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El rezo del Rosario

Recemos el rosario todos los días

El rosario, en latín “rosarium” (de Rosa Mystica – Rosa Mística), es una oración vocal y mental que
consiste en rezar el Padrenuestro y el Avemaría y meditar al mismo tiempo los misterios de la vida
de Cristo y de su Madre. Todo el rosario son 200 Avemarías, es decir 20 misterios: 5 gozosos, 5 de
luz, 5 dolorosos y 5 gloriosos. El rosario es una oración humilde de las personas sencillas y también
educadas. Su rezo lo recomiendan especialmente los últimos papas: Pablo VI dijo que el rosario es
“síntesis de todo el Evangelio, es una oración evangélica cuyo centro es la Encarnación salvadora, y
en la que la repetición del saludo del ángel es una incesante alabanza de Cristo”. El rosario, con
toda la sencillez de su forma, hace posible vivir en la oración los más grandes misterios del
cristianismo.

MEDITACIONES DEL ROSARIO I

Oración preparatoria

Señor Jesucristo, venimos a ti para meditar, con este santo rosario, los misterios de tu amor
misericordioso a los hombres, desde que fuiste concebido en el seno de María, tu Madre, hasta su
Asunción. Haz que sepamos imitar mejor a ti y a tu Madre en manifestar misericordia a los demás
y que confiemos con más fuerza en que por la intercesión de la Madre tuya y nuestra
alcanzaremos lo que nos promete tu misericordia infinita. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.

Meditando cada misterio hay que rezar: el Padrenuestro…, 10 Avemarías… y Gloria…

La Madre de Dios de la Misericordia - Rosario - misterios gozososI PARTE – misterios gozosos

1. La anunciación a la Santísima Virgen María


“El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu
seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y llamado Hijo del
Altísimo (…). Dijo María: He aquí a la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,30-
32.38).

Oh Hijo de Dios, Tú, por misericordia a los pecadores, has aceptado tomar el cuerpo humano en el
que ocultas tu majestad y omnipotencia. Siendo Dios sabes que la maldad de los hombres clavará
este cuerpo a la cruz, sin embargo Tú, por amor a nosotros, te has encargado de cumplir la
voluntad de tu Padre. Oh María, te agradecemos tu “fiat”, que abre el camino de nuestra
salvación.

2. La visitación de Isabel

“En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá y
entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel (…). María permaneció con ella como unos tres meses”
(Lc 1,39-40.56).

María, vas a casa de tu prima Isabel. Recorres un camino largo y penoso y después te entregas a
las obras de misericordia, sustituyendo a santa Isabel en sus quehaceres cotidianos. Alcánzanos los
corazones grandes y atentos a todos los que esperan nuestra ayuda. Ayúdanos a que con nuestras
vidas cantemos el gozoso Magníficat en honor de la Divina Misericordia que tú has cantado en
casa de Isabel.

3. El nacimiento del Niño Jesús en Belén

“Estando allí se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en
pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón” (Lc 2,6-7).

Jesús, Salvador del mundo, acostado en un pobre pesebre de Belén, te damos gracias por haber
venido al mundo para hacernos hijos de Dios. Junto con María y José, los ángeles y los pastores te
adoramos y te glorificamos. Haz que tu pobreza y tu humillación no nos alejen de ti, sino que nos
acerquen cada vez más y que nos hagan sensibles a las necesidades de nuestros pobres hermanos.
4. La presentación del Niño Jesús en el templo

“Simeón (…) dijo a María, su madre: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y
para signo de contradicción; y una espada atraversará tu alma para que se descubran los
pensamientos de muchos corazones” (Lc 2,34-35).

Oh María, tú has llevado a tu Niño al templo y allí lo has consagrado a Dios. Las proféticas palabras
de Simeón han herido tu corazó de madre y te han unido aún más a la obra salvífica de tu Hijo. Oh
Madre de la Misericordia, enséñanos un magnánimo sacrificio en todas las causas grandes e
importantes y ante todo en la salvación de las almas.

5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo

“Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua (…). Al volverse ellos, acabados los
días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo echasen de ver. (…). Anduvieron
camino de un día buscándole (…). Al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio
de los doctores, oyéndolos y preguntándoles” (Lc 2,41-46).

Oh María y San José, buscabais preocupados a vuestro Hijo durante tres días. Os alegrasteis
grandemente al encontrarlo en el templo. Enseñadnos perseverancia en buscar y encontrar a
Jesús en nuestra vida. Oh Jesús, enéñanos valorar más las cosas de Dios que los bienes de este
mundo.

La Madre de Dios de la Misericordia - Rosario - misterios de luzII PARTE – misterios de luz

1. El bautismo del Señor Jesús en el Jordán

“Aconteció, pues, cuando todo el pueblo se bautizaba, que, bautizado Jesús y orando, se abrió el
cielo y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se dejó oír del
cielo una voz: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»” (Lc 3,21-22).
Oh Señor Jesucristo, Tu bautismo en el Jordán habla de la enorme gracia de la Divina misericordia
que alcanzamos en el sacramento del santo Bautismo. Ella nos hace semejantes a Ti, pues nos
hacemos hijos de Dios en quienes el Padre celestial tiene sus complacencias. Nuestras almas son
moradas de Dios. Oh Jesús, profundiza en nosotros la conciencia de esta enorme gracia y haz que
obremos siempre como hijos del Padre celestial.

2. Las bodas de Caná

“Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado
también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había
acabado. En esto dijo la Madre de Jesús: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ?qué nos va a mí y a
ti? (…) Dijo la Madre a los servidores: Haced lo que El os diga” (Jn 2,1-5).

Oh Jesús misericordioso, en Caná realizaste el primer milagro que reveló tu Divino poder. Lo
hiciste a petición de tu Madre preocupada por los desposados. Ella nos instruye cómo cumplir
todo lo que nos digas y para que puedas realizar muchos milagros en nuestra vida. Te pedimos,
Señor, haz que, como María, veamos las necesidades del prójimo, te las presentemos con
confianza y cumplamos tu voluntad confiadamente.

3. La predicación del Reino de Dios

“Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y
curando toda enfermedad y toda dolencia. Viendo a la muchedumbre, se enterneció de
compasión por ella, porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor” (Mt 9,35-36).

Oh Señor Jesús, a través de tu vida, enseñanza y milagros revelaste de modo más completo el
misterio de la misericordia de Dios. En Ti, Hijo de Dios, vemos al Padre rico en misericordia. Te
rogamos, Señor, haz que al conocer este misterio y experimentar tu amor misericordioso
proclamemos con nuestras vidas y palabras el mensaje de la Divina Misericordia al mundo.

4. La transfiguración en el Monte Tabor


“Aconteció (…) que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar. Mientras
oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Y he
aquí que dos varones hablaban con El, Moisés y Elías, que aparecían gloriosos y le hablaban de su
partida, que había de cumplirse en Jerusalén” (Lc 9,28-31).

Oh Señor Jesús, para preparar a los discípulos a tu pasión y muerte, primero les manifestaste tu
Divina majestad en el Monte Tabor. En tu misericordia fortalece también a nosotros,
preparándonos a la experiencia de la cruz para transformar nuestra vida en misericordia.

5. La institución de la Eucaristía

“Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi
Sangre está en Mí y Yo en él. (…) ste es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los
padres y murieron; él que come este pan vivirá para siempre (Jn 6,55-56.58).

Oh Jesús misericordioso, al instituir la Eucaristía nos permites participar en tu pasión, muerte y


resurrección y además Te nos ofreces como alimento para fortalecernos en el camino hacia la casa
del Padre y darnos la vida eterna. Seas adorado, oh Jesús, por el don de tu misericordia revelado
en el sacramento de la Eucaristía. Haz que sepamos aprovechar este gran don de tu misericordia y
nos hagamos pan para nuestros hermanos.

La Madre de Dios de la Misericordia - Rosario - misterios dolorososIII Parte – misterios dolorosos

1. La oración del Huerto

(Jesús) “puesto de rodillas oraba, diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya (…). Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como
gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra” (Lc 22,41-44).
Oh Jesús misericordioso, sumergido en gran angustia orabas pidiendo al Padre que apartara de Ti
el cáliz de tormento, si tal fuera su voluntad. Señor, enséñanos orar en cada circunstancia y
especialmente en el sufrimiento así como acoger todo de la mano de Dios.

2. La flagelación de Jesús

(Pilato) “de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún delito (…). ¿Queréis, pues,
que os suelte al rey de los judíos? Entonces de nuevo gritaron, diciendo: ¡No a éste, sino a
Barrabás! Tomó entonces Pilato a Jesús y mandó azotarle” (Jn 18,38-40; 19,1).

Jesús misericordioso, en espíritu te miramos atado a la columna y azotado cruelmente por


nuestros pecados. Ahora comprendemos que de las manos de Satanás no hemos sido rescatados
ni con oro ni plata sino con tu preciosísima Sangre. Inmaculado Cordero, aumenta nuestras fuerzas
para que podamos librarnos de la esclavitud de las pasiones y del pecado.

3. La coronación de espinas

Los soldados “tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en la mano una
caña; y doblando ante. El la rodilla, se burlaban diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! Y esupiéndole,
tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza” (Mt 27,29-30).

Jesús misericordioso, ¡qué grande y cruel es la maldad del hombre! ¡qué incocebible es el misterio
de pecado! El hombre ha levantado la mano contra Dios. La criatura – contra su Creador y
Redentor. Oh Señor Jesús, paciente, misericordioso y humilde. Amansa nuestra soberbia, nuestra
malicia y nuestro deseo de maltratar a los que son más débiles; enséñanos la paciencia, la bondad
y la humildad.

4. La cruz a cuestas hasta el Calvario

“Después de haberse divertido con El (…) le llevaron a crucificar. Al salir encontraron a un hombre
de Cirene, de nombre Simón, al cual requirieron para que llevase la cruz” (Mt 27,29-30).
Oh Jesús que sufres, el hombre no te mostró ni siquiera un poquitín de misericordia: te condenó a
muerte y cargó con la cruz que llevaste hasta el Calvario. Lo llevabas con dificultad, cayendo bajo
su peso, sin embargo encontraste todavía un poco de fuerza para mirar a tu Madre amada,
consolar a las mujeres de Jerusalén que lloraban y recompensar a la Verónica su obra de
misericordia cumplida con valor. Está con nosotros siempre cuando nos agobie el peso de nuestras
cruces.

5. La muerte de Jesús en la cruz

“Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (…).
Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona (…).
Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto, expiró”
(Lc 23,33-34.44-46).

Jesús misericordioso, en el mar de tormentos orabas por tus verdugos, al buen ladrón le has
prometido el cielo y a nosotros nos has dado a María, como la Madre de la Misericordia. Tu pasión
y tu muerte han quitado el pecado, han vencido a Satanás y han abierto las puertas del cielo. En la
cruz has hecho la obra de Redención. ¡Gracias por todo esto! Junto a Ti y a tu Madre Dolorosa
deseamos ir salvando el mundo pecador con la oración y el sacrificio para que domine plenamente
en él el reino de tu misericordia.

La Madre de Dios de la Misericordia - Rosario - misterios gloriososIV Parte – misterios gloriosos

1. La Resurrección de Jesús

“El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el
crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue
puesto. (…) Jesús les salió al encuentro diciéndoles: Salve. Al fin se manifestó a los once, estando
recostados a la mesa, y les reprendió su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían
creído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos” (Mt 28,5-6.9; Mc 16,14).
Oh Jesús resucitado, tu triunfo sobre el pecado y la muerte es también nuestro triunfo sobre
Satanás y la fragilidad de la vida. Tu alegría es también nuestra. Esta verdad nos arranca del
entorpecimiento, anima la fe en el sentido del sufrimiento y en nuestra resurrección. Señor Jesús,
estás de nuevo con nosotros, pero esta vez como el Vencedor de la muerte, del infierno y de
Satanás.

2. La Ascensión de Jesús a los cielos

“El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos (los Apóstoles), fue levantado a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios. Ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con
ellos el Señor y confirmando su palabra con las señales consiguientes” (Mc 16,19-20).

Señor Jesús, te has ido de este mundo para sentarte a la derecha del Padre, en su gloria. Nos has
adelantado en ir a la Patria celestial para prepararnos el lugar de la bienaventuranza eterna. Llenos
de confianza y gratitud alabamos tu misericordia infinita.

3. La efusión del Espíritu Santo

“Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un
ruido (…) que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego,
que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a
hablar en lenguas extrañas”. (Ap 2,1-4).

Señor Jesús, al irte de este mundo no nos has dejado huérfanos, sino que has enviado al Espíritu
Consolador, al Espíritu de Verdad que nos guiará hacia “la verdad completa” (Jn 16,13).
Permaneciendo junto a María, tu Madre, en la oración, te suplicamos los dones del Espíritu Santo
para nosotros y para el mundo entero.

4. La Asunción de Nuestra Señora


“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el
Poderoso” (Lc 1,48-49).

“María, Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena, fue
llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo” (ver Pío XII). Madre de Dios, tú primera alcanzaste la
salvación y te hiciste la imagen de la Iglesia en la gloria. Eres una fuente de consuelo y un signo de
esperanza para nosotros que peregrinamos a la Patria celestial. En tus manos, oh Madre de la
Misericordia, ponemos nuestras almas y cuerpos para poder vivir con Dios por siempre.

5. La coronación de Nuestra Señora

“Nombrada Reina del cielo y de la tierra por el Señor, enaltecida por encima de todos los coros
angélicos y jerarquías de los santos, estando a la derecha de su Hijo unigénito, nuestro Señor
Jesucristo, con las súplicas de la madre intercede por nosotros poderosamente, alcanzando lo que
desea y no puede quedar decepcionada” (ver Pío IX).

María, tú eres la Madre de Cristo, cuyo reino dura por la eternidad, por eso te mereces
plenamente el título de la Reina y las coronas con las que el pueblo fiel ciñe tus imágenes. De una
humilde sierva del Señor te has convertido en la Reina del universo, pero nosotros sabemos que tu
cargo de Reina no consiste en reinar sino que en repartir las gracias de Dios y alcanzar la Divina
Misericordia para el mundo. Nos unios a ti en esta oración, oh Reina nuestra y Madre de la
Misericordia.

Al final: Bajo tu protección…

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