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LA ORDEN DE LOS JESUITAS

Es un instituto religioso de clérigos regulares de la Iglesia católica. Fundada por san


Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de Jesús fue confirmada oficialmente por
el papa Pablo III en 1540. La frase emblemática de la orden es Ad majorem Dei
gloriam (en latín, ‘A la mayor gloria de Dios’) y su objetivo es el de difundir la fe
católica por medio de la predicación y la educación, así como trabajar en lugares y
momentos en que así lo requiera con urgencia la Iglesia. Desde los primeros
momentos de su historia, la enseñanza ha sido la principal actividad de la orden. En
este campo, sus aportaciones han sido notables, tanto en el ámbito de la teología
como en el de distintas disciplinas seculares.

La fecha de la fundación de los jesuítas y el hecho de que en España sólo las


órdenes mendicantes hubiesen sido autorizadas a pasar a Indias explica su tardía
presencia en América. De hecho, los jesuítas llegaron a Brasil 20 años antes que a
la América española, cuando la Corona portuguesa les encomendó la
evangelización de sus colonias americanas. Durante un tiempo, tanto el Vaticano
como la Corona española se negaron a que los jesuítas fuesen a las colonias
españolas. Un pedido en este sentido de 1538 fue denegado por el Papa y el
Consejo de Indias rechazó en 1555 y 1558 la solicitud de dos virreyes del Perú de
incluir jesuitas en sus séquitos. En 1565, bajo el reinado de Felipe II, comenzó a
cambiar la actitud de la monarquía española hacia la orden y en 1566, el Consejo
de Indias los incluyó en la nómina de las órdenes autorizadas a desempeñar su
labor pastoral en Indias,aunque limitada a América del Sur. Desde Lima, los jesuitas
se expandieron y también por Chile, Tucumán y Paraguay. Fínalmente, en 1571
Felipe II accedió a que se asentaran en México adonde llegaron al año siguiente.
Su preparación, especialmente en el estudio de las lenguas indígenas les facilitó el
desarrollo de su labor misionera en todo el continente. Alcanzó su máximo
esplendor en sus famosas reducciones, también conocidas como misiones. Sin
embargo, su labor no se concentro en la evangelización de los indígenas, ya que la
educación tanto de indios como de criollos fue un elemento importante de su
cometido. De ahí que colegios y universidades estuvieran vinculadas a sus
conventos en las principales ciudades. En el colegio jesuita de Lima, por ejemplo,
funcionó la primera imprenta peruana.
Historia

Cuando fundó la Compañía, Ignacio de Loyola pretendía organizar peregrinaciones


a Tierra Santa para convertir a los musulmanes. Sin embargo, con el estallido de la
guerra contra los turcos otomanos, todos los planes para la peregrinación a Tierra
Santa se desvanecieron. En cambio, los jesuitas solicitaron al Papa una constitución
que les permitiera realizar misiones a lugares que él mismo decidiera. Una vez
aprobada la constitución, eligieron a Ignacio de Loyola como primer superior
general.

La Compañía creció rápidamente y sus miembros tuvieron una actividad decisiva


durante la Contrarreforma, especialmente en el transcurso del Concilio de Trento,
así como fundando escuelas y centros de estudios superiores en toda Europa.
Durante 150 años dirigieron los más importantes centros educativos europeos y,
hacia 1640, contaban con más de 500 centros de estudios superiores repartidos por
todo el continente. Aproximadamente un siglo después, esta cifra alcanzaba ya los
650; además, la orden tenía a su cargo, en forma total o parcial, la dirección de 24
universidades. También establecieron más de 200 seminarios y casas de estudios
para sus miembros. Durante el periodo de la Contrarreforma, la educación jesuítica
se enfocó principalmente a fortalecer la fe católica frente a la expansión del
protestantismo. Si bien la educación jesuítica para laicos estaba dirigida
principalmente a la nobleza europea y a estudiantes pudientes, también tenían a su
cargo escuelas profesionales y, en los territorios donde trabajaban en misiones,
escuelas para los pobres.
Por lo que respecta a su aspecto misionero, la actividad de los jesuitas en este
sentido tuvo también mucho éxito. Especialmente importante fue la emprendida por
san Francisco Javier en India y Japón. La Compañía de Jesús se expandió más
tarde por el interior de China y por las costas de África. Las cartas que escribieron
los misioneros jesuitas que trabajaban en Canadá, en las que enviaban información
de tipo etnológico, histórico y científico, fueron publicadas con el nombre de
Relaciones Jesuíticas, formando una única y muy valiosa fuente de información
referente a los nativos de ese país. Sin embargo, el trabajo de las misiones
jesuíticas más conocido del Nuevo Mundo fue la fundación de las reducciones,
siendo las más famosas las de Paraguay. Eran comunidades de indígenas,
gobernadas por los jesuitas. Allí, y durante casi 200 años, los jesuitas dirigieron un
enorme grupo de indígenas, logrando fundar 32 poblados, con una población de
aproximadamente 160.000 personas. Enseñaban métodos agrícolas siguiendo las
tradiciones autóctonas, artes mecánicas y favorecían el desarrollo del comercio.

La historia de la Compañía de Jesús estuvo marcada por una constante oposición


a su labor, especialmente en los países católicos. La devoción que los jesuitas
tenían por el Papado les costó una fuerte oposición por parte de los dirigentes de
diversos estados. Igualmente, y debido al gran entusiasmo que ponían los jesuitas
en todo lo que significaran reformas eclesiásticas, se ganaron la enemistad del
clero. La Compañía fue expulsada de diferentes países europeos (en España, por
Carlos III, en 1767) hasta que, el 21 de julio de 1773, el papa Clemente XIV publicó
la bula Dominus ac Redemptor en la que ordenaba la supresión de la Compañía. El
rey de Prusia, Federico II el Grande, y la emperatriz de Rusia, Catalina II la Grande,
grandes admiradores de la labor educativa y del conocimiento de los jesuitas, se
negaron a aceptar el documento y hacer efectiva la publicación del mismo. En estos
países la orden se mantuvo hasta 1814, año en el que el papa Pío VII restauró
canónicamente la Compañía. Ante este hecho, también volvieron a cobrar fuerza
los grupos religiosos y políticos que estaban en su contra.

Las misiones jesuíticas en América

La obra misionera de los jesuitas constituyó uno de los principales signos de


identidad de la Compañía.

Esta iniciativa fue importantísima no sólo en virtud del elevado número de colegios
creados, sino también por las peculiares características de las fundaciones. En
estos establecimientos -tanto en China como en América-, los jesuitas se mostraron
partidarios de un declarado sincretismo religioso, esto es, no tuvieron ningún tipo de
escrúpulos a la hora de aceptar o adaptar ritos paganos con tal de llevar a los
pobladores de dichas tierras la palabra de Cristo. La Compañía decidió respetar los
particularismos religiosos con la intención de utilizarlos para el adoctrinamiento
cristiano. Por ello, sus miembros recibieron múltiples críticas y acusaciones por
parte de las otras órdenes religiosas, recelosas de los éxitos jesuitas.
Las misiones más trascendentales fueron las célebres reducciones guaraníes, que
dieron origen al mito del Estado o República Jesuita, que a la postre acabó
resultando nefasto para el futuro de la Compañía.

Era una región cuyas características permitían las fundaciones (los indios eran
sedentarios, su principal actividad era la agricultura, y podían ser reducidos a
encomiendas, o esclavizados por los bandeirantes portugueses).

La Compañía se instaló en esta zona hacia 1550-1551, siendo el P. Manuel de


Lobrega quien inició la evangelización. Carlos I fue reticente a conceder permiso a
los jesuitas para ir a América. Felipe II también fue remiso. Pero en 1565
aparecieron las primeras reducciones de carácter oficial. En 1609 se fundó la
primera misión al norte de Iguazú, y en 1615 existían ya ocho reducciones o
poblaciones para indígenas y misioneros con hinterland propio. Ello les servía para
proveerse de bienes de subsistencia, para poder preservar a los indios de la
explotación de españoles o portugueses y para poder adoctrinarlos católicamente,
manteniendo a los indios alejados de la sociedad colonial y las corrupciones que
ésta entrañaba (también evitaban así problemas con los encomenderos).

En 1611 se publicó la real orden de protección de las reducciones. Cada reducción


contaba con una Iglesia y cabildo propio con total autonomía para gobernarse
siempre que existiera un representante del rey allí. Se prohibía el acceso a las
reducciones a españoles, mestizos y negros, y se garantizaba a los indios que
nunca caerían en manos de encomenderos... Sin embargo, pese a estas reales
órdenes, no estuvieron libres de las incursiones portuguesas. Entre 1628-1631, los
indios capturados por los portugueses superaron los 60.000. No se debe dejar de
tener presente que el miedo a la esclavitud fue una de las claves del éxito de las
reducciones (más que el carácter persuasivo de los jesuitas). Ante esta situación,
los miembros de la Compañía organizaron estas reducciones con pertrechos
claramente defensivos (planta cuadrada rodeada de empalizadas y fosos, con
milicias armadas de indios adiestrados y cuerpos de caballería para la defensa, con
plaza en el centro y la iglesia, de la que partían todas las calles). La organización
misionera no sólo se limitaba a tareas doctrinales, sino que organizaba la vida
económica y política fundada en la sólida preparación de los jesuitas que iban allí
(que poseían grandes conocimientos prácticos en arquitectura, medicina,
ingeniería, artesanía...)

Los jesuitas respetaban la organización familiar de los indígenas. Su lucha se centró


principalmente contra la poligamia. Incluso a la hora de organizar las fiestas de los
matrimonios, se respetaba el ceremonial tradicional indígena, practicándose
posteriormente el ceremonial católico. Tras el matrimonio se les dotaba a los
cónyuges de casa y tierra. Los jesuitas respetaban a los caciques y les daban
acceso al cabildo de la reducción, que era la institución de gobierno con sus alcaldes
mayores, oidores, etc. Este consejo se elegía por votación entre los recomendados
por los salientes. Uno de los miembros del cabildo era jesuita. También había un
corregidor, nombrado por el Consejo de Indias. Existía un director espiritual jesuita
y un director ecónomo de la reducción, con una legislación a todos los niveles, sin
pena de muerte. La relación entre las reducciones era semejante a la de una
confederación.

En lo que se refiere a la forma tributaria de distribución de la tierra, ésta se dividía


en tierra de Dios, comunal del pueblo, y las parcelas individuales de los indígenas.
La tierra de Dios la conformaban las mejores tierras, tanto agrícolas como
ganaderas, y era trabajada por turnos por todos los indios. Los beneficios de esta
tierra de Dios se dedicaban a la construcción y al mantenimiento del templo, el
hospital y la escuela. Los beneficios de la propiedad comunal también se destinaban
para pagar a la Real Hacienda y los excedentes servían para fomentar la propia
economía. Las parcelas individuales proporcionaban a los indios su sustento
familiar, y si conseguían excedentes, éstos pasaban al silo común para ser
consumidos en momentos de necesidad, o vendidos en situaciones de bonanza.
Para evitar el absentismo, los jesuitas propusieron un horario de trabajo rígido, de
seis horas laborables diarias, que era ciertamente cómodo si lo contrastamos con
las doce horas que tenían que trabajar los indios en las encomiendas. Pese a la
diferencia de horas, hemos de hacer constar que los rendimientos eran mucho más
elevados en las reducciones que en las encomiendas. Se recogían hasta cuatro
cosechas de maíz; también cultivaban algodón, caña de azúcar, la hierba mate (que
en el XVIII cultivaban los jesuitas, y se llegó a convertir desde principios de este
siglo en el primer producto exportable hacia el resto de las áreas coloniales).
También desarrollaron la ganadería, permitiendo a su vez la realización de trabajos
artesanales (sobre todo, el cuero y su exportación). Todos estos factores favorables
impulsaron el comercio de las reducciones a través de las grandes vías fluviales.
Como hecho significativo, cabe destacar que dentro de las reducciones no existía
la moneda, sino que se practicaba el trueque. En el comercio exterior sí se utilizaba
moneda, que se atesoraba para comprar los artículos que no se producían en la
misión.
Con su gran desarrollo, las reducciones guaraníes se transformaron en fuertes
competidoras de las ciudades cercanas (como Asunción o Buenos Aires). En éstas,
comenzó el malestar y el mito de las grandes riquezas atesoradas en las misiones.
Llamaba la atención que comprasen artículos de oro y plata para magnificar el culto.
Es posible que no sea del todo equivocado este mito porque existían conexiones
entre las reducciones y los colegios jesuitas de toda América, y se sabe que los
bienes de los colegios, seminarios y las tierras que los sustentaban pudieron ser
compradas gracias al dinero de las reducciones. También se decía de los padres
de la Compañía que mantenían circuitos de capitales y actuaban de depósito de
muchos seglares.

La situación estratégica de las reducciones, entre las posesiones de españoles y


portugueses, se convirtió en tema peligroso y una de las causas de su ruina, porque
las milicias de las reducciones eran un obstáculo serio para el avance portugués
hacia el sur. Durante el reinado de Felipe V, la monarquía apoyó a los jesuitas por
estas razones. Pero lentamente los constantes choques de España contra Portugal
y la necesidad de concretar los límites entre ambos países vieron en las reducciones
un gran obstáculo. Los jesuitas esgrimieron su obediencia al papa, resistiéndose a
aceptar los acuerdos entre Lisboa y Madrid. En 1750, en virtud del célebre Tratado
de Límites de Madrid, impulsado por el ministro José de Carvajal, se estableció que
Portugal devolviera a España la provincia de Sacramento a cambio del territorio
cercano al río Paraguay, donde había reducciones con más de 30.000 indios. Los
jesuitas se negaron a abandonar las reducciones iniciándose la guerra guaraní entre
las tropas hispano-portuguesas y los indios, capitaneados por algunos jesuitas. La
guerra no finalizó hasta 1756. Tras ella, las reducciones no volverían a recuperarse.

Por entonces, la campaña de desprestigio contra los jesuitas estaba ya en marcha.


Los padres de la Compañía fueron acusados de resistencia a la autoridad, por
seguir las tesis políticas del P. Mariana sobre el tiranicidio. Recibieron múltiples
ataques e invectivas de antijesuitas y regalistas, quienes les acusaron de querer
acabar con el rey.

A partir de la guerra guaraní, se desencadenó un momento muy crítico en toda


Europa. En Portugal, el marqués de Pombal publicó la Relación abreviada de la
República de los jesuitas, considerándoles abiertamente enemigos de Portugal
(1757). Otra obra polémica que dañó considerablemente la imagen de la Compañía
fue la Historia de Nicolás I, rey de Paraguay.

Posteriormente, en España se extendió la idea de que los jesuitas habían sido los
instigadores de los motines del 1766 y de que tenían el propósito de acabar con
Carlos III para imponer a un monarca que mostrase total obediencia al Papa. El año
siguiente, la Compañía de Jesús fue expulsada de los dominios españoles. Y en
1773 fue extinguida.

La misión Jesuita Durante el Virreinato del Perú


Los Jesuitas llegan al Perú siendo san Francisco de Borja el Superior General de
la Compañía de Jesús, de allí que él sea reconocido como fundador de la Provincia
jesuítica del Perú, la más antigua de Hispanoamérica.

Durante la Colonia, la Compañía trabajaba, principalmente, en las célebres


Misiones de Maynas -con los jíbaros- al otro lado del Pongo de Manseriche; en las
"reducciones de indios" (las más importantes fueron las del Cercado de Lima y las
de Juli y Pomata en Puno); y en la educación de los pueblos (las obras más
importantes fueron el Colegio Máximo de San Pablo de Lima, el Colegio Real de
San Martín de Lima y el Colegio San Francisco de Borja o Colegio de Nobles en
Cusco, que atendía a los hijos de los caciques, y la Universidad San Ignacio del
Cuzco). Sus misiones y obras apostólicas son financiadas con la producción de las
haciendas que la Compañía tuvo en la costa peruana.

Son notables los templos construidos en ese tiempo por la Compañía: la Iglesia de
San Pedro (Lima), y las iglesias de la Compañía en Arequipa, Ayacucho, Cusco,
Trujillo, Ica, etc.; además de los templos de las "Reducciones" en Juli, alrededor del
lago Titicaca.

Con la supresión de la Compañía en 1767, los jesuitas son inmediatamente


expulsados del Perú; sus haciendas son repartidas y sus obras expropiadas (por
ejemplo, la biblioteca del Colegio San Pablo será la base de la Biblioteca Nacional
y el Noviciado se convertirá con el tiempo en la sede de la Universidad Mayor de
San Marcos, la "Casona") Iglesia de la Compañía de Jesús del Cusco

La Compañía es autorizada a volver al Perú


en 1871, debiendo empezar de nuevo toda
su obra evangelizadora. La misión peruana
recién será erigida como provincia jesuítica
independiente en 1968 (cuando se cumplían
400 años de la llegada de los jesuitas al
Perú), por decisión del P. General Pedro
Arrupe. La historia de la nueva provincia
puede ser narrada en seis etapas:

1ª El Regreso (1871-1945)

La intención de los primeros jesuitas que


regresaron al Perú no era quedarse en Lima,
sino ir a Huánuco, cuyo obispo les había
hecho venir del Ecuador y España. El Perú
es el último país de Hispanoamérica al que la Compañía vuelve, habiendo sido el
primero al que llegó; aún quedaban recuerdos del primer tiempo y pronto empezaron
a llover pedidos para tomar un colegio en Lima que terminó siendo el Colegio de la
Inmaculada (Lima). Luego recibieron la Iglesia de San Pedro (Lima) y desde allí
dieron el salto a Arequipa para fundar el Colegio San José (Arequipa) y encargarse
del Templo de La Compañía. Con el Noviciado y una casa de Ejercicios en
Miraflores, se completa el cuadro de entonces: desde dos grandes centros del Perú
iban formando generaciones de jóvenes y asociaciones cristianas que cumplían un
importante apostolado en ambas ciudades.

Parroquia de Fátima, en Sta. María de Nieva (Amazonas).

2ª El Vicariato de Jaén (1946-1950)

Algunos jesuitas ya iban yendo por Maynas, cuando a inicios de 1946, el Papa
encargó a la Compañía la atención del Vicariato de San Francisco Javier del
Marañón. Fue un paso clave en la historia de la Provincia Peruana ya que empezó
a llegar a las fronteras y al mundo indígena. La cadena de puestos de misión era
larga y servían de puerta de entrada a la Amazonía (San Ignacio, Santa Rosa,
Bellavista, Nieva, La Coipa, Tabaconas, Jaén, Pucará, Chiriaco, Colasay,…). Como
también se alargaba la cadena de servicios pastorales en respuesta a los desafíos
de aquella Iglesia: Parroquias y centros educativos, catequistas y "Etsejin",
radiodifusión y capacitación técnica, Vicaría de solidaridad, de medio ambiente, etc.

3ª En las ciudades del Perú (1951-1967)

El país crecía en población y en relaciones. Las ciudades eran nudos de la trama


de una sociedad cada vez más necesitada de integrarse. La Provincia Peruana
abarcó buena parte del mapa y se extendió por el sur hasta Tacna, en la sierra hacia
Cusco, Juliaca, Abancay y Huancayo, por el norte hasta Chiclayo y Piura, y en la
misma Lima con las Parroquias de Fátima, Santo Toribio, Desamparados. Brindaba
apoyo espiritual y una educación que promoviera cómo contribuir al país. Aquí
comenzó Fe y Alegría con su propuesta de alcanzar una educación pública de
calidad a favor de los marginados. Y el fundar la Universidad del Pacífico (Perú) u
orientar la Pontificia Universidad Católica del Perú (Felipe Mac Gregor fue pionero)
quiso ser un aporte a la profesionalidad de país.

4ª Tiempo de Inserción (1968-1980)

La Iglesia vivía el espíritu del Vaticano II y estaba cercana la sociedad, en diálogo


con las preguntas del mundo y discerniendo los signos de los tiempos. En América
Latina, Medellín y Puebla hablaban de justicia y opción por los menos favorecidos.
La Compañía peruana hizo suyo el decreto 4º de la Congregación 32: “la misión hoy
es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia
absoluta”. En 1968 se crea la Provincia del Perú con tres regiones, que asumían
retos más locales: el Sur con Arequipa, Tacna y Juliaca (en colaboración con la
Provincia de Chicago), el Vicariato, y Lima con la sierra y costa Norte. Todo ello
abrió cauces de solidaridad y compromiso: las obras de pastoral social y educación
popular se multiplicaron en sectores marginales, las parroquias de El Agustino con
el SEA, Urcos con el CCAIJO, Chachapoyas, Jarpa con el PROCAD, junto al CIPCA
y el CEOP de Ilo. Fueron años de aprender a caminar con la gente, de asumir sus
preocupaciones como propias y de ayudar a superar los niveles de pobreza e
injusticia, tan contrarios al Evangelio.

Ordenación sacerdotal.

5ª Acompañar en medio de la crisis (1981-1994)

El país entró en procesos críticos que ponían en riesgo todo intento de avanzar. La
labor de la Compañía se hizo más cercana en el día a día, en sintonía con los
terribles problemas que sufría la población. Se abre una casa en Ayacucho,
departamento castigado por la violencia, pero en cada lugar donde estaba presente
la Compañía se implemantaban comedores, programas de madres de familia,
comités de defensa de derechos humanos que aportaban a la convivencia y
subsistencia. Aparecieron nuevas obras para formar personas que asuman la
marcha del país, tales como la hoyUniversidad Antonio Ruiz de Montoya o el Centro
de Espiritualidad y Centros Loyola, que surgieron luego, con la espiritualidad
ignaciana como pedagogía de la libertad y para discernir las decisiones.

6ª Trabajo en redes (desde 1995)

Dice la Congregación 34 de los jesuitas: “Colaboramos con otras personas que


intentan construir un mundo de verdad, justicia, libertad, paz y amor”. Convencidos
de ello y sabiendo que es propio de un mundo global, los jesuitas entran en la
dinámica del trabajo en redes. La Compañía contaba ya con Fe y Alegría y fue
implementando la CORAJE en Tacna, CONSIGNA para lo educativo, SEPSI para
los centros sociales, la Red Apostólica Ignaciana (RAI) y el Consorcio “Juventud y
País” para la participación juvenil en la gestión local.

¿Cómo se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas?

En la madrugada del 9 de setiembre de 1767, los cinco domicilios de la Compañía


en la ciudad de Lima fueron tomados por las autoridades civiles. Al atardecer de ese
mismo día se hallaban concentrados en el Colegio de San Pablo todos los jesuitas
que vivían en Lima y los alrededores. Poco a poco fueron llegando a la capital del
Virreinato los que vivían en provincias. Finalmente fueron embarcados en el Callao
en varios barcos que partieron sucesivamente hacia España.La mayoría tuvo que
refugiarse en los Estados Pontificios, donde cinco anos después recibieron la noticia
de la supresión de la Compañía decretada por el papa Clemente XIV.

Entre los expatriados peruanos se hallaba el arequipeño Juan Pablo Viscardo y


Guzmán, quien sólo contaba con veinte años de edad...Las consecuencias de la
expulsión de los jesuitas fueron graves, sobre todo en el campo de la educación y
la cultura.Se abandonaron centenares de escuelas, misiones e instituciones de
cultura y ciencia. Se paralizaron, por algunos años, los colegios y universidades de
la Compañía por falta de maestros.

Los Jesuitas y la Emancipación

"Es innegable que la expulsión de los jesuitas de la América hispana contribuyó a


la emancipación de las colonias españolas. Cerca de 5,000 jesuitas
inesperadamente fueron sacados de América. Muchos de ellos habían nacido en
este continente. Y una vez que se encontraron en Europa, en tierras extrañas y
desprovistos de toda ayuda, sintieron profundamente el golpe recibido y lamentaron
la actitud tomada contra ellos por la corona española. Los que en América, a través
de las ideas liberales llegadas a Europa, de las lecturas de los libros prohibidos y
de las doctrinas jurídicas y económicas, se habían ido formando un criterio sobre la
dependencia de estas tierras a España, vieron claramente que había llegado el
momento de luchar por la libertad de las colonias hispanas. En esta lucha los
jesuitas nacidos en América no estuvieron solos. También religiosos de la
Compañía, extraños a este continente, sintieron los mismos deseos de
independencia, debido a que en las colonias americanas habían podido desarrollar
libremente sus aspiraciones religiosas".

Personajes

Es conocida la labor intelectual, artística y misionera de la Compañía de Jesús


durante el periodo virreinal. Destacan: Blas Valera (escritor, primer jesuita
peruano), José de Acosta (investigador y escritor), Antonio Ruiz de
Montoya (lingüista y fundador de las Misiones del Paraguay), Bernardo Bitti (pintor
manierista), Francisco del Castillo S.J.(predicador, el Apóstol de Lima), etc.; y
durante la Ilustración, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán (ideólogo de la
independencia americana).

A ellos se suma toda una lista de jesuitas que a lo largo del Siglo XX han contribuido
enormemente al desarrollo de la Iglesia peruana y, en general, a la vida
nacional: Felipe Mac Gregor (filósofo y Rector de la PUCP), Rubén Vargas
Ugarte (Historiador y Rector de la PUCP), Manuel Marzal (Antropólogo, primer
presidente de la Universidad Ruiz de Montoya, José Luis Rouillon (Humanista,
realizador cinematográfico), Romeo Luna-Victoria (gran predicador), Card. Augusto
Vargas Alzamora (Cardenal y Arzobispo de Lima), Mons. Fernando Vargas Ruiz de
Somocurcio (Arzobispo de Arequipa), Mons. Ricardo Durand Flórez (Obispo del
Callao), Jose María Guallart (Misionero entre los Aguarunas y Huambisas, escritor),
Vicente Santuc (Filosofo, primer Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya).

En el Perú de hoy

Hoy el Perú cuenta con alrededor de 160 jesuitas. La mayoría se encuentra en


actividad a través de diferentes obras apostólicas; los demás, o están en formación
o se encuentran ya muy ancianos para poder trabajar.

Obras emblemáticas:

 Fe y Alegría del Perú


 Colegio de La Inmaculada (Lima)
 Colegio San José (Arequipa)
 Colegio San Ignacio (Piura)
 Colegio Cristo Rey (Tacna)
 Universidad Antonio Ruiz de Montoya
 Universidad del Pacífico
 Vicariato San Francisco Javier del Marañon
 Seminario Diocesano San Luis Gonzaga /
 Parroquia de San Pedro (Cercado, Lima)
 Parroquia Nuestra Señora de Fátima (Miraflores, Lima)

Bibliografía

 Jeffrey Klaiber. Los jesuitas en América Latina, 1549-2000: 450 años de


inculturación, defensa de los derechos humanos y testimonio profético. Lima,
Universidad Antonio Ruiz de Montoya, 2007.
 Miguel Cruzado SJ, Juan Dejo SJ. A más universal, más divino: misión e
inclusión en la iglesia de hoy. Lima, Universidad Antonio Ruiz de Montoya,
2008.
 Luis Martín. La conquista intelectual del Perú: El Colegio Jesuita de San
Pablo. Barcelona, Casiopea 200

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