You are on page 1of 13

LENGUA III

PRAGMÁTICA:
Las palabras significan por sí mismas, y, sin embargo, la comunicación exige mucho más que
intercambiar significados preestablecidos.
Por ejemplo: Hay una diferencia entre preguntar, “¿qué quiere decir esa palabra?” y “¿qué quieres
decir con esa palabra?”. En el primer caso, se está pidiendo una información sobre el significado, que se puede
encontrar en el diccionario; en cambio, en el segundo caso, se plantea un problema de interpretación que tiene
que ver con la intención del hablante al usar esa palabra: se está preguntando por el significado que se debe
interpretar en ese contexto.
La pragmática estudia esa dimensión del significado, analizando el lenguaje en uso, o los procesos por
medio de los cuales, los seres hablamos producimos e interpretamos significados cuando usamos el lenguaje.
Definiciones:
 Levinson, considera que el conocimiento de las reglas gramaticales no es suficiente para
usar el lenguaje, ni siquiera en diálogos sencillos. Nuestra capacidad pragmática nos permite
construir enunciados, es decir, expresiones que son parte de redes de textos, y nos permite
comprender enunciados ajenos. Esta caracterización sugiere que una lingüística concentrada en
nuestra competencia lingüística, o conocimiento de las reglas de la gramática, sería una lingüística
incompleta.
 Georgia Green, afirma que hablar, escribir y sobre todo comunicarse son actos de fe, y
que la pragmática es el estudio de los mecanismos que sostienen esa fe.
 Horn, sostiene que la pragmática se ha convertido en un depósito de todo tipo de
consideraciones extra gramaticales y de los efectos de esos factores en la forma gramatical y léxica.
 Stalnaker, define la pragmática como el estudio de los actos lingüísticos y de los
contextos en que se realizan; y que abarca los aspectos del significado que dependen de ese
contexto.
 Sperber y Wil, afirman que la pragmática es el estudio de la interpretación de los
enunciados.
 Blakemore, considera que la tarea de la pragmática es mostrar cómo el oyente es capaz
de convertir el esbozo de significado ofrecido por una oración, en una proposición completa,
basándose en conocimiento contextual.
 Jacob Mey, define la pragmática como el estudio de las consideraciones del uso humano
del lenguaje en cuanto determinados por el contexto de la sociedad.
Teniendo en cuenta esto, se puede decir que en todas las definiciones se reconoce, explícita o
implícitamente, la existencia de un significado lingüístico contextual.
EL SIGNIFICADO DEL HABLANTE:
La pragmática se ocupa de estudiar el significado lingüístico, pero no el significado de las palabras u
oraciones aisladas de contexto, sino el significado de las palabras usados en actos de comunicación. El
significado del lenguaje usado se suele llamar “significado del hablante”, y se caracteriza por ser intencional
y depender de las circunstancias en que se produce el acto de la palabra.
Las palabras que usamos constituyen casi siempre un dibujo aproximado, una guía imprecisa que tiene
la virtud de suscitar ciertas imágenes mentales en nuestros interlocutores. Si esas imágenes coinciden
aproximadamente con las que queríamos comunicar, consideramos que nos hemos comunicado.
Por ejemplo: Si al volver a mi casa después de unos días de vacaciones encuentro un mensaje “Soy
Juana, y quería decirte que el martes salgo para Roma”, entenderé que Juana no hablaba desde Roma, que el
día que llamó era cualquiera menos el lunes anterior a su salida y también habría que entender quién es Juana
y por qué dejó esa información.
Por lo tanto, la pragmática estudia los principios regulares que guían los procesos de interpretación
lingüística.
Cabe aclarar que, la noción de significado del hablante se opone a la del significado convencional (a
veces llamado literal), que es el que las expresiones poseen por convención, el que comparte toda la comunidad
de hablantes. Este nivel de significado es estudiado por la semántica. La semántica estudia la correspondencia
entre las oraciones y el mundo, es decir, las condiciones veritativas que deben cumplirse para que una oración
sea verdadera o falsa.
No obstante, al usarse el lenguaje se producen significados que desbordan el valor veritativo de las
oraciones; estos significados no preestablecidos, son de los que se encarga la pragmática.
Además, es necesario destacar que, el proceso de entender literalmente una expresión lingüística es
bastante complicado, sobre todo si el mensaje, aunque explicito, es difícil de descifrar por su tema, por su
vocabulario, y a veces porque no se conoce lo suficiente al emisor o a las circunstancias en que fue emitido.
A veces, el significado convencional de las palabras no es suficiente. Algunas expresiones (por
ejemplo, yo, este, allá, mañana) solo significan cuando se las pone en contexto.
Por ejemplo: si golpearan la puerta de mi casa y me dijeran “Abre, soy yo”, tengo que reconocer la voz
para decidir a quién abriré o no la puerta; ya que la palabra “yo” no remite a ninguna persona específica, sino
que meramente señala al que habla. “Yo” y otras expresiones similares dejan de referirse al mundo cuando se
las saca de contexto; sin un punto de origen resultan vacías.
Otras expresiones tienen pleno significado, pero este varía según quién las use, cuándo, y con qué
intención.
Por ejemplo: cuando decimos que “no”, a veces queremos decir “quizá” e incluso “sí”, y no es lo
mismo decirle que “sí” a un niño, que decirle que “sí” a un juez.
La referencia al mundo de ciertas palabras también puede cambiar.
Por ejemplo: la palabra “tibio” no significa lo mismo en: “la mamadera está tibia” y en “la cerveza está
tibia”. En cada caso la palabra “tibio” se refiere a cosas diferentes. En el primer caso, lo que se quiere decir es
que el bebé ya puede tomar la mamadera, y en el segundo caso, que es imposible beber la cerveza.
Sin embargo, el significado que el hablante quiere comunicar tiene una parte explícita y una parte
implícita, lo que no se dice pero también se comunica. Por “significado del hablante” debemos entender el
significado completo de un enunciado, constituido por lo que el hablante quiere comunicar explícita o
implícitamente. La interpretación de este significado es el resultado de una operación de decodificación
(decodificamos los signos lingüísticos utilizados) y de derivación de inferencia (inferimos lo que se nos quiere
decir, que no suele estar totalmente explícito).
ORACIÓN Y ENUNCIADO
El significado del hablante es el que expresan sus enunciados. El enunciado es una unidad
comunicativa que equivale a la intervención o contribución de un hablante en una conversación, y que puede
consistir en una oración completa o en un fragmento de oración. Los enunciados pueden definirse como
unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherentemente contextualizadas, es decir, son oraciones
puestas en uso, puestas en contexto.
Las oraciones tienen significados convencionales (o gramaticales).
Por ejemplo: “El niño está enfermo”, es una oración compuesta por elementos léxicos combinados
según las reglas gramaticales, es decir, reproduce una oración bien formada porque respeta las reglas
gramaticales. Sin embargo, si se dijera: “Niño el está enfermo”, la oración es agramatical, ya que presenta una
anomalía sintáctica.
Esto quiere decir que, tanto los significados de los elementos léxicos como el conjunto de reglas para
combinarlos, son convencionales, es decir, son arbitrarios y se han ido consolidando a lo largo de la práctica
del lenguaje en una comunidad. “convencional” quiere decir “acordado”, “preestablecido”.
La gramática (fonología, morfosintaxis y semántica) es la disciplina lingüística que estudia las
estructuras convencionales de sonidos, combinaciones de morfemas y significados. La pragmática, en cambio,
estudia la porción de significado que no es convencional o gramatical, es decir, que no está codificado por
reglas.
Para la semántica, que estudia el significado lingüístico, este consiste en la relación entre las
expresiones y el mundo.
Por ejemplo, para explicar el significado de la oración: “El niño está enfermo” hay que verificar la
relación entre la situación descrita y el mundo: el contenido de la oración (proposición) es verdadero si el niño
está enfermo.
Pero si esta oración la incluimos dentro de un contexto, pasa a ser un enunciado.
Por ejemplo, si la frase fue dicha por una madre a su amiga que la invitó a salir de compras, el
enunciado puede implicar que no puede salir de la casa. Esto quiere decir que, las oraciones una vez puestas
en uno, se llenan de significados nuevos.
CONTEXTO:
Se entiende por contexto, el conjunto de conocimientos y creencias compartidos por los interlocutores
de un intercambio verbal y que son pertinentes para producir e interpretar sus enunciados.
Se suelen diferencias tres tipos de contextos:
 Contexto lingüístico: formado por el material lingüístico que precede y sigue a un
enunciado. A veces se lo llama “cotexto”.
 Contexto situacional: conjunto de datos accesibles que se encuentran en el contorno
físico inmediato de los participantes de una conversación.
Por ejemplo: para que el enunciado “cierre la puerta, por favor”, tenga sentido, es necesario
que en la situación de habla haya una puerta abierta.
 Contexto sociocultural: es la configuración de datos que proceden de condicionamientos
sociales y culturales sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias.
Por ejemplo, hay regulaciones sociales sobre cómo saludar o qué tratamientos o registros
lingüísticos usar en determinadas situaciones comunicativas.
Marcos de referencia:
Uno de sus aspectos más interesantes es que está constituido por marcos de referencia: los
enunciados se interpretan siempre dentro de un marco.
Este marco puede clasificar el habla y el papel de los participantes.
Por ejemplo: “Te estoy jodiendo”, “lo digo en serio”.
Además, puede proveer una serie de datos necesarios para la comunicación: situaciones o
conceptos que permiten asociar unos significados con otros.
Por ejemplo: “biblioteca” (contexto constituido por libros, estantes, bibliotecarios)
En situaciones de habla ritualizadas, el valor de verdad de las oraciones pasa a segundo
plano.
Por ejemplo: no se le puede decir a una madre, al ver a su hijo “¡Qué feo niño tienes!”.
Esto quiere decir que, en cada ocasión decimos lo que queremos decir, pero también lo que
se espera que digamos, porque nuestra vida lingüística está fuertemente codificada por normas
sociales. Y estas codificaciones son parte del contexto, ya que determinan el significado de los
enunciados.

Además, cabe destacar que, las lenguas poseen elementos gramaticales que codifican algunos
aspectos del contexto. Entre estos elementos se encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos
no se puede estudiar sin acudir a la noción de contexto, porque los deícticos hacen conexiones entre lo que se
dice y las entidades del contexto.
Por ejemplo: “Un librito así les interesaría”. Es una oración bien formada, de acuerdo con la
gramática. Sin embargo, no es fácil establecer su significad semántico, porque las palabras “así” y “les”, no
significan nada fuera del contexto. Para interpretar el significado se necesitan datos del contexto. Así, “les”
podría estar haciendo referencia a un grupo de personas que están presentes en ese acto comunicativo.
Los deícticos son los pronombres personales, que identifican a los participantes con el acto
comunicativo, también lo son las expresiones como “aquí”, “allá”, “ahora”, “ayer” y los tiempos verbales, que
relacionan la acción del verbo con un tiempo medido desde el presente del hablante.
Por ejemplo: las oraciones “yo peso 60 kilos” y “no, este no, prefiero aquel”, deben ser insertadas en
un contexto para poder interpretarlas. Ya que, si no sabemos a quién hace referencia “yo”, no podríamos hacer
un juicio de valor de verdad sobre este.
Esto significa que, los deícticos están en el límite entre la semántica y la pragmática. A partir del
momento en que, para asignar significado a las expresiones lingüísticas, debemos recurrir al contexto, estamos
haciendo pragmática.
Lo que parece una oración oscura e incomprensible es, como enunciado, perfectamente interpretable.
Por ejemplo: el enunciado “Estas sopas de verdura siempre tienen poca sal, ¿no?”, tiene un significado
pragmático que no está relacionado directamente con su significado semántico. Quien hace tal observación
mientras toma la sopa no pretende, quizá, informar a sus oyentes de las cualidades generales de ciertas sopas,
sino indicar que su sopa tiene poca sal y que le gustaría ponerle sal. La finalidad del enunciado podría ser
pedir sal, algo que cumple de manera bastante indirecta, pero efectiva si obtiene como consecuencia que
alguno de los comensales lo tome como una petición.
Pero cabe mencionar que el enunciado ni siquiera significa lo mismo literal que pragmáticamente. Poe
ejemplo, si dijera: “¿Podrías pasarme la sal?” Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocutor
puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, funciona como un pedido o una orden de pasar la sal.
Sin embargo, si Mafalda, al probar la sopa dijera: “¡Qué rica sopa!”. El significado del enunciado no
tiene mucho que ver con el valor de verdad de la oración que usa; ya que si Mafalda dijera la verdad, emitiría
algo como "¡Qué asquerosa sopa!". Pero no se trata aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta
manera, de modo que signifique otra cosa que lo que convencionalmente significan las palabras empleadas.
Estos ejemplos muestran desniveles entre el significado literal y el significado que podríamos llamar
“real”, el que el hablante realmente quiere transmitir. No se trata de un mero exceso de significado, sino de un
verdadero desplazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de sus palabras.
EL LENGUAJE:
Según Chomsky, una lengua consiste en una serie de oraciones bien formadas; de acuerdo con este
criterio, las oraciones mal formadas no pertenecen a una lengua o al dialecto.
Cabe mencionar, entonces, un fenómeno gramatical que no puede explicarse sin recurrir a información
pragmática. Este fenómeno hace referencia al orden de palabras o distribución de la información en la oración.
Por ejemplo: las oraciones “No hay tomates” y “Tomates no hay”. Las condiciones de verdad son
idénticas en ambos casos, ya que si es cierto que no hay tomates. Pero no se las puede usar indistintamente: el
orden de las palabras es flexible, pero se elige un orden en lugar de los otros posibles por razones contextuales,
no al azar. Para explicar la estructura comunicativa hay que recurrir al contexto en que ambos textos pueden
producirse. En el caso de la oración: “Tomates no hay”, tuvo que haber en el contexto un enunciado anterior
en el que se hayan mencionado los tomates (“Voy a preparar salsa de tomates”), o bien, pudo haber un marco
de referencia, como “ensalada” (si se estuvieran enumerando los ingredientes, pudo emitirse el enunciado
“Tomates no hay”, aunque no se haya mencionado anteriormente a los tomates, ya que estos suelen asociarse
automáticamente con la ensalada, lo que los hace presente en el contexto).
Además, los tratamientos dan un buen ejemplo de elementos gramaticales que no aportan nada al valor
estrictamente semántico de la oración, pero que sin embargo codifican información importante sobre los
interlocutores y su comunicación.
Por ejemplo: los enunciados “Tú eres el nuevo jefe, ¿verdad?” y “Usted es el nuevo jefe, ¿verdad?”,
son lógicamente equivalentes, pero no tienen el mismo significado. “Tú” transmite simpatía, familiaridad,
pertenencia o bien una falta de respeto. La elección de “Tú” en lugar de “Usted” (o viceversa) modela de cierta
manera la situación de habla y la relación entre los participantes.
Las explicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie de regularidades lingüísticas, y
es difícil estudiar el lenguaje como un sistema de reglas autónomo, es decir, independiente del contexto.
TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA
John Austin, es considerado el iniciador de la pragmática moderna.
La idea central de la teoría de los actos de habla es que el lenguaje no solamente sirve para describir el
mundo, sino también para hacer cosas.
Austin distinguió dos tipos de enunciados:
 Asertivos o constativos: (cómo son las cosas) Se caracteriza por admitir asignaciones
de verdad o falsedad.
Por ejemplo: “Está lloviendo”
 Performativos o realizativos: (hacer cosas) Solo se les puede asignar condiciones de
´felicidad´. (Adecuados o inadecuados)
Por ejemplo: “Sí, juro”.
Se hace exactamente lo que se dice. En este tipo de emisión hablar es, literalmente, hacer.
Las lenguas poseen cientos de verbos que cumplen la función de performativos explícitos,
es decir, que nombran la acción que se hace precisamente cuando se la nombra y solamente
mediante la palabra (juro, prometo, declaro, niego, ordeno, afirmo).
En los actos de habla, el concepto de verdad (correspondencia entre la afirmación de un estado de cosas
y ese estado de cosas), se opone el de felicidad (acción llevada a buen término). La verdad de las oraciones
con performativos, es inverificable, porque los performativos no pueden ser ciertos ni falsos, sino solo ser
afortunados o desafortunados, según salga bien o mal.
Basándose en esta idea, Austin desarrolló la Teoría de los infortunios. Los infortunios son fallos o
violaciones de la correcta aplicación de las reglas del uso del lenguaje en la comunicación.
Por ejemplo:
- “¡Voy volando!” (Lo que quiere decir el hablante es que irá al instante, pero no puede
considerarse “realizativo”, ya que no lo hará volando).
- “Ya voy” (cuando el hablante afirma que irá, pero no lo hace en el momento que lo enuncia).
- “Me alegro de que te haya ido bien” (cuando quien lo enuncia no es sincero).
El infortunio procede no de la mala correspondencia entre el lenguaje y la verdad, sino de una
insatisfacción (infelicidad): la falta de coincidencia entre lo que el enunciado dice que hace y lo que en realidad
hace.
Por ejemplo: en un casamiento, quien debe decir “sí, quiero” es quien va a contraer matrimonio y no
el padre, el invitado o el padrino.
Es decir, el performativo, hace lo que dice siempre que lo use quien debe, como se debe, donde se
debe, cuando se debe y con quien se debe.
Sin embargo, luego de desarrollar su teoría de los infortunios, Austin desconstruyó su oposición entre
actos constativos y actos performativos. Admitió que todas las oraciones (también las verdaderas o falsas),
sirven para cumplir actos, aunque no tengan performativos explícitos.
Por ejemplo: “Está lloviendo” es una afirmación, aunque no tenga el verbo “afirmar”.
Esto permite realizar una distinción entre significado y fuerza:
 Significado del enunciado: lo que las palabras dicen.
 Fuerza de la enunciación: lo que las palabras hacen.
De este modo, Austin termina apuntando una nueva clasificación de actos lingüísticos:
 Acto locucionario: el acto por el que se produce significado.
 Acto ilocucionario: es el poder de hacer.
 Acto perlocucionario: por el cual se producen efectos en el interlocutor.

Searle continuó y desarrolló la línea de investigación iniciada por Austin.


Su hipótesis es que el uso del lenguaje en la comunicación se concibe como un tipo particular de
acción.
Define el acto de habla como la emisión de una oración hecha en las condiciones apropiadas, tomada
la oración como la unidad mínima de comunicación lingüística.
Completó la propuesta de Austin y afirmó que en el estudio de los actos ilocutivos debe considerarse
que el aspecto lingüístico o las reglas gramaticales son parte indisoluble de la fuerza ilocucionaria (el orden
de las palabras, el énfasis, la entonación, la puntuación, etc).
Tanto el elemento indicador de la proposición (forma lingüística o reglas gramaticales) como el
dispositivo indicador de la función (cómo debe ser tomada la proposición) son reglas constitutivas de los actos
de habla.
Para Searle, todo hablante al emitir una oración realiza un acto ilocucionario. Así, realiza una
clasificación de los actos de habla ilocutivos:
 Asertivos o representativos: los que dicen algo sobre algo.
Su fuerza ilocucionaria es comprometer al hablante con la verdad de lo que es expresado.
Ejemplo: “Corrientes es una provincia de Argentina”.
 Directivos: los que intentan conseguir que el receptor haga algo.
Su fuerza ilocucionaria consiste en hacer que el oyente lleve a cabo la acción especificada por el
contenido de la expresión.
Ejemplo: “Dame el libro que te pedí”.
 Expresivos: los que constituyen la expresión de una emoción, sentimiento o actitud del emisor.
Sirven para indicar un estado psicológico del hablante, ocasionad por el estado de cosas expresado.
Ejemplo: “¡Hoy nada me sale bien!”
 Compromisorios: los que constituyen un compromiso por parte del emisor.
Su fuerza ilocucionaria es comprometer al hablante mismo a realizar el acto expresado.
Ejemplo: “Nos juntamos mañana a estudiar”.
 Declarativos: los que alteran el estado o las características de algo.
Son los actos de habla ceremoniales, realizados en los contextos de ciertas instituciones. Poseen
una forma fija, ritualizada.
Ejemplo: “Lo condeno a tres años de prisión”.

Además, Searle también realizó una distinción entre actos de habla directos y actos de habla indirectos:
 Actos de habla directos: interpretación literal del contenido proposicional del acto ilocutivo.
 Actos de habla indirectos: es inferencial. La fuerza ilocutiva (cómo debe interpretarse el enunciado)
depende de la competencia comunicativa del oyente.
El oyente interpreta el “verdadero” acto de habla (el no literal) gracias a su conocimiento del
contexto institucional y particular en que se realiza el acto, y a su capacidad para interpretar la
intención del hablante.

EL SIGNIFICADO INTENCIONAL
Para poder interpretar los actos de habla, es necesario reconocer la intención del hablante.
Uno de los pilares teóricos de la pragmática es la noción de significado intencional.
Cabe mencionar, la distinción entre el decir, el querer decir y el decir sin querer.
 Lo que decimos tiene un significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto a un
análisis de condiciones veritativas.
 Lo que queremos decir tiene fuerza pragmática y es la pragmática la que conjetura cuáles son los
principios que nos permiten interpretar esa fuerza.
 Lo que decimos sin querer queda fuera de la lingüística, aunque no es un tema ajeno a la
pragmática, ya que forma parte del significado.
Comunicarse es lograr que el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el significado
literal de lo que decimos.
Por ejemplo: si dijera “¡Qué calor hace aquí!”, los demás van a interpretar no solo el significado de las
palabras, sino la intención con la que lo digo (que llevará al interlocutor a abrir la ventana o prender el aire).
Lo que quizás, se comunica sin querer es que me siento incómoda o quiero irme, entre otras cosas.

La pragmática estudia el significado intencional, lo que uno quiere decir. Paul Grice elaboró dos
teorías: el del significado “no natural” y la de las implicaturas. Describe el significado intencional (que llama
“no natural”) con una fórmula.
Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial de intención destinada a ser reconocida
como tal por quien la recibe. La significación “natural” se produce, sin intervención alguna de intencionalidad.
Interpretar lo que el otro dice es reconocerle una intención comunicativa, y esto es mucho más que
reconocer el significado de sus palabras. La comunicación parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una
lógica de conversación que permite pasar del significado de las palabras al significado de los hablantes.

EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN
Lo que queremos comunicar cuando hablamos es mucho más que lo que decimos. Lo que decimos está
determinado por las condiciones de verdad literales de nuestro enunciado. Lo que queremos comunicar con lo
que decimos depende del contenido de lo dicho y de otros factores.
Una de las tendencias más importantes de la pragmática es la que estudia la relación entre lo dicho y
lo comunicado por implicación.
Si la comunicación es un acto de fe, como lo dice Green, es un acto de fe en el lenguaje, pero más aún
en el interlocutor.
Según la teoría de Grice, entre los hablantes hay un acuerdo previo, tácito, de colaboración en la tarea
de comunicarse. Grice llama a este acuerdo “principio de cooperación”.
Por ejemplo:
A- ¿Qué tal le va en el trabajo a Juan?
B- Bien, creo. Le gusta estar allí, y todavía no lo han metido en la cárcel.
Lo que B quiere decir es diferente de lo que dice. Si analizamos el enunciado lo que dice literalmente
es que a Juan todavía no lo han metido en la cárcel, sin embargo, quizá, lo que quiso decir es que Juan
es un tipo de persona a quien le tienta el dinero.
Ese significado adicional es una implicatura. La implicatura es una implicación pragmática que Grice
intenta contrastar con las implicaturas lógicas, los entrañamientos y las consecuencias lógicas. Estos tipos de
implicación se infieren del contenido lógico o semántico de una expresión. Además, hay que distinguir la
implicatura de las presuposiciones, que derivan más directamente del significado semántico de las
expresiones.
Sin embargo, hay implicaturas que están asociadas al significado de las expresiones, aunque no al valor
de verdad de esas expresiones. A las implicaturas que no dependen del significado convencional de las
palabras emitidas, Grice las llama implicaturas conversacionales.
La conversación comporta, normalmente, un esfuerzo por colaborar con nuestro interlocutor: los
hablantes tienen por lo general algún propósito común, más o menos definido, y tratan de alcanzarlo. El
principio de cooperación es el principio general que guía a los interlocutores en la conversación.
Grice lo formula, afirmando que: “su aporte a la conversación debe ser, en cada etapa de esta, tal como
lo exija la finalidad o la dirección del intercambio verbal aceptada por ambas partes”.
“Debemos” comportarnos así, porque es lo que los demás esperan de nosotros y nosotros de los demás.
Tan fuerte es esa expectativa, que, si el hablante parece no cumplir con el principio de cooperación, el oyente,
en lugar de pensar que efectivamente el hablante no cumple, va a pensar que el hablante quiere decir otra cosa.
Esa otra cosa es una “implicatura”, es decir, un significado adicional comunicado por el hablante e inferido
por el oyente. Esta comunicación (comunicar sin decir, y contar con que el oyente va a inferir lo implicado)
es posible siempre que los hablantes presupongan el cumplimiento del principio de cooperación.
Este principio de cooperación comprende ciertas categorías que Grice llama máximas, que a su vez
contienen submáximas. Estos principios de comportamiento son:
 Máxima de cantidad:
a. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversación.
b. Que su contribución no sea más informativa de lo requerido.
 Máxima de cualidad: que su contribución sea verdadera:
a. No diga nada que crea falso.
b. No diga nada de cuya verdad no tenga pruebas.
 Máxima de relación: sea relevante.
 Máxima de manera: sea claro.
a. Evite la oscuridad de expresión.
b. Evite la ambigüedad.
c. Sea breve.
d. Sea ordenado.

Cabe señalar que, lo importante para la teoría de Grice no es tanto el cumplimiento de estos supuestos
mandatos como el hecho, mucho más interesante, de que los interlocutores actúan como si presuponen su
cumplimiento. Sin esa actitud de los hablantes, no habría implicaturas, y quizá no habría conversación.

IMPLICATURAS
Las implicaturas conversaciones son supuestos que se originan en que el hablante diga lo que dice en
determinado contexto compartido por lo interlocutores, y en la presunción de que está observando el principio
de cooperación.
La implicatura se produce en los siguientes casos:
 Cuando el hablante obedece las máximas.
 Cuando el hablante parece violar las máximas, pero no las viola.
 Cuando el hablante tiene que violar una para no violar otra a la que le concede mayor importancia.
 Cuando viola una máxima deliberada y abiertamente.

a) Obediencia a las máximas.


Son las que requieren menos cálculo por parte del oyente.
Por ejemplo: si Juana le comenta a su amiga que se le aflojó el botón de la camisa y la amiga le
responde “yo tengo aguja e hilo”, Juana va a interpretar que se los está ofreciendo, ya que no sería
cooperativo mencionar esos elementos para no ofrecerlos.
Se amplía lo que se dice y se saca la implicatura correspondiente.
b) Violación aparente.
Se presenta cuando el hablante parece violar las máximas. Esto puede dar lugar a implicaturas si
el oyente cree que el hablante obedece las máximas, o al menos respeta el principio de cooperación.
Por ejemplo: si un profesor escribe una carta de recomendación para su alumno que aspira a
ingresar a un programa doctoral, diciendo “El señor X asiste siempre a clase, hace ´puntualmente
todos sus trabajos, y se expresa con propiedad”. La carta da menos información de la esperada, ya
que no indica si el alumno tiene talento para la filosofía. El destinatario sacará la implicatura de
que el señor X no tiene ningún talento filosófico, porque de lo contrario tendría que pensar que el
autor de la carta no quiso cooperar, y esto es improbable, ya que se ha molestado en escribir la
carta.
c) Choques entre máximas.
Se presenta cuando no podemos dar una información sin mentir porque no la sabemos, y por lo
tanto damos información aproximada, violando la máxima de cantidad para no violar la de calidad.
Por ejemplo: si me preguntaran donde queda la biblioteca y no lo sé con exactitud, podría decir
“queda más al sur, cerca de la plaza”.
d) Violación ostentosa.
Se advierte cuando el interlocutor viola las máximas con deliberación.
Por ejemplo:
Niño: (por décima vez) -¿Cuándo comemos, mamá?
Madre: -Cuando esta mujer que ahora está escribiendo termine de hacer su trabajo, se levante de
esta silla, vaya a la cocina y se ponga a calentar la cena…
La prolijidad de la respuesta viola una submáxima de manera y tiene por finalidad que el niño
infiera la actitud de la madre ante su insistencia.

Grice distingue tres tipos de implicaturas: las implicaturas convencionales, las implicaturas
conversacionales particularizadas, y las implicaturas conversacionales generalizadas.
Para caracterizar estos tipos de implicaturas, Grice tiene en cuenta si son convencionales, si son
calculables, si son cancelables, y si son separables. La propiedad "convencional" se opone a la propiedad
"conversacional". La propiedad que Grice llama "calculabilidad" se aplica a las implicaturas que resultan de
un proceso inferencial en el que el oyente tiene en cuenta tres factores: lo que el hablante dice, los datos del
contexto, y el acuerdo mutuo de respetar el principio de cooperación.
Las implicaturas son cancelables cuando pueden eliminarse sin que haya contradicción. Son
separables, si desaparecen al enunciarse la expresión de otra manera.
 Implicaturas convencionales y presuposiciones:
Las implicaturas convencionales son significados adicionales, pero no se calculan, pues vienen
incorporados en el contenido de las expresiones.
Por ejemplo: “María logró terminar la tesis”, es un enunciado que significa que María terminó la
tesis, y que le costó algún esfuerzo terminarla. La idea de esfuerzo está implícita en la construcción
“lograr” más infinitivo; es una implicatura convencional de esa expresión.
No requieren ningún contexto específico, ya que están adheridas a las construcciones lingüísticas.
Por otra parte, no ejercen ninguna influencia sobre el valor de verdad de la oración en que aparecen.
Por ejemplo: “María terminó la tesis”, significa lo mismo que el enunciado anterior, con la
diferencia de que este último tiene un significado extra, una implicatura convencional.

También son convencionales las presuposiciones.


Las presuposiciones son significados adicionales que están implícitos en ciertas expresiones, y que
cuentan para evaluar la verdad de la oración; esto último las diferencia de las implicaturas
convencionales.
Por ejemplo: la expresión “Gutierrez dejó de llamarme” tiene una presuposición “Gutierrez me
llamaba”, que debe ser cierta, para que el primer enunciado sea cierto.
La presuposición continúa si se niega la oración:
Por ejemplo: “Gutierrez no dejó de llamarme”.
Otros ejemplos de presuposición pueden ser:
“Lamento que sea difícil”
“Cuando me propuso casamiento, me eché a reír”

Las presuposiciones y las implicaturas convencionales, por ser significados convencionales de las
expresiones, no se pueden anular fácilmente, es decir, no se pueden eliminar del contexto sin que
el hablante se contradiga.
Por ejemplo:
“Gutierrez dejó de llamarme, pero nunca me llamó” (Presuposición)
“María logró terminar la tesis, pero no la terminó” (Implicatura convencional).
Ambos tipos de implicación admiten, sin embargo, ser suspendidos.
Por ejemplo:
“Qué bueno que Luis haya dejado de fumar, si es que en realidad ha dejado”.
“Julian es capricorniano, y por lo tanto, perseverante, si es cierto lo que dicen los astrólogos”.

Para distinguir las presuposiciones de las implicaturas convencionales hay que tener en cuenta la
separabilidad.
Las presuposiciones no son separables.
Ejemplo:
“Luis dejó de fumar”
“Luis ya no fuma”
“Luis no fuma más”.
En cambio, las implicaturas convencionales sí son separables, porque al decir algo con el mismo
valor de verdad, usando una expresión diferente, la implicatura desaparece.
Por ejemplo:
“Son pobres, pero honrados” (una condición se opone a la otra)
“Son pobres y honrados” (no hay oposición).

 Implicaturas conversacionales particularizadas.


Se caracterizan por ser calculables, cancelables y no separables.
Dependen de un contexto específico.
Además, puede cancelarse o anularse.
Por ejemplo: en el caso de la carta de recomendación escrita por el profesor, bastaría con que el
alumno no aspirara a ingresar al doctorado o intentara ingresar en un programa que requiera lo
descripto por su profesor. También, podría anular la implicatura, agregando a la nota: “y además
es muy bueno en filosofía”.
Estas implicaturas no son separables, ya que no están adheridas a ciertas expresiones lingüísticas.
Por ejemplo: si el profesor dijera lo mismo con otras palabras, como “El señor X es aplicado,
puntual y escribe con gran corrección”, la implicatura ´no tiene talento para la ´filosofía´ seguiría
vigente.

 Implicaturas conversacionales generalizadas.


Se pueden cancelar, pero se caracterizan por no depender de un contexto específico.
Por ejemplo: en el enunciado “Marta va a encontrarse con un hombre esta noche”, el articulo “un”
implica que el hombre no es su marido, su amigo o hermano. El articulo implica que no hay una
relación cercana entre la entidad a la que se refiere el artículo y el individuo pertinente del contexto.
Un caso similar se presenta en: “Entré en una casa”. “Una casa” no hace referencia a “mi casa”.

Las implicaturas generalizadas surgen de una asociación frecuente entre una expresión y los
contextos posibles de esa expresión.
Entre las implicaturas conversacionales particularizadas y las generalizadas hay, solamente, una
diferencia de grado en cuanto a su dependencia del contexto.
La observación de la máxima de cantidad provoca implicaturas conversacionales generalizadas.
Por ejemplo: en el enunciado “Julia escribió tres libros”, la primera submáxima de cantidad ("que
su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversación") nos obliga
a dar la cantidad de información exacta, ni más, ni menos. Por lo tanto, se entiende que Julia
escribió “tres libros”, no dos ni cinco. Sin embargo, ese significado (“exactamente tres”) es una
implicatura. La expresión significa, en todo caso, “por lo menos tres”.

El concepto de significado intencional y el reconocimiento de que existe un contrato que se cumple o


se espera que se cumpla en todos los intercambios comunicativos, contribuyen a reivindicar el lenguaje
natural, acusado de ambigüedad e imprecisión. Hay una lógica en el uso del lenguaje, articulada por las
máximas del principio de cooperación: la comunicación intencional obedece a una lógica según la cual
producimos e interpretamos significado lingüístico de un modo muy eficiente.
La noción de implicatura justifica teóricamente que las expresiones del lenguaje natural tienden a tener
significados simples, unitarios y estables, que, una vez que las expresiones se ponen en contexto, pueden
recubrirse de otros significados o matices: una sobrecarga pragmática fácil de ser concebida como un conjunto
de implicaturas.
En el modelo de Grice, el acto de comunicarse crea ciertas expectativas que los hablantes aprovechan
de un modo racional y eficiente. Por eso la indeterminación de las expresiones lingüísticas no es un obstáculo
para la comunicación. Un comportamiento lingüístico bastante frecuente y siempre bien visto parece
contradecir este principio, sin embargo: la cortesía. Por cortesía, el hablante se comporta a veces de un modo
que parece irracional y poco eficiente.
Leech, autor del “principio de cortesía”, sostiene que muchas veces decimos, de una manera
perfectamente apropiada, cosas que son falsas o menos informativas que lo requerido. La cortesía está regulada
socialmente y que contribuye a la buena fortuna de la comunicación. Sin embargo, los comportamientos
corteses, aunque necesarios y efectivos, no se dan automáticamente por descontados para avanzar en la
conversación, como parece suceder siempre con los principios básicos de cooperación de Grice: es muy difícil
socavar la suposición de que nuestros interlocutores son cooperativos; la de que siempre son, por añadidura,
corteses, es, en cambio, una suposición mucho más débil. Resulta difícil no ser cooperativo en una
conversación, pero no es tan difícil ser descortés.

TEORÍA DE LA CORTESÍA.
El origen de la palabra “cortesía” se encuentra en la vida de la corte, en la que los cortesanos seguían
una serie de pautas sociales que les distinguía del pueblo.
Esta definición ha evolucionad hasta nuestros días, pasando de considerarse un aspecto puramente
social a uno estratégico y conversacional.
Hoy, la cortesía vista desde una óptica social, existe en todas las lenguas y culturas, peros sus diferentes
manifestaciones dependen de las creencias, valores y supuestos, es decir, de las convenciones socioculturales
que estas tengan.

La cortesía verbal hace referencia a lo que se denomina “contrato conversacional”, es decir, los
derechos y obligaciones de las personas.
Dada la noción del contrato conversacional, se puede decir que una locución es cortes en el sentido de
que el hablante, a juicio del oyente, no ha violado los derechos u obligaciones vigentes en ese momento en
que la pronuncia.
Es Lakoff (1991), en los años 70, la primera en hablar de dos reglas básicas de adecuación pragmática:
"sea claro", esto es, sea eficaz en la transmisión de la información, y "sea cortés", es decir, atenúe las posibles
tensiones que pueden surgir en una interacción.
 Sea claro: tiene que ver con evitar o mitigar la imposición sobre el interlocutor a través de diferentes
estrategias.
Por ejemplo: (en la sala de espera del médico, donde los interlocutores no tienen confianza)
¿Le importaría, si no es molestia, cerrar la ventana?
 SEA CORTES: Esta regla permite una subdivisión: "no se imponga", "ofrezca opciones" y
"refuerce los lazos de camaradería".
No se imponga:
Un ejemplo podría ser un enunciado emitido en un alquiler de estudiantes: “Hay que sacar la
basura”.

Ofrezca opciones: el interlocutor intenta no crear tensiones si se rechaza la propia opinión. Sirve
para no dañarnos a nosotros mismos si el interlocutor no aceptase la opción que le damos, ya que
con este enunciado dejamos abierta otra posibilidad.
Por ejemplo: “¿Te parece bien si vos sacas la basura, mientras yo lavo los platos?”

Lazos de camaradería: se utiliza cuando ya existe una familiaridad con el interlocutor y nuestra
intención es estrecharla más.
Ejemplo: ¿Hemos hecho hoy los deberes?
Geoffrey Leech, propone en 1983, el principio de cortesía.
Para él, la comunicación sirve para mantener o modificar la relación existente entre los interlocutores,
y esto se consigue a través del principio regulador de la cortesía, en el cual entran en juego las posiciones
sociales de los interlocutores.
Por otra parte, también habla de la
"cortesía absoluta", es decir, algunos actos son por naturaleza descorteses (el mandato), y otros son
corteses (un ofrecimiento).
Este autor crea una relación de coste beneficio, cuanto mayor es el coste y menor el beneficio para el
destinatario, estamos ante un acto más descortés que uno en el que el coste es menor y el beneficio mayor.
Teniendo en cuenta esta fórmula, propone la siguiente clasificación:
a. Acciones que apoyan la cortesía: felicitar, saludar, ofrecer…
b. Acciones prácticamente indiferentes a la cortesía: afirmar, informar…
c. Acciones que entran en conflicto con la cortesía: pedir, preguntar…
d. Acciones dirigidas frontalmente contra el mantenimiento de la relación entre los interlocutores:
amenazar, acusar…

TEORÍA DE LA RELEVANCIA.
La teoría de la relevancia fue expuesta por Sperber y Wilson. Proponen una manera diferente de
explicar el proceso de la comunicación lingüística.
La relevancia es el principio que explica todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción
alguna: porque descontamos que nuestro inter locutor es relevante le prestamos atención.
Según Grice, para que la comunicación sea posible, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre
la conducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos por descontado que, en la conversación
somos cooperativos. Según Sperber y Wilson, esto sucede porque tenemos algo que ganar, conocimiento del
mundo.
A cambio del esfuerzo de dedicar atención, tiempo, memoria, para entender lo que nos dicen,
recibimos, o, por lo menos, descontamos que siempre vamos a recibir, "efectos cognoscitivos", es decir, una
modificación o enriquecimiento de nuestro conocimiento del mundo. Lo que esperamos de nuestro
interlocutor es que tenga la intención de ser relevante, o sea, de decirnos algo que contribuya de algún modo
a enriquecer nuestro conocimiento del mundo, sin exigirnos un esfuerzo desmedido de interpretación, porque
tendemos a equilibrar ganancia y esfuerzo. Cuantos más efectos cognoscitivos produzca un enunciado, y
menos esfuerzo de interpretación exija, más relevante será.
Cada enunciado lingüístico intencional viene con una garantía de relevancia. Como, según Sperber y
Wilson, todas nuestras actividades informativas se orientan hacia la meta general y abstracta de mejorar
nuestro conocimiento del mundo.
En nuestro entorno cognoscitivo hay diferentes tipos de información:
 La información inmediatamente accesible, que no necesita ser procesada.
 La información totalmente desconectada, que exigirá un gran esfuerzo de procesamiento.
 La información nueva, conectada con la que ya tenemos; la conexión provoca más información
nueva, que no se hubiera podido inferir sin la conexión. Esta información es la más relevante, ya
que produce un efecto de multiplicación.
Los resultados de esta multiplicación se llaman “efectos contextuales”. Una nueva información
puede tener efectos contextuales de dos maneras:
a. La información nueva permite reforzar información ya existente en la memoria.
b. La información nueva contradice o debilita información anterior.
Cuando un ítem informativo tiene efectos contextuales en un determinado contexto, Sperber y Wilson
lo consideran relevante en ese contexto.
Cabe destacar que hay grados de relevancia. Para medir la relevancia de un enunciado, debe calcularse
la relación entre efectos contextuales y coste de procesamiento.
Según la teoría de la relevancia, lo que quiere decir el hablante está determinado por su intención de
ser relevante, y la interpretación del oyente está guiada exclusivamente por la presunción de que lo que se le
dice es relevante. La relevancia es el engranaje oculto que pone en relación lo dicho y lo transmitido por
implicación, y, del otro lado del circuito, la relación entre lo transmitido y lo interpretado por el oyente.
Sperber y Wi lson consideran que la pragmática es la teoría de la interpretación de los enunciados, y
destacan el papel fundamental de la inferencia en ese proceso de interpretación.
Entender un enunciado tiene dos aspectos: por un lado, se descodifican los signos lingüísticos; por
otro, se salta el escalón que va entre lo dicho y lo implicado, y esto no se hace mediante más descodificación,
sino mediante inferencias.

INFERENCIA.
La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se parte de ciertas premisas para llegar a una
conclusión que se sigue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo seleccionamos las premisas en
nuestro trabajo interpretativo, que es, como queda dicho, una búsqueda de relevancia.
Por ejemplo:
A. -¿Vas a comprar el diccionario?
B. -Gasté todo el dinero que tenía.
En el esquema de Grice, la respuesta de B parece violar la máxima de relevancia, pero el oyente hace
un breve razonamiento y descubre su relevancia: B no va a comprar el diccionario porque no tiene dinero.
Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respuesta de B, A construye un contexto. En este
contexto figuran ciertos conocimientos y creencias. De estas premisas A saca la implicatura: “B no va a
comprar el diccionario”. Esto es así porque A sabe que B quiere ser relevante, y la única interpretación
consistente con el principio de relevancia es que B no puede comprar el diccionario.
El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en términos psicológicos, no sociales, culturales, o
discursivos, de modo que la definición es unitaria. Lo importante es que los inter locutores comparten o creen
compartir una versión parecida del contexto. La comunicación exitosa depende de cierto conocimiento mutuo:
de lo que cada inter locutor sabe y sabe que el otro sabe.

EXPLICATURA.
Grice distinguió entre lo dicho y lo que se transmite mediante implicaturas; por "lo dicho" se ha de
entender aquella parte de la comunicación que puede evaluarse según el criterio de verdad. Todo lo demás es
implícito.
Sin embargo, Grice es consciente de que lo dicho no está determinado por el contenido semántico de
la oración. Hay elementos de lo dicho que adquieren significado solamente al emitirse la oración en una
situación concreta de habla.
En la teoría de la relevancia, se considera que lo dicho está formado no solamente por los significados
convencionales, sino por el resultado de la asignación de referencias, la desambiguación y el enriquecimiento
de algunas expresiones.
De modo que se distinguen tres niveles de significado:
 Nivel 1: el significado convencional de la oración.
 Nivel 2: lo dicho. Es la explicatura del enunciado, es decir, la proposición completa que expresa el
hablante.
 Nivel 3: lo comunicado. Resulta de los procesos de decodificación e inferencia.
La teoría de la relevancia intenta explicar cómo llegamos a interpretar lo dicho, proponiendo que el
paso del primer al segundo nivel se cumple mediante un proceso inferencial, que incluyen los procesos
de desambiguación, asignación de referencia y enriquecimiento.
Por ejemplo:
+ Si una anciana le pregunta a otra “-¿Y qué tal van tus muñecas?”, para reconstruir la explicatura es
necesario desambiguar el contenido de la palabra “muñecas”. Para asignarle el significado de “parte
del brazo”, el oyente debe tener en cuenta ciertas inferencias que surgen del contexto, como ser la
artritis, el dolor de la muñeca, entre otras cosas.
+ Por el portero eléctrico:
A: -¿Quién es?
B: -Yo.
A: -Pasa.
Es un ejemplo de asignación de referencia. A debe asignar referencia al pronombre personal antes de
abrir la puerta.
+ (Eligiendo pañuelos de seda.)
Compradora: -¿Estos son los de $200? ¿Y aquel verde, cuánto cuesta?
Vendedora: -Bueno, ese es un poquito caro.
Es un ejemplo de enriquecimiento. El oyente tiene que hacer ciertas inferencias para reconstruir lo
“dicho”. Hay que completar el significado de la palabra “poquito” en este contexto, para recuperar la
implicatura como “el pañuelo verde es bastante caro” o “ese pañuelo es más caro de lo que usted parece
dispuesta a pagar”. Si bien ese no es el significado semántico de “poquito”, lo adquiere en este
contexto. Ese significado extra es parte de la explicatura, ya que contribuye a conformar la proposición
completa expresada.
La explicatura de un enunciado es, pues, la proposición que resulta de lo expresado convencionalmente
y de los procesos de desambiguación, enriquecimiento y asignación de referencia.
Solo una vez que cumple con estas operaciones, cuando son necesarias, el oyente tiene una proposición
completa, de la cual extraerá las implicaturas que correspondan.

METÁFORAS.
Según la teoría de Sperber y Wilson, para comunicarse lo que importa es relevante, y no, en cambio,
decir la verdad literal.
En el modelo de Grice, cuando un significado literal parece inapropiado, el oyente deriva una
implicatura. El significado literal de las metáforas es siempre inapropiado.
Por ejemplo: una madre le dice a su hijo “Eres un cerdito”. El significado principal de este enunciado
no es literal, sino algo así como “eres un niño sucio”.
Según Sperber y Wi lson, los hablantes comunicamos pensamientos complejos, es decir, pensamientos
formados de varias proposiciones, algunas de las cuales sobresalen más que otras. Una sola de esas
proposiciones, la que esté disponible inmediatamente y cumpla con la presunción de relevancia óptima, será
la proposición más importante de todas las que se transmiten o se intentan transmitir.

Los hablantes producen enunciados en donde no se dice la verdad literal, con la intención de que los
oyentes extraigan solamente un subconjunto de las implicaciones acarreadas por ese enunciado. En esos casos
los hablantes no garantizan la verdad literal de lo que dicen, sino que garantizan la verdad del subconjunto de
implicaciones que quieren transmitir y que son relevantes en ese contexto.
Los enunciados figurados exigen, sí, más esfuerzo de procesamiento, pero también producen mayor
ganancia cognoscitiva: un solo enunciado permite derivar un significado mucho más complejo que su
paráfrasis literal. Decirle al niño "cerdito" transmite, condensadamente, mucho más significado que decirle
"sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la conversación, sino medios de comunicar gamas
muy amplias de implicaturas de diferente rango.
El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la literatura, exige más esfuerzo inferencial, pero
lo compensa con más efectos cognoscitivos.

You might also like