You are on page 1of 24

YO-NO YO

Lo que yo necesito es alguien como yo.

“Dentro de mí hay un yo que es más yo que yo mismo.”


(Se le atribuye a San Agustín)

Yo no soy solamente “yo”.


Soy mucho más: soy la vida.

Yo soy mi premio o mi castigo.


Depende de cómo me quiera tomar a mí mismo…

TÚ… YO… pero, fíjate, si nos acercamos… TU-YO: TUYO.

Muchas personas lo único que saben de sí mismos


es que se autodenominan “yo”.

“Dios sólo te pide una cosa, y es que te salgas de tu yo,


en cuanto eres un ser creado, y le dejes a Dios ser Dios en ti”.
(Eckhart)

No solamente no somos la misma persona a lo largo de la vida,


sino que somos varias personas en cada uno de los instantes.

Toda idea que me den de mí mismo, y que yo acepte,


queda marcada como una consigna.

“Yo no existe. Existe el cuerpo y el alma, pero no hay un yo.


Existe un organismo vivo, con cuerpo. El yo es mental.
Pero es más fácil creer en yo que en alma.”
(Tony de Mello)

¿Por qué cuando hablamos de yo dejamos lo divino fuera?

“Únicamente un Ser tiene derecho a utilizar el pronombre personal “yo”:


¡Dios!”.
(Eckhart)

Somos una combinación de yoes muy dispares y en total desacuerdo.

Francisco de Sales
YO-NO YO

En cierto momento toma el mando uno de ellos, pero luego lo cede a otro sin
que, en la mayoría de las ocasiones, medie una decisión personal. Las
reacciones y lo inconsciente toman el gobierno y sólo me dejan el papel de
sufridor de sus caprichos. No hay un Yo firme y consciente que decida en
cada momento cuál es la acción adecuada.

Cuando nacemos, el único breve momento en que nuestra


mente será pura y no tendrá ningún condicionamiento, el
único momento en que realmente seremos nosotros
mismos, aún no tenemos capacidad de discernimiento, ni
la facultad de raciocinio está activada, ni el cerebro ha
empezado a almacenar información para procesarla, ni
conocemos otra cosa que no sean nuestras necesidades
fisiológicas.
No podemos valernos por nosotros. Dependemos de los
demás para todo.
Hay una persona, que aún no sabemos que es nuestra
madre, a la que distinguimos por su tono de voz cariñoso
y por el reconfortante latido de su corazón.
Cada vez que tenemos una necesidad o una inquietud,
viene corriendo, nos consuela, nos alimenta, nos limpia las
cacas…
Sentimos, con buen criterio, que ha de ser una persona
que nos quiere, cuando se preocupa tanto por nosotros, y
decidimos por tanto que siempre querrá lo mejor para
nosotros, y que podemos confiar en ella.

Francisco de Sales
YO-NO YO

Hay más personajes que se acercan durante nuestra


lactancia: uno con voz más grave, que parece sentirse
orgulloso de que hayamos nacido, que también nos coge
en brazos, aunque no con tanta asiduidad, y nos hace
sentirnos como juguetes y poco más; hay varias voces
más, unas escandalosas, que más adelante sabremos que
se llaman abuelas o tías; otras, parece que hablan por
compromiso y dicen algo bonito por quedar bien, y son las
visitas y las que nos miran en la calle cuando salimos a
pasear.
Pero la que es interesante de verdad es esa voz, la que
nos pone sobre su pecho y nos transmite una sensación
de seguridad que no encontramos en ninguna otra parte.
Se llama mamá. Y el de la voz más grave, papá.
Nosotros somos el objeto de sus alegrías y sus
preocupaciones de los próximos años. Como llevan mucho
esperando nuestro nacimiento, han tenido tiempo
suficiente para imaginar o soñar cómo quieren que
seamos; incluso, en algunos casos, realmente lo han
planificado. Otros, y eso a la larga será mejor o peor, ni
siquiera han dedicado un poco de tiempo a tomar
conciencia de la responsabilidad que han adquirido y nos
criarán según vayan saliendo las cosas.
Tienen más o menos claras las esperanzas que han puesto
en nosotros, y lo que van a hacer para conseguirlo. No
saben que con ello no van a colaborar en que seamos
nosotros mismos, sino que nos van a obligar a ser alguien
distinto, alguien que no somos, y eso nos va a crear
grandes problemas y preocupaciones más adelante,
cuando seamos capaces de intuir que algo falla, cuando

Francisco de Sales
YO-NO YO

sintamos de un modo más o menos perceptible que hay


una diferencia entre quien creemos que somos, aunque
aún no sepamos quiénes somos, y quien está
representando el personaje que satisface las
necesidades de nuestros padres.
Ellos diseñaron un modelo que encajara dentro de lo que
la sociedad aprueba, que cumpliera las expectativas que
ellos no pudieron cumplir (“que a mi hijo no le falte nada
de lo que me faltó a mí, y que llegue donde yo no pude
llegar”), que sea obediente, que les haga sentirse
orgullosos, que no dé mucha guerra… alguien perfecto.
Pero artificial.
Decía Antonio Blay, que la educación debería basarse en
la aportación de un legado cultural, en la enseñanza de
unas normas de convivencia, y en la colaboración
incondicional para que uno sea más él mismo. Y decía, con
razón, que generalmente prestamos atención a las dos
primeras, pero nada o casi nada a la tercera.
Nos van a “educar” para que cumplamos el modelo ideal
que han diseñado, o que van montando sobre la marcha
con más buena fe que conocimiento y experiencia.
Yo soy partidario de que cuando nace un bebé se le
debería hacer una perfecta carta natal y entregársela a
los padres, diciéndoles “esto que aparece reflejado en la
carta es su bebé, y aquí quedan expresadas sus
cualidades, sus debilidades, sus habilidades, sus
tendencias: fortalezcan las buenas y ayúdenle más
adelante a que comprenda las otras, o traten de
enmendarlas de un modo prudente. Esto que acaba de
nacer no es un papel en blanco sobre el que se puede

Francisco de Sales
YO-NO YO

escribir cualquier cosa o llenar de trazos temblorosos, no


es solamente un lienzo vacío voraz de cualquier cosa, ni
un pedazo de arcilla que se puede modelar al gusto, sino
que tiene su propia naturaleza y su identidad, y se deben
respetar para que llegue a ser quien realmente es”.
Pero sería igual: ya lo tienen más o menos idílicamente
planificado. No son conscientes de que nos están
condenando a una vida ajena, que no es la nuestra, y a un
porvenir condicionado, a una infelicidad que se va a
manifestar en nosotros de un modo confuso, indefinido,
pero que no nos va a dejar descansar hasta el momento
en que descubramos que todo se basa en que hay una
descoordinación entre el Ser Esencial de nuestra
naturaleza, que es el que estamos destinados a ser, y el
personaje que no se da cuenta de que está siendo un
actor en todo momento, y no abandona el papel porque no
sabe que está siendo sólo un actor.
Porque debemos ser capaces de distinguir de quién
estamos hablando cuando decimos “yo”, ya que cientos de
yoes nos habitan y casi nunca se ponen de acuerdo. Cada
uno de ellos desea tomar el mando y dice estar
capacitado; cada uno de ellos se cree en posesión de la
verdad y toma el control hasta que los otros consiguen
derrocarle. Para entonces, es posible que haya provocado
en nosotros averías casi irreparables, o, cuanto menos de
elevada factura. Falta un Yo que sea más yo que los
otros: inalterable, ecuánime, lúcido, consecuente, con
ideas y objetivos claros, con dotes de líder fiable, y
preferiblemente nada traumatizado. Un Yo que sea un
infalible Juez y un justo Rey.

Francisco de Sales
YO-NO YO

Aclaro que cuando escribo Yo, con mayúsculas, me estoy


refiriendo al Yo que realmente somos. Más adelante
veremos quién es.
Usaré “yo” para referirme a quien creemos ser, el de
carne y hueso, y escribiré “yo” seguido de un adjetivo o
“yoes” cuando me refiera a cada una de las pequeñas
partes que habitan en nosotros, tan diversas que cada
una es distinta y mantiene una especie de personalidad
propia definida.
Llamaremos “yo” a las personalidades dispersas y
desiguales que pretendemos reunir, para comodidad y
entendimiento, en una única que creo ser.

DESIDENTIFICACIÓN CON EL YO.


En estos momentos en los que parece que la tendencia
está siendo sentirse exclusivamente “yo”, cada vez con
más intensidad, y defender a ultranza a ese yo frente a
quien sea, la propuesta para vivir más relajado, más
centrado, y sin dejar de ser uno mismo, es desapegarse
de esa irrealidad a la que denominamos yo.
Yo no existe.
Ni es importante que exista o no.
Lo importante, para mal, es cómo permitimos que
cualquier ataque a ese yo se convierta en algo que nos
altera, cómo le damos excesiva importancia a este
envase, que algún día desaparecerá, pensando que somos
solamente el envase, limitándonos a lo carnal, aunque
seamos también lo carnal, pero olvidando nuestros otros

Francisco de Sales
YO-NO YO

componentes: alma y/o espíritu, divinidad, sabiduría,


sentimientos…
Nos centramos mucho en dar placeres al carnal, que no
está mal, pero desatendemos las otras realidades que
nos integran.
Decimos yo y sólo tomamos conciencia del cuerpo, sólo
vemos lo que se ve, y no atendemos a nuestra parte
invisible.
Y ese yo, a su vez, lo asociamos con un nombre y dos
apellidos, o con el apodo familiar, o con la idea que tienen
de nosotros, o con la imagen que vemos en el espejo y la
imagen que los demás nos transmiten.
Y no somos nada de todo lo que he escrito.

YO IDEA: LA IDEA QUE TENGO DE MI


Antes de averiguar quiénes somos realmente, vivimos con
un concepto o creencia sobre nosotros mismos creado en
función de lo que nos han dicho los demás acerca de
nosotros.
O sea que, como no sabemos quiénes somos, escuchamos
a los demás y vamos formando un personaje con las
pistas que nos dan. Por eso mismo de que no sabemos
quiénes somos, nos lo creemos, y, lo que es peor,
comenzamos a actuar en función de ese personaje que
estamos representando.
Generalmente llamamos personajes a los seres humanos
sobrenaturales, simbólicos, de ficción, y todos aquellos
que intervienen en una obra literaria, teatral o
cinematográfica. Lo que tienen en común es que no son
reales. Ninguno de ellos. Aunque estén basados en

Francisco de Sales
YO-NO YO

personas históricas o existentes, en el momento de la


representación no son más que personajes. No son ellos:
son otros que hacen de ellos.
Así nos pasa casi siempre: actuamos.
Si nos hablan muy bien de nosotros, y no somos tan
buenos como dicen, estaremos dando una imagen falsa o
equivocada.
Si nos has dado una imagen acertada, estaremos
aproximándonos a quien realmente somos, pero
seguiremos sin ser nosotros; seguiremos siendo un
personaje que nos sugieren, pero que en cualquier
momento se pude desenmascarar porque no estamos
convencidos de ser así.
Si nos dan una imagen negativa de nosotros, sin dudar
nos la creeremos. Viviremos en ese personaje tan
perjudicial, nuestra autoestima correrá grave peligro, y
nos sentiremos incapacitados para remontarnos y para
desbancarle.
En todos los casos seremos un falso yo, porque
estaremos confirmando la imagen que los demás nos dan
de nosotros, pero los demás no nos conocen en todas las
facetas; tienen una idea más o menos acertada o
equivocada, pero intentan convencernos de ello.
Por ejemplo, si uno entra en un bar y le atiende una
camarera simpática, atractiva y servicial, la idea de la
camarera sólo se compone de esos aspectos agradables
que muestra. No se ve, sin embargo, que tras ese
personaje que está representando mientras dura su
trabajo, hay una persona que puede tener tendencias
depresivas, el hígado fatal, acaba de separarse de su

Francisco de Sales
YO-NO YO

marido, no tiene claro si le va a llegar el sueldo a fin de


mes, sufre por su hijo que está con fiebre, o se pasa las
noches llorando.
Ella sabe o no sabe cuál es su realidad, pero el cliente,
con los pocos elementos de juicio, y basándose sólo en el
personaje que ella representa tras la barra, no la puede
conocer de verdad. Su idea tiene todas las posibilidades
de estar equivocada.
Cuidado, por tanto, de no creerse la imagen que los
demás tienen y dan de uno, porque uno puede confundirse
con la imagen.
Este Yo Idea está viviendo de las opiniones ajenas, y de
las comparaciones con respecto a una escala de valores
ajena.
Me dirán que soy torpe o hábil, que valgo mucho o poco,
que soy más o menos que…
Nunca me dirán que, intrínsecamente, soy energía, que
soy inteligencia, que soy amor-felicidad; que soy yo
mismo, el único e irrepetible, y nada más.
No sé quién soy; sé quién creen los demás que soy.
Y actúo en función de esa creencia, incluso cambiando de
personaje dependiendo de con quién esté y lo que crea y
espere de mí.
No siempre hay que actuar para agradar a los demás, y si
sería muy conveniente, y un acto de amor propio, pensar
en agradarse a uno mismo y, sobre todo, nunca
perjudicarse.

La idea que yo tengo de mí es lo que veo en el espejo,


pero he de recordar que yo soy el que está a este lado, el

Francisco de Sales
YO-NO YO

que se refleja, pero no la imagen que veo, y hay


demasiadas personas que tratan de ser su reflejo en vez
de su verdadero yo.

VISTO DE OTRO MODO


Si no vivo mi auténtica naturaleza, queda dentro de mí una extraña sensación
de fraude y de insatisfacción conmigo; con la parte de mí que se da cuenta
de que no estoy siendo real.
Mi naturaleza generalmente es distinta de la que me dice mi Yo Idea.
Mis educadores me dijeron que era torpe porque una vez no sujeté bien un
plato y se me cayó al suelo. Como creía en ellos, me creí que era torpe y
empecé a considerarme como tal. No supe entender que para ellos era torpe
en comparación con alguien, en este caso ellos, que sí saben sujetar las
cosas con precisión. Si me hubieran comparado con otro niño de mi edad se
hubiera comprobado que era exactamente igual de torpe que ellos, o sea, nada
torpe y sí inexperto.
Para el niño revisten gran importancia estas opiniones de los demás acerca de
sí mismo, puesto que él carece de puntos de referencia propios y, por lo
tanto, depende totalmente de la valoración y estimación que aprecia en cuantos
le rodean para formarse una opinión sobre su propio valor y merecimiento.
En el ejemplo, me creí que era torpe y me consideré como tal, y es ahora
cuando veo que es un Yo Idea, y no soy torpe.

YO IDEAL: EL QUE ME GUSTARÍA SER.


Como en nuestra infancia nos han tratado de convencer,
o nos han convencido, de que no se nos va a apreciar por
nosotros mismos, sino en función de que cumplamos o no
las expectativas que se han formado de nosotros, y de
que cumplamos las normas que nos han impuesto, nos
queda un pobre concepto de nosotros mismos, como
identidad y esencia; no valgo y no soy apreciado si me
muestro como realmente soy, pensamos, así que tendré
que crear un personaje que cubra los requisitos
solicitados para ser aceptado y querido.

Francisco de Sales
YO-NO YO

Parece ser que cuando somos niños nunca estamos a la


altura de lo que esperan de nosotros. Quieren que
seamos unos adultos pero en pequeño y no lo somos.
Tenemos limitadas las habilidades y la inteligencia; somos
por naturaleza un Niño Libre que sólo quiere ser niño, y
jugar, y crecer en paz sin tener que asumir unas
responsabilidades que a esa fecha no nos corresponden.
Pero en la práctica totalidad de las ocasiones los
educadores parentales se toman demasiado en serio su
nueva profesión y se vuelven excesivamente rigurosos y
exigentes.
Nos hacen creer que somos un cúmulo nefasto de errores
y con eso creamos el Yo Idea, pero tenemos que
sobrevivir a cualquier precio y aprendemos rápido. El
siguiente paso es fingir que somos como ellos quieren que
seamos, y para eso creamos el personaje del hijo ideal,
del sumiso obediente, del perfecto niño con cargas de
adulto… del que no somos nosotros pero se parece al que
quieren ellos.
Ya nunca más seremos nosotros mismos, porque
acabaremos creyendo que somos el personaje y
actuaremos como tales, y llegaremos a olvidar el que
realmente somos, porque tiene pocas posibilidades de
sobrevivir, y porque no le aceptan cuando se manifiesta.
Acabaremos creyendo que el que Soy es un equivocado.
Mis educadores saben mucho más que yo, y si ellos lo
dicen…
En el momento en que empezamos a diseñar el personaje
lo hacemos a lo grande. Proyectamos uno que no nos deje
en ridículo (no me proyecto a mí, sino un personaje de

Francisco de Sales
YO-NO YO

ficción), que sea admirable, que sea aceptado y querido


por todo el mundo, el más de lo más, un Superman.
El proceso de creación está presidido por la rabia que
nos ha producido ese no ser aceptados, ese tener que
soportar en la infancia que somos torpes, según nos
dijeron, o que somos indignos de amor (sólo porque no
somos como ellos quieren que seamos nos hacen todo tipo
de chantajes emocionales, como decir si vuelves a hacer
eso la abuela no te va a querer… si no obedeces mamá no
te quiere…).
Como somos niños y no somos muy conscientes de los
límites y de las posibilidades reales, creamos un Yo
Ideal, perfecto, fácil de amar para los demás, cúmulo de
cualidades y con grandes proyectos, y como ese ideal
difícilmente será conseguido, en realidad lo que hemos
creado es un personaje condenado a la frustración
porque jamás alcanzará su imaginativo e irreal proyecto.
Esta frustración nos acompañará toda la parte de la vida
que vivamos sin ser conscientes de que no somos ese
personaje, y que en realidad somos aquel que dejamos de
ser, el que nunca llegamos a ser, un humano más o menos
completo, más o menos apto, pero que era él mismo en
toda su pureza.
Ser conscientes de que jamás seremos el Yo que
diseñamos como Ideal, y que no debemos serlo porque
ese no somos nosotros, nos lleva inexorablemente a una
toma de contacto con la actual realidad, con el crudo
encuentro con quien realmente estamos siendo en este
momento, con el desenmascaramiento del personaje, a
quien antes de despedirle habrá que darle las gracias por

Francisco de Sales
YO-NO YO

los servicios prestados por sacarnos del apuro cuando


creímos necesitarle.
Pero ya no le necesitamos.
Ahora nos estorba porque nos engaña. Distorsiona la
realidad. Es ficción, es fantasía, es falso.
Ahora es cuando debemos averiguar lo que seguimos
haciendo por ese Yo Ideal, para no seguir alimentándole
(en el caso de que sea sólo inconsciente, porque si sus
propuestas coinciden con lo que en el aquí y ahora
queremos, entonces no hace falta desterrarle porque sí)
El trabajo es averiguar quiénes somos realmente,
descartando el Yo Idea y el Yo Ideal, porque ahora sí
podemos ser el Yo sin más, o sea, Uno Mismo.

El Yo Ideal hay que trasladarlo al presente y vivirlo en el


presente, porque cuando se creó era un proyecto para el
futuro, y sigue habitando en el futuro.
Es un sueño del que conviene apearse.
Más vale ser realista, reconocer las trabas y las
posibilidades, aceptar lo bueno y lo otro, hacerse cargo
de lo que uno está siendo y descubrir el potencial al que
aún no se ha accedido.
El Yo Ideal es un sueño y la vida es la realidad.

VISTO DE OTRO MODO


La falta de un cariño auténtico y un reconocimiento de uno como persona
completa, produce una angustia que se convierte en base de una impotencia,
una soledad afectiva, y una crisis de identidad, que se manifestarán durante el
resto de la vida.
La impotencia vivida en la época infantil promueve la creación de la
prepotencia, porque surge la necesidad de demostrar fuerza, capacidad, poder,

Francisco de Sales
YO-NO YO

energía… lo que no nos han permitido manifestar. Creamos un Ideal más fuerte
de lo que somos.
La soledad afectiva nos empuja a querer que nos quieran, que nos amen más
de lo que creemos que nos aman; y muchas veces es a cualquier precio, un
excesivo precio, que puede llevarnos al servilismo de tratar de complacer
prioritariamente a los demás, llegando incluso a olvidarnos de nosotros mismos.
La crisis de identidad empuja a ser un orgulloso que quiere demostrar a todas
horas conocimientos, inteligencia, que se es alguien importante, alguien que
merece la pena.
Estamos buscamos valoración, afectividad y admiración.

YO OBSERVADOR: EL QUE SE DA CUENTA.


Yo no soy ninguno de los yoes cambiantes o provisionales.
Soy el indefinible ser que desde la serenidad, con una
cierta distancia, observa y se da cuenta de todos los
demás.
El Yo Observador no es voluble, ni irónico, ni inseguro, ni
histérico, sino el que se queda fuera de todos ellos y se
limita a observar cómo actúo de uno u otro modo.
Tiene que estar completamente desapegado y no
implicarse; debe mantener la calma y la cordura para
seguir siendo el inmaculado y callado espectador de las
cosas. No es indiferente, sino que se mantiene en una
actitud de serenidad para poder seguir descubriendo
facetas, y tomando nota de ellas. Después, nos las hará
ver imparcialmente, y ese es el momento en que uno se
da cuenta, inevitablemente, y es cuando comienza el
momento en que no se puede seguir negando, porque uno
ya es consciente.
Puedo seguir sufriendo, si quiero, pero sabiendo que es
un estado que puedo evitar si quiero. Puedo seguir
atemorizado, si quiero, pero sabiendo que es un estado
que puedo evitar si quiero. Puedo seguir haciendo lo que

Francisco de Sales
YO-NO YO

quiera, pero el Yo Observador, como una conciencia


implacable, nos hará ver cómo sentimos las cosas, qué
sentimientos o contradicciones producen en nosotros;
nos dirá qué es lo correcto, y comprobaremos que no
coincide con lo que estamos o no estamos haciendo.
Las cosas suceden, sin más. Lo importante para mí, y lo
que le daría el adjetivo, sería cómo se instala en mí cada
cosa, qué me produce.
Una tormenta puedo sentirla como una expresión del
Creador, como una amenaza a mi integridad física, como
un fondo mágico para una noche de amor, o como el
marco en que encuadrar mi pequeñez; puedo sentirla
como trágica, hermosa, temible, insuperable, etc…
cualquier palabra que diga sobre ella no va a cambiar ni
una milésima de segundo del tiempo que duró. La
tormenta se expresará sin importarle cuál va a ser mi
veredicto, y así suceden las cosas: porque sí, por ellas
mismas, independientes de lo demás.

El Yo Observador es el único que no cambia desde que


nacemos, porque no se deja influenciar por nadie, ni
permite que le confundan. Es un notario incorruptible que
levanta acta detallada de todo cuanto sucede; que se da
cuenta de lo que pasa y deja constancia de ello. No
manipula la información, no está a favor ni en contra, no
juzga ni reprocha.
El Yo Observador sólo se da cuenta.
A mí me gusta imaginar que es como un Rey que entra en
una estancia, se queda mirando el color de la pared, y se
da cuenta de que no le gusta. Este color no es de mi

Francisco de Sales
YO-NO YO

agrado, dice. Nada más. Todos los adláteres que están a


su servicio se dan cuenta, para eso están: para resolver
los asuntos del Rey, y se ponen a trabajar para
resolverlo; aún cuando el Rey está haciendo otras cosas,
ellos siguen, y cuando vuelva a la estancia posiblemente
ya esté realizado el cambio.
El Yo Observador se da cuenta y un batallón de aliados
dentro de nosotros se ponen en guardia y atentos para
trabajar en el sentido correcto, para recordar la
próxima vez que una manifestación no sea propia,
natural, sino del personaje, que ese no es Uno Mismo, y
que el propósito es ser, cada vez más y continuamente,
Uno Mismo.
El Yo Observador es sereno y ecuánime. No está
condicionado por nada ni nadie. No es un cobarde pétreo
y no resolutivo, a quien nada conmueve. Su única e
importante función es observar.

YO EXPERIENCIA: EL QUE SÍ SOY.


Hay una parte de nosotros, más o menos amplia, más o
menos conocida, que es casi Yo del todo.
Es la parte que ha logrado convertirse en realidad,
deshaciéndose de las mentiras
El Yo Experiencia es la realidad, y mientras más Soy Yo
Mismo, menos necesito soñar con las fantasías del Yo
Ideal o seguir en el error del Yo Idea.
Es la suma de todo lo vivido y lo desarrollado: mi realidad
actual.
De nada sirve pensar, imaginar, soñar, hacer planes,
sentir… nada de eso, por sí mismo, hará que una persona

Francisco de Sales
YO-NO YO

cambie. Sólo experimentarlo, cosificarlo, realizarlo, hará


que sea auténtico. Hemos de preparar el camino para que
lo que se es en potencia se convierta en experiencia.

VISTO DE OTRO MODO


Este Yo se refiere a lo que soy en base a las experiencias que he tenido en
mi vida. Yo me voy transformando a medida que experimento las cosas y las
voy expresando en la realidad.
Se trata de experimentar. Si simplemente siento o pienso las cosas, pueden
ser un bonito sueño o buenas ideas, pero nada más.
No es el sentir o pensar interiormente lo que nos cambiará. La transferencia
del inconsciente al consciente sólo se puede producir a través de un acto
completo y consciente.
El Yo Experiencia es nuestra verdad.
El equilibrio, y la realización, se consigue viviendo día a día conscientemente,
para conseguir unificar el Yo Idea, el Yo Ideal y el Yo Experiencia: que los
tres sean lo mismo.

YO: EL AUTÉNTICO YO
El auténtico Yo, es quien se da cuenta de que existen los
demás yoes. El que toma las decisiones acerca de las
informaciones del Yo Observador y el que se da cuenta
de que no es ninguno de los demás y sabe ponerlos en su
sitio.
Hay que prestar atención a esto: cuando hablamos de yo,
sólo tomamos conciencia del cuerpo y del pensamiento, no
nos damos cuenta de que también somos una parte divina,
o cuanto menos espiritual, y hay que prestarle la atención
que se le niega continuamente.
Separamos cuerpo y alma. Sí, son dos cosas distintas,
pero nosotros, hoy, en este momento, somos el conjunto
indisoluble de ambas.

Francisco de Sales
YO-NO YO

Así que atención al humano que estamos tratando de


perfeccionar, pero no sin olvidarnos de evolucionar
también, porque es más importante, la parte espiritual.

OTROS YOES:

YO ABSOLUTO:
Llamado también Yo Cósmico o Yo Universal: es el que
nos pone en contacto con el sentimiento de que uno
forma parte de todo y del TODO. Dicen que es lo más
parecido a la identidad. Cuando uno es capaz de
contactar con él, ya no es el mero observador del mundo
que le rodea, sino que Uno es también el mundo que le
rodea.
Uno empieza a sentir la alegría de los demás, sus
miserias, su amor y su desesperación. Aprendemos que no
somos una isla sino que cada emoción que sentimos forma
parte de una corriente cósmica en la que flota el Yo
individual.

SUPER YO:
La parte más rígida. Aquí están los debes, los tienes que,
las exigencias, las imposiciones y los castigos. No
confundir con el Sí Mismo Superior, que se dirigirá a
nosotros con un tono amoroso, sugiriendo las cosas en
vez de “obligando a”.
El SuperYo nos carga con tanta severidad que estamos
obligados a realizar esfuerzos condenados a la
frustración. Nos impulsa a querer tener siempre razón; a
estar constantemente defendiendo nuestra imagen; nos

Francisco de Sales
YO-NO YO

impone salvaguardar nuestro buen nombre, el prestigio, y


a mantener una imagen para impresionar.
Sólo desde la libertad y la falta de prejuicios se pueden
vivir las experiencias en su naturaleza real. Y todas son
buenas. Las que llamamos malas son las que nos permiten
el crecimiento, porque son las que nos señalan el buen
Ccamino. Las que llamamos buenas siempre son
gratificantes.

YO ESENCIAL:
El que uno es en esencia, pendiente de desarrollar.
Inalterable. El auténtico. Testigo desapegado, no
condicionado.

YO EXISTENCIAL:
El que está existiendo, con sus cosas buenas, sus
carencias y sus errores.

YO:
Por encima de todos ellos, estoy Yo.
Yo a secas.
Sin apellido ni adjetivo.
Si alguien se ha dado cuenta de todo ha sido el Yo
Observador, pero si alguien se da cuenta de que hay un
Yo Observador, ese es el Yo sin añadidos.
La esencia.
El real.
O el Real.

Francisco de Sales
YO-NO YO

REFLEXIONES PETULANTES
¿Por qué tiene que haber un yo?
¿Tan importante es ser alguien?
¿Tanta necesidad de ser alguien?
¿Y si no somos nada ni nadie? ¿Qué cambia?

DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL


Hay algo más allá de yo.
Cuando digo yo, sólo tomo conciencia del cuerpo.
Del yo físico que es un cuerpo que ha de morir.
¿Y qué más?
¿Hay algo más o esto es todo y cuando se acabe se
acabó?
No sé si eso de que cuando uno se muere se va al Cielo o
al infierno es cierto, ni me importa.
Tampoco sé si eso de las reencarnaciones es cierto, ni me
importa.
Lo que me importa es que ahora, en este momento que me
toca vivir, he de hacerlo con la consciencia plena, con la
atención del todo atenta, y he de vivir YO, siendo muy
reflexivo, y sabiendo qué y quién soy, conociéndome en
todas mis facetas, aprovechando mis potencialidades,
disfrutando mis emociones, las capacidades que me
ofrecen los sentidos, el regalo de Dios de la vida, viviendo
con la plenitud que aporta saber quién es uno y cuál es el
sentido de su vida.

RESUMIENDO
Antes de hablar con tanta frivolidad de yo, conviene haber
comprendido todo lo escrito en este capítulo. Es vital saber qué o
quién es yo. Es imprescindible ser consciente de cuándo estamos
utilizando cada uno de los yoes, y, sobre todo, si es el que
queremos usar en ese caso. Por tanto, tener el Yo Observador
siempre conectado, desmontar el Yo Idea, quitar la irrealidad al
Yo Ideal, y ser continuamente Yo.

Francisco de Sales
YO-NO YO

(A quien esté interesado en comprender mejor los diferente yoes, le


recomiendo el libro “Curso de Psicología de la Autorrealización, de Antonio
Blay.”)

“Dios te pide sólo una cosa, y es que te salgas de tu Yo, en cuanto eres un
ser creado, y le dejes a Dios ser Dios en ti”.
(Meister Eckhart)

NO YO
También hay personas que piensan que todo lo que sea dar vueltas a yo
es perder el tiempo. Que yo no existe. Esto que sigue es otra
posibilidad.

Sentimos una obsesiva necesidad de ser Yo.


Si no soy Yo, soy nada o soy nadie, pensamos.
Y no queremos ser Nada o Nadie.
Necesitamos aferrarnos a un nombre, que es nada, y a
una imagen, eso que llamamos yo, para tener la seguridad
de que hemos nacido y estamos aquí.
Necesitamos un yo con quien identificarnos, aunque eso
sea un error. Acabamos creyendo que somos yo.
Tenemos un documento oficial que acredita que somos
alguien, recibimos cartas con publicidad, nos llaman por
teléfono, nos miran… !qué alivio!

Francisco de Sales
YO-NO YO

Se nos olvida que “yo” es sólo un nombre, una mini sílaba


con dos letras únicamente, que no tiene entidad, y no es
importante ni necesario que la tenga.
Somos algo más que un nombre, aunque quede indefinido;
lo importante es tener un sentimiento claro de quiénes
somos realmente, quiénes somos en la intimidad, cuando
nos quedamos a solas, cuando no somos mejor o peor que,
o estamos mejor o peor que, o tenemos más o menos
que…
¿Qué más da si no somos capaces de encontrar una
respuesta deslumbrante para la pregunta quién soy yo?
¿Es que tenemos que ser alguien?, ¿Por qué?, ¿Para qué?,
¿Será esto importante cuando llevemos quinientos años
enterrados?
Siempre se ha dicho que no hay que tomarse en serio a sí
mismo… ¿Somos capaces de reírnos de nosotros mismos?,
¿O siempre llevamos puesta la cara circunspecta y la
desdicha de una tragedia griega?, ¿Tan importante soy
yo, lo exterior, lo que se ha creado para que los demás
sepan que existimos?, ¿O mi verdadera importancia y
existencia es lo que se produce dentro de mí y no tengo
necesidad de mostrar?

VISTO DE OTRO MODO


Ahora, para lo que viene a continuación, seamos muy racionales. Pero que
muy racionales. Y muy escépticos.
Sí es cierto que existimos como cuerpo –se puede ver, medir, palpar…-, pero
no está demostrado que existan el alma -salvo en el diccionario o como
justificación de algo que nos empeñamos en explicar porque no aceptamos ser
un ente que lo engloba todo-, ni el espíritu –se describe como ser inmaterial
dotado de razón, pero se necesita un verdadero y potente acto de fe para
creerlo-, ni tampoco ese “sujeto” que hemos creado en la imaginación que

Francisco de Sales
YO-NO YO

parece que piensa y toma decisiones, que es totalmente intangible, invisible,


pero hemos convertido en cierto.
Si además hablamos de que somos muchos y diferentes yoes a lo largo del
día, en las distintas ocasiones, dependiendo del estado de ánimo o de lo que
tengamos enfrente, no hacemos más que seguir convenciéndonos de que
realmente existe yo. Y ahora, con esta avalancha de yoes, es más complicado
convencernos de que no existimos.
Sigamos siendo atrevidos en este otro pensamiento, indemostrablemente cierto
pero rompedor.
Ahora creamos firmemente que existe un cuerpo –es tangible e innegable- y
que existe un alma –nuestra fe y los sentimientos espirituales que hemos
percibido casi nos lo confirman-. Existen dos cosas, y nada más.
En cambio, nos empeñamos en añadir como controlador de ambos aspectos a
algo que bautizamos como yo. Ese algo se da cuenta de que existe el cuerpo
y el alma, pero en cambio nadie puede demostrar que existe el yo. Existe el
binomio, y el yo podría ser el nombre de ese binomio, pero sería solamente
un nombre y no algo con entidad.
Porque, además, ni siquiera nos responsabilizamos del total de lo que sería el
yo: lo dividimos en lo consciente, de lo que más o menos nos hacernos cargo
(aunque buscamos culpables externos para las cosas que no nos gustan) y lo
inconsciente, de lo que decimos que no sabemos nada de ello, que se nos
escapa de control y no podemos gobernar, y por lo tanto no respondemos de
su comportamiento.

El yo es un invento de la imaginación. Y deshacernos de ese espejismo nos


podría facilitar grandemente la vida. O, por lo menos, el tener claro que no
tiene existencia real, que no tiene entidad, que no puede por tanto
controlarnos, afectarnos, condicionarnos, dañarnos…
Si fuéramos capaces de llegar a la convicción y el sentimiento de que no
existe el yo, el Ego, la persona, nos liberaríamos de muchos de los
sufrimientos que nos provoca creerlo.
Desaparecerían los apegos: no existe un yo que se apegue a las cosas.
Desaparecerían los daños morales: no existe un yo a quien dañar.
Desaparecerían los sufrimientos morales: no existe quien sufra.
Casi todas las religiones, de uno u otro modo, proponen la liberación o
disolución del yo y la integración en el conjunto de la humanidad o en la
divinidad.

El Señor le dijo a Santa Catalina de Siena: “Yo soy el que es; tú eres la
que no eres.”
Buda dijo: “Estos son mis hijos, mi casa, mi tierra… ésas son las palabras de
un necio que no entiende que ni él mismo es suyo.”

Francisco de Sales
YO-NO YO

Nos referimos a yo solamente como cuerpo, pero resulta


que estamos compuestos de muchas cosas más: alma o
espíritu, sentimientos, emociones, imaginación, sabiduría,
capacidad de pensar, vida, conciencia, recuerdos,
ilusiones, miedos, carácter, felicidad…
El cuerpo es solamente el contenedor de algunas de
estas cosas; la mente contiene bastantes de las demás;
las restantes las ubicamos en la intuición, en el espíritu,
en los sentimientos. Hablamos de un yo y luego
descomponemos ese yo en tantas porciones que acaban
perdiendo el sentimiento de integridad y unicidad.

RESUMIENDO
¿Y si no existe el yo?, ¿Es imprescindible que exista el yo?, ¿Y si
no nos limitamos a buscarnos en la definición y aspiramos a
encontrar lo indefinible, lo intangible, lo sin nombre que nos da la
sensación de unidad entre cuerpo y espíritu?, ¿Y si eludimos los
adjetivos y las explicaciones?, ¿Y si nos libramos de la tortura
que es la esclavitud a un yo que en realidad pudiera no existir?,
¿Y si la libertad comienza cuando uno se libera del yo?

Francisco de Sales

You might also like