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PICARDÍA

M UY ílilicil sei'ia para m!, poder asegui'ar cual era el


verdadero nombre (le Picardía; cuají lo fué desti-
iiatlo de soldado al Regimiento de Artillería Lige-
ra, enviiido por el Jefe de Politía, don Cayetano M. Ca-
las inclinaciones que desde pocos días antes demosli'a-
ba ]ior la pesca.
El cabo Averasture estaba de guardia y, cumpliendo
su consigna, no lo dejó pasar sin someterlo a un registro
zón, a la Comandaniia General de Armas, la nota remi- minucioso. . .
fora de esa re|iartieión le daba un nombre que indu- i^icardia no se i'chusó. arrimó la cana a la j)arcd.
dablemente era supuesto. abrió los brazos y se cntr'gó al registi-o, (erniinado el
Los soldados, un mes después de haber sido dado cual, la tomó nuevamente y emprcnilió tranquilo el
de alta, en vista de sus disposiciones para la travesura, camino de la oua;lra.
ompe/.ai'on a llamarle Picardía, sin que fuera posible Pero al teniente Morillo se le había cruzado una
desi)ués designarle de otro modo. sospecha por la imaginación y desrle el escaño en que
Cuando en las revistas de Comisai-io se le llamalja estaba sentado, ie preguntó:
]ioi' el a|iclli(lo que aportó al Regimienlo, cada uno — ¿Qué lleva ahí?
mentalmente contestaba: ¡Picardia!, pasando i'ompleta- —¿En dónde, señor?—contestó Picai-ilia con aplomo.
mente tk^sapercibido el patronímico. — En la mano, — insistió Morillo, iiarándose.
El entonces Comandante Joaquín \'iejobueno, lo — La c a ñ a . . . —agregó Picardia, imperturbable,
destinó a la L^^ Com])añía del 2." Jíscuadrón del Capi- haciéndose el zonzo.
tán José M. Moreno;
pero aquel espíritu rec-
to no pudo sufrirlo dos
meses, y se deshizo de
el haciéndplo ingresar
como aprendiz en I a
b a n d a de música, a
cargo del maestro J''a-
i'amiñán. Sus dotes fi-
larmónicas debieron
ser muy escasas, por-
que después de mucho
t i e m p o de e s c u e l a
práctica, haciendo es-
calas en,el corneta ])is-
tón, salió un mal trom-
pa liso, que alienas
acomjiañabaen la l)an-
da so])lando una cor-
neta con desentona-
ción y fuerza tales, que
hubiera sido capaz de
hacer caer los muros de
Jericó,sinn<'cesidad de
intervención divina.
Los soldados asegu-
raban que cuando Pi-
cardía echaba retreta
o diana en un cuerpo
de guardia, no queda-
ba un perro que no
disparase en una le-
gua a la redonda...
Picardía c o n t a r í a
aproximadamente, la
víspera del asalto de
Ciu'upaytí, veintidós años de edad. Era más bien bajo Pero Morillo no era hombre de dejarse engañar con
que alto, su fisonomía aguda, volteriana, liacía re- inocentadas de niños como éste; se aproximó, tomó la
cordar al zorro, lo que no impedía que tuviera en al- caña y sacudiéndola notó que estaba llena de un li-
gunos momentos, principalmente cuando sonreía, cier- quido que la naturaleza no ha dado a estas gramíneas.
to aire candoroso que lo hacía simpático o interesaba en Después de este resultado la tormenta no podía de-
su favor aun a los espíritus más severos. jar de estallar; un par de golpes con la caña sobro la
Los soldados lo querían, porque nadie como él sabía espalda del audaz introductor vertieron sobre el pavi-
zapatear un malambo ni desafinar una milonga para mento toda la carga de aguardiente que contenía el
ridiculizar al sargento de semana. Tampoco nadie como largo tubo, echando justamente por tierra las ilusiones
él, en los pocos días que disfrutaba de puerta franca, que los bebedores en reclusión cifraban en los talentos
era sabedor del secreto de introducir para los com]ia- de pescador que Picardía estaba demostrando desde
ñeros que se veían (¡rivados de esa libertad, una vejiga hacía una semana...
con caña, ajustada artisticaincnte a la raíz de las car- — X'éngame otra vez con picardiati y engaños, —
nes, en paraje poco accesible a las investigaciones del dijo Morillo al aludido al mandarlo preso á la cuadra. . .
cabo de guardia. En este género no tenía rival. A veces — Permítame mi teniente, que le observe que no
ei'a una sandía admirablemente ahuecatla y llena del he faltado a la verdad en lo más mínimo: usted me ]ire-
])recioso licor que introducía al cuartel con la mayor guntó qué llevaba en la mano y le contesté que Iri ¡-(iñii.,
naturalidad, dando a su cara la expresión más carac- y . . . eso es precisamente lo que se ha derramado en
,terística de la inocencia, sin olvidar, por cierto.de ofre- el suelo, sin embargo me permito recordarle que esto no
cer ai cabo de guardia, a la pasada por la puerta, traer- era un motivo para que pagiiran justos por pecadores...
le el corazón para refrescar... — ¿Aun me va a aligar inocencia, grandísimo bri-
Tenía sin embargo un enemigo; era el cabo Averas- bón?. ..
ture, a quien había hecho algunas travesuras que no — No, nn tcni"nt?; lo digo por el cabo Averasture, —.
le ])erdonaba, ni perdía ocasión de hacerle santir el agregó maliciosamente, — que como tiene estóni'go
jieso de su vara. delica;lo va a su!r¡r de náuseas todo el día con el o.or
Picardía se vengaba de él lanzándole algún epigrama a bebida que queda en el cuerpo de guardia... — y
que no hacía más que ahondar el rencor de Averastur;. dando media vuelta y i-oinpiendo la marcha con el pie
Un díi el teniente Morillo observó que Picardía izquierdo como riza la instrucción, se alejó a paso
penetraba al cuartel armado de una gruesa caña de redoblado hacia la cuadra de su compañía.
pescar prolijamente envuelta en lineas, terminadas de
anzuelos y corchos. No dejó de llamarle la atención Dib. de Fortítny JOSÉ C. SOTO.

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