Ahora quiero escribir estas líneas las cuales se me vinieron a la
mente estando en oración en la capilla del seminario. Quiero hacer memoria de esos días cuando empecé el camino de la fe y en el cual conocí a Dios, pero más que escribir por mero sentimentalismo o romanticismo, lo hago sólo para dar a conocer mi experiencia de fe y el modo sencillo como conocí y crecí en la misma, de qué manera transité el camino que me llevó a conocer a Dios. Dios es un Dios de experiencia y no se puede conocer si nosotros no tenemos una relación verdadera con él, para mi Dios es el Dios de la experiencia, es el Dios del encuentro. Para mí hay grados en la fe o escalas y cada peldaño es una posición, que está compuesto de conocimiento, sentimiento y un modo de actuar, de obrar o ser como respuesta a la fe. Yo me imagino así la fe como una especie de escalera como ya dije, esta escalera va desde la tierra hasta Dios o mejor dicho desde mi hasta Dios, por ella voy subiendo peldaño por peldaño y este camino me va transformando y me va haciendo crecer, es decir mi fe y yo como persona a medida que crezco me desarrollo de manera que no soy el mismo cuando comencé como lo soy ahora. Entonces ¿cómo llamare el primer paso en la fe? Le pondré por nombre La llamada, porque eso fue lo que de alguna u otra forma yo sentía en el corazón, y Dios se vale en este primer paso de cualquier medio para atraer al hombre, así entonces el origina una necesidad para que el hombre lo busque, el hombre se encuentra como en una especie de vacío interior y cae en un sin sentido, nada le satisface y cae en una depresión existencial, hay tristeza y se da cuenta que no puede hablar con nadie, al menos no con cualquiera, porque nadie le entiende y necesita más que cualquier cosa estar solo, quizás para encontrarse consigo mismo o con Aquel que está muy dentro de él y que el hombre hasta ahora no lo conoce. Esto es lo que más o menos sucede dentro del hombre, Dios suscita estos sentimientos por llamarlos de alguna manera necesidades. Esta necesidad da paso a que la persona busque refugio y consuelo y hasta quizás sentirse amada, querida por Otro. Por otro lado Dios usa como mediación las circunstancias, los momentos y los acontecimientos y se vale de estos para que afecten a la persona y lo sensibilice y lo hagan moverse y obrar, porque en algunas circunstancias el hombre no se puede quedar tranquilo frente a una realidad y por eso trata de buscar una solución, que en este caso sería el alivio de su necesidad, el bálsamo que sacie el hambre de Dios. Aquí en esta etapa el hombre todavía no conoce a Dios y no se da cuenta que es él quien lo está asaltando, Dios está irrumpiendo en su vida, él está tomando la iniciativa. Dios está llamando. Debido a todo esto el hombre da una respuesta inconsciente a Dios y va a su encuentro, surge como una idea de búsqueda en su mente y esa idea la lleva a cabo, entonces la persona tiene un encuentro con Dios por primera vez, este encuentro no es sublime ni extraordinario, sino que es muy sencillo, Dios consuela y devuelve la alegría perdida y regresa el sentido de la vida y surge los sentimientos de optimismo, alegría, paz y serenidad, yo la asocio a la gracia santificante, la que se nos da en el bautismo o después del sacramento de la confesión y de la eucaristía. La persona después de ese encuentro quiere repetir la experiencia porque le gustó y porque se siente en paz y se dice ¿Por qué no volver otra vez? Y regresa otra vez y en todas las ocasiones que puede, es como si fuera a una fuente a beber agua, siente sed y regresa a buscar agua y bebe, bebe porque le gusta y se alegra. El segundo escalón o paso yo la voy a llamar la fascinación, recuerdo aquello que dice el profeta Jeremías: me sedujiste y yo me deje seducir. Aquí el hombre empieza a conocer a Dios, es muy hermoso lo que se siente en el interior: sentimientos de alegría, paz y amor, esperanza. Aquí hace aparición la virtud de la fe, porque el hombre le cree a Dios, ya que ese primer encuentro le marcó y entonces quiere tener más experiencia de Dios y el hombre entra en contacto con la oración, la palabra de Dios, los sacramentos y otros momentos de encuentro especiales, se siente feliz, tanto es esto que acontece en el interior del hombre que es como si dijera aquella frase de san Pedro: que bueno es estar aquí… pero también hay momentos de interpelación y Dios invita a la conversión, se lloran los pecados y se siente el arrepentimiento, se siente la majestad y grandeza de Dios y la pequeñez de ser creatura, la nada del ser humano. En cada experiencia que se tiene de Dios la persona se va fortaleciendo y desea más encuentro, quiere estar más con Dios. El Señor va tocando el corazón, sensibilizando y enamorando, se vale de todas las experiencias con el hombre para alimentarlo y saciarlo, le concede algo de su conocimiento y otras virtudes y gracias para que empiece a crecer en la fe, por eso el hombre quiere conocerlo y empieza a buscar conocimiento de Dios y se dedica a la lectura de la sagrada Escritura, la lectura espiritual y la doctrina y enseñanza de la Iglesia. Ya no se ve a Dios como un desconocido, sino como un ser divino, como un Señor, como Dios, por eso hay temor de Dios, respeto por lo sagrado y por los sacramentos. En este paso se empieza a conocer a la Iglesia y se le empieza a querer, se conoce no en todo sentido, pero si lo básico de la fe. Aquí hay una especie de compromiso, por eso el hombre va a la Misa y a la oración porque lo desea y porque quiere encontrarse con Dios, la oración en cierta forma es existencial y Dios sigue usando muchos medios para atraer al hombre. Para mi este paso es el de las mediaciones, por supuesto Dios en todos los pasos usa mediaciones, pero yo me he dado cuenta que así como se va creciendo en la fe, las mediaciones también van cambiando y son más concretas y serias. Las mediaciones son imágenes de santos, de Jesús y de la virgen, también los sacramentales, Dios se vale de momentos, de música y actividades como retiros espirituales, convivencias, encuentros de oración, charlas y predicaciones. El mismo suscitas preguntas y curiosidad por saber, Dios se da a conocer como aquel que es tierno, todo amor, pero sobre todo aquel que es la Misericordia misma. Yo me di cuenta que él perdona mis pecados y cada vez que me confesaba salía del confesionario con alegría y paz. Aquí no tenía ni idea de lo que Dios es, incluso más de lo que yo podía pensar, por eso es necesario las mediaciones porque se necesitan para uno conocer a Dios ya que aquí el hombre entiende muy poco la palabra y la escritura. Este tercer paso yo le pondré por nombre la petición de Dios, porque aquí lo que hizo todo este tiempo fue prepararte para pedirte algo, pedirte tu vida. Aquí surge la vocación a un estilo de vida específico. Yo sentía que Dios me pedía algo, pero no sabía que era ese algo. Y aunque yo oraba sentía una inquietud en mi interior. Yo no escuchaba palabra alguna, pero sabía que Él me llamaba. En esta etapa se necesita de un acompañante, de un director espiritual para poder discernir la voluntad de Dios, también es necesario de la oración y de toda experiencia de Dios. Yo sentía que todas las cosas me hablaban de Dios, en todas partes sentía su presencia. La persona debe estar atenta porque Dios continuamente está hablando, está diciendo algo. Cuando la persona se da cuenta que es lo que Dios quiere de él, entonces se siente la humildad y la pequeñez, pero sobre todo la indignidad, es como si uno se dijera para sí mismo: ¿Por qué me llamas a mí? ¿Quién soy yo para que me llames? Hay lágrimas de conmoción y a la vez de alegría. Aquí el hombre se da cuenta de que Dios es un Dios personalísimo y es tanto lo que Dios seduce al hombre que el también desea corresponde y quiere imitar a algunos santos en el ascetismo, la penitencia y la disciplina. Aunque nadie es digno de recibir la petición de Dios, el hombre se da cuenta que es por amor que Dios lo llamó y por eso con mucha humildad y vergüenza acepta la petición y dice su Fiat, su sí a la voluntad de Dios, desde ese momento el hombre ya no es el mismo, para el hombre es un honor servir a Dios, es un compromiso pero no tan serio, es muy débil, aunque confía en su Señor no sabe todavía el compromiso que ha asumido, por eso hay infidelidades y desertores, no le importa lo asumido. Le fe es un poco más madura pero no hay sensatez y compromiso serio y estable. Ya no se percibe a Dios como si fuera una imagen en una estampa sino como aquel incorpóreo, sin imagen, Dios está en todas partes incluso en el interior de la persona. Dios también se percibe en la creación y en sus criaturas. El estudio de la fe es un poco más amplio y la persona quiere aprender más, es como una sed de saber, desea conocer más a Dios. En medio de las infidelidades Dios le hace conocer y le recuerda el compromiso que ha asumido y de vez en cuando lo hace pasar por muchas pruebas, así es el caso de que el hombre sienta el deseo de no seguir al Señor y renuncia, también se cometen errores y pecados muy graves que Dios perdona porque ama. El hombre se siente en un vaivén, quiero no quiero, es una especie de tibieza espiritual y de fe. Aquí ya las mediaciones son otras, Dios se vale de acontecimientos y personas para llamar al compromiso. En algunas ocasiones cuando cometía un pecado mortal sentía como un olor repugnante y en algunas ocasiones sentía que todo se quedaba como estático y no se escuchaba nada, como si se fuera todo el aire y uno queda suspendido y todo alrededor era sin vida. A veces el hombre _hablando metafóricamente_ puede hacer que se cierre incluso hasta el cielo, porque a veces aquí se cometen errores muy graves que te acompañan por un buen tiempo. En esta etapa Dios tiene mucha paciencia y espera a que la persona abra los ojos y se dé cuenta quien es él realmente, es decir, aquí es necesario que el hombre se conozca así mismo y más aun a Dios. Conocerse así mismo es sinónimo de conocer a Dios y conocer a Dios es igual que asumir el compromiso de la petición de Dios. Cuarto paso la auto-revelación de Dios, en este paso es necesario pasar por un desierto muy difícil y espinoso porque es necesario que la fe pase por el fuego y se purifique, es necesario que el hombre crezca y no se quede en la oscuridad. Es aquí donde el hombre se conoce así mismo y conoce en toda su plenitud su vergüenza, su pequeñez y su nada. En el paso anterior no podía ver lo desdichado que era, en este paso si se da cuenta, pero siempre y cuando se deje ayudar por otras mediaciones que Dios usa para cortar, herir y sanar. El hombre se conoce y se arrepiente y busca empezar de nuevo, hace un cambio de vida, busca amar más a Dios y a reparar el daño que ha hecho, él se da cuenta que se ha equivocado y debe cambiar de vida porque sabe que si no cambia toda su vida será miserable y tarde o temprano va a tener que enfrentar su realidad. En esta etapa es necesario la ayuda de un buen acompañante porque aquí hay que crecer humanamente, estudiarse así mismo, ver sus cualidades y defectos. No se permiten los autoengaños y las mentiras, se trata de aperturarse, abrirse a tu propia realidad, abrazar y amar la propia historia de vida. Por otro lado se trata de valorar lo que Dios te ha dado. Y hay viene entonces la auto-revelación de Dios, yo me di cuenta ese día que Dios me acompañaba todo este tiempo, me di cuenta de mi miseria y de lo malo que había hecho. Fue como ver a Dios todo puro, intachable, glorioso y yo sucio, triste y solo. Pero Dios no deja al hombre solo sino que lo alienta a levantarse y lo anima, le da una nueva oportunidad y lo inserta en sí mismo. Aquí es Dios quien con su gracia quitó la venda que cubría los ojos del hombre, al alma le sucede lo que le aconteció a San Pablo se le cayeron de los ojos como unas escamas que lo dejaron ver la luz. Dios-hombre, ahora son una sola cosa, se conoce a Dios como es, sin imagen alguna, como dice san Agustín: Señor Dios mío, tú eres más interior a mi más que mi propia interioridad. Aquí no se vale Dios de tantas mediaciones físicas concretas, sino que ya Dios es auto- revelación y acontecimiento, Dios habla dentro del hombre y el hombre se da cuenta, pero también lo interpela desde la realidad que esta fuera de sí mismo. En esta etapa se debe tener cuidado de no correr el peligro de relativizar todo lo aprendido, aquí el hombre se puede dejar llevar por sus propias ideas y convicciones, entonces todo lo pasa por la luz de la razón y lo cuestiona. Por otro lado se puede enfrascar en lo especulativo y se olvida del Dios de la experiencia, del acontecimiento de Dios en la vida. Se corre el peligro de desvalorizar todo lo que es sagrado y poner en duda la fe verdadera. Surge la tendencia a la herejía y negación de las cosas sagradas y espirituales, incluso hasta el mismo Dios. Se puede caer en una auto-dependencia yo pensaba en ocasiones que Dios no existía y que solo las cosas pasaban como consecuencia de la persona y las circunstancias, me olvidaba que después de toda especulación y después de toda idea sólo queda nada más que contemplar al Dios tremendo y fascinante. Después de todo este camino de fe nada más nos toca entrar al lugar donde Dios habita y contemplar lo que no hemos visto ni oído y yo lo refiero al altar de una iglesia donde se celebra el sacrificio de la Santa Misa donde el alma se encuentra con su Creador y hay un dialogo de amor, de encuentro, aquí en este lugar santo es donde se dan las mejores experiencias de Dios, el Dios de la vida se hace presente y se da a conocer. Dios se encuentra en el sagrario, pero también está afuera y dentro de mí. Yo me doy cuenta que Dios no es un sentimiento o una emoción, ni mucho menos una simple idea o problema; es una mente inteligentísima que no está en lugar alguno ni en tiempo alguno, sino que está más allá de lo que conocemos, pensemos y digamos de él. Dios se va a seguir dando a mí y llegara la hora en que quizás sepa quién es. Por Jalvik Negrón