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MATERIA DE MINAS
dando, así, tanto en ato ccrmo en otros pesa@ al texto original una traduccibn muy
libre, acmncdando los thninos primitivos al Ikxico de la 6pooa.
Una mejor referencia, dentro de h misma obra de GROCIO, vid. en: Lib. I, Gp.
III, 5 VI, 2:
“singuhiu cfrca qwe vtmatur, sunt mu directe &hu, uuf, &%J quidem,
sed quatenus ad publicum ordinantur. ~irecte publica sunt actiones, ut pack,
bd, foederum faciendorum; out TBS, ut oectigalia, et si 9uae bis sant SimUdB:
in 9uibu.s comprehendttur et dominium eminas, quad cidtas habet in cioes,
et res doium ad u.mm publicum”.
Presenta aquf ~nxio a la facultas ednerr~, como un asunto público -en cxmtra-
posic& a los negocios privados-, que está dirigida al bien común: b facultas emLwn.9
ca aquella facultad del Estado sobre los ciudadanos y sobre sus bienes, en tanto lo
demanda la utilidad pública.
a En este punto, 3r.: Ugo NICOLIM, LU proptiet~ ., op. cit., p. 128.
’ Todos citados, con amplio detalle de fuentes, por: Ugo NI~~LINI, La pro-
prletd..., op. cit., pp. 128130.
19881 VERGARA: EL WhIIXIO El4IXENTE 89
10 Cfr.: Hom, citado ampliamente por Ugo NIWLINI, La Prop&td . ., op. cit,
págs. 131 y ss.
11 Que hemos encontrado expuesto en dos wasiones: 1) Alvaro d’cks, Una
introduccich al estud.to del derecho, Madrid, 2s ed., Rialp, 1983, p6g. 55, en forma muy
concisa; incluyendo mayores precisiones en sus últimas ediciones: Yr 1982 y BS 1987; y
2) Idem., Autonon& de Lzs ptmunas y &íorio del tenimio, “Anuario de derecho
Foral” (Pamplona). II, (19751977), págs. 9-24, [y ahora en su: Ensayos de Teorfa
Politica, Pamplma, EUNSA, 1979, p8gs. 241-2591, en forma más amplia. En tcdo
caso, cm se verá, no se trata de estudias monogrtiicw sobre el tema, sino meras
Wferencias circunstanciales, no habiendo mayor precisión de su pensamiento.
12 Cfr.: Alvaro d’Ons, Autonomíu de b.s personas. . , op. cit., p&g. 14.
19881 VERGARA: EL DOMINIO EMI‘\= 91
Ahora, &u& son los efectos de este dominio eminente para kl? Los
siguientes: 1) -emana de este derecho la facultad de establecer impuestos
y el derecho de ‘expropiaci6n”‘; 2) para 81, además, “los efectos del dominio
consisten en dar a la naci6n el derecho exclusivo de disfrutar de sus bosques,
minas, pesquerías, y en general el de hacer suyos todos los productos de sus
tierras y aguas, ya sean ordinarios, ya extraordinarios o accidentales”; 3) “‘el
de imponer (. .) contribuciones por el uso”; y, 4) (. .) “el de ejercer juris-
diccibn sobre toda clase de persona? dentro del territorio” 17,
13 CfÍ.: Alvaro ~‘ORS, Una fntroducddn aI estudio del derecho, op. cit., (ed.
de leSZ),. págs. 72/73, N@ 40.
1’ Bello en este lugar, cita a V&tel (“Vattel, libro 1, capítulo 2.0, $ W’), cuyo
pawxniento revisaremos infm.
16 Los bienes públicos para Bello (lo que fue luego trasladado a las dkposi-
ciones del CC) pueden ser: Bienes comunes de la nacibn, y bienes de la república
(o del Estado en el CC), y entre estos últimos se encuentran las minas. Por lo
tanto, para kl, las minas, antes que nada, son bienes del Estado, categoria o especie
de dominio diferente al denominado eminente.
16 Andrb BELID, Derecho InfemacionaZ, en: “Obras Completas de -“, T. X,
Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, 1954, pág. 82. Una explicacibn más:
“cuando se dice que tal o cual extensi6n del país esta sujeta al dominio de un sobe-
rano, se entiende al dominio emiaente, y los territorios sobre bs cuales kste se ejerce,
se llaman tambi&n ‘dominios’ ” (pfig. 83). Es más claro aún, cuando señala: “Un
Estado puede tener propiedades en el territorio de una potencia extranjera, pero no
podA entonces ejacer sobre ellas más que el dominio ordinario, semejante al de los
particdare~, porque el dominio eminente pertenece al soberano del territorio” (ídem).
17 Andrés B-, Derecho Internacional, pág. 8.3. Más adelante Bello se&&
que “cmm el derecho de enajenar los bienes públicos no es necesario para las fun-
ciones ordinarias de adminktmcibn, no se presume en el prhcipe ( .), por lo que
no es v&kla la enajenación de los bienes públicos, excepto una necesidad imperiosa”
(pbg. 84); ademb, “el dominio eminenk no comprende por lo común la facultad
92 RWlSTA CHILENA DE DERECHO [Val. 15
de desmembrar ei Estado” (pag. E5), y entre las excepciones s6Io se?i& el cam de
ks provincias que se sepran de la aswiaci6n por causa de extrema -idad. Todo
lo cual aclam. aún más su pensamiento sobre la diferencia ev!dente entre el dominio
públiw y el dominio eminente, el que no está más que ligado a la sobera&.
18 Andrés Eam.0, Derecho rntemucto7la1, op. cit., pág. 89.
lQ Vid nota de Bu, en su: Derecho In~tnacti, op. cit, pág. 82, y que
hemm trcmscnto supm. Se tita de: M. de VA~ZL, Le droit des gens. Ou prindpes
de lo bt naturelk, ApZiqués 6 la condutte et au% affaires des Nafions et des Sowerains,
T. 1, A Londrés, Apud Liberos Tutior, 173. Hemos tenido a k vista, mediante re-
producción fotográfioa (Collect. “The Classics of Intwnational La+‘, Washington,
Published by the Camegie Institution of Washington, 1916) la edicibn original de
1758 -que es la que tuvo a la vista Bello-, de acuerdo a la cual hizo la traducción
española que señalamos infra, y según la cual citaremos; esta traducción concuerda con
el original y es confiable: VAT~EL, El derecho de gentes, o Principias de la ley
Natural, tmd. esp., Madrid, Imprenta de D. León Amari@ 1834.
20 VATIZL, El Derecho de Gentes o Prfncip&s de Lz k-y Natural, op. c’t., pág.
241, Nu 243. N6tese que estas consideraciones las hze en forma separada a la di-
visión de los bienes del Estado o de paröculares, pxclue, en su pe&wto, como
posteriormente en el de Bello, siguiBnd&, constituyen, precisamente, cosas distintas.
21 Vanm., EZ Derecho de gentes, op. cit., págs. 241/X2, NQ 243.
19881 VERGARA: EL D3MyyIO EM- 93
y particulares, y es el derecho de mandar en todos los lugares del pak que per-
tenecen a la nación” 22. En suma, este dominio eminente seria una categoría
superior y distinta a la patrimonial que se tiene, en su concepto, sobre bienes
públicos y privados, quedando estos últimos sujetos a ella, pues dice relaci6n
más que nada con la soberania, como bien precisa sus efectos, en su lugar,
Andrb Bello (vid. supro).
Y ésta seria la doctrina que, fiel a sus fuentes, perduraría en aquella
$oca 23, no obstante, por la amplia crítica a que está sometida actualmente”,
ya no se basa en ella las facultades que se pretendia justificar a través de su
primitivo establecimiento (v.gr., la expropiacibn), y hoy los autores hablan de
knperium~, lo que ~4 lejos de ser una propiedad, sino es una facultad de
que está compuesta la soberanía que, más que un derecho de dominio sobre
las propiedades privadas, tiene un deber de respeto para su integridad
6. Nuestro pensamiento, al respecto, lo podemos resumir así: nos parece
que el concepto de dominio eminente que hoy utiliza la doctrina es el concebido
por el jurista de la época moderna, como una facultad del príncipe sobre las
personas y los bienes de las personas, facultad derivada de la soberanía; este
concepto fue deformado por juristas posteriores, dAndole un contenido patri-
monial, que no tenía en sus orígenes.
“El Estado es dueño de todas las minas (. .), pero se concede a los par-
ticulares la facultad de catar y cavar (. . .), la de labrar y beneficiar dichas
minas, y la de disponer de ellas como dueños”.
precisión; sobre el tema, la idea dice relaci6n con las concepciones “sociales” de la
propiedad, ejemplo de lo cual son las constituciones modernas, como la propia
italiana, la española, e:c.
19881 VERGARA: EL WMXNIO E~fINEWl’E 95
“Las minas no forman, por consiguiente, parte del dominio público del
Estado: y la declaración de propiedad que la ley hace a favor del Estado
no da tampoco a las minas, en general, el carkter de una de tantas pro-
piedades privadas del Estado, uesto que la ley conde al mismo tiempo
a los parkulare~ la propieda T; exclusiva de las minas por ellos descu-
biertas, de las cuales pueden disponer como dueños”~.
28 bis CURO SXXAR, Explicaciones de Derecho CfdZ, cit., T. VI, val. 1, pág.
261, NP 241, ‘e) Minas”. Esto es lo que le lleva a hacer una pequeña mención sobre
lay minas en la parte de su obra destinada al estudio del “dominio privad+ del Estado”,
~rr~p~diez& SII mayor desarrollo a la seccibn dedicada a la propiedad privada,
por ser k3.q minas, en definitiva, para él, una Rpu3e más de propi& privada, luego
C& descubiertas (y no después de ccwxxlidas, como se penaba en España, a raíz
de los términos del art. 338 CC español).
29 Luis Cmao Smm, Erplioaciones de Darecho Civil, cit, p@. 282, NP 241.
LII vinaJa ir&so al concepto del “dominio radical”, que utilizaban las Ordenanzas
de Nueva Es@ (VA supra), que, para 8, seria idMico al dominio eminente.
quedando asl en mano5 de los particulares el ‘dominio útil”.
30 Luis Cuno SOIAR, Explicaciones, cit., p4g. 283, NP 242.
81 Lo que creemos probar en el trabajo ao preparación a que hemos heeho men-
cibn supro, nota 26.
1%8] VERGARA: EL DOMINIO EMIS- 97
10. Pues bien, pensamos que esta interpretacibn de Luis Claro Solar no
es correcta, puesto que lo que él hace, en realidad, no es interpretar el texto
de la ley, sino sustituirlo -a través de esa vía, aparentemente legítima- por
otro; y eso está muy lejos de la tarea legítima del intérprete, pues significa
desnaturalizar la tarea inteFetativa, y converkla en tarea de creación de la
ley, la que, obviamente, corresponde al legislador, y no al jurista. Si bien se
pueden justificar sus deseos de defender a ultranza el derecho de propiedad
privada, de acuerdo a los ideales imperantes y exacerbados en aquella época
(recukrdese el espíritu de sacro respeto, del liberalismo decimonónico hacia la
propiedad privada, a veces más allá de lo razonable, y como un mero formalismo
que no necesariamente lleva a la perseguida libertad); pero la tesis de Claro
Solar tendrfa hondas contradicciones, entre ellas esa de la pretendida expro-
piaci6n de las minas de parte del Estado, para luego no quedar precisamente
en relación de propietario con ellas, sino con un derecho tan sui gene& como
inexplicado; y m6s honda es la contradicción de usar una concepción como el
dominio eminente para fines que no concuerdan con ninguna de sus formula-
ciones: asi: (1) si Luis Claro Solar piensa en la fornmlación original de Grocio
(concepción que, como sabemos era la que sustentaba Andrés Bello), tendría
que considerar el dominio eminente vinculado a la soberanía y, por lo tanto, sin
esa vinculacibn directa con los bienes que él pretende; por lo señalado, el con-
tenido de lo que 81 llama dominio eminente es diferente al usado por la tradi-
ción moderna, y, posteriormente, como hemos dicho, por Andrés Bello, el que,
entonces, no tuvo cabida en el pensamiento del legislador; y, (2) si Luis Claro
Solar piensa en la formulación posterior de los civilistas, como Horn, se produce
una más acentuada contradicción con su fuerte defensa de la propiedad privada
(como consecuencia de su notorio apego, en este sentido, a las doctrinas liberales
de la época), pues Horn, como hemos visto sura, precisamente concibe el
dominio eminente como la verdadera propiedad, y la de los particulares seria
un mero derecho de usufructo; por lo tanto, debemos pensar que tampoco
concibe así el dominio eminente.
@uid pro que? Si no es así, entonces si que nos encontramos ahora con la
creación de una figura jurídica nueva, pero con un nombre antiguo. En palabras
simples: se ha tirado el contenido de un recipiente para llenarlo con otro con-
tenido diferente. Es lo contrario de lo ocurrido con la primitiva formulación del
dominio eminente, y aquí “h ay un ropaje viejo para una figura nueva”, porque
es evidente que la apkacibn de este viejo concepto del dominio eminente a
las minas es algo nuevo, y no se compadece -pensamos- con el contenido
original de la figura jurídica primitiva del dominio eminente (que, nbtese, estaría
inaugurando una tercera versi&). Incluso podemos aventurar que la propia
forma lingüktica (esto es denominarlo duminium, y no fac&.s, como debió
siempre ser, a fin de evitar ambigüedades), ha producido una tergiversación
del contenido verdadero de la figura. 0, lo que es posible, y estamos aquí ante
la %ntiva de decirlo o no: se trata de otra institución. Pero nada de eso
Se aclara por Claro Solar: no dice lo que significa para él dominio eminente.
Lo que más sorprende es que habiendo una base legislativa (el CC),
cuya redaccibn es clara -y cuyo espíritu (la opinión de Andrés Bello lo de-
muestra) es también claro en el sentido de no considerar incluido ese dominio
eminente en la relaci6n de las minas, sino que habla de un “dominio del
Estado”, diferente en esencia de aqu61-, exista sobre ellos una interpretacibn
tan tergiversada de esa misma base legislativa, de&rtuando sus expresiones tan
98 REVISTA CHILENA DE DFJIXCHQ [Val. 15
32 Vide: Victoria PESCIO V., Manwl de Derecho Cti, III, “De las pars~na~ - De
los bienes y de la propiedad”, Santiago, Editorial Juridica de Cbile, 1858, pág. 304; y
Arturo A.LESANDP.I ROD~~OOEZy Manuel So- * UWURRAGA, curso de Derecho
Cid, I, ‘Zas bienes y los derechos reales”, redad. Antonio Vodanovic H., 3* ed.,
Santiago, Editorial Nascimento, 1874, p. 104, NQ 146.
SS Julio Bor~Bu~o~ars, Znstitwiones da Derecho Minero Chileno, Santiago, Edi-
torial Jurídica de Chile, 1949, T. 1, pp. 32 y 34. En este sentido, y como lo reconoce
expresamente (op. cit., pág. 30) sigue a Luis Claro Solar; aclara eS0 Sí 10 siguiente: “la
propiedad o dominio eminente del Estado sobre las minas y demás bienes existentes
en su territorio no es otra COSBque UTYBforma antigua de denominar a algo que est8
dentro de lo que hoy designamos en los conceptos de soberania e imperio” (pág. 32),
que es nna forma de w&mdir aún más las cosas, pum la soberanía nunca fue “pro-
qxi6n, Chile), (1962), pp. 330 [también publicado en España, en: ‘Revista de
Derecho Administrativo y F&, h” 12, (XX%), pp. 333-3531, señalando que el
Estado tiene sobre las minas una “propiedad radical y eminente” (pág. 30); pero en
ate trabajo encontramos un nuevo critetio, muy d-do en Chile: que la concesión
del Estado no otorga al privado una propiedad, sino el derecho de aprovechamiento.
Esta concepci6n de los derechos miwros de los particukres, tan correcta, y en abierta
contradiaS5n con la propugnada especialmente por Luis Claro Solar, se contradice en
19881 VERG-: EL DOMCVIO EMINENTE 99
has minas como “dominio patrimonial”, pero vacía de contenido a tal dominio
del Estado (no explicando tampoco ni su natur&za jurídica; no mcluyendo
ninguna mencibn a él en toda su monografía, por lo que la denominacion “do
minio” sólo quedará, en definitiva, en eI título de su obra), pues propugna la
adquisición de un derecho de propiedad privada a favor del partic&r descu-
bridor de las minas ss.
Así pensaba la doctrina en Chile.
38 Cfr., Augusto BRUNA VARGAS, Ev0l~i6n histdrica del dominio del Estado en
materfe minera, Santiago, Editorial Jnrkhca de Chile, 1971, pp. 46 y SS.
37 Vide ert. 1QCXd. de Min. de 1932, vigente el año 1971, que dech: “El Estado
es dueño de todas las minas”, copia texhral del art. 591 del Ctd. Ch. chileno.
19881 "ERG~:ELDDMWIOEMWENTE 101
desvirtuar, con la finalidad tantas veces señalada). Si bien esta reforma consti-
tucional tuvo otras consecuencias políticas no del todo correctas a la luz de los
principios del derecho, por haber incluido expropiaciones que no se indemni-
zaron siempre 38, eso es otra cosa; en lo que a nosc~~os nos importa, su contenido
juridico se presentaba como el mismo que histbricamente había detentado el
Estado frente a las minas, ~610 que en una forma expresamente redundante,
para evitar toda duda: absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible (0,
quizás, para evitar un nuevo embate doctrinal; el que, a pesar de ello, luego
volverá: uid. &+a).
No obstante lo señalado, la doctrina seguirá insistiendo porfiadamente en
la tesis del dominio eminente 88.
41 Art. 19 Ns 24, inc. 8, Constihxi6n de l!XO. Esta disposición, por mero forma-
lismo (pero, como veremos, como criterio importante a respetar), es repetida en el
art. 19 CMi, vigente desde el año 1983.
19881 VERGARA: EL DOMJNIO EMINFNTE 103
propiedad del particular sobre las minas. Veremos que estos dos presupuestos,
juridicamente incorrectos, no podían prosperar, como en definitiva ocurrid’“.
Las plkneras ideas del Constituyente fueron, en lo tocante a las minas,
establecer una preceptiva en coya virtud “se reconoce al Estado un dominio
eminente sobre todas las minas existentes en el territorio nacional”, otorgándose
“a su descubridor propiedad sobre los yacimientos mineros”4a, de este modo, el
Anteproyecto de Constitución que en 1978 entrega esta Comisión, en su “kilo-
métrico” 44 artículo 19, NQ 23, contiene la declaraci6n expresa de que “‘el Estado
tiene el dominio eminente de todas las minas”, hacikndose los descubridores
dueños de las minas que descubran 4s, criterio que es mantenido por el Consejo
de Estado (órgano que revisó posteriormente tal Anteproyecto) en idénticos
términos 46.
razonamientos que b.n de presidir dentro del campo del Derecho, han de ser
estrictamente jurídicos, pues, de otro modo, ccmo ya he señalado, el Derecho
no pa.~ a ser más que un mero instrumento para la consecución de fines ideoló-
gicos, y no jurídicos. Esa tarea política dejémosela a la ley, pero el jurista
funciona con el iccs. Por esa razón no se encontrará aquí nada más que raza-
namiento jurídico. Si bien la ley es un acto político, el derecho, que es bien
diferente a la ley (recuérdese la tradicional separación entre le* y ius no lo
es, y p-or ello, una vez concretado el texto jurídico, su análisis, para el jurista,
ya no será política, sino jurídico.
Como no podemos pretender profundizar aún más en esta materia, tan
importante, ~610 señalamos las ocasiones en que es visible esta nueva “doble
lectura” a que se ha sometido el texto constitucional, y que provino desde las
mismas discusiones de la Comisión Constituyente, como hemos visto (oi&
supru), y que se ha continuado en los proyectos posteriores de leyes mineras
(LOCCMi y Chli), en que se trató de forzar en todo lo posible su literalidad,
y como tal objetivo no fue enteramente logrado -como es obvie-, se tratb de
vaciar de contenido la clara y enfática declaración constitucional. S610 algunas
muestras:
17. En el trámite legislativo de la IAXXMi. Al iniciarse el trámite del
proyecto, en 1981, en el Ejecutivo, trámite indudablemente político, incluyó
una interpretación errada del texto constitucional, diciendo que se refería a un
pretendido “dominio subsiditio”, a través de lo cual se trat6 de desvirtuar el
verdadero contenido de la Constitución 48; se decía que se estaba atribuyendo
al Estado un “dominio público que, por su propia naturaleza, configura un
derecho que se distingue del dominio privado y que, en las normas constitw
cionaks, consiste en un dominio subsidiano sobre toda la riqueza potencial-
mente existente en el territorio nacional”, y cuyo contenido no tiene otra fun-
ción que “señalar una tuición subsidiaria, general y permanente, sobre todas
las minas, y permitir la creación y constitución originaria de derechos mine-
ros” 4s. No estamos de acuerdo -por lo demb es obvio constatarlo así a estas
alturas- con esta postura, pues no respeta el claro texto constitucional, que
hanos mencionado repetidamente.
Continuando con el trámite de esta LOCCM, el informe de este proyecto,
que emitió, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 24 de la Ley 17.983, la
Secretaría de Legislación de la Junta de Gobierno, con fecha 3 de septiembre
de 198160, analiza este “dominio subsidiario” a la luz de otras teorlas jurí-
dicas el, calificándolo como una “concepci6n jurídica nueva”, pero que el in-
forme en comento acepta y asume como propia (lamentablemente, pensamos).
Se refiere, ademas, a este ponto un requerimiento que se efectuó pop el
@gano Legislativo al Tribunal Constitucional (en virtod de lo dispuesto en
el art. 82 NV 2 Con&.), que tiene un valor inestimable, pues proviene del
mismo órgano legislador (y no del órgano político, ejecutivo, o administraci&
como el Informe Técnico anterior, ni de una Secretaría asesora, como el de la
Secretaría de Legislación, tambi6n señalado supra); y, además, pone las cosas
en su lugar. En el texto de este requerimiento, el órgano legislativo se refiere
a cómo fue rechazada persistentemente en su seno la tesis del dominio emi-
nente, dice:
Jorge E. PFSCHT PIzhRRo, Naturalaa +rídkn del domfnb del Estado sobre 7a.s
minas, cit., págs. 742 y 744), pues, pensamos que m, tiene asidero jurídico alguno
en el texto de la Consöhv5ón de 1980.
* Cfr. Seotaria de Legislación $e la Junta de Gobienrn, Znforme del Proyecbo
“LOCCW (Boleh NP 11708), Santiago, 3 de septiembre de 1981 (informe fotoas
piado de: Archioo del Orgmo Legis&&tw, Tomo 40, ‘Xey NQ 18.W, p8gs. 97 y SS).
61 Lugar en que se rwisa, ishso, lo que abi se lkama la “teorla del domi&o
eminente” que, a su juicio, Ixabti inspimdo la legisilacibn vigente en Chile basta
1971 (cfr. Secretaría de Legislación, Informe LOCCM, cit., pág. Zl), como errónea-
mmte lo piensa la mayoría de la docírina chilena, según kemos visto.
62 Cfr. Junta de Gobierno (firma: J. T. Mwnro CASRO, Miembro de h-j,
Rq&mfento al Tribuwl Con.sWuc&mal paro resolaer cuestiones & constffuctilti
que se originoron durante lo dismsih de Ia LOCCM, Santiago, 0 de noviembre de
1981, en: Archivo del @gano Legisk&uo, Tomo 41, “Ley NO 18.097. Iascrip. y AMeced.;
foüos 234-.%0”, II, págs. 3X-351; lo citado en pág. 351. Este requerimiento fue
contestado por sentencia del Tribunal Constitucional de 28 de noviembre de 1981,
remitida por oficio NQ 54, de 1981, al órgano legislador; vide, su texto, en: ArchW
cit., T. 41, págs. 368 y SS. Esta sentencia efectúa un interessnte comentario sobre
la naturaleza del dominio del Estado en su Considerrmdo ll. Tambikn incluye esta
smtmcia: Jos& E. PJI?ERA ECXEXIQUE, Legfalación Minera, cit., págs V-85.
Este importantísimo requerimiento, que contiene amplios ckarrollos sobre el
contenido del dominio del Estado sobre las minas, obviamente, por seguir la doctrina
correcta, como se ha visto, y w h “oficial” que se trat6 de imponer, no ha recibido
la publicidad que mere-zz así, es notorio que pcdria penww que esa raz6n es la
que evitb que fuese incluido en la recopilaci6n de antecedentes de esta ley, citada
(nos referimos al libro de Jos6 E. - -QUE, LegClndón Minera, cit.), en
107
6s CS. Znfarme T&nico del Proyecto de Cbd, de Min., (mido al Memaje del
Ejecutivo, con que se inició su trilnrite legklativo), de 30 de diciembre de 1882, en:
Archioo del Organo Le@.datioo, Tomo 107, ‘-Ley NQ 18.248, folios l-487”, págs. 191
y SS.; lo citado, en p8gs. 195/19+X Aquí es posible ver cómo se confunde la naturaleza
juridica de la concesibn, señalAndola oxno un derecho, en sí misma, cuando ella eh
un instrumento, un acto jurídico; la dialkctfoa utilizada ea la siguiente: se evita hablar
de “meros” derechos de aprovechamiento (que seria lo corre=x@), pues debe hablarse
de b ‘sagrada” propiedad, entonces se efectúa un “balto”, y se considera a la con-
msitm un derecho, y co1110 está asegurada co~stitucion&nente por la garantía del
derecho de propiedad, es -a su juicic- propiedad. Antiguamente, dentro de la defensa
del sistema del dominio eminente, se denigró la “concesi6n”, contx+~nikndoIa a
“pmpkdad”, y se decía que el Estado debia otorgar ‘propiedad minera”, y no
“mera concesión”; hoy se habla (forzadamente, claro está, por imposición oonstitu-
ciond y muy a su pesar) de “concesi6ñ, pero vinculada a la propiedad. Esta es
la forma permanente de vackr o llenar de wnteni&~ los wweptos jurfdkos, según
1~ conveniencias de la diaktim i&Sgic+ y que h ocurrido coa el domi&
eJ=hmte, y ahora con la concesi6n, como hemos visto.
Nuestro modesto intento está dirigido a configurar los conceptos juridicos con el
contenido que j&-te -valga la red~~&r~cia, sobre t& ahow, cuando nos
e~&ntm~rm a titmtos ideologizados, y, por lo tanto, no jurik, propiamente-, y,
108 FOWISTA CHILENA DE DERECHO [Vo]. 15
Todo un juego dialkctico para llegar al derecho de propiedad, cual vara mágica
que sobxiona cualquier problema de seguridad juridica. Y ia qu8 costo? Al
costo de desnaturalizar las instituciones jurídicas w.
Es importante verificar cómo nuevamente en el órgano legislativo se pro-
cura evitar ambigüedades; asi, el Informe de la Secretaría de Legislación de la
Junta de Gobierno, señala: “La constitucibn consagra el dominio patrimonial o
regalista del Estado sobre todas las minas”=.
Este dominio del Estado seria calificado, en el proceso legislativo, también
como un “dominio público especial que se atribuye al Estado sobre las minas”“.
En suma, en esta tramitación nada nuevo al respecto se hizo, ni podía
67 Vid,, en este sentido: Samuel Iau Ov-, Industria Minera y Nwoo Legis-
hctch, “Ftevista Chilena de Derecho”, VOL 10, (X%3), pi@. 247-257, quien. sor-
prendentemente, trata de vaciar de contenido el dominio del Estado, en busca de
una instituci6n que, en la relación pública del aprovechamiento, casi no tiene im-
portancia en materia minera: la propiedad privada (enti&ndase bien: para tener
seguridad jurldica de los derecbos subjetivos, no es -ario gue todo sea propiedad,
sobre ti en derecho púbko, donde esta institución que ha msificado al dere&
privado, casi no tiene importancia). En contra del planteamiento de Lira Ovalle, con
argumentos wwincentes: Jorge Pmxwr Pw, AWurakza Jurtdica . ., op. cit.,
págs. 752 y- SS.
110 REVISTA CHILENA DE DERECHO [Val. 15
V. E~h.oco