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Para poder entender con más claridad cuales van a ser las mayores dificultades a las que
nos vamos a enfrentar, deberíamos aclarar cual es la diferencia entre las dos formas de
entender el fenómeno de la conciencia que a lo largo del siglo veinte han separado y en
cierta manera enfrentado, la investigación de las ciencias cognitivas por un lado, y de
las diferentes fenomenologías, por otro.
El objetivo era realizar una reducción fenomenológica, que mediante una suspensión del
juicio (epojé) nos permitiera escapar de nuestra conciencia habitual del mundo, que
suele dar por hecha la realidad tal y como nuestras creencias, convicciones infundadas o
costumbres nos muestran.
Este método no llegó nunca a pasar de ser un examen fenomelógico instrospectivo, para
convertirse en un método efectivo que pudiera crear esa esperada filosofía científica que
Husserl defendía; pero si que marca una separación entre dos formas de entender el
diseño de la ciencia, dependiendo de la ontología del mundo desde la cual se parta.
Los supuestos de las ciencias cognitivas se han mantenido a lo largo del siglo veinte
cercanos a un positivismo, basado en unos hechos dados, frente a los cuales es necesario
una explicación adecuada de sus causas. Esta concepción que funciona muy bien en el
mundo de la física (desde donde podemos postular un observador externo, que nos
garantice la objetividad de lo que está pasando ahí fuera, dando por hecho, que eso que
pasa ahí fuera), nada tiene que ver con el observador, y por tanto no hay una realidad
objetiva que es susceptible de ser estudiada sin tener en cuenta que el observador forma
parte de ella.
Por eso, uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las ciencias cognitivas,
radica en la inseparabilidad de separar observador y observado en el estudio de la
conciencia.
Los intentos para desentrañar el misterio de la conciencia, siempre han sido atajados
inevitablemente desde una lógica que intentaba reducir el fenómeno de la conciencia a
sus causas físicas, dejando de lado la experiencia que todos tenemos de la conciencia.
Es decir, se intentaba estudiar una cosa, que no podíamos experimentar más que en
primera persona, desde la perspectiva de una tercera persona.
En el mundo no podemos encontrar la conciencia en ninguna parte, más que en nuestra
propia experiencia, por lo tanto, ¿cómo es posible que nos propongamos investigar la
conciencia donde no podemos experimentarla?.
McGinn intenta explicar como los fenómenos neurológicos causan los fenómenos
mentales, y pone en duda la posibilidad de una fenomenología que llegue a obtener un
conocimiento del vínculo entre la mente y el cuerpo, ya que en base a una introspección,
no se puede llegar a escapar de los límites cognoscitivos de cada subjetividad, pero
tampoco es optimista respecto a un descubrimiento de los vínculos entre la conciencia y
el cerebro, partiendo de una investigación fisiológica, ya que observa una porción
nouménica -en el sentido Kantiano de término-, que nos impide conocer el fenómeno de
la conciencia, y por lo tanto enfrenta a un misterio irresoluble para nosotros, pero que
no es nada misterioso más allá de las fronteras del limitado conocimiento humano.
Por lo tanto McGinn se mueve dentro de un naturalismo ontológico, pero a su vez
mantiene un dualismo de facultades y epistemológico. Esto se manifiesta en su que
mediante la instrospección se puede llegar a conocer la conciencia y mediante la
percepción el mundo espacio-temporal; aunque las dos facultades tienen un
conocimiento limitado.
McGinn separa la introspección, de la percepción, alegando un único mundo al que esas
dos formas de conocimiento pertenecen, pero las cuales no pueden conocerse así
mismas, ni entenderse entre ellas.
Kim en su estudio “Mind in a physical world”, intenta explicar que los estados
intencionales de la mente son causalmente funcionalizables.
Para Kim es necesario introducir plenamente en el mundo físico las presuntas causas
mentales, o no habrá manera alguna de garantizar su status de causa, por lo tanto sería
necesario que en base a la realidad de la causación mental se reduzca la mente a los
procesos físicos, o sea reducir las mentes a los cerebros.
Aún así, una considerable porción del ámbito mental puede ser físicamente reducida,
pero no podría serlo todo el ámbito mental. El carácter cualitativo de la experiencia, o
sea los aspectos meramente fenoménicos que suelen ser designados como “qualia”, en
particular, no pueden ser fisicalizados.
Kim parte de la primacia ontológica de lo físico sobre lo mental, por lo tanto lo mental
dependería de lo físico y la fenomenología no podría llegar a captar ninguna esencia por
si misma mediante ningún método de reducción fenomenológica.
Pero esta dualidad a la que nos enfrentamos sufre numerosas contradicciones a la luz de
la fenomenología de Husserl y de su estudio de la conciencia.
Como decíamos antes la fenomenología no podía separar un acto de percepción de un
acto de introspección, pues ambos son actos de la conciencia, es decir son actos
intencionales, son vivencias que forman parte de un contenido mental. Esto se debe a
que se opone a la separación entre un mundo de realidad -en-sí- correspondiente a las
afirmaciones de la ciencia fisica, y un mundo de apariencias o fenómenos sensoriales
meramente subjetivos. No hay ningún noúmeno (cosa en sí) detrás del fenómeno y éste no es
apariencia de ser, no es imagen o representación de "algo" distinto a su propio "aparecer".
Si admitimos que la cosa sensible y sus cualidades son fenómenos subjetivos, entonces
tampoco serán trascendentes las cosas en sentido físico, puesto que son exactamente las
mismas cosas que indicamos como un "esto" en la percepción sensible, las que el físico
estudia con profusión de experimentos en torno a ellas, de las que deriva, aplicando
cánones estables de la racionalidad lógico-empírica, las determinaciones físicas de la
cosa. Con este mito caería también la teoría causal de la percepción., ya que ésta
presupone un mundo de hechos absolutamente objetivo, desde donde el cerebro como
parte de ese mundo objetivo, debería de ser estudiado como parte de la interacción entre
los elementos hacia los que está abierto y le afectan en forma de estímulos, y los
elementos internos neuronales que a su vez estarían dentro de la misma red causal. Si la
conciencia de lo que percibimos, estuviera separada de nuestra conciencia general, la
forma de estudiar la conciencia si vendría dada por esta causalidad que crearía el efecto
de lo que percibimos. Sin embargo, si partimos de lo que percibimos, como parte
inseparable de un acto intencional o de conciencia, es decir, como una “conciencia de”,
entonces toda percepción forma parte de un contenido mental no reducible a una
causalidad física. Más bien, habría que estudiar los contenidos de la conciencia tal y
como se nos muestran, para poder dilucidar cuales son los elementos válidos para
obtener un conocimiento verdadero.
Una de los mayores problemas a los que se enfrentan los estudios de la conciencia
basados en una reducción de lo mental a lo físico, concluyen en alguna aporía del
siguiente estilo:
La fenomenología plantea salidas para una experiencia humana que contradice tantas
veces a los estudios científicos, y que nos enfrenta al ser humano en el tiempo, en el
transcurrir en el que se ve inmerso el que tiene la vivencia de la libertad, de la elección
y de la responsabilidad.
El problema de la conciencia. Cometario correspondiente a la parte de José
Antonio Guerrero del Amo
Los intentos para desentrañar el misterio de la conciencia, siempre han sido atajados
inevitablemente desde una lógica que intentaba reducir el fenómeno de la conciencia a
sus causas físicas, dejando de lado la experiencia que todos tenemos de la conciencia.
Es decir, se intentaba estudiar una cosa que no podíamos experimentar más que en
primera persona, desde la perspectiva de una tercera persona.
En el mundo no podemos encontrar la conciencia en ninguna parte, más que en nuestra
propia experiencia, por lo tanto, ¿cómo es posible que nos propongamos investigar la
conciencia donde no podemos experimentarla?.
Frente a este problema uno de los filósofos de la mente más importantes de los últimos
tiempos, Daniel Dennett, sostiene que es posible realizar un estudio de la conciencia
desde la tercera persona.
Partiendo de una ontología, monista, atomista y materialita, Dennet acepta una hipótesis
funcionalista. De esta se sigue, que hay una explicación mecanicista que da cuenta de la
interacción de las partículas materiales, y por lo tanto debería de ser posible una
descripción mecánica y finita de ese proceso de interacción, es decir, un algoritmo; algo
que Turing llamó computación.
Una vez que aceptamos esta hipótesis, es posible obtener una descripción final del
algoritmo de la mente. Por lo tanto, las descripciones en tercera persona, son
susceptibles de ser explicadas y estudiadas. La ignorancia residual que tendríamos sobre
el estudio de la conciencia, se limitaría a esos elementos de la experiencia en primera
persona llamados qualia, que son irreductibles a la objetivación. Para Dennet, esos
elementos son irrelevantes, llegando incluso a tener una actitud llamada eliminativista,
respecto a los qualia, es decir, llegando a negar la existencia real de esa experiencia
interna que todos tenemos.
Dennett niega que haya un conocimiento al que sólo se pueda tener acceso de una
manera subjetiva. Lo objetivo y lo subjetivo se funden en la intersubjetividad. Por lo
tanto, la única parte de la subjetividad que podemos considerar objetiva es la
comunicable (intersubjetiva).
En este sentido podemos acercar este argumento a la afirmación hegeliana “todo lo real
es racional y todo lo racional es real”, donde prevalece el contenido mental sobre la
conciencia, es decir, no existiría lo inefable, lo no matematizable, lo no
conceptualizable.
Por lo tanto Dennet, afirma que es posible una ciencia objetiva de la conciencia, y todo
qualia tendrá un grado de existencia, en tanto que podamos dar cuenta de él desde la
tercera persona. Esta ciencia es llamada hetero-fenomenología, pues utiliza el método
fenomenológico de la introspección, para separar la parte susceptible de ser descrita en
tercera persona, de la que no.
Contra esta explicación, los fenomenólogos tradicionales afirman, que esta explicación
no puede decirnos nada al respecto de la naturaleza subjetiva de la experiencia
consciente, de nuestros qualia, y dado que la ciencia es, por definición, una actividad en
tercera persona, debemos aceptar que es muda al respecto de los qualia.
Dennet rebate la existencia de los qualia afirmando que esta diferenciación entre los
actos de una máquina y lo que ocurre en un cerebro humano es una ilusión, ya que los
qualia se podrían reducir a un complejo de disposiciones y reacciones; es decir, un
complejo químico estructurado de una forma determinada, a causa de la herencia
recibida a través de un proceso evolutivo y de un entorno cultural determinado. La parte
que no se puede reducir se podría considerar simplemente inexistente según este autor.
Frente a esta concepción materialista, hay filósofos como David Chalmers o Thomas
Nagel, que consideran que debe haber algo inmaterial que constituya el lugar de la
conciencia, y que la mente sólo es accesible en primera persona, pues los fenómenos
mentales sólo existen para los que los experimentan.
Aún así, el método toma nota de las experiencias en primera persona, tal y como se
experimentan desde dentro, para tener una información relativa a la esfera introspectiva.
Por lo tanto, las descripciones de los fenomenólogos son del mayor interés, pero el
método intenta evitar un exceso de subjetividad introduciendo la perspectiva de un
observador externo, que se dedica a describir lo que el sujeto relata sobre su mundo
interno, aceptando por el momento que es un mundo intencional y racional. A diferencia
del análisis conductista el heterofenomenólogo no desprecia desde el principio los
estados mentales cualitativos o qualia.
Aquí es donde está una de las fallos argumentativas más difíciles de superar y es lo que
hace que a pesar de los esfuerzos por crear máquinas con un funcionamiento muy
parecido al cerebro humano, estas no sean aún capaces de generar esa experiencia que
emerge de la conciencia, y que consiste en lo que Kant intentó superar en sus
antinomias, mediante las cuales, la libertad y le determinación eran igualmente
plausibles , a pesar de ser contradictorias.
A pesar de esta carencia de las ciencias cognitivas, el método introspectivo en primera
persona de la fenomenología, se muestra impotente por si mismo para obtener algún
tipo de conocimiento entre el vínculo mente-cerebro. Por esta causa el método
heterofenomenológico, es una vía intermedia que pone en relación la experiencia de la
introspección, con el método propio de las ciencias cognitivas, dejando de lado una
parte irreductible que parece formar parte de un mundo tan subjetivo, que se podría
incluso llegar a despreciar, por tener una importancia mínima en la comprensión de este
vínculo.
Frente a este método ideado por Dennet; Chalmers propone otra forma de investigación
alejada de la ciencia, que tenga en cuenta sus resultados e investigaciones, pero que se
centre en un estudio de la conciencia y sus contenidos desde la perspectiva de la
experiencia subjetiva. Esta concepción del conocimiento se aleja de la reducción del
contenido mental a sus causas físicas, y opta por dar un estatuto singular al
conocimiento de este elemento llamado conciencia.
La física y las matemáticas desde la perspectiva de Chalmers, tal vez no parten de una
comprensión adecuada de la esencia de la materia, y se limitan a aplicar unos cálculos
que sirven de una manera muy efectiva para comprender la mecánica del mundo,
dejando de lado otros aspectos que tal vez se desconocen. Por eso el estudio de la
conciencia, parte de un error de base cuando se intenta estudiar con las categorías que se
aplican al mundo físico, y mientras no haya una nueva reestructuración de las teorías
físicas, el método de estudio más adecuado estará dentro de la filosofía, y es que la
pregunta fundamental , o tal y como lo define Chalmers “el problema duro”, es
precisamente el que va más allá de la estructura y la función, es decir, la experiencia
consciente. Explicar los correlatos objetivos de la conciencia no implicaría en ningún
caso una explicación de lo que es la experiencia consciente.
Habría que ir más allá, adentrándose en una nueva teoría que unifique las leyes físicas y
las leyes psicológicas que conectaran algunos de esa sistemas a la experiencia
consciente; pero para descubris esa leyes psicofísicas habría que partir de todos las
investigaciones que se ocupan del estudio de la conciencia a un nivel conjetural y no
puramente científico. Por lo tanto, las reflexiones filosóficas, los experimentos
mentales, las experiencias indirectas contadas a una tercera persona y también los
argumentos lanzados por la fenomenología podrían ser valiosos.
El problema de la conciencia. Comentario correspondiente a la parte de
Guedán Pécker
Imaginemos que meten en una habitación algunos símbolos chinos, junto con nuevas
instrucciones para mandar fuera de la habitación ciertas combinaciones de símbolos
chinos ante la entrada de nuevos símbolos. Supongamos que fuera de la habitación, los
"programadores" de este experimento llaman a los símbolos que entran en la habitación
"preguntas" y a los que salen (combinados por ti) "respuestas". Con el tiempo, los
programadores perfeccionan los manuales de instrucciones y tú te conviertes en un
experto combinador de garabatos (en todo este tiempo no has aprendido el significado
de esos garabatos). De hecho, el sistema llega a ser tan eficaz, que fuera de la habitación
se realizan preguntas en perfecto chino y se reciben respuestas en perfecto chino,
indistinguibles de las de un hablante chino.
Por lo tanto podemos manipular símbolos en base a su forma, pero esto no hace que
conozcamos su contenido. Y esto es precisamente lo que hace un ordenador: no atiende
al contenido de los símbolos, sólo a la forma. Veamos entonces a qué conclusión nos
lleva esto:
Searle mantiene un punto de vista naturalista a pesar de que las explicaciones que
reducen los fenómenos cualitativos de la conciencia, a un algoritmo le dejan
insatisfecho. Esta es una de las razones por la cual, en filosofía del lenguaje; el sentido
es una dimensión que brota del lenguaje y a su vez, no se puede reducir a él.
El problema llega, cuando las experiencias pueden llegar a modificar los elementos del
lenguaje, creando la capacidad de interactuar con el medio y adoptando una continua
reestructuración interna, dentro de la cual, cada elemento se define en relación al
conjunto de los elementos. Y a esto lo podríamos llamar, la capacidad que tenemos los
humanos de crear lenguaje, de regenerarlo y modificarlo a través de nuestra experiencia
personal.
Mediante esta capacidad creadora, los elementos que podrían ser susceptibles de
computación, dejan de ser elementos pasivos, para convertirse en generadores de reglas.
La autoconciencia es una capacidad de perturbación de un mecanismo, y eso es lo que
se entiende por libertad, al contrario que la aleatoriedad ( a la que se atribuye una
analogía de la capacidad creadora en las máquinas).
Por eso un estudio basado en la analogía entre la mente artificial y el cerebro humano,
parte de unas premisas llenas de preconcepciones, sobre el tipo de ontología y
epistemología que deberíamos aplicar. Ontología, porque se desconocen las
características y el comportamiento del objeto a estudiar; y epistemología, porque se
parte de presupuestos ontológicos que predisponen el estudio de estas entidades hacia
una determinada metodología.
Así pues, es importante introducir dentro de una ontología materialista, la amplitud de
miras que nos podría embarcar en una consideración diferente del carácter y el
comportamiento de la propia materia. Un materialismo totalmente mecanicista tal vez
resulta impotente para explicar la conciencia y su relación con el cerebro. Pero una
concepción de la materia que escape de ese mecanicismo, basado en que las cosas son
elementos aislados que mantienen una relación puramente causal, es tal vez demasiado
estrecha y tal vez uno de los mayores escollos que tiene que superar el pensamiento
científico en este momento.
Searle introduce que la estructura física del cerebro implica de alguna manera la
conciencia, al contrario de lo que diría Chalmers. En este punto Chalmers diría que
explicar la estructura física del cerebro no implica explicar la conciencia., por lo tanto
Searle infiere que esto es sostener la separación entre dos mundos completamente
diferentes sin posible relación entre sí. Esto produciría una incapacidad para explicar la
conciencia desde otra perspectiva externa a la conciencia, y de explicar los
acontecimientos físicos desde otra perspectiva que la física. Además esta perspectiva
no localiza el fenómeno de la conciencia como causada por un cerebro, sino que
extiende la conciencia a cualquier elemento de la naturaleza produciéndose un
panpsiquismo.
Por eso podemos resumir el debate filosófico entre varias tendencias fundamentales en
lo que se denomina actualmente filosofía de la mente.
Por un lado el naturalismo de Dennet, que afirma la reductibilidad de la conciencia a
los fenómenos fisiológicos que estudia la neurobiología, llegando incluso a despreciar
los elementos irreductibles -por ser puramente cualitativos( qualia)- al nivel de la pura
ilusión. La postura de Searle se enfrenta en cierta manera a la idea de no reductibilidad
de la conciencia a los estados físicos cerebrales, pero intenta mantener una postura
naturalista, lo cual le supone muchos problemas, ya que la conciencia no puede
reducirse a una descripción en tercera persona de un estado computacional, esto supone
un problema ontológico y epistemológico, ya que los estados mentales son
ontológicamente subjetivos, mientras que nuestro acceso a ellos es epistemológicamente
objetivo.
Por otro lado tenemos la concepción naturalista de Searle, que si bien, acepta la
reducción del fenómeno consciente a sus causas físicas, afirma que la consciencia
responde a un nivel de organización de la materia mucho más elevado.
Por último Chalmers , sosteniendo un naturalismo al igual que los anteriores, introduce
una diferenciación entre el mundo de la experiencia directa y por otro lado el mundo del
comportamiento y el mundo físico. Pero alega, que las única propiedades relevantes
para la producción de conciencia son las propiedades de organización,
independientemente la materia de que estén formados los elementos organizados. Por lo
tanto lo que importaría sería la forma y no la materia.
El problema de conciencia. Comentarios