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I. Planteamiento básico.
Debe tenerse siempre presente que estamos ante un principio y, a lo menos en tesis, de una
fuente de las obligaciones.
Conviene ubicar este tema en el cuadro general en el que se inserta. El más general es de las
fuentes del derecho. Entre ellas, la doctrina contemporánea menciona, cada vez con más
frecuencia a los principios generales del derecho. Esta fuente ha sido conocido como tal, además,
en códigos modernos.
Puede entenderse a los principios generales del derecho como los postulados constantes que
surgen de la legislación vigente en cada país. Sirven como elemento integrador de vacíos legales,
para interpretar normas oscuras y para perfeccionar el ordenamiento positivo.
Entre nosotros no están consagrados como fuente. Lo más cercano está en el artículo 24 del
C.C. que menciona al espíritu general de la legislación. Así, estarían sólo mencionados sin decir
cuáles son, y su función sería interpretativa. Deberían consagrase expresamente en una ley de
alcance general.
El enriquecimiento sin causa es un principio general del derecho, en lo que todos los autores
están de acuerdo. Sin perjuicio de lo anterior es una fuente autónoma de las obligaciones, lo que
también debería consagrarse de forma expresa.
Como principio, consiste en que el derecho repudia el enriquecimiento a expensas de otro sin
una causa que lo justifique.
Como fuente de las obligaciones consiste en una atribución patrimonial sin una justificación
que la explique, de modo que, constatando dicho hecho, se impone la obligación de restituir. Su
origen está en roma, aunque implícitamente y sólo en determinadas instituciones, para las cuales
se creó la actio in rem verso.
Ausencia de causa: Es lo que provoca la iniquidad que es necesaria corregir y también, y por eso,
justifica la pretensión de reembolso. Evidentemente, acá nos referimos a una causa jurídicamente
aceptable, pues todo tiene causa en el sentido común del término. Esta es una cuestión compleja,
por lo que no se puede dar una fórmula general para saber cuando hay ausencia de causa, deberá
resolverse caso a caso. Debe tenerse presente que el derecho permite que en los contratos
algunas partes se beneficie más que la otra. Acá confluyen tres exigencias particulares: ausencia
de culpa del empobrecido, ausencia de interés del mismo (que no haya desplegado una acción
interesada en su beneficio que haya terminado enriqueciendo a otro) y ausencia de otra acción
(carácter subsidiario).
V. Efectos.
Sobre a la época para determinar si hay o no enriquecimiento sin causa hay dos posturas:
- La acción indemnizatoria se dirige contra el autor del daño. La actio in rem verso contra el
enriquecido, que puede no coincidir con el autor del hecho que produjo el
enriquecimiento.
- La indemnización requiere culpa o dolo. No así la acción in rem verso.
El C.C. no contiene una regla expresa general. La doctrina nacional ha sido complaciente con
esta situación y se ha limitado a señalar las instituciones inspiradas en el principio. El autor estima
que es posible admitir que está contemplado de forma implícita como fuente de las obligaciones.
Hay 3 situaciones que no tienen solución legal y que, a todas luces, merecen una respuesta, la
cual se inspira en esta fuente de las obligaciones.
El autor le encuentra asidero legal. Los textos son el artículo 578 y 1437 del C.C.
El primero que habla del “hecho suyo”, que en este caso sería el que provocó el
enriquecimiento. El segundo en cuanto habla del “hecho voluntario”, ya que no distingue si hay
voluntad o no de crear una obligación.
X. La Obligación y la Acción
Más específicamente:
-Se discute las normas que la rigen: responsabilidad contractual o extracontractual. La respuesta
dependerá de cuál se considera es el régimen de derecho común. Aunque puede también decirse
que hay un vacío legal que puede llenarse conforme a la equidad.
-Conforme a la prueba: la carga la tiene el actor (1698 del C.C.), salvo en lo relativo a la ausencia
de causa (por tratarse de un hecho negativo, de prueba imposible).
Respecto a la acción, las características son las siguientes: es personal y patrimonial, por lo que es
renunciable, transmisible, transferible y prescriptible. Prescribe según las reglas generales, esto es,
5 años.