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Nereida Corts
22/09/2016
INTRODUCCIÓN
Actualmente, las vanguardias son consideradas como una idea artística e
intelectual de carácter ambiguo. Algo tiene que ver con la ruptura revolucionaria
de los valores tradicionales, con la cultura objetivada, y la conservación
auténtica de lo nuevo y la libertad. Las vanguardias fueron movimientos de
resistencia, de crítica y manifestaciones artísticas en las que se extiende el
sueño y la utopía. Pero ahora, sin embargo, se han convertido en una especie
de ritual primitivo de la cultura de masas y del consumo cultural de carácter “no
crítico”, sino adaptable a las leyes de reproducción y producción económica, y
además su carácter se conserva. Esta ambivalencia trae consigo una
paradójica condición: lo esencial es su apertura al futuro, su mirada a lo nuevo;
pero hoy en día las vanguardias fundan un hecho que ya pasó, forma parte de
lo histórico de nuestra memoria, y un motivo nostálgico en torno al cual
articulamos una identidad que refiere a los museos. Ya no se encuentran en las
calles, sino en los museos. Desapareció su contenido activista, se han
convertido en principio de identificación cultural, en factores ideologicos y de
legitimación. Han abandonado la crítica y la resistencia.
Autocritica del arte
Antes de seguir, es de importante aclarar que este ensayo es una guía para ver
ese hilo conector que existe entre lo que pasa en nuestro tiempo y lo que pasó
en el tiempo de las vanguardias, que, de forma inherente, como el transcurso
de la historia, los hechos no serian hechos si no estuviesen conectados unos
con otros. Y con hechos me refiero tanto a los acontecimientos artísticos como
también políticos y sociales que se dieron a través de la historia.
Lo que sucede con el arte como ideología es muy similar. La idea de “cultura
afirmativa” que expone Marcuse, presenta el carácter contradictorio de la
función social del arte en la cultura burguesa, por un lado, la obra de arte
muestra “verdades olvidadas”, las que anhelamos (lo de carácter protestante
frente a una realidad en la que esas verdades carecen de valor) y por otro lado,
representa y solidifica fichas verdades en el terreno de lo “sublime” (con lo que
consolida las relaciones sociales contra las que protesta). Pasa a ser
entonces, la cultura burguesa, una cultura que afirma el mundo que a su vez
comienza a deteriorarse, porque destierra las verdades que debieran reinar en
dicho mundo y que son apartadas de la vida cotidiana. Se crea un reino de
unidad y libertades disfrazadas, que aquieta las condiciones de carácter
antagónico de la existencia y oculta las relaciones de sometimiento en la vida
real.
El fracaso
Por eso sostengo que la idea de que los medios de comunicación son medios
de alienación cultural muy poderosos, aun en nuestro tiempo.
Los productos con los que nos divertimos son llevados a cabo por la industria y
el comando de la publicidad, que es lo que triunfa sin duda.
Partiendo del gran relato del racionalismo, que dice que “el hombre va a
alcanzar la plenitud, la felicidad, etc, por medio de la razón y llegar así a una
sociedad bien organizada, civilizada. Considera a la razón como factor de
progreso. Se creía que las luces de la razón iban a curar todos los males
sociales, las enfermedades, que nacería la felicidad del hombre al llegar a una
sociedad racional.
³ Concepto que se utilizaba para calificar a todos aquellos que no pertenecían al imperio.
Cuando se expande la civilización, el progreso y la razón, el imperialismo del S.
XIX se identifica con esas expansiones. Y es la divinización de esa razón la
que está presente, la de la burguesía capitalista.
El hombre es más que razón, aunque el uso que le ha dado a la misma ha sido
para esclavizar, para dominar y someter a la naturaleza y a los mismos
hombres.
Las herramientas o dispositivos son el lenguaje, las armas y las maquinas, que,
siendo creaciones humanas, se hacen independientes y terminan subyugando
a su propio creador.
Que esta impaciencia hermenéutica, esta pasión por abrirse paso hasta
un mundo material, real, más allá de la subjetividad y más allá de los
textos, pueda explicarse en términos del estatus de los intelectuales y
sus contradicciones no la vacía de su contenido de verdad en otros
niveles: no sería la primera vez que los intereses ideológicos creados
de un grupo expresaran también –por cierta “armonía monódica
preestablecida” o “astucia de la razón”- las tendencias objetivas del
sistema social mismo. ⁴
Desde el punto de vista estético, la consideración que Adorno sostiene de la
estética suple otras necesidades contemporáneas que no sólo brotan de las
contradicciones de la estética en esta época, sino también por los dilemas de la
conciencia histórica contemporánea desde su subjetividad, como la estamos
estudiando.
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