza FMLN-FDR daría un importante soporte político, social
y diplomático a las fuerzas revolucionarias y democráticas a lo
largo de la guerra.

Otra ofensiva militar, política y diplomática lanzada en


1989, la Ofensiva “Hasta el Tope”, abriría el camino final a la ne-

19
gociación de la guerra, culminando con la firma de los Acuerdos
de Paz, en el Castillo de Chapultepec, México, el 16 de enero
de 1992.

Decía antes que en El Salvador vivimos un periodo his-


tórico de cambios, y que éste ha sido y sigue siendo un proceso
continuo y sostenido, como fruto de la lucha popular.

Los Acuerdos de Paz representan la más importante con-


quista del pueblo salvadoreño después de la independencia en
1821. Con la implementación de los Acuerdos de Paz se abrió un
nuevo periodo en la historia nacional, se puso fin a la dictadura
militar y se dio inicio a la democratización del país. En esto reside
la importancia histórica de los Acuerdos de Paz.

Con los Acuerdos de Paz se puso fin a la represión, al


reclutamiento forzoso, fueron suprimidos en su totalidad los
cuerpos represivos y las estructuras militares y de inteligencia
que posibilitaron el terrorismo de estado. Con los Acuerdos de
Paz fue posible realizar un conjunto de reformas constitucionales
para democratizar el sistema judicial, el sistema electoral, mejorar
la protección y garantía de los derechos humanos, la libertad de
expresión, libertad de movilización y libertad de organización. Se
dotó a la Fuerza Armada de una nueva doctrina que la supedita al
poder civil. Y se creó la Policía Nacional Civil como único cuerpo
encargado de la seguridad pública.

Con los Acuerdos de Paz, también se abrió el espacio a


la participación política del FMLN como partido político legal, y
con ello, entrar a la lucha política electoral y seguir conquistando
para el pueblo nuevos espacios de poder en el Estado, en los go-
biernos municipales, en la Asamblea Legislativa, en un proceso
ascendente que en el año 2009 nos llevó a ganar la Presidencia de
la República.

20
Esta obra transformadora de la sociedad es el fruto de un
proceso histórico de lucha, con actores y sujetos sociales concretos.
No obedece al capricho o voluntad de persona alguna, sino que
es fruto de la necesidad y de la voluntad de un pueblo; se trata de
una obra democrática y revolucionaria que se ha ganado un sitio
respetable en la historia; que se ha ganado el derecho a existir, a
desarrollarse y avanzar. Y frente a este derecho de un pueblo, bien
vale la pena defenderlo y seguir adelante.

Participación y aporte de intelectuales,


artistas y creadores

Al hacer este recuento de la historia reciente del país encontramos


una destacada participación y aporte de la intelectualidad, artis-
tas, trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura al proceso de
cambios. Encontramos también diversas expresiones culturales
que florecieron en los sectores populares en la medida en que
cambiaron los contextos.

Tenemos así, por ejemplo, al grupo de intelectuales cono-


cidos como la “Generación comprometida”, quienes desafiaron a
su tiempo y nos entregaron un valioso trabajo creador que hoy
forma parte del acervo y patrimonio cultural del país. Algunos de
ellos fueron víctimas de la dictadura; otros, como Roque Dalton,
del asesinato infame por sus mismos compañeros, o, como lo
calificara Eduardo Galeano, de “estupidez”, cuando recibió el
doctorado Honoris Causa que le entregó la Universidad de El
Salvador… ¡Cuánta estupidez! expresó Galeano. Pero también
hay otros personajes de esta Generación Comprometida que tene-
mos el honor de tenerlos con vida.

21
Y qué decir del Movimiento de la Cultura Popular –MCP-
que agrupó a numerosos artistas, quienes, desde una posición
militante, desplegaron un impresionante ejercicio creativo y de
producción artística junto al movimiento popular, y cuyos ecos
siguen presentes en el momento actual, en las vidas de numerosas
personas y colectividades. A esta generación pertenece el legen-
dario grupo salvadoreño: Yolocamba I Tá.

Igualmente, el papel de la Asociación de Trabajadores del


Arte y la Cultura –ASTAC-, de círculos literarios, y de una larga
lista de grupos, colectivos y personalidades del mundo artístico y
académico, que han ejercido una labor creativa, en muchos casos
en resistencia ante los embates de la dictadura en tiempos de la
guerra, o ante los embates del neoliberalismo en tiempos de pos-
guerra, o ante la falta de efectivas políticas públicas en materia de
cultura por parte del Estado.

También se destaca en la década de 1980, en plena guerra


civil, la producción cinematográfica salvadoreña, quizás es en
este periodo cuando se dio la mayor producción realizada en la
historia del cine en El Salvador. De igual manera, la construcción
de estaciones de radio en las zonas de guerra, “Radio Farabundo
Martí” y “Radio Venceremos” son testimonio de ello. Y a estos
proyectos de comunicación se suma el desarrollo de diversas
formas de comunicación popular, que en suma, involucraron a
numerosos artistas, guionistas, productores, escritores, poetas,
artistas plásticos, teatreros, en fin, creadores, que aportaron su
energía creativa, tanto en nuestro país, como fuera de nuestras
fronteras, como viva expresión de la relación entre cultura y cam-
bio social.

En este orden de ideas, siguiendo la relación cultura y


cambio social, quiero destacar lo que a mi juicio constituye una
de las expresiones culturales más profundas por su alcance social.
Me refiero a la experiencia de los Poderes Populares Locales en

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las zonas controladas por la guerrilla, y a la experiencia de las
comunidades que durante la guerra vivieron el desplazamiento,
el refugio, el retorno y la repoblación en sus lugares de origen.
Insisto, aún en medio de la guerra. En un complejo entramado de
relaciones sociales, políticas, culturales y de producción, en estas
comunidades florecieron valores como el de la organización, la
solidaridad y la lucha, con un nivel inigualable de compromiso,
pues, era la vida misma, en toda la extensión de la palabra, lo
que estaba en juego. Y en ese marco, florecieron expresiones de
arte popular, propias de las comunidades, en la música, poesía,
teatro, danza y pintura; de esta experiencia provienen los grupos
Torogoces de Morazán, los Norteñitos de Chalatenango, Don
Tito, el grupo San Isidro de Cabañas, Los Farabundo de Guazapa
y Cinquera, entre otros.

Y lo más importante, dichas comunidades forjaron proce-


sos de resignificación que calaron en la cultura, adoptando prác-
ticas, formas de vida y de celebración propias de sus conquistas
como comunidad. Un ejemplo de ello es la manera de recordar
y honrar a los caídos en la lucha, dando un minuto de aplausos,
en lugar del minuto de silencio; también está la celebración del
retorno a sus lugares de origen como el día más importante del
año, y no las fiestas patronales como es la tradición en el país,
adoptando un elemento propio de su historia y de sus vidas como
lo más significativo. Otro ejemplo son los museos creados en mu-
chas comunidades, con los que buscan preservar su historia antes,
durante y después de la guerra.

Sin duda alguna, tenemos en nuestra propia experiencia


de lucha como pueblo un caudal de aprendizajes que debemos
saber reconocer para proyectar el futuro, con la visión de que el
arte y la cultura lleguen a ser patrimonio del pueblo, y que así
como queremos una vida mejor en el plano material, la procu-
remos también en lo espiritual y en lo cultural. Que los bienes

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culturales lleguen al pueblo, que las y los creadores produzcan
para el pueblo, y que a la vez, el pueblo eleve su nivel cultural, y
así, se acerque también a los creadores.

Sin cambio cultural, no hay cambio social.


Retos y amenazas

Los retos son enormes, las amenazas también; pero tenemos


invaluables fortalezas y oportunidades que podemos y debemos
saber aprovechar, con sentido de urgencia, para articularnos, mo-
vimiento político y movimiento cultural, en un solo proyecto, por
la defensa de los logros y para profundizarlos.

Mario Vargas Llosa, en su reciente obra “La Civilización


del Espectáculo”, nos advierte con extraordinaria brillantez acer-
ca de la creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del
amarillismo en la prensa y la frivolidad de la política como, sín-
tomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea,
como es, la suicida idea de que el único fin de la vida es pasársela
bien. Al respecto, plantea que en la civilización del espectáculo “la
literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión
cómoda al lector, y al espectador, de ser culto, revolucionario,
moderno, y de estar a la vanguardia, con el mínimo esfuerzo
intelectual. De ese modo, esa cultura que se pretende avanzada
y rupturista, en verdad propaga el conformismo a través de sus
manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción”.

Sostiene que otra característica “es el empobrecimiento


de las ideas como fuerza motora de la vida cultural”, y sentencia
que la civilización del espectáculo es cruel, pues “los espectadores
no tienen memoria; por esto tampoco tienen remordimiento ni
verdadera conciencia”.

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Por su parte, Ignacio Ramonet, en el encuentro de Fidel
con los intelectuales, realizado en La Habana en febrero de 2012,
también nos advierte de que manera en el sistema mediático, la
información funciona como una mercancía, que además, es gra-
tuita. “En realidad –dice Ramonet- el mecanismo del comercio
de la información no consiste en vender información a la gente,
consiste en vender gente a los anunciantes… y funciona según
las leyes de la oferta y la demanda, no funciona según las leyes
de la comunicación y la información”. Ramonet afirma que “el
poder mediático funciona como el aparato ideológico de la glo-
balización”, y que, “en la jerarquización de poderes hoy, el poder
político está en tercer lugar; es decir, que en el marco de la glo-
balización, el poder financiero y el poder mediático dominan al
poder político”.

Siguiendo este diálogo de los intelectuales con Fidel,


Adolfo Pérez Esquivel nos plantea: “Digo que siempre la domi-
nación no comienza por lo económico, sino por lo cultural…el
sistema, que es jodido, pero es inteligente, sabe cómo manipular
y generar también los monocultivos de las mentes”. Esta afirma-
ción la complementa el historiador estadounidense Peter Philips
al decir que “el imperio mediático controla nuestras mentes como
monocultura”.

Es precisamente en este contexto global y local en el que


nos toca actuar. Por ello, sostenemos que sin cultura no hay li-
bertad posible, al igual que sin cambio cultural, no hay cambio
que perdure. Por tanto, es vital actuar de manera conjunta, con la
mayor libertad creativa, con la crítica responsable, con la unidad
en la diversidad, con el debate, con la teoría junto a la práctica,
con la participación activa. Entender el quehacer cultural no solo
como conocimiento, sino como compromiso de lucha. Entender la
cultura como el gran abanico que le da fundamentación al queha-
cer político.

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La Política cultural del FMLN

Como Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN, queremos


compartir nuestra visión y ejes de trabajo en este campo, que for-
man parte de la Política Cultural del FMLN y con la cual estamos
trabajando, tanto hacia la sociedad, como al interior mismo del
partido.

Dos preguntas básicas nos han servido de guía: ¿Cuál es


el papel de la cultura en la transformación social? Y ¿Cuál es el
papel del FMLN en el desarrollo cultural del país?

En nuestra visión, no hay revolución sino tiene a su base la


revolución cultural. Como partido, nuestro aporte es, por un lado,
contribuir al fortalecimiento de la unidad del FMLN a partir de la
identidad misma, y por el otro, reivindicar al pueblo como prota-
gonista de los hechos históricos. En este sentido, promovemos en
el FMLN una identidad cultural transformadora y liberadora; la
solidaridad en contra de la competitividad y el individualismo; la
equidad en contra del machismo y sexismo; la memoria histórica
en contra de la amnesia posmoderna; y así, usar la negación de
la negación para retomar lo bueno de lo viejo para proponer algo
nuevo. Promovemos también la identidad laica del FMLN.

Ante la sociedad promovemos un trabajo de contracul-


tura frente a la cultura dominante; promovemos la igualdad, la
justicia social, el respeto a la diversidad, la democracia, la paz,
la cooperación y la solidaridad. Promovemos la esperanza y la
movilización, la incidencia en organismos gubernamentales, el
bienestar material y espiritual, el respeto al medio ambiente y el
ejercicio de una ciudadanía responsable.

El sentido y la dirección histórica del potencial de un


pueblo están siempre en disputa en la sociedad. El egoísmo y la
falta de solidaridad ganaron terreno en el neoliberalismo y se ha

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sostenido una lucha tenaz para resistir y potenciar los valores de
los pueblos originarios.

No se puede dejar a la deriva la construcción del mundo


simbólico. El sentido que va a adoptar la cultura depende de mu-
chos factores, entre ellos la ideología, la cual, como conjunto de
pensamientos y sistematización de luchas, se articula claramente
a los intereses de las clases.

El arte y la cultura popular proporcionan la oportunidad


a los pueblos de apropiarse lo que han creado, encuentran la ma-
nera de reconocer sus sueños y hacer realidad sus proyectos. Es
parte de la emancipación humana. La cultura y el arte no se puede
imponer ni dirigir, se pueden estimular y apoyar esos esfuerzos
y se puede contribuir a liberar las energías creativas, que son la
esencia de la cultura y el arte; de otra forma, la cultura se envilece
y se paraliza.

Tenemos que unir la política al pueblo, a la ética y al co-


nocimiento. Todo acto cultural tiene consecuencias y toda política
cultural tiene un legado capaz de transformar a la sociedad.

Con esta visión, nos proponemos impulsar una política


cultural del FMLN en los siguientes ejes de trabajo:

LAS ARTES, para la promoción y apoyo a iniciativas de


creación artística que potencien un cambio cultural, tanto en la
formación, producción y difusión artística, como en la creación y
revitalización de espacios culturales.

MOVIMIENTO CULTURAL, para la promoción y apoyo


a organizaciones culturales que impulsen iniciativas en distintos
territorios y localidades que aporten al proceso de cambios.

27
INCIDENCIA EN POLÍTICAS PÚBLICAS, buscamos
incidir en tres instancias de gobierno:

a) En el Gobierno central, apoyando las políticas de go-


bierno que promuevan una cultura de cambio; proponiendo al
gobierno iniciativas culturales; y gestionando apoyo del gobierno
a iniciativas culturales de grupos sociales.

b) En los Gobiernos municipales, especialmente donde go-


bierna el FMLN

c) En la Asamblea Legislativa, mediante el impulso de ini-


ciativas de ley, como la Ley Nacional de Arte y Cultura.

INVESTIGACIÓN Y ELABORACIÓN, con este eje de


trabajo buscamos estimular la producción de conocimiento y la
elaboración de pensamiento propio, a fin de reinterpretar, reva-
lorizar y resignificar los procesos históricos, sociales, políticos,
económicos y culturales del país.

DEBATE CULTURAL, mediante la promoción de foros,


conferencias y seminarios sobre temas culturales y a través de las
redes sociales.

HACIA EL PARTIDO, al interior del partido buscamos


potenciar las capacidades artísticas y culturales para la construc-
ción de una cultura transformadora.

ACCIONES EMBLEMÁTICAS DE IMPACTO CULTU-


RAL, con este eje queremos impulsar proyectos y acciones cultu-
rales de gran valor patrimonial, contando con el mayor respaldo
social e institucional posible.

28
Finalmente, quiero cerrar esta ponencia citando una frase
vietnamita que invita a la acción y al método, dice: Liberar la
energía creadora del pueblo, organizadamente.

Gracias.

29
La cultura y el cambio social: un matrimonio
poco avenido

Ponencia de Francisco Eliseo Ortiz Ruiz


Abogado y docente universitario.

R eflexionar sobre la relación entre la cultura y el cambio social


no es una tarea fácil; no sólo porque ambos términos no
son unívocos1, sino porque no suelen ser pensados juntos y casi
siempre se les trata como fenómenos separados e, incluso, como
contrapuestos cuando se suele decir que la primera es un obstácu-
lo para que se de el segundo; lo más cerca que aparecen la cultura
y el cambio social es cuando aquella, entendida como expresión
artística, se concibe como un instrumento de éste, es decir, su-
bordinada a lo político. Lo anterior no obstante ser procesos que
históricamente se han implicado, pues un cambio social, para ser
tal, necesariamente termina por afectar lo cultural; es más, para
consolidarse debe traducirse en un cambio cultural.

1 El termino “cultura” corrientemente se entiende por opuesto a la naturaleza, como


sinónimo de ilustración o educación, de expresión artística, entre otras acepciones.

31
A continuación expondremos algunas ideas muy tentati-
vas para buscar aproximarnos a esa relación; para ello comenza-
remos por adoptar una definición de cada uno de esos términos:

La cultura: “Es el conjunto de creencias, valores profun-


dos, sentimientos, conocimientos y utopías que construyen las so-
ciedades y se reproducen a través de las generaciones por medio
de los agentes de socialización”2.

El Cambio Social: “Es un proceso de transformación de la


estructura social o de alguno de sus componentes que se traduce
en modificaciones sustanciales de las relaciones de poder”.3

Al comparar ambas definiciones, lo primero que salta a la


vista es que existe una relación de contenido a continente; es de-
cir, que ese proceso de transformación puede afectar ese conjunto
de creencias, valores, sentimientos, conocimientos y utopías; en
segundo lugar, se puede advertir que el cambio social, en su
sentido estricto, afecta las relaciones de poder y que éstas no son
ajenas a ciertas creencias, valores, sentimientos, conocimientos y
utopía que amalgaman ese conjunto que se conoce como sistema
político.4

Vistas así las cosas, resulta que hay un tercer término que
debemos definir e incorporar al análisis para desentrañar aquella
relación que nos interesa; este término es “lo político”. Hay una
noción que nos puede servir para ese propósito y es considerar
lo político como todo lo que incumbe al fenómeno del poder y a
éste como una relación de dominación entre un sujeto dominante

2 Concepto construido a partir del proporcionado por Edurne Uriarte en su obra


Introducción a la Ciencias Política, citada en la bibliografía.
3 Concepto construido a partir del proporcionado por Carlos Alba Tercedor en el tra-
bajo “Proceso y Cambio Político” contenido en la compilación Introducción a la Ciencia
Política de Ramón García Cotarelo y Juan Luis Paniagua Soto, citada en la bibliografía.
4 En términos simples entenderemos por “sistema político” al modo específico de
articulación del fenómeno del poder con la totalidad social.

32
(individual o colectivo) y un sujeto dominado (individual o colec-
tivo)5; como tal es una relación asimétrica (vertical y se da entre
desiguales).

Algunas de las características de esta relación es ser con-


flictiva, inestable y ubicua; esto porque no es una relación pacífica
sino contradictoria; no es estable sino mutable, pues los que hoy
son dominantes mañana puede ser dominados y viceversa; y,
además, tal relación se reproduce en los distintos ámbitos y nive-
les de la vida social.

Esa relación, además, presenta otras características que si


no son incorporadas al concepto no se puede comprender en toda
su dimensión; tales son: la ambivalencia, la ambigüedad y la in-
congruencia6; por la primera debe entenderse que, precisamente
por su inestabilidad, cuando un bloque o grupo social juega el
papel de dominante su discurso apela a la unidad o integración
de toda la sociedad, incluidos los grupos opositores o adversarios;
pero, cuando pasa a jugar el papel de dominado, su discurso apela
a la lucha por la defensa y conquista de los derechos de los que es-
tán abajo, pues sólo así puede tener posibilidades de volver a ser
dominante; por la segunda debe entenderse que esa dominación
se ejerce por dos vías aparentemente excluyentes: la persuasión
o consenso y la coacción o fuerza (física, sicológica…); tanto los
regímenes democráticos como los autoritarios utilizan ambos, la
diferencia radica en que los primeros le apuestan más al consenso
y los segundos más a la coacción; y por la tercera debe entenderse
que la práctica política se desenvuelve en un tensionamiento per-
manentemente entre el deber ser (los valores y principios éticos,
políticos y jurídicos) y el ser (la conveniencia y la oportunidad

5 Sobre este concepto del “poder” como una relación , una Teoría del Poder de S. A.
González Casanova; en Teoría del Estado y Derecho Constitucional, págs. 17-44
6 Sobre la ambivalencia de la política ver “Las dos caras de Jano” en Introducción a
la Política de Mauricio Duverger, obra citada en la bibliografía.

33
conforme a los intereses de las élites, los grupos de interés y los
partidos políticos).

De tal manera que si la política, así entendida, aparece


como el enlace entre la cultura y el cambio social, conviene acotar
más los dos conceptos adoptados. En cuanto al primero, dada su
amplitud no se vuelve operativo para el propósito perseguido y
porque, además, dado la ubicuidad de lo político, éste se encuen-
tra en todas partes y uno de estos ámbitos es el cultural y así se
habla de cultura política para referirse a cierto tipo de actitud, dis-
curso y práctica culturales. Así entenderemos por cultura política
“al conjunto de creencias, valores, sentimientos, conocimientos y
utopías referidos a la práctica política”7, es decir, a esa relación
de dominación que antes hemos caracterizado; de tal manera que
en esa tal cultura política se amalgaman aspectos cognoscitivos,
afectivos y valorativos que, a su vez, se encuentran impregnados
de intereses sociales y representaciones simbólicas.

Así, ese conjunto de elementos contenido en los actores


sociales, que en definitiva son los agentes del cambio, se objetivan
en un discurso y en un lenguaje no verbal (simbólico y ritual) que
sólo puede ser comprendido si se coteja con la práctica de esos
actores en un contexto determinado.

La cultura política, al igual que la cultura en general y


otras culturas particulares (la religiosa, la sindical, la deportiva,
la culinaria...) se trasmite de generación en generación a través de
agentes de socialización como la familia, la escuela, la iglesia, los
partidos políticos y los medios de comunicación , entre otros, los
que van integrando y diferenciando a los individuos y grupos en
un conjunto penetrado por tres ejes: el ideológico-político, el étni-
co-racial y el mítico-religioso que, en definitiva, van construyendo
identidades políticas amalgamadas por valores y principios éticos,

7 Concepto de “cultura” construido a partir del dado por Edurne Uriarte en la obra
citada.

34
políticos y jurídicos, pero también por intereses objetivos relacio-
nados con proyectos o tipos de sociedad (democráticos, liberales,
socialistas, conservadores…); por ello la identidad política puede
ser un factor de cohesión y fortaleza social para resistir o, en su
caso, dinamizar el cambio social8.

En cuanto al cambio social, es procedente recordar que,


cuando se intenta explicar el origen del fenómeno político, hay
dos visiones que aparecen como contrapuestas pero que en rea-
lidad son complementarias: una de raigambre marxista y la otra
weberiana. Según la primera, la política está determinada, en
última instancia, por lo económico (la producción de bienes mate-
riales y las clases sociales que las formas históricas de este proceso
segregan); y, según la segunda, lo político está moldeado por lo
cultural9. Por otra parte, también se afirma con relación al cambio
social, que lo cultural al igual que lo ideológico, se transforma
lentamente mientras que lo político es más dinámico. La relación
entre lo cultural y lo político es compleja y dialéctica, no todos los
elementos de la primera cambian al mismo ritmo, unos tienden a
ser más lentos que otros y se condicionan entre sí, mientras que lo
segundo es más rápido y tiende a arrastrar la práctica, los símbo-
los y los rituales de la cultura política dominante. Ello explicaría
porque, aun cuando se de un cambio en las relaciones de poder,
la misma cultura política puede seguir subsistiendo.

Hay dos acepciones del concepto de cambio social: una en


sentido amplio y otra en sentido restringido. La primera lo entien-
de como un proceso evolutivo de acumulación de modificaciones
cuantitativas de la estructura social; la segunda la entiende como
una transformación cualitativa de la estructura social que termina
por afectar las relaciones de poder y que por ello se da en forma

8 Concepto de “identidad política” contenido a partir del concepto de Edurne Uriar-


te en la obra citada en la bibliografía.
9 Sobre este punto ver a Edurne Uriarte en la obra citada págs.

35
brusca y conflictiva10. En correlación con estas dos acepciones hay
dos concepciones sobre la naturaleza del cambio social: la teoría
del equilibro y la teoría del conflicto, una hija del estructural-fun-
cionalismo y la otra del materialismo histórico que pueden ser
vistas como dos visiones correlativas de dos momentos insepara-
bles de un mismo proceso: por una parte, la teoría del equilibrio,
desde la capacidad de la sociedad de restablecer su equilibrio por
sí misma, que considera que lo normal o corriente es el proceso
de acumulación de alteraciones cuantitativas; ello propicia una
evolución tranquila de la sociedad que termina por producir mo-
dificaciones cualitativas en la misma, por lo que las alteraciones
bruscas o violentas son situaciones excepcionales y anormales
propias de momentos sociales enfermizos que deben ser tratados
por el poder político mediante el uso de la coacción contra los
sujetos que las impulsan y provocan11; por otra parte, la teoría del
conflicto que postula que lo normal es el conflicto y lo excepcional
es el equilibrio social; lo fenoménico en un aparente balance esta-
ble de fuerzas, lo cual no quiere decir que sea lo permanente; lo
que sucede es que el conflicto ordinariamente se encuentra latente
entre los sujetos sociales con intereses contradictorios y, en algu-
nos casos, excluyentes, de tal manera que lo que se percibe como
equilibrio, no es más que un balance inestable y precario, algo así
como una cobertura bajo la cual se incuba y esconde un futuro
estallido social que puede parir o no un cambio social cualitativo.

El cambio social, así concebido, presenta varias caracterís-


ticas entre las que habría que destacar que se trata de un proceso
de continuidad (de lo viejo) y de la ruptura (de lo nuevo) que

10 Según los autores citados, “los cambios son tanto más radicales cuando más se
cuestionan el tipo de legitimación, el modo de distribución del poder, el sistema de
valores y normas básicas que inspiran y rigen el comportamiento de la colectividad”.
Diccionario de Política (a-J), Norberto Bobblio y Nicola Matteucci, 1ª edición en español,
1981, editorial siglo XXI, México, D.F.
11 Sobre las teorías del equilibrio y la estabilidad ver “proceso y cambio político” de
Carlos Alba Tercedor, en la compilación ya citada de Ramón García Cotarelo y Juan Luis
Paniagua Soto, págs. 257-264 y 279-287.

36
supone una determinada temporalidad y espacio (el cambio se
ubica en un determinado momento histórico de una formación
social), que para ser relevante debe implicar cierta extensión y
profundidad, que produce alteraciones estructurales, particular-
mente en las relaciones de poder; esto nos lleva a otra nota de
este tipo de cambio que es su carácter relacional, pues sólo se
puede medir su amplitud y profundidad si se le compara con una
situación y un período anterior; por último, este tipo de cambio
implica cierta direccionalidad, la cual se la da el factor subjetivo,
es decir, los objetivos del proyecto de sociedad que encarnan las
actores políticos que lo conducen y los intereses objetivos de sus
fuerzas sociales motrices12.

A esta altura podríamos ya concluir que la relación entre


cultura y cambio social se da por medio de sujetos sociales-actores
políticos en tanto que éstos son portadores de cierta cultura políti-
ca. Estos sujetos sociales (actores políticos en la medida que actúan
en una determinada coyuntura política) para alcanzar, conservar
y ejercer el poder político o, al menos, incidir en el mismo, ya sea
sociales propiamente tales (un sindicatos, por ejemplo), políticos
en sentido estricto (partidos políticos, por ejemplo) o institucio-
nales (la Asamblea Legislativa, por ejemplo) constituyen el factor
subjetivo del cambio social, pues en gran medida, depende de su
grado de conciencia y organización y del papel que juegan,, la
amplitud, profundidad y de dirección del cambio. Por otra parte,
el cambio social estará también dado por el factor objetivo, es
decir, el grado y tipo de crisis de la estructura económico social a
consecuencia de la agudización de sus contradicciones internas;
que, para que exista perdurabilidad del cambio, esa crisis debe
alcanzar también el nivel cultural en su eje de reproducción ideo-
lógica; de al manera que en ambos factores lo cultural aparece
como un componente que posibilita y factibiliza el cambio social,

12 Sobre estas características del cambio ver la obra citada de Edurne Uriarte, págs.

37
o lo inviabiliza u obstaculiza, según las condiciones históricas
concretas en que se da.

La cultura, pues, puede jugar un papel conservador o


progresista respecto al cambio social, esto dependerá del momen-
to que se encuentra el desarrollo de éste: la implementaron de una
nueva relación de poder, casi siempre encuentra un obstáculo en
los viejos patrones político-culturales de la población y de la clase
política; pero, una vez establecida la nueva relación, la cultura
puede jugar un papel en la consolidación del cambio político y
ser el cemento que fije en la conciencia de la nuevas generacio-
nes la nueva forma de relación entre gobernantes y gobernados;
incluso ese papel conservador puede ser progresista en aquellas
situaciones en que una población resiste manifestaciones externas
de dominación como en los casos de invasiones extranjeras, colo-
niaje, transculturización e, incluso, genocidio por razones étnicas,
entre otras.

Bibliografía
BOUMAN, Zygmunt. La Cultura como Praxis, págs. 9-25, Paidos Studio,
Barcelona

GONZÁLEZ CASANOVA, J.A. Teoría del Estado y Derecho


Constitucional, 1ª edición, 1983, edit. Vicens-vives, Barcelona, págs.,
17-44

CASTELLS, Manuel. La Era de la Información, Vol. II. El Poder de la


Identidad.

DUVERGER, Maurice. Introducción a la Política. 5ª edición, Editorial


Ariel Barcelona, 1978.

GARCÍA COTARELO, Ramón y Paniagua Soto Juan Luis (compiladores).


Introducción a la Ciencia Política. Universidad Nacional de Educación a

38
Distancia, 6ª edición, 1991, 3ª Reimpresión, 1995, Impresos y Revistas,
S.A. Madrid.

BOBBIO, Norberto y Nicola Matteucci, Diccionario de Política, 1ª edición


en Español, 1981, edit. Siglo XXI, México, D.F.

THOMPSON, John B. Ideología y Cultura Moderna; 2ª edición, 1998,


UAM, Xochimilco, México, D.F.

URIARTE, Edurne. Introducción a las Ciencias Políticas, Madrid, España,


Editorial Tecnos, 1ª edición, 2002, págs. 253-274

VARELA, Roberto. Cultura y Poder, Anthropos Editorial, 2003, UAM


Iztapalapa, México, 1ª edición, págs. 147-166

39
JORNADA 2
Martes 17 de julio de 2012
Instituto de Ciencias Políticas Farabundo Martí

41
Identidades feministas de la posguerra

Silvia Mathus
Socióloga, feminista y máster en investigación científica.

B uenas noches. Es un honor para mí estar compartiendo este


espacio de los Diálogos de Invierno. Gracias a Lorena Peña
por haberme invitado y también a la Secretaría de Cultura del
FMLN.

Sobre las identidades feministas habría mucho de qué


hablar, el tema es muy sugerente, es muy amplio también y quizá
habría que partir de ciertas categorías interesantes. Posiblemente
ya las conocen como ¿qué es la identidad? Una de las acepciones
del filósofo canadiense Charles Tyler Wood, nos dice que iden-
tidad es lo que uno es, son las características definitorias funda-
mentales como ser humano y estas características pueden basarse
en la nacionalidad, la cultura, el cuerpo, los valores, la orientación
sexual, las vivencias, las experiencias o todo esto junto. Es el tras-
fondo donde nuestros gustos, deseos, aspiraciones y opiniones
adquieren sentido.

43
Manuel Castells nos expresa que identidad es sentirse en
casa con otras personas con quienes se comparte la identidad. Y,
según las encuestas internacionales, para la mayoría de la gente es
un sentimiento importante, sobre todo en un mundo globalizado
en el que flujos de poder, de dinero y de comunicación hacen
depender nuestras vidas de acontecimientos incontrolados y de-
cisiones opacas. La pertenencia a ese algo identitario proporciona
sentido y cobijo a la vez, crea una práctica cómplice, un lenguaje
común, un mundo propio desde el que se puede vivir con más
tranquilidad el mundo de ajenidades.

Y bueno, la Identidad puede ser definida como autoi-


dentidad, podemos decir soy feminista, soy homosexual, soy
indígena, soy afrodescendiente. También puede ser designada
por los otros: son feministas, son homosexuales, son afrodescen-
dientes. Estas designaciones pueden conllevar prejuicios y cargas
simbólicas negativas para el grupo que es identificado, “las femi-
nistas son amargadas, son lesbianas y odian a los hombres”; “los
efemelenistas son caóticos, no saben gobernar, son destructores”;
“las mujeres son sentimentales, amorosas, y les gusta hacer tareas
domésticas”; “los indígenas son haraganes”, decían en la colonia.
Entones esta hetero-designación desde los otros está a veces
plagada de prejuicios y de ideas erróneas y una cuestión funda-
mental, desde el feminismo y otras identidades, es darse cuenta
que nos han asignado una falsa identidad y es cuando asumimos
una imagen inducida de nosotras y nosotros mismos, denigrada
e inferiorizada. Por ejemplo la imagen despectiva sobre nosotras
mismas, que las mujeres hemos asimilado por centurias y que
tiene como consecuencia una pobre autoestima y una sumisión
subjetiva. Resultado esto, de cómo el poder patriarcal designa el
lugar que le corresponde a las mujeres en la sociedad, en desven-
taja en relación con el colectivo masculino.

44
Las identidades son procesos definidos individual y co-
lectivamente, en diálogo con otros y otras, en procesos históricos
y prácticos, en relación con el entorno. Las identidades también
son porosas, son flexibles, se intersectan unas con otras.

En El Salvador podemos hablar de una identidad femi-


nista y de identidades feministas. Una pionera de la identidad
feminista de El Salvador sería Prudencia Ayala, que ha sido una
figura emblemática por la lucha de los derechos de las mujeres.
También las mujeres revolucionarias, porque con su práctica es-
taban poniendo en ejercicio el derecho a la participación política.
Tenemos las mujeres que lucharon, allí están tres poetas grandes,
Leyla Quintana, Lil Milagro Ramírez y Delfina Góchez. Y Mélida
Anaya Montes, una mujer emblemática, una mujer luchadora que
tenía mucha sensibilidad en el terreno y era una mujer moderna,
muy intuitiva, de los años 70, en identificar las cuestiones de las
mujeres.

Otra de las mujeres es Norma Virginia Guirola de Herrera,


comunista y feminista que funda la primera organización de mu-
jeres en los 80, porque antes había estado en la Liga Femenina.
Ella crea el Instituto de investigación, capacitación y desarrollo
de las mujeres (IMU). Entonces estas mujeres de alguna manera
nos visibilizaron en la lucha revolucionaria, no solo en el colectivo
masculino. Aunque el 30% de los combatientes eran mujeres, nos
visibilizaron.

La lucha revolucionaria en los 70, 80 y principios de los


90, si bien había significado para muchas mujeres romper con un
rol tradicional de madresposas, una vez terminada la guerra, las
mujeres se reinsertan para continuar con la tradición y el conser-
vadurismo de la mujer para la casa y el hombre para el mundo
público. Así lo expresa un estudio de la Fundación 16 de Enero:
“Antes de la guerra, el 57% de mujeres entrevistadas afirmaban
que trabajaban fuera del hogar, mientras que un año después de

45
los Acuerdos de Paz, el 95% se dedicaban al trabajo doméstico”.
Entonces hubo una involución en el rol de las mujeres, tal como
lo han dicho las organizaciones feministas de este país. Terminó
la guerra y las mujeres todavía no habíamos logrado los derechos
como mujeres. Comienza una nueva etapa a partir de los Acuerdos
de Paz y es allí donde se generan nuevas identidades, aunque ya
existían en el período de la lucha revolucionaria, como los artistas,
indígenas, etc. Las mismas organizaciones de mujeres estaban
estandarizadas en la categoría de lo popular y por el lado del
gobierno de El Salvador, se concebía una sociedad uniformada en
clave masculina, mestiza, heterosexual, cristiana y conservadora.
Entonces no se veían tampoco las otras identidades. La sociedad
salvadoreña, como sabemos, viene de una tradición autoritaria,
de desigualdades de clase, pero también de desigualdades de
género que están basadas en el dominio de los hombres como
género sobre el colectivo de mujeres, con consecuencias de des-
igualdad para las mismas. Desde la familia, la iglesia, la escuela y
las leyes se promueven visiones y acciones discriminatorias hacia
las mujeres, instalando un sistema de desigualdades.

Hasta antes de la lucha de los organismos de mujeres


la violencia contra las mujeres era vista como natural y existían
mínimas regulaciones para sancionarla. Hasta mediados de los 90
las mujeres contamos con una nueva ley que nombra la violencia
intrafamiliar. Antes solo estábamos registradas en el Código de
Familia, pero dentro del ámbito de la familia.

Los gobiernos dictatoriales y las dictaduras civiles pro-


movieron la imagen de la mujer en la familia, que fue reforzada
por los gobiernos civiles de ARENA. En 1993, sólo el 53% de
mujeres y hombres utilizaba anticonceptivos, y sólo el 33% de la
población pobre tenía acceso a ellos. Hoy andamos por el 67 %,
según la FESAL.

46
Hay una carencia tremenda en este período de 1992, don-
de surgen estas nuevas identidades, las identidades feministas y
otras identidades que se despliegan basadas en la autonomía, en
relación a las organizaciones político militares del FMLN. Esta es
una cuestión interesante. Las feministas jugaron un papel clave
en la construcción y el imaginario de las identidades colectivas.

Los procesos que llevan construir identidades colectivas


e individuales son complejos. Un primer elemento importante en
la conformación de la identidad feminista es reconocer cómo la
realidad de discriminación se manifiesta en la vida personal, se
establece pues un diálogo personal consigo misma.

Nos dice Gilda Parducci, feminista salvadoreña: “Me


inquietaba ya el tema de las mujeres. La vivencia como mujer
misma me va generando situaciones de disconformidad con la
realidad. Por ejemplo, a mí nunca me cuadró por que cuando yo
me casé, yo era la que tenía que dedicarme de lleno a cuidar a mis
hijos e hijas, a cuidar de la casa o arreglar comida, mientras que la
otra parte se seguía formando profesionalmente”.

Otra feminista, Candelaria Navas expresa: “El día que


cumplí 30 me hice la pregunta y me respondí: ¡no me gusta, no
me gusta sentirme sola! Sentir que no tengo apoyo. Empecé a
analizar que hay que compartir la educación de los hijos y tam-
bién tomé la decisión de no tener más hijos, porque todo eso es
parte de la liberación”.

El feminismo cuestiona y enfrenta el modelo de género


tradicional, no sin consecuencias para los varones. En los hombres
el impacto se evidencia en la nostalgia del rol del dominio y pri-
vilegios tradicionales masculinos, el desconcierto, los conflictos
de pareja por la redistribución del poder y de la autonomía de las
mujeres.

47
“Él piensa que la mujer es para que cuide al hombre, que
debe pedirle permiso para ir a miar, para todo”, nos dice Inés
Avilés, campesina organizada que se reconoce feminista y aparece
en el libro Soy feminista y qué, de Sandra Moreno. Otros, una mino-
ría, comienzan a cambiar sus prácticas en función de la igualdad.
Gilda Parducci expresa: “Yo empiezo a cambiar totalmente y él
intenta cambiar, por ejemplo asume la corresponsabilidad en las
tareas de la casa”.

La identidad de las feministas es dialógica, en tanto que se


construye personalmente, pero también en diálogo con las otras y
los otros. Hay una dimensión personal y una dimensión colectiva
de la identidad que se interconectan.

Morena Herrera lo expresa de manera diáfana: “Todas


veníamos de una participación de izquierda por años, entonces
cuando nos juntamos con las otras y empezamos a reflexionar. Eso
tomó otra dimensión, ya que siendo en un principio problemas
individuales de cada quien, ahí había entre las diferentes historias
personales, de subordinación y discriminación, un hilo común
que nos vinculaba”. Estas mujeres posteriormente fundaron la
Asociación de Mujeres por la Dignidad y la Vida, Las Dignas.

Cuando las identidades se vuelven colectivas conformas


categorías sociales: las feministas salvadoreñas.

A principios de los noventa, muchas mujeres que forman


parte de las actuales organizaciones de mujeres y feministas com-
partieron sus vivencias y experiencias de la lucha revolucionaria
y la guerra, haciéndolo desde una lectura feminista, identificando
desigualdades de género, discriminación, violencia, poder des-
igual entre mujeres y hombres, y llegaron a la conclusión que
las organizaciones revolucionarias eran sumamente patriarcales,
muchas de ellas se retiraron de la militancia revolucionaria.

48
La búsqueda de autonomía ideológica y política fue un
factor fundamental para construir estas nuevas identidades: “No
podíamos surgir atadas a partidos, porque no íbamos a poder
trabajar. Nosotras no somos personas que podemos vivir sub-
yugadas, ni en lo privado ni en lo público, esto es determinante,
y se tuvo que reconocer que no estábamos atadas a un partido,
para presentar reivindicaciones que estuvieran dentro de una
Plataforma”, sostiene Yolanda Guirola, fundadora de CEMUJER.

En los noventa la ola feminista iba en ascenso. El feminis-


mo en El Salvador fue como un hijo no deseado de la revolución
y las feministas unas hijas no reconocidas de la revolución, ya hoy
si, pero en esa época de los 90 no éramos reconocidas.

En la formación de estas mujeres feministas y otras, que


no da chance para leer sus testimonios, tuvieron que ver varias
feministas extranjeras como Clara Murgalday, vasca; Marcela
Lagarde, mexicana; Alda Facio, costarricense; Julio Falquet, fran-
cesa; entre otras.

Las Mélidas, en su memoria de sus 20 años de existencia


lo plantean así: “Nuestra primera maestra fue Clara Murgalday,
feminista vasca. Con ella aprendimos nuevos conocimientos,
categorías y conceptos como el de discriminación hacia las mu-
jeres, desigualdad entre los géneros, construcción social de los
géneros, etc.”

La realización del VI encuentro feminista de América


Latina y el Caribe aquí en el país nos abrió ventanas y puertas
a las mujeres en el intercambio, en la reflexión feminista sobre
quiénes éramos, quienes somos y qué queríamos hacer. También
otro de los hitos importantes en la construcción de esta identidad
fue la elaboración de la plataforma de las mujeres salvadoreñas
Mujeres 94, como resultado de ese entusiasmo y compromiso
político feminista para presentarla a los candidatos y candidatas
a la presidencia.
49
Y cuáles son las claves que aporta la identidad feminista
al país. ¿Por qué? Creemos que tiene importancia en relación al
abordaje de la realidad de las mujeres, sus necesidades, condición
y posición; desplazando así al sujeto universal masculino. No es
que se niegue la existencia de los hombres, pero vivimos en una
realidad que es de mujeres y hombres, y hay que visibilizar a la
mujer en esta realidad. Esto se refleja en todos los análisis reali-
zados abarcando y problematizando las distintas dimensiones en
que nos movemos las mujeres: la economía, la política, lo social,
lo cultural, lo espiritual.

Visibilizar a las mujeres como diversas y plurales. No


existe la mujer, somos mujeres campesinas, obreras, de clase
media, lesbianas, políticas, empleadas, amas de casa, trabajadoras
sexuales, etc. No existe una mujer, sino las mujeres diversas y
plurales.

Otro aporte importante es abordar la centralidad del


cuerpo de las mujeres, su autonomía, su derecho al placer, a la
definición propia de la identidad sexual, al control de la repro-
ducción, a la maternidad libre y voluntaria, la sensualidad y el
erotismo. Así lo personal se politiza. El cuerpo como primer terri-
torio a liberar, transitar del empoderamiento privado a lo público
a través de cuerpo.

Una cuestión central del feminismo ha sido validar la


subjetividad de las mujeres como fuente de reflexión y conoci-
miento. Así como promover procesos de sanación para la sique
dañada de las mujeres a raíz de la cultura patriarcal no solo de
la guerra también la guerra tuvo efectos, pero también la cultura
patriarcal en mujeres igual en hombres.

Las feministas han denunciado la opresión, la violencia


contra las mujeres, las desigualdades de trato entre mujeres y
hombres, el androcentrismo en la política, la invisibilización de

50
las mujeres en la historia, la academia, las artes; consecuencia de
las relaciones de poder desigual entre mujeres y hombres en la
sociedad. Pero no se han quedado allí y se han propuesto medi-
das, mecanismos y normativas para cambiar dicha situación. En
término dos años se ha aprobado en nuestro país, y gracias a las
mujeres parlamentarias del FMLN y de todos los partidos polí-
ticos, la Ley contra la violencia hacia la mujeres y la Ley de igualdad.

Las feministas han cuestionado la naturalidad de los


géneros y los han develado como construcciones maliciosas que
perjudican a mujeres y hombres, oprimiendo a las primeras y
deshumanizando a los segundos. Ha propuesto la deconstrucción
cultural de los géneros para arribar a nuevos modelos de relación
igualitaria.

Las feministas han promovido una cultura de no violen-


cia, no solo y como parte central de sus estrategias para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, sino todo
tipo de violencia, incluida la callejera. No digamos un golpe de
Estado.

Las feministas promovieron, fortalecieron y ensancharon


las organizaciones de mujeres que suman ahora más de 450 a
nivel local y 14 organizaciones a nivel nacional. Han creado redes
para la acción social transformadora en el terreno político, de la
salud, del desarrollo local, de la no violencia. Han aportado a la
política y la academia, las artes y la ciencia.

Las feministas han cuestionado el autoritarismo de una


democracia carenciada, sus métodos, procedimientos y valores
inigualitarios.

Han aportado a la cultura con la recuperación de la


memoria histórica de las mujeres salvadoreñas y la conmemo-
ración de fechas emblemáticas, como el 25 de Noviembre, Día

51
internacional de la no violencia contra las mujeres; el 8 de Marzo, Día
internacional de las mujeres; el 28 de Septiembre, Día internacional de
la despenalización del aborto; el 28 de Junio, Día del orgullo lésbico y
gay, entre otras. Se ha incorporado a los movimientos sociales con
creatividad, humor e irreverencia.

¿Cuáles son las tensiones que existen en el feminismo y


movimiento feminista? Son varias, pero entre las que vamos a
mencionar está el aborto. No todas las mujeres del movimiento de
mujeres están a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.
Crea tensiones aún dentro de las mismas feministas.

Otra es el lesbianismo como la parte oscura, como dicen


las mismas lesbianas, “las lesbianas son el lado oscuro del femi-
nismo”, por el temor a ser seducidas y allí enfrentan los mismos
miedos las mujeres heterosexuales del movimiento, que son
mayoría.

El enfoque heterosexualizado del derecho de los derechos


sexuales y reproductivos tiene consecuecias. Otro problema son
las desigualdades de clase y de qué manera a veces se obvia den-
tro del movimiento. Todas somos mujeres y vivimos violencia.
Pero por ejemplo, vimos el caso de la señora de Samayoa. Desde
mujeres de clase alta, hasta los sectores populares sufren la vio-
lencia. Pero también vemos diferenciaciones de clase, nos impacta
de manera diferenciada a la hora de vivir nuestros derechos.

Los antagonistas principales.

La cultura patriarcal manifiesta en las estructuras de poder: las


familias, partidos políticos iglesias, manifestaciones fundamenta-
listas. Tenemos que identificarla e irlos destruyendo.

52
Grupos antiderechos como Sí a la Vida. Jerarquías de
algunas iglesias, como la católica, por eso promovemos la necesi-
dad de un Estado laico que respete las creencias y que no asuma
la defensa de una o algunas iglesias en particular.

El neoliberalismo y el capitalismo. Los gobiernos de dere-


cha en el país han seguido medidas orientadas en empobrecer a la
gente como la privatización.

Las alianzas se dan con todas las organizaciones y sec-


tores sociales que podamos enfrentar tanto la opresión de clase,
como la opresión de género idealmente. Contra las medidas neo-
liberales hemos luchado, en la huelga de la salud, por ejemplo,
las organizaciones de mujeres hemos estado incluidas. Lo que
queremos es que así como nosotros nos incorporamos a las luchas
populares o contra la minería, también los hombres se incorporen
a la lucha de los derechos de las mujeres. Esa es la parte difícil.
Desde centenarios años hemos andado en las luchas populares,
eso ya está demostrado, pero lo otro es más difícil.

Otras alianzas se dan con el FMLN en algunas alcaldías;


con el grupo parlamentario de mujeres establecemos algunos
puntos de agenda, ellas han sido un factor muy importante para
el desarrollo de las leyes marco como la de la Igualdad y la No
violencia contra las mujeres.

En el siglo XXI han emergido nuevas identidades feminis-


tas que me gustaría hablar como una sola. Estamos las feministas
históricas, aquí está Lorena Peña, Vilma, Ana Francis.

Pero también han emergido las nuevas identidades fe-


ministas como las sindicalistas feministas, mujeres de trayectoria
obrera que luchan por la igualdad en la participación sindical,
contra el acoso sexual, recuperan la memoria de las mujeres sindi-
calistas y revolucionarias, sensibilizan a mujeres y hombres sobre

53
la necesidad de deconstruir identidades patriarcales y construir
relaciones no opresivas entre mujeres y hombres. Las mujeres
jóvenes feministas, algunas son menores de 18 años y ya están
sensibilizadas sobre temas como el acoso y el abuso sexual, los
derechos sexuales y reproductivos, los derechos de las mujeres
a la educación, la salud, la participación política, entre otros
derechos. Las lesbianas feministas jóvenes y adultas, reivindican
su lesbianismo, cuestionan la heterosexualidad obligatoria, lo
hacen visible, lo politizan sacándolo de lo privado. Promueven
relaciones de horizontalidad, apoyo y hermandad entre ellas .Las
expresiones culturales de jóvenes feministas, malabares de fuego,
performance denunciando la violencia contra las mujeres, body
art y estatuas simbolizando la libertad, la opresión, el placer, la li-
bertad. Las académicas feministas, investigando, como docentes,
promoviendo la deconstrucción de las identidades patriarcales en
jóvenes mujeres y hombres. Las feministas de Estado, aportando
como funcionarias desde distintas profesiones en las instituciones
del Estado: Asamblea Legislativa, ISDEMU, ministerios, autó-
nomas, etc. Las teólogas feministas, mujeres que cuestionan las
lecturas androcéntricas y patriarcales de los libros sagrados como
La Biblia y los mandatos eclesiales.

En relación al Feminismo y cultura Jürgen Habermas, teó-


rico de la democracia, expresa que “el feminismo no es asunto de
una minoría, se dirige no obstante contra una cultura dominante
que interpreta la relación entre los sexos de un modo asimétrico
que excluye la igualdad de derechos. Ni la comprensión que en
clave cultural las mujeres tienen de sí mismas, ni su contribución
a la cultura común encuentran su debido reconocimiento. Bajo las
definiciones dominantes tampoco cabe articular de manera sufi-
ciente las necesidades femeninas. Por ello, la lucha política por el
reconocimiento se inicia como una lucha por la interpretación de
las aportaciones y de los intereses específicos de las mujeres. En la
medida en que esa lucha tiene éxito, cambia junto con la identidad

54
colectiva de las mujeres también la relación entre los sexos y acaba
directamente afectada la comprensión que los varones tienen de
sí mismos. El catálogo de valores de la sociedad en su totalidad
se pone en discusión; las consecuencias de esta problematización
penetran hasta en la esfera privada y afectan también a los límites
establecidos entre las esferas pública y privada”.

La propuesta es una revolución cultural donde haya hom-


bres y mujeres menos rotos, más plenos y humanos, en una rela-
ción de cooperación de igualdad, respeto y amor. Porque venimos
a este mundo a ser personas amorosas, felices y pacíficas, ese es el
ideal. Lo que hay es una cultura de desigualdades de género, de
clase, de etnia, que nos dividen y no nos permiten ser felices y a
la vez no permiten que florezcan las diversas identidades en una
sociedad que debería ser plural, diversa. Gracias.

55
Las migraciones salvadoreñas en la construcción
del nuevo nosotros

Miguel Huezo Mixco


Escritor e investigador

B uenas tardes, me han hecho el honor de invitarme a esta casa


del FMLN. Hemos hablado en estas semanas con Lorena, me
gustó mucho que tomen en cuenta nuestro trabajo.

Lo que voy a presentarles es una aproximación bastante


breve a un tema que es bastante extenso y el título es este “Las
migraciones salvadoreñas en la construcción del nuevo nosotros”. Esta
noción de “nuevo nosotros” es de la perspectiva de las personas
que hicimos esta investigación, de la cuales les voy a presentar un
resumen.

Entiendo que a todos les han dado una versión del libro
que se llama Un pie aquí y otro allá, que es una secuela de la inves-
tigación que hicimos. Les voy a contar a grandes rasgos de qué se
trata la investigación.

57
La investigación se hizo en el marco del programa de la
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Esta es una presen-
tación oficial, en ese sentido, del PNUD. He pedido autorización,
desde luego, para compartirla con ustedes.

En el año 2005 hicimos una investigación que, me voy a


permitir la palabra, fue bastante pionera. Nosotros percibimos que
el fenómeno de las migraciones estaba siendo apreciado desde
una perspectiva bastante estrecha. Fundamentalmente desde la
perspectiva económica había mucho interés y lo sigue habiendo.
Cuánto viene desde Estados Unidos anualmente.

Lo que pasa es que la remesa, como lo voy a explicar un


poco más adelante, aunque tiene un signo económico, es también
un gesto evidentemente cultural. Es un gesto, en última instancia,
también de solidaridad y es un gesto que sin duda está llevando
al interior de la familia salvadoreña más cosas que simple dinero
o mucho más que simples objetos y regalos.

Lo primero que nosotros vamos a tratar de entender sobre


la investigación que hicimos, es que la sociedad salvadoreña se ha
convertido en una sociedad completamente diferente a la que no-
sotros conocíamos hace veinte o treinta años. Nos hemos conver-
tido en esto que se da en llamar, desde la perspectiva teórica, una
sociedad transnacional. Eso tiene una manera de explicarse, y lo voy
a hacer desde un fragmento de un texto de un colombiano que se
llama Jorge Franco, autor de una novela que se llama Paraíso travel
(2001). No es una gran novela pero fue una novela muy exitosa,
incluso fue traducida en Estados Unidos. Sus obras también se
han llevado al cine. Es autor de una novela muy famosa llamada
Rosario tijeras.

Paraíso travel cuenta el trayecto y la aventura de una mu-


jer que se llama Reina que llega a Estados Unidos, justamente a
una zona que se llama Queens, en Nueva York. Entonces, en un

58
momento de la novela, cuando la mujer está en Estados Unidos
y le pasan una serie de incidencias dice: “Cuando la gente sale
de su país se convierte en la caricatura de los que se quedan”.
Esta alusión es bastante equivocada desde la perspectiva del es-
tudio que nosotros hicimos, más bien, es todo lo contrario. En El
Salvador lo que está ocurriendo es que el país se está convirtien-
do, un poco, en la caricatura de los que se van. Quiere decir que
la influencia de los que se van es tan fuerte y es tan grande que el
país comienza a parecerse menos a sí mismo, a la idea de país que
teníamos hace dos o tres décadas, y comienza a parecerse a una
idea de país muy diferente, que tiene que ver un poco mas con la
vida de los salvadoreños que viven en Estados Unidos. Una vida
en los Estados Unidos que no es una vida aislada, sino que se
producen ciertos enclaves culturales, fundamentalmente enclaves
culturales no típicamente gringos. Lo gringo es una cosa que se
usa para designar una realidad demasiado compleja. Se producen
enclaves fundamentalmente mexicanos, tipo chicanos. Entonces
nosotros en El Salvador de alguna forma estamos absorbiendo,
vía esa relación dialéctica entre los que estamos aquí y los que
están allá, esa influencia y hemos empezado a ser una sociedad
completamente diferente.

Decía entonces que los inmigrantes están refundando, en


general, un nuevo país, no solo por el dinero que envían, sino
por influencia cultural. Sus localidades de origen, Intipucá, Santa
Elena, cualquiera que sea de donde ellos salieron tomando todos
los riesgos, poco a poco también comienza a parecerse, por ejem-
plo, a los barrios latinos de Los Ángeles, en California, y a su vez
ciertas zonas de Los Ángeles se parecen mucho más a ciudades
salvadoreñas como Soyapango.

Bueno, con Lorena coincidimos en Los Ángeles en un


evento oficial. Ella iba por parte de la Asamblea Legislativa y
yo iba por parte del PNUD a un evento en la Universidad de

59
California. Me tocó andar mucho tiempo en el carro. La ciudad
es inmensa y, en general, bastante fea. El hotel donde estábamos
hospedados estaba muy cerca de una zona que es fundamental-
mente salvadoreña. Entonces, en la tarde, después que salíamos
de esas reuniones larguísimas, nos dábamos una vuelta por esta
zona de los Ángeles o nos movíamos para la zona de Pico, en
la intersección por Unión, y uno se siente ahí como que está en
San Salvador, Soyapango o San Martín. El clima social que se
respira es muy parecido al nuestro y, al mismo tiempo, muchos
de nuestros pequeños cantones y caseríos comienzan a parecerse
un poco, en cierto mimetismo, a unos barrios en Estados Unidos.
Si alguno de ustedes ha ido a los festivales de invierno en Torola,
Morazán, verán que la calle de acceso a Torola está llena de una
serie de pequeñas mansiones construidas por migrantes salva-
doreños que son réplicas de estilo de vida en el gusto que estos
salvadoreños han asimilado, por una razón muy sencilla: son ellos
quienes están construyendo esas casas en Estados Unidos, las han
aprendido a hacer. Entonces, vienen aquí, conocen los planos,
conocen los materiales, las leyes de esa materia y, con el dinero
que han ahorrado, reproducen esas casas y las vemos nosotros al
lado de aquellas otras casas campesinas tradicionales de tejas que
nosotros conocimos antes.

Entonces, decimos nosotros que el migrante debe ser una


modificación, son un “nuevo Adán” y una “nueva Eva”. Vamos a
decirlo así: este inmigrante viene a ser eso, un fundador y un pa-
ria. Un fundador en el sentido que es una persona que le da inicio
a una nueva estirpe, y un paria porque igual que el caso de Adán
y Eva, que fueron expulsados en esa leyenda Hebrea del paraiso,
nuestros inmigrantes son un poco como esa pareja paria que tuvo
que salir para fundar una nueva era, una nueva edad, una nueva
estirpe. Además, en el caso Salvadoreño, se trata de campesinos
y no solo campesinos, pero principalmente campesinos desterri-
torializados. Es decir, que están desarraigados del territorio, del

60
entorno en donde ellos nacieron, crecieron, algunos se educaron,
convivieron; pero que se reterritorializan, es decir, vuelven a
tomar arraigo, vuelven a tomar como suya la diáspora, el lugar
a donde ellos van, a donde terminan en buena medida por con-
tingencias de la vida, porque no siempre el migrante cuando dice
“voy a trabajar a un lugar a Los Ángeles”, va a trabajar a ese lugar,
sino que se mueve a otra ciudad por necesidades mismas del mer-
cado laboral. Ahora más, recientemente el surgimiento de leyes
antiinmigrantes está presionando la migración entera en Estados
Unidos de la fuerza laboral centroamericana o salvadoreña.

Al mismo tiempo, este campesino es un habitante de las


ciudades globales, de ciudades grandes como Nueva York. Toda
la zona de Long Island, por ejemplo, que es una península que se
mete en el mar y está fundamentalmente habitada por salvado-
reños. Es una de las grandes ciudades salvadoreñas en Estados
Unidos, aparte de Los Ángeles que sin duda, como ustedes ya
saben, es la segunda ciudad salvadoreña del país. Más que Santa
Ana y más que San Miguel, quiero decir, cuatro veces Santa Ana
y San Miguel juntas y la población salvadoreña que está en Los
Ángeles.

Pero toda esa vivencia que tienen allá, esa vida que
realizan allá, tiene una referencialidad emocional cotidiana
a un lugar remoto donde ellos nacieron, donde está su abuela,
su abuelo, los padres, los sobrinos, las sobrinas, los hijos, que
se llama El Salvador o se llama Cojutepeque. Es decir, esa es la
transnacionalización dicha de manera muy emocional, sin entrar
en la parte teórica-académica. Son personas y familias que viven
simultáneamente.

La teoría del transnacionalismo desarrolla un concepto


clave que es el de la simultaneidad, vivir simultáneamente en dos
lugares. Eso es posible por la revolución electrónica que estamos
viviendo nosotros. No me dejarán mentir ustedes, que muchas

61
de las decisiones importantes que se toman en las casas en mu-
chos lugares de El Salvador, se hacen en negociación directa, vía
telefónica o Skype con los salvadoreños que están en Estados
Unidos. ¿Dónde va a ser la fiesta? ¿Qué se va a poner? ¿Qué le
van a comprar?

Las fiestas patronales, por ejemplo, son los migrantes que


se han convertido en una gran medida los donadores de recursos
para que se celebren en los caseríos empobrecidos de nuestro
país, y eso lo hacen telefónicamente con el consejo municipal, con
los organizadores. Es decir, estamos en una comunicación per-
manente. Ese flujo permanente de convivencia y no solamente de
dinero. (El dinero está de por medio y no tenemos remedio), es el
quinto elemento que se llama transnacionalismo.

El país va a tener una mirada mucho más integral y mu-


cho más rica del país cuando integre la mirada transnacional del
fenómeno. La pobreza de El Salvador no es posible entenderla
sin la pobreza de los salvadoreños que están en Estados Unidos,
que para nosotros son gente que tiene un nivel de vida bastante
más alto que el promedio nacional, pero que están habitando en
cinturones de pobreza en Estados Unidos también.

Las políticas públicas nacionales, de las que tanto se


habla, son políticas nacionales publicas que si tienen una mirada
transnacional, van a ser mucho más ricas. Nosotros decíamos
lo siguiente: los grandes diagnósticos que están haciendo en El
Salvador en los últimos treinta años. El último gran diagnostico
hegemónico preparado por un tanque de pensamiento de la em-
presa privada, que se logró alrededor de 1989, que hizo posible
todo este cambio y que tuvo como consecuencia la privatización y
todo lo demás, fue un diagnóstico que estaba diagnosticando un
país que no existía. Ellos consideraron la variable de las remesas
como una variable menor, como una variable que iba muy pronto
a desaparecer y no se dieron cuenta que esa estrategia de sobrevi-

62
vencia de los pobres estaba transformando al país. Ahora estamos
en un país completamente diferente y estamos sin rumbo porque
no encontramos el camino para que todas esas medidas que se
tomaron integren a esta otra parte de la salvadoreñidad.

La remesa no es dinero solamente. Y vuelvo al punto


inicial: las remesas son fundamentalmente cultura. Esto nos va
a llevar al tema de la plática que es el tema de las identidades.
Dice el texto: “Las remesas del dinero son un resultado y a la vez
un eslabón de una infinidad de decisiones tomadas por actores
sociales (individuos o familias) en un proceso de negociación
muy complejo que involucra a personas y a grupos a ambos lados
del giro de dinero: Estados Unidos y El salvador”. “La remesa no
es solo un acto económico, sino también el perfil de complejas
relaciones sociales y emocionales”. Yo no le mando dinero a una
persona estando tan lejos si no tengo con ella algún vínculo, un
lazo, alguna emoción, algo que me identifique con ellos. La reme-
sa sin duda es dinero, pero sobre todo la vamos a entender como
un vínculo emocional, como un vínculo subjetivo con un fuerte
eslabón cultural que está moldeando nuestra forma de ser, de
vivir, de pensar, de hablar. Cuando hablamos de migraciones no
tenemos solamente que explorar cuánto vino, cuánto bajaron las
remesas, si subieron, sino que tenemos que explorar cómo llaman
los expertos en temas culturales, la subjetividad. Voy a decirlo de
una manera muy rápida: la vida interior y cómo esa vida interior
se expresa en la vida cotidiana, en los gestos desde que uno se
levanta hasta que se va a la cama.

Les voy a leer este texto que dice: “Todos los aspectos que
se toman en cuenta a la hora de explicar los flujos migratorios
y sus consecuencias suelen ser aspectos objetivos”. ¿Cuánto pis-
to? ¿Cuántos se fueron? ¿Cuántos fueron capturados? ¿Cuántos
fueron deportados? “Se olvida la dirección subjetiva de las diná-
micas migratorias y con ello la posibilidad de poner en relieve la

63
individualidad, la irreducible singularidad de los hombres y las
mujeres que son los protagonistas de las migraciones”. Una vez
hemos hecho esa reflexión, que fue expuesta muy rápidamente en
estas cuatro láminas que les he pasado, comenzamos a tratar de
generar un concepto que nos ayudará a aprender esa dimensión
tan compleja y a la vez tan inasible. Nosotros encontramos esa
noción que se llama El nuevo nosotros y nosotros somos nosotros,
desde luego, pero nosotros ya no somos solo nosotros, hay otros
que están en medio de esto. Otros, que de alguna manera y creo
que en esta exposición tengo algunos ejemplos claros que lo prue-
ban, no siempre son vistos por nosotros como parte de nosotros.

Hicimos una investigación más o menos extensa con una


serie de grupos focales, con empresarios y con encomenderos, que
en ese momento había un grupo muy fuerte de ellos, gente que
traía y llevaba encargos a familias a Estados Unidos y El Salvador,
jóvenes, políticos de todas las denominaciones y también indí-
genas. Para nuestra sorpresa, una de las conclusiones a las que
llegamos era que los políticos decían que los migrantes no tenían
por qué decidir sobre el país si estaban tan lejos, “no conocen este
país”, decían. ¿Por qué vamos a darles un poder de decisión? La
provocación que nosotros les lanzábamos en ese momento era el
ejemplo de los franceses de crear un “parlamento de altamar” para
que las comunidades francófonas, que están fuera del territorio de
Francia pudieran ser representadas, “¿es eso posible en el país?”
Preguntábamos. “No, no, no, respondían. Ellos no saben del país,
ellos están bien allá y mantengámoslos lejos”. Naturalmente, in-
cluso con los grupos indígenas con las cuales tuvimos un grupo
focal muy interesante, participaron dos etnias con hombres y
mujeres algunos muy mayores, jóvenes algunos otros. Llegaron
a decir que los migrantes eran la expresión de la mala semilla
que estaba pudriendo a El Salvador porque los migrantes lo que
estaban haciendo era pervertir las tradiciones más profundas de
los pueblos originarios. Es complicado. Nosotros tenemos un

64
enorme respeto por la cultura de los pueblos originarios, pero lo
que estaba ocurriendo tampoco puede ser visto solo con desdén.
Decían “estos son una prolongación de la conquista”. Entonces
nosotros no siempre miramos a esos otros como parte de noso-
tros. Ahí reside uno de los grandes desafíos culturales que tiene
este país, en asumir a este gran grupo que significa alrededor del
30%. Si aquí habemos 100 personas 30 o 27 los vamos a mandar
para Estados Unidos, es muy significativo. Estamos cinco veces
por encima del promedio mundial, mucho más que el promedio
latinoamericano de emigrantes. México, que es un país muy
migrante, tiene en Estados Unidos alrededor del cuatro punto
y algo por ciento de su población, nosotros tenemos el 27% de
nuestra población, siendo tan pequeños. Es una cosa fuerte.

Entonces, decíamos que la amplitud y el impacto de la


migración en la economía, en la política y en la cultura llegó a
proponer la necesidad de construir un nuevo nosotros. Con esa
propuesta, eminentemente cultural, se intenta advertir que los
salvadoreños del siglo XXI estamos viviendo una mutación que
requiere una nueva forma de representación colectiva capaz de
delinear la diversidad de identidades que están emergiendo. La
idea de los salvadoreños que nosotros tenemos, les puedo asegu-
rar es anticuada. Si hacemos aquí un test y preguntamos cuál es
su idea de los salvadoreños, con excepción respetable sin duda.
Todos tenemos una idea de los salvadoreños que corresponde a
una realidad de una sociedad, que no es esa realidad de la que
estamos hablando en este diálogo, sino la realidad creada por los
migrantes.

Entonces decíamos, como haciendo una serie de reco-


mendaciones, que El Salvador no solo necesita reducir las brechas
económicas y sociales, responsables en medida importante del
éxodo migratorio. Por supuesto que hay que hacerlo, pero el reto
es mayor. Necesitamos hacer efectivo el ejercicio de una ciuda-

65
danía sustantiva, ejercida y socialmente reconocida. Hay que
reconocer que el paso que ha dado el gobierno actual en abrir la
posibilidad del voto en el exterior va a cambiar completamente lo
político. No sabemos qué es lo que va a cambiar todavía. El PNUD
se siente muy orgulloso de haber trabajado juntamente con el
Viceministerio de Relaciones Exteriores en la formulación de este
proyecto, de este proceso. Pero cuando nosotros escribimos eso, la
idea de un voto en el exterior era una cosa sumamente remota y el
voto en el exterior no es una cosa sumamente remota y tampoco
necesariamente lo único importante. Hay otras cosas importan-
tes, pero hace falta un ejercicio de una ciudadanía sustantiva por
parte de los migrantes en el territorio salvadoreño. Luego también
establecer, mejorar y sostener en el tiempo los vínculos con su po-
blación en el exterior, para que ésta tenga posibilidades formales
de incidir en las decisiones que se tomen sobre el rumbo del país.
Esto quizá puede sonar un tanto esotérico, significa que nosotros,
como país, tenemos un gran huevo, y es que tenemos que ver de
qué manera sostenemos en el tiempo los vínculos con aquella otra
parte de nuestra familia que está allá. No solamente por intereses
económicos, porque demás está decir que el día que aquí falle la
remesa sería un desastre económico en el país.

Hablábamos con el alcalde de Los Ángeles en esa re-


unión que fuimos con Lorena y le decíamos nosotros: “Alcalde
Villareinosa usted no es solamente alcalde de Los Ángeles, usted
es, por lo menos, alcalde de 70 municipios más del oriente del
país”. Y es cierto. El dinero que viene de Estados Unidos llega
a dinamizar esas economías locales en donde ya no producimos
nada, si acaso ciertas cosas de subsistencia.

La economía local se dinamiza por la remesa, porque si


esa remesa deja de llegar: la tiendita o el bus se caen. Se comienza
a caer todo. Es un subidón que comienza a caer, y no solamente
nos interesa mantener esos vínculos por esa razón, que no es

66
poca, sino también porque el nuevo país que nosotros estamos
viviendo, y esos que estamos viviendo allá fuera, somos los
mismos. Es decir, ya no somos los mismos de alguna forma, pero
somos parte de una misma nación y una misma cultura, y ellos
siguen, en gran medida, reconociendo al país como su punto de
referencia cultural.

Una de las cosas que descubrimos en esas encuestas y


grupos focales que hicimos, (CEPA nos autorizó a que un grupo
de encuestadores ingresara a la sala de espera del aeropuerto de
Comalapa y, durante dos semanas, se hicieron entrevistas con
las personas que iban para Los Ángeles, Washington, Dallas y
Chicago) fue que las personas que respondían a la pregunta
¿dónde quiere usted que lo entierren cuando muera? La respuesta
que obtuvimos fue que el 75% de las personas decían que querían
volver a morir en El Salvador. El vínculo es muy fuerte.

Aquí les doy las estadísticas que les estaba diciendo. En


términos porcentuales, la población salvadoreña está por encima
de la de México, República Dominicana y Cuba. Nosotros somos
la segunda minoría más importante en Estados Unidos. México y
Cuba eran las más principales, la cifra de inmigrantes de América
Latina y el Caribe, de acuerdo con estimaciones mínimas, equivale
a un 4% de la población regional. En El Salvador los cálculos ofi-
ciales han venido estableciendo que 20 de cada 100 salvadoreños
reside fuera de las fronteras, la mayoría en Estados Unidos.

Voy a hacer un pequeño paréntesis para hablarles tam-


bién de una cosa que es bien interesante: nosotros llevamos los
números enloquecidos, las proyecciones del Censo de 1992, es
decir del Censo anterior que se hizo, estimaban que para 2007 la
población salvadoreña rondaría los 7.1 millones de personas. No
era posible para los demógrafos anticipar la magnitud del flujo
migratorio entre el 92 y el 2007. Cuando fue el siguiente censo. El
censo estableció en 6.1 millones de habitantes la población salva-

67
doreña. Esto puede dar idea de la magnitud de las migraciones.
Nosotros no somos un país que creció en términos poblacionales,
se redujo. Habemos menos salvadoreños, de acuerdo con el censo,
de los que habíamos en 1992. Esta es una estadística que ustedes
conocerán, sobre cuántos salvadoreños hay en el mundo Estados
Unidos, Canadá, Centro América, que es el tercer destino, México,
Sur América, Europa, Asia y el total de esta es una cifra preparada
por el Viceministerio de Relaciones Exteriores: son casi 3 millones
de habitantes.

¿Cómo comenzó todo esto? ¿Cómo fue que llegamos a


esta locura de este país que tiene una tradición migrante? Aquí
arrancamos del período de los años 80, pero sin duda la migración
viene desde antes. Hace unos días, cuando Roberto Turcios fue
incorporado a la Academia de la Historia, hizo una exposición
brillante sobre los flujos migratorios alrededor de los años de la
guerra con Honduras. Y si nos vamos más atrás, encontraríamos
también flujos importantes hacia Panamá y la construcción del
canal, pero aquí dijéramos que ese es un flujo que inició como mo-
vimiento furtivo de emigrantes en los años 80. El resultado, y voy
a terminar con esto, es que se han creado dos círculos: un círculo
vicioso y un círculo virtuoso, que tienen como centro el fenómeno
este del envío de las remesas. Para que veamos que la remesa no es
solo dinero. Para empezar, lo que nosotros vemos como virtuoso
es que hay mayor estabilidad macroeconómica gracias a ese di-
nero, hay un desarrollo de habilidades empresariales nuevas por
parte de los migrantes que están replicando en el interior del país.
Hay mayor sentido de ciudadanía también. El salvadoreño que se
educa en Estados Unidos tiene una mayor propensión a reclamar
sus derechos de consumidor, y no solamente esos, sino derechos
ciudadanos. Hay una contribución importante estadísticamente
demostrable de la remesa, cuánto ha ayudado al combate a la
pobreza y también ha mejorado la calidad de vida de importantes
contingentes de poblaciones del país, que de otra manera estarían

68
sumergidos en la pobreza extrema. También tenemos otro círculo
vicioso. Y es que de acuerdo con las encuestas que hicimos y las
entrevistas, se considera que el migrante lo que está promoviendo
es un desprecio a la identidad. “Ya los muchachos andan vestidos
como raperos, ya oyen otro tipo de música que no es la que noso-
tros solíamos escuchar antes”. Generan cierta aversión al trabajo,
la gente está en la hamaca esperando que le venga la remesa. Eso,
no solo es una verdad, sino también una mentira. Es decir, esto
también se explica. Eso me lo decía un jovencito que nosotros
entrevistábamos decía: “¿por qué yo ahora que recibo una cierta
cantidad de dinero significativa tengo que ir a cortar caña en
condiciones laborales y de salud que no son convenientes?” El
señor a la finca no lo va a mandar, por supuesto. “No, mi hijo
tiene que educarse”. “Entonces no voy y no trabajo”, dice el otro.
También la desintegración familiar, pudre a la sociedad. Además
son vector de pandillas que inducen a más migración.

Termino con esto: El salvador es una comunidad im-


posible en toda esta complejidad que tenemos. “La sociedad
salvadoreña, atravesada por fallas, de larga data, de tipo econó-
mico-social, político y cultural, se está enfrentado al hecho de que
su diáspora, tan grande y tan relevante, ha vuelto más compleja
la idea y la posibilidad de construir una “comunidad imaginada”
Esta es la primera parte del asunto. A partir de esa dificultad de
construir la comunidad imaginada se hace una reflexión de cómo
ha sido la construcción de esta comunidad imaginada, desde la
época federal hasta nuestros días, y cuáles son los desafíos que
tendríamos que tener nosotros en el siglo XXI. Pero de eso vamos
a hablar otro día. Muchas gracias.

69
JORNADA 3
Martes 24 de julio de 2012
Instituto de Ciencias Políticas Farabundo Martí

71
Enfoques críticos sobre el ejercicio
de la ciudadanía

Margarita Velado
Abogada y feminista

B ueno, estas son unas reflexiones inacabadas,


como decimos, en borrador, sobre la crisis de la
soberanía patriarcal y capitalista en nuestro país. A manera
de introducción, una idea: hubo épocas en nuestro país en las
que las fuerzas del terror de las dictaduras se impusieron a la
razón de la ciudadanía, lo que obligó a miles de ciudadanos
y ciudadanas a dejar sus sueños, estudios, trabajos familia y
a luchar política y militarmente por una sociedad más justa
y democrática. Ahora, años después, algunos ciudadanos se
han atrevido a marchar, gritar e indignarse; pero qué mal
que sectores importantes de la sociedad no vean el contenido
patriarcal y clasista detrás de estas acciones “ciudadanas”
que, en realidad, a mi juicio, son en contra de los cambios.

Primero les traeré un punto de referencia de la


ciudadanía patriarcal desigual: la concepción moderna

73
y liberal de ciudadanía tiene como punto de partida
el influyente trabajo del sociólogo británico Tomas H.
Marshall en su estudio La ciudadanía y la clase social, para
quien la ciudadanía requiere de un Estado liberal, fuerte,
democrático, que garantice derechos civiles y, sobre todo,
afirme los derechos de libertad, expresión, pensamiento,
religión, propiedad privada -por supuesto- y justicia; y de los
derechos políticos, que contemple el derecho a participar en
el ejercicio del poder político. En los derechos sociales ubica
el derecho al bienestar y a la seguridad económica. Según
Marshall, los derechos sociales permiten a los ciudadanos y
ciudadanas ejercer realmente sus derechos civiles y políticos;
entonces, para él, las condiciones del ejercicio de los derechos
políticos y civiles son el bienestar y la seguridad económica,
o sea los derechos sociales.

Alejándose un poco del planteamiento de Marshall,


las derechas conservadores en el país y en el mundo sostienen
que asegurar un mínimum vital o un estado de bienestar a las
ciudadanas y ciudadanos, promueve pasividad y una cultura
de dependencia; pretenden con esta idea inhabilitar a las
mayorías empobrecidas del ejercicio de sus derechos.

Para la derecha conservadora, desde sus inicios, la


situación de no poder satisfacer las necesidades personales
y familiares es un obstáculo para el ejercicio de los derechos
políticos y así, nacen los derechos políticos reducidos o
aquellas personas barón blanco y poseedor de bienes, que es
congruente con esta visión.

En una ocasión, gente conservadora, de pro-vida de


Estados Unidos, visitó la Asamblea Legislativa y nos dijo
que es importante quitar las ayudas a las madres de escasos
recursos porque esto las desmotivaría a seguir teniendo

74
hijos; entonces quedó reflejado en realidad cuál es su visión
del ciudadano autónomo. Pero tiene un contra sentido este
planteamiento, esta ciudadanía de desigualdad clasista, la
derecha patrimonialista, se olvida de los múltiples subsidios
públicos que reciben sus empresas, desde subsidios para
promover las exportaciones; rescates financieros millonarios
pagados con fondos públicos; leyes para reducir al mínimo
el pago de sus impuestos; y, para asegurar sus bienes, se
cuidan y crean las sociedades anónimas (para no responder
con su patrimonio frente a riesgos o deudas). Ellos están
bien protegidos con sus bienes, por lo tanto, ¿dónde está la
autonomía que dicen tener para sostener a sus familias?

En nuestro país, el Índice de Desarrollo Humano del


2011 dio cuenta que se subsidiaba más a los ricos que a los
pobres en temas como el gas y la electricidad. ¿Dónde está,
pues, esta idea de productores? El concepto de ciudadanía
dominante oculta su contenido de clase y separa el ejercicio
político de la ética.

Todos y todas somos iguales formalmente ante


la ley, tenemos derecho a la propiedad, al honor y a la
seguridad; pero el PNUD, en el 2011, da cuenta que el 20%
de ciudadanos y ciudadanas más ricos reciben el 52% de
las riquezas del país. El informe plantea que entre 1960 y el
2005, el país sufrió una pérdida de productividad del 42%,
con relación a los Estados Unidos; que en los últimos 70 años
el país ha incrementado su PIB a 1.36%; y que más de 60,000
salvadoreños y salvadoreñas, niños y niñas también, se ven
obligados por la pobreza a salir de nuestro país. Ahora las
y los ciudadanos de ANEP Y FUSADES, están centrados en
temas como reformas legales constitucionales, sentencias y
elecciones de autoridades; obviando su obligación ciudadana
de crear empleos decentes, de incrementar el salario mínimo,

75
de cumplir con las cuotas de las personas con discapacidades
en sus empresas, etc.

Alguna vez se escucha alguna sanción política por


ética de estas instancias, como la interpuesta a la empresa
RECORD por la contaminación de plomo de cientos de
personas en el Sitio del Niño. Entonces no solo vemos la
protesta, sino lo que está al fondo, detrás de la protesta: exigen
mayor participación política, que es un derecho ciudadano,
pero cuando se pretende profundizar sobre esta participación
política y se habla ya no solo de representatividad, sino de
participación política más profunda; se atemorizan con una
mayor participación; con una democracia participativa, en
vez de la democracia representativa, que es la que le conviene
a esta ciudadanía.

Los medios de comunicación cuentan en la construcción


de las ciudadanías. Los grandes medios de comunicación
son instrumentos diseñados para penetrar la vida cotidiana
y moldear las aspiraciones y anhelos sociales de toda la
población; construyen realidades o magnifican visiones y
situaciones. Es una guerra constante por homogenizar a las y
los ciudadanos. Esta plataforma busca hacer a los ciudadanos
y las ciudadanas funcionales para el patriarcado capitalista,
por ello, la regulación de los medios de comunicación y la
democratización del espectro radio eléctrico es una condición
indispensable para que las personas se expresen, se informen
y puedan ser críticos de verdad. El papel de los medios de
comunicación alternativos es vital para generar conciencia
social y construir una ciudadanía alternativa. La construcción
patriarcal de la ciudadanía tiene muchos poros, dentro de los
que hay otras ciudadanías que estamos en la pelea.

Las mujeres salvadoreñas conquistaron su ciudadanía


a elegir o ser electas en 1950; sin precondición alguna de

76
condición económica, y en menos de 62 años los logros han
sido importantes; en total tenemos 142 mujeres que han sido
diputadas propietarias desde 1950 y desde los acuerdos de
paz a la fecha, son 94 mujeres las diputadas; de estas, 72
provienen de las filas del FMLN. Entonces está claro quién
está potenciando estas nuevas sujetas y en dónde están estas
nuevas miradas.

La ciudadanía no es solo un estatus legal, es también


una identidad, expresión de pertenencia a una comunidad
que tiene valores, ideales e intereses específicos; una de esas
identidades es la de izquierda revolucionaria que tenemos
que reforzar y continuar forjando, la pertenecía se nota
porque se ejerce, porque se siente, porque se transmite.
Hace algunos años, en Chalatenango, cerca de Cuatros Pinos
encontré un grupo de niños en una vereda polvosa, todos en
un círculo y comiéndose un pedacito de tortilla, les pregunté
qué estaban haciendo; entonces ellos en voz queda, de niño
inocente, me dijeron “estamos jugando de guerrilleros” y se
sonrieron; eso para mí es una idea de pertenencia de unos
niños que reflejaban en realidad los que ellos veían que
nosotros éramos, en un círculo, no en una columna, en un
círculo que significa igualdad, que significa ida y vuelta,
compartiendo.

En la ciudadanía patriarcal, coexiste la igualdad


política formal-ilusión con la condición de pobreza-vida
real; establece esta ciudadanía la igualdad, fundada con la
identidad, con el sujeto varón como modelo de ciudadano
universal; para que las mujeres seamos ciudadanos, debemos
convertirnos en hombre o ser como los hombres, anulando
nuestras diferencias, planteando modelos de relación hombre-
mujer no recíprocos, sino como la relación amo y esclavo.
Las mujeres han sido incorporadas al orden ciudadano como
mujeres, como subordinadas a los hombres; por lo que el

77
postulado del ciudadano autónomo es imposible para las
mujeres dentro de esta concepción del ciudadano patriarcal.
La ciudadanía es una categoría política centrada en el
ámbito público, pretende apartar el ámbito reproductivo;
el ámbito privado invisibiliza la vida cotidiana, y el trabajo
productivo y reproductivo de las mujeres; y se olvidan o
pretende soslayar la centralidad de este trabajo productivo,
que es el centro de la creación de la cultura y, en definitiva,
de la construcción de la humanidad. Sin vida cotidiana no
hay cultura, no hay política, no hay economía; pero como es
lo central y lo esencial, parece que esta visión patriarcal no
le da la importancia ni la reflexión que se merece a la vida
cotidiana, que es donde se construyen las relaciones sociales.

La igualdad ciudadana patriarcal es negadora de las


diferencias, es intolerante, es discriminativa, es homofóbica,
misógina, violenta y feminicida. Las mujeres, como
grupos organizados, luchancontra este tipo de ciudadanía
homogeneizadora constantemente; perola cultura patriarcal
se impone, con su mecanismo de dominio que es la violencia
de género y como ciudadanía alternativa estamos en una lucha
y procesos de deconstrucción constante de esas conductas
patriarcales con las que somos socializados todas y todos.
Si la mayoría de las y los ciudadanos estamos atrapados
en una relación de subordinación, en la cual se aprende y
se ejerce una civilidad sumisa, dependiente, menos activa;
tenemos que detectarla y deconstruirla bajo nuevos pactos
de libertad en diversidad e igualdad de género. Esto quiere
decir que esta ciudadanía alternativa, donde los ecologistas
y las mujeres han aportado mucho, requiere un compromiso
individual y colectivo de superar las diferencias, violencias
y discriminaciones, que son partecentral de la ciudadanía
patriarcal.

78
La igualdad ha de promover la diversidad, construir y
reinterpretar los derechos y prácticas, libres de los estereotipos
y prejuicios de sexo y de otros; plantear una ciudadanía
degenerada, ¿qué quiero decir con degenerada? Libre de
prejuicios de género, que se incorpore a la construcción y
al ejercicio de los derechos, que se incorpore a los derechos
la ética de los cuidados como una corresponsabilidad con
la vida cotidiana de cada persona; debe ser esta ciudadanía
respetuosa, intolerante con cualquier forma de explotación,
opresión, violencia o discriminación; que la democracia y la
ciudadanía reconozca el derecho de las mujeres al control
de su cuerpo, en el sentido más amplio de la palabra, ya
que es un punto central de las opresiones. No puede haber
ciudadanía, en el sentido político, cuando hay mujeres que
no somos dueñas de nuestro cuerpo. El reconocimiento y
ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos es parte
central de esta ciudadanía alternativa. La ciudadana se
incorpora a la escuela del compromiso social, adquiere
identidades variadas, siempre y cuando estén orientadas por
los principios de radicalización en contra de las opresiones y
discriminaciones.

Las redes sociales son un vínculo para la ciudadanía


alternativa. Es importante destacar que en El Salvador, según
el informe del Ministerio de Economía de 2012, solo el 1.6%
de los habitantes tiene acceso a Internet. Las redes sociales, a
mi juicio, son una forma alternativa de interacción positiva;
tenemos ejemplos varios, como los ocupa The Wall Street,
que busca establecer una comunicación desde abajo. Sería
bueno que les diéramos un aplauso.

Las redes sociales se han definido como un vínculo


de cambio social, donde el mundo pequeño es civilizado
y cuenta. Es importante destacar que la tecnología por sí

79
misma no es garantía de los cambios sociales, es un medio,
no sustituye a la organización social y cotidiana. Existen
también las tecnologías masivas para imponer el pensamiento
guerrerista ola agenda política económica dominante y así
imponer el modelo capitalista patriarcal. Estoy convencida
de que existe una ilusión al considerar que las redes sociales
han logrado derrocar gobiernos; a mi juicio, es importante
que la juventud no se haga cargo de esto, ya que quienes han
hecho estas guerras son los mismos invasores de Vietnam e
Irak, pero con un pretendido apoyo político.

Las redes sociales tienen un cierto poder de control


en las relaciones interpersonales. El tema central, a mi juicio,
con el que tenemos que tener mucho cuidado es el control;
este puede ser aún consentido, pero no por ello deja de
ser dominio. La construcción de una civilidad alternativa
dependerá de los intereses que se comuniquen. Si lo que se
comunica es el modelo cultural, y se reproduce este modelo
cultural patriarcal, dominante, creador de pobreza, violencia,
discriminación y desigualdad; estamos en graves problemas.

Lo central es destacar que las redes sociales son un


terreno donde se está liderando una gran batalla cultural –por
lo tanto de libertad y opresión- y las personas que están en este
medio deben reflexionar sobre lo que se está comunicando,
qué valores o antivalores –prejuicios, estereotipos de género-
se están reproduciendo en la vida cotidiana. Los sucesos de
Egipto nos dejan claro que hay nuevas formas de hacer las
guerras manipulando este tipo de instrumentos; también se
afirma que en las redes sociales se da una comunicación de
ida y vuelta y se conoce a las personas que se comunican.
Esto puede ser una ilusión en un mundo excluyente porque
da la impresión que se derriban barreras políticas, sociales,

80
género y económicas. En síntesis, las clases sociales siguen
sólidas a pesar de que exista esta comunicación.

El gran reto es convertir a las redes sociales en


comunicación liberadora, en un proyecto de subversión
política y cultural. En la red la persona es un filtro de sí
misma, es su protección y su propio fantasma dentro de una
posición aparentemente igualitaria, que sería la utopía en un
mundo donde las diferencias, sobre todo económicas, género,
raciales y culturales nos separan materialmente; pero la red
no es la comuna de los hippies, la red no es el campamento
guerrillero, ni la sociedad; la red es su propio espacio.

Muchas luchas se han legitimado con el discurso


de la lucha anti-terrorista, y muchas luchas terroristas se
han enmascarado dentro de la lucha social; por ejemplo el
asesinato de Gadafi. Las redes sociales son una forma de
comunicación de cierta seguridad, pero existe el peligro
del engaño cuando se crean personas falsas o se ataca a las
personas; inquieta que en nuestro país las redes sociales
respondan, generalmente, y se movilicen por las agendas de
los grandes medios de comunicación y no por los problemas
sociales de desigualdad, violencia y opresión.

A continuación, daré un ejemplo de una situación


que estoy segura que a todos nos indigna. Un trabajador
informal fue condenado a seis años de prisión por el delito
de contrabando de diez paquetes de cigarrillos extranjeros
valorados en $35 dólares, él estaba perdido entre 16,000
personas privadas de libertad; en juicio, este ciudadano
honrado aceptó que compró al gran contrabandista el
producto y lo vendió en la calle. Llegó a la comisión de gracia
e indulto el perdón de la culpa con un informe favorable de
conducta, que es algo espectacular, yo me imaginé que el

81
indulto sería concedido por esa honorable Corte Suprema de
Justicia; lo que pasó es que confirmaron la sentencia. Ante
esto, que fue un error y un escándalo; fuimos a hablar con
el ciudadano, señor Belarmino Jaime, que manifestó que no
podía hacer nada. La ley nos dice que indulto es por aspectos
humanitarios y cuando la pena es gravosa, pues merece
indulto; por $35 dólares este ciudadano pasó seis años
preso en Ahuchapán. Yo presenté el caso al Procurador de
los Derechos Humanos y luego le seguí preguntando; y dijo
que no tenía personal especializado para volver hacer otro
indulto al mismo señor por otra causa, y el señor cumplió su
pena. Logramos, en honor a este ciudadano honrado, cambiar
la Ley de Causa de Gracia, sin embargo, la Corte Plena de
la Corte Suprema de Justicia, hasta la fecha, no ha dado un
dictamen favorable. Incluso tenemos el caso de una señora
para la que hubo un proceso para reconsiderar su delito,
porque estaba sentenciada por infanticidio; pidieron indulto
la honorable Corte Suprema de Justicia, lo denegó y cuando
se conoció, se repitió el juicio, por nulidad salió libre después
de casi diez años de estar presa; entonces, pues, falta mucha
sensibilidad y sentido de justicia a esta Corte Suprema de
Justicia.

En el año de 1996, conocí una sentencia contra un


soldado ciudadano joven que asaltó y violó una muchacha
en la playa; el violador no fue condenado, porque se apeló
a que no sabía leer ni escribir, y no recibió pena alguna. Sin
embargo, para el señor de las 35 cajetillas de cigarros no hubo
ésta consideración. Entonces, a mi juicio, las normas jurídicas,
que son parte de la ciudadanía porque las construyen los
ciudadanos en su mayoría, son construcciones culturales; que
no son neutras, en ellas existe discriminación y prejuicios; se
interpretan, y en esta interpretación juegan los prejuicios de
los ciudadanos “honrados” que las aplican, juegan las vilezas

82
de los ciudadanos y también sus bondades; por lo tanto,
construir instituciones realmente independientes de los
prejuicios de género es parte importante en esta civilidad y
yo creo que, en este sentido, las mujeres y sus posturas éticas
y sus propuestas de una ciudadanía diferente, sin prejuicios
de género, son importantes para continuar nuestra reflexión.

Muchas gracias.

83
Elementos para un análisis crítico sobre
ciudadanía y su constitución. Una visión
desde la izquierda

Óscar Fernández
Politólogo

B uenas tardes, antes quiero agradecer a la Secretaría de cultura


del FMLN por haber confiado en nuestra capacidad de poder
colaborar con este esfuerzo; especialmente a la compañera Lorena
Peña, de la Comisión de Cultura de nuestro partido. Yo, igual que
Margarita, no traigo una ponencia, mucho menos una tesis; no
vengo a pontificar sobre el tema, sino, más bien, intento someter a
su consideración, algunos aspectos para enriquecer el debate so-
bre lo importante de qué es construir ciudadanía y cuáles son sus
alcances y relaciones con otras categorías del quehacer político.
No está nada terminado, el debate continúa.

He titulado esta exposición como: Elementos para un


análisis crítico sobre ciudadanía y su constitución. Una visión desde
la izquierda.

85
Si miramos críticamente nuestra realidad, la ciudadanía y
la democracia son urgencias en nuestro contexto latinoamericano
y mundial. Hace algunos años, la problemática estaba más o
menos resuelta, en un mundo más estable y definido por las
ideologías que diferenciaban y lo dividían en dos grandes
bloques. Como me dijo un amigo una vez: después de la caída
del muro de Berlín yo ya tenía todas las respuestas, pero me
cambiaron las preguntas; hoy, con un discurso más generalizado,
en una aceptación más “consensuada” de algunos conceptos que
funcionan como principios universales de los cuales nadie debe
atreverse a disentir; se hace necesaria la discusión sobre este
problema, el ejercicio de ciudadanía.

Dada esa pluralidad de concepción desde estos


presupuestos, hablar de ciudadanía ya no es solo aludir a unos
sujetos que viven en un territorio que tienen unos símbolos
comunes y que ejercen sus derechos políticos, cada cierto tiempo
en elecciones más o menos libres; discutir sobre ciudadanía hoy,
es preguntarnos sobre el concepto de la democracia, por el papel
de los sujetos, el sentido de las concepciones, de las mediaciones y
el quehacer político. Detrás de las diferentes maneras de concebir
la ciudadanía hay una manera de entender lo anterior.

La realidad que estamos viviendo en el mundo


globalizado es muy compleja, conflictiva y cambiante; los
adelantos tecnológicos en la llamada sociedad del conocimiento
han roto las fronteras y han hecho más real la “Aldea Global” de la
que nos habla Marshall McLuhan en su libro (1972). Sin embargo,
el acceso a las tecnologías y a los conocimientos que permiten la
posibilidad de interpretar el mundo, de entenderlo y cambiarlo,
es muy injusta y desigual; creando más diferencias entre los seres
humanos, entre las naciones del norte y el sur, entre los “nortes
y sures” de cada país. Hoy la lucha de clases en cada país es
más compleja que nunca, de manera que el reto es entenderla;

86
junto al crecimiento de posibilidades tenemos las decepciones,
las exclusiones y las interrogantes sobre las necesidades de los
cambios y transformaciones sociales que hagan más coherentes los
recursos teológicos y la realidad existencial de millones de seres
humanos. Ese es uno de los retos del estado y de las sociedades
mismas.

Es necesario plantearse el problema de la democracia y


de la ciudadanía, sobre todo en estos momentos donde, más y
más, las personas se encaminan aceleradamente a convertirse en
consumidores y no les preocupa tanto el ejercicio de la ciudadanía.
Veamos algunos aspectos de este problema.

Primero, la población pierde progresivamente sus atributos


ciudadanos, no vota, no tiene trabajo, vive insalubremente en zonas
marginales, en guetos; se siente y es excluida de las instituciones,
lo que algunos teóricos llaman el apartheid social; no está conectada
con los procesos de toma de decisiones que le afectan y no está
enlazada con los procesos de las redes de comunicación.

Segundo aspecto que podemos mencionar: la explosión


de la multiculturalidad y la diversidad ha promovido el debate
de los derechos colectivos y culturales; pero al mismo tiempo
del incremento de los procesos migratorios por la estabilización
y la profundización de las desigualdades entre el norte y el sur;
del aumento de dependencia y fragmentación de las sociedades
y los países empobrecidos como el nuestro. Ahora ya podemos
distinguir niveles de ciudadanos, ahora hay ciudadanos de
primera, de segunda y hasta de tercera categoría.

Tercer aspecto: el Estado-nación como un ente uniforme


y homogéneo se cuestiona desde el reconocimiento del Estado
multinacional, como el resultado de las reivindicaciones de
las minorías nacionales y la expansión de los movimientos
migratorios.

87
Cuarto aspecto: pasar del concepto de igualdad al
concepto de equidad. La equidad se refiere no solo a necesidad de
justicia para todos los ciudadanos, sino que asume la diversidad
de posibilidades en que se pueden encontrar y, por consiguiente,
de medidas diferenciales que permiten superar estas condiciones
de partida. Esto es lo que algunos llaman la discriminación positiva.

Quinto aspecto: redefinir la cuestión femenina en


la ciudadanía. Los importantes cambios que ha aportado la
masiva incorporación de la mujer a la educación o al mercado
laboral, se han traducido en nuevas formas de desigualdad y
jerarquización entre hombres y mujeres; que se reproducen del
modelo de explotación capitalista en la medida en que se ha
alterado la invisibilidad social del trabajo reproductivo, y en la
desconsideración de los valores y actitudes que se asocian a este
problema.

Sexto aspecto: incorporar el problema de la conciencia para


proteger el medio ambiente. Es necesario combatir el despilfarro
de los recursos energéticos y la planificación unidireccional de
las relaciones con la naturaleza, que amenaza ya terriblemente
la calidad de vida; sobre todo cuando éstas se supeditan a los
grandes intereses políticos y fácticos. La cultura política adolece de
los vicios que constituyen el Estado moderno de América Latina y
lo que algunos llaman hoy el Estado posmoderno, el caudillismo,
el autoritarismo y la corrupción como sistema; esto supone un
reclamo a la sociedad civil de asumir una responsabilidad y el
compromiso de la participación, para hacer frente al desarrollo de
la justicia real y el fortalecimiento de las instituciones en función
del desarrollo social; para garantizar el ejercicio de la ciudadanía
en función del desarrollo social y el ejercicio de los derechos.
Debemos construir la democracia de los pueblos repensando un
Estado fundado en el derecho de los seres humanos, porque en El
Salvador el Estado de derecho no ha existido nunca.

88
Debemos impulsar el desarrollo y el fortalecimiento de
la ética, política y ciudadana. La modernidad, como nos recuerda
Habermas, se ha dejado colonizar por el sistema y la racionalidad
científica-tecnológica en todas las esferas de la vida social; es
decir, nos ha robado el alma, dirían algunos, y la ha sustituido con
esos teléfonos llamados “inteligentes” (Blackberry, IPhone, etc.)

La violación del Estado de Derecho de todos los pueblos,


en todos los ámbitos de la vida y en todos los niveles de desarrollo
político, social, cultural, económico, colectivo de la gente, nos
lleva re impulsar la necesidad de fortalecer una ciudadanía
comprometida con la transformación social, que reclama y
denuncia, que propone y se compromete para revertir radicalmente
la injusticia y profundizar la democracia, como la culminación de
una etapa de transformaciones; es necesario construir redes de
transformación ciudadanas, como nos ilustra Castell, redes de
ciudadanía local, articuladas en todo el territorio, que pueden
fortalecer las acciones de la ciudadanía y el colectivismo del
que hablamos; con capacidad de superar los protagonismos del
caudillismo que impiden la acción colectiva y la capacidad de
detectar. Este campo ha sido señalado por algunos como el lastre
más fuerte para el desarrollo, para el fortalecimiento de la lucha
por los cambios profundos. Se pone en el centro de la discusión el
problema de la lucha de masas, mientras señalamos estos rasgos
de contextos que reclaman volver a plantear el sentido de la
ciudadanía.

Ahora, en nuestro mundo parece haber un consenso,


al menos a nivel de discurso, en que es necesario fortalecer
los procesos de democratización social y de desarrollo de la
ciudadanía; aunque desde distintas perspectivas. La democracia
es la palabra que más emociones provoca en el diccionario
político del mundo; el liberalismo es igual a democracia, pero
éstas categorías políticas, liberalismo y democracia, desde una

89
visión dialéctica, histórica, epistemológica, es decir, de la forma
de construir conocimientos desde una visión determinada sobre
la realidad, no exponen el problema de la lucha de clases bajo la
consigna del laissez - faire, o sea, dejar hacer: el Estado se guía por
las reglas del mercado y la libres competencia, su función es la
de un gendarme, un súper policía que asegura las garantías del
individuo como ente privado por encima de lo público.

La democracia se puede definir en cuanto forma de


gobierno, atendiendo a su etimología; y se puede entender
también como una forma de vivir que recogería actitudes, valores
e ideas en torno a las relaciones humanas y a las dimensiones
económicas, sociales y culturales de cada pueblo.

Según el liberalismo, que no es lo mismo que capitalismo,


la democracia es el derecho del reconocimiento de los individuos
y de las colectividades a ser los actores de su historia y a verse
liberados únicamente de sus cadenas. A lo largo de la historia,
ha habido interpretaciones o construcciones sobre ciudadanía
y democracia; según se articulen estos distintos elementos, que
son constitutivos de ella desde los diferentes espacios de la vida
social, en los diferentes contextos geográficos y de los diferentes
grupos sociales; debemos luchar porque la participación se
convierta en un principio de validez universal que tiene que ver
con la organización democrática de la sociedad. La participación
supone una nueva concepción de la realidad como algo que se
construye, perfecciona y transforma permanentemente, con la
colaboración de todos. En ella confluyen intereses y conflictos;
debe ser el espacio para la negociación, el acuerdo y las decisiones
que tienen que tener presentes y no influir a nadie por cultura,
credo, sexo, situación económica, etnia o clase social, etc.

Asimismo, la participación reclama valores que la


sustentan; la igual dignidad de los seres humanos y colectivos
humanos; igualdad de derechos, de dignidad y de vida para

90
todos; la búsqueda de la justicia y la solidaridad como talante
humano; relaciones de armonía con la naturaleza, con los
otros y con uno mismo. La participación, así entendida, es una
construcción permanente y reclama el compromiso por trabajar
una transformación social y personal, que incluya esos elementos.
Son estrategias de esta participación el dialogo de saberes, el
debate de las ideas, la elaboración de consensos, el manejo de
conflictos, la descentralización, el poder popular, las estructuras
horizontales y la creación de organizaciones y símbolos coherentes
con esta forma de entender la participación. Me refiero a aspectos
como mediaciones culturales y formas de representación.

Sin embargo, debemos dejar claro que desde la


epistemología histórica y materialista dialéctica, para Marx, el
proyecto de la ciudadanía resulta impotente, invariable e incluso
indeseable bajo condiciones capitalistas de producción; pero
independientemente de si el derecho se haya siempre secuestrado,
debemos hacer una lectura de Marx a partir de la cual resultaría
posible reconocer en él al menos la autonomía del derecho entre
el cuerpo de conceptos necesarios para repensar un proyecto de
ciudadanía, es decir, hay que rescatar el derecho, la verdadera
esencia del derecho, por un lado, y el cuerpo de conceptos que hay
que poner en juego para dar cuenta de las relaciones capitalistas
de producción e intercambio; cuyo concepto fundamental sería,
en efecto, el de clase social.

El problema con el concepto liberal de ciudadanía


es que nos esconde el problema de lucha de clases porque,
aparentemente, todos somos iguales, todos somos ciudadanos
y todos somos sujetos de Derecho; pero no es cierto, tendríamos
que ser iguales que los ricos, lo cual no es cierto ni frente a la
justicia, ni frente a nada.

En una obra llamada Crítica a la filosofía del derecho y el


Estado, de Hegel, lo primero que Marx le objeta, fue la manera

91
en que abordó el tema del Estado. La realidad, dice Marx, no es
expresada como ella misma es, sino como una realidad mitificada,
revestida con el manto de la idea ética. El planteamiento Hegeliano
rechaza la tesis, además, de que el Estado es algo aparte o superior
de los individuos. Las relaciones reales que se dan entre la familia
y la sociedad civil, en Hegel, son meros supuestos y en lugar de
que sean estos los que actúen y formen el Estado, es la idea ética la
que los determina; pero a la hora de ponerlo en práctica, el Estado
no es una idea ética. Eso es lo que critica, en esencia, Marx.

Lo que está en discusión en este enfoque es la relación


libertad-igualdad. Más allá de cierto límite, la desigualdad en
las situaciones económicas y sociales y las relaciones capitalistas,
terminan por vaciar la libertad; aunque esté solamente garantizada
y consagrada a nivel jurídico formal.

Es el desarrollo del capitalismo donde encontramos


el mejor desempeño de la ciudadanía, esta viene a garantizar
la igualdad de estatus jurídico entre los agentes del proceso
de producción: los individuos no propietarios de los bienes de
producción son solo propietarios de la fuerza de trabajo, pero,
finalmente libres, pasan a ser considerados sujetos de derecho;
derecho a la seguridad, a la propiedad, a la libertad de ir y venir;
que son, en esencia, los planteamientos de las constituciones
liberales burguesas. Ser ciudadanos civiles es en realidad una
paradoja. Es la expropiación completa de este trabajador la que
crea las condiciones para que sea constituido en el plano jurídico,
político e ideológico como ciudadano.

En estos ámbitos el trabajador debería encontrarse en


una relación de igualdad con los propietarios del capital, pero
la realidad nos evidencia lo contrario. Ésta doble dimensión
individual y relacional, particular y comunitaria, puede conjugarse
en el mismo tiempo y espacio si lo que pretendemos constituir
una ciudadanía real y sobre todo si estas se pretenden sociedades

92
que construyen las democracias, pero que aún enfrentan lastres
de poderes autoritarios constituidos que acaparan las riquezas
nacionales, como es el caso de este país. El Estado democrático y
social efectivo debe ser la meta a mediano plazo en El Salvador,
priorizando en sus políticas educativas acciones orientadas a la
formación de una ciudadanía activa que sea capaz de reconocer y
exigir sus derechos, cumplir con sus obligaciones y construir una
sociedad de diferentes y no desigual.

La lucha por una soberanía efectiva debe llevarse a las


calles donde se pelea la democracia popular y debe, sin duda,
ser encabezada por la clase trabajadora, por que el carácter
de ciudadano, no debe hacernos ocultar el innegable proceso
histórico de la lucha de clases en el capitalismo, con el pretexto
de que una vez siendo ciudadanos, todos seremos iguales. La
igualdad y la libertad, solo pueden construirse en el socialismo,
un paradigma de sociedad profundamente democrático.

El objetivo del enfoque que aquí les presento es dejar


puntos planteados para el debate acerca de algunas ideas y
elementos conceptuales que creo fundamentales. La influencia
de la estructura de la desigualdad social, las clases sociales en
el problema del ejercicio de los derechos de la ciudadanía, es un
asunto que sin duda cuestiona al reputado Estado de derecho.

Muchas gracias por su atención.

93
JORNADA 4
Miércoles 8 de agosto de 2012
Instituto de Ciencias Políticas Farabundo Martí

95
Palabras de Bienvenida a Hugo Zemelman

por parte de Lorena Peña


Secretaria Nacional de Arte y Cultura del FMLN

E s para mí un honor en nombre de la Secretaría Nacional de


Arte y Cultura del FMLN clausurar esta primera temporada
de Diálogos Culturales de invierno 2012 “Cultura y transforma-
ción social” con el conversatorio con el profesor Hugo Zemelman,
quien nos hablará en esta ocasión de ética política y utopía. Nada
menos ayer salió un artículo editorial de la UCA que decía que:
lo privado no era el asunto que el asunto, era lo que interrumpía
la función pública, y que la ética, no debería abordar lo privado
y que era oportuno el debate sobre la ética. En esta coyuntura
tenemos aquí al profesor Zemelman:

Hugo Zemelman nació en Chile en 1931, es sociólogo


rural y jurista tiene un posgrado en sociología, ha sido director
de sociología en la Universidad de Chile entre 1967 y 1970. Fue
representante del gobierno de la Unidad Popular en la Asamblea
de la FLACSO, que se realizó en Paris, en 1971. Después del golpe
de Pinochet en Chile, llegó a México donde ha trabajado en el
Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México
y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Zemelman ha

96
sido profesor invitado por numerosas universidades del mundo,
ha impartido cursos y seminarios en diversos programas de post
grado en España y a lo largo y ancho de América Latina; ha parti-
cipado como ponente y conferencista magistral en distintos even-
tos nacionales e internacionales. Su preocupación por los asuntos
educativos, los movimientos sociales, los sujetos políticos, la ética
y la creación de nuevos paradigmas data desde los primeros años
de su carrera; sus publicaciones abarcan problemas agrarios,
movimientos sociales, los regímenes militares, cultura, política, el
estado y, sobre todo, metodología y epistemología. Entonces, esa
es la persona que hoy nos acompaña. Ha publicado más de una
decena de libros y varias decenas de artículos y ensayos. Ahora
tenemos el honor en el FMLN, de que esté acompañándonos en
este conversatorio con todos ustedes.

Breni Cuenca, todos y todas la conocemos, es una revo-


lucionaria salvadoreña que ha trabajado tanto en México como
en El Salvador, en el desarrollo de las Ciencias Sociales. Dirigió
la revista Tendencias, fue Secretaria de Cultura del gobierno de
Mauricio Funes. Ahora es integrante de la Secretaría de Cultura
del FMLN.

El programa de ahora es el siguiente: Breni hará una


introducción al pensamiento de Hugo Zemelman y luego vamos
a oír a Hugo. Posteriormente, vamos a tener el conversatorio de
siempre. Breni va a hablar entre veinte y treinta minutos y el
profesor intervendrá durante treinta o cuarenta minutos. Luego,
tendremos el resto de tiempo para que se realicen las preguntas
y comentarios de todas y todos ustedes. Quiero agradecer que
nos acompañe aquí el compañero Gerson Martínez, ministro de
Obras Públicas y Presidente del Consejo Asesor del FMLN y el
compañero Gilberto Canjura magistrado del Tribunal Supremo
Electoral. Dejo con ustedes a la compañera Breni Cuenca.

97
Construir conocimiento desde la historia.
A propósito del pensamiento de Hugo Zemelman.1

Breni Cuenca
Docente e investigadora

E l propósito de estas palabras es presentar un breve recuento de


algunos núcleos problemáticos que, a mi juicio, tienen centra-
lidad en la obra del profesor Hugo Zemelman y que constituyen
un aporte al desarrollo del pensamiento social Latinoamericano.
La sistematización crítica de su prolífica obra permitirá en un
futuro la recuperación rigurosa e historizada de su pensamiento,
pero esté esfuerzo está en proceso.

Se trata de una tarea laboriosa ya que las propuestas


teóricas y metodológicas de Zemelman, maduradas a lo largo de
su vida académica y política, están diseminadas en numerosos
libros, conferencias, entrevistas y debates publicados en distin-
tos países. Tal tarea cobra mayor complejidad porque varias de
sus ideas inéditas y más desafiantes están a veces discretamente

1 Ponencia presentada en los Diálogos Culturales de Invierno. Cultura y Transfor-


mación Social, realizados por la Secretaría de Arte y Cultura del FMLN, en agosto de 2012.

99
perfiladas en el contorno o trasluz de sus argumentaciones más
poderosas. Recuperar los aportes de Zemelman a los procesos de
construcción del conocimiento y a la metodología de la investiga-
ción social en América Latina significa, al mismo tiempo, elucidar
sus propuestas acerca de las formas, las metodologías y técnicas
mediante las cuales piensa él que es posible realizar el diálogo
crítico con el movimiento de la realidad y contribuir al desarrollo
de las capacidades transformadoras autónomas de los sujetos.

Como todos sabemos, el profesor Zemelman nació en


Chile y tuvo que exiliarse en México a raíz del golpe de Estado
que derrocó al gobierno presidido por Salvador Allende. Durante
muchos años el profesor Zemelman ha ejercido la docencia en dis-
tinta universidades y centros de altos estudios: la Universidad de
Chile, el Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma
de México; la Universidad de la Ciudad de México, la Universidad
de Comagua en Argentina, entre otras.

Los latinoamericanos que hemos sido alumnos de


Zemelman, hemos tenido el privilegio de escuchar y valorar la
riqueza de sus argumentos y la reciedumbre de su compromiso y
pasión por aportar nuevos horizontes epistémicos para estimular
el desarrollo del conocimiento comprometido con la transforma-
ción social. En referencia a la complejidad del presente, que es el
tiempo en donde se articulan la memoria, los proyectos de futuro
y las praxis, Zemelman sugiere una serie de preguntas: ¿Cómo se
construye el pensamiento sobre dicha realidad? ¿Cómo se piensa?
¿Desde dónde se piensa? y ¿para qué se piensa? Son parte de una
serie de preguntas que tienen la virtud y la exigencia de colocar-
nos en una situación reflexiva en que la formulación de nuestras
propias interrogantes se transforma en necesidad. La permanente
convocatoria de Zemelman a pensar con imaginación, libertad ha
fertilizado los esfuerzos de muchos investigadores del continente.

100
La imaginación y potencia creativa de Zemelman en
sus diferentes reflexiones sobre la necesidad de pensar a partir
de las realidades latinoamericanas y de la historia, lo han con-
ducido no solamente a perseverar en el desarrollo de su obra y
en la enseñanza comprometida, sino también, a trabajar por la
fundación de una institucionalidad idónea para la formación y
la multiplicación de sujetos intelectuales que sepan pensar desde
Latinoamérica e interrogarse sobre el sentido que tiene su acción
reflexiva. De aquí que Zemelman haya emprendido la tarea de
organizar varios espacios institucionales, entre ellos colectivos de
estudio, seminarios, cátedras permanentes y posgrados en cien-
cias sociales. A partir de 2004, Zemelman, en una colaboración
con la Dra. Estela Quintar, emprendieron una fecunda tarea: la
fundación de los institutos de “Pensamiento y Cultura en América
Latina” cuya matriz está en México y que tiene sedes en Bolivia,
Argentina, Colombia y Chile. La lógica de construcción de pensa-
miento y didáctica de los institutos han inspirado varios esfuerzos
de formación académica e investigativa en distintos países de la
región. Aquí mismo en El Salvador, cuando tuve, a mi cargo, la
dirección de la Secretaria de Cultura, creamos el instituto de in-
vestigaciones que llamamos: “Instituto Pensamiento y Cultura”.
El Instituto fue fundado, el 16 de noviembre de 2009, en homenaje
a los intelectuales jesuitas asesinados en esa fecha, en 1989. En su
constitución, el instituto privilegió la historia y congruentemente
nombramos a un historiador como director. Consideramos que el
enfoque histórico era indispensable para nutrir el estudio de las
realidades culturales y estéticas de nuestro país y propiciar la re-
lectura crítica de las premisas teóricas y metodológicas de nuestro
trabajo investigativo a fin de lograr su pertinencia con la historia
de El Salvador y Centroamérica. En ese sentido, el Instituto tenía
una inspiración Zemelmaniana que perfilaba la apertura de un
espacio de pertenencia y trabajo colegiado entre investigadores
para la reflexión crítica, la producción de nuevos conocimientos,

101
los debates, la difusión editorial, en el marco de la centralidad
de un esfuerzo de recuperación de la historia de El Salvador y
de diálogo con las praxis de los sujetos sociales y políticos trans-
formadores. Pocos meses después, mi sustituto en la Secretaría
de Cultura disolvió el Instituto y lo transformó en una Dirección
Nacional de Investigación, probablemente para uniformarlo con
las demás instancias de dirección burocrática institucional.

No obstante, los institutos de investigación tienen una


lógica especial. A partir de las reflexiones de Zemelman, puede
comprenderse que los institutos son espacios de sentido, es decir,
“espacios de despliegues del sujeto” que favorecen el encuentro
dinámico entre sujetos intelectuales heterogéneos que piensan
y construyen conocimiento con sentidos diversos. La reunión de
estudiantes, investigadores y profesores en los posgrados de los
Institutos de Pensamiento y Cultura permite, por ejemplo, su
participación en un intenso intercambio y reflexión crítica sobre
sus praxis de vida, investigaciones, historias intelectuales y ex-
periencias de militancia social y política. De tal forma, en estos
procesos, el estudio y la reflexión referida a las realidades histó-
ricas propias, permite que crezca la conciencia de la importancia
epistémica que tiene el lugar de enunciación y la construcción
pertinente de las preguntas de investigación, para orientar los
estudios y lograr que ellos puedan dar cuenta de las realidades
históricas respectivas. Son estos procesos y los de recuperación
crítica de las praxis creativas los que apuntan a la historicidad del
conocimiento y al estímulo de la lógica del descubrimiento -como
dice Zemelman-, conduciendo a que los sujetos cognoscentes po-
tencien sus capacidades de construcción de pensamiento propio.

Con el tiempo, las contribuciones de Zemelman, y de


otros pensadores críticos latinoamericanos, podrían llegar a con-

102
figurar una tradición (o escuela) latinoamericana de pensamiento
epistémico y metodológico.2

En todo caso, me parece que la obra de Zemelman cons-


tituye ya un valioso corpus de premisas epistémicas y metodoló-
gicas que es parte esencial de los avatares latinoamericanos para
dilucidar nuevas formas de organizar la investigación para dar
cuenta de las realidades de la región. Probablemente, el profesor
Zemelman sería el primero en someter a crítica el intento de
incluirlo en cualquier tradición de pensamiento que incluyera
parámetros que pudieran conducir al bloqueo de la imaginación y
la autonomía de los sujetos para pensar con “cabeza propia”, o al
fomento de discursos recitativos de las categorías de Zemelman
u otros autores, lo que usualmente deriva en una escolástica de las
premisas. Porque, como señala Estela Quintar, Zemelman piensa,
“que lo mejor de un pensamiento teórico es su naturaleza abier-
ta… porque en verdad lo que (a Zemelman) le interesa es que su
obra sea dispositivo de creación”.

A continuación, quiero enumerar algunas ideas del profe-


sor Zemelman que a mi juicio, tienen esa virtud de ser dispositivo
de creación de conocimientos para la acción transformadora de los
sujetos. La recapitulación de estas ideas se hace en referencia al
libro de Zemelman: Configuraciones críticas. Pensar epistémico sobre
la realidad, publicado por Siglo XXI en el 2011. Las propuestas
que refiero son las siguientes:

2 Algunos autores denominan Escuela al conjunto de autores que adhieren a una


misma teoría, o a variantes de la misma, cuyas obras aportan a la discusión y esclarec-
imiento de núcleos problemáticos que son centrales para el desarrollo del conocimiento.
Las escuelas de pensamiento aparecen identificadas en torno a centros de producción de
conocimiento, como los institutos de investigación social, o de revistas especializadas
que abordan determinadas problemáticas. Se han denominado escuelas, por ejemplo,
a las de Frankfurt, los Annales y Viena, en Europa. En América Latina más que de es-
cuelas se habla de tradiciones de pensamiento.

103
Organizar el razonamiento para dar cuenta
del movimiento histórico

¿Cómo es posible construir conocimiento para recuperar la rea-


lidad en su movimiento histórico si su esencia es, precisamente,
el incesante cambio que erosiona y destruye la pertinencia de los
parámetros de análisis, que tuvieron validez? El problema es,
entonces: ¿cómo organizar el razonamiento para construir un
conocimiento pertinente a la realidad en movimiento? Se trata de
un problema epistémico fundamental para el conocimiento social
y constituye un asunto central de las preocupaciones de Hugo
Zemelman.

Zemelman argumenta en favor de un nuevo entendimiento


de los conceptos de ciencia social y de método, lo que implica la
necesidad de someter a crítica una serie de conceptos y nociones
que adquirieron validez universal aunque fueron pensadas en
Europa o Estados Unidos para responder a sus propias realidades
o en respuesta a las exigencias derivadas de su condición de
imperios.

La clonación de las premisas teóricas y metodológicas


de las grandes teorías o parámetros del conocimiento social
construidas y heredadas de los siglos XIX y XX, limitan la
capacidad de los sujetos cognoscentes para captar el movimiento
de la realidad latinoamericana contemporánea. Para superar
este tipo de bloqueo, Zemelman plantea reformular el lenguaje
científico social lo que supone la resignificación de categorías
tales como utopía, potencialidad, futuro, emergencia. Estamos
enfrentados –dice- a la necesidad de un cambio de la estructura
categorial y “esto nos está llevando al límite de un cambio
de paradigma”, lo que supone un cambio de las formas de
organización del pensamiento.

104
Respecto a la existencia de una crisis del sistema
clasificatorio de las ciencias sociales, que compartimenta el
conocimiento de la realidad social en disciplinas científicas
-economía, sociología, antropología, lingüística, entre otras-, y que
de acuerdo con Zemelman puede tener cierta utilidad en términos
pedagógicos, este sistema ha tenido en muchos casos el efecto de
fragmentar la realidad y su conocimiento y de impedir la lectura
de sus articulaciones, lo que pone en cuestión el concepto mismo
de realidad, poniendo a la vez en cuestión la validez del objeto
disciplinario.

Zemelman, coincide con Edgar Morín en que, muchas


veces, existe más realidad en el terreno entre dos disciplinas que
la realidad captada por cada una de ellas. Es decir, que la parcela
de realidad que delimitamos como objeto debe considerarse en sí
misma como problema de discusión: “toda vez que hay realidades
sociales que no se agotan en la lógica del objeto”.

Zemelman destaca la gran importancia de lo que pueden


llamarse: “realidades emergentes”, realidades que incluso no
cristalizan como objeto y si lo hacen, pueden no estabilizarse o
prolongarse en el tiempo, sino que su condición es expresarse
como emergencias coyunturales, cuya existencia representan un reto
para el conocimiento social y político. Esas realidades emergentes
de carácter inestable, en cierto sentido caótico, dan cuenta de
tendencias y especificidades históricas de gran importancia
que requieren de un pensamiento que no solo abarque las
estructuras sino también los procesos y las coyunturas lo que
requiere de nuevas formas de organización del pensamiento.

Lectura categorial o epistémica.

Es indudable que sin lectura y sin estudio amplio y profundo de


las materias que conmueven nuestro interés es imposible que nos

105
propongamos la producción de nuevos conocimientos, ya que
como dice Zemelman, en el conocimiento no es posible partir de
cero, aunque esto no puede significar la repetición o la exégesis
de los autores. Desde otro ángulo, la lectura es reconocimiento y
gratitud con la memoria científica y con la sabiduría que son le-
gados de las generaciones pasadas o que cuyos aportes proceden
de aquellos “otros”, que situados en otros contextos históricos y
sociales, viven y piensan sus propias realidades. También cono-
cemos el mundo porque “los otros”, enraizados en la historia de
sus pueblos, regiones o continentes, nos relatan sus propias expe-
riencias, visiones y propuestas. Pero, por esas mismas razones, se
impone la lectura crítica de los autores y la exigencia de pensar
los contextos sociales, políticos, científicos, culturales y estéticos
en que tuvo lugar la producción del conocimiento, es decir, las
circunstancias específicas en que los autores escribieron sus
obras. Más aún, como nos propone Zemelman, la producción de
conocimientos pertinentes a la interpretación de la realidad exige
de una lectura categorial, lo que significa realizar un ejercicio de
exploración de “la lógica de construcción de los argumentos”.

La lectura categorial adquiere importancia entre nosotros,


porque con frecuencia nos inclinamos a construir juicios inapela-
bles sobre la naturaleza y el carácter de los sujetos individuales
y colectivos involucrados en distintos procesos, sin reflexionar
sobre la lógica de construcción y validez tanto de nuestros pro-
pios argumentos como de los otros. La falta de reflexión sobre
los argumentos trae aparejada una reducción de la capacidad de
dilucidar la naturaleza compleja de los procesos, y fomenta las
descalificaciones, a priori, entre sujetos que se manifiestan en la
diferencia. El hábito de reflexionar sobre la constitución de nues-
tros argumentos, y la de otros sujetos cercanos o contradictores,
y la lectura de las condiciones específicas de su génesis suscita la
comprensión de los procesos en sus discontinuidades, rupturas y
en la irrupción de realidades y potencialidades emergentes.

106
Zemelman indica que la falta de capacidades reflexivas,
en gran medida, tiene que ver con la lógica de la educación que
hemos recibido que no nos habilita para “pensar con cabeza
propia”. Carentes del razonamiento crítico que pone de relieve la
virtud de los argumentos que consideran la complejidad y movi-
miento de la realidad, los discursos y praxis de los sujetos sociales
y políticos pueden perder legitimidad y potencia. Al reducirse los
debates de fondo que ponen de manifiesto distintas lecturas sobre
asuntos y discrepancias esenciales, se reduce la captación comple-
ja de la realidad y se menguan las posibilidades de enriquecer la
acción social, cultural y política.

Distintas experiencias en América Latina han puesto re-


iteradamente de manifiesto que la descalificación o el descredito
mutuo entre sujetos de la vida social e intelectual, conducen a un
estrechamiento de las vías que conducen a los entendimientos
y acercamientos que posibilitan la construcción de alianzas en
torno a proyectos de transformación de la realidad.

El presente potencial

Zemelman indica que la idea central de lo que denomina postura


de razonamiento es la categoría de Potencia del presente o Presente
potencial. Dicho presente, no es algo dado sino construido por los
sujetos en “diferentes direcciones y en determinadas escalas de
tiempo”. En relación a la idea del presente potencial piensa que es
necesario evitar que se esterilice utilizándola simplemente como
un término atractivo para ser incluido en las referencias biblio-
gráficas. Zemelman invita a pensarla como una idea “de la que
hay que hacerse cargo”, lo que significa asumir sus implicaciones,
“porque la postura del presente potencial hace parte del discurso
contrahegemónico” y, en ese sentido, conlleva la exigencia de

107
congruencia entre el sujeto y la acción y el compromiso de tomar-
la en cuenta en la práctica.

La coyuntura y las realidades potenciales y potenciables.

Zemelman apunta la necesidad de recuperar epistémica y meto-


dológicamente la idea de coyuntura. Es cierto, nos dice, que no
hay una teoría general de la coyuntura, pero si sabemos que la
coyuntura es una delimitación de la realidad, en el tiempo y el
espacio, que permite al sujeto enfocar el conocimiento en el reco-
nocimiento de los nudos de articulación concretos de esa coyuntura.

Los nudos de articulación son puntos de la práctica hu-


mana que motivan y impulsan la creatividad de los sujetos y su
voluntad de transformar sus realidades, conllevando, a la vez, el
potencial original de producir “efectos de multiplicación” en otras
realidades. “La coyuntura remite a la especificidad histórica para
determinado sujeto, para determinado proyecto en determinado
contexto, para que se puedan o no hacer ciertas cosas.”

La coyuntura es el momento para la construcción (o


reconstrucción) de la estructura, es decir, es el momento en que
el sujeto concreta su incidencia e influencia en las relaciones
sociales que la constituyen. Por esa razón, la acción del sujeto
en la coyuntura nunca es superflua momentánea, pasajera y sin
repercusiones. Para actuar en la coyuntura, el sujeto se ve exigido
a comprender e interpretar la realidad no como una agrupación
inerte de objetos, sino como un conjunto de relaciones y articula-
ciones dinámicas. Estas articulaciones se despliegan desde el pa-
sado, son transformadas en el presente por los seres y colectivos
humanos, configurando, a la vez, proyectos cuyas trayectorias se
despliegan concretándose en el futuro.

108
Para Zemelman, la coyuntura es entonces un despliegue
deslumbrante de la realidad en toda su complejidad en todos
sus vectores, direcciones, y trayectorias e involucra no sólo a las
instituciones sino al mundo de la vida. Y digo deslumbrante con
toda intención, ya que la coyuntura –de la cual los sujetos son una
parte constitutiva-, está prolijamente llena de acontecimientos
que atañen a la cotidianeidad, pero que por su cercanía, y en cier-
to sentido de familiaridad, pueden crearnos la ilusión de que su
comprensión es sencilla. Sin embargo, la irrupción caleidoscópica
de distintos procesos, en el mismo tiempo y espacio, determina la
dificultad de su análisis y la exigencia de un pensamiento alerta
que sepa leer el momento y definir las opciones posibles de acción.
Es precisamente ahí donde Zemelman apunta: ¿dónde está enton-
ces la función del conocimiento? Y se contesta: “El reconocimiento
de la opción es un problema de conocimiento que no es posible
solucionar, en mi opinión con cualquier diseño metodológico.” 3

La dimensión política del pensamiento

Zemelman recuerda que en la primera publicación que realizó en


la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en 1979,
denominada Historia Política en el Pensamiento, su preocupación
central fue interrogarse sobre qué significaba poner el pensamien-
to en movimiento. Es en esa época donde abordó el problema de
la dimensión política del pensamiento, es decir, cómo construir
un pensamiento capaz de dar cuenta del movimiento de la rea-
lidad; porque si el pensamiento no se mueve, si queda estático y
es repetitivo, el sujeto se desfasa históricamente o puede hacerse
irrelevante para el acontecer social. Este planteamiento lo lleva a
repensar el concepto de presente y a proponer, en aquél entonces,
la idea del presente potencial, que dejamos apuntada, como una

3 Zemelman, Hugo. Configuraciones críticas. Pensar epistémico sobre la realidad.


México, Siglo XXI editores, 2011, p.55.

109
categoría inédita que enriquece el pensamiento crítico latinoame-
ricano4, entre otras cosas, porque el sujeto cobra una centralidad
que es indispensable de reconocer en el esfuerzo de construir
nuevas formas de razonamiento para dar cuenta de las realidades
del continente. La categoría del presente potencial abre al sujeto
nuevas posibilidades de identificación y, en consecuencia, de
reflexión y de superación de las tendencias anquilosantes que
existen en su seno, habilitándolo para actuar con mayor apertura
en situaciones que requieren comprender la génesis y el desen-
volvimiento de las posiciones de otros sujetos, fuerzas o sectores
que eventualmente pueden participar en alianzas coyunturales o
de largo plazo.

Zemelman señala que, en gran medida, los errores que


se cometieron en la década del 60 -y que suelen repetirse en el
presente-, derivan de la lectura del proceso histórico “bajo la
lógica determinista de los estructuralismos”, y propone pensar la
estructura como una secuencia de coyunturas. Esta propuesta está
basada en la idea de que es en las coyunturas donde los sujetos
sociales y políticos despliegan su potencial de incidencia, alianzas
y transformación, y que es en dicho contexto donde se reconfi-
guran las estructuras. El pensamiento de la historia como una
secuencia de coyunturas, a juicio de Zemelman, puede permitir el
análisis y comprensión de los “procesos históricos globales desde
el hombre concreto”.

En su extensa obra,5 Zemelman ofrece una serie de su-


gerencias metodológicas de la mayor importancia para poder

4 Boaventura de Sousa Santos señala: “Sin duda es posible hablar de una tradición
de pensamiento crítico latinoamericano, aunque su perfil sea muy variado y haya evo-
lucionado a lo largo de los años”. Según este autor, los temas que definieron su perfil
son los siguientes: la naturaleza del capitalismo dependiente neocolonial; la identidad
del pensamiento latinoamericano de cara al eurocentrismo; los movimientos sociales
y su papel en la transformación política socialista; las relaciones entre clase y etnia; la
teología de la liberación; la teoría de la dependencia; la descolonización del saber y del
poder, entre otras.
5 Una bibliografía completa de Zemelman puede consultarse en Configuraciones

110
dar cuenta de una coyuntura. En todo caso, Zemelman advierte
del escaso resultado de los análisis que abordan las coyunturas
limitándose a pensarlas en términos de triunfos y derrotas y pro-
pone repensar “más que en triunfos y derrotas, en términos de las
coyunturas que no supieron reconocerse. ¿En qué sentido? En el
sentido de que no se supo definir, por falta de conocimiento o de
conciencia, la acción pertinente del momento.”6 ¿Y qué significa
no reconocer la articulación esencial de la coyuntura y, en conse-
cuencia no actuar con pertinencia en el momento? Significa no
poder reconocer las opciones que son potenciables y que, a la vez,
tienen la virtud de potenciar la creatividad del sujeto.

En términos del conocimiento, que es lo que nos reúne


en esta sesión, me parece pertinente mencionar la realización de
estos Diálogos Culturales de Invierno organizados por la Secretaría
Nacional de Cultura del FMLN que muestran el deseo del Frente
de realizar una lectura cada vez más multifacética de la coyuntura
político cultural del país. Me parece que esta lectura todavía no
está basada en una indagación exhaustiva de la naturaleza de la
coyuntura, lo que no impide que ella indique una certera mirada
crítica del sujeto preocupado por el papel del conocimiento y la
cultura en los procesos actuales.

La disposición del FMLN para enriquecer su lectura


de las realidades actuales, sin duda, se nutre de la experiencia

Críticas, Op. Cit. Pp. 344-346. Destacamos los siguientes textos: La totalidad como per-
spectiva de descubrimiento, Revista Mexicana de Sociología, 1987; De la historia a la
política. México, UMAM/ Siglo XXI, 1989; Cultura Política en América Latina. Siglo XXI/
Universidad de las Naciones Unidas, 1990; Los Horizontes de la Razón I. Dialéctica y
Apropiación del presente; COLMEX/ Anthropos, 1992; Los Horizontes de la Razón, II.
Historia y necesidad de utopía. Colmex/ Anthropos, 1992; Educación como construcción
de sujetos sociales, CEAAL, 1993; Problemas antropológicos y Utópicos del conocimien-
to, México, El Colegio de México, 1996; Homogeneización y pérdida de la subjetividad
en la globalización, Joaquín Mortiz, 1997; Subjetividad: Umbrales del pensamiento so-
cial, UNAM/ Anthropos, 1997. Conocimiento y Sujetos Sociales. Contribución al estudio
del presente. El Colegio de México/ Universidad de las Naciones Unidas, 2000.

6 Zemelman, Configuracions críticas, Op. Cit. P.57.

111
analítica y de la acumulación de conocimientos que desarrolló
históricamente el Frente con el objetivo de interpretar, con la
mayor exactitud posible, las distintas coyunturas y correlaciones
de fuerza nacionales e internacionales con el fin de orientar su
praxis política y militar, tanto durante los años de la resistencia
anti-dictatorial (1970-1980), como en los doce años de guerra civil
(1981-1992) durante los cuales se construyeron, también, espacios
cruciales de diálogo y de negociación política.

Durante todos esos años, y desde que se organizaron sus


agrupaciones originarias en 1970, el FMLN ha sido el principal
sujeto político que ha potenciado las transformaciones del país, ya
sea directamente por su acción, o por la fortaleza que adquirió el
campo de alianzas que supo construir con los partidos y las fuerzas
antidictatoriales de la época, (pienso en la extraordinaria contribu-
ción al país realizada por el Frente Democrático Revolucionario,
FDR). También, hay que analizar las transformaciones que reali-
zaron los grupos de poder desafiados por el FMLN, ya sea como
producto de la presión política y militar del campo antidictatorial
o por las presiones externas, o, del mismo modo, por el acierto
con que se condujeron las negociaciones políticas, o por la acción
combinada de todos esos y otros factores. Así tuvieron lugar me-
didas como la reforma agraria y las nacionalizaciones, entre otras,
que acentuaron las contradicciones entre las fuerzas dominantes,
aumentando el poder del campo contrahegemónico. En el contex-
to de un complejo cuadro de correlaciones de fuerzas y después
de la ofensiva militar del FMLN de 1989 que desplegó su poder
en las ciudades, el gobierno tuvo que aceptar una negociación
política entre el gobierno y las fuerzas insurgentes mediada inter-
nacionalmente, que concluyó con éxito en la firma del Acuerdo de
Paz y el fin de la hegemonía militar en el Estado.

En referencia a la contribución que tienen las lecturas de


la coyuntura como fuente de conocimiento, el FMLN tiene una

112
vertiente de aportes totalmente inédita: durante más de veintidós
años, El Salvador se convirtió en un enorme laboratorio de aná-
lisis de coyuntura. El profesor Zemelman seguramente conoce
que en este país y en muchas partes del mundo, los salvadoreños
practicábamos el análisis de coyuntura, casi como un deporte.
El análisis lo hacía todo mundo: los colectivos en los frentes de
guerra, las células clandestinas, las organizaciones de la sociedad
civil, las iglesias, las universidades, las radios y la prensa pública
y clandestina. Y la disposición por el análisis brotaba en muchos
espacios: en los senderos de las montañas y en los lobby de los par-
lamentos, en los cafés, las cárceles y en los hoteles, en el transporte
público, los estadios y en los supermercados. El hábito de leer la
coyuntura realizada por los salvadoreños y también por los inter-
nacionalistas, voló de El Salvador a Washington, a París, Ginebra,
La Habana, México, Panamá, y otros países de Contadora, y en fin
a los más remotos lugares. Creo que todo el mundo se esforzaba
por leer la realidad de las luchas salvadoreñas a través del análisis
de coyuntura. Es cierto, que las militancias esperaban los informes
de la comandancia del FMLN para disponer de la información y
de las políticas que estaban en marcha. Pero lo central era la crea-
tividad de la gente para generar conocimientos a partir de su vida
y para construir alianzas e inventar la acción política. A partir
de las informaciones, sabidurías personales y de esa voluntad y
confianza es que el pueblo podía vencer al estado oligárquico y
militarizado, los procesos avanzaban en todas partes. Todavía no
se ha estudiado el papel del conocimiento y subjetividades indivi-
duales y colectivas en el impulso y logros de las transformaciones
sociales, pero es indudable que las prácticas de todo un pueblo
que se constituyó a sí mismo como un gigantesco sujeto pensante,
están en el sustrato de nuestra memoria de emancipación.

Entonces, la intuición del Frente que identifica un poten-


cial especial en el conocimiento social y la cultura para estimular
el quehacer transformador, aunque ha sido pausada es muy

113
lúcida, ya que está arraigada en la constitución profunda de una
conciencia política labrada en las especificidades de sus luchas
históricas. De todas formas, no es fácil enfocar el conocimiento
y la cultura como nudos y articulaciones que son potenciables
y potenciadoras del sujeto. Más aún, es difícil comprender cómo
dichas dimensiones influyen en la configuración de los imagina-
rios y voluntades de transformación social en los trabajadores, en
las clases medias y en el pueblo en su conjunto. Sin estas subjeti-
vidades propicias desplegadas para impulsar un nuevo ciclo de
transformaciones en el país, es poco lo que se puede avanzar.

Pensar siempre desde la historia: ese es el gran desafío


del sujeto.

¿Quién piensa la historia? Se pregunta Zemelman y se responde:


“Quien piensa la historia es el sujeto”. Al mirar “este problema
desde la perspectiva del sujeto, de este sujeto pensante”, podemos
ver que en muchos casos está ausente en las ciencias sociales del
continente, pero también en los protagonistas de las praxis polí-
ticas y sociales.

En ese sentido, la compleja y oscura época global en la cual


nos toca vivir plantea la exigencia de recuperar al sujeto pensante.
¿Qué significa recuperar al sujeto? Significa, en primer lugar, recu-
perar un sujeto que tenga la capacidad de enfrentar “los desafíos
que implica la idea de que la realidad histórica es una construcción
de los hombres.” Significa recuperar –dice Zemelman- no solo el
pensamiento analítico, no solo la capacidad de procesar informa-
ción, sino recuperar la capacidad de insertarse y de escuchar a la
sociedad e insertarse en lo que antes se llamaba, el momento his-
tórico. Significa recuperar la información, la intuición, pero sobre
todo, recuperar el sentido de realidad, “significa pensar el presente
desde una apetencia de futuro”. Significa, también, la capacidad

114
del sujeto de recuperar y renovar su demostrado talento para
construir un campo de alianzas entre las izquierdas, los sectores
progresistas, los sujetos de conocimiento y el pueblo. Genuina en
su compromiso y honestidad para privilegiar los intereses y las
aspiraciones de la población, esta configuración de alianzas debe
avanzar en medio de un proceso complejo y dilatado de crisis de
Estado –que tiene sus altos y bajos- en donde confluyen muchas
tensiones estructurales y simbólicas.7 Todo esto supone sujetos
seguros de sí mismos, capaces de recuperar sus subjetividades y capaces
de valorizarse a sí mismos, ya sea como personas o como colectivos.

“Un país, dice Zemelman, no es solamente una economía,


no es solamente una demografía; un país es una cultura, un modo
de pensar, una percepción definida, una manera de apropiarse
del pasado y también del futuro” 8

Como afirma, con acierto, Amando Colunga, en referencia


al pensamiento, Hugo Zemelman es un “correligionario del pre-
sente, andante y comprometido” y su corpus propositivo “es un
llamado permanente a la sensibilidad, a la capacidad de asombro
cognitivo, profundamente imaginativo e íntimamente subjetivo”.

Para El Salvador este llamado a reconocer la centralidad


del conocimiento, a valorar la sensibilidad, la imaginación, la sub-
jetividad, la discusión de ideas y, la creación de nuevas formas de
organizar el pensamiento para transformar la realidad a partir de
nuestra historia, constituye un reto ciertamente formidable pero
apasionante. Muchas gracias.

7 Esta crisis tiene larga data y se expresa en distintas formas. En coyunturas reci-
entes se ha manifestado en el acrecentamiento de las luchas entre los sujetos políticos
con vistas a mejorar su correlación de fuerzas, especialmente con vistas a las elecciones
presidenciales de 2014. Las tensiones políticas se expresan también como conflictos en-
tre los poderes del Estado, entre grupos de poder al interior de los partidos políticos, y
como modificaciones inciertas en las alianzas y en las relaciones entre las instancias de
la sociedad civil y los sujetos del campo político.

8 Zemelman, Configuraciones críticas, Op. Cit., p.20.

115
Ética, política y utopía

Hugo Zemelman
Abogado, sociólogo y epistemólogo chileno.

E n primer lugar, agradezco la invitación que me ha formulado


el FMLN para compartir con ustedes algunas inquietudes que
afligen en este momento el pensamiento y el sentir en América
Latina.

Parto señalando que la exposición que ha hecho Breni


recupera en una medida significativa, muchas de las inquietudes
que han influido y determinado nuestro quehacer intelectual du-
rante los últimos años.

Yo quisiera, en honor al tiempo, hacer algunos señalamien-


tos muy puntuales en torno a temas o problemas que conforman
grandes desafíos intelectuales y políticos hoy día. El referente de
mi exposición no es El Salvador sino el continente en su conjunto,
ya que con todo el respeto que se merecen las particularidades
nacionales, hay muchos desafíos que son comunes.

117
Quiero partir con algo que desde un punto de vista formal
es importante aclarar: muchas veces mis trabajos aparecen como
estrictamente académicos, a veces incluso como hiperacadémicos
y difíciles. Ello se debe, en gran medida, a las deformaciones
personales de quien habla, pero también al contexto institucional
en el que dichos trabajos se llevaron a cabo. En la mayoría de los
casos ellos fueron realizados en instituciones académicas y con
propósitos académicos, y estaban destinados a provocar la discu-
sión entre la gente del mundo universitario, que generalmente no
tenía ningún compromiso político. Por lo tanto, la tendencia era
plantear discusiones con respaldo de fuentes y datos de erudición,
e invitar al manejo de autores o de técnicas que pudieran contri-
buir a enriquecer la construcción del conocimiento social.

Sin embargo, lo que importa pensar es lo que está en la raíz


de estas disquisiciones que no se encuentra en la academia, sino en
la experiencia política de toda una generación del continente, en
particular la mía, que fue marcada por la experiencia de la Unidad
Popular en Chile durante el gobierno de Salvador Allende.

¿Qué significa esto? Significa que la experiencia política


tiene una gran influencia en la reflexión teórica, y quiero dejar
esto muy claro, ya que la incomprensión de ese problema se repite
aun después de 30 años. En algún momento nos dimos cuenta que
una parte del pensamiento de las décadas del 60 y 70 en América
Latina no recuperaba críticamente la experiencia política. Era un
pensamiento vacío. En ese sentido, voy a hacer algunas afirmacio-
nes que desde luego admiten matizaciones. Para ello me basaré
particularmente en la experiencia de Chile.

El pensamiento crítico de Sudamérica y en particular el


que se desarrolló en Chile fue un pensamiento crítico pero sin his-
toria. Es decir, que no se entendieron los acontecimientos, y al no
entenderlos, el resultado fue que se construyeron posturas, apa-
rentemente correctas pero falsas. Así se inventaron, por ejemplo:

118
“las capas medias”, “clase obrera”, “movimientos campesinos”,
“fuerzas armadas”, “burguesía”, “estado”, “nación”. Desde esas
nociones ad hoc, se llegaba a construir escenarios que conducían
inevitablemente a la garantía total del éxito.

Pero la situación hubiera sido diferente para el pensamien-


to crítico latinoamericano, si en lugar de inventarse esas catego-
rías, se hubiera profundizado en los fenómenos históricos y en el
entendimiento del pensamiento conservador de las oligarquías y
de las burguesías ilustradas que tenían un sentido del poder abso-
luto y de su preservación, como el caso de Chile, que a diferencia
del resto del continente su burguesía logra resolver, desde el siglo
XIX entre 1831 y 1833, el problema de la configuración del poder
estatal en lo que sus ideólogos llamaron “el Estado en forma”.

Esta visión implicaba, de una vez por todas, buscar los


mecanismos de control de la sociedad a través de un poder insti-
tucionalizado que no descansaba en liderazgos o en caudillos sino
en instituciones capaces de dar continuidad y estabilidad al orden
constituyéndose así en la base idónea para sustentar el desarrollo
del proyecto económico y cultural que requerían.

Una burguesía que tuvo claro, incluso, el problema del


lenguaje, pues no solo promovió la organización de un estado sino
la cultura de ese estado, preocupándose por la educación no en
el sentido clásico de los grados formativos como la primaria y la
universidad, sino en el uso de un lenguaje pertinente para ejercer
su poder. En este proyecto fueron fundamentales figuras como la
de Andrés Bello que fue contratado por esta burguesía para crear
la Universidad de Chile, en los modelos de la universidad napo-
leónica. Pero no solamente se trató de fundar una universidad,
sino también lograr la articulación de los grandes intelectuales al
proyecto de revolución del lenguaje, del que participa Sarmiento
para Argentina.

119
El lenguaje tenía que ser construido de una determinada
manera porque se trataba de que estuviera al servicio del orden
de la época: de ahí la importancia de la gramática de Andrés Bello.

Lo que es importante subrayar de este proyecto, de clara


inspiración conservadora, es que no se trataba de improvisaciones
sino de un proyecto de país cuya solidez se mantuvo durante mu-
cho tiempo y proporcionó la base ideológica para que, mucho más
adelante, se consumara el golpe militar contra Salvador Allende.

Entendamos las cosas como son: el golpe militar contra


Allende lo dio un grupo social que no estaba simplemente en
función de intereses económicos; ni era simplemente la voracidad
por la tasa de ganancia; tampoco el acendrado sentimiento antico-
munista. Se trataba de la necesidad de garantizar las condiciones
que impidieran el desarrollo de un proyecto alternativo: el peligro
no era Allende sino lo que él iniciaba. Y eso hay que entenderlo,
el golpe fue una contención preventiva de una eventual herencia
política que podría haber madurado, no necesariamente durante
el período presidencial de Allende, sino doce o quince años más
tarde.

El golpe, en otras palabras, bloqueó un eventual desarro-


llo de la historia chilena en función de un actor que comenzaba a
emerger, que no existía como sujeto pero si como su prefiguración.
Su portavoz inicial y embrionario habría sido Allende y la Unidad
Popular basados en la alianza entre el partido socialista, el partido
comunista y las fuerzas sindicales. Pero esa alianza todavía no era
el sujeto sino el embrión o el comienzo de un sujeto que estaba
iniciando su constitución y la de su proyecto, que evidentemente
no era sólo económico y político, sino también cultural.

El pensamiento conservador de Chile intuyó claramente


lo que implicaba el desarrollo en el largo plazo de un proyecto
social, cultural y político de larga duración, por ello dio el golpe.

120
Los militares fueron los ejecutores del trabajo sucio
mientras que sus mentores pertenecían a ese grupo altamente
ideologizado de la burguesía, -que tampoco era toda la burgue-
sía- pero que poseía una gran coherencia ideológica nutrida por la
influencia del franquismo en Chile y por el apoyo de segmentos
de ciertos integrismos católicos cuyos teóricos hablaban por ellos.
Todo condujo a diseñar aquel golpe militar que significó no solo
el derrocamiento de un gobierno sino la refundación de un país.

El pensamiento conservador tuvo claro que: si no resolvía


el problema de la cultura, no podía resolver el problema de su
reproducción como grupo dominante. Y hago énfasis en esto por-
que esa complejidad de aunar en un solo proyecto las dimensiones
económicas, sociales y culturales no fue discernida por el pensa-
miento crítico. Por el contrario, dicho pensamiento fue mecánico,
determinista y lineal. Se pensaba que bastaba con algunos cambios
económicos para que los cambios subsiguientes fueran políticos y
culturales, incluso más, ni siquiera se le dio la importancia al hom-
bre como beneficiario del cambio, y menos aun como constructor
o artífice del mismo.

Ahora bien, ¿Quién debe hacer el cambio? ¿Los colectivos


sin contenido? ¿Los partidos atrapados en sus propios ideologis-
mos? ¡No!, lo debe hacer la gente, los hombres concretos en su
comportamiento diario, cotidiano, es a lo que Lenin llamaba el
trabajo grisáceo de todos los días, el trabajo que nunca se escribe
y que no pasa a la historia, pero que construye la historia, pues lo
que aparece en los libros son los grandes actores, pero estos son
a su vez el producto de otros actores que nunca aparecen en la
historia: es el hombre modesto, el hombre y la mujer que trabajan
cotidianamente el proceso del cambio. Si no se trabaja cotidiana-
mente no hay cambio.

Eso lo sabe hacer la burguesía sin tregua todos los días:


construir su historia, su empresa y su educación para garantizar

121
diariamente en la cotidianeidad las condiciones de su reproduc-
ción. Digo esto, porque cuando nos dimos cuenta que teníamos un
pensamiento “crítico” sin historia, comprendimos que tampoco
teníamos sujetos. Porque para entonces creímos que el sujeto era
el partido. ¿Y qué es un partido si no tiene gente comprometida?
El partido puede ser una cascara vacía.

Los partidos dizque “revolucionarios”, tenían como


militancia gente conservadora, como ocurre hoy día con muchos
militantes en Bolivia que están de acuerdo con el cambio siempre
y cuando éste no les toque la puerta de sus casas: quiero el cambio
para los otros, sin que se me moleste. Pero desde esa disociación total,
entre vida privada y pública, es claro que cualquiera apoya el
cambio pues el sacrificio lo pagan otros; o cuando se piensa que
el cambio lo determina la historia como una especie de “deus ex
machina” sin saber quiénes son sus autores o mientras el trabajo lo
hacen otros, yo me entrego al capitalismo y sus beneficios y estoy
en mi casa durmiendo la siesta o viendo los programas de TV.

Esa disociación, entre individuo y sujeto social, estuvo


presente en todos esos procesos de los años 70, pues hubo una
suerte de mecanicismo histórico donde se pensaba a partir de cier-
tas premisas que resultaron falsas, como por ejemplo, que la his-
toria era el producto de leyes históricas, y que por tanto, si habían
leyes históricas no tenía por qué molestarme ya que había una ley
que trabajaba por mí. Y entonces se aplicaba el viejo apotegma
chino que lo reforzó Mao Tse Tung (pero que venía desde antes)
que era: “Tranquilo, basta que te vayas a sentar a la puerta de tu
casa a ver pasar el cadáver de tu enemigo”, pero lo que ocurrió
fue que la gente se fue a sentar en la puerta de su casa y lo que vio
pasar fue el cadáver de su amigo.

Lo que esos procesos están demostrando es que no existen


tales leyes históricas actuantes en el corto plazo para garantizar el

122
futuro, de ahí la importancia de la coyuntura en la que se constru-
ye el presente y se definen los proyectos de futuro

Comenzamos a darnos cuenta, por lo tanto, que había


un pensamiento crítico que era capaz de denunciar, describir y
de hacer diagnósticos, pero estéril a la hora de definir el sujeto y
el proyecto. Uno veía que los análisis económicos que se hacían
no estaban en función de la realidad del país y sus posibilidades
sino que se formulaban en término de lo correcto o incorrecto de
determinadas políticas aplicadas en otros países.

Chile ilustra eso también. No se hizo un análisis del país,


no se analizó la clase obrera chilena, ni a los militares, ni a las
capas medias, ni a sus intelectuales. Lo que se hizo fue un análisis
comparativo entre lo que los bolcheviques habían hecho o no en
Rusia en 1917 y la situación chilena. El análisis comparativo llegó
a tal punto de decir: en el año 73 “estamos en marzo de 1917”,
“estamos en junio de 1917” “estamos en agosto de 1917” en refe-
rencia a los grandes momentos que pasó el bolchevismo cuando
se estaba aproximando a la conquista del poder. Bajo esa lógica,
indudablemente, era previsible una conclusión: nunca se iba a
llegar a octubre de 1917.

Eso, dicho así, suena a sorna y es tragedia. Esto se los pon-


go en términos muy concretos, porque esto que es tan concreto
implica alguna de las complejidades de razonamiento que estaba
recordándonos Breni. No basta decir: “me gustaría que la historia
fuera así”. La historia no es solo un acto de voluntad, es un acto
de suprema lucidez acerca de las posibilidades de hacer cosas y de
medir el alcance que las medidas tienen en un sentido o en otro. Es
lo que nos plantea el problema de la elección de opciones,

La historia no es una autopista donde baste comprar un


auto último modelo, colocarlo sobre la autopista, apretar el acele-
rador y desplazarse hacia el futuro a 150 kilómetros por hora.

123
La historia se construye, a veces se tiene que caminar,
andar en burro o en caballo y no es un camino recto sino lleno
de zig zags, de retrocesos, de variantes: son senderos, no caminos
pavimentados.

Lo anterior supone pensar históricamente. Pensar en


las posibilidades de construcción que no son inventos, y que no
expresan solamente la voluntad y el deseo de hacer, sino la posi-
bilidad de hacer lo que quiero hacer. Eso coloca en el centro del
debate la idea que recordaba Breni del “presente potencial”.

La idea del “Presente potencial” es reconocer las posibi-


lidades que existen en las circunstancias que a veces no sabemos
leer. Las circunstancias tanto económicas, sociales y políticas. Y
aquí es donde tendríamos que recuperar algo en lo que quiero
volver más adelante.

Pensamiento crítico no es la denuncia, no es el pensa-


miento de la controversia ni de la contestación. El pensamiento
crítico es simplemente el pensamiento que es capaz de mostrar las
múltiples posibilidades de una situación dada. Si uno es incapaz
de reconocer estas posibilidades, me gusten o no, no estoy leyendo
críticamente.

La historia requiere de la lectura compleja de las posibi-


lidades, de una lectura que puede contravenir mis preferencias
ideológicas y valóricas o no coincidir exactamente con mi expec-
tativa de cambio. Pero esa otra lectura puede marcar otras posi-
bilidades y trayectorias, no evidentes, que pueden ser captadas
a partir de lo que Gramsci llamaría el “sentido común de la base
social”. Esa comprensión no la tenía la dirigencia política de Chile.
Ellos más bien tenían el gran discurso del cambio, sin medir sus
posibilidades.

124
Anécdota: 11 de septiembre de 1973.

Los dirigentes de Unidad Popular que eran partidarios de la lucha


armada llaman por teléfono a La Moneda a Salvador Allende y le
preguntan: ¡Compañero!, ¿qué tenemos que hacer? A lo que Allende
responde: usted sabe que es lo que tiene que hacer, yo sé lo que tengo
que hacer.

¿Qué había detrás de ese diálogo? Por una parte Allende y


su convicción y, por otra, la gente que propiciaba el enfrentamien-
to armado, un saludo a una suerte de concepción revolucionaria
ya que tenían apenas 250 hombres armados frente a 30,000 profe-
sionales de la guerra. Bueno, ahí hay un problema de posibilidad,
o al menos de sentido común si es el caso en que yo no puedo
-como diría Gramsci- modificar o desplazar el nivel de la lucha del
plano en que tengo más fuerza al que tengo menos fuerza.

Una semana antes del golpe, Allende convoca a una


manifestación de apoyo al gobierno. El 4 de septiembre de 1973
desfilan por Santiago, frente a la Moneda, 1 millón de personas. Si
Allende, a las 7 de la mañana del 11 llama a ese millón a rodear la
moneda, ellos habrían ido, pero la pregunta es: ¿qué habría pasa-
do con esa masa de gente en la Moneda? Ahí hay un problema de
coyuntura histórica muy compleja, porque alguien podría decir
¿por qué no lo hizo? Si lo hace, ese millón podría haber modifi-
cado la correlación de fuerzas, del plano militar, al cual lo había
empujado la derecha política que tenía el proyecto de refundación
del país, al plano que Allende era más fuerte, que era el plano de
la lucha política, no digo electoral sino política en el ámbito de la
sociedad civil.

Ahí tienen ustedes un manejo de coyuntura que supone


un pensamiento acerca de las posibilidades, pero que también
tiene dimensión de lo que en política es muy importante: el pro-
blema ético.

125
Quizá alguien se da cuenta de la contradicción a la que
Allende había llegado a ese momento. Ese millón podría haber
sido masacrado, era la responsabilidad que él tenía enfrente. Él
no asumió esa opción y apostó a las alamedas, a las grandes ala-
medas, volviendo a recuperar la lucha en el plano en que él se
había formado como dirigente político y en el que había logrado
triunfos, y había logrado comenzar a imponer en Chile, país muy
conservador, un nuevo proyecto de sociedad.

Pero había que ver este proyecto como una construcción


estratégica. Lo que predominó fue el inmediatismo, o lo que
Engels llamaba: “transformar en un argumento teórico la impa-
ciencia pequeño burguesa”. Cuando la impotencia se trasforma
en argumento teórico no lleva a un buen resultado, aunque se
argumente como defensa de principios. Significa a lo mejor sacri-
ficar demandas, pero el problema se plantea como la necesidad de
“historizar la demanda”, y eso supone entenderla en términos de
fuerzas y no simplemente de buenos deseos; no se trata solamente
del discurso sino de la fuerza que supone la existencia del sujeto.
Eso es lo que nos enseña América Latina.

Hoy, en cualquier esfuerzo de cambio social sigue plan-


teándose el problema no resuelto de la relación entre dos grandes
problemas: proceso rápido o lento. Eso va a depender de las co-
yunturas y de las correlaciones de fuerza que expresa la relación
entre proyecto y sujeto. Tendemos y hemos tendido en América
Latina a pensar proyectos de sociedad y después a buscar sus
sujetos. Proyectos que muchas veces no tienen sujetos concretos.
Cuando digo “no tienen sujeto”, estamos hablando de algo más
complejo que está presente en los análisis que hacía Breni Cuenca,
no es que no esté el sujeto, es que está, pero no tiene todavía fuerza.

El proyecto es una manera de identificar sujetos para ese


proyecto, pero también construir ese proyecto es un desafío. Les

126
voy a poner un ejemplo de nuevo con Chile y ustedes harán las
extrapolaciones del caso, yo no incursiono en otro país.

El partido comunista estaba enormemente organizado con


una cohesión ideológica tremenda y con una influencia electoral
considerable, el 17% más o menos; a eso agreguemos el partido
socialista de la misma orientación ideológica, igualmente cohe-
rente en términos ideológicos, con una gran militancia, una gran
organización y con una influencia equivalente electoralmente. O
sea entre ambos partidos se hacía un 30% de la masa electoral y a
eso agreguemos la influencia sindical, la influencia de las univer-
sidades, etcétera.

¿Era ese el sujeto de la unidad popular? ¿Era ese el sujeto


del gran cambio que postulaba el discurso de Allende? No. Era el
comienzo de la conformación de ese sujeto. De ahí nacía un sujeto
pero ese sujeto todavía no tenía fuerza.

Las contradicciones entre el partido socialista y el partido


comunista, el anquilosamiento de los partidos al dejarse entram-
par por las triquiñuelas electorales que los transforman -como
diría Gramsci- en “documentos muertos” llevaron a los partidos
en Chile a entramparse consigo mismos y a convertir sus medios
en fines. Así se transforman en grupos de presión interesados
prioritariamente en aumentar su presencia electoral lo que gene-
ralmente los lleva al olvido de los proyectos con sentido histórico.
Los partidos terminan simplemente por transformarse en partidos
clientelares para la lucha electoral. En Chile la opción por la lucha
política (y no la militar) condujo a un incremento de las disputas
entre los partidos y al debilitamiento de la cohesión que necesi-
taba un proyecto de la envergadura de la Unidad Popular que se
planteaba en el largo tiempo histórico.

Se apreciaban contradicciones muy severas en la base


social. La base social de influencia comunista y la base social de

127
influencia socialista no estaban de acuerdo. Más aún, se comen-
zaban a dar procesos de autonomización de las masas de las
poblaciones y de las masas sindicalizadas, en relación a las líneas
que los partidos fijaban. No había claridad al respecto de esto. Era
un proceso que reconocía un mecanismo de unificación de una
cierta fuerza, no en torno de un programa, no en torno de una
organización partidista sino en torno a un liderazgo. Un liderazgo
que sí tenía la claridad suficiente de crear las condiciones para que
se fueran conformando a partir de estas estructuras, tanto políticas
como sindicales y culturales, un actor, el actor del proyecto.

Lo que estoy señalando en ese momento es esa dialéctica


entre proyecto y sujeto. El proyecto no supone necesariamente al
sujeto ya que el sujeto es muchas veces emergente. De ahí la impor-
tancia de la emergencia de nuevos sujetos, que no siempre tiene
un proyecto claro. Aquí estamos en presencia de una ausencia de
conocimiento y de pensamiento social. Eso no se tenía claro porque
los intelectuales hipercríticos de Chile, todos comprometidos, por
supuesto, con el proceso de cambio (manejaban todos los libros
del mundo: muchos libros franceses, muchos libros del marxismo
estructuralista y todas esas lecturas eruditas e ilustradas) llegan
con unanimidad a la misma conclusión: “en Chile puede pasar
cualquier cosa, menos un golpe militar”. Gran conclusión teórica:
“no puede haber un golpe militar en un país con alta estabilidad”.
Fíjense, se trata de un pensamiento crítico que estaba siendo, de
alguna manera, reflejo del discurso dominante de una burguesía
ilustrada que desde 1930 impuso un proyecto de Estado, y por lo
tanto de orden social.

Esa burguesía que construyó la democracia formal, que


incorporó a distintos sectores sociales a votar, que reconoció es-
pacios para muchos partidos políticos de las capas medias, y des-
pués de los propios sectores populares como el caso del partido
comunista fundado en 1912 y del partido socialista fundado 1933,

128
fue la artífice de ese proyecto de Estado y de orden social. Esa bur-
guesía tiene parte de sus antecedentes en el grupo terrateniente
castellano-vasco que desde la agricultura comenzó a ramificarse
hacia la minería, hacia el comercio, pero era una situación muy
embrionaria, ya que existía un fuerte predominio de la clase oli-
gárquica terrateniente, que en realidad era el sector políticamente
mejor organizado y el que marcaba el tono de voz.

Con todo, el proyecto de estado se abrió paso en medio de


ese régimen económico tan fuertemente oligárquico-terrateniente
en donde prácticamente no había presencia del capital financiero.

La burguesía institucionalizada hizo todo lo necesario


para que emergieran partidos discordantes y disidentes. Más
aun, diseñó instrumentos de desarrollo del país que después en
los años 30 serían apropiados por la izquierda, cuando triunfo en
el Frente Popular.

Las políticas de intervención del estado en el plano edu-


cativo, en el plano económico, sobre todo en la época del Frente
Popular donde participaban los socialistas, comunistas y otros
partidos de capas medias comprendían la intervención del estado
como un gran actor económico y social gracias a los instrumentos
que les había enseñado la burguesía.

Pero entonces, ¿por qué no se entendió las implicaciones


que tenía este proceso? ¿Por qué no se entendió que esa burgue-
sía estaba sumamente alerta y que no iba a aceptar el cambio de
reglas del juego tan fácilmente? Ese era un problema de análisis
de correlación de fuerzas, y entonces la pregunta era si en reali-
dad la Unidad Popular tenía la fuerza suficiente para impulsar
las transformaciones que se habían propuesto. Se tenía un gran
liderazgo que era Allende, se tenían organizaciones que eran los
partidos políticos que la integraban, y además los sindicatos que
para ese entonces eran muy poderosos (no como hoy día cuando

129
apenas representan el 10%). Sin embargo, quedó de manifiesto
que todavía esa fuerza no era suficiente.

Ahí entramos a un esquema enormemente complejo que


yo estoy tratando de recordar, y no porque me vuelvan los aconte-
cimientos de 30 años atrás, sino porque son problemas que uno ve
que todavía están planteados en el continente.

No se pudo ver la realidad porque la realidad simplemen-


te se ideologizó en un espejismo en que todo era posible y no se
quiso leer la historia. Ésta no fue leída, ni por los dirigentes políti-
cos, ni por los intelectuales dizque que críticos, entre los cuales me
tengo que incluir yo, por supuesto.

Eso nos movió mucho el piso porque comenzó entonces a


aflorar el hecho de que existía una falla en el pensamiento, o que
era un pensamiento que no estaba diciendo nada o que decía cosas
incorrectas en el sentido de que era demasiado cerrado. Hubo un
pensamiento no histórico, un pensamiento que giraba en torno de
modelos de sociedad altamente ideologizadas, donde la historia
era secundaria porque la construía alguien, y esos no eran los
sujetos concretos, eran las leyes de la historia, las llamadas leyes
del progreso histórico.

¿Por qué digo esto? Porque ese mecanicismo que resultó


fatal, se repitió en casi todos los países de Sudamérica que es el
área en la que centro esta reflexión. Ese pensamiento se quedó
aprisionado en una serie de prejuicios, de estereotipos y de jue-
gos de ideas que eran buenos para escribir ensayos y textos. Fue
el momento en que la Universidad de Chile y en otras muchas
universidades del continente se enseñaba “El Capital” en seis
sesiones, entre ellas en la Escuela Latinoamericana de Economía
de Pensamiento Económico Critico que no sabían diseñar una sola
medida económica concreta. Como ellos después lo reconocieron,
“no somos capaces ni siquiera de imaginar reformas”, y si no soy

130
capaz de imaginar reformas, ¿cómo voy a construir una sociedad?
Porque construir una sociedad es construir poder. El poder no se
construye con meros juegos lógicos, el poder se construye todos
los días y eso supone entender la subjetividad. Lo que se tiene
que recuperar desde esa cosa tan elemental que el pensamiento
crítico tampoco tomó en cuenta, es la subjetividad de las personas,
la vida cotidiana, la potencia que tiene el constructor de cambios
sociales, aún en sentido histórico desde su vida diaria. Porque las
revoluciones y los cambios se construyen todos los días o no se
construyen. Y si no pregunte usted a los ideólogos del modelo
soviético, del llamado socialismo real, que yo tuve oportunidad
de conocer esa experiencia. ¿Qué derrotó al modelo soviético?
Lo que lo derrotó no fue la CIA ni el pentágono, lo que derrotó
al modelo soviético fue la subjetividad cotidiana del polaco, del
húngaro, del rumano y del propio ruso, la subjetividad cotidiana,
¿cómo puede tener tanta fuerza? Claro que la tiene, porque existe
y se desenvuelve en las profundidades del ser social.

Un día, yo tenía una cierta relación de amistad con los


diplomáticos alemanes en México, y yo les preguntaba: bueno,
esto que está pasando en Polonia, supongo que no se va repetir en
Alemania, ni menos en la Unión Soviética. Pero por supuesto me
decían, usted tiene la razón porque todo está controlado.

Cuando se empieza a decir que esta todo controlado, es


que hay un gran desconocimiento de la realidad histórica. Luego
me llaman por teléfono y me dicen “queremos profesor conversar
con usted”. Voy a la embajada y me dicen “Tenemos que recono-
cer algo, que hemos tenido una derrota histórica.” A lo que les
respondí, que me parecía, que era algo más o menos obvio lo de
la derrota histórica y el colapso, y luego pregunté “por qué dice
eso usted ahora, si me dijo que esto no podía ocurrir en Alemania,
ni podía ocurrir en la Unión Soviética. A lo que ellso respondieron
“Es que nos hemos dado cuenta que no conocíamos la realidad”.

131
Eso conviene siempre recordarlo, porque la historia está
llena de estos detalles. ¡Imagínense el tipo de detalles que no te-
nían registrados! No tenían registrado que por ejemplo, de los 26
millones de alemanes de la República Democrática de Alemania,
7 millones estaban en la lista de los sospechosos de la policía po-
lítica. Cuando registramos ese dato, casi el 50% no era confiable y
un porcentaje impresionante de la militancia del propio partido
tampoco lo era. Entonces, ¿quién construía la historia? ¿El mero
discurso? ¿La mera voluntad de Honecker? Es que hay mucho
sesgo ideológico que nos impide leer la historia. Esta gente quería
construir un proyecto y los intelectuales a lo mejor darle conti-
nuidad, pero, cuando se dan cuenta de la realidad, era muy tarde.
Sobre todo los alemanes nos dicen: “tratamos de hacer correccio-
nes, tratamos de sugerir cambios”, pero era una avalancha, un
proceso que simplemente colapsó en horas. Entonces, los colapsos
también son parte de la historia.

Por eso, también hay que tener en cuenta la propuesta,


porque lo que pasó con el modelo soviético también puede pasar
con el neoliberalismo. Se trata de un sistema muy inestable, que
no tiene garantizadas las condiciones de su reproducción en las
distintas dimensiones, salvo acaso en las económico financieras,
aunque ni siquiera ellas, como lo constatan las crisis de los euro-
peos. Estamos en presencia de un modelo altamente inestable que
puede resistir cualquier protesta, cualquier gritería y cualquier
efervescencia que proceda desde la sociedad civil, excepto una:
la presión cotidiana y persistente o, como han dicho algunos inte-
lectuales: al sistema hay que tomarle en serio sus ofertas y exigirle
que cumpla lo que ofrece.

Estamos ante la necesidad de pensar estos viejos pro-


blemas registrados en las experiencias que recojo de Chile, que
tienen implicados algunos de los más grandes retos epistémicos
que Breni recordaba: saber leer la historia y saber leerla como

132
movimiento permanente. No es suficiente el decir, “yo creo que”,
sino que es indispensable escuchar y leer la realidad.

En este caso, ustedes con su país, deben leer como se está


construyendo todos los días y también leer desde la perspectiva
de construcción del poder. La construcción de poder es una ince-
sante construcción de subjetividades y eso supone una constante
articulación entre lo económico, lo político, lo cultural y lo psi-
cocultural. La lectura de la realidad permite articular el macro
espacio y el microespacio. No se construye solo en el gran espacio,
se construye en el micro espacio con perspectiva del gran espacio
público. Se construye desde los individuos en la perspectiva de los
sectores sociales, eso es poder. Si no lo entendemos así tampoco
lo construimos, o lo reducimos hasta donde el orden permite que
se construya, por ejemplo, ganar solamente elecciones. Entramos
en una enajenación y comenzamos a transformar a los sujetos
capaces de ir más allá del orden, en simples tributarios del orden.
Del mismo modo, hay también un pensamiento “crítico tributa-
rio”, o sea, díscolo: ni muy distante, ni muy cercano del poder,
sólo lo suficiente como para no ser excluido y estar siempre en
condiciones de ser invitado por el poder. ¿Me explico lo que estoy
señalando? Ver y comprender estos dilemas supone el desarrollo
de un pensamiento crítico acerca de las particularidades de una
situación dada, las cuales se revelan en las coyunturas. De ahí la
importancia de las coyunturas.

En este plano los desafíos son enormes. Pero, el principal,


dicho en términos gramscianos, es “liberar el pensamiento propio
del discurso dominante”, que está más presente de lo que uno cree.
Se manifiesta de mil maneras, por ejemplo, se podría expresar en
que yo critico el discurso dominante o critico el modelo econó-
mico dominante en palabras, pero lo reproduzco en mi práctica
con mil justificaciones: “es que necesito empleo”, “es que necesito
reconocimiento”, “es que necesito estar tranquilo”, “es que no

133
puedo vivir en eterna tensión”. El capitalismo juega con eso, juega
a que la gente se limite a buscar su tranquilidad: esa es una de las
funciones más importantes del consumo. Es obvio que el consumo
no tiene la función de reproducir la vida; tiene la función de tran-
quilizar el espíritu, por decirlo de manera elegante, pero lo que en
realidad busca no es la quietud del espíritu sino su muerte. Es lo
que nosotros llamaríamos el “sujeto mínimo”. Nadie va a matar a
nadie –aunque también se da el caso que se mate-, pero lo serio del
cuento es que el capitalismo ahora liquida al ser humano a través de
un mecanismo que no tiene precedente: es la propia autonegación
de cada quien para darse seguridad, de estar permanentemente
indiferente, apático, escéptico, descreído, sin visiones de futuro,
y sin importarme el otro. Esos son grandes triunfos culturales
del capitalismo. El triunfo del capitalismo no está en la inversión
extranjera, no está en las empresas transnacionales, eso es lo más
obvio. Está en lo cultural, en el cambio de las conductas todos los
días, en la negación de mí mismo por mí mismo. No se trata de
que otro me niegue; porque si otro me niega es porque soy víctima
de la violencia y hay un factor externo que puede incluso desatar
una capacidad de reacción. Pero, cuando la negación es autonega-
ción no hay capacidad de reacción. Eso lleva a la subordinación, a
un conformismo que es lo que fortalece, lo que Gramsci llamaba,
el “poder hegemónico” o “bloqueo histórico”. No es posible salir
del discurso dominante. Todo lo razono desde los límites del
discurso dominante que se expresa desde muchas maneras, por
ejemplo, que comencemos a pensar -incluso desde el pensamiento
crítico- que todos los sujetos están condenados a ser una imitación
del sujeto paradigmático impuesto por el neoliberalismo. ¿Y cuál
es ese sujeto por excelencia? El empresario. O sea, todos tienen
que ser empresarios. Aquí, el que no es empresario no es sujeto.
Qué harán los folkloristas, los poetas o los músicos con esto, o el
profesor universitario. El profesor universitario ha comenzado a
transformarse en un empresario, yo supongo que en El Salvador
eso es una excepción. Pero lo cierto es que todo se maneja en la

134
lógica de la ganancia en el mercado, y en este caso, al intercambio
de bienes se le llama “intercambio del libro” y a la promoción del
éxito económico “promoción académica”, porque se hace lo que
el poder quiere. Es el caso del sistema nacional de investigadores
en México que triplica la renta a los académicos siempre y cuando
no se investigue lo que le molesta al poder. Esto existe en Chile,
en Brasil, Argentina. No me pregunten sobre Centroamérica.
Es decir, la disciplina de la inteligencia. Y esto se vende con el
discurso de que “hay que ser serio científicamente” que “hay que
hacer conocimiento serio, científico, coherente, riguroso”. Pero
en verdad lo que se busca es la domesticación de la inteligencia
usando para ello distintos velos ideológicos. El poder domestica
la inteligencia cuando evita que se le hagan las preguntas que le
molestan. Hoy día, por ejemplo, en el ámbito de la academia de
las ciencias sociales se traduce en que en este momento -no sé si
pasa en El Salvador- la intelectualidad, aún la más calificada, no
es capaz de hacerse una pregunta inteligente, una pregunta que
sea pertinente al contexto. El “conocimiento pertinente” significa
un conocimiento que alude a lo que está aconteciendo, no a lo que
pasó en el libro del señor “X”, como ocurre hoy día que de repente
visitas a colegas de la universidad y les preguntas: ¿qué estás
estudiando? Y ellos inmediatamente te responden: yo no estudio
nada, soy especialista en el señor Foucault. En todo caso, si se
dedican a ser especialistas en el señor Luhmann, en Habermas o
en el señor X, estamos bastante mal, en el sentido de que cualquier
conocimiento exclusivamente referencial a un autor, sin la lectura
del contexto histórico de producción de su pensamiento, no tiene
capacidad para transformar la realidad. Simplemente es una exé-
gesis y esa exégesis tiene una utilidad para que ese señor sea reco-
nocido como experto y ser invitado a los círculos “foucaultianos”
que se reúnen en cualquier latitud, todo envuelto en una especie
de celofán que impide romper con esa especie de oscurantismo
tecnológico que nos está dominando, ¿me explico?

135
La erudición por la erudición es una manera que impide
pensar históricamente. También la historia pude usarse para jus-
tificar no pensar históricamente. Tenemos, por ejemplo, muchos
desafíos de cómo leer hoy día el capitalismo globalizado, porque
no basta hablar de la inversión, los términos de intercambio, las
contracciones del mercado, no. Hay que pensarlo con mayor
profundidad. El capitalismo globalizado no es sólo un fenómeno
financiero. El capitalismo es un fenómeno cultural y hay que asu-
mirlo culturalmente. Conceptos como “desarrollo” “crecimiento”,
“condiciones de vida”, “éxito”, “responsabilidad”, “eficiencia”,
suma y sigue con una serie de conceptos que tienen que ver con
la vida personal, no con la economía, son todos de alguna manera
estímulos para quedarnos prisioneros en un orden de pensamien-
to que es funcional con la lógica del orden. Pensamos en el éxito,
pensamos en el progreso en función de una lógica exclusiva que
es la dominante. Ella se expresa en un actor dominante como el
único que importa: el empresario. En muchos países de América
Latina, para decirlo claramente: las dictaduras militares están
siendo reemplazadas por dictaduras empresariales y ni siquiera
por empresarios nacionales.

Aquí viene el gran tema, si ustedes revisan la literatura


de los años 50 en adelante, la literatura de la CEPAL, la Comisión
Económica para América Latina, se comprueban algunas cosas
que aquí dejo planteadas, porque son grandes desafíos para recu-
perar el pensamiento histórico. Son afirmaciones que están dichas
por mucha gente desde mil novecientos cincuenta y tantos, hasta
hoy. Primera afirmación: los sujetos sociales de América Latina es-
tán en un constante proceso de desestructuración, no son estables.
Segunda afirmación: consecuencia de esto es que las alianzas son
profundamente inestables. Tercera afirmación: no hay proyectos
sostenibles en el largo tiempo. Cuarta afirmación: no hay voluntad
política para construir.

136
Los ejemplos pueden ser múltiples. Durante muchos
momentos, a partir de la instauración del Estado Keynesiano,
de los 40 en adelante, pero sobre todo a partir de los grandes
análisis de la CEPAL que comienza su estudios a partir de 1950,
son impresionantes la cantidad de coyunturas que ha tenido la
burguesía latinoamericana para transformarse en clase domi-
nante impulsora o promotora de lo que los teóricos llamaron un
“capitalismo periférico”. Esas coyunturas sirven para probar que
siempre sistemáticamente renunciaron a serlo. Optaron, desde
hace mucho tiempo y ahora con mayor razón, por incorporarse
de manera subalterna a las alianzas con el capital extranjero. Hubo
un momento en que los gobiernos ofrecieron recursos económicos
a esos dizque empresarios, buscando afianzar una infraestructura
industrial y una infraestructura de obras públicas para que se
transformaran en lo que ellos mismos querían ser: protagonistas
de un capitalismo sin grietas dentro del propio capitalismo llama-
do “periférico” por la CEPAL. Pero para decirlo en corto, las bur-
guesías Latinoamericanas renunciaron a esa oportunidad y con la
llegada del capital extranjero, renunciaron también a sus propios
espacios de autonomía. Lo traigo a colación porque es parte de la
historia de este continente.

Muchas de las cosas que están ocurriendo hoy día no son


nuevas pertenecen al ámbito de las estructuras, no diría económi-
cas, ni políticas sino culturales. Una mentalidad de subalternidad
total, hasta el punto de no querer nunca construir un proyecto
de nación como el que hizo la burguesía en el siglo XIX. Ahora
no. Examinemos este bloqueo, porque debemos examinarlo si
queremos realmente reconocer los espacios de construcción de
un proyecto de nación en el contexto de la globalización. Este
examen supone varias cosas pero deseo volver a destacar ante
ustedes la necesidad de leer la realidad. Sepamos leer lo que ver-
daderamente son nuestros empresarios; sepamos leer lo que son
nuestros sindicatos; sepamos leer lo que son las organizaciones

137
culturales, sepamos leer lo que es la sociedad civil y no andemos
comulgando con ruedas de carreta. Muchas organizaciones posan
de sociedad civil, pero no sabemos que es la sociedad civil. En
Chile y Argentina se ha discutido que no hay un concepto claro de
lo que es la sociedad civil. Si no hay un concepto claro de lo que es
la sociedad civil, tampoco podemos tener un concepto claro de lo
que es “ciudadanía”. Sin embargo, ¿de qué más hablamos en este
continente y en este momento? Además de sociedad civil, habla-
mos de ciudadanía, de participación, y sin embargo no tenemos
una lectura crítica de esos conceptos.

Aquí entramos en problemas muy severos ya que tal


lectura crítica implica la comprensión de las distintas dinámicas
que son económicas, políticas y culturales. Evidentemente, es-
tamos en presencia de una ofensiva muy poderosa de lo que en
términos de Gramsci llamaríamos “la imposición de un bloqueo
histórico” que nos impide ver las cosas fuera de los límites del
discurso dominante que no solamente es trasladado por la inver-
sión extranjera, sino que es reproducido por las universidades
y por nosotros mismos en nuestras formas de resolver nuestro
sistema de necesidades. El sistema de necesidades también es un
mecanismo de reproducción del discurso dominante. Estamos
en presencia de lo que algunos han llamado “la religión de la
mercantilización” o para decirlo de la manera más clara, estamos
enfrentando un fenómeno nuevo que es la mercantilización de la
subjetividad de cada uno, la cual se transforma en mercancía en
un mercado simbólico que nos impide reconocer la realidad que
nos determina: lo más grave, nos impide reconocernos a nosotros
mismos como sujetos constructores, transformadores, debilitando
o royendo nuestra seguridad en nosotros mismos. Se trata de una
pérdida de los referentes personales y de pertenencia colectiva.
En este momento, por ejemplo, la gente de menos de treinta años
carece de referentes colectivos. Como lo dijo una vez un alumno
de la UNAM: “para ustedes estaba claro desde donde pensaban”.

138
Y tenía razón, pues nosotros pensábamos que el cambio era una
ley histórica y pensábamos desde los movimientos sociales, como
lo hicieron ustedes mismos hace muchos años en Centroamérica

Pero ahora, los más jóvenes, ¿desde qué colectivo pueden


pensar? Esa es la gran novedad del movimiento “yo también
soy 132”. Esa gran emergencia de los jóvenes que en el fondo no
constituyen un sujeto social, pero sí un referente de pertenencia
colectiva desde el cual podían organizar un pensamiento diferente
y crítico.

Si se pierden los referentes colectivos nos quedamos sin


tiempo; si nos quedamos sin referentes colectivos no podemos
pensar la historia, porque la historia es una construcción -como
recordaba Breni- que articula a los sujetos sociales con los indi-
viduos. No podemos seguir pensando que la historia la piensan
únicamente los colectivos sin reconocer a los sujetos individuales.
Son los sujetos en el colectivo: es lo que Gramsci llamaba “el mo-
vimiento molecular del colectivo”.

En este contexto quiero terminar con una reflexión sobre


la importancia de los actores políticos. Creo que en este momento
el continente requiere la conformación de actores políticos que
deben tener muchas características, y es difícil sintetizarlo. En
primer lugar, deben procurar una visión clara de su realidad y ser
capaces de construir proyectos que den cuenta de esas realidades.
Son cualidades que Gramsci reconocía en lo que él denominaba
el intelectual orgánico. Eso supone una coherencia ideológica. La
coherencia ideológica no supone dogmatismos ideológicos;
supone que es posible debatir con ciertas matrices ideológicas
frente a las cuales el pensamiento se desarrolla, incluso en muchas
direcciones. Bienvenida, en ese sentido, la discrepancia dentro
de esos marcos de construcciones ideológicas, porque la historia
no es lo suficientemente sencilla como para quedar encajada en
una sola visión. Lo que si supone es tener ciertos parámetros, en

139
este caso valóricos, desde los cuales organizar un pensamiento de
construcción. Yo pienso (esa construcción) desde determinados
valores como el valor “nación”, “identidades colectivas” y los
valores de “justicia” y “libertad”. Esos son parámetros ideológicos
fundamentales que pueden permitir muchos discursos pero desde
ellos mismos, sin discrepancias. El gran desafío de esa coherencia
de pensamiento es que debe estar organizada para permitir su
propia crítica y reinvención y tener la creatividad y lucidez para
recuperar críticamente las experiencias del pasado. Eso fue lo que
se perdió. La historización quizá es la clave que (puede recuperar
esas cualidades y) une el trabajo teórico-intelectual con la militan-
cia política. Ahí reside el poder de la historización.

¿Qué significa la democracia hoy? ¿Qué significa la parti-


cipación ciudadana hoy? ¿Qué significa la sociedad civil de hoy?
¿Qué significa la inversión extranjera? ¿Qué significa la división
del trabajo? ¿Qué significan las transformaciones tecnológicas?
Son todas las categorías que admiten ser resignificadas de manera
adecuada según los contextos. Estas categorías pueden tener una
significación distinta en Suecia, El Salvador, Colombia, Chile o
en Argentina. Yo comparo Chile y Argentina que son países tan
semejantes en tantos sentidos y, sin embargo, muchas de las cosas
que se están haciendo en Chile no pueden ser significadas de la
misma forma que en Argentina. Esto supone la lectura de la his-
toria. Creo que en eso consiste la gran herencia que nos dejo Marx.

Y ahora retomo las lecturas categoriales que recordaba


Breni. Simplemente, como lo dijo alguien: la grandeza, la genialidad
de esa propuesta de Marx -que en mi opinión no ha sido superada-,
es que es la única forma de organizar el pensamiento de modo tal que ten-
ga la capacidad de crecer con la historia. Y eso es muy grande, porque
en realidad como el mismo Marx dijo: “Yo no soy marxista”. Él no
podía ser marxista, porque ese marxismo que nació en Manchester
en la Inglaterra de fines del siglo XIX, es un capitalismo que se

140
agotó. No podemos deducir su pensamiento a partir de ese capita-
lismo manchesteriano. Y ahí viene más bien la reflexión de cómo
(Marx) construyó el problema, de cómo construyo las ideas, de
cómo construyó las categorías. Esa lógica de construcción, que im-
plica preguntarme cómo me coloco frente a la realidad, contiene
las grandes enseñanzas de esos grandes textos de él o de otros
pensadores. Y, en la medida en que ustedes puedan leer autores
de aquí mismo, de México, o de cualquier otro lugar que les ense-
ñen no solamente a repetir consignas, a repetir construcciones que
pueden ser obsoletas -porque la historia es fundamentalmente
dinámica-, si encuentran los instrumentos que les potencien sus
capacidades personales de comprensión de los contextos en que
ustedes viven y les permiten ubicarse y pensar históricamente los
problemas que ustedes se están planteando, entonces, esos textos
se mantienen válidos. Esos textos van más allá de los dogmatismos
teóricos y más allá de los dogmatismos ideológicos: son formas
de colocarse ante la historia, formas de redescubrir los nuevos
significados que pueden tener esos instrumentos de razonamiento
según las nuevas circunstancias. Creo que es uno de los retos, pero
ello supone una formación y disciplina intelectual que para que
tenga sentido en el contexto actual tan acuciante del continente
requiere también del compromiso. Ese compromiso, es el que yo
resumiría en el título de esta conferencia como el compromiso con
visiones de futuro: el compromiso con utopía. Utopía en el sentido
de lo posible de construirse no por invocación desde una metafí-
sica inexistente, sino construido desde las propias circunstancias
que estoy enfrentando todos los días. Y en ese sentido, desde
ese presente potencial que abre las posibilidades más allá de la
contingencia, si se leen las exigencias de futuro desde la sociedad
que quiero construir –no la que espero pasivamente que se cons-
truya- sino la que construyo todos los días a pasos pequeños pero
constantes. La utopía así concebida es la que permite que yo me
potencie como sujeto y que pueda vencer esa minimidad a la que
nos quiere arrumbar el capitalismo.

141
Intervenciones y preguntas del pleno

Intervención 1
¿Para qué pensamos? ¿Cuándo pensamos? ¿Para quién pensa-
mos? Yo le agregaría otra cosa a este pensamiento crítico: ¿Si lo
que pensamos es lo que debemos pensar? Hay otra cosa también
en términos de pensamiento crítico, ¿qué nos asegura que nuestro
pensamiento conlleva a la esencia de nuestros puntos de partida
epistemológicos?

Intervención 2
En relación a la realidad, creo que luego de los acuerdos de paz en
El Salvador han surgido una diversidad de sujetos, propuestas y de
identidades que van construyendo también su utopía de a cuerdo
lo que sienten o sentimos que nos está oprimiendo, por ejemplo,
en el caso de las mujeres: el patriarcado; todos somos víctimas del
neoliberalismo y del capitalismo: los homosexuales y las lesbianas
se sienten oprimidos por la heterosexualidad imperante que los
discrimina, que los margina. Igualmente, la población indígena.
De esta manera a mi manera de ver, en esta nueva construcción
de conocimiento no se trata de un sujeto único sino de diversos
sujetos que deberían encontrarse en un proyecto común pero eso
todavía no existe (y ni siquiera lo estamos construyendo). Gracias.

142
Intervención 3
¿Es posible lograr la objetividad de la realidad en una realidad
de movimiento permanente? es decir, ¿no influye acaso un prin-
cipio de incertidumbre que nos dificulta comprender lo micro y
al mismo tiempo lo macro? ¿Se puede lograr esta objetividad en
la gente común?

Intervención 4
Hay un gran avance en el proceso de investigación del Dr.
Zemelman y creo que es la enseñanza y la herencia que debemos
seguir. Hago nada más este comentario y saludo al Dr. Zemelman
quien, repito en los años 87 dictó un curso en la FLACSO donde
estuvimos presentes.

Intervención 5
Nosotros en este momento aquí en este país estamos en una situa-
ción crítica y caótica, si nosotros no nos ponemos las pilas, como
decimos en El Salvador, vamos a fracasar nuevamente. El fracaso
de Chile: me parece a mí que (sus dirigentes) no eran ingenuos o
eran inocentes. Yo recuerdo a Salvador Allende, Clotario Bless,
entre otros. Pero, dirigentes estudiantiles de esa época nunca
creyeron que las fuerzas armadas de Chile pudieran dar un golpe
de Estado. ¡Ingenuos! Teníamos la experiencia de Guatemala en
donde también en el tiempo de la revolución de Guatemala se
pensaba que los Chafarotes ya estaban dominados. Eso podría
pasar también aquí si nosotros permitimos que se siga potencian-
do aquí los Chafas. Entonces, vamos a correr la misma suerte que
corrió Honduras. La enseñanza es la siguiente: no nos apoltrone-
mos, ni nos acomodemos, tenemos que luchar con pensamiento
crítico para que esas experiencias no nos sucedan otra vez.

Intervención 6
Totalmente coincidimos en la centralidad de lo cotidiano, plan-
teada como un proceso de cultura, platicamos, mientras usted
intervenía, que ciertamente esa centralidad de lo cotidiano es

143
cierta, por ejemplo desde la intimidad de las familias cuando ven
televisión, cuando se platica con los compañeros y las compañe-
ras, y en la relación entre padres e hijos e hijas. Es una diferencia
entre el proceso que usted describió y el proceso cubano que
todavía persiste, en la centralidad de lo cotidiano. Básicamente,
resumiría y comentaría que tanto una investigación académica
científica como un planteamiento político se extrae de la realidad
y no al revés, y eso es precisamente, el error que yo deduzco de
las experiencias que usted muy bien describió. Nuevamente el
agradecimiento y gracias por su conocimiento.

Intervención 7
¿Qué pasa cuando el pensamiento crítico, no acepta el pensamien-
to crítico?

Intervención 8
¿Qué mensaje podría dar a estos jóvenes que no quieren desarro-
llar su pensamiento, que no quieren leer, que no quieren involu-
crarse en actividades culturales? ¿Cuál sería su mensaje para esta
juventud?

Respuesta del Profesor Hugo Zemelman


La mayor parte de las preguntas, con excepción de una (la pregun-
ta sobre la objetividad a la cual voy a aludir después), giran en
torno a una misma cuestión que yo comentaría en los siguientes
términos: es la relación que hay entre procesos de cambios socia-
les globales -que pueden darse en una sociedad nacional- entre
procesos de cambios globales que se dan en una sociedad nacio-
nal y cambios globales que se dan más allá de lo nacional. Esto no
lo tenemos claramente teorizado. ¿Qué es la vida cotidiana? La
tradición de pensamiento crítico de alguna manera, no incorporó
suficientemente esa dimensión de la vida del hombre: la dio por
resuelta concibiéndola como resultado de los procesos de cambios

144
de carácter económico -políticos globales- y creo que eso es un
error que habría que corregir y que no se lo podemos adjudicar
al pensamiento de Marx. Porque Marx no llegó a preocuparse de
ese problema. Él enfatizó más bien la situación y dibujó un “desde
donde” y eso es esencial en su análisis del capitalismo porque a
continuación, reconoce los sujetos de ese contexto, los sujetos que
están en ese “dónde” que es el capitalismo.

Nosotros estamos, precisamente, experimentando las


transformaciones de ese contexto económico-político y sus
desafíos en términos de su construcción. Eso supone incorporar el
problema del sujeto en todas sus dimensiones. ¿Qué quiere decir
en todas sus dimensiones? El sujeto no es solo la organización,
porque sin sujetos individuales los sujetos colectivos mueren.
Respecto al concepto mismo de partido político que acuña Marx
tomando la herencia quizá de la Revolución Francesa, después
es complejizado muchísimo más por Lenin y Gramsci. Antonio
Gramsci hizo quizá el aporte más importante a la teoría del
partido, -en mi opinión más importante incluso que la de Lenin-,
porque éste no tiene una concepción suficientemente sofisticada
del partido. Por ejemplo no incorpora suficientemente otras
dimensiones, no estrictamente reivindicativas de clase, como sí lo
hace Gramsci con la cultura. Que es quien acuña el concepto de
“intelectual orgánico”. El intelectual orgánico es el partido. Pero
para que ese partido sea un intelectual orgánico, entendiendo al
intelectual orgánico como el sujeto capaz de leer la historia, supone
tener gente que en su individualidad sean también intelectuales
orgánicos, (es decir, capaces de leer la historia).

A lo largo de la historia de los partidos políticos en


América Latina (y esa es mi experiencia), se pensó que las escuelas
de cuadros resolvían la relación entre individuo y colectivo,
pero eso habría que revisarlo y constatar si fue así o no, porque
la experiencia demuestra que el intento no fue suficientemente

145
exitoso. Algo no funcionó allí, y quizá una de las cosas que no
funcionó fue no entender que la historia era una construcción.
Nunca se enseñó (el papel del sujeto) en la construcción de la
historia. Se enseñó más bien, a diagnosticar la historia, a explicar
la historia pero no a construirla. Si ustedes revisan el pensamiento
crítico, eso es muy claro, y eso se debe al hecho de que no hubo
nunca sujeto en el discurso crítico sobre el cambio social en
América Latina y quizá en otros países. En otros continentes
tampoco estuvo presente el sujeto. Cuando estoy hablando de
sujeto, estoy hablando de quizá de uno de los grandes problemas
que encierra la relación entre el individuo y los colectivos. Esto
me lleva a la siguiente pregunta ¿Cómo el individuo se inserta
en lo social? Esa es la gran problemática del pensar político.
Si el pensamiento político no puede resolver la relación de
incorporación dinámica y creativa del individuo en un colectivo,
entonces no hay un pensamiento político, porque el pensamiento
político, fundamentalmente, es un pensamiento de construcción,
es un pensamiento de potenciación de los sujetos. El pensamiento
político no es un pensamiento de descripción, ni solamente un
pensamiento que le apueste a modelos futuros de sociedad, esos
son ideologismos, -que son importantes en términos que los
ideologismos pueden darle a la gente sentido, motivación, en
tanto a que expresan valores y comprometen a la gente en el plano
personal y en el plano social pero eso no basta. Los ideologismos
no me permiten leer la historia, me marcan quizá una perspectiva
pero no agotan esa perspectiva. Yo tengo que saber leer, y leer
la historia como coyuntura ya que se trata de los espacios en los
que los hombres intervienen tanto individual y socialmente. Pero
el pensamiento crítico quedó muy encapsulado de teoricismos y
ha quedado muy encapsulado de prejuicios teóricos y también
de ideologismos. La historia del continente a partir de los 60 o
de los 70 en muchos lugares del continente, expresa esa realidad.
Esa realidad nos debe dejar una lección y no la hemos procesado.
La experiencia del propio Guevara en Bolivia, por ejemplo, que

146
quizá es una de las experiencias más dramáticas en este sentido.
Si rescatamos la presencia de Guevara en Bolivia, ya no como un
acto de solidaridad revolucionaria, como un acto moral, eso ya
nadie discute, sino que lo interpretamos epistémicamente enseña
muchas cosas: enseña cómo se lee bien o mal un contexto y eso
es lo que ocurrió en Argentina, Uruguay, Bolivia, no la Bolivia de
hoy que es muy diferente.

Leer la realidad supone la relación entre el individuo y el


colectivo ¿por qué destaco esto? Porque aquí hay un problema que
me gustaría dejar planteado en la mesa, y es que el pensamiento
político no es sumamente organización política, no es solamente
proyecto político, sino que también es voluntad política y esa
voluntad política implica la voluntad de cada quien. Requiere
necesidad de futuro. Y yo les pregunto, ¿qué necesidad de futuro
tiene cada uno de ustedes? ¿Cómo lo aborda? Es una pregunta
porque los mecanismos de enajenación del capitalismo, por
ejemplo, del consumo dicen: “el futuro lo resuelvo yo, y a mí no
me interesa la relación con los otros”. Esa negación de los otros es
una negación del futuro, porque no existen futuros individuales.
Por lo tanto, la pregunta ¿cómo estoy procesando esa necesidad de
futuro? Debe ser contestada por cada uno. No vendrá un dirigente
a contestarla, porque se puede mentir como se ha mentido a lo
largo de muchas experiencias políticas en el continente en relación
a esa necesidad de futuro. ¿Por qué es importante? Porque si yo
lo tengo claro -y no porque leí un libro sobre el futuro- y si lo
tengo como una necesidad existencial de todos los días, eso se
puede expresar en mi vida cotidiana, en la relación con mis hijos,
en la relación con los compañeros, en la relación con cualquier
persona. Tiene una implicación verdaderamente importante. La
necesidad de futuro implica la necesidad de ser sujeto. La gran
fuerza del capitalismo está en negar esa necesidad, en hacernos
negar, alegremente, la condición de futuro, sacrificando la
necesidad de futuro que es necesidad del sujeto, a la simple

147
apetencia de poseer cosas y simplemente transformarnos en
consumistas o en consumidores. Esa es la negación de sujeto que
propugna Freedman ¿Qué es lo que él enfatiza? Enfatiza la oferta,
el satisfactor y lo económico. Simplemente es una manera de
entender el futuro reducido a la mercancía, a ciertas mercancías
para que yo me transforme en un depositario, en un benefactor,
o un consumidor de esa mercancía. Pero eso no es el sujeto. Yo
creo que ese es el punto nodal, porque ahí está la fuerza, -pero
también la debilidad- del propio capitalismo. Ahí está la fuerza
pero también la debilidad de quienes queramos crear un discurso
alternativo. Y no se trata de construir un discurso alternativo con
menos discurso, eso es fácil. En las cumbres sociales que se dieron
en Porto Alegre, hace muchos años, eso se discutió treinta millones
de veces. El problema no solo es de discurso, el problema esencial
es el de la necesidad del sujeto de ser verdaderamente sujeto.

Hay una anécdota: un gran historiador inglés de formación


marxista, que venía del partido comunista inglés: Hoffman,
trataba de explicar en el libro Cómo transformar el mundo, que más
bien era una especie de “mea culpa”, lo que pasó en el siglo XX.
Fue invitado por un Lord inglés, a una comida y en la comida lo
sentaron al lado a uno de los mayores especuladores del mercado
de hoy en día, que es George Soros. No sé si ustedes conocen a
Soros, pero él es uno de los grandes especuladores de la bolsa
de valores, en Nueva York, ustedes comprenderán que no tiene
pensamiento crítico. Entonces el señor Soros se acerca a Hoffman
y dice “Dígame profesor, ¿qué importancia tiene para usted Carlos
Marx?” El profesor Hoffman dice en su biografía: “yo no quería
entrar en una comida con un Lord inglés, yo no quería pasarlo mal
en la comida, y no quise confrontarle para darle una respuesta de
lo que yo realmente pensaba de Carlos Marx y le di cualquier
respuesta”. Soros se le queda viendo extrañado y le dice: “¿Cómo?
¿No le da importancia a aquel personaje que mejor ha descrito al
capitalismo actual? Nosotros lo estudiamos”. Eso significa algo

148
central: si no comprendemos algunos fenómenos asociados al
principal que es el de la mercancía, el de la mercantilización, si no
entendemos este problema -no sólo como fue analizado en 1867-
sino hoy en 2012, entonces no estamos entendiendo la cultura social
capitalista y al no entenderla, no podemos comprender la función
que esa cultura o subcultura está actuando en la subjetividad de
cada uno de ustedes. Allí está su fuerza. No actúa globalmente,
actúa con consecuencias globales, pero a partir de la enajenación
de cada una de las personas, que es la negación del ser humano,
es decir, no reconocernos como sujetos capaces de actuar, capaces
de pensar, capaces de construir sentido, capaces de reaccionar,
sino capaces de hacer nada. Y esa nada lleva al conformismo y el
conformismo lleva a la apatía y la apatía lleva a la indiferencia y
la indiferencia lleva a la descomposición, a la ineficacia política, a
la desorganización, al desinterés, al refugio en la vida personal y a
ceder el espacio público a quienes sí tienen una noción de futuro,
porque sí se sienten sujetos y sienten la necesidad de ser sujetos.
El problema no es psicológico, sino político. Se está trabajando en
la subjetividad, esto lo había analizado, en 1941, Erich Fromm, en
ese texto que tiene gran vigencia que se llama Miedo a la libertad.
Lo que el capitalismo trabaja es que todos tengamos miedo de
ser sujetos y esperemos siempre que alguien nos conduzca de la
mano y nos diga lo que debemos decir y hacer. ¡No! Ahí está el
problema de la formación del pensamiento, pero no solamente
pensamiento analítico, erudito o intelectual. Es el pensamiento de
todas las personas. Es el pensamiento con todas las facultades que
ustedes tienen. No solo la inteligencia analítica, sino también la
imaginación, la intuición y la voluntad, porque la inteligencia sin
voluntad no sirve. En el continente estamos llenos de intelectuales
lúcidos, pero cobardes, de manera que con eso no se gana nada,
así estamos simplemente justificando las derrotas.

149
Palabras de cierre
Lorena Peña

Un aplauso para el profesor, creo que ha superado con creces las


expectativas que teníamos de este encuentro. Vamos a dar por
concluido este conversatorio con el Prof. Zemelman y damos
también por concluida la primera temporada de los Diálogos
Culturales de Invierno. Quedan invitados para asistir, en Julio del
próximo año, a la segunda temporada de diálogos.

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