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UNIVERSIDAD TÉCNICA DE COTOPAXI

CARRERA DE INGENIERÍA AGROINDUSTRIAL.

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FACULTAD DE CIENCIAS AGROPECUARIAS

RECURSOS NATURALES

IDENTIDAD CULTURAL

 Cultura y poder

 Cultura, mercado y consumo

 Cultura, identidad y globalización

 Cultura y medios de información

CARRERA : INGENIERÍA AGROINDUSTRIAL.

NOMBRE : CASA MAURICIO.

CICLO : CUARTO “A”.

FECHA : 23 DE NOVIEMBRE 2017.

DOCENTE : DRA. MARCELA ANDRADE.

COTOPAXI - ECUADOR
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II. DATOS INFORMATIVOS.

ASIGNATURA: Cultura e Identidad.

NOMBRE : Casa Mauricio.

CICLO : Cuarto “A”.

FECHA : 23 de Noviembre del 2017.

DOCENTE : Dra. Marcela Andrade.

IV. OBJETIVOS.

OBJETIVO GENERAL.

 Realizar la revisión bibliográfica de la cultura y como se relaciona con el poder, mercado y

consumo, identidad y globalización y medios de información.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS.

 Desarrollar conceptos de Cultura y poder, mercado y consumo, identidad y globalización y

medios de información.

 Definir la forma como los conceptos de mercado, identidad, globalización y, medios de

información influyen dentro de nuestra sociedad.

V. DESARROLLO.

Cultura y poder

La cultura nunca ha sido ajena al poder, sea cual fuere la forma, o formas, en la que este se

manifieste. Ya sea a través de su formulación más explícita, como es el monopolio legítimo de la

violencia, ya sea a partir de sus formulaciones más sutiles y difusas, como son los oligopolios del

conocimiento que encarnan las instituciones ligadas al saber y la ciencia, el poder siempre ha

interactuado con la cultura. Si nos asomamos a nuestro patrimonio histórico y a los testimonios

más antiguos de las artes, comprenderemos que la cultura ha sido una de las manifestaciones
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externas del poder. Vestimenta amable de la autoridad y, también, expresión de la vocación

trascendente y carismática que acompaña al liderazgo, su presencia nos retrotrae a los primeros

testimonios materiales de la historia. Bien podría afirmarse que, dentro del complejo poliedro a

través del que se materializa el poder, la cultura ha sido uno de sus rostros más singulares y

duraderos. Gracias a él ha conseguido socializar y dulcificar la violencia y las estructuras

jerarquizadas que acompañan los relatos legitimadores que explican, o justifican, la necesidad del

poder. (Jose M. 2002).

El poder es relativamente más antiguo que la cultura, y aparece con los primeros homínidos, y se

encuentra presente en prácticamente todas las relaciones de seres vivos dentro de la naturaleza.

Este, está í-ntimamente asociado a la sobrevivencia, a la ley del más fuerte, el más oportunista

también por cierto. Por lo que encontrarlo a lo largo de nuestro desarrollo social, es normal y casi

obligatorio. Por otro lado la cultura, y precisamente las Artes dentro de esta, aparece de a poco y

tí-midamente a medida, que los hombres en principio nómadas, comienzan a asentarse primero en

clanes en torno a cavernas, y posteriormente en las primeras paleo aldeas.

La cultura ha de ser entendida en su sentido más amplio y general: como un conjunto de

experiencias individuales y colectivas que aglutinan un imaginario simbólico acumulado

generacionalmente y que sugiere un repertorio extenso y polisémico de respuestas al sentido, o

sinsentido, de nuestra existencia individual y colectiva en el mundo. (Clifford G. 1988)

De ahí que, por encima de cualquier otra consideración, la cultura sea una experiencia que

acompaña a la humanidad desde sus orígenes. Al menos desde que el ser humano tuvo que

enfrentarse a la crisis que le planteó indagar sobre el sentido de sí mismo y logró codificarlo en

algún imaginario simbólico que sobrevivió a su artífice.


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Pensemos en la cueva de Altamira, pintada con la sensibilidad incipiente, pero definitiva a la vez,

de quienes sintieron hace miles de años la necesidad de grabar con afán trascendente lo que sentían

en pleno paleolítico al ritualizar la experiencia colectiva de la caza. ¿Puede alguien creer que en

aquel escenario prehistórico que nos retrotrae treinta y cinco mil años el uso del óxido de hierro

con el que se pintaban aquellas figuras animales no era en sí mismo una forma de poder? ¿De

verdad alguien puede pensar que esas pinturas respondían a un impulso estrictamente neutro y

genuinamente naíf? ¿Acaso aquella necesidad pictórica, y por tanto cultural, de testimoniar

iconográficamente la experiencia de la caza vinculada a la supervivencia colectiva de la tribu no

tenía también implicaciones ligadas a la instrumentación de la figuración cromática como parte

del relato visual que hizo del arte prehistórico un vehículo conmemorativo que contribuía a

normalizar y socializar a los miembros de la tribu que contemplaban aquellas pinturas?

Cultura, mercado y consumo

Para los seres humanos es esencial el contacto y la

convivencia con los demás: gran parte del aprendizaje

y habilidades esenciales para sobrevivir, dependen del

medio social que nos rodea y de las relaciones que se

forman en él. El consumo está determinado por diversos

factores, entre los que se pueden destacar los aspectos


Imagen 2. Cultura de consumo.
culturales, esto implica que la cultura en la que vivimos,

le da un especial significado a los productos cotidianos. Tales significados se difunden a través de

la familia, la escuela, los amigos, los medios masivos y electrónicos de comunicación; ninguna

persona está fuera de tales influencias. Específicamente, en lo que se refiere al consumo, cada
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grupo social conforma y comparte creencias comunes

generales y/o consumiendo determinados productos o

servicios para satisfacer sus necesidades de alimentación,

vestido, vivienda, educación y entretenimiento. La cultura

evoluciona constantemente, integrando las viejas ideas y


Imagen 3. Cultura de consumo en mercados.
costumbres con las nuevas, o sea, la cultura varía de lugar

en lugar y de una época a otra. Por ejemplo, comer es una necesidad primaria, no obstante, para

los humanos representa algo más que una fuente de energía. La comida está estrechamente ligada

al marco social y los diferentes valores que le asignamos a la misma; nos permite por un lado,

compartir y estar con los demás y demostrar los afectos. De hecho; en algunas culturas, el no

aceptar la comida que nos invitan, puede ser tomado por el anfitrión como un rechazo o una

desatención. Otra forma de ilustrar los valores culturales en el consumo, es la gran demanda que

tienen en la actualidad los productos o alimentos industrializados bajos en calorías, los gimnasios,

el mayor consumo de agua como bebida, pues está de moda mantener una figura o un cuerpo

delgado. En la década de los cincuenta esta moda no hubiera prosperado, pues los cánones sociales

y culturales en ese período eran diferentes. En suma, la cultura repercute en los diferentes ámbitos

de nuestra vida y, por supuesto, en el consumo y actitudes, están condicionados por la cultura.

Cultura, identidad y globalización.- La globalización es un fenómeno económico, social y

cultural que involucra a la mayoría de los países del mundo. Está sustentado en un modelo

neoliberal en el que los poderes empresariales tienen el control político, económico y social. La

globalización de la economía, la tecnología y los medios de comunicación han provocado la

globalización de los problemas financieros, ecológicos y delictivos. La globalización de los


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problemas demanda un cambio en la ética global y el compromiso de todas las naciones del mundo,

asociaciones civiles y grupos religiosos con el fin de orientar a las fuerzas económicas para que

hagan el menor daño posible.

El proceso de globalización tiene aliados como son los medios

de comunicación que aceleran las nuevas tecnologías pues a

través de ellas se puede llegar a todas las personas del mundo

e impactar en sus ideas políticas, costumbres y preferencias en

el consumo.
Imagen4. Globalización.
Se han hecho investigaciones en donde se ha demostrado que

muchos programas de la televisión disminuyen la capacidad de las personas para reflexionar y

razonar e inducirlos a compras innecesarias, además son un factor importante para el incremento

de la violencia y agresividad. Pero si se usan de manera adecuada son un gran apoyo para el

aprendizaje y el esparcimiento sano. Con la aparición del Internet surge otro medio de

comunicación que propaga también modas y tendencias culturales.

La globalización en la cultura se manifiesta en la integración y el contacto de prácticas culturales

como son marcas, consumo de medios, personajes imaginarios, costumbres, relaciones, etc.

El concepto de cultura abarca todo lo relacionado con la difusión y consumo de productos

culturales al alcance mundial, especialmente el cine, televisión, literatura y música. El factor

tecnológico multiplica la capacidad de difusión a gran escala.

La globalización de la cultura también propicia la promoción de centros turísticos de todo el

mundo, de eventos y entretenimiento.


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Globalización y cultura

Para esclarecer el estatuto de la cultura dentro de la globalización es necesario precisar previamente

lo que se entiende por cultura. Según G. Giménez, la cultura es “la organización social de

significados interiorizados por los sujetos y los grupos sociales, y encarnados en formas

simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados”. Esta

definición nos permite distinguir, por una parte, entre formas objetivadas (“bienes culturales”,

“artefactos”, “cultura material”) y formas subjetivadas de la cultura (disposiciones, actitudes,

estructuras mentales, esquemas cognitivos, etc.); pero por otra parte nos hace entender que las

formas objetivadas de cultura no son una mera colección de cosas que tienen sentido en sí mismas

y por sí mismas, sino en relación con la experiencia de los sujetos que se las apropian, sea para

consumirlas, sea para convertirlas en su entorno simbólico inmediato. “Con otras palabras, no

existe cultura sin sujeto ni sujeto sin cultura”.

Una de los defectos de muchos estudios dedicados a la globalización de la cultura radica

precisamente en la tendencia a privilegiar sus formas objetivadas productos, imágenes, artefactos,

informaciones-, sin hacer la más mínima referencia al significado que les confieren sus

productores, usuarios o consumidores en un determinado contexto de recepción. Así, al referirse a

las manifestaciones de la cultura globalizada, dichos estudios elaboran una enorme lista de los

llamados iconos de la globalización (MacDonald’s, Coca-Cola, Disney, Kodak, Sony, Gillette,

Mercedes-Benz, Levi’s, Microsoft yMarlboro), “sin la menor referencia a los significados que

revisten estos productos para los sujetos que se los apropian o consumen”,30 y soslayando el hecho

de que el mero consumo bienes “desterritorializados” de circulación mundial no convierte a nadie

en partícipe de una supuesta cultura global de masas, “como beber Coca-Cola no convierte a un

ruso en norteamericano, ni comer sushi convierte a un americano en japonés”.


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En el proceso de globalización se pueden observar dos tendencias aparentemente contradictorias:

por una parte la tendencia a la convergencia u homogeneización cultural, ligada a la cultura

mediática, al mercantilismo generalizado y al consumismo; y por otra la tendencia a la

proliferación y a la heterogeneidad cultural. La primera tendencia se fundamenta en el hecho de

que con la globalización el vínculo entre cultura y territorio se ha ido gradualmente rompiendo y

se ha creado un espacio cultural electrónico sin un lugar geográfico preciso. La transmisión de la

cultura occidental, crecientemente mediatizada por los medios de comunicación, ha ido superando

las formas personales y locales de comunicación y ha introducido un quiebre entre los productores

y los receptores de formas simbólicas. La existencia de conglomerados internacionales de

comunicaciones que monopolizan la producción de noticias, series de televisión y películas es un

aspecto relevante de este quiebre. En virtud de todo esto algunos interpretan esta tendencia como

un proceso convergente hacia la conformación de una única cultura global capitalista o como

expresión de un imperialismo cultural. Como crítica a esta interpretación hay que señalar que la

supuesta existencia y hegemonía de una cultura capitalista global no deben extrapolarse a partir de

la mera localización urbana o suburbana de bienes de consumo global introducidos mediante el

libre comercio, las franquicias, la publicidad y la inmigración internacional. La omnipresencia de

la Pizza Hutt o el Burger King en el ámbito urbano no implica por sí misma la

norteamericanización o la globalización cultural capitalista, y mucho menos cambios en la

identidad cultural. Como ya se destacó antes, “los productos culturales no tienen significado en sí

mismos y por sí mismos, al margen de su apropiación subjetiva; y nuestra cultura / identidad no

se reduce a nuestros consumos circunstanciales”.


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Cultura y medios de información

No es necesario partir de una visión apocalíptica para valorar los efectos de los medios masivos

sobre la cultura contemporánea, sino que basta con ser realista. Nos guste o no los medios inciden

más que nunca en la educación de las nuevas generaciones, moldean gustos y tendencias en

públicos de todas las edades, construyen la agenda de los temas sobre los que discutimos a diario,

y hasta han cambiado las formas de gobernar y hacer política. Lo que antaño pudo ser una verdad

parcial hoy tiene el tono de una verdad lisa y llana: los medios masivos de comunicación se han

vuelto más gravitantes en nuestra formación cultural, en la manera de relacionarnos con el mundo

y con nuestros semejantes, en los trajines cotidianos del trabajo y la creación, y hasta en la

intimidad de la vida hogareña.

Hoy nos resulta inconcebible un mundo sin televisión, Internet, TV cable, radio, prensa y cine,

mientras que un siglo atrás, excepción hecha del público devoto de periódicos y libros, nuestros

ancestros podían vivir con mayor prescindencia de los medios masivos. La prensa, es verdad,

gozaba de un público creciente, pero era concebible que las grandes mayorías vivieran al margen

de su influencia. La comunicación masiva pesaba menos en tanto reinaba la comunicación

interpersonal con sus baluartes en las tertulias familiares, el mercado del barrio, los juegos de

salón, los clubes sociales y los comités políticos, centros de una relación humana, íntima,

entrañable, que hoy evocamos con nostalgia, tal vez- como parte de un pasado casi totalmente

perdido.

No es lo nuestro filosofar sobre si aquel estilo de vida era mejor o peor pues lo que importa, a los

efectos de esta presentación, es poner de relieve cuanto mayor es hoy el peso de los medios

masivos, procurar una evaluación de esa influencia y preguntarnos si esa influencia beneficia o

perjudica a la cultura. Se afirma en general que beneficia, al menos en lo que respecta al creciente
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acceso a los bienes culturales en esta era de horizontes perceptivos enriquecidos y ampliados

gracias a los medios electrónicos, al CD-Rom, Internet, la realidad virtual en suma. Empero, la

cantidad, la abundancia, no es siempre sinónimo de calidad, pues como advierte George Steiner,

“los propios medios pueden trivializar aún más tanto el conocimiento como la experiencia, tanto

el significado como la forma; la ciber red puede estar atestada de basura e incitación; puede

anestesiar la sensibilidad hasta el punto de la inercia(el teleadicto frente a la pantalla del televisor)”.

Las nuevas generaciones siguen siendo el flanco débil y por tanto el objeto de las mayores

preocupaciones. La ilusión de los medios electrónicos, con su facilidad de adopción, la magia de

la pequeña pantalla de la computadora o del televisor, generan un distanciamiento de otras

experiencias comunicacionales que exigen diversas formas de atención y una capacidad de

reflexión que puede relegarse en aras de la inmediatez que ofrecen los nuevos medios. Es indudable

que la educación formal tiene en esos medios a un poderoso auxiliar repleto de promesas. Pero

junto con esas posibilidades, los nuevos instrumentos apartan a los jóvenes de otros

procedimientos formativos, la serenidad de la lectura por ejemplo, al tiempo que producen una

riesgosa simplificación del lenguaje, y una tendencia a confundir información con conocimiento.

Otra de las inquietudes, una de las más clásicas sin duda, es la que acusa a los medios, en particular

a la TV y los juegos electrónicos por su constante exhibición de conductas agresivas, una

exhibición que más allá de la interminable polémica sobre su incidencia en los públicos juveniles,

es por lo menos un factor a considerar cuando se analiza el fenómeno de la violencia en las

sociedades contemporáneas.

En la sección Estudios y experiencias, Raúl Trejo Delarbre, se ocupa de la violencia en los medios,

tema sobre el cual, como se dijo, persisten las dudas y las respuestas se vuelven cada vez más

cautelosas como lo prueban las exhaustivas investigaciones efectuadas en Canadá y Estados


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Unidos, citadas por Trejo. ¿Hay una relación causa-efecto entre la violencia en las pantallas y la

violencia en la sociedad? “La televisión no causa nada”, pero a la vez “es uno de los factores de

riesgo que pueden contribuir a las tendencias agresivas y el comportamiento antisocial”. En la

misma sección, Luis Sandoval, en “Intelectuales y medios de comunicación”, reflexiona sobre la

función del intelectual en los ámbitos de la comunicación y la cultura. Los riesgos del populismo

y el etnocentrismo así como las incógnitas suscitadas por la el postmodernismo, son planos de un

análisis que detecta entre los grupos pensantes tendencias a la perplejidad y el desconcierto a la

hora de analizar el impacto de los medios masivos en la vida de las personas.

En conjunto, esta entrega de Pensar Iberoamérica confirma la creciente interrelación de la

comunicación y la cultura, sus tensiones, su confluencia y su complementación, al tiempo que

advierte sobre algunas tendencias negativas que surgen de ese encuentro. Sin embargo, a diferencia

de otras visiones proclives al pesimismo, las diversas opiniones recogidas auguran un futuro de

relaciones menos conflictivas entre los medios masivos y las culturas singulares, las que resisten

a la homogeneización. Así como en los intersticios de la cibered se objeta y acota la masificación,

también la acción de los públicos, segmentados por la diversidad de gustos y tendencias culturales,

obliga a los medios a particularizar sus mensajes y a romper, por tanto, lo que en algún momento

se temió fuera un mercado único y monocorde de imágenes. En ese proceso destaca la tendencia a

revalorizar lo nacional, lo propio, lo local, en lo que parece ser una suerte de revancha de las

culturas particulares ante el empuje de la globalización.

Los Medios de Comunicación y la Educación constituyen un binomio inseparable desde el punto

de vista del periodismo y de la información como vehículos de socialización y de mejora espiritual

e intelectual. Desde la perspectiva de la educación, y si nos plantearnos la directa influencia de los

medios de comunicación en la sociedad actual, se contempla la enseñanza como una alternativa


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para poder superar el dominio al que estamos sometidos (no debemos dejar de puntualizar que este

“dominio” es, en parte, voluntario y consentido).

Está claro que existe una abusiva presencia de los medios de comunicación audiovisuales en los

más variados espacios de nuestra vida. Hasta las relaciones familiares y con los amigos se

encuentran muchas veces mediatizadas por la inconsciente actuación de los medios. Lo más grave

es que la mayor parte de la población no toma (no tomamos) conciencia; y la actitud ante los “mas

media” es totalmente pasiva y sumisa, casi como la de los siervos y los esclavos ante el poderoso

señor, en este caso disfrazado de “dios mediático y/o audiovisual”.

Es cierto que la mayoría de las veces no somos más que meros receptores pasivos que en ningún

momento nos planteamos reaccionar ante las manipulaciones ideológicas que la comunicación

audiovisual lleva consigo. Nos dejamos distraer, y basta. Lo que debemos hacer no es considerar

a los medios como la “bestia negra” de nuestra sociedad, sino todo lo contrario: debemos ser

conscientes de las propiedades que los medios audiovisuales tienen para el desarrollo de las

personas. Es obvio que cada una de estas empresas en sus diversas modalidades tiene un lenguaje

específico y propio que es necesario conocer y dominar para poderlo, de manera paralela, entender,

interpretar y utilizar.

Compatibilizar la educación con los “medios”

Es imprescindible que la educación en general y el colegio en particular afronten el reto de enseñar

y de incorporar en su currículo la EDUCACIÓN para la COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL , y

no sólo para que los alumnos estén atraídos por los medios sino como beneficio para todos, en

general, como futuros consumidores de medios audiovisuales que somos. Educadores inexpertos

y expertos no educadores son dos binomios abocados al fracaso. El éxito de esta enseñanza está, a

nuestro entender, en intentar crear entre los dos grupos antedichos unos productos y unas pautas
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de trabajo que al final resulten atractivos para quien, en definitiva, tiene que prepararse para recibir

la avalancha informativa, sobre todo de los medios de comunicación: nos referimos al alumno.

Debemos hacer hincapié en los parámetros formativos partiendo de la base de que la media de los

ciudadanos delante del televisor sobrepasa las 3 horas diarias, esto es, ronda los 200 minutos. Por

ello barajamos los siguientes consejos, que indican que veríamos mucho mejor la televisión si:

1.- Aprovecháramos sus posibilidades de comunicación y de socialización en la familia y en la

escuela.

2.- Se diferenciaran claramente los contenidos informativos y formativos de aquellos otros que

tienen que ver con la publicidad.

3.-Las instituciones se dotaran de organismos de vigilancia y de control de la normativa existente

sobre televisión.

4.-Desde todas las instituciones se promoviera más la formación audiovisual de padres, de niños

y de profesores.

5.-No utilizáramos la televisión como madre o niñera.

6.-Aprendiéramos a utilizar el enorme potencial que tiene para la educación o el entretenimiento

de los niños.

Evidentemente, para que estos consejos funcionen, no deben ser asumidos como parte de un

manual de prácticas saludables para enseñar a ver la televisión. La pretensión ha de ser el abrir un

foro de debate sobre lo contraproducente que puede llegar a ser el consumo indiscriminado de la

televisión en general para concienciar a los padres y a los profesores de lo necesario que es que

conozcan con antelación la programación. Es preciso mantener una actitud crítica respecto a los

programas de televisión ya que ellos son los que promueven, por la propia dejadez de los tutores,
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los estereotipos y los modelos sociales inadecuados para los más jóvenes de nuestra sociedad, e

incluso para aquellos que no lo son tanto. La tarea es de todos.

VI. BIBLIOGRAFIA.

 Escaner Cultural. (2014). CULTURA Y PODER. 14/11/2017, de revista.escaner Sitio web:

http://www.revista.escaner.cl/node/182.

 José Antonio Maravall. (2002). La Cultura del Barroco. Barcelona: Ariel.

 Clifford Geertz, (1988). La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa,.

 Conevyt. (2015). Cultura y Consumo. 14/11/2017, de cursosinea Sitio web:

http://www.cursosinea.conevyt.org.mx/cursos/vaco/contenido/revista/vc10r.htm.

 Tania Ruiz. (2011). Cultura, identidad nacional y globalización. 14/11/2017, de

estudiaraprender.com Sitio web: https://www.estudiaraprender.com/2017/05/16/cultura-

identidad-nacional-globalizacion/

 John Street, "Across the universe: The limits of global popular culture", in Alan Scott (ed.),

The limits of globalization, Routledge, London, 1997, p. 77.

 27 Gilberto Giménez, “Globalización y cultura”. Estudios Sociológicos del Colegio de

México, vol. XX, No. 58, enero-abril, 2002, pp. 18-19.

 Gilberto Giménez, “Cultura, identidad y metropolitanismo global”, op.cit., p, 130.

 Cf. Renato Ortiz, Mundialización y cultura, Brasiliense, Sao Paulo, 1994.

 George Steiner, Errata. El examen de una vida. Siruela, Madrid, 1997, pág. 147.

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