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LA INFELICIDAD

Podríamos olvidar fácilmente los asuntos infelices


si no insistiéramos tanto en recordarlos.

En este observarnos que poco a poco se empieza a


convertir en buena costumbre, nos vamos a dar cuenta
de cómo en numerosas ocasiones confundimos
insatisfacción con infelicidad.
Y es grave equivocarse.
Sobre todo porque la infelicidad la entendemos casi
como insalvable, conlleva pesimismo, frustración y
amargura, y además la extendemos al conjunto de la vida
en general. No somos capaces de entender no soy feliz
del todo en un aspecto concreto de mi vida, sino que
sentimos yo soy infeliz, mi vida es infeliz. Gran
diferencia.
Algo no nos da la satisfacción que esperábamos y nos
consideramos infelices por ello, y en vez de entenderlo
como un hecho aislado en el conjunto de nuestra vida,
con una valor ridículo en porcentaje, le autorizamos a que
contagie y amargue al resto, y nos ponga encima la losa
amarga e insoportable que es ese título.
Hemos de tener cuidado de ser razonables con las
posibilidades que tienen de realizarse nuestros deseos,
porque si nos ponemos metas imposibles, la no
consecución nos regala un título de fracaso, merma
nuestra autoestima, y por tanto no nos faculta para
enfrentarnos a conseguir nuevas realizaciones.

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

La infelicidad tal como la entendemos la mayoría de la


gente, no existe.
Llamamos infelicidad a la menor presencia de felicidad
en nuestra vida, a que no se cumplan los deseos que
hemos soñado y casi por lógica no se pueden cumplir, a
que no logremos los éxitos que otros han logrado, al
inconformismo con la vida que nos hemos procurado, a no
haber acertado en todas nuestras decisiones…
También es fuente de insatisfacciones la no aceptación
de la realidad, esto es lo que estoy siendo en este
momento, y esto esta situación es la que tengo, y yo soy
el único material del que dispongo, pues son, según
nuestra equivocada lógica actual, proveedores de
infelicidad.
La infelicidad se produce, básicamente, por la no
aceptación de la realidad, y por no encontrar sentido a
la vida.

En cambio, la infelicidad es una opción personal más que


algo que nos impongan, es una especie de cualidad que le
ponemos a cómo recibimos y sentimos las cosas. Se
produce en la mayoría de las ocasiones porque queremos
que las cosas cambien y no asumimos que somos nosotros
quienes debemos cambiar previamente.
Responsabilizamos de nuestra infelicidad a cosas
externas que no dependen de nosotros y que no tienen
por qué jugar a nuestro favor, o a no poder realizar
sueños imposibles que no asumimos que son imposibles, o
a desear sin conseguir algo que es difuso o etéreo y que
no concretamos; ni siquiera comprobamos su posibilidad
de convertirse en realidad, ni luchamos por ganar.

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

Culpabilizamos a los demás o al destino; nos acogemos a


la fantasía de que quizás hayamos hecho algo malo en
otra vida y ahora debamos pagarlo; no nos revelamos
contra la tontería que decían algunos curas de que a este
mundo se viene a sufrir y esto es un valle de lágrimas
(¡qué estupidez!); nos creemos esclavos de los miedos que
nos atenazan y sucumbimos irremediablemente a su
dictadura de lo fatídico, y acabamos conformándonos con
la limosna de que la vida nos permita sonreír, a veces.
Estamos condicionados por el hecho de tener y usar
respuestas emocionales a las situaciones, y que estas
sean automatizadas y no individualizadas.
Un despido en el trabajo es, en la respuesta automática,
malo. En cambio, nos puede dar la posibilidad de
encontrar otro empleo mejor. Un día de lluvia es, en la
misma respuesta automática, triste. Pero también es
emotivo, nostálgico, intimista, romántico… La muerte de
una persona puede ser buena si con ella se libera de
sufrimientos. La ruptura de una amistad fagocitadora es
liberadora…
Todo esto nos obliga a replantearnos cada situación que
aparentemente lleva implícita la infelicidad, porque todo
lo incomprendido conlleva una esperanza, todo lo oscuro
tiene en alguna parte una luz, todo lo desagradable
oculta algo positivo, y la vida nos enseña, a veces, con
lecciones que nos parecen caras e ingratas.
Encarémonos a la cosa que nos provoca infelicidad para
eliminarla. No la infelicidad, sino la razón de que sea eso
lo que sintamos, y no su parte buena. No vale eludirlas y
olvidarlas. La semilla está puesta y seguiremos sufriendo
sus efectos. Se trata de aniquilarlas, a ellas y a sus

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

consecuencias, para evitar seguir siendo sus


inconscientes sufridores.
Deberíamos mantener el compromiso de crear momentos
maravillosos para los demás, pero sin duda tenemos la
obligación de crear una vida continuamente mágica para
nosotros.

ATENCIÓN
Lo que tú llamas infelicidad quizás sea en realidad una
insatisfacción, un miedo, un desconocimiento... no
confundas.
Averigua con la sinceridad imprescindible en estos casos
de dónde proviene. Que tu Yo Observador observe.
¿Es una infelicidad razonable y consistente?
No tienes que preocuparte por la infelicidad, sino por su
origen. Es como si te asustaras por oír el rugido de un león;
lo que ha de asustarte es si el león está suelto y estás a su
alcance, y no la manifestación sonora.
¿Tiene alguna utilidad la infelicidad?
Que se aprende mucho, ¿eso dices?
Se puede aprender en todo. Se puede aprender en la
infelicidad, pero también en la felicidad y en el amor, y es
mucho más cómodo, más agradable, más enriquecedor, y
menos sufriente.
Ten cuidado: Te saca de tu centro, juega con tu calidad de
vida y la convierte en algo no gozoso, no esperanzado,
alejado de tu obligación de ser feliz.

VISTO DE OTRO MODO


Nos programan para ser infelices y cumplimos esa programación.

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

Nos enseñan que la felicidad viene, de una parte, por la relación con
familiares y amigos, y de otra, por la consecución de muchos bienes
materiales, en los que parece ser que delegamos la responsabilidad de que
nos produzcan felicidad.
La infelicidad encuentra un motivo de manifestarse si nos falta alguna de estas
cosas: éxito, aceptación, dinero, fama, poder, amor, Dios, espiritualidad,
amistad… y, claro, siempre falta algo. En la medida que seamos comprensivos
con el hecho de que no han de ser esas cosas las que nos provean de
felicidad, ni de infelicidad, sino que es tarea y responsabilidad exclusivamente
nuestra, y que por otra parte no se puede tener todo, descansaría nuestra vida
con la tolerancia que produce saber esto con seguridad. No lo tengo todo… ¿y
qué pasa? porque nada tiene que pasar, salvo que nos sintamos motivados
para tratar de conseguirlo, sin obsesión y sabiendo que tenerlo o no, no ha de
cambiar nuestra esencia feliz, que se ha de mantener a salvo de ese asunto.
Si seguimos en la idea de que son las cosas quienes nos proveen la felicidad,
corremos el grave peligro de apegarnos a las personas o cosas proveedoras, y
el proceso es siempre igual: adquirir la persona o cosa, aferrarse a ella para
que no nos falte, y eliminar toda posibilidad de perderla, creando todo ello, por
supuesto, una dependencia emocional y una tensión insoportable: por la
angustia que produce el poder verse privado de ello, y el pavor ante el hecho
de que la pérdida fuese definitiva. Demasiada complicación.
Si pierdes algo… ¿qué pasa? te sigues teniendo a ti, siempre, y tú has de
estar por encima de eso, siempre.
Si sientes que hay ataduras que te hacen dependiente de una cosa, deshazte
de la cosa. Sea lo que sea, no vale más que la tensión y esclavitud que te
produce esa dependencia. Tu libertad vale más.
Lo que pasa es que un yo pequeño y asustadizo va a tratar de boicotear el
proceso, y va a hacer todo lo posible por seguir en ese papel de tirano en el
que lleva muchos años de mal reinado.
Y el caso es que es muy fácil desapegarse de las cosas. No se requiere
ningún esfuerzo, no hay peligro en ello, no hay un ritual ocultista, y está al
alcance de cualquiera… que se quiera dar cuenta, porque no hace falta más
que esto: atención y honradez. Darse cuenta. Verlo con los ojos nítidos del
descondicionamiento. Dándose cuenta de que uno estaba programado y ahora
se quiere desprogramar. Y el reconocimiento de que uno puede ser feliz a
pesar de que te falte una amistad o un bien material.
Te lo has pasado mal ante la desaparición en tu vida de un ser querido o
apreciado. Te has angustiado ante otras pérdidas, pero has comprobado más
adelante que puedes volver a retomar la sonrisa y puedes volver a sentir la
dulce caricia de la felicidad. Y no es malo. No has cometido ningún delito por
seguir en la vida y tratar de que sea buena. Aquella creencia de “no puedo
vivir sin…” era un error de tu programación y lo has comprobado.

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

TAMBIÉN PUDIERA SER QUE…


La infelicidad, casi siempre, proviene de los apegos, (ver capítulo de los apegos),
pero ahora vamos a tratar la infelicidad de otra forma.
Cuando me cuestiono mi situación actual, siempre encuentro infelicidad por
alguna parte, y eso enturbia el conjunto de mi persona. Las cosas que me
dan alegrías parece que no son totales y completas si por alguna parte
aparece una pequeña porción de infelicidad. Es curioso que aunque tengamos
mucha felicidad, una pequeña infelicidad puede conseguir que no se muestre
nuestra plenitud y el bienestar.
Hay otros motivos que producen infelicidad, además de los que vivimos en el
apartado de los apegos, y estos los notamos exclusivamente cuando prestamos
atención y dedicación a ellos, ya que el resto del tiempo no son visibles a
nuestros ojos distraídos, y a nuestra mente casi ausente.
Se trata de lo que nos produce la muerte cuando pensamos en ella, porque
entonces nos damos cuenta de la inevitabilidad del trance y nos causa tanto
dolor el no saber qué va a pasar después y qué hay detrás (otro apego:
apego a la vida. Fíjate que no sentimos miedo a morir, sino a dejar de vivir).
Al pensar en la muerte no se puede evitar esa sensación de ser vencidos, de
que casi nada tiene sentido, puesto que algún día nos hemos de ir. Pero hay
un error en el planteamiento porque la lección a sacar de esta realidad es la
opuesta: si no me puedo llevar nada cuando me vaya, ¿para qué atesoro?,
¿Por qué sufro queriendo cosas que no van a ser eternas y no me las voy a
llevar?... (Fíjate en que otra vez hemos llegado a los apegos).
La lección nos dice que lo que podremos llevarnos es la paz sentida, las
emociones apreciadas, el reconocimiento por las buenas obras hechas, el cariño
de quienes nos conocieron, y el amor de todo lo que hayamos amado.
Otro de los motivos que nos provocan infelicidad es la desesperación que se
siente frente a lo absurdo, porque en el fondo estamos buscando el sentido a
nuestras existencias, todos sabemos que tiene que ser algo más que llegar,
consumir el tiempo y morir; tiene que haber algo más, estamos seguros de
ello, pero la pregunta es ¿qué?... porque si de pronto pensamos que la vida
no tiene ningún sentido es posible que pensemos que no merece la pena ser
vivida o seguir viviendo. Y de aquí parte el proceso en el que estás. Aquí es
donde nacen las grandes preguntas. Y solo al encontrar las respuestas puedes
acallar esa sensación y darle un sentido a tu vida.
El tercer motivo de insatisfacción que provoca infelicidad, se produce cuando
nos vamos aislando de los otros y de la totalidad. La persona necesita más el
dialogo, vivir en comunidad, y el contacto cálido con los semejantes; las
personas necesitamos, muestras de cariño, palabras de ánimo, apoyo, consuelo

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

y saber que estamos vivos en otros pensamientos y recordados en otros


recuerdos.
La infelicidad, ya lo vas sabiendo, no existe. La infelicidad es la forma en que
llamamos a lo que nos falta por desarrollar totalmente la felicidad.
Lo que se llama infelicidad debe ser conocido a fin de poder desterrarlo. Hay
una necesidad urgente de encontrar dónde nace y de qué se alimenta.
No es posible luchar contra algo que no sabemos dónde está y ni siquiera
sabemos si existe, porque a lo que estamos llamando infelicidad quizás sea en
realidad una insatisfacción, una intranquilidad, una duda, un desconocimiento, un
miedo… y cuando lo averigüemos podremos tratar el origen de lo que nos
produce esa infelicidad para proceder de acuerdo con ello o no.
Es como si tenemos un resfriado y nos limitamos exclusivamente a limpiar los
mocos, que son la manifestación externa; el origen de ese resfriado hay que
buscarlo y resolverlo; lo que produce los mocos es lo importante, y no los
mocos en sí.

¿Tiene alguna utilidad la infelicidad?... A pesar de haber profundizado en la


pregunta, no he encontrado ni un solo motivo que la haga útil; más bien es al
contrario, lo que hace es crear una enemistad en el interior, un desasosiego y
una pena; lo que hace es enturbiar el futuro, crear una barrera, un muro alto
que impide ver lo siguiente, y lo tiñe de amargura. La infelicidad, odiosa
situación y amarga palabra, nos engaña y atormenta, e impide utilizar el
optimismo que es parte de la naturaleza humana.
Si la gran cuestión está relacionada con todos los “por qué” que podemos
decir acompañando a la palabra infelicidad, la respuesta es clara: no sirve para
nada. Sí estoy de acuerdo en que toda la infelicidad conlleva la posibilidad de
aprender algo, pero también lo lleva, y en mayor medida, la felicidad, y aún
más, el amor. Por lo tanto no sirve la infelicidad como Ccamino, ni siquiera
como atajo: es una experiencia innecesaria, es un tortuoso aprendizaje que
puede ser sustituido por el amor.
Se aprende más al quererse que al odiarse.
Se ve mejor desde la felicidad que desde su opuesto. Dios puso en los seres
la capacidad de ser felices y no nos hemos encargado de desarrollarla del
todo. El Ccamino es la aspiración a lo sublime, al potencial que llevamos
incorporado, y no al conformismo con lo que vaya apareciendo.
La infelicidad no vale ni siquiera como justificación de “algo que habré hecho”,
o de “algo que me merezco”. Uno siempre se merece lo mejor, aunque
alguna vez se haya equivocado. Uno, cuando ha actuado con su mejor
voluntad y con su conocimiento, aunque se equivoque, tiene derecho a no
tener remordimientos, y no tiene derecho a juzgarse con mano dura.
La infelicidad no es un castigo, aunque se viva como tal. Es una situación
que se produce cuando no hemos limpiado el Ccamino y no lo hemos dejado

Francisco de Sales
LA INFELICIDAD

abierto para que lleguemos a los premios merecidos, a los dones conquistados,
a las gracias que nos corresponden en justicia, y a la recompensa
meritoriamente ganada.

RESUMIENDO
A descartar urgentemente: insistir en la infelicidad, regodearse en
ella, quedarse más del tiempo necesario, admitirla como
inevitable, darle fuerza, preponderancia o poder, pensar en ella,
admitirla como parte de la vida, aceptarla como compañera…
nada aporta, pero entorpece, desmoraliza, pesa, agravia, frena,
duele, se clava…

Francisco de Sales

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