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La vida es amor
ISABEL FELICIANO
Copyright © 2013 Isabel Feliciano
ISBN-13: 978-1505298116
DEDICATORIA
Dedico esta obra a todos los niños de todos los hospitales del
mundo, con el deseo de que la esperanza les ayude a vencer
su lucha diaria contra la enfermedad.
CONTENIDO
Agradecimientos
1 Lluvias de abril 9
2 Un amigo especial 13
3 Un viaje inolvidable 23
4 Las siete leyes del universo 27
5 El árbol 33
6 La abuela María viene de visita 37
7 ¡El universo me ha escuchado! 43
8 Memoria y Inspiración 47
AGRADECIMIENTOS
Lo siento.
Perdóname.
Te amo.
Gracias.
1. 1 LLUVIAS DE ABRIL
–Hola Daniel, ¿qué tal estás hoy? ¿animado? –saludó el enfermero Francisco cuando
entró a la habitación.
–Hola, buenos días. Sí, estoy dibujando –respondió Daniel sin levantar los ojos de su cuaderno.
–¿Qué estás dibujando hoy? –preguntó el enfermero Francisco –. ¿Tienes un nuevo
amigo?
–Apenas he comenzado –respondió Daniel, entusiasmado con su tarea.
–¡Hoy es día de tratamiento, Daniel! Te he traído tu “cóctel naranja”, ¿de acuerdo? –
dijo el enfermero Francisco mientras mezclaba la medicina en la solución salina y
conectaba el goteo intravenoso.
–De acuerdo –respondió Daniel, resignado.
–Mientras tanto sigue dibujando y volveré en un rato para ver cómo va la cosa –dijo
sonriendo.
–De acuerdo, lo haré –respondió Daniel ajustando la posición de su cuaderno de
dibujo en la pequeña mesa.
Mientras el tratamiento fluía gota a gota, el papel cobró vida con movimiento y
color.
En las últimas semanas, ha habido un tema recurrente en los dibujos de Daniel: las
galaxias distantes, las naves espaciales, los arco iris y los girasoles alegres de colores
vivos. Mientras dibujaba todas esas pequeñas cosas maravillosas, su mente se llenó de
ideas, como si una voz dulce y amable le estuviera hablando, trayéndole mensajes de
esperanza y felicidad desde lejos. Estaba aprendiendo muchas cosas nuevas allí mismo
en la habitación en la que estaba confinado debido a su enfermedad.
Y así pasaron varias semanas. Las coloridas imágenes fluían libremente y llenaban
página tras página mientras Daniel construía poco a poco una versión compacta de su
encantadora historia; una historia que, en palabras de un adulto, sonaría tal que así:
“En una galaxia lejana vive un pueblo solidario, armonioso y feliz. Su misión es
ayudar, a los planetas que sufren, a recuperarse y regenerarse. Esta gente
intergaláctica sabe lo mucho que ha estado sufriendo el planeta tierra en los últimos
siglos y le dan todo su apoyo. Su misión nació de la consciencia de que todas y cada
unas de las formas de vida necesitan Amor.
Los habitantes de esa galaxia quieren enseñar que su modelo de vida puede
replicarse en otros planetas y que el planeta tierra puede ser autosostenible,
haciendo felices a sus habitantes.
Vienen de un planeta que es muy similar al planeta tierra. Tiene glaciares, ríos,
valles, mares y océanos, y hay praderas llenas de flores y bosques verdes. El clima es
cálido, las lluvias caen suavemente y las brisas soplan con suavidad. Hay toda clase
de animales diferentes que viven juntos en armonía. La ira, una característica típica
de las formas de vida orientadas a la supervivencia, hace mucho que ha sido
erradicada y sustituida por la calma y la tranquilidad de aquellos que han adquirido
un sentido de pertenencia al Todo.
La sociedad está organizada de una manera muy sencilla. Hay trabajo para todo
el mundo y cada trabajo es tan válido e importante como el siguiente. Como todo el
mundo es consciente de su pertenencia al Todo, todos trabajan por el bien común, lo
cual, en última instancia, significa trabajar por su propio bien. Son dispuestos y
amables. Nunca se sienten cansados ni hartos porque tienen mucho cuidado de su
propia salud y de la de todos los demás. Comen fruta fresca y cereales. Les gustan
especialmente las fresas y los arándanos, y su bebida favorita es el Agua Solar Azul,
una bebida energética que hacen ellos mismos”.
En ese momento, Daniel nunca hubiera podido imaginar la magnitud de los mensajes
recibidos o lo gratificante que sería haberlos recibido. Simplemente seguía haciendo
dibujos maravillosos y coloridos, y compartiendo sus historias con el enfermero
Francisco, quien pronto se convirtió en un gran admirador de Daniel. El enfermero
animaba a Daniel a seguir dibujando y siempre le pedía que le contara el último
episodio de su aventura y que le hablara de sus nuevos amigos.
Cuando el tratamiento terminó, Daniel miró a través de la ventana de su habitación
para contemplar la vista.
Estaba empezando a oscurecer y pronto iba a ser la hora de la cena. La lluvia había
parado. La multitud, a la que había visto apresurarse al trabajo esa mañana, se
apresuraba para volver a casa. Todo el mundo corría como si no fuera a haber un
mañana y sin haber saboreado el día que estaba a punto de finalizar.
Sonó un teléfono móvil, rompiendo el silencio de la habitación. Era la madre de
Daniel y charlaron sobre cómo les había ido el día a cada uno. Había sido un día de
batalla.
Ilustración: Ema Ferreira
2 UN AMIGO ESPECIAL
Pero en ese día en particular, un nuevo amigo apareció en las páginas en blanco del
cuaderno de Daniel. Alguien a quien Daniel no había visto nunca antes. Vestía un traje
azul magnético y era muy hablador.
Ante esta nueva llegada, Daniel pensó con curiosidad: “¿quién podrá ser?”
Pero antes de que pudiera emitir un sonido, el visitante se presentó a sí mismo:
–Soy Ho‘oponopono, pero puedes llamarme Pono –respondió el visitante.
–¿Puedes leer mi mente? –preguntó Daniel, boquiabierto.
–Sí, puedo. Estamos conectados –respondió Pono.
–¿Qué quieres decir, conectados? –preguntó un Daniel sorprendido, tratando de
entender.
–Tú y Yo, estamos conectados a la Fuente de Energía Universal –respondió Pono sin
inmutarse–. ¿Puedo hacer una comprobación? ¿Eres Daniel, verdad? –preguntó Pono,
esperando estar seguro.
–Sí, lo soy –respondió Daniel, sorprendido porque no se había presentado a su
visitante–. Estoy encantado de conocerte –añadió, intentando ocultar su sorpresa.
–El placer es todo mío –respondió Pono–. Tenemos mucho de lo que hablar.
–¿Qué te trae por aquí? –preguntó Daniel, curioso.
–Tengo una misión para ti. Te he traído una filosofía de vida hawaiana para que
puedas curarte a ti mismo y a los demás –le informó Pono.
–¿Una filosofía de vida hawaiana? ¿Para curarme? Pero ya me están curando en este
hospital –dijo Daniel, intrigado.
–Éste es un tipo distinto de tratamiento. Un tratamiento de amor –respondió Pono.
–Pero me están cuidando muy bien aquí. Le gusto a todo el mundo. Tomemos al
enfermero Francisco como ejemplo. Siempre me está mimando –dijo enérgicamente
Pono.
–¡Sí, lo sé! –le dijo Pono–, pero este tratamiento es diferente. Es el que usamos en
nuestros hospitales y funciona muy bien.
–¿Así que hay hospitales en tu planeta también? –quiso saber Daniel.
–Sí, Daniel. También tenemos hospitales –confirmó Pono.
–¿Y son iguales que éste? –preguntó Daniel.
–Bueno, en nuestro planeta todo es un poco diferente y también más simple –intentó
explicar Pono–. Por ejemplo, en nuestros hospitales tenemos un tratamiento que usamos
para todo y tenemos un ejercicio de respiración para ayudar con los tratamientos.
Nuestra principal medicina es el Agua Solar Azul y la usamos para dar energía a la
gente que, por alguna razón, en algún momento, sigue necesitando borrar sus recuerdos.
–¿Qué tienen que ver los recuerdos con la enfermedad? –preguntó Daniel.
–Nuestros pensamientos están infectados por recuerdos dolorosos del pasado y la
energía que ha sido contaminada por ellos causa desequilibrio y enfermedad –explicó
Pono.
–Pero yo tengo muy buenos recuerdos y sigo estando enfermo –replicó Daniel–.
Puedo recordar perfectamente mi viaje a Disneyland en París con Mamá y Papá la
Navidad pasada, y es un recuerdo muy feliz. Y tengo otro de mi cumpleaños, cuando
Papá me regaló un caballete para poder hacer mis dibujos –continuó.
–Lo entiendo, Daniel. Pero los recuerdos son información del pasado. Están
almacenados en tu mente subconsciente. En este caso, es tu mente consciente la que está
analizándolos y clasificándolos como buenos o malos –explicó Pono.
–¿Mente consciente y mente subconsciente? Nunca he oído hablar de eso antes –dijo
Daniel, mirando a su visitante con preocupación.
Comprendiendo la incomodidad de Daniel en relación al asunto, Pono hizo todo lo
posible por explicarse:
–Bien, puedo decirte que la relación más importante en la vida de una persona es la
que existe entre su mente consciente y su mente inconsciente. Ésa es la base sobre la
que está construida la realidad.
–No entiendo –respondió Daniel–. ¿Puedes explicarlo un poco mejor, por favor?
–Te lo explicaré fácilmente para que lo entiendas. Piensa en la relación entre una
Madre y su Hijo. La mente consciente es la Madre y la mente subconsciente es el Hijo –
continuó Pono.
–Muy bien. ¿Y? –preguntó Daniel.
–Es la Madre quien decide si cuidar o no del Hijo. Ella puede elegir cuidar de él o
puede elegir ignorarlo, ¿verdad? –preguntó Pono.
–Sí, he oído hablar de los niños cuyas madres los abandonan… no todos los niños
tienen la suerte de tener una familia que se haga cargo de ellos –respondió Daniel,
intentando seguir el razonamineto de Pono.
–Sí, por desgracia eso es verdad –respondió Pono–. Pero prosigamos. El niño está
sufriendo mucho en su interior y quiere que la madre lo ayude a liberarse de ese
sufrimiento, ¿verdad? Cuando el niño llora, es la madre quien viene en su ayuda, ¿no es
así?
–Sí, así es. Mi hermana tiene tres años y siempre está lloriqueando e intentado
llamar la atención de mi Mamá para que vaya a ver lo que quiere –respondió Daniel–.
A veces ni siquiera es algo importante, ¡pero ya sabes cómo son las niñas! –exclamó
Daniel, con todo el peso de sus 12 años de experiencia.
–Sí, eso es cierto –asintió Pono–. Ahora, imagina que nuestro niño interior, nuestra
mente consciente, carga con toda la información, el dolor, el miedo y la frustración que
se ha ido acumulando durante toda una vida desde el nacimiento, y que nadie le presta
ni la más mínima atención. O incluso peor, ¡que ni siquiera saben que existe! –explicó
Pono.
–El pobrecito debe estar en un estado terrible –simpatizó Daniel.
–Así que lo que la madre del niño tiene que hacer es reconocerlo. Aceptar que es
parte de su vida. Prestarle atención. Preguntarle lo que necesita. ¿No crees? –preguntó
Pono.
–Sí, lo creo –asintió Daniel–. ¡La madre debería cuidarlo!
–Entonces, para que eso suceda, la madre debe aceptar que su hijo es parte de ella y
debe estar de acuerdo en que la relación entre ambos debe funcionar sin problemas.
Debe admitir la presencia de su hijo y prepararse para su reencuentro. En el momento
de la reconciliación, la madre debe decirle al hijo cuánto le ama y debe hacerse
responsable de haberlo descuidado y lamentar todo el dolor que le ha causado. Debería
darle las gracias a su hijo por ser parte de su vida –explicó Pono.
–¿Entonces dónde viven el niño y la madre? –quiso saber Daniel.
–Viven en las mentes de todos y cada uno de nosotros. Todos tenemos un cuerpo y
una mente. La mente está compuesta de la mente consciente y la mente subconsciente –
explicó Pono.
–¿Entonces estás diciendo que tengo un niño en mi interior? –preguntó Daniel,
todavía confundido.
–Veo que estás empezando a comprender –sonrió Pono–. Es exactamente eso,
Daniel. Tu niño interior se está aferrando a los recuerdos del pasado y está esperando a
que tú lo reconozcas, a que te des cuenta de su presencia y le prestes atención.
–¿Pero dentro de mí dónde? ¿En qué lugar? –preguntó Daniel, intentando entender la
idea.
–No estoy diciendo que tu niño interior viva dentro de tu cuerpo físico –explicó
Pono–. Sólo estoy diciendo que vive dentro de ti. ¡Tú eres mucho más que tu cuerpo
físico! Cuando llegué aquí, te dije que estábamos conectados, ¿lo recuerdas?
–¡Sí, lo recuerdo! Pero no llegaste a decirme cómo. Sólo mencionaste una Fuente de
Energía Universal –dijo Daniel.
–Así es. ¿Has oído hablar alguna vez del Big Bang? –preguntó Pono.
–Más o menos –respondió Daniel–. Mi Papá me contó la historia del Átomo
Primordial y de cómo dio origen al Universo, pero realmente no recuerdo gran cosa
sobre ello ahora.
–Muy bien, déjame que te cuente una historia –dijo Pono, intentando ayudar a su
amigo–. La historia del Universo comenzó hace 13,7 billones de años cuando una
diminuta partícula, incluso más pequeña que un átomo, causó una enorme explosión.
Esa partícula contenía la energía original y, a partir de esa explosión, la materia y la
información contenida en la energía original de la partícula se dispersaron. Cuando las
nuevas partículas se enfriaron, se formaron las galaxias, las estrellas, los planetas y
todo ser viviente. El Universo aún sigue evolucionando y expandiéndose cada día,
dando lugar a sistemas que son cada vez más complejos y organizados.
–¿Entonces, eso significa que todos nosotros estuvimos dentro de ese átomo
primordial? –interrumpió Daniel.
–Sí, así es, estuvimos todos muy a gusto dentro –confirmó Pono con una sonrisa–. Y
es por eso que aún existen conexiones permanentes entre todos y todo a día de hoy. Y es
por eso también que todos formamos parte de un Todo –explicó Pono.
–¿Entonces sintonizaste con mis pensamientos a través de esa conexión? –preguntó
Daniel.
–Sí, confirmó Pono.
–¿Y qué hay de los recuerdos que te hacen enfermar? –recordó Daniel.
–Para simplificarlo, podríamos decir que los recuerdos están todos almacenados en
una base de datos a la que todo el mundo implicado tiene acceso.
–¿Todo el mundo implicado tiene acceso? ¿Cómo? –preguntó Daniel.
–Imagina un programa de tu ordenador. Puedes ejecutar el programa pero, si prestas
tu ordenador a otra persona, entonces esa persona también tiene acceso al programa,
siempre y cuando tenga una contraseña. En el caso de los recuerdos, sólo las personas
realmente implicadas en lo ocurrido tienen una contraseña –intentó explicar Pono.
–¿Pero quiénes son las personas implicadas en mis recuerdos? –preguntó Daniel,
intrigado.
–Dijiste que tenías buenos recuerdos de tu viaje a Disneyland en París. ¿Quién
estuvo implicado en tus recuerdos? Todas las personas y todos los objetos que
formaron parte de tu viaje –explicó Pono.
–Creo que lo he entendido –respondió Daniel.
–Pero ahora veamos un ejemplo de un recuerdo doloroso –sugirió Pono–.
¿Recuerdas el día en que fuiste intimidado en la escuela porque conseguiste el diploma
al mérito por ser el primero de cuarto curso? –preguntó Pono.
–Sí, todavía me siento triste cuando recuerdo cómo Paul agarró mi Diploma, lo
rompió en cientos de pedacitos y los tiró por todo el patio de recreo –recordó Daniel
con tristeza.
–Bien. ¿Entonces quiénes son los jugadores principales esta vez? ¿Tú y Paul,
verdad? –explicó Pono.
–Sí –respondió Daniel, tratando de comprender la lógica.
–Entonces, ¿qué pasaría si te dijera que puedes borrar esos recuerdos de tu base de
datos de modo que Paul y tú os librarais de ellos? –sugiró Pono.
–¿Por qué querría hacer eso? Si consigo la oportunidad de pillar a Paul, ¡le enseñaré
una lección! ¡Será mejor que tenga cuidado! –respondió Daniel, enfadándose aún más al
recordar lo que había sufrido.
–Tienes que hacerlo porque, como ya te he dicho, los recuerdos dolorosos producen
pensamientos que envenenan tu organismo y conducen a desequilibrios y enfermedades
–explicó Pono.
–¿Entonces me estás diciendo que estoy enfermo debido a mis recuerdos? ¿Algo
tiene la culpa de mi enfermedad? –preguntó Daniel, perplejo.
–Nuestros recuerdos están almacenados en nuestra mente subconsciente. Aunque no
los recordemos, están ahí, resonando y repitiéndose una y otra vez. Los problemas son
una oportunidad que tenemos para ver nuestras vidas a través de los ojos del Amor y
seguir nuestra inspiración. Todos tenemos una conexión, un canal entre nosotros y lo
Divino o el Universo o como lo quieras llamar. El canal puede contener recuerdos o
puede contener inspiración. Depende de ti. Los recuerdos son viejos programas que se
ejecutan una y otra vez, y la inspiración es lo Divino que te envía un mensaje. Tienes
que decidir si quieres que tu canal contenga recuerdos o inspiración. Si eliges los
recuerdos, darás vueltas una y otra vez, recreando el pasado. Si eliges la inspiración,
recibirás la fórmula que te permitirá experimentar y evolucionar. ¿Lo entiendes? –
explicó Pono.
–¿Y cómo hago esa elección? –preguntó Daniel con interés.
–Tienes que silenciar tu mente y girar el interruptor a “cero”. Tienes que limpiar tus
recuerdos de la misma manera que lo harías con tu ordenador cuando desinstalas un
viejo programa que ya no te sirve para nada.
–¿Qué clase de limpieza es esa? –prosiguió Daniel.
–Es una limpieza en forma de oración. Es una manera de dar a Dios o al Universo
permiso para hacer lo que es bueno para ti. Hay cuatro afirmaciones que deberían
formar parte de tu vocabulario diario y que, a medida que las repitas, limpiarán tu canal
y te abrirán las puertas a la inspiración:
Lo siento.
Perdóname, por favor.
Te amo.
Gracias.
Daniel estaba ansioso por saber más, pero también estaba muy confundido. Era mucha
información para digerirla. Allí estaba él, tranquilamente dibujando, ¿y de repente sus
dibujos le estaban hablando? ¿Estaban leyendo su mente y respondiéndole? ¿Le estaban
diciendo que los recuerdos dolorosos causan enfermedad? Y por si eso no fuera
suficiente, le acababan de dar cuatro frases que se supone que debía repetir.
Mientras tanto, los dos amigos fueron interrumpidos por el enfermero Francisco
entrando en la habitación.
–¿Qué tal estás Daniel? El tratamiento casi está listo. Veo que llevas bien tu dibujo.
¿Cómo se llama tu amigo azul?
–Pono, y es un auténtico parlanchín –respondió Daniel.
–¡Apuesto a que lo es! –dijo sonriendo el enfermero Francisco–. Ahora intenta
descansar un poco –le aconsejó, al salir de la habitación–. Pero Daniel no quería
descansar. Sentía mucha curiosidad por todo lo que había escuchado ese día y ahora
quería aclarar la historia. Pono iba a tener que explicárselo todo muy claramente para
que pudiera entender todo lo que había que saber. Se volvió hacia Pono y le preguntó
con curiosidad:
–¿Pero a quién se supone que le tengo que decir estas frases?
–Dítelas a ti mismo como una oración. Puedes decirlas en voz alta o simplemente
pensarlas –explicó Pono.
–¿Y qué pasará si empiezo a decir “Lo siento; Perdóname, por favor; Te amo; y
Gracias?”
–A través de la conexión a la base de datos donde están almacenados tus recuerdos,
los eliminarás. Cuando borres un recuerdo, te estarás liberando a ti y a todos los demás
que han participado en ese recuerdo. Y eso significa que ni tú ni nadie más que haya
participado tendrá ningún pensamiento negativo más sobre el programa porque,
simplemente, no existirá más, será eliminado –explicó Pono.
–¿Y qué significa cada una de las frases? –prosiguió Daniel.
Pono respondió rápidamente:
–Bueno, es algo así: Lo siento. Eres 100% responsable de los recuerdos que
circulan en tu mente subconsciente o niño interior. ¿Sabes por qué? Porque sólo el
interior existe. No hay exterior. Todos somos Uno. Eso no significa que seas culpable o
que hayas hecho algo malo. ¿Lo entiendes Daniel?
–Más o menos.
–Prosigamos entonces con Te amo. Cuando expresas tu amor, estás reconectando con
lo Divino y dirigiéndote hacia “Cero”, donde no hay recuerdos almacenados y el canal
está libre para la Inspiración. En este momento te sientes inspirado y creativo. Cuando
eres creativo, tú creas tu vida, ¿comprendes? –preguntó Pono.
–Sí, eso tiene más sentido, ya que todos hemos estado conectados desde el Big Bang
–concluyó Daniel.
–Ahora: Perdóname, por favor. Pides humildemente perdón por todo el daño, el
dolor, los traumas y los bloqueos que has estado guardando desde el principio hasta
hoy, ¿de acuerdo?
–Bueno, siempre digo lo siento cuando me doy cuenta de que he hecho algo para
herir a alguien. Pero nunca me he pedido disculpas a mí mismo –respondió Daniel.
–Y por último: Gracias. Cuando dices gracias, estás expresando gratitud.
Demuestras creer que el asunto será resuelto por el bien supremo de todos y sin hacer
daño a nadie. Las personas agradecidas viven en la abundancia porque reconocen el
valor de todas y cada una de las cosas que existen en su vida, incluso las más pequeñas.
Por otro lado, aquellos que no son agradecidos, viven en la pobreza y nunca están
satisfechos con nada.
–¿Y piensas que me pondré mejor si empiezo a decir “Lo siento; Perdóname, por
favor; Te amo; y Gracias? –preguntó Daniel dubitativo.
–Te dije que éste era un tipo diferente de tratamiento. Y te dije que era un tratamiento
de amor. Pero hay una condición. La condición es que tienes que hacerlo confiadamente
y sin expectativas. Pero créeme, una vez que empieces a practicar, empezarás a sentirte
mejor, te volverás más tranquilo y más inspirado porque el Divino Creador, el
arquitecto del Universo, sabe lo que es bueno para ti. Toda experiencia es válida y
conduce al aprendizaje.
Daniel no sabía qué pensar. Estaba exhausto. El tratamiento de quimioterapia estaba
empezando a darle sueño y Pono pensó que sería mejor poner fin a la visita. Dijo adiós
a Daniel y prometió regresar pronto para poder hablar un poco más.
Ilustración: Ema Ferreira
3 UN VIAJE INOLVIDABLE
Tras su sesión de quimioterapia, Daniel cayó en un profundo sueño. Esa tarde, soñó
con Pono y con todas las cosas que su amigo del traje azul magnético le había
enseñado.
Cerca de allí, junto al alféizar de la ventana, un arco iris se estaba acercando para
llevarse a Daniel en un viaje inolvidable. Daniel trepó al arco iris y empezó a caminar
hacia una nube de algodón de azúcar muy esponjosa. Se sentó, de manera agradable y
cómoda, en la nube. La nube se deslizó a lo largo del arco iris a gran velocidad y
Daniel se sintió cada vez más y más ligero. De pronto, divisó un prisma triangular al
final del arco iris que era igual al que utilizaba en la escuela para descomponer la luz
solar. Cuando llegó a él, Pono le estaba esperando y ambos entraron dentro.
Una vez que atravesaron el prisma, el camino se volvió blanco y brillante, con
enormes campos repletos de girasoles a ambos lados. Continuaron andando o, más bien,
deslizándose. Pono sugirió a Daniel que podrían visitar a algunas personas.
Ambos eran tan brillantes que todo lo que tenían que hacer era imaginar que se
estaban moviendo para que ocurriera a la velocidad de la luz. Finalmente llegaron a un
lugar donde había una casa.
Daniel se dio cuenta de que las ventanas de la casa estaban cerradas, lo cual parecía
extraño porque el jardín estaba muy bonito y soleado.
–¿Dónde estamos? –preguntó.
–Ésta es la casa donde vive tu niño interior –respondió Pono–. Ya era hora de que lo
visitaras.
–¿Qué tengo que hacer? –preguntó Daniel ansiosamente.
–Tienes que reconocerlo y reconciliarte con él –respondió Pono.
–¿Reconciliarme con él? ¡Pero yo no estoy enfadado con nadie! –exclamó Pono– Y –
continuó– ni siquiera sabía que existía como para pensar en reconciliarme con él.
–¡Exacto! Lo ignorabas. Ahora tienes que reconocerlo y darle un abrazo –dijo Pono.
Pono y Daniel hicieron notar su presencia golpeando suavemente la puerta de
entrada. Giraron el pomo, abrieron la puerta y la luz entró a raudales, iluminando la
habitación. Entraron dentro, escudriñando la habitación con los ojos mientras intentaban
localizar a alguien. Parecía estar vacía. No había signos de ninguna presencia. Poco a
poco, el interior se fue volviendo cada vez más luminoso y las sombras se
desvanecieron por completo. En ese momento, vieron a un niño pequeño con la cara
llena de lágrimas, totalmente solo y asustado.
Ese momento fue mágico. Instintivamente, Daniel reconoció al niño pequeño y se dio
cuenta de que era él mismo. No había ni una sombra de duda. Era el niño pequeño cuyo
Diploma al Mérito de cuarto curso había sido despedazado; el niño pequeño que tenía
miedo de la oscuridad; el niño pequeño que tenía miedo de no ser lo bastante bueno en
sus lecciones y que siempre tenía las manos sudorosas el día antes de un exámen en la
escuela; el niño pequeño a quien se le había dicho que era un enfermo crónico.
Daniel se acercó lentamente, con los brazos extendidos, y le dio un abrazo.
Por primera vez en mi vida, estoy admitiendo que existes dentro de mí –reconoció
Daniel–. ¡Guau! Por primera vez estoy admitiendo que formas parte de mí. ¡Te amo! ¡Te
amo!
En silencio, Pono observó con admiración la reconciliación de su amigo con su niño
interior.
–Lo siento. Por favor, perdóname por todos los recuerdos acumulados que se
muestran como daño y dolor –dijo Daniel, como si hubiera dominado esta técnica hace
años.
Poco a poco, el niño se entregó al abrazo, volviéndose cada vez más relajado y
libre.
–Te amo, perdóname por favor por todo el sufrimiento que te he causado. Lo siento.
–dijo Daniel, mientras acariciaba el pelo del muchacho–. Te amo, perdóname por favor
por descuidarte y por no prestarte atención. Gracias por formar parte de mí.
Daniel estaba completamente absorto en lo que estaba haciendo, sintiendo placer
con la interacción.
–Por favor, dame una de tus manos para sujetarla –pidió con ternura.
El niño hizo lo que le pidió y los dos se sentaron frente a frente, mirándose a los
ojos. Daniel no podía dejar de repetir las frases que Pono le había enseñado:
–No sé lo que me está pasando. No sé qué recuerdos son los que me están
enfermando. Pero tú lo sabes. ¿Puedes por favor dejarlos ir? Gracias. Te amo.
–Daniel charló con el niño un buen rato y, poco a poco, ambos se sintieron más
relajados y felices. Daniel prometió al niño pequeño que, desde aquel momento,
vendría siempre a visitarlo. Ahora que sabía que el niño pequeño estaba allí
esperándole, nunca más volvería a ignorarlo. ¡Serían grandes compañeros de viaje para
siempre!
Daniel se despidió con ternura del niño y prometió regresar al día siguiente.
–Te amo –dijo Daniel, saludando con la mano.
Pono estaba asombrado por lo que acababa de presenciar. Su amigo Daniel había
aceptado la misión que Pono le había encomendado. Había aprendido la filosofía de
vida hawaiana de cuidar de uno mismo y de los demás.
Los dos amigos emprendieron el viaje de vuelta en silencio. El corazón de Daniel
estaba rebosante de felicidad y sus ojos brillaban. ¡Lo que acababa de pasar era
mágico!
Cuando se despertó en su habitación, Daniel recordó su viaje. Miró a su amigo del
traje azul magnético en el cuaderno de dibujo y dijo: “Gracias. Te amo”.
Ilustración: Diogo Rodrigues
5 EL ÁRBOL
Al día siguiente, Daniel se despertó muy emocionado. Recordaba su viaje del día
anterior y seguía sintiendo la sensación de paz que le había dado el árbol. Y esa
sensación de paz era muy importante para su tratamiento. Se sentía más seguro de sí
mismo y equilibrado.
Su estancia en el hospital había sido un poco solitaria al no tener a muchos
miembros de su familia cerca.
Su padre había perdido su trabajo dos años antes y había tenido que emigrar a
Mozambique para poder mantener a la familia. La madre de Daniel había tenido que
cuidar de su hermana pequeña que sólo tenía tres años, y eso significaba que sólo podía
ir a visitarlo dos veces por semana al hospital. Era trabajadora por cuenta propia y
había trabajado en casa cosiendo ropa a medida desde que llegó la pequeña Inês. Como
trabajaba sola, no podía tener esperando a los clientes porque el dinero que ganaba era
necesario para subsistir a diario.
La abuela María vive en el Algarve, en una colina llamada Cerro de São Miguel,
situada en el sur de Portugal. Tiene pocos medios y poco tiempo para viajar. Dice que
tiene toda clase de animales de los que hacerse cargo. Su huerta también le quita mucho
tiempo y suele decir que no tiene paciencia suficiente para vivir en la ciudad.
–¡El aire aquí es mucho más limpio y siempre hay algo con lo que mantenerse
ocupado! –dice la abuela María cada vez que la familia intenta persuadirla para que se
traslade a Lisboa para vivir con ellos.
Pero hoy es un día especial. La abuela María visita a Daniel. Lo habían organizado
todo. María había llamado a primeros de semana para decir que cogería el tren y que
llegaría alrededor de las 11 de la mañana.
El mero hecho de pensar en la visita de su abuela le daba energía a Daniel. ¡La
abuela María sabía que a Daniel le encantaba la tarta de fresa y seguramente se había
acordado de traerle un trozo! ¿O quizás dos, quién sabe? –se preguntaba Daniel.
Había bastante neblina esa mañana. El rocío había caído con fuerza durante la
noche. Eran ya las 10 cuando Daniel se asomó por la ventana para ver llegar a la abuela
María. Incluso a esa hora tardía de la mañana, el alféizar de la ventana seguía cubierto
de gotas de rocío.
Por lo menos llegó. Fue un reencuentro emotivo, con un cálido beso, un gran abrazo
y algunas lágrimas que cayeron por sus mejillas. Y, por supuesto, venía cargada con
todo tipo de golosinas para Daniel.
–Cariño, te he traido tu tarta de fresa y la mermelada de arándanos que te encanta –
le dijo la abuela, sacando los regalos de su bolsa–. Te han gustado desde que eras un
niño pequeño.
–¡Eso es genial, abuela! Muchas gracias –dijo Daniel–. Sabía que no te olvidarías.
–¿Acaso podría? –dijo firmemente la abuela María–. ¿Olvidarme de mi Daniel?
¡Nunca! –prosiguió, sirviendo afanosamente un pedazo de tarta a su nieto–. ¡Ahí tienes,
pruébala!
Daniel cogió felizmente el trozo de tarta, le dio un bocado y exclamó:
–¡Está delicioso, abuela! ¡Es la mejor tarta de fresa que he comido nunca! –dijo,
chupándose los labios agradecido.
–¡Me alegro de que te guste, hijo! La hice anoche, así que está reciente.
Durante unos instantes, Daniel se sintió como si estuviera de vuelta en casa. Se
sintió totalmente lleno de energía por todo el amor de su abuela. Ese instante valía por
toda una eternidad y se llevó por delante la soledad que sentía a veces debido a estar en
el hospital sin su madre cerca.
–¿Y qué has estado haciendo este tiempo, pequeño granuja? –preguntó la abuela
María.
–Cuando no estoy recibiendo tratamiento, tengo lecciones con una profesora llamada
Cristina. Viene a ayudarme a mantenerme al día con el trabajo de la escuela. Y miro la
televisión y juego al ordenador en la sala común. Pero lo que más me gusta hacer es
dibujar –respondió Daniel.
–¡Ah, sí! Es verdad, tus dibujos –recordó la abuela–. Siempre fuiste bueno
dibujando. Un día serás un gran arquitecto.
–Sí, abuela. Voy a diseñar las ciudades del futuro –dijo Daniel, imaginando el
aspecto que tendrían todos los edificios.
–No lo dudo ni por un minuto –respondió la abuela.
–Tienes mucha inspiración. Aún tengo tu primer dibujo. ¿Lo recuerdas? Sólo tenías
seis años cuando lo dibujaste –recordó con orgullo.
–Abuela, ¿te gustaría ver los nuevos dibujos que he hecho esta semana? –preguntó
Daniel.
–Claro que me gustaría. ¡Enséñamelos!
La abuela María era una gran admiradora de los dibujos de su nieto. Como todas las
abuelas, era muy paciente y sabía cómo escuchar las historias que le contaba Daniel
sobre otras galaxias. Y sentía mucha curiosidad por sus amigos imaginarios.
–¡Mira, abuela! ¿Ves este de azul? Se llama Pono y me ha enseñado toda clase de
cosas –dijo Daniel, señalando a su nuevo amigo del traje azul magnético.
–¿Es eso cierto? ¿Qué es lo que te ha enseñado?
–He aprendido que todos estamos conectados entre sí a través de una red de energía
–explicó Daniel –. Y que nuestros pensamientos crean la realidad en la que vivimos.
–Bueno, hijo, eso es sin duda cierto –asintió la abuela–. Estamos constantemente
unidos con Dios, y Dios está en todas partes – dijo, recordando lo que aparece en el
Evangelio –. Jesús dijo: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30).
–¿Cómo pueden ser los dos, Jesús y el Padre, uno solo? –preguntó Daniel.
–El hijo viene del Padre. Eso significa que el hijo está hecho de la misma esencia –
explicó la abuela–. Y de ese modo, si ambos tienen la misma esencia, son uno.
–Mmmm –murmuró Daniel–. ¿Entonces, la división entre ellos es una ilusión?
–Sí, la división es una completa ilusión. No hay un “yo” y unos “otros”. Sólo hay un
“nosotros”. Sólo hay un Todo –explicó la abuela María–. Todos estamos hechos a partir
del mismo molde –sonrío, intentando aligerar la conversación, que se estaba poniendo
muy profunda–. ¿Y qué más te ha estado contando tu amigo Pono?
–Me ha dicho algunas palabras mágicas que curan los recuerdos dolorosos –dijo
Daniel.
–Explícame eso un poco mejor, por favor, y veamos si te entiendo correctamente.
–Todos tenemos recuerdos dolorosos que fomentan los pensamientos negativos y
causan enfermedades. Pero la buena noticia es que podemos usar las palabras mágicas
para borrar nuestros recuerdos.
–¿En serio? ¿Y cuáles son esas palabras? –preguntó la abuela con curiosidad.
–“Lo siento”, “Perdóname, por favor”, “Te amo” y “Gracias” –explicó Daniel.
–Oh, Daniel. Todo el mundo dice esas palabras –dijo la abuela, desdeñando la
idea–. Todas ellas forman parte de ser educado.
–¿Eso crees, abuela? –preguntó Daniel. No había caído en ello. Creo que las
personas conocen las palabras porque son muy simples, pero no las dicen. Y no creo
que tenga que ver con ser educado. Tiene más que ver con tu conciencia –defendió
Daniel.
–Sí, puede que tengas razón –admitió la abuela –. La gente siempre está ocupada,
corriendo como locos y, antes de que te des cuenta de dónde estás, se han desconectado
de su lado espiritual. En mis tiempos, todos solíamos ir a la iglesia a escuchar lo que
Jesús tenía para enseñarnos. La vida era más agradable por aquel entonces. Teníamos
más tiempo para todo.
–¿Pero por qué se desconecta la gente, abuela?
–Creo que la gente confunde la religión con la espiritualidad. Las religiones separan
a la gente en lugar de unirla. Si lo miras de esa manera, la gente ha rechazado la
religión y, con ella, su espiritualidad –explicó la abuela.
–¿Entonces qué significa para ti la espiritualidad, abuela? –preguntó Daniel.
–Para mí, la espiritualidad es escuchar a mi voz interior todo el tiempo y saber que
soy libre de crear mi propia vida –respondió, inspirada.
–¿Es eso lo que aprendiste de las lecciones que te enseñó Jesús? –se preguntó
Daniel.
–Hubo un tiempo en que creía que Dios sólo me escucharía si lo adoraba a Él y a Su
Hijo –recordó la abuela María –. Pero después, leyendo y pensando en el Evangelio y
los altibajos de la vida, me di cuenta de que Jesús quería que nosotros nos hiciéramos
responsables de crear nuestras propias vidas. Y así, después de todos estos años, creo
que he comprendido la magnitud de Su Misión. Hoy en día, me doy cuenta de que los
profetas que han vivido en la tierra, desde Buda hasta Mahoma y Jesús, todos traían el
mismo mensaje: ¡somos energía creativa!
–Entonces, ¿significa eso que mi amigo Pono también es un profeta, abuela? –
interrumpió Daniel –. Él también me enseñó que somos los creadores de nuestras
propias vidas.
–El conocimiento está cada vez más accesible, y cada vez más personas tienen
acceso a él – respondió –. La misión de tu amigo Pono podría muy bien ser despertar tu
espiritualidad, ¿no crees?
–Pono me enseñó que cuando alguien nos ofende, recordamos lo ocurrido. Y los
recuerdos dolorosos producen pensamientos venenosos que hay que borrar –insistió
Daniel.
–Jesús nos dijo que pusiéramos la otra mejilla –le recordó la abuela.
–Cuando borramos los recuerdos, eso es lo que estamos haciendo –respondió
Daniel–. Nos estamos dirigiendo hacia el Amor y la Libertad. Actuar en lugar de
reaccionar.
–Sí, eso tiene sentido –asintió la abuela María–. Y también dijo que deberíamos
perdonarnos los unos a los otros.
–Así es, abuela –continuó Daniel–. Pono me enseñó que deberíamos pedir perdón
porque ya conocemos el daño que hace que nuestros recuerdos sean dolorosos y, por
tanto, cuanto antes pidamos perdón, antes podremos borrar el recuerdo y liberarnos a
nosotros mismos y a los demás de él.
La abuela estaba asombrada de todas las cosas que había estado aprendiendo Daniel
y estaba estupefacta de descubrir que había recibido toda esa información de un amigo
imaginario. Daniel podía ser creativo, pero también era sincero. Sabía que todo esto
era real.
El día pasó volando y pronto llegó la hora de despedirse y de que la abuela cogiera
su tren de vuelta al Algarve. Volverían a verse la próxima semana.
–Abuela, siento que estés sufriendo por verme aquí. Por favor perdóname por lo que
has estado pasando desde que enfermé. Gracias por ser tan amable. Amo que sepas que
te amo mucho –declaró Daniel.
Emocionada, la abuela abrazó a su nieto y respondió:
–Yo también te amo mucho, cariño.
.
Ilustración: Ema Ferreira
Habían pasado varias semanas desde el primer encuentro de Daniel con Pono.
Daniel seguía todavía en el hospital esperando un donante de médula ósea
compatible para poder hacerse el transplante que necesitaba. Cada día, antes de que
Daniel se fuera a dormir, Pono visitaba a su amigo y lo ayudaba a borrar sus recuerdos
dolorosos.
–Así que ahora ya sabes, Daniel. El secreto está en confiar y en no tener
expectativas –le recordó Pono–. ¡Limpiar! ¡Limpiar! ¡Limpiar!
Daniel comprendió el quid de la cuestión y se limitó a repetir la oración de la
señora Simeona:
Durante el día, cuando se estaba duchando o pintando sus dibujos, Daniel solía
repetir mentalmente para sí mismo el estribillo de la oración: “¡Lo siento! ¡Perdóname!
¡Te amo! ¡Gracias!”
Se sentía más seguro de sí mismo desde la visita de Pono y su sueño era
imperturbable.
Cada mañana, su amigo del traje azul magnético entraba a su habitación diciendo:
“Vamos Daniel. Hagamos nuestros ejercicios de respiración. ¿Aún recuerdas lo que
hacer?” Pono insistía, motivando a su amigo.
–Sí, hagámoslo.
Y Daniel se sentaba cómodamente en una silla, con los pies firmes en el suelo y la
espalda recta.
Hacía un círculo con el dedo índice y el pulgar de cada mano y, después, los unía
como el símbolo del infinito.
Sin cambiar de posición, respiraba lentamente y contaba hasta siete.
Después, aguantaba la respiración y contaba hasta siete otra vez antes de exhalar y
contar hasta siete una tercera vez.
Repetía todo el proceso siete o nueve veces.
Respiraba suavemente para no hiperventilar, ya que a veces eso le hacía sentirse
mareado y revuelto.
Y a lo largo del proceso, pensaba en las frases:
Pasaron seis meses. Seis meses de quimioterapia; lecciones con Cristina; visitas de
la Abuela y de Mamá; cientos de dibujos; meditación diaria; ejercicios de respiración
cada mañana; deliciosas tartas de fresa y oraciones silenciosas.
Entonces, una mañana de otoño, llegó el momento que todos habían estado
esperando.
El hospital recibió un correo electrónico diciendo que se había encontrado un
donante potencial para Daniel. Y el donante era de la ciudad de Honolulu, ¡en Hawai!
Fue el enfermero Francisco quien le dio la noticia a Daniel.
Pono estaba allí y vio abrazarse a Daniel y a Francisco. Ambos pensaron que era
curioso que el donante potencial fuera de Hawai.
–¡Qué coincidencia más feliz! –corearon–. ¡De verdad!
–¡Misión cumplida! –exclamó Pono, respaldando el mágico momento.
Ilustración: SEN
8 MEMORIA Y INSPIRACIÓN
Pono le enseñó a Daniel que los recuerdos y la inspiración siempre están con nosotros
y que debemos aprender a lidiar con ellos si queremos ser felices.
Pono cree que deberíamos divertirnos mucho, así que ha preparado dos sugerencias
muy interesantes: el Juego de la Memoria y el Juego de la Inspiración.
1 – El juego de la Memoria Ho‘oponopono
Estos son algunos de los personajes y objetos que podrías dibujar para jugar al juego:
2 x Ponos
2 x Arco iris
2 x Árboles
2 x Abuelas
2 x Daniels
2 x Lápices de colores
2 x Enfermeros Francisco
2 x Galaxias
2 x Girasoles
2 x Tartas de fresa
2 x Naves espaciales
Para hacer el juego, necesitarás alguna cartulina, un par de tijeras y algunos lápices
de colores.
Primero, recorta 22 cuadrados de la cartulina, todos del mismo
tamaño, para crear las tarjetas.
Después, dibuja cada uno de los objetos y personajes listados arriba
en las tarjetas.
Ahora vuélvelos a dibujar en las tarjetas que quedan.
Baraja las tarjetas con la cara dibujada boca abajo y, después, escoge una al
azar.
Al juego se suele jugar en parejas, pero también puedes jugar en equipos. Para
jugar, gira las tarjetas de una en una. Si la segunda tarjeta girada coincide con la
primera, el equipo consigue un punto. Si no coincide, se vuelven a girar boca abajo.
El equipo que consiga emparejar el mayor número de objetos y personajes gana.
Mabel Katz – The Easiest Way to understand Ho‘oponopono. 2009 - Your Business
Press.
Joe Vitale y Ilhaleakala Hew Len – Zero Limits: The Secret Hawaiian System for
Wealth, Health, Peace and More. 2007 - Editorial Rocco.
Libro electrónico: www.josaya.com: Peace begins with you, Put things in their
proper place.
ACERCA DE LA AUTORA