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Rehabilitación de derechos políticos por suspensión y sustitución de la pena de

prisión: el caso Hernández y la Contradicción de tesis 15/2010

Virginia Pujadas Tortosa

Sumario: I. Casos a analizar y objeto de estudio; II. Preguntas y respuestas; III.


Recapitulación y conclusiones.

I. Casos a analizar y objeto de estudio

Aunque el derecho de sufragio y de asociación política de los reclusos y reclusas


(condenados y preventivos) represente una gota de agua en el océano que es la vida
política de un país, según datos actualizados a enero de 2013, 242.754 personas están
internadas en las prisiones estatales y federales de México1, 34.953 personas se
encuentran cumpliendo pena en regímenes sustitutivos de la prisión2, 22.634 personas
se benefician de la libertad anticipada3 y 6.886 personas de la suspensión condicional de
la ejecución de la pena o condena condicional. Podemos fijarnos en los números, pero
también en la palabra “personas”, dado que del ejercicio de un derecho humano es de lo
que vamos a tratar.

La organización del VI Observatorio Judicial Electoral me propuso analizar, a partir de


tres casos concretos, la cuestión de la rehabilitación de los derechos políticos
suspendidos por condena penal, en concreto, suspendidos como consecuencia accesoria
de la pena de prisión. Comenzaré planteando el objeto de este estudio y presentando el
esquema del mismo.

1
110.304 de los cuales en régimen de prisión preventiva y 142.450 condenados. Fuente: Estadística del
Sistema Nacional, enero 2013. Secretaría de Gobernación- Secretaría de Seguridad Pública.
2
Tratamiento en semilibertad, tratamiento en libertad y jornada de trabajo a favor de la comunidad.
3
Tratamiento preliberacional, libertad preparatoria, remisión parcial de la pena, libertad supervisada y
aplicación de los arts. 68 o 75 CPF.
1. Planteamiento del objeto de estudio y de cuestiones

El art. 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (en


adelante CPEUM) establece los requisitos de la ciudadanía mexicana4. A esta
condición, el art. 35 CPEUM asocia una serie de prerrogativas, entre las que se incluyen
el derecho de sufragio activo y pasivo y el de asociación política 5, prerrogativas que se
suspenden en los casos y por las causas previstas en el art. 38 del mismo cuerpo legal.
Según la tercera y sexta de esas causas, los derechos políticos se suspenden “durante la
extinción de una pena corporal” y “por sentencia ejecutoria que imponga como pena esa
suspensión”. Dicho así, parece claro.

¿Cuándo se rehabilitan los derechos políticos suspendidos? En puridad lógica, cuando


desaparece la causa de suspensión. He aquí el primer problema, como intentaré mostrar
más adelante6. Pero además, el propio art. 38 CPEUM establece que “la ley fijará los
casos en que se pierden, y los demás en que se suspenden los derechos del ciudadano, y
la manera de hacer la rehabilitación”. Así dicho, no parece tan claro: ¿Lo que fijará la
Ley, por imperativo constitucional, es la manera de hacer la rehabilitación de los
derechos que se pierden o suspenden “en los demás casos”, esto es, en los casos no
previstos en el art. 38 CPEUM pero sí en la Ley? ¿O también en éstos últimos?
También más adelante veremos “lo que dice la Ley” en materia de rehabilitación de
derechos políticos7.

Centrándome al supuesto en que la suspensión de derechos políticos (en adelante SDP)


es pena accesoria a la pena principal de prisión, la pregunta clave genérica es si los
condenados a una pena de prisión que ha sido sustituida o suspendida deben poder
votar, ser votados o asociarse. Las preguntas concretas que me formulo son:

4
“Son ciudadanos de la República los varones y mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan,
además, los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años, y II. Tener un modo honesto de vivir”. La
“calidad de mexicano” o nacionalidad mexicana se adquiere según lo dispuesto en el art. 30 CPEUM.
5
“Son prerrogativas del ciudadano: I. Votar en las elecciones populares; II. Poder ser votado para todos
los cargos de elección popular, y nombrado para cualquier otro empleo o comisión, teniendo las
calidades que establezca la ley; III. Asociarse individual y libremente para tomar parte en forma pacífica
en los asuntos políticos del país; IV. (…)”
6
Cfr. Capítulo III apartados 4, 5 y 6
7
Cfr. Capítulo III apartado 6
A) La sustitución de la pena de prisión, ¿tiene algún efecto sobre la pena de
SDP?

B) La suspensión condicional de la pena de prisión, ¿tiene algún efecto sobre la


pena de SDP?

C) ¿Cuán coherentes y válidos son los argumentos del TEPJF y de la SCJN en


esta materia?

D) Dado que el TEPFJ contesta afirmativamente a la primera pregunta y la


SCJN responde negativamente a la segunda, ¿existe una contradicción entre las ratio
decidendi de ambos órganos?

La organización del Observatorio, en el documento de trabajo que me fue


remitido, formula las siguientes interpelaciones:

E) ¿Cuál es la relevancia de la situación de reclusión/libertad en la cuestión de la


rehabilitación en el ejercicio de los derechos políticos? ¿Por qué tal situación debe
impactar en la mencionada rehabilitación?

F) ¿Cuál es el objeto principal de la rehabilitación social del individuo como


objetivo del sistema penitenciario?

Mi intención es responder a cada una de estas preguntas, identificando y sometiendo a


crítica teórica las fórmulas de solución ofrecidas por las resoluciones cuyo estudio
propone la organización8. Finalmente, a modo de recapitulación, presentaré una
quincena de conclusiones referidas a lo tratado.

2. Síntesis de casos sometidos a examen

Las resoluciones sometidas a examen son tres: una de la Sala Superior del
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (en adelante TEPJF), otra de la
8
La tercera de aquellas preguntas (¿cuán coherentes y válidos son los argumentos de uno y otro
tribunal?) será abordada al hilo de las dos primeras y de la cuarta.
Suprema Corte de Justicia de la Nación (en adelante SCJN) y, la última, de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante CIDH) relativa a una actuación
realizada por el Estado Venezolano. Paso a sintetizarlas.

A) El caso Hernández o efectos de la sustitución de la pena de prisión sobre la


suspensión de derechos políticos

El supuesto de hecho de esta resolución, que identificamos como Caso


Hernández9, es el siguiente: Omar Hernández fue condenado a cumplir pena de prisión.
Tiempo después, le fue concedido el régimen de prelibertad en la modalidad de
presentaciones semanales. En tal situación, el Sr. Hernández acudió a un módulo del
Registro Federal de Electores dónde solicitó tramitar su credencial de elector. A dicha
solicitud acompañó copia simple de la sentencia que lo colocó en régimen jurídico de
prelibertad. La solicitud de expedición de la credencial de elector fue declarada
improcedente por constar en la base de datos correspondiente que dicho ciudadano tenía
suspendidos sus derechos. Contra esta resolución, el Sr. Hernández promovió juicio
para la protección de los derechos políticos-electorales, al entender que la misma le
imposibilita a ejercer su derecho de sufragio activo y pasivo. En su resolución, y en una
interpretación que el TEPJF califica como pro cive10, éste considera, por unanimidad,
fundado el agravio ya que la sustitución de la prisión “conlleva la rehabilitación de los
derechos como una medida de readaptación social” (p. 23), no estando justificado el
mantenimiento de la suspensión de derechos políticos (en adelante SDP) por no haberse
impuesto como pena principal. La Sala sustenta esta conclusión principalmente en tres
motivos que señalaré y comentaré infra11.

B) La Contradicción de Tesis 15/2010 o efectos de la suspensión condicional de la pena


sobre la suspensión de derechos políticos

9
SUP-JDC-20/2007. Magistrado Ponente: Salvador Olimpo Nava Gomar.
10
Página 25 de la resolución.
11
Cfr. Capítulo II apartado 1.
La segunda resolución sometida a examen es la de una Contradicción de Tesis
resuelta por la SCJN, que identificamos con las señas CT 15/201012. Dos tribunales
colegiados entienden de manera diferente cuál es el efecto, sobre la SDP, de la
suspensión condicional de la pena. La SCJN, al resolver esa contradicción, sostiene que
la suspensión condicional de la pena de prisión no tiene efectos sobre la SDP, de
manera que dichos derechos continúan restringidos hasta que se extinga la pena de
prisión suspendida.

C) El caso López Mendoza o el criterio de la Corte Interamericana

El Sr. López Mendoza fue inhabilitado, de acuerdo con la legislación


Venezolana, para el ejercicio de cargos públicos en virtud de dos sanciones
administrativas, lo que le impidió registrar su candidatura para cargos de elección
popular, tal como pretendía.

Tras esta brevísima (pero suficiente para lo que nos interesa ahora) referencia al
supuesto de hecho, me interesa destacar las consideraciones efectuadas por la Corte en
relación (1) a la restricción, con motivo de una sanción, del derecho a ser elegido y (2)
al deber de motivar la imposición de una sanción.

En relación al derecho de sufragio, la Corte debe determinar si las sanciones impuestas


al Sr. López Mendoza son o no compatibles con la Convención Americana y,
concretamente, con el art. 23 de la misma (párrafo 104)13. En síntesis, la Corte concluye
que la aplicación directa de ese precepto es suficiente para entenderlo vulnerado, pues el
mismo exige que para restringir el sufragio pasivo mediante sanción, ésta debe ser
12
CT 15/2010, entre las sustentadas por el cuarto y noveno tribunales colegiados, ambos en materia
penal del primer circuito. Ministra Ponente: Olga Sánchez Cordero. Resolución aprobada por diez votos
con Voto Concurrente del Ministro Luis María Aguilar Morales y voto en contra de de la Ministra
Margarita Beatriz Luna Ramos, para quien la suspensión de la pena principal debe conllevar la
suspensión de la pena accesoria.
13
Precepto que dispone: “1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y
oportunidades: (a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de
representantes elegidos; (b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por
sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los
electores; y (c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su
país. 2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso
anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad
civil o mental o condena, por juez competente, en proceso penal” (las cursivas son mías).
dictada como condena por un juez penal previo proceso practicado con todas las
garantías exigidas por el art. 8 de la Convención (párrafos 105 a 107). Esta exigencia no
se cumple en el caso concreto, ya que la SDP fue impuesta por un órgano administraivo.

En relación al deber de motivar la imposición de una sanción, la Corte aduce que “dados
los alcances de la restricción al sufragio pasivo implicados en una inhabilitación para
ser candidato” la autoridad tiene “un deber de motivación explícita de la decisión, tanto
en lo cualitativo como en lo cuantitativo”, teniendo que “desarrollar razones y
fundamentos específicos sobre la gravedad y entidad de la falta supuestamente cometida
(…) y sobre la proporcionalidad de la sanción adoptada. (…) Sin una motivación
adecuada y autónoma, la sanción de inhabilitación para postularse a un cargo de
elección popular opera en forma casi automática” (párrafo 147).

II. Preguntas y respuestas

A continuación, paso a abordar las principales cuestiones suscitadas por la


lectura de aquellas resoluciones.

1. Sustitución de la prisión y suspensión de derechos políticos: la sustitución de la pena


de prisión, ¿tiene algún efecto sobre la pena accesoria de suspensión de derechos
políticos?

Tanto la Sala Superior del TEPJF (en el caso Hernández) como la Primera Sala
de la SCJN (en la CT 8/2006-PS), sostienen una respuesta afirmativa a esta cuestión: la
sustitución de la pena de prisión conlleva necesariamente la rehabilitación de los
derechos políticos (en tanto se mantenga dicha sustitución, esto es, en tanto ésta no sea
revocada).

Los argumentos del TEPJF para resolver el caso Hernández en el sentido señalado son
los siguientes:

1) La pena accesoria sigue la suerte de la principal: En el caso concreto, la SDP


fue una pena accesoria a la de prisión, de manera que al sustituirse la pena de prisión,
debe entenderse que lo hace en su totalidad, incluyendo la privación de derechos que
tenía asociada. Esto es, tanto la privación como la rehabilitación operan ipso facto
(p.28). En adelante, a este argumento lo nombraré “argumento de la colateralidad”.

2) La pena es una medida necesaria orientada a la readaptación social del


individuo14, criterio constitucional que debe guiar la aplicación del derecho penal. Dicha
readaptación es la “justificación de la sustitución” y el “objeto del régimen de
prelibertad”, y la SDP no ayuda sino que dificulta la readaptación social. A este
argumento, lo llamaré “argumento de la readaptación social”.

3) El principio de intervención mínima exige que la restricción de los derechos


esté justificada15: “Al no haberse establecido como pena principal en la sentencia
condenatoria, no existe una necesidad social imperiosa que justifique el mantenimiento
de la SDP”, por lo que ese mantenimiento resulta innecesario y desproporcionado (p.
24). A este argumento lo llamaré “argumento de la necesidad de la restricción”.

Estos tres criterios integran una interpretación sistemática que tiene como resultado no
aplicar de forma literal el art. 38.III CPEUM (que prevé la SDP durante la extinción de
una pena corporal, siendo que la sustitución de la pena, excepto si la sustitutiva es
multa, no extingue aquélla).

Por su parte, la SCJN, en la resolución referenciada al inicio de este apartado, sostiene


el mismo efecto con el argumento de la colateralidad16. Sin que sea usado como
argumento explícito, hace referencia también a la “prevención especial para lograr la
readaptación del sentenciado” como “justificación de la sustitución de la pena”.

En un apartado posterior, realizaré unas consideraciones críticas a la argumentación de


la SCJN. Por ahora, me interesa hacer lo propio con la del TEPJF. Entiendo que cabe
formular las siguientes objeciones a la resolución del caso Hernández:
14
En palabras de la Sala: “De conformidad con el texto constitucional (art. 18), el sistema penal y
penitenciario mexicano se orienta a favor de la readaptación social como objetivo de la pena” (p. 22).
15
“Los derechos político-electorales (…) pueden estar sujetos a restricciones, siempre que las mismas
estén previstas en la legislación, sean objetivas y razonables y respondan a un fin legítimo” (p. 24). La
cursiva es mía.
16
“Al ser la SDP una pena accesoria a la de prisión, cuando ésta es sustituida, debe entenderse que lo es
en su integridad, incluyendo la SDP”.
Primera: Se da una incoherencia al sostener el argumento de la necesidad o intervención
mínima y, a la vez, admitir la tesis de la colateralidad. Tal como intentaré poner de
manifiesto en páginas posteriores17 las penas accesorias, al imponerse automáticamente
y por imperativo legal, no pueden ser justificadas como intervenciones mínimas y
necesarias. Por este motivo, la SDP accesoria a la prisión (preventiva o definitiva) no
acostumbra a ser objeto de pronunciamiento expreso18 ni de motivación, pese a la
advertencia de la Corte Internacional19. De atender coherentemente al principio de
intervención mínima20, el Tribunal debería llegar a cuestionar la constitucionalidad de la
SDP como consecuencia accesoria a la prisión. Esto me lleva a presentar una segunda
crítica, formulada por Ríos Vega:

Segunda: Según este autor, en el caso Hernández, el tribunal debió cuestionarse


primero la constitucionalidad de la causa de suspensión (accesoriedad a la pena de
prisión) para después y en caso de responder afirmativamente a esta pregunta,
preguntarse sobre la constitucionalidad y legalidad de la rehabilitación. Porque, si la
causa de suspensión no fue constitucional, no procede pronunciarse sobre la
procedencia de la rehabilitación, pues los derechos políticos nunca fueron suspendidos
“conforme a Derecho”21. Entonces, lo que debió haber hecho el Tribunal, según el
autor, es observar la causa de SDP desde un rol prescriptivo (no descriptivo, como
17
Cfr. Capítulo II apartado 5.
18
En la CT 15/2011, la Corte recuerda que “La Primera Sala ha sostenido el criterio de que la SDP como
consecuencia necesaria de la pena de prisión, es de naturaleza accesoria, pues deriva de la imposición
de esta última y tiene su origen en ella; sin que, por tanto, corresponda imponerla al juzgador, como sí
sucede tratándose de penas autónomas, las cuales son impuestas por el juzgador en uso de su arbitrio
judicial y de conformidad con el tipo penal respectivo” (considerando 5º). La cursiva es mía.
19
Repito: “Dados los alcances de la restricción al sufragio pasivo implicados en una inhabilitación para
ser candidato” la autoridad tiene “un deber de motivación explícita de la decisión, tanto en lo cualitativo
como en lo cuantitativo”, teniendo que “desarrollar razones y fundamentos específicos sobre la
gravedad y entidad de la falta supuestamente cometida (…) y sobre la proporcionalidad de la sanción
adoptada. (…) Sin una motivación adecuada y autónoma, la sanción de inhabilitación para postularse a
un cargo de elección popular opera en forma casi automática” (párrafo 147).
20
Un excurso tendente a justificar que el principio de intervención mínima debe ser aplicado por
haberse conceptualizado constitucionalmente al estado mexicano como “estado social y democrático de
derecho” en Sánchez Francisco, 2007.
21
Ríos vega llega a esta conclusión tras presentar un método para resolver en sede constitucional las
cuestiones relativas a la SDP. En síntesis: Lo que debe hacer el juzgador constitucional, en primer lugar,
es tener clara su concepción de la SDP (su justificación dentro de la constitución) para decidir si en el
caso concreto hubo o no SDP constitucionalmente admisible. Este ejercicio se puede acometer de dos
formas: con un rol descriptivo o de mera legalidad, o con un rol prescriptivo o de constitucionalidad. A
partir de aquí, sólo en caso que la suspensión fuera constitucionalmente admisible, puede el tribunal
pronunciarse sobre si procede la rehabilitación (2010: 35). Sobre los citados roles, véase infra Capítulo II
apartado 3ª.
hizo)22: dicho rol hubiera comportado atribuir un significado constitucional a la causa de
suspensión para después operar un control de constitucionalidad de la legislación
secundaria, determinando así si la aplicación de esa legislación justifica una SDP
constitucionalmente admisible. Después, conociendo la causa de la suspensión, puede
analizarse la procedencia de la rehabilitación. Al adoptar el TEPJF, en el caso
Hernández, un rol descriptivo, no se cuestiona la procedencia automática de la SDP por
imposición de pena de prisión.

Tercera: En referencia a la actuación del IFE, el TEPJF afirma que “en concordancia
con el principio in dubio pro cive, que establece que la autoridad electoral,
administrativa o jurisdiccional, debe procurar que los derechos de los ciudadanos se
observen, la responsable debió adoptar un criterio más flexible para permitir al
promovente participar en la vida política del país” (p.29). Debemos recordar que la
sentencia que decretó la prelibertad del Sr. Hernández no contenía ningún
pronunciamiento sobre la SDP. Pues bien, me interesa destacar la contradicción de lo
que el TEPJF afirma en Hernández y lo que afirmó en otra resolución relativa a SDP, la
del caso Aguascalientes: en los antecedentes de éste consta que el Sr. Orozco, procesado
penalmente pero no sujeto a prisión preventiva, no pudo inscribir su candidatura por
entender la autoridad administrativa que, de acuerdo con el art. 38.II CPEUM, al
haberse dictado auto de formal prisión por delito que merece pena corporal, los
derechos políticos del individuo quedan suspendidos. Tanto en Aguascalientes como en
Hernández, la autoridad administrativa procede de acuerdo con una lectura formalista de
la CPEUM, interpretando literalmente el art. 38. La diferencia entre ambos casos radica
en que:

- Respecto al art. 38.II CPEUM, existían ya precedentes de una interpretación


sistemática del TEPJF por la que se asigna un significado distinto a aquel precepto. Esto
no sucede respecto al art. 38.III (causal aplicada en el caso Hernández) y, pese a esto:

22
“El TEPJF es un Tribunal Constitucional, protector de los derechos políticos, de forma que tiene
competencia para juzgar la constitucionalidad de las normas y actos con plena jurisdicción”. Además, “el
presupuesto de toda rehabilitación política es, sin duda, la suspensión de los derechos políticos. Si no se
configura la causa de suspensión o resulta inconstitucional, el juez de derechos políticos tiene la facultad
de suplir la deficiencia de que la queja para examinar con plenitud de jurisdicción, si en el caso existió o
no una suspensión de derechos conforme a la Constitución; a final de cuentas, la causa de pedir del
justiciable parte de la suspensión de la suspensión de la ciudadanía que le impide ejercitar sus derechos
políticos” (2010: 34).
- En el caso Hernández se objeta la actuación de la autoridad administrativa
mientras que en el caso Aguascalientes se justifica23. En ambos casos, no obstante, la
resolución administrativa es revocada por el TEPJF24. Entonces, la autoridad
administrativa ¿está obligada, facultada o impedida para resolver conforme a una
interpretación distinta a la mera literalidad del precepto constitucional? ¿La respuesta
depende de que haya un precedente de la jurisdicción constitucional en tal sentido?
Éstas son cuestiones importantes que merecen un estudio específico.

2. Suspensión de la prisión y suspensión de derechos políticos: la suspensión


condicional de la pena de prisión, ¿tiene algún efecto sobre la pena accesoria de
suspensión de derechos políticos?

Esta pregunta, objeto específico de la CT 15/2010, es respondida negativamente


por la SCJN: los derechos políticos del sentenciado se mantienen suspendidos cuando se
decreta la suspensión condicional de la pena de prisión. En síntesis, la Corte sostiene su
conclusión en el siguiente argumento, que tiene una clara forma de silogismo:

1) El art. 38.III CPEUM (y su desarrollo legislativo en el art. 58 Código Penal


para el Distrito Federal (en adelante, CPDF) establecen que “los derechos del ciudadano
se suspenden durante la extinción de una pena corporal, entendiéndose ésta como una
pena privativa de libertad”25. A este primer criterio lo llamaré “criterio de la
interpretación literal”.

23
Concretamente: “la autoridad electoral administrativa actuó en el ámbito de sus atribuciones y
facultades aplicando la normativa que regula su proceder como lo son las disposiciones constitucionales
y legales locales y asumió la interpretación que consideró atinente al caso concreto” (p. 360).
Ciertamente, el TEPJF concluyó que “no se actualizaba el supuesto de suspensión previsto en aquellas
normas” pero la razón de la revocación (continúa argumentando el Tribunal) “fue la aplicación de un
criterio más garantista a favor del ciudadano y no producto de la determinación de una violación
procesal, formal o de fondo cometida por la autoridad” (p. 363). Expedientes SUP-JRC-375/2010, JRC-
407/2010 y SUP-JDC-1243/2010. Un comentario específico a esta resolución en Pujadas 2011.
24
La resolución administrativa que impide a Orozco inscribir su candidatura es revocada en la SUP-JDC-
98/2010, que identificamos como caso Orozco (antecedente del caso Pedraza). Un análisis de ambas en
Pujadas Tortosa, 2013.
25
El entrecomillado es cita textual de la SCJN. El art. 58 CPDF hace mención expresa a la “pena de
prisión” mientras que el art. 38.III CPEUM se refiere a “pena corporal”. La precisión de que la pena
corporal debe entender como una pena privativa de libertad es de la SCJN.
2) La suspensión de la pena de prisión es una “forma de ejecución de la pena
privativa de libertad” consistente en la “suspensión parcial (no total) de la pena”,
quedando el sentenciado “sometido a una serie de condiciones limitativas de libertad.
Esto es, la condena se sigue cumpliendo y la pena privativa de su libertad también”. A
este segundo argumento lo llamaré “argumento del cumplimiento de la pena privativa
de libertad”26.

Entonces, si la pena privativa de libertad no se extingue con la suspensión de la pena,


por aplicación de las normas referenciadas, la SDP se mantiene vigente.

Pese a que la Corte realiza algunas referencias al fin o justificación del instituto de la
suspensión de la pena y al art. 18 de la CPEUM y la directriz que en materia punitiva
establece, no puede considerarse que en este caso el “argumento de la readaptación”
sustente la decisión de la Sala. Al respecto, quiero realizar una consideración y cuatro
objeciones:

La consideración: En la resolución de esta contradicción de tesis, la Corte adopta una


concepción formalista y una interpretación gramatical del derecho, lo que la lleva a no
tomar en cuenta el principio de readaptación social para orientar su decisión (pese a que
lo cita en reiteradas ocasiones). De acuerdo con esta concepción (a la que se asocia el
carácter conservador de la función jurisdiccional, minimiza la necesidad de elección y
argumentación conceptual y contribuye a un modelo de estado de derecho cerrado) 27, el
enunciado de la norma es claro y no contiene nociones vagas ni ambiguas, por lo que el

26
La suspensión de la pena es una “suspensión parcial de la pena (…) no puede considerarse que se
suspenda totalmente la pena de prisión, pues el sentenciado no recupera totalmente su libertad, ya que
queda sometido a una serie de condiciones limitativas de libertad. Esto es, la condena se sigue
cumpliendo y la pena privativa de su libertad también. En este sentido, la suspensión condicional de la
pena no implica una modificación de la pena, sino una forma de cumplimiento de la misma”.
Considerando 5º.
27
Existen distintas maneras de comprender y recibir el Derecho en el permanente proceso de
transformación jurídica (Nieto, 2002: 50 y ss.): una formalista, cuyos rasgos principales ya han sido
expuestos en el texto principal y otra que, en cambio, responde a un modelo de estado constitucional
de derecho, en el que se asume la complejidad del sistema normativo y la existencia de antinomias
dentro del mismo y aún dentro de un mismo cuerpo. Esta concepción se apoya en distintos métodos
interpretativos para “descifrar” el sentido de un precepto, recreándolo, lo que plantea la objeción de la
los límites y legitimidad del juez (incluso del juez constitucional) para asumir funciones de “producción”
normativa. En esta segunda concepción, partiendo de la idea que en el sistema existen dos normas que
encierran una contradicción de pensamiento entre sí, se busca un significado “acorde” con la coherencia
del sistema.
aplicador de la misma debe atender a su literalidad28: la SDP se mantiene durante la
extinción de la pena (art. 38.III CPEUM, 58 CPDF y 46 CPF) y, dado que la sustitución
de la prisión (excepto si se sustituye por multa) no extingue la pena de prisión 29, la SDP
debe mantenerse.

Primera objeción: Si, según la Corte, por pena corporal “debe entenderse pena privativa
de libertad” y, con la suspensión de la pena de prisión el sentenciado queda “sometido a
una serie de condiciones limitativas de libertad”, ¿cómo puede afirmarse que dicho
sentenciado “sigue cumpliendo la pena privativa de libertad”? No es lo mismo tener la
libertad privada que limitada.

Segunda objeción: Al resolver de acuerdo con una concepción formalista del derecho, la
Corte no atiende a la posible modulación que otra prescripción normativa pueda
producir: aquella que establece que “la suspensión comprenderá la pena de prisión y la
multa. En cuanto a las demás sanciones impuestas, el Juez o Tribunal resolverá según
las circunstancias del caso” (art. 91 CPDF)30. Obviamente, una lectura estrictamente
gramatical lleva a defender que, en tanto accesoria, la SDP no es “impuesta”31 y, por
tanto, su mantenimiento tampoco debe ser objeto de pronunciamiento expreso en la
resolución que suspenda la pena. Por tanto, el criterio de la interpretación literal niega
los efectos de la colateralidad, argumento éste último que la Corte asume como válido
para justificar la no necesidad de imposición expresa y motivación de la SDP: asumir la
tesis de la colateralidad para justificar la imposición de la medida y no hacerlo para
determinar la procedencia de la rehabilitación (bajo el criterio de la interpretación
literal) es un contrasentido lógicamente insostenible.

28
Tanto es así que la Corte, para distinguir suspensión de sustitución, parte de la definición de ambos
términos en el Diccionario de la Real Academia Española (considerando 5º CT 15/2010).
29
La suspensión condicional de la pena no se encuentra entre las causas de extinción previstas en los
arts. 91 a 118 del CPF ni en el art. 94 del CPDF.
30
En términos similares, aunque no idénticos, el art. 90 fracción III del CPF: “La suspensión comprenderá
la pena de prisión y la multa, y en cuanto a las demás sanciones impuestas, el juez o tribunal resolverán
discrecionalmente según las circunstancias de cada caso”.
31
En la CT 15/2011, la Corte recuerda que “La Primera Sala ha sostenido el criterio de que la SDP como
consecuencia necesaria de la pena de prisión, es de naturaleza accesoria, pues deriva de la imposición
de esta última y tiene su origen en ella; sin que, por tanto, corresponda imponerla al juzgador, como sí
sucede tratándose de penas autónomas, las cuales son impuestas por el juzgador en uso de su arbitrio
judicial y de conformidad con el tipo penal respectivo” (considerando 5º). La cursiva es mía.
Tercera objeción: Aunque el principio de readaptación no oriente la decisión de la
Corte, lo cita (y en algún argumento concreto incluso se puede sostener que lo aplica32)
como principio orientador de la finalidad del sistema punitivo. Sin embargo, al
presentar el fin de la suspensión, declara que éste es “la suspensión de las sanciones
impuestas a los delincuentes, siempre y cuando carezcan de antecedentes penales de
mala conducta, y que la pena consista en una prisión que no exceda de cinco años”.
Pues bien (la objeción es que) decir que la finalidad de la suspensión es la suspensión es
redundante, por lo que la institución queda sin justificar. Lo que define la Corte en el
texto entrecomillado es el objeto y requisitos de la suspensión, pero no su finalidad, que
es la expresión teleológica del motivo por el cual existe o se justifica la institución: en
este caso, formalmente y por imperativo constitucional, la readaptación.

Cuarta objeción: La Corte intenta justificar (con todo respeto, creo que no se consigue)
el diferente efecto que, sobre la suspensión de derechos políticos, tienen la suspensión y
la sustitución de la pena. En esta justificación advierto algunas incoherencias que
intentaré poner de manifiesto a continuación, en el próximo epígrafe.

3. Convergencia o divergencia de las tesis sostenidas: ¿Existe una contradicción entre


las ratio decidendi de ambos órganos?

Avanzo la conclusión: entre la tesis sostenida por el TEPJF y la sostenida por la


SCJN no existe una contradicción propiamente dicha, sino un distinto enfoque al
resolver la cuestión que, sin embargo, les lleva a una misma conclusión respecto a la
institución cuyo pronunciamiento comparten. Donde sí existen contradicciones
propiamente es en el seno de cada una de las resoluciones: es decir, existe contradicción
en las resoluciones los tribunales, no entre las resoluciones de los tribunales. Intentaré
exponerlas en tres epígrafes separados:

32
Al afirmar que la suspensión condicional “es un beneficio que el Juez puede o no conceder atentas
ciertas condiciones, las que, incluso, llenadas formalmente pueden no inclinarla a la concesión de
referencia (peligrosidad manifiesta entre otras)”: entiendo que, entonces, si existe peligrosidad, es
necesaria la pena y su finalidad preventivo-especial (resocialización o, en caso contrario, neutralización),
por lo que no se suspende.
A) Suspensión de derechos políticos, sustitución de la pena, TEPJF y SCJN

Quiero recuperar y ampliar, en este momento, la distinción propuesta por Ríos


Vega y presentada en páginas precedentes entre rol descriptivo y rol prescriptivo. Por el
primero, “el juez actuaría mediante la narración normativa y fáctica de la SDP, sin
entrar a analizar la prescripción del modelo constitucional y su configuración plena en
el supuesto de hecho”. Por el segundo, “el juez tendría que determinar el sentido y
alcance de la causa de la suspensión conforme a los axiomas de la ley fundamental”
(2010: 32 y 33).

Si entiendo bien, me parece que rol descriptivo y prescriptivo se adecúan a las dos
concepciones o maneras de “leer” el derecho que he señalado en el apartado
precedente: el rol descriptivo sería el adoptado por un operador jurídico que,
respondiendo a una concepción formalista del derecho, le conduce a tomar decisiones
basadas en la literalidad del precepto. En cambio, el rol prescriptivo sería el adoptado
por un operador jurídico que, asumiendo que en un sistema jurídico existen
contradicciones internas, apela a distintas fórmulas interpretativas para hallar un
significado de la norma válido (o lo más coherente posible) para aquel sistema.

Partiendo de esta distinción, quiero formular dos observaciones:

Primera: Los dos tribunales coinciden en admitir la validez de la SDP como pena
accesoria a la prisión. Esa asunción, sin embargo, no es una asunción razonada,
lógicamente, dado el rol descriptivo o concepción formalista que ambos órganos
asumen respecto a esta causal. Cabe apuntar que ambos han adoptado otro rol o
concepción al examinar una causal distinta: la de la SDP por auto de formal prisión”,
llegando a asignar un significado distinto al de la mera literalidad del art. 38.II CPEUM,
para la suspensión de los derechos políticos (el TEPJF)33 y para la suspensión del
sufragio activo (la SCJN)34.

Segunda: los dos tribunales admiten que la sustitución de la pena de prisión conlleva la
rehabilitación de los derechos políticos del sentenciado. Por tanto, y aunque el TEPJF

33
SUP-JDC-98/2010 (caso Orozco) y SUP-JDC-157/2010 y acumulado (caso Sánchez) para el sufragio
pasivo y SUP-JDC-85/2007 (caso Pedraza) para el sufragio activo.
34
CT 6/2008-PL.
(dado el rol prescriptivo que adopta en la cuestión de la rehabilitación) haga uso de dos
argumentos más para sostener su decisión, no puede decirse que exista contradicción de
criterios entre ambos órganos.

B) Rol descriptivo, rol prescriptivo y TEPJF

Puede observarse que el TEPJF, en el caso Hernández, adopta un rol descriptivo


o concepción formalista en lo referente a la causa de la suspensión y un rol prescriptivo
para determinar la procedencia de la rehabilitación. Si hubiera sido totalmente
descriptivo o formalista, además de no haber cuestionado la accesoriedad de la SDP,
hubiera admitido que dicha suspensión dura mientras se extingue la pena corporal y
que, como la sustitución de la pena no implica su extinción, la SDP se mantiene. De
haber asumido totalmente un rol prescriptivo o de constitucionalidad, en cambio,
hubiera cuestionado si la SDP colateral a la prisión es constitucionalmente admisible
(tal como sí ha hecho, en otras resoluciones, respecto a la SDP por auto de formal
prisión). Estas asunción de dos maneras de leer el derecho es lo que provoca la ya
apuntada incoherencia e inconsistencia de sostener a la vez el criterio de la colateralidad
y el de necesidad o intervención mínima.

C) Suspensión y sustitución de la pena y SCJN

Como hemos visto, la SCJN otorga efectos diferentes sobre la SDP en función
de si la pena es sustituida o suspendida: en el primer caso, la SDP sigue la consecuencia
de la principal y, por tanto, los derechos políticos son rehabilitados; en el segundo, no.
Dado que existe un precedente de la propia Corte en el sentido indicado para la
sustitución, en la CT 15/2010, el tribunal intenta justificar esa diferencia de trato o
distintos efectos para dos instituciones que, no obstante, “tienen como fin primordial
evitar la reincidencia y los perjuicios que acarrea para los delincuentes primarios (o que
cometieron el delito por imprudencia) el ejemplo de los habituales”. Esto lo afirma la
Corte respecto a “ambas instituciones” (suspensión y sustitución) en el considerando 5º;
pero en el considerando 4º de la misma resolución asevera que la sustitución y la
suspensión condicional de la pena son “dos beneficios (con) naturaleza jurídica y
finalidad y consecuencias jurídicas” diferentes. Primera contradicción: Sustitución y
suspensión, ¿tienen la misma finalidad o no?

Pero retomemos el hilo: dado que la corte asigna distintos efectos, sobre los derechos
políticos, a la sustitución y a la suspensión, parte de su argumentación se dirige a
justificar dicha divergencia de efectos. ¿Lo consigue? Para posicionarme, parto de las
siguientes premisas:

1) Ni la sustitución ni la suspensión de la pena de prisión implican la extinción


de ésta (CT 8/2006 y 15/2010, respectivamente).

2) En ambos casos se da el mismo efecto material relativo al encierro/libertad:


el sentenciado queda en situación personal de libertad35.

3) En ambos casos, la libertad del sentenciado queda condicionada a una serie de


requisitos, cuyo incumplimiento conlleva el alzamiento de la suspensión o de la
sustitución y la consiguiente ejecución de la pena de prisión. Pese a lo que sostiene la
Corte36.

(4) “Ambas instituciones tienen como fin primordial evitar la reincidencia y los
perjuicios que acarrea para los delincuentes primarios (o que cometieron el delito por
imprudencia) el ejemplo de los habituales”37.

La cuestión consiste en razonar si, dadas estas identidades entre ambas instituciones, la
SCJN argumenta alguna diferencia que justifique que una de ellas permite entender
rehabilitados los derechos políticos y la otra no, esto es, que para el caso de la
suspensión haya que aplicar literalmente el art. 38.III CPEUM y para el de la sustitución

35
Aunque la SCJN sostenga, como argumento principal, que con la suspensión de la pena el sentenciado
no recupera totalmente la libertad, al quedar sujeto a una serie de condiciones limitativas de la misma.
36
“Si el sentenciado falta al cumplimiento de las obligaciones contraídas (a las que se condiciona la
suspensión), se podrá hacer efectiva la pena suspendida (…). Cuestión distinta sucede cuando se
concede el beneficio de la sustitución de la pena, pues al optarse por tal beneficio el sentenciado ya no
está condenado a cumplir con una pena privativa de libertad, sino a cumplir con el sustitutivo (multa o
trabajo en beneficio de la víctima o a favor de la comunidad, tratamiento en libertad o en semilibertad)
por el que hubiere optado” (considerando 5º CT-15/2010). Pero tanto el art. 71 CPF como el art. 87.I
CPDF prescriben que cuando el sentenciado no cumpla con las condiciones que le fueran señaladas, el
juez dejará sin efecto la sustitución y ordenará que se ejecute la pena de prisión impuesta.
37
También considerando 5º CT-15/2010.
se permita una interpretación distinta del mismo. Yo no he encontrado, en la resolución,
ningún argumento que justifique este diferente efecto sobre la SDP38.

Entonces, la Corte (siempre desde un enfoque formalista), asume la tesis de la


colateralidad de la SDP respecto de la pena para justificar la suspensión y la
rehabilitación en caso de sustitución de la pena, pero no para la rehabilitación en caso de
suspensión de la pena, no aportando argumento alguno que justifique la diferencia.
Como veremos a continuación, la colateralidad y la determinación de la causa de la SDP
es la cuestión primera y principal para dar un tratamiento coherente a la inhabilitación y
rehabilitación de los mismos.

4. La cuestión de la privación de la libertad: ¿Cuál es la relevancia de la situación de


reclusión/libertad en la cuestión de la rehabilitación en el ejercicio de los derechos
políticos? ¿Por qué tal situación debe impactar en la mencionada rehabilitación?

La voz académica mexicana que, probablemente, más se ha interesado por la


cuestión de la suspensión de los derechos políticos por causa penal pregunta, en relación
a la doctrina Hernández: “¿Este argumento consecuencialista (si no hay prisión, deja de
existir la suspensión) es plausible para orientar el sistema de rehabilitación ciudadana de
la persona condenada por un delito?”39 La opinión del autor es que no, que la
libertad/reclusión no es el criterio jurídico ni la situación fáctica determinante para
decidir acerca de la suspensión ni de la rehabilitación:

La prisión no es, ni debe ser, el principio rector del modelo constitucional de privación
de derechos políticos”. En su opinión, “el fundamento de la suspensión política es la
conducta constitutiva de delito lesiva de bienes jurídicos tutelados por los derechos
políticos, mientras que el fundamento de la rehabilitación es la garantía de reinserción
social, con independencia de la prisión40.

La colateralidad o accesoriedad ha sido justificada por la jurisprudencia constitucional,


en relación a la prisión preventiva, por la imposibilidad para ejercer el derecho en
situación de reclusión. Este argumento no ha sido utilizado para justificar la

38
Véase infra, conclusión 6 en el Capítulo III.
39
Ríos Vega 2010: 27
40
Ríos Vega, 2010: 44
colateralidad de la SDP respecto de la pena de prisión: éste supuesto, simplemente, no
ha sido objeto de justificación constitucional. Ya apunté, en otro trabajo, por qué la
prisión (preventiva o definitiva) no puede ser la causa de la SDP: la “tesis de la
imposibilidad para ejercer el derecho” no es plausible, por materialmente incierta (en
realidad, aunque no en México, hay presos que votan y aún otros que se han postulado
como candidatos desde el reclusorio), por lo que tal imposibilidad debe ser removida
con acciones positivas del Estado que garanticen, a los que formalmente tienen derecho,
la oportunidad de ejercerlo. Y aunque normalmente citemos a Ferrajoli para autorizar
este último argumento, también la Corte Interamericana lo exige, en aplicación del art.
23 de la Convención (párrafo 108 del caso López Mendoza):

El ejercicio efectivo de los derechos políticos constituye un fin en sí mismo y, a la vez,


un medio fundamental que las sociedades democráticas tienen para garantizar los demás
derechos fundamentales previstos en la Convención y que sus titulares, es decir los
ciudadanos, no sólo deben gozar de derechos, sino también de “oportunidades”. Este
último término implica la obligación de garantizar con medidas positivas que toda
persona que formalmente sea titular de derechos políticos tenga la oportunidad real para
ejercerlos.

La tesis de la imposibilidad material queda así desvirtuada y, con ella, la tesis de la


accesoriedad tanto para la suspensión como para la rehabilitación, a menos que dicha
accesoriedad se justifique de otro modo, lo que nos conduce al siguiente epígrafe.

5. La cuestión de la justificación y la motivación

Si la tesis de la colateralidad no puede sostenerse por el argumento de la


imposibilidad material, la justificación de la pena de suspensión de derechos políticos
ha de reconducirse inevitablemente a la cuestión de la justificación de la pena y a la
determinación legal (y aún judicial) de la misma:

- ¿La “justificación” de la pena es la mera retribución? Entonces, no es necesaria


justificación para la SDP y las palabras de Venustiano Carranza son hoy tan actuales
como en 1917: todo aquél que no sepa hacer uso debido de la ciudadanía merece la
suspensión de la calidad de ciudadano. Dado que en las doctrinas retribucionistas “la
justificación de la pena es apriorística (no está condicionada por fines extrapunitivos)”
(Ferrajoli 1995: 253), el legislador es libre para retribuir y las penas accesorias no tienen
objeción de legitimidad.

- ¿La justificación de la pena es la prevención? Todas las doctrinas utilitaristas


conciben la pena como un medio. Ahora bien, un medio ¿para qué? ¿Cuál es el fin?41
Ésa es la cuestión que, como he dicho en otros foros, ni puedo ni me compete
determinar y que, como he sostenido también en otro lugar, constituye un debate que
debe ser librado en la sociedad respecto a la que se quiera determinar la configuración
de la ciudadanía y del voto42. Se trata de determinar el grado de exclusión en una
determinada sociedad “democrática”43.

Un inciso: me interesa destacar en este momento (porque creo que puede resultar
clarificador para el discurso teórico y práctico) cómo legitimación externa e interna se
entrelazan o conectan en el debate relativo a la SDP44:

41
Ahí, en la determinación del fin de la pena, es dónde difieren las distintas doctrinas utilitaristas. En
brevísima síntesis: existen dos grandes versiones del utilitarismo: una la que aduce como fin de la pena
razones de Estado o de gobierno y otra la que aduce como fin de la pena el bienestar de los gobernados.
La primera corriente es “idónea para justificar sistemas de derecho penal ilimitado, de carácter
sustancialista e inquisitivo, especialmente en relación a los delitos políticos”. La segunda corriente se
divide, a grandes rasgos, en dos versiones más, en función de “cuáles son los gobernados” cuyo
bienestar se persigue: una versión, la que concibe como fin del derecho penal y de la pena la “máxima
utilidad posible que quepa asegurar a la mayoría formada por los no desviados”, responde a “intereses
de la seguridad social” y, “al no tomar como parámetro a los penados, hace imposible la ponderación
entre costes y beneficios de la pena y del derecho penal”, permitiendo así modelos de derecho penal
máximo. Para la segunda subtendencia del utilitarismo, el fin de la pena y del derecho penal es el
mínimo sufrimiento necesario que haya que infligir a la minoría formada por los desviados”. Ésta es la
que “permite modelos de derecho penal mínimo” (Ferrajoli, 1995: págs. 262 y ss).
42
Pujadas, 2013. En la experiencia que tengo interpelando a personas acerca del derecho de voto de los
presos, he podido advertir también razones de oportunidad: sin que haya hallado yo una voz que lo
perpetúe por escrito, sí he escuchado a algunas (en especial cuyos trabajos se relacionan con políticas
públicas penitenciarias) que apuntan, con pesar y en la intimidad, otro argumento “de oportunidad”
para impedir el ejercicio del derecho de sufragio a los reclusos: en un sistema con altos grados de
corrupción institucional, no se puede garantizar la libertad de sufragio en los recintos carcelarios y de
personas sometidas a la política ejecutiva.
43
Un ilustrativo resumen de las distintas corrientes y modelos de ciudadanía y limitación de la misma en
Ríos Vega, 2010: 47 a 67 y 69 a 74.
44
Parafraseando a Ferrajoli, entendemos por: (a) legitimación externa o justificación, aquella
legitimación realizada “por referencia a principios normativos externos al derecho positivo”, esto es, a
criterios de valoración morales o políticos o de utilidad de tipo extra o metajurídico. Las teorías sobre los
fines de la pena son teorías justificacionistas o legitimadoras desde el punto de vista externo, y por (b)
legitimación interna o legitimación en sentido estricto, aquella realizada “por referencia a principios
A) Cuando se positiviza un fin de la pena como principio rector del sistema
punitivo, se convierte una razón externa (o metajurídica) en interna (o jurídica). Eso es
lo que hace el art. 18 CPEUM y eso es lo que quizás permita justificar una
interpretación sistemática de la Constitución para dar al art. 38.III un sentido distinto al
que literalmente denota.

B) Algunos análisis sobre la justificación interna (o jurídica) de las penas


terminan siendo (necesariamente) valoraciones ético-políticas o de oportunidad, esto es,
juicios relativos a la legitimación externa o metajurídica: tal sucede con la aplicación
del principio (¿positivo?) de proporcionalidad de las penas y de mínima intervención45.

Esta última conexión permite explicar (y sostener) la importancia de la motivación y la


invalidez de las penas accesorias a otras penas, desde la perspectiva del principio de
proporcionalidad, a partir de la premisa y pregunta: la pena debe ser idónea y la mínima
necesaria… ¿para qué? Nuevamente, se hace imprescindible determinar el fin, esto es,
justificar teleológicamente. Por ello, cuando se propone que “puede funcionar una
manera más razonable y tasada para negar la ciudadanía por conductas concretas
reprochables que resulten idóneas, útiles y necesarias para limitar los derechos políticos
bajo el principio de proporcionalidad”46 se avanza en formulaciones garantistas pero,
no lo obviemos, continuamos dirigiendo la cuestión a criterios pragmáticos basados en
valoraciones ético-políticas o de oportunidad: y ello porque la justificación del tipo y
de la medida de la pena aplicables en cada caso (abstracto y concreto) “es un problema
moral y político, es decir, de legitimación externa” (Ferrajoli 1995: 398). En tanto la
determinación legal y judicial de la pena (de acuerdo con los principios de necesidad y
proporcionalidad) dependen de la gravedad del delito, la aplicación de aquellos siempre
implica realizar “valoraciones subjetivas, no verificables ni refutables” que forman parte
de la discrecionalidad del legislador y del juzgador, discrecionalidad “sobre la que no
puede haber controles ciertos y objetivos” sino sólo “dos órdenes de indicaciones”, de
las que me interesa ahora destacar una, la relativa al método: “los juicios de valor deben

normativos internos al ordenamiento jurídico mismo”, esto es, a criterios de valoración jurídicos o
intrajurídicos (Ferrajoli, 1995: 213).
45
De acuerdo con la tesis de Sánchez Gil, en los arts. 1 y 16 CPEUM se encuentra el “fundamento textual
positivista” (palabras del autor) para la aplicación del principio de proporcionalidad en México.
46
Ríos Vega, 2010: 66 (la cursiva es mía).
ser explícitos y motivados con argumentaciones pertinentes”. Esta argumentación
teórica conducente a la necesidad de motivación, encuentra respaldo no sólo en el
derecho positivo mexicano47 sino también en la jurisprudencia de la Corte
Interamericana (sin ir más lejos, párrafo 147 del caso López Mendoza). Esta elemental
exigencia no se puede satisfacer cuando la pena se establece como accesoria a otra pena,
por el simple hecho que no existe relación entre delito y pena, sino entre pena y pena:
por tanto, la relación entre la gravedad del delito y la gravedad de la pena no puede ser
determinada y mucho menos motivada48. Por este motivo, la SDP accesoria a la prisión
(preventiva o definitiva) no acostumbra a ser objeto de pronunciamiento expreso49 ni de
motivación, pese a la advertencia de la Corte Internacional50.

Volvamos a formular la pregunta que nos condujo a la necesidad de motivación: La


pena debe ser idónea y la mínima necesaria… ¿para qué? En tanto el art. 18 CPEUM
positiva el fin de readaptación social como objetivo del sistema punitivo, aquella
interpelación es también idónea para reconducirnos a la última cuestión planteada por la
organización: ¿Cuál es el objeto principal de la rehabilitación social del individuo como
objetivo del sistema penitenciario?

6. La cuestión de la readaptación: ¿Cuál es el objeto principal de la rehabilitación


social del individuo como objetivo del sistema penitenciario?

47
La necesidad de motivación en los actos de molestia acostumbra a apoyarse en el art. 16 CPEUM.
48
El principio de la pena mínima necesaria es un mandato del derecho penal garantista que parte de la
existencia de una relación puramente jurídica (no natural o sustancial) entre el tipo y grado de la pena y
el tipo y grado del delito (Ferrajoli, 1995: 393). Por ello, la determinación (legal y judicial de la pena)
debe siempre hacerse relacionando el delito y la pena: la calidad y cantidad de la pena deben
determinarse, a nivel legislativo por la gravedad del delito y a nivel jurisdiccional por los rasgos
específicos del hecho (Ferrajoli, 1995: 399 y 403). Si la SDP se impone como consecuencia accesoria a la
pena de prisión, se pierde (respecto a la pena SDP) la necesaria relación gravedad del delito-gravedad de
la pena. Un contraargumento a esta crítica es que al ser la pena de prisión la más grave (por tanto,
prevista para las sanciones más graves), y al asociarse la SDP a la pena de prisión, también la SDP
responde a la gravedad del delito. Aún admitiendo este discutible argumento y aceptando entonces que
se cumple el principio de determinación legal de la pena, de ningún modo se cumple el principio de
determinación judicial de la pena ni, por tanto el de proporcionalidad. No me interesa ahora discutir si
existe una obligación para el Estado de prever y aplicar un sistema penal garantista, sino simplemente
poner de manifiesto que las penas accesorias, al imponerse automáticamente y por imperativo legal, no
pueden ser justificadas como intervenciones mínimas y necesarias.
49
Véase la cita de la SCJN, supra, en nota al pie 18.
50
Véase la cita de la CIDH, supra, en nota al pie 19.
Tal como la entiendo, la pregunta que se nos formula nos conduce a un discurso
metajurídico o de legitimación externa que ni puedo ni considero que deba acometer
aquí. Por ello, en lugar de presentar las pretendidas virtudes (humanitarias) de la
rehabilitación social, las agudas críticas (también humanitarias) formuladas a esta
justificación de la pena y del derecho penal, los datos sobre las condiciones de la
reclusión en México51, o los muchos testimonios sobre la resocialización o
desocialización que la literatura carcelaria reporta, prefiero plantear otras dos
cuestiones, más concretas y “tratables” desde una óptica preferentemente jurídica:

A) ¿Qué incidencia tiene el principio de readaptación en las resoluciones estudiadas?

Como hemos visto en páginas precedentes, el principio de readaptación es uno


de los argumentos expresos en los que se basa la resolución del caso Hernández (de
acuerdo con el rol prescriptivo o la lectura “conforme a la Constitución” realizada por el
TEPJ). En cambio, la SCJN, lo cita en las dos resoluciones que hemos reseñado (CT
8/2006 y 15/2007), pero sólo lo usa como fundamento explícito de la decisión en
relación a la sustitución de la pena (CT 8/2006). En dichas resoluciones:

1) La readaptación y el art. 18 son citados en varias ocasiones como criterios


rectores del ordenamiento punitivo. Entonces, dicho fin positivizado debe guiar todas
las decisiones relativas a la determinación (legal, judicial y ejecutiva) de la pena. Pero,
¿qué significa que la readaptación es un criterio rector, orientador o principio
informador? ¿Qué significa “guiar”? En mi opinión, (a) que la readaptación es un
criterio interpretativo de las decisiones y (b) que debe intentar ser optimizado cuando
colisione con otros fines que no estén constitucionalmente positivizados.

2) La sustitución de la pena tiene como justificación favorecer la readaptación


del individuo52. Y, aunque no lo asocie expresamente, al menos dos argumentos de la
SCJN muestran que la justificación de la suspensión es también la readaptación del

51
Véase Bergman y Azaloa, 2007.
52
En el caso Hernández se sostiene que la justificación de la sustitución de la pena es la “prevención
general para lograr la readaptación del sentenciado” (p. 18), siendo también éste el objeto del régimen
de prelibertad (p.21). Los diferentes sustitutivos y correctivos de la pena de prisión están encaminados
(…) a contribuir a la readaptación del individuo y a la rehabilitación de sus derechos (p. 23).
individuo: la pena de prisión se sustituye, cumpliendo ciertos requisitos, porque se
considera que no es necesario readaptar al individuo53 y, aún cumpliendo los requisitos
legales, si el juez considera que existe peligrosidad, la pena y su finalidad preventivo-
especial (resocialización o neutralización) devienen necesarias, por lo que no se
suspende sino que se ejecuta54. Como advierte Ferrajoli (1995: 272), las instituciones
premiales son, precisamente, producto de las teorías de la enmienda o resocialización.

Entonces,

B) ¿Es la readaptación del individuo fundamento suficiente y necesario para decidir


sobre la rehabilitación de derechos políticos?

Avanzo mi opinión: no en todo caso. Antes de justificar esta respuesta, quisiera


formular un inciso de carácter metajurídico. La pena de SDP, aún autónoma, no se
dirige a (ni se justifica por) la “readaptación del individuo”. Desde la perspectiva de las
doctrinas de la prevención especial, la SDP no constituye (como, por lo demás, el resto
de inhabilitaciones para el ejercicio de derechos) un medio idóneo para enmendar al reo
(prevención especial positiva) sino para su neutralización o puesta en condiciones de no
causar perjuicios (prevención especial positiva); motivo por el que, desde la doctrina
calificada, se sostiene que para legitimar la SDP, la conducta delictuosa a juzgar debe
“vulnerar en forma grave un bien jurídico relevante a tutelar por el derecho violado
(sufragio), de tal suerte que la pena de restricción de ciudadanía resulte necesaria,
idónea y útil para sancionar la conducta lesiva a la democracia” (Ríos Vega, 2010: 81).
Entonces, metajurídicamente, la pena de SDP se justifica desde la prevención general y
desde la prevención especial negativa, por razones de gobierno o intereses de la
seguridad social. Pero, en ningún caso, dicha pena está orientada al fin preventivo-

53
En la CT 15/2010 se expone que entre los requisitos que el art. 89 CPDF prevé para la suspensión
condicional de la pena) se encuentra el de “que en atención a las condiciones personales del sujeto, no
haya necesidad de sustituir las penas, en función del fin para el que fueron impuestas” (II) y (III) “que el
sentenciado cuente con antecedentes personales positivos y un modo honesto de vida. El Juez
considerará además la naturaleza, modalidades y móviles del delito”.
54
En la CT 15/2010 se afirma que la suspensión condicional de la pena “es un beneficio que el Juez
puede o no conceder atentas ciertas condiciones, las que, incluso, llenadas formalmente pueden no
inclinarla a la concesión de referencia (peligrosidad manifiesta entre otras)”.
especial de la rehabilitación. Entonces, si la pena de SDP no está orientada a ese fin,
¿tiene éste alguna incidencia en la rehabilitación de los derechos políticos?

Ahora sí, para responder a esta pregunta y a la que encabeza este epígrafe 55, distinguiré
los supuestos de rehabilitación en función de si ésta (a) se refiere a la SDP como pena
autónoma o como pena accesoria y (b) es definitiva o provisional56:

1) Rehabilitación definitiva de los derechos políticos cuando se suspendieron


como pena autónoma. Este supuesto equivale a la extinción de la responsabilidad penal.
Es claro que los derechos políticos deben rehabilitarse cuando se haya cumplido con la
pena (art. 116 CPF). ¿En algún otro caso? De acuerdo con las previsiones del CPF, la
inhabilitación de los derechos políticos sólo se extingue por amnistía o rehabilitación
(art. 95 CPF), siendo que la rehabilitación tiene por objeto (específico) “reintegrar al
condenado en los derechos políticos” (entre otros) “que había perdido en virtud de
sentencia dictada en un proceso o en cuyo ejercicio estuviere suspenso” (art. 99 CPF).
Viendo este contenido legal, me pregunto: ¿La rehabilitación es una causa de extinción
de la responsabilidad o un efecto de la extinción de la responsabilidad? El art. 95 CPF lo
menciona como causa de extinción, pero el art. 99 CPF simplemente define qué es
rehabilitación a partir de sus efectos. Entonces, la causa de rehabilitación queda
indeterminada y la remisión del art. 38 in fine de la CPEUM sin cumplir 57: en materia
de rehabilitación de derechos políticos no se cumple el principio de legalidad.

2) Rehabilitación provisional de los derechos políticos cuando se suspendieron


como pena autónoma. Este supuesto plantea principalmente la siguiente incógnita: que
la rehabilitación esté legislativamente prevista entre las causas de extinción de
responsabilidad, ¿significa que sólo procede cuándo se extingue la responsabilidad
penal? Esto es, ¿sólo cabe la rehabilitación definitiva? Tanto la sustitución como la

55
Véanse conclusiones XIII y XIV, infra, capítulo III.
56
Es preciso señalar que entiendo la rehabilitación como la reintegración de los derechos políticos del
condenado. Entiendo por rehabilitación definitiva aquella que es firme, y por provisional aquella cuya
vigencia queda condicionada al cumplimiento de una serie de condiciones, hasta que devenga firme.
Para el análisis de las posibilidades que ofrece el derecho positivo, aplicaré el CPF.
57
Dicho precepto plantea otros problemas interpretativos: La remisión legal que formula (“la ley fijará
los demás casos en que se pierden, y los demás en que se suspenden los derechos del ciudadano, y la
manera de hacer la rehabilitación”), ¿se refiere al cómo (de todos los supuestos, constitucionales y
legales) o al cuándo (de todos los supuestos legales)? ¿Y al cuándo de los supuestos constitucionales?
¿También o en este último caso, el cuándo viene determinado por las mismas causales del art. 38
CPEUM?
suspensión condicional requieren que la pena a sustituir o a suspender sea la de prisión,
por lo que, parece, una interpretación literal de los preceptos que las regulan (arts. 70 y
90 CPF, respectivamente) impide que dichas instituciones se apliquen a la pena de SDP
autónoma. No obstante, el art. 90.III del CPF establece que “la suspensión comprenderá
la pena de prisión y la multa, y en cuanto a las demás sanciones impuestas, el juez o
tribunal resolverán discrecionalmente según las circunstancias de cada caso”. Una
interpretación literal de cada uno de estos preceptos nos lleva a concluir que es posible
la rehabilitación provisional de los derechos políticos cuando éstos se suspendieron
como pena autónoma junto con otra pena autónoma de prisión. Pero no si sólo hubo
condena de inhabilitación política. ¿Por qué? El debate debe reconducirse a si el
derecho a la readaptación justifica que las instituciones premiales (justificadas por el fin
de la readaptación) sean aplicadas a la SDP impuesta como pena autónoma,
considerando que ésta no es idónea para el fin de readaptación. En mi opinión, el fin de
la readaptación no sería fundamento suficiente (pero sí necesario) para sustituir o
suspender la pena de SDP, sino que dicha rehabilitación provisional debe responder a
unas causas específicas de sustitución o suspensión y quedar sometida a unas
condiciones también específicas. La SDP como pena autónoma responde a una
necesidad de prevención especial negativa (evitar que el individuo cometa “daños a la
democracia”, con toda la imprecisión y vaguedad que la expresión entrecomillada
tiene). Dicha pena se habrá previsto como autónoma para aquellos delitos en que el bien
jurídico protegido lo amerite58, por lo que la rehabilitación provisional debe responder a
unas causas específicas y distintas a las que justifican la pena de prisión.

3) Rehabilitación definitiva de los derechos políticos cuando se suspendieron


como pena accesoria. Este supuesto tampoco plantea problemas interpretativos: los
derechos políticos suspendidos como consecuencia accesoria a la pena de prisión se
extinguen cuando concurre una causa de extinción de la responsabilidad penal y, por
tanto, de la pena privativa de libertad.

4) Rehabilitación provisional de los derechos políticos cuando se suspendieron


como pena accesoria. Este supuesto (objeto de las resoluciones analizadas) vuelve a

58
Y, en este sentido, resulta válido el “argumento de la intervención mínima” sostenido por el TEPJF en
el caso Hernández (cfr. supra, capítulo II apartado 1).
plantear problemas interpretativos. Como ya se ha puesto de manifiesto, la respuesta
que se sostenga depende directamente de que se asuma una rol descriptivo o uno
prescriptivo en la determinación y aplicación del derecho: por el primero, la SDP no se
rehabilitaría hasta la extinción de la pena de prisión principal: sólo cabe rehabilitación
definitiva. Por el segundo, el beneficio de una institución premial debe poder conllevar,
a la luz del art. 18 CPEUM, la rehabilitación provisional de los derechos políticos
suspendidos accesoriamente: recordemos que estas instituciones se prevén
legislativamente con el fin (formal) de ayudar a la readaptación del individuo: en
libertad vivirá como se vive en libertad. Entonces, si el individuo va a someterse a las
reglas jurídicas de la vida en libertad, hay que darle las herramientas o mecanismos para
vivir fuera del reclusorio. ¿Poder votar, ser votado o asociarse, es necesario para
adaptarse al medio social? Quizás no: hay muchos “adaptados” que no votan, son
votados ni se asocian políticamente. Pero la cuestión más bien es: ¿No poder votar, ser
votado o asociarse, dificulta el proceso de adaptación? Quizás sí, dado que el individuo
puede no sentirse parte de la comunidad que integra. Así que, como principio
orientador, parece que no debe impedírsele el ejercicio de esos derechos. El mismo
argumento sería válido para permitir el ejercicio de los derechos políticos en reclusión
(esto es, sin que se le haya otorgado un beneficio que comporte la liberación).

Finalmente, dos consideraciones más:

La primera es que, de acuerdo con el art. 45 CPF, de hecho un individuo puede llegar a
cumplir dos penas de SDP (una accesoria a la prisión y otra autónoma) por el mismo
delito y que el cómputo de la SDP como pena autónoma comienza cuando termina la
sanción privativa de libertad (y la SDP accesoria a ella). Por tanto, aún habiéndose
previsto la SDP como pena autónoma en un caso concreto, la cuestión de la
rehabilitación por sustitución o suspensión de la pena de prisión sigue revistiendo
importancia en aquellos casos, pues de la posición que se sostenga depende que el
cómputo de la pena autónoma inicie, bien en el momento que se decrete la suspensión
(o la sustitución), bien en el momento en que se considere extinguida la pena de prisión
sustituida o suspendida.
La segunda es que existe una diferencia entre el contenido de una pena y los efectos de
una pena. Es lo que, en otro lugar, he llamado efecto directo y efectos indirectos de las
medidas (Pujadas 2007). El contenido u objeto de la SDP es la privación (aunque
temporal) del derecho de sufragio y asociación. Ahora bien, los efectos de la ejecución
de esa medida son muchos más: dado que la ejecución de esa pena se realiza con la
retirada y/o no expedición de la credencial de elector, de hecho se veda la posibilidad de
realizar cualquier trámite en que dicho documento se requiera como imprescindible: y,
como se sabe, esos trámites son muchos. Son, además, trámites si no imprescindibles
algunos, muy necesarios para desarrollarse económicamente. De alguna manera, al
ejecutar la SDP, se relega al individuo a la práctica informal de muchas actividades.
Quizás éste no sea un argumento definitivo para la rehabilitación, pero sí un argumento
para repensar la forma de ejecución de la suspensión.

III. Recapitulación y conclusiones

Recapitulando: al inicio de este trabajo he presentado el supuesto de hecho y la


fórmula abstracta de solución de tres casos relativos a la suspensión de derechos
políticos por condena penal. Dos de ellos (los principales) se refieren a los efectos de la
suspensión y de la sustitución de la pena de prisión sobre la inhabilitación de derechos
políticos impuesta como consecuencia accesoria a aquélla. Los argumentos de los
tribunales (TEPJF y SCJN) han sido expuestos y sometidos a crítica en el segundo
capítulo, adquiriendo en este ejercicio especial relevancia la distinción de dos modos de
recibir y aplicar el derecho pues, entiendo, de la asunción de uno y otro modo depende,
en gran medida, la respuesta que se dé a la cuestión sometida a análisis. Además, se ha
hecho un breve excurso sobre la justificación o causa de las instituciones objeto de
análisis, asunto importante ya que la causa de la rehabilitación depende de la causa de la
inhabilitación. El desarrollo central de este trabajo (capítulo II) se dirige a dar respuesta
a las preguntas formuladas como delimitación del objeto de estudio, cuyo resultado
conclusivo paso a presentar en quince puntos:
I. Accesoriedad de la SDP. SCJN y TEPF coinciden en admitir (o, al menos, en
no cuestionar) la validez de la SDP como pena accesoria a la prisión. En este punto, no
hay contradicción de tesis.

II. Roles interpretativos. Lo anterior se asume bajo un rol descriptivo (o


concepción formalista o interpretación literal). En cambio, ambos tribunales han
adoptado otro rol (prescriptivo) para asumir una interpretación sistemática (no literal,
por tanto) de otra causal de SDP (el art. 38.II CPEUM).

III. Interpretación sistemática. La interpretación sistemática citada en la


conclusión anterior se debe a que dichos órganos asumen que puede haber una
contradicción ente la literalidad del art. 38.II CPEUM y el art. 20.1 CPEUM, que
establece la presunción de inocencia.

IV. Posibilidad de cuestionar la accesoriedad de la pena de SDP. Si se asume


que el principio de proporcionalidad e intervención mínima, así como la necesidad de
motivación, son exigencias constitucionales, debe también entenderse que existe una
contradicción entre el art. 38.III CPEUM y los preceptos que imponen aquellas
obligaciones: las penas accesorias, al imponerse automáticamente y por imperativo
legal, no pueden ser justificadas como intervenciones mínimas y necesarias. En este
sentido, el TEPJF, al utilizar el argumento de la intervención mínima para justificar sus
decisiones (asumir la existencia de tal obligación, por tanto), debe coherentemente
cuestionar la SDP como pena accesoria a la pena de prisión.

V. Efecto de la sustitución de la prisión. TEPJF y SCJN coinciden en admitir


que la sustitución de la pena de prisión conlleva la rehabilitación de los derechos
políticos. Por tanto, no hay contradicción en este punto.

VI. Argumentación de la SCJN. La SCJN otorga diferentes efectos sobre la SDP,


a la sustitución y a la suspensión. El argumento principal para justificar dicha diferencia
(citado supra en nota al pie 36) no es válido, de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 71
CPF y 87.1 CPDF. La Corte no aporta ningún otro argumento que justifique esa
diferencia de efectos, por lo que debe entenderse injustificada.
VII. SDP automática y accesoria. La tesis de la accesoriedad (1) no puede ser
justificada por la imposibilidad material para ejercer el derecho de sufragio en situación
de libertad y (2) impide la aplicación del principio de intervención mínima y el
cumplimiento de la exigencia de motivación en la imposición de las penas.

VIII. Legitimación externa de la SDP. La pena de SDP puede ser justificada


desde la prevención general (integración e intimidación) y la prevención especial
negativa (neutralización), pero no es una medida idónea para el fin identificado con la
prevención especial positiva (enmienda o corrección).

IX. Readaptación como criterio orientador. Lo anterior no obsta que, en las


decisiones relativas a la ejecución y vigencia de la SDP, deba atenderse al fin
constitucional de la readaptación, en tanto criterio orientador del sistema penal, en los
términos que se exponen en conclusiones XI a XIV.

X. Incumplimiento del principio de legalidad. La CPEUM establece que la ley


fijará la manera de hacer la rehabilitación, pero la ley analizada (CPF) sólo prevé los
efectos de la rehabilitación, no las causas. El principio de legalidad no se cumple en esta
materia.

XI. Rehabilitación definitiva SDP. La rehabilitación definitiva de la SDP se da


cuando concurre una causa de extinción, bien de la pena de SDP, bien de la pena de
prisión que lleva asociada la SDP. En estos casos, la readaptación del individuo no
juega ningún papel.

XII. Rehabilitación provisional de la pena de SDP autónoma. Interpretación


literal. La posibilidad de una rehabilitación provisional de la pena de SDP autónoma
depende de la aplicación de los arts. 70 y 90 CPF: una interpretación literal de los
mismos faculta (sólo) la sustitución y (sólo) cuando la sentencia impone dos penas
autónomas: la prisión y la de SDP.

XIII. Rehabilitación provisional de la pena de SDP autónoma y readaptación


del sentenciado. La readaptación del individuo es fundamento necesario de la
rehabilitación política basada en una institución premial (dado el fin de éstas) pero no
suficiente (dada la relación delito-pena): en tanto la pena se asocia directamente al
delito, la ley debe establecer unas causas de rehabilitación provisional de la SDP
decretada como pena autónoma. En cambio:

XIV. Rehabilitación provisional de la pena de SDP accesoria. La posibilidad de


una rehabilitación provisional de la pena de SDP accesoria depende de que se asuma un
rol descriptivo o uno prescriptivo en la aplicación del derecho. Por el primero, la SDP
dura hasta que se extingue la pena, por lo que las instituciones premiales no afectan a la
pena accesoria de SDP. Por el segundo se justificaría la rehabilitación provisional de los
derechos políticos. dada la conjunción del el art. 1 CPEUM (que exige la máxima
protección de los derechos) y el art. 18 CPEUM (que debe informar y orientar las
decisiones relativas a la ejecución de las penas), y la tesis que sostiene la vigencia del
principio de intervención mínima. A diferencia del supuesto referido en la conclusión
anterior, en éste último no es necesario que la ley establezca unas causas específicas
para la rehabilitación provisional de la SDP, dada la relación pena-pena que se da entre
prisión-SDP. La sustitución/suspensión de la pena por motivos de readaptación es
fundamento suficiente para la rehabilitación provisional de la SDP decretada como pena
accesoria.

XV. Ejecución de la SDP. Hay que distinguir los efectos de una medida de los
efectos de la ejecución de una medida. En el caso de la SDP, cabe criticar la magnitud
de los efectos de la ejecución de la pena y, por tanto, reconsiderar la manera de proceder
a dicha ejecución.
FUENTES

Nota: La mayoría de las fuentes están disponibles en Internet. Las direcciones reseñadas
han sido comprobadas por última vez el día 19 de octubre de 2013. Los textos legales y
resoluciones también están disponibles en las páginas web de los órganos que las
dictaron.

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en Revista Latinoamericana de seguridad ciudadana, nº1, 2007, págs. 74 a 87.
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Observatorio Judicial Electoral de la Segunda Circunscripción Plurinominal, Monterrey.
Disponible en www.te.gob.mx y también solicitándolo a la autora en
virginia.pujadas@gmail.com

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