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no era otra cosa que la destrucción del sistema estatal de formación superior de la ciudad:
“La nueva ‘Universidad de Formación Docente será distrital […] y reemplazará a los
actuales 29 profesorados públicos, donde hoy se forman los futuros maestros del
distrito”. A pesar del direccionado error en la definición de los graduados (los 29 institutos
forman todo tipo de docentes en grado y posgrado, no sólo maestros sino también
profesores de nivel secundario y terciario, así como de educación especial, entre otros, con
alto nivel de especificidad), la nota revelaba el cierre de los profesorados.
Tal decisión fue conocida por las comunidades académicas de estas instituciones
precisamente mediante los diarios, esa misma mañana, incluyendo entre los así anoticiados
a los 29 rectores y los miembros de sus 29 consejos directivos interclaustro.
III. ¿Qué son los institutos de formación docente del Nivel Superior
de la Ciudad de Buenos Aires?
De los 29 institutos que este proyecto de ley interviene y disuelve, 21 dependen hoy
de la Dirección de Formación Docente y 8 de la Dirección de Educación Artística, ambas
bajo la órbita de la Dirección General de Educación Superior de la Ciudad desde la
transferencia en 1991 de la formación docente, con otros niveles de la educación formal, de
la Nación a las provincias y la Ciudad de Buenos Aires. De los primeros 21, 16 se fundaron
entre la federalización de la ciudad en 1880 y 1920.
El conjunto de los 29 institutos forma docentes de nivel inicial, primario,
secundario, superior y de enseñanza especial, con sus diversas asignaturas y áreas
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curriculares vigentes. Esto es, forma maestras y maestros, y profesores y profesoras en
diversas disciplinas, profesionales e investigadores de la educación. También cuentan (a
pesar de las limitaciones presupuestarias, edilicias y materiales en general) con oferta
especializada de posgrado, proyectos de extensión, líneas de acompañamiento y
fortalecimiento de las trayectorias de los estudiantes, un sistema de prácticas pedagógicas
que implica un vínculo largamente tramado con las escuelas de todos los sistemas
educativos, proyectos de investigación en curso, jornadas y congresos de temática de la
enseñanza y de las ramas del conocimiento que desarrollan, así como publicaciones. Los
miles de estudiantes que cada año pasan por las instituciones tienen además en los institutos
espacios muy sólidos de socialización, profesionalización, consecución de redes laborales,
y su participación en las actividades de los institutos son fuente de muchos proyectos, tanto
institucionales como extracurriculares. Los institutos se distribuyen en diferentes puntos
geográficos de la Ciudad y ofrecen además diversos turnos de cursada por lo que logran
atender la demanda de estudiantes que trabajan tiempo completo y no pueden seguir sus
estudios en otras instituciones del nivel superior que, con sede en la Ciudad, no ofertan
carreras completas para estudiantes que trabajan.
A pesar de la constante desinversión en el sistema público de educación en general
y de formación docente en particular en la Ciudad, todos sus institutos mantienen el
renombre y la dinámica de actualización científica y pedagógica, así como el prestigio
académico. Es por estos valores construidos y reconocidos a lo largo de más de un siglo de
funcionamiento que miles de estudiantes viajan desde otras jurisdicciones hasta la Ciudad
para cursar su carrera terciaria en institutos como los dos Lenguas Vivas, el Joaquín V.
González, el Alicia Moreau de Justo, el Eccleston, los Normales y las varias instituciones
que forman profesionales docentes para la enseñanza de las artes. Y es por esto también que
cientos de graduados universitarios en carreras científicas, humanísticas y sociales han
elegido desarrollar su carrera docente dentro del sistema de los profesorados de nivel
superior de la Ciudad. A pesar de que el salario de un profesor terciario en el sistema
porteño es inferior al que la Universidad de Buenos Aires paga a su más baja categoría
docente, docentes que en la universidad revisten incluso como profesores del claustro más
alto, son hoy parte de la planta docente del sistema de formación vigente de la Ciudad, y
comparten allí los proyectos y planes de estudios con sus colegas formados en el sistema
terciario, en un clima creativo, responsable y de absoluta cercanía con los estudiantes de
cada una de estas vitales instituciones.
Del mismo modo, graduados de estos institutos participan activamente como
investigadores de posgrado y como docentes de la vida académica universitaria de la
ciudad, porque no pocos de ellos forman parte de la planta de la Universidad de Buenos
Aires y de otras universidades nacionales, así como de otras instituciones de gestión
privada.
El dinamismo de estos trayectos de formación e inserción laboral y profesional es
tan vital que es difícil de describir, en tanto goza de la complejidad propia de un sistema de
arraigo social e histórico que une a las instituciones del nivel superior (terciarias y
universitarias) y los otros niveles de educativos con asiento en el territorio de la Ciudad de
Buenos Aires.
Lo que hay en la base de esta red orgánica de producción del conocimiento y de
educación es la persistencia de un sistema que incluso frente a las adversidades y la
desinversión forma parte de una trama de formación pionera en el continente. Baste señalar
lo que nadie dice por estos días: la historia de estos institutos es también la historia que
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hace de la Argentina el país con la tasa más baja de analfabetismo del continente.
Infinitamente menos conservadoras que el gobierno que hoy intenta desaparecerlos
mediante una ley de 15 artículos y en nombre de un ‘futuro’ de dibujito animado,
infinitamente más creativas y preocupadas por el destino de sus estudiantes y de la
educación pública, sus comunidades no sólo no pueden ser disueltas: no pueden, por su
experiencia, por su actividad, por sus producciones, quedar afuera de la discusión sobre la
educación en la Ciudad de Buenos Aires y en el país.