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El conejito soñador

Autor: Eva María Rodríguez


Edades: Todas las edades
Valores: amistad, autoconfianza

Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del bosque, rodeado de libros
y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le habían dado de lado porque se pasaba el día contando
historias imaginarias sobre hazañas caballerescas, aventuras submarinas y expediciones
extraterrestres. Siempre estaba inventando aventuras como si las hubiera vivido de verdad, hasta
que sus amigos se cansaron de escucharle y acabó quedándose solo.

Al principio el conejito se sintió muy triste y empezó a pensar que sus historias eran muy aburridas
y por eso nadie las quería escuchar. Pero pese a eso continuó escribiendo.

Las historias del conejito eran increíbles y le permitían vivir todo tipo de aventuras. Se imaginaba
vestido de caballero salvando a inocentes princesas o sintiendo el frío del mar sobre su traje de
buzo mientras exploraba las profundidades del océano.

Se pasaba el día escribiendo historias y dibujando los lugares que imaginaba. De vez en cuando,
salía al bosque a leer en voz alta, por si alguien estaba interesado en compartir sus relatos.

Un día, mientras el conejito soñador leía entusiasmado su último relato, apareció por allí una
hermosa conejita que parecía perdida. Pero nuestro amigo estaba tan entregado a la
interpretación de sus propios cuentos que ni se enteró de que alguien lo escuchaba. Cuando
acabó, la conejita le aplaudió con entusiasmo.

-Vaya, no sabía que tenía público- dijo el conejito soñador a la recién llegada -. ¿Te ha gustado mi
historia?
-Ha sido muy emocionante -respondió ella-. ¿Sabes más historias?
-¡Claro!- dijo emocionado el conejito -. Yo mismo las escribo.
- ¿De verdad? ¿Y son todas tan apasionantes?
- ¿Tu crees que son apasionantes? Todo el mundo dice que son aburridísimas…
- Pues eso no es cierto, a mi me ha gustado mucho. Ojalá yo supiera saber escribir historias como
la tuya pero no se...

El conejito se dio cuenta de que la conejita se había puesto de repente muy triste así que se acercó
y, pasándole la patita por encima del hombro, le dijo con dulzura:
- Yo puedo enseñarte si quieres a escribirlas. Seguro que aprendes muy rápido
- ¿Sí? ¿Me lo dices en serio?
- ¡Claro que sí! ¡Hasta podríamos escribirlas juntos!
- ¡Genial! Estoy deseando explorar esos lugares, viajar a esos mundos y conocer a todos esos
villanos y malandrines -dijo la conejita-

Los conejitos se hicieron muy amigos y compartieron juegos y escribieron cientos de libros que
leyeron a niños de todo el mundo.

Sus historias jamás contadas y peripecias se hicieron muy famosas y el conejito no volvió jamás a
sentirse solo ni tampoco a dudar de sus historias.
lisis de sus valores
Este cuento nos habla de la amistad. De lo importantes que son los amigos en la vida de cualquiera
porque te ofrecen su afecto, comparten contigo tus aficiones… y en definitiva, te hacen ser más
feliz.
También nos habla el cuento de otra cuestión importante: la autoconfianza. No debemos dejarnos
llevar por las opiniones de los demás acerca de nosotros o nuestro trabajo, ya que pueden estar
equivocados. Debemos confiar en nosotros mismos y en lo que hagamos esforzándonos por
mejorar día a día.
Cuentos originales
Autor: Luciana Guerra
Edades: A partir de 4 años
Valores: las apariencias engañan, amistad
Había una vez una bruja que se llamaba Teodora y vivía sola en el bosque de los árboles verdes.
Tenía un aspecto sombrío con su nariz peluda con un lunar en la punta larga como una zanahoria y
su boca pequeña siempre torcida de mal humor.

Una tarde en que estaba de muy mal humor se sentó sobre una enorme piedra, cruzó sus piernas
flacas de bruja una sobre otra, mientras con la mano izquierda apoyada en sus rodillas, sostenía su
cabeza inclinada que parecía pesarle tanto como la piedra en que estaba sentada.

La bruja estaba muy enfadada porque no tenía a nadie a quien embrujar. Teodora empezó a
pensar qué podía hacer para conseguir que alguien pasara por allí pero no se le ocurrió nada de
nada y su enfado fue en aumento. Se enfadó tanto que se puso a llorar - algo muy raro tratándose
de una bruja.

El caso es que al cabo de un rato Teodora se calmó y fue a buscar su escoba voladora.

- Mmmm, ya sé lo que haré. Voy a hacer burbujas con la receta que me dio mi
abuela Mandora. ¡Con ese hechizo seguro que consigo que vengan muchos niños hasta aquí!

La receta era fácil y sólo se necesitaba un poquito de detergente y algo del agua. Así que Teodora,
decidida a preparar el brebaje mágico fue en busca de la caldera encantada y siguió las
indicaciones de la receta de su abuela la bruja Mandora.

- Mil gotitas de detergente... un vasito de agua... y ahora las palabras mágicas:


¡Colorín colorado este brebaje está terminado¡ ¡Colorín, colorete, este brebaje está de rechupete!

El caldero comenzó a temblar y de él empezaron a salir cientos de burbujas enormes empezaron a


volar hasta llegar a la ciudad.

Los niños comenzaron a mirar desde las ventanas y las madres se pusieron a conversar acerca de
lo que estaría sucediendo en ese lugar.

Teodora se subió a la escoba y siguió a sus burbujas dando cabriolas.Quería estar segura de que su
hechizo funcionaba.

Los niños bajaron a la calle atraídos por aquellas burbujas pero cuando estaban muy cerca de una
de ellas, ésta los atrapaba, quedando dentro sin poder salir.
Todas las burbujas empezaron a elevarse por los aires y se juntaron hasta formar una enorme
burbuja en cuyo interior estaban atrapados todos los niños y niñas del pueblo.

- ¡Socorro! ¡Queremos salir! - gritaba un niño más mayor mientras golpeaba las paredes de la
burbuja.
- ¡Que alguien nos saque de aquí por favor! - sollozaba otra niña.

- ¡Bien! ¡Por fin lo he conseguido! - decía Teodora desde su escoba.


La bruja condujo a la gran burbuja hasta su casa en el bosque y una vez allí dijo de nuevo las
palabras mágicas para que esta reventara. Cuando los niños tocaron el suelo estaban tan
asustados de la bruja que ninguno se atrevió a decir nada o a moverse. Sólo se escuchaba el llanto
de alguno de los niños más pequeños.

- No, por favor. No quiero que lloréis, no os voy a hacer nada malo - dijo Teodora
Siento haber utilizado mi magia para traeros hasta aquí… quizá no haya sido la mejor forma. Pero
sabía que si os preguntaba si queríais venir conmigo a jugar no iba a venir nadie. Y yo me siento
muy sola. Sólo quiero amigos con los que jugar.

Los niños miraban a la bruja con los ojos y la boca muy abierta. No se imaginaban que Teodora
fuera una bruja buena aunque en realidad nunca había hecho daño a nadie como para que
pensaran lo contrario.
Al final, el más mayor dio un paso al frente y habló en nombre de todos.

- Teodora, si no hemos venido antes hasta aquí es porque pensábamos que nos harías algo malo.
Como eres una bruja…
- Ya lo sé. Es normal. Soy una bruja sí, pero lo soy porque mi madre y mi abuela también lo eran.
Vivo aquí sola porque todo el mundo se asusta cuando me ve por la calle y a mi no me gusta
asustar a los demás.
- Entonces si nos quedamos, ¿podremos jugar?
- ¡Claro que sí! Me sé muchísimos juegos. Veréis como nos lo pasamos muy bien

Los niños y la bruja pasaron la tarde entre risas y juegos y Teodora logró ganarse la confianza de
los niños demostrándoles que no era la bruja mala que aparentaba ser.

Este cuento nos explica cómo “las apariencias engañan” y aunque estemos seguros de que una
persona es mala por su aspecto, posiblemente nos equivoquemos. Esto mismo es lo que le ocurre
a Teodora, una bruja que a pesar de su aspecto sólo quería disfrutar de la amistad de los niños.
Cuentos clásicos

Autor: Hans Christian Andersen


Edades: A partir de 4 años
Valores: las apariencias engañan
Érase una vez un príncipe cuya madre insistía una y otra vez en que debía casarse. El joven
príncipe era apuesto e inteligente pero pese a eso había alcanzado la treintena sin encontrar una
princesa con la que contraer matrimonio. El problema era que la vieja reina era muy estricta con la
elección de la futura princesa y no estaba dispuesta a casar a su hijo con una princesa cualquiera.
Ella quería que se casara con una princesa de verdad.

- Ya tienes treinta años hijo mío. ¡Treinta! ¿A qué esperas para casarte?

- Nunca encuentro a la candidata adecuada madre, vos sois quien rechaza a todas las princesas
que os presento.

- Ay hijo, cuando lo entenderás. Tu madre sólo desea para tí lo mejor. Debes casarte con una
princesa de verdad, no quiero impostoras en mi reino.

La reina mandó a su hijo a recorrer los siete reinos en busca de la princesa perfecta, pero cada vez
que regresaba a casa con una candidata la reina encontraba un motivo por el que rechazarla.
Demasiado alta, demasiado baja, muy habladora, demasiado silenciosa… El príncipe estaba
convencido de que nunca encontraría a la candidata perfecta para su madre.

Una noche se desató una tormenta terrible y de forma inesperada y en medio de la tempestad
llamaron a la puerta de palacio. Era una joven llena de barro y mojada que pese a su aspecto decía
ser una princesa de verdad.

La reina no la creyó pero pese a eso accedió a que se quedara y sin decirle nada colocó un
diminuto guisante debajo de decenas de colchones en la cama en la que debía dormir.

- Seguro que ni se entera, pensó.

A la mañana siguiente el príncipe y la reina esperaban a que la muchacha se despertara.

- Buenos días princesa, dijo en tono burlón la reina


- Buenos días mi reina. Espero que hayáis descansado mejor que yo
- Oh vaya, ¿habéis dormido mal acaso?
- Ha sido horrible. En mi colchón había algo duro como una piedra que no dejaba de molestarme.

Al oír su respuesta supieron que la joven no mentía, ya que sólo una princesa de verdad podía ser
lo suficientemente sensible como para notar el guisante debajo de todos los colchones.

El príncipe y la joven contrajeron matrimonio y la reina fue feliz porque por fin supo que había
encontrado a una verdadera princesa para su hijo.
álisis de sus valores
El cuento nos recuerda el viejo dicho popular “las apariencias engañan” y nos enseña a no juzgar a
las personas por su apariencia, ya que, como le ocurre a la reina, podemos estar equivocados.

También, nos enseña a reconocer nuestros errores cuando estamos equivocados, a través del
personaje de la reina que pese a estar convencida de que la muchacha no es una verdadera
princesa reconoce que estaba equivocada y permite la boda entre los dos.
El dragón del castillo
Cuentos originales

Autor: Irene Hernández


Edades: A partir de 4 años
Valores: las apariencias engañan, altruismo
Érase una vez una aldea en la que había un castillo al que nunca nadie tenía la valentía de
acercarse. Todos sabían que allí vivía un dragón enorme y le tenían mucho miedo porque, desde
hacía muchos años, todos contaban historias terribles.

- ¡Es más grande que un avión! ¡Escupe fuego y puede quemar la aldea entera! ¡Cuando vuela es
porque quiere robarnos la comida! -contaban las gentes del lugar.

Un día, los habitantes decidieron reunirse para tramar un plan y echar del castillo al temido
dragón.

- ¡Tenemos que conseguir echarlo de la aldea! ¡Si nosotros no podemos, tendremos que buscar
ayuda! -pensaron.

De repente, un caballero con una espada enorme apareció montado en su caballo y les dijo:

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué estáis asustados?

Los habitantes le explicaron que allí había un dragón muy malo y que necesitaban echarlo del
castillo para poder vivir tranquilos. Entonces, el caballero les dijo:

- ¡No os preocupéis! ¡Mi caballo y yo lucharemos contra él!

Al día siguiente, el caballero fue con su caballo al castillo con la idea de echar a aquel dragón. Pero
cuando entró en el castillo a buscarlo, el caballero se encontró a una mamá dragona contando un
cuento a sus bebés dragones.

La mamá dragona se asustó mucho al ver al caballero con su espada y su caballo y comenzó a
llorar mientras gritaba:

- ¿Quién eres tú? ¿Y qué vas a hacer con esa espada?

El caballero se dio cuenta de que aquella mamá dragona estaba indefensa y que no estaba
haciendo nada malo. Mientras observaba, cuando menos lo esperaba, apareció el papá dragón:

- ¡No les hagas daño! ¡Fuera de aquí! – gritó el papá dragón mientras protegía a su familia.

El caballero, al ver aquello, se quedó perplejo, porque realmente aquellos dragones no parecían
ser malos. Así que, un poco asustado y avergonzado, les explicó que habían sido los habitantes del
pueblo los que le habían pedido que luchara contra él.
El dragón y su familia explicaron al caballero que aquel castillo era el único sitio donde podían vivir
sin molestar a nadie y no querían asustarlos ni hacerles daño.

- A nosotros nos encantaría poder ser amigos de los habitantes de la aldea -dijeron.

Y así fue. El caballero volvió a la aldea y explicó a todos que aquellos dragones no eran malos y que
todas esas historias no eran verdad.

- ¡Las apariencias engañan y las mentiras e historias inventadas no hacen bien a nadie! -les dijo el
caballero.

Y, por el resto de los días, todos vivieron felizmente y en armonía.


El soldadito que adoraba cantar
Cuentos originales

Autor: Luciana Guerra


Edades: A partir de 6 años
Valores: las apariencias engañan, ayudar, perdonar
En el Reino de las Nubes, un sitio dónde el sol no se esconde por la noche y donde todas las
fantasías se hacen realidad, vivía Felipe, un soldadito de plomo al que le encantaba cantarle a los
niños.

Felipe pasaba horas y horas entonando bellas melodías para los niños de su reino. Sus cantos
invadían todas las casas y así los chicos podían disfrutar de esa música tan especial que entonaba.
Era una melodía tan hermosa que hacía que los bebés dejaran de llorar y durmieran
plácidamente.

Todo iba estupendamente hasta que un día llegó al Reino de las Nubes, en forma de sombra, un
Brujo con cara de sapo enfadado. Tenía un traje color violeta que le llegaba hasta la punta de los
zapatos y estaba lleno de lentejuelas con brillos negros. Tenía una nariz muy larga y finita que
terminaba como un cono gigante de helado y unos ojos saltones que le daban un aspecto temible.

El mago cara de sapo se llamaba Antón y venía de un lejano planeta llamado el Planeta de las
Sombras. No tenía pinta de tener ninguna buena intención y en cuanto los niños del reino lo
vieron se encerraron en sus casas por miedo a que les hiciera algo malo.

Una mañana se presentó el Mago Antón ante el soldadito.


- Hola soldadito. Han llegado hasta mi Reino noticias sobre tus increíbles melodías y deseaba
pedirte un favor muy importante...
El soldadito había oído a los demás niños desconfiar del mago por su aspecto tenebroso y tuvo
miedo de que tratara de engañarlo pero vio en sus ojos algo que le hizo pensar que de verdad
necesitaba su ayuda.

- Dígame señor mago. ¿Qué puedo hacer yo por usted?


- Los niños enfermos de mi reino necesitan de tus canciones para mejorar. ¿Podrías venir
conmigo? Por favor es importante...
-¡Por supuesto que sí! Estoy seguro de que con algunas melodías especiales que tengo guardadas
los niños se pondrán muy bien.

Al día siguiente el Reino de las Nubes se despertó en silencio. Felipe no estaba allí para cantar sus
melodías como siempre hacía y los niños empezaron a preocuparse creyendo que algo tenía que
haberle ocurrido a Felipe para que no entonara sus canciones. Así que decidieron ir a ver a la
poderosa Hada de los juguetes.

El Hada sospechó enseguida que el mago Antón había raptado a Felipe, así que le dijo a los niños
que no se preocuparan y se marchó directa al lejano Planeta de las Sombras de donde procedía el
brujo.

Pero al llegar al Reino de Antón, el Hada no podía creer lo que veían sus ojos. Felipe se encontraba
cantando canciones para el hospital donde los niños enfermos de ese reino esperaban curarse
para regresar a sus casas.

- Mago Antón, solo puedo pedirte que me disculpes. Venía aquí dispuesta a llevarme a Felipe pero
creo que todos los habitantes del Reino de las Nubes nos hemos equivocado contigo. No eres un
mago malvado, sino un mago realmente bueno.
- No tienes que disculparte hada - dijo con una tímida sonrisa - a veces mi aspecto hace que la
gente piense que soy malvado cuando no lo soy. Así que tranquila, estás perdonada.

Felipe decidió quedarse el tiempo que fuese necesario en el reino de Antón para así poder ayudar
a todos los niños enfermos, mientras que el hada regresó al Reino de las Nubes, donde contó a
todos los niños lo equivocados que habían estado con Antón y cuál era desde entonces el nuevo
oficio de Felipe, el soldadito cantor.
nálisis de sus valores
Este cuento nos recuerda que las apariencias engañan, y si nos dejamos llevar por lo que una
persona pueda parecer por su aspecto, posiblemente nos equivoquemos. Es lo que le ocurre al
Hada y también al resto de los niños con el mago Antón, que por su aspecto creen que ha llegado
allí para tramar algún plan malvado. Pero finalmente sabemos que es todo lo contrario.

Por otro lado, el cuento nos da dos bonitas lecciones más: nos enseña por un lado lo bueno que es
ayudar a quienes más lo necesitan y por otro nos recuerda que la importancia de saber perdonar a
los demás aunque no se hayan portado bien con nosotros.

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