You are on page 1of 23
PERSONAJES MERCURIO. LA NOCHE, JOPITER, en forma de Anfitrién ANFITRION, general de los tebanos. ALCMENA, esposa de. Anfitrién. CLEANTIS, sirviente de Alemena y expose de Sosias SOSIAS, criado de Anfitrion, ARGATIFONTIDAS, NAUCRATES, POLIDAS ¥ POSICLES, capitanes. tebanos La accién en Tebas, ante ta casa de Anfitrién PROLOGO Mercurio, sobre wna nube; La Nocue, en un carro ‘arrastrado. por dos eabailos Mercurio. — jHola, encantadora Noche! Dignaos deteneos ue deseo socorro de vos y he de hablaros de parte de Its iter La Noche. — iSois vos, sefior Mercurio? {Quién lo hue biera_pensado, viéndoos de’ esa guisa? Mercurio. — Es que, cansado y no pudiendo por tanto tender a los diferentes empleos en que Jipiter me ocuna, me he sentado en esta nube a esperar vuestra, lepada La Noche. — No repardis en lo que decis, Mercurio, u os ‘moftis. 2Acaso conviene a los dioses confesamse canvados? Mercurio. — {Son de hierro los dioses? La Noche. — No, mas deben siempre guardar el. decoro de Ia divinidad. Ciertas expresiones hay que rebajan, si se usan, Ia sublime cualidad deifica, por lo que procede’ dejar Jas a los hombres, Mercurio. — Bien podtis hablar asi, hermosa, vos que tenis un cOmodo vehiculo que, tirado por dos buenos caba- Mos, évaos a donde gusts, como a una sefora. Pero no tae suede To mismo a mi, y en verdad que mi fatal destino he seme mirar con insuperable ojeriza a los poetas que, habien. do con injusta ley adserito a cada dios su correspondiente sarruaje, me han dejado a mien pie, como recadero de alde. Y eso que soy, sextin se sabe, famoso mensajeto. del soberano de los dioses en ciels y tierra, de suerte que, vstos Jos muchos encargos que 6 me da, mis que nadie necestaria, yo carrora La Noche. — {Qué quertis? Los poetas hacen lo que se les antoja, y no es ésta la primera ‘nocedad que. cometen De todos’ modos os irritis contra ellos. sin razén, pues ‘que os han puesto alas en Ios pes 16 Moviine ‘Mercurio, — iAcaso cansa menos el ir mis de prisa? La Noche. — Deiemos esta plitica, xefior Mercuri y se amos qué necesittis, Mercurio, — Como os sefialé, Yopiter requiere el favor de vyuestro obscuro manto para cferta dulce aventura, que un nuevo amor Ie proporciona, No son novedad para os sus costumbres y conoctis que el sefior de los dioses sucle des- eidar los cielos por la tierra y gusta tomar forma humana, fen servicio de las mortales beldades, empleando cien inge- niosos ardides para rendir Ia virtud’ de. las més riguroses He aqui, pues, que ha sentido los saetazos de los ojos de ‘Alemena, y mientras Anfitrién, espoto de éta, manda. las topes tehanas en las be6ticas Wanuras, Jépiter, tomando la forma de Anfitién, alivia sus penas gozando con su amada ulesimos placeres. Muy propicio es a sus ardores el estado de ese matrimonio, s6lo unido por los lazos del himeneo ha Pocos dias, Viendo la juvenil fogosidad de sus tiernos amo- res, Jopiter ha recurrido a tal artifcio, que aqui ha result fructuoso, aunque no siempre sea buen modo de complacer cl adoptar Ia figura de un marido, La Noche. — Admiro a Sopiter, pero me pasman los dis- fraces que se le curren, Mercurio. — Quiere gustar de toda clase de estados, y muestra ser un dios nada lJerdo, Mirenle los mortales como, le miren, por muy misero le tendrla yo si nunca se pudiese ddespojar de su imponente talante celestial, Entiendo que no hhay nada més necio que hacerse prisionero de la propia grandeza. Es particularmente incémoda la alta calidad en Jos transportes del amor, y asi Japiter, muy experto en pla- cxtes para amar, desciende de su gloria. suprema, silese de si mismo y no se aparece como quien es. La Noche. — Pasadero seria que tomase la humana for- ‘ma para satisfacer las ansias de su corazén, Pero trocarse en toro, cisne, serpiente o cualquier otra coes no lo encuentro bien, ni me extraha que se le censure ‘Mercurio. — Dejemos hablar a los censores, cuya inteli- sgencia no comprende Iat satifacciones que en tales cambios hay. Japiter sabe lo que se hace; y en sts movimientos amo- 090s no son las bestias tan bestas como pensamos ‘La Noche. — Volvamos a lo que hablabamos. Si con su ANPITRION n tteta ha logrado JOpiter los favores buscados, iqué més ‘duiere ni en que puedo servile? ‘Mercurio. — Podéis servirle reduciendo yuestros caballos ‘un paso muy lento, de manera que esta deliciosa noche se convierta en una noche larguisima, De tal manera. tendrd 41 més espacio para sus arrebatos si vos retardéis cl ‘mac miento del dia en que debe volver aquel a quien Jépiter suplania, ‘La Noche. — {Gran empleo el que Jupiter me concede! Y buen nombre el que se daa quien hace lo que a mi se ‘me pide! Mercurio. — jExtrafa ocurrencia la vuestra en una diosa joven! Semejante empleo sélo es vil entre la gente de poco fuste. Cuanto hace el hombre de alto rango cs siempre: bello y bueno. Las cosas cambian segin quien Ins ejecta La Noche. — De esas cosas vos sabtis mis que yo, y ceptaré el cargo fundandome en vuestras luces. Mercurio. — Ea, ea, sefiora Noche! No os haghis la re- milgada, que tenis fama en el mundo de encubrir muchos ‘buenos ‘recados, partceme que nada podemos. cavidiarnos el uno al otro, La Noche, — Dejemos estas disputas y sea cada uno lo que 8. No conviene que rian los hombres oyéndonos decir. nos las verdades, Mercurio. — Sea asi. Adiés, que bajo a mi tares. He de dejar mi forma de Mercutio y revestir la de etiado de An- fition La Noche. — Pues yo, con mis obscuros caballos y carro, hharé parada en este hemisterio ‘Mercurio, — Adis, "Noche La Noche, — Adiés, Mercutio. (Mmxcomio se apea de su nube y LA Nocue se deja ‘en carro) ACTO PRIMERO ESCENA PRIMERA Sosias, solo Sosias. — iBh! iQuién va? Nadie, Mi temor crece a ‘cada paso. Soy hombre de paz. j0b, inavdita audacia. la de caminar a esta hora! Mi glorioso amo me ha hecho ‘un mal tercio. Si amase a su préjimo, 4me habriaman- ado partir en tan obscura noche? {No podia, para en. Viarme con el anuncio de su retome y victoria, esperar que amaneciera? Oh, Sosias, y en qué muda’ sujecion Vives! Mucho peor es In suerte del que sirve al grande que la del que sirve al chico. Los grandes quieren que todo en la naturaleza se Jes inmole. De dia y de noche, con viento ¥ stanizo, con peligros, con fri0 0 con calor, hay que volar en cuanto ellos hablan. De nada nos vale evar. veinte tos de asiduo servicio, ya que el menor eapricho nos foncita su enojo, No obstante, nuestro espiritu, insensato se ahinca en el vano honor de permanecer con ellos, y Dretende consolarse con la falsa idea que los demis tienen de que somos felies. La raz6n nos aconseja retirarnos, del empleo y a veces el despecho not lo ratifica; pero la. pre Sencia de nuestros sees ejerce potente iaflujo sobre nuestro cele, y béstanos una mera mirada afectuosa para Seguir en nuestra servidumbre. En fin, ya percibo et la obscuridad nuestra casa, y ya ini miedo’ se aleja Empero, necesitaré pars cumplir mi embajada algin pre ‘meditado discurso, Los ojos de Alemena merecen una béica deseripcién del gran combate que ha desbaratado a nuestros enemigos, mas eémo diablos puedo haeerla si no he estado fen a lucha? Sin embargo, hablaré de tajos.y estocadas a ‘Buisa de testigo ocular; que muchos relatan batallas sin ha ANFITRION , berlas visto, Antes, ensayaré Io que voy a decir, Esta es Ja estancia donde ‘penetro como emisario, y este farol es Alcmena (Pone en el suelo el farol que empuia, y le hebla,) ‘Sefiors, Antitrin, vuestro esposo y seflor mio (jbuen ‘comienzol), tiene su alma siempre llena de vuestros encan- tos, y me ha escogido para daros noticias del triunfo de sus armas y del afin que siente de verse junto a vos» (Remedando @ Alemena) «qDe verdad, Sosias? Mucho me congratulo de verte» ‘ (jBien contestado!) «Como esti Anfirion?> ‘Bien, y portindose como valiente en las ocasiones de sloria en que se empefa» ((Hermosa ocurrencia!) {Cuindo volverd para embelesar mi alma con su re- reso ‘cLo antes que pueda, sefiora, pero mis tarde de lo que ‘ZY cémo sobrelleva la guerra? Qué dice y qué hace? ‘Anda, satistace mis desoos de saberlo. ‘ ‘Con placer, sefiora, y os descibiré Ia batalla sin por ello querer yo jactarme de gloria. En este lado (seiala los lugares en su propia mano, 0 en el suelo) esth Telebas, ciudad casi tan grande como Tebas. Ved aqui el rio, junto, al que acamparon los nuestros. Los enemigos estaban act y sobre una altura se alineaba su infanteria, mientras sus Jinetes formaban més abajo, a la derechs. Orése a los dioses, 0 Motitee se enviaron érdenes y se dio sefial de combate. Creyendo el fenemigo poder deshacernos, distribuyo su. caballeria en tes pelotones, pero pronto reprimimot su. fogosidad. Nuestra, Vanguardia peleaba con énimo aqui; alld los arqueros de ‘muestro rey Creén; y el grueso del ejército (Se interumpe al percibir un ruido,) DEI grueso del ejrcito tiene miedo. Me parece haber ofdo ESCENA II Mencunio, en forma de Sosias; Sostas ‘Mercurio. — Merced a esta traza con que a él me parez- 0, arrojemos de aqui ese importuno que viene a turbar as dulzuras de los dos amantes. Sosias. — Mi corazén se tranquiliza un tanto y creo que rno habia nadie. Empero, acabemos nuestra plitica dentro de ‘casa, no me sobrevenga aqui alguna siniestra aventura, Mercurio. — A fe que sino eres mis fuerte que Merc rio, te Io impediré. ‘Sosias. — Esta noche me parece larga como ninguna. Por el tiempo que he pasado caminando, 0 mi sefior confundis Ja mafana con la noche, © el rubio’Febo, habiendo bebido vino en exceso, retarda el levantarse. Mercurio. — Con qué irreverencia habla de 10s. dioses ‘ese malandrin! Presto sabri mi brazo castigar su desman, Por ahora robaréle sumombre, como le he robado su. se- ‘mejanza. Sosias. — ib, pobre de mi, y qué razén tenfa yo! Alli Yeo, ante muestra casa, un hombre cuyo talante no presagia nada bueno. Pero voy’ cantar, para que me crea tranquilo, (Canta. AI hablarle Mencunio, su vor va debiliténdose poco 4 poco.) ‘Mercurio. — iQuitn seri ese picaro que se toma la licen- ia de cantar y aturdirme con su canto? LQuerré que le api que una mano de golpes? Sosias. — Para mi que a exe hombre no le gusta la misica ‘Mercurio. — Una semana hace que no encuentro & quien romper [os huesos. El reposo relaja Ia virlud de mi brazo, y tengo ganas de hallar unas espaldas a cuyas expensas restablecer mi aliento. Sosias: — iQué diablo de hombre sort éste? Mortales te- ‘mores afligen mi alma. Mas ipor qué temblar asi? Quiz no sienta él menos terror que yo, y acaso el muy truhin hable de ese modo para ocultar st miedo bajo unt audacia fin ida. Ea, no consintamos que me tomen por un mastuerzo Ya que no soy atrevido, procuraré. parecetlo, Razonemos para animarme. Tan solo esta él coma yo; soy fuerte; mi mo 5 poderoso; y éta e& niiestra cast Mercurio, — iQuién va alli? Sosias. —~ Yo, Mercurio. — iQuién es evox? Sosias. — Yo. (Valor, Sosias!) ‘Mercurio, — iQue eres y qué haces? Sosias. —~ Soy hombre y_hablo, Mercurio. —"iEres sefor 0 tiado? Sosias. — Soy To que se me antoja Mercurio. — cY adénde vas? Sosias. — A donde me parece Mercurio. — Pues eso no me ugrads. Sosias. — De lo cual me huelgo Mercurio. — Por buenas © por malas, traidor, quiero re- sucltamente suber qué haces, de donde vienes por la. noche, adénde vas y a quién sirves Sosias. — Hago bin y mal segdin los casos, vengo de all voy agul y sirvo a mi due, ‘Mercurio. — iIngeniosidades tenemos? {Quieres pasar por hhombre de importancia? Pues voy sintiendo el deseo, por en tablar mejor conocimiento, de darte un bofetén en la cara Sosies. — vA mi? ‘Mercurio. — A ti: toma. (Le da una bofetada) Sosias. — tAh, ah! Buena es éstal Mercurio, — Eso es s6lo para empezar y responder 4 tus cchanzas, Sostas. — iVolo a los dioses, amigo, que, sin con decitlo querer ofenderos, distribuls bofetones con brio! o—m 2 Motiixe Mercurio, — fstos son mis bofetoncillos mis menudos y ordinatios, ‘Sosias. — Pues si fuese yo tan impetuoso como vos, buea negocio tendriamos Mercurio. — Atin no habsis visto nada, y por entretener nos un tanto vamos a proseguir nuestra ocupacin ‘Sosias. — Abandono la partda. (Hace ademén de mar charse) Mercurio. — ,Adénde vas? Sostus. — Qué te isporta? Mercurio. — Quiero saberlo. Sosias. — Voy a que me abran esta puerta, (Por qué me estorbas? Mercurio, — Si levas tu osadia hasta acercarte, haré lo ver sobre ti una nube de golpes. Sosies. — {Me amenazas con impedirme entrar en mi casa? ‘Mercurio. — {Qué os eso de en tu casa»? Sosias. — Mi casa, Mercurio. — iAb, traidor! {De esta casa pretendes ser? Sosias. — Ciertamente, No es Anfitién su duet? Mercurio. — {Qué tiene que ver una cosa con otra? Sosias. — Tiene que ver que soy criado de Anfirién, Mercurio. — iT0? Sosias. — Yo. ‘Mercurio, — 1Su criado? Sosias. — Sin duda, Mercurio. — {De Anfitrin? Sostas. — De Anfitxién. Mercurio. — LY te llamas,..2 Sosias. — Sostas, Mercurio. — ih? {Cémo? Sosias. — Sosias. Mercurio. — Escucha: {quieres morit en mis manos? Sosias. — iPor qué? .Qué ira enciende tu alma? Mercurio. — iQuién te ha dado la temeridad de atribuir- te el nombre de Sosias? Sosias. — No me lo atribuyo, Lo he evado siempre, ‘Mercurio. — ih, extrema imprudencia y ment ho- rrible! 20815 sostener que tu nombre es Soslas? ANFITRION 8 Sosias. — Lo sostengo por la gran razén de que as lo han dlispuesto los dioses en su poder soberano. No me cabe decir To contrario, ni ser otto d2l que soy. Mercurio (golpedndole). — Mil palos merece semejante descaro. Sosias. — justia, ciudadanos, socorro! Mercurio, — iAtn gritas, verdugo? Sosias. — {Me atormentas con mil golpes y todavia qui res que no grite? ‘Mercurio. — Ahora veris cémo mi brazo Sosias. — Nada vale lo que haces, pues aprovechas a ventaja que sobre mi te da mi falta de’denuedo. Mal uso y pura fanfarroneria es aprovecharse de la medrosidad de los {que atacamos. Apalear aun hombre sin peligro no honra, '¥ merece vituperio el arrojo ejecitado contra personas que ho To tienen. Mercurio. — Lnsistes en ser Sosias? Sosias. — Tus golpes no me han transformado, ni hecho otro efecto que convertirme en un Sosias mola, Mercurio. — Cien palos mis voy a darte por tu desver- senza, Sosias. — Pon tregua a tus golpes, por caridad. ‘Mercurio. — Pon t6, por caridad, tregua a tw gran in- solencia, Sosias. — Como quieras; me allo, La disputa es harto desigual entre nosotros. Mercurio, — Di, traidor: {sigues siendo Sostas? Sosias. — Soy lo que quieras, y dispoa de mi suerte a tu sabor, pues que tu brazo te ha hecho duefio de mi ‘Mercurio. — (No afirmabas ser Sosias? Sosias. — Verdad es que hasta ahora ello me ha parscido claro; pero tu bastion me ha desengafado de mi error. Mercurio. — Sosias soylo yo, como toda Tebss lo sabe, y nunca Anfitrion ha tenido otro Sosas Sosias. — {Sosias ti? Mercurio. — Si, y quien ande con chanzas lo pasar mal Sosias. — (Ciclos! {He de renunciar asi a mi mismo y verme robar mi nombre por un impostor? jOh, cudnta suerte tiene con que yo sea cobarde! Sino, ni la muerte, Mercurio. — Paréceme que murmuras entre dientes no sé qué. Sosias. — No, Mas, en siombre de los doses, dame licen- ia de hablarte un. momento, Mercurio, — Habla. Sosias. — Pero antes hagamos tregua y prométeme no se- uit con ts golpes, ‘Mercurio, — Sea; te lo concede. Sosias. — 1A qué viene eta fantasia, ni qué vas a ganar quitindome mi nombre? Aunque ti seas un demonio, .puc ddes hacer que yo no sea Sosias? Mercurio. {Cémo oss8..7 Sosias. — jAlio! Hemos hecho tregua de golpes, Mercurio. — Condenado, impostor, tuba, ‘Sosias. — Injurias di las que quieras, que son heridas le- ves y que no enfadan Mercurio. — LUnsistes en ser Sosias? Sosias. — Si. No sé qué frivola.ocurrencia, Mercurio. — (Basta! Suspendo la tregua y vuelvo a tomar mi palabra No me importa. No puedo aniguilarme porque Jo. quieras, ni tolerar un discurso tan distante de lo evidente 2Esti en tu poder ser lo que yo soy, ni puedo yo dejar de Set el que soy? {Se ha visto nunca cosa semejante? zPueden desmentirse cien abrumadores indicios? ¢Suefio acaso’ {Ten- zo el espiritu turbado por algin arrebato? {No advierto bien ‘ue estoy despierto y en mi cabal sentido? {No me ha en cargado Anfitrién, mi seflor, que venga a ver a su esposa Alemena? {No me ha dado la misiOn de que, a Is par que Ja pondere el amor de su marido, la relate Tas hazafins del mismo? {No acabo de llegar del ‘puerto? iNo llevo un tol en la mano? {No te he encontrado delante de casa y ha. blidote con toda condura? {No te estis aprovechando de mi cobardia para impedirme la entsada? {No has ejercido tu furia sobre mis espaldas, abrumindome a golpes? Todo es fsaz y verdadero, y bien quisiera yo que no lo fuese tanto, Deja, puss, de mofarte de la suerte de un misero ype teme ir a cumplir to que mi deber me demanda, ‘Mercurio. — Deléate. Al menor paso atraeris sobre tus Jomos una gran rociads de palos. Cuanto acabas de decir a ‘mi me corresponde, los golpes aparte, Yo soy el designado ANPITRION 8s por Anfitrién para dar recado a Alemena; yo quien del Puerto Pérsico Hlego ahora; yo quien anunciaré que el valor del brazo de mi sefior ha vencido a los enemigos y matado a su jefe: yo, en fin, soy con toda certidumbre Sosias, hijo de Dave, pastor honrado, y hermano de Arpags, muerto en pais extranjero; yo soy el esposo de la honesta Cleans, cuyo mal earleter me enfada mucho; yo soy, y acabemos, ese Sosias, ‘que mil veces ha sido apaleado en Tebas sin haberlo dicho ‘nunca a nadie, y que una vez, por ser harto hombre de bien, recibi6 azotes en pablic. Sorias. — Tiene 14260, y, de no ser Sosias, ro podria s ber cuanto dice. Mi alma estupefacta empieza a creerle y, mirindole mejor, noto que tiene mi talla, talante y mo ‘mientos. Hagimosle alguna pregunta por via de esclarecer este misterio. Di: jeusl ha sido la parte de Asfitrion en el bbotin tomado a lot enemigos? ‘Mercurio. — Cinco diamantes muy grandes trabados muy bien, el principal de los cuales aparece exquisitamente la- brado, ‘Sosias. — iY a quién destina Antitrién tan rico presente? Mercurio, — A su mujer, para que lo use Sosfas. — 2 d6nde estin los diamantes ahor ‘Mercurio, — En un cofrecto sellado con las armas de mi sefior. Sosias. — En verdad que no miente en nad y ya dudo ide veras, Para ml, y por la fuerza, es ya Sosias, y he aqui ‘gue comienza a serlo. por la razba. No obstanie, reparin- ‘dome y tocindome, paréceme que yo soy yo. :Dénde encon- trar luz exacta que esto me esclarezca? En fin: Io que he hecho sia que To viese nadie, s6lo siendo é! yo lo puede sa- ber. Asi, fengo cosa en que confundirle. Escucha: cuando se libraba ja batalla, iqué hiciste en Ia tienda donde, solo, te refugiaste? Mercurio. — Cogi un jamén, corté dos suculentas tajadas, atiborréme con ellas, y con esto y con un vino cue da placer sélo de verle, tomé un tanto de valor para los sombatientes. Sosias aparte). — Tan incontestable verdad le acredita, Como sabria esto, a no estar dentro de Ia botella? (A Mer- furio,) Las prucbas qu das no me permiten negar que eres Sosias. Pero entonces, zquién soy yo? Mercurio. — St, si te place, Sosias cuando yo deje de 86 Mouibae sero. Pero date por muertos, mientras yo lo se, 46 te ocu- re la fantasia de serlo tt. i Sess, — Todo esto te pone el alma en un filo, y a razén 80 opone & ello. Mas algo, al postre, habrd qe” ha: cer, y To mejor ‘erk entrar en cas Mercurio. —iAb, bergante! itis tomado gusto a Ton alos? Sosias. — ‘Dios miot Sus estacazos han subido de pun toy 30) Jone te eras texas. Dans este dablo de hombre y volvamonos al puerta, Boni ems ‘bajada Ia mia! re Mercurio, ~ Es, huido es y mis malos tats ban sido jusio castigo de muchas acionessuyas. Mas ya veo a Teper ‘econ mucha corteia acompatia ala enamorada Alomens, ESCENA III Jorrme, ALewENa Ligier, — No pormihis, cara Alemena, que traigan tu es, porque si bien me darian el placer de veros, descubririan ‘mi venida, que conviene ocultar. En efecto, he abandonado cl euidado' de mi cargo y los deberes de la gloria de las armas Para rendir a vuesiros encantos la pleitesia que les da mi corazén. Quizis ello se me censure pablicamente, y por ello Ro quiero més testigos de mi estancia aqui! que’ vos, Alcmena. — Mucho, Anfitrién, participo en la’ gloria de vuestras ilustres hazafias, y vuestra esplendente victoria toca lo mis sensible de mi corazén. Pero viendo que ese mall ddado honor alsja de mia quien amo, no puedo dejar de ‘irarlo con alguna ojriza, 1o mismo que a la soberana or den que os ha hecho general de tos tebanos, Dulce cosa es, tras una victoria, la gloria que se alcanza, pero a ella se mezclan muchas inquictudes y temores. Al menor encuentro de que se oye hablar, ya el alma se desasosiega, sin tener con, qué consolarse del terror que Ta amenaza, Ni los laureles del vencedot, ni la participacién que se tenga en ese horror st remo, valen lo que sufre un eorazén tiemo sabiendo en peligro al ser amado, ANPLTRION 87 Lipiter, — Cuanto en vos veo aumenta mi ardor, y no- tando’ Ia llama de vuestro corazén siéntome muy satisfecho de advertir que me améis como 08 amo. Pero un escrépulo siento, y e8 que quisiera que en yuestro amor por mi no fentrase para nada el deber, sino que s6lo mi persona y vues- tto ardor mostrasen los favores que me prodigtis, de manera ‘que mi calidad de esposo no fuera lo que me los valiese. ‘Alemena, — No obstante, sélo vuestro nombre de mat {do me permite exponer el fuego que me abrasa, No compren- {do ese escripulo con que turbdis vuestro amor Tipiter. — El ardor y la ternusa que me insprdis rebssan las de un esposo, ¥ no sabéis cui delicada dulzura me pro- dacen, No comprendéis que un corazén muy enamorado se fplica a cien menudencias y se inquieta acerca del modo de ser feliz, En mi, bella y encantadora Alcmena, vos veis un ‘marido y un amante, mas, si he de hablar con frangueza, Sélo el amante me place, mientras el marido me importun El amante, en extremo celoso de vos, desea que s6lo a él labandonéis vuestro corazén y nada dels al marido. Ansia que ‘uestro ardor brote de pura fuente, sin nada otorgarme por derecho de os vinculos de himeneo, ominoso deber que ® iario emponzofia Ia dulzira de los’ mis preciados favores. ‘Asi, en este escrdpulo, quiere el amante que satisfagais su ppuntllosidad ‘inicamente dedicando al esposo la vistud y al Amante todo el amor y ternura de yuestro bondadoso corazén. ‘Alomena, — En verdad, Anfitridn, que creo que ustis ese Tenguaje por burla. No os tendria por disereto quien os ‘ipiter, — Mi discurso, Alemena, es mis razonable de Io que pensiis, Pero yo incurrria en culpa si me retardase mis tiempo. He de volver al puerto sin demora. Adiés: mi rigu- oso deber me arranca de vos. Cuando vedis al esposo, bella ‘Alemena, os ruego que penséis en el amante “Alemena — No separazé yo a los que los dioses unieron; que tanto el matido como el amante me son muy preciosos. ‘Cleans. — {Oh, cielos, y cuintas amables caricias son las de un esposo ardicntemente amado! Coin lejos est de to- das estas ternuras mi traidor de marido! Mercurio, — Habré de advertir a la Noche que pliegue ‘sus velos. Ya puede el Sol salir de su lecho y borrar las estrella, MoLiiRe ESCENA IV Cueawmis y Mexcunio (que fe hace alemin de irse) Cteantis. — jCémo! {Asi me dejas? Mercurio. — {Como quieres que te deje? {Pretendes que no cumpla mi deber de seguir los pasos de Anfitrién’? Cleans. ~ {Con qué brusquedad, felon, te separas de mil Mercurio. — Donosa ocurrencia! zNo tenemos tiempo s0- bbrado do estar juntos? Cleantis. — {Marcharse de un modo tan brutal, sin re galarme con una sola palabra dulee! Mercurio. — {Dénde quieres que mi alma vaya a bus- car arrumacos? Quince aos de matrimonio agotan las pala- bras_y ha mucho que nos lo dijimos. todo. ‘Cleantis, — Mira, traidor, emo Anfitién se enciende de ‘amor por su mujer, y avergiéazate de la poca pasion que t6 dedicas a Ta tuya, Mercurio. — {Dios mio, Cleantis! Ellos estan. enamors dos atin y a cierta edad todo es tolerable. Pero nosotros, ea sados antiguos, hatiamos muy mala traza si anduvigramos reftegindonos las caras y- diciéndonos necedades. Clean, — Acaso, pétfida, estoy en condicién de no poder esperar que haya un corazén que suspire por mi? ‘Mercurio. — No digo exo, sino que soy harto viejo para suspirar, y silo hiciera daria. que reir a todos. Cleantis. — No mereces, bigardo, la insigne felicidad de estar casado con una mujer honrada. Mercurio. — Mis valdria que lo fueses menos y no me atosigases tanto CCleantis, — iMe vituperas por vivir castamente? Mercurio. — Lo que en la mujer encanta es Ia duizura y tu virtud jactanciosa me tiene harto Cleantiz. — Si, te serian menester las falsas ternuras de sas mujeres, tan hibiles, que colman al marido de caricias Para hacerle tragar que ella use galanes. Mercurio. — A fe mia que la mala reputacién sélo. pre- ‘ocupa a los tontos. Con gusto tomaria yo por divisa: Menos honestidad y més tranaullidad. ANPITRION » Cleantis, — :Suftirias sin repugnancia que amase a un’ alin con plena licencia? ‘Mercurio, — Si, si con ello cedieses en tus alborotos y cambiaras de humor y de métodos. Mejor quiero un vicio hholgado que una virtud fatigosa. Adi6s, pues, querida Clean- tist he de seguir a Anfitrion, (Sale) CCleantis, — Por qué no tendré bastante resolucion para castigar a este infame? jCuinto me enfurece abora ser hon- ada! ACO ESCENA PRIMERA ANerrni6y, Sostas Anfirion. — Ven aqui, verdugo; ven aqui, sefor ber- ante. {No sabes que tus razones me bastan para matarte y is ue para darte el trato que deseo s6lo he menester de mi Sosias. — Si ast lo tomAis, sefor, tendréis razén siempre y mada puedo decir. Anfitrién. — {Quieres, traidor, que acepte por verdades tan desaforadas extravagancias? Sosias. — Sefior sois, y yo eviado, y por tanto serh lo que ‘quer, Anfitrién. — Ea, sofocaré mi furia, Hablame de tu ene ‘cargo, porque antes'de ver a mi esposa debo desenmarafar ‘sta confusién. Vuelve en t, ordena tus sentidos y responde- me, palabra por palabra, a’ lo que te pregunte Sosias. — No obstante, y por temor a inconveniencias, advertidme con qué talante debo tratar esto, si dicindoos 1a verdad, 0 contestindoos con lisonjas, segin se usa con los srandes Anfivrién. — Obligote @ hacerme un relato sincero Sosias. — Basta; no tenis mis que interrogarme, “Anfitrién. — Cuando te di mi orden, Sosias. — Parti bajo cielos cubiertos de negros crespones, vituperindoos mucho por tan ominioso. mastirio y maldicien: do veinte veces la orden de que habliis. Anfitrién. — iCbmo, tunante? — Si quersis' mentiré, sefor itrién. — {Este es el celo que tienen nuestros cria- dos! Pero dejémoslo. {Qué te ocurrié en ¢l samino? ANPITRION ot Sosias. — Que tuve un miedo mortal a todo lo que encon- traba. Anfitrién, — \Cobardet Sosias. — Hiicenos naturaleza siguiendo su capricho y nos dda mil inclinaciones. Otros se deleitan exponiéndose y yo me deleitoconservindome. Anfitrién, — {Cukndo legastes a casa...? Sovias. — Quise ensayar, ante la puerta, el tono y suerte con que deberia relatar el glotioso combate, Angitrén, — iY desputs? Sosias. — Vinieron a causarme gran turbacién y fatien Anfivrién, — iQuitn? Sosias. — Un yo, un Sosias, muy solleito en cumplir vues- tras érdenes, a quien enviabais desde el puerto para ver 1 Alemena. Tan bien conoce nuestros secretos como YO, qUe (8 hablo, Anfitrién, — ;Cuentos! Sosfes. — Es Ia pura verdad, sefior. Me encontré conmi- go en la puerta, y 0s juro que vine antes de haber legado. Angitrién. — iDe qué procede ese maldito embrollo? 1S0- fasie? {Estabas ebrio? (Has perdido el ses0 0 te burlas de ‘mala manera? Sosfas. — La cosa es lo que os digo y no un cuento fri- volo. Os doy mi palabra de honor, que creertis si ot place Yo creia ser un solo Sosias y he encontrado dos. Esos dos, celosos de vuestro servicio, esiin el uno en casa, y con vos el, ‘otro, Este yo mio hillate ahora abrumado a golpes, y el otf, que es muy lozano, gallardo y dispuesto, no piensa en otra cosa que en romper huesos y apalea. ‘Anjitrién. — Muy sereno, ‘tranquilo y enigno snimo se ha de tener para tolerar estas burlas de un crindo. Sosfas. — Si os enojtis no hablemos, y quédese esto aqui. “Anfitrién. — Quiero olste sin acrebatarme, pues que lo hhe prometido, Pero dime en conciencia si hay algo. verosimil fen este inaudito misterio que me rela, Sosias. — Tenis raz6n y el caso parecerd increible a to- dos, como cuento exiravagante, ridiculo © importuno, Pero ‘no porque choque con el sentido comin deja de ser verdad. Anfitrién. — {Puede admitir eso quien no sea un insen- sato? Mouiixe Sosias. — Mucho estuerzo me costé a mi legarlo a creer. El ser yo dos no encajaba en mi cabeza y largo Talo he act sudos de impostor a mi otro yo. Pero al fin vime forzado a esonocer que él era yo, sin arificio alguno, De pies a cabeza 8 como yo, a saber, hermoso, de buen porte, de aire noble ¥y maneras encantadoras. Somos iguales como dos. gotas de Teche y, de no tener mi otro yo la mano un poco pesada, estaria. muy satisfecho de é. Anfitrién.— iCotata pacenia nese imponerme! iEn- Sosias. — LY emo? {Acaso he querido entrar en razones? No me he prohibido cruzar wuestra puerta? Anfitrién. — {Como ‘Sosias. — Con un palo que me ha dejado dolorida ta es- pada Anfitrién, — {Te han pegado? Sosias. — Ciertamente. Anfitriin. — t¥ quién? Sosias. — Yo. Anfitrién, — iT? Sosias. — Yo; mas no mi yo de aqui, sino el de la casa, que pega por cuatro. Anfiurién. — {El cielo te confunda, embustero! Sasias. — No me svfe, El que yo he encontrado poco ha tiene grandes ventajas sobre mi, y me ha dado testimonio de brazo fuerte y corazén animoso, Ese mi yo es un endia blado picaro, que me ha apaleado muy a st sabor. Anfitrién, — Acabemos: has visto’ ami mujer? Sosias. — No. “Anfitriin. — {Por qué? Sosias, — Por una razéa muy poderosa Anfrién. — Explica, bergane, por @vé no cumpliste mi Sosias. — tHe de repetitlo veinte veces? Me to impidis {es6 yo mis robusto que yo, ese yo que se aduené de la puerta, fes¢ yo que me hizo largarme, ese yo que quiere ser mi yo exclusive, ese yo valiente que ha dado a conocer su enojo 8 este mi yo cobarde, ese yo que esth en casa, ese Yo que tm Podido mis que yo, ese yo: que me ha molido's gx. ANFITRION 93 Anfitriin. — Sin duda bas bebido mucho y venes Ia ca bbeza turbada. Sosias. — Que me cuelguen si he bebido ot cosa que agua. Bien merecen ser creidos mis juramentos. Anfitrin. — {Habris sofiado, entonces? {Te habrin los cconfusos misterios de una pesadilla hecho ver quimeras que ‘me cuentas como realidades? ‘Sosias. — Tampoco. No he sofiado, ni aun tenido suefo, y 08 hablo tan despierto como esta noche lo estaba. No me- nos despierto parecia el otro Sosias cuando me sporre. Anfivrién. — Calla y sigueme. Esto es fatigarme en exce so. Verdadero loco he sido oyendo con paciencia las sandeces de un eriado, Sosias. — Siempre ton sandeces lo que dice un hombre ‘comin, y serian palabras exquistas si las hablase un grande. “Anjtirién, — Entremos sin mis demora. iAh, abl. viene la encantadora Alemena! De cierto no me esperi y le va a sorprender mi legada, ESCENA II ALeMENA, Cleans, ANPITRION, Sostas Alomena. — Vayamos, Cleants, a agradecer 4 los dioses 1 glorioso éxito que por el valor del brazo de mi marido goza Tebas y... 10h, dioses! “Angitrién, — Hiaga el cielo que el vietorioso Anfiri6n sea recibide con placer por su esposa y que el dia, favorable a ris ardores, me haga veros tan enamorada como yo, encon- trando en Yos tanto fuego como yo siento ‘Alemena. — Tan pronto retornsis? este inaudito misteio’y, en ‘mi justa célera, iguay de quien me haya traicionado! Sosias. — Sebor. “Anjitrin. — No me acompalies. Espérame aqui. Cleantis. — Sefiora

You might also like