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ANALISIS DE LA ACUSACIÓN

CONSTITUCIONAL – CASO
FRONTÓN
ALUMNO: FROILAN ORESTES CLAVO GONZALES
ACUSACIÓN CONSTITUCIONAL

En relación a la sentencia del Tribunal Constitucional que declara que el


caso de “El Frontón” constituye un delito de lesa humanidad y que es imprescriptible.
Este pronunciamiento reconoce que “El Perú sufrió una larga guerra interna”, y que
esta guerra “de no detenerse hubiera acabado con el país, con sus instituciones y
con el régimen democrático”, que “nuestra patria se encontraba muy próxima a caer
en el abismo del totalitarismo comunista”, y critica a quienes no quieren ver esta
realidad por “que tienen una visión teórica muy ajena a la realidad de lo ocurrido.”
En otras palabras, se reconoce que la guerra avanzó a tal punto que cuestionaba
muy seriamente el poder de las clases explotadoras y opresoras y esto fue así
porque contaba con un importante apoyo popular a nivel nacional e internacional.
¡A confesión de parte relevo de pruebas! Pero además, las consecuencias
inmediatas de esta sentencia sería que todos los que participaron en la matanza
de El Frontón, volverían a ser sometidos a un proceso judicial 31 años después de
los hechos, soslayando una solución política, con la consiguiente reapertura de
viejas heridas que aún se mantienen abiertas yendo en contra de una reconciliación
nacional que debería haber en nuestro país a fin de cerras heridas.

En la guerra hubo dos partes:

1) Los que se levantaron en armas para transformar esta sociedad en los


años 80.

2) El Estado peruano representados por sus gobiernos de turno.

Sin embargo, habiendo concluido la guerra hace 25 años, cuando no existía


el delito de lesa humanidad en la legislación nacional sino solo en la internacional,
no corresponde esta tipificación legal y eso se aplica a todos los casos sin
excepción.
La acusación constitucional contra cuatro miembros del Tribunal
Constitucional por un fallo emitido en el 2016 sobre el Caso El Frontón activó una
falacia. Se ha señalado que esta resolución perjudicaba a los miembros de la Marina
de Guerra procesados por presuntas ejecuciones extrajudiciales, al declarar que lo
ocurrido podría constituir un crimen de lesa humanidad y, por tanto, reabrir el caso.
Se omite que, en realidad, el proceso judicial por los posibles delitos cometidos con
posterioridad al legítimo develamiento de un motín senderista en 1986 nunca se
cerró.

La resolución emitida el año pasado, que corrige el fallo emitido por el


Tribunal Constitucional en el 2013, corresponde a un proceso de hábeas corpus
iniciado en el 2009 por quienes hoy se encuentran en juicio oral ante la Sala Penal
Nacional. El fin último de esa demanda habría sido que el caso prescriba.

Yerros hay en ambas resoluciones. El Tribunal Constitucional nunca debió


pronunciarse –ni en el 2013 ni en el 2016– sobre si estábamos ante un delito de
lesa humanidad, cuestión que corresponde al Poder Judicial. Tampoco debió, como
se hizo en la sentencia original, interpretar que el caso no se cerraba para los
acusados como perpetradores directos, pero sí para los posibles autores
intelectuales. Este punto contraría las sentencias de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Corte IDH) sobre este caso. Y a ello se suma la errática
corrección sobre el voto contradictorio del magistrado Juan Vergara Gotelli.

En realidad, el Tribunal Constitucional debió declarar que el proceso por


presuntas ejecuciones extrajudiciales no prescribía porque se trataba de posibles
delitos que, de confirmarse, constituirían una grave violación a los derechos
humanos, de acuerdo con las sentencias de la Corte IDH en los casos Barrios Altos,
Gomes Lund y Gelman. Aún puede hacerlo, dado que se interpuso una queja contra
su segunda resolución en el proceso de hábeas corpus.
Pero las discrepancias que puedan existir sobre una interpretación legal
no deben procesarse a través de una acusación constitucional. Tampoco existen
evidencias de prevaricato en este caso, como han indicado bien los abogados de
los magistrados. Por ello, el Congreso de la República debería cerrar este
procedimiento. Más aun cuando la acusación se habría contaminado con intereses
políticos subalternos, que buscarían magistrados más afines en el Tribunal
Constitucional o cerrar un caso incómodo para un partido criticado por los errores
de sus dos gobiernos.

Dicho esto, el sistema de justicia debe ser más expeditivo en el


procesamiento de violaciones a los derechos humanos cometidas durante el
conflicto armado interno que vivió el país entre 1980 y el 2000. Tanto las víctimas
como los acusados se ven afectados por la demora en estos procesos, que deben
culminar con sentencias absolutorias o condenatorias. En mi opinión personal
considero que se debe cerrar estos casos y se debe abrir paso como en Colombia
a una Reconciliación Nacional.

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