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Error de amor

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Error de amor

Prefacio:

“Tu mayor maestro es tu último error”

Ralph Nader

Todos, absolutamente todos tienen un pasado. Y este pasado no siempre es fácil de


sobrellevar. No siempre se está preparado para afrontarlo. Algunas personas prefieren
ocultarlo. Pero no por eso su pasado desaparece. Va a estar oculto pero en algún
momento se sabrá.

Los errores del pasado repercuten en el presente y pueden destruir el futuro. ¿Estamos
preparados para enfrentarnos con ese pasado? ¿Seremos capaces de afrontarlo sin morir
de dolor? ¿Y si la otra persona no nos perdona? ¿Qué seriamos capaces de hacer para
que nos perdonen?

Cuando creemos que todo en nuestra vida es perfecto resulta que algo del pasado
amenaza con destruir todo a nuestro alrededor. No podemos pararlo, no podemos hacer
que desaparezca. Estamos irremediablemente condenados a sufrir por ese pasado.

Capitulo 1

Conoció al amor de su vida, él era el hombre que siempre espero. Se enamoro


perdidamente de aquel joven y no dudo en entregarse a él por amor. Se convirtió en la
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sombra de ese hombre, en toda su existencia. Y el reconoció que era la única persona a la
que podría amar. Luego de unos años él le pidió casamiento. Ella acepto encantada, pero
sabiendo que algo podría acabar con la felicidad de ambos si saliese a la luz. Confió en
que no se supiera nunca.

Luego de la boda acordaron tomarse un tiempo a solas. Era lo mejor para ellos, estar
juntos y solo ellos dos. Pero cuando volvieron alguien le envió un anónimo a ella diciendo
que conocía su secreto. Se aterrorizo. No quería que su esposo sepa el error que cometió
en la juventud. No se podía dar ese lujo.

Durante años Annabelle había tratado de olvidar un hecho en su vida que le causaba
mucho dolor. Y ahora podía perder todo si eso se sabía. Los anónimos continuaron
llegando. No sabía qué hacer. Si le contaba todo a Cristian corria el riesgo de perderlo. Y
si se callaba, el engaño era aun peor, él no toleraria la mentira.

Era lunes, estaba sentada en el living de su casa. No paraba de pensar en los anónimos.
Cristian entro en ese momento y Annabelle trato de disimular el rostro de tristeza.
Sonrió como de costumbre, trato de que el no sospechara de que algo le estaba
sucediendo.

-Esta noche quiero que vallamos a una fiesta.

-Hace tiempo que no salgo, desde la luna de miel. Me encantaría amor.

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Llegaron, la fiesta ya había comenzado, la música estaba algo alta y no pudieron charlar
mucho. En tanto Cristian vio a unos amigos y Annabelle reconoció en el grupo a un
conocido.

-No sabía que estabas en la ciudad. Te he echado de menos. Te presento a mi esposa,


Annabelle Becker. El es mi mejor amigo Esteban Ferrer.

-Un gusto señora- las palabras retumbaron en la mente de Annabelle.

Ese hombre era de seguro quien estaba enviando los anónimos. Era lo más lógico. Si todo
salía a la luz ella perdería a Cristian. Era lo que la aterrorizaba. Era lo único importante
entonces. Seguir ocultándole lo que más pudiera su secreto.

Annabelle se retiro al tocador un momento, no se percato de que Esteban la seguía.


Antes de ingresar él la tomo del brazo. Y la hizo detenerse.

-¿Piensas escapar de mi por siempre?- dijo él.

-No, soy libre de hacer lo que yo quiera, no me molestes. Cristian puede verte.

-Que nos vea entonces. Sabes que si yo abro la boca el te deja. Lo sabes.

-No trates de chantajearme. No tienes derecho. Yo ya te explique porque lo hice. Déjame


en paz…

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-Aun esto esta no se ha acabado… no puedo olvidarme tan simplemente… no me dejes


hablando solo.

-Debo volver, sabrá que estoy aquí. No empeores las cosas.

Annabelle camino con los ojos llenos de lágrimas hasta el tocador. Entro se lavo el rostro
y salió hasta la sala de baile. El vestido azul le quedaba ajustado. Y una gota de agua le
había manchado las tiras del vestido.

Vio a Cristian charlando alegremente, se acerco y le pidió irse. El se sorprendió. No podía


entender. Ella le pidió salir después de todo. Y ahora se quería ir temprano.

Subieron al auto, el chofer los llevo a casa. El viaje lo hicieron callados. Ya en la casa se
acostaron. Annabelle no hablo el resto de la noche. Se durmió. Cristian no comprendía
que pudo pasar en esa fiesta.

Al despertar vio que Cristian ya no estaba. Seguro estaba trabajando. No sintió ganas de
levantarse. Espero a que le trajeran el desayuno y pidió comer en el cuarto.

Annabelle tenía mucho miedo de que Esteban hablase con Cristian. Si hablaba era el fin.
Su vida acababa en ese instante. Años atrás había conocido a Esteban en un club. El era
un medico importante, y ella una joven muy inocente. Tenía entonces 17 años. Y de no ser
por Esteban su vida hubiese acabado. El la ayudo, la salvo. Pero ahora la podía hundir.
Conocía su secreto, tal vez él enviaba lo anónimos. No lo sabía pero era posible.
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Cristian tenía claro que su esposa no hablaba de su pasado, nunca se había interesado
por conocerlo. Pero ese cambio de conducta de ella le asustaba, pensó en un momento
que algo sucedía con ella.

Annabelle se encontraba frente a una puerta cerrada. Cargaba con una inquietud,
"UNOS MIENTEN POR MIEDO, OTROS POR DINERO" aquella frase turbaba la
tranquilidad de Annabelle otra vez. No sabía donde la había oído, pero no podía alejarla
de sus pensamientos.

¿Debía golpearla e ingresar? Pero decidió no hacerlo y volvió a pensar en aquella frase
pero esta vez se detuvo a preguntarse si no sentía miedo. No lo sabía. Pero estaba
preocupada, al menos eso.

Si el miedo era estar callada, inmóvil, sin pestañear casi y pensativa entonces se podría
decir que Annabelle estaba sintiendo miedo. ¿Pero de qué? ¿De una mentira o una
verdad?

Annabelle bajo la escalera de prisa. Se agito un poco y debió parar. Pero volvió sobre sus
pasos no tenía miedo. ¿Entonces porque no atravesaba aquella puerta? Por dinero no era
porque ella tenía. ¿Pero si era el qué estaba del otro lado de aquella puerta el que mentía
o el que le interesaba el dinero? Ella no soportaba aquella idea. Quería borrarla de su
mente pero no podía.

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"Algunos mienten por miedo otros por dinero" ¿Pero todos mienten o solo algunos?
luego de algunos minutos, Annabelle decidió llamar a la puerta, nadie contesto. Ella se
quedo helada ahí inmóvil esperando una respuesta que quizás no deseaba. Pasaron
minutos luego horas, se canso de estar allí y volvió a su duda existencial.

Tal vez era ella la que mentía. O tal vez el miedo era el pretexto que tomaba para no
sincerarse. Se preguntaba que habría sido de aquel momento si habría contestado
alguien la puerta. No lo sabía.

Tomo un taxi, se detuvo frente a la oficina de su esposo pero no se animo a bajar. Le


pidió al taxista que la lleve hasta el mismo lugar de donde venían. Este sorprendido la
llevo pero le dijo que estaba extraña. Ella no contesto.

Ahora podía ver luz en la ventana, alguien debía de haber en aquel lugar. Subió la
escalera y toco la puerta nuevamente. Estaba cansada, eran casi las siete, no tenía mucho
tiempo para volver a casa pero debía hablar con él. Esteban atendió rápidamente como
sospechando que ella iría a buscarlo. La miro, la miro dulcemente. Entonces un niño de
ojos celestes tomo del brazo a Esteban y lo llamo papá. Annabelle sintió ganas de llorar,
pero se contuvo.

-Pasa. Sabía que vendrías.

-No sé si hice bien en venir.

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-Nos debíamos una charla. Hace años.

-Cristian volverá del trabajo a las ocho debo marcharme pero mañana a las diez estaré
en la plaza de aquí a la vuelta. Ve solo por favor.

-Allí estaré.- dejo pasar unos segundos y continuo- Mateo saluda a la señora Annabelle,
es una amiga.

-Hola.- dijo el sorprendido- ¿Papá ella era amiga también de mamá?

Annabelle comenzó a templar. No podía escuchar eso del niño.

-Si Matt ella era su mejor amiga.

Annabelle se despidió de ambos y salió de allí. Subió nuevamente al taxi y comenzó a


llorar. Pero cuando se percato vio que estaba cerca de su casa y se corrigió el maquillaje y
el cabello. Pago el viaje. Y descendió.

Cristian no había llegado, tenia suerte. ¿Cómo le explicaría todo aquello? Simplemente
no podía. Se preparo un té y comenzó a organizar su trabajo del día siguiente. Debía ir a
varias fundaciones a entregar donativos.

La mucama le dijo que estaba lista la cena. Pero aun no estaba Cristian así que lo
esperaría para comer. Pero ella no tenía hambre, no después de ver a Esteban y Mateo. Y
que el preguntara por su mama. Sintió un nudo en el estomago. Y entonces entro a la

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casa Cristian. Lo recibió con un largo beso, tratando de compensarlo por todo aquella.
Como buscando su perdón. ¿Pero como podía perdonarla si aun no sabía la verdad? Ella
no quería de ningún modo que el la supiera nunca. Solo que sentía que Esteban podía
acabar con ello en breve si abría la boca. Pero “a él tampoco le convenía” pensó Annabelle
y eso la tranquilizaba. ¿Entonces quien enviaba los anónimos?

La mañana estaba despejada. Estaba sola en la cama. Miro el reloj. Debían ser las 10
porque el sol estaba arriba ya. Y ya era tarde. Tal vez esteban no la esperase. Pero igual
decidió ir. Cuando llego lo vio sentado en un banco de la plaza. Estaba leyendo un
panfleto, se acerco y lo llamo por su nombre.

-Pensé que te habías arrepentido.

-Lo siento se me hiso tarde. Y tengo mucho que hacer hoy.

-Comprendo, estas ocupada. No te robaré más de diez minutos. ¿Entendido?

-Entendido. Dime entonces.- la voz de Annabelle sonó muy suave y triste.

-Matt desde ayer no ha parado de preguntar por ti. Te hizo este dibujo. Esta sos vos y
esta su mama.- dijo señalando un dibujo.

-Es hermoso. Gracias. Lo guardare si no te molesta.

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-Es tuyo. Lo hiso por vos… -dejo que el silencio espaciara y luego siguió- yo también lo
hice todo por vos.

-No tienes que recordarme, lo sé. Y te agradezco estoy en deuda. Pero necesito saber si
vos me escribes esto.- tomo de su cartera el anónimo y se lo enseño.- no sé si eres dime
porque me estoy enloqueciendo.

Esteban leyó; “Se la verdad. Fuiste una maldita, no te desaceras de mi fácilmente”

-¿Pero qué es esto?

-Son anónimos. Pensé que eras vos.

-¿Cómo? Pero yo soy el ultimo que quiere que se sepa todo… estoy asustado ahora
también. Esta persona sabe todo. O no sabe y está jugando con vos.

-Me escribió otras veces. Pensé que solo tú y yo sabíamos esto. No sé qué pasa pero estoy
aterrada.

- Te prometo que investigare. Déjame esto.

- Gracias, no sabes me dejas más tranquila. No puedo esperar a saber quién es. Además
no me pide dinero ni nada. Parece que solo quiere destruirme.

- O destruirnos a ambos.

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- Tal vez, no lo sé. Pero algo está mal es todo esto, y no puedo entender que.

Annabelle subió al auto, le pidió al chofer que esperara a una cuadra para que no la vea
en la plaza y luego camino hacia el auto. “quiero que esto acabe” pensó Annabelle . Pero
ya era demasiado tarde para eso.

Sintió terribles ganas de largarse a llorar cuando vio el dibujo que traía en su bolso. Pero
vio que el chofer estaba atento y no lo hizo. En cambio, sonrió falsamente y le dijo que la
lleve a la oficina.

El centro estaba algo lejos pero llegaron a tiempo. Annabelle bajo y busco a su esposo. Lo
vio sentado en su oficina y le pidió permiso para entrar.

- Pasa mi vida. No te esperaba hoy, ¿Quieres ir a comer?

- Sí, necesito tomar aire. Estoy aturdida con todo esto de la fundación.

- Sabía que sería así, pero insististe tanto que me pareció que sería bueno que ocupes tu
tiempo en eso.

- Y me encanta pero a veces es muy absorbente. Y necesito relajarme.

- Dime eso a mí, que aquí si cae los precios necesitamos tomar un trago.

- ¿Pero el negocio anda bien no?

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- Sin sobresaltos, parece que se está acomodando todo en su sitio.

- Me alegro. ¿Nos vamos?

- Espera que guarde algunas cosas.

- Te espero abajo.

Esteban saco del escritorio un papel, lo doblo tiernamente y lo puso en un sobre, se lo


coloco en el saco y salió de la oficina.

Comieron frente al rio en una pescadería. No había casi viento y estaba soleado. El calor
comenzaba a sentirse y decidieron volver a su rutina, Esteban volvió al trabajo y ella a la
fundación. Cuando le dijeron que no la precisaban aquel día Annabelle salió
rápidamente hacia la calle y tomo un taxi. No sabía a dónde iba pero sí que no se
quedaría en ese lugar un minuto más.

Annabelle fue al sanatorio y pidió un turno con el psicólogo. Decidió ir a un terapeuta


para tomar una decisión, seguir con la mentira, contarle todo o dejarlo. Esa eran sus
opciones.

Al comienzo fue muy difícil abrirse con el psicólogo. Porque ella trataba de no contar la
razón de los anónimos ni cuál era el secreto. Y su médico le decía que no debía tomar esa

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decisión ahora, que podía esperar a sentirse segura de decirlo. Pero ella quería resolver
aquello rápido.

Las sesiones fueron mejorando el humor de Annabelle. Y su esposo noto los cambios pero
no sabía el motivo. Después de unos meses de ir al terapeuta se dio cuenta que los
mismos días que ella, un hombre estaba allí esperando, cuando ella se iba. Decidió
hablarlo.

El hombre estaba en las mismas que ella. No podía contarle a su hijo algo. Se apoyaron
mutuamente tratando de tomar la mejor decisión. Se entendían muy bien. Compartían
los mismos miedos, las mismas culpas. Con el correr de los días se hicieron amigos. Pero
ninguno le decía al otro su secreto. Hasta que una tarde fueron a tomar un café, y ambos
estuvieron de acuerdo en decir que estaba pasando en sus vidas, él le conto que su hija
era adoptado pero que no lo sabía. Ella le confesó que una persona le mandaba
anónimos diciéndole que sabía todo. Se sentía más liberada ahora. Alguien sabía todo y
no la juzgaba. Es más la comprendía.

Miro el reloj, eran las ocho y diez. Era tarde. Miro su teléfono, tenía tres llamadas
perdidas, y dos mensajes. Cristian debía estar preocupado. Salió rápidamente, subió a
un taxi y llamo a su esposo.

- Estoy en camino.

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- ¿Qué es lo que sucede Annabelle?

- ¿De qué hablas? Me retrase. Pero no paso nada. Estoy bien.

- Sabes a lo que me refiero.

- No, explícate.

- El anónimo que recibiste hoy, dime ¿No es el primero no?

- ¿Lo has leído cierto? Escucha te amo, eso no significa nada.

- ¿Me amas?

- Con toda el alma Cristian. Deja que te explique.

- ¿Qué me vas a explicar? Tú no me amas, Annabelle . Ni siquiera sabes lo que significa


esa palabra. Una persona enamorada no habría hecho lo que hiciste tú.

- Pero vos no comprendes deja que te cuente como son las cosas.

- ¿Qué me vas a decir que no confiaste en mi? Te callaste sobre esto. Entonces lo que
dicen los anónimos son ciertas, ¿Estabas aterrada no?

- No era miedo, solo…

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- No digas mas nada quieres. Durante años me preocupe por vos, te di mi vida, te di mi
amor, solo pedí a cambio que me amaras y respetaras; pero me engañaste ni siquiera
confiaste en mí, no me dijiste lo que estaba pasando. ¿Qué quieres que piense?

- Esto no se puede hablar por teléfono, ya estoy llegando, espera.

La llamada se interrumpió. El había cortado. Annabelle pensó que el tenia toda la razón
al estar enojado con ella.

Cuando finalmente llego a su casa vio una maleta en la puerta, la suya. ¿Qué diría ese
anónimo?

Annabelle toco a la puerta, aun lloraba. No sentía ningún ruido. Pero seguro Cristian
estaba allí detrás.

- Ábreme por favor. Quiero explicarte. Deja que te lo diga y luego me marcho.

La puerta se abrió lentamente. Cristian se asomo, su rostro estaba frio, duro. Sin
expresión.

- Esos anónimos los recibo hace meses, creí que eran una broma. Pero siguieron llegando.
Me asuste de verdad.

- ¿Por qué no me lo dijiste entonces?- Cristian comenzó a llorar desconsoladamente.-


¿Por qué?

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- Quise protegerte de todo lo que me preocupa, de mis demonios internos.

- ¿Pero amor de que hablas?

- Si te mentí es porque tape con ello otra mentira, y no puedo confesar la primera para
exculparme de la segunda lo siento. Me voy ahora.

Cristian la detuvo, la abrazo beso dulcemente. No podía dejar que se fuera. Eso era una
locura.

- Te amo Anna. No puedo perderte. Y esos anónimos no importan, igual como dijiste
antes no me contaras el secreto. Y no quiero conocerlo. No si es que eso me aleja de vos
para siempre.

- Pero escucha no puedes hacer eso. No tengo derecho a estar haciéndote esto. No.

- Tienes todo el derecho que yo te di el día que te dije que te cuidaría por siempre, sin
importarme nada que fuera a pasar, eso está en pie. Al menos de mi parte.

- Te quiero y no puedo perderte ahora cuando más te necesito. No me dejes sola, no


ahora… por favor Cris.

- Jamás Anna, solo muerto… pero debemos saber que son esos anónimos.

- ¿Y si lo dejamos así?

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- ¿Cómo? No puedes esa persona te está volviendo loca Anna. Te prometo que la
atraparemos.

- Abrázame fuerte, te necesito.

Al día siguiente Anna presento la denuncia, debía hacerlo si lo que quería era encontrar
a quien enviaba los anónimos. Cuando llego a su casa se encontró con otro anónimo. “sé
lo que hiciste, no me encontraras”

Le debía decir a Cristian. Y no solo de ese anónimo sino también la verdad. Le costaría
tal vez una pelea, o puede que lo perdiera pero estaba dispuesta a decirle todo. En la cena
por fin logro decirle.

- Cris, te oculte algo. No sé quien envía esos anónimos pero si el porqué.

- ¿Estás segura?- Anna asistió. – Entonces dímela.

- Antes de conocerte, mucho antes, tuve una amiga. Era mi mejor amiga. Yo la seguía en
todo. Teníamos 17 años. Éramos jóvenes ilusas y cometimos errores.

- ¿Qué errores?

- Ella tuvo un bebe, yo la ayude a ocultarlo. Era mi amiga ¿Qué más podía hacer? El
doctor que nos ayudo se quiso quedar con el bebe. Ella acepto. Y no supimos más del
médico. Ella no supero la perdida.- Anna se puso a llorar.

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- Tranquila, mi amor. ¿Qué paso?

- Mi amiga se suicidio Cris, sufrí tanto su muerte. Y yo solamente sabia porque. Su


familia intento que les contara pero no pude traicionar su confianza. Intente buscar al
médico. No lo logre. Me sentía mal.

-Tú no tuviste la culpa de eso. Ella quiso dar al bebe.

-Pero pude decirle a su madre y encontrar al médico.

-Te ayudare en eso lo encontraremos.

Anna se sentía aterrada, ella había visto ya a ese medico. Y era el mejor amigo de
Cristian. Esteban no quería entregar al niño, no le interesaba desprenderse de él. Y al fin
de cuantas ella tampoco quería quitárselo. Era su hijo, se había ocupado de él durante
esos años.

No sabía cómo le diría a Cristian la verdad de todo ello. No quería perder su confianza.
Ni su amor, lo quería apoyándola. Junto a ella.

Recibió un llamado de la comisaria, estaba segura de que tenía que ver con los anónimos.
Se sorprendió al saber que había ubicado a quien los enviaba.

-Eso no puede ser, no… el no es… él no sabía de esto. ¿Cómo me puede decir que mi
esposo me está amenazando con esos anónimos? Usted está loco.

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-Señora, tranquilícese, nada le pasara. Estamos seguros de que es el. Y necesitamos su


ayuda. Sabemos que está planeando algo. Y debemos descubrirlo.

El teléfono sonó. El policía atendió. Quien llamaba era Esteban.

-Lamento decirle que es tarde. Su esposo hiso lo que temíamos.

-¿De qué habla?

-Secuestro a su hijo.

-El no tiene hijos.

-Sí, el niño de su amiga era de él… lo siento si no lo sabía.

Anna se puso a llorar. No podía entender. Su esposo no solo la había amenazado todo
ese tiempo sino que ahora secuestraba a Matt. Pensó en Esteban, debía estar destruido. Y
ella era culpable de algo. De no darse cuenta de todo antes y prevenirlo.

Anna dudaba si Esteban sabría del verdadero padre del niño. Pero ahora no importaba,
lo que tenían que hacer era encontrarlo.

En el aeropuerto la policía estaba haciendo guardia. Lo lograron encontrar y rescatar a


Matt. Pero Cristian se resistió. Tenía un arma, disparo, la policía le devolvió los disparo y
lo hirió. Murió en pocos minutos.

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Esteban la abrazo, Anna lloraba desconsoladamente.

-¿Que pasara ahora?

-Matt tendrá una mama.

-¿Cómo?

-¿Quieres ser su mama?

-Quiero ser tu esposa, Esteban. Y la mama de Matt.

Esteban la tomo en sus brazos y la beso. Salieron del aeropuerto, junto a Matt. A partir
de ese momento eran una familia. Solo les esperaba recuperar los momentos perdidos y
ser por fin felices.

Fin

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