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ARVID S.

KAPELRUD

LA TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN EN EL
ANTIGUO TESTAMENTO
Die Theologie der Schöpfung im Alten Testament, Zeitschrift für dio alttestamentliche
Wissenschaft, 91 (1979) 159-170

1. INTRODUCCIÓN. DIFERENTES TRADICIONES DE CREACIÓN

¿Fue la creación algo esencial en el mundo primitivo oriental, como parece


desprenderse de la antigua narración bíblica de la creación? ¿Nació ésta de un interés
meramente intelectual o bien en un contexto popular? En realidad parece que el
contexto de la narración no es teorético sino cúltico-existencial.

En ella se reflejaba dramáticamente el combate de Marduk, y demás divinidades


babilonias, contra los poderes del caos con la misteriosa agua primordial Tiamat. Dicho
combate era revivido en el culto y sobre todo en la experiencia de cada día cuyo punto
álgido era el de las frecuentes inundaciones del Tigris que tantos estragos producían en
la zona.

En el antiguo Sumer y en Egipto estos relatos de creación no tenían el mismo carácter


dramático sino que presentaban la creación de un modo pacífico y casi casual.

Según esta visión sumeria, la creación no era más que la separación entre el cielo y la
tierra (acontecimiento cósmico) para que ésta sirviese de residencia humana
(acontecimiento terreno). La creación, pues, iba encaminada a preparar el mundo para
los hombres.

Los antiguos sumerios se sentían cerca de la tierra. No así los asirios y babilonios. Para
éstos, como se dice en el Enuma elis, lo ocurrido arriba, entre los dioses, es lo esencial
y lo que determina a los hombres; éstos, si no se someten a los dioses, pueden ser
aniquilados. También en los mitos egipcios sólo se da importancia a la creación del
cielo como habitación de los espíritus de los dioses; los hombres no entran en este
suceso más que indirectamente como sujetos pasivos de los decretos de los dioses y
como productores del mal.

Todos estos mitos y representaciones cósmicos existentes influyeron en el origen y


desarrollo de las narraciones israelitas de la creación. Son fácilmente reconocibles en
éstos. Vamos a retomarlos de un modo crítico.

2. RELATOS ISREALÍTICO-JUDEOS

En el A. T. se ve que también en Israel-Judá se dieron diferentes imágenes sobre la


creación del mundo y del hombre. En los salmos aparecen las más poético- míticas; en
los relatos en prosa, las más elaboradas teológicamente. Pero esto no de un modo
exclusivo: las imágenes más antiguas contienen su propia teología; las más elaboradas
teológicamente tienen huellas de concepciones más antiguas. En todo caso es claro que
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fue de vital importancia para los israelitas y judeos el responder a los interrogantes
sobre la creación.

Los teólogos del escrito sacerdotal, conocedores de las concepciones primitivas,


intentaron dar una respuesta definitiva, pero sin eliminar aquéllas, más poéticas, que
seguían siendo usadas en la vida cúltica. Esto explica la variedad de concepciones y
corrientes que se conservaron en el A. T.

2.1. Creación como lucha

Las antiguas tribus israelitas experimentaban que nada podía ser alcanzado sin lucha.
De ahí concluyeron que también el gran suceso de la historia, la creación, se había
realizado en un combate. Era parecido a la creación en el Enuma elis babilonio en que
Marduk tras luchar contra el monstruo Tiamat, había creado de su cadáver el mundo.

Este aspecto dinámico es el que queda reflejado, por ejemplo, en el Sal 74, 13-17: "tú
hendiste el mar con tu poder, quebraste la cabeza de los monstruos en las aguas; tú
machacaste las cabezas del dragón..., tú abriste manantiales...; tuyo es el día, tuya
también la noche..., tú trazaste todos lo s confines de la tierra, el verano y el invierno tú
formaste". (cfr. Sal 89, 10-13).

En esta visión, la victoria sobre los poderes del caos, sobre el agua primordial es previa
y condición indispensable para la creación (cfr. Sal 104, 6-9); también Is 51, 9s.). Es
más, dicha victoria forma parte del acto creador: nada puede ser creado sin lucha contra
las dificultades y contradicciones.

Es claro que aquí domina una concepción de la vida y de su principio completamente


diferentes a las que mencionábamos referentes a Sumer.

2.2. Creación como acción

En las narraciones en prosa se presenta con más cuidado el dinamismo de la creación.


En Gn 2 se habla sólo de que Yahvé hizo la tierra (no se dice nada del cielo) apuntando
así hacia la creación del hombre. Este antiguo relato yahvista relaciona fuertemente
hombre y tierra, pero haciendo ver que la experiencia humana es la de que el hombre no
podía haber sido quien hizo el comienzo.

En oposición a los salmos, aquí no se da lucha alguna previa a la creación. Sólo se dice
que Dios actúa, construye, planta, hace brotar (Gn 2,7-9). No hay lucha, pero tampoco
pasividad por parte de Dios. Dios actúa creando y, además, relacionándose y
contactando continuamente con el hombre: crea y conserva; está con los seres humanos
permanentemente.

Es un modelo de acción de Dios que tiene que pasar necesariamente por la creación para
que se dé la relación divina con el mundo y los hombres; la creación no es un acto
independiente de Dios. Lo esencial, pues, en esta visión es la acción de Dios en relación
a los hombres; la creación queda así sólo como presupuesto necesario, nada más.
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La creación como lucha no tiene papel alguno en esta visión del relato yahvista. En éste
sólo sobresale el interés por la acción creadora de Dios respecto al ser humano.

2.3. Creación como orden

El relato yahvista era, para algunos, demasiado antropocéntrico, demasiado simplista,


casi incorrecto. Tal es el caso del círculo sacerdotal. En la situación histórica de este
círculo, la del exilio babilónico, era necesario un nuevo relato de la creación más
completo respecto al yahvista y más iluminador respecto al relato babilonio de la
creación, el Enuma elis.

Los círculos sacerdotales opinaban que el relato yahvista había dejado demasiado en el
aire la sucesión concreta de la acción creadora de Dios: según aquéllos, se prestaba
demasiado a la fantasía imperfecta de cada Individuo.

Por otra parte debían luchar contra el influjo de la poderosa epopeya babilonia, el
Enuma elis. En este poema se daba una determinada sucesión de hechos del creador.
Un nuevo relato judío debía por tanto decir algo sobre dicha sucesión.

En el Enuma elis se decía que Marduk había creado la residencia de los dioses, había
instalado en ella las estrellas o imágenes de las divinidades, había dispuesto tres
constelaciones para cada mes del año, había definido los signos del año, había
determinado la situación de la estrella polar para limitar y evitar cualquier exceso o
defecto.

El nuevo relato judío debía tener en cuenta esta sucesión para oponer su propia
concepción. El autor (o los autores) del escrito sacerdotal, pues, puso de relieve que el
único Dios era un Dios ordenador, creador según un proyecto por él prefijado. En esto
se acercaba a un antiguo himno sumerio en el que se decía: "El señor hizo el justo
orden; el señor, de decisiones inmutables, Enlil, se apresuró a separar el cielo de la
tierra".

En consecuencia, en el relato sacerdotal de Gn 1 todo es ordenado por Dios, como se


decía en el Enuma elis, aunque con variaciones respecto a la épica babilonia.

Al principio ya existía el espíritu de Dios, distinto de la tierra y el cielo. Todo estaba


vacío, las tinieblas dominaban sobre el mar primordial. Todo fue creado así: la luz (no
nació de los dioses como en el Enuma elis ), el firmamento, la tierra seca, los dos
grandes luceros, los animales, el hombre; todo en perfecto orden. Un orden no casual
sino prefijado por Dios mismo.

El sacerdotal, además, se sirvió también de otro aspecto que aparece en muchas


concepciones antiguas de la creació n, el de la separación de las cosas completamente
mezcladas en el universo como posibilidad de orden. Dios había producido
ordenadamente tras haber distinguido y haber separado los elementos que estaban
mezclados. De ahí su insistencia en el uso de la forma activo-causativa del verbo badál
(separar) en Gn 1.
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Así pues, el narrador (o los narradores) sacerdotales aprovechando antiguas


concepciones mitológicas orientales de la creación, y polemizando con ellas, compuso
su relato de la creación subrayando que el Dios único había separado primero los
elementos entremezclados, creados por él, para ordenar luego todo el conjunto del
universo.

3. CREACIÓN POR MEDIO DE LA PALABRA Y EL ESPÍRITU

Es claro que el escrita sacerdotal combina, las concepciones antiguas con las suyas
propias. Esto incluso en sus pensamientos principales, como el que la creación había
ocurrido por medio de la palabra de Dios. Se distingue, sin embargo, de aquellas
concepciones antiguas en que pone de relieve hasta la saciedad la importancia de la
palabra. Repite insistentemente que Dios habló y se hizo según su palabra; tanto que,
para él, no hay creación sin palabra.

Pero la palabra no es una magnitud autosuficiente, independiente de la acción de la


creación; en el fondo se subraya que Dios actúa en el mismo hablar. No se opone, pues,
el sacerdotal a que la creación de Dios fue una acción.

Esto queda claro también cuando en Gn 1 se afirma la íntima conexión entre el hablar
de Dios y presencia del espíritu (v. 2). ¿Cómo interpretar esta presenc ia del espíritu
sobre las furiosas masas de agua? Hablando modernamente, el espíritu era el principio
activo indispensable para efectuar la creación, el factor impulsor de la palabra de Dios
y, por tanto, de la creación. Se da una correlación: donde Dios estaba allí actuaba su
espíritu, donde Dios actuaba, allí actuaba su espíritu, donde Dios hablaba, allí actuaba
su espíritu. El espíritu, por tanto, no es un elemento superfluo en el relato sacerdotal.

Dicho de otro modo. Dios habló palabras llenas; donde él habló, allí sucedió; sus
palabras fueron acción. Y en toda esta actividad estaba activo el espíritu; éste estaba
presente, como se dice en el texto, desde el primer instante de la creación. Lo que se nos
quiere decir es, pues, que la palabra de Dios tenía su fuerza activa gracias al espíritu.

4. CREACIÓN COMO SEÑORIO SOBRE LA NATURALEZA

Tanto el yahvista como el sacerdotal afirman que el centro de la creación es la creación


del hombre y la entrega de poder al mismo.

En el yahvista esto se dice -de un modo simple y a base de imágenes- así: el sentido de
la creación es producir seres humanos que cultiven el suelo y dominen (pongan el
nombre) sobre los animales. Dicho dominio es indispensable para que la tierra
fructifique.

El sacerdotal -de un modo más claro y conceptual- sitúa al ser humano como cima de la
creación, como imagen de Dios. Con palabras claras queda legitimado el señorío del
hombre sobre los animales y la naturaleza entera.
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En ambos relatos, se le da al hombre dominio sobre todo lo creado. Queda así como el
soberano dominador del mundo que debe responder sólo ante Dios y que tiene
posibilidad de volverle las espaldas.

Sin el hombre, pues, la obra del creador estaba incompleta; estaba sin sentido. Esta
afirmación es llamativa en aquel mundo en el que la importancia del hombre era vista
siempre como menor frente a Dios. Esto nos lleva a una conclusión, la misma que desde
otras premisas saca von Rad: que los relatos de la creación son muy antiguos.

Es verdad que en el caso del Deuteroisaías, como afirma von Rad, fe en la creación era
fe en la salvación. Pero el Deuteroisafas, creo yo, hablaba desde una situación especial.
Yo afirmo que las ideas de la creación y la soteriología no siempre están unidas;
aquéllas se originan, en mi opinión, en otros contextos ideológicos; no necesariamente
en el contexto salvifico.

5. CREACIÓN COMO FUNDAMENTO DE LA VIDA CÍLTICA

El contexto cúltico es uno de estos otros contextos. Es claro en Gn 1, donde se dice que
los hombres deben descansar, como Dios, el séptimo día y celebrarlo con cultos.

Ya en el Enuma elis aparecía la creación como fundamento del calendario, en cuanto


que Marduk había hecho brillar el dios lunar para determinar la semana de siete días y
los meses. Algo de esto aparece en el relato sacerdotal de Gn 1, pero con una diferencia:
aquí la semana de siete días ya no está dominada por la luna, sino que transcurre con 6
días laborables y uno cúltico, fundado por Dios mismo.

La conexión culto-creación era una realidad antigua que destaca en muchos salmos de
alabanza de Dios como rey y de homenaje a El por su triunfo y su creación (cfr. Sal 93;
95-97; 100). La situación vital de estos salmos (y consiguientemente de los relatos de
creación) es, por tanto, la celebración cúltica.

En realidad, un relato de creación respondía a la pregunta existencial sobre la relación


que hay entre Dios y el mundo, Dios y yo, sobre si El es poderoso. El hombre
necesitaba recibir una respuesta, respuesta que se encontraba en las formas festivas del
culto.

El escrito sacerdotal, en consecuencia, resalta que el origen del culto, y en especial del
día del sábado, se encuentra ya en la creación. En él se dice que los grandes luceros
deben servir para ser señales para los tiempos de fiesta, para los días y los años (Gn
1,14). De este modo queda establecido el día del sábado como fiesta cúltica periódica y
como orden prefijado por Dios.

6. CREACIÓN DE UN ÚNICO DIOS

El Deuteroisafas muestra como nadie esta relación entre creación, culto y fe en Yahvé.
Para él, creación y salvación están unidas, forman una única obra de Dios. El Dios que
hacía volver a los exiliados era el mismo que habla vencido al caos y había creado. No
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tenía nada que ver con Marduk, quien en realidad era una ilusión. Yahvé en cambio era
único, había creado y continuaba actuando en el mundo (Is 44,6-20; 45,20-25; 46,1-11).

Como se dice en Is 45,18, sólo hay un Dios verdadero, Yahvé, el creador del mundo y el
salvador, que actúa siempre y en el futuro quiere reunir a su pueblo y a todos los
pueblos en Sión (cfr. también Is 43,1).

El lenguaje usado en estos textos es elevado, litúrgico; así resalta el profeta lo afirmado.
Yahvé como creador es designado de acuerdo con el estilo de los salmos e himnos,
recibiendo los mismos títulos que en ellos.

El Deutero Isaías no hace más que recoger lo que desde antiguo estaba contenido en la
fe de Israel en la creación: a) que el Dios de Israel era uno, único y creador del mundo;
b) que absolutamente todo era su obra; c) que la creación no estaba separada de los
demás hechos de Dios; era parte integrante de su acción como salvador y liberador, tal
como aparece también en el sapiencial Job 38-39 en que las poderosas obras creadoras
son vistas como etapas de la continua actuación divina; era algo abierto, ya que Dios
permanecía activo hasta el final de los días; d) que la creación era un cuadro vivo que en
pocos trazos, pero no casuales, señalaba el obrar de Dios, estos trazos eran revividos en
formas festivas y cúlticas que encontramos en todos los contextos, estilos, géneros
literarios, tanto de los tiempos más antiguos como de los más modernos, y que señalan
así la importancia de la fe en la creación no como fenómeno aislado sino como
testimonio de la voluntad de Dios de actuar en todos los tiempos.

CONCLUSIÓN

Las diferentes manifestaciones de las concepciones de la creación muestran que los


israelitas y los judíos intentaron responder con seriedad. en cada momento a las
preguntas que se les planteaban referentes a dichas concepciones. Y así se explica que la
concepción de la creación como lucha fuese completada con otras: creación como
acción de Dios, como ordenación. como dominio, como fundamento de la vida cúltica.
Todas estas concepciones tienen un punto común, el que la creación es testimonio de la
voluntad de Dios de actuar en todos los tiempos.

Tradujo y extractó : RAFAEL DE SIVATTE

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