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En Nadie podía apoyar tampoco la multiplicación festinada y caprichosa de los centros

llamados a coronar la obra cíe la educación. En estos últimos años, la experiencia vivida
permite afirmar que el problema era y es de calidad, de moral, de jerarquía en la cultura y
en la organización, y de obediencia a los preceptos legales que fijan los marcos para el
desenvolvimiento de una Universidad.
Si ha habida algún centro denominado Universidad que haya vendida títulos, que haya
ofrecido verdadera ficción de enseñanza, que haya faltado a los deberes ante la moral y
anta la cultura, nadie podrá pretender que en una etapa de renovación integral de
procedimientos y de conductas, esa actuación quede impune. Pero la revolución ha de ser
justa, ha de castigar a quien de veras lo merez.ca, previa investigación detallada y
desapasionada. No se concibe esto de que se ofrezca al país la impresión de que para el
Consejo de Ministros todas las Universidades privadas, oficializadas o no, han actuado en
la misma forma, Ahí está, como ejemplo rotundo —y la citamos no por ser la única, sino
por ser la que lleva niña años de creada, y ha dado frutos—, la Universidad de
Villanueva.
¿Es que alguien desconoce en Cuba el rigor, la seriedad, la moral que preside todos los
actos de esa Universidad? En materia de preparación cultural, de jerarquía intelectual, no
puede ser discutida; en materia de orientación a la juventud cubana ofrece la mas sólida y
la más beneficiosa; y en materia de relaciones con los poderes públicos nadie puede
acusarla de haber sido jamás un centro de politiquería, de adulación al régimen, de
sumisión a la dictadura. La Universidad de Villanueva ha cumplido a cabalidad la misión
de la Universidad. Quizá si no como quieran entender esa misión ciertos temperamentos
ultrarradicales, pero si como la entienden los filósofos de la educación, los mentores de la
alta formación de juventudes
Anular un titulo expedido por esta Universidad —y por cuantas, como ella, se encuentren
abiertas a la investigación de la moral y de la alta preparación ofrecida—, sería realizar
un acto contra la juventud y contra la cultura, por parte de quienes representan una
revolución que se ha caracterizado hasta aquí, para honra suya, por la ausencia de espíritu
de venganza.
¿Qué es lo que se quiere castigar en definitiva? ¿Que en tanto permanecía cerrada la
Universidad de La Habana. en otros centros se continuaba ofreciendo enseñanza a la
juventud? Se trata, cuando más, de una distinta manera de entender los deberes
inmediatos de cada joven y de cada centro docente ante una situación como la que existía
en Cuba. Pretender que todo el mundo actúe igual, sin matices de pensamiento ni defensa
de las propias ideas, no es lo propio de una resolución que quiere ser noble, elevada y
superior.
El doctor Fidel Castro manifestó en medido de una ovación, que el Ejército Rebelde no
cobrarla pensión de la República. Y si no se va a pasar cuentas a la República por el
servicio que le han prestado, ¿van los jóvenes revolucionarios a pasar cuentas a los
jóvenes que estudiaron, olvidando que en Villanueva como en La Salle, como en todo
lugar donde se reunía la juventud cubana existía una viva y activa protesta, y un aporte
considerable de miembros para la revolución y para la lucha contra el gobierno?
Estudiar no es nunca un delito. Ni quienes lo hicieron en Cuba, ni quienes fueron al
extranjero a hacerlo, merecen otra rosa que consideración. Pretender que todos los
jóvenes salieron a tomar un arma, es un absurdo, aunque pueda pensarse que lo exigido
por Cuba en esos momentos era tomar un arma no un libro. Pero quienes continuaron
con el libro entre las manos, por mandato de sus padres, o por otras mil circunstancias, no
estaban traicionando a nadie, ni estaban dañando a la revolución.
Esta ha triunfado frente a las armas del anterior gobierno, pero ahora tiene que triunfar
frente a las pasiones. Grandeza es lo que se necesita ahora para conducir de veras a Cuba
por la senda de claridades que todos vemos ante nuestros ojos en este instante. Si
predominan las pequeñeces, las cerrazones a la lógica y a la razón, los olvidos de la
conveniencia a los intereses supremos del país, se estará frustrando la revolución, aunque
se manejen honradamente los fondos públicos.
Le juventud cubana, toda la juventud, está ansiosa de estudiar. No debe cerrarse un centro
docente, siempre y’ cuando llene los requisitos debidos; no debe anularse ningún titulo
ganarlo en buena lid, sin soborno ni irregularidades. El daño que recibirían la cultura
nacional con la persecución a las Universidades dignas, y los jóvenes que han estudiado,
con la anulación de sus esfuerzos, no concuerda con los lineamientos morales que Fidel
Castro ha reiterado ante el pueblo de Cuba. No se olvide que esos lineamientos le han
conquistado tanta admiración como su hazaña guerrera.
Y el doctor Armando Hart, que tiene pocos años de vida pero ha sufrido mucho, ha
conocido de cerca los máximos dolores de una generación perseguida, es quien debe
poner mayor empeño en evitar nuevos trastornos a la juventud cubana estudiosa.
Aquellos que abandonaron los estudios para servir la causa de la revolución en los
campos de batalla, no pueden cobrar en tiempo de estudios a sus hermanos lo que no
cobrarán en dinero a la República. El heroísmo es el signo a juventud; pero también es
signo la generosidad y la grandeza.
Como fieles intérpretes del sentir de tantos padres y madres que hoy están angustiados,
de tantos jóvenes que no han delinquido, y como defensores de los derechos de la cultura
nacional, pedimos al señor Presidente de la República, al señor Ministro de Educación y
al Consejo de Ministros, que no coloquen sobre la frente inmaculada de la revolución
esta señal de injusticia. Depúrense las responsabilidades; llévese a los tribunales de
justicia a quienes se hayan hecho merecedores de ello, pero no se proceda en forma que
hace a todos culpables. Cuba necesita muchos centros de enseñanza, siempre y cuando
merezcan en cada caso, por su organización, por sus métodos, por su jerarquía, la
designación que exhiben en el frontis de sus edificios.
Diario de La Marina, 15 de enero de 1959, Editorial. P. 1A

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