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Efectuada la lectura individual del expediente, para decidir se hacen las siguientes
consideraciones:
Argumentan que, “...el Directorio del Banco Central de Venezuela fijó nuevas tasas
para el financiamiento de vehículos, para todos los meses de los cuatro años indicados,
muy superiores a la tasa promedio de las operaciones activas que tuvo la banca
venezolana en todo ese tiempo, a excepción del mes de julio de 1998 y las del presente
año 2002 que no tienen ninguna incidencia en el problema actual. Es decir, que en vez de
ser congruente con el criterio de justicia sentado por los Magistrados del más alto
tribunal de la República... lo que hicieron fue colocar unas tasas superiores, en algunos
casos casi hasta en casi 10 puntos porcentuales por encima de las tasas activas
promedio que cobraron los bancos por sus operaciones bancarias”.
Alegan que “...en razón de que las tasas de interés aplicables al financiamiento de
viviendas son tasas bancarias, y que los bancos sí tienen costos de transformación del
dinero, a ese tipo de financiamiento sí debe aplicársele, necesariamente, tasas de interés
activas, preferenciales, bajas, solidarias... Cosa totalmente distinta a los financiamientos
pactados por los vendedores de vehículos, concesionarios de automóviles, fabricantes de
carros... pero en ningún caso se trató de Intermediarios Financieros. Por ello es que
decimos que las tasas de interés para el financiamiento de vehículos es, necesariamente,
mucho más baja que la del financiamiento de vivienda”.
Señalan los solicitantes que, de acuerdo con la normativa establecida en la Ley del
Banco Central de Venezuela y la Ley General de Bancos y Otras Instituciones
Financieras, en “la fijación de las tasas de interés, por parte del Banco Central de
Venezuela, los destinatarios exclusivos de tales regulaciones son los Bancos y las demás
instituciones...”.
“...las tasas de interés por pago de fideicomiso sobre las prestaciones sociales, están
diseñadas con y por criterios anteriores y muy distintos a los criterios con y por los
cuales, de conformidad a la Sentencia muy posterior a la existencia del Instituto de la
Tasa de Interés Social creada por esa Sala cuando dictó la sentencia del 24 de enero de
2002, y ello es tan evidente que las tasas de interés por pago de fideicomiso sobre las
prestaciones sociales, están integradas por: a) El Costo del Dinero. B) La Inflación. C)
Los Gastos de Transformación de la Banca. D) La Cartera de Contingencias por
Créditos Demorados e Incobrables, y D) La Utilidad del banco por su actividad de
intermediación financiera; mientras que en las Tasas de Interés Social para la
Adquisición de Viviendas, sólo se componen de: (3) de esos componentes: A) El Costo de
Dinero, B) La Inflación, y D) La Utilidad ‘razonable’ o disminuida en relación a los de
Mercado Variable, del banco por su actividad de intermediación financiera.
Por lo anterior es de toda evidencia que jamás ni nunca las Tasas de interés por el pago
de fideicomiso sobre prestaciones sociales pueden nunca jamás asemejarse con tanta
identidad las tasas de interés social...” (SIC).
I
La Sala para decidir observa:
La situación especial que nace de estos fallos, con sus efectos directos e indirectos
hacia personas que pueden no haber participado en las causas donde ellos se dictaron, y
que pueden verse perjudicadas a pesar de no haber sido formalmente partes, obliga a una
interpretación amplia del artículo 252 del Código de Procedimiento Civil, aplicable como
norma general a los juicios que se instruyen conforme a las reglas de dicho Código.
Para los ajenos al proceso donde se emitió el fallo, quienes se encuentran en una
concreta situación que por falta de alegatos no fue tomada en cuenta al juzgarse la
pretensión, pueden surgir puntos dudosos en la sentencia referidos a su particular
situación, y debido a esa posición pueden requerir de ampliaciones del fallo, ya que
-repite la Sala- la especial situación de los afectados, que no se dio a conocer en autos,
puede no haber sido considerada en el fallo, y por tanto no ser precisa con relación a
quienes no concurrieron al juicio. Siendo ello así, considera la Sala que el lapso
preclusivo para pedir las aclaraciones y ampliaciones contemplado en el artículo 252 del
Código de Procedimiento Civil, no puede aplicarse estrictamente en las causas donde se
ventilan derechos e intereses difusos o colectivos, evitando así la Sala que la preclusión
se convierta en un atentado a la justicia eficaz, responsable y equitativa que con relación
a esos terceros les garantiza el artículo 26 constitucional. Por ello, considera la Sala que,
en estos casos, no se aplica el término del artículo 252 del Código de Procedimiento
Civil, ni para solicitar la aclaración o ampliación, ni para que el Tribunal la provea.
Ahora bien, el derecho que reconoce la Sala no es un derecho que pueda ser
utilizado por las personas en forma excesiva, ya que, así como la teleología del artículo
252 del Código de Procedimiento Civil fue limitar el derecho a pedir la aclaratoria o la
ampliación, dentro de un lapso reducido, esta necesidad de restricción de la oportunidad
rige en la institución y de allí que la Sala considere que una vez efectuada la petición, ella
agota el derecho, y así se declara.
Establecido lo anterior, la Sala considera cada una de las peticiones que cursan en el
expediente; y 1º) con relación a la petición de Provivienda, es necesario aclarar lo
siguiente:
Si la tasa que determine el Banco Central de Venezuela resultare menor a la que fue
utilizada para calcular los intereses, éstos se ajustarán conforme a dicha tasa en los
préstamos correspondientes al Área de Asistencia Habitacional III, así como en los otros
préstamos para viviendas refinanciados, y lo ya pagado en exceso, con relación a esas
nuevas tasas que establezca el Banco Central de Venezuela, se imputaría al capital
insoluto.
A estas tasas tienen derecho los prestatarios antes señalados con créditos vigentes –
es decir, no pagados para esta fecha- a partir de 1993, y el Banco Central de Venezuela
deberá hacer los ajustes por intereses desde 1993. Si las tasas que fije el Banco Central
de Venezuela resultaren –a pesar de acoger los parámetros señalados en la sentencia-
iguales o mayores a las utilizadas para el cálculo de intereses de los préstamos en esos
años, lo ya pagado por esos conceptos queda en beneficio del acreedor, sin que el deudor
nada adeude.
Ahora bien, a partir de 1996, el Banco Central de Venezuela debe señalar una tasa
promedio entre la usada para el cálculo de los intereses de mercado que se cobraron a los
prestatarios a que se refiere el fallo a partir de dicho año, que sería la tasa histórica, y la
tasa de interés utilizada a partir de 1996 para el cálculo de las prestaciones sociales no
sujetas a fideicomiso.
El sistema de tasa ponderada aquí indicado se aplica a créditos con más de cinco
años de vigencia a partir del quinto año.
La justicia del fallo, con su reparto de riesgos, no persigue a los prestamistas hasta
el punto que se afecte su capital y patrimonio, dañando -por ende- a los depositantes de
esas instituciones.
Para esta fecha tal fijación no ha tenido lugar y la Ley de Registro Público de 5 de
octubre de 1999, que señalaba derechos regístrales, quedó derogada conforme a la
Disposición Derogatoria Primera de la vigente Ley, por lo que los derechos regístrales
previstos en la Ley de Registro derogada no se encuentran vigentes, y así se declara.
No existiendo derechos regístrales que pagar, considera la Sala que no hay razón, ni
puede la Sala exonerar a los prestatarios en lo concerniente a los derechos notariales, y
así se declara.
El llamado crédito con cuota balón fue objeto de examen por la Sala, debido a que
ella considera de interés social la adquisición de vehículos automotores para que sirvan
como instrumento de trabajo por los adquirientes (taxis, busetas, etc), motivo por el cual
el fallo se refirió a esa modalidad crediticia (cuotas balón) y sólo a ella. La sentencia de
esta Sala de 24 de enero de 2002, no se refiere a ninguna otra modalidad de crédito para
la adquisición de vehículos (con o sin reserva de dominio) ya que ello no es parte del
tema decidendum de la causa que dio origen al fallo.
Resulta necesario, ante la aclaratoria pedida, determinar si a estos últimos entes les
es aplicable el dispositivo del fallo de 24 de enero de 2002, y para decidir es importante
señalar el alcance del artículo 108 de la Ley de Protección al Consumidor y al Usuario.
Dicho artículo 108 en su último aparte expresa, para calificar la usura, que las
operaciones serán usurarias si los prestamistas obtienen, a título de interés, comisiones o
recargos de servicios, cantidades por encima de las tasas máximas respectivas fijadas por
el Banco Central de Venezuela.
Estas tasas las fijas el Banco Central de Venezuela, conforme a la Ley que lo rige,
para el sistema financiero, ya que no es lógico pensar que el Banco Central de Venezuela
para cada operación de crédito o de financiamiento deba crear “una gaveta de intereses”.
El artículo 108 citado no discrimina sobre los créditos, lo que haría pensar que se
trata de todos, pero se remite a las tasas que determine el Banco Central de Venezuela en
la materia, y esas tasas son aquellas que la ley permite a dicho ente fijar. Según la Ley
del Banco Central de Venezuela (artículos 7.3, 21.12 y 49) el Banco regulará las tasas de
interés que aplique el sistema financiero. Por lo que a los prestamistas fuera del sistema
financiero no se les aplica dicha norma, y ellos se rigen, en cuanto a los intereses
convencionales, en principio, por el artículo 1.746 del Código Civil, y no por el artículo
108 del Código de Comercio, que se refiere al interés legal no convencional.
No escapa a esta Sala que hay prestamistas que no captan dinero del público y que
prestan en forma habitual con recursos propios. Este tipo de prestamistas puede hacer
préstamos a masas de población a fin de que consuman bienes o servicios, y en este
sentido el Instituto para la Protección al Consumidor y al Usuario (Indecu) puede
investigar si este tipo de prestamistas viola la primera parte del artículo 108 de la Ley de
Protección al Consumidor y al Usuario, al otorgar los préstamos; o si los intereses
exceden a los señalados en el artículo 1.746 del Código Civil. Ahora bien, el problema al
aplicar esta última norma es determinar cuál es el interés corriente a que ésta se refiere, el
cual como interés máximo a cobrar no puede exceder en una mitad al interés corriente al
tiempo de la convención, y que a juicio de esta Sala no puede ser impuesto
unilateralmente por una de las partes del convenio, ya que, de ser así, dejaría de ser el
corriente. Ese interés corriente es el del mercado particular a que se refiere el convenio,
en el caso presente, el del financiamiento para la adquisición de vehículos del mercado
automotor, el cual puede ser promediado por el Indecu, según el numeral 4 del artículo 85
de la Ley que lo rige, y tomar las previsiones que la ley contempla.
Igualmente, la Sala reconoce que legalmente existe un vacío sobre cómo se calcula
la justeza de la tasa que imponen estos comerciantes que dan financiamiento y cuya
estructura de costos es distinta a la de los entes financieros. Es deber del Indecu
establecer la estructura de costos que permita que los jueces o entes especializados
puedan calcular tal tasa, y que ella sea la adecuada para el financiamiento de vehículos
por estas financiadoras no regidas por la Ley General de Bancos y otras Instituciones
Financieras. Estas recomendaciones son a futuro, a partir de la fecha de esta aclaratoria.
Según Decreto Nro. 292 de 26 de junio de 1989, la Presidencia de la República,
actuando conforme al artículo 6 de la para la fecha vigente Ley de Protección al
Consumidor, estableció normas para quienes vendían a crédito vehículos automotores.
Según la letra a) del artículo 1º del Decreto, los vendedores a crédito no podrían
exceder en la tasa de interés a cobrar, el máximo de la tasa de interés activa que fijará el
Banco Central de Venezuela para las operaciones de crédito que realicen las instituciones
financieras regidas por la entonces Ley General de Bancos y otras Instituciones de
Crédito.
Esto significa que el Estado sí puede regular en esta materia las tasas máximas de
interés a cobrar, lo que es aplicable a quienes financien las compras a crédito de
vehículos automotores. Pero, al no existir Resolución en ese sentido, la misma debe
ceñirse a la vigente Ley de Protección al Consumidor y al Usuario, y corresponde al
Indecu realizar lo necesario, si lo cree conveniente, a fin que se regule este rubro.
Sobre las exhortaciones que solicitan los peticionarios, las mismas se niegan ya que
ellas nada tienen que ver con el fallo.
5.- Con relación a la aclaratoria que solicitó Mayra Elena Guillermo Izquierdo, la
Sala considera que al motivar y disponer el número anterior resolvió el pedimento de
dicha persona.
6.- Con respecto a la petición de nulidad solicitada por ASODEVIPRILARA, la
Sala observa:
En varias decisiones ella ha sostenido que las sentencias que dicten los órganos
jurisdiccionales en materia constitucional o de derechos o intereses difusos o colectivos,
no se rigen en plenitud por lo señalado en el artículo 243 del Código de Procedimiento
Civil, el cual es el Derecho Común Procesal.
Idéntica situación con relación a la flexibilidad sobre los requisitos del fallo que
exige el artículo 243 del Código de Procedimiento Civil, ocurre en los procesos sobre
derechos o intereses difusos o colectivos, donde, además, la pretensión –debido a los
bienes jurídicos tutelados- a veces obliga al juez a requerir de conocimientos técnicos par
poder dictar un dispositivo adecuado. El juez –que no es un diletante que puede opinar y
resolver sobre todo- en estos casos necesita el asesoramiento o la ayuda de los técnicos o
de los científicos, y antes del fallo no puede ocurrir a ellos, ya que, de hacerlo, estaría
emitiendo indirectamente opinión sobre lo que decidirá en el fondo; mientras que por otra
parte, si fuere a realizar consultas privadas, podría estar perjudicando a una o ambas
partes, si es que el consultado tiene intereses contrarios a ellas el cual no puede ser
cuestionado.
Ante esta realidad, el legislador, al menos en materia de daños, ha previsto varias
instituciones que coadyuvan con el dispositivo del fallo, sobre aspectos de la cosa u
objeto sobre las cuales recae la decisión, y así, surge la experticia complementaria del
artículo 249 del Código de Procedimiento Civil, con el objeto de que unos peritos, en
acto posterior a la sentencia, determinen la cantidad de los frutos, intereses o daños que el
juez no puede estimar según las pruebas; mientras que el artículo 1.419 del Código Civil,
indudablemente para que tenga lugar después del fallo que condena el pago de daños,
previene el juramento estimatorio, que el juez defiere de oficio al accionante para que se
determine el valor de las cosas demandadas o el importe de los daños y perjuicios.
Pero el Código Civil trae normas que, para aplicarse, el juez necesariamente debe
ordenar una operación donde se auxilia a la justicia después del fallo, como ocurre si
aplicara el artículo 701 del Código Civil, donde una vez ordenado en el dispositivo del
fallo la aplicación del artículo 701 (al igual que en el caso del artículo 693 eiusdem) tiene
que acudir al juicio de peritos. Estos peritajes, efectuados por personas ajenas al juez,
complementan el fallo, sin ser idénticos a los prevenidos en el artículo 249 del Código de
Procedimiento Civil, y que, a juicio de la Sala, demuestran con claridad que hay fallos
complejos formados por diversas declaraciones, de las que no puede dudarse -como
ocurre con el supuesto del artículo 249 del Código de Procedimiento Civil- que emane
de persona distinta al juez conforme la sentencia, ya que dicho aditamento no tiene
relación alguna con la determinación de un monto que hace posible ejecutar una
sentencia de condena, que es lo que se argumenta para negar a la experticia
complementaria, del artículo 249 del Código de Procedimiento Civil, su condición de
parte del fallo.
El artículo 655 del Código Civil, por ejemplo, también da origen a esta clase de
fallos. Él señala que los tribunales deben conciliar el interés de la agricultura y el de la
industria con el debido respeto a la propiedad en las controversias que se suscitan sobre el
uso de las aguas; pero para llegar a esta conciliación, que puede involucrar opiniones
técnicas o científicas atinentes a la agricultura y a la industria, el juez, después del fallo,
consultará a los expertos a fin de que lo orienten sobre el dispositivo final, ya que antes
no podría hacerlo sin adelantar opinión sobre el fondo de la causa.
Además, fallos con capítulos diferidos en relación con la fecha de su emisión no son
extraños en nuestro derecho procesal y, para ello, basta leer el artículo 442.11 del Código
de Procedimiento Civil.
La Sala hace estos apuntamientos porque, ante la realidad de que el cálculo de las
tasas de interés ordenadas requiere un dictamen de especiales expertos, como lo son
aquellos que tengan acceso a todo el material que se ha generado en el tiempo y que
permita una determinación del promedio mensual en ese tiempo, con base en la
colaboración de poderes prevenida en el artículo 136 constitucional, en el fallo se ha
requerido, del órgano competente por excelencia para estos fines: el Banco Central de
Venezuela, conforme a la ley que lo rige, el cálculo de las tasas de interés que ordenó la
decisión.
Tal cálculo es un complemento del fallo que no obra como un acto administrativo,
ya que su naturaleza es igual a la de los juicios de peritos antes comentados, pero que
entraña discusiones sobre su inexpugnabilidad, por no ser de igual naturaleza que la
experticia complementaria del artículo 249 del Código de Procedimiento Civil y por
producirse como integrante de un fallo que se dicta en dos etapas; es decir, dentro de una
sentencia compleja.
Del primer grupo (subjetivamente compleja) son las sentencias de los Tribunales de
Reenvío, cuando la premisa mayor la señala la casación y la conclusión el juez de
reenvío, o cuando existe un peritaje obligatorio proveniente de funcionarios judiciales
que el juez debe aceptar o incorporar al fallo. En las objetivamente complejas, sujetos
que no son órganos jurisdiccionales, ni funcionarios judiciales, aportan elementos que
complementan el fallo y que son de obligatoria aceptación por el juez, tal como sucede
con algunas sentencias penales de condena, prevenidas en algunas legislaciones, donde la
fijación de la pena tiene que ser establecida por órganos especializados del Estado.
El denominador común de ambas clases de sentencias es que las diversas partes del
fallo no derivan de particulares, sino de órganos del Estado, o del Tribunal conformado
por funcionarios judiciales, así sean ocasionales.
Este tipo de sentencias tiene dos pasos, uno donde el órgano jurisdiccional declara
(emite un juicio y dispone algo), y otro en que lo dispuesto se complementa con otro acto
fuera y aparte del texto de la decisión.
Tal juicio de peritos, necesariamente –como a todos estos juicios a los cuales se
remite la ley- deben ser ordenados por el juez en el fallo, ya que ellos complementan el
dispositivo del mismo, al completar lo que en él se ordena.
Estas remisiones a los peritos se basan en el reconocimiento, que hace la ley, de que
el juez no es un sabio que conoce de todo y puede juzgar cualquier materia. El juez
diletante que sabe de todo, incluso ha tratado de ser eliminado por la vía de la política
judicial, al establecerse jueces especializados en determinada materias, y lo proscribe la
ley cuando contempla sentencias en cuyo dispositivo colaboren peritos.
Estas experticias, de naturaleza distinta a la probatoria, no están sujetas a
impugnaciones particulares por errores o falsos supuestos fácticos, y de ellas no puede
apartarse el juez -por lo que les resultan vinculantes- ya que con ellas no se trata de
colaborar en la fijación de los hechos, para lo cual el juez al aplicar la sana crítica, puede
llegar a conclusiones diferentes a la de los expertos y ser convencido en contra del
peritaje por los otros medios que se aprecian por la sana crítica, quedando igualmente
obligado a desechar la pericia probatoria, si ella es contraria a los hechos asentados por
medios valorables conforme a tarifas legales, tales como lo son los documentos, la
confesión o el juramento decisorio.
Luego, estas pericias que conforman las sentencias complejas, no pueden -en
principio- ser objeto de impugnación, ya que de ellas no puede apartarse el juez, así no
crea en su resultado; o éste le resulte ilógico. No puede el juez estar cambiando el fallo
por su propia iniciativa, ya que a él le está prohibido transformarlo (artículo 252 del
Código de Procedimiento Civil), y por tanto la pericia como componente de la decisión
compleja sólo se ataca por la vía recursiva, cuando ello fuere posible. La falta de
regulación expresa en el Código de Procedimiento Civil de este tipo de sentencias ha
llevado a que la apelación se interponga separadamente contra las distintas partes del
fallo, lo que no resulta sistemáticamente correcto, o que se pretenda impugnar la pericia,
como si se tratara de una experticia complementaria del fallo de la naturaleza de la del
artículo 249 del Código de Procedimiento Civil, norma que contempla una especial
impugnación, a pesar que estos juicios de peritos no son estrictamente de su misma
naturaleza, y se deben emitir antes que la sentencia quede ejecutoriada. Lo sistemático es
que el juez que escoge unos peritos, porque ignora la materia, y les encomienda un juicio
que completa la sentencia, acate dicho juicio, sin que sea posible aceptar
cuestionamientos. Máxime cuando el perito escogido es el único que puede realizar el
peritaje.
Sin embargo, ¿qué ocurre si existe contradicción entre los diversos elementos del
fallo, o la opinión de los peritos desacata los parámetros contenidos en la orden
jurisdiccional?. En el primer supuesto, la sentencia se hace inaplicable o inejecutable,
mientras en el segundo, ante un flagrante y objetivo desacato, que resalta la
incongruencia, el complemento debe anularse, pero si se trata de un asunto sólo
cuestionable o discutible, donde la labor del ente luce objetivamente correcta, el
complemento debe mantenerse.
El que unas tasas –según los peticionantes- se asemejen a otras posteriores a las
aplicadas por los acreedores, no significa que el Banco Central de Venezuela no se haya
ajustado a los parámetros señalados por esta Sala, sin que haya incumplido con su labor.
Esas son sus conclusiones, y así se declara.
A juicio de esta Sala, no hay pruebas concluyentes en autos de que el Banco Central
de Venezuela, organismo competente para ello, en el cual, por su competencia y su deber
de asesorar a los Poderes Públicos (artículo 7.9 de la Ley del Banco Central de
Venezuela), ella confía, no haya hecho los ajustes de las tasas ceñidos a los parámetros
que señaló esta Sala en el fallo de 24-01-02, por lo que los ajustes realizados por el Banco
Central de Venezuela son, a juicio de esta Sala, los correctos ya que fueron hechos por el
órgano técnico competente, conforme al artículo 7.3; 21.12 y 49 de la Ley del Banco
Central de Venezuela, sin que nada haga presumir que los ajustes no siguieron la
metodología indicada en el fallo.
DECISIÓN
Por los razonamientos antes expuestos, esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de
la Ley, declara:
El Secretario,
Exp. 01-1274
JECR/