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Enseñanza y Arquitectura

CARLOS RAUL VILLANUEVA

Los problemas referentes a la enseñanza de la Arquitectura están a la orden del día y revisten una
importancia considerable, por cuanto se trata de la formación de las futuras generaciones, las cuales
tendrán como misión, construir viviendas, escuelas, fábricas y organizar físicamente a nuestros pueblos
y a nuestras ciudades.

Hay que puntualizar los cambios radicales aparecidos últimamente en los métodos de producción, las
transformaciones aceleradas en las estructuras económicas y sociales, y los nuevos medios
prodigiosamente ricos en los materiales y en las técnicas, una fresca manera de pensar, de sentir y de
querer vivir, que son factores que obligan al Arquitecto a asumir una determinada actitud frente a la vida,
a la aceptación de un código de conciencia que hace necesaria una rectificación en los planes de
estudios de la Arquitectura, la más social de todas las Artes y la más íntimamente ligada a nuestras
vidas.

Misión principal del Arquitecto:

Planificar y organizar el medio físico, el marco donde va a vivir el hombre, hacer más favorables sus más
diversas actividades tanto individuales como familiares y sociales, como también satisfacer sus
necesidades físicas y espirituales. Él construye y levanta las formas, las envolturas que tienen como
función limitar los espacios vivibles, con la ayuda de los materiales lo más adecuados posibles y puestos
en equilibrio, con ciencia y técnica, cumpliendo con las leyes de la estática. El Arquitecto debe tomar en
cuenta de manera especial las condiciones intrínsecas de cada país, los factores reales, geográficos,
climatológicos, sociales y económicos y debe situarse dentro de un determinado momento de la historia,
de una cultura y de una sociedad especifica; es indispensable sentirla, entenderla y saber interpretarla.
Él tiene una misión clara y definida, y puede ser si así lo desea el más fiel y elocuente intérprete de su
época.

Estas inmensas responsabilidades sociales y misión renovadora implican entonces considerar al


Arquitecto esencial y principalmente como un HUMANISTA, cuya acción y actitud giran en torno al
hombre, de sus gestos, de sus actos y de sus movimientos, como ser integral y universal. Él debe darse
cuenta de sus obligaciones de orden social y sobretodo moral lo que implica para él tener un profundo
conocimiento de las Ciencias tanto humanas como naturales, de biología y morfología humana, de
sociología y economía, de geografía física y humana, de recursos naturales. Es evidente que él no
puede dominar integralmente todas estas ciencias, pero debe extraer de ellas lo esencial, lo básico, las
partes que están íntimamente ligadas con la Arquitectura y le permitan luego coordinar sus
pensamientos y sentirlos, y aprovecharlas en el momento de creación.

El Arquitecto pertenece con el Ingeniero a la casta de los constructores y en este último siglo se
manifiesta espectacularmente como científico y técnico.

Debe tener una preparación y una educación dirigida hacia estos aspectos, una intuición estructural y
constructiva, un espíritu dirigido hacia la estática, debe ser TÉCNICO, pero debe saber que la técnica es
únicamente un medio y que el fin principal no debe ser ella, sino el hombre y únicamente el hombre.

La revolución industrial nos ha traído nuevos contenidos y obliga también a una programación cada vez
más exigente y compleja y por otro lado, los factores económicos han revolucionado las normas del
diseño y han surgido con la industrialización formas distintas y desconocidas: prefabricadas, moduladas
y normalizadas que nos obligan a idear un nuevo método de organización estructural.

El arquitecto al ser sensible a los acontecimientos arquitectónicos, posee un cierto sentido e intuición
plástica, un conocimiento rico de los hechos visuales. Puede imprimir una fuerza expresiva a los
espacios vivibles. Si logra utilizar con sensibilidad, amor y emoción el lenguaje de las formas, las
relaciones espaciales, los efectos logrados con la luz, los colores y las texturas, e interpretar el
modelado, puede ser también un ARTISTA y habrá logrado enteramente su difícil y complejo cometido.

La arquitectura se une y se asienta en el ambiente natural, (paisaje, luz y sitio). El Arquitecto coordina y
ordena a los diversos componentes urbanos, a los tejidos sociales, las unidades residenciales, a los
centros de trabajo y de producción, a los núcleos destinados a la cultura, el reposo y el esparcimiento.

Existe entonces una íntima y estrecha relación entre Arquitectura y Urbanismo que deben considerarse
como parte del mismo proceso constructivo: el primero imprimiendo una forma a las actividades
humanas y el segundo ordenando las relaciones entre ellas, y demuestran entonces que el uno es
únicamente un órgano construido en medio de un espacio establecido y creado por el otro.

Pensamos que los cursos teóricos y prácticos de Urbanismo deben formar parte, en una forma más
amplia, más extensa y más profunda en las materias vigentes de las Escuelas de Arquitectura.

La Escuela no debe cargar la mente del estudiante con conocimientos inútiles y académicos y cuidarse
mucho de los programas vagos y supercargados; conviene más bien formar principalmente una mente
equilibrada y flexible, acostumbrada a una gimnasia mental que le permita resolver cualquier problema,
de cualquier índole y en cualquier momento. Debe también desarrollar una metodología a base de lógica
y razonamiento con métodos positivos y reales, que le permitan aprender y desenredar, observar,
clasificar y analizar antes de llegar, por fin, a una síntesis.

Hay que educar primeramente la mano para que conozca la densidad, la fuerza y el mensaje de la
materia inerte. El estudiante debería alternar el trabajo directo con la piedra, el ladrillo y la madera.
Debería saber preparar una mezcla de mortero o de hormigón, limpiar él mismo el sitio donde va a
levantarse el edificio, como también subir a los andamios.

El estudiante debe vivir con el lápiz en la mano, como utensilio básico para que en el dibujo expresado
logre acostumbrarse a medir, apreciar, dimensionar, proporcionar los elementos humanos y naturales y
los acontecimientos de la Arquitectura.

Es necesario educar temprano el ojo, acostumbrarse a saber ver y apreciar inmediatamente en los
espacios y en los volúmenes diferencias de pocos centímetros. Debemos acostumbrar al estudiante a
interesarse en todos los problemas humanos y sociales de su país, tener una mente abierta a todas las
cosas y no quedarse únicamente encasillado en su mesa de dibujo.

Él debe viajar, conocer a su tierra, a su gente y a su pueblo, acostumbrarse a la polémica sana y objetiva
y en la Universidad entrar en contacto con estudiantes de otras disciplinas.

La Escuela debe propiciar cada vez más el trabajo en equipo y sus inmensas posibilidades: la
integración con otros técnicos y profesionales que se interesan por la Arquitectura; fomentar la creación
de talleres y laboratorios de experimentación, de investigación, interesarse en nuevos conocimientos
aptos para la época, en los problemas de prefabricación, cualquier clase de diseño en función de
procesos industriales; aprender a "COMO” pensar y "COMO" investigar más que a lo que hay "QUE”
pensar y lo que hay "QUE" investigar; hacer entender al estudiante que el esfuerzo mental es mucho
más su propia obra que el resultado de las indicaciones del profesor y que es más conveniente, al salir
de la escuela, poseer una cabeza bien formada y bien equilibrada que una demasiado repleta y llena de
conocimientos que, como todos sabemos, están y estarán siempre sujetos por la constante superación
del progreso a perennes modificaciones.

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